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DIEGO SÁNCHEZ MECA CATEDRÁTICO DE FILOSOFÍA UNED HISTORIA , DE LA FILOSOFIA ANTIGUA Y MEDIEVAL Editorial Dykinson Madrid 2013 Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseño de la cubier- ta, puede reproducirse o transmitirse por ningún procedimiento electrónico o mecánico. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Dirijase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 I 93 272 04 47). © Copyright by: Diego Sánchez Meca Madrid Editorial Dykinson, S. L. Meléndez Valdés, 61 - 28015 Madrid Tels. (+34) 915 44 28 46- (+34) 915 44 28 69 e-mail:info@dykinson.com http://www.dykinson.com http:/ /www.dykinson.es Consejo editorial: véase www.dykinson.com/quienessomos I.S.B.N.: 978-84-9031-593-4 Depósito Legal: M-22567-2013 Impresión y preimpresión: SAFEKAT, S. L. Laguna del Marquesado, 32 - Naves J. K y L Complejo Neurai - 28021 Madrid www.safekat.com ÍNDICE Presentación . PRIMERA PARTE: FILOSOFÍA ANTIGUA Capítulo 1.-El nacimiento de lafilosofí.a: los.filósofos presocráticos Capítulo 2.-Los sofistas y Sócrates ................................... .................... . Capítulo 3.-Platón ..... . Capítulo 4.-Aristóteles. Capítulo 5. -La .filosofia helenística y romana ... ........................................... . SEGUNDA PARTE: FILOSOFÍA MEDIEVAL Capítulo 6.-Cristianismo y filoso_fí.a: Agustín de Hipona ......... . Capítulo 7.-La controversia sobre los conceptos universales Capítulo 8.-La.filosofí.a árabe y judía ... Capítulo 9.-Tomás de Aquino y el apogeo de la escolástica. Capítulo 1 O. -Duns Seo to y Ockham Ejemplos de Comentario de Texto Pág. 9 13 51 83 127 189 247 289 335 373 427 467 Presentación Es ya usual plantear la historia de la filosofía como historia de la recepción de las obras filosóficas, de sus interpretaciones y reinterpretaciones hasta llegar a noso- tros, de tal forma que se ponga de manifiesto cómo cada obra, actuando sobre el horizonte de pensamiento de una determinada época, le afecta y contribuye a su transformación. Lo que no tiene sentido alguno es plantear una historia de la filoso- fía como galería de filósofos o de sistemas sin ninguna relación con el presente ni más motivo que el puramente coleccionista. Hay que pensar, más bien, en esta histo- ria como un diálogo con las obras del pasado que, a través de la mediación de la tradición, siguen hablándonos y teniendo algo que decirnos. Los clásicos son nuestros interlocutores permanentes que siempre tienen algo que decirnos ante las nuevas preguntas que les dirigimos desde nuestro horizonte actual. De este modo, partiendo para hacer la historia de la filosofía, no del pasado en cuanto pasado, sino de la pers- pectiva de nuestro presente, el pasado vuelve a la vida, pues las palabras dichas por los filósofos que nos precedieron vuelven a circular de nuevo en este medio de inter- cambio y de comunicación que es nuestro presente. La historia de la filosofía debe ser, pues, la historia de esta mediación entre pasado y presente. El pensamiento no puede ser, para sí mismo, un simple espectáculo, y la metáfora de la reflexión no sería válida aquí si sugiriera que podemos de alguna manera salir de nosotros mismos para mirarnos, desde fuera, en una imagen que fuera la réplica exacta de lo que somos. La reflexión, como propiedad de la conciencia, es la capacidad de autodistanciarse pero para percibir que el pensamiento sólo retorna sobre sí mismo como enigma que no cesa de prometer una solución que, sin embargo, se difiere continuamente. La comprensión de las obras filosóficas se nos facilita, pues, mediante su inser- ción en una narración que muestre el encadenamiento que existe entre ellas a lo largo de la tradición, pues las filosofías anteriores forman parte de la memoria y de la si- tuación de toda nueva filosofía. Cada filosofía responde de algún modo a la historia 1 O DIEGO SÁNCHEZ MECA - Historia de la Filosofia antigua y medieval pasada y la continúa planteando nuevas preguntas. Este es un proceso abierto que, como tal, supone que las distintas filosofias, en su originalidad, son accesibles entre sí, que todo diálogo es posible. La explicación cumple entonces la función de ampliar la comprensión permitiendo un mejor seguimiento de esta historia. En este sentido, la finalidad de la presente obra es ofrecer al estudiante la información correspondien- te en Historia de la Filosofia en lo referente a su desarrollo en las épocas antigua y medieval, lo cual requiere, no sólo una planificación específica que haga factible, en la medida de lo posible, el cumplimiento de este propósito, sino también un esfuerzo de dedicación correspondiente por parte del estudiante. Aunque lo ideal sería alcanzar una visión global de esta fase de la historia del pensamiento filosófico enmarcada en la historia integral de la humanidad, centrando la atención en la lectura de las obras de los grandes filósofos, las posibilidades con- cretas de estudio en un tiempo específicamente marcado por los planes de estudio aconseja una adaptación de los contenidos de modo que sea posible alcanzar unos objetivos básicos, por lo que se ha de prescindir del estudio detallado de muchos fi- lósofos e incluso de movimientos y corrientes enteras de la historia de la filosofia antigua y medieval. Estas omisiones debería cubrirlas luego el lector por su cuenta, complementando también su aprendizaje con la lectura de los textos originales de los filósofos en la medida de lo posible. Por esta razón, la metodología apropiada al desarrollo de un curso universitario de Historia de la Filosofía Antigua y Medieval debe contemplar una tarea doble e interdependiente. Por un lado, el estudio del manual para obtener una visión de con- junto de la evolución histórica en la que se sitúan las grandes obras de los filósofos que se estudian. Por otro, la lectura de obras y de textos de los filósofos mismos en la que predomine como objetivo la reproducción intelectual del movimiento del pen- samiento que la obra encierra y su interpretación crítica. De modo que, a fin de fa- vorecer la actitud activa con el enriquecimiento de la perspectiva ante el texto, el estudio del manual deberá aportar los elementos de orientación, de juicio y de discu- sión necesarios para la comparación y la interpretación crítica. D.S.M. PRIMERA PARTE FILOSOFÍA ANTIGUA Capítulo l. El nacimiento de la filosofia: los filósofos presocráticos CONTENIDOS 1. Introducción 1.1. El comienzo de la filosofia griega 1.2. Contexto mítico y social del pensamiento presocrático 1.3. Mito, filosofia, ciencia 1.4. El problema del cambio y la physis 2. La primera filosofia de la naturaleza 2.1. Tales de Mileto 2.2. Anaximandro 2.3. Anaxímenes 2.4. Jenófanes de Colofón 3. La escuela pitagórica 3.1. Los datos históricos 3.2. Pitágoras 3.3. La doctrina de los números 3.4. La música del universo 5. Devenir y ser: la oposición Heráclito-Parménides 5. l. Heráclito de Éfeso 5.2. Parménides de Elea 6. Los sistemas conciliadores postparmenídeos 6.1. Aspectos comunes a las distintas tentativas 6.2. Empédocles de Agrigento 6.3. Anaxágoras de Clazomene 6.4. Leucipo de Abdera 6.5. Demócrito de Abdera 6.6. Sobre el movimiento cósmico y la formación del mundo 14 DIEGO SÁNCHEZ MECA - Historia de la Filosofia antigua y medieval 7. Síntesis de la evolución de la filosofia presocrática 7.1. La coherencia del recorrido 7.2. La personalidad de los primeros pensadores: filosofia y vida 7 .3. La proyección social de la reflexión filosófica TEXTOS 1. La naturaleza 2. Jenófanes: contra el antropormorfismo de los dioses 3. El universo pitagórico 4. Parménides:la eternidad del ser 5. Empédocles: el amor BIBLIOGRAFÍA Capítulo l. El nacimiento de la filosofia: los filósofos presocráticos 1. INTRODUCCIÓN l. l. El comienzo de la filosofía griega La filosofia griega tiene su origen conocido en las costas jónicas, en las ciudades helénicas de Asia Menor, entre los primeros años del siglo VI y los últimos del VII a.c. Sólo en el siglo v la filosofia se desarrolla ya en Grecia y, más en concreto, en Atenas. Las ciudades de la costa oriental del Egeo eran las más ricas y prósperas de la penín- sula helénica pues disfrutaron de un período de notable florecimiento económico, técnico y científico debido en buena medida a sus contactos con otras culturas, sobre todo la egipcia y la persa. En Mileto, la más importante de estas ciudades, apareció por vez primera la fi- losofia. Un grupo de filósofos, pertenecientes a tres generaciones sucesivas aproxi- madamente, hombres de gran relieve en la vida del país, intentaron dar respuesta a la pregunta por qué es la naturaleza. A este primer ejercicio filosófico se le suele llamar escuela jónica o escuela de Mileto, y sus tres figuras importantes son Tales, Anaxi- mandro y Anaxímenes, cuya actividad se desarrolla a lo largo del siglo VI. Es significativo que el primero de los llamados Siete Sabios griegos, Tales, fue- ra también el primer representante de la filosofia. Sin embargo, el contexto en el que pudo nacer y florecer la filosofia griega fue preparado, en realidad, por la poesía. Fue la reflexión moral de los poetas la que configuró los conceptos fundamentales que luego los filósofos habrían de utilizar para su interpretación del mundo. Por ejemplo, el concepto de una ley que gobierna el mundo humano se encuentra ya en los poemas homéricos. En la Odisea se puede constatar la fe en una justicia de 16 DIEGO SÁNCHEZ MECA - Historia de la Filosofia antigua y medieval la que los dioses son garantía y que se aplica a los acontecimientos humanos. Hesío- do personifica ya esta justicia como Diké, hija de Zeus, que sentada junto a su padre vela para que sean castigados los hombres que cometen injusticias. La infracción a esta ley es comprendida como arrogancia (hybris) y achacada a la ceguera causada por fuerzas irracionales. También Solón afirma esta vigencia de la justicia como ley que de manera inexo- rable castiga, de un modo u otro, a quien infringe las leyes de la ciudad. El sufrimien- to de los inocentes lo explica, en cualquier caso, Solón por la necesidad de imponer la mesura para moderar las pasiones humanas, de modo que la justicia es también la ley del equilibrio y la autolimitación. E igualmente, en las tragedias de Esquilo se expresa este concepto de la justicia como unidad de una ley que rige los aconteci- mientos de la vida social y humana, proporcionando el modelo de ley universal que los filósofos asumieron cuando buscaron en el mundo de la naturaleza aquella misma unidad normativa que los poetas habían postulado como existente en el mundo de los hombres. Se puede decir, pues, que los primeros filósofos vivieron la fase histórica en la que las civilizaciones aún no distinguen entre naturaleza y sociedad, pues se consi- deran ambas como ese todo orgánico y viviente que es el «cosmos». El orfismo Fue una de las religiones mistéricas griegas vinculadas con el culto a Dioniso y que se distinguía por buscar el éxtasis mediante rituales de tipo ascético y no a través de las orgías habituales en los cultos dionisíacos. Su doctrina parte de una reinterpretación del mito de Dioniso-Zagreo, según el cual, Dioniso, hijo de Zeus y de Perséfone, fue descuartizado por los Titanes, potencias malvadas envidiosas de Zeus. Para devolver la vida a Dioniso, Zeus se traga el corazón del pequeño Dioniso entregado a Zeus por Palas Atenea, y para vengar su muerte fulmina con sus rayos reduciéndolos a cenizas. De estas cenizas surgió la especie humana que, de esta manera, presenta una naturaleza dual: por una parte el cuerpo, descendiente de esas cenizas; por otra, el alma, derivada de la parte de las cenizas correspondiente al cuerpo devorado de Dioniso. Al igual que el cuerpo de Dioniso quedó prisionero en el seno del cuerpo de los Titanes, el alma humana -que procede de Dioniso- es prisionera del cuerpo. Por tanto, la pasión, muerte y posterior resurrección de un dios sirve de modelo mítico y de esperanza para una humanidad dual: cuerpo malo orientado a lo material, y alma de origen divino prisionera del cuerpo. La vida ha de entenderse como preparación para otra vida más alta. También el rito fundamental que se impuso entre los órficos consistía en una comida ritual, en la que se rememoraba la pasión y muerte de Dioniso, es decir, una comunión en la que se ingería la sustancia divina, como es común en otros ritos mistéricos. Fue muy importante también, en la configuración de la filosofia presocrática, la influencia de las religiones mistéricas difundidas por Grecia a principios del si- /) El nacimiento de la filoso/la: losfilósofos presocráticos 17 glo VI a.C., en concreto el culto a Dioniso procedente de Tracia, el culto a Deméter cuyos misterios se celebraban en Eleusis, y el orfismo. En particular fue importante la doctrina órfica que enseñaba la necesidad de una purificación del alma para libe- rarla del ciclo de las reencarnaciones y de su transmigración a los cuerpos de otros seres vivos. Todos estos misterios se basaban, pues, en un tipo de sabiduría práctica, entendida como regla de vida, tal y como podemos ver en el Fedón platónico cuando su autor explica un concepto de filosofía muy en dependencia de las concepciones del orfismo. 1.2. Contexto mítico y social del pensamiento presocrático En general, el pensamiento filosófico apareció como la continuación racionaliza- da del pensamiento mítico. No hay un salto brusco de uno a otro, sino que se siguen entremezclando motivos antropomórficos y míticos con elementos racionales. Es, pues, una característica del pensamiento presocrático la indiferenciación de ambas esferas. El primer texto de cosmogonía griega que nos ha sido transmitido es la Teogonía de Hesíodo que, en realidad, es una obra que sintetiza varias tradiciones y creencias antiguas. Enseña que el mundo nace del caos por obra del amor, que crea el orden como cosmos bello. En este poema cosmogónico, pues, tanto el estado del que surgen las cosas como la fuerza que las crea aparecen como categorías míticas. Lo mismo cabe decir de lo que nos ha llegado como obra de Ferécides de Siro, nacido hacia el año 600-596 a.c. Según este autor, Zeus (el cielo), Cronos (el tiempo) y Ctonos (la tierra) son eternos. Zeus, transformado en Eros (el amor) es quien crea el mundo, apareciendo por primera vez la distinción entre la materia de la que están hechas las cosas y la fuerza ordenadora del mundo. La mitología griega constituía, por tanto, ya un prototipo explicativo a grandes rasgos sistemático acerca de cómo surgió el cosmos y cómo se ordenó. De un caos original y de las luchas por el poder de las primeras generaciones de dioses (personi- ficaciones de los elementos naturales) surgió un orden de cosas dispuesto de acuerdo con una ley que todo lo abarcaba y cuya necesidad era inviolable. Este orden era mantenido por la justicia que se manifestaba en forma de equilibrio y proporción correcta, es decir, como la armonía que la ley hace surgir de la lucha entre contrarios. Y si del mito aceptó la primitiva reflexión filosófica las características formales de su explicación (origen, causas, construcción de entidades míticas como Amor, Odio, Justicia, etc.), de la vida social recogió categorías como orden, lucha, legalidad, culpa, inteligencia, etc. (ya proyectadas en el mito), con lo que se intentó configurar y dar expresión a una cosmología o explicación racional del cosmos. 18 DIEGO SÁNCHEZ MECA - Historia de la Filoso/la antigua y medieval Esto lo vemos, por ejemplo, en el mismo problema fundamental: la búsquedade una causa o principio primero del mundo. Pues la voz «causa» tiene en griego una rela- ción etimológica inmediata con el adjetivo responsable, culpable, acusado, con lo que la investigación naturalista de los presocráticos no habría sido sino un grandioso proce- so de acusación al responsable (la causa) que debe rendir cuentas del estado del mundo. En resumen, la idea de un principio ordenador que rija la desmesura y la multipli- cidad estaba ya en el mito. Y esta noción que encontramos en la raíz de la filosofia es también el constitutivo esencial del ideal moral, estético y humano de Grecia. En el arte y en la vida, los griegos intentaron aunar elementos de un modo ordenado, unificado y armonioso. Lo bueno y lo bello es el equilibrio, la correcta combinación de elementos. La poesía y el drama ponían de manifiesto la estructura ordenada del discurso. En la presentación de acontecimientos y acciones el lenguaje (principio ordenador) ponía en orden a lo que quiere expresarse de las experiencias. Del mismo modo, la música ordenaba los sonidos de acuerdo con el ritmo y la armonía, la escultura com- binaba ordenadamente formas y líneas, etc. En suma, la especulación acerca de la physis como principio originario y estruc- tural de las cosas recoge de las poesías míticas cosmogónicas los esquemas sistemá- ticos de la vida social y las categorías de su reflexión. La cosmogonía de Hesíodo «Antes que nada nació Caos, después Gea (Tierra) de ancho seno, asiento firme de todas las cosas para siempre, Tártaro nebuloso en un rincón de la tierra de anchos caminos y Eros, que es el más hermoso entre los dioses inmortales, relajador de los miembros y que domeña, dentro de su pecho, la mente y el prudente consejo de todos los dioses y todos los hombre. De Caos nacieron Erebo y la negra Noche; de la Noche, a su vez, nacieron Éter y Día, a los que concibió y dio a luz, tras unirse en amor con Erebo. Gea (la Tierra) primeramente engendró, igual a sí misma, a Urano brillante para que la cubriera en derredor por todas partes y fuera un asiento seguro para los dioses felices por siempre. Alumbró a las grandes Montañas, moradas graciosas de las divinas ninfas, que habitan en los sinuosos montes. Ella también, sin el deseado amor, dio a luz al mar estéril, al Ponto, hirviente con su oleaje; y después, tras haber yacido con Urano, alumbró a Océano de profundo vórtice, a Ceo, Crío, Hiperión y Japeto». Hesíodo, Teogonía 116, en Kirk, G.S. y Raven, J.E., Los filósofhs presocráticos, Madrid, Gredos, 1969, pp. 43-44. 1.3. Mito, filosofía, ciencia A diferencia de las cosmogonías míticas que utilizaban como principios de ex- plicación fuerzas personificadas de dioses y espíritus, los primeros filósofos intentan /) El nacimiento de la filoso/la: los filósofos presocráticos 19 explicar sobre la base de principios fisicos o lógicos. En este sentido, su especulación es ciencia fisica y podemos considerarlos como científicos primitivos que intentaron dar razón del mundo material. Sin embargo, los presocráticos no se detuvieron en los datos de lo observable, sino que fueron más allá de las apariencias. Ya sea el agua, el aire o el fuego lo que designen como physis ésta no «aparece» como tal materia primigenia, es decir, como elemento último de las cosas. Para llegar a concebir uno de los elementos como últi- mo de todo lo existente hubieron de valerse de la razón especulativa. La unidad que afirmaron era una unidad puesta por el pensamiento, abstraída de los datos sensibles aunque fuese material. Así pues, tampoco llegaron a sus conclusiones mediante una aproximación científico-experimental; no aportaban pruebas científicas que apoyaran su hipótesis de unidad. Más bien «saltaron» por encima de lo que podía ser verificado empírica- mente hasta la intuición metafisica de la unidad universal con su doctrina de que todo es uno. En este sentido su investigación es propiamente filosófica, y más en concre- to metafisica, aunque no emplearan el término aristotélico de filosofia. Aristóteles llamó a estos pensadores qmmoAóyot, los fisicos, porque hicieron, en realidad, una fisica con método filosófico. Frente a la naturaleza, el filósofo presocrático adoptaba una actitud que difería significativamente de la de Hesíodo. Por ejemplo, éste pretendía narrar cómo se ha configurado y ordenado el mundo, para lo cual trazaba la genealogía de los dioses y hacía una teogonía, o sea, contaba un mito. Lo que hacen los filósofos es ya otra cosa, pues se se enfrenta con la naturaleza y le plantean la pregunta teórica sobre qué es. Por ello, lo que define primariamente la filosofia es esa pregun- ta que la moviliza y a la que no puede contestarse con un mito, sino con una filosofia. 1.4. El problema del cambio y la physis El espectáculo de la transición de la vida a la muerte, de la generación, el creci- miento y la corrupción, el que las cosas que siendo de una manera dejen pronto de serlo y en su lugar aparezcan otras que a su vez cambiarán de ser, todo este proceso de cambio (por su alusión constante al no-ser) impactó a los primeros filósofos y les urgió a buscar una explicación del orden del devenir. Si las cosas cambian, ¿qué son de verdad? Si una cosa pasa de ser blanca a ser verde entonces es y no es blanca; si algo que era deja de ser, resulta que la misma cosa es y no es. La multiplicidad y la contradicción penetran en el ser mismo de las cosas; el griego se pregunta entonces qué son las cosas de verdad, es decir, siempre, por detrás de sus muchas apariencias. Apela de la multitud de aspectos de las cosas a su raíz permanente e inmutable, superior a esa multitud y capaz de dar razón de ella. 20 DIEGO SÁNCHEZ MECA - Historia de la Filosofla antigua y medieval Por esto, lo verdaderamente interesante es la pregunta inicial de la filosofia: ¿qué es la naturaleza o principio de donde emerge todo? Buscando la respuesta repararon en que, en último término, todas las cosas se caracterizan por su naturaleza (physis) que les ha sido conferida al nacer. Physis está relacionada con el verbo phyo (nacer) y phyomai (crecer, hacerse). Laphysis es lo que confiere su ser propio a las cosas, lo que las hacer ser lo que son, y lo que per- manece a pesar del devenir. Por eso, estos primeros filósofos van a concentrar todo su interés en la physis como causa originaria de las cosas que persiste a través de todos los cambios, y como principio explicativo del devenir Sobre la physis será el título que Aristóteles nos dará de casi todas las obras de los presocráticos. La noción de physis, etimológicamente relacionada con el proceso de generación, va a tener para los presocráticos un doble sentido: será el principio germinal de las cosas, es decir, lo que el engendrante da al engendrado en el acto de la generación (la naturaleza); será también el mismo ser engendrado en su totalidad (la naturaleza), pues se considera al universo como un todo, cuyo devenir hay que explicar. La distinción entre principio engendrante (génesis) y ser engendrado (physis) se hace más clara al adoptar el término arjé para designar la naturaleza en el primer sentido. En resumen, la physis presocrática será una misma noción que designa, al mismo tiempo: el elemento básico de las cosas que permanece bajo el devenir aparente (physis), la fuerza engendrante que ese elemento posee para empezar por sí mis- mo el devenir (arjé), el principio o nacimiento mismo del devenir (génesis). Es así como hay que entender que la investigación de los presocráticos verse sobre el principio de la naturaleza, el principio o principios capaces de explicar sus mutaciones. No obstante, sobre la causa del cambio mismo, esto es, sobre el porqué de la transformación incesante de la materia cósmica, no se cuestionan estos primeros filósofos. Constituye un supuesto indubitable, un hecho evidente. La sustancia cós- mica estaba dotada para ellos de algo por esencia vital, espontáneo, esto es, de los caracterespropios de los organismos, lo que ha llevado a designar a su doctrina como «hilozoismo». En resumen, la idea de una materia cósmica a la base de la naturaleza entera se revela en las viejas tradiciones como el supuesto básico de la filosofia jónica. Inexpre- sa estaba contenida en tal concepto la hipótesis de la unidad del mundo: si los milesios /) El nacimiento de lafilosofia: los filósofos presocráticos 21 trataron de justificar este pensamiento, no lo sabemos. Sólo más tarde, el ecléctico Diógenes de Apolonia se propuso fundar el monismo partiendo de la transformación de unas cosas en otras y de su coincidencia substancial (Simplicio, Physis, 151, 28). La physis según Aristóteles «Algunos piensan que la naturaleza o la substancia de las cosas que son por naturaleza es el constituyente primero en cada una de ellas, algo informe en sí mismo; así, la naturaleza de una cama sería la madera, y la de una estatua el bronce. (Signo de ello, dice Antifonte, es el hecho de que si se plantase una cama y la madera en putrefacción cobrase fuerza hasta echar un brote, no se generaría una cama, sino madera, lo que muestra que la disposición de las partes según las reglas y el arte sólo le pertenece accidentalmente, mientras que la substancia es aquello que permanece aunque esté afectado continuamente por esa disposición.) Y si la materia de cada una de estas cosas se encuentra asimismo en relación con otra (como el bronce o el oro con el agua, los huesos o la madera con la tierra, e igualmente cualquiera de las demás cosas), éstas sería su naturaleza y su substancia. Por eso algunos dicen que la naturaleza de las cosas es el fuego; otros, que la tierra; otros, que el aire; otros, que el agua; otros, que varios de estos elementos; otros, que todos ellos. Porque de aquello que suponen que es la naturaleza de las cosas, sea uno o más, dicen que es, o que son, la totalidad de la substancia, y que todo lo demás son afecciones, estados y disposiciones suyas. Y afirman también que tal o tales substancias son eternas, pues en ellas no puede haber cambio desde sí mismas a otra cosa, mientras que todo lo demás nace y perece indefinidamente». Aristóteles, Física, 192 b 1-193 b 22. 2. LA PRIMERA FILOSOFÍA DE LA NATURALEZA 2.1. Tales de Mileto Vivió aproximadamente entre los años 624 y 546 a.c. y fue el fundador de la escuela jónica. Heródoto cuenta que Tales promovió la creación de una federación de las ciudades de Jonia con capital en Teos. Se hizo famosa su predicción de un eclipse solar y fueron también notables sus aportaciones a la geometría y a la fisica. Fue, en suma, un gran sabio y así lo quiere reflejar la anécdota contada por Platón en el Teeteto según la cual, por ir mirando al cielo, se cayó en un pozo y ello provocó la risa de una sirvienta tracia. De su filosofia, escribe Aristóteles: «Tales dice que el principio es el agua, por lo cual afirmaba también que la tierra se sostiene sobre el agua; quizá sus razones fueran el ver que el alimento de todas las cosas es húmedo y que lo cálido se engen- dra y vive en la humedad; pues aquello de lo cual todo se engendra es el principio de todo. Por eso siguió estas conjeturas y también porque las semillas de todas las cosas son de naturaleza húmeda y el agua es para lo húmedo el principio de su naturaleza». 22 DIEGO SÁNCHEZ MECA - Historia de la Filosofla antigua y medieval Para justificar esta hipótesis, Aristóteles observa que ya Homero había cantado a Océano y Tetis como principios de la generación. También, que Tales creía unida al agua una fuerza activa, vivificante y transformadora como se desprende de su excla- mación: «todo está lleno de dioses». En cualquier caso, parece claro que, para la ca- racterización de lo que fuera la materia fundamental en la que consistiría la physis, la escuela de Mileto, y en concreto Tales, trata de encontrarla en el mundo inmediato de la experiencia. Así, para Tales era el agua, como para Anaxímenes será el aire. Al parecer, debió ser decisivo en esta elección la movilidad, la mutabilidad y la aparente e interna vitalidad de agua y aire, características estas que posibilitaban una explicación del devenir de las cosas como condensación y rarefacción de la materia cósmica. 2.2. Anaximandro Con Anaximandro se rebasa la experiencia inmediata, y con su concepto de ápeiron se pasa de una investigación de hechos a una explicación de conceptos. Las características de la arjé no podían ser satisfechas, según este pensador, por ninguna materia perceptible como el agua; de ahí que hable de una sustancia primordial que escapa a toda experiencia. Afirma, pues, atrevidamente la realidad de una causa originaria de las cosas, dotada de todas las propiedades necesarias para hacer comprensible los cambios del mundo, de algo permanente y ajeno a todo devenir, aunque semejante ser no cayera dentro de la propia experiencia. Analizando el concepto de arjé vio la necesidad lógica de admitir para la expli- cación de la experiencia una substancia real trascendente a ella y condicionante de ella, aunque no correspondiese a objeto empírico alguno. Por ello llamó «lo indeter- minado» a esta materia del mundo y le adscribió todos los atributos conceptualmen- te postulados de la physis: increada e imperecedera, inagotable e indestructible. El concepto de la materia cósmica construido así por Anaximandro sólo es claro relativamente a los caracteres de infinitud espacial y de eternidad en él contenidos, y de ser el que todo lo comprende y el que todo lo determina; en cambio, no parece claro respecto a su caracterización cualitativa. Noticias posteriores (transmitidas por Simplicio) indican que Anaximandro sostuvo expresamente que la materia primordial es cualitativamente indeterminada. Aristóteles más bien admite la idea de que la materia de Anaximandro es una mezcla indiferenciada de todas las materias empíricas. Según esto lo más probable parece ser que Anaximandro no hubiera hecho otra cosa que reproducir conceptual- mente la representación un tanto obscura del caos mítico (lo uno al mismo tiempo que el todo), al reconocer que la materia cósmica es una masa corporal infinita en la /) El nacimiento de la.filosofia: los.filósofos presocráticos 23 que las diversas sustancias empíricas están mezcladas de tal forma que no es posible atribuirles en su conjunto ninguna propiedad determinada. De este modo habría en- contrado el concepto de la unidad del mundo en sentido cualitativo y, lo que es más, lo habría fijado, en lo esencial, para el ulterior desarrollo del pensamiento. Así pues, la materia cósmica no alberga dentro de sí propiedades determinadas y concretas, pero sí las oposiciones cualitativas que va poniendo al descubierto, aislada- mente, en su proceso evolutivo. Junto a estas determinaciones físicas y metafisicas contiene el único fragmento literal del filósofo el primer ensayo para interpretar el acon- tecer cósmico, el devenir, como una necesidad moral. Dice este fragmento: «Donde las cosas tienen su origen, allí tienen que parecer también, según la necesidad, pues tienen que pagar su culpa y ser juzgadas por su injusticia, de acuerdo con el orden del tiempo». La interpretación que se hace de él es la siguiente: del ápeiron se separan (o salen, según las interpretaciones) los elementos opuestos «según la necesidad». Tal separación es justa. Pero en el mundo se mezclan esos elementos contrarios, y tales mezclas son injustas, porque conllevan lucha. El elemento cálido comete una injusticia en verano a costa del elemento frío, y éste, a su vez, la comete contra aquel en invierno. El devenir y el cambio son una injusticia, una «lucha entre contrarios» que ha de resolverse siem- pre de modo correcto. Nótese la proyección en el orden natural de la legalidad moral. Pero todavía dió este filósofo otro predicado al ápeiron: lo divino. Como un úl- timo recuerdo de las representaciones religiosas, fuente inmediata de la reflexión filosófica, aparece,pues, por primera vez aquí la tendencia de los filósofos, constan- temente repetida en la historia, de identificar lo divino con el más elevado concepto explicativo del mundo. El ápeiron «. .. no es de ninguno de estos elementos (fuego, aire, agua, tierra) de donde proceden todas las cosas, ni tampoco de ninguna otra cosa fuera de éstos, tal como algo intermedio entre aire y agua, o aire y fuego, más denso que el aire y el fuego y más sutil que los otros; pues dicho elemento sería aire y fuego con una contrariedad. Ahora bien: uno de los dos contrarios es una privación; de donde se sigue que no es posible que lo intermedio exista jamás por sí, como afirman algunos de lo infinito (ápeiron) y de lo circundante». Aristóteles, De la generación y la corrupción, B 5, 332 a 19. «Los físicos aducen dos tipos de explicaciones. Pues los que hicieron uno al cuerpo subyacente, bien sea uno de los tres, bien alguna otra cosa más densa que el fuego y más sutil que el aire, hacen nacer a las demás cosas mediante condensación y rarefacción, dividiéndolo en muchas partes [ ... ] Los otros, en cambio, dicen que de lo uno se separan los opuestos, presentes en él, como afirma Anaximandro y cuantos dicen que existe lo uno y lo múltiple, como Empédocles y Anaxágoras; pues también éstos separan las demás cosas de la mezcla». Aristóteles, Física, A 4, 187 a 12. 24 DIEGO SÁNCHEZ MECA - Historia de la Filosofía antigua y medieval En síntesis, la materia de Anaximandro fue el primer concepto filosófico de Dios, el primer ensayo que despojó a la divinidad de toda forma mítica, permaneciendo completamente inserto en la esfera de lo fisico. Manteniéndose, pues, la necesidad religiosa dentro de las elucubraciones metafisicas fue tanto más factible la acción posterior de la ciencia sobre la religión al reconocer a este impulso, hasta ahora os- curo e incierto, un sitio en el marco de la filosofia. 2.3. Anaxímenes Discípulo de Anaximandro y también de Mileto, añadió dos cosas importantes a la doctrina de su maestro. En primer lugar, una indicación concreta de cuál es el principio de la naturaleza: el aire, que pone en relación con la respiración o aliento. Del aire nacen, según Anaxímenes, todas las cosas, y a él vuelven cuando se corrom- pen. El aire es la.fuerza que anima el mundo: «Tal como nuestra alma, que es aire, nos sostiene, así el soplo y el aire circundan al mundo entero». El mundo es como un gigantesco animal que respira: y su aliento es su vida y su alma. Del aire nacen todas las cosas que hay, que fueron y que serán, incluso los dioses y las cosas divinas. Esto podría parecer, en principio, más bien un regreso al punto de vista de Tales, sustituyendo simplemente el agua por el aire; pero Anaxímenes añadió una segunda idea en la que se cifra mucho más específicamente su aportación, y es que el modo concreto de formación de las cosas a partir del aire es la condensación y rarefacción. Con estos dos procesos Anaximenes nos dice de qué modo el aire determina la transformación de las cosas: al enrarecerse, el aire se vuelve fuego; al condensarse se hace viento, después nube y, volviéndose a condensar, agua, tierra y luego piedra. También el calor y el frío se deben al mismo proceso: la condensación produce el frío, la rarefacción, el calor. Esta idea es muy importante porque a la propuesta del aire como sustancia pri- mera se añade la explicación de cómo a partir de ella se produce la multiplicidad de las cosas. A la sustancia primera, soporte de la variedad cambiante de las cosas, se añade así un principio del movimiento. Las cosas nacen, por tanto, en virtud de sus condensaciones y rarefacciones, esto es, surgen del aire que recubre todo el orden del universo al modo como lo ilimitado contiene lo limitado. Este recubrimiento no se efectúa, sin embargo, como lo estático cubre lo dinámico. Por el contrario, el aire es el elemento vivo y dinámico; es, como el alma humana, un aliento o soplo que se opone a la pasividad de la materia y que, al mismo tiempo, la informa. La indeterminación e indiferenciación del principio o substancia primordial del universo es así una posibilidad, pero una posibilidad que es a la vez la máxima realidad, pues de ella derivan las realidades individuales, las cosas. La identidad !) El nacimiento de la.filoso.fía: losfilósofos presocráticos 25 del aire y del soplo o espíritu, significa la identidad de todo lo dinámico frente a lo estático; como en el ápeiron de Anaximandro, también en el aire está el fundamen- to de la igualdad de todas las cosas, de su justicia, contra la injusticia de su indivi- duación. Como su maestro Anaximandro, Anaximenes admite el devenir cíclico del mun- do, lo que explica su disolución periódica en el principio originario y su periódica regeneración a partir del mismo. 2.4. Jenófanes de Colofón El cambio que habían experimentado los mitos griegos, tanto en las construccio- nes cosmogónicas como en las exégesis morales, impulsaban a un pensamiento monoteísta cuyos primeros indicios pueden rastrearse en Ferécides y en Solón. Pero fue Jenófanes quien, a partir de este impulso, formuló explícitamente el primer mo- nismo filosófico. Su monoteísmo presentaba rasgos panteístas, pues su mirada le reveló que todo se concentra siempre en una única esencia. Su doctrina adoptó, pues, en seguida, una actitud polémica contra las creencias populares, el antropomorfismo de la mitología, los relatos de los poetas y las creaciones de los artistas, que imaginabn a los dioses provistos de todas las debilidades y vicios de la naturaleza humana. Esta actitud era rechazable para Jenófanes, pues, según él, se basa en una inadecuada representación de Dios el cual, ni corporal ni espiritualmente, es comparable al hombre. Más obscuro se hace el Jenófanes cuando aborda las determinaciones positivas de este ser supremo. Pues, por una parte, identifica a la divinidad con el universo y atribuye entonces a este Dios universal el conjunto de los predicados de la arjée milésica (eternidad, estabilidad, invariabilidad, etc.); por otra, predice de la divinidad, tanto características espaciales (por ejemplo, este ser poseería forma esférica), como funciones psíquicas como la de la ubicuidad, la sabiduría y la de dirigir racionalmen- te las cosas. A este respecto, es preciso ver aquí el cambio que experimenta, en dos aspectos esenciales, el punto de vista científico natural y metafisico de Anaximandro frente al religioso de Jenófanes: El concepto de Dios es para el colofonita objeto de veneración, y sólo en escasa medida un medio para comprender la naturaleza. El interés de Jenófanes por comprender la naturaleza es insignificante; sus represen- taciones son demasiado infantiles y atrasadas al lado de las de los mile- sios. Hay, por tanto, en él un giro teológico de la filosofia. 26 DIEGO SÁNCHEZ MECA - Historia de la Filoso/la antigua y medieval Mientras los milesios concibieron el fundamento de las cosas como lo que se mueve eternamente por sí y se transforma en una viviente multi- plicidad, Jenófanes pasó por alto el postulado de la explicación de la naturaleza y pensó que Dios era inmóvil y homogéneo en todas sus partes. Cómo trato de poner en relación la diversidad de las cosas sin- gulares, de cuya existencia jamás dudó, es algo incierto en la tradición. 3. LA ESCUELA PITAGÓRICA 3.1. Los datos históricos A finales del siglo VI, el desarrollo de la filosofia se traslada de las costas de Jonia a las de la Magna Grecia, al sur de Italia y a Sicilia, seguramente debido a la invasión persa del Asia Menor que hizo emigrar hasta Italia a algunos grupos de jo- nios. En cualquier caso, después de los milesios, el primer núcleo filosófico impor- tante lo constituyó lo que Aristóteles denomina la Escuela itálica, cuyo núcleo central estuvo formado por los pitagóricos. Los datos de los que disponemos son muy escasos y problemáticos, aparte de las dificultades que encierra la interpretaciónde sus posiciones filosóficas. Aristóteles habla de los pitagóricos de un modo impersonal, siempre en plural y como formando una congregación o secta regulada por una gran cantidad de normas y prohibiciones. Por ejemplo, no comían carne ni habas, ni podían usar vestido de lana, ni recoger lo que se había caído, ni atizar el fuego con un hierro, etc., prescripciones cuyo sentido resulta dificil de comprender. Se distinguían entre ellos los acusmáticos y los mate- máticos, según el carácter y el grado de su iniciación. Aunque al principio eran contrarios a la aristocracia acabaron por formar una e intervenir en política, lo que provocó una violenta reacción democrática en Crotona. A raíz de ello, los pitagóricos fueron perseguidos, muchos de ellos muertos, y su palacio incendiado. El fundador logró salvarse pero murió, según se dice, poco des- pués. Más tarde alcanzaron los pitagóricos un nuevo florecimiento en el llamado el neopitagorismo. En realidad, lo que más interesa es el sentido de la secta pitagórica como tal, pues constituía propiamente una escuela filosófica, la primera de la que se tiene noticia. La palabra escuela, crxoA.i¡, significa en griego ocio. Esto es importante porque es lo que definía principalmente el modo de vivir de sus miembros, gentes emigradas, expatriadas; extranjeros, en suma. Los pitagóricos distinguían tres modos de vida: el de los que van a las competi- ciones olímpicas a participar en ellas, el de los que van allí a comprar y vender, y el /) El nacimiento de la.filoso/la: losfilósofós presocráticos 27 de los espectadores que se limitan a ver. Ellos se identificaban como los de este últi- mo grupo, dando a su modo de vida el apelativo de píoc; 8i::wpr¡nKÓ<;, vida teorética o contemplativa. 3.2. Pitágoras Es el nombre con el que se designa al fundador de esta escuela, si bien apenas se sabe nada de él con certeza. Parece que procedía de la isla de Samas y que fue a establecerse a Crotona, en la Magna Grecia, donde fundó su escuela a la vez como asociación filosófico-religiosa y política. Hijo de Mnesarco, Pitágoras nació proba- blemente en el 571-70, fue a Italia en el 532-31 y murió en el 497-96 a.c. Se dice que fue discípulo de Ferécides de Siro y de Anaximandro y que viajó por Egipto y por los países de Oriente, en concreto por Persia donde habría conocido al mago Zoroas- tro o Zaratustra. Su actividad debió de ser principalmente religiosa, relacionada con los misterios órficos, emparentados a su vez con los cultos de Dioniso. Por eso, la leyenda repre- senta a Pitágoras más bien como profeta y realizador de milagros, señalando que su doctrina le habría sido transmitida directamente por su dios protector, Apolo, por boca de la sacerdotisa de Delfos. Es muy probable que Pitágoras no haya escrito nada. Aristóteles, de hecho, no conoce ningún escrito suyo; y la idea de que los escritos de los primeros pitagóricos se habrían conservado en la clandestinidad por tratarse de doctrinas secretas no tiene valor más que para certificar que ni siquiera más tarde se dispuso de escritos autén- ticos de pitagóricos de la primera época. Por todo ello es muy dificil dilucidar en el pitagorismo la parte que corresponde a su fundador. Sólo una doctrina se le puede atribuir con absoluta certidumbre: la de la supervivencia del alma después de la muerte y su transmigración a otros cuerpos. Según esta doctrina, que Platón se apropió como puede constatarse en el Gorgias, el cuerpo es una cárcel para el alma que la divinidad ha encerrado ahí como castigo. Mientras el alma se encuentra en el cuerpo, tiene necesidad del mismo pues sólo por medio de éste puede sentir; pero cuando está fuera de él, vive una vida incorpórea en un mundo superior. El alma vuelve a esa vida si se purifica durante la vida corpórea. y, en caso contrario, vuelve después de la muerte a la cadena de las transmigraciones. Hay, pues, que superar el cuerpo aunque sin perderlo. Para ello es necesario un estado del alma que es el entusiasmo, es decir, el endiosamiento. En esta idea se puede ver la conexión de los pitagóricos con los órficos y sus ritos, fundados en la manía (locura) y en la orgía. La escuela pitagórica utiliza estos ritos y los transforma dando forma a su modelo de vida contemplativa no ligada a las necesidades del cuer- 28 DIEGO SÁNCHEZ MECA - Historia de la Filosofía antigua y medieval po sino queriéndose aproximar más bien a un modo de vivir divino. El hombre que llega a esto es el sabio, el crocpóc;. Este sabio debe ser también, al mismo tiempo, el perfecto ciudadano. De ahí la conexión política de esta doctrina. Influencia del orfismo La especulación religiosa de los órficos ejerció una notable influencia en Pitágoras y los pitagóricos hasta el punto de que a veces son llamados órfico-pitagóricos. Pero también influenció el pensamiento de Heráclito, algunos de cuyos fragmentos parecen plenamente órficos. Así mismo, estas doctrinas están también presentes en la filosofia de Empédocles. A través del pitagorismo influyó también en Platón, especialmente en su concepción del alma. De hecho, incluso el famoso mito platónico de la caverna, que narra la situación de unos prisioneros en el seno de una cueva profunda, y la liberación y posterior ascensión de uno de ellos desde su interior hasta el exterior, puede entenderse como una ilustración del proceso órfico de purificación: el prisionero representaría el alma adormecida en el seno del cuerpo-caverna-prisión, y su ascensión hacia la verdadera realidad. Esto simbolizaría el camino del conocimiento y de la purificación. También influyó en los estoicos y, a partir de ellos, en muchos aspectos de la tradición filosófica griega y en el cristianismo. 3.3. La doctrina de los números La doctrina fundamental de los pitagóricos es la de que la sustancia de las cosas es el número. Según Aristóteles los pitagóricos fueron, por un lado, los primeros que hicieron progresar la matemática en Grecia, pero por otro defendieron la idea de que los principios de la matemática son los principios de todas las cosas. Como estos principios son los números eso significa que en vez del fuego, la tierra o el aire son los números los que ofrecen mayores semejanzas con las cosas que son o que devie- nen. Aristóteles opina, por tanto, que los pitagóricos atribuyeron al número la función de causa universal que los jonios habían atribuído a un elemento corpóreo. Es decir, los pitagóricos consideraron que el orden matemático era la sustancia del mundo. Para su desarrollo de la matemática, los pitagóricos hicieron uso de los conoci- mientos egipcios y de los del Asia Menor, si bien sólo entre ellos se convirtió la matemática en una ciencia autónoma y rigurosa. Fueron ellos quienes descubrieron los números y las figuras geométricas como entes incorpóreos pero con una clara realidad que puede ser aprehendida y dominada por el pensamiento; esto hizo pensar que no podía identificarse sin más el ser con el ser corpóreo, lo cual obligaba a una decisiva ampliación de la noción de ente. Además de esto, los pitagóricos avanzaron hacia esa importantísima identifica- ción que fue la de hacer coincidir el ser del mundo con el de las realidades matemá- /) El nacimiento de /afi/osofia: /osfilósofos presocráticos 29 ticas. Es decir, los números y las figuras son la esencia de las cosas; las cosas del mundo adquieren su ser por imitación de los entes matemáticos, llegándose a afirmar que, en último término, los números son las cosas mismas. El número es, por tanto, la sustancia incluso en el sentido de la normatividad, del deber ser. Pero el gran descubrimiento de los pitagóricos, y que es el que determina su importancia en la historia de la ciencia occidental, consistió, básicamente, en la im- portancia que concedieron a la medida matemática para entender el orden y la unidad del mundo. En su última etapa Platón conectará con esta preocupación y tratará de hallar esta ciencia de la medidaque es al mismo tiempo el fundamento del ser en sí y de la existencia humana. En relación a la discusión sobre si estos números pitagóricos han de ser entendi- dos en sentido aritmético o en sentido geométrico, las interpretaciones más autoriza- das coinciden en considerar el significado geométrico como el único que permite entender el principio pitagórico de que todo resulta compuesto de números. No obstante, si por número se entiende el orden mensurable del mundo, el significado aritmético y el significado geométrico han de resultar confluyentes, puesto que la medida supone siempre una magnitud espacial ordenada y, por lo tanto, geométrica, al mismo tiempo que implica un número que la represente. Todas las oposiciones de las cosas se reducen, en definitiva, a oposiciones entre números. En este sentido, la oposición fundamental de las cosas respecto al orden mensurable que constituye su sustancia es la de límite e ilimitado. El límite es lo que hace posible la medida, y lo ilimitado es lo que la excluye. A esta oposición corres- ponde, a su vez, la oposición de los números pares e impares. Los impares correspon- den al límite, y los pares a lo ilimitado. Así, en el número impar la unidad dispar constituye el límite del proceso de numeración, mientras que en el número par este límite falta y el proceso permanece, por tanto, inacabado. De todo esto se deriva que el límite, o sea la mesura, el orden, es la perfección; de ahí que todo lo que se encuentra en la misma parte en la serie de los opuestos es bueno, mientras que todo lo que se encuentra en la parte contraria es malo. Los pita- góricos sostuvieron, no obstante, que la lucha entre los opuestos se concilia gracias a un principio de armonía; y la armonía, como fundamento y vínculo de los mismos opuestos, constituye para ellos el significado último de las cosas. La matemática pitagórica se autoconcibió de un modo muy distinto a lo que no- sotros entendemos hoy bajo ese nombre. Era, para ellos, una ciencia sagrada, pues se refería al conocimiento de lo inmutable y eterno, por contraposición con las cosas variables y perecederas. De ahí el misterio de que se rodeaban los hallazgos de la es- cuela, por ejemplo el descubrimiento de los poliedros regulares. Una tradición refiere que Hipaso de Metaponto fue ahogado durante una travesía -o bien naufragó, casti- gado por los dioses- por haber revelado el secreto de la construcción del dodecaedro. 30 DIEGO SÁNCHEZ MECA - Historia de la Filoso/la antigua y medieval Los poliedros regulares y los cuatro elementos «Atribuyamos los tipos de figuras que acaban de surgir en el discurso al fuego, tierra agua y aire. Asignemos, pues, la figura cúbica a la tierra, puesto que es la menos móvil de los cuatro tipos y las más maleable de entre los cuerpos y es de toda necesidad que tales cualidades las posea el elemento que tenga las caras más estables. Entre los triángulos supuestos al comienzo, la superficie de lados iguales es por naturaleza más segura que la de lados desiguales y la superficie cuadrada formada por dos equiláteros está sobre su base necesariamente de forma más estable que un triángulo, tanto en sus partes como en el conjunto. Por tanto, si atribuimos esta figura a la tierra salvamos el discurso probable, y, además, de las restantes, al agua, la que con más dificultad se mueve; la más móvil, al fuego y la intermedia, al aire; y, otra vez, la más pequeña, al fuego, la más grande, al agua, y la mediana, al aire; y, finalmente, la más aguda, al fuego, la segunda más aguda, al aire y la tercera, al agua. En todo esto es necesario que la figura que tiene las caras más pequeñas sea por naturaleza la más móvil, la más cortante y aguda de todas en todo sentido, y, además, la más liviana, pues está compuesta del mínimo de partes semejantes, y que la segunda tenga estas mismas cualidades en segundo grado y la tercera, en tercero. Sea, pues, según el razonamiento correcto y el probable, la figura sólida de la pirámide elemento y simiente del fuego, digamos que la segunda en la generación corresponde al aire y la tercera, al agua. Debemos pensar que todas estas cosas son en verdad tan pequeñas que los elementos individuales de cada clase nos son invisibles por su pequeñez, pero cuando muchos se aglutinan, se pueden observar sus masas y, también, que en todas partes dios adecuó la cantidad, movimientos y otras características de manera proporcional y que todo lo hizo con la exactitud que permitió de buen grado y obediente la necesidad». Platón, Timeo, 55d-56c. 3.4. La música del universo La escuela pitagórica creó también una teoría matemática de la música que puso en relación con una original concepción cosmológica. La relación entre las longitudes de las cuerdas y las notas correspondientes fue aprovechada para un estudio cuanti- tativo de lo musical, y como las distancias de los planetas corresponden aproximada- mente a los intervalos musicales, se pensó que cada astro da una nota, y todas juntas componen la llamada armonía de las esferas o música celestial. Del mismo modo que los cuerpos que se mueven velozmente producen un sonido musical, así ocurre también en los cuerpos celestes: el movimiento de las esferas pro- duce una serie de tonos musicales que forman en su conjunto una octava. Los hombres no percibimos estos sonidos, porque los hemos oído ininterrumpidamente desde el nacimiento o también porque nuestros oídos no son adecuados para percibirlos. Como en todo hay oposición de los elementos, en todo hay también armonía. Por tanto, lo mismo vale decir que todo es número o que todo es armonía, porque cual- /) El nacimiento de la filoso/la: losfilósofos presocráticos 31 quier número es una armonía de lo impar y de lo par. La naturaleza de la armonía es, pues, revelada por la música: las relaciones musicales expresan de la manera más evidente la naturaleza de la armonía universal; y en consecuencia, los pitagóricos las toman por modelo de todas las armonías del universo. En cuanto a su concepción cosmológica propiamente dicha, los pitagóricos pusieron en circulación una doctrina que se convirtió en precursora de las innova- ciones de Copérnico. Concibieron el mundo como una esfera con fuego en el centro, y a su alrededor, moviéndose de occidente a oriente, diez cuerpos celestes; el cielo de las estrellas fijas, que es el más lejano del centro, y luego, a distancias cada vez menores, los cinco planetas, el sol, que como una gran lente recoge los rayos del fuego central y los refleja alrededor, la luna, la tierra y la antitierra, un planeta hi- potético que los pitagóricos admitían para completar el número sagrado de diez. El límite extremo del universo debía estar formado por una esfera envolvente de fuego correspondiente al fuego celeste. Las estrellas están fijas en esferas transparentes cuya rotación las hace girar. El pitagorismo posterior Además de la filosofía atribuida a Pitágoras, el pitagorismo estuvo constituído por el conjunto de doctrinas de autores como Hipaso de Metaponto, al que algunos atribuyen el descubrimiento del llamado «teorema de Pitágoras», Ecfanto, Hicetas, Filolao, Arquitas de Tarento y, aunque separándose un poco del conjunto de los otros autores, Alcmeón de Crotona. En su conjunto, estos pensadores siguen la tendencia místico religiosa general del pensamiento de Pitágoras. Defienden una vida ascética y la celebración de ritos de purificación, entendiendo el mismo cultivo de las matemáticas como camino de purificación moral. 5. DEVENIR Y SER: LA OPOSICIÓN HERÁCLITO-PARMÉNIDES 5.1. Heráclito de Éfeso Tal como lo exige el concepto de cambio, en la noción de la sustancia del mundo de los milesios se encontraban unidas, aunque indiferenciadas, las notas de lo en sí permanente y de la espontánea transformación. Parménides aisló el primero de estos momentos; Heráclito el segundo. Este último no desconocía el trabajo filosófico de los milesios, pues insitía en que el intento dedescubrir una materia cósmica perma- nente es un objetivo sin perspectivas de éxito. Para Heráclito, no existe nada estable; ni en las cosas particulares ni en el universo en general. No hay ningún elemento determinado del que estén formadas 32 DIEGO SÁNCHEZ MECA - Historia de la Filoso/la antigua y medieval todas las cosas, sino que lo que existe es más bien un flujo continuo, un proceso constante de cambio y transformación al que están todas sometidas, y que es lo fundamental. El universo entero es, pues, un flujo perpetuo: todo cambia, nada permanece. Las cosas o elementos sólo son aspectos o momentos de este flujo fundamental. Por eso tienen una identidad transitoria, ya que una cosa es lo que es pero también está en proceso de devenir en lo que no es. La oposición entre «lo que es» y «lo que no es» la concibe Heráclito como lucha entre contrarios: «La guerra -dice- es el padre y rey de todas las cosas». Pero, a diferencia de Anaximandro, esta lucha es justa, es decir, el devenir es el modo en que las cosas son por naturaleza. Todas las cosas son unidades transitorias de estos con- trarios. Todo lo que parece detenerse por corto o largo tiempo es, por tanto, el producto del un movimiento y unas fuerzas contrarias que gracias a su acción recíproca se mantienen en equilibrio. De este modo, el universo es una unidad que en cada instan- te se disgrega y se reconstruye en un devenir incesante; es la invisible armonía en la que todos los opuestos y contrarios se concilian. En definitiva, el devenir es unidad de oposiciones; las cosas, unidades transitorias de este devenir. Para ilustrar el esfuerzo de abstracción que exigía este nuevo concepto filosófico propuso Heráclito el símbolo del fuego: «La esencia de todas las cosas es fuego». No puede interpretarse esta frase en el sentido de que Heráclito tomase el fuego como principio físico subyacente a las transformaciones, sino como símbolo de la transfor- mación misma, del devenir, que, al igual que el fuego para arder, necesita de multitud de objetos que va transformando en sí. La existencia misma del fuego (del devenir) depende de esta tensión. En realidad, esta metáfora adquiere una estructura más sólida al subra- yar Heráclito, con mayor energía que los milesios, que este cambio se realiza según determinadas leyes y en una sucesión cuyas fases siempre se repiten. Este ritmo del acontecer lo llama Heráclito el destino, el orden cósmico, la razón del mundo o lógos. Dichas determinaciones, con arreglo a las cuales el orden univer- sal psíquico, ético y lógico aparecen aún identificados, ponen de manifiesto que el pensamiento no es capaz aún de distinguir los diversos aspectos de la exis- tencia. Esta ley o razón del flujo del devenir no es accesible a los sentidos: «La natura- leza real de las cosas gusta de esconderse». Lo que aparece a los sentidos no es erróneo, pero precisa ser comprendido como revelación del lógos universal. Cuando razono doy cuenta del lógos universal, del lógos del mundo y de su naturaleza inter- na que es igual a la de mi propio pensamiento. /) El nacimiento de lafilosojia: los.filósofos presocráticos 33 Heráclito: el lógos «Los hombres no han llegado al conocimiento de este logos que ha existido desde siempre, ni antes de haber oído hablar de él ni tampoco después. Pues, viniendo todas las cosas a la existencia según este logos, los hombres parecen gentes inexpertas, cuando ensayan palabras y actos tales como los que yo describo detalladamente, distinguiendo cada cosa según su naturaleza y expresando como es. Se les escapa lo que los hombres hacen en estado de vigilia, igual que se les escapa lo que realizan durmiendo. Por ello es necesario seguir lo que es común, pues lo común es lo que une. Pero, aunque el logos es común, la mayoría viven como si cada cual tuviera una inteligencia particular. No escuchándome a mí, sino al logos, es sabio confesar que todas las cosas son uno. Están en desacuerdo sobre lo que les es más familiar, sobre este logos que todo lo gobierna, y lo que encuentran cada día les parece extraño. El pensamiento es común a todos. Los que quieren hablar con inteligencia deben apoyarse en lo que es común, como una ciudad en la ley, y aún con mayor firmeza. Ya que todas las leyes humanas se alimentan de una sola ley, la divina que lo domina todo según le place, y lo rige todo y a todo excede. Al alma pertenece el logos, que se acrecienta por sí mismo». Heráclito, en Kirk, G.S. y Raven, J.E., los filósofos presocráticos, Madrid, Gredos, 1969. 5.2. Parménides de Elea Algunos autores ven en Parménides una respuesta consciente a Heráclito (Zeller y Burnet); otros ponen a Heráclito después de Parménides (Reinhardt); otros, por fin, piensan que ni Parménides conoció a Heráclito ni viceversa (Gigon). En todo caso, Pla- tón establece una antítesis entre ellos que es lo que resulta filosóficamente significativo. En evidente oposición a Heráclito encontramos en Parménides el concepto de ser: «Sólo el ser es, en cambio el no-ser no es». A este ser le atribuye Parménides los mismos atributos que Jenófanes atribuía al dios-todo, esto es: Es eterno e inmutable: el ser es siempre idéntico a sí mismo, es la única realidad. El devenir es .no-ser. Porque si algo empieza a ser, una de dos: o procede del ser (en cuyo caso ya es) o procede del no-ser (lo cual es imposible porque del no-ser no puede provenir nada). Nunca ha empe- zado el ser, que simplemente es. Y como el ser es todo uno, no hay nada que empiece a ser ni existe el devenir. Concibe pues Parménides el ser como la única realidad, estática, siempre idéntica a sí misma por nece- sidad, e inmutable, ajena a la evolución y al tiempo. 34 DIEGO SÁNCHEZ MECA - Historia de la Filoso/la antigua y medieval Es uno e indivisible: «Se da un ser compacto que es uno y todo». El ser es indivisible pues si no, lo que dividiría al ser sería algo distinto de sí mismo, lo cual es imposible porque fuera del ser no hay nada. Pero también dice Parménides que el ser es algo infinito, acabado y semejante a un esfera perfecta y homogénea. Según la interpretacón de Zeller y Burnet, esta ca- racterización indica que Parménides pensaba el ser como materialidad, como conte- nido espacial. En apoyo de esta interpretación está el testimonio de Aristóteles en su De cae/o, que dice: «Parménides y Meliso no admitieron más que las sustancias sensibles». Por otra parte, el no-ser, lo que no existe, es designado por Parménides como el vacío. El vacío sería entonces lo incorpóreo, lo inmaterial. Según Zeller y Burnet, en esta etapa del pensamiento aún no se comprende claramente la distinción entre cor- póreo e incorpóreo por lo que, si el ser es lo lleno y la realidad, el no-ser ha de ser el vacío de la nada inconcebible. Si las cosas aparecen como pluralidad y diversidad es gracias a este vacío que es también donde acontece todo movimiento como cambio de lugar de lo lleno a lo vacío. La diversidad y el cambio de las cosas, por tanto, no existen realmente; son ilusión de los sentidos («vía de la opinión» común de los mortales, que se quedan en la apariencia). Sólo hay un comienzo para la verdad: que el ser es, camino que sólo puede ser seguido por la razón. Los sentidos se detienen en las apariencias y pretenden atesti- guamos el nacer, el perecer y el cambiar de las cosas; es decir, a la vez su ser y no ser. Parménides determina así el criterio fundamental de la validez del conocimiento que habría de dominar toda la filosofía griega. Este criterio es el de que el valor de la verdad del conocimiento depende de la realidad del objeto. Sobre esto dirá luego Nietzsche: «Parménides llegó a decir que el hombre no piensa lo que no es; nosotros estamos en el otro extremo y decimos: lo que puede ser pensado seguramente es una ficción». Para Parménides, pues, todo pensar se refiere a lo que existe: no hay pensamien- to cuyo contenido no sea el ser; no hay ser que no pueda pensarse. Estacorrelatividad es incluso llevada a la identificación: pensar y ser son una y la misma cosa. No dice que el ser es sólo objeto del pensar, sino que es lo mismo. Se podría, pues, interpretar esta frase diciendo que pensar, para Parménides, es captar la realidad misma, descu- brir el ser en su existencia extramental. Desde los comienzos del pensamiento griego es, como hemos visto, caracterís- tica la concepción del pensar (lógos) como la pura revelación de la insuficiencia de las cosas al mismo tiempo que la manifestación de aquel principio que es capaz de llenar esa insuficiencia. Ante una mirada inquieta, la pura presencia del ser, la nube, la estrella, etc. no bastan para justificar su simple realidad. Tras ella se insinúa la /) El nacimiento de lafilosofia: losfilósofos presocráticos 35 existencia de un principio que las determina y origina. La razón o el pensar son con- cebidos como esos principios en tanto que son capaces de llenar la indigencia que en el «cómo» y en el «porqué» delatan las cosas. En Parménides no se llega, en definitiva, a una distinción entre el pensar como una actividad del sujeto pensante y su respectivo objeto. El pensar es el descubrimien- to o presencia del ser, y el ser es Ja verdad del pensar. El ser es, el no ser no es «Escúchame y retén mis palabras, que te enseñarán cuáles son los dos únicos caminos de investigación que se pueden concebir. El uno, que el ser es y que el no-ser no es. Es el camino de la certeza, ya que acompaña a la verdad. El otro, que el ser no es y que necesariamente el no-ser es. Este camino es un estrecho sendero, en el que nada iluminará tus pasos. Ya que no puedes comprender lo que no es, pues no es posible, ni expresarlo por medio de palabras. Porque lo mismo es pensar y ser. Es necesario decir y pensar que lo que es, es, ya que el ser es y el no-ser no es; afirmaciones que te invito a considerar bien. En primer lugar, aparta tu pensamiento de este camino de investigación que acabo d~condenar; haz lo mismo respecto de aquél por donde vagan errantes los hombres ignorantes, de doble cara. La perplejidad de su pensamiento empuja en todas direcciones a su espíritu inseguro; se dejan arrastrar, sordos y ciegos, atontados, muchedumbre sin discernimiento para la que ser y no-ser es lo mismo y no es lo mismo. Su opinión es que en todo existe un camino que se opone a sí mismo. No hay que temer que nadie pruebe jamás que lo que es no es. Tú aleja de tu espíritu este camino de investigación, y no dejes que la costumbre adquirida por múltiples experiencias te obligue a dirigir por este camino unos ojos ciegos, unos oídos sordos y unas palabras de un lenguaje vulgar. Sino que debes resolver el problema discutido que acabo de exponer por medio de la razón>>. El poema de Parménides, en Kirk, G.S. y Raven, J.E., losfllósofós presocráticos, Madrid, Gredos, 1969. 6. LOS SISTEMAS CONCILIADORES POSTPARMENÍDEOS 6.1. Aspectos comunes a las distintas tentativas La multiplicidad de las cosas, que en coexistencia y sucesión ofrece la expe- riencia, había impulsado a los milesios a preguntar por un fundamento permanente y común, pues creían que ellas eran meras transformaciones de éste. Con el con- cepto de ser, mediante el cual lleva a su máxima abstracción Parménides Ja idea de 36 DIEGO SÁNCHEZ MECA - Historia de la Filosofía antigua y medieval la materia cósmica, aparecen ahora en tan lejana relación las cosas singulares que, propiamente, lo que se ha hecho ha sido desposeer a éstas de toda realidad en be- neficio de aquel ser unitario. El principio explicativo se ha elaborado intrínseca- mente de tal forma que involucra la negación de lo que quiere explicar: frente al todo uno sucumbe la diversidad de las cosas; sólo aquel es, éstas son engaño y apanencia. En suma, los intentos realizados para explicar la naturaleza conducen, con la oposición entre el fuego-devenir de Heráclito y el ser absoluto de Parménides, a poner de manifiesto las imperfecciones del concepto de sustancia cósmica de los milesios. Ello prepara, sin embargo, el terreno sobre el que los investigadores independientes de la próxima generación hubieron de separar, uno de otro, ambos motivos, y descu- brir en ésta su antítesis nuevas formas de relación que habrían de proporcionar fecun- das categorías para el conocimiento en la naturaleza. Los ensayos de conciliación de los filósofos del siglo V tienen en común: Aceptan con Parménides el postulado de que lo que existe no sólo debe ser pensado como algo eterno, increado e imperecedero, sino también como cualitativamente invariable y en sí homogéneo (invariabilidad cualitativa del ser). Los cambios cualitativos de la materia cósmica, aceptados por los milesios, se niegan ahora de acuerdo con el principio de Parménides. Aceptan, con Heráclito, la realidad innegable del devenir y del acontecer y, con ello la diversidad de las cosas. Armonizando estas dos exigencias del pensamiento comparten también estas ideas: Contra Parménides, que el ser no es uno sino múltiple, aunque cada uno de los elementos de esta multiplicidad satisface los caracteres del pos- tulado parmenídeo. Contra Heráclito, que existen elementos sustanciales. La diversidad variable de las cosas singulares dadas en la experiencia se explica, pues, ahora, no por cambios cualitativos de la materia cósmica (como hacían los milesios), sino por las incontables combinaciones de estos elementos. Tales combi- naciones al tener que ser reducidas a variaciones que dejen intactas las cualidades del ser (como habia pensado Parménides), sólo pueden consistir en cambios de lugar de estos elementos, esto es, en movimiento. En resumen, la concepción común de los filósofos del siglo V será ésta: aunque invariable en sí, los múltiples elementos del ser hacen comprensible, gracias al mo- vimiento, el cambio y la pluralidad de las cosas. !) El nacimiento de la filosofia: losfilósofos presocráticos 37 6.2. Empédocles de Agrigento Tuvo una posición destacada en su ciudad y fue, al parecer, una figura extraor- dinariamente interesante. Se dice que murió arrojándose al Etna. Escribió dos poemas: Sobre la naturaleza y Las purificaciones, imitados luego por Lucrecio, y de los que se conservan varios fragmentos. Contienen ideas religiosas, cosmológicas, biológicas y filosóficas. Defendió la existencia de dos soles, uno auténtico, el fuego, y otro reflejado, que es el que vemos. La noche se produce por la interposición de la tierra entre el sol y el fuego. Empédocles descubrió el sentido verdadero de los eclipses. Las estrellas y los planetas son fuego auténtico, no reflejado; las estrellas están clavadas mientras que los planetas se mueven libremente. También afirmó que la luz es algo que va de un lugar a otro y que tarda un tiempo muy breve. En relación a la relación entre el ser de las cosas y su multiplicidad, propone explicar esta cuestión a partir de los cuatro elementos: aire, fuego, agua y tierra, de los que dice Empédocles que son las raíces de todas las cosas. Estos elementos son opuestos, o sea, hay en ellos la contrariedad de lo seco y lo húmedo, de lo frío y lo caliente. Estas raíces son eternas, y todos los cuerpos se componen de la mezcla de estas sustancias elementales. Por otra parte, para explicar el movimiento, es decir, cómo a partir de las cuatro raíces se engendran y perecen las cosas introduce los principios más del amor y el odio. El odio separa los distintos elementos, mientras el amor tiende a unirlos; de ahí tenemos ya un movimiento. Pero, por otro lado, el odio también une porque la unión se produce cuando los elementos han quedado libres. El auténtico amor es la atracción de lo desemejante. / Por tanto, en el movimiento del mundo hay cuatro fases o estadios: 1. La esfera del ser con la mezcla de los cuatro elementos; 2. El odio que da comienzo a la sepa- ración; 3. El dominio de la separación de los elementos; 4. Con el amor empiezan las cosas a unirse denuevo. Es un ciclo que se repite, si bien, en cada repetición las cosas se unen de maneras diferentes. Sólo perduran las que tienen lógos, o sea, una estruc- tura interna que les permite seguir siendo. En resumen, para Empédocles, cada uno de los cuatro elementos es increado e indestructible, en sí homogéneo e invariable, pero al mismo tiempo divisible en partes. Por la mezcla de estos elementos se originan las cosas singulares; por la disociación de ellos, dejan éstas de existir; y de la forma y modo de su combinación provienen las diversas cualidades de ellas, diferentes, por cierto, de las de los propios elementos. La invariabilidad de la materia primordial y su propiedad de desplazarse, que enseñaba el pensamiento de los milesios, se hacen valer ahora en Empédocles por un 38 DIEGO SÁNCHEZ MECA - Historia de la Filosofia antigua y medieval nuevo principio de explicación: no reconoce capacidad de movimiento espontáneo a los cuatro elementos de las combinaciones mecánicas, pero ve la necesidad de que exista la causa del movimiento fuera de éstos; amor y odio son para él dicha causa. Sin embargo, no deja de ser obscuro su ensayo de oponer, por abstracción, a una materia muerta y desprovista de automovimiento la fuerza que la vivifica como algo metafísicamente aparte; amor y odio no son en Empédocles tan sólo propiedades, funciones de los elementos, sino fuerzas independientes de éstos. Cómo sea preciso pensar la realidad de estas fuerzas productoras de movimiento, no informan cumpli- damente en ningún sitio los fragmentos del filósofo. Sólo una cosa parece probable, sugiere Aristóteles (Metafisica 1, 4, 985): que en la dualidad del principio está implí- cito el pensamiento ético de que el amor y el odio son las causas reales de lo bueno y lo malo respectivamente; sería, pues, un primer intento de mezclar apreciaciones valorativas dentro de la teoría de la naturaleza. 6.3. Anaxágoras de Clazomene De familia noble renunció a su futuro político para dedicarse a la filosofía. Dia- logaba y discutía con Empédocles, pero también con Protágoras, Pericles y los sofis- tas. Fue condenado por los atenienses, que no aceptaron sus doctrinas, por lo que se exilió a Lampsaca. Si Empédocles había considerado posible derivar de la mezcla de los cuatro elementos las cualidades específicas de las cosas singulares, si lo llevó a cabo y cómo, no lo sabemos. De Anaxágoras, en cambio, sí. Partiendo del principio eleático de que el «verdadero sern no puede extinguirse ni engendrar nada de sí, sacó la conclusión de que es preciso admitir tantos elementos como materias simples (spermata) con- tengan las cosas de la experiencia. Estas substancias simples se conservan, por otra parte, cualitativamente idénticas en su fraccionamiento; de ahí que las llame Anaxá- goras homeomerías. Tal concepto de elemento (que corresponde en principio al de la química de nuestro tiempo) se funde en la representación empírica que ve dondequie- ra materias cualitativamente irreductibles entre sí. Existen, pues, incontables elementos de diverso color, forma y sabor, que deam- bulan por el universo entero en partes infinitamente pequeñas; la reunión de estas partículas engendra las cosas singulares; su separación produce la extinción de ellas. En cada caso particular existe algo de cada elemento, sólo que para nuestra percepción sensible los objetos de la experiencia poseen las propiedades de aquel o aquellos elementos contenidos en mayor medida. Los elementos (vale decir, lo existente) son para Anaxágoras eternos, increados e imperecederos, invariantes, y aunque susceptibles de movimiento, incapaces por sí !) El nacimiento de la filoso/la: /os filósofos presocráticos 39 mismos de producirlo. Surge así el problema de caracterizar la fuerza que es causa del movimiento. Ahora bien, puesto que semejante fuerza es algo que existe, se ve precisado Anaxágoras a identificarla con una materia particular. Este elemento potencial o sustancia motora tiene que ser la más ligera, la más fina, la más ágil entre todos los elementos: aquella homeomería que, a diferencia de las otras, se mueve sin cesar por sí misma y que es capaz de poner en movimiento a las demás. Para determinar la íntima esencia de esta materia motriz Anaxágoras hace intervenir dos series de pensamientos: 1) La originalidad del movimiento es el más seguro signo de lo animado para la concepción ingenua del mundo. La materia excepcional que produce mo- vimiento no puede ser, por lo tanto, sino una materia anímica, esto es, espiritual. 2) Toda fuerza se reconoce por sus efectos; si esta fuerza motriz ha engen- drado al mundo desintegrando y combinando los elementos inertes, puede recu- rrirse a su obra para determinar su esencia. Ahora bien, el universo, sobre todo en la rotación rítmica de los astros, da la impresión de un orden bello y como dirigido hacia un fin. De ahí que Anaxágoras pensara que semejante movimiento circular e imperturbable de incontables macro- cosmos debía ser la obra extraordinaria de un espíritu que prescribiera con arreglo a fines los movimientos del universo. De ahí, pues, que haya caracterizado la materia motriz como razón (nous) o sustancia pensante. El nous de Anaxágoras es, según esto, una materia, un elemento corporal en sí homogéneo, increado e imperecedero, y esparcido en minúsculas partículas por todo el universo. Su diferencia con las otras sustancias no es de grado como la más sutil y ligera, sino esencialmente diversa a ella, gracias a su automovimiento que regula armónicamente el acontecer universal. Esta acentuación del orden cósmico en la doctrina de Anaxágoras es un principio de la doctrina de Heráclito, y el pensamiento de una causa racional que coordina los cambios de las cosas con arreglo a fines constituye el primer ejemplo de una expli- cación teleológica de la naturaleza. Con él se convierte también en principio explica- tivo el concepto del valor de lo bello y lo perfecto. 6.4. Leucipo de Abdera Mientras Empédocles había reconocido la existencia metafisica de algunas cua- lidades y Anaxágoras la de todas, el fundador de la escuela de Abdera no se separa de la opinión de Parménides de que, en rigor, no posee existencia real la multiplicidad 40 DIEGO SÁNCHEZ MECA - Historia de la Filosofia antigua y medieval de determinaciones cualitativas dadas en la experiencia y de que, más bien, la única propiedad del ser la constituye aquello que llena el espacio, o sea, la corporeidad. Sin embargo, si es forzoso hacer comprensible la pluralidad de las cosas singu- lares y los cambios que éstas experimentan, hay que admitir en vez del cuerpo uni- versal y en sí indiferenciado de Parménides, una diversidad de corpúsculos, no sepa- rados entre sí por ser alguno, sino por el no-ser, esto es, por lo incorpóreo, por el espacio vacío. Es pues indispensable conceder al no-ser alguna especie de existencia y de realidad metafisica. Se ve, con esto, Leucipo impulsado a considerar el espacio vacío como lo ilimi- tado, en oposición a lo limitado, y que Parménides propiamente identificaba con el ser. Leucipo pulveriza, por así decirlo, el cuerpo universal de Parménides y esparce sus partículas por el espacio infinito: pero cada una de estas partes es, como el ser absoluto eléata, eterna e invariable, increada e indestructible, en sí homogénea, limi- tada e indivisible. Por tal motivo, con el nombre de átomos se designó a estos fragmentos del ser; y por las razones que habían inducido a Anaximandro a forjar su concepto del ápei- ron, comprendió Leucipo que tales átomos son incontables y de forma infinitamente variada. Además, puesto que todas las cosas empíricas son divisibles, tuvo que admi- tir la pequeñez imperceptible de ellos. En fin, advirtió que las diferencias entre ellos son meramente cualitativas, ya que todos, sin excepción, poseen el idéntico carácter cualitativo de la corporeidad. En suma, son diferentes en tamaño, forma y posición. De tales reflexiones
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