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PSICOLOGÍA SOCIAL636 confirmarse en posteriores investigaciones, tiene unas implicaciones prácticas importantes para la intervención, ya que, observar o dar publicidad a las interacciones positivas entre los miembros de nuestro grupo y otro grupo estigmatizado es mucho menos costoso en tiempo y esfuerzo que propiciar un encuentro real entre los miembros de ambos grupos, y además suscita menos ansiedad entre las personas del grupo mayoritario. Estrategias de reducción del prejuicio basadas en procesos cognitivos: la modificación de las categorías Existen varias estrategias de reducción del prejuicio basadas en la modificación de la categoría en la que el grupo dominante clasifica a los miembros del grupo estigmatizado. El razona- miento que subyace a todas ellas es que, si la categorización tiende a aumentar las diferencias entre grupos y el favoritismo endogrupal (importantes antecedentes del prejuicio), cualquier mecanismo que consiga disminuir la fuerza de la categorización disminuirá también el con- flicto intergrupal y los procesos asociados a él, como el prejuicio y la discriminación. En este sentido caben al menos tres posibilidades: • La descategorización: consiste en procurar que los miembros del exogrupo sean percibidos, por los miembros del grupo mayoritario, como personas individuales y no como miem- bros de un grupo estigmatizado. De esta forma, el prejuicio se reduciría (Brewer y Miller, 1984). Desde la perspectiva de las teorías de la identidad social (Tajfel y Turner, 1985) y de la categorización del yo (Turner, 1990), equivaldría a pasar del polo intergrupal al polo in- terpersonal de la conducta social. Este desplazamiento, como han puesto de manifiesto en repetidas ocasiones las investigaciones realizadas desde ambas teorías, tiene importantes consecuencias cognitivas, afectivas y conductuales. • La categorización cruzada: consiste en resaltar las categorías comunes de pertenencia que pueden tener los miembros de dos grupos enfrentados. De esta forma, al ser conscientes de que comparten al menos una categoría, la evaluación de las personas del exogrupo me- joraría porque en cierta medida son vistas también como parte del endogrupo (Hewstone, Rubin y Willis, 2002). Tanto esta estrategia como la descategorización han recibido apoyo empírico sobre todo en contextos de laboratorio, donde los grupos son creados de forma artificial. En contextos reales y sobre todo en situaciones de conflicto la modificación ca- tegorial resulta mucho más complicada. • La recategorización: consiste en tratar de crear una nueva categorización que englobe conjuntamente a los miembros del exogrupo y del endogrupo. Esta estrategia, quizás la que mayor cantidad de investigación ha generado, será tratada con mayor detalle en el apartado siguiente. El lector interesado puede profundizar en las estrategias de reducción del prejuicio y modificación de los estereotipos en Gómez (2004). El Modelo de la identidad endogrupal común El Modelo de la identidad endogrupal común fue formulado por Gaertner y Dovidio a princi- pios de los noventa. La hipótesis principal de este modelo es que “si se induce a miembros de grupos diferentes a imaginar que forman parte de un único grupo y no de grupos separados, las actitudes hacia los miembros del anterior exogrupo se harán más positivas debido a una serie de procesos cognitivos y motivacionales, entre los que se incluye la tendencia a favorecer a los miembros del propio grupo” (Gaertner y Dovidio, 2000, p. 46). A partir de esta idea básica, los autores tratan de determinar de manera empírica a través de una potente línea de investigación: • Las causas, antecedentes y condiciones que favorecen la creación de una identidad endo- grupal común. • Los efectos que tiene el compartir una identidad endogrupal común sobre las actitudes y comportamientos hacia los miembros del exogrupo. El modelo de la identidad endogrupal común no se opone a la hipótesis del contacto. Por el contrario, a través de diversos estudios empíricos (Gaertner y Dovidio, 2000) se demuestra que las condiciones facilitadoras del contacto intergrupal positivo tienden a facilitar también la recategorización de las personas intervinientes como miembros del mismo grupo. En este sentido, la creación de una identidad grupal común sería una de las posibles explicaciones de la efectividad del contacto. Por otro lado, existe también evidencia de que cuando se consigue una identidad endogrupal común aumentan las conductas de ayuda y cooperación hacia los miembros del exogrupo que ahora ya no son considerados como tales, aplicándoseles por tan- to los beneficios reservados a los miembros del propio grupo. Es importante señalar también que el desarrollo de una identidad endogrupal común no supone necesariamente perder la identidad grupal original. En algunos contextos es posible mantener una identidad dual, a través de la cual se hacen salientes simultáneamente la identidad inicial y la supraordenada. Por ejemplo, un jugador de la selección nacional de fútbol no tiene por qué renunciar a su identidad como miembro de su equipo de procedencia. Al contrario, sus éxitos con la camiseta de la selección afectarían positivamente al prestigio de su equipo. Se han formulado diversas críticas al modelo de la identidad endogrupal común (Hews- tone, 1996). Por un lado, se señala que, si bien en los experimentos de laboratorio puede ser factible la creación de una identidad grupal supraordenada, en la vida real parece muy compli- cado conseguir que miembros de grupos con una larga historia de rivalidad acepten compartir una identidad endogrupal común (al menos de forma duradera). Si bien esta crítica es cierta, podría aplicarse también a cualquier solución que se intente para mejorar las relaciones in- tergrupales, y lo único que pone de manifiesto es que, ciertamente, la reducción del prejuicio cuando los grupos están enfrentados es muy complicada. También se han expresado dudas acerca de la medida en que los resultados de la recategori- zación son generalizables. Es decir, si se consigue que los miembros de dos grupos enfrentados, por ejemplo palestinos e israelíes, adquieran una identidad endogrupal común para la reali- zación de una determinada tarea, dicha identidad común y los efectos positivos que conlleva para la reducción del prejuicio ¿se mantendrán en otras situaciones? ¿Se generalizarán hacia los otros miembros del exogrupo? Hasta el momento no se ha podido responder de forma inequívoca a estas cuestiones. Estrategias de reducción del prejuicio basadas en procesos afectivos: la toma de perspectiva y la empatía hacia los miembros de los grupos estigmatizados Existen numerosas investigaciones que ponen de manifiesto la relación entre empatía y conduc- ta de ayuda (véase el Capítulo 14). La empatía puede entenderse como una respuesta emocional orientada hacia otras personas que es congruente con el bienestar (o malestar) percibido de dichas personas. Así, ante alguien que sufre o padece un estado de necesidad, la mayoría de observadores experimenta una respuesta empática congruente con dicho estado (sentimientos de simpatía y compasión) así como un fuerte malestar por el sufrimiento de la víctima. Bien sea por los sentimientos de simpatía y compasión que suscita la persona o bien sea para reducir el malestar que suscita su sufrimiento (las teorías sobre altruismo no se ponen de acuerdo en este punto), la empatía lleva a las personas a implicarse en conductas de ayuda (véase, por ejemplo, Gaviria, 1999; Gómez, 2006). Llevando esta idea al ámbito de las relaciones intergrupales, Batson y cols. (1997) formulan su Modelo de las tres etapas de los efectos de la empatía sobre las actitudes. Según este modelo: • Adoptar la perspectiva de una persona necesitada que es miembro de un grupo estigma- tizado (pongamos por caso, al imaginar cómo se siente dicha persona), hace que se incre- menten los sentimientos de empatía hacia ella. • Estos sentimientos de empatíageneran preocupación por el bienestar de la persona en cuestión. • Debido al convencimiento de que la pertenencia de la persona al grupo estigmatizado es un componente importante de sus apuros, la preocupación por la persona se generaliza al grupo y se refleja en una mejora de las actitudes globales hacia dicho grupo. En el estudio realizado por los mencionados autores los participantes escuchaban una entrevista ficticia con una chica joven que se había enterado tres meses antes de que era sero- positiva. La inducción de empatía se manipulaba a través de las instrucciones. En la condición de baja empatía se pedía a los participantes que “tuvieran un punto de vista objetivo acerca de la situación que se describía”. En la condición de alta empatía los participantes debían “imaginar los sentimientos que experimentaba la persona que estaba siendo entrevistada y cómo la noticia afectaba a su vida”. En general, los resultados indican, tanto en ese experi- mento como en otros utilizando diversos grupos estigmatizados (personas sin techo, un preso convicto de asesinato), que la empatía mejora las actitudes globales hacia dichos grupos. Esto sucede de igual manera cuando los participantes son hombres o mujeres, y con independencia de si la persona hacia la que se ha inducido empatía es responsable o no de su situación. En otro estudio más reciente, Batson, Chang, Orr y Rowland (2002), además de confirmar los resultados anteriores, encuentran que la inducción de empatía sirve también para promover acciones a favor del grupo al que pertenece la persona estigmatizada. En este caso, la inducción de empatía hacia una persona drogodependiente provocaba que los participantes asignaran más fondos a una supuesta petición de ayuda para la prevención de la drogadicción. En estudios realizados en España siguiendo esta línea de investigación, Huici, Ruiz y Mo- reno (2001) encontraron que la inducción de empatía hacia un miembro típico del grupo de inmigrantes marroquíes producía una reducción de los estereotipos y sentimientos negativos y un aumento de los positivos, mejorando las intenciones de conducta hacia todo el colectivo de inmigrantes magrebíes. En conjunto, los resultados de todos estos experimentos indican la importancia que puede jugar la empatía o la toma de perspectiva (ponerse en el lugar de la víctima) a la hora de reducir el prejuicio y mejorar las relaciones intergrupales. Resumen Se comienza este capítulo hablando del estigma social, que puede considerarse tanto efecto como causa del prejuicio. A continuación, se pasa revista a los tipos de estigma y a dos dimensiones, la visibilidad y la controlabilidad, que determinan tanto la forma en que es tratada la persona estigmatizada como la experiencia subjetiva que dicha persona vive. Asimismo se describen una serie de ideologías de justifi- cación del estigma a través de las cuáles los miembros del grupo dominante tranquilizan su conciencia. Finalmente, se habla de dos posibles explicaciones del estigma. La primera, que es la más extendida, concibe el estigma como un proceso situacional específico de cada sociedad y momento histórico. La segunda, la perspectiva evolucionista del estigma, señala que serán estigmatizadas las personas cuyas características o acciones sean vistas como amenazantes para el funcionamiento del grupo. A continuación, se analizan los efectos del prejuicio sobre las personas que lo sufren en los planos individual, grupal y societal. En el plano individual se revisan las consecuencias del prejuicio sobre la autoestima y el rendimiento de las personas estigmatizadas. Se explica el efecto de amenaza del estereotipo, que consiste en la comprobación de que los miembros del grupo estigmatizado empeoran su rendimiento en la ejecución de tareas relacionadas con el estereotipo negativo que padecen. Para explicar los efectos y posibles formas de afrontar el prejuicio en el plano grupal se recurre a la Teoría de la identidad social y se comentan las tres posibles soluciones que, desde esta perspectiva, tienen las personas del grupo estigmatizado para intentar cambiar su identidad social negativa: la movilidad individual, la creatividad social y la competición social. Entre las consecuencias del prejuicio en el plano societal se menciona la exclusión social, que ocasiona que los grupos estigmatizados queden fuera del alcance de la justicia y las preocupaciones morales de la población mayoritaria. Finalmente, se abordan tres propuestas psicosociales para reducir el prejuicio: la hipótesis del contacto, el Modelo de la identidad endogrupal común y las estrategias basadas en la toma de perspectiva y la empatía hacia los miembros de los grupos estigmatizados. La hipótesis del contacto sostiene que, cuando se cumplen ciertas condiciones, el contacto entre las personas de grupos diferentes sirve para reducir el prejuicio. Se describe el estado de dicha hipótesis a la luz de la investigación actual. El Modelo de la identidad endogrupal común, basado en los procesos de categorización social, sostiene que una forma de reducir el prejuicio es inducir a personas de grupos diferentes a considerarse parte de un único grupo más grande que englobe a los grupos anteriores. Por su parte, los modelos de reducción del prejuicio basados en la empatía sostienen que, si se consigue despertar la empatía hacia personas pertenecientes a grupos estigmatizados, dicha empatía se genera- lizará hacia todo el grupo disminuyendo el prejuicio y aumentando las conductas de ayuda.
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