Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
El libro del pastor Fernando Angelim llega en un momento importante. Durante décadas se difundió la información errónea de que los bautistas no tenían nada que ver con la doctrina calvinista de la salvación. Tras el derrumbe de este frágil muro, con la aparición de innumerables libros y documentos confesionales que demostraban exactamente lo contrario, se levantó un nuevo muro y surgió rápidamente una nueva afirmación. Ahora, se reconocía el calvinismo de los bautistas, pero se negaba que formaran parte de la tradición reformada. "Los bautistas no son reformados" llegó a escucharse en muchas partes. Eso también era una falacia, y de nuevo los hechos demostraron lo contrario. Los bautistas forman parte de la gran tradición de las iglesias reformadas que surgieron en el siglo XVII, y la armonía doctrinal de las Confesiones de Fe de 1689, Westminster y Savoy son solo parte del conjunto de pruebas que lo atestiguan. En tiempos más recientes, la teología pactual bautista ha sido cuestionada. La negación del pactualismo bautista ha provenido principalmente de los sectores paidobautistas, y para muchos bautistas esto no era una cuestión importante que mereciera una respuesta; otros incluso han estado de acuerdo con los paidobautistas y han unido sus voces a las de ellos. Pero, después de todo, ¿los bautistas son pactualistas o no? En Teología Bíblica Bautista Reformada, el pastor Fernando Angelim ayuda a aclarar esta cuestión y a deshacer otra falacia. Los lectores de habla portuguesa han obtenido un libro valioso y sencillo que puede ser de gran ayuda para los bautistas brasileños, especialmente los bautistas reformados. Recomiendo que esta obra no solo se lea, sino que se utilice en las iglesias como recurso didáctico. Marcus Paixão Pastor de la Iglesia Bautista Buen Samaritano - Teresina, Piauí Fundador del Curso de Historia y Teología Bautista (CHTB) Director Académico del Seminario Bautista Confesional de Brasil (SBCB) ************* Es difícil describir brevemente lo indispensable que es el libro Teología Bíblica Bautista Reformada, de mi amigo, el pastor Fernando Angelim, para la Iglesia Bautista brasileña, especialmente para las iglesias bautistas reformadas cuya identidad se ha perdido. En medio del mar de confusión eclesiástica y teológica en el que vivimos, el confesionalismo es el antídoto germinado desde la Reforma Protestante. Aprendemos en esta obra que ser una iglesia bautista reformada va mucho más allá de las Cinco Solas de la Reforma o de los Cinco Puntos del Calvinismo, y que ser pactualista no significa necesariamente ser paidobautista. Por tanto, asumir la confesionalidad consolidada por los bautistas puritanos del siglo XVII proporcionará la identidad, solidez y seguridad histórico-teológica que nuestras iglesias necesitan con urgencia. ¡Disfruta de cada página y consolida tu identidad eclesiástica! Elivando Mesquita Pastor de la Iglesia Bautista Reformada en Russas - Ceará ************* Como un cometa que crece en la densa oscuridad, este volumen nos devuelve una parte importante de nuestra tradición bautista reformada: ¡El pactualismo como fundamento hermenéutico de nuestra teología! La Confesión de Londres de 1689 (originalmente de 1677) adoptó este enfoque hermenéutico, poniéndose del lado de Westminster y Saboya. El Rev. Fernando Angelim nos ilumina con un estudio serio y profundo de nuestro pactualismo bautista con sus similitudes y distintivos. Para quienes conocen poco de nuestra historia, esta obra será una antorcha de luz. ¡Que Cristo Jesús siga iluminando nuestros días con obras de este calibre! Prof. Dr. D. B. Riker, Ph.D. Presidente Pastor, Primera Iglesia Bautista de Pará ************* Fue con gran alegría que recibí la noticia de que mi amigo, el pastor Fernando Angelim, vería publicada su obra sobre el valiosísimo tema del federalismo bautista reformado por la respetada editorial “O Estandarte de Cristo”. Angelim se ha mostrado como un fiel ministro del Evangelio tanto en su predicación como en sus libros, señalando siempre a Cristo como el medio para llegar a Dios y vivir para su honor. Una de sus características es escribir de forma sencilla, didáctica y directa sobre temas esenciales y difíciles, lo que los hace accesibles a un gran número de personas. Ahora bien, el tema de la presente obra es fundamental, más aún para nuestros tiempos de gran confusión en esta materia. De hecho, la doctrina de los pactos es básica para la correcta interpretación de las Escrituras, tocando todo el cuerpo teológico y las áreas de la vida de la iglesia. Estoy convencido de que la línea seguida por Angelim es bíblica, y es exactamente la más descuidada, incluso entre los bautistas, lo que ha traído un gran daño a las iglesias. Rescatar estas verdades es fomentar la restauración de la buena doctrina en todos los aspectos. El libro del pastor Angelim cumple ese papel. Y aquí se pone de manifiesto una vez más el talento para la sencillez del noble escritor. Desarrolla el tema basándose en las Escrituras de forma lógica, dejándolo claro a medida que se lee, incluso para aquellos que tratan el tema por primera vez. Por lo tanto, me complace mucho recomendar esta obra, creyendo que esta publicación se convertirá en una importante introducción para aquellos que quieran conocer el federalismo bíblico bautista reformado. Ruego que así sea, para gloria de nuestro amado Redentor y el bien de su Iglesia, que Él rescató con su sangre. Manoel Coelho Jr. Pastor de la Congregación Bautista Reformada de Belém - Pará ************* Esta obra que el lector tiene en sus manos ofrece una valiosa visión del marco interpretativo empleado por los precursores del movimiento bautista. El pastor Fernando Angelim transita entre textos clásicos de los bautistas particulares del siglo XVII, la Confesión de 1689 (1677) y obras contemporáneas de gran relevancia para el debate hermenéutico en cuestión, ofreciendo un amplio retrato de la lectura bautista reformada de las Escrituras. Todos los elementos principales que se esperan de una teología bíblica y reformada están presentes: el pacto de obras, el pacto de gracia, el pactum salutis. La relación entre el Antiguo y el Nuevo Pacto, presente a lo largo de toda la obra, recibe un tratamiento especial y didáctico, abordando un tema que todavía suscita dudas en los círculos bautistas. La obra aterriza en una importante discusión sobre el papel de la Ley y en una exposición y defensa del bautismo de los creyentes profesos basada en una teología bíblica reformada. Todo ello hace que este libro sea de lectura indispensable para todo aquel que desee saber más sobre la contribución de los bautistas en este campo. ¡Mi deseo es que surjan nuevas obras que pisen el camino allanado por el pastor Fernando! Pedro Issa Anciano de la Iglesia Bautista de la Palabra - São Paulo ************* Este excelente texto de Fernando Angelim presta un gran servicio al pueblo bautista al traer a la memoria una parte crucial de nuestra tradición teológica, relegada durante mucho tiempo al olvido. El autor documenta, con datos muy fidedignos, los vínculos del movimiento bautista con los reformadores puritanos de Inglaterra, situando así a los bautistas en el panteón de los que se atrevieron a defender las gloriosas doctrinas de la gracia de las que tan bien presume la Confesión de Fe Bautista de 1689. Cleyton Gadelha Director Ejecutivo de la Escuela Charles Spurgeon Título original: Teología Bíblica Batista Reformada. Subtítulo original: Uma Introdução Baseada na Confissão de Fé Batista de 1689. Autor: Fernando Angelim. Copyright © 2020 Fernando Angelim. Primera edição, 2020. Segunda edição, 2021. Primera edición en español, 2022. Traducción íntegra al español por Andrés Velázquez Ortega. Revisión (portugués-español) por Javier Martínez Pinto. Lectura de prueba por Luis J. Torrealba. Diseño de portada por Jorge A. Rodríguez Vega. Traducido y publicado por © Editorial Legado Bautista Confesional (Santo Domingo, Ecuador, 2022), con la autorización de la editorial© O Estandarte de Cristo. Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o copiada, ya sea de manera electrónica o mecánica, incluyendo fotocopias, grabaciones, digitalización o archivo de imágenes electrónicas, excepto cuando sean autorizados por la editorial. Traducción de Las Santas Escrituras: LA BIBLIA DE LAS AMÉRICAS. Copyright © 1986, 1995, 1997. La Habra, CA: Editorial Fundación, Casa Editorial para La Fundación Bíblica Lockman; a menos que se indique otra versión. ISBN 978-9942-605-05-4 Clasificación Decimal Dewey: 230 Cristianismo. Teología Cristiana. Versión Digital / E-book. E AGRADECIMIENTOS l contenido de este libro se basa en una serie de conferencias que grabé para el canal de la Escuela Teológica Charles Spurgeon en un módulo de Introducción a la Teología Bíblica Bautista Reformada. Su contenido ha sido revisado y adaptado al formato de libro. Por lo tanto, agradezco a la Escuela, especialmente al pastor Cleyton Gadelha, que me invitó a grabar sobre este tema tan importante. Además, estoy muy agradecido a la editorial O Estandarte de Cristo, que decidió lanzar el libro junto a la selecta y excelente lista de obras publicadas por esta editorial. Algunos grandes amigos fueron muy importantes en el proceso de revisión del material. Ellos son: William Teixeira, Pedro Issa, Elivando Mesquita, D.B. Riker, Janyson Ferreira, Marcus Paixão, Talita do Vale y mi padre, Antônio Caxinauá, entre otros que vieron y leyeron el contenido antes de la publicación. Agradezco a todos los hermanos de la Iglesia Bautista Reformada de Belem, donde tengo el privilegio de servir al Señor junto a tan queridos hermanos que siempre me ayudan en la oración. Estoy agradecido con mi querida esposa, Alana, con mi madre, Cléa, y con toda la familia que siempre me apoya. Además, doy gracias a Dios por los escritos de hombres como Nehemiah Coxe, John Owen, Charles Spurgeon, A.W. Pink, Paul Washer, Jeffrey Johnson, Pascal Denault, Samuel Renihan, James Renihan, Richard Barcellos, entre muchos otros que me han ayudado grandemente a entender el contenido aquí presentado. Sobre todo, doy gracias a mi Señor y Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Soli Deo Gloria ÍNDICE DE CONTENIDOS Prólogo a la versión portuguesa original Introducción 1. ¿Qué es la Teología Bíblica? 2. ¿Quiénes son los bautistas? 3. Un resumen de la trama de las Sagradas Escrituras 4. El Pacto de Obras 5. El Pacto de Gracia 6. El Pacto de Redención 7. El Antiguo y el Nuevo Pacto 8. La Ley de Dios 9. El Día del Señor 10. Una comparación entre la Teología Credobautista y la Teología Paidobautista Conclusión Bibliografía L PRÓLOGO A LA VERSIÓN PORTUGUESA ORIGINAL as Sagradas Escrituras y nuestra Confesión revelan que «la distancia entre Dios y la criatura es tan grande que, aunque las criaturas racionales le deben obediencia como su Creador, aun así, estas nunca habrían podido alcanzar la recompensa de la vida a no ser por alguna condescendencia voluntaria por parte de Dios, que a Él le ha agradado expresar en forma de pacto» (CBF1689 7.1).[1] Por lo tanto, una correcta comprensión de estos pactos y de cómo, a través de estos, Dios condesciende a relacionarse con los hombres, es de la mayor importancia para todos aquellos que, con un corazón dispuesto y sincero, desean interpretar y aplicar correctamente las Escrituras para la gloria de Dios y para la edificación de su pueblo pactual, la Iglesia. Por lo tanto, cuando hablamos de pactualismo, estamos hablando de un método de interpretación de la Biblia, o, para usar un lenguaje moderno, estamos hablando de un método de hacer teología bíblica, pero que, al mismo tiempo, tiene en cuenta la sistematización de todo el consejo de Dios declarado en la «palabra de verdad» (2 Tim. 2:15). Sobre la importancia vital de este tema, así como el alcance de su influencia y su relación con otras doctrinas bíblicas, el querido pastor Jeffrey Johnson dijo acertadamente: Cuando se trata de una visión sistemática y holística de la Escritura, nada es más vital que una comprensión adecuada de la relación entre los pactos divinos, principalmente la relación entre el Antiguo y el Nuevo Pacto. La teología pactual da forma a la comprensión de la soteriología, la eclesiología y la escatología; y en particular, a la visión de la naturaleza y el futuro de Israel, el Reino de Dios, la Iglesia, las ordenanzas y la naturaleza del retorno de Cristo. Además, es primordial para el teólogo sistemático ver cómo la Biblia está dividida en dos Testamentos (el Antiguo y el Nuevo) y entender la continuidad y discontinuidad entre estos.[2] Particularmente, estoy convencido de la extrema necesidad y urgencia de que la iglesia brasileña, especialmente los bautistas, recuperen una comprensión bíblica profunda y piadosa de los pactos de Dios. Y estoy igualmente convencido de que este excelente libro, del querido pastor Fernando Angelim, tiene mucho que aportar a ese fin. Escrito de forma clara y didáctica, y sobre todo bíblica, este libro resultará útil tanto para el padre de familia que quiera conocer mejor la Biblia y guiar piadosamente a su familia, como para el que ha sido llamado a «presentar[se] a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad» (2 Tim. 2:15). El autor comienza definiendo qué es la teología bíblica y, más concretamente, qué es la teología bíblica reformada, así como su método y características. A continuación, nos lleva de la mano y nos conduce a un paseo por la historia de la iglesia, mostrando cómo los bautistas surgieron en el contexto de la Inglaterra del siglo XVII, a partir del separatismo. Estos bautistas ingleses confesaban una teología bíblica que era distintivamente reformada y pactual. Luego, se nos lleva a comprender cómo Dios estructuró la gran historia de la Biblia a través de pactos, desde la revelación del Pacto de Gracia, en la promesa del Salvador en Génesis 3:15, hasta su cumplimiento en el Nueva Pacto, en Cristo Jesús. Así, entonces, el libro pasa a tratar los tres grandes pactos de Dios. En primer lugar, el Pacto de Obras, que se refiere al pacto hecho por Dios con Adán en el Edén antes de la caída. Adán era el representante de toda la humanidad, por lo que su caída en el pecado nos afectó a todos. Pero Cristo es el Segundo Adán, quien cumple perfectamente las exigencias divinas en lugar de su pueblo creyente, aquel nos libra de la maldición y nos concede la vida eterna. En segundo lugar, el Pacto de Gracia, que surge del eterno Pacto de Redención, es revelado progresivamente en el Antiguo Pacto y se establece formalmente en la cruz del Calvario, en el derramamiento de la sangre del Mediador Prometido. En tercer lugar, el Pacto de Redención, que fue hecho en la eternidad y consiste en un acuerdo entre las personas de la Trinidad para la redención de los elegidos en el tiempo. Después de tratar bíblicamente estos tres grandes pactos, entonces surge la oportunidad para tratar el asunto fundamental de la naturaleza del Antiguo y del Nuevo Pacto, y de la distinción entre estos. El Antiguo Pacto se refiere particularmente al pacto legal hecho por Dios con Israel, mediado por Moisés, pero también puede referirse, a groso modo, a todo el período anterior a la muerte y resurrección de Cristo. Y el Nuevo Pacto, que según las Escrituras equivale al Evangelio y al Pacto de Gracia, es la manera en que Dios salva a los pecadores, la descendencia caída de Adán, mediante la obra redentora del Hijo. Los capítulos 8 y 9 están dedicados a mostrar la relación del cristiano con la ley de Dios, especialmente el Cuarto Mandamiento del Decálogo. La comprensión reformada, puritana y confesional de la ley es explicada a la luz de las Escrituras y se nos exhorta a obedecer la ley moral de Dios con amor y gratitud, siguiendo el ejemplo del Señor Jesús, evitando tanto el antinomianismo como el legalismo. El último capítulo aporta una comparación en la que se trazan las similitudes y los contrastesentre la teología pactual credobautista y la paidobautista. El libro concluye con unas breves reflexiones sobre los temas bíblicos estudiados, en las que el escritor expresa la esperanza de que su obra sea útil para promover en los lectores un aumento de su amor a Dios y al prójimo, y de que todo el conocimiento adquirido en estas páginas se traduzca en una vida piadosa para la gloria de Dios. William Teixeira Director de la editorial O Estandarte de Cristo Francisco Morato, São Paulo, Brasil E INTRODUCCIÓN n nuestros estudios bíblicos pueden surgir preguntas importantes, como, por ejemplo: ¿Cómo entendemos la trama de las Sagradas Escrituras? ¿Cuál es el tema principal del Antiguo y del Nuevo Testamento? ¿Qué es un pacto? ¿Qué significan los pactos mencionados en la Biblia? ¿Cuál es la relación entre el Antiguo y el Nuevo Pacto? ¿Son válidas para nosotros hoy las ceremonias y leyes que regían a Israel en el Antiguo Testamento? ¿Por qué sí o por qué no? ¿Cómo se relaciona un cristiano con los Diez Mandamientos? Estas son solo algunas de las preguntas que un cristiano que comienza a estudiar la Biblia puede plantearse, y la teología bíblica tendrá que lidiar con ellas. El propósito de este libro es ayudarle a comprender mejor la trama de las Escrituras, a tener un sentido adecuado del plan de redención revelado en la Biblia, y a entender cuál es su posición en esta gran historia. Haremos un breve repaso de las Escrituras y consideraremos cómo, a lo largo de los siglos, se ha desarrollado este maravilloso guión divino. Además, trataremos de extraer del texto bíblico, con la ayuda de grandes teólogos antiguos y contemporáneos, la correcta comprensión de las preciosas verdades que contiene. Estos estudios deben llevarlo a adorar a Dios y a cultivar una vida piadosa en gratitud y obediencia a Él. Otro elemento que estudiaremos es la teología bíblica «reformada», en sus diversas manifestaciones, un sistema teológico bíblico que tiene sus raíces en la Reforma Protestante. Actualmente, hay un notable redescubrimiento de la teología reformada y un renovado interés por parte de muchos en la predicación expositiva, las doctrinas de la gracia y las Solas de la Reforma, lo cual es excelente. Sin embargo, la teología reformada va más allá de estos puntos. Todavía quedan otras zonas importantes por redescubrir y recuperar. La herencia reformada, representada por lo que ahora llamamos teología bíblica, también tiene mucho que aportar, y ese será un tema que será explorado en este libro. Además, el propósito de este libro es presentar una teología bíblica «bautista» reformada, ya que pretendemos rescatar tesoros de la herencia teológica de los bautistas particulares del siglo XVII y demostrar la solidez de su teología. Esto es importante porque, desgraciadamente, muchos bautistas de hoy desconocen su propia historia y teología. Hay una pérdida de identidad doctrinal en medio de muchas iglesias que se llaman a sí mismas «bautistas». Hoy es posible entrar en una iglesia local cuya placa destaca la denominación «bautista» y, sin embargo, encontrar que es una iglesia con tendencias neopentecostales o caracterizada por otras doctrinas que no corresponden a las raíces de la teología bautista. En este sentido, Phillip D.R. Griffiths tiene razón cuando afirma que «los bautistas reformados necesitan redescubrir su rica herencia, que les proporcionará una comprensión más profunda de la Palabra de Dios y, que esperamos, los llevará a caminar más cerca de Dios».[3] Así, con el fin de rescatar la preciosa herencia teológica e histórica de los bautistas, muchos argumentos presentados en este libro se basan en la Confesión de Fe Bautista de Londres de 1689. Presentaremos algunos aspectos de la teología bíblica de esta Confesión, siempre a la luz de las Sagradas Escrituras, que deben ser la norma que rige cualquier documento confesional. Cuando los credos y confesiones están de acuerdo con la Biblia y exponen correctamente sus preceptos, no quedan obsoletos, ni siquiera con el paso de los años. Por eso, una Confesión tan antigua tiene todavía tanto que enseñarnos. Por lo tanto, hay mucho que trabajar en este pequeño libro. Debe servir de aperitivo, de introducción al tema, de arranque para sus estudios. Siendo esto así, tenga en cuenta que no vamos a ser exhaustivos. Sin embargo, hay otros libros que serán mencionados y referenciados para que usted se sumerja en el tema que será introducido aquí. C 1 ¿QUÉ ES LA TEOLOGÍA BÍBLICA? uando empezamos a estudiar la Biblia, podemos tener dificultades para entender cómo se desarrollan las historias de su gran relato. Muchas personas tienen problemas para entender cuál es el punto unificador de la trama bíblica y cuáles son los principales acontecimientos que provocan cambios significativos en esta historia. Surgen algunas preguntas, como: ¿Cuáles son los puntos de continuidad y discontinuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento? ¿Cómo interfiere cada pacto que Dios hizo en el conjunto de la historia? ¿Qué nos ha aportado la venida de Cristo? ¿Cuál es el mensaje central de las Escrituras? De esto se ocupa la teología bíblica, de ahí su importancia. Es la disciplina que nos ayuda a resolver estos problemas. Su estudio nos ayudará a comprender la secuencia de los acontecimientos en su contexto adecuado y a entender en qué punto nos encontramos hoy en el panorama total de la Biblia. Ese cuadro puede resumirse como Creación, Caída, Redención y Consumación. La teología bíblica nos ayudará a comprender mejor cómo encaja cada pieza en el registro divino, es decir, cómo contribuye cada libro de la Biblia a su historia más amplia y al plan de Dios que se nos ha revelado de forma sublime desde el Génesis hasta el Apocalipsis. Cuando estudiamos los acontecimientos en su contexto adecuado, nos damos cuenta de cómo cada detalle glorifica a Dios, trayendo alegría a nuestros corazones y un mayor deseo de conocer al Señor, estar con Él y vivir para su gloria. Estudiaremos la teología bíblica reformada, que, como explicaremos más adelante, sigue un modelo pactual. Sobre la importancia de este modelo, William Teixeira afirma que «la teología del pacto es al cuerpo de la teología bíblica lo que es la columna vertebral al cuerpo humano».[4] Siguiendo con este tema, el teólogo bautista A.W. Pink señaló que los pactos divinos tienen protagonismo en las Sagradas Escrituras: Los pactos ocupan un lugar destacado en las páginas de la revelación divina, incluso si solo hacemos una lectura superficial de la Escritura. La palabra pacto se encuentra al menos veinticinco veces en el primer libro de la Biblia y aparece muchas otras veces en el Pentateuco, los Salmos y los Profetas. Tampoco es una palabra poco común en el Nuevo Testamento. Al instituir el gran memorial de su muerte, el Salvador dijo: «Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por vosotros» (Luc 22:20). Al enumerar las bendiciones especiales que Dios había dado a Israel, Pablo dijo que les pertenecían «los pactos» (Rom 9:4). A los gálatas, Pablo les expuso dos pactos (4:24-31). A los santos de Éfeso, les recordó cuando andaban en sus días como no regenerados, «extraños a los pactos de la promesa». Toda la epístola a los Hebreos es una exposición acerca del mejor pacto, del cual Cristo es el Mediador (8:6).[5] Nehemiah Coxe, un renombrado bautista del siglo XVII, al hablar sobre las transacciones pactuales de Dios, afirmó que, si alguien no entiende correctamente las transacciones del pacto de Dios con Adán, seguramente estará desorientado en todas sus búsquedas posteriores de la verdad que procura conocer.[6] Siendo así, una vez que la teología del pacto se encuentra en el corazón de la verdad bíblica, nos resulta difícil exagerar su importancia para una sana comprensión de las doctrinas bíblicas. El príncipe de los predicadores, Charles Haddon Spurgeon, señaló que la doctrina del pacto divino está en la raíz de toda la verdadera teología. Para Spurgeon, quien entiende bien la distinción entreel Pacto de Obras y el Pacto de Gracia es un maestro en teología. Él estaba convencido de que la mayoría de los errores cometidos por los hombres sobre la doctrina de las Escrituras se derivan de errores fundamentales sobre los pactos de la Ley y la Gracia.[7] Por lo tanto, se trata de un asunto central que, si no se entiende correctamente, puede afectar negativamente la comprensión de todas las demás doctrinas. Entonces, el estudio en profundidad de la teología bíblica reformada nos aporta una serie de beneficios, pues: 1) Nos ofrece una mejor comprensión de toda la trama de la Biblia y de nuestro papel en ese gran cuadro; 2) Es esencial para la hermenéutica, es decir, para la correcta interpretación de la Palabra de Dios; 3) Enseña cómo el Antiguo Testamento se relaciona con la persona de Cristo; 4) Nos ayuda a comprender los aspectos de continuidad y discontinuidad entre los pactos divinos, previniéndonos de muchos malentendidos y sus nefastas consecuencias; 5) Nos ayuda a entender cómo cada parte de la Escritura contribuye al plan de Dios; 6) Enseña sobre la herencia teológica que se encuentra en importantes confesiones de fe históricas; 7) Presenta una noción elevada sobre nuestro Señor Jesucristo, el Mediador; 8) Nos lleva a glorificar a Dios en la contemplación de su obra redentora. 1. ¿QUÉ ES LA TEOLOGÍA BÍBLICA? La teología es el estudio de la revelación de Dios. El profesor Heber Carlos de Campos explica que «el hombre estudia a Dios a través de lo que Dios revela de sí mismo. Por tanto, la teología debe entenderse como la ‘ciencia de la revelación’ o la ‘ciencia de la Escritura’».[8] Existen algunas modalidades de estudio de la teología: Teología Sistemática. Se ocupa de la sistematización de las doctrinas bajo ciertos títulos, también es llamada dogmática. Se ocupa de ordenar, en un sistema completo de doctrinas, lo que los cristianos creen sobre diversos temas, como Dios, la salvación, el pecado, la Iglesia, el bautismo, la cena, etc. Teología histórica. Trata de estudiar, históricamente, cómo la iglesia cristiana ha hecho teología a lo largo de los siglos, abordando los conflictos, los grandes debates y los concilios que se han producido a lo largo de la historia de la Iglesia, así como los credos establecidos por el pensamiento cristiano. Teología exegética. Estudia el proceso de extracción del mensaje de un texto a partir de su contexto original. La teología bíblica se considera a veces parte de esta disciplina más amplia llamada teología exegética. Teología pastoral. Se interesa por el estudio de la aplicación práctica de la Palabra de Dios en la vida de los cristianos. Su énfasis está en el ministerio y la atención pastoral de la iglesia local.[9] Teología bíblica. La teología bíblica trata de entender la trama de la Escritura como un solo libro. Geerhardus Vos la define como «la rama de la teología exegética que se ocupa del proceso de autorrevelación de Dios registrado en la Biblia».[10] Para Vos, sería preferible usar el nombre de «historia de la revelación especial», ya que esta nomenclatura expresa, con mayor precisión y de forma totalmente aceptable, lo que esta ciencia se propone. Sin embargo, es difícil cambiar un nombre ya consagrado por el uso.[11] James M. Hamilton Jr., en su libro ¿Qué es la teología bíblica?, explica: En resumen, con la expresión teología bíblica me refiero a la perspectiva interpretativa reflejada en la forma en que los autores bíblicos presentaron su comprensión de las Escrituras anteriores, la historia redentora y los acontecimientos que describen, relatan, celebran o tratan en las narraciones, poemas, proverbios, cartas y apocalipsis.[12] Otra definición de esta área se encuentra en el libro Teología Bíblica de Nick Roark y Robert Cline, quienes la definen así: La teología bíblica es una forma de leer la Biblia como un único relato de un único autor divino, que culmina en quién es Jesucristo y lo que ha hecho; entonces, cada parte de la Escritura se entiende con relación a Él. La teología bíblica nos ayuda a entender la Biblia como un gran libro compuesto por varios libros más pequeños que cuentan una única gran historia. El héroe y punto central de esa historia, de principio a fin, es Jesucristo.[13] Por lo tanto, la teología bíblica es la forma en que observamos la revelación de Dios, la secuencia de acontecimientos en la gran narrativa bíblica. Es una forma de leer la Escritura como un único gran libro compuesto por varios libros más pequeños en una historia que culmina en Cristo. Él es el punto central de la historia y cada parte debe entenderse con relación a Él. Graeme Goldsworthy explica correctamente que la teología bíblica es un medio para comprender la Biblia en su conjunto, de modo que podamos entender el desarrollo del plan de salvación etapa por etapa. Llega a la conclusión de que la teología bíblica se ocupa del mensaje de Dios para nosotros en la forma que realmente adopta en las Escrituras.[14] De manera que podemos preguntar: ¿Cuál es el tema central de esta trama bíblica? ¿Cuál es el elemento unificador que se encuentra en este gran relato? ¿Cómo podemos entender la historia revelada en el Antiguo y el Nuevo Testamento? El tema central y unificador de la historia bíblica se encuentra en la persona de Jesucristo. Toda la Escritura habla de Él. La Biblia revela cómo el Dios Todopoderoso ha redimido a un pueblo, mediante el sacrificio de su Hijo unigénito, por el poder del Espíritu Santo, con el fin de vivir para su gloria. Durante el Antiguo Testamento, el Mesías fue anunciado y prefigurado de diversas maneras, y en el Nuevo Testamento, Él vino al mundo para salvar a su pueblo de sus pecados. Después de cumplir su misión, se le presenta como aquel a quien se le ha dado toda la autoridad y que ya reina a la diestra de Dios, como cabeza de su Iglesia y que volverá en el momento señalado por Dios para la consumación de todas las cosas. El príncipe de los puritanos, John Owen, añade: Este principio debe retenerse siempre en nuestras mentes cuando leemos la Escritura, a saber, que la revelación y la doctrina de la persona de Cristo y su oficio son el fundamento sobre el cual se edifican todas las demás instrucciones de los profetas y apóstoles, para la edificación de la Iglesia, y por el cual se aclaran... Por lo tanto, el mismo Señor Jesucristo manifestó esto de manera general en Lucas 24:26-27, 45-46. Si se deja de lado esta consideración, las Escrituras dejan de ser lo que pretenden, es decir, una revelación de la gloria de Dios en la salvación de la Iglesia...[15] Owen destaca la revelación y la doctrina de Cristo expresada por el propio Señor Jesucristo en el camino de Emaús, que puede verse en el siguiente relato: «¿No era necesario que el Cristo padeciera todas estas cosas y entrara en su gloria? 27 Y comenzando por Moisés y continuando con todos los profetas, les explicó lo referente a Él en todas las Escrituras». (Luc 24:26-27). William Hendriksen comenta lo sucedido allí: Es razonable suponer que nuestro Señor, al interpretar en todas las Escrituras lo que se refiere a Él, mostró cómo todo el Antiguo Testamento, de diversas maneras, apunta a Él.[16] Goldsworthy añade: Dado que Cristo es la síntesis de toda la revelación bíblica, lo que se revela de Él rige nuestra forma de hacer teología bíblica. Jesús de Nazaret es la autorrevelación más completa de Dios a la humanidad. Él aporta plena luz a lo que, desde el principio, se presentaba en el Antiguo Testamento como una sombra.[17] Por lo tanto, la teología bíblica trata de comprender cómo se desarrolla la gran historia bíblica, que Roark y Cline resumen así: «Dios el Padre, envió a su Hijo por medio del Espíritu para ganar un pueblo para Su propia gloria». [18] 2. ¿CUÁL ES EL MODELO DE LA TEOLOGÍA BÍBLICA REFORMADA? Al estudiar la teología bíblica, observaremos la existencia de diferentes corrientes de interpretación sobre la historia de la redención. Matt Perman, al hablar de la teología de John Piper, explica que hay tres campos teológicosprincipales que tratan los temas de la Ley, el Evangelio y la estructuración de la relación redentora de Dios con la humanidad: - El dispensacionalismo; - La Teología Pactual; - La Teología del Nuevo Pacto.[19] Nuestro objetivo en este libro es estudiar la teología bíblica reformada, la cual sigue el modelo pactual. La doctrina pactual era la columna vertebral que caracterizaba la teología reformada, estuvo en la esencia del pensamiento reformado sobre el trato de Dios con los hombres.[20] Podemos identificar las primeras formulaciones y sistematizaciones de la teología pactual a partir del siglo XVI en los teólogos reformados de Heidelberg: Zacharius Ursinus (1534-1583), Caspar Olevianus (1536-1587), Franciscus Junius (1591-1677); así como en los puritanos ingleses: Thomas Cartwright (1634-1689) y Dudley Fenner (1558-1587).[21] Al mismo tiempo, los teólogos suizos Heinrich Bullinger (1504-1575) y Ulrico Zwinglio (1484- 1531) también estudiaban este concepto teológico pactual. Como afirmó Bullinger: «la relación entre Dios y la humanidad es una relación de pacto». [22] Posteriormente, la teología pactual puede ser expresamente observada en las principales confesiones de fe que han dado forma a la teología de las denominaciones históricas, como la de los presbiterianos, los congregacionales y los bautistas, a saber, la Confesión de Fe de Westminster, la Declaración de Fe de Saboya y la Confesión Bautista de Fe de 1689, respectivamente. Aunque las confesiones de fe, a diferencia de las Escrituras, no son infalibles, su objetivo es declarar públicamente lo que un determinado grupo de cristianos de una determinada época cree, predica y enseña. Las confesiones buscan guiar y definir principios claramente delineados a partir de las Escrituras para advertir al pueblo de Dios contra el error y la herejía. Es importante señalar que todas estas confesiones mencionadas siguen el modelo pactual, el cual fue un consenso entre estas. Las tres confesiones entendieron la estructura pactual en la revelación y la relación de Dios con su pueblo, a pesar de que hubo algunos distintivos en cada una que se mencionarán más adelante. 2.1 Características de la Teología Bíblica Reformada 2.1.1 Sigue una hermenéutica clásica La hermenéutica reformada, según Richard Barcellos,[23] sigue cuatro principios fundamentales: 2.1.1.1 El primer principio puede resumirse en la siguiente expresión: «El Espíritu Santo es el único intérprete infalible de la Sagrada Escritura», es decir, cuando la Escritura se interpreta a sí misma, lo hace de manera infalible. Por lo tanto, los textos posteriores que hacen uso de los textos anteriores arrojan luz interpretativa sobre estos. Agustín de Hipona demuestra este importante principio hermenéutico cuando afirma: «El Nuevo está en el Antiguo velado; el Antiguo está en el Nuevo revelado»[24], y Nehemiah Coxe resume este punto magistralmente: «...el mejor intérprete del Antiguo Testamento es el Espíritu Santo que nos habla a través del Nuevo Testamento».[25] 2.1.1.2 El segundo principio es la «Analogía de la Escritura» (Analogia Scripturae). Se trata del entendimiento de que los pasajes más oscuros deben interpretarse a la luz de los pasajes más claros sobre el mismo tema. Este principio fue claramente adoptado por la Confesión de Fe Bautista de 1689: La regla infalible de interpretación de la Escritura es la propia Escritura; por lo tanto, cuando surge alguna duda acerca del verdadero y pleno significado de cualquier pasaje bíblico (significado que no es múltiple, sino uno solo), debe buscarse en otros pasajes que hablen más claramente.[26] Esta cita de la Confesión de Londres también presenta el tercer principio: 2.1.1.3 «La analogía de la fe (Analogia Fidei)». Barcellos explica sobre este punto que «la regla de la fe inspirada e infalible es el conjunto de la Escritura, cuyas partes textuales deben entenderse a la luz de su conjunto textual-teológico». Él ejemplifica: Un ejemplo de una comprensión adecuada del uso de la analogía de la fe sería la identificación de la serpiente de Génesis 3. Podemos decir con absoluta certeza que la serpiente es el diablo y Satanás. Lo sabemos porque Dios nos lo dice a través de la Escritura posterior en Apocalipsis 12:9.[27] 2.1.1.4 Por último, «El alcance {o meta} de la Escritura (Scopus Scripturae)» se refiere a una interpretación de la Escritura a la luz de su alcance {o meta} general, el objetivo que tiene toda la Escritura. En este particular, Barcellos explica: Para los teólogos federalistas o pactuales del siglo XVII, el escopo {u objetivo} de la Escritura era la gloria de Dios en la obra redentora del Hijo de Dios encarnado. Su visión del alcance de la Escritura era en sí misma una conclusión hecha a partir de la Escritura, no una presuposición traída desde fuera, y esto condicionaba toda la interpretación posterior.[28] La Segunda Confesión de Londres menciona, con respecto a las Escrituras: la «armonía de todas sus partes, el escopo de esta en su conjunto (que es dar toda la gloria a Dios)».[29] Así, la hermenéutica reformada se ocupa de la interpretación de cada parte de las Escrituras a la luz de su historia completa y considera cada texto a la luz del gran alcance de las Escrituras. 2.1.2 Es Pactual Este modelo se denomina «pactual» porque entiende que el desarrollo de los acontecimientos bíblicos tiene lugar a través de los pactos que Dios ha hecho. La Confesión de Fe Bautista de Londres así lo atestigua: La distancia entre Dios y la criatura es tan grande que, aunque las criaturas racionales le deben obediencia como su Creador, aun así, estas nunca habrían podido alcanzar la recompensa de la vida a no ser por alguna condescendencia voluntaria por parte de Dios, que a Él le ha agradado expresar en forma de pacto.[30] Es a través de los pactos que Dios revela su plan progresivamente en la historia. John Owen define el pacto como un convenio o acuerdo en determinados términos, estipulado mutuamente por dos o más partes. Sin embargo, señala que el Nuevo Pacto es un pacto incondicional, porque no se menciona ninguna condición por parte del hombre, sino que consiste únicamente en el regalo de la promesa divina: Un pacto, propiamente dicho, es un convenio o acuerdo, en determinados términos estipulados mutuamente por dos o más partes. Así como las promesas son el fundamento y el origen de este, como lo es entre Dios y el hombre, también comprende preceptos, o leyes de obediencia, que son prescritos para que el hombre los observe. Pero en la descripción del pacto aquí mencionado [el Nuevo Pacto], no se menciona ninguna condición por parte del hombre, ni ningún término de obediencia prescrito, sino que todo consiste en la promesa libre y gratuita, como se verá en su explicación.[31] Otra posible definición de pacto, expresada por Meredith G. Kline, sería: «un compromiso con sanciones divinas entre un señor y un siervo».[32] 2.1.3 Cree en la existencia de dos representantes pactuales Dios trata con los hombres a través de dos representantes (jefes federales):[33] Adán y Cristo. Charles Spurgeon declaró: La justicia de Adán sería nuestra mientras la mantuviera, y su pecado pasó a ser nuestro en el momento en que pecó. Del mismo modo, todo lo que el Segundo Adán es, o todo lo que hace, nos pertenece, ya que es nuestro representante.[34] La Confesión de Fe Bautista de 1689 corrobora esta idea: Además, al haberse colocado el hombre bajo la maldición de la ley por su Caída, agradó al Señor hacer un Pacto de Gracia, en el cual libre y gratuitamente ofrece vida y salvación por medio de Jesucristo a los pecadores, demandándoles fe en Él para ser salvos, y prometiendo dar Su Espíritu Santo a todos aquellos que están ordenados a vida eterna, con el fin de darles la disposición y capacidad para creer.[35] Por lo tanto, desde esta perspectiva, o alguien está en Adán, tratando inútilmente de salvarse por sus obras, o está en Cristo, siendo salvado por un Pacto de Gracia. «Porque así como por la desobedienciade un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno los muchos serán constituidos justos» (Rom. 5:19). 2.1.4 Culmina en Cristo El clímax de estos pactos tiene lugar en el Nuevo Pacto, cuando Dios, en Cristo, cumple la promesa que había hecho a los padres de enviar al Salvador. Jesucristo es el Mesías prometido que cumplió toda la justicia divina en lugar de su pueblo, murió sacrificialmente en la cruz del Calvario, fue sepultado y al tercer día resucitó. La confesión de Londres continúa: Este pacto es revelado en el evangelio; en primer lugar, a Adán en la promesa de salvación por medio de la simiente de la mujer, y después, mediante pasos adicionales hasta completarse su plena revelación en el Nuevo Testamento; y tiene su fundamento en aquella transacción del Pacto Eterno que hubo entre el Padre y el Hijo acerca de la redención de los elegidos; y solo por la gracia de este pacto es que todos los que en cualquier tiempo han sido salvos de entre la posteridad del Adán caído han obtenido vida y una bendita inmortalidad, siendo el hombre ahora totalmente incapaz de hacerse aceptable para Dios bajo aquellas condiciones en las que estuvo Adán en su estado de inocencia.[36] La Confesión demuestra que la promesa revelada en Génesis 3:15 se fundamenta en el Pacto eterno de la Redención y fue revelada en etapas sucesivas hasta su culminación en el Nuevo Testamento. Esta afirmación corrobora la declaración del propio Señor Jesús, en el Evangelio de Lucas, de que todo el Antiguo Testamento hablaba de Él: Y les dijo: Esto es lo que yo os decía cuando todavía estaba con vosotros: que era necesario que se cumpliera todo lo que sobre mí está escrito en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: Así está escrito, que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día; y que en su nombre se predicara el arrepentimiento para el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. (Luc. 24:44-47). Charles Spurgeon afirma que «si quisiéramos resumir todas las bendiciones espirituales, tenemos que decir: “Cristo es todo.” Él es su materia y Él es su sustancia; y aunque se podría decir mucho en lo tocante a las glorias del pacto, no podría decirse nada que no fuera encontrado en esa sola palabra: “Cristo”».[37] 2.1.5 La salvación se concede sobre la base del Nuevo Pacto Todos los que se han salvado en todas las épocas han sido salvados por Cristo y su sangre derramada. Los creyentes del Antiguo Testamento creían en la promesa de un Mesías venidero, los creyentes del Nuevo Testamento creen en el Cristo que ha venido, ha establecido el Nuevo Pacto y que volverá. Como dijo John Owen: Daré por sentado el hecho de que ningún hombre se ha salvado jamás sino en virtud del Nuevo Pacto, y de la mediación de Cristo para ello... Todo el conocimiento de Dios en Cristo es revelado claramente y comunicado salvíficamente en virtud del Nuevo Pacto a los que creen.[38] La Confesión Bautista explica: Agradó a Dios, en Su propósito eterno, escoger y ordenar al Señor Jesús, Su Hijo unigénito, conforme al pacto hecho entre ambos, para que fuera el Mediador entre Dios y el hombre; el Profeta, Sacerdote y Rey; la Cabeza y el Salvador de Su Iglesia, el Heredero de todas las cosas y Juez del mundo. A quien dio, desde toda la eternidad, un pueblo para que fuera Su simiente, y para que fuera redimido, llamado, justificado, santificado y glorificado por medio de Él en el tiempo.[39] A este respecto, el apóstol Pablo resumió: Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre (1 Tim. 2:5). CONCLUSIÓN En esta introducción se han trabajado algunos puntos importantes, a saber: 1) El estudio de la teología bíblica influye en nuestra comprensión de toda la Escritura y otras doctrinas bíblicas. 2) La teología bíblica tiene como objetivo estudiar la historia de la revelación especial de Dios, la historia de la redención, la forma de ver toda la Biblia como un solo libro. 3) La doctrina pactual era la columna vertebral que caracterizaba la teología reformada. 4) La teología bíblica reformada sigue una hermenéutica clásica, que es pactual, cree en la existencia de dos representantes federales (Adán y Cristo), culmina en Cristo y entiende que la salvación se otorga sobre la base del Nuevo Pacto. En los siguientes capítulos prestaremos más atención a la teología bíblica bautista pactual que se encuentra en la Confesión de Fe Bautista de Londres de 1689. También consideraremos los distintivos de la teología pactual bautista, que, como posición robusta y profundamente bíblica, debe ser considerada cuidadosamente. P 2 ¿QUIÉNES SON LOS BAUTISTAS? ara entrar en el tema más específico de la teología bíblica bautista reformada debemos responder algunas preguntas importantes, entre estas: ¿Quiénes son los bautistas? ¿Cómo surgió este grupo? ¿Cuáles son sus raíces teológicas? ¿Qué podemos aprender de su historia? ¿Cuál era la teología bíblica que defendían? Una vez obtenidas estas respuestas, podremos examinar su teología a la luz de las Escrituras, como los bereanos en Hechos 17:11, para comprobar su veracidad, ya que nuestro objetivo no debe ser defender corrientes teológicas como los hinchas de un equipo de fútbol, sino conocer, de hecho, la verdad bíblica. 1. EL ORIGEN DE LOS BAUTISTAS[40] La denominación bautista tiene sus orígenes en la Reforma, especialmente en los separatistas de Inglaterra. El libro The Baptist Story dice: [...] la mejor explicación del desarrollo de las convicciones e ideas bautistas se encuentra en el movimiento separatista inglés, que surgió del movimiento puritano de finales del siglo XVI [...] Como ha afirmado el historiador bautista inglés Barrie R. White, dado que la explicación del surgimiento de las convicciones bautistas está clara en el contexto del movimiento puritano- separatista inglés, la carga de la prueba recae en quienes sostienen que el anabaptismo continental desempeñó un papel decisivo en el surgimiento de los bautistas. Los bautistas son hijos de los puritanos, un movimiento cuyas raíces se remontan a la Reforma europea del siglo XVI.[41] Por lo tanto, para entender el origen de los bautistas, debemos conocer un poco su contexto más amplio, es decir, la Reforma inglesa. 1.1 La Reforma en Inglaterra Aunque hombres piadosos como William Tyndale pueden haber preparado el terreno para la Reforma inglesa,[42] la ruptura con la Iglesia Católica Romana se produjo principalmente a través de una reconfiguración política introducida por el rey Enrique VIII (1509-1547) y confirmada por su hija Isabel I (1558-1603). G.R. Elton, en su clásico capítulo sobre la Reforma inglesa en The New Cambridge Modern History, afirma: Inglaterra, como es notorio, consumó su Reforma con una diferencia. Mientras que en otros lugares una revuelta religiosa condujo, en su despertar, a una reconstrucción política y constitucional, la marcha de Inglaterra lejos de Roma fue dirigida por el gobierno por razones que tenían poco que ver con la religión o la fe. Pero hay factores — circunstancias, sentimientos y pasiones, además de indiferencias — que explican la Reforma inglesa.[43] G. R. Elton explica que el verdadero origen de esta reforma fue político y que todas las objeciones a la injerencia de un papa extranjero en Inglaterra no habrían conducido a una ruptura con la Iglesia de Roma si la Corona no hubiera considerado necesario ocuparse del control papal de la Iglesia.[44] Así que, a pesar de los grandes problemas que involucraban a la Iglesia Católica Romana de su tiempo, el punto que motivó al rey Enrique VIII a romper con Roma fue bastante peculiar. Inglaterra acababa de salir de una larga y devastadora guerra civil, la Guerra de las Dos Rosas (1455-85), y se encontraba en una situación financiera muy difícil. Romper con Roma significaría dejar de pasar los diezmos a la Iglesia Católica, así comola confiscación de las numerosas riquezas y tierras que la Iglesia poseía en Inglaterra. Enrique VIII formó parte del proceso de establecimiento de monarquías absolutistas en Europa, proceso que había comenzado en Inglaterra con su padre. La ruptura con Roma fue, en sentido estricto, la proclamación de la supremacía real (de ahí el nombre de Acta de Supremacía) sobre la Iglesia de Inglaterra. Más que una ruptura con Roma, fue una afirmación del poder de Enrique VIII sobre la iglesia. Enrique VIII solicitó la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón, alegando que ella había consumado sexualmente su anterior matrimonio con el hermano de Enrique VIII y que, por tanto, ese matrimonio era ilegítimo a los ojos de Dios, por lo que tampoco Dios les concedería un hijo varón. El Papa denegó la anulación porque estaba muy unido a los padres de Catalina, Fernando e Isabel de España, los llamados «Reyes Católicos».[45] Enrique VIII rompió con el papado y fundó la Iglesia de Inglaterra. Inicialmente era una iglesia nacional inglesa con una clara orientación romana.[46] Elton explica que «Enrique VIII parece haber pensado que la ruptura con Roma podía llevarse a cabo sin un cambio en la doctrina y el culto de la Iglesia inglesa».[47] El rey contó entonces con el apoyo del arzobispo de Canterbury, Thomas Cranmer, que le ayudó en el proceso de distanciamiento teológico de Roma. Sin embargo, Elton continúa explicando que la reforma política empezaba a causar algunas turbulencias religiosas. El pequeño pero notable grupo de teólogos que adoptó las doctrinas de Lutero y Tyndale sintió que había llegado su hora, y Cranmer se sintió inclinado a apoyarlos. La secuencia de los acontecimientos mostraría que, dado que Inglaterra había roto con Roma, a los inicios puramente políticos de la Reforma se uniría pronto una fuerza verdaderamente religiosa e incluso espiritual.[48] Tras la muerte de Enrique VIII, le sucedió su hijo Eduardo VI. En esta época, los partidarios de una reforma más profunda de la Iglesia inglesa tenían mayor influencia sobre el rey, lo que permitió que la Iglesia de Inglaterra se volviera protestante. G. R. Elton explica que «Cranmer pronto produjo una revisión del Libro de Oración (1552), que desechó lo que había quedado de la doctrina católica en su versión anterior y adoptó una posición totalmente alineada con el protestantismo».[49] Sin embargo, este período fue breve, ya que Eduardo VI gobernó solo seis años (1547-1553) y fue sucedido por su hermana, María Tudor (1553-1558), hija de Catalina de Aragón. La reina llegó a ser conocida como «María la sanguinaria» por su crueldad al perseguir a los protestantes. Elton aclara: A lo largo de 1553 quedó claro que a Eduardo VI le quedaba poco tiempo de vida. Si no se hacía algo, lo sucedería su hermana María, hija de Catalina de Aragón y seguidora inquebrantable de la Iglesia de Roma. Para los contemporáneos, esta sucesión significó un giro completo de la política religiosa [adoptada por Eduardo VI] [...].[50] Durante su reinado, María intentó restaurar la Iglesia Católica Romana en Inglaterra y persiguió ferozmente a los líderes protestantes, hasta el punto de ejecutar a más de 270 mártires, entre ellos Thomas Cranmer (†1556). Otros huyeron al continente (Ginebra, Zúrich, Frankfurt), entre ellos John Knox y William Whittingham (principal responsable de la Biblia de Ginebra). En este periodo surgieron las primeras congregaciones autónomas en Londres.[51] El relato del martirio de muchos cristianos protestantes de esta época se recoge en el Libro de los Mártires, escrito por John Foxe. Tras el reinado — también breve — de María I, se produjo un largo reinado bajo Isabel I (1558-1603). Al principio, los puritanos se entusiasmaron con su ascenso, pero pronto se sintieron decepcionados, ya que la reina tenía principalmente preocupaciones políticas. Para mantener el control sobre las iglesias y asegurar cierta estabilidad política, trató de garantizar un sistema de gobierno episcopal, es decir, la reina insistió en controlar la iglesia y se reservó el nombramiento de los obispos. Entonces, los protestantes que pedían una reforma más profunda de la Iglesia de Inglaterra pasaron a ser conocidos como «puritanos», un nombre peyorativo dado por el alto clero anglicano. El nombre se impuso especialmente en el contexto de la «Controversia de las vestimentas» (1563- 1567), una protesta que se hizo contra el uso de las vestimentas clericales. Los puritanos afirmaban que la iglesia no estaba totalmente reformada, ya que conservaba muchos vestigios del catolicismo romano, por lo que necesitaba ser purificada. Esta lucha se intensificó durante los reinados de Jacobo I (1603-1625) y Carlos I (1625-1649). El puritanismo es una mentalidad o actitud religiosa que comenzó a principios de la historia de la Reforma inglesa. Al principio, se identificaba con la Iglesia de Inglaterra, sin embargo, muchos puritanos se separaron posteriormente de esta, dando lugar a diversos grupos como: bautistas, congregacionalistas y presbiterianos. En su libro The Puritans: Their Origins and Their Successors, D. M. Loyd-Jones explica que «la mentalidad puritana busca anteponer la verdad a las cuestiones de tradición y autoridad, y se caracteriza por la insistencia en la libertad de servir a Dios de la manera como cada uno juzgue correcta».[52] 1.2 Los separatistas ingleses Entre los puritanos que no se conformaban con la situación de la iglesia, una parte de ellos se conoció como los «separatistas ingleses». Estos fueron los que abandonaron la Iglesia de Inglaterra y fundaron congregaciones autónomas. B. R. White, en su libro The English Separatist Tradition, afirma que: Bajo el reinado de María, los anglicanos eduardianos se convirtieron en separatistas porque consideraban que la Iglesia Romana y sus costumbres eran falsas y su culto, idolátrico. Posteriormente, el separatismo en Inglaterra desarrollaría la misma aversión por la iglesia establecida considerándola como anticristiana, esto debido a que sus formas eran contrarias a las Escrituras y porque se organizaron como un grupo de congregaciones cuyas prácticas estaban más en línea con las enseñanzas de las Escrituras.[53] B. R. White afirma que el factor culminante para que los separatistas abandonaran la Iglesia de Inglaterra y se reunieran fuera de la iglesia estatal fue su búsqueda de una alineación con las Sagradas Escrituras. White atestiguó que la comprensión de la naturaleza de la Iglesia de Cristo dada por el separatismo inglés no era una novedad de la Reforma, sino una enseñanza extraída directamente de la Biblia, principalmente, del Nuevo Testamento.[54] Sobre los separatistas ingleses, Chris Traffanstedt afirma: Esta exigencia de conformidad por parte de las fuerzas políticas y religiosas de Inglaterra dio lugar a un grupo conocido como los «separatistas». Los principios en los que se basaba este movimiento eran la separación de la Iglesia y el Estado; la doctrina pura, libre de intereses políticos, y la reforma general de la Iglesia. Los separatistas se tomaban la Biblia en serio y estaban decididos a entregar sus vidas por sus enseñanzas. Afirmaban que la Iglesia estaba formada por los redimidos, no por personas politizadas. [...] Además, valoraban una liturgia sencilla que hiciera hincapié en el Dios Santo. Consideraban que las formas de culto impuestas por el Estado y los escritos auxiliares de la Iglesia de Inglaterra llevaban al pueblo a enfatizar la forma en lugar de la Soberanía de Dios [sustancia]; por lo tanto, este tipo de «ayuda» era despreciada. Fue a partir de este llamado a la pureza en la iglesia, tanto en el culto como en la práctica diaria, que se originaron los «bautistas». 1.3 Los bautistas generales Los bautistas surgieron en dos grupos distintos: los primeros se conocieron como «bautistas generales», y recibieron este título porque creían en la expiación general, a diferencia de los «bautistas particulares», que surgieron tres décadas más tarde y se mantuvieron firmes a favorde la expiación limitada (definida), estando influenciados por la teología de hombres como Juan Calvino.[55] Sobre los bautistas generales, la obra A History of the Bapstists de Robert B. Torbet afirma que fue en Holanda donde se produjo el inicio de la historia de los bautistas ingleses. Afirma que el refugiado religioso John Smyth llegó a ser conocido por algunos como el «fundador de las iglesias bautistas modernas» porque adoptó el credobautismo y compuso un principio bautista en su histórica Confesión.[56] Debido a la persecución de los inconformistas por parte del gobierno, muchos emigrantes religiosos encontraron refugio en Holanda. A partir de 1595, Holanda acogió a los separatistas ingleses que habían quedado en la miseria tras la ejecución de sus líderes en 1594. El primer grupo que salió de Inglaterra, hacia finales de 1607, fue el de Gainsborough, dirigido por Thomas Helwys y Smyth.[57] Sin embargo, entre finales de 1608 y principios de 1609, explica Torbet, Smyth se hizo anabaptista, bautizándose a sí mismo y a su congregación: Smyth, sin duda bajo la influencia de los menonitas de Waterlander, se hizo anabaptista. Había llegado a la decisión de que los niños no deben ser bautizados, porque (1) no hay ningún precepto ni ejemplo en el Nuevo Testamento de niños bautizados por los discípulos de Juan y de Cristo, y (2) Cristo les ordenó hacer discípulos enseñándoles y luego bautizándolos. Sin embargo, aunque teológicamente estaba preparado para pasarse a los menonitas, se bautizó a sí mismo por efusión, y luego también bautizó a Helwys y a quienes lo desearon de entre el resto de su congregación, un total de cuarenta personas.[58] Siguiendo con los bautistas generales, Torbet afirma que su testimonio solo ha sido conservado por un pequeño número de personas: [...] la organización de las iglesias bautistas generales (es decir, las que sostienen el punto de vista arminiano de una expiación general o ilimitada) en suelo inglés data de 1611 o principios de 1612, cuando Thomas Helwys y su puñado de seguidores regresaron a Londres. Habían regresado al país del que habían huido de la persecución unos años antes con un objetivo en mente: propagar su fe. Así, el testimonio bautista fue preservado y perpetuado por no más de diez valientes.[59] Torbet atestigua que la congregación parece haberse reunido clandestinamente en Spitalfield, a las afueras de las murallas de Londres. Esta fue la primera iglesia bautista en suelo inglés cuyo origen tiene evidencia histórica.[60] 1.4 Los bautistas particulares El otro grupo que proviene de los puritanos ingleses separatistas son los «bautistas particulares». Sin embargo, son distintos de los bautistas generales. Torbet lo explica: [...] Los bautistas particulares no tenían ninguna relación con los anabaptistas continentales. Más bien, representaron un paso más en el movimiento del independentismo inglés (congregacionalismo) hacia su conclusión lógica en el bautismo de los creyentes profesantes. El origen de las iglesias bautistas particulares en Inglaterra puede datarse en torno a 1638.[61] Sobre el surgimiento de los bautistas particulares, A. C. Underwood, en su libro A History of the English Baptists, comenta: Surgieron de una iglesia independiente y mantuvieron una teología calvinista. Y, como creían en una expiación restringida, por tanto, particular, solo para los elegidos, se les llamaba «particulares».[62] Esta iglesia, de la que más tarde surgirían los bautistas particulares, es conocida como la JLJ y fue iniciada en 1616 por Henry Jacob en su regreso a Inglaterra. Es importante señalar que los bautistas particulares compusieron dos confesiones de fe siguiendo una línea teológica reformada. Sobre la primera Confesión Bautista de Londres de 1644, Torbet explica: En aquel año, para aclarar su posición sobre el modo adecuado de bautizar, quince ministros bautistas particulares, entre los que se encontraban Spilsbery, Kiffin y Knollys, incorporaron una definición del bautismo por inmersión en una confesión de cincuenta artículos de fe, en la que estamparon sus firmas. Siete iglesias bautistas particulares adoptaron esta Confesión de Londres, como se llamaba, que expresaba la teología calvinista, estipulaba el bautismo por inmersión y defendía la libertad religiosa. Con el consiguiente resurgimiento de la inmersión, los bautistas se alejaron un poco más de sus antepasados anabaptistas.[63] En la misma línea, sobre las dos confesiones elaboradas por los bautistas particulares, Chris Traffanstedt añade: En 1644, los bautistas particulares publicaron la Primera Confesión de Fe Bautista. Esta confesión era calvinista y rechazaba todas las insinuaciones de que eran «anabaptistas». Aunque esta Confesión no fue muy clara, fue un documento importante que ayudó a unir a todos los bautistas particulares. Luego, en 1677, se redactó una Segunda Confesión que reflejaba la Confesión de Westminster (1647) y la Declaración de Saboya (1658). En su mayor parte, este nuevo documento siguió la Confesión de Westminster, pero en su posición con respecto al gobierno de la iglesia, la Confesión Bautista siguió la Declaración de Saboya. La Confesión de Fe de los Bautistas estableció las cuestiones sobre el tipo de poder que tenían los representantes de las asociaciones eclesiásticas sobre las iglesias locales. Además, trató el tema del bautismo manifestando su posición a favor del bautismo de creyentes y no del bautismo de niños. Debemos tener en cuenta que las discusiones sobre este tema no se produjeron a causa de los «anabaptistas», sino que surgieron de un intenso deseo de reflejar la Escritura tal y como nos fue entregada.[64] La Segunda Confesión de Fe Bautista de Londres se publicó de forma anónima en 1677, debido a la persecución que sufrían los bautistas particulares. Se volvió a publicar abiertamente en 1688, pero no obtuvo una mayor difusión y reconocimiento general hasta 1689. En su libro ¿Quiénes eran los puritanos? Erroll Hulse afirma lo siguiente: Cuando las condiciones mejoraron, en 1688, se pudo publicar la Confesión que se había formulado antes [es decir, en 1677], pero la persecución sufrida impidió que tuviera una amplia difusión. La Confesión de 1677 se conoció como La Confesión de Fe de 1689 solo por la mayor difusión que tuvo en esa época.[65] Sobre la doctrina y los importantes distintivos de estos bautistas, el profesor de teología histórica, Tom Nettles, señaló: Hemos visto que estos influyentes portavoces de la vida bautista abrazaron la Biblia como revelación divina infalible. Se sometieron a su autoridad a la luz de la comprensión puritana del principio regulador. Las doctrinas históricas, incluso la forma como fueron formuladas, del trinitarismo y la cristología ortodoxos, establecieron a los bautistas sobre una base sólida. Las pérdidas de estas doctrinas se consideraron trágicas y destructivas para la fe cristiana y la unidad bautista. Además de la autoridad bíblica y la ortodoxia histórica, los bautistas afirmaban la concepción protestante del Evangelio. Ellos se alejaron del sacramentalismo católico romano más que cualquier otro grupo protestante, tanto en doctrina como en eclesiología. Las opiniones firmes sobre la iluminación, la convicción y la regeneración del Espíritu Santo dieron forma fuerte y definida al perfil bautista. La justificación por la fe, con un compromiso claro y firme con la imputación de la justicia de Cristo, concretó su testimonio evangélico. Esta teología prevaleció en toda la comunidad bautista. Estas doctrinas son un testimonio irrefutable de la posición histórica evangélica de estos bautistas ingleses de los siglos XVII y XVIII.[66] Sobre este tema, es importante destacar que muchos desconocen las raíces reformadas de la teología bautista e incluso piensan erróneamente que no hay bautistas reformados, como podemos ver en el sincero relato del presbiteriano Solano Portela sobre el tema, en su prefacio al libro {trad. no oficial} Las implicaciones prácticas del calvinismo: Unos meses más tarde,viajé dos horas con otros colegas a una iglesia en la que predicaría el pastor Martin. En Ocean City, Nueva Jersey, conocí su poderosa oratoria y me impresionó su doctrina y la profundidad y sinceridad de sus palabras. Conociendo un poco más su persona, vinieron algunas sorpresas: «¿Pero bautista?»; «¿Acaso los bautistas no están en contra de la teología reformada?». Y así se iba aclarando mi falta de conocimiento; estaba aprendiendo que los bautistas históricos eran todos reformados; que el abandono de las doctrinas de la gracia era algo reciente en su historia — había ocurrido hace menos de cien años —; que uno de los más grandes predicadores reformados de la historia — Charles Spurgeon — era bautista; que la Confesión de Fe de los antiguos bautistas — la Confesión de Fe de Londres (1689) — era prácticamente idéntica a la Confesión de Fe de Westminster; y así sucesivamente.[67] Por lo tanto, es innegable que, en sus raíces confesionales, los bautistas son reformados. Y, como hemos visto en el capítulo anterior, las principales confesiones de fe reformadas eran todas pactuales en su estructura de teología bíblica, con muchas similitudes en varios aspectos, pero había un punto distintivo que culminaba en una diferencia con respecto al bautismo, como explica Pascal Denault: Los puritanos del siglo XVII podían dividirse en tres grupos: presbiterianos, congregacionalistas y bautistas. Los dos primeros grupos eran paidobautistas, mientras que el tercero era credobautista. La división sobre la teología del pacto fue causada por la cuestión del bautismo. Los paidobautistas sostenían una interpretación de la teología del pacto y los bautistas otra.[68] Veremos, más adelante, que los bautistas reformados creían que solo los elegidos regenerados estaban en el Pacto de Gracia, en el que se puede entrar solo por la fe. Los bautistas consideraban que ningún otro pacto más que el Nuevo Pacto era el Pacto de Gracia. Reconocieron que el Pacto de Gracia se reveló bajo todos los pactos desde la Caída, pero hicieron una distinción entre la verdadera sustancia de esos pactos y el Pacto de Gracia en sí.[69] Estos distintivos se examinarán en detalle en capítulos posteriores. Lo que debemos saber hasta este punto es que los bautistas particulares eran reformados y, en su confesión, seguían una teología bíblica pactual que tenía algunos distintivos en relación con la teología paidobautista, los cuales estudiaremos en detalle más adelante. 2. NOTABLES BAUTISTAS PACTUALES[70] Algunos nombres importantes del pasado han defendido una teología del pacto idéntica o muy similar a la que se encuentra en la Confesión de Fe Bautista de 1689. En esa lista encontramos nombres como: John Spilsbery (1598-1668). Perteneció a la primera generación de bautistas calvinistas, fue uno de los primeros pastores entre los bautistas particulares y pastoreó una iglesia bautista calvinista, fundada en 1638. Fue firmante de la Primera Confesión de Fe de Londres de 1644 y de su versión revisada dos años después. Un año antes de la publicación de ese documento, publicó un tratado sobre el bautismo titulado «A Treatise Concerning The Lawful Subjet o Baptisme» {Un Tratado sobre los sujetos legítimos al bautismo}. Allí presenta una comprensión de la doctrina del pacto que es diferente de la de sus contemporáneos paidobautistas. Es de suma importancia que uno de los primeros tratados de los bautistas particulares en defensa del credobautismo lo haga sobre la base de la teología del pacto. Esto demuestra que la identidad bautista ha mantenido desde el principio un federalismo diferente al de los paidobautistas y que el bautismo de los creyentes es el resultado de una comprensión diferente de los pactos bíblicos. Henry Lawrence (1600-1664). Fue un dirigente puritano asociado a Oliver Cromwell, publicó un tratado llamado «On Baptism» {Sobre el bautismo}, abogó por el federalismo según el credobautismo y criticó el paidobautismo. Thomas Patient (†1666). Firmante de la Primera Confesión de Fe de Londres, fue enviado como misionero a Irlanda por el gobierno de Cromwell, estableciendo allí la primera comunidad de convicción bautista, la Iglesia Bautista de Waterford. Escribió el tratado «The Doctrine of Baptism, And the Distinction of the Covenants» {La Doctrina del Bautismo y la Distinción de los Pactos} (1654). John Bunyan (1628-1688). Es sin duda uno de los puritanos más conocidos, si no el más conocido, autor del libro «El Peregrino». Bunyan también escribió un tratado sobre la teología del pacto que se encuentra en la colección de sus obras publicada en tres volúmenes por The Banner Of Truth, titulada «The Doctrine of the Law and Grace Unfolded» {La Doctrina de la Ley y la Gracia Desplegada}. Nehemiah Coxe (†1688). Posiblemente el teólogo bautista más significativo en lo que respecta a la teología del pacto. Fue hijo de Benjamin Coxe, uno de los firmantes de la Primera Confesión de Fe de Londres. Su tratado «A Discourse of the Covenants that God made with men before the Law» {Un discurso de los Pactos que Dios hizo con los hombres antes de la Ley} (1681) esboza las diferencias fundamentales entre presbiterianos y bautistas basadas en sus respectivas interpretaciones del pacto abrahámico. Benjamin Keach (1640-1704). Fue el principal teólogo bautista de la segunda mitad del siglo XVII. Los distintivos fundamentales de los bautistas están presentes en sus tratados. Charles Haddon Spurgeon (1834-1892). El príncipe de los predicadores fue un heredero de los bautistas particulares, incluso reeditó la Confesión de Fe de los Bautistas de 1689, declarando esa ocasión declaró: Me ha parecido correcto reimprimir en forma económica esta excelente lista de doctrinas, que fueron suscritas por los ministros bautistas en el año 1689. Necesitamos una norma para la causa de la verdad; puede ser que este pequeño volumen ayude a la causa del glorioso Evangelio, testificando claramente cuáles son sus principales doctrinas [...].[71] Sobre la teología del pacto, Spurgeon dio la siguiente cita: La doctrina del Pacto divino está en la raíz de toda verdadera teología. Ya se ha dicho que quien entiende bien la distinción entre el Pacto de Obras y el Pacto de Gracia es un maestro de teología. Estoy convencido de que la mayoría de los errores que los hombres cometen sobre las doctrinas de la Escritura se derivan de errores fundamentales en relación con los pactos de la Ley y la Gracia.[72] Es notable que, para Spurgeon, la teología del pacto estaba en la raíz de toda la verdadera teología, y que subrayara la importancia de la Confesión de Fe de 1689, hasta el punto de promover su reimpresión. En nuestros días, nombres como Pascal Denault, Richard Barcellos, Samuel Renihan, James Renihan, Samuel Waldron, Brandom Adams, Thomas Nettles y Jeffrey Johnson son algunos de los varios nombres que han formado parte del legado de los bautistas pactuales y han publicado varios libros sobre el tema. Incluso el renombrado predicador Paul Washer presenta una posición muy similar en sus libros. Terminamos este breve resumen sobre la identidad histórica de los bautistas con las palabras de Torbet sobre el legado que dejaron aquellos primeros bautistas: Así fueron los inicios de los bautistas ingleses. A pesar de la persecución, hicieron importantes contribuciones a su época y a las generaciones futuras. Ellos estaban entre los cristianos que descubrieron al individuo en la religión. Se tomaron la iglesia en serio, construyeron comunidades de fe reunidas mediante un compromiso personal simbolizado por el bautismo de los creyentes. Al igual que sus antepasados puritanos separatistas, trataron de hacer realidad el ideal de una iglesia pura sin abandonar su participación en el orden social. Se mantuvieron pacientes pero valientes, con la convicción fundamental de que la verdadera religión debe ser voluntaria para ser válida.[73] CONCLUSIÓN Hemos examinado brevemente el origen de los bautistas y su identidad pactual histórica. Mencionamos verdades importantes como: 1)Los bautistas tienen sus orígenes en la Reforma, especialmente en los separatistas en Inglaterra. 2) Los bautistas surgieron inicialmente como dos grupos distintos, los «bautistas generales», que creían en la expiación general, y los «bautistas particulares», que tenían una fuerte posición a favor de la expiación particular y estaban influenciados por la teología de hombres como Juan Calvino. 3) Los bautistas particulares compusieron sus confesiones de fe siguiendo las líneas teológicas reformadas. 4) Las principales confesiones de fe reformadas eran todas pactuales en su estructura de la teología bíblica, con muchas similitudes en varios aspectos, pero había un distintivo señalado que culminaba en una diferencia con respecto al bautismo. 5) Nombres notables como John Spilsbery, Henry Lawrence, Thomas Patient, John Bunyan, Nehemiah Coxe, Benjamin Keach, Charles Haddon Spurgeon forman parte de esta historia de los bautistas. En lo que sigue, haremos un breve repaso de la trama de las Sagradas Escrituras, antes de examinar algunos de los principales términos teológicos utilizados para expresar conceptos importantes de la teología pactual bautista. E 3 UN RESUMEN DE LA TRAMA DE LAS SAGRADAS ESCRITURAS n este capítulo daremos una mirada panorámica a la Biblia para tener una idea general de su trama, además veremos cómo la Confesión de Fe de 1689 presenta y entiende esta gran trama. Examinaremos, a la luz de las Sagradas Escrituras, un pasaje crucial de la Confesión de 1689, en el que encontramos de forma sintetizada una parte importante de su teología bíblica. En su capítulo Sobre el Pacto de Dios, la Confesión de Fe Bautista de Londres explica: Este pacto es revelado en el evangelio; en primer lugar, a Adán en la promesa de salvación por medio de la simiente de la mujer, y después, mediante pasos adicionales hasta completarse su plena revelación en el Nuevo Testamento; y tiene su fundamento en aquella transacción del Pacto Eterno que hubo entre el Padre y el Hijo acerca de la redención de los elegidos; y solo por la gracia de este pacto es que todos los que en cualquier tiempo han sido salvos de entre la posteridad del Adán caído han obtenido vida y una bendita inmortalidad, siendo el hombre ahora totalmente incapaz de hacerse aceptable para Dios bajo aquellas condiciones en las que estuvo Adán en su estado de inocencia.[74] La Confesión de Londres habla de un pacto que se reveló en el protoevangelio, primero a Adán, mediante una promesa de salvación a través de un descendiente de la mujer, promesa que se desarrolla a lo largo del Antiguo Testamento. Además, se reveló a través de sucesivas etapas, alcanzando su consumación solo en el Nuevo Testamento. La confesión también afirma que este pacto se fundamenta en una transacción realizada entre las personas de la Trinidad, concretamente entre el Padre y el Hijo, en la eternidad, para la salvación de un pueblo elegido, y que solo por la gracia de este pacto pueden salvarse los pecadores de la posteridad caída de Adán, ya que se encuentran en un estado de incapacidad para ser aceptados en los mismos términos que Adán mientras estaba en su estado de inocencia. A lo largo de este libro, examinaremos las Escrituras para ver si encontramos tales afirmaciones en el relato bíblico. Comenzaremos ahora con un breve panorama de las Sagradas Escrituras. 1. ANTIGUO TESTAMENTO Dios creó todas las cosas (Gén. 1:1). Hizo al ser humano a su imagen y semejanza (Gén. 1:26). El Señor hizo un pacto condicional con Adán en el Edén, según el cual, si obedecía, podría comer del árbol de la vida y vivir eternamente, pero si desobedecía, moriría (Gén. 3:22, 3:3), con todas las implicaciones de esa muerte (física, espiritual y eterna). Adán y Eva, seducidos por la serpiente (el Diablo, Apo. 12:9), pecaron contra Dios y rompieron este pacto, sufriendo las consecuencias de la caída (Gén. 3:17; Ose. 6:7). Por ser Adán la cabeza federal (un individuo que representa a un grupo) de la humanidad, todos sus descendientes se vieron afectados por su pecado (Rom. 5:12). Sin embargo, el Señor prometió que un descendiente de la mujer aplastaría la cabeza de la serpiente y que esta le heriría el talón (Gén. 3:15). Obsérvese que la promesa divina relativa a un descendiente de la mujer que daría el golpe mortal en la cabeza de la serpiente es la primera promesa del Evangelio en las Escrituras (protoevangelio), que apunta al Mesías, el que vendría a deshacer las obras del Diablo (1 Jn. 3:8). A lo largo del Antiguo Testamento, la promesa relativa al descendiente de la mujer se desarrolla a través de sombras, signos y tipos que apuntaban a Cristo (Luc. 24:27; Col. 2:16-17; 2 Tim. 3:14-15). Tras la caída, toda la creación se vio afectada (Rom. 8:18). Los descendientes de la primera pareja son los protagonistas de una historia trágica: Caín mata a Abel. Luego, Lamec, descendiente de Caín, también se convierte en asesino y la inmoralidad se multiplica enormemente en la tierra (Gén. 6). Ante la perversidad del corazón humano, el Señor emite un juicio, envía un diluvio, pero preserva un remanente, Noé y su familia se salvan de la muerte en un arca. Después del diluvio, el Señor hace un pacto con Noé, cuya señal sería un arco en el cielo (Gén. 9:12) y cuya promesa divina era la preservación de la humanidad, por la que el Señor garantiza que ya no destruiría la tierra mediante un diluvio. Esta garantía aporta una estabilidad física al desarrollo de la promesa. Sin embargo, después del diluvio, la corrupción humana permanece. Observamos luego, que los hombres en rebelión directa contra Dios, en lugar de honrarlo y obedecerlo, buscan unirse para engrandecerse, erigiendo una torre que llegue hasta el cielo para hacerse famosos. El Señor interviene una vez más, lo que culmina en su dispersión por la tierra después de que el Señor confundió su lenguaje hasta el punto de que no se entendían entre sí (Gén. 11:4-9). En el transcurso de la historia, el Señor llama a Abram desde Ur de los Caldeos (Gén. 12), a quien hace promesas sobre una tierra, una descendencia y que, a través de su descendencia, todas las naciones de la tierra serían bendecidas. Estas promesas tenían aspectos físicos y espirituales, aspectos terrenales y celestiales, aspectos condicionales e incondicionales (Gén. 12 y 17). Los aspectos físicos del pacto con Abraham se cumplirían en la nación de Israel,[75] siendo la señal de este pacto la circuncisión física; la tierra prometida era Canaán y el desarrollo de este pacto tendría lugar con su descendencia física en la nación de Israel bajo el Antiguo Pacto (Gál. 4:24- 31). Sin embargo, los aspectos espirituales del pacto con Abraham se referían a Cristo, el descendiente de Abraham (Gál. 3:16), y se cumplirían en el Nuevo Pacto. La circuncisión en el Nuevo Pacto es del corazón, los herederos de estas promesas son los que creen en Cristo, los que tienen la fe de Abraham (Gál. 3:29). Observamos una vez más la guía del Señor en la historia. Recordando el pacto que hizo con Abraham, Dios rescata al pueblo de Egipto de forma milagrosa bajo el liderazgo de Moisés. El Señor endurece el corazón del Faraón, envía diez plagas y, después de la última, los saca de Egipto con mano fuerte, abriendo el mar rojo para que pase el pueblo hebreo, y cerrando el mar en juicio contra Faraón y su ejército. Con la nación de Israel, a través de Moisés, Dios también hace un pacto en el Sinaí (Éxo. 20). El Antiguo Pacto (el pacto hecho en el Sinaí) tiene aspectos condicionales, como el pacto hecho con Adán en el Edén (obedece y vive, desobedece y muere). Es un pacto nacional, condicional y temporal. La nación de Israel se constituye por medio de las leyes ceremoniales, civiles y morales del pacto sinaítico. Sirve para preservar el linaje del Mesías, apunta a Él a través de sus sombras, sacrificios y ceremonias, muestra la necesidad de una obediencia perfecta a la ley, la expiación de los pecados, la necesidad de un mediador, y sirve de tutor para conducir a Cristo (Gál. 3:24-25). Tras la muerte
Compartir