Logo Studenta

Estudios sobre la relación entre temperatura y agresión

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

Estudios sobre la relación entre temperatura y agresión
Los investigadores que más se han centrado en estudiar la variable temperatura son los
del grupo de Craig Anderson. En general, hablan de una hipótesis del calor ya que, aunque
Berkowitz (1993, 1999) apunta que tanto frío como calor deberían, bajo la Teoría del neoaso-
ciacionismo cognitivo, provocar el mismo resultado, Anderson y Anderson (1996) informan
de la inexistencia de datos que avalen esta postura, ya que el porcentaje de actos violentos
que se cometen es significativamente inferior en días fríos.
Según la hipótesis del calor, en el momento en el que aumenta la temperatura, se produce
un aumento en la ratio o porcentaje de delitos cometidos, si bien se debe tener en cuenta
que este aumento se produce en los actos violentos que implican un componente afectivo,
pero no en delitos como los que se cometen contra la propiedad, o instrumentales. También
hipotetizan la existencia de un efecto verano. Concretamente, Anderson, Bushman y Groom
(1997) analizaron los delitos cometidos entre 1950 a 1995 controlando aspectos como la edad
y pobreza. Comprobaron la existencia de una relación positiva entre el número de días caluro-
sos y la magnitud del efecto verano, es decir, que la violencia sufría un incremento importante
en función del calor (excepto en los casos de delitos contra la propiedad que no correlacionan
con el efecto verano).
Un ejemplo del efecto de la temperatura sobre la agresión se presenta en el Cuadro 16.1.
Cuadro : El efecto de la temperatura sobre la agresión.
Jaén. Noche del 16 de septiembre de 2004. Inmediaciones de la estación de RENFE. Juan Enrique 
G. A. Q. agrede a Agustín F. C. al que asesta cinco cuchilladas (una en el abdomen, con salida de paquete 
intestinal, tres más en la caja torácica y una en la zona lumbar). La víctima estuvo internada varios 
días en el hospital, donde fue operada y tardó más de dos meses en curar de sus heridas, de las que le 
quedaron diversas secuelas. La Policía Nacional detuvo al agresor en una plaza próxima y le incautó el 
machete utilizado en la agresión. 
Según la versión de la víctima, todo había comenzado como “una discusión entre amigos”, que se 
saldó a navajazos por su negativa a prestar al agresor diez euros, como pago por favores recibidos de 
él con anterioridad.
Interpretación: el texto ilustra el efecto de la temperatura, que en esa noche concreta era superior a 
lo que es habitual en septiembre. La noche genera una activación especial, debido a la acumulación de 
afecto y preactivación por el calor del día.
Cohn y Rotton (1997) dan un paso más y destacan la existencia de determinadas horas del
día más proclives a que se produzca esta interacción entre temperatura (calor) y agresión. En
concreto, los autores encuentran que este efecto se produce más en horas de la noche y que
da lugar a una relación lineal entre temperatura y agresión, mientras que durante el día y los
meses de primavera la relación es curvilínea (Rotton y Cohn, 2000). En ambos casos descartan
que se produzca una transferencia de excitación. Su interpretación se basa más bien en el
Modelo de afecto negativo. Aceptan la explicación de Berkowitz según la cual el calor puede
activar pensamientos hostiles capaces de generar mayores niveles de agresión en un momento
temporal posterior.
En resumen, la temperatura tendería a incrementar la probabilidad de realizar un acto
violento de dos modos. Por un lado, activaría pensamientos negativos en situaciones de
temperatura extrema de frío o calor (afecto negativo). Por otro, provocaría sentimientos
hostiles y activación fisiológica (preactivación) (Anderson, Anderson y Deuser, 1996). La
diferencia entre países o incluso entre regiones de un mismo país, se explicaría por estas
diferencias en temperatura.
Estudios sobre la relación entre agresión y la cultura del honor
La propuesta de Cohen (1996) se erige como una alternativa a la anterior. Afirma, en un primer
momento, que las diferencias entre algunas zonas geográficas de Estados Unidos en cuanto a la
cantidad y forma de violencia manifestada se debe a la Teoría de la cultura sureña de violencia.
Esta teoría atiende fundamentalmente a las diferencias entre las ciudades del sur y del norte
de Estados Unidos de Norteamérica y desestima otras influencias, como el calor. En los años
90 cristalizó como la Teoría de la cultura del honor, término que, inicialmente, proviene de la
antropología e implica que incluso las pequeñas disputas se producen en torno a la reputación
y el estatus social (Cohen, Nisbett, Bowdle y Schwarz, 1996).
En esencia, la teoría propone que determinadas normas culturales contribuyen a per-
petuar y justificar la violencia. Cohen (1996) observa que la historia, las leyes y la política
social generan unas normas culturales permisivas ante la pena capital o el maltrato a las
mujeres y niños. Según estas normas, la violencia es empleada para disciplinar y controlar
las relaciones sociales así como controlar el hogar. En estos casos, la agresión la produce
una persona individual, pero siempre dentro del marco de la ley y la política social, las
cuales representan un nivel de análisis muy diferente, por ser representaciones colectivas o
productos culturales. Cohen y Nisbett (1997), tras analizar la forma en que las instituciones
perpetúan normas sobre violencia, llaman la atención sobre dos hechos significativos: (a) los
medios de comunicación ofrecen explicaciones distintas sobre los hechos violentos en fun-
ción de si responden a una ofensa al honor o no; (b) las penas impuestas y la interpretación
de la ley responden también a un patrón similar. De hecho, las penalizaciones mayores son
las que tienen que ver con ofensas al honor. Por tanto, esta hipótesis de la cultura del honor
serviría para explicar por qué, en algunas culturas o subculturas, se producen y justifican
más unas agresiones que otras.
La evidencia empírica sugiere que existen diferencias actitudinales entre regiones y que
coinciden con las nociones de honor y con el uso de la violencia para probarlo y restaurarlo.
Las representaciones colectivas y los patrones culturales indican que los estadounidenses del
sur manifiestan una mayor predisposición a la violencia que los del norte (Cohen, 1998). En
los estados del sur se producen más frecuentemente episodios de cólera y de mayor intensidad,
al mismo tiempo que se dan respuestas poco adecuadas ante las señales de hostilidad, debido
a que la sensibilidad a este tipo de señales entre los habitantes del sur es menor. En cambio,
los estadounidenses del norte son más sensibles a las señales de hostilidad y se encolerizan
con menor frecuencia que los del sur (Cohen, Vandello, Puente y Rantilla, 1999). En resu-
men, la cultura del honor produce actos tanto positivos, en la medida en que el honor como
virtud produce un profundo heroísmo y generosidad, como negativos, puesto que el honor
como afirmación de estatus y búsqueda de una buena reputación a cualquier coste tiende a
desencadenar violencia, incluso por una errónea interpretación de un insulto o de una ofensa

Continuar navegando

Otros materiales