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Mam íferos de España 3 EL CACHALOTE ( Physeter m acrocephalus) M. FERNÁNDEZ-CASADO CIRCE (Asociación p ara la Con servación , In form ación y Estudio de los Cetáceos). Apdo. de correos 93, 11280, Algeciras (Cádiz). (m arsop @h otm ail.com ) INTRODUCCIÓN Nom bres vernácu los Cachalote (castellano y gallego), kaxalotea/ zeroia (euskera), catxalot (catalán ), sperm whale (inglés), cachalot (francés), capodoglio (italiano), Pottwal (alem án). Etim ología El nom bre cien tífico del cachalote proviene de la palabra Physeter (del griego physao, soplar); térm ino utilizado por Aristóteles para designar la prim era vía res- piratoria de los cetáceos, y catodon (del griego cata, base, y odon , d ien te), que indi- ca la presencia de dientes sólo en la m andíbula in ferior. El nom bre común en castellano deriva del vocablo vasco cachau, grandes dien- tes, m ien tras que el térm ino inglés sperm whale es una con tracción de sperm aceti whale. El esperm aceti, su stancia grasa con ten ida en cierto órgano de la cabeza, fue así llam ado por la gran sem ejanza con el líquido esperm ático y por la convicción popular que se ten ía de que se trataba del esperm a del cachalote. Taxonom ía Physeter m acrocephalu s Linnaeus, 1758 (= P. catodon Linnaeus, 1758). Orden Cetacea Linnaeus, 1758. Suborden Odontoceti Flower, 1867. Fam ilia Physeteridae Gray, 1821. Subfam ilia Physeterinae Flower, 1867. El prim er tratam ien to cien tífico de esta especie data de Linneo, que la describe en su obra System a Naturae (1758, vol. 1, p.76). Desde el punto de vista sistemático sigue existiendo cierta controversia en cuanto a su nombre específico. Aunque algunos autores sostienen que el epíteto específico correcto es catodon (que significa presencia de dientes en la m andíbula in ferior), la m ayoría acepta el actual de m acrocephalus (literalmente, cabeza grande). El m otivo de esta controversia es que Linneo enum eró en su obra cuatro especies de Physeter: catodon , m acrocephalus, m icrops e tursio, relacionando cada nom bre con una des- cripción sucin ta y am bigua. Hoy en día se acepta que sólo existe una especie, y por lo tanto se debe elegir uno de los cuatro nom bres. En estas situaciones lo correcto es escoger el térm ino m ás antiguo, pero en el caso del cachalote los cuatro nom bres aparecen en la m ism a página por lo que no es fácil decidir cuál de ellos es el correc- to. En cualquier caso la elección es totalm ente subjetiva. Galem ys 12 (2), 2000 Galem ys 12 (2), 2000 4 P. m icrops y P. tu rsio se descartaron defin itivam en te, porque am bas form as fue- ron descritas con aleta dorsal bien pronunciada. P. m acrocephalu s es el nom bre aceptado por la m ayoría de autores, aunque según algunos la descripción que hace Linneo, al situar el espiráculo en el cuello, es bastan te inexacta. El térm ino P. catodon es defendido por otros muchos autores ya que fue el primero de la relación de Linneo, adem ás de ser el que ofrece una m ejor descripción d e la especie, a l situar el espiráculo en el m orro. En la actualidad no se reconocen diferen tes subespecies de cachalote, aunque estudios biom étricos han evidenciado que los ejem plares que viven en los m ares australes presen tan el segm ento caudal m ás largo que los septen trionales; esta di- ferencia no obstan te no parece su ficien te com o para ju stificar la distinción de subespecie. MORFOLOGÍA EXTERNA El cachalote es sin duda uno de los m am íferos m ás conocidos en todo el m un- do debido a su incon fundible aspecto. Es fácil de iden tificar por su soplido, ya que la situación del espiráculo (en el extrem o final izquierdo de la cabeza) hace que sea característico, bajo y dirigido hacia delan te y hacia la izquierda. Adem ás, es el odon toceto de m ayor tam año, pues los m achos adultos pueden alcanzar una talla m áxim a de 18 m y un peso de 57 toneladas. Las hem bras alcanzan un tam año algo m enor, unos 12 m de longitud y 24 toneladas de peso. Destaca su gran cabeza, de form a cuadrangular, que representa en tre un cuarto y un tercio de la longitud total del anim al (25% de la longitud total al nacer, 31% en las hem bras adultas y 36% en los machos adultos). En el extrem o term inal izquierdo de la cabeza se sitúa un único espiráculo (como en todos los odontocetos), de form a sigm oidal o de hendidura, y situado en una pequeña elevación. Figura 1. Detalle del esp iráculo del cachalote, siem pre situado en el m árgen fron tal izqu ierdo de su prom in en te cabeza. (Fotografía de M. Fern án dez-Casado) Mam íferos de España 5 El gran tamaño de la cabeza oculta en parte la mandíbula in ferior, bastan te estrecha y que no alcanza el extrem o de la m andíbula superior. Sólo aparecen dien - tes en la m andíbula in ferior, de 17 a 29 pares de dien tes gruesos, cón icos y de gran tam año (en los m achos adultos pueden alcanzar los 25 cm de altura y los 500 g de peso); las hem bras tienen un núm ero m enor y son m ás pequeños. Al cerrar la boca, los dientes encajan perfectam en te en unos alvéolos presen tes en la m andíbula su- perior. En la gargan ta se encuentran de 2 a 10 surcos cortos y profundos. El resto del cuerpo es grande y ro- busto, algo com prim ido lateralm en te, la piel está arrugada irregularm ente en toda su superficie. La aleta dorsal, pe- queña y de form a triangular, con el vér- tice redondeado, es en general poco de- fin ida y está situada hacia la parte pos- terior del cuerpo, t ras ésta aparecen una serie de 4 ó 5 pequeñas jorobas que term inan en el pedúnculo caudal. En la parte in ferior de este pedúnculo apa- rece a m enudo una qu illa gruesa. La aleta caudal es m uy larga (25-28% de la longitud total del cuerpo), y tiene una m uesca bien m arcada que separa dos lóbulos m uy anchos y de form a trian- gu lar. Las a letas pectora les son m ás bien cortas (9-10% de la longitud total), y con form a de paleta. Presen ta 50 vértebras y su fórm ula vertebral es la siguien te: C7 (cervicales), T11 (to rá c ica s), L8-9 (lu m b a re s) y Ca23-24 (caudales). Adem ás presenta 11 pares de costillas. La coloración es generalm en te oscura, y varía desde el m arrón hasta el gris pizarra, con tonos m ás claros en los individuos jóven es. A m enudo presen tan áreas blanquecinas en el vientre, la cabeza y alrededor de la m andíbula inferior. Prácticam en te no se conocen ejem plares albinos, aunque uno de ellos, bauti- zado Mocha Dick por los balleneros norteam ericanos del siglo pasado, se hizo fa- m oso al in spirar la fam osa obra de H. Melville, Moby Dick . Figura 2. Los cachalotes p oseen dien tes, y n o barbas, por lo que n o pueden ser con siderados verdaderas ballen as (Misticetos), sin o odon tocetos o cetáceos con dien tes.(Fotografía de M. Fern án dez-Casado) Galem ys 12 (2), 2000 6 Figura 3. En esta im agen se observa el detalle de la piel arrugada de su dorso. Cuan do se en cuen tra en sup erficie, el cachalote suele p erm an ecer en rep oso, descan san do despu és d e su s largas in m ersion es. (Fotografía de M. Fern án dez-Casado) MORFOLOGÍA INTERNA El cachalote presenta algunas características anatóm icas y fisiológicas parti- culares, en tre las que podem os citar las siguientes: Órgano de esperm aceti En el interior de la cabeza se encuentra una cavidad enorm e que alberga una estructura alargada que ocupa la m ayor parte del crán eo. Se trata del órgano de esperm aceti, que contiene hasta 2000 litros de aceite de esperm aceti, una sustancia m uy particular com puesta exclusivam ente de ésteres y triglicéridos. Aunque no existe consenso absoluto sobre la función de este órgano, parece estar relacionado con la flotabilidad y el sen tido de ecolocalización . Respecto al p rim ero, se cree que e l cach alote ca lien ta o en fria , a volu n tad , e l ace ite de esperm aceti, aum en tando o dism inuyendo su densidad lo que le facilitaríala as- censión a superficie o la inm ersión hacia zonas profundas. En la ecolocalización , el órgano actuaría com o caja de resonancia en la producción de son idos. Según algu- nos autores el órgano de esperm aceti actúa adem ás com o apoyo del sistem a circu- latorio, ya que absorbería el exceso de n itrógeno en el tran scurso de una prolonga- da apnea. En tre la base del órgano de esperm aceti y el espiráculo, existen dos canales nasales de diferente longitud. Se piensa que el cachalote utiliza el canal izquierdo, m ás largo, para respirar, y el derecho para la producción de son ido. Mam íferos de España 7 Ám bar gris Es una concreción m uy olorosa, de consistencia cerosa, que se form a exclusi- vam en te en el in testino grueso de algunos ejem plares (m enos del 5%), m edian te un m ecan ism o desconocido. La m asa de ám bar gris, en general de m enos de 10 Kg, tiene aspecto globoso de color gris oscuro, y a m enudo contiene picos de calam a- res. Se trata de una sustancia m uy valorada y apreciada com o espasm olítico y esta- bilizador de fragancias. PRODUCCIÓN Y RECEPCIÓN DE SONIDOS El son ido se propaga en el aire a una velocidad de 340 m / s y en el agua a 1500 m / s (casi cinco veces m ás rápido). Los cetáceos aprovechan esta circunstancia y u t ilizan e l son ido tan to para com un icarse com o para orien tarse gracias a la ecolocalización . Éste es el sen tido que m ás utilizan , pues la visibilidad en el m edio acuático suele ser m uy reducida, sobre todo a partir de cierta profundidad, con lo que el sen tido de la vista no es tan útil p ara los cetáceos com o para los m am íferos terrestres. Para poder producir y recibir son idos, los cetáceos han m odificado su anato- m ía in terna, y en especial el aparato respiratorio, desplazando las fosas nasales a la parte superior de la cabeza y form ando un com plejo sistem a de sacos aéreos. Aún no están suficien temen te claros todos los aspectos relacionados con la em isión y recepción de son idos. Los cachalotes poseen un par de estructuras, a m odo de labios y denom inadas “hocico de m ono”, que rodean el canal nasal derecho, en el extrem o distal del órga- no de esperm aceti. La teoría actual es que el aire, al atravesar estas estructuras, posibilita la form ación de los pu lsos de energía sonora. Los sacos aéreos de cada extrem o del esperm aceti, y la propia form a del crá- neo sugieren que una función original del esperm aceti pudo haber sido reflejar y orientar esta energía sonora. Esta idea se apoya en la estructura de la capa de aire de los sacos, que al ser tan delgada constituye un excelen te reflector del son ido. Por otra parte, el aceite del esperm aceti perm ite que la onda sonora se tran sm ita a la m ism a velocidad que en el agua del m ar. El im pulso sonoro original podría, por lo tanto, viajar desde el “hocico de m ono”, a través del esperm aceti, reflejarse a su vez desde el saco aéreo fron tal, y de aquí abandonar finalm ente el an im al. Debido a la form a del cráneo, la m ayoría de la energía producida originalm ente sería em itida. Una parte de ésta sin em bargo, se- ría reflejada desde el saco aéreo frontal y viajaría hacia atrás, a través del esperm aceti, al saco aéreo distal, desde el cual tam bién sería reflejado. Así es com o el cachalote produce una em isión vocal de m últiples pulsos decrecien tes. Galem ys 12 (2), 2000 8 En la ecolocalización, los son idos se desplazan y viajan por el m edio acuático, rebotando en los objetos que encuen tran en su cam in o, produciendo así unos ecos a partir de los cuales el anim al es capaz de construir una verdadera im agen de cuanto le rodea, utiliza las form as e in tensidad del son ido para iden tificar la talla, form a, y orientación del objeto. El lap so de tiem po en tre la producción del son ido y la re- cepción del eco indica la distancia entre el objeto y el an im al. Los son idos con los que los cachalotes obt ienen in form ación sobre el m edio que les rodea, y tam bién de su s posibles p resas, abarcan una am p lia banda de pu lsos de son ido de rango u ltrasón ico (habitualm en te de 0,1 a 30 kHz, con p icos de 2 a 8 kHz). El repertorio vocal del cachalote no es m uy variado y consiste esencialm en te en una serie de son idos por im pu lsos, parecidos a l golpeo de un m artillo sob re un trozo de m adera. Al princip io de la era de la exp loración acústica subacuática, desarrollada sobre todo en tre las dos grandes guerras m undiales, la vocalización del cachalote era atribu ida a un h ipotético y desconocido “pez carp in tero”. Estos son idos se em iten sobre todo du ran te las inm ersion es; los cachalotes en superfi- cie son generalm en te silenciosos. Cada pulsación , que en buenas condiciones de escucha puede registrarse en una distancia de hasta m ás de 10 Km , está com puesto por una serie de im pulsos (de 1 a 9), de 2 a 30 m seg de duración . La banda de frecuencia de la pulsación es bastan te ancha: desde 200 Hz hasta 32 KHz. Las pulsaciones se producen en secuencias rítm icas regulares, con interva- los que van desde 0,01 a 10 segundos. Pueden durar m ás de 20 m inutos, em itiendo de 1,5 a 3 pulsos por ráfaga, cada una de ellas de 2 a 30, ó m ás, m ilisegundos de duración , aunque varía de 1, cada 5 segundos, a 60 ó m ás por segundos. Según al- gunos autores, por la estructura de los im pulsos de cada pulsación se debería po- der reconstruir las dim ensiones del an im al que lo ha originado. A m enudo las se- cuencias se term inan con una breve serie de im pulsos em itidos según un esquem a irregular pero repetido, llam ado «coda», que con tiene in form ación sobre el indivi- duo que produce los son idos, o sobre la m anada, o sobre la población a la que per- tenece, y que puede tran sm itir a sus descendien tes. Estos codas pueden repetirse m uchas veces por segundo, aunque el eco de un pulso se recibe an tes de que el siguien te pulso sea emitido. Los cachalotes em iten habitualm en te varios tipos de vocalizaciones, según parece en función de la actividad que estén realizando, y se denom inan “clicks”, “creaks”, “rap id clicks”, “ch irrups” y “codas”. Los “ch irrups” son series breves y chirrian tes de sucesiones de clicks. Mam íferos de España 9 El aire sobran te de la producción de son idos es reciclado y, al con trario de lo que se podría pensar, raramente expulsado en form a de burbujas. El cachalote puede estar sum ergido una hora o m ás, y en este tiem po llega a reducir 100 veces el volu- m en de gas, así que el aire que posee debe preservarlo lo m ás posible. Para poder recibir los son idos, y puesto que los cetáceos carecen de oído exter- no (por m otivos de hidrodinam ia), la m orfología in terna del oido ha ten ido que sufrir varias adaptaciones. Los odon tocetos poseen una m em brana acústica en el esqueleto, que actúa com o una ligera lám ina y posibilita que el son ido pase y se dirija a través de una sustancia grasa, situada en la m andíbula in ferior, hasta los huesos que form an el oído in terno. De esta form a, los son idos viajan por la m andí- bula in ferior hasta la bula ó hueso tem poral, que está suspendido por unos liga- m en tos y rodeado por una m ucosa. Esta circunstancia ayuda a aislar el oído in ter- no y m ejora su funcionalidad. Los odon tocetos poseen la m ayor sensibilidad a los son idos a 30- 50 dB, con un rango de frecuencias de 500 Hz a 100 KHz, y discrim inan diferen tes frecuencias en un m enor in tervalo de tiem po que el ser hum ano, cuyo rango de sensibilidad se sitúa en tre los 20 Hz y 20 KHz. REPRODUCCIÓN Los odontocetos (y en particular el cachalote), muestran esquemas reproductores poco rígidos. La estación reproductora de esta especie es prolongada: desde mitad del invierno a m itad del verano, y los apaream ien tos suelen tener lugar en aguas tropicales. La gestación dura de 14 a15 meses (segúnalgunos autores llega casi hasta los19). La ún ica cría nace en prim avera-verano, pesa alrededor de una tonelada y m ide de 3,5 a 4,5 m de longitud. Durante el parto, los otros m iem bros del grupo se m antienen en estrecho contacto con la parturienta y le ofrecen asistencia. La hem - bra tardará de 3 a 5 años en parir de nuevo. La cría es am am antada generalmente en aguas tem pladas o tropicales durante al m enos dos años, pese a que com ienzan a tom ar alimentos sólidos antes de cum plir el prim er año de vida. Después del destete el pequeño puede continuar tomando leche, las hem bras hasta los 7 años y m edio y los m achos hasta los 13. Las hem bras alcanzan la m adurez sexual entre los 7 y los 13 años, cuando m iden de 8 a 9 m . Los m achos sin em bargo, aunque alcancen la m adu- rez a los 18 ó19 años, no em piezan a reproducirse hasta los 20 ó 21 años de edad. Cuando el joven alcanza la m adurez sexual es expulsado del grupo familiar y viajará en com pañía de otros jóvenes de su mism o estatus hasta poder com petir con los m achos reproductores. Aparen tem ente los cachalotes son polígam os, ya que du- ran te el período de celo estos m achos reproductores em plean cierto tiem po en bus- car grupos (guarderías) de hem bras que viajan con su prole. Duran te este período, Galem ys 12 (2), 2000 10 los m achos pueden com petir en tre sí por estos grupos de hem bras. La longevidad m áxim a de un cachalote puede superar los 70 años. COMPORTAMIENTO Y ESTRUCTURA SOCIAL Natación El cachalote no es un gran nadador en superficie. Generalm ente se m ueve a una velocidad no superior a los 4 nudos (7,4 Km / h ), y sólo duran te breves recorri- dos se le ve superar los 15 nudos. Por otra parte, a m enudo se le encuen tra parado descansando, especialm en te cuando el m ar está com pletamen te en calm a. El com - portam iento en superficie del cachalote es m uy diferente al de los balaenoptéridos (rorcuales), pues cuando se encuen tra en superficie, el cachalote perm anece gene- ralm en te visible todo el tiem po, respirando regularm en te (5-6 soplidos por m inu- to). La duración de la perm anencia en superficie está en estrecha relación con la duración de la inm ersión preceden te. Tras una inm ersión profunda suelen perm a- necer bastan te tiem po en superficie, respirando hasta 50-60 veces duran te 10-15 m inutos. Esta característica ya había sido observada por los an tiguos balleneros, según los cuales el cachalote em ite un “chorro de agua” por cada m inuto pasado bajo el agua. Al final de una secuencia respiratoria, el cachalote saca verticalm en te la cola del agua (quizás en un m ovim ien to que le ayude a em pujar su gran y pesada cabeza) y se sum erge. El cachalote es capaz de realizar inm ersiones a profundidades superiores a 1500 m (sobre todo los machos adultos), o quizás incluso m ás, gracias a ciertas adaptacio- nes fisiológicas exclusivas de su organism o. En ellas pueden em plear alrededor de hora y m edia. Lo norm al, no obstante, es que la m ayoría de las inm ersiones se reali- cen a 600-700 m y que duren unos 35-45 minutos aproximadamente. Las inm ersiones nocturnas son generalm en te m ás largas que las diurn as. La velocidad de bajada es de 120 m / m inuto de m edia, pero puede alcanzar duran te breves recorridos, los 600 m por m inuto. Migraciones El cachalote, al igual que los grandes m isticetos, m uestra una tendencia gene- ral estacional a realizar migraciones latitudinales: en verano hacia los polos, en in - vierno hacia aguas tropicales. Duran te las m igraciones estivales los dos sexos se separan , las hem bras adultas con sus crías no van m ás allá de los 40º-50º de latitud, m ientras que los m achos adultos van hasta las aguas de los m árgenes polares. El cachalote es adem ás capaz de realizar notables desplazam ien tos longitudinales que asegurarían el m anten im ien to de la un iform idad genética en tre las diferen tes po- blaciones del globo. Mam íferos de España 11 Com portam ien to social Es posible encon trar varios tipos de grupos: hem bras adultas con su s crías, m achos jóvenes expulsados de sus núcleos fam iliares, y tam bién m achos adultos que viajan en solitario y que en la época de celo se rodean de las hem bras y sus crías en unos grupos que algunos autores denom inan «haren es». El grupo fam iliar, com puesto por hem bras adultas y sus pequeños de am bos sexos, está form ado generalm en te por una vein tena de ejem plares. Las hem bras, por lo que parece, perm anecen en el grupo de nacim ien to duran te toda la vida. Los m achos, sin em bargo, cuando alcanzan la m adurez sexual (en tre los 15 y los 21 años de edad), abandonan el grupo fam iliar para ir a form ar un grupo constituido ún icam en te por individuos de su m ism o sexo, generalm en te ejem plares de tam a- ño y edad sim ilares. El núm ero de individuos de los que se com pone este tipo de grupos dism inuye con el aum en to de las dim ensiones de los m ism os. En otras palabras, los grupos de jóvenes pueden estar formados por hasta 50 ejem plares, m ientras que los grandes adultos son solitarios, o van en grupos de 2 a 5. Son estos grupos (los de los m achos m ás grandes), los que acom pañan a los grupos fam iliares du ran te la estación reproductora invernal. La fusión en tre los dos grupos parece que se realiza sólo duran te algunas horas, y después los m achos abandonarían a las hem bras para ir a buscar otras. Es m uy im portan te la función social de un ión del grupo fam iliar, en el que las re lacion es en tre los ind ividuos son extrem adam en te estab les, y en e l que la larguísim a dependencia por parte de la prole hacia los adultos crea óptim as condi- ciones para distin tas form as de aprendizaje. No se puede tam poco excluir que en tales grupos se hayan desarrollado n iveles extrem os de cooperación : por ejem plo, la cría de los pequeños y el am am antam ien to puede llegar a ser una tarea com ún . En el Mediterráneo es difícil avistar grupos m uy num erosos, tratándose en la m ayoría de los casos de individuos solitarios o grupos de hasta siete ejem plares. El núm ero m edio de individuos por grupo es de sólo 1,5. Los cachalotes y el hom bre El cachalote generalm ente es indiferen te fren te a las em barcaciones. Los grupos de jóvenes a veces pueden m ostrar curiosidad y acercarse a los barcos, com o para inspeccionarlos. El único caso de m olestia de un cachalote a las actividades pesqueras ha sido descrito en el Pacífico septentrional, donde estos an im ales han sido vistos capturando peces de la especie Anoplom a fim bria en los palangres. Si se le m olesta seriam ente (com o ocurría cuando se les disparaba con arpones), el cachalote puede atacar las embarcaciones. Es célebre el hundim iento de la nave ballenera Essex por parte de un gran ejem plar, sucedido en el Pacífico el 20 de noviem bre de 1820. Galem ys 12 (2), 2000 12 HÁBITAT Y DISTRIBUCIÓN MUNDIAL Hábitat El cachalote en general es am an te de las aguas que bordean la escarpa con ti- nen tal, norm alm ente ricas en calam ares m esopelágicos que constituyen su presa preferida. En el Mediterráneo el cachalote se observa a una profundidad m edia cer- cana a los 1400 m y a una distancia a la costa de 23 km de m edia. En condiciones norm ales sólo se acerca a tierra firm e en aquellos pun tos don - de e l fon do descien de b ru scam en te, com o sucede en la p roxim idad de islas océan icas de origen volcán ico (Hawaii, Galápagos, Azores,...), o en estrechos que separan dos cuencas profundas (Gibraltar, Messina,...). La tolerancia térm ica de los m achos adultos es notable, pudiéndoseles encon trar tan to en aguas polares com o tropicales; no ocurre lo m ism o con las hem bras y los ejem plares jóvenes, que se m an tienen en aguas tem pladas o tropicales (allí don de la tem peratura se sitúa alre- dedor de los 15 ºC).Por lo general está presen te en los m ares y aguas de todo el planeta, incluso en los polos, aunque parece que ún icam en te los m achos m ás grandes se aven turan a aden trarse en latitudes polares duran te el verano; en invierno se distribuyen por aguas tem pladas y tropicales. Distribución m undial El cachalote es uno de los cetáceos con distribución m ás amplia por todos los mares de todo el mundo, sólo superado en este punto por la orca. Tratándose de aguas profundas, se le puede encontrar en todos sitios: del ecuador a los m árgenes polares. A pesar de que el cachalote aparece subdividido en poblaciones distintas, separadas en las principales m asas continen tales y del ecuador, los m ovim ientos latitudinales y longitudinales son im portantes com o para m antener genéticam ente uniform e la es- pecie. En el in terior de la am plia zona de distribución del cachalote, existen zonas m ás restringidas, donde la especie es particularm ente abundante. En estas zonas, llamadas sperm whales grounds por los balleneros americanos del siglo XIX, la pre- sencia de cachalotes está relacionada con la abundancia de alimentos. Distribución en el Mediterráneo Es uno de los grandes cetáceos m ás com unes del Mediterráneo y se cree que cría en invierno o prim avera tem prana y rara vez m ás al este de Túnez, norm al- m en te entre las costas de Argelia e Italia. Los zoólogos italianos de principios de siglo creían que los cachalotes entraban en el Mediterráneo por equivocación, y una vez aquí, al no ser capaces de encontrar la salida, morían de hambre varados en la playa. Difundido por toda la cuenca del Mediterráneo, el cachalote es m ás abundante en las porciones occidental y central, y Mam íferos de España 13 resulta infrecuen te en el Mediterráneo oriental. En estos últim os años, parece ser m ás difícil encontrar ejem plares en el Mediterráneo a causa del im pacto de las redes de deriva (donde caen con cierta facilidad), situadas m ayorm ente en Italia. Hoy pue- de encontrarse sobre todo en el Mar de Liguria, a poniente de Córcega y Cerdeña, en torno a Sicilia, en el Mar Jónico, o sur de Grecia. Algunos autores han llegado incluso a enunciar una com plicada hipótesis sobre la ruta m igratoria de los cachalotes en el Mediterráneo, basada en datos de avistam ientos y varam ientos, y que indicaba la entrada de estos anim ales por el Estrecho de Gibraltar en prim avera y la salida en otoño. Todavía hoy, a falta de pruebas experim entales, no existe certeza sobre la m i- gración de los cachalotes en el Mediterráneo, n i su eventual pertenencia a una pobla- ción nor-atlántica m ás grande. Distribución en el Atlán tico Norocciden tal En el verano los cachalotes (principalm ente m achos) ocupan las aguas pro- fundas situadas desde el este y su r de Estados Un idos, al norte del Estrecho de Davis y sudeste de Groen landia. Las áreas de invernada probablem en te se sitúan en las Baham as y este del Caribe. Distribución en el Atlán tico Nordeste La m ayoría de los cachalotes que pasan el invierno a lrededor de las Azores y Madeira se m ueven hacia el Norte, p robablem en te siguiendo las cuencas de aguas p rofundas occiden tales de la Pen ín su la Ibérica e Islas Britán icas hacia las aguas p rofundas del Su r de Islandia y Mares de Noruega y Groen landia . Unos cuan tos ind ividuos (norm alm en te m achos), o pequeñ as m anadas se m ueven sob re la corn isa con tin en ta l y son observados a lejados de la costa n orte de Escocia , Shetland y Orkney, las Islas Feroe, pero tam b ién de la costa oeste de Fran cia , España y Portugal. Distribución en el Atlán tico Sur Es la especie m ás abundan te entre los cetáceos de gran tam año y pasa el in - vierno austral en las latitudes m ás bajas. En el Atlán tico Sur, las áreas m ás conoci- das de caza en el pasado se situaban alrededor del extrem o sur de Suráfrica, lejos de Angola, y en áreas casi con tiguas a lo largo de Suram érica oriental, desde Brasil hasta cerca de las Islas Malvinas. La m ayoría de las hem bras y los m ás jóvenes no hacen n inguna m igración estacional, sino que son residen tes de las aguas m ás tem - pladas. Los grupos de machos viejos sin em bargo pueden desplazarse a áreas com o el Mar de Weddell. Distribución en el Pacífico Norocciden tal Duran te e l veran o, un os pocos cachalotes llegan hasta e l Mar de Bering surocciden tal y Pen ín sula de Kam chatka, norm alm en te en aguas profundas. Sus Galem ys 12 (2), 2000 14 áreas de parto no son bien conocidas pero incluyen el m edio Pacífico alrededor de las Islas de la Polinesia. Distribución en el Pacífico Nordeste El cachalote abarca un área considerable del Pacífico Norte, sobre todo en aguas profundas. Las crías nacen en tre Febrero y Jun io, en aguas tem pladas a latitudes tropicales, con avistam ien tos (que fueron áreas de caza en el pasado), alrededor de Hawaii, Galápagos y m uchos lugares a lo largo del cin turón ecuatorial. En verano los cachalotes (sobre todo m achos), pueden llegar hacia el Norte hasta la Isla de San Lorenzo y el Estrecho de Bering. Distribución en el Pacífico Sur Los cachalotes están generalm ente asociados a aguas profundas. Crían en aguas tem pladas y han sido avistados alrededor de las islas de la Polinesia, Micronesia y Nueva Guinea. Lejos de la costa de Australia oriental y Nueva Zelanda, y lejos del bajo con tinen tal de la costa occidental de Chile, Perú y ecuador, incluyendo las Is- las Galápagos. Aunque las hem bras y su s crías están virtualm ente restringidas a m ares tropicales y tem plados, los m achos m ás viejos se trasladan a aguas m ás frías (por ejem plo las an tárticas) duran te el verano austral. Distribución en el Océano Índico Esta es una región im portan te para los cachalotes. En la últim a parte del pasa- do siglo una factoría ballenera estadoun idense operaba desde las Seychelles. En años m ás recien tes tam bién se han producido capturas soviéticas. ESTADO DE CONSERVACIÓN A pesar de la intensa caza com ercial a la que se som etió esta especie, que du- ran te el siglo XX vio reducida su población en cerca de un tercio, el cachalote es, de todos los grandes cetáceos, el m ás abundan te. Según estim as recientes, su núm ero puede oscilar en torno a 1.900.000 cachalotes en los m ares del m undo, repartidos de la siguien te m anera: 930.000 en el Pacífico Septen trional, 190.000 en el Atlán tico Norte, y 780.000 en el Hem isferio Sur. Actualm ente el cachalote no es una especie que sea capturada, al m enos de form a regular. Debido a las considerables lacras que para las distin tas poblaciones de cachalote tuvo la persecución con intereses comerciales, hoy día la conservación de esta especie está con tem plada en distin tos acuerdos y tratados in ternacionales, en tre los que destaca el recien tem ente ratificado ACCOBAMS (Acuerdo sobre la Conservación de los Cetáceos del Mar Negro, el Mar Mediterráneo y la Zona Atlán tica Con tigua). También se halla incluida en la lista de especies en peligro o amenazadas, del protocolo sobre las zonas especialmente protegidas y la diversidad biológica en el Mediterráneo. Mam íferos de España 15 Tan to la UICN, a n ivel m undial, com o el Catálogo Nacional de Especies Am e- nazadas, a n ivel estatal, consideran a esta especie com o am enazadas de extinción , y le asignan la categoría de «Vulnerable» ALIMENTACIÓN El cachalote es el depredador m ás grande que existe actualm en te sobre la faz de la Tierra. Los com ponen tes principales de su dieta son calam ares m esopelágicos. A m enudo se habla de sus fan tásticas luchas con calam ares gigan tes (en tre los que se encuen tran los del Género Architeu this), cuyos restos se encuen tran ocasional- m en te en el estóm ago de los cachalotes. De todos m odos, la m ayor parte de las presas son calam ares de talla m edia (en tre los 20 y los 100 cm de m an to),pertene- c ie n t e s a la s Fa m ilia s Om m a st re p h id a e , On ych o te u th id a e , Gon a t id a e , Pholidoteuthidae, Octopoteuthidae, Histioteuthidae y Cranchiidae. Adem ás de ca- lam ares, el cachalote es consum idor de una can tidad reducida de peces dem ersales, sob re todo gádidos, m acrú ridos, t rach ip téridos, escorpén idos, esagrám idos y anoplom átidos. Sólo en aguas subpolares boreales (en el Atlán tico y en el Pacífico), los peces pueden superar a los calam ares en la dieta de los grandes m achos adul- tos, superando a veces el 90% del total. Tam bién parece posible, aunque m enos frecuen te, que se alim ente de alguna especie dem ersal de escualo, com o Megachasm a pelagios, sobre el que reciente- m en te se describió un ataque por parte de tres ejemplares en aguas del Pacífico. Nadie ha podido observar un cachalote duran te la caza, y por tan to nadie sabe exactam en te cóm o hace para encon trar y capturar sus p resas en la oscuridad de las aguas profundas. Algunos autores defienden en estos casos el uso de un biosónar (a pesar de que otros aún m an tienen dudas sobre que el cachalote lo posea), otros d e s t a ca n e l h e ch o d e q u e gra n p a r t e d e lo s ca la m a re s d e p re d a d os se a n biolum in iscen tes, hay quien propone que el cachalote caza con la m andíbula m e- dio abierta, a la espera de que alguna presa term in e den tro, y finalm en te están los autores que sostienen que los calam ares se sien ten atraídos por el color blanco del in terior de la boca del cachalote. Las técn icas de captura se rodean de m ás m isterio e in triga por cuan to nada parecen in fluir los dientes de los cachalotes en estas cap- turas. De hecho, las crías parecen capaces de cazar desde el prim er año de edad, m ientras que los dien tes salen de la encía sólo a partir del octavo año. Por otra par- te, ejem plares con la m andíbula in servible han sido encon trados en un óptim o gra- do de nutrición . La capacidad de succión ciertam en te juega en esta etapa un papel im portan te. Algunos au tores han avanzado la hipótesis (aunque no apoyada expe- rim en talm ente por observaciones) de que el cachalote es capaz de aturdir a sus presas con in tensas em isiones acústicas. Galem ys 12 (2), 2000 16 DEPREDADORES Y AMENAZAS A pesar de que los cachalotes parecen inm unes a la predación , es probable que los jóvenes, sobre todo en los m ares subárticos, sean esporádicam en te asediados por las orcas. Hace pocos años se observó un ataque a un grupo de hem bras en torno a las Galápagos. Tam bién se ha descrito interacciones de este tipo frente a calderones tropicales. Asim ism o, n o es im probab le que en aguas t rop ica les, gran des t ibu ron es pelágicos (por ejem plo Carcharh inus longinam us) puedan m olestar a los cachalo- tes y crearles dificultades. Trozos de cachalote han sido encon trados en el estóm a- go de algunas tin toreras (Prionace glauca). Si exceptuam os la caza intencionada por parte del hom bre, una de las principales causas de m ortandad, al m enos en el Mediterráneo parecen ser las redes pelágicas de deriva. Esta especie raram en te es víctim a de varam ientos m asivos. Se conocen unos 50 casos, ya sea de grupos de hem bras o de m achos, en todos los m ares del m undo. El varam ien to colectivo de siete jóvenes ejem plares en el litoral de Marsala en 1893 es uno de los poquísim os casos docum en tados de varam ien to m asivo de cetáceos en todo el Mediterráneo. Capturas acciden tales Desde que el cachalote dejó de ser capturado con fines com erciales, la m ayor am enaza para esta especie ha sido las redes de deriva, que colocadas en superficie no pueden ser detectadas por los cetáceos debido a su fina textura, atrapando a m enudo cachalotes que acaban ahogados al no poder salir a respirar. En el Medite- rráneo se ha docum en tado varias de estas capturas acciden tales, lo que llevó en 1991 a la Com isión Ballenera In ternacional, y otras asociaciones, a hacer una lla- m ada especial de atención para advertir del riesgo que corrían las poblaciones m editerráneas de esta especie por la in teracción con redes de deriva. En España, y en especial alrededor de las Islas Baleares, se ha registrado num e- rosos varam ien tos de cachalotes en estos últim os años, varios de los cuales p resen - taban signos indudables de haber m uerto por estas causas. Con tam inación m arina e in fecciones víricas A m en udo se hab la del papel de los cetáceos com o b ioin d icadores de la contaminación del medio marino. Éstos, por su condición de predadores finales en la cadena trófica, son testigos fieles de los altos niveles de contaminantes que los mares y océanos a lbergan y que llegan a ellos a través de su s p resas. Los pest icidas y organoclorados se encuentran entre las sustancias halladas con más frecuencia en los ejem plares que aparecen m uertos en la costa, pudiendo estar de alguna m anera relacionado. También la infección por agentes víricos parece ser responsable de muchas Mam íferos de España 17 de estas muertes. Diversos grupos de investigadores están trabajando actualmente en este n u evo cam p o, bu scan do p osib les re lacion es en tre con ta m in a n tes y microorganismos causantes de enfermedades y las soluciones a este tipo de patologías. In teracciones con em barcaciones Desde que el hom bre em pezó a realizar travesías por los m ares y océanos de todo el m undo, los cetáceos se convirtieron inm ediatam ente en sus com pañeros de viaje. Num erosas historias y leyendas narran encuen tros con terribles m ons- truos m arinos que los barcos encon traban en sus viajes. Todas ellas no hacen otra cosa que poner de m an ifiesto uno de las m ás an tiguas in teracciones entre hom - bres y an im ales: los im pactos de las em barcaciones con los cetáceos. En las últim as décadas el tráfico m arítim o mundial se ha in tensificado de tal form a que im plica necesariam en te un aum en to en el im pacto sobre estos m am ífe- ros, no ún icam en te por los riesgos de colisión , sin o debido tam bién por el ruido que las em barcaciones p roducen y que puede dañar los delicados sistem as de ecolocalización con el que los cetáceos se orientan en este m edio. En tre las em barcaciones susceptibles de producir algún tipo de im pacto con los cachalotes hay que citar especialm en te a las em barcaciones rápidas de pasaje- ros y carga, conocidas tam bién com o fast-ferries, hidro-foils y jet-foils. En España, estudios recien tes desarrollados por la Un iversidad de La Laguna han descrito con detalle el alto riesgo de im pacto, tanto por colisiones directas como por con tam inación acústica, que han sufrido en estos últim os años las poblaciones de cachalotes en aguas del Archipiélago Canario, precisam en te uno de los pun tos donde se concen tran m ayor núm ero de de buques de este tipo. Otra zona con una gran actividad m arítim a es el Estrecho de Gibraltar, hasta el pun to de estar considerada el segundo lugar del m un do en in tensidad de tráfico de barcos. Sin em bargo, y pese a que tam bién es im portan te la presencia descrita de cetáceos en la zona, afortunadam en te todavía no se ha registrado ninguna colisión con estos an im ales. Mención especial m erece otro tipo de actividad, denom inada whale-watching. En ella, el público con templa y disfruta de cerca de los distin tos grupos de cetáceos que es posible avistar en libertad. Esta posibilidad que se ofrece a cualquier tipo de personas es ideal para aprender a proteger y conservar a estos m am íferos y su m e- dio. Sin em bargo, una actividad descon trolada y m asiva puede llegar a perturbar a los cetáceos, e incluso dañar a los individuos y a sus poblaciones. Por esta razón , son varios los países que ya cuen tan con una reglam en tación al respecto. En el caso de España, por el m om en tosólo las Islas Canarias cuen tan con una ley que regule esta actividad, aunque a nivel nacional, desde el Min isterio de Medio Am bien te se prepara un m arco de regulación de esta nueva industria. Galem ys 12 (2), 2000 18 Historia ballenera El cachalote fue desde el com ienzo de la era ballen era una de las especies m ás cotizadas, y por tan to m ás persegu idas, pues de los ejem p lares m uertos se obten ían una am p lia variedad de p roductos, desde el fino aceite de esperm aceti de su cabeza hasta el ám bar gris, p asando por la p iel, grasa, huesos, páncreas, h ígado, dien tes, o inclu so la glándu la tiroides. Todos estos p roductos fueron u tili- zados con fines com ercia les y para distin tos u sos en alim en tación , farm acia, cos- m ética , decoración , etc. Esta persecución de cachalotes tuvo eviden tem ente una repercusión negativa en la población mundial de la especie, llegando casi al extermin io en algunas regio- n es. Parece p robab le qu e la caza ar tesan a l n o rteam erican a tu viese efecto s devastadores y a com ienzos del siglo XX la población descendió a un cuarto de los valores in iciales. Esta caza fue particularm en te destructiva porque se centró en las hem bras y crías de aguas trop ica les y tem p ladas, con lo que posib lem en te se distorsionó su estructura social. Avanzado el siglo XX, los m odernos m edios m ecá- n icos con los que se equipó la industria ballenera, perm itió atacar directam en te a los grandes m achos, de los cuales se podían obtener m ayores beneficios. Éstos fue- ron esquilm ados de tal m odo que, a finales de los 80, cuando la caza ballenera ter- m inó, se constató que no había suficien tes m achos m aduros para asegurar una re- producción efectiva. TABLA 1 Datos de captu ras m un diales (Fuen te: Com isión Ballen era In tern acion al (IWC)) Según el registro histórico, España desarrolló una gran industria ballenera hasta el pun to de convertirse en una potencia m undial en este tem a, sobre todo en el País Vasco, donde existen datos que reflejan la im portan cia de esta actividad desde el siglo XII. Cuando nuestro país dejó de ser potencia m arítim a, la prim acía de esta industria pasó a los países nórdicos, m ás aún cuando el noruego Svend Foyn inven - tó en 1860 el arpón explosivo, con el que dio com ien zo una nueva era en la historia de la caza de ballenas. Según cuenta el gran naturalista Angel Cabrera, existían dos tipos de factorías balleneras: las flotan tes, en las que el despiece de los an im ales se realizaba en un barco cocina o caldera que seguía a los barcos balleneros, y las fac- torías de costa, en las que este proceso se hacía en tierra firm e. 1910 1930 1950 1961 1970 1985 P. m acroceph au lu s 43 1212 8186 21130 25521 400 Mam íferos de España 19 Este era el caso de la factoría quizás m ás im portante que existió en la costa m edi- terránea, la de la ensenada de Getares, en Algeciras, abierta en 1921, y tras un parén- tesis de inactividad en la década de los 50, reabierta de nuevo hasta su cierre definiti- vo en 1964. Los dos barcos que trabajaban en esta factoría operaron en las inm edia- ciones del Estrecho de Gibraltar, y de la riqueza de sus aguas en aquellos días hablan por sí solos los cuarenta y siete ejem plares de cachalotes capturados en sus prim eros doce meses de funcionam iento y con 315 días efectivos de navegación. Figura 4. Estas ruinas es todo cuanto queda hoy en día de la antigua factoría ballenera de la Ensenada de Getares (Algeciras), que operó durante la prim era m itad del siglo XX en aguas del Estrecho de Gibraltar. (Fotografía de M. Fern án dez-Casado) LOS CACHALOTES EN LA ACTUALIDAD Hoy día, el in terés su scitado por los cetáceos en todo el m undo va m ucho m ás allá del pu ram en te com ercial, in ten sificándose en los últim os años todos los as- pectos relacionados con la investigación sobre estos m am íferos, y en particular aquellos que repercuten directam en te en la protección y conservación de estos an im ales y el hábitat donde viven . Los cachalotes no son una excepción a esta tendencia, siendo cada vez m ás num erosos los grupos e in stituciones que desarrollan cam pañas de estudio en el m ar, con em barcaciones provistas de los m ás m odernos equipos de navegación y las m ejores herram ien tas y técnicas para su estudio. Estas líneas de investigación han conducido a un m ayor y m ejor conocim ien to de la biología de esta especie, aunque aún quede m ucho por descubrir. Uno de los aspectos m ás interesantes sobre el com portam iento del cachalote, y tam bién de los m ás com plejos, es sin duda los m ovim ientos m igratorios que realiza. Posiblem ente una de las herram ientas que más frecuentem ente se utiliza para Galem ys 12 (2), 2000 20 este tipo de estudios es la denom inada foto-identificación , técn ica benigna de mar- caje m ediante la cual es posible distinguir cada individuo a través de una adecuada fotografía de su aleta caudal. Éstas presentan diferente tam año, form a y pigm enta- ción en cada anim al, constituyendo, de form a similar a lo que ocurre con la huella dactilar de los hum anos, un excelente m aterial con el que reconocer a los m iembros de una determ inada población. Recien tem ente se han incorporado otras técnicas de iden tificación , entre las que cabe destacar por su fiabilidad las que se basan en análisis genético. A partir de un pequeño trozo de piel, desprendido de m anera natural por el propio an im al, es posible llegar a conocer el sexo y adem ás perm ite reconocerlo si se recogen m ues- tras sim ilares posteriorm en te. Figura 5. Gracias a un a adecu ada fotografía de la cara ven tral de su aleta caudal, es p osib le id en tificar cada in dividu o. En esta foto, un o de los cachalotes qu e m ás veces ha sido ob servado en el Estrecho de Gibraltar. (Fotografía de M. Fern án dez-Casado) Figu ra 6. En esta otra im agen , otro in d ivid u o «recap tu rad o» va r ia s veces en agu as d el Estrech o, y recon ocib le a p a r t ir d el ca racteríst ico p a tró n d e p igm en tación d e su a leta cau d a l. (Foto gra fía d e Ren au d d e Step h an is) Mam íferos de España 21 La bioacústica es otra de las disciplinas que se ha em pezado a utilizar en esta últim a década. Esta técn ica ofrece num erosas ven tajas com o es la posibilidad de detectar y localizar los cachalotes incluso a varios kilóm etros de distancia, de for- m a m ás efectiva que a sim ple vista. Adem ás, los expertos proponen la bioacústica com o un excelen te in strum ento con el que obtener in form ación sobre el com por- tam ien to social de estos an im ales, o incluso para indagar en la procedencia geo- gráfica de las poblaciones estudiadas. En España no hay dem asiadas regiones donde estudiar de form a habitual los cachalotes en su hábitat natural. Una de ellas resulta de indudable atractivo para lo investigadores debido a las interesan tes respuestas que puede ofrecer a cuestiones relevan tes sobre la conservación de esta especie en el Mar Mediterráneo. Se trata de todo el área del Estrecho de Gibraltar, conexión natural de este Mar y el Océano Atlán tico. Es precisam ente su estratégica situación la que posibilita estudiar con detalle el posible trán sito de anim ales en tre las dos cuencas m arinas, de vital im - portancia para esclarecer si en tre am bas poblaciones existe algún con tacto, ya que la alta tasa de m ortalidad del cachalote en aguas m editerráneas, jun to a su baja tasa de natalidad, han llevado a los expertos a predecir que esta población no podrá ser sosten ible en el caso de que se trate de una población aislada de la del Atlán tico. Este y otro tipo de cuestiones son actualm en te el tem a de trabajo de distin tos científicos en diversas regiones de estudio, esperan do que en un futuro cercano se conozcan m ejor todos los aspectos de esta especie y delhábitat en que vive. REFERENCIAS ANDRÉ, M., M. TERADA E Y. WATANABE (1997). Sperm whale (Physeter m acrocephalus) behavioral response after the p layback of artificial sound. Forty-Seventh report of the In tern ational Whaling Com m ission . Cam bridge, England . 47: 499-504. CABRERA, A. (1925). Los grandes cetáceos del Estrecho de Gibraltar, su pesca y explotación . Trabajos del Museo Nacional de Cien cias Natu rales, Serie Zoológica, núm . 52. CARWARDINE, M. (1995). Ballenas, delfines y m arsopas. Ediciones Om ega, S.A., Barcelona.260 pp. CARWARDINE, M., E. HOYT, R. E. FORDYCE Y P. GILL (1999). Ballenas, delfines y m arsopas. Ediciones Om ega, S.A. 292 pp. CAÑADAS, A., M. FERNÁNDEZ-CASADO, R. DE STEPHANIS Y R. SAGARMINAGA (2000). 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