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Folletín, obra crítica o narrativa publicada de manera periódica en un órgano de prensa, revista o
periódico. Destinada al gran público, alcanzó su apogeo en el siglo XIX, influyendo en el propio
proceso de la escritura y en el comportamiento de los lectores.
Suele distinguirse entre la publicación por entregas y el folletín de prensa. El folletín constituía una
sección concreta de las publicaciones periódicas francesas del siglo XIX, en las que aparecían trabajos
como ensayos, críticas de libros, relatos de viajes o memorias que, debido a sus dimensiones, se
publicaban por partes. Poco después de su difusión en Francia, el resto de los periódicos europeos y
americanos contenían ensayos y, sobre todo, novelas publicadas fragmentariamente.
La novela por entregas, por su parte, surgió cuando los directores de las publicaciones periódicas se
dieron cuenta del potencial publicitario que podía representar la novela de un escritor conocido que se
publicaba de modo periódico, o cómo podían quedar atrapados los lectores ante un relato de misterio
bien escrito. Uno de los mayores éxitos, y casi el primero, de la novela por entregas fue la publicación
de Los misterios de París, de Eugène Sue (140 episodios en 1842-1843). Éxito que tuvo continuidad
en El judío errante, del mismo autor, aparecido en 1844-1845.
A partir de entonces, en Francia los grandes autores del momento no dudaron en publicar por
entregas sus obras, como ocurrió con Alfred de Musset, Chateaubriand o el maestro absoluto del
género, Alexandre Dumas. Lo mismo ocurrió con figuras indiscutibles, como Honoré de Balzac y Émile
Zola; y en Inglaterra, sobre todos los demás, con Charles Dickens. Destacó Arthur Conan Doyle, autor
de las famosas aventuras del detective Sherlock Holmes, un personaje al que su autor mató en una de
las entregas, pero debido a las exigencias del público, tuvo que resucitar mediante recursos poco
creíbles, pero de tremendo impacto.
En España, donde utilizó técnicas folletinescas hasta el propio Benito Pérez Galdós, también a
mediados del siglo XIX, se inició la publicación de obras en fragmentos de extensión variable y con
periodicidad que podía ser mensual, bimensual o semanal. No se incluían en la prensa escrita, sino
que se editaban sueltas y el público recibía en sus casas cada entrega o la retiraba de puntos
previstos, acompañadas en ocasiones de regalos, lo que en cierto modo prefigura ciertas técnicas de
mercadotecnia actuales.
Por regla general, en las novelas por entregas, que gozaron de gran popularidad hasta fines del siglo
XIX, el editor fijaba el argumento de la primera entrega, así como el título, con objeto de enganchar a
suscriptores. Contaban con un público variado, esencialmente popular, aunque también las leían
miembros de las clases medias y altas. Los temas de estas obras eran variados y sus autores, unos
eran especialistas en la novela popular y otros gozaban de renombre, pero encontraron en estas
manifestaciones literarias un modo de ganarse la vida. Sin embargo, aunque no todos cedieron a las
presiones económicas, la independencia de los creadores muchas veces quedaba en peligro debido al
propio sistema de publicación. Habitualmente les dejaban poco tiempo para realizar investigaciones, y
el ritmo de trabajo que imponían era sostenido y regular.
El folletín imponía, por otra parte, argumentos y esquemas narrativos simples, como los idilios
amorosos o la multiplicación de las complicaciones de la acción. Exigía la aparición de un elemento
misterioso al final de cada episodio, una visión maniquea del mundo con una simplificación entre el
bien y el mal resuelta de modo tosco, y de comportamientos estereotipados.
Hoy en día, aunque algunas obras, sobre todo las de carácter policiaco, aparecen en la prensa
popular, el género ha sido superado por las series televisivas, sus herederas.
Periódicos
1. INTRODUCCIÓN Periódicos, publicaciones editadas normalmente con una periodicidad
diaria o semanal, cuya principal función consiste en presentar noticias. Los periódicos también
contienen comentarios sobre éstas, defienden diferentes posturas públicas, proporcionan
informaciones y consejos a sus lectores y a veces incluyen tiras cómicas, chistes y artículos literarios.
En casi todos los casos y en diferente medida, sus ingresos se basan en la inserción de publicidad.
A pesar de la aparición del cine a principios del siglo XX, de la radio en los años veinte y de la
televisión en los cuarenta, los periódicos siguen constituyendo una fuente primordial de información.
2. ANTECEDENTES 
Antes de la aparición de los tipos de imprenta móviles a mediados del siglo XV, las noticias se
difundían por vía oral, por carta o por anuncio público. Hasta 1609 no se empezaron a publicar los
primeros periódicos. Estos ejemplares, impresos en el norte de Alemania, se denominaban corantos y
publicaban ‘sueltos’ sobre sucesos en otros países. La palabra noticia se acuñó un siglo más tarde.
En menos de veinte años ya se publicaban periódicos en Colonia, Frankfurt, Berlín y Hamburgo
(Alemania); Basilea (Suiza); Viena (Austria); Amsterdam y Amberes (Bélgica). Los periódicos de
Amsterdam, impresos en inglés y francés, llegaron rápidamente a Londres, donde el primer periódico
vio la luz en 1621, y a París, donde el primer periódico apareció en 1631. En el año 1645 Estocolmo
disponía de un periódico de la corte que aún se publica.
Los primeros periódicos eran de formato reducido y por lo general sólo tenían una página. No tenían ni
cabeceras ni anuncios y se asemejaban más a un boletín que a los periódicos actuales de página
grande con cabeceras en negrita y abundantes imágenes.
3. EVOLUCIÓN 
El primer periódico inglés de tirada continua fue el Weekly News (1622-1641). Los primeros periódicos
en Inglaterra contenían en su mayor parte noticias extranjeras, pero en 1628 aparecieron las primeras
publicaciones por cuenta de los funcionarios que informaban de los debates en el Parlamento inglés.
Estos periódicos se denominaban diurnos.
La censura fue uno de los problemas a los que tuvo que hacer frente la incipiente prensa inglesa a lo
largo de gran parte del siglo XVII. Hacia el año 1630, bajo el reinado de Carlos I, la prensa tuvo que
soportar grandes restricciones (incluida la concesión de licencias); estas restricciones se mantuvieron
durante las guerras civiles de la década de 1640. A mediados del siglo XVII, durante el gobierno de
Oliver Cromwell, se mantuvieron las limitaciones a la prensa. Con la restauración del rey Carlos II en
1660, se fueron eliminando progresivamente la concesión de licencias y demás restricciones, y la
prensa inglesa pudo publicar en un ambiente de gran libertad siempre y cuando se abstuviese de
criticar al gobierno. En 1702 se fundó en Londres el primer diario de Inglaterra, el Daily Courant.
En los años siguientes aparecieron un sinfín de periódicos, incluido el diario decano superviviente, el
Times fundado por John Walter en 1785. En principio el periódico se llamó Daily Universal Register,
que se abrevió a Register of the Times y luego simplemente Times, a finales de ese mismo año. Fue el
primer periódico en el Reino Unido que empleó a corresponsales extranjeros, al contratar a H. Crabb
Robinson para cubrir la guerra de la Independencia española, frente a Napoleón. El Times fue
propiedad de la familia Walter hasta 1908, cuando lo adquirió lord Northcliffe, en feroz pugna con C.
Arthur Pearson.
La supresión del impuesto público sobre los periódicos en 1855 provocó una reducción global del
precio y un aumento de su circulación. El Daily Telegraph apareció nada más desaparecer dicho
impuesto, en un momento en el que ya había diez periódicos diarios en Londres. El Times se vendía a
siete peniques, mientras que la mayoría de los demás, incluidos el Standard y el Daily News se
vendían a seis. El Telegraph se lanzó al precio de dos peniques. Los precios fueron disminuyendo a
finales del siglo XIX al irse abaratando el papel y disponerse de mejores máquinas de impresión. A
medida que aumentabala circulación creció la publicidad, proporcionando a los editores una fuente
importante de financiación aparte de la procedente de las ventas. Todas estas circunstancias
desembocaron finalmente en la adopción generalizada del periódico a medio penique en Gran Bretaña
a principios del siglo XX.
Hasta 1690 no se publicó en las colonias americanas algo que se pareciese a los primeros periódicos
europeos. El Publick Occurrences, Both Forreign and Domestick, un periódico de tres páginas,
comenzó a publicarse en Boston ese mismo año, pero fue suspendido por el gobierno tras la aparición
del primer número.
El primer periódico estadounidense de tirada continua fue el Boston News-Letter, fundado en 1704 por
John Campbell. Este periódico, censurado por el gobernador de la Colonia de la Bahía de
Massachusetts, contenía noticias financieras y del extranjero y recogía nacimientos, defunciones y
sucesos de carácter social. En 1721 James Franklin fundó el New England Courant en Boston; en su
redacción figuraba su hermano pequeño Benjamin Franklin, que en 1723 marchó a Filadelfia, donde
más tarde publicaría el Pennsylvania Gazette y el General Magazine.
El primer periódico de Nueva York, fundado en 1725, fue el Gazette; pronto le siguieron algunos otros
como el New York Weekly Journal, publicado por el editor germano-americano John Peter Zenger. Al
publicar Zenger ciertas críticas sobre el gobernador británico de Nueva York y su gestión
administrativa, fue arrestado y encarcelado acusado de publicar libelos de carácter sedicioso. Zenger
fue juzgado y declarado inocente, constituyendo su juicio un precedente importante en cuanto a la
libertad de expresión en Estados Unidos.
En 1750 había 12 periódicos en las colonias británicas, que por entonces contaban con cerca de 1
millón de habitantes. En 1775 la población había aumentado hasta los 2,5 millones y el número de
periódicos era de 48. Se publicaban semanalmente, tenían sólo cuatro páginas y por lo general su
tirada no alcanzaba los 400 ejemplares. Los periódicos contenían más ensayos que noticias y
mostraban un tono claramente libertario, anunciando la guerra de Independencia. Cuando la ley
inglesa de 1765 fijó un fuerte impuesto sobre el papel la prensa prerrevolucionaria denunció dicha ley y
se negó a pagar tal impuesto. Aun cuando la ley fue abolida en 1766, ya había provocado la unión de
multitud de editores y propietarios de periódicos en apoyo de la causa independentista.
El primer diario de los Estados Unidos, el Pennsylvania Evening Post y Daily Advertiser, comenzó su
edición diaria en 1783 en Filadelfia. En 1800, había en circulación 20 periódicos diarios y la cifra siguió
en aumento durante las tres primeras décadas del siglo XIX según se propagaba la Revolución
Industrial, alumbrando una nueva clase obrera en las grandes ciudades del país. Hasta 1830, los
periódicos se ocupaban casi exclusivamente de las noticias económicas y políticas; por consiguiente
iban dirigidos sobre todo a las clases privilegiadas. Benjamin Henry Day introdujo un gran cambio en
1833, con la primera edición del New York Sun, pionero de la prensa barata que dominó el periodismo
estadounidense hasta finales del siglo XIX. En el New York Sun Day amplió el ámbito de las noticias
incluyendo crímenes y violencia, artículos de actualidad y pasatiempos. Había nacido el periódico
moderno destinado a una audiencia masiva; sólo costaba un centavo.
Al New York Sun, de éxito inmediato, pronto le siguieron el New York Herald, el New York Tribune y el
New York Times. La prensa barata llegó pronto a otras ciudades del este y terminó propagándose por
todo el país. Las tiradas de los periódicos alcanzaron rápidamente las cotas de decenas de miles de
ejemplares. Los adelantos tecnológicos que permitieron obtener papel barato a partir de pulpa de
madera y el desarrollo de rotativas rápidas que sustituyeron las tradicionales máquinas planas
contribuyeron también al rápido crecimiento de los periódicos en todo el país.
En 1848 se produjo otro avance significativo. Seis periódicos neoyorquinos se aliaron para compartir
los costes de la transmisión telegráfica de noticias desde Washington y Boston hasta Nueva York. Esta
asociación informal pronto se convirtió en la Associated Press (AP), la primera agencia de noticias del
país. Después de la Guerra Civil, AP creció rápidamente, suministrando a los periódicos enfoques
políticos muy variados. Así pues, AP obligó a dar las noticias de una manera objetiva y sin partidismos,
algo que todavía procuran muchos periódicos estadounidenses.
Entre mediados y finales del siglo XIX apareció en Estados Unidos una serie de excepcionales editores
y propietarios de periódicos, anticipando el auge de los magnates de la prensa británica en el siglo XX.
Uno de ellos fue James Gordon Bennett, quien en 1835 fundó el New York Herald. Lo convirtió en uno
de los periódicos más leídos de su época, en un principio sobre la base de noticias de carácter
sensacionalista y escandaloso y más tarde mediante una cobertura exhaustiva de noticias del
extranjero. El editor más notable de la época, famoso por sus editoriales en apoyo de los derechos de
los trabajadores y de las mujeres, en contra de la esclavitud y en defensa de la Unión en la Guerra
Civil, fue Horace Greeley, que fundó el New York Tribune en 1841.
A medida que los periódicos comenzaron a competir entre sí para aumentar su tirada con objeto de
conseguir más publicidad, los editores Joseph Pulitzer y William Randolph Hearst comenzaron a
practicar un nuevo tipo de periodismo. Pulitzer, en el New York World, y Hearst en el San Francisco
Examiner y el New York Morning Journal, transformaron sus periódicos con noticias de carácter
sensacionalista y escandaloso, incluyendo dibujos y otro tipo de pasatiempos como las viñetas de
humor. Cuando Hearst comenzó a publicar secciones de humor en color, entre las que se incluía una
tira titulada The Yellow Kid, a este tipo de periódico se le bautizó como prensa amarilla.
El crecimiento de los periódicos se vio favorecido también por otros avances tecnológicos. La aparición
de la primera linotipia a mediados de 1880 aceleró la composición al permitir fundir automáticamente
los tipos en líneas. Se fueron perfeccionando las rotativas y las tiradas de los periódicos en las grandes
ciudades alcanzaron las cotas de cientos de miles de ejemplares. Véase también Técnicas de
impresión.
En cuanto a la historia de la prensa en España y en América Latina, hay que señalar que la más
antigua de las publicaciones periódicas en lengua castellana fue el Correo de Francia, Flandes y
Alemania, que empezó a publicarse en 1621.Veinte años más tarde Jaime Romeu inició en Cataluña la
publicación del semanario Gazeta vinguda a esta ciutat de Barcelona, y en 1661 Julián Paredes dio a
la prensa en Madrid el primer número de la Gaceta, diario que en 1697 pasó a llamarse Gaceta de
Madrid. Hoy, tres siglos más tarde, se sigue publicando con el título de Boletín Oficial del
Estado-Gaceta de Madrid.
En el siglo XVIII deben reseñarse medios como la Gaceta de México y Noticias de Nueva España
(México, 1722); Primicias de la Cultura de Quito, el primer periódico de Ecuador (1729); el Diario
Histórico, Político, Canónico y Moral (España, 1732); la Gaceta de Santa Fe de Bogotá (Colombia,
1735), el primer periódico colombiano; la Gaceta de Lima (Perú, 1743), el primero peruano; el Diario
Noticioso, Curioso, Erudito y Comercial Público y Económico (Madrid, 1758); El Pensador (España,
1762), fundado por Clavijo y Fajardo; Papel Periódico de la Habana (Cuba, 1790), el primer diario
cubano, y el Diario de Barcelona (1792), fundado por Pedro Pablo Ussón, decano de los diarios que se
publican actualmente en España y el segundo más antiguo de los europeos.
Durante el siglo XIX vieron la luz el Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del
Río de la Plata (1801), el primer diario argentino; el Diario de México, la Gazzeta de Río de Janeiro, el
primer periódico brasileño (1808); la Gaceta deCaracas (Venezuela, 1812); La Aurora (Chile, 1812), el
primer diario de este país; El Museo Americano de Buenos Aires (1835), primera publicación ilustrada
argentina; el Semanario Pintoresco Español (1836), fundado y dirigido por Mesonero Romanos, el
primer periódico ilustrado español; La Época (1849); el Faro de Vigo (1836), segundo en antigüedad de
los que se publican en España; El Telégrafo (1858); La Publicidad (1878); La Vanguardia (1881), que
sigue publicándose; El Noticiero Universal (1888); El Pensamiento Navarro (1898); El Correo de
Andalucía (1899) y otros.
El siglo XIX vio igualmente el desarrollo de los periódicos en Japón y en las antiguas naciones de la
Commonwealth británica. El primer periódico en lengua inglesa en Japón, el Nagasaki Shipping List
and Advertiser, apareció en 1861 y tras el derrocamiento del sogunado en 1867 surgieron los primeros
periódicos modernos japoneses, que sustituyeron la antigua tradición de los bandos Kawara. El Koko
shimbun fue el primero de ellos, mientras que el primer diario, el Yokohoma Mainichi, se lanzó en 1870,
seguido en 1874 por el que todavía sigue siendo uno de los periódicos más populares del Japón, el
Yomiuri Shimburi.
En la India el primer periódico nacional, The Times of India, surgió del Bombay Times, fundado en
1838. En Australia hubo una serie de pequeñas publicaciones regionales, sobre todo el Sydney
Gazette y el New South Wales Advertiser (1803) que consiguieron sobrevivir a la censura, abolida en
1824 y al Impuesto sobre el Timbre, desaparecido en 1830. El primer periódico moderno, el Sydney
Morning Herald, se fundó en 1831.
4. DESARROLLOS DEL SIGLO XX 
El siglo XX asistió al control de la prensa en el Reino Unido por cuenta de una nueva casta de
propietarios. El primero y más importante de todos ellos fue Alfred Harmsworth, más tarde lord
Northcliffe, que llegó a controlar el Daily Mail, el Daily Mirror, el Times y el The Observer. Lanzó el Daily
Mail en 1896 como primer periódico cuya rentabilidad se basaba principalmente en los ingresos por
publicidad y que en el plazo de tres años alcanzó unas ventas de medio millón de ejemplares. En 1903
lanzó el Daily Mirror como primer periódico dirigido al público femenino. A comienzos de la I Guerra
Mundial sus ventas eran de 1,2 millones de ejemplares y siguieron aumentando tras convertirse en
1934 en el primer periódico inglés con formato tabloide. Este se diferencia del periódico normal en su
tamaño, la profundidad de cobertura de las noticias y el número de ilustraciones; normalmente, el
tabloide es la mitad de un periódico normal, informa de modo más condensado y contiene muchas más
ilustraciones.
El hermano de Northcliffe, lord Rothermere, el empresario canadiense Max Aitken, posteriormente lord
Beaverbrook, y los hermanos Berry, los vizcondes Kemsley y Camrose llegaron a dominar la prensa
nacional y regional en el Reino Unido al experimentar un crecimiento turbulento después de la I Guerra
Mundial y del subsiguiente recorte drástico de noticias. La tirada global de los diarios nacionales pasó
de los cinco millones en 1920 a 10,6 millones en 1939, y estos cinco prohombres controlaban la mitad
de ella. Todos los editores utilizaron sus periódicos para fortalecer sus objetivos e ideas políticas,
obligando al primer ministro Stanley Baldwin a increparles por ejercer “un poder sin asumir ninguna
responsabilidad: la prerrogativa de las prostitutas a lo largo de los siglos” en un discurso de 1931, un
reproche que había tomado prestado de su primo Rudyard Kipling.
Las tiradas se potenciaban mediante las primeras ofertas de promoción. En 1933 el Daily Herald
ofreció a sus lectores una colección de Dickens en 16 volúmenes a un precio de 11 chelines más unos
cupones del Herald. El Daily Mail, el Daily Express y el News Chronicle respondieron inmediatamente
ofreciendo colecciones parecidas a 10 chelines. En total se vendieron 11 millones de colecciones.
El periodo desde finales de la II Guerra Mundial ha resultado muy difícil para los periódicos en muchos
países. En el Reino Unido, el número de periódicos nacionales se ha reducido a la mitad. Las razones
principales de la desaparición de muchos diarios parecen ser la disminución de los ingresos por
publicidad que se ha desviado a otras publicaciones, a la televisión y a otros medios, los problemas
laborales y el creciente coste de los equipos, mano de obra y demás materiales. Aparecieron tres
nuevas agencias de noticias, United Press, International News Service y Universal News, que en 1958
se fusionaron para formar United Press International (UPI).
A lo largo del siglo XX se han fundando en España diarios como ABC (1904) que sigue publicándose,
El Sol, La Voz, El Debate... Al término de la Guerra Civil fueron apareciendo distintos diarios de
alcance nacional, como Ya, de inspiración católica, Arriba, vinculado a Falange Española, Pueblo, afín
a los sindicatos verticales, Solidaridad Nacional, defensor del nacionalismo español en Cataluña y
posteriormente. Tanto en el tardofranquismo como con la democracia, aparecieron grandes empresas
periodísticas que editan los diarios más importantes de los últimos años, como El País, El Periódico, El
Independiente, ya desaparecido y El Mundo. Parte de estos medios, incorporados de lleno al uso de
las nuevas tecnologías, publican ya colecciones de suplementos o de periódicos completos en
CD-ROM, como por ejemplo ABC o El Mundo respectivamente. En América Latina, donde continúa la
gran tradición periodística iniciada siglos antes, en la actualidad se siguen publicando diarios de gran
tirada e influencia en las opiniones públicas de sus países respectivos, como por ejemplo: Clarín y La
Nación, en Buenos Aires; El Tiempo y La República, en Montevideo; El Mercurio, en Santiago de Chile;
El Tiempo y El Comercio, en Lima; y Excelsior y El Universal, en Ciudad de México, entre otros.
5. CIRCULACIÓN El periódico de mayor tirada en el Reino Unido es el tabloide dominical
News of the World, que vende más de cinco millones de ejemplares a la semana. Entre los diarios, The
Sun es el primero en ventas con unos 4 millones de ejemplares. El mercado es tremendamente
competitivo y se han utilizado todo tipo de concursos, reportajes en exclusiva y operaciones de
reducción de precios para modificar las lealtades de los lectores. En Estados Unidos, la mayor tirada
con unos 1,9 millones de ejemplares de venta diaria corresponde al Wall Street Journal, una
publicación especializada dirigida sobre todo a profesionales, pero que además contiene muchas
noticias de interés general. Los mayores periódicos para el gran público son USA Today, que tiene una
circulación diaria a nivel nacional de unos 1,4 millones, y Daily News de Nueva York, con una tirada de
más de 1,3 millones. No llegan a 100 los periódicos con tirada superior a los 100.000 ejemplares, la
media está en 50.000 diarios. La tirada de algunos diarios apenas alcanza unos miles de ejemplares.
España y Latinoamérica están muy lejos de estas cifras millonarias; ninguno alcanza el medio millón
de ejemplares diarios, aunque El País lo roza (475.000), pero los domingos, tal vez por los
suplementos se alcanza el millón de ejemplares.
6. ORGANIZACIÓN Y ACTIVIDADES Los grandes periódicos en la actualidad tienen
redacciones especializadas. Además del equipo de noticias, con reporteros y editores, también
disponen de equipos numerosos en los departamentos de publicidad, circulación y producción.
A fin de hacer frente a la competencia de los reportajes en directo de la radio y la televisión, los
periódicos han adoptado un enfoque más analítico; presentan una información exhaustiva en torno a
las noticias, sobre todo desde la expansión de los noticiarios en televisión de los años sesenta. La
mayoría de los editorialistas no se contentan con proporcionar a los lectores una mera descripción de
las noticias, sino que intentan encontrar una explicación a los sucesos o al menos darles una
interpretación.
Aunque los periódicos han crecido notablemente tanto en tamaño comoen tirada desde las
innovaciones de la prensa barata hace 150 años, continúan siendo publicaciones destinadas al
consumo masivo. Además de las noticias serias del día, el periódico contiene, con independencia de
su tamaño, elementos que resulten atractivos para la mayoría de los hombres, mujeres y niños.
7. EL PODER DE LA PRENSA 
La propiedad de los periódicos y de los medios de comunicación ha suscitado diversas polémicas y
seguramente las seguirán provocando. Las beligerantes posturas políticas de los periódicos preocupan
a los ciudadanos que mantienen que tales planteamientos influyen en el voto del electorado. Después
de la victoria de los conservadores en Gran Bretaña en 1992, el Sun exhibía orgullosamente el titular
“Fue el Sun quien ganó”, aunque más tarde el periódico intentó desdecirse al convertirse el poder de la
prensa en el foco de hostilidades tanto del partido conservador como del laborista. Cualquier
revelación escandalosa, en concreto acerca de los políticos y de los miembros de la familia real, se
consideraban una invasión de la vida privada; existía además una cierta sensación entre los
parlamentarios de que los periódicos estaban intentando forzar o influir en las decisiones políticas
sobre las que deberían limitarse a informar. Aunque existe una Comisión de Quejas sobre la Prensa, a
fin de que la propia industria se autocontrole, algunos sectores siguen reclamando una legislación para
controlar la libertad de prensa.
Aunque la tirada total de periódicos permanece prácticamente inalterada desde principios de los
setenta, los periódicos siguen constituyendo una fuerza poderosa en la sociedad norteamericana. En
1971, por ejemplo, el New York Times comenzó a publicar los Papeles del Pentágono. Cuando el
gobierno intentó impedir su publicación, la Corte Suprema del país defendió el derecho del periódico a
publicar tales documentos. Los Papeles del Pentágono proporcionaron a los ciudadanos una visión de
las bambalinas de los planes y políticas del gobierno que dieron pie al papel que Estados Unidos
desempeñó en la Guerra de Vietnam.
El ejemplo más notable quizás del poder de la prensa se produjo en 1974, cuando el presidente
Richard M. Nixon tuvo que dimitir de su cargo al aparecer ciertas revelaciones acerca del escándalo
Watergate que salpicó a la administración y que fueron ofrecidas al público en primera instancia por el
Washington Post. Este escándalo originó asimismo un replanteamiento del periodismo de investigación
en muchos periódicos de todo el país.
8. TENDENCIAS Y EVOLUCIÓN 
Durante las dos últimas décadas, los periódicos han sufrido más avances tecnológicos que en
cualquier otra época desde la aparición de las máquinas automáticas de fotocomposición y las
rotativas rápidas a finales del siglo XIX. Las enormes y ruidosas máquinas que componían
trabajosamente líneas de tipos de plomo, durante casi un siglo, han desaparecido de las plantas de los
periódicos. Han sido sustituidas por complejos sistemas electrónicos que utilizan computadoras para
almacenar la información y convierten las palabras en líneas tipográficas. En las plantas actuales de
los periódicos, los reporteros y los editores que trabajan con teclados conectados a computadoras
hacen las funciones también de los tipógrafos. Los diseñadores que antes trabajaban con máquinas lo
hacen ahora en tableros distribuyendo pruebas de textos e imágenes para confeccionar las páginas del
periódico. La creciente utilización de la fotocomposición y la transmisión electrónica de datos ha
permitido el desarrollo de periódicos nacionales con plantas impresoras descentralizadas, como el
USA Today.
En el Reino Unido, el cambio a la nueva tecnología ha ido acompañado por fuertes disputas con los
sindicatos y el abandono de las tradicionales oficinas en Fleet Street, en el centro de Londres, en
beneficio de instalaciones más baratas, a menudo en las afueras de la ciudad.
Los editores de periódicos están probando actualmente las computadoras y la televisión como medio
de transmisión directa a los hogares de noticias, anuncios y demás información. Algunas personas
defienden que el periódico del futuro no será impreso, sino un servicio electrónico de información
disponible de forma instantánea en los hogares. Muchos editores ya incluyen una versión online de su
periódico en la Internet, accesible a todo aquel que disponga de una computadora personal y un
módem. El Daily Telegraph fue el primero en lanzar en 1994 este avance tecnológico en el Reino
Unido al sacar el Electronic Telegraph.
Telégrafo
1. INTRODUCCIÓN Telégrafo, sistema de comunicación basado en un equipo eléctrico
capaz de emitir y recibir señales según un código de impulsos eléctricos. En un principio, la palabra
‘telegrafía’ se aplicaba a cualquier tipo de comunicación de larga distancia en el que se transmitiesen
mensajes mediante signos o sonidos.
2. EL TELÉGRAFO MORSE 
Los primeros equipos eléctricos para transmisión telegráfica fueron inventados por el estadounidense
Samuel F. B. Morse en 1836, y al año siguiente por el físico inglés sir Charles Wheatstone en
colaboración con el ingeniero sir William F. Cooke. El código básico, llamado código Morse, transmitía
mensajes mediante impulsos eléctricos que circulaban por un único cable (véase Código Morse
internacional). El aparato de Morse, que emitió el primer telegrama público en 1844, tenía forma de
conmutador eléctrico. Mediante la presión de los dedos, permitía el paso de la corriente durante un
lapso determinado y a continuación la anulaba. El receptor Morse original disponía de un puntero
controlado electromagnéticamente que dibujaba trazos en una cinta de papel que giraba sobre un
cilindro. Los trazos tenían una longitud dependiente de la duración de la corriente eléctrica que
circulaba por los cables del electroimán y presentaban el aspecto de puntos y rayas.
En el transcurso de los experimentos con dicho instrumento, Morse descubrió que las señales sólo
podían transmitirse correctamente a unos 32 km. A distancias mayores, las señales se hacían
demasiado débiles para poder registrarlas. Morse y sus colaboradores desarrollaron un aparato de
relés que se podía acoplar a la línea telegráfica a unos 32 km de la estación emisora de señales a fin
de repetirlas automáticamente y enviarlas otros 32 km más allá. El relé estaba formado por un
conmutador accionado por un electroimán. El impulso que llegaba a la bobina del electroimán hacía
girar un armazón que cerraba un circuito independiente alimentado por una batería. Este mecanismo
lanzaba un impulso potente de corriente a la línea, que a su vez accionaba otros relés hasta alcanzar
el receptor. Algunos años después de que Morse hubiera desarrollado su equipo receptor y lo hubiera
exhibido de forma satisfactoria, los operadores telegráficos descubrieron que resultaba posible
diferenciar entre los puntos y las rayas por el simple sonido, cayendo en desuso el aparato de registro
de Morse. Sin embargo, los demás principios básicos del sistema Morse se siguieron utilizando en los
circuitos de telegrafía por hilo.
Dado que la telegrafía resultaba demasiado costosa para poder implantarla con carácter universal, se
desarrollaron diferentes métodos para enviar varios mensajes simultáneamente por una misma línea.
En la telegrafía dúplex, el primer avance de este tipo, se puede transmitir un mensaje simultáneo en
ambos sentidos entre dos estaciones. En la telegrafía cuádruplex, inventada en 1874 por Thomas
Edison, se transmitían dos mensajes simultáneamente en cada sentido. En 1915 se implantó la
telegrafía múltiple que permitía el envío simultáneo de ocho o más mensajes. Ésta y la aparición de las
máquinas de teletipo, a mediados de la década de 1920, hicieron que se fuera abandonando
progresivamente el sistema telegráfico manual de Morse de claves y que se sustituyera por métodos
alámbricos e inalámbricos de transmisión por ondas.
Telégrafo 
Con el descubrimiento de la electricidad en el siglo XVIII, se comenzó a buscar la forma de utilizar las
señaleseléctricas en la transmisión rápida de mensajes a distancia. Sin embargo, no se lograría el
primer sistema eficaz de telegrafía hasta el siglo XIX, cuando en 1837 se hicieron públicos dos
inventos: uno de Charles Wheatstone y William F. Cooke, en Gran Bretaña, y otro de Samuel F. B.
Morse, en Estados Unidos. Morse también desarrolló un código de puntos y rayas que fue adoptado en
todo el mundo (véase Código Morse internacional). Estos inventos fueron mejorados a lo largo de los
años. Así, por ejemplo, en 1874, Thomas Edison desarrolló la telegrafía cuádruple, que permitía
transmitir dos mensajes simultáneamente en ambos sentidos. Algunos de los productos actuales de la
telegrafía son el teletipo, el télex y el fax.
LIBROS ESCRITOS A MANO 
Los primeros libros consistían en planchas de barro que contenían caracteres o dibujos incididos con
un punzón. Las primeras civilizaciones que los utilizaron fueron los antiquísimos pueblos de
Mesopotamia, entre ellos los sumerios y los babilonios. Mucho más próximos a los libros actuales eran
los rollos de los egipcios, griegos y romanos, compuestos por largas tiras de papiro —un material
parecido al papel que se extraía de los juncos del delta del río Nilo— que se enrollaban alrededor de
un palo de madera. El texto, que se escribía con una pluma también de junco, en densas columnas y
por una sola cara, se podía leer desplegando el rollo. La longitud de las láminas de papiro era muy
variable. La más larga que se conoce (40,5 metros) se encuentra en el Museo Británico de Londres.
Más adelante, durante el periodo helenístico, hacia el siglo IV a. C., los libros más extensos
comenzaron a subdividirse en varios rollos, que se almacenaban juntos.
Los escribas (o escribientes) profesionales se dedicaban a copiarlos o a escribirlos al dictado, y los
rollos solían protegerse con telas y llevar una etiqueta con el nombre del autor. Atenas, Alejandría y
Roma eran grandes centros de producción de libros, y los exportaban a todo el mundo conocido en la
antigüedad. Sin embargo, el copiado a mano era lento y costoso, por lo que sólo los templos y algunas
personas ricas o poderosas podían poseerlos, y la mayor parte de los conocimientos se transmitían
oralmente, por medio de la repetición y la memorización. Aunque los papiros eran baratos, fáciles de
confeccionar y constituían una excelente superficie para la escritura, resultaban muy frágiles, hasta el
punto de que, en climas húmedos, se desintegraban en menos de cien años. Por esta razón, gran
parte de la literatura y del resto de material escrito de la antigüedad se ha perdido de un modo
irreversible. El pergamino y algunos materiales derivados de las pieles secas de animales no
presentan tantos problemas de conservación como los papiros. Los utilizaron los persas, los hebreos y
otros pueblos en cuyo territorio no abundaban los juncos, y fue el rey Eumenes II de Pérgamo, en el
siglo II a. C., uno de los que más fomentó su utilización, de modo que hacia el siglo IV d. C., había
sustituido casi por completo al papiro como soporte para la escritura.
2.1. Los primeros códices 
El siglo IV marcó también la culminación de un largo proceso, que había comenzado en el siglo I,
tendente a sustituir los incómodos rollos por los códices (en latín, ‘libro’), antecedente directo de los
actuales libros. El códice, que en un principio era utilizado por los griegos y los romanos para registros
contables o como libro escolar, consistía en un cuadernillo de hojas rayadas hechas de madera
cubierta de cera, de modo que se podía escribir sobre él con algo afilado y borrarlo después, si era
necesario. Entre las tabletas de madera se insertaban, a veces, hojas adicionales de pergamino. Con
el tiempo, fue aumentando la proporción de papiro o, posteriormente, pergamino, hasta que los libros
pasaron a confeccionarse casi exclusivamente de estos materiales, plegados formando cuadernillos,
que luego se reunían entre dos planchas de madera y se ataban con correas. Las columnas de estos
nuevos formatos eran más anchas que las de los rollos. Además, frente a ellos poseían la ventaja de la
comodidad en su manejo, pues permitían al lector encontrar fácilmente el pasaje que buscaban, y
ofrecían la posibilidad de contener escritura por sus dos caras. Por ello fueron muy utilizados en los
comienzos de la liturgia cristiana, basada en la lectura de textos para cuya localización se debe ir hacia
adelante o atrás a través de los distintos libros de la Biblia. De hecho, la palabra códice forma parte del
título de muchos manuscritos antiguos, en especial de muchas copias de libros de la Biblia.
2.2. Libros medievales europeos 
En la Europa de comienzos de la edad media, eran los monjes quienes escribían los libros, ya fuera
para otros religiosos o para los gobernantes del momento. La mayor parte de ellos contenían
fragmentos de la Biblia, aunque muchos eran copias de textos de la antigüedad clásica. Los monjes
solían escribir o copiar los libros en amplias salas de los monasterios denominadas escritorios. Al
principio utilizaron gran variedad de estilos locales que tenían en común el hecho de escribir los textos
en letras mayúsculas, costumbre heredada de los tiempos de los rollos. Más tarde, como consecuencia
del resurgimiento del saber impulsado por Carlomagno en el siglo VIII, los escribas comenzaron a
utilizar también las minúsculas, cursivas, y a escribir sus textos con una letra fina y redondeada que se
basaba en modelos clásicos, y que inspiraría, varios siglos después, a muchos tipógrafos del
renacimiento. A partir del siglo XII, sin embargo, la escritura degeneró hacia un tipo de letra más
gruesa, estrecha y angulosa, que se amontonaba en las páginas formando densos cuerpos de texto
difíciles de leer (véase Escritura).
Muchos libros medievales contenían dibujos realizados en tintas doradas y de otros colores, que
servían para indicar los comienzos de sección, para ilustrar los textos o para decorar los bordes del
manuscrito. Estos adornos iban desde los intrincados ornamentos del Libro de Kells, una copia de los
Evangelios llevada a cabo en Irlanda o Escocia en el siglo VIII o IX, a las delicadas y detallistas
escenas de la vida cotidiana del Libro de horas, del duque de Berry, un libro de oraciones
confeccionado en los Países Bajos por los hermanos Limbourg en el siglo XV. Los libros medievales
tenían portadas de madera, reforzadas a menudo con piezas de metal, y poseían cierres en forma de
botones o candados. Muchas de las portadas iban cubiertas de piel y, a veces, estaban ricamente
adornadas con trabajos de orfebrería en oro, plata, esmaltes y piedras preciosas. Estos bellísimos
ejemplares eran auténticas obras de arte en cuya confección intervenían, hacia el final de la edad
media, orfebres, artistas y escribas profesionales. Los libros, por aquella época, eran escasos y muy
costosos, y se realizaban, por lo general, por encargo de la pequeñísima porción de la población que
sabía leer y que podía sufragar sus gastos de producción. Entre los manuscritos miniados españoles
destacan los llamados beatos, libros bellamente decorados, sobre los Comentarios al Apocalipsis del
Beato de Liébana.
2.3. El libro en Oriente 
Probablemente, los primeros libros del Lejano Oriente estaban escritos sobre tablillas de bambú o
madera, que luego se unían entre sí. Otro tipo de libros eran los constituidos por largas tiras de una
mezcla de cáñamo y corteza inventada por los chinos en el siglo II d. C. Al principio, estas tiras se
incidían con plumas o pinceles de junco y se envolvían alrededor de cilindros de madera para formar
un rollo. Más adelante, se comenzaron a plegar en forma de acordeón, a pegarse en uno de los lados
y a colocarles portadas hechas de papel fino o tela. Los sabios y funcionarios que sabían escribir se
esforzaron especialmente en dotar a sus escritos de estilos distintivos de caligrafía, que era
considerada como una de las bellas artes, lo cual no es de extrañar, pues tanto el chino como el
japonés y el coreano, lenguas habladas enla actualidad por unos 1.500 millones de personas, utilizan
para su escritura los llamados kanji o ideogramas, caracteres que representan no sílabas, como los de
los alfabetos occidentales, sino conceptos, y son unos dibujos esquemáticos que se pueden escribir
utilizando gran cantidad de estilos más o menos creativos o artísticos.
3. LIBROS IMPRESOS 
En el siglo VI a. C., en China ya se imprimían textos utilizando pequeños bloques de madera con
caracteres incisos, aunque el más antiguo de los libros impreso de este modo de que se tenga noticia,
el Sutra del diamante, data del año 868. El Tripitaka, otro texto budista, que alcanzaba las 130.000
páginas, fue impreso en el 972. Por supuesto, imprimir libros a partir de bloques reutilizables resultaba
más rápido y cómodo que tener que escribir las distintas copias del libro a mano, pero se necesitaba
mucho tiempo para grabar cada bloque, y se podía utilizar para una sola obra. En el siglo XI, los chinos
inventaron también la impresión a partir de bloques móviles, que podían ensamblarse y
desensamblarse entre sí para componer distintas obras. Sin embargo, hicieron muy poco uso de este
invento, debido a que el enorme número de caracteres (kanji o ideogramas) del chino —unos 7,000—
hacía prácticamente inabordable la utilización de este sistema.
En Europa, se comenzó a imprimir trabajos a partir de bloques de madera en la edad media, idea que
debió llegar como consecuencia de los contactos que por entonces ya se tenían con Oriente. Los libros
impresos con bloques de madera solían ser obras religiosas, con grandes ilustraciones y escaso texto.
3.1. Libros del renacimiento 
En el siglo XV se dieron dos innovaciones tecnológicas que revolucionaron la producción de libros en
Europa. Una fue el papel, cuya confección aprendieron los europeos de los pueblos musulmanes (que,
a su vez, lo habían aprendido de China). La otra fue los tipos de imprenta móviles de metal, que
habían inventado ellos mismos. Aunque varios países, como Francia, Italia y Holanda, se atribuyen
este descubrimiento, por lo general se coincide en que fue el alemán Johann Gutenberg quien inventó
la imprenta basada en los tipos móviles de metal, y publicó en 1456 el primer libro importante realizado
con este sistema, la Biblia de Gutenberg. Estos avances tecnológicos simplificaron la producción de
libros, convirtiéndolos en objetos relativamente fáciles de confeccionar y, por tanto, accesibles a una
parte considerable de la población. Al mismo tiempo, la alfabetización creció enormemente, en parte
como resultado de los esfuerzos renacentistas por extender el conocimiento y también debido a la
Reforma protestante, cuyos promotores defendieron la idea de que cada uno de los fieles debía ser
capaz de leer la Biblia e interpretarla a su manera. En consecuencia, en el siglo XVI, tanto el número
de obras como el número de copias de cada obra aumentó de un modo espectacular, y este
crecimiento comenzó a estimular el apetito del público por los libros.
La imprenta llegó muy pronto a España, y se supone que el primer libro español se imprimió en 1471,
aunque este hecho no está documentado. Sí se sabe, en cambio, con seguridad, que al año siguiente
Johann Parix imprimió el Sinodal de Aguilafuerte, que pasa hoy en día, a falta de datos sobre otros, por
ser el primer libro impreso español. El primer libro fechado impreso en España fue Comprehensorium
de Johannes Grammaticus, que salió de la imprenta valenciana de Lambert Palmart el 23 de febrero
de 1475. En los siguientes años, y auspiciados por la política cultural de los Reyes Católicos,
aparecerían otros muchos libros, como la primera gramática española, la Gramática de la lengua
castellana del humanista Elio Antonio de Nebrija, impresa en Salamanca en el emblemático año 1492,
y que resultaría fundamental para la fijación de nuestro idioma. La imprenta llegó a América algo más
tarde, en 1540, año en que comenzó a funcionar la primera en México. La edición de libros se inició en
seguida y se multiplicó extraordinariamente, tanto en Nueva España como en el Perú.
Los impresores renacentistas italianos del siglo XVI establecieron algunas tradiciones que han
sobrevivido hasta nuestros días. Entre ellas se encuentran, por ejemplo, la del uso de caracteres de
tipo romano e itálico, de composiciones definidas o de portadas de cartón fino, a menudo forradas en
piel. Utilizaban también las planchas de madera y de metal para incidir en ellas las ilustraciones y
establecieron los distintos tamaños de los libros —folio, cuarto, octavo, duodécimo, 16º, 24º y 32º.
Estas designaciones se refieren al número de páginas que se pueden conseguir plegando una gran
lámina de papel en las imprentas. Así, una lámina doblada una sola vez forma dos hojas (o sea, cuatro
páginas), y un libro compuesto por páginas de este tamaño se denomina folio. Del mismo modo, una
lámina doblada dos veces forma cuatro hojas (ocho páginas), y el libro consiguiente se denominará
cuarto, y así sucesivamente. Los editores europeos contemporáneos continúan utilizando esta
terminología. Los libros renacentistas establecieron también la tradición de la página de título y del
prólogo o introducción. Gradualmente, se fueron añadiendo a estas páginas las del índice de
contenidos, la lista de ilustraciones, notas explicativas, bibliografías e índice de nombres citados.
3.2. Libros contemporáneos A partir de la Revolución Industrial, la producción de libros se fue
convirtiendo en un proceso muy mecanizado. En nuestro siglo, se ha hecho posible la publicación de
grandes tiradas de libros a un precio relativamente bajo gracias a la aplicación al campo editorial de
numerosos e importantes avances tecnológicos. Así, la baja en el costo de producción del papel y la
introducción de la tela y la cartulina para la confección de las portadas, de prensas cilíndricas de gran
velocidad, de la composición mecanizada de las páginas y de la reproducción fotográfica de las
imágenes han permitido el acceso a los libros a la mayor parte de los ciudadanos occidentales. En
América Latina se han desarrollado varios grandes centros productores de libros, a través de sus
editoriales más conocidas, en Argentina, Chile, Colombia, México y Cuba.
A pesar de que los modernos medios de comunicación, como la radio, el cine y la televisión, han
restado protagonismo cultural al libro, continúa constituyendo el principal medio de transmisión de
conocimientos, enseñanzas y experiencias tanto reales como imaginadas. Por otro lado, aunque se ha
especulado con la posibilidad de que el desarrollo de las tecnologías informáticas —que han acelerado
el proceso de creación de libros, tanto en cuanto a la escritura como en cuanto a la producción
industrial y, por tanto, reducido su coste— tengan, paradójicamente, como efecto la sustitución del libro
por otras experiencias ligadas a la imagen (realidad virtual, películas interactivas u otros), cabe, sin
duda, la posibilidad de que, del mismo modo que la reducción del precio del papel posibilitó la
extensión del libro a amplias capas de la población, la sustitución del libro tradicional por el libro
electrónico, con su consiguiente disminución de costos de producción y distribución, permita hacer
accesible el conocimiento y las experiencias didácticas o de ocio que siempre han constituido su
espíritu a la casi totalidad de la población del planeta. De este modo se podría materializar, quizá, el
poder mágico de transformación de la realidad que el gran dramaturgo inglés William Shakespeare
atribuía a los libros en su más imaginativa obra, La tempestad (1611), en la que Próspero, el duque de
Milán expulsado de su ciudad por su ambicioso hermano, recupera su ducado ayudado por los
conocimientos mágicos que le proporcionan sus amados libros.
3.3. Libros de artista 
Una característica unida al libro desde sus comienzos fue la de la inclusión en él de imágenes, que
servían, en algunos casos, como apoyo o explicación del texto, pero que, en otros, tenían una finalidad
puramente estética.En efecto, en muchas ocasiones, el escriba que copiaba a mano los libros incluía
adornos o ilustraciones que servían para separar distintas partes, secciones o capítulos del texto o
para embellecer o amenizar su lectura. Posteriormente, con la introducción del grabado a partir de
planchas de metal o madera, muchos autores, como el italiano Giorgio Vasari en su Vida de los más
excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos (1542-1550), añadieron ilustraciones a sus libros,
imágenes que se convirtieron en algo más que meras extensiones del texto. Algunos de los primeros y
más bellos ejemplos modernos de interacción entre texto e imagen lo constituyen las obras del poeta,
pintor y grabador inglés William Blake, que realizó numerosos libros ilustrados para los cuales
realizaba él mismo las planchas con sus propios poemas y dibujos. Posteriormente, otros artistas
proyectaron por completo sus propios libros, y fueron reduciendo en ellos el espacio dedicado a la
palabra y ampliando el dedicado a la imagen, integrando, en todo caso y a diferencia de los simples
libros ilustrados, ambos en el mismo proceso creativo. Así, el pintor francés Henri Matisse llevó a cabo,
en 1947, su libro ilustrado Jazz. Paralelamente al desarrollo de los medios de comunicación de masas,
que restaron algo de protagonismo al libro, fueron surgiendo artistas que utilizaron el libro como un
medio de transmisión de ideas estéticas y conceptos en el que se unieran el texto y la imagen en una
aleación más poderosa y creativa de la que había existido hasta entonces. Ejemplo de ello son los
libros de artistas conceptuales, como el norteamericano Joseph Kosuth y el grupo Art and Language, y
de otros más irrespetuosos con el concepto de ‘arte’, como los del grupo ‘Fluxus’. Algunos artistas, el
francés Christian Boltanski entre ellos, han trabajado basándose en la misión originaria del libro como
medio documental, mientras que otros, como el alemán Anselm Kiefer, han operado sobre la realidad
del libro como objeto tangible y susceptible de ser recorrido en distintos sentidos y en distinto orden.
Véase también Bibliografía, Encuadernación, Bibliofilia, Edición de libros, Ilustración, Biblioteca,
Imprenta.1
Edición de libros
1. INTRODUCCIÓN Edición de libros, confección, publicación y distribución de libros. Sus
orígenes pueden establecerse en las tablillas de arcilla y piedra y en los cilindros poligonales de los
antiguos reinos asirios y babilónicos, o en las tiras de bambú de los primeros escribas chinos. Casi
todos los especialistas, sin embargo, prefieren considerar los rollos de papiro como los verdaderos
precursores de los libros. Ya en el año 600 a.C., los escribas habían copiado poemas, discursos y
oraciones en estos rollos de papiro para venderlos con unos precios muy elevados.
1
2. HISTORIA 
Es probable que fuera en Grecia donde por primera vez se vendieron de forma regular obras literarias,
gracias a los discípulos de Platón, que vendían o alquilaban la transcripción de sus discursos. En el
año 400 a.C. Atenas era la capital literaria de Grecia, y el centro de producción y venta de rollos y
papiros. Los primeros vendedores de libros atenienses fabricaban sus propios rollos pero,
posteriormente, los empresarios fabricantes de libros empleaban a copistas y no sólo vendían y
alquilaban los manuscritos, sino que organizaban lecturas de pago en sus propias tiendas. En torno al
año 250 a.C., Alejandría (al-Iskandariya) se convirtió en uno de los mayores mercados de libros del
mundo. Las primeras publicaciones y ventas de libros se debieron a la gran biblioteca de Alejandría
fundada por Tolomeo I. Gracias a la formación de numerosos escribas y a la explotación de los canales
de distribución de las rutas comerciales de la capital, los editores alejandrinos retuvieron el control de
la mayor parte del comercio mundial de libros durante más de dos siglos.
En Roma los primeros editores eran hombres ricos amantes de la literatura que podían permitirse
costear a los caros esclavos que servían de escribas. A finales del siglo I d.C. floreció el comercio de
libros en Roma y en otras grandes ciudades del Imperio. Sin embargo, cuando la capital se trasladó a
Constantinopla en el año 328 d.C., las actividades literarias de Roma decayeron en seguida.
La consolidación de China como imperio, llevada a cabo por la dinastía Ch’in (Qin) en el año 221 a.C.,
creó las condiciones necesarias para un comercio de libros a gran escala, comercio que se vio de
nuevo impulsado por la elaboración del papel en torno al siglo I d.C., reemplazando con gran rapidez el
bambú, la seda, y la madera como materiales sobre los que escribir. Para entonces ya se habían
prodigado las tiendas de libros en la capital del imperio loyang. Para el año 800 d.C. su uso se había
difundido hasta la lejana Bagdad. Las necesidades de la enorme burocracia imperial china estimularon
la producción y distribución del papel a gran escala; el comercio de libros se benefició del crecimiento
de esta industria. Los primeros libros chinos solían tener forma de rollos. Los amuletos budistas de
Japón del año 770 d.C. muestran que por esas fechas ya se había desarrollado la técnica de imprimir,
aunque seguía sin aplicarse a la producción masiva de manuscritos, que se vendían en los grandes
centros comerciales de las ciudades durante la dinastía Tang. La dinastía Song siguió favoreciendo el
crecimiento de la industria de los libros, donde se reemplazaron los rollos por libros encuadernados, y
se produjeron grandes ediciones de los clásicos impresos en madera. Desde entonces China dispuso
de una industria librera destacada por su antigüedad y lo avanzado de su tecnología.
2.1. La edad media 
En la Europa medieval eran frecuentes los vendedores de libros ambulantes, aunque durante la alta
edad media la producción de libros era, en esencia, monopolio de los scriptoria, o habitaciones de
escritura de los monasterios. Durante algunos siglos los libros escritos en los monasterios se
producían para uso exclusivo de los monjes o de sus discípulos seglares. Por lo tanto, durante siglos,
el conocimiento de la lectura y la escritura quedó confinado a los clérigos. Más tarde, debido a que
algunos príncipes habían sido educados en monasterios, las bibliotecas de los reyes y los nobles se
llenaron con manuscritos de literatura.
En la baja edad media la venta de libros se vio fomentada por el crecimiento de las universidades,
sobre todo por las de París (1150) y Bolonia (1200). Las universidades controlaban la preparación de
los libros de texto y de obras literarias, y también determinaban la tasa de producción y venta. Los
libreros, denominados stationarii, solían ser funcionarios de la universidad o licenciados. Los stationarii
de la universidad de París no sólo proveían a la universidad, sino también a casi todos los intelectuales
de Europa. Los stationarii de las universidades inglesas de Oxford y Cambridge aparecieron algunos
años después de la creación de las universidades de París y Bolonia. Sin las restricciones que éstas
sufrían, el negocio floreció deprisa en Inglaterra.
2.2. El comercio de libros en la edad moderna 
La publicación y venta de libros se inició en 1440 con la aparición de la imprenta con caracteres
móviles. Los primeros impresores solían ser también los editores de las obras que producían, y las
vendían directamente a los lectores; contrataban a funcionarios de las universidades para vender en
éstas sus libros. Anton Koberger, fue el primer editor que estableció un negocio de estas
características (1470) en Nuremberg. Era propietario de 16 tiendas, y tenía representantes en casi
todas las ciudades del mundo cristiano. Los editores alemanes Johann Fust, socio de Johann
Gutenberg, y Peter Schöffer vendían libros a precios muy por debajo del de los manuscritos.
El editor más influyente de este periodo fue Aldo Manuzio, de Venecia. Fue gracias a los altos ideales
intelectuales y a la labor altruista de Manuzio y sus sucesores, así como a la imaginación, sinceridady
persistencia tanto de Gutenberg como de Fust, que Europa, a finales del siglo XV, pudo disfrutar de los
grandes valores de la poesía y la filosofía griegas. Para organizar su negocio de publicación y su
imprenta, Manuzio tuvo que superar numerosos obstáculos, como fue enseñar a los tipógrafos italianos
a imprimir los textos griegos, o el lograr distribuir sus libros desde Venecia hasta lejanos destinos del
continente europeo.
También destaca en este periodo el editor-vendedor William Caxton, que montó una imprenta en
Westminster, Londres, en 1476 y que fue el primero en imprimir libros escritos en inglés. Caxton
publicó sus propias traducciones de obras escritas en latín, francés y holandés. Hay que mencionar
también al editor alemán Johann Froben, que fundó una imprenta en Basilea, que destacaba por sus
detalles artísticos y la escrupulosa precisión de los libros que publicaba.
En la ciudad de Wittenberg, Sajonia, en el año 1517, funcionaba una pequeña imprenta, con escasa
importancia comercial, pero de una enorme influencia en la opinión pública europea, debido a los
reformistas religiosos alemanes Martín Lutero y Melanchthon. Los panfletos publicados en esta
imprenta, copiados por otros editores que simpatizaban con las ideas de Lutero, aseguraron su amplia
difusión.
Durante los siglos XVI y XVII los principales mercados de libros estaban en ciudades de los Países
Bajos, pero a finales del siglo XVIII las empresas editoras se encontraban en las principales ciudades
de Europa y América, y algunas lograron sobrevivir hasta el siglo XX.
2.3. El inicio de las editoriales modernas 
Las editoriales modernas surgieron en el siglo XVIII, cuando en Inglaterra aparecieron las imprentas
que editaban todo tipo de literatura. Durante la primera mitad del siglo XIX el comercio de libros cambió
drásticamente al inventarse en Francia la prensa cilíndrica. La tecnología de la imprenta no había
sufrido apenas variaciones desde los tiempos de Gutenberg, pero la prensa cilíndrica posibilitaba la
impresión de libros y revistas a gran escala y permitió abastecer mercados masivos. Los libros en
rústica aparecieron en la década de 1840, primero como suplementos para los periódicos, y después
como libros de pequeño formato. Durante la Guerra Civil estadounidense eran tan populares que se
llevaban en fardos hasta los campamentos de los soldados. Los vendedores de libros empezaron a
publicar libros con tapas duras, y a finales del siglo XIX había centenares de editores que publicaban y
distribuían libros en casi todo el mundo. En el siglo XIX las principales tendencias se dirigían al
desarrollo de la especialización en la publicación de libros, y a distinguir la publicación de la venta, que
se convirtió en el terreno exclusivo de grandes distribuidores y de minoristas individuales o
corporativos.
2.4. Avances del siglo XX La industria de la publicación de libros creció en tamaño y alcance
durante el siglo XX. Las primeras asociaciones de libreros se convirtieron en grandes distribuidoras
comerciales que vendían libros por correo, mediante suscripciones, a escala nacional. Estas
asociaciones sirvieron de prototipo para muchas pequeñas organizaciones, algunas pertenecientes a
las imprentas que las creaban para vender sus propios libros.
Los libros en rústica reaparecieron tras la II Guerra Mundial. La promoción masiva y diversas técnicas
nuevas hicieron posible la distribución más allá de las fronteras nacionales, a precios asequibles. A
principios de 1980 casi el 70% de los inventarios de las librerías eran ediciones en rústica. Otra
generación de impresores desarrolló una nueva técnica de comercialización en masa que ha
caracterizado al comercio de libros. La distribución sigue siendo el principal escollo de la industria.
En la década de los noventa la edición de libros se ha convertido en una floreciente industria
internacional.
3. EL COMERCIO DE LIBROS EN LA ACTUALIDAD El comercio de libros puede
compararse a un iceberg en el que la cúspide, en torno al 20 o 25% del total, son las novelas de ficción
o históricas —lo que a veces se denomina libros comerciales— que son los que se anuncian y analizan
en los medios de comunicación de masas, y aparecen en las listas de ventas. El restante 70 u 80%
abarca libros educativos, de negocios, científicos, técnicos, así como libros de referencias.
Los libros comerciales mantienen la tradición literaria, e incluso crean la imagen pública, de las
empresas editoriales. Pueden sufragar los gastos de otras líneas de producción, pero normalmente, los
beneficios de las editoriales provienen de los libros de texto, los libros de referencias, o los
departamentos de Medicina o Religión, por ejemplo. Sin embargo, muchas editoriales se dedican, casi
en exclusiva, a alguna de estas especialidades. Así, la publicación de libros de texto es uno de los
aspectos preponderantes de la industria. Algunas se especializan en libros científicos y técnicos, otras
en libros religiosos, otras en obras de referencia, etcétera.
Los libros comerciales suelen tener un coste unitario menor al de los libros de texto; por ejemplo, una
tirada de libros de texto puede requerir una inversión mucho mayor que la que se necesitaría para la
misma tirada de una novela o una biografía. Entre los libros no comerciales, los más importantes son
los libros de texto. Además, ciertas obras profesionales, científicas y técnicas se venden como si
fueran libros de texto. Desde 1945 el área de la industria que más ha variado ha sido la edición de
libros educativos, científicos y técnicos, debido a la denominada explosión cultural que siguió a la
II Guerra Mundial y a los enormes cambios sociales que acontecieron durante la década de los
sesenta.
Hoy en día, predomina en la industria la edición de libros para un mercado masivo. Estas ediciones
responden al desarrollo y venta de libros, con tapas duras o blandas, dirigidos al gran mercado que
acude a las librerías y a los canales de minoristas conocidos. Los volúmenes dirigidos a este mercado
masivo también se venden en supermercados, cadenas comerciales, estaciones de servicio,
aeropuertos, etcétera. El público está informado con regularidad del enorme éxito de las ediciones de
gran tirada cuando recibe noticias del enorme crecimiento de los ingresos por derechos de autor que
ofrecen las principales editoriales de libros en rústica para reeditar los best-sellers. La competencia ha
impulsado el crecimiento de las ediciones en rústica desde principios de la década de 1950; las
ediciones de lujo y los libros en rústica originales ya sólo se venden en las grandes librerías, y no en el
resto de los canales comerciales de la industria del libro.
3.1. Procesos de edición y producción Con independencia del libro que se produzca, el
proceso de edición es siempre el mismo.
En los casos más corrientes de libros comerciales, la editorial pequeña publicará entre 3 y 5 títulos
anuales, mientras que las editoriales poderosas pueden llegar a publicar más de 600 títulos distintos.
Algunos de estos se seleccionarán entre los cientos de manuscritos que reciben anualmente, pero la
mayoría se seleccionan en agencias especializadas. Una gran proporción de títulos publicados salen
de la propia editora, porque los editores contratan a autores para que desarrollen algunas ideas. Éstos
reciben un porcentaje de las ventas en concepto de derechos de autor que depende de la cantidad de
libros vendidos; cuantos más libros se vendan, mayor es el porcentaje de beneficios, tanto para el
editor como para el autor. En el mercado anglosajón, los libros comerciales cubren costes (tanto de
producción como de distribución) cuando se venden más de 7500 ejemplares. En el ámbito cultural de
España y América Latina, estas cifras oscilan, en cambio, en torno a los 3.000 ejemplares.
Una vez recibido el manuscrito, el editor se hace responsable. Los editores suelen trabajar atendiendo
a varios libros a la vez, y en muchas editoriales son responsables de todo el proceso de producción.
Las prácticas deedición son muy variadas. Pueden sugerirle al autor que cambie partes del
manuscrito, o pueden cambiarlas ellos y revisar después los cambios.
Antes de que el manuscrito definitivo pase a la producción, debe hacerse una primera copia de
impresión. Los editores preparan el libro para enviarlo a la composición, corrigiendo las faltas
gramaticales y ortográficas, así como los errores de hecho o de contenido, las construcciones
sintácticas extrañas y otro tipo de dificultades del texto. Los mejores editores llevan a cabo una
cuidadosa investigación, consultando todo tipo de fuentes para asegurar que los hechos relatados por
los autores son correctos.
Un nuevo paso en la producción es el diseño, que puede realizarlo la propia editorial o encargarlo a un
diseñador independiente. Éste determinará el formato del libro: tamaño de las páginas, número de
líneas por página, tamaño y tipo de letra, disposición de las ilustraciones, etcétera. Muchos
diseñadores de reconocido prestigio trabajan para las grandes editoriales, y algunas de éstas destacan
por sus creaciones.
El primer paso en el proceso de fabricación es determinar la composición del libro. En la década de
1970 el proceso de composición se empezó a realizar con equipos informáticos, y ya a mediados de la
década de 1980 se empezó a producir una total automatización de las técnicas de impresión y del
proceso de encuadernación. La edición masiva de libros en rústica hizo posible el desarrollo de un
nuevo método de encuadernación que reemplazaba la costura de las páginas por su unión mediante
cola. Estos avances tecnológicos, que tienden a normalizar el proceso de fabricación, tuvieron un
papel determinante al permitir la reducción de costes y el incremento de la producción, ajustándose así
a las necesidades del mercado.
3.2. Marketing y distribución Cuando el libro ya está terminado sólo resta distribuirlo. Los
libros comerciales se venden, principalmente, gracias a vendedores especializados que recorren las
librerías del país anotando los encargos de éstas. Las dos épocas más favorables para la venta son la
primavera y el otoño. Las grandes editoriales tienen sus propios comerciales, asesorados por los
editores antes de que los libros salgan a la venta. Las pequeñas editoriales suelen contar con
vendedores que trabajan a comisión, que muchas veces operan para varias empresas. Los libros
suelen venderse también mediante grandes mayoristas que, junto con las asociaciones de libreros,
han pasado a dominar el comercio del libro, por lo que pueden negociar grandes descuentos con las
editoriales, mientras que el librero independiente tiene que competir en condiciones económicas
desfavorables.
Hasta la década de 1960 los métodos modernos de marketing no se aplicaban a la comercialización de
libros. Sin embargo, desde el inicio de la década de los ochenta las grandes editoriales han aumentado
sus inversiones en marketing, igualmente sus agentes comerciales están aplicando las técnicas de
marketing más avanzadas. Los cambios más importantes en la edición de libros durante el siglo XX se
han producido en este área y en el de la fabricación.
1. INTRODUCCIÓN Cinematografía, arte y oficio de hacer películas. Aunque Thomas Edison
hubiera patentado el kinetoscopio en 1891, el cine propiamente dicho no se conoció hasta el
lanzamiento en 1895 por los hermanos Louis y Auguste Lumière en París, del cinematógrafo, capaz de
proyectar películas sobre una pantalla para una gran audiencia. Así apareció un nuevo espectáculo de
masas, bautizado como el séptimo arte. Sólo hacía falta añadir el sonido a las imágenes. Esto se
consiguió con la invención de los sistemas de sincronización sonido-imagen por la Vitaphone (1926) y
la Movietone (1931) para que fuese tal y como hoy lo conocemos.
El funcionamiento del cine se basa en una propiedad de la retina del ojo humano conocida como
principio de la persistencia de las impresiones retinianas. Cuando la lente del ojo, el cristalino, enfoca
una imagen sobre la retina, los impulsos nerviosos que llegan al cerebro son estimulados por la
secreción de unos fotopigmentos específicos, cuya actividad química persiste si la imagen desaparece
repentinamente, manteniéndose la estimulación de las señales nerviosas durante un breve periodo de
tiempo. La duración de este periodo de tiempo durante el cual la señal persiste, dependerá del estado
de adaptación del ojo. Este principio fue formulado en 1829 por el físico belga Joseph Plateau, que fijó
la duración de esta persistencia en una décima de segundo.
Cuando la luz de ambiente está a un nivel bajo se dice que la retina está adaptada a la oscuridad y la
actividad nerviosa persiste durante un tiempo aún mayor. Esta es la razón por la que una lámpara que
gira en círculos en una habitación oscura, aparece a los ojos del espectador como un círculo continuo,
ya que la fuente de luz vuelve una y otra vez a la misma posición, antes de que la actividad de la retina
haya decaído apreciablemente. Las salas de cine están a oscuras, de modo que las retinas de los
espectadores están adaptadas a dicha oscuridad, llegándoles una sucesión de imágenes fijas
proyectadas en la pantalla en una sucesión rápida, de modo que se produce la impresión del
movimiento. Las películas suelen ser de 24 imágenes por segundo, aunque a veces tienen 25, para
adecuarse mejor a la cadencia de la señal del vídeo y la televisión, y en la época del cine mudo tenían
16, número que parece suficiente para mantener la ilusión de un movimiento continuo.
Cine argentino
1. INTRODUCCIÓN Cine argentino, evolución histórica del cine en Argentina desde sus
orígenes hasta la actualidad.
2. PERIODO MUDO 
El 28 de septiembre de 1896, apenas un año después de la primera exhibición en París del
cinematógrafo de los hermanos Lumière, las clases acomodadas argentinas pudieron disfrutar de la
primera proyección del nuevo invento. Un año más tarde se realizó la primera cinta nacional La
bandera argentina (1897), un documental patriótico rodado por un francés, Eugène Py.
Tras unos inicios dominados por el documental y el cortometraje, otro extranjero, el italiano Mario
Gallo, rodó la primera película con hilo argumental, también de corte histórico-patriótico, El fusilamiento
de Dorrego, en 1907. Hay que esperar hasta 1915 para encontrar la primera película netamente
argentina con alguna repercusión: Nobleza gaucha, de Humberto Cairo, ya en la línea sentimental y
costumbrista que reaparecerá en varios momentos del futuro de la industria.
Otro inmigrante italiano, Federico Valle, hizo el primer largometraje de dibujos animados en 1916, El
apóstol, una sátira política; la primera película argentina con muñecos, Una noche de galán en el
Colón, en 1919; y poco después, en 1920, el primer noticiario cinematográfico argentino: Film Revista
Valle.
Por aquel entonces, José A. Ferreyra utilizaba con éxito los temas de la letras del tango: el mundo del
arrabal, las historias de amoríos, engaños y desengaños, entre otros, pero aún dentro de la dispersión
industrial del periodo mudo.
3. CINE SONORO 
Con la llegada del cine sonoro surgió entre el público la exigencia de escuchar su propio acento, en
lugar del castellano al uso en las películas realizadas en Hollywood o en París. En estrecha relación
con esta demanda, la producción argentina de aquella época se iba a ver marcada por el auge del
tango, en aquel momento la música popular de mayor impacto mundial, que se asumía como algo
propio incluso en países tan distantes como la Unión Soviética o Finlandia, y que daría lugar a
producciones estadounidenses alrededor del cantante argentino Carlos Gardel.
Bajo este influjo se rodó en 1933 el primer filme sonoro argentino, Tango, de Luis Moglia Barth,
protagonizado por la diva de la canción Libertad Lamarque. A este éxito siguió ese mismo año el de
Los tres berretines, de Enrique T. Susini, y poco después, más desde el campo de la revista musical,
Noches de Buenos Aires (1935), de Manuel Romero, o Puerto Nuevo (1936), de Luis César Amadori.
Poraquel entonces surgió también una generación de nuevos realizadores que floreció antes de la
II Guerra Mundial, más orientada hacia un cine de género con aspiraciones artísticas, en la que
destacaban Leopoldo Torre-Ríos (La vuelta al nido, 1938), el también actor Mario Soffici (que había
empezado con El alma del bandoneón, 1935, de nuevo con Libertad Lamarque, pero más tarde hizo
las más serias Viento norte, 1937 y Prisioneros de la tierra, 1939, precursora el cine social argentino), y
sobre todo, Luis Saslavsky (Crimen a las tres, 1935; La fuga, 1937; Puerta cerrada, 1939; o La casa
del recuerdo, 1940), el cineasta del periodo con más aspiraciones intelectuales.
Pero la II Guerra Mundial resultó nefasta para la producción argentina, ya que, debido a las simpatías
del Gobierno con las potencias del eje, los directivos de la industria estadounidense dejaron de enviar
sus negativos a este país para mandarlos a México, lo que supuso un auge de la industria
cinematográfica mexicana en perjuicio de la argentina.
A este hecho se vino a unir el golpe de Estado de 1943, que favoreció el aumento del número de
películas en detrimento de su calidad y que aplicó una fuerte censura. No obstante, destacan en este
periodo Tres hombres del río (1943), de Mario Soffici; La dama duende (1945), de Luis Saslavsky; A
sangre fría (1947) y La vendedora de fantasía (1950), de Tynaire, ambas interpretadas por el actor
Alberto Closas –que luego continuó su carrera en España— y sobre todo Lucas Demare, que dirigió Su
mejor alumno (1944), Pampa bárbara (1945), una especie de western criollo, y Los isleros (1951).
Después, con la caída del peronismo en 1955, se produjeron una serie de películas de crítica abierta a
este régimen, comenzando con la de Lucas Demare Después del silencio (1956). Durante este periodo
aparecieron dos jóvenes realizadores: Leopoldo Torre Nilsson, hasta el momento el cineasta argentino
de mayor prestigio internacional, que hizo La casa del ángel (1957), Fin de fiesta (1960), La mano en la
trampa (1961) y Martín Fierro (1968); y Fernando Ayala, que dirigió Ayer fue primavera (1954), Los
tallos amargos (1956) y El jefe (1958).
Ya en la década de 1960, la influencia de la nouvelle vague francesa en el cine argentino se refleja en
títulos como Alias Gardelito (1961), del actor Lautaro Murúa (conocido por sus intervenciones en las
películas de Leopoldo Torre Nilsson, autor de la popularísima La Raulito, 1975); La cifra impar (1961),
sobre texto de Julio Cortázar, y la inédita Los venerables todos (1962), ambas de Manuel Antín; Los
jóvenes viejos (1961), al estilo del italiano Michelangelo Antonioni, y Pajarito Gómez (1964), de Rodolfo
Kuhn. Este último sí enlazó con la producción industrial, a diferencia de lo que pasó en líneas
generales con este movimiento, que por descuidar este aspecto del cine, pronto provocó el desinterés
del público.
También en estos años y bajo la influencia de la nouvelle vague el actor Leonardo Favio se lanzó a la
dirección con Crónica de un niño solo (1964), El romance de Aniceto y Francisca (1967) y El
dependiente (1968). Fue entonces cuando se consolidó en el cine argentino una fuerte impronta
ideológica, que atrajo incluso producciones extranjeras, como Los inocentes (1962) o La boutique
(1967), de los directores españoles Juan Antonio Bardem, y Luis García Berlanga, respectivamente,
rodadas en Argentina por problemas con la censura franquista. En esta línea ideológica, que aún hoy
perdura, destaca la encuesta neoperonista de cuatro horas y media La hora de los hornos (1968), de
Fernando Solanas y Octavio Genio.
Por su parte, Torre Nilsson filmó Güemes, la tierra en armas (1972), Boquitas pintadas (1974),
adaptación de la novela de Manuel Puig que alcanzó gran éxito internacional, y La mafia (1971), que
explora el tema de esta organización familiar-delictiva un año antes que El padrino, de Francis Ford
Coppola.
El golpe militar de 1976 y la dictadura posterior, provocaron una crisis de la cinematografía nacional, y
hasta 1980 apenas se realizaron producciones interesantes, a excepción de películas como La parte
del león (1978), debut del director Adolfo Aristarain.
4. CINE DESPUÉS DE 1980 
Este periodo de crisis se remontó, no obstante, con una serie de interesantes realizaciones que
trataban de una u otra forma temas políticos, como Tiempo de revancha (1981) y Los últimos días de
la víctima (1982), de Aristarain, protagonizadas por obreros que cuestionan su compromiso político;
Asesinato en el senado de la nación (1984), de Juan José Jusid, de corte histórico; La historia oficial
(1985), de Luis Puenzo, Oscar a la mejor película extranjera; y No habrá más penas ni olvidos (1983),
de Héctor Oliveira, Oso de Plata en el Festival de Berlín, que tratan directamente las trágicas
consecuencias de la dictadura militar.
Dentro de esta corriente el tema del exilio aparece también en Tango, el exilio de Gardel (1985), de
Fernando Solanas, que obtuvo el César a la mejor banda sonora original escrita por Ástor Piazzola, y
se perciben tintes feministas en la obra de María Luisa Bemberg, realizadora más comercial y prolífica,
que en sus retratos de la alta burguesía argentina, como Miss Mary (1986), trata también de
adscribirse al análisis político vigente.
Este brillante periodo, durante el que se realizaron películas como La deuda interna (1988) de Pereira,
alcanzó un promedio anual de producción de más de 30 películas. Su esplendor se vio truncado por el
crecimiento de la inflación y la crisis económica de 1989, que hizo descender el número de rodajes y
provocó que algunos de los mejores realizadores, como Aristarain, se instalaran fuera del país. En su
caso se trasladó a España, donde rodó Un lugar en el mundo (1992), premio Goya de la Academia de
Cinematografía Española en 1993, y, ya como producción totalmente española La ley de la frontera
(1995).
No obstante, los últimos años han asistido a un nuevo un renacer del cine argentino, si no industrial sí
artístico, a través de figuras como Eliseo Subiela, director de Hombre mirando al sureste (1986), El
lado oscuro del corazón (1992), o No te mueras sin decirme a dónde vas (1995), las dos últimas
protagonizadas por el actor Darío Grandinetti; de películas que mezclan convenciones de género con
la crítica social, como Perdido por perdido (1993) de Alberto Lecchi; o de obras de autores ya maduros,
como Gatica el mono, de Leonardo Favio, Goya en 1994, todas ellas con cierta distribución
internacional.
RADIO
HISTORIA 
Aun cuando fueron necesarios muchos descubrimientos en el campo de la electricidad hasta llegar a la
radio, su nacimiento data en realidad de 1873, año en el que el físico británico James Clerk Maxwell
publicó su teoría sobre las ondas electromagnéticas (véase Radiación electromagnética: Teoría).
4.1. Finales del siglo XIX 
La teoría de Maxwell se refería sobre todo a las ondas de luz; quince años más tarde, el físico alemán
Heinrich Hertz logró generar eléctricamente tales ondas. Suministró una carga eléctrica a un
condensador y a continuación le hizo un cortocircuito mediante un arco eléctrico. En la descarga
eléctrica resultante, la corriente saltó desde el punto neutro, creando una carga de signo contrario en el
condensador, y después continuó saltando de un polo al otro, creando una descarga eléctrica oscilante
en forma de chispa. El arco eléctrico radiaba parte de la energía de la chispa en forma de ondas
electromagnéticas. Hertz consiguió medir algunas de las propiedades de estas ondas “hercianas”,
incluyendo su longitud y velocidad.
La idea de utilizar ondas electromagnéticas para la transmisión de mensajes de un punto a otro no era
nueva; el heliógrafo, por ejemplo, transmitía mensajes por medio de un haz de rayos luminosos que se
podía modular con un obturador para producir señales en forma de los puntos y las rayas del código
Morse (véase Samuel F. B. Morse). A tal fin la radio presenta muchas ventajas sobre la luz, aunque no
resultasen evidentes a primera vista. Las ondas de radio, por ejemplo,

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