Logo Studenta

Prejuicio y estigma - efectos y posibles soluciones

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

619
Prejuicio y estigma: efectos 
y posibles soluciones
En el capítulo anterior hemos abordado el concepto y algunas de las explicaciones que se han 
dado del prejuicio. Sin embargo, este análisis quedaría incompleto si no nos ocupáramos 
también de los efectos del prejuicio así como de algunas de las posibles soluciones que, para 
reducirlo, cabe proponer desde una perspectiva psicosocial. A esta tarea vamos a dedicar el 
presente capítulo, cuyos objetivos se presentan a continuación. 
En primer lugar, analizar un fenómeno que ha alcanzado una gran relevancia en la literatura 
psicosocial durante los últimos años y que puede considerarse, en cierto modo, como un efecto 
del prejuicio: el estigma social. El estudio de los grupos estigmatizados (grupos que son recha-
zados por tener alguna característica socialmente devaluada) está estrechamente relacionado 
con el prejuicio aunque ha sido abordado de forma independiente en la literatura. En general 
los estudios sobre prejuicio se han centrado principalmente en los aspectos raciales o étnicos de 
las relaciones intergrupales. Por su parte, los estudios sobre estigmatización abarcan un abanico 
mucho mayor de grupos o subgrupos que forman parte habitual de nuestra sociedad y hacia 
los cuales puede existir un grado variable de rechazo, incomodidad y ambivalencia (personas 
“sin techo”, enfermos mentales, personas con VIH, obesos, homosexuales, entre otros muchos 
grupos posibles). Realmente es difícil decidir si es el prejuicio el que ocasiona la estigmatización 
o sucede lo contrario (sería como tratar de dilucidar qué es primero el huevo o la gallina). Lo que 
parece claro, a la luz de la investigación, es la estrecha relación y la retroalimentación mutua que
se produce entre estos dos fenómenos.
En segundo lugar, introducir en el estudio del prejuicio la perspectiva de la víctima. Normalmen-
te el prejuicio se ha venido abordando desde la perspectiva del grupo mayoritario o dominante. 
Esta perspectiva es lógica si entendemos que el grupo que detenta el poder es el que debe cambiar 
sus actitudes negativas para que el prejuicio disminuya. Sin embargo, deja en el olvido una faceta 
importante: la perspectiva de las personas que son víctimas del prejuicio. Por ello en la segunda 
parte de este capítulo abordaremos los efectos psicosociales del prejuicio y la estigmatización en 
las personas que lo sufren. 
En tercer y último lugar, pero igualmente importante, abordaremos también algunas de las 
propuestas que, desde una visión psicosocial del prejuicio, se han hecho para tratar de solucio-
narlo o, al menos, reducirlo. 
Objetivos
 El estigma social
En la antigua Grecia la palabra estigma hacia referencia a una marca que se grababa en el cuerpo 
de ciertas personas, bien como castigo por delitos graves o bien como símbolo de esclavitud. En 
cualquier caso, era una marca infamante que indicaba que la persona debía ser evitada.
A partir de los años 80 este concepto comienza a ser utilizado en Psicología social para des-
cribir lo que sucede en la actualidad con un gran número de personas pertenecientes a grupos 
minoritarios. Según Crocker, Major y Steele (1998) la estigmatización se produce cuando una 
persona posee de forma real, o a los ojos de los demás, algún atributo o característica que le 
proporciona una identidad social negativa o devaluada en un determinado contexto. Al igual 
que sucede con el prejuicio, el estigma es grupal, porque afecta a un conjunto de personas 
que poseen una determinada característica, y es compartido, porque existe acuerdo entre los 
miembros del grupo mayoritario a la hora de definir qué atributos son rechazables.
Tipos de estigma
Como se desprende de la definición anterior, pueden existir muchos tipos de estigmas. En un 
principio, Goffman (1963) los agrupó en tres grandes categorías: 
• Estigmas tribales, los asignados a los miembros de otro grupo o cultura.
• Estigmas basados en deformidades corporales (por ejemplo, obesidad, discapacidad física).
• Estigmas basados en “las manchas del carácter” que son aquellos atribuidos, por ejemplo,
a los delincuentes, alcohólicos o enfermos mentales.
Más recientemente, Crocker y cols. (1998) proponen clasificar los estigmas a partir de dos
dimensiones que determinan tanto la forma en que es tratada la persona estigmatizada como 
la experiencia subjetiva que dicha persona experimenta. Estas dimensiones son la visibilidad
y la controlabilidad.
La visibilidad 
Es el grado en que el estigma es apreciable a simple vista. Los estigmas basados en caracterís-
ticas externas, como el grupo étnico o las deformidades físicas, son muy difíciles de ocultar, 
y por lo tanto las personas que los poseen son conscientes de que los demás les van a juzgar 
la mayor parte del tiempo a través de los estereotipos y prejuicios asociados a su estigma. 
Existen, sin embargo, otros estigmas, como la homosexualidad o la pertenencia a grupos 
religiosos, que sí pueden ser ocultados. En principio, la ocultación parecería una solución 
idónea, puesto que, si una persona no es asociada con un grupo estigmatizado, no va a sufrir 
las consecuencias negativas de dicha pertenencia. 
Sin embargo, la cuestión no es tan sencilla. Por un lado, porque la ocultación implica renunciar 
a aspectos importantes de la propia identidad. Por otro, porque tratar de ocultar una característica 
o una creencia que es importante para una persona le genera sentimientos de angustia, temor a
ser descubierta e insatisfacción en las relaciones interpersonales. Además, existen estudios (Smart 
y Wegner, 2000) que demuestran que tratar de ocultar un secreto activa una serie de procesos 
cognitivos que hacen que los pensamientos se tornen obsesivos en relación con ese secreto. Esto 
puede acabar afectando finalmente a la salud física y psicológica de la persona. 
La controlabilidad
Un estigma se considera controlable cuando se cree que la persona que lo sufre es responsable 
de dicho estigma (por ejemplo, cuando se piensa que un delincuente o un drogadicto podrían 
dejar de serlo si se lo propusieran). La controlabilidad del estigma es una característica impor-
tante porque las personas con estigmas que se perciben controlables sufren mayor rechazo y 
son peor tratadas que los que tienen un estigma del cual se piensa que no son responsables. 
En este sentido, un estudio de Magallares (2006) pone de manifiesto, a partir de una des-
cripción de personas pertenecientes a grupos estigmatizados (obesos y personas con VIH), 
manipulando la visibilidad y la responsabilidad del estigma, que el personaje cuyo estigma era 
visible generaba mayor rechazo y que el personaje al que se atribuía una mayor responsabili-
dad en la adquisición del estigma era considerado de forma más negativa.
En todo caso la atribución de controlabilidad hacia un determinado estigma depende mu-
chas veces de lo que Crandall (2000) denomina ideologías de justificación del estigma.
El número de colectivos que sufren el desprecio y la marginación por parte del grupo do-
minante es elevado. Sin embargo, los miembros del grupo mayoritario creen que hay razones 
morales, éticas, legales, sociales y naturales que justifican la estigmatización. En este sentido, 
una ideología de justificación es un conjunto de presupuestos y creencias, no comprobadas ni 
comprobables, que proporcionan un marco a través del cual juzgamos el mundo. En relación 
con la estigmatización, estas ideologías proporcionan el marco a través del cual percibimos a 
los miembros de otros grupos. Según este autor, hay diversos tipos de ideologías de justifica-
ción, en función de las razones en las que se basan. Presentamos a continuación tres ejemplos. 
Véanse los cuadros 23.1 y 23.2.
Cuadro : Justificación basada en atribuciones.
La creencia en un mundo justo (Lerner, 1980) 
• Consiste en creer que vivimos en un mundo justo en el que cada uno alcanza lo que se merece. La
conclusión que se deriva de esta premisa es que si un grupo o persona es discriminado o rechazado esporque de alguna manera se lo merece.
Culpabilización de la víctima
• Muchas veces es consecuencia de la ideología anterior. Ocurriría, por ejemplo, cuando se utiliza la
expresión “son ellos los que no quieren integrarse” para justificar la exclusión social de un determinado
grupo étnico o de otro tipo.
La ética protestante del trabajo
• Esta creencia, predominante en los países anglosajones, consiste, simplificando un poco, en asumir: (a)
que el placer y la diversión son malos y la persona debe mantener en todo momento su autocontrol, y
(b) que el trabajo duro y la determinación nos llevarán al éxito. Por lo tanto, las personas o grupos que
no se comportan de acuerdo con estas ideas son juzgados de manera negativa.
Cuadro : Justificación basada en la reivindicación de jerarquías.
Darwinismo social
• Consiste en asumir que las desigualdades sociales son inevitables, e incluso buenas, ya que contribuyen
a la supervivencia de las personas o grupos más “aptos”.
La orientación hacia la dominancia social 
• Esta ideología, que se ha analizado en el capítulo anterior, expresa la fuerza con que una persona desea
que el grupo al que pertenece domine y sea superior a los otros. Ello llevaría a rechazar y menospreciar
a los miembros de otros grupos.
Se aprecia que todas estas ideologías proporcionan un buen caldo de cultivo y una buena 
justificación para la estigmatización de otros grupos sociales. Estas justificaciones son pro-
pias del grupo dominante o mayoritario, pero además Jost y Hunyady (2002) proponen la 
existencia de una Psicología de justificación del sistema, que consiste en la tendencia por parte 
de las personas y los grupos sociales a justificar el statu quo predominante en un momento 
determinado (véase el Capítulo 1). Esta justificación, que en el grupo dominante se realiza 
a través de las estrategias que acabamos de mencionar, es lógica entre dichos grupos, pero 
lo paradójico es que se produce también, en muchas ocasiones, entre los miembros de los 
grupos desfavorecidos. Según Jost y Hunyady (2002) esto constituiría, por parte del grupo 
minoritario, una forma de afrontar circunstancias desfavorables que, en principio, no pueden 
ser cambiadas fácilmente. El asumir que nuestro grupo sufre el rechazo y la discriminación 
tiene costes psicológicos, pero el negarlo, no cabe duda, también los tiene.
Fuente: Máximo, El país 6-V-06.
Explicaciones del proceso de estigmatización
En relación con los orígenes del estigma existen dos explicaciones principales. La primera de 
ellas concibe el estigma como un proceso situacional específico propio de una sociedad y un 
tiempo determinados. La segunda, basada en una perspectiva evolucionista, hace hincapié en 
la presencia del estigma en todas las sociedades y en sus posibles funciones para la supervi-
vencia del grupo. 
El estigma como proceso situacional específico
Es la perspectiva más habitual en la actualidad (Dovidio, Major y Crocker, 2000). Según este 
punto de vista (Crocker y cols., 1998), el estigma está muy influido por el contexto cultural 
en el que tiene lugar, y no existe de antemano un conjunto de características que definan a 
los grupos susceptibles de ser estigmatizados. Lo que es aceptable, o incluso positivo en un 
momento dado en una determinada sociedad (tener unos kilos de más, por ejemplo) puede no 
serlo en otro momento. 
Por otra parte, como ya hemos visto, la estigmatización puede utilizarse igualmente para 
conservar los privilegios del grupo dominante (véase el Cuadro 23.2). En este sentido también 
correrían peligro de resultar estigmatizados los miembros de un exogrupo vulnerable.
Perspectiva evolucionista del estigma
Este punto de vista (Neuberg, Smith y Asher, 2000) hace hincapié en el hecho de que el estigma 
se da en todas las sociedades humanas, y por ello trata de buscar características comunes entre 
los grupos o personas estigmatizados que pudieran justificar el rechazo. Según esta perspec-
tiva, “las personas estigmatizarán a aquellos individuos cuyas características y acciones son 
vistas como amenazantes o que dificultan un funcionamiento eficaz del grupo” (Neuberg y 
cols., 2000, p. 34). En consecuencia, tendrían grandes probabilidades de ser estigmatizadas: 
• Las personas del propio grupo que tratan de aprovecharse de él (ladrones, traidores).
• Las que no pueden contribuir de forma adecuada a su mantenimiento (discapacitados
físicos y psíquicos).
• Las que realizan conductas contranormativas (homosexuales, alcohólicos).
Con respecto a los miembros del exogrupo, tenderán a ser estigmatizadas las personas que
pertenezcan a un grupo que se perciba como amenazante. 
Aunque en principio estas dos explicaciones parecen incompatibles, puede que en rea-
lidad no lo sean tanto. Así, por ejemplo, las conductas contranormativas pueden variar de 
una sociedad a otra, o de un momento a otro en la misma sociedad según cuál sea la norma 
predominante. 
Stephen Hawking, físico británico
Por otra parte, existen numerosas discapacidades físi-
cas que, en otras épocas, podrían haber dificultado el 
funcionamiento del grupo (pongamos por caso, en las 
sociedades primitivas).
En la actualidad, tales discapacidades no suponen ningún 
perjuicio serio para la sociedad. Hay que tener en cuenta, 
en este sentido, que la discapacidad física no guarda rela-
ción con la capacidad mental .
Un buen ejemplo lo proporciona el caso del gran físico 
británico Stephen Hawking
La perspectiva de las personas que sufren el prejuicio
Se señaló al comienzo de este capítulo que la literatura sobre el prejuicio y la discriminación 
se ha centrado habitualmente en estudiar estos fenómenos desde el punto de vista del grupo 
dominante o mayoritario. Esta perspectiva se basa en la creencia de que, si conseguimos cambiar 
las actitudes negativas del grupo dominante, el prejuicio se reducirá. Sin embargo, esta visión 
unilateral es insuficiente y, como señala García (2006), existen al menos dos razones que justi-
fican la necesidad de abordar también el prejuicio desde el punto de vista de las personas que lo 
sufren. 
En primer lugar estaría el hecho, asumido por la Psicología social, de que el prejuicio refleja 
las relaciones intergrupales existentes en un momento determinado. Por ello, la perspectiva de 
todos los grupos participantes en la interacción social, sea cual sea su estatus, es fundamental 
para alcanzar una comprensión que permita solucionar los problemas derivados de dicha in-
teracción. De esta forma, se hace necesario tener en cuenta también las actitudes y opiniones 
que los grupos estigmatizados tienen hacia el grupo mayoritario, dado que dichas actitudes, 
o la percepción que el grupo dominante tiene de ellas (metaestereotipo), influyen a su vez en el
prejuicio y la discriminación del grupo dominante (Gómez, 2002).
En segundo lugar, el estudio del prejuicio únicamente desde la perspectiva del grupo ma-
yoritario puede llevar a una interpretación sesgada de los resultados que se obtengan en la 
investigación. No sería adecuado olvidar que los investigadores suelen pertenecer al grupo do-
minante y no es fácil que, aunque lo intenten, adopten la perspectiva y compartan los intereses 
y la forma de ver el mundo de los grupos estigmatizados. Quizás un ejemplo permita apreciar 
más claramente lo que tratamos de decir. 
Si se trata de reducir el prejuicio hacia los inmigrantes de una determinada procedencia, 
no bastaría sólo con conocer la opinión de los españoles hacia ellos. Sería necesario conocer 
también la opinión, las aspiraciones y la realidad social y cultural de las personas que inte-
gran dicho colectivo. Cualquier intervención que no tenga en cuenta esta realidad, por muy 
bienintencionada que sea, está destinada al fracaso. Por estas razones, en la actualidad cada 
vez es mayor el número de autores que tiene en cuenta la perspectiva de los grupos objeto de 
prejuicio (Swim y Stangor, 1998). El estudio de los efectos del prejuicio sobre las personas 
pertenecientes a los grupos estigmatizados,que constituye nuestro siguiente apartado, es un 
ejemplo de dicha perspectiva.
 Los efectos del prejuicio
Al estudiar los efectos del prejuicio y la estigmatización hay que tener en cuenta varias cuestiones.
En primer lugar, que los diferentes grupos suscitan reacciones diferentes. En algunos casos 
puede predominar la pena y la incomodidad (ante un discapacitado físico, por ejemplo), en 
otros predomina el temor (ante una persona con VIH, por ejemplo), en otros, finalmente, 
puede predominar la agresividad (como sucede en ocasiones con los inmigrantes de cultura 
diferente). Por esta razón no debe suponerse automáticamente que el prejuicio tiene los mismos 
efectos para todos los grupos, sino que es necesario conocer específicamente la percepción de 
prejuicio y discriminación que tienen las personas de los diferentes grupos estigmatizados.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que puede haber diferencias individuales a la 
hora de percibir y afrontar el prejuicio, y en consecuencia, los efectos pueden ser diferentes 
según la persona afectada.
En tercer lugar, hay que ser conscientes de que las personas pertenecientes a los grupos 
discriminados no son meros receptores pasivos del prejuicio sino que recurren, con mayor o 
menor éxito, a diversas estrategias (individuales y grupales) para afrontarlo. Hablaremos de 
algunas de estas estrategias un poco más adelante.

Continuar navegando