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Comunicación a distancia y espacio privado. La comunicación familiar (1870-1930)
PATRICE FLICHY: “Colección y recuerdo: la fotografía y el fonógrafo”
A partir de mediados del siglo XIX, se
asiste por tercera vez en cien años al
surgimiento de una nueva representación de la
comunicación. Un siglo antes se había pasado
de una visión galante de las máquina de
comunicar a una nueva perspectiva que las
consideraba como instrumentos de poder del
Estado (el telégrafo óptico de Chappe) y de la
Bolsa de valores (telégrafo eléctrico de Cooke).
Al mismo tiempo vemos que la mayor parte de
los inventores ya no son científicos como
Chappe y Niepce sino técnicos autodidactos que
crearán su propia empresa para desarrollar y
comercializar su invento. Es el caso de Cooke,
Morse, Daguerre y Disderi.
Esta segunda época de la comunicación
moderna es también la de la transformación de
la vida privada por el apogeo de la familia
victoriana y el repliegue hacia la vida
doméstica. Ubicado en el centro del salón, junto
al fuego, el piano empieza a convertirse en un
signo de estatus social y de una práctica familiar
importante hasta ser uno de los primeros
instrumentos de ocio doméstico de masas.
Mientras la orquesta sinfónica alcanza su
apogeo, el público se aleja geográficamente de
los lugares de representación ya que comienza a
establecerse en los barrios periféricos de las
afueras de las grandes ciudades industriales. Es
por eso que comienza a afirmarse una demanda
potencial importante para el nuevo instrumento
diseñado por Edison: el fonógrafo.
Hacia 1890, el conjunto de fabricantes
de fonógrafos y gramófonos ofrecen un aparato
especialmente diseñado para su uso doméstico,
pero recién acabada la Primera Guerra Mundial
el fonógrafo, junto al teléfono y al automóvil, se
generalizan ampliamente en las familias
norteamericanas. No obstante, es, después de la
prensa, el primer medio de comunicación de
masas.
Una publicidad de 1905 cita a un
granjero de Michigan: “… no podemos ir a la
ciudad porque somos once de familia, pero
cuando las ventanas están cubiertas de escarcha
escuchamos El Danubio Azul dando gracias al
señor Edison”. La colección familiar de discos y
canciones se inscribe en la relación que la
familia victoriana creó con el mundo exterior.
Al igual que la fotografía, el disco
constituye un medio de conservar fragmentos
musicales o el recuerdo de los temas y de las
estrellas ya escuchadas. El gusto por las
colecciones, antes limitado a la aristocracia, se
extiende entre las capas burguesas
transformándose en un nuevo elemento de
status social.
Para introducirse en el hogar
posvictoriano, el fonógrafo tuvo que integrarse
en el mobiliario y presentarse como un
elemento decorativo. En 1906, Víctor lanza un
fonógrafo en caoba que tiene el mismo acabado
que un piano.
Nacidos como formas de distinguirse del
resto de la sociedad, la fotografía y el fonógrafo
se convierten en un apoyo para captar el pasado
y relacionarse con el mundo exterior, hasta
convertirse en una neurosis por retener
recuerdos.
Es después de la Primera Guerra
Mundial, cuando se generaliza un nuevo género
musical (el jazz) que los principales valores
victorianos empiezan a decaer: el nacimiento
del disco de jazz se vio acompañado por una
afición desmesurada por un baile más libre,
donde los jóvenes se emancipan respecto a la
vigilancia de los adultos. A partir de este
momento empieza a aparecer una obsolescencia
muy rápida de las modas, la actividad
promocional de los editores se hace más potente
y el título de éxito se impone sobre el repertorio.
En el curso de un siglo, la comunicación
estuvo destinada al Estado, primero, luego al
mercado capitalista y, por último, a la familia.
Pero un nuevo espectáculo colectivo (el cine)
nace y se generaliza. Habría que esperar hasta la
aparición de la televisión para que una nueva
máquina de comunicar se insertara en el corazón
del domicilio privado.

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