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PLIEGO
UNA IGLESIA ‘EXCÉNTRICA’
PARA EL SIGLO XXI
La eclesiología conciliar de Lumen Gentium
Rafael Vázquez Jiménez
Doctor en Teología Dogmática 
y profesor del instituto de Ciencias 
Religiosas San Pablo (málaga)
2.798. 28 de abril-4 de mayo de 2012
P
L
I
E
G
O
P
L
I
E
G
O
Una vidriera multicolor
hoy Dios queriendo establecer su diálogo 
con el hombre? O, siguiendo a Juan 
Ramón Jiménez, ¿sigue siendo hoy Dios 
deseado y deseante?
el ser deseado depende del hombre, 
y cabe la respuesta afirmativa o negativa. 
el ser deseante es siempre afirmativo por 
depender de Dios. Y, en este divino deseo 
de salir y venir al hombre de todos los 
tiempos, la iglesia cobra una renovada 
actualidad al seguir mostrando por 
los caminos del mundo a Cristo como Luz 
de los pueblos (Lumen gentium).
I. UN TÍTULO ‘EXCÉNTRICO’ 
PARA UNA IGLESIA ‘EXCÉNTRICA’
el mismo título de la constitución 
dogmática sobre la iglesia nos obliga a 
redirigir la mirada hacia aquél que ha de 
ser centro y fundamento de todo el existir 
eclesial: Jesucristo. Solo él es Lumen 
gentium (luz de los pueblos), y la iglesia 
ha de “iluminar a todos los hombres con 
la luz de Cristo, que resplandece sobre 
su rostro” (lG 1). Como si de la luna se 
tratara (mysterium lunae), ella refleja una 
luz que no le es propia.
Si la iglesia preconciliar se 
había replegado sobre sí misma 
comprendiéndose como sociedad 
perfecta (autosuficiente en orden a su 
fin), haciendo hincapié en la visibilidad 
y legitimidad de sus instituciones 
(infalibilidad, jurisdicción del papa, 
etc.) frente a un mundo por el que 
se sentía amenazada; la iglesia del 
siglo XXi se proyectaba como una 
realidad excéntrica, no por ser rara o 
extravagante, sino por encontrar su 
centro paradójicamente fuera de sí.
Ha sido el cardenal Angelo Scola, 
antes patriarca de Venecia y hoy 
arzobispo de milán, en su obra ¿Quién es 
la Iglesia? (2005), el que últimamente 
se ha referido a la iglesia del Concilio 
como una “realidad elíptica”, que se 
dibuja desde dos puntos focales con los 
que se relaciona intrínsecamente: Cristo 
y el hombre en el drama de su realidad 
concreta. Desestimar alguno de estos 
polos, ya sea el divino o el humano, 
supondrá la desfiguración del rostro 
de la iglesia, tendiendo nuevamente 
a la circularidad sobre un solo punto 
concéntrico.
la iglesia del siglo XXi no está 
exenta del peligro del repliegue y el 
espiritualismo salvífico, así como de 
un moralismo basado en valores de un 
cierto humanismo religioso.
II. ¿SOBRE QUÉ APOYAR 
EL EDIFICIO DE LA IGLESIA 
DEL TERCER MILENIO?
¡qué importantes son los cimientos 
en cualquier tipo de construcción! Sobre 
ellos se levanta y apoya la estructura 
del edificio. un fallo en la cimentación 
afectará a todo el entramado 
arquitectónico, provocando en el futuro 
graves problemas de difícil reparación.
los textos conciliares se levantan 
sobre bases sólidas. Todo en el Concilio 
tiene un porqué, nada es fruto de 
una decisión casual o tomada a la 
ligera. no es exagerado decir que cada 
tema, cada esquema, cada capítulo, 
y especialmente los de las cuatro 
constituciones, han sido estudiados 
una y otra vez, modificados y corregidos 
hasta contar con la aprobación de los 
padres sinodales. es obligado, por tanto, 
el estudio de la estructura de Lumen 
Gentium como pórtico de entrada 
a la eclesiología conciliar, desde donde 
visualizar a vista de pájaro las claves 
eclesiológicas del Concilio.
Un primer esbozo
Remitiéndonos a la historia de la 
redacción del texto, dos momentos 
reflejan el cambio de mentalidad que se 
estaba produciendo dentro de la iglesia.
en primer lugar, el rechazo del primer 
proyecto del esquema De Ecclesiae, 
que llega al aula conciliar el 23 
de noviembre de 1962, redactado 
principalmente por el jesuita holandés 
S. Tromp. Once capítulos componían 
este esquema:
en su primer mensaje radiofónico del 17 de octubre de 1978, al día siguiente de ser elegido Papa, 
Juan Pablo II se refería a la constitución 
sobre la iglesia en estos términos: “es 
necesario que tomemos de nuevo en 
las manos la magna charta del Concilio, 
es decir, la constitución dogmática 
Lumen Gentium para que meditemos 
con renovado y reforzado afán sobre 
la naturaleza y misión de la iglesia”.
ante la inminente celebración 
del cincuenta aniversario de la apertura 
del Concilio Vaticano ii (1962-2012), 
se hace nuevamente necesario tomar 
entre las manos la constitución Lumen 
Gentium (lG) para seguir ofreciendo 
a los hombres de nuestro tiempo 
el rostro siempre renovado a la luz 
de Cristo de la iglesia. es hora 
de desempolvar nuestro olvidado 
Vaticano ii y volverlo a colocar en 
el estante de los libros frecuentemente 
usados de nuestra biblioteca.
una cuestión que cobra especial 
carácter de urgencia al encontrarnos con 
generaciones de cristianos adultos que 
comienzan a tomar responsabilidades 
en la tarea evangelizadora de la iglesia 
sin la perspectiva histórica del profundo 
cambio que supuso el acontecimiento 
conciliar. es importante en este período 
de recepción sosegada del Concilio que 
las nuevas generaciones de cristianos 
aprendan a valorar el viraje hacia Cristo 
y hacia el mundo con el que los Padres 
conciliares orientaron a la iglesia 
para emprender su travesía rumbo 
al tercer milenio.
intentamos refrescar la memoria a los 
olvidadizos y hacer extensible la onda 
del Concilio a las nuevas generaciones, 
para afrontar el reto de ser iglesia en el 
mundo y tiempo que nos ha tocado vivir.
en este nuevo escenario, marcado 
por grandes avances tecnológicos, 
cambios en la jerarquía de valores 
e incluso en la misma concepción 
de la realidad, que ahora pasa a ser 
virtual, cabe preguntarse: ¿sigue hoy 
el hombre necesitando a Dios?, ¿sigue 
24
25
 I. la naturaleza militante de la iglesia
 II. los miembros de la iglesia 
 militante y la necesidad 
 de esta para la salvación
 III. naturaleza de la iglesia
 IV. el episcopado como grado 
 supremo del orden y del sacerdocio
 V. los obispos residenciales
 VI. los laicos
 VII. el magisterio de la iglesia
 VIII. autoridad y obediencia en la iglesia
 IX. las relaciones iglesia-estado 
 y la tolerancia religiosa
 X. la necesidad de la iglesia 
 para anunciar el evangelio 
 a todos los pueblos de la tierra
 XI. el ecumenismo
los Padres valoraron positivamente 
el uso de la Sagrada escritura en la 
definición de la iglesia, así como la 
introducción de la doctrina del laicado 
y el episcopado, y la inserción de la 
cuestión ecuménica. Pero criticaron 
duramente la excesiva insistencia en el 
aspecto jurídico y militante de la iglesia, 
en su dimensión místico-escatológica, el 
aire triunfalista, y la falta de perspectiva 
pastoral y misionera.
Tras el rechazo de este proyecto, 
comenzaron a trabajarse esquemas 
alternativos, cobrando especial 
relevancia la propuesta del teólogo 
belga G. Philips, en la que cristaliza 
la doble perspectiva desde la que el 
cardenal Suenens había orientado los 
trabajos del Concilio: Ecclesia ad intra y 
Ecclesia ad extra. es decir, una reflexión 
sobre la identidad de la iglesia y su 
relación con el mundo.
El esquema Philips 
y sus modificaciones
en 1963, llegaba al aula conciliar 
el esquema Philips, estructurado en 
cuatro capítulos:
 I. el misterio de la iglesia
 II. la constitución jerárquica de 
 la iglesia, en especial, el episcopado
 III. el Pueblo de Dios, 
 en especial, los laicos
 IV. la vocación a la santidad de la iglesia 
Tras su presentación, tiene 
lugar otro momento importante para 
la configuración de la eclesiología 
conciliar. muchos valoraron el sabor 
bíblico del texto, así como su tono 
pastoral y ecuménico. aunque se 
formularán algunas indicaciones 
de gran repercusión.
la primera sugerencia es la división 
del capítulo iii en dos: uno dedicado 
al Pueblo de Dios y otro a los laicos. el 
capítulo sobre el Pueblo de Dios se sitúa 
antes del capítulo sobre la constitución 
jerárquica de la iglesia, incluyéndola 
dentro del Pueblode Dios. Pues la 
jerarquía está compuesta por miembros 
del Pueblo de Dios que han sido 
constituidos en servidores del mismo 
(ex hoc populo Dei et pro eo).
al añadirse un capítulo más, la 
llamada a la santidad de la iglesia pasa 
a ocupar el capítulo V, desdoblándose 
también este en dos: uno dedicado 
a la vocación de toda la iglesia a la 
santidad, y el otro, completando al 
anterior, sobre los consejos evangélicos, 
marco en el que se sitúa a los religiosos 
en la vida de la iglesia (capítulo Vi).
Otra de las apreciaciones acusaba la 
carencia de la dimensión escatológica y 
el carácter peregrino de la iglesia en el 
esquema. la iglesia es esencialmente 
una realidad dinámica constituida 
sobre el ímpetu apostólico y misionero, 
y abierta a la esperanza de su meta 
definitiva: el cielo. Será esta la causa de 
la aparición de un nuevo capítulo sobre 
el carácter escatológico de la iglesia 
(capítulo Vii).
Por último, se sugirió la inserción del 
esquema sobre la Virgen María en el 
texto de Lumen Gentium, vinculando así 
íntimamente a maría al misterio de Cristo 
y al misterio de la iglesia. al añadir el 
capítulo Viii, se completaba la laguna 
mariana del esquema De Ecclesiae.
Con todas estas indicaciones se 
comenzaba un período de nuevas 
discusiones, ahora sobre cuestiones 
concretas del contenido de los 
capítulos, hasta la aprobación solemne 
de la constitución Lumen Gentium, el 21 
de noviembre de 1964, con un esquema 
en ocho capítulos:
La Iglesia ha de “iluminar a todos los hombres con la luz de Cristo, que resplandece sobre su rostro” 
(LG 1). Este es el gran mensaje –también hoy, en pleno siglo XXI– de la constitución Lumen Gentium: 
seguir ofreciendo a los hombres de nuestro tiempo el rostro siempre renovado de la Iglesia a la luz 
de Cristo. En el año del cincuentenario de la apertura del Vaticano II, estas páginas nos invitan 
a releer y meditar la eclesiología conciliar para afrontar con renovado entusiasmo el reto de ser 
Iglesia en el mundo de este tercer milenio. Una Iglesia que sale de sí misma (excéntrica) para llegar 
a cada hombre y mujer a través de la armónica diversidad de colores de su vidriera.
26
la encargada de emprender con valentía 
(cfr. ef 6, 19) la tarea de anunciar, 
esclarecer y manifestar el misterio 
escondido durante siglos (cfr. ef 3, 8-9) 
hasta que alcance a toda la humanidad 
(cfr. ef 3, 9; Rom 16, 26) y “todo tenga 
a Cristo por Cabeza” (ef 1, 9-10).
en conclusión, cuando san Pablo usa 
el término ‘misterio’ se está refiriendo 
al mismo ser de Dios, al misterio de 
Dios y al misterio de su voluntad (1 Cor 
1, 2; Col 2, 2), que se despliega en la 
historia, mostrando a todos los hombres 
su proyecto universal de salvación. 
Cristo encarna el misterio de Dios en 
la historia, que llega a su culmen en 
su muerte y resurrección. Y la iglesia, 
íntimamente vinculada a Jesucristo (cfr. 
ef 5, 32), tiene la misión de manifestar 
a los hombres de todos los tiempos 
y lugares el misterio de la salvación 
de Dios, que trasciende la historia 
tendiendo a su consumación definitiva 
en el Reino de los cielos (cfr. ef 3, 17-19).
la concepción bíblica del concepto 
‘misterio’ aleja de nuestra mente 
cualquier interpretación del término 
como algo difícil de entender, o que 
hace referencia a secretos extraños e 
incomprensibles relacionados con el 
mundo de lo esotérico.
El despliegue del misterio 
en Lumen Gentium
la arquitectura dogmática de la 
iglesia del Concilio se despliega en 
torno a la idea bíblica de ‘misterio’. no 
en vano el primer capítulo lleva por 
título “el misterio de la iglesia”. Desde 
esta óptica, tres capítulos se muestran 
esenciales para la articulación interna 
del documento: el capítulo i (el misterio 
de la iglesia), el capítulo ii (el pueblo 
de Dios) y el capítulo Vii (el carácter 
escatológico de la iglesia peregrina), que 
reflejan las dos etapas en el dinamismo 
del misterio y su finalidad escatológica.
1. ¿Por qué la Iglesia es un misterio?
el primer capítulo presenta a la iglesia 
enraizada en el misterio de la Trinidad 
(cfr. lG 2-5), que se despliega a lo largo 
de la historia de la salvación y vive en 
la tensión escatológica hasta la plenitud 
de los tiempos: “esta [la iglesia] aparece 
prefigurada ya desde el origen del 
mundo y preparada maravillosamente 
en la historia del pueblo de israel y 
la estructura orgánica de la comunidad 
eclesial: los pastores (iii. la constitución 
jerárquica) y el laicado (iV. los laicos). 
los dos siguientes capítulos se refieren a 
la misión esencial de la iglesia, es decir, 
la santificación de todos los miembros 
del Pueblo de Dios (V. Vocación universal 
a la santidad), a la que se encuentra 
vinculada la Vida Religiosa (Vi. los 
religiosos). Y los dos últimos capítulos 
describen la dimensión escatológica 
de la iglesia peregrina (Vii. Carácter 
escatológico de la iglesia), ofreciendo 
como prototipo a la Virgen maría (Viii. la 
bienaventurada Virgen maría).
Sin descartar la explicación de 
Philips, de obligada referencia en 
cualquier estudio de Lumen Gentium, 
nuestra propuesta de articulación 
interna del documento se fundamentará 
en el concepto bíblico de ‘misterio’, 
basándonos en el estudio que realizara 
R. Penna en 1978 sobre el concepto 
mysterion en san Pablo (Il ‘mysterion’ 
paolino: traiettoria e costituzione).
A la luz del misterio en san Pablo
el epistolario paulino describe el 
misterio de una forma dinámica (cfr. 
1 Cor 2, 7; Rom 16, 25-26; 1 Cor 2, 10; 
Col 1, 26-27; ef 1, 9; 3, 3. 5. 9). aquello 
que estaba escondido en Dios desde 
la eternidad (cfr. Rom 16, 25) se desvela, 
manifiesta y se da a conocer en 
el ahora de la historia (cfr. Rom 16, 26a; 
Col 1, 26b; ef 5, 5.10). 
Dos etapas se distinguen dentro de 
este proceso unitario: el misterio en 
Dios, y su revelación en la historia. en la 
segunda etapa, tiempo de cumplimiento 
y realización del misterio de Dios en 
Cristo, tienen un papel relevante los 
primeros destinatarios de la revelación: 
los cristianos (cfr. Col 1, 26, 1 Cor 2, 10; 
ef 1, 9; 3, 3; 3, 5). Será la iglesia 
 I. el misterio de la iglesia
 II. el Pueblo de Dios
 III. la constitución jerárquica 
 de la iglesia, 
 en especial, el episcopado
 IV. los laicos
 V. la vocación universal 
 a la santidad en la iglesia
 VI. los religiosos
 VII. Carácter escatológico 
 de la iglesia peregrina 
 y su unión con la iglesia del cielo
 VIII. la bienaventurada Virgen maría, 
 madre de Dios, en el misterio 
 de Cristo y de la iglesia
Ocho trazos con los que se dibujaba 
el nuevo rostro de la iglesia a la luz de 
la Palabra de Dios y de la Tradición. 
Ocho trazos que definen la naturaleza 
y la misión de la iglesia, no de forma 
narcisista, sino en relación con 
Jesucristo y en diálogo con el mundo.
estos datos, expuestos de manera 
esquemática, son suficientes para 
apreciar el laborioso proceso de 
aprobación de los textos del Concilio y la 
importancia del estudio de su estructura 
y engranaje interno.
III. UNA ‘MISTERIOSA’ 
EXPLICACIÓN DE LA ESTRUCTURA 
DE LUMEN GENTIUM
¿Un esquema en dípticos?
a los dos años de la clausura del 
Concilio, G. Philips, en su comentario a 
la constitución Lumen Gentium titulado 
La Iglesia y su misterio, explicaba la 
lógica interna del documento en dípticos, 
siguiendo el mismo orden de los capítulos.
los dos primeros capítulos abordan el 
misterio de la iglesia desde su dimensión 
trascendente (i. el misterio de la iglesia) 
y su forma histórica (ii. el Pueblo de 
Dios). el tercero y el cuarto describen 
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I
E
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en la antigua alianza, se constituyó 
en los últimos tiempos, se manifestó 
por la efusión del espíritu y llegará 
gloriosamente a su plenitud al final de 
los tiempos” (lG 2).
la iglesia no se reduce a una mera 
institución social, visible e histórica, 
sino que tiene su fundamento en el 
misterio del Dios uno y trino. Brota de 
la voluntad salvífica del Padre (lG 2), se 
realiza en la obra del Hijo (lG 3) y del 
espíritu Santo (lG 4), y tiene su meta en 
elReino de Dios (lG 5). Su misión no es 
otra que la de comunicar la salvación 
de Dios, invitando a todos los hombres 
a la unión con Cristo y manifestando 
ya en esta tierra la realidad del Reino, 
de la que es germen y comienzo.
el ser y la misión de la iglesia 
se muestran íntimamente vinculados 
desde la perspectiva del misterio de la 
Trinidad que se despliega en la historia, 
superándose así el riesgo de una visión 
unilateral de la iglesia como realidad 
puramente sociológica y jerarcológica. 
la iglesia es (naturaleza) por su relación 
al misterio de Dios, y, en cuanto realidad 
histórica, no tiene otro fin (misión) 
que servir al hombre en orden 
a su salvación.
una realidad que se define por ser 
relacional: en relación a Dios y 
en relación al hombre al que sirve. 
este es el rostro excéntrico de la iglesia 
que se dibuja en el primer capítulo 
de la constitución Lumen Gentium. 
el Sínodo de 1985, celebrado a los 
20 años de la clausura del Concilio, 
esclarece esta cuestión, proponiendo 
en la Relatio finalis una relectura de la 
eclesiología conciliar desde la clave de 
la koinonia/comunión, que consideraba 
como idea central y fundamental en los 
documentos del Concilio Vaticano ii. 
Desde esta perspectiva, la iglesia tiene 
su origen en la íntima comunión del 
Padre, del Hijo y del espíritu Santo. ella 
define su naturaleza como manifestación 
de la comunión trinitaria en la historia, 
y centra su misión en una llamada 
constante a todos los hombres a participar 
en esta comunión visible e invisible, 
reflejo de la comunión del Dios Trino.
De manera magistral se referirá 
Juan Pablo ii a esta esencial conexión 
entre comunión y misión en la 
exhortación apostólica Christifideles 
Laici (1987): “la comunión y la misión 
están profundamente unidas entre 
sí, se compenetran y se implican 
mutuamente, hasta tal punto 
que la comunión representa a la vez 
la fuente y el fruto de la misión: 
la comunión es misionera y la misión 
es para la comunión” (Chl 32).
las distintas imágenes bíblicas 
con las que se describe la iglesia 
(lG 6), destacando la del Cuerpo místico 
de Cristo (lG 7), expresan la íntima 
naturaleza de la iglesia.
este primer capítulo de Lumen 
Gentium orientará el desarrollo de 
los temas tratados a lo largo de la 
constitución. así, todo lo visible en la 
iglesia habrá de reflejar la comunión 
trinitaria que la hace vivir; de lo 
contrario, no podrá ser considerada 
como una realidad propia de la 
naturaleza esencial de la iglesia. Todo 
en ella ha de ser eikon/imagen del Dios 
uno y trino, realidad excéntrica, o no 
será como tal iglesia.
¿no se convierte para nosotros hoy en 
un capítulo sobre el que volver una y otra 
vez, como si de un examen de conciencia 
para toda la iglesia se tratara?
2. El Pueblo de Dios, sujeto histórico del 
misterio
el último número del capítulo primero 
se refiere a la iglesia como una realidad 
compleja en la que se une lo humano y lo 
divino, lo visible y lo invisible, en analogía 
con el misterio del Verbo encarnado 
(lG 8). Y da paso de modo admirable al 
siguiente capítulo, en el que se tratará la 
realidad histórica de la iglesia.
Siguiendo el dinamismo del misterio 
paulino, el segundo capítulo de Lumen 
Gentium nos muestra la iglesia bajo 
el tema bíblico del Pueblo de Dios. 
ella, movida por el espíritu, continúa 
haciendo presente en la historia de los 
hombres la obra de la redención realizada 
en Cristo, es decir, continúa haciendo 
posible que la humanidad tenga acceso 
al misterio de la comunión con Dios que, 
a través de la iglesia, se configura en 
estructuras comunitarias y visibles.
la salvación es comunitaria: Dios 
“quiso santificar y salvar a los hombres 
no individualmente y aislados, sin 
conexión entre sí, sino hacer de ellos un 
pueblo” (lG 9). Salvar significa entrar en 
comunión, participar en la comunión del 
Dios uno y trino que salva. 
al entrar en comunión con Dios, 
el hombre experimenta la auténtica 
salvación, se libera de las redes del 
individualismo que conducen a la 
muerte, y se descubre como un ser en 
relación, abierto a los hermanos y a 
Dios. el Pueblo de Dios es un pueblo de 
personas, en el sentido más profundo 
del término, que se definen por la 
relacionalidad horizontal (con los 
hermanos) y vertical (con Dios). no 
hay posibilidad de eliminar ninguno 
de los vectores sin falsear la salvación 
bajo apariencia de ideologías sociales o 
espiritualidades desencarnadas.
“la Trinidad es nuestro programa 
social”, afirmaba el pensador ruso del 
siglo XiX N. Fédorov. Y así lo aplicamos a 
la iglesia. ella ha de ser transparencia en 
sus estructuras comunitarias y visibles 
de la íntima comunión existente entre 
el Padre, el Hijo y el espíritu Santo, la 
única comunión que salva.
no hay comunión salvífica donde no hay 
igual dignidad de los hijos de Dios, porque 
en la Trinidad a las tres Personas se les 
puede llamar “divinas”: el Padre es Dios, 
el Hijo es Dios, el espíritu Santo es Dios.
no hay comunión salvífica donde 
la diversidad queda anulada por la 
uniformidad, que hace de lo particular 
un absoluto, porque en la Trinidad el 
28
esquema protológico (protos: lo 
primero), propio del mundo occidental, 
de influencia platónica, que considera 
la realidad como imagen imperfecta de 
una idea preexistente que la origina 
(arquetipo). en segundo lugar, un 
esquema escatológico (ésjaton: lo 
último), propio del mundo oriental, que 
sitúa la verdad de las cosas en el futuro, 
trasladando el arjé (principio) al fin. De 
esta manera, la realidad será icono de la 
verdad escatológica. 
Si el primer esquema ontológico de la 
realidad tiene claras influencias sobre 
Orígenes y san Agustín, el segundo se 
personaliza en Máximo el Confesor, 
que se refería así a la historia de la 
salvación: “las cosas del antiguo 
Testamento son sombra (skía), las del 
nuevo Testamento son imagen (eikon) 
y las del futuro son verdad (aletheia)” 
(Sch. in eccl. Hier. 3, 3, 2).
Será Zizioulas el que actualmente 
aplique la ontología escatológica a la 
iglesia, considerándola icono del Reino, 
es decir, anticipación histórica de la 
futura comunión de todo lo creado en 
la comunión del Dios uno y trino. así, 
aunque la iglesia vive en la historia, 
encuentra su identidad en el futuro: ella 
es aquello que será. 
Retomando la constitución Lumen 
Gentium, podríamos decir que, si el 
capítulo segundo acentúa más la 
dimensión protológica del misterio de 
la salvación, haciendo hincapié en la 
manifestación histórica de la comunión 
intratrinitaria; el capítulo séptimo nos 
hace contemplar la realidad histórica del 
misterio de la iglesia como anticipación 
de su verdad futura. así se ve reflejado 
al comienzo del capítulo, cuando se 
afirma: “el final de la historia ha llegado 
ya a nosotros y la renovación del mundo 
está ya decidida de manera irrevocable 
e incluso de alguna manera real está ya 
o signo e instrumento de la unión 
íntima con Dios y de la unidad de 
todo el género humano” (lG 1). una 
cuestión que se retoma al comienzo 
del capítulo segundo, refiriéndose a 
la iglesia como “el sacramento visible 
de esta unidad que nos salva”(lG 9), 
y al inicio del capítulo séptimo, sobre 
el carácter escatológico de la iglesia, 
donde es considerada como “sacramento 
universal de salvación” (lG 48).
al referirse a la iglesia como 
sacramento, la constitución Lumen 
Gentium inserta la realidad eclesial 
en el dinamismo de la concepción 
bíblica del ‘misterio’. 
en el primer capítulo se ha 
fundamentado la iglesia en el misterio 
de la Trinidad; en el segundo, hemos 
contemplado la realización histórica 
o sacramental del misterio del Dios 
trinitario como comunión visible abierta 
a toda la humanidad. Y en el capítulo 
séptimo, contemplaremos cómo la iglesia, 
fiel a su naturaleza y misión, anticipa 
visiblemente y de forma misteriosa su 
destino: la comunión definitiva con Dios, 
Padre, Hijo y espíritu Santo.
no es extraño, por tanto, que 
B. Forte, en su obra La Iglesia, iconode la Trinidad (2003), haya sintetizado 
así la eclesiología conciliar: “la iglesia 
viene de la Trinidad”, “la iglesia es 
icono de la Trinidad” y “la iglesia va 
hacia la Trinidad”. 
la categoría ‘sacramento’, término 
latino que traduce el griego ‘misterio’, 
hace referencia a la manifestación 
histórica, social y visible del misterio 
de la iglesia, y, en cuanto tal, a su ser 
“germen y comienzo” (lG 5) del Reino 
futuro en el ya de este mundo.
Se yuxtaponen aquí dos esquemas 
de comprensión de la realidad, 
que se complementan y equilibran 
mutuamente. en primer lugar, un 
Padre no anula al Hijo, ni el Hijo al 
Padre ni al espíritu, etc. las relaciones 
divinas se establecen en comunión 
de amor y libertad.
no hay comunión salvífica donde 
la autoridad es anulada, porque en la 
Trinidad existe un ‘orden’ (taxis) con un 
único principio (mono-arché) en el Padre.
no hay comunión salvífica donde 
no hay apertura a la universalidad y 
a la catolicidad, porque la comunión 
en libertad y amor de la Trinidad es 
puro éxtasis, salida, comunicación. 
la Trinidad no se repliega sobre sí 
misma, es excéntrica y plasma su 
excentricidad en la iglesia. Por ello, 
la comunión eclesial se abre a la 
misión, evitando cualquier tipo de 
narcisismo comunitario. Y la misión 
se comprende en continua referencia a 
la comunión eclesial, que es expresión 
de la comunión divina. De lo contrario, 
la misión pierde su sentido genuino e 
identidad cristiana. 
el programa eclesial propuesto 
por el Concilio está profundamente 
caracterizado por el misterio de la 
Trinidad. así se verifica a lo largo de 
todo el capítulo segundo de Lumen 
Gentium, y serán estas unas constantes 
que se concreten en la consideración de 
los miembros del Pueblo de Dios en los 
capítulos tercero, sobre la jerarquía, y 
cuarto, sobre los laicos. 
Por ejemplo, el estatuto eclesiológico 
del obispo, se inserta en el colegio 
episcopal presidido por el obispo 
de Roma, el papa, como “comunión 
jerárquica” (lG 22), que refleja el 
misterio de la comunión trinitaria. Y con 
el obispo, que preside la iglesia local, 
se articula también la relación iglesia 
universal-particular, manifestándose así 
la diversidad en la unidad.
no hay estructura visible en la iglesia 
que no transparente el misterio, la 
comunión, la Trinidad. Y si no es así, 
quizás habría que plantearse si es 
constitutivo de la iglesia, o es polvo 
eclesiástico que se nos ha pegado a lo 
largo de la historia y urge sacudirlo 
cuanto antes.
3. ¿Por qué la Iglesia es como 
un sacramento?
la categoría ‘sacramento’ aparece en 
el proemio de la constitución: la iglesia 
es “en Cristo como un sacramento 
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por anticipado en este mundo” (lG 48c). 
Y previamente habrá vinculado esta 
salvación futura con la iglesia en estos 
términos: “la restauración prometida 
que esperamos ya comenzó en Cristo, 
progresa con el envío del espíritu Santo 
y por él continúa en iglesia” (lG 48b).
la categoría ‘sacramento’ aplicada 
a la iglesia permite establecer la 
intrínseca correlación existente entre 
protología y escatología, dimensiones 
configuradoras de toda realidad 
eclesial. Como sacramento, la iglesia 
hace presente en la historia de manera 
visible el misterio de la comunión de 
Dios, al mismo tiempo que anticipa el 
futuro de la humanidad: la unión íntima 
en Dios de todo el género humano. en 
ella se funde históricamente su origen 
en la Trinidad y su futuro definitivo en 
la comunión trinitaria. ella es memorial 
y profecía de la unidad a la que está 
llamada a participar toda la humanidad.
4. La santidad, los religiosos y María 
en el dinamismo del misterio
¿Dónde situar estos capítulos sobre la 
santidad, los religiosos y la Virgen maría 
en la estructura de la iglesia delineada 
en la constitución Lumen Gentium? 
Tanto el capítulo quinto como el sexto 
se sitúan a caballo entre el segundo, 
sobre el Pueblo de Dios, y el séptimo, 
sobre el carácter escatológico de la 
iglesia. Observaremos cómo el capítulo 
dedicado a la llamada universal a 
la santidad se inclinará más por el 
esquema protológico, y el capítulo 
sobre los religiosos, por el esquema 
escatológico de la eclesiología.
así, la santidad de los miembros 
de la iglesia se plantea como una 
participación de la naturaleza divina, 
una gracia que recibieron en su 
bautismo y que han de “conservar 
y llevar a plenitud” (lG 40). Por 
el contrario, el estado religioso, 
perteneciendo a la santidad de la 
iglesia, “manifiesta mucho mejor a 
todos los creyentes los bienes del cielo, 
ya presentes en este mundo. También 
da testimonio de la vida nueva y eterna 
adquirida por la redención de Cristo y 
anuncia ya la resurrección futura y la 
gloria del Reino de los cielos” (lG 44c).
finalmente, el capítulo octavo, 
dedicado a la cuestión mariológica, 
se puede considerar como una 
prolongación del capítulo séptimo, sobre 
el carácter escatológico de la iglesia. 
maría, en relación al misterio de Cristo 
y al misterio de la iglesia, se presenta 
como la consumación del despliegue del 
misterio en su sentido bíblico. ella es 
modelo y tipo de la iglesia ya realizada, 
la iglesia que ya ha alcanzado su 
plenitud, la verdad futura que se hace 
presente como imagen y comienzo en 
la iglesia, como aquí se formula: “la 
madre de Jesús, glorificada ya en los 
cielos en cuerpo y alma, es la imagen y 
comienzo de la iglesia que llegará a su 
plenitud en el siglo futuro” (lG 68).
Con la Virgen maría, se cierra el 
proyecto eclesiológico propuesto por 
la constitución Lumen Gentium, que 
hemos articulado desde la dinámica 
del ‘misterio’, en cuanto despliegue y 
manifestación del proyecto divino de 
salvación en el mundo, y anticipación 
histórica del misterio consumado.
IV. CAMBIOS DE RUMBO EN LA 
RECEPCIÓN DE LUMEN GENTIUM
la reflexión eclesiológica de los años 
posteriores al Concilio está marcada 
principalmente por la concepción de 
la iglesia como Pueblo de Dios. Y así 
se extiende a todos los ámbitos de la 
realidad eclesial: consejos parroquiales, 
sínodos diocesanos, catequesis, escuelas 
de teología, etc.
Poco a poco, a partir de la idea de la 
igual dignidad de todos los miembros 
del Pueblo de Dios por su bautismo, 
y la misma vocación a la santidad (cfr. 
lG 32), se va extendiendo la concepción 
de la iglesia como comunión, que –como 
ya hemos apuntado– el Sínodo de 1985 
considerará central para la interpretación 
de la eclesiología del Concilio.
unos años más tarde, la Congregación 
para la Doctrina de la fe advertía en 
la carta Communionis notio (1992) de 
la necesidad de integrar en la noción 
de ‘comunión’ aplicada a la iglesia, los 
conceptos de ‘Pueblo de Dios”, ‘cuerpo 
de Cristo’ y ‘sacramento’. aunque más 
interesante resulta la clarificación 
de los elementos fundamentales 
de la comunión. Será esencial –según 
el documento– situar la comunión 
en relación a la unidad que se da en 
la Trinidad, al misterio de la salvación 
en su perspectiva bíblica y patrística, 
en relación a la dimensión visible e 
invisible (su realidad sacramental), y a 
la dimensión misionera y escatológica 
del misterio de la comunión. Y esta 
“comunión eclesial, en la que cada 
uno es inserto por la fe y el Bautismo, 
tiene su raíz y su centro en la 
Sagrada eucaristía, (…) de tal modo 
que este cuerpo puede ser llamado 
verdaderamente Cuerpo de Cristo”.
eclesiología de comunión y eucaristía 
aparecen íntimamente vinculadas en 
la iglesia como Cuerpo de Cristo. Tema 
ya apuntado en el Concilio al tratar la 
imagen del Cuerpo místico de Cristo: 
“en la fracción del pan eucarístico 
compartimos realmente el Cuerpo del 
Señor, que nos eleva hasta la comunión 
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eucarístico como evento eclesial, por 
tanto, es incomprensible al margen 
de la concepción bíblica del ‘misterio’.
Tanto la dimensión trascendente 
e histórica, como comunitaria, de 
la salvación aparecen aunadas en 
la realidad de la iglesia desde esta 
reorientación eucarística de la 
eclesiología conciliar. Otros aspectos, 
sin embargo,merecen una mayor 
precisión.
en primer lugar, ¿cómo salvar el 
carácter escatológico de la iglesia? en 
Occidente se ha resaltado sobre todo la 
eucaristía como memorial del sacrificio 
de Cristo, que podría manifestarse 
nuevamente en un cristomonismo 
eclesial, definido por el énfasis en las 
estructuras visibles e institucionales. Se 
hace necesaria la apertura a la epíclesis 
eucarística, ponderada en la liturgia 
oriental, vinculando así la cristología 
y la pneumatología en la celebración 
eucarística. Su traducción eclesial ha 
de realizarse como conciliación entre 
el aspecto institucional jerárquico y 
comunional, entre el aspecto histórico 
y el escatológico de la única realidad 
compleja de la iglesia. ella es memorial 
y epíclesis, y en tanto que lo es, anticipa 
en el presente el futuro de la iglesia en la 
historia: la comunión definitiva de todos 
los hombres entre sí y de estos con Dios.
en segundo lugar, ¿cómo resaltar la 
dimensión misionera de la iglesia desde 
la clave de la eclesiología eucarística? 
Como fuente desde la que mana toda su 
fuerza, en la celebración de la eucaristía 
se yuxtapone un fenómeno de implosión 
y explosión eclesial, en analogía al 
doble movimiento cardíaco de la sístole 
y la diástole, según la explicación del 
teólogo suizo reformado J. J. von Allmen. 
la implosión eucarística manifiesta la 
identidad de la iglesia como comunión, 
que por la acción del espíritu (epíclesis) la 
inserta en una corriente explosiva hacia 
su realización plena en el Reino, que la 
transforma en una comunión misionera. 
no hay posibilidad, por tanto, de repliegue 
en la eclesiología eucarística.
evitando los riesgos mencionados, 
la iglesia podrá seguir reflejando 
al mundo la Luz de Cristo, podrá 
seguir siendo transparencia de la luz 
trinitaria, que llega hasta cada hombre 
a través de la armónica diversidad 
de colores de la vidriera de la iglesia.
los riesgos que pudiera entrañar este 
replanteamiento en nuestros días, y, 
sobre todo, la posibilidad de articulación 
con la eclesiología de Lumen Gentium en 
la perspectiva del ‘misterio’ bíblico.
V. ¿ES COMPATIBLE 
LA ECLESIOLOGÍA EUCARÍSTICA 
CON LA IGLESIA DEL CONCILIO?
la constitución Sacrosanctum 
Concilium se refiere a la liturgia como 
“la cumbre a la que tiende toda la 
acción de la iglesia y, al mismo tiempo, 
la fuente de donde mana toda su 
fuerza” (SC 10). este sentido dinámico 
de la liturgia, especialmente de la 
celebración eucarística, es el marco 
propio para situar la eclesiología 
eucarística, si no queremos caer en un 
proceso de liturgización desencarnada 
de la vida de la iglesia, que se 
concretará inevitablemente en una 
comprensión ritualista del ministerio 
ordenado, una configuración del 
laicado exclusivamente ad intra, una 
concepción cerrada de la comunión y en 
la ausencia del vigor misionero. 
la inserción del evento eucarístico 
en el dinamismo del ‘misterio’ bíblico 
evita el riesgo de una comprensión 
estática y devocional de la celebración 
de la eucaristía, que ha de entenderse 
como epifanía del proyecto de salvación 
de Dios, cuyo origen se sitúa en la 
comunión trinitaria, manifestado en 
la encarnación, muerte y resurrección 
de Jesucristo, y que por la acción 
del espíritu Santo se actualiza en la 
historia invitando a todos los hombres a 
participar de esta comunión salvífica.
Desde esta perspectiva, la eclesiología 
eucarística y el planteamiento 
de la iglesia desde el ‘misterio’ 
paulino de Lumen Gentium se hacen 
complementarios, permitiendo definir la 
identidad de la iglesia como una realidad 
excéntrica y en relación con el misterio 
de la Trinidad y la obra de la salvación. 
en la celebración eucarística se 
realiza la comunión simultánea de 
los hombres con Dios, y la comunión 
de los hombres entre sí. la iglesia 
participa ontológicamente en la vida 
de la Trinidad, siendo constituida como 
comunidad histórico-sacramental que 
peregrina en este mundo hasta su 
consumación en el Reino. el evento 
con él y entre nosotros. Puesto que 
el pan es uno, aunque muchos, somos 
un solo cuerpo todos los que participamos 
de un mismo pan (1 Cor 10, 17). así 
todos somos miembros de su Cuerpo 
(cf. 1 Cor 12, 27) y cada uno miembro 
del otro (Rom 12, 5)” (lG 7b).
la reflexión eclesiológica a partir 
de la celebración eucarística, enraizada 
en la teología patrística de Ignacio 
de Antioquía, Hipólito o Cipriano 
de Cartago, ha ido adquiriendo un peso 
considerable en la teología actual. Con 
el gran impulso de los teólogos ortodoxos 
N. Afanasiev –el primero en hablar 
de una ‘eclesiología eucarística’– A. 
Schmemann, J. Meyendorff o zizioulas, 
y de teólogos católicos como H. de Lubac, 
Y. Congar, J.-M. Tillard, W. Kasper, entre 
otros, la eclesiología eucarística se ha 
afianzado en nuestros días. 
este “cambio de rumbo” en la 
eclesiología posconciliar se ha 
dejado notar en los documentos del 
magisterio, como se constata en la 
encíclica Ecclesia de Eucharistia (2003) 
y la carta apostólica Mane nobiscum 
Domine (2004), ambas de Juan Pablo 
ii, y más recientemente la exhortación 
Sacramentum Caritatis (2007), de 
Benedicto XVi. Todo ello con grandes 
repercusiones en la vida concreta de la 
iglesia. la misma Conferencia episcopal 
española titulaba su Plan Pastoral 
2006-2010 Yo soy el Pan de vida. 
Vivir de la Eucaristía.
el entonces cardenal Joseph 
Ratzinger, en una conferencia 
sobre la eclesiología de Lumen 
Gentium, pronunciada en el Congreso 
internacional sobre la aplicación 
del Concilio Vaticano ii organizado 
con motivo del Jubileo del año 2000, 
afirmaría: “la eclesiología de comunión 
es, en su aspecto más íntimo, una 
eclesiología eucarística”.
Todo este proceso abre una nueva 
etapa en la recepción de la eclesiología 
conciliar. Cabe preguntarse por

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