Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
HISTORIA SALÜTK Serie de monografías' de Teología dogmática LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS Estudio histórico-dogmático BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS Declarada de interés nacional ESTA COLECCIÓN SE PUBLICA BAJO LOS AUSPICIOS Y ALTA DIRECCIÓN DE LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA LA COMISIÓN DE DICHA PONTIFICIA UNIVER- SIDAD ENCARGADA DE LA INMEDIATA RELA- CIÓN CON LA BAC ESTÁ INTEGRADA EN EL AÑO il975 POR LOS SEÑORES SIGUIENTES: PRESIDENTE : Emmo. y Rvdmo. Sr. Dr. VICENTE ENRIQUE Y TARANCÓN, Cardenal Arzobispo de Madrid-Alcalá y Gran Canciller de la Universidad Pontificia VICEPRESIDENTE : limo. Sr. Dr. FERNANDO ' SEBASTIÁN AGUILAR, Rector Magnífico VOCALES: Dr. ANTONIO ROUCO VÁRELA, Vicerrector; Dr. GABRIEL PÉREZ RODRÍGUEZ, Decano de la Facultad de Teología; Dr. JULIO MANZANARES MARIJUÁN, Decano de la Facultad de Derecho Canónico; Dr. ALFONSO ORTEGA CARMONA, Decano de la Facultad de Filosofía y Letras y Vicedecano de la Sección de Filología Bíblica Trilingüe; Dr. MANUEL CAPELO MARTÍNEZ, Decano de la Facultad de Ciencias Sociales; Dr. SATURNINO ALVAREZ TURIENZO, Vi- cedecano de la Sección de Filosofía; Dr. CLAUDIO VILÁ PALA, Vicedecano de la Sección de Pedagogía; Dr. ENRIQUE FREIJO BALSEBRE, Vicedecano de la Sección de Psicología. SECRbiAKio Dr. JUAN SÁNCHEZ SÁNCHEZ, Catedrático de Derecho Canónico. LA EDITORIAL < ATOLICA, S. A. — APARTADO 466 MADRID • MCMLXXV H I S T O R I A SALUTIS Serie monográfica de Teología dogmática COMITÉ DE DIRECCIÓN JOSÉ ANTONIO DE ALDAMA, S. I. CÁNDIDO POZO, S. I. JESÚS SOLANO, S. I. L A U N C I Ó N DE LOS E N F E R M O S Estudio histórico-dogmático P O R M I G U E L N I C O L A U S. I. CATEDRÁTICO DE TEOLOGÍA DOGMÁTICA EN LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA DE SALAMANCA BIBLIOTECA DE AUTORES CRISTIANOS MADRID , MCMLXXV (p) Biblioteca de Autores Cristianos, de La Editorial Católica, S. A. Madrid 1975 NIHIL OBSTAT: J. A. DE ALDAMA, S. I. IMPRIMÍ POTEST: LUIS M. SANZ, S. I „ PROVINCIAL. IMPRIMATUR: DR. JUAN C. CALACHE, PROVICARIO GENERAL. SALAMAN- CA, 26 DE ABRIL DE 1975'. Depósito legal M 39029-1975 ISBN 84-220-0734-7 Impreso en España. Printed in Spaia ÍNDICE GENERAL Pdgs. PRÓLOGO xnr VOLÚMENES PUBLICADOS xv PRESENTACIÓN xvn SIGLAS PRINCIPALES xix BIBLIOGRAFÍA GENERAL xxi PARTE PRIMERA FUENTES BÍBLICAS DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS CAPÍTULO I.—La unción de aceite en la Biblia y el rito de un- ción en el N . T 5 I. La unción de aceite entre los pueblos del Antiguo Oriente (n.i). II. La unción del aceite en el A.T. (n.2-8): Diferentes usos del aceite (n.2-5). En la enfermedad (n.6). Visita de enfer- mos (n.7-8). III. El rito de la unción en Me 6,13 (n.9-10). IV. El pasaje de Santiago 5,13-15 (n.11-33): El texto de San- tiago (n.12-13). Exposición del texto (n.14-27). Objetividad del rito (n.28-29). Es diverso del carisma de curación (n.30). Rito de efectos próximos (n.31). Rito sacramental (n.32). PARTE SEGUNDA INTERPRETACIÓN PATRÍSTICA Y LITÚRGICA DE LAS FUENTES BÍBLICAS CAPÍTULO II.—La interpretación del período patrístico 23 La escasez relativa de documentos (n.34-36). I. En las Iglesias de Oriente (n.37-70).—Los primeros testimo- nios: San Ireneo (n.37-38), Orígenes (n.39-40), Afraates (n.41).—En los documentos litúrgicos primeros: Didaché (n.42). La Traditio apostólica, de Hipólito, y documentos conexos (n.43-46). El Sacramentarlo de Serapión (n.47-50). Otros do- cumentos (n.51-52).—Santos Padres del siglo IV (n.53-57): San Atanasio (n.53), Dídimo de Alejandría (n.54), San Juan Crisóstomo (n.55-57); otros testimonios: Víctor de Antioquía (n.58), San Cirilo de Alejandría (n.59), Isaac de Antioquía (n.6o), etc. (n.61-69).—Conclusión (n.70). II . En las Iglesias de Occidente (n.71-88): Tertuliano (n.71), San Hilario de Poitiers (n.72), San Ambrosio (n.73). Tes- timonios ineficaces (n.74).—El sacramento de la unción, pro- puesto claramente como tal (n.75-81): Inocencio I (n.75), San Agustín (n.76), otros escritores (n.77-81).—La unción administrada en la enfermedad (n. 82-86).—En las coleccio- nes canónicas (n.87).—Conclusión (n.88). VIH Índice general Pdgs. CAPÍTULO III.—En los siglos VII al IX 52 I. Escritores eclesiásticos de los siglos VII al IX (n.89-98): San Eloy (n.89), San Beda (n.90-91), un discípulo de San Teodo- ro (n.92), Amalario (n.93), Jonás (n.94), Pascasio Radberto (n.95-96), Prudencio, Amulo, Haymo (n.97).—Conclusión (n.98). II. Los estatutos diocesanos en Occidente (n.99-104). III. En los concilios particulares (n. 105-109): El documento de Inocencio I (n.105). Concilios particulares del siglo ix (n.106- 109). CAPÍTULO IV.—La interpretación y la práctica litúrgica 64 I. Documentos litúrgicos sobre la unción (n. 110-122): La Traditio apostólica, de Hipólito (n .no) . Liber ordinum de la liturgia mozárabe ( n . m ) . Liturgia galicana (n.112). Sacramentario gelasiano (n.113). Sacramentario gregoriano (n. 114-115). Li- turgia ambrosiana (n. 116-118). Liturgia galicana (n. 119-120). Liturgia romana (n.121). Liturgia griega (n.122). II. Unciones que no eran sacramento (n.123-130). III. Las «conclusiones del primer milenio» (n.131-134). IV. El uso de otras unciones (n.135-145): Unción de los penitentes (n.135-139).—Unción de los difuntos (n.140-145). PARTE TERCERA LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS EN LOS DOCUMENTOS DEL MAGISTERIO UNIVERSAL Y EN LA REFLEXIÓN TEOLÓGICA CAPÍTULO V.—Algunos documentos del Magisterio universal 93 I. Documentos del Magisterio romano en la Edad Media (n.146- 148). En los teólogos medievales (n.149). II. Perspectivas presentes al concilio de Trento (n. 150-164): Los reformadores (n.150-167). Lutero (n.150-159). Calvino (n.160-164). Los seguidores de Lutero y de Calvino (n.165- 167). III. En el concilio de Trento (n.168-173). CAPÍTULO VI.—Institución y constitutivos del sacramento 109 I. La institución del sacramento (n. 174-177): Definición de Trento (n. 174-175). Otras declaraciones del Magisterio (n.176). Opiniones inaceptables (n.177). II. La «materia» y la «forma» de la unción de los enfermos (n.178- 202).—A) La «materia» de la unción de los enfermos (n.179- 197). La materia remota: El aceite bendecido por el obispo (n.182-184). La bendición del presbítero (n.185-190). La bendición del óleo de los enfermos (n.191-192). ¿Aceite de olivas? (n.193).—La materia próxima: Las unciones (n.194- 196).—La constitución de Pablo VI (n.197).—B) La «for- ma» del sacramento de la unción (n. 198-202). Índice general Pdgs. CAPÍTULO VIL—Efectos y finalidad a que se ordena el sacramen- to de la unción 125 I. Soñación (completa) del hombre entero (n.204-224): Sanación espiritual (n.204-211).—La sanación corporal (n.212-219): Conciliación de la esperanza de sanación corporal con la rea- lidad de la muerte que frecuentemente se seguirá (n.218). Manera de producir la sanación (n.219). Sacramento de los que se van: «sacramentum exeuntium» (n.220). ¿Consagra- ción de la muerte cristiana? (n.221). La fortaleza en el dolor de la enfermedad (n.222-224). II. Efectos propios y eventuales, efectos primarios y secundarios (n.225-228): Diversidad de opiniones (n.227). Sacramento de la divina misericordia (n.228). III. Conclusiones finales (n.229-230): Momento en que se con- fiere la gracia (n.231). CAPÍTULO VIII.—A quiénes se administra la unción y quiénes la administran 144 I. El sujeto de la unción de los enfermos (n.232-244): Enfermo con enfermedad grave (n.232). Razones del Magisterio y de la tradición (n.233-234). Razones de congruencia (n.235). Disposiciones en el sujeto (n.236).—Cuestiones complementa- rias (n.237). Cuántas veces puede recibirse la unción de los enfermos (n.238-239). La unción en la muerte aparente (n.240).—La necesidad y la obligación de recibir el sacramen- to (n.241-244): No es de necesidad de medio (n.241). No es de necesidad de precepto grave (n.242). Obligación de los familiares (n.243). Reviviscencia de la unción (n.244).II . Ministro del sacramento (n.245-265): Los presbíteros de la Iglesia (n.245-249). Los documentos antiguos y del Magiste- rio (n.246-247). La unción administrada por varios sacerdo- tes (n.248-249).—Por qué basta un solo ministro (n.250-252): Examen de Sant 5.I4S (n.250). La práctica posterior de la Iglesia (n.251-252).—¿Podría un diácono u otro ministro in- ferior administrar la unción de los enfermos? (n.253-260): El dictamen de los teólogos (n.254-255). El concilio de Trento (n.256). Crítica de algunas opiniones (n.257-260).—¿Podría un sacerdote, en ausencia de otro presbítero, administrarse a sí mismo la unción? (n.261-264): Razones en favor (n.261). Razones en contra (n.262-263). Los autores (n.264).—Obliga- ción de administrar la unción (n.265). PARTE CUARTA LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS EN LA PERSPECTIVA Y PROBLEMÁTICA MODERNA CAPÍTULO IX.—En los documentos del Vaticano II y de Pablo VI. 171 I. La unción de los enfermos según el Vaticano II (n.266-279). índole general de los sacramentos (n.267-271): Carácter social y didáctico (n.267-269). En el marco del misterio pascual X Índice general Pdgs. (n.370). La presencia de Cristo en el sacramento (n.271). El nombre de «uncióa de los enfermos» (n.272-273). Orden en la administración de los sacramentos (n.274-275). El número de las unciones (n.276-277). Repetición de la unción en la misma enfermedad (n.278).—Resumen (n.279). II . La constitución «Sacram unctionem tn/irmorum» (n.280-289): Continuidad con Trento (n.283-286). La acomodación a los tiempos y naciones (n.287-288). El número de las unciones (n.287). Aceite de procedencia vegetal (n.288). El nuevo «Ordo» (n.289).—Resumen (n.290). CAPÍTULO X.—El nuevo «Ordo» o «Ritual de la unción» 187 I. El nuevo «Ordo» (n. 291 -300): La introducción general (n.291- 292). Cuándo se debe administrar la unción (n.293). El mi- nistro de la unción (n.294). P a r a ^a misma unción (n.295). El viático (n.296). El rito continuo (n.297). Ministerios con los enfermos y adaptaciones del rito (n.298). La pastoral de los enfermos (n.299-300). II. El rito de la unción (n.301-316): La preparación (n.301). Ritos iniciales (n.302-303). Acto penitencial, lectura bíblica y ora- ción (n.304). La unción (n.305-309). La unción, celebrada co- munitariamente (n.310). Dentro de la misa (n.311). En una gran asamblea de fieles (n.312-313).—Pastoral de enfermos (n.314-316): El viático en la misa (n.314), fuera de la misa (n.314). Rito continuo de la penitencia, unción y viático (n.315). La recomendación del alma (n.316). CAPÍTULO XI.—Dimensión ecuménica en la unción de los enfer- nos 202 I . Opiniones de los orientales sobre la unción (n.317-330): Puntos de convergencia entre orientales y católicos (n.3i8). Dife- rencias doctrinales entre orientales y católicos (n.319-324). El efecto principal del sacramento (n.319). Quién puede re- cibir el sacramento (n.320). Cuántas veces puede recibirse la unción (n.321). El número de los ministros (n.322-324). Diferencias disciplinares o ceremoniales (n.325).—Despue's del Vaticano II (n.326-330). II. En la Iglesia anglicana (n.331-341): En los tiempos anterio- res (n.331-332). En los tiempos recientes (n.333-334). Co- mentarios (n.335-338). En los tiempos últimos (n.340-341). CAPÍTULO XII.—El cristiano ante la enfermedad 222 La enfermedad es un hecho (n.342-343).—El orden providen- cial (n.344-350): Valores de la enfermedad (n.344). El Padre nos educa (n.345). El ejemplo de Jesucristo y la asociación a sus pasiones (n.346-347). Ejercicio del sacerdocio común (n.348-349). Valores de la cruz (n.350).—Jestís de Nazaret y los enfermos (n.351-352). La Iglesia y los enfermos (n.353- 355).—El sacramento en la enfermedad (n.356-358). Índice general X I Pdgs, CAPÍTULO XIII.—El cristiano ante la muerte 235 Teología de la muerte (n.359-378): El hecho (n.359). Causas de la muerte (n.360). Causa histórica (n.360). Los Santos Padres sobre la muerte (n.361-364). El Magisterio de la Iglesia (n.365).—La muerte, absorbida en la victoria de Cris- to (n.366): «El que cree en mí no morirá para siempre» (n.367). El enigma de la muerte ante el concilio (n.368). La vigilante espera del cristiano (n.369). La muerte del justo (n.370). Confianza en la muerte (n.371-372). Fidelidad y fecundidad hasta la muerte (n.373). Sacrificio con Cristo en la cruz (n.374).—El rezo de completas (n.375).—La muerte de los santos (n.376).—La entrega de los moribundos a Dios (n.378). Epilogo 2 S° ÍNDICE BÍBLICO 2S3 ÍNDICE ONOMÁSTICO 2 S ° E L R. P. Miguel Nicoláu es bien conocido como teólogo, y más en particular como gran especialista en Teología sacra- mental. Para limitarnos solamente a este campo específico —sería demasiado largo hacer aquí una enumeración de sus restantes obras teológicas y quizás casi superfluo, ya que los títulos de las más importantes están en la mente de todos (el P. Nicoláu, por sus aportaciones en el volumen primero de la Sacrae Theologiae Summa, tiene un puesto en la historia del pensamiento teológico como un clásico de la Teología fun- damental en el período al que la Sacrae Theologiae Summa co- rresponde)—, los lectores de nuestra serie «Historia salutis» co- nocen y estiman sus dos volúmenes anteriormente publicados en ella: Teología del signo sacramental y Ministros de Cristo. Del primero de ellos existe una traducción italiana que ha obtenido una gran difusión en Italia y especialmente en las Universidades romanas. El segundo es un excelente tratado sobre el sacramento del Orden. Fuera de nuestra serie y aun de esta casa editorial, el P. Nicoláu es autor de un bello tratado sobre la Eucaristía (Nueva Pascua de la Nueva Alianza). Pero, volviendo de nuevo a «Historia salutis», con este volumen el P. Nicoláu nos brinda así en ella una trilogía dentro del campo de la Teología sacramental. La presente monografía está consagrada a La unción de los enfermos. No necesitamos subrayar que la reconocida claridad y precisión de pensamiento a que el P. Nicoláu nos tiene acos- tumbrados resplandecen en ella. Lo mismo debe decirse de su competencia científica. El lector tiene en sus manos un tratado de extraordinaria riqueza de documentación. La unción de los enfermos se estudia en sus antecedentes veterotesta- mentarios, para llegar, a través de ellos, a un estudio de los textos fundamentales de Me 6,13 y Sant 5,i3ss (c.i). Una atención esmerada se dedica a la historia de la tradición pa- trística (c.2-4), dentro de la cual se da particular relieve a la tradición litúrgica (c.4). Un estudio de la doctrina del magis- terio eclesiástico (a propósito del concilio de Trento se ofrece una visión de las posiciones de los reformadores protestantes) es el punto de partida para exponer la reflexión teológica que se ha desarrollado a partir de esa doctrina (c.5-8). La relación entre sanación espiritual y sanación corporal reviste un interés particular dentro de la difícil problemática teológica de este sacramento (c.7). Naturalmente, la parte dedicada a los documentos más re- cientes del magisterio eclesiástico y a la problemática con- temporánea implica la mayor novedad. Incluso la obra clásica de Kern sobre la extremaunción no puede utilizarse hoy sin complementarla con las aportaciones de nuestros días. Es ca- racterístico que el Handbuch der Dogmengeschichte, cuya edi- ción castellana está publicando la BAC, sustituya el fascículo preconciliar sobre penitencia y extremaunción por otro poscon- ciliar. No cabe duda de que el Vaticano II, en su constitución sobre la Sagrada Liturgia, y la constitución de Pablo VI Sa.' cram unctionem infirmorum (c.9), así como el nuevo Ritual de la unción (c ío) , representan acentuaciones nuevas que había que estudiar cuidadosamente. De ellas se ocupa el P. Nicoláu con un análisis matizado. También es otra novedad importante el capítulo dedicado a la unción de los enfermos en una pers- pectiva ecuménica, el cual señala convergencias y divergencias conorientales separados y anglicanos ( c u ) ; las posiciones del protestantismo clásico han sido objeto de estudio en un capí- tulo anterior (c.5). El P. Nicoláu ha sido siempre un teólogo con sensibilidad pastoral. El lector le quedará agradecido por haber cerrado su obra con dos capítulos de reflexión teológico-pastoral sobre la enfermedad y la muerte, que ponen a la Teología de ambas realidades, tan existencialmente humanas, en relación con el sacramento que Cristo instituyó para ellas. Por todos estos motivos, el Comité de Dirección de la serie «Historia salutis» cree un deber suyo expresar su reconoci- miento al R. P. Nicoláu, en nombre de sus futuros lectores, por el esfuerzo teológico y los abundantes logros que este volumen significa. 16 de julio de 1975, en la festividad de Nuestra Señora del Carmen. CÁNDIDO Pozo, S.I. JOSÉ ANTONIO DE ALDAMA, S.I. JESÚS SOLANO, S.I. HISTORlA SALUTIS VOLÚMENES PUBLICADOS I. Fase precristiana. II. Cristo y su obra. De los Evangelios al Jesús histórico. Introducción a la Cris- tología (J. Caba). María en la obra de la salvación (C. Pozo). Dios revelado por Cristo ( S. Vergés-J. M. Dalmáu). La Iglesia de la Palabra, 2 vols. (J. Collantes). La salvación en las religiones no cristianas (P. Dambo- riena). III. Los tiempos de la Iglesia. Teología del signo sacramental (M. Nicoláu). Ministros de Cristo. Sacerdocio y sacramento del orden (M, Nicoláu). La unción de los enfermos. Estudio histérico-dogmático (M. Nicoláu). El matrimonio cristiano y la familia (J. L. Larrabe). IV. El final de la historia de la salvación. Teología del más allá (C. Pozo). / I PRESENTACIÓN E.L objeto del presente volumen, como indica su título, es el sacramento de la unción de los enfermos. El punto de vista desde el cual lo estudiamos es, en primer lugar, el que es propio de la teología dogmática y de las aulas de teología. Quisiéramos ofre- cer, en cuanto lo consiente el limitado tiempo que se dedica a este tratado, un estudio históricodogmático. La reciente y fecunda pastoral de los enfermos se ha ocu- pado también con nuevo relieve de este sacramento, que es primariamente alivio en la enfermedad. Es, ciertamente, un «sacramento de los que se van». Pero es también un sacramento de los que se quedan. Y para que se queden. Un sacramento que ayuda al cristiano en ese trance, tan frecuente y tan humano, de la enfermedad. En el curso de la historia eclesial se han acentuado, según las épocas y los condicionamientos históricos, unos aspectos y valoraciones del sacramento de la unción con preferencia a otros. Es la constante variabilidad pendular de la limitación humana. Pero en una obra teológica no es permitido ser uni- laterales. Debe expresarse la doctrina dogmática y la que se deriva del dogma en toda su integridad. Y el teólogo, sin de- jarse llevar de las tensiones y posturas radicalizadas, ora del inmovilismo, ora de la moda, debe esforzarse por ser justo y exacto, acogedor, sereno y equilibrado, de todo lo que presente un peso de verdad y de eficacia pastoral, por pequeño que sea. Es lo que hemos procurado hacer en este libro. El desarrollo de los estudios históricos (patrísticos y litúr- gicos) y el auge que han cobrado las nuevas cuestiones y los nuevos (pero también muy antiguos) aspectos de la unción de los enfermos, no permitían considerar este sacramento como un mero «completivo» de la penitencia. Mucho menos como un «apéndice» al estudio de la penitencia. Todo parecía exigir un tratado de contextura y constancia propias; desligado, en alguna manera, del tratado de la penitencia. XVIII Presentación Como en otros tratados nuestros recientes *, seguimos un orden de estratificaciones cronológicas e históricas, ancladas siempre, como base primera, en la palabra escrita de Dios que son las fuentes bíblicas. Sigue la interpretación que los Santos Padres y las liturgias primeras han ofrecido de esa palabra de Dios. A continuación, la reflexión hecha por los teólogos y la fijación de la doctrina por el Magisterio de la Iglesia. La con- sideración de la problemática moderna, tan necesaria para una actualización de la teología que sirva de base segura en la in- quietud pastoral, ocupa buena parte de nuestra atención en todo el curso de la obra, y de modo especial al final de la misma. Hemos de observar nominalmente lo mucho que han apor- tado el Vaticano II y los nuevos documentos, recentísimos, de Pablo VI y de la Santa Sede, en síntesis bien pensada de tradi- ción y progreso, de progreso y tradición... Quisiéramos servir y ser útiles al trabajo abnegado de los que se afanan en la cura de almas ofreciéndoles datos ciertos y pistas seguras en la convergencia armónica de todo lo verda- dero y de todo lo bueno que han traído los tiempos. Con este intento, y ya que la enfermedad es cruz tan ordi- naria de los humanos, ofrecemos un capítulo sobre los valores cristianos del dolor y de la enfermedad. Lo intitulamos, como hubiéramos también podido intitular este libro, El cristiano ante la enfermedad. Y, puesto que la muerte es suerte común de todos los hom- bres, y la unción, aun siendo un sacramento de sanación, no deja de ser un fortalecimiento del espíritu para la eventual parti- da de este mundo, ofrecemos un último capítulo (El cristiano ante la muerte), que quiere ser la expresión gozosa de unos valores y de una esperanza avivados por el sacramento de la unción. * Nos referimos a Teología del signo sacramental^ Madrid, BAC, 1969); Ministros de Cristo. Sacerdocio y sacramento del ora\n (Madrid, BAC, 1971); Nueva Pascua de la Nueva Alianza. Actuales enfoques sobre la eucaristía (Madrid, Ed. Studium, 1973). No repetimos los puntos de vista, ya expues- tos en estos libros, sobre los sacramentos en general o en particular y sus dimensiones antropológica y eclesial. Nos remitiremos a estos libros para no repetir lo ya publicado en ellos. SIGLAS PRINCIPALES AAS Acta Apostolicae Sedis. CSEL Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum Latinorum... Academiae Vindobonensis. DictArchChrétLiturg. Dictionnaire d'Archéologie Chrétienne et de Liturgie. DictBiblSuppl Dictionnaire de la Bible. Supplément (VIGOÜROUX). D T C Dictionnaire de Théologie Catholique (ed. A. VA- CANT-E. MANGENOT-E. AMANN). Dz-Sch DENZINGER-SCHONMETZER, Enchiridion symbolo- rum... (Nos referimos a los números marginales de esta moderna edición. Entre paréntesis indicamos la numeración de ediciones anteriores.) Funk FUNK, Patres Apostolici. Mansi J. D. MANSI, Sacrorum Conciliorum nova et amplis- sima collectio. n número, números. p página, parte. PG J. P. M I G N E , Patrologiae cursus completus. Series graeca. PL J. P. M I G N E , Patrologiae cursus completus. Series latina. q quaestio, quaestiuncula. R ROUET DE JOURNEL, Enchiridion Patristicum. RechScRel Rechercb.es de Science Religieuse. ScuolCatt La Scuola Cattolica. T h W N T Theologisches Worterbuch zum Neuen Testament (KITTEL). http://Rechercb.es BIBLIOGRAFÍA GENERAL Indicamos solamente las publicaciones que de una manera general to- can a la unción de los enfermos. Dejamos para los sucesivos capítulos los escritos que tocan puntos más particulares. ALSZEGHY, Z., L'effetto corporale dell'Estrema Unzione: Gregorianum 38 (i9S7) 385-405. BORD, J. B., L'Extreme Onction d'aprés VEpítre de Saint Jacques (5,14-15), examinée dans la Tradition (Bruges 1923). BOTTE, B., L'onction des malades: La Maison-Dieu n.15 (1948) 91-107. BOURASSA, FRANgois, L'onction des malades (Rome, Univ. Grégor., 1970). BOYER, C , Tractatus de Paenitentia et Extrema Unctione (Roma. Univ. Gregor., 1942). CHAVASSE, A., Etude sur l'onction des infirmes dans l'Église latine du IIIe au XIe siécle. T . i : Du IHe siécle á la reforme carolingienne (Lyon, Libr. S. Coeur, 1942). —Oraciones por los enfermos y unción sacramental en «La Iglesia en oración» (Barcelona, Herder, 1964) p.621-36. COUNE, L'onction des malades. Approches théologiques:Paroisse et Litur- gie 49 (1967) 558-72. CUTTAZ, F*, Remede divi.ru Pour te chxétiens mal.ad.es, Pxécievx effets de Vextreme onction. Conséquences (Tournai, Desclée, 1950). D ' A L É S , A., art. Extréme-Onction: DictBiblSuppl 3,262-72. D'AVANZO, GUIDO, L'unzione sacra degli infermi. Questioni teologico-canoni- che (Torino, Marietti, 1958). DENZINGER, H., Ritus Orientalium, Coptorum, Syrorum et Armenorum in administrandis sacramentis (Graz 1961). Reproducción fotográfica de la edición de Würzburg 1863. DIDIER, J. C., art. Extréme-Onction: Encycl. Catolicisme 4 (1956) 987-1006. —L'onction des malades dans la théologie contemporaine: La Maison-Dieu n.113 (1973) 57-8o. —L'onction des malades. Bihliographie sélective: La Maison-Dieu n.113 (1973) 81-85. DORONZO, EMMANUEL, Tractatus dogmaticus de Extrema Unctione, 2 vols. , (Milwaukee, T y p . Bruce, 1954-55). GOAR, IACOBUS, Euchologium sive R.ituale Craecorum (Graz 1960). Repro- ducción fotográfica de la edición de Venecia 1730. GALDEANO, JAVIER G., Pastoral de los enfermos (Madrid, Ed. PS, 1973). GODEFROY, L., art. Extreme Onction (p.in-v): D T C 5,1985-2022. GRILLMEIER, A., Das Sakrament der Auferstehung. Versuch einer Sinndeu- tung der Letzten Oelung: Geist und Leben 34 (1961) 326-36. JORIO, D., La sacra Unzione degli infermi (Roma 1935). JUGIE, M., Theologia dogmática Christianorum Orientalium ab Ecclesia Ca- tholica dissidentium. T.3 (Parisiis 1930): De extrema Unctione apud Graeco-Russos (p.474-90). KERN, IOSEPHUS, De sacramento extremae unctionis tractatus dogmaticus (Ratisbonae, Ed. Pustet, 1907). KNAUBER, A., Pastoraltheologie der Krankensalbung, en «Handbuch der Pastoraltheologie», V0L4 (Freiburg, Ed. Herder, 1969) 145-78. LARRABE, JOSÉ LUIS, La Iglesia y el sacramento de la unción de los enfermos (Salamanca, Ed. Sigúeme, 1974). http://divi.ru http://mal.ad.es XXII Bibliografía general LAUNOY, IOANNES, De sacramento unctionis infirmorum, en «Opera Omnia» vol.i (Coloniae 1731). LERCHER, L . -UMBERG, lo . B., De sacramento Extremae Unctionis, en «Ins- titutionesTheologiae dogmaticae» vol.4/2, pars altera (Oeniponte 3I949), n.642-79. LEURENT, B., Le Magistére et le mot «Extréme-Onction» depuis le Concite de Trente: Analecta Gregoriana 68 (1954) 219-32. LLOPIS, J., La unció deis malalts un sagrament problemática: Qüestions de vida cristiana n.52 (1970) 49-60. MARTÉNE, E., De antiquis Ecclesiae ritibus 4 vols. (Rotomagi 1700SS). MENDIJUR, LÁZARO DE, La unción de los enfermos (Madrid, Ed. Studium, 1966). NOLDIN, H.-SCHMITT, A., De sacramentis (Oeniponte, Ed. Rauch, 171925) n.429-48. Ordo unctionis infirmorum eorumque pastoralis curae, ed. typica (Cittá del Vaticano 1972). ORTEMANN, CLAUDE, Le sacrement des malades. Histoire et Tradition (Lyon, Éd. du Chalet, 1971, trad. española: Madrid, Ed. Marova, 2I973). PABLO VI, constit. Sacram Unctionem infirmorum: AAS 65 (1973) 5-9. PALMER, P. F. , Sources of Christian Theology. Sacraments and Forgiveness. History and doctrinal Development of Penance, Extreme Unction and In- dulgences (London, Ed. Darton, Longmann, 1959/61). POSCHMANN, B., Busse und Letzte Oelung, en «Handbuch der Dogmenge- schichte» 4/3 (Freiburg I95i) . PULLER, F . W., The Anointing of the Sick in Scripture and Tradition (Lon- don 1904). PUIG DE LA BELLACASA, IOACHIM, De sacramentis vol.i (Barcelona, Ed. Bal- mes, 1941) n.972-93. RAMOS, MANUEL, Boletín bibliográfico sobre la unción de los enfermos: Pha- se 13 (1973) 157-72. — Perspectiva histórica de la doctrina sobre la unción de los enfermos, en «Los sacramentos de los enfermos», por el Secretariado Nacional de Li- turgia (Madrid, Ed. P. P. C , 1974), p.41-64. Ritual de la unción y de la pastoral de los enfermos (Madrid, Comisión Episc. de Liturgia, 1974). ROSANAS, JUAN, El sacramento de la extremaunción (San Miguel 1946). ROBILLIARD, J., L'onction des malades, en «Initiation théologique» t.4 (Pa- rís, Éd. du Cerf, 1955) 671-95. RONDET, H., art. Extréme-Onction: Dict. de Spiritualité 4 (1960) 2189-2200. RUFFINI, E., Unzione degli infermi: una teología da fare: La Scuola Cattofi- ca 94 (1966) 27*-49*. RUCH, C , art. Extreme Onction (p.1-11): D T C 5,1897-1985. SARMIENTO FRANCO, A., Aspectos morales y prácticos del sacramento de la unción de los enfermos: Theologica (Braga) 8 (1973) 238-50. SECRETARIADO NACIONAL DE LITURGIA, LOS sacramentos de los enfermos (Ma- drid, Ed. P. P. C , 1974). SESBOUÉ, B., L'onction des malades (Lyon, Fac. de Théologie, 1972). Bibliografía general xxin SPÁÓIL, T H . , Doctrina Theologiae Orientis separati. De sacra infirmorum un- ctione: Orientalia Christiana n.74 (1931). SCHMAUS, M., Katholische Dogmatik 4/1 (München, Ed. M. Hüber, 1952) 614-35. SPABMANN, H. , Das Sakrament der Krankensalbung: Liturgie und Monchtum Heft 25 (1959): T o d u n d L e b e n . . . 22-38. STUDER, B., Letzte Oelung oder Krankensalbung: Freiburger Zeitschrift für Philosophie und Théologie 10 (1963) 33-60. SUÁBEZ, FRANCISCUS, In 3 a m partem D. Thomae (De paenitentia) disp.39-44 (Opera, ed. Vives, t.22 p.807-78). TOMÁS, SANTO, Supplementum q.29-33. Algunas revistas han dedicado a la unción de los enfermos algunos de sus fascículos: La Maison-Dieu n.113 (1973): «Le Nouveau Rituel des ma- lades»; Phase n.74 (!973); Notitiae (Sacra Congregatio pro cultu divino) n.8o (1973)» Theologica (Braga) 8 (1973) fasc.2; Notes de Pastorale liturgique n.102 (febr. 1972): «Le sacrement des malades». LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS ESTUDIO HISTÓRICO-DOGMÁTICO P A R T E PRIMERA FUENTES BÍBLICAS DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS CAPÍTULO I LA UNCIÓN DE ACEITE EN LA BIBLIA, Y EL RITO DE UNCIÓN EN EL N. T. / . La unción de aceite entre los pueblos del Antiguo Oriente' i . El aceite, que es alimento básico y abundante en el mundo mediterráneo y en Oriente, se menciona entre las ofrendas que se ha- cían a los dioses en Mesopotamia. Era ofrecer uno de los productos domésticos de uso más frecuente, expresión de vida y de fortaleza. El aceite, sobre todo el aceite perfumado, era indicado como cos- mético para proteger la piel contra el sol y para mostrarse cortes- mente en sociedad. En un ritual de penitencia, el rey asirio, que ha solicitado del dios que escuche su súplica, se prosterna; y el sacerdote, después de haber ungido con aceite los ojos del penitente regio y puesto tamarices a sus costados y en sus oídos, exclama: «Mira, ¡oh Samas!, este pe- cado [con misericordia]» 2 . La idea de protección mediante la unción de aceite no es ajena de diferentes ritos aun tratándose de ungir animales muertos (en sus- titución vicaria del rey). Se ungía, asimismo, a los reyes en Mesopotamia; también se em- pleaba la unción como rito de desposorios. En Egipto se utilizaba para la consagración de estatuas de los dio- ses, para las de los faraones y de sus funcionarios. Los hititas la empleaban para diferentes acciones de culto y para la consagración del rey. En Siria y Palestina, para el culto y la unción del rey. / / . La unción del aceite en el A.T. 3 Diferentes usos del aceite 2. El aceite de olivas, producto de la flora palestinense, es, con el trigo y el vino, uno de los elementos característicos del clima y terreno mediterráneos (cf. Dt 32,135; Os 2,8). En 1 Cf. E. COTHENET, art. Onction: DictBiblSuppl 6 (1960) col.701-16. 2 Ibid., col.703. 3 Cf. H. SCHLIER, art. áXsfqjco: T h W N T 1,230-32; E. COTHENET, art. Onc- tion: DictBiblSuppl 6,716-32; H. STRACK-P. BILLERBECK, Kommentar zum Neuen Testament aus Talmud und Midrasch I (München 1922) p.426-29. 6 P.I el. La unción en la Biblia Israel se empleaba también como elemento básico de la nutri- ción (Eclo 39,26). Como condimento o para dar solidez a la harina, se empleaba en combinación con otras substancias, se- gún aparece, v.gr., en el caso de la viuda de Sarepta en Sidón, cuyo aceite y harina multiplicó milagrosamente el profeta Elias (3 Re 17,8-16)4. Entre los árabes, el aceite seha considerado como fortale- cedor del organismo y de los músculos. Servía asimismo como cosmético para el ornato y cuidado corporal: Que en todo tiempo tus vestidos estén limpios y que no falte el aceite de tu cabeza (Eclo 9,8). Noemí, la suegra de Rut, le encarga que se lave, y se unja, y se vista de sus mejores ves- tidos para aparecer hermosa ante Booz (Rut 3,3) 5. Ester se un- gió largo tiempo con aceite mirrado antes de presentarse al rey (Est 2,12). 3. Los Salmos mencionan la alegría proveniente de la un- ción corporal. Dios unge a su rey con aceite de alegría (Sal 44,8). La cabeza del huésped se unge abundantemente con aceite y se le prepara mesa y copa inebriante (cf. Sal 22,5). El rostro se alegra con el aceite, mientras el vino alegra el corazón, y el pan lo fortifica (cf. Sal 103,15). A Jesús no le derramó aceite en la cabeza el fariseo Simón (Le 7,46), pero sí la mujer pecadora en los pies (Le 7,38). Y Ma- ría, la hermana de Lázaro, aceite perfumado antes de la pasión (Mt 26,7ss; Jn 11,2). 4. En el uso doméstico, el aceite servía asimismo para ilu- minar y atizar las lámparas, como aparece en la parábola de las vírgenes prudentes y necias (Mt 25,3-9). En el uso ritual sagrado, el aceite servía para consagrar al- tares (cf. Gen 28,18...); y, junto con perfumes, también las personas y objetos empleados en el culto (Ex 30,23-33). Tam- bién para preparar los dones de harina y pan (Ex 29,2.23), para la iluminación del candelabro de siete brazos (Ex 27,20; Lev 24,2) y para uso de los sacerdotes (Núm 18,12). Provenía de 4 Se podrá notar aquí, según el sentido místico que algunos quieren ver, cómo el aceite, multiplicado milagrosamente por Elias, obtiene a la viuda de Sarepta la liberación de sus deudas. 5 En el lavarse quieren ver algunos significada la penitencia; en el un- girse, la unción, y en los mejores vestidos, las virtudes teologales. § II. En el Antiguo Testamento 7 los diezmos, o contribuciones del pueblo (Núm 7,13.19.25.31. 37-43--)- 5. Es sabido que la unción del aceite era uno de los ritos más destacados en el A.T . El término Mesías (rpt£D: ma- shiáh), de significación ungido, se aplicó al que iba a reunir en sí la triple unción de rey, profeta y sacerdote, y vino a ser como el nombre del ungido por antonomasia, del futuro Salvador de Israel (cf. 1 Sam 2,10; Sal 2,2; Dan 9,25), que en sí concentra- ría la dignidad de rey, profeta y sacerdote. Consta por los libros del A.T. que eran ungidos los reyes (1 Sam 9,16; 10,1). El rey era el ungido de Yahvé (2 Sam 1,14.21). También los profetas. Así, Elias ungió a Elíseo como profe- ta (3 Re 19,16). Los sacerdotes eran, asimismo, ungidos. Moisés derramó la unción sobre la cabeza de Aarón y fue consagrado con este rito (cf. Ex 29,7). El óleo de la santa unción estaba sobre él y sobre sus hijos (Lev 10,7; cf. 21,10...). En la enfermedad 6. No ungirse con aceite era señal de duelo y de tristeza (cf. 2 Sam 14,2; Mt 6,17); ungirse era el término de la peniten- cia (cf. 2 Sam 12,20). El aceite, además de envolver en sí la idea de fuerza y de adorno eufórico, se empleaba también como medicina. La ima- gen del castigado por Yahvé se ofrece como llena de heridas que no han sido curadas ni aliviadas con aceite (Is 1,6). El buen samaritano infunde aceite en las heridas del que había caído entre ladrones (Le 10,34). Se hablaba de un «ungirse por placer», para encontrarse bien. Por esto, ungirse no venía bien para los días de luto, tris- teza o ayuno. Podía, en cambio, hacerse en sábado. Se ungían el cuerpo entero, sobre todo después de bañarse, o partes de él, como la cabeza (cf. Mt 6,17; 26,7), las manos, los pies. A los huéspedes se les ofrecía la oportunidad de ungirse o que un esclavo les ungiera los pies 6. Se conocen diferentes recetas o maneras que había en Israel de aplicar el aceite para curar enfermedades 7. * H. STRACK-P. BILLERBECK, Kommentar zum N.T. aus Talmud und Midrasch I 426S. 7 Ibid., I 428S. 8 P.I c.l. La unción en la Biblia Se empleaba el aceite para curar diferentes enfermedades de la piel, de la cabeza; heridas, etc. 8 También como proce- dimiento magicomedicinal y para exorcismos de los demonios. En la creencia popular es sabido que la enfermedad estaba muy relacionada con el pecado. Asimismo, la unción podía comuni- car fuerza y energía sobrenatural... 9 Visita de enfermos 7. La visita de enfermos se recomienda en los Salmos. Es feliz el que entiende sobre el necesitado y el pobre...; el Señor le llevará su auxilio cuando esté en el lecho de su dolor... (Sal 40,4). Los tres amigos de Job van a visitarle y consolarle en su des- gracia (Job 2,11). En el destierro de Nínive, Tobías se mues- tra ejemplar en visitar, consolar y socorrer a los de su nación (Tob i.igs). El Eclesiástico recomendaba no faltar a los que lloran y estar con los que gimen: No te dé pereza visitar al en- fermo, porque con estas cosas te confirmarás en el amor (Eclo 7,39s). Jesús premiará en el último día a los que le hubiesen visi- tado a El en los enfermos (Mt 25.35.39s). 8. En la enfermedad se debe juntar la oración, según el consejo del Eclesiástico: Hijo mío, no te impacientes con un en- fermo, sino ruega a Dios para que él se cure (Eclo 38,9)10 . Jesús había practicado la imposición de manos para curar (Mt 8,3 con el leproso...). La imposición de manos con fe se anuncia también como medio de curación (Me 16,18). Y, al contacto de la mano, los apóstoles curan (Act 3,7; 28,8). 8 FLAVIO JOSEFO, De bello iudaico 1,657; Antiq. iud. 17,172; FILÓN, Som. 2,58: ThWNT 1,230. » H. SCHLIER, art. áAefqx»: T h W N T 1,2303. J° En la Vg: «Fili, in tua infirmitate ne despicias te ipaum; sed ora Do- minum et ipse curabit te». § III. En el Nuevo Testamento 9 / / / . El rito de la unción en Me 6,13 n 9. Como antecedente de la unción de los enfermos acon- sejada en Sant 5,i4s encontramos la unción practicada por los apóstoles sobre los enfermos, según leemos en Me 6,13. En un contexto de misión y de predicación en orden a la penitencia y de expulsión de demonios, se dice que los apósto- les ungían con aceite a muchos enfermos: Y, saliendo [los Doce], predicaron para la conversión, y echa- ban muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y curaban (v.13). La unción practicada por los apóstoles se halla en un con- texto religioso en el que se recalca la penitencia o conversión y se quiere destruir el poder de los demonios. No se trata, por consiguiente, de una mera práctica medicinal o curativa, sin relación con lo religioso. Es más bien un rito que se relaciona con lo religioso, y en concreto con la metanoia, o penitencia. Lo cual no es negar que en Palestina se empleara el aceite como método curativo (cf. Le 10,34 y supra n.6)1 2 . Esta aptitud na- tural para la confortación del cuerpo mediante el aceite pudo servir muy bien de base para ese rito religioso practicado por los apóstoles. En el contexto en que se halla, aparece que los apóstoles actuaban no tanto como médicos cuanto como taumaturgos 13, porque obtenían, en efecto, la curación de muchos enfermos, así como echaban a muchos demonios. 10. No se comprende que los apóstoles practiquen uni- formemente este rito y que obtengan el efecto preternatural de la curación si no es porque el Maestro los ha aleccionado sobre lo que tienen que hacer. Por esto, el magisterio eclesiástico ha visto en esta práctica 11 Cf. M. J. LAGRANGE, Évangile selon Saint Mate (Paris 1O1920) p.148; L. PIROT-R. LECONTE, La Sainte BiblelX(igso) P.465S; J. HUBY, Évangile selon Saint Marc (Paris 19i92g) p.150. 12 La práctica medicinal con el aceite en diferentes combinaciones o mixturas con el vino, vinagre..., está atestiguada con ejemplos de aquellas culturas en STRACK - BILLERBECK, Kommentar zum N.T. 2 (München 1924) p . n s . 1 3 Cf. LAGRANGE, La; L. P IROT-R. LECONTE, Évangile selon S. Marc: La Sainte Bible IX p.465. http://25.35.39s 10 P.I el. La unción en laBiblia de los apóstoles, con evidente referencia a las instrucciones del Maestro, una insinuación del rito que después Santiago reco- mendará y promulgará. Así lo definió el concilio de Trento: «Esta sagrada unción de los enfermos fue instituida por Jesucristo nuestro Señor como verdadero y propio sacramento del N.T., insinuado cier- tamente en Marcos (6,13), y por Santiago, apóstol y hermano del Señor, recomendado a los fieles y promulgado» 14. Se podrá discutir si en Me 6,13 se trata del sacramento so- lamente «en figura o tipo» (Belarmino, Estius, Cornelio a La- pide, Jansenio, Calmet, Knabenbauer); o bien se describen ya los comienzos de la institución del sacramento (Beda, Maldo- nado, Lagrange...). Lo cierto es que hay una insinuación. IV. El pasaje de Santiago 5,13-15 a n . El documento bíblico principal es el de la carta de Sant 5,13-15. Suponemos conocidas las cuestiones previas re- lativas al autor y destinatarios de esta carta, al tiempo en que fue escrita y a la canonicidad que por la Iglesia se le ha atribui- do. Diremos solamente que la atribución a Santiago el Menor, hermano del Señor, tiene los fundamentos más probables y só- lidos 16, que la carta va dirigida a los judíos cristianos de la «diáspora» (1,1) y que debió de escribirse antes del año 62, fe- cha del martirio de este primer obispo de Jerusalén 17, pero !•* Ses.14 (25 de noviembre de 1551), Doctrina de sacramento extremas unctionis c.i: Dz-Sch 1695 (908). 15 Cf. C. RUCH, art. Extreme Onction: D T C 5,1897-1927; A. D ' A L E S , art. Extreme Onction: DictBiblSuppl 3,262-72; J. ALONSO, La carta de Santiago: La Sagrada Escritura. N .T . III (Madrid 21967) P.197SS; A. CHA- RUE, Les Építres catholiques: La Sainte Bible, L. Pirot-A. Clamer, XII (París 1951) P.373SS; M. MEINERTZ, Die Krankensalbung-Jak 5,14$: Biblische Zeitschrift 20 (1932) 23-36; J. B. BORD, L'Extreme Onction d'aprés Vépitre de Saint Jacques (V, 14-15) examinée dans la Tradition (Bruges 1923); P. H O - YOS, La extremaunción en el primer siglo (Sant 5,i4s) a la luz de un nuevo descubrimiento: Revista Bíblica, Argentina (1963) p.34-42; H. FRIESENHAHN, Zur Geschichte der Uberlieferung und Exeges des Textds bei Jak. V,i4f: Bi- blische Zeitschrift 24 (1938-39) 185-190 16 Cf. J. ALONSO, Carta de Santiago, Introducción, n.2: l . c , p.i97"99; S. LYONNET, Témoignages de S. Jean Chrysostome et de S. Jéróme sur Jac- ques, lefrére du Seigneur: RechScRel 29 (1939) 335-51. 17 Cf. FLAVIO JOSEFO, Antiq. iud. 1.20,9,1; KIRCH, Ench. font. Hist. eccl. antiq. 9. § IV. El pasaje de Santiago 11 con posterioridad, al parecer, al año 59, fecha de la carta a los Romanos, puesto que Santiago parece poner algunas precisio- nes al pensamiento paulino de la salvación por la fe (cf. Sant 2,14-26; Rom 3,21-4,25). En cuanto a la canonicidad, es sabido que Lutero tenía por dudoso que esta carta hubiera sido escrita por el apóstol San- tiago (cf. n.151). Y entre los protestantes se ha enumerado mu- cho tiempo entre los libros «deuterocanónicos». Pero citan palabras de la carta de Santiago escritores tan antiguos como San Clemente Romano, San Policarpo, Hermas, San Justino, San heneo, Hipólito y Clemente de Alejandría. Es cierto que no se menciona con los otros libros sagrados en el fragmento muratoriano (ca.180) ni en el canon mommseniano (de África, ex a.359). Reconocen, en cambio, la canonicidad de la carta de Santiago el canon claramontano (de Alejandría, mitad del siglo iv), San Atanasio, San Cirilo de Jerusalén, San Agustín y varios concilios africanos de los años 393, 397, 419 18. Y desde antiguo se incluye en el canon de los libros sagra- dos, comenzando por el de Dámaso (a. 3 82)ie>; en la Carta de Inocencio I (a.405) a Exuperio, obispo de Toulouse 20; en el decreto de Gelasio (a.495?)21, en el decreto para los jacobitas (a.1441), en el concilio de Florencia 22, y en las definiciones del concilio Tridentino 23 y del Vaticano 124. Es, por consiguiente, indiscutible la canonicidad de la carta de Santiago 25. Examen del texto 12. El contexto en que se encuentra el pasaje que estudia- mos es un contexto de consolación espiritual que el autor quie- re promover: (v.13) ¿Está triste alguno de vosotros? Que ore. ¿Está de buen ánimo? Que cante salmos (Sant 5,13). i 8 Cf. P. GACHTER, Summa Introductionis in N.T. (Innsbruck 1938) n.52. i» Dz-Sch 180 (84). 20 Dz-Sch 213 (96). 21 D z 162. 22 Dz-Sch 1335 (706). 23 Dz-Sch 1503 (784). 24 Dz-Sch 3029 (1809). 25 Sobre la canonicidad de la carta de Santiago cf. Institutiones Biblicae (Roma, Pontif. Inst. Bíbl.) 611.2 n.59-63; P. GACHTER, O .C , n. 52; F . MAIEB< Zur Apostolizitát des Jacobus und Judas: Biblische Zeitschrift (1906) p.164- 91.255-66; J. ALONSO, l . c , p.198. 12 P.l el. La unción en la Biblia Este cantar himnos espirituales no era infrecuente entre los primeros cristianos (cf. Ef 5,19; Col 3,16; Rom 15,9...). 13. Y luego comienza el texto que hace a nuestro propó- sito: (v.14) ácrQsveí TIS SV úfjuv; TrpoaKaAeaáCTQco TOÜS TrpECT|3uTépov/s TTJS ÉKKAr|crias, Kai TrpoaEu£áa6cocTav ÉTT'OÚTÓV áAEtyavTES ÉAaíco év TC¡5 avancen TOO Kvpíov. (v.15) Kai ri £ÚXT| TTJS iríorecos crcóaEi TÓV KápvovTa, Kai ÉyEpEl carróv ó Kúpioc- Kav áuapTÍas r] 7T£Troir|KÓs, áq>E0r|aETai a ú r a . (v.16) E^ouoAoysTaOs o5v óAArjAoi? Tas ánap-ríac, Kai -rrpoa- EUXEa6s ÚTrép áAArjAcov, ÓTTCOS ÍOÜTÍTE. TTOAO iaxCrEí SÉnaic 5iKaíou ÉVEpyov/uévr|. (v.14) ¿Está enfermo (áo-0£veí) alguien entre vosotros! Que llame a los presbíteros de la Iglesia y que oren sobre él habiéndolo] ungido con óleo (ÉAaíco) en el nombre del Señor. (v.15) Y Ia oración de la fe salvará (acóasi) al enfermo (KÓCU- vovTa) y el Señor (Kúpios) lo levantará (ÉyEpsT). Y, si hubiese hecho pecados, se le perdonarán. (v.16) Confesaos, pues, unos a otros los pecados y orad unos por otros para ser curados. Mucho puede la súplica del justo fervorosa... (v.i7s) Termina con el ejemplo de la oración eficaz de Elias (cf. 3 Re 17,1; 18,1). Exposición del texto 14. Alguien «entre vosotros» se refiere a alguien que perte- nezca a la comunidad cristiana, a quien va dirigida la carta. No se trata, por consiguiente, de un rito religioso que se aplique a cualquier pagano. Se supone que es cristiano. Este alguien que enferma (ÓCTSEVET), si se interpreta esta voz a la luz de la palabra KápivovTa, del v.15 (cf. n.24), es un en- fermo que no padece solamente una mera debilidad o asthenia, como pudiera entenderse por esta palabra griega. Esta voz áoOEVEÍ es susceptible de significar enfermedad de importancia, como aquí la significa. También en otros pasajes del N.T.: § IV. El pasaje de Santiago 13 Jn 4,4Ós (el hijo del régulo); 11,1 (Lázaro); Act 9,37 (Tabita); Flp 2,2Ós (Epafrodita). 15. La palabra áa9Evr\s26 significa primeramente: a) Débil, estar débil. Se habla de la debilidad de la carne, en con- traposición a la fuerza del espíritu (Rom 8,26). En la debilidad se manifiesta el poder de Dios (f|...5úvctms £v ácrQsvsía TEAEÍTOI: 2 Cor 12,9). Las cosas débiles (TCX ácr9svf¡) del mundo escogió Dios para confundir a los poderosos (1 Cor 1,27). Es frecuente en el N . T . este sentido de debilidad (2 Cor 11,30; 12,5.9s; i3,4.9;Heb 5,2). También se habla de debilidad en un sentido religioso y moral (Sal 17,42; Rom 14,1...). Las debilidades nuestras son también pe- cados de los que se compadece el Sumo Sacerdote (Heb 4,15; cf. Heb 7,28; Rom 5,6.8). 16. b) Es también frecuente el sentido de enfermedad (Me 6, 56; Jn 5,5; 6,2; 11,4; Mt io,8; Le 5,15; 8,2; 10,9; Act 28,9...). Como causa de la enfermedad se mencionan: i.° Las acciones o efectos de los espíritus (Mt 17,18; Le 13,11). 2.° El estipendio del pecado (1 Cor 11,30; Me 2,5ss; Sant 5,16). c) En sentido figurado, áo-0evsícc es falta de fuerzas, pobreza, in- capacidad (Rom 8,3; Heb 7,18; 1 Cor 12,22; Gal 4,9...). 17. Se aconseja al enfermo que él mismo haga llamar (irpocT- Ka?VEcrácr0to) a los presbíteros. Se requiere, porlo tanto, alguna voluntariedad en aquel que quiere someterse a este rito. Pero, al indicar que haga venir a sí a los presbíteros y no que él vaya a ellos, se confirma que se trata de una enfermedad de impor- tancia que le detiene en su domicilio. Aunque la expresión gramatical puede parecer de manda- to (que haga llamar), es, sin embargo, una expresión del mis- mo tenor que las anteriores (que ore, que cante salmos); y, por la misma naturaleza de las cosas, parece se trata de un consejo. 18. Los presbíteros de la Iglesia son un grado jerárquico propio de los colaboradores de los apóstoles, del cual (en los tiempos en que fue escrita la carta de Santiago) se hace men- ción en diferentes libros del N.T. (Act 8,1; n,29s; 14,23; 15,2. 4.6.22S; 16,5; 21,18; Tit 1,5; 1 Tim 5.17-19; 1 Pe 5,is; 2 Jn 1,1; 3 Jn i ) 2 7 - No se trata, pues, de llamar a individuos «carismáticos», 26 Cf. G. STAHLIN, art. ACT6EVIÍ;: T h W N T 1,488-92. 27 Cf. M. NICOLAU, Ministros de Cristo. Sacerdocio y sacramento del orden (Madrid 1971) n.i34ss: «El presbiterado en la Iglesia primitiva. Los datos del N.T.» 14 P.I el. La unción en la Biblia que tuvieran el don de las curaciones, al que se alude en i Cor 12,9.28s; sino de llamar a quienes tienen cargo y misión oficial y jerárquica en la Iglesia. Tampoco puede referirse a los «ancianos» de la comunidad, sin cargo oficial, porque no se explicaría por qué tienen que ser los provectos en edad los que tienen que orar y ungir. La mención de los presbíteros, en plural, tendrá su repercu- sión en la Iglesia griega, donde la unción es administrada por varios sacerdotes. Pero en rigor podría entenderse de uno solo, según parecidas expresiones de llamar a las autoridades, a los médicos, etc., aunque en realidad sólo se haya llamado a uno de ellos. 19. Que oren sobre él (TrpoCTSû áoQcoaocv), habiendo [lo] un- gido (áAeíyacvTeS) con óleo. Se trata de una unción (acción de ungir, en pasado aoristo) unida simultáneamente con la acción de orar (también en aoristo). Esta oración, más que indicar que es por el enfermo o en favor del enfermo (evidentemente que también lo es), se indica que es sobre (ÉTTÍ) el enfermo; esto es, es un rito que se cumple acerca de él y sobre él. La oración de unos por otros vendrá indicada más abajo con vrrép (v.16). El orar sobre él tiene claro cumplimiento si se le unge al mismo tiempo que se ora. 20. El óleo o aceite, producto muy propio de la flora me- diterránea, era materia apta para curar o indicar una curación. Se alude a él como medio curativo en Le 10,37; Me 6,13 (cf. su- pra, n.ó.gs). Y son conocidas las unciones como medio de for- talecimiento atlético y medicinal. Dentro de la cultura y de la mentalidad cristiana, la unción tuvo, además de carácter medicinal (cf. Le 10,34), carácter exorcístico, de lo cual deriva el empleo del aceite como medio de curación. Pero también alcanzó carácter de sacramento y de sacramental: se empleó como exorcismo antes del bautismo y como parcial comunicación del Espíritu Santo después del bau- tismo 28. No puede tratarse de un efecto natural de sanación por me- dio del aceite cuando se manda indiscriminadamente que to- dos sean ungidos con óleo; lo cual, evidentemente, puede no ser conveniente a todos los organismos, ni servir para todas las en- 28 Cf. H. SCHLIER, art. áM9<o: T h W N T 1,2313. 4 § IV. El pasaje de Santiago 15 fermedades. Se trata de obtener un efecto por medio del rito y de la oración; efecto que es, sin duda, sobrenatural, pero sin que sea necesariamente extraordinario o milagroso. 21. En el nombre del Señor. No es una expresión de finali- dad o de consagración, como en Mt 28,19: bautizando (eis TÓ óvouoc) para el nombre o majestad, sino que es una expresión de «orden o mandato» (év TU ÓVÓUCCTI) del Señor o de «esfuerzo y poder» en el Señor. El Señor (icipios) es Jesucristo, según es llamado en el N.T. después de la resurrección (Act 1,21; 2,36; 4,10; 1 Cor 5,4s...) y en la misma carta de Santiago (1,1; 2,1; 5,7s...). Esta unción y oración se hará, por consiguiente, en el nombre de Jesús; es decir, por su mandato y con su poder. Referir la expresión en el nombre del Señor a la sola oración que se hace sobre el enfermo, parece un tanto alejado de lo que pide la gramática; debe referirse a la oración y ala unción. 22. La oración de la fe es la oración de que acaba de ha- blarse, la oración de los presbíteros, que deben orar con fe; con aquella fe que traslada los montes y obra prodigios (cf. Mt 17,19; Le 17,6; Sant 1,6). Directamente, no se trata, pues, de la oración o de la fe del enfermo (como querían los protestantes), aunque esta fe debe suponerse si llama a los presbíteros; sino que la oración de la fe es directa e inmediatamente la oración de los presbíteros. ¿Qué pasaría, además, si el enfermo no pudiera ya orar por haber caído en un desvanecimiento o pérdida de los sentidos? Oración de la fe designa el rito sacramental, basado en la fe, así como misterio de la fe designa la eucaristía; y palabra de la fe (verbum fideij designa el bautismo 29 . 23. Salvará (crcbaEi) 30 es la misma palabra usada más arriba (Sant 1,21: Con mansedumbre recibid la palabra sembra- da, que puede «salvan vuestras almas; 2,14: ¿Podrá la fe «salvar» (al que diga que tiene fe, pero que no tenga obras)?; 4,12: Uno es el legislador y el juez, que puede «salvan y perder). Como se ve, se ha usado siempre en sentido espiritual. Lo mismo que más abajo (5,20: El que convirtiere a un pecador del error de su camino, «salvará» de la muerte el alma de él...). 29 SAN AGUSTÍN, In lo. tract. 80 n.3: PL 35,1840. 30 Cf. W . FOERSTER, art. o-c^co: T h W N T 7,966ss; sobre todo por lo que toca al N .T . , P.989SS. 16 P.I e.l. La unción en la Biblia Por esto, el significado de esta palabra, que aquí en 5,15 parece referirse inmediatamente más bien a una salvación cor- poral, puesto que se ha hablado de enfermedad corporal, pue- de también alcanzar un amplio sentido de salvación en general. Inmediatamente se refiere a la curación corporal, pero poco después se hablará de un perdón de los pecados y salvación espi- ritual. Tanto más cuanto que, en la mentalidad hebrea, la salud se mira como un bien total de todo el individuo. 24. El enfermo viene designado con la voz KáuvovTcc, que significa trabajar con esfuerzo, con fatiga, y de ahí estar fatigado, estar sufriendo, estar sin fuerzas... 31 Ya se ve que el sentido es, pues, el de una enfermedad que no es una leve o ligera indis- posición. Y el Señor parece ser Jesucristo, a quien se ha llamado el Kúpios. Lo levantará (áyspsl) es también susceptible de sentido espiritual, así como corporal; lo mismo que la voz salvará al enfermo. Tiene, p.ej., sentido de despertar a uno del sueño (Mt 8,25; Le 8,24); de resucitar a muertos (Mt 10,8; Jn 5,21; r2,r; Rom 4,24; 8,11); de levantar a uno después de curarle (Act 3,7). Y no falta el sentido espiritual (Rom 13,11: Es ya hora de le- vantarnos del sueño; Ef 5,14: Levántate tú que duermes). 25. Y, si hubiese hecho pecados, es una condicional que su- pone estar fuera de la norma común (de ser pecador en aque- llos pecados en que todos caen). Para Santiago (3,2), en muchas cosas caemos todos; luego aquí parece que no se trata de meros pecados corrientes, semideliberados, veniales; sino que se quie- re aludir a otros pecados que no son de todos. Puede, pues, fá- cilmente entenderse de los pecados graves o no ordinarios. A fortiori que, si se entiende de pecados graves (que se perdonan), se perdonarán también los pecados leves. ¿Se refiere a los pecados que han sido causa de la enfermedad? El tenor de las palabras es completamente general: puede ha- ber habido pecados y puede no haberlos habido, pueden ser pecados que hayan causado la enfermedad y pueden ser peca- dos que no la hayan causado. Algunos han visto reflejada en las palabras de Santiago la opinión popular de que la enfermedad era consecuencia del 3! Cf.A. BAILLY, Diction. grec-francais, a la voz KÍUVCÚ. I § IV. El pasaje de Santiago 17 pecado; por eso, el apóstol hablaría del perdón de los pecados, si el enfermo los tuviera 32. Es verdad que, en la mentalidad judía, no rara vez se atribuía la enfermedad al pecado (como en el caso del ciego de nacimiento: Jn 9,2); pero la mentalidad cristiana había superado este prejuicio (cf. Jn 9,3), y podía ver en la enfermedad una asimilación a Cristo paciente. Los após- toles habían oído del Señor que la enfermedad no era necesa- riamente consecuencia del pecado personal del individuo o de sus padres (cf. Jn 9,1-3); no tenían, por consiguiente, que pro- pagar con su rito de unción esta creencia popular. 26. Se le perdonarán. En el texto de Sant 5,14, evidente- mente que el sujeto de á<pe0r|aETat OCÚTCÚ no pueden ser los «pecados», puesto que el verbo está en singular. La traducción se le perdonarán es traducción algo libre, según el sentido (ad sensum); pero correcta, porque se trata de un perdón para el enfermo y porque no se ha hablado del perdón sino en la hi- pótesis de que él tenga pecados (si hubiese hecho pecados; es decir, si estuviese en pecados). Tampoco se habla en el texto de confesión hecha a los presbíteros. Por eso no acaban de convencernos las razones de quienes quieren ver aquí indicada la confesión de los pecados hecha a los presbíteros ii. 27. La confesión mutua de los pecados a que se alude en el v.16 parece ser una práctica de acusación pública personal e individual más o menos genérica, como signo de humildad entre los hermanos y para efectos de reconciliación. Algo pa- recido a nuestro uso al decir el Confíteor al principio de la misa, con acusación ante la asamblea de los hermanos. No pa- rece que se trate de confesión en privado a un sacerdote, como es nuestra actual confesión sacramental34. La curación, como efecto de la oración mutua, puede en- tenderse de la curación física y de la curación espiritual. 32 Cf. C. RUCH, I .c , col.1916. 33 Cf. C H . HARRIS, Visitation of the Sick.,., en «Liturgy and Worship», ed. by W. E. Lowther Clarke-Ch. Harris (London 1964) p.soSs. 34 Cf. J. SILY, El texto de Santiago «Confesaos los unos a otros los pe- cados» en los once primeros siglos de la Iglesia: Ciencia y Fe (1950) n.23, p.7-22; en los siglos XII-XV: n.34 (i953) P-7-2I. El autor estudia diversas vicisitudes en la interpretación de este texto. 18 P.I c.l. La unción en la Biblia Objetividad del rito 28. Algunos comentaristas fijan su atención solamente en algunas palabras del texto de Santiago. Pretenden que la un- ción del aceite sería rito accesorio en la mente del apóstol. Di- cen que lo importante sería la fe: la oración de la fe salvará al enfermo, esto es, la fe del enfermo y la fe de los presbíteros. Y así se obtendría la curación corporal por la eficacia de la fe y de la oración, la del enfermo y la de los ministros. Si a esto se añadía, como expresión de confianza, invocar el nombre de Jesús, en el nombre del Señor, se recalcaba todavía más el valor de la fe y de la oración. 29. Sin duda que todos estos elementos que sirven para activar la fe y la oración son importantes para el fruto y resul- tado del rito. Pero, si sólo se atiende a algunas frases del texto, queda la impresión de un examen subjetivo para encontrar las ideas preconcebidas. El texto habla de hacer llamar a representantes oficiales de la Iglesia, con oficio sacerdotal bien definido (presbíteros de la Iglesia). El texto habla de una oración de estos presbíteros que va junta con la unción del enfermo; la eficacia no se atri- buye sólo a la oración, sino a la oración con la unción. El texto no dice que se invoque el nombre del Señor (aunque podía hacerse y probablemente se haría); dice que se unja en el nom- bre del Señor; esto es, con la autoridad y en persona de Cristo, como se hacen los sacramentos 35. El texto dice que la oración de la fe (expresión vaga) salvará al enfermo; no dice: la fe de la oración salvará al enfermo. Por esto, no vemos que se deba insistir, como única deci- siva, en la frase la oración de la fe salvará al enfermo 36. Es diverso del caris ma de curación 30. Para Calvino, aquí se trata del carisma de las curacio- nes, que se ejerce con la unción del aceite (cf. n.161-164). Pero en realidad el contexto en que Santiago desarrolla su consejo difiere del contexto en que San Pablo expone los ca- rismas. Los xapÍCTuerra tapiórrcov, los dones de curación de que ha- 35 Cf. M. NICOLAU, Teología del signo sacramental (Madrid 1969) 11.195SS: «Cristo es el que bautiza»... 36 Cf. C . R U C H , L e , col . 1915. § IV. El pasaje de Santiago 19 bla San Pablo (1 Cor 12,9.28), eran de carácter extraordinario y maravilloso y se enumeran entre otros carismas que el Es- píritu concedía a quien quería y como quería (cf. 1 Cor 12,11). En ninguna parte se dice que los que poseían tal carisma de curar debían ser jerarquía en la Iglesia o tener cargo oficial en ella. Estos carismas iban encaminados al bien de la comu- nidad. En cambio, el don de curar por medio de los presbíteros de la Iglesia que oran y ungen aparece en Santiago como algo ordinario y permanente en la Iglesia; basta llamar a los presbí- teros y se obtendrá. La curación no se dice que será milagrosa, sino sólo que se obtendrá. Los que tienen que ungir tienen que ser precisamente los presbíteros de la Iglesia, no cualesquiera carismáticos, que no se nombran. La curación va encaminada directamente al bien del individuo enfermo; no se habla de la «común utilidad», como en los carismas. Rito de efectos próximos 31. No parece que los efectos de este rito descrito por Santiago tengan que esperarse solamente en los tiempos esca- tológicos. Como si las expresiones en futuro (salvará, lo le- vantará, se le perdonarán los pecados: v.15) tuvieran que rea- lizarse en el final último de los tiempos. Todo el contexto (¿Está triste alguno de vosotros?... ¿Está de buen ánimo?... ¿Está enfermo...?: v.13-14) parece señalar claramente que los efectos (al menos algunos) se esperan a corto plazo, sin nece- sidad de esperar a la consumación escatológica definitiva. La salvación o salud que se promete al enfermo ungido parece ser inmediatamente la curación corporal (cf. n.23), que se amplía y llega a alcanzar el sentido de salvación en general, pero sin excluir necesariamente la salvación del cuerpo, que, naturalmente, no se deja para los tiempos escatológicos. Rito sacramental 32. El rito descrito por Santiago en su carta presenta los caracteres de un verdadero sacramento. Se trata en efecto: i.° De un rito sensible y simbólico, con la significación de una confortación y de una sanación espiritual. La unción con 20 P.I el. La unción en la Biblia óleo era empleada por los atletas para prepararse a la lucha y a la competición, procurando así a los músculos la flexibilidad y el calor convenientes. La confortación espiritual, significada además por la oración deprecativa y determinada así en su sen- tido, tiene una analogía o semejanza de proporción con la con- fortación material producida por la unción. 2.° La santificación interior, significada y producida por este rito, viene indicada por las expresiones la oración de la fe «salvará» al enfermo, con un amplio sentido de salud corporal y espiritual (n.23), y por la frase siguiente: el Señor «lo levan- tará» (n.24). Este significado eficaz de santificación interna o de gracia lo expresa sobre todo la frase si hubiese hecho pecados, se le perdonarán. Entendida de pecados, como parece que debe en- tenderse, no meramente semideuberados, el rito es eficaz de gracia interna, puesto que es capaz de perdonar pecados graves. Esta capacidad de gracia la retiene el rito aun en el caso que no hubiese tales pecados graves. Luego en el rito descrito y recomendado por Santiago se dan los caracteres de un verdadero sacramento. No hay tampoco razón para darle un sentido temporal o circunstancial,sino que puede suponerse que es permanente y para siempre. Su origen, puesto que es rito que comunica o infunde gra- cia santificante, no puede ser sino del Señor. Se unge al enfer- mo en nombre del Señor; esto es, con mandato y en persona del Señor. 33. A propósito del texto de Santiago, se ha hablado de una lá- mina de 60 X 24 milímetros y 2 de espesor procedente de las exca- vaciones de Qumrán, adquirida el 10 de enero de 1963 para el Mu- seo del Instituto Bíblico franciscano de la Flagelación. Se dice que esta lámina tiene una inscripción en aramaico que se refiere al texto clásico de Santiago acerca de la unción. Es una oración en forma deprecativa hecha por un sacerdote, en la cual se habla de una un- ción practicada por aspersión, y se enumeran los efectos del sacra- mento: la salvación, la remisión de los pecados, la curación. Se se- ñala por perito la fecha de inscripción entre los años 70 y 90 d. de C. 37 Si estos datos son exactos, tendremos una confirmación del uso de la unción poco después de la carta de Santiago. 37 Cf. E. RUFFINI, Unzione degli infermi: una teología da fare: Scuol- Catt 94 (1966) 3a"-33*. P A R T E SEGUNDA INTERPRETACIÓN PATRÍSTICA Y LITÚRGICA DE LAS FUENTES BÍBLICAS CAPÍTULO II LA INTERPRETACIÓN DEL PERIODO PATRISTICO La escasez relativa de documentos * 34. No sorprenderá encontrar en relativa escasez los tes- timonios patrísticos acerca de la unción de los enfermos. Las razones de esta carencia relativa son las siguientes: i . a No solían los Santos Padres exponer la doctrina cris- tiana de una manera sistemática, como puede hacerse hoy en un curso completo de catecismo o religión. La predicación patrística era más bien ocasional, a base de los textos escritu- rísticos que se iban ofreciendo en las lecturas. Y, siendo la unción de los enfermos un rito completivo de la penitencia, era lógico que insistieran más en la penitencia que en su com- plemento. Es más, tendremos ocasión de conocer pronto al- gunos pasajes (Orígenes, Crisóstomo...) en que el texto clási- co de Santiago es aducido precisamente por su valor peniten- cial y en orden a la penitencia. Pero es sabido que, aunque existan tales textos penitencia- les, no abundan los que aluden a la confesión sacramental privada. Por eso tampoco es de extrañar que los Padres hablen poco del sacramento de la unción. Siendo también la unción para casos circunstanciales de enfermedad grave o de final de la vida, era lógico que la pre- dicación insistiera en los ritos corrientes de la vida ordinaria; menos, en los eventuales. 35. 2. a El lugar propio para comentar el rito de la un- ción hubiera sido en el comentario exegético y pastoral de la carta de Santiago, pero son escasos los comentarios que nos han quedado a esta carta. No han llegado hasta nosotros los comentarios de Clemente y Cirilo de Alejandría; tampoco los de Dídimo y San Agustín, si se exceptúan pocos fragmentos. El primer comentario completo a la carta de Santiago es el de 1 Cf. J. KERN, De sacramento Extremae Unctionis tractatus dogmáticas (Ratisbonae 1907) p.17-20; C. RUCH, art. Extreme Onction: DTC 5,1928-31. 24 P.II c.2. Interpretación del periodo patrlstico Beda el Venerable (cf. n.90). Tampoco hay comentario al evangelio de Marcos hasta Víctor de Antioquía, en el siglo v, por lo que hace a la Iglesia griega, y hasta Beda el Venerable, en el siglo vm, por lo que toca a la Iglesia latina 2. 36. 3 . a Alguno piensa que al principio no fue muy fre- cuente el uso de este sacramento. Se excluía—dice—a los pe- nitentes públicos (cf. Inocencio I, infra, n.75); se excluía a los mártires, que por no estar enfermos no tenían por qué reci- birla. Y se excluía también a las personas que habían llevado una vida santa 3. Pero estas razones no parecen del todo eficaces, porque a los penitentes públicos que se reconciliaban con la Iglesia no se les excluía de los sacramentos que les podían ayudar, como era el de la unción. A los mártires que después de los tormen- tos morían en las cárceles, no se ve por qué no se les iban a dar todos los auxilios de la religión. Y las personas que habían ¡levado vida santa serían las primeras en tenerse por pecado- ras y desear la unción... Sí pudo influir más la disciplina del arcano. La unción de- bía administrarse muy en privado en tiempos de persecución; y aun en tiempos ordinarios, sin la disciplina del arcano, no había por qué administrarla públicamente. / . En las Iglesias de Oriente Los primeros testimonios 37. San heneo (ca.140-ca.202), representante eximio de la doctrina de diferentes Iglesias, censura, en su obra Advitr- sus haereses, la manera cómo los gnósticos entienden y corrom- pen los ritos y misterios cristianos: «Hay quienes dicen que es inútil llevar al agua; pero, mezclando en uno aceite y agua con ciertos dichos semejantes a los que antes dijimos, lo echan sobre la cabeza de los que se consagran. Y quieren que esto sea redención, ungiendo ellos mismos con el bálsamo. Y otros, 2 Cf. Cursus Scripturae Sacrae: J. KNABENBAUER, Evangelium saeundum Marcum (Parisiis 1894), Prolegomena, IV p.19. 3 Cf. lo. LAUNOY, De sacramento unctionis infirmorum c.2 obs.2, en Opera omnia I (Coloniae, Allobrogum, 1731) p.i.» p.455. i § I. En las Iglesias de Oriente 25 rechazando todas estas cosas, dicen que no se debe realizar por criaturas visibles y corruptibles el misterio de la virtud inefable e invisible»4. Pero hay quienes conocen un rito—según el siguiente tes- timonio de Ireneo—que parece aludir a la unción de los en- fermos: «Otros hay que redimen a los que están muriendo al final de su defunción echando sobre sus cabezas aceite y agua, o el ungüento ya dicho con el agua, con las invocaciones ya dichas, para que se hagan [los que van a morir] incomprensibles e in- visibles a los príncipes y potestades, y el hombre interior de ellos se levante por encima de las cosas invisibles; como si el cuer- po de ellos se deje en este mundo, pero su alma se entregue al demiurgo» 5. 38. Este rito, que se aplica, mediante la unción con las invocaciones, a los que están para morir, parece referirse a la unción de los enfermos, y el efecto que se le atribuye es el de levantar el hombre interior por encima de los poderes invisi- bles, de suerte que se haga incomprensible (inatacable) a los príncipes y potestades... Ireneo conoce también la imposición de manos como medio de curación. Dice en la misma obra: «Otros curan, por la im- posición de las manos, a los trabajados por alguna enferme- dad, y los devuelven sanos» 6. Y, aunque en estas palabras hay sólo una alusión a las palabras del Señor (Me 16,18): Pondrán las manos sobre los enfermos y curarán, es de advertir, sin em- bargo, que la unción de los enfermos irá acompañada, no ra- ras veces en lo sucesivo, con la imposición de manos (cf. n.118), y se describirá como «imposición de manos». 39. El gran Orígenes (185 /86-2S4 /55)> célebre escritor de las Iglesias de Alejandría y Palestina, recuerda el texto de San- tiago (5,14) y lo considera como uno de los textos penitencia- les de la Sagrada Escritura. Merece copiarse en toda su amplitud, para que se conozca claramente, el momento penitencial que también entonces se atri- buía al rito de la unción. Además se apreciará fácilmente cómo 4 Adversus haereses l.i c.21,4: PG 7,6643. 5 Adv. haer. 1,21,5: PG 7,665-68. < Adv. haer. 2,32,4: PG 7,8298. http://ca.140-ca.202 20 P.II c,2. Interpretación del periodo patrístico ya entonces conjunta Orígenes este rito con el de la confesión hecha al sacerdote: «Escucha ahora cuántas son las remisiones de los pecados en los evangelios. La primera es ésta: cuando somos bautizados en remi- sión de los pecados. La segunda remisión está en la pasión del mar- tirio. La tercera es la que se da por la limosna... La cuarta remisión que se nos hace de los pecados es por cuanto nosotros perdonamos los pecados a nuestros hermanos... La quinta remisión de los peca- dos es cuandou n o convierte al pecador del error de su camino... Se hace también una sexta remisión por la abundancia de la caridad... Todavía, aunque dura y laboriosa, hay una séptima remisión de los pecados: cuando el pecador lava su lecho con lágrimas y sus lágri- mas son su pan día y noche; y cuando no se avergüenza de confesar su pecado al sacerdote del Señor y de buscar medicina, según aquel que dice: Dije: Declararé contra mi mi injusticia al Señor, y tú per- donaste la impiedad de mi corazón [Sal 31,5]. En lo cual [en la remi- sión del pecado] se cumple también aquello que dice el apóstol San- tiago: Si alguno enferma entre vosotros, que llame a los presbíteros de la Iglesia y que le impongan las manos, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor, y la oración de la fe salvará al enfermo; y, si estu- viere en pecados, se le perdonarán [Sant 5,14]»7. 40. Por este texto de Orígenes consta abiertamente la existencia y uso del rito de unción para los enfermos a media- dos del siglo III; y con un carácter evidentemente penitencial y para remisión de los pecados, puesto que se agrega a otros medios de remisión de pecados, y en particular a la remisión conseguida por el dolor y la confesión hecha al sacerdote bus- cando alivio. Tanto la confesión hecha al sacerdote como la unción de los presbíteros se declaran como obra del sacerdote. Se observará también cómo Orígenes dice que los presbí- teros le impongan las manos (en lugar de oren sobre él), ungién- dole con aceite. No será rara esa manera de nombrar la unción de los enfermos como una imposición de manos sobre los enfer- mos (cf. n.38.118). El sentido de las palabras de Orígenes después de hablar de la confesión hecha al sacerdote8, aduciendo el texto de Santiago, no pensamos que sea una confusión de la confesión hecha al sacerdote y de la unción con la imposición de manos, como identificando o confundiendo ambos ritos. En el lengua- 7 In Lev hom. 2,4 (post a.244): PG 12,417; R 493. 8 «In quo impletur illud quod Iacobus apostolus ait»... (In Lev hom. 2,4: PG 12,417; R 493). § I. En las Iglesias de Oriente 27 je de Orígenes parecen ser dos ritos bien diferenciados el de la confesión y el de la unción. Por eso interpretamos el pasaje después de mencionar la confesión: «En lo cual [esto es, en la remisión de los pecados, de que acaba de hablar] se cumple [también] aquello que dice Santiago». Como si dijera: Tam- bién esto es un texto penitencial y una manera de remisión de los pecados 9 . 41. Afraates (med. saeculo m-med. saeculo iv), de la Iglesia siria, menciona el fruto de la oliva, signo sacramental «que unge a los enfermos y, por su arcano misterio (sacramen- tum), reduce a los penitentes»10. Conoce, pues, la unción de los enfermos y le atribuye un carácter penitencial. En los documentos litúrgicos primeros «Didaché» 42. En la Didaché, que hoy suele considerarse como es- crito de la primera mitad del siglo 11 (ca.150), se ha conocido en su versión cóptica, descubierta en 1883, un fragmento que contiene una bendición para el «ungüento», por el cual se dan gracias a Dios; asimismo, en el mismo documento se dan gra- cias por el cáliz, y «por la santa vid de tu siervo David», y por el pan roto n . Dice así el fragmento hoy conocido, que aña- de: «Respecto del ungüento, dad gracias así: Te damos gracias, Padre nuestro, por el ungüento que nos has indicado por Je- sús, tu siervo; gloria a ti por los siglos. Amén»12. Aunque la mención de este ungüento es sobria y lacónica, si realmente perteneciera al original de la Didaché, parecería indicar un sacramento que se administra con un óleo consa- grado (al parecer, en la misa) y que se connumera con el de la eucaristía. 9 Sobre la discusión acerca de este texto de Orígenes cf. E. DORONZO, De Extrema Unctione (Milwaukee 1954) 1,98-102. 10 Demonstrationes (a.337-45) 23,3: Patrolog. Syriaca 2,6; R 698. 11 Didaché 9,1-5: F . X. FUNK, Patres Apostolici (Tubingae 1901) 1,20. !2 Cf. E. RIEBARTCH, en «Liturgische Zeitschrift» (Ratisbona, Heft 6) y P. AIDAN, en «Theolog. Prakt. Quartalschrift» (1931): KERN, l . c , p.108. 28 P.II c.2. Interpretación del período patr'tstico La «Traditio apostólica», de Hipólito, y documentos conexos 43. La Traditio apostólica, de Hipólito de Roma (ca.215), parece referir el uso que en los decenios anteriores era habi- tual en Roma. Pero parecen estar en relación con este escrito de Hipólito algunos otros documentos, como las Constitucio- nes egipcíacas (n.44), la Didascalia apostolorum (n.45), los Cá- nones de Hipólito (n.46) y las Constitutiones apostolorum (n.51), que estudiamos con las Iglesias de Oriente. Por esto, también aquí incluimos la Traditio, de Hipólito. En ella se contiene una bendición para el aceite, que debe realizarse dentro de la misa. El uso de este aceite parece alu- dir a la unción de los enfermos: «Si alguno ofrece aceite, que [el obispo] dé gracias, a la manera como se hizo la oblación del pan y del vino; no con las mismas palabras, sino con se- mejante intención, diciendo: Así como, santificando este acei- te, das santidad 13 a los que lo usan y perciben, por donde ungiste a los reyes, sacerdotes y profetas, así suministre [el aceite] confortación a los que lo gustan, y sanidad a los que lo usan» 14. Parece que el aceite bendecido por el obispo podía tener doble finalidad: para ser gustado y usado (o aplicado por la unción); el efecto esperado para ambos casos era el de confor- tación y sanidad. Y, aunque puede entenderse de un uso pri- vado como sacramental, no queda excluido el uso como sa- cramento en la unción del aceite. Todavía más adelante, en el Sacramentario del papa Gelasio (492-96), se hallará la fór- mula de bendición del aceite con ambas finalidades: de gus- tar y de usar el aceite (cf. n . r i3) 1 5 . 44. En las Constituciones egipcíacas se encontrará una re- petición o reminiscencia de la Traditio, de Hipólito. En ellas aparece una fórmula de bendición del aceite para los enfer- mos: «Así como, santificando este aceite, das salud 16 a los que 1 3 Otro texto lee sanitatem das. Pero parece más congruente leer sanc- titatem, en consonancia con lo que sigue. 14 HIPPOLYTUS ROMANUS, Traditio apostólica, ed. B. Botte (París 21968) (Sources chrétiennes n . n bis), p.54. Es posible que, en lugar de utentibus (xpcoiiévois), se debiera de leer en el ms. griego primitivo xpiopÉvois; esto es, unctis (a los ungidos). 1 5 DORONZO, l . c , 1,1373. 1« Cf. n.43. § I. En las Iglesias de Oriente 29 lo usan y perciben, y así ungiste a los reyes, sacerdotes y pro- fetas, de la misma manera, este aceite suministre confortación a los que lo gusten, y salud a los que lo usen» 17. Es difícil en este pasaje—como hemos dicho (n.43)—dis- tinguir entre el aceite gustado y percibido (que podría ser un sacramental) y el aceite aplicado y usado, que se acomoda más a la idea del sacramento de la unción. 45. La Didascalia apostolorum, del siglo ni, en su lengua griega original y en Siria probablemente, incluye esta bendi- ción del aceite, que traducimos de la versión latina que nos ha llegado: «Santifica este aceite, ¡oh Dios!; concede [salud] a los que usan y reciben esta unción con que ungiste a los sacer- dotes y profetas; así también da fuerza a los que lo beben, y salud a los que lo usan» 18. 46. En los llamados Cánones de Hipólito, anteriores al siglo iv, se habla del aceite de la oración (eüx&aiov) como medicina para los enfermos y se alude a la visita del clero que los que están en peligro de muerte deben recibir en sus casas: «Por lo que toca a los enfermos—dice el canon 219—, una medicina hay puesta para ellos, y es que frecuenten la Iglesia y gocen de la oración; excepto el que está con enfermedad pe- ligrosa, porque éste debe ser visitado cada día por el clero, que se lo dirán»19. Óigase la interpretación en una edición posterior: «Los enfermos tienen su curación, si frecuentan la Iglesia, para participar con el agua de la oración y el aceite
Compartir