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La_unción_de_los_enfermos_estudio_histórico_dogmático_Miguel_Nicolau

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HISTORIA SALÜTK 
Serie de monografías' de Teología dogmática 
LA UNCIÓN 
DE LOS ENFERMOS 
Estudio histórico-dogmático 
BIBLIOTECA 
DE 
AUTORES CRISTIANOS 
Declarada de interés nacional 
ESTA COLECCIÓN SE PUBLICA BAJO LOS AUSPICIOS Y ALTA 
DIRECCIÓN DE LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA 
LA COMISIÓN DE DICHA PONTIFICIA UNIVER-
SIDAD ENCARGADA DE LA INMEDIATA RELA-
CIÓN CON LA BAC ESTÁ INTEGRADA EN EL 
AÑO il975 POR LOS SEÑORES SIGUIENTES: 
PRESIDENTE : 
Emmo. y Rvdmo. Sr. Dr. VICENTE ENRIQUE Y TARANCÓN, 
Cardenal Arzobispo de Madrid-Alcalá y Gran Canciller de 
la Universidad Pontificia 
VICEPRESIDENTE : limo. Sr. Dr. FERNANDO ' SEBASTIÁN 
AGUILAR, Rector Magnífico 
VOCALES: Dr. ANTONIO ROUCO VÁRELA, Vicerrector; 
Dr. GABRIEL PÉREZ RODRÍGUEZ, Decano de la Facultad de 
Teología; Dr. JULIO MANZANARES MARIJUÁN, Decano de 
la Facultad de Derecho Canónico; Dr. ALFONSO ORTEGA 
CARMONA, Decano de la Facultad de Filosofía y Letras y 
Vicedecano de la Sección de Filología Bíblica Trilingüe; 
Dr. MANUEL CAPELO MARTÍNEZ, Decano de la Facultad de 
Ciencias Sociales; Dr. SATURNINO ALVAREZ TURIENZO, Vi-
cedecano de la Sección de Filosofía; Dr. CLAUDIO VILÁ 
PALA, Vicedecano de la Sección de Pedagogía; Dr. ENRIQUE 
FREIJO BALSEBRE, Vicedecano de la Sección de Psicología. 
SECRbiAKio Dr. JUAN SÁNCHEZ SÁNCHEZ, Catedrático 
de Derecho Canónico. 
LA EDITORIAL < ATOLICA, S. A. — APARTADO 466 
MADRID • MCMLXXV 
H I S T O R I A SALUTIS 
Serie monográfica de Teología 
dogmática 
COMITÉ DE DIRECCIÓN 
JOSÉ ANTONIO DE ALDAMA, S. I. 
CÁNDIDO POZO, S. I. 
JESÚS SOLANO, S. I. 
L A U N C I Ó N 
DE LOS E N F E R M O S 
Estudio histórico-dogmático 
P O R 
M I G U E L N I C O L A U S. I. 
CATEDRÁTICO DE TEOLOGÍA DOGMÁTICA EN LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA 
DE SALAMANCA 
BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS 
MADRID , MCMLXXV 
(p) Biblioteca de Autores Cristianos, de La Editorial Católica, S. A. Madrid 1975 
NIHIL OBSTAT: J. A. DE ALDAMA, S. I. IMPRIMÍ POTEST: LUIS M. SANZ, S. I „ 
PROVINCIAL. IMPRIMATUR: DR. JUAN C. CALACHE, PROVICARIO GENERAL. SALAMAN-
CA, 26 DE ABRIL DE 1975'. 
Depósito legal M 39029-1975 
ISBN 84-220-0734-7 
Impreso en España. Printed in Spaia 
ÍNDICE GENERAL 
Pdgs. 
PRÓLOGO xnr 
VOLÚMENES PUBLICADOS xv 
PRESENTACIÓN xvn 
SIGLAS PRINCIPALES xix 
BIBLIOGRAFÍA GENERAL xxi 
PARTE PRIMERA 
FUENTES BÍBLICAS DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS 
CAPÍTULO I.—La unción de aceite en la Biblia y el rito de un-
ción en el N . T 5 
I. La unción de aceite entre los pueblos del Antiguo Oriente (n.i). 
II. La unción del aceite en el A.T. (n.2-8): Diferentes usos del 
aceite (n.2-5). En la enfermedad (n.6). Visita de enfer-
mos (n.7-8). 
III. El rito de la unción en Me 6,13 (n.9-10). 
IV. El pasaje de Santiago 5,13-15 (n.11-33): El texto de San-
tiago (n.12-13). Exposición del texto (n.14-27). Objetividad 
del rito (n.28-29). Es diverso del carisma de curación (n.30). 
Rito de efectos próximos (n.31). Rito sacramental (n.32). 
PARTE SEGUNDA 
INTERPRETACIÓN PATRÍSTICA Y LITÚRGICA DE LAS 
FUENTES BÍBLICAS 
CAPÍTULO II.—La interpretación del período patrístico 23 
La escasez relativa de documentos (n.34-36). 
I. En las Iglesias de Oriente (n.37-70).—Los primeros testimo-
nios: San Ireneo (n.37-38), Orígenes (n.39-40), Afraates 
(n.41).—En los documentos litúrgicos primeros: Didaché (n.42). 
La Traditio apostólica, de Hipólito, y documentos conexos 
(n.43-46). El Sacramentarlo de Serapión (n.47-50). Otros do-
cumentos (n.51-52).—Santos Padres del siglo IV (n.53-57): 
San Atanasio (n.53), Dídimo de Alejandría (n.54), San 
Juan Crisóstomo (n.55-57); otros testimonios: Víctor de 
Antioquía (n.58), San Cirilo de Alejandría (n.59), Isaac de 
Antioquía (n.6o), etc. (n.61-69).—Conclusión (n.70). 
II . En las Iglesias de Occidente (n.71-88): Tertuliano (n.71), 
San Hilario de Poitiers (n.72), San Ambrosio (n.73). Tes-
timonios ineficaces (n.74).—El sacramento de la unción, pro-
puesto claramente como tal (n.75-81): Inocencio I (n.75), 
San Agustín (n.76), otros escritores (n.77-81).—La unción 
administrada en la enfermedad (n. 82-86).—En las coleccio-
nes canónicas (n.87).—Conclusión (n.88). 
VIH Índice general 
Pdgs. 
CAPÍTULO III.—En los siglos VII al IX 52 
I. Escritores eclesiásticos de los siglos VII al IX (n.89-98): San 
Eloy (n.89), San Beda (n.90-91), un discípulo de San Teodo-
ro (n.92), Amalario (n.93), Jonás (n.94), Pascasio Radberto 
(n.95-96), Prudencio, Amulo, Haymo (n.97).—Conclusión 
(n.98). 
II. Los estatutos diocesanos en Occidente (n.99-104). 
III. En los concilios particulares (n. 105-109): El documento de 
Inocencio I (n.105). Concilios particulares del siglo ix (n.106-
109). 
CAPÍTULO IV.—La interpretación y la práctica litúrgica 64 
I. Documentos litúrgicos sobre la unción (n. 110-122): La Traditio 
apostólica, de Hipólito (n .no) . Liber ordinum de la liturgia 
mozárabe ( n . m ) . Liturgia galicana (n.112). Sacramentario 
gelasiano (n.113). Sacramentario gregoriano (n. 114-115). Li-
turgia ambrosiana (n. 116-118). Liturgia galicana (n. 119-120). 
Liturgia romana (n.121). Liturgia griega (n.122). 
II. Unciones que no eran sacramento (n.123-130). 
III. Las «conclusiones del primer milenio» (n.131-134). 
IV. El uso de otras unciones (n.135-145): Unción de los penitentes 
(n.135-139).—Unción de los difuntos (n.140-145). 
PARTE TERCERA 
LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS EN LOS DOCUMENTOS DEL 
MAGISTERIO UNIVERSAL Y EN LA REFLEXIÓN TEOLÓGICA 
CAPÍTULO V.—Algunos documentos del Magisterio universal 93 
I. Documentos del Magisterio romano en la Edad Media (n.146-
148). En los teólogos medievales (n.149). 
II. Perspectivas presentes al concilio de Trento (n. 150-164): Los 
reformadores (n.150-167). Lutero (n.150-159). Calvino 
(n.160-164). Los seguidores de Lutero y de Calvino (n.165-
167). 
III. En el concilio de Trento (n.168-173). 
CAPÍTULO VI.—Institución y constitutivos del sacramento 109 
I. La institución del sacramento (n. 174-177): Definición de 
Trento (n. 174-175). Otras declaraciones del Magisterio 
(n.176). Opiniones inaceptables (n.177). 
II. La «materia» y la «forma» de la unción de los enfermos (n.178-
202).—A) La «materia» de la unción de los enfermos (n.179-
197). La materia remota: El aceite bendecido por el obispo 
(n.182-184). La bendición del presbítero (n.185-190). La 
bendición del óleo de los enfermos (n.191-192). ¿Aceite de 
olivas? (n.193).—La materia próxima: Las unciones (n.194-
196).—La constitución de Pablo VI (n.197).—B) La «for-
ma» del sacramento de la unción (n. 198-202). 
Índice general 
Pdgs. 
CAPÍTULO VIL—Efectos y finalidad a que se ordena el sacramen-
to de la unción 125 
I. Soñación (completa) del hombre entero (n.204-224): Sanación 
espiritual (n.204-211).—La sanación corporal (n.212-219): 
Conciliación de la esperanza de sanación corporal con la rea-
lidad de la muerte que frecuentemente se seguirá (n.218). 
Manera de producir la sanación (n.219). Sacramento de los 
que se van: «sacramentum exeuntium» (n.220). ¿Consagra-
ción de la muerte cristiana? (n.221). La fortaleza en el dolor 
de la enfermedad (n.222-224). 
II. Efectos propios y eventuales, efectos primarios y secundarios 
(n.225-228): Diversidad de opiniones (n.227). Sacramento 
de la divina misericordia (n.228). 
III. Conclusiones finales (n.229-230): Momento en que se con-
fiere la gracia (n.231). 
CAPÍTULO VIII.—A quiénes se administra la unción y quiénes la 
administran 144 
I. El sujeto de la unción de los enfermos (n.232-244): Enfermo 
con enfermedad grave (n.232). Razones del Magisterio y de 
la tradición (n.233-234). Razones de congruencia (n.235). 
Disposiciones en el sujeto (n.236).—Cuestiones complementa-
rias (n.237). Cuántas veces puede recibirse la unción de los 
enfermos (n.238-239). La unción en la muerte aparente 
(n.240).—La necesidad y la obligación de recibir el sacramen-
to (n.241-244): No es de necesidad de medio (n.241). No es 
de necesidad de precepto grave (n.242). Obligación de los 
familiares (n.243). Reviviscencia de la unción (n.244).II . Ministro del sacramento (n.245-265): Los presbíteros de la 
Iglesia (n.245-249). Los documentos antiguos y del Magiste-
rio (n.246-247). La unción administrada por varios sacerdo-
tes (n.248-249).—Por qué basta un solo ministro (n.250-252): 
Examen de Sant 5.I4S (n.250). La práctica posterior de la 
Iglesia (n.251-252).—¿Podría un diácono u otro ministro in-
ferior administrar la unción de los enfermos? (n.253-260): El 
dictamen de los teólogos (n.254-255). El concilio de Trento 
(n.256). Crítica de algunas opiniones (n.257-260).—¿Podría 
un sacerdote, en ausencia de otro presbítero, administrarse a sí 
mismo la unción? (n.261-264): Razones en favor (n.261). 
Razones en contra (n.262-263). Los autores (n.264).—Obliga-
ción de administrar la unción (n.265). 
PARTE CUARTA 
LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS EN LA PERSPECTIVA 
Y PROBLEMÁTICA MODERNA 
CAPÍTULO IX.—En los documentos del Vaticano II y de Pablo VI. 171 
I. La unción de los enfermos según el Vaticano II (n.266-279). 
índole general de los sacramentos (n.267-271): Carácter social 
y didáctico (n.267-269). En el marco del misterio pascual 
X Índice general 
Pdgs. 
(n.370). La presencia de Cristo en el sacramento (n.271). El 
nombre de «uncióa de los enfermos» (n.272-273). Orden en 
la administración de los sacramentos (n.274-275). El número 
de las unciones (n.276-277). Repetición de la unción en la 
misma enfermedad (n.278).—Resumen (n.279). 
II . La constitución «Sacram unctionem tn/irmorum» (n.280-289): 
Continuidad con Trento (n.283-286). La acomodación a los 
tiempos y naciones (n.287-288). El número de las unciones 
(n.287). Aceite de procedencia vegetal (n.288). El nuevo 
«Ordo» (n.289).—Resumen (n.290). 
CAPÍTULO X.—El nuevo «Ordo» o «Ritual de la unción» 187 
I. El nuevo «Ordo» (n. 291 -300): La introducción general (n.291-
292). Cuándo se debe administrar la unción (n.293). El mi-
nistro de la unción (n.294). P a r a ^a misma unción (n.295). 
El viático (n.296). El rito continuo (n.297). Ministerios con 
los enfermos y adaptaciones del rito (n.298). La pastoral de 
los enfermos (n.299-300). 
II. El rito de la unción (n.301-316): La preparación (n.301). Ritos 
iniciales (n.302-303). Acto penitencial, lectura bíblica y ora-
ción (n.304). La unción (n.305-309). La unción, celebrada co-
munitariamente (n.310). Dentro de la misa (n.311). En una 
gran asamblea de fieles (n.312-313).—Pastoral de enfermos 
(n.314-316): El viático en la misa (n.314), fuera de la misa 
(n.314). Rito continuo de la penitencia, unción y viático 
(n.315). La recomendación del alma (n.316). 
CAPÍTULO XI.—Dimensión ecuménica en la unción de los enfer-
nos 202 
I . Opiniones de los orientales sobre la unción (n.317-330): Puntos 
de convergencia entre orientales y católicos (n.3i8). Dife-
rencias doctrinales entre orientales y católicos (n.319-324). 
El efecto principal del sacramento (n.319). Quién puede re-
cibir el sacramento (n.320). Cuántas veces puede recibirse 
la unción (n.321). El número de los ministros (n.322-324). 
Diferencias disciplinares o ceremoniales (n.325).—Despue's 
del Vaticano II (n.326-330). 
II. En la Iglesia anglicana (n.331-341): En los tiempos anterio-
res (n.331-332). En los tiempos recientes (n.333-334). Co-
mentarios (n.335-338). En los tiempos últimos (n.340-341). 
CAPÍTULO XII.—El cristiano ante la enfermedad 222 
La enfermedad es un hecho (n.342-343).—El orden providen-
cial (n.344-350): Valores de la enfermedad (n.344). El Padre 
nos educa (n.345). El ejemplo de Jesucristo y la asociación a 
sus pasiones (n.346-347). Ejercicio del sacerdocio común 
(n.348-349). Valores de la cruz (n.350).—Jestís de Nazaret y 
los enfermos (n.351-352). La Iglesia y los enfermos (n.353-
355).—El sacramento en la enfermedad (n.356-358). 
Índice general X I 
Pdgs, 
CAPÍTULO XIII.—El cristiano ante la muerte 235 
Teología de la muerte (n.359-378): El hecho (n.359). Causas 
de la muerte (n.360). Causa histórica (n.360). Los Santos 
Padres sobre la muerte (n.361-364). El Magisterio de la 
Iglesia (n.365).—La muerte, absorbida en la victoria de Cris-
to (n.366): «El que cree en mí no morirá para siempre» 
(n.367). El enigma de la muerte ante el concilio (n.368). La 
vigilante espera del cristiano (n.369). La muerte del justo 
(n.370). Confianza en la muerte (n.371-372). Fidelidad y 
fecundidad hasta la muerte (n.373). Sacrificio con Cristo en 
la cruz (n.374).—El rezo de completas (n.375).—La muerte de 
los santos (n.376).—La entrega de los moribundos a Dios 
(n.378). 
Epilogo 2 S° 
ÍNDICE BÍBLICO 2S3 
ÍNDICE ONOMÁSTICO 2 S ° 
E L R. P. Miguel Nicoláu es bien conocido como teólogo, y 
más en particular como gran especialista en Teología sacra-
mental. Para limitarnos solamente a este campo específico 
—sería demasiado largo hacer aquí una enumeración de sus 
restantes obras teológicas y quizás casi superfluo, ya que los 
títulos de las más importantes están en la mente de todos 
(el P. Nicoláu, por sus aportaciones en el volumen primero 
de la Sacrae Theologiae Summa, tiene un puesto en la historia 
del pensamiento teológico como un clásico de la Teología fun-
damental en el período al que la Sacrae Theologiae Summa co-
rresponde)—, los lectores de nuestra serie «Historia salutis» co-
nocen y estiman sus dos volúmenes anteriormente publicados 
en ella: Teología del signo sacramental y Ministros de Cristo. 
Del primero de ellos existe una traducción italiana que ha 
obtenido una gran difusión en Italia y especialmente en las 
Universidades romanas. El segundo es un excelente tratado 
sobre el sacramento del Orden. Fuera de nuestra serie y aun 
de esta casa editorial, el P. Nicoláu es autor de un bello tratado 
sobre la Eucaristía (Nueva Pascua de la Nueva Alianza). Pero, 
volviendo de nuevo a «Historia salutis», con este volumen el 
P. Nicoláu nos brinda así en ella una trilogía dentro del campo 
de la Teología sacramental. 
La presente monografía está consagrada a La unción de los 
enfermos. No necesitamos subrayar que la reconocida claridad 
y precisión de pensamiento a que el P. Nicoláu nos tiene acos-
tumbrados resplandecen en ella. Lo mismo debe decirse de 
su competencia científica. El lector tiene en sus manos un 
tratado de extraordinaria riqueza de documentación. La unción 
de los enfermos se estudia en sus antecedentes veterotesta-
mentarios, para llegar, a través de ellos, a un estudio de los 
textos fundamentales de Me 6,13 y Sant 5,i3ss (c.i). Una 
atención esmerada se dedica a la historia de la tradición pa-
trística (c.2-4), dentro de la cual se da particular relieve a la 
tradición litúrgica (c.4). Un estudio de la doctrina del magis-
terio eclesiástico (a propósito del concilio de Trento se ofrece 
una visión de las posiciones de los reformadores protestantes) 
es el punto de partida para exponer la reflexión teológica que 
se ha desarrollado a partir de esa doctrina (c.5-8). La relación 
entre sanación espiritual y sanación corporal reviste un interés 
particular dentro de la difícil problemática teológica de este 
sacramento (c.7). 
Naturalmente, la parte dedicada a los documentos más re-
cientes del magisterio eclesiástico y a la problemática con-
temporánea implica la mayor novedad. Incluso la obra clásica 
de Kern sobre la extremaunción no puede utilizarse hoy sin 
complementarla con las aportaciones de nuestros días. Es ca-
racterístico que el Handbuch der Dogmengeschichte, cuya edi-
ción castellana está publicando la BAC, sustituya el fascículo 
preconciliar sobre penitencia y extremaunción por otro poscon-
ciliar. No cabe duda de que el Vaticano II, en su constitución 
sobre la Sagrada Liturgia, y la constitución de Pablo VI Sa.' 
cram unctionem infirmorum (c.9), así como el nuevo Ritual de 
la unción (c ío) , representan acentuaciones nuevas que había 
que estudiar cuidadosamente. De ellas se ocupa el P. Nicoláu 
con un análisis matizado. También es otra novedad importante 
el capítulo dedicado a la unción de los enfermos en una pers-
pectiva ecuménica, el cual señala convergencias y divergencias 
conorientales separados y anglicanos ( c u ) ; las posiciones del 
protestantismo clásico han sido objeto de estudio en un capí-
tulo anterior (c.5). 
El P. Nicoláu ha sido siempre un teólogo con sensibilidad 
pastoral. El lector le quedará agradecido por haber cerrado su 
obra con dos capítulos de reflexión teológico-pastoral sobre 
la enfermedad y la muerte, que ponen a la Teología de ambas 
realidades, tan existencialmente humanas, en relación con el 
sacramento que Cristo instituyó para ellas. 
Por todos estos motivos, el Comité de Dirección de la serie 
«Historia salutis» cree un deber suyo expresar su reconoci-
miento al R. P. Nicoláu, en nombre de sus futuros lectores, 
por el esfuerzo teológico y los abundantes logros que este 
volumen significa. 
16 de julio de 1975, en la festividad de Nuestra Señora 
del Carmen. 
CÁNDIDO Pozo, S.I. 
JOSÉ ANTONIO DE ALDAMA, S.I. 
JESÚS SOLANO, S.I. 
HISTORlA SALUTIS 
VOLÚMENES PUBLICADOS 
I. Fase precristiana. 
II. Cristo y su obra. 
De los Evangelios al Jesús histórico. Introducción a la Cris-
tología (J. Caba). 
María en la obra de la salvación (C. Pozo). 
Dios revelado por Cristo ( S. Vergés-J. M. Dalmáu). 
La Iglesia de la Palabra, 2 vols. (J. Collantes). 
La salvación en las religiones no cristianas (P. Dambo-
riena). 
III. Los tiempos de la Iglesia. 
Teología del signo sacramental (M. Nicoláu). 
Ministros de Cristo. Sacerdocio y sacramento del orden 
(M, Nicoláu). 
La unción de los enfermos. Estudio histérico-dogmático 
(M. Nicoláu). 
El matrimonio cristiano y la familia (J. L. Larrabe). 
IV. El final de la historia de la salvación. 
Teología del más allá (C. Pozo). 
/ 
I 
PRESENTACIÓN 
E.L objeto del presente volumen, como indica su título, es el 
sacramento de la unción de los enfermos. El punto de vista desde 
el cual lo estudiamos es, en primer lugar, el que es propio de la 
teología dogmática y de las aulas de teología. Quisiéramos ofre-
cer, en cuanto lo consiente el limitado tiempo que se dedica a 
este tratado, un estudio históricodogmático. 
La reciente y fecunda pastoral de los enfermos se ha ocu-
pado también con nuevo relieve de este sacramento, que es 
primariamente alivio en la enfermedad. 
Es, ciertamente, un «sacramento de los que se van». 
Pero es también un sacramento de los que se quedan. 
Y para que se queden. 
Un sacramento que ayuda al cristiano en ese trance, tan 
frecuente y tan humano, de la enfermedad. 
En el curso de la historia eclesial se han acentuado, según 
las épocas y los condicionamientos históricos, unos aspectos 
y valoraciones del sacramento de la unción con preferencia a 
otros. Es la constante variabilidad pendular de la limitación 
humana. Pero en una obra teológica no es permitido ser uni-
laterales. Debe expresarse la doctrina dogmática y la que se 
deriva del dogma en toda su integridad. Y el teólogo, sin de-
jarse llevar de las tensiones y posturas radicalizadas, ora del 
inmovilismo, ora de la moda, debe esforzarse por ser justo y 
exacto, acogedor, sereno y equilibrado, de todo lo que presente 
un peso de verdad y de eficacia pastoral, por pequeño que sea. 
Es lo que hemos procurado hacer en este libro. 
El desarrollo de los estudios históricos (patrísticos y litúr-
gicos) y el auge que han cobrado las nuevas cuestiones y los 
nuevos (pero también muy antiguos) aspectos de la unción de 
los enfermos, no permitían considerar este sacramento como 
un mero «completivo» de la penitencia. Mucho menos como 
un «apéndice» al estudio de la penitencia. Todo parecía exigir 
un tratado de contextura y constancia propias; desligado, en 
alguna manera, del tratado de la penitencia. 
XVIII Presentación 
Como en otros tratados nuestros recientes *, seguimos un 
orden de estratificaciones cronológicas e históricas, ancladas 
siempre, como base primera, en la palabra escrita de Dios que 
son las fuentes bíblicas. Sigue la interpretación que los Santos 
Padres y las liturgias primeras han ofrecido de esa palabra de 
Dios. A continuación, la reflexión hecha por los teólogos y la 
fijación de la doctrina por el Magisterio de la Iglesia. La con-
sideración de la problemática moderna, tan necesaria para una 
actualización de la teología que sirva de base segura en la in-
quietud pastoral, ocupa buena parte de nuestra atención en 
todo el curso de la obra, y de modo especial al final de la 
misma. 
Hemos de observar nominalmente lo mucho que han apor-
tado el Vaticano II y los nuevos documentos, recentísimos, de 
Pablo VI y de la Santa Sede, en síntesis bien pensada de tradi-
ción y progreso, de progreso y tradición... 
Quisiéramos servir y ser útiles al trabajo abnegado de los 
que se afanan en la cura de almas ofreciéndoles datos ciertos 
y pistas seguras en la convergencia armónica de todo lo verda-
dero y de todo lo bueno que han traído los tiempos. 
Con este intento, y ya que la enfermedad es cruz tan ordi-
naria de los humanos, ofrecemos un capítulo sobre los valores 
cristianos del dolor y de la enfermedad. Lo intitulamos, como 
hubiéramos también podido intitular este libro, El cristiano 
ante la enfermedad. 
Y, puesto que la muerte es suerte común de todos los hom-
bres, y la unción, aun siendo un sacramento de sanación, no 
deja de ser un fortalecimiento del espíritu para la eventual parti-
da de este mundo, ofrecemos un último capítulo (El cristiano 
ante la muerte), que quiere ser la expresión gozosa de unos 
valores y de una esperanza avivados por el sacramento de la 
unción. 
* Nos referimos a Teología del signo sacramental^ Madrid, BAC, 1969); 
Ministros de Cristo. Sacerdocio y sacramento del ora\n (Madrid, BAC, 1971); 
Nueva Pascua de la Nueva Alianza. Actuales enfoques sobre la eucaristía 
(Madrid, Ed. Studium, 1973). No repetimos los puntos de vista, ya expues-
tos en estos libros, sobre los sacramentos en general o en particular y sus 
dimensiones antropológica y eclesial. Nos remitiremos a estos libros para no 
repetir lo ya publicado en ellos. 
SIGLAS PRINCIPALES 
AAS Acta Apostolicae Sedis. 
CSEL Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum... 
Academiae Vindobonensis. 
DictArchChrétLiturg. Dictionnaire d'Archéologie Chrétienne et de Liturgie. 
DictBiblSuppl Dictionnaire de la Bible. Supplément (VIGOÜROUX). 
D T C Dictionnaire de Théologie Catholique (ed. A. VA-
CANT-E. MANGENOT-E. AMANN). 
Dz-Sch DENZINGER-SCHONMETZER, Enchiridion symbolo-
rum... (Nos referimos a los números marginales de 
esta moderna edición. Entre paréntesis indicamos 
la numeración de ediciones anteriores.) 
Funk FUNK, Patres Apostolici. 
Mansi J. D. MANSI, Sacrorum Conciliorum nova et amplis-
sima collectio. 
n número, números. 
p página, parte. 
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T h W N T Theologisches Worterbuch zum Neuen Testament 
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Indicamos solamente las publicaciones que de una manera general to-
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(febr. 1972): «Le sacrement des malades». 
LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS 
ESTUDIO HISTÓRICO-DOGMÁTICO 
P A R T E PRIMERA 
FUENTES BÍBLICAS DE LA UNCIÓN 
DE LOS ENFERMOS 
CAPÍTULO I 
LA UNCIÓN DE ACEITE EN LA BIBLIA, Y EL RITO 
DE UNCIÓN EN EL N. T. 
/ . La unción de aceite entre los pueblos del Antiguo 
Oriente' 
i . El aceite, que es alimento básico y abundante en el mundo 
mediterráneo y en Oriente, se menciona entre las ofrendas que se ha-
cían a los dioses en Mesopotamia. Era ofrecer uno de los productos 
domésticos de uso más frecuente, expresión de vida y de fortaleza. 
El aceite, sobre todo el aceite perfumado, era indicado como cos-
mético para proteger la piel contra el sol y para mostrarse cortes-
mente en sociedad. 
En un ritual de penitencia, el rey asirio, que ha solicitado del dios que 
escuche su súplica, se prosterna; y el sacerdote, después de haber 
ungido con aceite los ojos del penitente regio y puesto tamarices 
a sus costados y en sus oídos, exclama: «Mira, ¡oh Samas!, este pe-
cado [con misericordia]» 2 . 
La idea de protección mediante la unción de aceite no es ajena de 
diferentes ritos aun tratándose de ungir animales muertos (en sus-
titución vicaria del rey). 
Se ungía, asimismo, a los reyes en Mesopotamia; también se em-
pleaba la unción como rito de desposorios. 
En Egipto se utilizaba para la consagración de estatuas de los dio-
ses, para las de los faraones y de sus funcionarios. 
Los hititas la empleaban para diferentes acciones de culto y para 
la consagración del rey. 
En Siria y Palestina, para el culto y la unción del rey. 
/ / . La unción del aceite en el A.T. 3 
Diferentes usos del aceite 
2. El aceite de olivas, producto de la flora palestinense, 
es, con el trigo y el vino, uno de los elementos característicos 
del clima y terreno mediterráneos (cf. Dt 32,135; Os 2,8). En 
1 Cf. E. COTHENET, art. Onction: DictBiblSuppl 6 (1960) col.701-16. 
2 Ibid., col.703. 
3 Cf. H. SCHLIER, art. áXsfqjco: T h W N T 1,230-32; E. COTHENET, art. Onc-
tion: DictBiblSuppl 6,716-32; H. STRACK-P. BILLERBECK, Kommentar zum 
Neuen Testament aus Talmud und Midrasch I (München 1922) p.426-29. 
6 P.I el. La unción en la Biblia 
Israel se empleaba también como elemento básico de la nutri-
ción (Eclo 39,26). Como condimento o para dar solidez a la 
harina, se empleaba en combinación con otras substancias, se-
gún aparece, v.gr., en el caso de la viuda de Sarepta en Sidón, 
cuyo aceite y harina multiplicó milagrosamente el profeta Elias 
(3 Re 17,8-16)4. 
Entre los árabes, el aceite seha considerado como fortale-
cedor del organismo y de los músculos. 
Servía asimismo como cosmético para el ornato y cuidado 
corporal: Que en todo tiempo tus vestidos estén limpios y que no 
falte el aceite de tu cabeza (Eclo 9,8). Noemí, la suegra de Rut, 
le encarga que se lave, y se unja, y se vista de sus mejores ves-
tidos para aparecer hermosa ante Booz (Rut 3,3) 5. Ester se un-
gió largo tiempo con aceite mirrado antes de presentarse al rey 
(Est 2,12). 
3. Los Salmos mencionan la alegría proveniente de la un-
ción corporal. Dios unge a su rey con aceite de alegría (Sal 44,8). 
La cabeza del huésped se unge abundantemente con aceite y 
se le prepara mesa y copa inebriante (cf. Sal 22,5). 
El rostro se alegra con el aceite, mientras el vino alegra el 
corazón, y el pan lo fortifica (cf. Sal 103,15). 
A Jesús no le derramó aceite en la cabeza el fariseo Simón 
(Le 7,46), pero sí la mujer pecadora en los pies (Le 7,38). Y Ma-
ría, la hermana de Lázaro, aceite perfumado antes de la pasión 
(Mt 26,7ss; Jn 11,2). 
4. En el uso doméstico, el aceite servía asimismo para ilu-
minar y atizar las lámparas, como aparece en la parábola de 
las vírgenes prudentes y necias (Mt 25,3-9). 
En el uso ritual sagrado, el aceite servía para consagrar al-
tares (cf. Gen 28,18...); y, junto con perfumes, también las 
personas y objetos empleados en el culto (Ex 30,23-33). Tam-
bién para preparar los dones de harina y pan (Ex 29,2.23), para 
la iluminación del candelabro de siete brazos (Ex 27,20; Lev 
24,2) y para uso de los sacerdotes (Núm 18,12). Provenía de 
4 Se podrá notar aquí, según el sentido místico que algunos quieren 
ver, cómo el aceite, multiplicado milagrosamente por Elias, obtiene a la 
viuda de Sarepta la liberación de sus deudas. 
5 En el lavarse quieren ver algunos significada la penitencia; en el un-
girse, la unción, y en los mejores vestidos, las virtudes teologales. 
§ II. En el Antiguo Testamento 7 
los diezmos, o contribuciones del pueblo (Núm 7,13.19.25.31. 
37-43--)-
5. Es sabido que la unción del aceite era uno de los ritos 
más destacados en el A.T . El término Mesías (rpt£D: ma-
shiáh), de significación ungido, se aplicó al que iba a reunir en 
sí la triple unción de rey, profeta y sacerdote, y vino a ser como 
el nombre del ungido por antonomasia, del futuro Salvador de 
Israel (cf. 1 Sam 2,10; Sal 2,2; Dan 9,25), que en sí concentra-
ría la dignidad de rey, profeta y sacerdote. 
Consta por los libros del A.T. que eran ungidos los reyes 
(1 Sam 9,16; 10,1). El rey era el ungido de Yahvé (2 Sam 1,14.21). 
También los profetas. Así, Elias ungió a Elíseo como profe-
ta (3 Re 19,16). 
Los sacerdotes eran, asimismo, ungidos. Moisés derramó la 
unción sobre la cabeza de Aarón y fue consagrado con este rito 
(cf. Ex 29,7). El óleo de la santa unción estaba sobre él y sobre 
sus hijos (Lev 10,7; cf. 21,10...). 
En la enfermedad 
6. No ungirse con aceite era señal de duelo y de tristeza 
(cf. 2 Sam 14,2; Mt 6,17); ungirse era el término de la peniten-
cia (cf. 2 Sam 12,20). 
El aceite, además de envolver en sí la idea de fuerza y de 
adorno eufórico, se empleaba también como medicina. La ima-
gen del castigado por Yahvé se ofrece como llena de heridas 
que no han sido curadas ni aliviadas con aceite (Is 1,6). El buen 
samaritano infunde aceite en las heridas del que había caído 
entre ladrones (Le 10,34). 
Se hablaba de un «ungirse por placer», para encontrarse 
bien. Por esto, ungirse no venía bien para los días de luto, tris-
teza o ayuno. Podía, en cambio, hacerse en sábado. 
Se ungían el cuerpo entero, sobre todo después de bañarse, 
o partes de él, como la cabeza (cf. Mt 6,17; 26,7), las manos, 
los pies. A los huéspedes se les ofrecía la oportunidad de ungirse 
o que un esclavo les ungiera los pies 6. 
Se conocen diferentes recetas o maneras que había en Israel 
de aplicar el aceite para curar enfermedades 7. 
* H. STRACK-P. BILLERBECK, Kommentar zum N.T. aus Talmud und 
Midrasch I 426S. 
7 Ibid., I 428S. 
8 P.I c.l. La unción en la Biblia 
Se empleaba el aceite para curar diferentes enfermedades 
de la piel, de la cabeza; heridas, etc. 8 También como proce-
dimiento magicomedicinal y para exorcismos de los demonios. 
En la creencia popular es sabido que la enfermedad estaba muy 
relacionada con el pecado. Asimismo, la unción podía comuni-
car fuerza y energía sobrenatural... 9 
Visita de enfermos 
7. La visita de enfermos se recomienda en los Salmos. Es 
feliz el que entiende sobre el necesitado y el pobre...; el Señor le 
llevará su auxilio cuando esté en el lecho de su dolor... (Sal 40,4). 
Los tres amigos de Job van a visitarle y consolarle en su des-
gracia (Job 2,11). En el destierro de Nínive, Tobías se mues-
tra ejemplar en visitar, consolar y socorrer a los de su nación 
(Tob i.igs). El Eclesiástico recomendaba no faltar a los que 
lloran y estar con los que gimen: No te dé pereza visitar al en-
fermo, porque con estas cosas te confirmarás en el amor (Eclo 
7,39s). 
Jesús premiará en el último día a los que le hubiesen visi-
tado a El en los enfermos (Mt 25.35.39s). 
8. En la enfermedad se debe juntar la oración, según el 
consejo del Eclesiástico: Hijo mío, no te impacientes con un en-
fermo, sino ruega a Dios para que él se cure (Eclo 38,9)10 . 
Jesús había practicado la imposición de manos para curar 
(Mt 8,3 con el leproso...). 
La imposición de manos con fe se anuncia también como 
medio de curación (Me 16,18). Y, al contacto de la mano, los 
apóstoles curan (Act 3,7; 28,8). 
8
 FLAVIO JOSEFO, De bello iudaico 1,657; Antiq. iud. 17,172; FILÓN, 
Som. 2,58: ThWNT 1,230. 
» H. SCHLIER, art. áAefqx»: T h W N T 1,2303. 
J° En la Vg: «Fili, in tua infirmitate ne despicias te ipaum; sed ora Do-
minum et ipse curabit te». 
§ III. En el Nuevo Testamento 9 
/ / / . El rito de la unción en Me 6,13 n 
9. Como antecedente de la unción de los enfermos acon-
sejada en Sant 5,i4s encontramos la unción practicada por los 
apóstoles sobre los enfermos, según leemos en Me 6,13. 
En un contexto de misión y de predicación en orden a la 
penitencia y de expulsión de demonios, se dice que los apósto-
les ungían con aceite a muchos enfermos: 
Y, saliendo [los Doce], predicaron para la conversión, y echa-
ban muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y 
curaban (v.13). 
La unción practicada por los apóstoles se halla en un con-
texto religioso en el que se recalca la penitencia o conversión 
y se quiere destruir el poder de los demonios. No se trata, por 
consiguiente, de una mera práctica medicinal o curativa, sin 
relación con lo religioso. Es más bien un rito que se relaciona 
con lo religioso, y en concreto con la metanoia, o penitencia. 
Lo cual no es negar que en Palestina se empleara el aceite como 
método curativo (cf. Le 10,34 y supra n.6)1 2 . Esta aptitud na-
tural para la confortación del cuerpo mediante el aceite pudo 
servir muy bien de base para ese rito religioso practicado por 
los apóstoles. 
En el contexto en que se halla, aparece que los apóstoles 
actuaban no tanto como médicos cuanto como taumaturgos 13, 
porque obtenían, en efecto, la curación de muchos enfermos, 
así como echaban a muchos demonios. 
10. No se comprende que los apóstoles practiquen uni-
formemente este rito y que obtengan el efecto preternatural 
de la curación si no es porque el Maestro los ha aleccionado 
sobre lo que tienen que hacer. 
Por esto, el magisterio eclesiástico ha visto en esta práctica 
11 Cf. M. J. LAGRANGE, Évangile selon Saint Mate (Paris 1O1920) p.148; 
L. PIROT-R. LECONTE, La Sainte BiblelX(igso) P.465S; J. HUBY, Évangile 
selon Saint Marc (Paris 19i92g) p.150. 
12 La práctica medicinal con el aceite en diferentes combinaciones 
o mixturas con el vino, vinagre..., está atestiguada con ejemplos de aquellas 
culturas en STRACK - BILLERBECK, Kommentar zum N.T. 2 (München 
1924) p . n s . 
1 3 Cf. LAGRANGE, La; L. P IROT-R. LECONTE, Évangile selon S. Marc: La 
Sainte Bible IX p.465. 
http://25.35.39s
10 P.I el. La unción en laBiblia 
de los apóstoles, con evidente referencia a las instrucciones del 
Maestro, una insinuación del rito que después Santiago reco-
mendará y promulgará. 
Así lo definió el concilio de Trento: «Esta sagrada unción 
de los enfermos fue instituida por Jesucristo nuestro Señor 
como verdadero y propio sacramento del N.T., insinuado cier-
tamente en Marcos (6,13), y por Santiago, apóstol y hermano 
del Señor, recomendado a los fieles y promulgado» 14. 
Se podrá discutir si en Me 6,13 se trata del sacramento so-
lamente «en figura o tipo» (Belarmino, Estius, Cornelio a La-
pide, Jansenio, Calmet, Knabenbauer); o bien se describen ya 
los comienzos de la institución del sacramento (Beda, Maldo-
nado, Lagrange...). 
Lo cierto es que hay una insinuación. 
IV. El pasaje de Santiago 5,13-15 a 
n . El documento bíblico principal es el de la carta de 
Sant 5,13-15. Suponemos conocidas las cuestiones previas re-
lativas al autor y destinatarios de esta carta, al tiempo en que 
fue escrita y a la canonicidad que por la Iglesia se le ha atribui-
do. Diremos solamente que la atribución a Santiago el Menor, 
hermano del Señor, tiene los fundamentos más probables y só-
lidos 16, que la carta va dirigida a los judíos cristianos de la 
«diáspora» (1,1) y que debió de escribirse antes del año 62, fe-
cha del martirio de este primer obispo de Jerusalén 17, pero 
!•* Ses.14 (25 de noviembre de 1551), Doctrina de sacramento extremas 
unctionis c.i: Dz-Sch 1695 (908). 
15 Cf. C. RUCH, art. Extreme Onction: D T C 5,1897-1927; A. D ' A L E S , 
art. Extreme Onction: DictBiblSuppl 3,262-72; J. ALONSO, La carta de 
Santiago: La Sagrada Escritura. N .T . III (Madrid 21967) P.197SS; A. CHA-
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descubrimiento: Revista Bíblica, Argentina (1963) p.34-42; H. FRIESENHAHN, 
Zur Geschichte der Uberlieferung und Exeges des Textds bei Jak. V,i4f: Bi-
blische Zeitschrift 24 (1938-39) 185-190 
16 Cf. J. ALONSO, Carta de Santiago, Introducción, n.2: l . c , p.i97"99; 
S. LYONNET, Témoignages de S. Jean Chrysostome et de S. Jéróme sur Jac-
ques, lefrére du Seigneur: RechScRel 29 (1939) 335-51. 
17 Cf. FLAVIO JOSEFO, Antiq. iud. 1.20,9,1; KIRCH, Ench. font. Hist. eccl. 
antiq. 9. 
§ IV. El pasaje de Santiago 11 
con posterioridad, al parecer, al año 59, fecha de la carta a los 
Romanos, puesto que Santiago parece poner algunas precisio-
nes al pensamiento paulino de la salvación por la fe (cf. Sant 
2,14-26; Rom 3,21-4,25). 
En cuanto a la canonicidad, es sabido que Lutero tenía por 
dudoso que esta carta hubiera sido escrita por el apóstol San-
tiago (cf. n.151). Y entre los protestantes se ha enumerado mu-
cho tiempo entre los libros «deuterocanónicos». 
Pero citan palabras de la carta de Santiago escritores tan 
antiguos como San Clemente Romano, San Policarpo, Hermas, 
San Justino, San heneo, Hipólito y Clemente de Alejandría. Es 
cierto que no se menciona con los otros libros sagrados en el 
fragmento muratoriano (ca.180) ni en el canon mommseniano 
(de África, ex a.359). Reconocen, en cambio, la canonicidad 
de la carta de Santiago el canon claramontano (de Alejandría, 
mitad del siglo iv), San Atanasio, San Cirilo de Jerusalén, San 
Agustín y varios concilios africanos de los años 393, 397, 419 18. 
Y desde antiguo se incluye en el canon de los libros sagra-
dos, comenzando por el de Dámaso (a. 3 82)ie>; en la Carta de 
Inocencio I (a.405) a Exuperio, obispo de Toulouse 20; en el 
decreto de Gelasio (a.495?)21, en el decreto para los jacobitas 
(a.1441), en el concilio de Florencia 22, y en las definiciones del 
concilio Tridentino 23 y del Vaticano 124. Es, por consiguiente, 
indiscutible la canonicidad de la carta de Santiago 25. 
Examen del texto 
12. El contexto en que se encuentra el pasaje que estudia-
mos es un contexto de consolación espiritual que el autor quie-
re promover: 
(v.13) ¿Está triste alguno de vosotros? Que ore. 
¿Está de buen ánimo? Que cante salmos (Sant 5,13). 
i 8 Cf. P. GACHTER, Summa Introductionis in N.T. (Innsbruck 1938) n.52. 
i» Dz-Sch 180 (84). 
20 Dz-Sch 213 (96). 
21 D z 162. 
22 Dz-Sch 1335 (706). 
23 Dz-Sch 1503 (784). 
24 Dz-Sch 3029 (1809). 
25 Sobre la canonicidad de la carta de Santiago cf. Institutiones Biblicae 
(Roma, Pontif. Inst. Bíbl.) 611.2 n.59-63; P. GACHTER, O .C , n. 52; F . MAIEB< 
Zur Apostolizitát des Jacobus und Judas: Biblische Zeitschrift (1906) p.164-
91.255-66; J. ALONSO, l . c , p.198. 
12 P.l el. La unción en la Biblia 
Este cantar himnos espirituales no era infrecuente entre 
los primeros cristianos (cf. Ef 5,19; Col 3,16; Rom 15,9...). 
13. Y luego comienza el texto que hace a nuestro propó-
sito: 
(v.14) ácrQsveí TIS SV úfjuv; 
TrpoaKaAeaáCTQco TOÜS TrpECT|3uTépov/s TTJS ÉKKAr|crias, Kai 
TrpoaEu£áa6cocTav ÉTT'OÚTÓV áAEtyavTES ÉAaíco év TC¡5 
avancen TOO Kvpíov. 
(v.15) Kai ri £ÚXT| TTJS iríorecos crcóaEi TÓV KápvovTa, Kai ÉyEpEl 
carróv ó Kúpioc-
Kav áuapTÍas r] 7T£Troir|KÓs, áq>E0r|aETai a ú r a . 
(v.16) E^ouoAoysTaOs o5v óAArjAoi? Tas ánap-ríac, Kai -rrpoa-
EUXEa6s ÚTrép áAArjAcov, ÓTTCOS ÍOÜTÍTE. 
TTOAO iaxCrEí SÉnaic 5iKaíou ÉVEpyov/uévr|. 
(v.14) ¿Está enfermo (áo-0£veí) alguien entre vosotros! 
Que llame a los presbíteros de la Iglesia y que oren sobre 
él habiéndolo] ungido con óleo (ÉAaíco) en el nombre del 
Señor. 
(v.15) Y Ia oración de la fe salvará (acóasi) al enfermo (KÓCU-
vovTa) y el Señor (Kúpios) lo levantará (ÉyEpsT). 
Y, si hubiese hecho pecados, se le perdonarán. 
(v.16) Confesaos, pues, unos a otros los pecados y orad unos por 
otros para ser curados. Mucho puede la súplica del justo 
fervorosa... 
(v.i7s) Termina con el ejemplo de la oración eficaz de Elias 
(cf. 3 Re 17,1; 18,1). 
Exposición del texto 
14. Alguien «entre vosotros» se refiere a alguien que perte-
nezca a la comunidad cristiana, a quien va dirigida la carta. No 
se trata, por consiguiente, de un rito religioso que se aplique 
a cualquier pagano. Se supone que es cristiano. 
Este alguien que enferma (ÓCTSEVET), si se interpreta esta voz 
a la luz de la palabra KápivovTa, del v.15 (cf. n.24), es un en-
fermo que no padece solamente una mera debilidad o asthenia, 
como pudiera entenderse por esta palabra griega. Esta voz 
áoOEVEÍ es susceptible de significar enfermedad de importancia, 
como aquí la significa. También en otros pasajes del N.T.: 
§ IV. El pasaje de Santiago 13 
Jn 4,4Ós (el hijo del régulo); 11,1 (Lázaro); Act 9,37 (Tabita); 
Flp 2,2Ós (Epafrodita). 
15. La palabra áa9Evr\s26 significa primeramente: 
a) Débil, estar débil. Se habla de la debilidad de la carne, en con-
traposición a la fuerza del espíritu (Rom 8,26). En la debilidad se 
manifiesta el poder de Dios (f|...5úvctms £v ácrQsvsía TEAEÍTOI: 2 Cor 
12,9). Las cosas débiles (TCX ácr9svf¡) del mundo escogió Dios para 
confundir a los poderosos (1 Cor 1,27). Es frecuente en el N . T . 
este sentido de debilidad (2 Cor 11,30; 12,5.9s; i3,4.9;Heb 5,2). 
También se habla de debilidad en un sentido religioso y moral 
(Sal 17,42; Rom 14,1...). Las debilidades nuestras son también pe-
cados de los que se compadece el Sumo Sacerdote (Heb 4,15; 
cf. Heb 7,28; Rom 5,6.8). 
16. b) Es también frecuente el sentido de enfermedad (Me 6, 
56; Jn 5,5; 6,2; 11,4; Mt io,8; Le 5,15; 8,2; 10,9; Act 28,9...). 
Como causa de la enfermedad se mencionan: i.° Las acciones o 
efectos de los espíritus (Mt 17,18; Le 13,11). 2.° El estipendio del 
pecado (1 Cor 11,30; Me 2,5ss; Sant 5,16). 
c) En sentido figurado, áo-0evsícc es falta de fuerzas, pobreza, in-
capacidad (Rom 8,3; Heb 7,18; 1 Cor 12,22; Gal 4,9...). 
17. Se aconseja al enfermo que él mismo haga llamar (irpocT-
Ka?VEcrácr0to) a los presbíteros. Se requiere, porlo tanto, alguna 
voluntariedad en aquel que quiere someterse a este rito. Pero, 
al indicar que haga venir a sí a los presbíteros y no que él vaya 
a ellos, se confirma que se trata de una enfermedad de impor-
tancia que le detiene en su domicilio. 
Aunque la expresión gramatical puede parecer de manda-
to (que haga llamar), es, sin embargo, una expresión del mis-
mo tenor que las anteriores (que ore, que cante salmos); y, por 
la misma naturaleza de las cosas, parece se trata de un consejo. 
18. Los presbíteros de la Iglesia son un grado jerárquico 
propio de los colaboradores de los apóstoles, del cual (en los 
tiempos en que fue escrita la carta de Santiago) se hace men-
ción en diferentes libros del N.T. (Act 8,1; n,29s; 14,23; 15,2. 
4.6.22S; 16,5; 21,18; Tit 1,5; 1 Tim 5.17-19; 1 Pe 5,is; 2 Jn 
1,1; 3 Jn i ) 2 7 -
No se trata, pues, de llamar a individuos «carismáticos», 
26 Cf. G. STAHLIN, art. ACT6EVIÍ;: T h W N T 1,488-92. 
27 Cf. M. NICOLAU, Ministros de Cristo. Sacerdocio y sacramento del 
orden (Madrid 1971) n.i34ss: «El presbiterado en la Iglesia primitiva. Los 
datos del N.T.» 
14 P.I el. La unción en la Biblia 
que tuvieran el don de las curaciones, al que se alude en i Cor 
12,9.28s; sino de llamar a quienes tienen cargo y misión oficial 
y jerárquica en la Iglesia. 
Tampoco puede referirse a los «ancianos» de la comunidad, 
sin cargo oficial, porque no se explicaría por qué tienen que 
ser los provectos en edad los que tienen que orar y ungir. 
La mención de los presbíteros, en plural, tendrá su repercu-
sión en la Iglesia griega, donde la unción es administrada por 
varios sacerdotes. Pero en rigor podría entenderse de uno solo, 
según parecidas expresiones de llamar a las autoridades, a los 
médicos, etc., aunque en realidad sólo se haya llamado a uno 
de ellos. 
19. Que oren sobre él (TrpoCTSû áoQcoaocv), habiendo [lo] un-
gido (áAeíyacvTeS) con óleo. Se trata de una unción (acción de 
ungir, en pasado aoristo) unida simultáneamente con la acción 
de orar (también en aoristo). Esta oración, más que indicar que 
es por el enfermo o en favor del enfermo (evidentemente que 
también lo es), se indica que es sobre (ÉTTÍ) el enfermo; esto es, 
es un rito que se cumple acerca de él y sobre él. La oración de 
unos por otros vendrá indicada más abajo con vrrép (v.16). 
El orar sobre él tiene claro cumplimiento si se le unge al 
mismo tiempo que se ora. 
20. El óleo o aceite, producto muy propio de la flora me-
diterránea, era materia apta para curar o indicar una curación. 
Se alude a él como medio curativo en Le 10,37; Me 6,13 (cf. su-
pra, n.ó.gs). Y son conocidas las unciones como medio de for-
talecimiento atlético y medicinal. 
Dentro de la cultura y de la mentalidad cristiana, la unción 
tuvo, además de carácter medicinal (cf. Le 10,34), carácter 
exorcístico, de lo cual deriva el empleo del aceite como medio 
de curación. Pero también alcanzó carácter de sacramento y de 
sacramental: se empleó como exorcismo antes del bautismo y 
como parcial comunicación del Espíritu Santo después del bau-
tismo 28. 
No puede tratarse de un efecto natural de sanación por me-
dio del aceite cuando se manda indiscriminadamente que to-
dos sean ungidos con óleo; lo cual, evidentemente, puede no ser 
conveniente a todos los organismos, ni servir para todas las en-
28 Cf. H. SCHLIER, art. áM9<o: T h W N T 1,2313. 
4 § IV. El pasaje de Santiago 15 
fermedades. Se trata de obtener un efecto por medio del rito 
y de la oración; efecto que es, sin duda, sobrenatural, pero sin 
que sea necesariamente extraordinario o milagroso. 
21. En el nombre del Señor. No es una expresión de finali-
dad o de consagración, como en Mt 28,19: bautizando (eis TÓ 
óvouoc) para el nombre o majestad, sino que es una expresión de 
«orden o mandato» (év TU ÓVÓUCCTI) del Señor o de «esfuerzo y 
poder» en el Señor. 
El Señor (icipios) es Jesucristo, según es llamado en el N.T. 
después de la resurrección (Act 1,21; 2,36; 4,10; 1 Cor 5,4s...) 
y en la misma carta de Santiago (1,1; 2,1; 5,7s...). Esta unción 
y oración se hará, por consiguiente, en el nombre de Jesús; es 
decir, por su mandato y con su poder. 
Referir la expresión en el nombre del Señor a la sola oración 
que se hace sobre el enfermo, parece un tanto alejado de lo que 
pide la gramática; debe referirse a la oración y ala unción. 
22. La oración de la fe es la oración de que acaba de ha-
blarse, la oración de los presbíteros, que deben orar con fe; con 
aquella fe que traslada los montes y obra prodigios (cf. Mt 
17,19; Le 17,6; Sant 1,6). 
Directamente, no se trata, pues, de la oración o de la fe del 
enfermo (como querían los protestantes), aunque esta fe debe 
suponerse si llama a los presbíteros; sino que la oración de la 
fe es directa e inmediatamente la oración de los presbíteros. 
¿Qué pasaría, además, si el enfermo no pudiera ya orar por 
haber caído en un desvanecimiento o pérdida de los sentidos? 
Oración de la fe designa el rito sacramental, basado en la 
fe, así como misterio de la fe designa la eucaristía; y palabra de 
la fe (verbum fideij designa el bautismo 29 . 
23. Salvará (crcbaEi) 30 es la misma palabra usada más 
arriba (Sant 1,21: Con mansedumbre recibid la palabra sembra-
da, que puede «salvan vuestras almas; 2,14: ¿Podrá la fe «salvar» 
(al que diga que tiene fe, pero que no tenga obras)?; 4,12: Uno 
es el legislador y el juez, que puede «salvan y perder). 
Como se ve, se ha usado siempre en sentido espiritual. Lo 
mismo que más abajo (5,20: El que convirtiere a un pecador del 
error de su camino, «salvará» de la muerte el alma de él...). 
29 SAN AGUSTÍN, In lo. tract. 80 n.3: PL 35,1840. 
30 Cf. W . FOERSTER, art. o-c^co: T h W N T 7,966ss; sobre todo por lo que 
toca al N .T . , P.989SS. 
16 P.I e.l. La unción en la Biblia 
Por esto, el significado de esta palabra, que aquí en 5,15 
parece referirse inmediatamente más bien a una salvación cor-
poral, puesto que se ha hablado de enfermedad corporal, pue-
de también alcanzar un amplio sentido de salvación en general. 
Inmediatamente se refiere a la curación corporal, pero poco 
después se hablará de un perdón de los pecados y salvación espi-
ritual. Tanto más cuanto que, en la mentalidad hebrea, la salud 
se mira como un bien total de todo el individuo. 
24. El enfermo viene designado con la voz KáuvovTcc, que 
significa trabajar con esfuerzo, con fatiga, y de ahí estar fatigado, 
estar sufriendo, estar sin fuerzas... 31 Ya se ve que el sentido 
es, pues, el de una enfermedad que no es una leve o ligera indis-
posición. 
Y el Señor parece ser Jesucristo, a quien se ha llamado el 
Kúpios. 
Lo levantará (áyspsl) es también susceptible de sentido 
espiritual, así como corporal; lo mismo que la voz salvará al 
enfermo. Tiene, p.ej., sentido de despertar a uno del sueño (Mt 
8,25; Le 8,24); de resucitar a muertos (Mt 10,8; Jn 5,21; r2,r; 
Rom 4,24; 8,11); de levantar a uno después de curarle (Act 3,7). 
Y no falta el sentido espiritual (Rom 13,11: Es ya hora de le-
vantarnos del sueño; Ef 5,14: Levántate tú que duermes). 
25. Y, si hubiese hecho pecados, es una condicional que su-
pone estar fuera de la norma común (de ser pecador en aque-
llos pecados en que todos caen). Para Santiago (3,2), en muchas 
cosas caemos todos; luego aquí parece que no se trata de meros 
pecados corrientes, semideliberados, veniales; sino que se quie-
re aludir a otros pecados que no son de todos. Puede, pues, fá-
cilmente entenderse de los pecados graves o no ordinarios. 
A fortiori que, si se entiende de pecados graves (que se 
perdonan), se perdonarán también los pecados leves. 
¿Se refiere a los pecados que han sido causa de la enfermedad? 
El tenor de las palabras es completamente general: puede ha-
ber habido pecados y puede no haberlos habido, pueden ser 
pecados que hayan causado la enfermedad y pueden ser peca-
dos que no la hayan causado. 
Algunos han visto reflejada en las palabras de Santiago la 
opinión popular de que la enfermedad era consecuencia del 
3! Cf.A. BAILLY, Diction. grec-francais, a la voz KÍUVCÚ. 
I § IV. El pasaje de Santiago 17 
pecado; por eso, el apóstol hablaría del perdón de los pecados, 
si el enfermo los tuviera 32. Es verdad que, en la mentalidad 
judía, no rara vez se atribuía la enfermedad al pecado (como 
en el caso del ciego de nacimiento: Jn 9,2); pero la mentalidad 
cristiana había superado este prejuicio (cf. Jn 9,3), y podía ver 
en la enfermedad una asimilación a Cristo paciente. Los após-
toles habían oído del Señor que la enfermedad no era necesa-
riamente consecuencia del pecado personal del individuo o de 
sus padres (cf. Jn 9,1-3); no tenían, por consiguiente, que pro-
pagar con su rito de unción esta creencia popular. 
26. Se le perdonarán. En el texto de Sant 5,14, evidente-
mente que el sujeto de á<pe0r|aETat OCÚTCÚ no pueden ser los 
«pecados», puesto que el verbo está en singular. La traducción 
se le perdonarán es traducción algo libre, según el sentido (ad 
sensum); pero correcta, porque se trata de un perdón para el 
enfermo y porque no se ha hablado del perdón sino en la hi-
pótesis de que él tenga pecados (si hubiese hecho pecados; es 
decir, si estuviese en pecados). Tampoco se habla en el texto 
de confesión hecha a los presbíteros. Por eso no acaban de 
convencernos las razones de quienes quieren ver aquí indicada 
la confesión de los pecados hecha a los presbíteros ii. 
27. La confesión mutua de los pecados a que se alude en 
el v.16 parece ser una práctica de acusación pública personal 
e individual más o menos genérica, como signo de humildad 
entre los hermanos y para efectos de reconciliación. Algo pa-
recido a nuestro uso al decir el Confíteor al principio de la 
misa, con acusación ante la asamblea de los hermanos. No pa-
rece que se trate de confesión en privado a un sacerdote, como 
es nuestra actual confesión sacramental34. 
La curación, como efecto de la oración mutua, puede en-
tenderse de la curación física y de la curación espiritual. 
32 Cf. C. RUCH, I .c , col.1916. 
33 Cf. C H . HARRIS, Visitation of the Sick.,., en «Liturgy and Worship», 
ed. by W. E. Lowther Clarke-Ch. Harris (London 1964) p.soSs. 
34 Cf. J. SILY, El texto de Santiago «Confesaos los unos a otros los pe-
cados» en los once primeros siglos de la Iglesia: Ciencia y Fe (1950) n.23, 
p.7-22; en los siglos XII-XV: n.34 (i953) P-7-2I. El autor estudia diversas 
vicisitudes en la interpretación de este texto. 
18 P.I c.l. La unción en la Biblia 
Objetividad del rito 
28. Algunos comentaristas fijan su atención solamente en 
algunas palabras del texto de Santiago. Pretenden que la un-
ción del aceite sería rito accesorio en la mente del apóstol. Di-
cen que lo importante sería la fe: la oración de la fe salvará al 
enfermo, esto es, la fe del enfermo y la fe de los presbíteros. 
Y así se obtendría la curación corporal por la eficacia de la fe 
y de la oración, la del enfermo y la de los ministros. Si a esto 
se añadía, como expresión de confianza, invocar el nombre de 
Jesús, en el nombre del Señor, se recalcaba todavía más el valor 
de la fe y de la oración. 
29. Sin duda que todos estos elementos que sirven para 
activar la fe y la oración son importantes para el fruto y resul-
tado del rito. Pero, si sólo se atiende a algunas frases del texto, 
queda la impresión de un examen subjetivo para encontrar las 
ideas preconcebidas. 
El texto habla de hacer llamar a representantes oficiales de 
la Iglesia, con oficio sacerdotal bien definido (presbíteros de la 
Iglesia). El texto habla de una oración de estos presbíteros 
que va junta con la unción del enfermo; la eficacia no se atri-
buye sólo a la oración, sino a la oración con la unción. El texto 
no dice que se invoque el nombre del Señor (aunque podía 
hacerse y probablemente se haría); dice que se unja en el nom-
bre del Señor; esto es, con la autoridad y en persona de Cristo, 
como se hacen los sacramentos 35. El texto dice que la oración 
de la fe (expresión vaga) salvará al enfermo; no dice: la fe de 
la oración salvará al enfermo. 
Por esto, no vemos que se deba insistir, como única deci-
siva, en la frase la oración de la fe salvará al enfermo 36. 
Es diverso del caris ma de curación 
30. Para Calvino, aquí se trata del carisma de las curacio-
nes, que se ejerce con la unción del aceite (cf. n.161-164). 
Pero en realidad el contexto en que Santiago desarrolla su 
consejo difiere del contexto en que San Pablo expone los ca-
rismas. 
Los xapÍCTuerra tapiórrcov, los dones de curación de que ha-
35 Cf. M. NICOLAU, Teología del signo sacramental (Madrid 1969) 11.195SS: 
«Cristo es el que bautiza»... 
36 Cf. C . R U C H , L e , col . 1915. 
§ IV. El pasaje de Santiago 19 
bla San Pablo (1 Cor 12,9.28), eran de carácter extraordinario 
y maravilloso y se enumeran entre otros carismas que el Es-
píritu concedía a quien quería y como quería (cf. 1 Cor 12,11). 
En ninguna parte se dice que los que poseían tal carisma 
de curar debían ser jerarquía en la Iglesia o tener cargo oficial 
en ella. 
Estos carismas iban encaminados al bien de la comu-
nidad. 
En cambio, el don de curar por medio de los presbíteros 
de la Iglesia que oran y ungen aparece en Santiago como algo 
ordinario y permanente en la Iglesia; basta llamar a los presbí-
teros y se obtendrá. La curación no se dice que será milagrosa, 
sino sólo que se obtendrá. Los que tienen que ungir tienen que 
ser precisamente los presbíteros de la Iglesia, no cualesquiera 
carismáticos, que no se nombran. La curación va encaminada 
directamente al bien del individuo enfermo; no se habla de la 
«común utilidad», como en los carismas. 
Rito de efectos próximos 
31. No parece que los efectos de este rito descrito por 
Santiago tengan que esperarse solamente en los tiempos esca-
tológicos. Como si las expresiones en futuro (salvará, lo le-
vantará, se le perdonarán los pecados: v.15) tuvieran que rea-
lizarse en el final último de los tiempos. Todo el contexto 
(¿Está triste alguno de vosotros?... ¿Está de buen ánimo?... 
¿Está enfermo...?: v.13-14) parece señalar claramente que los 
efectos (al menos algunos) se esperan a corto plazo, sin nece-
sidad de esperar a la consumación escatológica definitiva. 
La salvación o salud que se promete al enfermo ungido 
parece ser inmediatamente la curación corporal (cf. n.23), que 
se amplía y llega a alcanzar el sentido de salvación en general, 
pero sin excluir necesariamente la salvación del cuerpo, que, 
naturalmente, no se deja para los tiempos escatológicos. 
Rito sacramental 
32. El rito descrito por Santiago en su carta presenta los 
caracteres de un verdadero sacramento. 
Se trata en efecto: 
i.° De un rito sensible y simbólico, con la significación de 
una confortación y de una sanación espiritual. La unción con 
20 P.I el. La unción en la Biblia 
óleo era empleada por los atletas para prepararse a la lucha y 
a la competición, procurando así a los músculos la flexibilidad 
y el calor convenientes. La confortación espiritual, significada 
además por la oración deprecativa y determinada así en su sen-
tido, tiene una analogía o semejanza de proporción con la con-
fortación material producida por la unción. 
2.° La santificación interior, significada y producida por 
este rito, viene indicada por las expresiones la oración de la fe 
«salvará» al enfermo, con un amplio sentido de salud corporal 
y espiritual (n.23), y por la frase siguiente: el Señor «lo levan-
tará» (n.24). 
Este significado eficaz de santificación interna o de gracia 
lo expresa sobre todo la frase si hubiese hecho pecados, se le 
perdonarán. Entendida de pecados, como parece que debe en-
tenderse, no meramente semideuberados, el rito es eficaz de 
gracia interna, puesto que es capaz de perdonar pecados 
graves. 
Esta capacidad de gracia la retiene el rito aun en el caso 
que no hubiese tales pecados graves. 
Luego en el rito descrito y recomendado por Santiago se 
dan los caracteres de un verdadero sacramento. 
No hay tampoco razón para darle un sentido temporal o 
circunstancial,sino que puede suponerse que es permanente 
y para siempre. 
Su origen, puesto que es rito que comunica o infunde gra-
cia santificante, no puede ser sino del Señor. Se unge al enfer-
mo en nombre del Señor; esto es, con mandato y en persona 
del Señor. 
33. A propósito del texto de Santiago, se ha hablado de una lá-
mina de 60 X 24 milímetros y 2 de espesor procedente de las exca-
vaciones de Qumrán, adquirida el 10 de enero de 1963 para el Mu-
seo del Instituto Bíblico franciscano de la Flagelación. Se dice que 
esta lámina tiene una inscripción en aramaico que se refiere al texto 
clásico de Santiago acerca de la unción. Es una oración en forma 
deprecativa hecha por un sacerdote, en la cual se habla de una un-
ción practicada por aspersión, y se enumeran los efectos del sacra-
mento: la salvación, la remisión de los pecados, la curación. Se se-
ñala por perito la fecha de inscripción entre los años 70 y 90 d. de C. 37 
Si estos datos son exactos, tendremos una confirmación del uso de 
la unción poco después de la carta de Santiago. 
37 Cf. E. RUFFINI, Unzione degli infermi: una teología da fare: Scuol-
Catt 94 (1966) 3a"-33*. 
P A R T E SEGUNDA 
INTERPRETACIÓN PATRÍSTICA 
Y LITÚRGICA DE LAS FUENTES BÍBLICAS 
CAPÍTULO II 
LA INTERPRETACIÓN DEL PERIODO PATRISTICO 
La escasez relativa de documentos * 
34. No sorprenderá encontrar en relativa escasez los tes-
timonios patrísticos acerca de la unción de los enfermos. Las 
razones de esta carencia relativa son las siguientes: 
i . a No solían los Santos Padres exponer la doctrina cris-
tiana de una manera sistemática, como puede hacerse hoy en 
un curso completo de catecismo o religión. La predicación 
patrística era más bien ocasional, a base de los textos escritu-
rísticos que se iban ofreciendo en las lecturas. Y, siendo la 
unción de los enfermos un rito completivo de la penitencia, 
era lógico que insistieran más en la penitencia que en su com-
plemento. Es más, tendremos ocasión de conocer pronto al-
gunos pasajes (Orígenes, Crisóstomo...) en que el texto clási-
co de Santiago es aducido precisamente por su valor peniten-
cial y en orden a la penitencia. 
Pero es sabido que, aunque existan tales textos penitencia-
les, no abundan los que aluden a la confesión sacramental 
privada. Por eso tampoco es de extrañar que los Padres hablen 
poco del sacramento de la unción. 
Siendo también la unción para casos circunstanciales de 
enfermedad grave o de final de la vida, era lógico que la pre-
dicación insistiera en los ritos corrientes de la vida ordinaria; 
menos, en los eventuales. 
35. 2. a El lugar propio para comentar el rito de la un-
ción hubiera sido en el comentario exegético y pastoral de la 
carta de Santiago, pero son escasos los comentarios que nos 
han quedado a esta carta. No han llegado hasta nosotros los 
comentarios de Clemente y Cirilo de Alejandría; tampoco los 
de Dídimo y San Agustín, si se exceptúan pocos fragmentos. 
El primer comentario completo a la carta de Santiago es el de 
1 Cf. J. KERN, De sacramento Extremae Unctionis tractatus dogmáticas 
(Ratisbonae 1907) p.17-20; C. RUCH, art. Extreme Onction: DTC 5,1928-31. 
24 P.II c.2. Interpretación del periodo patrlstico 
Beda el Venerable (cf. n.90). Tampoco hay comentario al 
evangelio de Marcos hasta Víctor de Antioquía, en el siglo v, 
por lo que hace a la Iglesia griega, y hasta Beda el Venerable, 
en el siglo vm, por lo que toca a la Iglesia latina 2. 
36. 3 . a Alguno piensa que al principio no fue muy fre-
cuente el uso de este sacramento. Se excluía—dice—a los pe-
nitentes públicos (cf. Inocencio I, infra, n.75); se excluía a los 
mártires, que por no estar enfermos no tenían por qué reci-
birla. Y se excluía también a las personas que habían llevado 
una vida santa 3. 
Pero estas razones no parecen del todo eficaces, porque a 
los penitentes públicos que se reconciliaban con la Iglesia no se 
les excluía de los sacramentos que les podían ayudar, como 
era el de la unción. A los mártires que después de los tormen-
tos morían en las cárceles, no se ve por qué no se les iban a 
dar todos los auxilios de la religión. Y las personas que habían 
¡levado vida santa serían las primeras en tenerse por pecado-
ras y desear la unción... 
Sí pudo influir más la disciplina del arcano. La unción de-
bía administrarse muy en privado en tiempos de persecución; 
y aun en tiempos ordinarios, sin la disciplina del arcano, no 
había por qué administrarla públicamente. 
/ . En las Iglesias de Oriente 
Los primeros testimonios 
37. San heneo (ca.140-ca.202), representante eximio de 
la doctrina de diferentes Iglesias, censura, en su obra Advitr-
sus haereses, la manera cómo los gnósticos entienden y corrom-
pen los ritos y misterios cristianos: «Hay quienes dicen que 
es inútil llevar al agua; pero, mezclando en uno aceite y agua 
con ciertos dichos semejantes a los que antes dijimos, lo echan 
sobre la cabeza de los que se consagran. Y quieren que esto 
sea redención, ungiendo ellos mismos con el bálsamo. Y otros, 
2 Cf. Cursus Scripturae Sacrae: J. KNABENBAUER, Evangelium saeundum 
Marcum (Parisiis 1894), Prolegomena, IV p.19. 
3 Cf. lo. LAUNOY, De sacramento unctionis infirmorum c.2 obs.2, en Opera 
omnia I (Coloniae, Allobrogum, 1731) p.i.» p.455. 
i 
§ I. En las Iglesias de Oriente 25 
rechazando todas estas cosas, dicen que no se debe realizar 
por criaturas visibles y corruptibles el misterio de la virtud 
inefable e invisible»4. 
Pero hay quienes conocen un rito—según el siguiente tes-
timonio de Ireneo—que parece aludir a la unción de los en-
fermos: «Otros hay que redimen a los que están muriendo al final 
de su defunción echando sobre sus cabezas aceite y agua, o el 
ungüento ya dicho con el agua, con las invocaciones ya dichas, 
para que se hagan [los que van a morir] incomprensibles e in-
visibles a los príncipes y potestades, y el hombre interior de 
ellos se levante por encima de las cosas invisibles; como si el cuer-
po de ellos se deje en este mundo, pero su alma se entregue 
al demiurgo» 5. 
38. Este rito, que se aplica, mediante la unción con las 
invocaciones, a los que están para morir, parece referirse a la 
unción de los enfermos, y el efecto que se le atribuye es el de 
levantar el hombre interior por encima de los poderes invisi-
bles, de suerte que se haga incomprensible (inatacable) a los 
príncipes y potestades... 
Ireneo conoce también la imposición de manos como medio 
de curación. Dice en la misma obra: «Otros curan, por la im-
posición de las manos, a los trabajados por alguna enferme-
dad, y los devuelven sanos» 6. Y, aunque en estas palabras hay 
sólo una alusión a las palabras del Señor (Me 16,18): Pondrán 
las manos sobre los enfermos y curarán, es de advertir, sin em-
bargo, que la unción de los enfermos irá acompañada, no ra-
ras veces en lo sucesivo, con la imposición de manos (cf. n.118), 
y se describirá como «imposición de manos». 
39. El gran Orígenes (185 /86-2S4 /55)> célebre escritor de 
las Iglesias de Alejandría y Palestina, recuerda el texto de San-
tiago (5,14) y lo considera como uno de los textos penitencia-
les de la Sagrada Escritura. 
Merece copiarse en toda su amplitud, para que se conozca 
claramente, el momento penitencial que también entonces se atri-
buía al rito de la unción. Además se apreciará fácilmente cómo 
4 Adversus haereses l.i c.21,4: PG 7,6643. 
5 Adv. haer. 1,21,5: PG 7,665-68. 
< Adv. haer. 2,32,4: PG 7,8298. 
http://ca.140-ca.202
20 P.II c,2. Interpretación del periodo patrístico 
ya entonces conjunta Orígenes este rito con el de la confesión 
hecha al sacerdote: 
«Escucha ahora cuántas son las remisiones de los pecados en los 
evangelios. La primera es ésta: cuando somos bautizados en remi-
sión de los pecados. La segunda remisión está en la pasión del mar-
tirio. La tercera es la que se da por la limosna... La cuarta remisión 
que se nos hace de los pecados es por cuanto nosotros perdonamos 
los pecados a nuestros hermanos... La quinta remisión de los peca-
dos es cuandou n o convierte al pecador del error de su camino... Se 
hace también una sexta remisión por la abundancia de la caridad... 
Todavía, aunque dura y laboriosa, hay una séptima remisión de los 
pecados: cuando el pecador lava su lecho con lágrimas y sus lágri-
mas son su pan día y noche; y cuando no se avergüenza de confesar 
su pecado al sacerdote del Señor y de buscar medicina, según aquel 
que dice: Dije: Declararé contra mi mi injusticia al Señor, y tú per-
donaste la impiedad de mi corazón [Sal 31,5]. En lo cual [en la remi-
sión del pecado] se cumple también aquello que dice el apóstol San-
tiago: Si alguno enferma entre vosotros, que llame a los presbíteros de 
la Iglesia y que le impongan las manos, ungiéndole con aceite en el 
nombre del Señor, y la oración de la fe salvará al enfermo; y, si estu-
viere en pecados, se le perdonarán [Sant 5,14]»7. 
40. Por este texto de Orígenes consta abiertamente la 
existencia y uso del rito de unción para los enfermos a media-
dos del siglo III; y con un carácter evidentemente penitencial y 
para remisión de los pecados, puesto que se agrega a otros 
medios de remisión de pecados, y en particular a la remisión 
conseguida por el dolor y la confesión hecha al sacerdote bus-
cando alivio. Tanto la confesión hecha al sacerdote como la 
unción de los presbíteros se declaran como obra del sacerdote. 
Se observará también cómo Orígenes dice que los presbí-
teros le impongan las manos (en lugar de oren sobre él), ungién-
dole con aceite. No será rara esa manera de nombrar la unción 
de los enfermos como una imposición de manos sobre los enfer-
mos (cf. n.38.118). 
El sentido de las palabras de Orígenes después de hablar 
de la confesión hecha al sacerdote8, aduciendo el texto de 
Santiago, no pensamos que sea una confusión de la confesión 
hecha al sacerdote y de la unción con la imposición de manos, 
como identificando o confundiendo ambos ritos. En el lengua-
7 In Lev hom. 2,4 (post a.244): PG 12,417; R 493. 
8 «In quo impletur illud quod Iacobus apostolus ait»... (In Lev hom. 2,4: 
PG 12,417; R 493). 
§ I. En las Iglesias de Oriente 27 
je de Orígenes parecen ser dos ritos bien diferenciados el de la 
confesión y el de la unción. Por eso interpretamos el pasaje 
después de mencionar la confesión: «En lo cual [esto es, en 
la remisión de los pecados, de que acaba de hablar] se cumple 
[también] aquello que dice Santiago». Como si dijera: Tam-
bién esto es un texto penitencial y una manera de remisión de 
los pecados 9 . 
41. Afraates (med. saeculo m-med. saeculo iv), de la 
Iglesia siria, menciona el fruto de la oliva, signo sacramental 
«que unge a los enfermos y, por su arcano misterio (sacramen-
tum), reduce a los penitentes»10. Conoce, pues, la unción de 
los enfermos y le atribuye un carácter penitencial. 
En los documentos litúrgicos primeros 
«Didaché» 
42. En la Didaché, que hoy suele considerarse como es-
crito de la primera mitad del siglo 11 (ca.150), se ha conocido 
en su versión cóptica, descubierta en 1883, un fragmento que 
contiene una bendición para el «ungüento», por el cual se dan 
gracias a Dios; asimismo, en el mismo documento se dan gra-
cias por el cáliz, y «por la santa vid de tu siervo David», y por 
el pan roto n . Dice así el fragmento hoy conocido, que aña-
de: «Respecto del ungüento, dad gracias así: Te damos gracias, 
Padre nuestro, por el ungüento que nos has indicado por Je-
sús, tu siervo; gloria a ti por los siglos. Amén»12. 
Aunque la mención de este ungüento es sobria y lacónica, 
si realmente perteneciera al original de la Didaché, parecería 
indicar un sacramento que se administra con un óleo consa-
grado (al parecer, en la misa) y que se connumera con el de la 
eucaristía. 
9 Sobre la discusión acerca de este texto de Orígenes cf. E. DORONZO, 
De Extrema Unctione (Milwaukee 1954) 1,98-102. 
10 Demonstrationes (a.337-45) 23,3: Patrolog. Syriaca 2,6; R 698. 
11 Didaché 9,1-5: F . X. FUNK, Patres Apostolici (Tubingae 1901) 1,20. 
!2 Cf. E. RIEBARTCH, en «Liturgische Zeitschrift» (Ratisbona, Heft 6) 
y P. AIDAN, en «Theolog. Prakt. Quartalschrift» (1931): KERN, l . c , p.108. 
28 P.II c.2. Interpretación del período patr'tstico 
La «Traditio apostólica», de Hipólito, y documentos conexos 
43. La Traditio apostólica, de Hipólito de Roma (ca.215), 
parece referir el uso que en los decenios anteriores era habi-
tual en Roma. Pero parecen estar en relación con este escrito 
de Hipólito algunos otros documentos, como las Constitucio-
nes egipcíacas (n.44), la Didascalia apostolorum (n.45), los Cá-
nones de Hipólito (n.46) y las Constitutiones apostolorum (n.51), 
que estudiamos con las Iglesias de Oriente. Por esto, también 
aquí incluimos la Traditio, de Hipólito. 
En ella se contiene una bendición para el aceite, que debe 
realizarse dentro de la misa. El uso de este aceite parece alu-
dir a la unción de los enfermos: «Si alguno ofrece aceite, que 
[el obispo] dé gracias, a la manera como se hizo la oblación 
del pan y del vino; no con las mismas palabras, sino con se-
mejante intención, diciendo: Así como, santificando este acei-
te, das santidad 13 a los que lo usan y perciben, por donde 
ungiste a los reyes, sacerdotes y profetas, así suministre [el 
aceite] confortación a los que lo gustan, y sanidad a los que 
lo usan» 14. 
Parece que el aceite bendecido por el obispo podía tener 
doble finalidad: para ser gustado y usado (o aplicado por la 
unción); el efecto esperado para ambos casos era el de confor-
tación y sanidad. Y, aunque puede entenderse de un uso pri-
vado como sacramental, no queda excluido el uso como sa-
cramento en la unción del aceite. Todavía más adelante, en 
el Sacramentario del papa Gelasio (492-96), se hallará la fór-
mula de bendición del aceite con ambas finalidades: de gus-
tar y de usar el aceite (cf. n . r i3) 1 5 . 
44. En las Constituciones egipcíacas se encontrará una re-
petición o reminiscencia de la Traditio, de Hipólito. En ellas 
aparece una fórmula de bendición del aceite para los enfer-
mos: «Así como, santificando este aceite, das salud 16 a los que 
1 3 Otro texto lee sanitatem das. Pero parece más congruente leer sanc-
titatem, en consonancia con lo que sigue. 
14 HIPPOLYTUS ROMANUS, Traditio apostólica, ed. B. Botte (París 21968) 
(Sources chrétiennes n . n bis), p.54. Es posible que, en lugar de utentibus 
(xpcoiiévois), se debiera de leer en el ms. griego primitivo xpiopÉvois; esto es, 
unctis (a los ungidos). 
1 5 DORONZO, l . c , 1,1373. 
1« Cf. n.43. 
§ I. En las Iglesias de Oriente 29 
lo usan y perciben, y así ungiste a los reyes, sacerdotes y pro-
fetas, de la misma manera, este aceite suministre confortación 
a los que lo gusten, y salud a los que lo usen» 17. 
Es difícil en este pasaje—como hemos dicho (n.43)—dis-
tinguir entre el aceite gustado y percibido (que podría ser un 
sacramental) y el aceite aplicado y usado, que se acomoda más 
a la idea del sacramento de la unción. 
45. La Didascalia apostolorum, del siglo ni, en su lengua 
griega original y en Siria probablemente, incluye esta bendi-
ción del aceite, que traducimos de la versión latina que nos 
ha llegado: «Santifica este aceite, ¡oh Dios!; concede [salud] a 
los que usan y reciben esta unción con que ungiste a los sacer-
dotes y profetas; así también da fuerza a los que lo beben, y 
salud a los que lo usan» 18. 
46. En los llamados Cánones de Hipólito, anteriores al 
siglo iv, se habla del aceite de la oración (eüx&aiov) como 
medicina para los enfermos y se alude a la visita del clero que 
los que están en peligro de muerte deben recibir en sus casas: 
«Por lo que toca a los enfermos—dice el canon 219—, una 
medicina hay puesta para ellos, y es que frecuenten la Iglesia 
y gocen de la oración; excepto el que está con enfermedad pe-
ligrosa, porque éste debe ser visitado cada día por el clero, 
que se lo dirán»19. Óigase la interpretación en una edición 
posterior: «Los enfermos tienen su curación, si frecuentan la 
Iglesia, para participar con el agua de la oración y el aceite

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