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Satisfacción y estabilidad en las relaciones de pareja

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PSICOLOGÍA SOCIAL374
• Las relaciones de pareja son más comunales que de intercambio. En otras palabras, en ellas
las personas intentan responder a las necesidades de la otra persona y no se preocupan tan-
to de obtener reciprocidad. Una fuerte tendencia de un miembro de la pareja a actuar con
reciprocidad se suele interpretar como señal de falta de interés en una relación romántica.
• El nivel de recompensas parece ser mejor predictor de la satisfacción que la justicia o la
igualdad: es más importante sentir que nuestra pareja nos proporciona amor, informa-
ción, estatus, satisfacción sexual, que percibir una perfecta equidad en el intercambio de
recompensas.
• Un determinante importante de la satisfacción son las comparaciones que las personas
realizan con otras personas o grupos. Así, quienes creen que la proporción costes-bene-
ficios de su relación es mejor que las existentes en las relaciones de otras personas de su
mismo sexo comparables, suelen experimentar niveles más altos de satisfacción (Buunk y
Van Yperen, 1991).
Y no sólo la comparación influye en la satisfacción. También la satisfacción influye en
el tipo de comparación que realizamos. Por ejemplo, Buunk, Collins, Van Yperen, Taylor y 
Dakoff (1990) encontraron que los matrimonios infelices tendían a interpretar tanto las com-
paraciones “hacia arriba” (con otras parejas a las que les iba mejor) como las comparaciones 
“hacia abajo” (con parejas a las que les iba peor) de forma mucho más negativa que las parejas 
felices: cuando se comparaban hacia arriba sentían envidia y cuando se comparaban hacia 
abajo tenían miedo de que les ocurriera lo mismo. 
 Satisfacción y estabilidad en las relaciones de pareja
Quizás la pregunta que más se ha formulado en el estudio de las relaciones interpersonales es 
por qué unas relaciones duran y otras se rompen. La respuesta no es sencilla. Como ya hemos 
indicado, con frecuencia, el sentido común —y muchos investigadores también— tienden a 
equiparar satisfacción con estabilidad: la persona dejará la relación cuando esté insatisfecho 
con ella. Esta creencia, además de reflejar una visión de las relaciones eminentemente indi-
vidualista y voluntarista (esto es, cada uno mantiene las relaciones que quiere), es falsa. Sin 
embargo, resulta difícil separar las investigaciones y teorías que tratan sobre la satisfacción de 
aquellas que han estudiado la estabilidad, por lo que no haremos en este apartado esa distin-
ción. No obstante, recordamos al lector la conveniencia de separar estos dos fenómenos, como 
la Teoría del intercambio hizo: las relaciones felices no siempre son estables y las relaciones 
estables no siempre son felices (Rusbult y Buunk, 1993). 
También queremos señalar que las características ya mencionadas como propias de una 
relación íntima y cercana (intimidad, auto-revelación, compromiso, cuidado, confianza, entre 
otras), son las que favorecen la duración de una relación. No obstante, aquí se prestará aten-
ción a ciertas cuestiones que se han abordado en algunas teorías de manera específica, sobre 
todo aquellas relacionadas con el proceso de ruptura, así como a otros factores que favorecen 
esta ruptura y que no se han mencionado hasta el momento.
Enfoques teóricos
Algunas teorías posteriores a la Teoría de la interdependencia elaboraron con mayor profun-
didad las cuestiones de la satisfacción y estabilidad en las relaciones. 
Modelo de la cohesión de Levinger 
Propuesto por este autor en 1999, postula que la estabilidad de una relación depende tanto de 
fuerzas “de atracción” que nos llevan a mantenernos en una relación como de las “barreras” 
que nos impiden o nos frenan para dejarla. Estas barreras pueden ser externas, como los costes 
económicos, la crítica social y familiar, y otras por el estilo, y también internas, como las 
creencias morales o religiosas y los costes emocionales, entre otros. Según Levinger (1991), 
“las barreras sólo influyen en la decisión de continuar en una relación cuando la persona 
comienza a contemplar su abandono” (p. 148), de ahí que la satisfacción matrimonial y las 
alternativas matrimoniales parezcan ser determinantes importantes, pero separados, de la 
estabilidad matrimonial. 
Así, por ejemplo, Udry (1981) encontró que la percepción que los miembros de una pareja 
tenían de sus alternativas matrimoniales (esto es, cómo creían que estarían sin su pareja actual 
y cómo de fácil creían que sería encontrar a otra pareja), predecía bastante bien la estabilidad 
de la pareja, independientemente de lo satisfechos que estuvieran con la relación, un resultado 
que ha sido corroborado por otros autores. De hecho, White y Booth (1991) han llegado a 
sugerir que el incremento de los divorcios no se debe tanto a que los matrimonios sean ahora 
menos felices que antes, sino a que las barreras existentes para la disolución han disminuido y 
la posibilidad de relaciones alternativas ha aumentado. 
Otras muchas investigaciones, sin embargo, han puesto en duda que los factores so-
cioculturales, entre los que se puede citar la mayor facilidad para divorciarse o la mayor 
posibilidad de relacionarse con otras personas, sean totalmente independientes de la satis-
facción con la relación. Se ha demostrado empíricamente que estos factores pueden inf luir 
en el grado de satisfacción con que las personas perciben su relación. Esto conecta con una 
idea ya expresada en un apartado anterior, en concreto, que la aparición de una nueva re-
lación llena de promesas puede hacer que lo que parecía una relación más que satisfactoria 
se vuelva insoportable.
Modelo de la inversión de Rusbult 
Propuesto por esta autora en 1983, y por Rusbult, Drigotas y Verette (1994) defiende que el 
compromiso con la relación, que influye directamente en las decisiones de mantenerla o disol-
verla, depende de tres factores:
• Satisfacción con la relación: a mayor satisfacción, mayor compromiso.
• Calidad de las alternativas que la persona perciba a la relación: actúa en un doble sentido.
Cuando la persona percibe alternativas más atractivas, disminuye el compromiso con su
relación (Buunk, 1987). Ahora bien, sucede asimismo que cuando la persona aumenta el
compromiso con su relación, disminuye el atractivo de las alternativas (Johnson y Rusbult, 
1989). En el estudio de Simpson, Gangestead y Lerma (1990) se comprobó que las personas
con relaciones de pareja tendían a percibir que las personas del sexo opuesto eran menos
atractivas que las personas sin pareja.
• Magnitud de las inversiones en la relación: dinero, tiempo, posesiones compartidas, me-
morias comunes, y similares.
La Teoría del intercambio y otras derivadas son importantes para conocer la dinámica de
la satisfacción y la estabilidad de las relaciones, pero adolecen de ciertas limitaciones, sirva de 
ejemplo el Cuadro 13.9.
Cuadro : Limitaciones de las teorías basadas en el intercambio para explicar la dinámica de 
las relaciones. 
Complejidad de la asociación beneficios/costes percibidos en la relación con calidad/satisfacción 
Parece lógico pronosticar que a mayores beneficios y menores costes, mayor calidad de la relación. 
De hecho, existe evidencia que muestra que las medidas del nivel de recompensa absoluta predicen la 
satisfacción, el ajuste y/o la estabilidad de las relaciones románticas y matrimoniales (Clark y Grote, 
1998). Pese a ello, se ha encontrado que los costes están, a veces, asociados negativamente con la 
calidad (a mayores costes menor calidad), a veces, asociados positivamente (a mayores costes, mayor 
calidad) y, a veces, costes y calidad no están asociados. 
Estas inconsistencias en los resultados se deben, según Clark y Grote (1998), a la diferente forma de 
medir los costes: 
• Coste como conducta pobre o negativa, e intencionada, del otro miembro de la pareja.
• Coste como aspectos negativos asociados a la relación, pero que no están causados por la conducta
intencionada del otro.
• Coste como aspectos negativos derivados del intento de satisfacer las necesidades del otro(por ejem-
plo, realizar actividades no deseadas, renuncias, pérdida de bienes, entre otros).
Las dos primeras medidas están negativamente asociadas a la calidad. La tercera, en cambio, está 
positivamente asociada, dado que supone adherirse a las normas comunales presentes en la mayoría de 
las relaciones románticas. 
Variaciones de las creencias sobre equidad y otras normas que regulan las relaciones inter-
personales y sociales 
Estas creencias varían considerablemente de un país a otro, varían incluso dentro del mismo país a lo 
largo del tiempo o según la región y el subgrupo considerado. Valga como ejemplo el que el sistema 
económico que regula por defecto los matrimonios en Cataluña es la separación de bienes, mientras que 
en el resto de España es el sistema conocido como “gananciales”.
Escaso peso concedido a los aspectos emocionales
En las relaciones se dan muchos procesos de gran carga emocional, como celos, pasión, obsesión, 
violencia, y otros similares, que son difíciles de explicar desde una perspectiva exclusivamente racional 
o fría.
Por otra parte, tampoco debemos olvidar que si bien hacen falta dos personas para man-
tener una relación, basta una sola para disolverla. Esto es, aunque a veces los dos miembros 
de una relación están igual de satisfechos, implicados y, en definitiva, comprometidos con 
la relación, no es raro encontrarse con que uno de ellos lo esté más que el otro. Este, a veces 
denominado vínculo débil de la relación, es bastante importante para su estabilidad. De hecho, 
la persona menos interesada en continuarla es quien puede extraer mayores beneficios de su 
compañero y quien, en caso de no obtenerlos, puede acabar con la relación. La persona que 
tiene mejores alternativas a la relación también suele ser el vínculo débil.
Factores relacionados con la estabilidad de las relaciones
Existen numerosos factores, de muy diversa índole, que han aparecido relacionados con la 
duración de las relaciones. Conviene señalar, sin embargo, que las investigaciones en este 
campo presentan ciertas dificultades. Los estudios de carácter más sociológico, por ejemplo, 
se limitan generalmente a estudiar la asociación entre una serie de características reales de las 
personas y las relaciones, y la ruptura de la relación. Estos estudios suelen tropezar con una 
dificultad fundamental, en concreto, que numerosas variables correlacionan o se confunden 
entre sí. Valga como ejemplo la duración de una relación, una variable que suele ir unida a 
tener hijos, ingresos más elevados, mayor edad, menor pasión, más intimidad, entre otras 
variables. No basta con encontrar, en una investigación, que las parejas con hijos suelen rom-
perse más fácilmente que las que no los tienen. Es necesario dar un paso más y demostrar que 
esa asociación es genuina y no se confunde con la influencia de la edad de los miembros de la 
pareja, de sus ingresos, de la intensidad de su pasión, entre otras posibles variables. 
En este apartado, estos métodos de investigación se han completado con otros que pretenden 
superar las limitaciones mencionadas, como la realización de estudios longitudinales, en los que 
se estudia las mismas parejas a lo largo de los años, la realización de auto-registros, en los que 
los miembros de las parejas van escribiendo una especie de diario sobre sus interacciones, o la 
observación, en escenarios controlados, de la interacción entre miembros de parejas reales.
Duración de la relación 
La relación existente que ha aparecido en las investigaciones entre duración de la relación y 
satisfacción o ruptura es bastante compleja. Por una parte, hay una mayoría de estudios que 
muestran que la satisfacción con la relación disminuye conforme aumenta su duración. Al 
menos eso aparece claramente cuando se le pregunta a la gente acerca de cómo de satisfecho 
está en ese momento con su relación y cuánto estaba antes (Glen, 1991). Sin embargo, cuando 
se mide realmente la evolución de la satisfacción a lo largo de los años, como hicieron Vaillant 
y Vaillant (1993) durante 40 años, lo que se encuentra es una relativa estabilidad de la satisfac-
ción, con un ligero declive. 
Otros estudios han encontrado que la satisfacción seguía la forma de una curva en forma 
de U, situándose los niveles más bajos de satisfacción alrededor de los 20 años de relación, e 
incrementándose después. Este resultado coincide con el de otros estudios donde se encuentra 
un ligero aumento de la satisfacción en los matrimonios después de que los hijos e hijas se 
van de casa. También parece claro, cuando se han estudiado matrimonios que llevaban poco 
tiempo casados, que la caída más grande en la satisfacción ocurre poco después del matri-
monio (Kurdek, 1998) (algunos autores han señalado que la satisfacción cae dos tercios de su 
magnitud durante el primer año). 
Otros factores —posiblemente relacionados entre sí— que se han sugerido como respon-
sables de esta caída en la satisfacción son: 
• El nacimiento de los hijos (aunque no hay total acuerdo sobre este punto en las investiga-
ciones; además, conviene tener en cuenta que el sentido de la paternidad y de la maternidad 
puede haber variado considerablemente de unos años hacia acá y también variar de un país 
a otro).
• Haber convivido antes de casarse —las personas que han convivido se separan más (Bers-
cheid y Reis, 1998, p. 233) (pero, de nuevo, esto puede deberse no tanto al hecho de haber
convivido como a que eso supone que llevan más años de relación).
• La disminución durante los primeros años de los aspectos positivos de la relación (más que 
el aumento de los aspectos negativos).
En general, en lo que no parece haber duda, es en la importancia que los factores sociales
y culturales tienen sobre la satisfacción de la pareja y, en última instancia, sobre su ruptura 
o continuidad. Pensemos, por ejemplo, en la tasa de divorcios en diferentes países de la
Unión Europea: en España por cada cien matrimonios hubo un 12,5% de separaciones en
1991 y un 18,2 en el 2001 (un ligero incremento); en Bélgica estas cifras fueron 34,3 y 69,7,
en el Reino Unido 49,6 y 50,5 y en Portugal 14,8 y 32,3. En lugar de pensar que las personas 
nos relacionamos mejor en España y Portugal que en Bélgica o el Reino Unido, parece más 
verosímil creer que son las condiciones económicas (por ejemplo, la incorporación de la 
mujer al mundo laboral), legales (en España el divorcio se aprobó en 1981), religiosas, y otras 
por el estilo, las responsables de estas diferencias.
Intimidad, implicación y auto-revelación 
Como ya hemos comentado al hablar de los planteamientos teóricos, la intimidad e impli-
cación en la relación son factores relacionados con la continuación o no de relaciones, tanto 
si se trata de relaciones prematrimoniales (Hill, Rubin y Peplau, 1976) como matrimoniales 
(Davidson, 1984). 
Una de las características que más diferencian entre las parejas felices e infelices es su 
estilo de comunicación (Buunk, 1998): las más felices se caracterizan por una comunicación 
abierta y centrada en la solución de problemas. Así, cuanto más expresan sus pensamientos y 
sentimientos, más afecto y comprensión muestran, más le hacen saber al otro que empatizan 
con sus sentimientos y más capacidad tienen para adoptar su perspectiva, más felices son. En 
cambio, las parejas son más infelices cuanto más se comunican intentando evitar los conflic-
tos, ignorándolos o de manera destructiva (críticas, quejas, sarcasmo).
También se ha encontrado que las parejas con conflictos identifican de forma incorrecta 
el afecto y las intenciones de su pareja (por ejemplo, Noller y Ruzzene, 1991). Este déficit 
en la comunicación se debe a que la relación es infeliz y no a que la persona carezca de 
habilidades comunicativas.
Dinámica de la interacción 
Claramente, cuando se ha observado las interacciones de parejas satisfechas e insatisfechas, 
las primeras exhiben más conductas negativas (por ejemplo, críticas, quejas, falta de atención) 
que las segundas.En general, cuando se inicia una relación amorosa, las personas implicadas intercambian 
multitud de señales verbales y no verbales que revelan afecto y sentimientos positivos: cerca-
nía física, contacto visual, interés por la otra persona, palabras agradables y regalos (Byrne 
y Murnen, 1988). A medida que la relación avanza en el tiempo y aparecen, por ejemplo, los 
hijos, las tareas del hogar exigen tiempo y las presiones económicas acucian, muchas de estas 
señales comienzan a desaparecer, con lo que se pierden importantes elementos de reforza-
miento mutuo. Pero todavía mucho más desastrosa para la relación es la aparición de la crítica 
y la evaluación negativa, al principio probablemente inexistente, después quizás contenida 
y, por último, manifiesta. La aparición de descalificaciones y críticas, cuando no de claros 
insultos, no sólo constituye un estímulo negativo para el otro, sino que produce un círculo 
vicioso, haciendo que la otra persona tienda a responder de la misma manera y produciendo, 
en consecuencia, un escalamiento de la aversión recíproca. 
Birchler, Weiss y Vincent (1975) encontraron que las parejas casadas usaban entre sí más 
refuerzos negativos y menos positivos que cuando interactuaban con extraños, siendo esta 
tendencia mucho mayor en las parejas que no se llevaban bien.
Aunque no hay muchos resultados que indiquen directamente que la rutina y el aburri-
miento sean un factor clave en la separación de las parejas, las creencias de la gente, así como 
otros datos indirectos, suministran apoyo para esta idea: 
• Ogden y Bradburn (1968) encontraron que el número de actividades placenteras compar-
tidas predijo de forma significativa el éxito matrimonial.
• Luckey y Bain (1970) constataron que las parejas satisfechas solían tener muchas y variadas 
fuentes de satisfacción, mientras que las insatisfechas generalmente tenían pocas, en oca-
siones sólo una, fuentes de satisfacción (por ejemplo, los hijos).
• Otra línea de investigación, centrada en la esfera de la sexualidad, indica que el interés por
un compañero o compañera sexual tiende a decaer con la frecuencia de contacto.
 Problemas en las relaciones amorosas
Las relaciones amorosas no sólo se componen de sentimientos, actitudes y conductas positivas. 
La parte más oscura de nosotros mismos y de la realidad que nos rodea también está presente 
en nuestras relaciones afectivas. No se trata sólo de que el amor en sí sea un fenómeno total-
mente positivo y de que la parte negativa sea consecuencia de no alcanzarlo, de su desaparición 
o de no sentirse correspondido. También se trata de que muchos de los componentes genuinos
del amor contienen su propia vertiente negativa. Así, por ejemplo, la idealización presente en
el enamoramiento, por su misma naturaleza, lleva consigo el desengaño cuando la realidad se
presenta tal y como es; o el desvelamiento de los aspectos más íntimos de uno mismo posibilita 
quedar expuesto al ataque más despiadado por parte de la otra persona cuando ésta cambie su
afecto hacia nosotros.
Una consideración de todos los posibles problemas que pueden darse en unas relacio-
nes amorosas: agresión, explotación, celos, culpabilidad, depresión, angustia, frustración, 
obsesión, dependencia, sumisión y otros excedería los propósitos de este capítulo (pueden 
consultarse las revisiones de Berscheid y Reis, 1998; Hinde, 1997; Holmes y Murray, 1996). 
Sin embargo, con el fin de ilustrar esta parte menos halagüeña de nuestras relaciones, trata-
remos brevemente el tema de los celos y el problema de la soledad.
Los celos
La mayoría de las definiciones de celos coinciden en señalar que se trata de un estado emo-
cional negativo provocado cuando una persona percibe que su relación amorosa con otra se 
ve amenazada por una tercera, sea ésta real o imaginada. Las emociones más vinculadas a los 
celos son ansiedad, tristeza e ira (Fitness y Fletcher, 1993). 
Dos aspectos distintos, aunque relacionados, pueden apreciarse dentro de los celos 
(White, 1981):
• El dolor, la frustración o la rabia por la pérdida, o amenaza de pérdida, de la otra persona.
• Los sentimientos causados por la disminución de la autoestima y del amor propio (Mathes, 
Adams y Davies, 1985).
Las investigaciones sugieren que estos dos aspectos son relativamente independientes (Sharps-
teen, 1995), esto es, no siempre que se da uno de ellos ha de darse necesariamente el otro.
Los celos tienen, en general, efectos negativos sobre la relación (Buunk, 1987) y provocan 
muchos pensamientos, sentimientos y conductas negativas. Sin embargo, en ocasiones la pro-
vocación de celos en pequeña proporción es utilizada deliberadamente por los miembros de la 
pareja con el fin de obtener efectos beneficiosos sobre la relación (cosa bien distinta es que se 
consiga este pretendido efecto beneficioso).
La aparición de los celos depende de tres tipos de variables, referidas a características per-
sonales, de la relación y de la situación:
• Características personales: la persona que siente celos suele estar caracterizada por baja
autoestima, sentimientos de no ser la pareja adecuada, ansiedad, neurosis, insatisfacción,

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