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vvm vvm La fe según San Juan de la Cruz Karol Wojtyla LA FE SEGUN SAN JUAN DE LA CRUZ TRADUCCION E INTRODUCCION DE A L V A R O H U E R G A LIBRERIA EDITRICE VATICANA CITTÀ DEL VATICANO BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS MADRID • MCMLXXIX Títu lo del texto original: Doctrina de fide apud S. Joannem a Cruce. © Biblioteca de Autores Cristianos, de EDICA, S. A . Madrid 1979. Mateo Inurria, 15. Madrid. © Librería Editrice Vaticana. C ittà del Vaticano 1979. © Pontificia Università San Tommaso. Roma. Depósito legal M 20143-1979. ISBN 84-220-0910-2. Impreso en España. Printed in Spain. I N D I C E G E N E R A L Págs. Prólogo ............................................................................ x i N ota biblio gráfica ...................................................... x x x i I ntroducción .................................................................. 3 Primera parte A N A L I S I S I . «Subida del M onte Carmelo» ............................. 19 1. M edio de unión ...................................... ,. 19 2. «Proporción de semejanza»................ 26 3. «Qué cosa sea unión del alma con Dios». 37 4. Fe-entendimiento ........................................ 44 5. «La fe en que está encubierta la D iv i nidad» ........................................................... 51 6. «Hábito cierto y oscuro».................... 60 7. «La fe que es noche oscura» ............... 94 8. La fe en la noche activa del espíritu ... 109 9. «La inteligencia oscura y general, que es la contemplación que se da en fe» ....... 150 10. «E l H ijo de Dios que se comunica al alma en fe» ................................................. 174 I I . «Noche oscura» ...................................................... 187 I I I . «Cántico espiritual» ............................................. 207 IV . «Llama de amor viva» ...................................... 235 Segunda p a rte S I N T E S I S I . Resumen doctrinal ................................................ 245 I I . Conclusión: naturaleza de la fe ................. 272 I I I . Anexo [L a fe en Santo Tomás de Aquino y en San Juan de la C ruz] .................................... 278 1) [M edio de unión] ...................................... 279 2) [V irtu d purificadora] ................................. 280 IX P R O L O G O «La Universidad de Santo Tomás de Aquino, llamada comúnmente EL AN- GELICUM , que yo tuve la fortuna de frecuentar durante un laborioso y siem pre recordado bienio». (Juan Pablo I I , Alocución a los profesores y alumnos de las Universi dades Pontificias de Roma, 3 de abril de 1979.) j^ N la producción literaria de Karol W ojtyla, las primicias se las lleva, al menos cronológica mente, San Juan de la Cruz ’ . Este dato de simple constatación bibliográfica resulta precioso a la hora de intentar una cala en la personalidad científica del ilustre escritor polaco. Por dos razones: primera, porque el estudio de sus primicias literarias permite zahondar en las raíces y en el ambiente de su vo cación filosófico-teológica; segunda, porque, partien do de ahí, se puede seguir paso a paso el despliegue de su ‘estilo de pensar’ , que ha ido madurando y proyectándose a nuevos horizontes sin solución de continuidad. Sin embargo, apenas se repara en ello. La vocación filosófico-teológica de Karol W oj tyla brota en unas circunstancias históricas dramá- 1 Ficha bibliográfica: Carolus W ojtyla, Doctrina de fide apud S. Ioannem a Cruce ms,1948-59 (Archivo Universidad Santo Tomás, Roma) p .xx iii-2 96 -f[2 ]; K arol W ojtyla, Quaestio de fide apud S. Ioannem a Cruce: Collectanea Theologica (Varsovia) 21 (1949-50) p.418-68; K arol W ojtyla, O humanizmie sw. Jana od Krzyza (= El humanismo de San Juan de la Cruz): Znak 1 (1951) p.6-20. X I ticas, fragua en clima mediterráneo y produce frutos en sazón, que le consagran como la figura más re presentativa del renacimiento filosófico-teológico po laco de la posguerra. No voy a seguir, por motivos obvios, la trayec toria— atlética, lineal, luminosa— del pensamiento wojtyliano. Me quedaré en el prim er recodo de su carrera, cuando su pluma cosechó los frutos cu lti vados con delicia y prim or en el huerto fértilísim o de San Juan de la Cruz. Sólo quisiera añadir, antes de in iciar la singladura, que las obras del Doctor Místico han seguido siendo lib ro de cabecera de Ka ro l W ojtyla, como lo patentizan sus escritos más recientes. Una vieja canción gallega dice que los «amoriños primeiros» no se olvidan nunca. Signo de contradicción lo confirma. Para proceder ordenadamente, eslabonaré la ex posición en cinco apartados: 1) E l encuentro; 2) El tema; 3) E l análisis; 4) La síntesis, y 5) Conclusión. 1. E L E N C U E N T R O Santa Teresa de Jesús nos cuenta, en ese delicioso lib ro de aventuras a lo divino que se llama Funda ciones, su prim er encuentro con San Juan de la Cruz. Ocurrió en Medina del Campo, ancha tierra de Castilla, allá por el verano de 1568. De dos plu mazos evocadores hace una semblanza espiritual del estudiante de Salamanca, inteligente, menudo, otea dor. «Era tan bueno— añadirá— , que, al menos, yo podía mucho más deprender de él que él de mí». A la «madre» Teresa le nació aquel día el ‘primero’ de sus hijos, labró la piedra angular de la Reforma de varones, y no pensó, n i pudo pensar, el futuro. X II A la primera ocasión se lo llevó en el carromato a Valladolid. En 1964, Karol W ojtyla encontrará en su cami no universitario no al estudiante de Salamanca, sino al santo y al doctor de la Iglesia. Quizá lo conocía, de nombre y devocionalmente, desde años atrás, cuando en su tierra de Wadowice le brotó dentro, incoercible, la vocación sacerdotal. Pero el encuen tro es ahora mucho más comprometido, más d ifíc il y más exigente. Como se dice en Roma, que es el locus donde ocurre, era un incontro impegnativo. Se trataba, n i más n i menos, de entablar una larga conversación intelectual con el silencioso doctor de la Iglesia en orden a la elaboración de una tesis de doctorado en teología. Dialogar con San Juan de la Cruz, sentarse ante la cátedra de sus libros, entenderle, exigía resolver algunos problemas previos muy importantes por su índole entorpecedora, obstaculizadora. Cuatro nu dos tuvo, pues, que desatar el joven estudiante. l.° E l problema critico de los textos.— Cual quier sanjuanista sabe que todas las ediciones de sus libros son postumas, que no se conocen los ma nuscritos originales y que existen «variantes» sus tantivas en los textos. Esto ú ltim o dio pie a una clamorosa disputa sobre la autoría— digámoslo más claro: sobre la autenticidad— del textus receptus. Se airearon hipótesis de culpables interpolaciones. Polémica aparte, se ha podido escribir en fecha no muy lejana: «El prim er obstáculo serio con que suelen tropezar los lectores y estudiosos de San Juan de la Cruz proviene de los escritos: es el de la autenticidad de sus obras y el de su correcta or denación». Cuando W ojtyla decide estudiar al Doctor Mís- X I I I tico, la disputa seguía levantando polvo agrio. En ella, naturalmente, no va a tener parte n i arte. Opta por una solución crítica razonable: acepta la auten ticidad de los textos, y se basa no en una edición manual, sino en la monumental siberiana. 2 ° E l problema del contexto histórico.— Para una aproximación comprensiva a San Juan de la Cruz es preciso desbrozar antes el contexto h istóri co en que v iv ió , pensó y escribió. La obra del Doc to r Místico tiene, sin duda alguna, un paisaje hu mano y geográfico al fondo. Hay páginas en Subida que transparentan, como algunos poemas de Macha do, el de Baeza, por citar un ejemplo concreto. Baeza, campo cultivado por el ardiente celo de San Juan de A vila, el Apóstol de Andalucía, fue ‘nido real de gavilanes’ místicos, pero fue también horm i guero de alumbrados. La mirada avizora del doctor Huartede San Juan, autor de Examen de ingenios y médico de Baeza, coincide con la de San Juan de la Cruz, aunque desde distinto punto de vista, en la observación de aquel extraño y peligroso fenó meno. Karol W ojtyla, con escasos medios a su alcance, procuró resolver— y, sobre todo, tener presente— este problema para no embarcarse en un navio abs tracto. 3.° E l problema del lenguaje.— E l Doctor Mís tico advierte a cualquier lector que se acerca a Su bida: «Y por cuanto esta doctrina es de la noche oscura por donde el alma ha de ir a Dios, no se ma raville el lector si le pareciere oscura». Hay algo más que una sonrisa irónica en ese juego delicioso de palabras: está ahí el problema del lenguaje mís tico, que aflora abiertamente en el prólogo a Cánti- X IV co: «sería ignorancia pensar que los dichos de amor en inteligencia mística [ . . . ] con alguna manera de palabras se puedan bien explicar». E l problema de la inefabilidad, que fue cruz y aguijón del Doc tor M ístico y que reaparece en Llama: «por ser de cosas tan interiores y espirituales, para las cuales comúnmente falta lenguaje». San Juan de la Cruz recurre a la poesía, y, en todo caso, su prosa sigue siendo poética, experimental, sin ceñirse a la línea del lenguaje escolástico, tan poco poético, aunque trata de seguir, eso sí, el rigor y la claridad de los esquemas ideológicos de la ‘escuela’ en la que se formó. A esta dificultad, metodológicamente prevista, se juntaba la del idioma mismo; es decir, la lengua en que escribe San Juan de la Cruz, que es la castella na pura, clásica, cargada de modismos y de arrequi ves populares. Un idioma, en defin itiva, extraño para W ojtyla, que habla y piensa en polaco. A juz gar por la obra, entreverada de incesantes textos sanjuanistas, Karol W ojtyla caló hondo en el len guaje castellano de San Juan de la Cruz: no maneja un texto traducido— recurso fácil, pero sin rango científico— , sino el texto directo. Demuestra un conocimiento más que vulgar de la lengua del Doc to r M ístico, pues se percata de matices estructura les, y les aplica una sagaz hermenéutica para obte ner el sentido exacto de las palabras y de las frases. E llo sería impensable sin una previa labor de estu dio de la lengua española. Y , a fe, sale airoso, sin graves tropiezos, del redoblado problema lingüístico. Dialogará con soltura, manejando el texto sanjua- nista en el idioma en que fue escrito. 4 ° E l problema de la expresión.— Karol W oj tyla es de Wadowice. Su lengua láctea es la polaca. XV E l locus de su encuentro con San Juan de la Cruz fue Roma, como ya dijimos. En la Universidad del Angelicum se admiten tesis en varios idiomas. Pero han de ser idiomas conocidos por el moderador o guía. Entre el italiano y el latín, descartado el po laco, W ojtyla optó por expresarse en un latín fun cional, liso, de andar a pie; por supuesto, ‘escolás tico ’ y no ‘ciceroniano’ . Dentro de estos lím ites, en los que su decir se traba, hay que admirar la noble za del esfuerzo expresivo realizado. 2. E L T E M A Karol W ojtyla, acotando el campo, eligió en la obra de San Juan de la Cruz un punto concreto: la fe. Un tema troncal, medular y siempre actual. Emi nentemente cristiano y teológico. D ifíc il en sí y d i fíc il en el Doctor Místico. Bastaría recordar el diá logo de Jesús con Nicodemo; el asunto gravísimo, nuevo, que hace b rilla r en la noche untuosa los ojos de Nicodemo es precisamente éste. Bastaría recordar, en el polo extremo de la despedida, lo que Jesús d ijo a los apóstoles, aupados a predica dores de la fe cristiana: E l que creyere, se salvará; el que no creyere, se condenará. La reflexión teológica sobre la fe traza un arco cronológico que todavía está inconcluso, pues se extiende desde la época apostólica hasta el fin de los tiempos, pasando, claro está, por los nuestros, en los que es tema vivo. Sin venir tan acá, detengá monos en los de San Juan de la Cruz. A nivel de catcquesis popular, el Apóstol de Andalucía expuso así su lección sobre la fe allá por 1554: «— ¿Qué cosa es fe? — Creer lo que no vimos. X V I [...] — ¿Por qué lo crees? — Porque está escrito en la Sagrada Escritura y en la Santa Madre Iglesia aprobado». Los niños españoles— los niños pobres, como San Juan de la Cruz— aprendían a leer por la cartilla de la Doctrina cristiana. Es casi seguro que el prim er contacto intelectual, las primeras preguntas y las primeras respuestas sobre el tema de la fe, las apren dió el futuro Doctor Místico de ese modo. Ese mismo año 1554 ve también la luz un lib ro que causará conmovedor impacto en España ente ra: el Libro de la oración y meditación, de Fray Luis de Granada; un lib ro para adultos; un lib ro que en las primeras páginas clava espuelas, exigien do al cristiano que rumie su fe, y describe, de re fi lón, el cuadro existencial: «la causa de nuestros males no es tanto falta de fe cuanto de considera ción de los misterios de nuestra fe». E l diagnóstico de Fray Luis es categórico: los cristianos, «muchos de los cristianos», no rumian lo que creen, y por eso no les aprovecha. En la glosa explana la com paración fe-medicina: «Porque así como dicen los médicos que, para que las medicinas aprovechen, es menester que sean primero actuadas y digeridas en el estómago con el calor natural [ . . . ] , así también para que los misterios de nuestra fe nos sean pro vechosos y saludables, es necesario que sean p ri mero actuados y digeridos en nuestro corazón con el calor de la meditación, porque de otra manera nada aprovecharían. Y por falta de esto vemos a cada paso muchos cristianos muy enteros en la fe y muy rotos en la vida, porque nunca se paran a con siderar qué es lo que creen. Y así se tienen la fe como a un rincón del arca, o como la medicina en la botica, sin servirse de ella para lo que es. Creen X V II así, a bulto y a carga cerrada, lo que tiene la Igle sia; creen que hay ju icio, y pena, y gloria para bue nos y malos; mas ¿cuántos hallarás que se paren a pensar qué ta l haya de ser este ju icio, y esta pena, y esta gloria, con lo demás? Pues menester es des menuzar estas cosas para sentir y ver lo que den tro de ellas hay». Fr. Luis, discípulo y amigo de Avila, distingue agudamente; una cosa es «tener íe» y otra «v iv ir la fe». Constata además, y no es flaca constatación si se m ira desde nuestro tiempo— tan zarandeado de crisis— , que el «tener fe» entera es común pa trim onio de los españoles del siglo xv i. Algunos años después, en la memorable ocasión del concilio de Trento, 1563, D. Pedro González de Mendoza, obispo de Salamanca, escribirá ufano: «También se ha dado orden estos días, y Su Santidad lo quie re, y todos lo desean, y es cosa muy importante a la cristiandad, que se haga un Catecismo. Y así han señalado teólogos para ello, distribuyendo las mate rias por ellos. Para el Credo señalaron españoles, porque parece que son gente a quienes se les puede encomendar la fe». Las anteriores citas no son mera gala o adorno; nos sitúan en el ambiente histórico de San Juan de la Cruz, niño que va a la escuela de la Doctrina, joven que estudia teología en las aulas de la U ni versidad, místico en ciernes que se abisma en la consideración de la fe, poeta en flo r que la canta y, para decirlo de una vez, doctor de la fe «viva y enamorada». Karol W ojtyla no se anduvo por las ramas. Se fue directamente al meollo del mensaje doctrinal de San Juan de la Cruz. Se aproximó a su obra des pués de superar los obstáculos aludidos, pregun tando inquisitivamente, con los ojos especulativos X V III abiertos, por la ‘cuestión de la fe’ . Así, a nivel cien tífico y a son de lenguaje medieval: Quaestio de fide. La primera impresión de quien se acerca a la obra de San Juan de la Cruz para recoger su enseñanza sobre la fe es la de sentirse desbordado: la fe es una «noche» invasora, transluminosa, que no se deja aferrar. Es, en la perspectivasanjuanista, un río caudaloso que rompe el cauce agustiniano y el cauce aquiniano y estalla en versos encendidos y en ‘declaraciones’ de una sutileza enorme. Un tema tentador. Un tema d ifíc il. Y , por añadi dura, relativamente asendereado por los buscadores de ‘argumento’ para elaborar tesis doctorales. W oj tyla supo pronto que se le habían anticipado otros, en especial Labourdette, que en 1935, bajo la d i rección de Garrigou-Lagrange— el mismo guía que va a d irig irle a él— , presentó y defendió una tesis sobre La fe teologal y el conocimiento místico se gún San Juan de la Cruz. ¿Qué hacer? Sencillamen te, buscar una veta nueva, un aspecto no explorado. Labourdette enfocó su estudio partiendo del p rin cipio tomista que dice que la función de la fe con siste en fundamentar en el homo viator el conoci miento sobrenatural. Es un enfoque, advierte W oj tyla, dinámico, adhérente, desde luego, a la índole v ita l y experimental de la obra del Doctor M ístico. Pero cabe desdoblar la pregunta, distinguiendo en tre lo que la fe es y lo que la fe hace. Labourdette ha estudiado la vertiente dinámica de la fe— lo que la fe hace— , dejando intacto, o tocándolo sólo inci dentalmente, el aspecto objetivo, metafisico: qué es. W ojtyla se halla, por tanto, frente a un tema original. Y , además, tremendamente d ifíc il, porque el Doctor M ístico no enseñó la metafísica de la fe, sino la dinámica purificadora y unitiva de la fe. X IX 3. E L A N A L I S I S En el epígrafe, en el ‘argumento’ y en el ‘prólogo’ de Subida indicó meridianamente San Juan de la Cruz cuál era su pretensión o propósito: ayudar al alma, darle ‘avisos y doctrina’ para ‘desembarazarse de lo temporal y no embarazarse con lo espiritual’, guiarla en ‘suma desnudez y libertad de espíritu’ a la alta meta de la ‘unión’ con Dios; explicarle ‘el modo de subir hasta la cumbre del monte, que es el alto estado de la perfección que aquí llamamos unión del alma con Dios’ . E l viaje con sus circuns tancias y peripecias se llama noche y supone en el guía ‘ciencia y experiencia’ : «Para haber de decla rar y dar a entender esta noche oscura por la cual pasa el alma para llegar a la divina luz de la unión perfecta del amor de Dios, cual se puede en esta vida, era menester otra mayor luz de ciencia y ex periencia que la mía, porque son tantas y tan pro fundas las tinieblas y trabajos, así espirituales como temporales, por que ordinariamente suelen pasar las dichosas almas para poder llegar a este alto estado de perfección, que n i basta ciencia humana para lo saber entender n i experiencia para lo saber decir; porque sólo el que por ello pasa lo sabrá sentir, mas no decir». Es in ú til buscar en la obra del Doctor Místico f i nalidades o intenciones que no tuvo. Pero sí es po sible observar que u tiliza tres ayudas en su labor de guía: ciencia, experiencia y, sobre todo, fe. Cien cia subyacente, experiencia más apta para sentirse que para decirse, fe para hablar de la fe. «Para de cir algo de esta noche oscura, no fiaré n i de expe riencia n i de ciencia [ . . . ] ; mas, no dejándome de ayudar en lo que pudiere de estas dos cosas, apro vecharme he [ . . . ] , a lo menos para lo más impor- XX tante y oscuro de entender, de la divina Escritu ra [ . . . ] , pues que el que en ella habla es el Espíritu Santo». ¡Saberlo, sentirlo y no poderlo decir! Es eviden te que este ‘no poder decirlo’ constituye un escollo grave para quien no dispone de otro vehículo que la palabra para realizar su faena de instructor. En este escollo tropezaba también Santa Teresa, ávida lectora de libros espirituales y mujer sacudida por estupendas experiencias místicas. ¡Qué diferencia entre lo que dicen los libros y lo que se siente!, acota al cabo de tantas y tantas lecturas. Y lue go deja caer al desgaire una de las más finas ob servaciones de su magisterio: «porque una merced — dice— es dar el Señor la merced, y otra es enten der qué merced es y qué gracia; otra es saber de cirla y dar a entender cómo es». San Juan de la Cruz se refugia, para ‘decirlo’, en la poesía. «Toda la doctrina que entiendo tratar en esta Subida del monte Carmelo está incluida en las siguientes canciones». E l fenómeno se repite en los otros libros, cuya estructura-base es también un poe ma. Pero el lenguaje poético, para el que sentía una vocación innata y experta, resulta también ‘in in te li gible’ . Ana de Jesús, a quien envió y dedicó el poe ma del Cántico, se lo ha dicho, obligándolo a una explicación más llana. Es decir, a la «declaración» relativa que subsigue al poema. E l sublime vate se cuida de advertir al lector que su prosa no entraña un valor absoluto, sino un valor relativo. Casi de tanteo, integrado de ciencia, de experiencia, de fe, de poesía. E l recurso al símbolo ‘noche’, tan poético y tan polivalente, es en extremo revelador. «Por tres co sas podemos decir— declara— que se llama noche este tránsito que hace el alma a la unión de Dios: X X I la primera, por parte del termino de donde el alma sale [ . . . ] ; la segunda, por parte del medio o ca mino por donde ha de ir el alma a esta unión, lo cual es la fe, que es también oscura para el entendi miento como noche; la tercera, por parte del tér mino a donde va, que es Dios, el cual n i más n i me nos es noche oscura para el alma en esta vida. Las cuales tres noches han de pasar por el alma, o, por mejor decir, el alma por ellas, para venir a la divina unión con Dios». Noche equivale, según él, a eso «que los espiri- . tuales llaman purgaciones o purificaciones del alma». La equivalencia, sin embargo, se verá desbordada de punta a punta tanto en la superficie del vocabu lario como en el fondo doctrinal. Noche es el todo y noche es la parte. Noche, además, es la fe que ilum ina toda la noche, y noche, la noche de la mis ma fe. Este es precisamente el punto-clave de la ‘doctri na de San Juan de la Cruz sobre la fe’ que Karol W ojtyla trata de investigar. ‘Declarando’ la noche de la fe— la segunda etapa del itinerario— , San Juan de la Cruz brinda no un tratado especulativo, sino, más bien, una serie de elementos preciosos para poder determinar qué es la fe y no solamente^ qué hace la fe. W ojtyla tendrá que optar ahora (es la segunda opción) por el método analítico. Prefijado, pues, el objetivo— plano de ser o línea entitativa, que es la base del plano de hacer o línea dinámica de la fe— , se ve precisado a realizar una doble faena al filo mismo de los textos descriptivos de San Juan de la Cruz: primeramente, aislar los textos que juzga más importantes o de mayor inci- sividad, procurando no desencajarlos del contexto; a continuación, someterlos a un largo, lento, sapien cial análisis. X X II Hay, desde luego, elementos diseminados por toda la obra del Doctor M ístico. Pero donde mayor acopio puede hacerse es en el segundo lib ro de Subi da. Es ahí, en esa cantera, donde W ojtyla ‘aísla’ nada menos que diez elementos, que luego analiza. La mayor— me atrevería a decir la mejor— parte de su faena doctoral consiste en el análisis, que su pone un descomunal esfuerzo previo para arrancar los diez bloques. No vamos a entretenernos en hacer un análisis de sus análisis. Sí, en cambio, quiero clavar aquí la serie eslabonada de los diez bloques, índice de una fuerza y de una clarividencia mentales extraordi narias: 1. E l «medio de unión». 2. La «proporción de semejanza». 3. «Qué cosa sea unión del alma con Dios». 4. Fe-entendimiento. 5. «La fe en que está encubierta la D iv i nidad». 6. «Hábito cierto y oscuro». 7. «La fe que es noche oscura». 8. La fe en la noche activa del espíritu. 9. «La inteligencia oscura y general, que es la contemplación que se da en fe». 10. «El H ijo de Dios que se comunica al alma en fe». A propósito de este ú ltim o bloque, la cala ana lítica se adentra en las entrañas trin itarias de la fe, y, al aflorar el discurso a la superficiede la vida cotidiana, fija los criterios prácticos que deben re gular la conducta del creyente, del hombre que ca mina en fe. E l análisis resulta en extremo denso y X X III rico, profundo y normativo. Cabría decir linealmen te: trinitario-cristológico-eclesial. San Juan de la Cruz culmina su ‘declaración’ tallando un texto de una carga teológica estupenda: «Ya que está la fe en Cristo y manifiesta la ley evangélica en esta era de gracia, no hay para qué preguntarle [a D ios] de aquella manera, n i para qué E l hable ya n i respon da como entonces, porque en darnos como nos dio a su H ijo , que es una Palabra suya— que no tiene otra— , todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar». Este bellísimo texto proyecta luz penetrante para discernir— y para no aceptar— toda esa serie de su puestas ‘revelaciones’ privadas y de fenómenos que tanto encandilan al vulgo. «Yo conocí— confiden cia el Doctor Místico— una persona que, teniendo estas locuciones sucesivas, entre algunas harto ver daderas y sustanciales que formaba del santísimo sacramento de la eucaristía, había algunas que eran harto herejía. Y espántome yo mucho de lo que pasa en estos tiempos, y es que cualquiera alma de por ahí con cuatro maravedís de consideración, si siente algunas locuciones de éstas en algún recogi miento, luego lo bautizan todo por de Dios y supo nen que es así, diciendo: ‘Díjome Dios’, ‘Respon dióme Dios’ ; y no será así, sino que, como habe rnos dicho, ellos las más veces se lo dicen». Karol W ojtyla analiza en profundidad esos y otros textos sanjuanistas sobre la totalidad de la Palabra hecha carne. Y subraya la inserción de la Iglesia en el orden revelante y salvifico de la Pa labra, inserción que San Juan de la Cruz ve con ojos de una lógica dogmática vigorosa, con ojos es crutadores de la psicología y de la sociología huma nas. Con ojos de fe y de experiencia. E l Doctor Mís tico, que tan ‘h ijo de la Iglesia’ es y se siente y lo XXIV proclama, extiende el m isterio de Cristo a la Igle sia celeste, que es claro día, y a la Iglesia m ilitante, que camina en noche de fe. Desde una perspectiva dogmática realmente exquisita, ‘ve’ a la Iglesia como prolongación e instrumento de la Palabra, y llega a concluir que es un elemento integral del acto de fe y no sólo objeto y norma de fe. «En todo nos ha bernos de guiar por la ley de Cristo-hombre y de su Iglesia», dice, aludiendo al entorno de la llamada fenomenología mística. E l análisis de Karol W ojty la alcanza aquí una profundidad dogmático-eclesial pareja al incisivo y gustoso teologizar de San Juan de la Cruz. A m i leal parecer, Karol W ojtyla ha escrito, a la zaga del Doctor M ístico, una ‘meditación’ dogmáti ca y v ita l sobre la Iglesia, que, por su robusta con textura y por el significado histórico que entraña, es una de las claves más luminosas de su pensamien to. Y lo confirma la valentía con que desbarata, en una acotación subsiguiente, la frág il e insidiosa h i pótesis de Baruzi, que con fina sutileza racionalista intenta establecer y probar en los textos sanjuanis- tas una oposición entre ‘fe mística’ y ‘fe dogmática’. En el análisis del elemento 10 termina y culmina el ‘comentario’ wojtyliano a los pasajes de Subida que hablan expresamente de la fe. En realidad, ahí, en el lib ro segundo, está dicho todo o casi todo lo que se podía y convenía declarar sobre la fe; en el resto de Subida y en las otras obras del Doctor M ístico se tratan ya diferentes temas. «Instruida ya la primera potencia del alma, que es el entendimien to, por todas sus aprehensiones en la primera virtud teológica, que es la fe, para que según esta potencia se pueda un ir el alma con Dios por medio de pure za de fe, resta ahora hacer lo mismo acerca de las otras dos potencias [ . . . ] . Lo cual se hará breve- X XV mente [ . . . ] , porque, habiendo concluido con el en tendimiento, que es el receptáculo de todos los de más objetos en su manera, en lo cual está andado mucho camino para lo demás, no es necesario alar garnos tanto acerca de estas potencias, porque no es posible que, si el espiritual instruyere bien al en tendimiento en fe, según la doctrina que se le ha dado, no instruya también de camino a las otras dos potencias». Con esta párrafo inicia San Juan de la Cruz el nuevo periplo. Pero sin perder la conexión con el punto de apoyo. Es decir, con el tema de la fe. La trascendencia invasora de la fe en todos sus escritos es tal, que, aun no tratando de ella, aflorarán aquí y allá, diseminados, elementos nuevos. Karol W oj tyla les sigue el rastro, y, una vez localizados, los somete al b isturí de sus análisis. Tres son los más importantes, que me lim ito a indicar: 1. ° La función de la fe en las noches pasivas y la ‘noche pasiva’ de la misma fe. 2. ° La estrofa 12 del Càntico espiritual: «¡Oh cristalina fuente, si en esos tus semblantes plateados formases de repente los ojos deseados que tengo en mis entrañas dibujados!» La metáfora de la fuente cristalina, que es anhe lo y sed de transparencia, se repite, ya en remanso, en el poema «Que bien sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche». E l paralelismo ideológico, y aun verbal, se per cibe a simple observación. Y , si hiciese falta una clave para la identidad y la exégesis de la estrofa y XX VI del poema, la hallaríamos a la puerta: en el epígra fe Cantar de la alma que se huelga de conocer a Dios por fe. San Juan de la Cruz es el poeta de la fe, el místico de la fe, y también el teólogo de la fe. E l mismo, declarando la estrofa citada, conden sa en dos o tres páginas su personal visión de la fe ‘viva y enamorada’ . Casi un tratado, a su aire y a su modo. «Llama cristalina a la fe por dos cosas: la primera, porque es de Cristo, su Esposo; y la segunda, porque tiene las propiedades del cristal en ser pura en las verdades, y fuerte, y clara, lim pia de errores y formas naturales. Y llámala fuente porque de ella manan al alma las aguas de todos los bienes espirituales». Ante una estrofa que es un estallido de luz y ante ima declaración que es un tratadito de fe, Ka ro l W ojtyla no ha tenido más remedio que detener se y cambiar un poco la metodología analítica; aho ra transcribe párrafo por párrafo, y le va haciendo una exégesis ceñida, honda, certera. 3.° En Llama hay un pasaje famoso: el que des cribe los efectos de la «fe ilustradísima», preludio de paraíso. Con la glosa al célebre texto, concluye Karol W ojtyla sus análisis. Y pasa a elaborar la sín tesis. 4. L A S I N T E S I S ¿Qué es la fe según San Juan de la Cruz? Karol W ojtyla, que ha alargado tanto la faena de análisis de los bloques textuales, es muy breve a la hora de la síntesis. Cabía esperarlo, si nos atenemos a la semántica de la palabra ‘síntesis’, que significa condensación, suma y compendio, resultado. Desde su perspectiva programática, W ojtyla re- X X V II sume los ‘resultados’ de sus análisis en una síntesis muy apretada, y pudiéramos decir también muy me tafísica y original: 1. La fe es, según San Juan de la Cruz, la facul tad de la trascendencia teologal (facultas transcen- dentiae theologicae). Porque es la potencia o virtud infusa que hace que el entendimiento trascienda hacia Dios, no sólo en cuanto ser— que hasta ahí puede llegar por sí— , sino en cuanto Dios. Sub ra- tione ipsius Deitatis, dice W ojtyla, no desdeñando repetir la clásica fórm ula escolástica. Este concepì to, que a más de un lector se le antojará de cuño ‘zubiriano’, no se halla así, en forma metafísica y abstracta, en los textos sanjuanistas analizados; no se halla en la superficie, observa W ojtyla, pero sí en el fondo. Está subyacente. Abierto, a través de los textos, a una abstracción mental. Decir ‘abstrac to ’ es poner el objeto-idea fuera del sujeto psicoló gico en que encarna y anida, sacarlo de su sede y ‘capturarlo’ intelectivamente. La femisma realiza la máxima operación intelectiva al potenciar el en tendimiento y lanzarlo, trascendiéndose, hacia Dios. W ojtyla no repara, al menos no alude expresamen te, en las ‘coplas’ sanjuanistas, juguetonas y medu lares, que cantan la ‘ trascendencia’ de la fe: «Entréme donde no supe, y quedéme no sabiendo, toda ciencia trascendiendo». De haberlas aludido, tendría que basar en ellas el prim er eslabón de la síntesis. Con todo, la sintonía es evidente y demostrativa de la autenticidad y de la legitim idad ‘sanjuanistas’ de la fórmula wojty- liana. 2. La fe es una participación de Dios en cuan to objeto. Quiere ello decir que alcanza su objeti- X X V III vo y que constitutivamente, dentro de su oscuridad propia, es medio próximo de unión intelectual con Dios, germen de deificación del hombre. 3. Por su trascendencia y su constitución, la fe es una v irtud extraordinariamente dinámica, puri ficadera y transformante. En realidad, lo que San Juan de la Cruz intenta es describir ese dinamismo, sirviéndose de la palabra noche, tan preñada o car gada de posibilidades para el despliegue de un sis tema de maravillosa y consistente arquitectura. 4. La ‘fe ilustradísima’ es el ápice de la noche oscura, y, por tanto, la suprema actualización de la fe consiste en la contemplación. En ella logra su máxima intensidad. La noche es ya ‘rompiente’ de aurora, preludio de mediodía glorioso. Estos son los rasgos o propiedades que ‘definen’ la fe según la doctrina de San Juan de la Cruz, aco tada, aislada, analizada y sintetizada por W ojtyla. 5. C O N C L U S I O N A l llegar al fin de su faena analítica y sintética, W ojtyla no lanza las campanas al vuelo. Su estilo de pensar y de escribir es sobrio, indicador de un temperamento metafisico innato, con una garra agu da para apresar las ideas; mas también con una sensibilidad y una interioridad deliciosas, general mente contenidas, dominadas por la inteligencia. E l método crítico y analítico que eligió le impuso la relectura de todo el sutil, preciso y precioso siste ma sanjuanista: ciencia y experiencia, poesía y mís tica, saber y no saber, fe reflexiva’. La fe es como el eje igne® y radial que da consistencia e imanta el X X IX pensamiento sanjuanistaJ W ojtyla se da inmediata mente cuenta de esto, y a golpe de análisis llega al trasfondo metafisico de la doctrina. A l ser de la fe. Con todo, no halla, n i intenta reconstruirlo, un tra tado completo de la fe, sencillamente porque San Juan de la Cruz no se propuso esa meta. Sin em bargo, concluirá Karol W ojtyla, lo que el Doctor M ístico nos enseña sobre la fe vale tanto y más que muchos tratados especulativos, de ordinario desvi talizados y congelantes. Porque la fe es, ante todo y sobre todo, medula v ita l, noche luminosa, hilo conductor del ser y del hacer cristianos. Como can ta, jubiloso, el vate de Fontiveros: ¡Oh noche que guiaste!, ¡oh noche amable más que la alborada!, ¡oh noche que juntaste Amado con amada, amada en el Amado transformada! * * * Dos palabras finales sobre la versión de la obra doctoral de K . W ojtyla al romance hispano. He procurado mantenerme en equidistancia de dos polos: n i traducción dinámica, para no caer en subjetivismo traidor, n i traducción a i pedern litte - rae, que entorpecería la fluidez. A l optar por un camino intermedio, se guarda fidelidad a la letra. Y , sobre todo, fidelidad al estilo de pensar y de ex presarse, característico del autor y condicionado por el tema. Circunstancias históricas de todos conoci das dan actualidad a la obra. Sin embargo, su má xima actualidad estriba en el tema mismo: la fe. Roma, 7 marzo 1979. X X X N O T A B I B L I O G R A F I C A San Jua n de la C ru z , Obras de — , Doctor de la Iglesia, editadas y anotadas por el P. S ilverio de Santa Teresa: t . l : Prelim inares (Burgos, Tipografía de E l M onte Car melo, 1929); t.2 : Subida y Noche oscura (1929); t.3 : Cántico espiritual (1930); t.4 : Llama de amor viva. Cautelas. Avisos. Cartas. Poesías (1931); t.5 : Procesos de beatificación y canonización (1931). S a n to Tom ás de A q u in o , Summa theologiae (T aurin i, Ma rie tti, 1938); Quaestiones disputate: De ventate; Scrip tum super IV Libros Sententiarum P etri Lombardi. A r in te ro , O.P., Juan G ., Inanidad de la contemplación adquirida: La Ciencia Tom ista 29 (1924) p.331-49; 30 (1924) p.5-27. 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Nadie, en efecto, ignora que esos escritos constituyen un m uro de contención y de reacción contra algunas corrientes erróneas de su tiem po, contra falsas doctrinas y contra peligrosas tenden cias místicas, cuyos efectos perniciosos se proyecta ban y palpaban en la práctica de la vida cristiana. Las huellas de esa firm e y esencial reacción se per ciben aún en las páginas de San Juan de la Cruz. Se opuso a esas corrientes deletéreas la autoridad eclesiástica; la reacción juríd ica fue, a veces, drásti ca, y bastaría evocar e l nombre de M elchor Cano para com probarlo. Se opuso también la viva verdad, y en este frente se insertan y destacan los pioneros de la reform a carm elitana. Y así vemos cómo, a modo de saludable contragolpe, salta una fuente de purísim a vida m ística y de lum inosa doctrina, que no sólo es dardo contra los alumbrados, sino tam bién luz que alumbrará para siempre la verdadera Iglesia de C risto. Es obvio que no podemos detenernos a hacer un 3 estudio detallado de ese cuadro h istórico, n i ver en él la causa adecuada de la obra de San Juan de la C ruz; lo que él pretendió de inm ediato fue enseñar y sólo incidentalm ente com batir los errores. Nos lo dice abiertamente en el prólogo de Subida. Sin embargo, el enclave de su vida y de su obra en el contexto h istórico nos ayuda a comprender m ejor su enseñanza, especialmente en la cuestión que hemos elegido como tema del presente estudio. E l D octor M ístico, en efecto, reaccionando contra las corrientes de un m isticism o vago y sentim ental, enseñó intrépidam ente que la fe es el medio propio para la unión del alma con D ios; la fe con todas sus consecuencias, la fe desnuda, la fe en austeridad y obediencia intelectual .j A este propósito dice el P. Crisógono de Jesús Sacramentado: «E l medio de hacer reaccionar contra esas inclinaciones y doctri nas era g lo rifica r la fe, que se opone a la visión; hacer de ella el medio único para alcanzar e l más alto grado de unión m ística; ponerla sobre toda v i sión y revelación; exclu ir de la m ística la visión fa cial» E l contexto h istórico descubre este aspecto de la doctrina sanjuanista como réplica a las tendencias confusas, que tenían raíces, ta l vez, en las teorías averroístas y en la m ística árabe, y que se habían estimulado mediante la ambigua interpretación de autores espirituales de Flandes y del R hin, cuyas obras fueron traducidas y penetraron hondamente en la península Ibérica. La m ejor réplica consistía en poner de m anifiesto la ín tim a y auténtica vena v ita l de la fe , cuya fuerza saludable y u n itiva se halla glorificada en la Sagrada Escritura y se en carna en la Iglesia, animada por el E sp íritu . E l hu- 1 Crisógono de Jesús Sacramentado, San Juan de la Cruz. Su obra científica y su obra literaria v o l. l (Madrid 1929) p.327. 4 m ilde so lita rio de D uruelo fue un instrum ento sin gular de D ios para desenmascarar los errores y para ilum inar los caminos espirituales con la luz intensa de un m agisterio excepcional. Pero el cuadro h istórico nos perm ite descubrir aún o tro aspecto más am plio y mucho más s ign ifi cativo para el bien de la vida de la Ig lesia: nos ha llamos en la segunda m itad del siglo x v i, en los años que siguen a la gran crisis de la Reforma, cuan do serpean los errores de los ‘novadores’ ; nos ha llamos, por otra parte, en plena reform a tridentina. Situando la obra de San Juan de la Cruz en esa perspectiva eclesial, en ese momento h istórico de la Iglesia, adquiere su profundo va lor y su enclave exacto. H e aquí cómo el P. Bruno de Jesús M aría enju i cia este aspecto: «Fr. Juan lucha con el amor, no con el fuego. A raíz del e rror de M artín Lutero , se nota un apeti to desordenado por los gustos sensibles de la gracia, una perversión de la m ística de Taulero que lleva a la desesperanza de no ser nunca amigo de D ios, a buscar la salvación en una fe-confianza que salva sin las obras, que v iv ifica la caridad. Juan de la Cruz opone a este cristianism o corrom pido la integridad de la vida sobrenatural y su obra suprema de transform ación y de unión de amor con D ios. Suplica con el ejemplo y con la palabra no detenerse nunca en el sentido que engaña, sino en tregarse a la fe pura, la fe viva, inform ada por la caridad y que opera por e lla ; la fe , único medio proporcionado a la unión viva con D ios. E l ilum i- nismo herético de los alumbrados, condenado por prim era vez en 1568, no pudo tropezar con mayor adversario que el D octor de los M ártires, aquel ver- 5 dadero Pobre que se inm ola obedeciendo hasta la muerte de cruz» 2. Apreciaciones sim ilares se pueden hallar en otras obras: verbigracia, en la del P. Luis de la T rin idad, que destaca la im portancia de la doctrina de San Juan de la Cruz en la h isto ria de la Iglesia, a tribu yendo a su enseñanza sobre la fe-medio de unión un peculiar va lor no sólo doctrina l, sino también h istórico 3. Por el va lor doctrina l ha sido considera do digno del títu lo de doctor de la Iglesia. 2. L A D O C T R IN A Y LAS FUENTES E l D octor M ístico contaba, si duda alguna, con una buena preparación intelectual para la creación de su obra. En primer térm ino, y como fundamen to , sus estudios teológicos en la Universidad de Salamanca en el momento de la gran renovación tom ista, iniciada a fines del siglo xv y llevada a madura sazón por Francisco de V ito ria . Fijémonos en los años en que Juan de San Matías sigue a llí los cursos de filoso fía y teología: 1564-68. En el aula de teología tuvo como profesor a M ancio de Corpus C hris ti, que explicaba la tercera parte de la Suma de Santo Tomás. La huella de la teología escolástica quedó honda mente grabada en San Juan de la Cruz, como lo atestigua e l prólogo a Cántico espiritual. N o sólo aprendió una técnica segura4, sino también echó en su mente los cim ientos doctrinales— los p rinc i pios— que después desarrollará en su obra, aplicán- 2 Bruno de Jésus-M a r ie , Saint Jean de la Croix (París, Pión, 1929) p.94 {San Juan de la Cruz (Madrid, Fax, 1943) p.121]. 3 Cf. Louis de la T r in it é , Le docteur mystique (París 1929). 4 Cf. Bruno de Jésus-M arie , o .c., p.42. 6 dolos al campo de la m ística. De ahi proviene, como ha advertido dom Chevalier, la radical conform idad de su doctrina con la del D octor Angelico. Además de los estudios de teología escolástica — que no hay que lim ita r exclusivamente a Sala manca— , contaba tam bién con una exquisita pre paración en el campo de la lite ra tu ra m ística. Apa recen vestigios en su obra; por ejemplo: del Pseu- do-D ionisio, de San Agustín, de San G regorio Mag no. La Im itación de C risto debió de ser su lib ro de cabecera. Y también los autores de la escuela rena- no-flamenca, de los que tomó elementos varios, que luego transform ará su genio y su experiencia. Los enumera el P. Crisógono: la doctrina del «toque» y la de la «advertencia sencilla y amorosa» se hallan en las obras de Ruysbroeck; la del «fondo del alma» y de la fe «desnuda y sencilla», lo mismo que la de las «señales» que indican el «paso» de la m edi tación a la contemplación, pudo tomarlas de Taule- r o 5. E xistía en España una versión la tina de Taulero, hecha por Surio, y también una española, publicada en Coim bra, 1551. Igualm ente, Ruysbroeck fue ver tido por Surio al la tín , 1552, haciéndolo accesible. Innumerables autores más se citan, de los que recibió, quizá, menos in flu jo ; no consta ciertamente que leyó a San Bernardo6; ta l vez, a D ionisio el Cartujano, a H erp y a Gersón, y , más probable mente, a sus coetáneos Osuna y Bernardino de La- redo. Y no debemos o lv idar a Santa Teresa, madre e h ija espiritua l del D octor M ístico. En cuanto a las citas explícitas o im plícitas de esos autores, conviene tener en cuenta lo que ano ta el P. Bruno de Jesús M aría, y que entraña par ticu la r im portancia a la hora de e m itir un ju ic io 5 C f. Crisógono de Jesús Sacramentado, o .c., I p.29s. 6 Cf. ib id ., p.45s. 7 7 de valor doctrina l, en especial en el tema que es objeto de nuestra pesquisa; alude el P. Bruno a la ‘a fin idad’ y uso de los m ísticos del R hin y de Flan- des, que es asunto de relieve en San Juan de la Cruz: «Ruysbroeck no ha d istinguido tan bien como Santo Tomás el orden sobrenatural del orden pu ramente natural. La teología de San Juan de la Cruz es muy d is tin ta y ¡cuánto más fie l a Santo Tomás de A quino! No ha recibido, a través de la teoría agustiniana de la imagen de la T rin idad en el alma, aquellas influencias platónicas que encontramos en Ruysbroeck. Según él, para que el alma se una a D ios, no solamente debe ser purificada la naturale za por la gracia, sino que debe estar radicalmente levantada, y la obra de la unión depende toda ente ra de las energías esencialmente sobrenaturales de la fe viva» 7. E l mismo autor anota en o tra ocasión que Ruysbroeck otorga s itio ‘ interm edio’ en el alma a la gracia, las virtudes y los dones, pero en San Juan de la Cruz son precisamente ésos los medios que integran y realizan la unión con D ios. La dis tinción entre «unión sin interm ediarios» y los «me dios de unión» coloca inmediatamente a San Juan de la Cruz en la línea propia de la teología de Santo Tomás, aprendida en la Universidad de Salamanca. Es un punto que entra de lleno en nuestra perspec tiva , pues queremos tra ta r de la fe como «medio de unión» del alma con D ios. Aparte estas dos fuentes, más bien extrínsecas, es cierto que intervienen otros elementos en la arqui tectura del sistema m ístico de San Juan de la Cruz: el estudio de la Sagrada E scritura en general, y es pecialmente del Evangelio. Cuán hondo caló la B i b lia en é l, lo testifican sus escritos. Luego, la expe- 7 7 O . C . , p.348. 8 rienda. Y no nos referim os a la experiencia ajena, conocida a través de los lib ros, sino a la experiencia propia, tanto personal como derivada de la dirección de almas. Tocamos así uno de los aspectos más tí picos de su obra, que no es un tratado de especu lación m ística, sino un testim onio: el testim onio de la experiencia. D iríase que la teología le brindó los princip ios y que los autores espirituales le ofre cieron frases talladas y m ateria lite ra ria para cons tru ir una obra nueva, o rig ina l y robusta, basada en la propia experiencia. Una experiencia honda de la realidad sobrenatural que se comunica al alma, una experiencia de v ita l participación en la vida íntim a de la Santísima T rin idad, una experiencia, en fin , de la fe como «medio de unión» con D ios. Teniendo, pues, todo esto a la vista, nos situa mos ante un grave problema: he aquí que se nos presenta, en form a de testim onio de una gran v i vencia m ística, la cuestión teológica de la fe como «medio de unión». ¿Qué es esta realidad sobrena tu ra l tanto en su condición ontològica— participa ción de lo d ivino— como en su dinamismo psicoló gico? ¿De qué manera echa raíces en el alma, cómo obra en ella, cómo se realiza esa simbiosis del en tendim iento humano con la luz divina? H e aquí el campo que vamos a explorar, la pre gunta abierta para descubrir el va lor v ita l y expe rim enta l de una categoría teológica. H e ahí el inc i tante tema de nuestro trabajo. 9 3. TE M A D E E S TU D IO . D IF IC U LT A D E S Y M E TO D O D E TR ABAJO Tenemos a mano las Obras completas del D octor M ístico. E ntre ellas destaca— y ahí se va a centrar nuestro estudio— la famosa tetralogía: Subida - No che oscura - Cántico - Llama. N o consta con exactitud la fecha en que estos l i bros fueron redactados 8. Pero sí es seguro que con tienen dentro, y de modo muy explícito , una rica doctrina sobre la fe como «medio de unión» del alma con D ios. Para la elección del tema ha sido determ inante el sondeo de esa obra y su encuadre en el marco h istórico . De lo que vamos diciendo se induce ya que, para el estudio del tema de la fe en San Juan de la C ruz, partim os del documento-testi monio de su obra. Un documento, por otra parte, que refle ja la form ación científico-teológica del Doc to r M ístico; aunque su p rincipa l va lor está en el testim onio de la propia experiencia, esto no obsta para que lo exprese m agisterialmente en un lenguaje escolástico-místico y use térm inos y conceptos co munes en teología. Pero en él se puede captar la viva y v ita l realidad de la fe , su dinamismo in tra - intelectual, sus consecuencias y efectos en el camino 1 «El orden cronológico de las obras de San Juan de la Cruz no se conoce bien, y ello se debe, a mi parecer, al hecho de que las dos p ri meras quedaron inacabadas» (G a b r ie l d e San ta M a r ía M a g d a le n a , San Giovanni della Croce, Dottore dell’Amore D ivino [Firenze 1937] p.15). En lo mismo insiste Baruzi con sobrada razón, pues ese hecho nos ha privado de partes tan capitales como las prometidas sobre la contem plación y la «inteligencia oscura»; cf. J. B a r u z i, Saint Jean de la Croix et le problème de l ’expérience mystique (Paris 1924). Por su parte, e l P. Efrén de la Madre de Dios (San Juan dela Cruz y el misterio de la Santísima Trin idad en la vida espiritual, Zaragoza 1947) dispone así la cronología de las obras mayores del Doctor Místico: Subida: 1579-85, en Beas (E l Calvario), Baeza y Granada; Cántico (1.* redacción): 1584, en Granada; Noche: 1583-85, en Granada; Llama (1.» redacción): hacia 1586, en Granada; Cántico (2.a redacción): ha cia 1590-91, en Segovia; Llama (2.a redacción): 1591, en La Peñuela. Parece eme se inspira en la cronología propuesta por el P. Silverio de Santa Teresa, editor principal de las obras de San Juan de la Cruz. 10 de la unión con D ios. Por tanto, la elección de tema de nuestro estudio recae sobre un testim onio v ivo . A continuación trataré de averiguar qué se puede sacar, a un n ive l de teología científica, acerca del concepto o noción de fe y qué propiedades y funcio nes tiene. M i trabajo va a consistir, por consiguiente, en el análisis de los textos, con el fin de establecer su va lo r fo rm al; es decir, e l contenido doctrina l que anida en ellos. Toda la prim era parte está dedicada al análisis textual. Y ya se prevé que, jun to a va liosos descubrim ientos, tropezaremos tam bién con serias d ificultades. No me refie ro a los problemas estrictam ente textuales y críticos— de los que ha blaremos más abajo— , sino a la d ificu ltad prove niente del estilo del texto que es objeto de nuestro estudio. Las obras de San Juan de la Cruz pertenecen a un género lite ra rio único. N o son tratados especu lativos. Tienen carácter, como ya observamos, de testim onio experim ental y pretenden servir de guía en los caminos del espíritu. E l santo autor, para desembarrar e ilum inar esos caminos, u tiliza la ‘poe sía’ y el ‘com entario’ . Para la lectura de las obras de San Juan de la Cruz, Baruzi propone como clave la hipótesis de que están estructuradas en torno a un eje: la inspiración lírica , de la que parte, ani mando toda la obra, la línea estructu ra l9. Sin en tra r aquí en la discusión baruziana, hay que adm itir al menos, a la vista de los textos, que el elemento poético juega un papel im portante, sobre todo en Càntico, que es un comentario a un extenso poema. En cambio, en Subida y Noche prevalece el comen ta rio explicativo del poema, que viene a ser como • C f. O.C., p.19. 11 el germen de ambas obras. Por otra parte, e l Doc to r M ístico no siempre se ciñe con exactitud al poema en la exposición. N o englobamos en este ju i cio estim ativo, claro está, la obra en sí, en la que b rilla siempre una coherencia intrépida e incompa rable y un desarrollo lógico sin fisuras desde el ci m iento al alero. Incluim os en él únicamente la no estricta correspondencia comentario-poema, la biva lencia de las estrofas y, por supuesto, muchos deta lles lingüísticos. H ay que tener en cuenta que se tra ta de escritos encaminados a un fin práctico, no a un fin meramente especulativo. De ahí deriva que las palabras y las expresiones adquieren en cada instante un sentido concreto, válido para la fina lidad prim ord ia l, pero menos válido para la otra. Por eso, el prim er escollo que hay que salvar en el análisis es el de precisar el sentido exacto de una palabra, de una idea o de una expresión en el caso concreto y en el contexto general: averiguar si es unívoco o es diverso. Bajo este arco de precisión caen especial mente los princip ios o axiomas de la filoso fía y de la teología escolástica, usados por San Juan de la Cruz: ¿los usa en el sentido preciso y conocido que tienen en esa filoso fía y en esa teología, o en o tro muy peculiar suyo? Tropezaremos durante el aná lis is con este problema. Por ejemplo, cuando leamos ‘sustancia’, ‘esencia’, ‘potencia’, ‘m edio’ y otros mu chos vocablos técnicos. Añadamos aún que el D octor M ístico pretende explicar la experiencia m ística empleando un méto do descriptivo. En la descripción abunda el vocabu la rio escolástico, quizá atribuyéndole a las palabras un significado con matices nuevos. Por consiguiente, los análisis se llevarán la mayor y más larga parte de nuestro estudio, deteniéndonos 12 a veces y extendiéndonos en el examen de una pala bra o de una frase. Sólo así será posible llegar a la comprensión to ta l del sistema de San Juan de la Cruz. En cuanto a esto, me parece oportuno notar que no se puede investigar su doctrina sobre la fe vista ésta en so lita rio o aislada. Entendámonos: no sólo en sentido de aislar la fe y considerarla separada — cosa absurda, ya que siempre habla de la fe viva, que, obrando por la caridad, une a D ios— , sino tam bién en sentido de problema desgajado de todo el conjunto doctrina l. H ay, es cierto , ocasiones en que trata más ex professo de la fe. Pero aun entonces no la aísla para someterla a un examen especulativo. Por lo común, el problema va en compañía de los demás que surgen en to rno a la vida m ística. Por e llo debemos buscar la noción de fe en el conjunto del sistema, sin perder de vista los complejos ele mentos que lo integran. Sólo así se podrá arribar a una conclusión, con cretándonos ya a la fe, a su índole y a sus funciones. Pero no pensemos n i imaginemos que el D octor M ístico nos va a dar un tratado completamente ela borado sobre esta v irtu d , no; él la profundiza y des cribe principalm ente en su aspecto u n itivo . A quí al canza una precisión y una perfección admirables. Las otras cuestiones que de ord inario se estudian en los tratados de la fe no las expone, porque las da por supuestas o, a lo más, haciendo leves indica ciones. Tal es, pues, el tema preciso de nuestro estudio y ta l la intención y el método con que vamos a ela borarlo. Por aquí se verá tam bién a qué paso hay que caminar. Será lenta y sucesiva la faena ana líti ca, en orden a fija r prim eram ente el va lor textual y doctrina l, y luego a descubrir el p e rfil propio de 13 la m ateria analizada. La exploración sucesiva y pro gresiva nos conducirá a unas conclusiones últim as, que irán aflorando en el camino y habrá que ir sub rayándolas antes de la síntesis fin a l. Dedico este trabajo a la Bienaventurada V irgen M aría, y le rue go lo reciba benignamente como homenaje filia l. 4. E L PR O B LE M A T E X TU A L. B IB L IO G R A F IA Voy a usar en m i trabajo la edición crítica de las obras de San Juan de la Cruz, hecha por el P. Silve- rio de Santa Teresa. Pero conviene inmediatamente advertir que des de hace ya muchos años existe una disputa crítica, aún no apagada, sobre la autenticidad de los textos sanjuanistas, en especial sobre Cántico. La disputa surgió a raíz de la edición de Obras completas del Santo, preparada por el P. Gerardo de San Juan de la Cruz, que apareció en 1912 e incluyó un texto de Cántico tomado del m anuscrito llamado B. Dom Chevalier negó la autenticidad sanjuanista del códi ce B, sosteniendo que el único texto auténtico era el del códice A . A l texto B se le conoce también con el nombre de «códice de Sanlúcar de Barra- meda» 10. La diferencia entre uno y o tro es notable y con siste en variantes de consideración; por ejemplo: el texto B es más extenso que el texto A ; en éste sólo hay 39 estrofas, m ientras en e l o tro las estrofas son 40, lo que obliga a enumeración d is tin ta en las siguientes, etc. Según dom Chevalier, e l texto B no es de San 10 Véase, por ejemplo, Ph il ip p e C h e v a l ie r , he «Cantique spirituel» interpolé: serie de artículos en «La V ie Spirituelle» (1926-30). 14 Juan de la Cruz, sino de algún discípulo suyo, que habría m anipulado el texto A , es decir, e l único auténtico. Siguió esta opinión J. Baruzi en su gran obra, varias veces citada, añadiendo parecidas objeciones contra la autenticidad de Llama B. En contra de las hipótesis de Chevalier y Baruzi reaccionaron numerosos carm elitas, especialmente el P. S ilverio de Santa Teresa y el P. G abriel de Santa M aría Magdalena, que defienden la autenticidadsanjuanista de Cántico B. Las anotaciones margina les del códice A indican una reelaboración del texto, que term inará dándonos una redacción nueva: la de Càntico B. La crítica carmelitana ha continuado trabajando en to rno a la cuestión, defendiendo siempre la auten ticidad del texto B. En la nota b ib liográ fica se po drán ver algunas referencias a estudios sobre el par ticu la r. Más recientemente, e l P. Juan de Jesús M a ría ha intentado resolver en profundidad y en raíz el problema, a favor de la opinión de su escuela 11. Desde un punto de vista práctico, vamos a seguir en nuestro estudio la solución que nos parece justa: utilizarem os la edición de las obras de San Juan de la Cruz hecha por el P. S ilverio de Santa Teresa, que incluye ambos textos, el A y e l B. Cuando lle gue el caso, procuraremos usar sólo aquellos pasajes que son comunes a una y a otra redacción, y , caso de haber alguna variante, la anotaremos expresamen te. De este modo podremos estar seguros de re fle ja r e l pensamiento genuino del D octor M ístico. Digamos tam bién algo de la b ib liogra fía . Y lo prim ero es que, en su gran mayoría, los estudios 11 Cf. J u a n d e J e s ú s M a r ía , E l valor critico del texto escrito por la primera mano en el códice de Sanlúcar de Barrameda. Las anotacio nes del códice de Sanlúcar, ¿son de San Juan de la Cruz?: Ephemerides Canneliticae 1 (1947) p.313-66. 15 15 abarcan la to ta lidad de la obra de San Juan de la Cruz: en una vision de conjunto, e l tema de la fe se trata muy en general. O tra serie de estudios ha ahondado especialmente en el problema de la con templación y sus derivados: infusa o adquirida, ín dole de una y otra. O sea, que el tema de la fe se estudia bajo un aspecto particu la r o simplemente se da por supuesto. M i intención es abordar el estudio de la fe en la obra del D octor M ístico, procurando precisar su m eollo y su contorno. Existe una monografía sobre el tema concreto, la del P. Labourdette 12, pero lo que este autor pone de relieve es el conocim iento m ístico. Por tanto, ve la fe en su dimensión funcio nal, in tervin iendo en la contemplación. M i propósi to apunta, más bien, a la fe en sí, o sea, a su dimen sión ontològica. ¡O jalá que, con la ayuda de D ios, logre m i in tento! Permítaseme una palabra ú ltim a , una palabra de g ra titud al P. Reginaldo Garrigou-Lagrange, que ha d irig ido m is pasos con su sabiduría y experiencia. 12 Cf. M . L a b o u r d e tte , La fo i théologale et la connaissance mystique d'après Saint Jean de la Croix: Revue Thomiste 42 (1936) p.593-629; 43 (1937) p .16*57 y 191-229. 16 16 PRIM ERA PARTE A N A L I S I S I. «SUBIDA DEL MONTE CARMELO 1. M E D IO D E U N IO N A quien se adentra en la lectura de Subida bus cando lo que San Juan de la Cruz dice de la fe, quizá lo que más le sorprende a prim era vista es la reiteración con que la llam a ‘medio de unión ’ del alma con D ios. Este modo de d e fin ir o de expresar la función propia de la fe, tan perceptible en Subida, se enra rece en Noche oscura y desaparece casi por comple to en Cántico espiritua l y en Llama de amor viva. Diríase, anota el P. Bruno, que el D octor M ístico quiso destacar en las dos primeras partes de su te tralogía lo sobrenatural creado de las virtudes teo logales y de los dones, m ientras en las dos restantes se preocupó de poner en relieve lo sobrenatural in creado Por consiguiente, e l h ilo conductor de Subida es la fe como medio de unión, tema que expondrá de muy diversas maneras. Para comprender m ejor este hecho textual, va mos a seleccionar, entre los numerosos pasajes que repiten la misma idea, algunos de contenido más sign ifica tivo : a) Repite frecuentemente esa idea con máxima sencillez hablando de la fe : «La fe es medio para u n ir el alma con D ios». b) N o es tampoco raro que diga lo mismo en expresiones equivalentes, como cuando enseña, ver- 1 C f. B r u n o de Jé s u s -M a r ie , Saint Jean de la Croix (París, Pión, 1929) p,270 [San Juan de la Cruz (Madrid, Fax, 1943) p.334]. 19 19 bigrada, que por la fe e l alma se aproxima o d irige a la unión con D ios; «acercarse a la u n ión » 2, «en derezar [ . . . ] e l alma en fe a la d ivina unión» 3, «ca m inar por la fe » 4, « ir» o «subir por la fe » 5. Lo mismo parece expresar con las palabras que usa a tri buyendo a la fe la función de «guía» para la unión é. c) O tras veces ese puro medio— la fe— aparece adornado con algún adjetivo, de valor más bien l i te rario y poético que filosó fico y exegético. Así, por ejemplo, cuando llam a a la fe «el adm irable me dio» 7, o le da sim ilares ca lificativos. d) M ayor atención exigen otros pasajes, tam bién abundantes, en los que la adjetivación de «me dio» supone, en el lenguaje teológico, de ord inario, un va lor conceptual determ inado. En esos casos es menester aplicar al texto en cuestión un c rite rio exegético. De este tip o son, entre otros, los textos siguientes: «Fe es medio próxim o para subir a la unión de D ios» 8; «la fe es propio y acomodado medio para la unión de D ios» 9; «la fe es el próxim o y propor cionado medio al entendim iento para que el alma pueda llegar a la d ivina unión del amor» 10; «la fe es sola el próxim o y proporcionado medio para que el alma se una con D ios» 11 ; «la fe es medio pró xim o para ir adelante» 12, donde, según se deduce del contexto, la expresión «adelante» no significa otra cosa que «hacia la unión»; «la fe es legítim o 2 Subida I I 4,6. 3 Subida I I 26,11. 4 Subida I I 1,1. s Subida I I 1,1; cf. ib id ., I I 29,5. 6 Subida I I 3,6; cf. ib id ., I I 4,2; I I 1,1; I I 4,3. 7 Subida I I 2,1. 8 Subida I I (títu lo del lib ro). 9 Subida I I 8,1. 10 Subida I I 9 (títu lo ). n Subida I I 9,1. i 2 Subida I I 24,8. 20 20 y próxim o medio para la unión de D ios» ’3, donde «medio legítim o», si se examina atentamente el tex to íntegro del capítulo, significa «medio justo». En fin , todavía hallamos otra expresión de este tip o , única y aislada, en Noche oscura: «Caminar en oscura y pura fe, que es propio y adecuado medio por donde el alma se une con D ios» u . Se tra ta , ciertamente, de calificaciones usuales en la filoso fía escolástica. Pero por esa misma razón, antes de aseverar o establecer nada a p rio ri, debe mos averiguar su exacto sentido en cada caso. Por esta vía sería factib le pasar a saber cómo el D octor M ístico u tiliza la term inología escolástica y cómo en su obra se entrecruzan elementos filosóficos con elementos descriptivos y poéticos con el fin de mos trarnos, de un modo muy sugestivo, los efectos de la profunda experiencia m ística. Digamos, pues, de inm ediato: en los ú ltim os pa sajes que hemos citado, los adjetivos no desempe ñan un papel meramente de ornato lite ra rio , sino que sirven para determ inar m ejor la función de la fe como medio de unión del entendim iento con D ios. Así, pues, e l alcance de estos adjetivos, ta l como se desprende de la lectura de los textos, nos brinda un prim er rastro lum inoso para penetrar en la naturaleza ín tim a de la fe. Mas, por o tra parte, esos textos no siempre m anifiestan la razón su fi ciente de por qué se da a la fe un ca lifica tivo aquí, y a llí o tro . Evidentem ente, el D octor M ístico no destinó sus escritos a las pesquisas de los investiga dores, y menos aún de los doctores o de los estudio sos críticos; los destinó principalm ente a las almas contem plativas, con el afán de encaminarlas a la » Subida I I 30,5. 14 Noche oscura I I 2,5. 21 21 unión con D ios, como puede verse en el prólogo a Subida. Si, por consiguiente, tuviésemos que elegir algún texto-clave para nuestras pesquisas, nos fija ríamos en Subida I I 8. Y no en balde, ya que él nos mete en el corazón de nuestro tema. En rea li dad, en los capítulos 8 y 9 de Subida I I , que expo nen una doctrinapositiva de la fe , se ve manar un p rinc ip io cuyo radio de acción abarcará todo el sis tema sanjuanista. De manera análoga, en el mismo lugar aparece indicada con ejemplos, y a continua ción teológicamente explicada, la noción de «me dio»: «Es, pues, de saber que, según regla de filoso fía , todos los medios han de ser proporcionados al fin ; es a saber, que han de tener alguna conveniencia y semejanza con el fin , ta l que baste y sea suficiente para que por ellos se pueda conseguir el fin que se pretende» 15. Tenemos en este texto algo a modo de d e fin i ción: e l medio proporcionado debe poseer todas aquellas cualidades que se requieren para conseguir el fin o lo hagan posible al que tiende a él. Ahora bien, no se trata de cualesquiera cualidades cuya propiedad esencial, determ inada por el fin mismo, consiste en hacer al medio ‘proporcionado’, ‘aco modado’. En este sentido, leemos en el mismo ca p ítu lo : «medio acomodado» para obtener e l fin 1A; «para que por ellos se pueda conseguir el fin » de ben ser suficientes; « ta l que baste y sea suficiente». Por lo tanto, es obvio que las exigencias del fin , tomado objetivam ente, se imponen a ta l medio y queda determ inado por las mismas. Y ya que las referidas cualidades se designan como «conveniencia y semejanza con el fin » , es ne is Subida I I 8,2. « Subida I I 8,1. 22 22 cesano averiguar su ú ltim a razón de ser, prosiguien do el análisis del texto hasta que veamos claro cuá les constituyen ese medio de unión con D ios. Los ejemplos, sin embargo, que hemos aducido hasta ahora, no siempre incluyen con precisión to das las cualidades reseñadas. Esto es evidente sobre todo en el prim er ejemplo: quien desea ir a una ciudad determ inada debe caminar por ta l vía, y no por o tra ; o sea, por la que lleva a esa ciudad. Ciertam ente, podemos hallar en este ejemplo la razón de cierta «conveniencia» o proporción entre medio-vía y fin-ciudad; pero ¿en qué sentido la ra zón de «semejanza»? E l o tro ejemplo evidencia m ejor todos los requi sitos. Se tra ta de un ejemplo muy clásico: «Hase de jun ta r y u n ir el fuego con el madero: es necesario que el calor, que es el medio, disponga el madero prim ero con tantos grados de calor, que tenga gran semejanza y proporción con el fuego». Por consiguiente, la transform ación del madero en fuego se obtiene mediante el calor, ya que éste, por su propiedad esencial, dispone el madero para que tome form a de fuego. Pero esto no ocurre si el calor no alcanza determ inado grado; a saber, que sea capaz de transform ar el madero en brasa. En este ejemplo se ve óptim am ente la razón de proporción, lo mismo que la razón de semejanza. ¿Qué sacamos, pues, en lim p io de estos ejemplos sobre el medio proporcionado? Cuando el D octor M ístico habla del «medio», parece que está intuyendo una realidad; más aún, su naturaleza respecto al fin , y que se pregunta por las cualidades de esta realidad, y que postula para ella ta l índole, que la haga intrínsecamente propor cionada al logro del fin . De todo e llo puede inducirse la siguiente conclu- 23 23 sión: se llam a medio proporcionado al que, por su propia naturaleza, es suficiente para conseguir el fin .\ Esto es, en efecto, lo que lo define: lo que le es propio y tiene dentro— quod est in re— , como el rum bo en el camino y el poder calentar y quemar en el fuego, en orden a la consecución del fin . Sólo e l «medio proporcionado» goza de ese p ri vileg io , que es lo que explica plenamente su razón denser. E l resto de los adjetivos, no. Sin embargo, e l D octor M ístico los usa de mane ra sustitu tiva unas veces y de manera completiva otras. Así, por ejemplo, en el mismo texto de 5«- líid a I I 8, un poco más abajo, emplea la expresión «medio propio» para decir lo mismo, o sea, la fuer za innata del calor para transform ar el madero en fuego. Ateniéndonos a las palabras, no es igual decir «medio propio» que «medio proporcionado», ya que el prim ero significa que, entre otros muchos in capaces de conducir al fin , sólo é l es capaz; el se gundo añade y nos aclara el m otivo por e l que es único: la proporción. Esto es lo que se desprende del análisis del tex to sanjuanista. Sin embargo, se trata en ambos ca sos de expresar cosas m uy parecidas. Y , por lo de más, el D octor M ístico no patentiza la menor pre ocupación por u lteriores distinciones. Baste, pues, también para nosotros, con lo dicho. A lgo parecido sucede en Subida I I 24,8, donde hallamos «medio próxim o»: reviste las mismas con diciones que el «medio proporcionado», expresión usada en Subida I I 8; a saber, la razón de «propor ción y conveniencia», que lo hacen apto y ú til para conseguir el fin . En Noche I I 2 aparece la expresión «medio adecuado»; pero n i la fórm ula n i el con texto en que se halla enclavada añaden nada espe- 24 d a l a lo que ya sabemos. Se trata, a nuestro pare cer, de una expresión que pertenece a idéntica fa m ilia que las anteriores, y la usa para decir lo mismo. Nos queda aún otra fórm ula: «medio legítim o». T a l vez estamos ante un m atiz nuevo. E l contexto en que se halla— Subida I I 30,5— subraya con tra zo más fuerte la oposición de ese medio para la unión con D ios, si justa y adecuadamente d isfru ta de ta l títu lo , a las «palabras interiores», con las que lo compara, que, sin fuerza alguna innata, preten den análoga función. E l D octor M ístico precisa que la ‘hab ilidad ’ de las «palabras interiores» para esa función debe examinarse a fondo y contrastarse con los problemas que derivan y se ven al trasluz de los efectos, para que, finalm ente, se pueda separar bien lo que es apto y lo que es inepto; y, una vez hecha la separación, se verá que son muy insuficientes y muy inferiores al medio legítim o y próxim o, que es la fe. De lo expuesto anteriorm ente, se colige, por tan to , que las adjetivaciones que en los textos del Doc to r M ístico acompañan a «medio» tienen fuerte sa bor a lenguaje escolástico y por lo común intentan p e rfila r la misma idea. Por lo demás, e l análisis se parado de cada caso no arroja reveladores resulta dos. En el texto sanjuanista aparecen los adjetivos uncidos al sustantivo fe. Posteriorm ente, es en ese contexto ideológico donde deben examinarse para que patenticen su pleno y cabal sentido. Los análisis previos nos sirven, sobre todo, para no a tribu irles a p rio ri más de lo que entrañan; y, a la vez, esos análisis nos aproximan a un plantea m iento más cercano de la cuestión .fundam ental; nos perm iten ver, efectivamente, que la fe , en cuan to medio de unión, debe estar dotada de unas cua lidades que la proporcionen suficientemente a la 25 consecución del fin . Estas cualidades deben ser tan peculiares suyas como lo son el rum bo al camino, y el calor al fuego. Tenemos, por consiguiente, aislado un prim er ele mento para d e fin ir la naturaleza de la fe según el pensamiento sanjuanista. 2. «PR O PO RC IO N D E SEM EJANZA» Prosigamos el análisis de Subida I I 8. En la ex plicación de la idea básica parece que el D octor M ís tico ilum ina con mayor claridad que en los dos ejemplos aducidos el sentido de «medio proporcio nado». De pronto , en Subida I I 8,3 introduce una aplicación lum inosa: todo medio, del tip o que sea, ha de u n ir el entendim iento con D ios. Estamos ante el planteam iento directo de la cues tió n de la fe dentro del área de su propia natu raleza: «De donde, para que el entendim iento se venga a u n ir en esta vida con D ios según se puede, nece sariamente ha de tom ar aquel medio que junta con E l y tiene con E l próxim a semejanza». He aquí el punto central lum inoso, en el que las cualidades propias del medio proporcionado m ani fiestan su pleno va lor. Se trata aquí, evidentemente, de medio de unión con D ios, de un medio al que la razón de semejanza le es
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