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FICHANT,_M__PÉCHEUX,_M_Sobre_la_Historia_de_las_Ciencias_OCR_por

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Los trabajos que componen este libro 
fueron desarrollados por sus autores bajo 
la forma de conferencias en el "Curso de 
filosofía para científicos" que, bajo la 
dirección de Louis Althusser, se realizó en 
la Ecole Nórmale Supérieure durante el 
invierno de 1967-6Ó.
En la base de susj análisis se encuentran 
los conceptos centrrales de la epistemolo­
gía materialista de Gastón Bachelard. Para 
los autores los conceptos de "ruptura" 
y de "refundición" constituyen el nudo 
central de la teoría de las ciencias y el de 
"recurrencia", de sqs historias respectivas. 
Articulados con etljos operan los concep­
tos originales que fundamentan la con­
cepción "discontinuista" de la produc­
ción e historia de las ciencias.
COLECCIÓN TEORÍA
Esta colección se propone dar a conocer los 
textos que se'sitúan en el polémico espacio teó­
rico en el que actualmente se intenta fundar y 
desarrollar una teoría materialista de las cien­
cias y definir y constituir los objetos teóricos 
de las llamadas "ciencias sociales”. La hetero­
geneidad temática y conceptual de los títulos 
encuentran en esta intención su justificación y 
sentido unitario.
ganzl912
SOBRE LA HISTORIA 
DE LAS CIENCIAS
p o r
MICHEL F1CHANT 
MICHEL PÉCHEUX
traducción de 
Delta K arsz E squibel
m
siglo
veintiuno
argentina
editores
sa
siglo veintiuno argentina editores, sa
TACUAR11271
BUENOS AIRES, ARGENTINA
siglo veintiuno editores, sa
y$ü G ABRIEL MANCERA, 6 5 M ÉXICO 12, D. F.
siglo veintiuno de espana editores, sa
\ m EMILIO RUBÍN, 7 M A D RID -16, ESPAÑA
Primera edición en español, 1971 
© SIGLO X X I ARGENTINA EDITORES S.A. 
Viamonte 1536, piso 1?-Buenos Aires
I Título original: Sur Vhistoire des Sciences 
j © Frangois Maspero, París, 1969
Hecho el depósito que marca la ley 
Impreso en Argentina 
Printed in Argentina
— _j-__ ___________ -
ganzl912
INDICE
Advertencia 7
Definiciones 9
MICHEL PÉCHEUX
Ideología e historia de las ciencias
Los efectos de la ruptura galileana 17
Anexo 45
MICHEL FICHANT
Idea de una historia de las ciencias
1. El problema de la historia de las ciencias 51
Nota de Galileo a Duhem 79
2. Idea de una historia de las ciencias.
El concepto de recurrencia 87
| 3. Empleo del concepto de recurrencia.
Análisis de un ejemplo 105
Apéndices , 127
?
.¿Sk.
ADVERTENCIA
Los trabajos que componen este libro fueron desarro­
llados por sus autores bajo la forma de conferencias en 
el “Curso de filosofía para científicos” que, bajo la di­
rección de Louis Althusser, se realizó en la Ecole Nórma­
le Supérieure durante el invierno 1967-68.
En la base de sus análisis se encuentran los conceptos 
centrales de la epistemología materialista de Gastón Ba- 
chelard. Para Fichant y Pécheux los conceptos de "rup­
tura” y de "refundición” constituyen el nudo central de 
la teoría de las ciencias y el de "recurrencia”, de sus 
historias particulares. Articulado con ellos trabaja un 
conjunto de conceptos originales que fundamentan la 
concepción "discontinuista” de la producción e historia 
de las ciencias.
La aplicación de este ángulo de análisis al campo del 
marxismo fue llevado a cabo con anterioridad por Althu­
sser, tal como se demuestra en los resultados de sus in­
vestigaciones expuestas en La revolución teórica de Marx 
y Para leer El Capital, libros ya publicados por Siglo X XI 
de México.
El cuestionamiento del empirismo evolucionista con 
que se pensó y se piensa aún en reiteradas oportunida­
des la obra de Marx, y que el filósofo francés caracte­
rizó como criterio "analítico-teleológico”, encuentra su 
contrapropuesta en esta corriente con el rescate de la 
especificidad de una práctica teórica que produce la 
"ruptura epistemológica” desde y respecto a un campo 
ideológico dado, constituyendo productivamente el obje­
to teórico específico de cada ciencia. Así, la "ideología” 
del “joven Mqrx” no se complementa ni evoluciona con 
posteriores desarrollos, sino que se opera respecto a ella 
un cambio de terreno conceptual: la fundación de una 
nueva problemática que marca el comienzo de la ciencia 
de Marx.
En los trabajos que hoy presentamos, Pécheux con­
trapone al criterio evolucionista de la histroia de las
ciencias el concepto clave de "recurrencia”, el que es ela­
borado en sus supuestos e implicaciones.
La compleja relación ciencia/ideología, modelos teó- 
ricos/realidad objetiva y la entablada por las ciencias 
particulares entre si (básicamente de "obstáculo”, "apun­
talamiento” y "subordinación”), así como un conjunto 
de proposiciones sobre los efectos de la ruptura galilea- 
na es objeto de desarrollos originales en el texto de 
Fichant.
El campo científico particular que ambos tienen como 
punto de referencia es principalmente el de la física.
El trabajo de Pécheux incluye además una selección 
de textos anexa que se vincula orgánicamente a la pro­
blemática por él expuesta.
Como ambos autores aclaran, estos desarrollos deben 
ser entendidos como resultados provisorios de un pro­
ceso de investigación a largo alcance en la perspectiva 
de la fundamentación de una epistemología materialista 
dialéctica.
O scar L andi
D E F I N I C I O N E S
I
En el proceso histórico de formación de la física cien­
tífica, llamaremos ruptura epistem ológica al punto de 
"no retorno” (según la expresión de F. Regnault), a 
partir del cual comienza dicha ciencia.
Este punto histórico puede situarse en los trabajos 
de Galileo referidos a la caída de los cuerpos. A par­
tir de los mismos, toda recuperación (o aun corrección) 
de las nociones físicas y cosmológicas aristotélicas se 
torna im posible de hecho. La formulación de los con­
ceptos físicos (velocidad instantánea, aceleración) y ma­
temáticos (cálculo infinitesimal) exigidos por la expo­
sición de los enunciados "dinámicos” galileanos se 
torna, también ella, necesaria de hecho.1
La expresión "punto de no retorno” constituye una 
toma de posición en la polémica que opone —en epis­
temología y en historia de las ciencias— una posición 
"continuista” (Brunschvig y el espectáculo permanente 
del espíritu humano presente en la ciencia; Duhem y 
el problema de los precursores) a una posición "dis- 
continuista” que, por comodidad, cabe designar con los 
nombres de Bachelard y de Koyré.
La posición "discontinuista” rechaza la noción de "sa­
ber" entendido como desarrollo continuo: del "conoci-
1 La mayor parte de los historiadores hablan de la "dinámica ga- 
lileana”. Tomada al pie de la letra, esta expresión es equívoca: no 
debemos olvidar que la dinámica sólo queda verdaderamente fundada 
con Newton ( " . . . e n la ciencia de Newton, modelo de toda ciencia 
posible en esa época, culmina la ciencia de Galileo", escribe G. Can- 
guilhem en "Galilée, la signification de l ’oeuvre et la legón de l ’hom- 
me”, Études d'histoire et de phüosophie des Sciences, París, 1968).
1 0
DEFINICIONES
miento común” hacia el "conocimiento científico , desde 
el alba de la ciencia a la ciencia moderna.- 
El término de comienzo señala la diferencia respecto 
de lo que suele denominarse orígenes de una ciencia. 
Referirse al comienzo implica que la ruptura constitu­
tiva de una ciencia se efectúa necesariamente en una 
coyuntura definida, en la que los orígenes (filosofías e 
ideologías teóricas que definen el espacio de los proble­
mas) sufren un desplazamiento en dirección de un nue­
vo espacio de problemas.
II ' '
Llamaremos demarcaciones (o cortes mira-ideológicos) 
a los perfeccionamientos, correcciones, críticas, refuta­
ciones, negaciones de ciertas idéologías o filosofías que 
preceden lógicamente a la ruptura epistemológica de la 
física.
La serie de términos "perfeccionamientos. . . negacio­
nes” designa la existencia de un proceso de acumulación 
que precede necesariamente al momento de la ruptura 2
2 Algunas frases de Koyré, extraídas de sus Études Galiléennes (His- 
toire de la Peusée, XV, Hermann,1966, p. 50) designan claramente la 
posición discontinuista, a propósito del ejemplo del ímpetus pre-gali- 
leano: " . . . La noción de ímpetus . . . es muy confusa. En el fondo, 
se limita a traducir en términos “científicos” una concepción basada 
en la experiencia cotidiana, en un dato del sentido común.
"En efecto, ¿qué es el ímpetus, la forza, la virtus motiva si no una 
condensación —por así decir— del esfuerzo muscular y del impulso? 
Por esto concuerda perfectamente con los ‘hechos’ —reales o no­
que forman la base experiencial de la dinámica medieval; sobre todo, 
con el ‘hecho’ de la aceleración inicial del proyectil, ‘hecho’ que ex­
plica así: ¿acaso no hace falta un cierto tiempo para que el ímpetus 
se apodere del móvil? Por lo demás, todo el mundo sabe que 'hay 
que tomar impulso’ para saltar un obstáculo; que el carromato que 
se empuja o arrastra parte lentamente y aumenta su velocidad de 
manera progresiva: también él toma impulso. Y todo el mundo sabe 
—incluso los niños— que para alcanzar el arco hay que situarse a cierta 
distancia del mismo —no demasiado cerca— para que la pelota tome 
su impulso”.
Sobre este punto, véase el trabajo de M. Fichant, en la segunda 
parte de este volumen.
M IC H EL FICHANT - M IC H EL PÉCH EUX 11
y determina la coyuntura en la que éste se producirá 
(cf. la física del ímpetus de la "escuela parisiense” del 
siglo xiv, la física de Benedetti). Esto significa que, en 
el espacio de los problemas teóricos, la ruptura se efec­
túa en un punto sobredeterminado por la acumulación 
de configuraciones ideológicas consideradas en forma su­
cesiva (en el caso de la física: definición del movi­
miento).
En consecuencia, el proceso de acumulación no debe 
comprenderse como una fase de pura y simple aberra­
ción pre-científica de la que no habría nada que decir, 
sino el tiem po de form ación de la coyuntura en la que 
se producirá la ruptura. En el curso de esta formación, 
intervienen elementos ligados a la base económica (re­
laciones de producción y proceso de producción), a la 
superestructura jurídico-política de la sociedad y a las 
ideologías prácticas,3 intervención que obedece a moda­
lidades históricamente reguladas. La condensación de 
estos elementos determina las condiciones históricas 
de la ruptura.
Al mismo tiempo esto significa que el concepto de 
ruptura no tiene nada que ver con el proyecto volunta- 
rista de efectuar un “salto” de la ideología a la ciencia, 
con su inevitable connotación religiosa y los imposibles 
"héroes de la ciencia” que el mismo implica. El nom bre 
de Galileo —ejemplo que sirve aquí de hilo conductor— 
es una unidad mal elegida, puesto que una ciencia no 
es el producto de un solo hombre. Galileo es el efecto, 
y no la causa, de la ruptura epistemológica designada 
bajo el término de "galileísmo”.
3 L. Althusser define la ideología práctica: "Las ideologías prácticas 
(por ejemplo la moral, la religión) son formaciones complejas de mon­
tajes de nociones-representaciones-imágenes, por un lado, y montajes 
de comportamientos-conductas-actitudes-gestos, por el otro. El conjunto 
funciona como normas prácticas que gobiernan la actitud y la toma 
de posición concreta de los hombres respecto de los, objetos reales y 
de los problemas reales de su existencia social e individual, y de su 
historia.”
12 DEFINICIONES
III
Entre los efectos epistemológicos producidos poi la 
'ruptura, conviene establecer algunas distinciones.
El primer efecto de la ruptura es imposibilitar ciertos 
discursos ideológicos o filosóficos que la preceden, la 
ciencia nueva rompe explícitamente con ellos. El corte 
epistemológico aparece así como un efecto (de natura­
leza "filosófica”) de la ruptura —lo que al mismo tiempo 
nos recuerda que no basta cortar con una ideología 
para producir una ruptura.
El segundo efecto de la ruptura es la producción de 
validaciones, invalidaciones o segregaciones en el inte­
rior de las filosofías implicadas en la coyuntura en la 
que aquélla ha tenido lugar. En una palabra, a partir 
de la ruptura se trazan líneas de demarcación en el te­
rreno conflictual de la filosofía.4
El tercer efecto de la ruptura es determinar la auto­
nomía relativa de la ciencia nueva que le corresponde. 
En adelante, dicha ciencia dependerá de la continuación 
que le sea propia, continuación que a su vez depende 
de la posibilidad de instituir un procedimiento experi­
mental adecuado.5 También depende de los cortes intra- 
científicos o, según la expresión de F. Regnault, de las 
refundiciones de la problemática científica intervenidas 
en la historia de una ciencia (Einstein).
Para terminar, señalemos un error: la confusión entre 
simples Cortes intra-ideológicos (o demarcaciones), rup­
tura epistemológica (incluido su efecto de corte) y cortes 
intra-científicos (o refundiciones).6 En ese caso, se su-
i 4 Sobre este punto, cf. L. Althusser, Lénine et la philosophie (París, 
i Maspero, 1969). [Hay trad. esp.]
5 Cf. por ejemplo el artículo de A. Koyré, "Une expérience de me- 
j sure”, Étiides d’histoire de la pensée scientifique (París, PUF, 1966), 
i 6 El curso de F. Regnault estuvo fundamentalmente consagrado a 
) la explicación de estos diferentes términos. El presente resumen ha 
| sido redactado a partir de dicho curso.
M IC H EL FICHANT - M IC H EL PÉCH EU X 1 3
p o n e q u e to d a re fu n d ic ió n es u n a n u e v a ru p tu ra y que 
e s ta ú lt im a e s a p e n a s u n a p r im e r a re fu n d ic ió n , c o n lo 
q u e se te rm in a p o r a n u la r la e f ic a c ia m is m a de los 
c o n c e p to s de ru p tu r a y d e c o r te , ce d ie n d o te r r e n o a 
la p o s ic ió n " c o n tin u is ta " d e s ig n a d a m á s a r r ib a .7
M. P é c h e u x y E. B alibar
7 El concepto de ruptura es aquí aplicado a la historia de la física. 
La utilización adecuada de este concepto para el análisis de la consti­
tución científica de tal o cual disciplina exige un trabajo epistemoló­
gico sobre la historia de la disciplina considerada, en el campo dife­
rencial de la historia de las ciencias.
MICHEL PÉCHEUX
IDEOLOGÍA E HISTORIA 
DE LAS CIENCIAS
LOS EFECTOS DE LA RUPTURA GALILEANA 
EN FÍSICA Y EN BIOLOGÍA
1
i
|:
I
LOS EFECTOS DE LA RUPTURA GALILEANA
Mi propósito es presentar los efectos de la ruptura 
galileana en el exterior del dominio de la dinámica.
Dicho "exterior" no es simple ni homogéneo: no sólo 
incluye otras ciencias (pertenecientes o no al dominio 
de las ciencias físicas) sino también elem entos no-cientí­
ficos (a saber: formaciones ideológicas teóricas y prác­
ticas, propiedades instrumentales de montajes y dispo­
sitivos técnicos) cuya relación con el elemento científico 
varía de una ciencia a otra. Por mi parte, me apoyaré 
justamente sobre estas diferencias.
Para ponerlas de manifiesto, examinaré sucesivamente 
ios siguientes puntos:
1) el efecto de la ruptura galileana en física;
2) el efecto de esta ruptura en las disciplinas cientí­
ficas exteriores a la física.
No se trata de una visión panorámica, completa y sin 
sombras. Tampoco es cuestión de reproducir, a propó­
sito de otras ciencias, el trabajo ya realizado sobre los 
comienzos de la dinámica, o sea el análisis de la cons­
titución de una ciencia particular. En nuestro caso, se 
trata más bien de un análisis transversal referido a la 
relación entre las ciencias.
He trabajado con ejemplos extraídos de la electricidad 
y del magnetismo, aunque sería interesante efectuar el 
mismo análisis transversal sobre otros conceptos, por 
ejemplo el de energía,
Espero que el texto que se leerá a continuación con­
tribuya a la realización de otros trabajos en la misma 
dirección.
n
I. El efecto de la ruptura galileana en física
Por lo general, el capítulo consagrado por los histo­
riadores de las ciencias a la historia de la física del 
siglo xix termina en la evocación de la obra de Maxwell. 
Veamos un ejemplo:
En 1864,. Maxwell presenta a la Royal Society su 
teoríadinámica del campo electromagnético, teoría 
que corona su pensamiento . . . Esta notable cons­
trucción que .expresaba la convergencia de todas 
las ramas de la física, terminaba una etapa de la 
ciencia, pero al mismo tiempo abría un período 
de incomparable fecundidad. (Encyclopédie de la 
Pleiade, p. 976. Subrayado mío.)
Este texto nos inspira dos observaciones:
— La primera se refiere al uso del término “dinámica”; 
según se sabe, Ampére lo introdujo como "electro-diná­
mica”, entre 1820 y 1827. ¿Cuál es la relación entre esta 
importación de la palabra y el sistema de conceptos 
propios a la dinámica galileana? ¿Se debe pensar en 
una especie de repetición de la historia de la mecánica 
fuera de esta ciencia? Si nos dejamos guiar por las pa­
labras, diremos:
© primera repetición: relación entre la electro-estática 
y la electro-dinámica.
® segunda repetición: relación entre la estática social 
y la dinámica social en la filosofía de A. Comte. Con­
viene agregar aquí que, aunque A. Comte emplea los 
términos de la mecánica, en su sociología aplica los con­
ceptos de la biología del siglo xix, sobre todo un vínculo 
conceptual que la constituye.
• tercera repetición, a saber: relación entre la anato­
mía y la fisiología.
2 0 IDEOLOGÍA E HISTORIA DE LAS CIENCIAS
En consecuencia, deberemos interrogarnos sobre el 
status de esta oposición “situada en todas partes”. F. 
Regnault ha mostrado la relación mediante la cual “la 
dinámica (galileana) reemplaza la estática de Arquíme- 
des en el campo de la física”. ¿La relación estática/di- 
námica goza del m ism o status epistem ológico en los res­
tantes dominios aquí evocados?
En nuestro trabajo, nos volveremos a encontrar con 
los diferentes elem entos de esta pregunta.
— La segunda observación concierne a la expresión: 
“convergencia de todas las ramas de la física”. La misma 
se refiere a la empresa por la que las diversas ramas de 
la física se desarrollaron a partir del tronco de la m e­
cánica, pensada a la vez como principio y origen his­
tórico de ese desarrollo. Si así fuera, el núcleo inicial 
(la "combinación” conceptual de la estática y la diná­
mica) sería la ley interna del desarrollo de las restan­
tes ciencias, de tal modo que el acontecimiento episte­
mológico decisivo sería siempre la importación de una 
sola y única ruptura, a saber: la ruptura, galileana.
A partir del ejemplo elegido —electricidad y magne­
tismo— espero mostrar que esta concepción del desa­
rrollo histórico de los conocimientos científicos (desarro­
llo demostrativo, o absorción progresiva de las cien­
cias en la mecánica por un proceso casi biológico de 
adaptación) no da cuenta de ciertas "dificultades de na­
cimiento” propias al campo teórico del ejemplo consi­
derado.
Luego,
1. Examen histórico de las “dificultades de nacim iento” 
propias a los dominios teóricos de la electricidad y 
del magnetismo
Admitamos por un instante la tesis según la cual la 
constitución de los conceptos científicos de la electri­
cidad y del magnetismo resulta de la importación de la 
ruptura galileana. El problema sería entonces muy sim­
ple, ya que bastaría con localizar los efectos de la po­
M IC H EL PÉCH EUX 2 1
sición aristotélica (animismo y vitalismo) y de la posi­
ción galileana (mecanicismo) en el dominio de nuestro 
ejemplo, para saber dónde reside el obstáculo y dónde 
están las fuerzas “epistemológicamente progresivas”.
No obstante, se choca aquí con una “pequeña dificul­
tad”: el mecanicismo galileano desempeñó durante cier­
to tiempo el papel de obstáculo respecto a la constitu­
ción de las disciplinas mencionadas. Una encuesta his­
tórica permite demostrarlo:
a) La filosofía platónica, así como lo que se suele 
denominar “pensamiento antiguo”, considera los fe­
nómenos de atracción magnética y eléctrica como 
efectos de la sim patía secreta que determinadas 
sustancias mantendrían entre sí. Las metáforas 
psico-éticas constituyen el fundamento del discurso 
referido a dichos fenómenos.
Para Platón, por ejemplo, las propiedades del mag­
netismo sirven de soporte para hacer comprender 
qué es la inspiración poética, es decir: "el alma visi­
tada por lo divino”. Toda la antigüedad piensa el 
imán como un ser viviente dotado de un alm a que 
lo precipita sobre el hierro para alimentarse. El 
contacto con el hierro es entonces el "lugar natural” 
del imán, es decir allí hacia donde lo empuja su 
alma en el mismo sentido en que el alma de los 
animales los empuja hacia sus lugares preferidos.
Tal es el fondo de un discurso que sería justo de­
finir como aristotélico, pese a que Aristóteles mis­
mo haya hablado poco del magnetismo.
b ) Desde el tratado de William Gilbert —De Magnate, 
publicado en 1600— hasta la obra de Newton, pa­
sando por las investigaciones de Kepler, se asiste a 
lo que F. Regnault llama “demarcaciones”: la idea 
de atracción se disocia de la idea de deseo que em ­
puja los cuerpos a ocupar su lugar natural.
Demarcación en la ideología teórica de la electri­
cidad y del magnetismo, y de ninguna manera cons­
titución de una teoría científica en este dominio: 
Newton sigue pensando que las leyes del magne­
tismo no pueden enunciarse en los términos de la 
ley de atracción universal.
2 2 IDEOLOGÍA E HISTORIA DE LAS CIENCIAS
c) El tercer elemento que define la coyuntura teórica 
del problema que nos ocupa está representado por 
el cartesianism o; sobre todo, por la posición de Des­
cartes y de los cartesianos respecto al concepto de 
atracción. En una carta a Roberval, Descartes es­
cribe:
Para concebir semejante atracción, no sólo se 
debería suponer que cada parte del universo está 
an im ad a ..., sino también que todas esas alm as 
son inteligentes y divinas a fin de poder conocer 
qué pasa en lugares muy alejados sin que ningún 
correo las informe y a fin de ejercer su poder 
sobre los mismos.
¿Qué significa esto sino que, para Descartes, la atrac­
ción es pura y simplemente un concepto^ aristotélico? (en 
su carta, subrayé los diferentes índices de esta identifi­
cación). La posición epistemológica de los cartesianos 
respecto de la electricidad y del magnetismo consistirá 
en "explicar” los fenómenos eléctricos y magnéticos a 
partir de los principios cartesianos (extensión, figura y 
movimiento).
Esta posición epistemológica define por entero las 
“respuestas” que el cartesianismo produce a propósito 
del problema de la atracción. Así, sobre la atracción del 
hierro por el imán, Descartes escribe:
Apenas el hierro entra en la esfera de virtud del 
imán, esta virtud le es comunicada por las partes 
acanaladas que expulsan el aire entre los dos cuer­
pos, con lo que éstos se aproximan.
La expresión “partes acanaladas” remite en Descartes 
a una teoría del mundo según la cual el Universo con­
tiene:
a) "partículas redondas muy pequeñas”,
b) limaduras o virutas provenientes del frotamiento 
de las partículas indicadas en a),
c) cuerpos, es decir ensamblajes constituidos por li­
maduras de materias indicadas en &) e imbricadas 
entre sí —como el tornillo en la tuerca—; entre 
ellas hay intersticios llamados canales o poros.
M ICH EL PÉCH EUX 2 3
La atracción magnética es “ entonces interpretada co­
mo el efecto de movimientos de torbellino en los canales 
que atraviesan los cuerpos. Conviene señalar aquí que 
esta interpretación de los fenómenos de atracción per­
sistió durante todo el siglo xrar —siglo de las Luces, de 
la Razón y de la Experiencia— tanto en el discurso de 
los científicos como en su práctica! experimental.
— El discurso de los científicos. Al respecto, Bache- 
lard cita el ejemplo de Nicolás Fuss ("Observaciones y 
experiencias sobre los imanes artificiales y principal­
mente sobre la manera de hacerlos”, 1778), precisando 
que se trataba de un experimentador de gran talento, 
fabricante de los mejores imanes de su época. Ahora 
bien, Nicolás Fuss sigue explicando los fenómenos mag­
néticos por los movimientos de un fluido en los poros 
del im án. . .
. . . unánimemente concebidoscomo conductos con­
tiguos, paralelos y erectos; del mismo modo que 
las vénas y los vasos linfáticos y otros conductos 
destinados a la circulación de los humores en la 
economía animal (existen) pequeños pelos o so­
papas que, inclinados en el mismo sentido, dan 
paso libre al fluido que se insinúa en los poros 
siguiendo una única dirección y rechazando todo 
movimiento en dirección opuesta. (Bachelard, La 
form ation de l’esprit scientifique, París, Vrin, 1965,
p. 162.)
— La práctica experimental. Se puede alegar que Des­
cartes y los cartesianos sólo pudieron mantener esta 
posición rehusando los datos de la experiencia (la ob­
servación) y la producción de fenóm enos experimentales 
(la experimentación).
De hecho no fue así, en la medida en que los canales, 
poros y torbellinos eran visibles en tanto fenómenos 
experimentales:
; ® el espectro magnético obtenido con limaduras dise­
minadas sobre una hoja de papel colocada encima 
de un imán aseguraba la visibilidad de los torbe? 
llinos;
® el hecho de que un imán calentado al rojo pierda 
SUS facultades de atracción se explicaba por la mq«
2 4 IDEOLOGÍA E HISTORIA DE LAS CIENCIAS
dificación de la forma de los poros bajo el efecto 
del calor;
• el hecho de que una varilla electrizada atraiga los 
cuerpos livianos permitía visualizar la electricidad 
como una sustancia adhesiva semejante a la pez 
[materia viscosa (N. del T.)].
En otros términos, los cartesianos veían materialmen­
te aquello que su ideología teórica les permitía ver.
Estamos ahora en condiciones de preguntarnos por la 
relación entre el materialismo de la mecánica galileana 
y el materialismo cartesiano. Por mi parte, propongo 
la respuesta siguiente: esa relación es la que existe entre 
lo real teórico y lo imaginario.
El materialismo de los cartesianos es un m aterialism o 
imaginario; este último término debe entenderse en el 
sentido de que "se fundamenta en imágenes". Mejor aún, 
podríamos decir que se trata de un juego de palabras 
entre la m ecánica y los mecanismos.
La mecánica galileana, como teoría de la dinámica, 
inauguraba una nueva lectura del Universo "escrito en 
lengua matemática”, lectura de la que los conceptos de 
extensión, magnitud, figura y movimiento ocupaban un 
lugar inédito. Entre otros efectos, este acontecimiento 
teórico produjo una intervención en la tecnología de los 
m ecanism os en tanto dominio de aplicación. Uno de los 
electos de dicho acontecimiento consistió en la transfor­
mación de los instrumentos simultáneamente en la cien­
cia mecánica y fuera de esta ciencia. Luego, la posición 
epistemológica de los cartesianos se define por el hecho 
de que no im portaron los conceptos pertenecientes a la 
ciencia mecánica sino las imágenes que reflejan la tecno­
logía de los mecanismos.
La resistencia de Descartes y de los cartesianos sé 
sitúa no tanto al nivel conceptual de la relación entre la 
ciencia de la mecánica y la ciencia de la electricidad y 
del magnetismo, cuanto al nivel subterráneo de las 
imágenes, "tejido de errores positivos, tenaces, solidarios” 
(Bachelard) dotados de una importancia decisiva en la 
toma de posición de los científicos en su trabajo.
En otras palabras, el estudio de la relación electrici­
dad-mecánica en la constitución científica de las ramas
michel pécheux 2 5
de la electricidad y del magnetismo pasa necesariamente 
por el estudio de la relación entre sus respectivas ideo­
logías teóricas. Esto implica plantear una relación com­
pleja de exterioridad entre las ciencias, haciendo que 
una ciencia tenga como exterior específico otra cosa 
que las ciencias restantes.
De donde
2. Examen de las ideologías teóricas ligadas al magne­
tismo y a la electricidad
Bajo esta denominación incluimos la formación ideo­
lógica específica con la que rompieron la electricidad y 
el magnetismo al constituirse en disciplinas científicas. 
Las anteriores lecciones de este Curso nos suministran 
cierto número de indicaciones útiles para este examen; a 
saber:
— este, análisis sólo puede efectuarse a partir de una 
ruptura ya existente (una ideología teórica no es acce­
sible sino desde el descubrimiento de una ciencia);
— este análisis no sólo se refiere a la configuración 
ideológica específica sino también al campo de instru­
mentos con el que esa configuración se vincula.
El análisis de la ideología teórica del mecanicismo 
pone al mismo tiempo en juego:
• el cartesianismo y sus desarrollos;
® una concepción del mundo que asigna un lugar do­
minante al ingeniero en la sociedad (el mundo co­
mo edificio y como máquina. Cf. Leonardo da Vinci);
• configuraciones instrumentales como las palancas, 
las bombas, los relojes, etcétera.
En el mismo sentido, el análisis de la ideología teórica 
alquimista pondría en juego:
-• la "novela” de la materia;
• una concepción moral y religiosa del mundo, basada 
en la interioridad mística (cf. los textos de Bache- 
lard sobre la alquimia, en La form ation de Vesprit 
scientifique);
2 6
® los instrumentos de las "artes químicas” en la 
práctica tradicional.
IDEOLOGÍA E HISTORIA DE LAS CIENCIAS
¿Qué sucede con la electricidad y el magnetismo?
En primer lugar, advertimos un status particular de 
su dominio instrumental. Salvo una excepción funda­
mental —la brújula, instrumento que permite distin­
guir las direcciones, autoriza los desplazamientos a 
larga distancia y se encuentra por tanto ligada al modo 
de producción de la econom ía mercantil—, los montajes 
instrumentales son juguetes que no se vinculan con el 
tiempo de la producción sino del ocio. Su función so-, 
cial consiste esencialmente en distraer a ciertas clases 
de la sociedad por la sorpresa que provocan (príncipes 
y señores de la tierra, primero; burguesía, más tarde): 
carrillones, molinetes eléctricos, etc. La botella de Ley- 
den y la máquina electrostática son los accesorios in­
dispensables de las "sesiones eléctricas” ofrecidas en 
los salones.
Esta particularidad permite comprender la ideología 
teórica de la electricidad y del magnetismo como el es­
pacio de una sobredeterm inación: confusa y simultá­
neamente, la taumaturgia y el ejercicio de un determ i­
nado poder a distancia apuntan a la inversión del orden 
aparente de la naturaleza y a la oposición entre la 
actividad artesanal (por contigüidad) y las diferentes 
modalidades del poder político (a distancia).
Se llega así al resultado siguiente:
— la electricidad com o inversión del “curso de la 
naturaleza”:
Vemos aquí [en la electricidad] que el orden de 
la naturaleza parece enteramente invertido en sus 
leyes fundamentales, y por causas que parecen asaz, 
ligeras. No sólo los mayores efectos son produci­
dos por causas que parecen poco considerablés, 
sino también por otras con las que no parece exis­
tir relación alguna. . . Así vemos un trozo de metal 
frío, o inclusive el agua o el hielo, que arrojan
M IC H EL EÉCH EUX 2 7
fuertes chispas de fuego al punto de encender 
varias sustancias inflamables. (Priestley, Histoire 
de Vélectricité, 1771.)
El abad Mangin, citado por Bachelard, agrega por su 
parte:
La electricidad parece concentrar en ella todo el 
placer de la fábula, del cuento, de la feria noveles­
ca, de lo cómico o de lo trágico. (Bachelard, La 
form ation de Vesprit scientifique, p. 35.)
De donde:
— E fectos tragi-cómicos de la electricidad y del mag­
netismo en los dominios de la política, de la moral 
y de la religión.
Me limitaré a citar algunos ejemplos "divertidos”, que 
deben leerse como síntomas de una interdependencia 
ideológica real entre toda la "filosofía de la naturaleza” 
del siglo x v i i i y las teorías políticas, morales y religiosas 
del siglo xix (a grandes rasgos: relación Schelling- 
Hegel).1
® E jem plo con connotación política.
"Experiencia del cuadro mágico del rey y de los con­
jurados” (B. Franklin). "Tomar un gran retrato gra­
bado, enmarcado y cubierto por un vidrio, por ejemplo 
el del Rey (que Dios lo bendiga).” Franklin explica có­
mo transformar el cuadro afin de que el conjunto fun­
cione como un condensador. Una vez hecho esto, agre­
ga: “. . . Tome el retrato horizontalmente, por la parte 
superior, y coloque sobre la cabeza del rey una peque­
ña corona dorada y móvil. Si el retrato se halla mode­
radamente electrizado y una persona toma el cuadro 
con una mano e intenta retirar la corona con la otra, 
recibirá una conmoción y habrá fallado en su empresa. 
Si el retrato está fuertemente cargado, la consecuencia 
puede ser tan fatal como el crimen de alta traición . . . 
El físico que quiera impedir la caída de la estampa, la 1
1 Cf. Anexo.
2 8 IDEOLOGÍA E HISTORIA DE LAS CIENCIAS
tomará por arriba —allí donde el cuadro no es dorado—, 
no sentirá nada y podrá tocar el retrato sin peligro, 
ofreciendo así un testimonio de fidelidad al Príncipe. 
Si varias' personas reunidas, en círculo reciben la des­
carga, la experiencia se llama: los conjurados.” (En 
Champeix, Savants méconnus, inventions oubliées, p. 73).
• E jem plo con connotación moral.
Experiencia llamada "el beso eléctrico”. Sin saberlo, un 
marido y su mujer están conectados con una máquina 
electrostática de suerte tal que cada vez que el marido 
besa a su mujer recibe una "descarga” eléctrica. Se 
propone entonces a un joven de la concurrencia que se 
aproxime y bese a la mujer. Discretamente provisto de 
un conductor durante toda la experiencia, puede besar 
a la mujer "sin peligro alguno”. El experimentador ob­
serva que si se invierte el lugar del marido y del joven, 
la «experiencia será "más moral”.
® E jem plo con connotación religiosa (a título infor­
mativo).-
La menuda historia cuenta que el abad Nollet imaginó 
un aspersorio eléctrico, sin duda para distribuir un ver­
dadero flujo de gracia.
La electricidad adquiere pues la forma de una “cien­
cia” escabrosa, a veces de mal gusto, lo que no se expli­
ca por la inocencia lúdica de la niñez (justamente, la 
joven ciencia no ha nacido aún y la ideología que cons­
tituye su obstáculo es muy vieja). Se debe pensar más 
bien que durante todo el siglo xvm la electricidad y el 
magnetismo integran sus “misterios” (tragicomedia del 
"misterio blanco”, como se habla de la "magia blanca”) 
en los misterios sagrados de la vida, la moral, la socie­
dad y la religión.
3. R etom o a las “dificultades de nacim iento”, causas de 
la resistencia representada! por los cartesianos
El análisis efectuado muestra que el conflicto reside 
entre dos ideologías teóricas ligadas de manera diferente
M IC H EL PÉCH EU X 2 9
a las "concepciones del mundo” puestas en juego. La 
empresa de los cartesianos puede definirse como una 
tentativa por anular el núcleo de imágenes (el fantasma 
teórico) propio a una de esas ideologías mediante las 
imágenes propias a la otra ideología (a saber, el mecani­
cismo). Se trata entonces de un desplazamiento intra- 
ideológico; según la célebre fórmula de Adam Smith, ci­
tada y retomada por A. Comte, "jamás existió un dios de 
la gravedad”. Por mi parte, agregaré: "pero existió la 
diosa electricidad”. En otros términos, las ideologías 
teóricas de la electricidad y del magnetismo se hallaban 
estrechamente unidas con los fantasm as de lo maravi­
lloso y de lo terrible, mientras que el mecanicismo —en 
tanto ideología— intentaba explicarlos simulándolos me­
diante máquinas (cf. al respecto la función ambigua de 
los autómatas de los siglos xvn y x v i i i ) . El mecanicismo 
reproduce así el proyecto político de los atomistas (Em- 
pédocles, Epicuro, Lucrecio), a saber: explicar del mejor 
modo posible los mecanismos de lo maravilloso y de lo 
terrible a fin de liberar a los hom bres del temor, lo que 
constituye precisamente uno de los objetivos mayores de 
la moral cartesiana.
Se comprende entonces de qué manera Descartes y sus 
sucesores pudieron reproducir las explicaciones de los 
atomistas antiguos, incluso en su literalidad. Compárese 
el texto de Descartes citado más arriba con esta explica­
ción de Empédocles sobre las propiedades de la "piedra 
de Heraclea”:
El hierro es empujado hacia la piedra por los 
efluvios que emergen de uno y otra, y por el hecho 
de que los poros de la piedra están adaptados a 
los efluvios del hierro.
4. Conclusiones provisorias
Los obstáculos encontrados por las disciplinas arriba 
analizadas no residen en el solo obstáculo animista sino 
también en el m aterialism o imaginario del mecanicismo. 
La combinación de estos dos elementos define la coyun­
3 0 IDEOLOGÍA E HISTORIA DE LAS CIENCIAS
tura en la que dichas disciplinas se han constituido, es 
decir: la sobredeterminación en que se produce la rup­
tura que las inaugura.
Mi intención no es estudiar dicha ruptura, por lo que 
me limitaré a señalar ciertos aspectos de la misma a 
propósito de los nombres de Franklin, Cavendish y Cou­
lomb. La producción de un nuevo instrumento (balanza 
electrostática de Coulomb) representa aquí el momento 
en que se transforma la relación entre la teoría y los 
instrumentos, momento marcado por la importación de 
conceptos derivados de la dinámica. Cabe sostener pues 
que la electricidad y el magnetismo ocupan su lugar en 
la física apuntalándose en una ciencia anterior (la me­
cánica), lo que no tiene nada que ver con la absorción 
progresiva de la electricidad por la mecánica. Los nom­
bres de CErsted y Ampére, y más tarde Maxwell, repre­
sentan refundiciones parciales por las que aquel apunta­
lamiento se torna irreversible. De donde:
Proposición 1: La ruptura epistemológica no se im­
porta de una ciencia a otra.
En otros términos: una ciencia no puede efectuar en 
el lugar de otra ciencia el trabajo, de "liberación” que 
exige la combinación ideológica específica de la posición 
de esta última.
Proposición 2: Uno de los efectos posibles de la rup­
tura (efectuada respecto de una ciencia Cx) es inducir 
un obstáculo epistemológico para la constitución de una 
ciencia Ca. No se trata de un efecto de Cx sobre C2 (no 
constituida en tanto ciencia) sino un efecto de la ideo­
logía teórica de Cx (filosofía espontánea de los cientí­
ficos2 de Ctl) sobre la ideología específica de Cg.
2 En su curso (inédito), L. Althusser justifica el empleo de la 
expresión "filosofía espontánea de los científicos”:
"Entre los elementos de un proceso de producción de conocimien­
tos científicos figura siempre lo / du / filosófico.
"En una ciencia determinada, una práctica científica es un efecto 
específico del proceso de producción del que depende esa ciencia. 
Los científicos son los agentes de producción del proceso de produc­
ción de una ciencia determinada en el campo de su práctica. Ellos 
ocupan un lugar y una función definidas por esta práctica y en última 
instancia por el proceso del que aquélla depende. En las condiciones
M IC H EL PÉCH EU X 3 1
Proposición 3: Ciertos conceptos producidos por una 
ciencia Cx pueden ser importados por una ciencia C2 
constituida (en el sentido epistemológico de este tér­
mino) después de Cx. Se dirá entonces que C2 se apun­
tala en Cj.
Ejemplo: apuntalamiento del electromagnetismo en 
la mecánica. I • &¡JíS8f8
Pregunta vinculada con la proposición 3. ¿Este resulta­
do es generalizable fuera de la física?
Consideremos la ruptura específica del electromagne­
tismo. Uno de sus efectos es poner definitivamente fue­
ra de juego las connotaciones morales, políticas, religio­
sas y literarias propias a la ideología teórica respecto 
de la cual se ha efectuado la ruptura, confiriéndoles el 
status irreversible de incongruencias en relación al dis­
curso de la ciencia. De donde:
Proposición 4: El efecto de las concepciones (ideoló­
gicas) del mundo 3 queda pura y simplemente fuera 
de juego para cada rama de la física, al nivel específico 
de su ruptura. ¡«M 'íI
Pregunta vinculada con la proposición 4. ¿Este resul­
tado es generalizable fuera de la física?
Otro efecto de la ruptura consiste en transformar la re­
lación con la ideología teórica (efecto pedagógico) y la 
relación con el campo instrumental. Bachelard (For- 
m ation . . ., p. 80) comenta una declaración de Marát 
a propósito de la máquina eléctrica: *
de toda práctica figura siempre lo ideológico: la ideología específica 
a una práctica científica es de tipo filosófico. Los científicos son 
siempre portadores de lo filosófico que figura en su práctica cientí­
fica; en tanto portadores de esa filosofía determinada, los científicos 
llevan una ‘filosofía espontánea de los científicos' . . . La filosofía es­
pontánea de los científicos debe ser entendida en el sentido riguroso 
del término 'filosofía': como implicando un vínculo privilegiado con 
las ciencias. No llamamos 'filosofía espontánea de los científicos’ al 
conjunto de ideas que tienen los científicos a propósito del mundo 
(esto es, su 'concepción del mundo’) sino específicamente el conjunto 
de ideas (conscientes o no) que tienen en su cabeza concernientes a 
su práctica científica y a la ciencia” .
3 Realizadas en las ideologías prácticas de la moral, la religión, la 
política.
3 2 IDEOLOGÍA E HISTORIA DE LAS CIENCIAS
Se la compara con razón a una bomba, escribe 
Marat. La rueda representa el émbolo; los cojine­
tes son la fuente inmediata de la que la rueda ob­
tiene el fluido, mientras que el conductor aislado 
forma la reserva donde el fluido es depositado,
Bachelard comenta:
En consecuencia, no hay ni misterio ni proble­
mas. Podemos preguntarnos de qué manera la ex­
tensión de una imagen como la citada puede servir 
para mejorar la técnica y pensar la experiencia. 
¿Se pondrán cojinetes más grandes para disponer 
de una fuente más abundante? ¿Se otorgará a la 
rueda un movimiento de vaivén para imitar al ém­
bolo? Precisamente la ciencia moderna se sirve 
de la analogía de la bomba para ilustrar ciertos 
caracteres de los generadores eléctricos, pero sólo 
para intentar aclarar las ideas abstractas de dife­
rencia de potencial, de intensidad de corriente. Se 
advierte aquí un neto contraste entre ambas men­
talidades: mientras en la mentalidad científica la 
analogía hidráulica juega después de la teoría, en 
la mentalidad pre-científica juega antes de la 
misma.
La transformación del cam po instrumental (de la má­
quina electrostática a la dínamo) se consuma mediante 
la modificación del status del instrumento, en la prác­
tica experimental tanto como en el proceso de produc­
ción económica. En cierto modo, la "Diosa Electricidad” 
realiza los fantasmas de la taumaturgia y del poder a 
distancia. Por ejemplo, una de las primeras aplicacio­
nes de la electricidad fue el telégrafo, cuyo principio —én 
tanto objeto técnico— descansa sobre la ciencia eléctrica 
del siglo xix. A su vez, el fantasm a de la comunicación a 
distancia presente en el mismo pertenece a una tempo­
ralidad diferente, propio a la teoría de las ideologías.4
De donde,
4 Entre los "Admirables secretos del Gran Alberto" se encuentra la 
descripción del "maravilloso secreto para hacer el cuadrante o brújula 
simpática, por cuyo intermedio se podrá escribir a un amigo distante 
y hacerle conocer nuestra intención, al mismo tiempo o poco después 
de escribirle.” (Les admirables secrets d'Albert le Grand, Nouvel Office 
d’édition, p. 367.)
M IC H E L P É C H E U X 3 3
Proposición 5: El efecto de las ideologías teóricas, en 
relación a una ciencia Cv se halla localmente transfon 
mado por la ruptura específica a Cx. (Efecto de la ruptu­
ra sobre el discurso pedagógico de la ciencia.)
Proposición 6: La relación con el campo instrumental 
se halla modificada por la ruptura:
— antes de la ruptura, dicha relación se define por un 
efecto de reflejo , lo que obliga a ver algo distinto a lo 
que se debe ver, en función de la ideología teórica;
— después de la ruptura, se asiste a una transformación 
del campo instrumental (montajes y dispositivos), tanto 
en el proceso de producción de conocim ientos como en 
el proceso de producción económica.
Pregunta vinculada con la proposición 6. ¿Este resulta­
do es generalizable fuera de la física?
I I . E l e fecto d e la ru p tu ra galiteana en biología
Abordemos ahora el problema propiamente dicho de la 
relación entre las ciencias. Utilizaré aquí el ejemplo de 
la biología, a fin de mostrar que esta disciplina, a dife­
rencia de la electricidad y el magnetismo, tomó otro ca­
mino para independizarse de una formación ideológico- 
teórica que sin embargo era esencialmente la misma con 
la que aquéllos rompieron. En efecto, cabe localizar los 
mismos dos elementos ideológicos fundamentales, a sa­
ber: el animismo y el mecanicismo, a los que volveremos 
en seguida. Durante largo tiempo, muchos buenos espí­
ritus han creído que el verdadero nombre de la vida era 
la electricidad, a menos que, en cambio, la electricidad 
no fuera más que una forma particular de la Vivacidad 
con V mayúscula. El texto ya citado de Nicolás Fuss 
sobre la estructura del imán puede ilustrar este punto: 
para este autor, el imán es tanto un animal (con venas y 
vasos linfáticos que permiten la circulación de los hu­
mores) como una máquina (con tubos y sopapas que 
regulan el circuito del fluido que los atraviesa).
A la inversa, todo organismo animal es esencialmente 
una reserva de electricidad. Después de la invención de 
la pila de Volta, todos los seres vivientes aparecieron co­
mo otras tantas "pilas animales”. En 1780, las experien­
cias del biólogo Galvani, quien creía reconocer en la con- 
ti acción muscular los efectos de la electricidad animal, 
parecieron verificar esta idea. Al respecto, Bachelard es­
cribe:
La escuela de Galvani consideró la contracción 
muscular como un movimiento privilegiado car­
gado de carácter y de sentido, algo así como un 
movimiento viviente. Recíprocamente, se creyó 
que este movimiento biológico-eléctrico era el más 
adecuado para explicar los fenómenos de la vida, 
(Formation . . ' p. 166.)
Por un lado la electricidad y el magnetismo, por el otro 
la biología pueden localizarse mediante el m ism o espa­
cio ideológico de referencia, con las mismas posiciones- 
claves: en biología, el animismo se llama vitalismo, el 
mecanicismo sigue siendo mecanicismo, cartesianismo o 
aun "iatro-mecanicismo'', es decir, etimológicamente, me­
cánica médica.
Una vez más, conviene premunirse contra una interpre- , 
tación histórica en la que el mecanicismo sería incondicio- : 
nalmente progresista. G. Canguilhem ha demostrado con 
toda claridad, en sus numerosas investigaciones sobre la 
historia de los conceptos biológicos, la importancia de la 
posición vitalista.1 I
Debemos terminar —escribe— con la acusación 
de metafísica, por no decir de fantasía, que per­
sigue a los biólogos vitalistas del siglo xviii. Éstos > 
son newtonianos, son hombres que se rehúsan a 
emitir hipótesis sobre la esencia de los fenómenos 
y que piensan que deben describir y coordenar los 
efectos directamente y sin prejuicios, tal como los , 
perciben. El vitalismo es el simple reconocimiento 
del hecho vital. (G. Canguilhem, La connaissance 
de la vie, París, Vrin, 1965, p. 156.)
El mecanicismo, entendido como ideología de conquista, 
se rebela contra esta posición. Ya he indicado que esta 
ideología heroica se apoya sobre los efectos de la trans­
formación tecnológica” provocada por la ciencia mecá­
nica: lo viviente será pensado en términos de mecanis­
mo o de combinación de mecanismos. Esto determina 
una consecuencia particular concerniente al m edio de lo 
viviente; a saber: que su naturaleza es homogénea a la T 
de lo viviente y que, en rigor, el medio atraviesa a lo j 
viviente por todas partes; este último se explica como 
partes yuxtapuestas en el espacio, en medio de otros 
cuerpos vivientes. El concepto de m edio —originado en 
la filosofía vitalista de los estoicos bajo el nombre de 
cosm os— recibe un nuevo status en el interior de la 
mecánica tal como se la concibe a partir de Newton.
Durante el siglo xix la biología se constituye en el
1 En todo lo concerniente a la biología, recurriré repetidas veces a 
este autor.
3 6 IDEOLOGÍA E HISTORIA DE LAS CIENCIAS i
M IC H E L P É C H E U X 3 7
seno de esta coyuntura teórica dom inada por el meca­
nicismo. G. Canguilhem nos propone un ejemplo de 
esta dominación, a propósito del concepto de "medio”.
Los orígenes newtonianos de la noción de medio 
alcanzan . . . para dar cuenta de su inicial significa­
ción mecánica y de los primeros usos de que fuera 
ob jeto . . . Auguste Comte, al proponer en 1838 en 
la X I lección de su Cours de Philosophie Positiva 
una teoría biológica general del medio, siente que 
emplea "medio” como un neologismo y reivindica 
la responsabilidad de erigirlo en noción universal 
y abstracta de la explicación biológica. A. Comte 
aclara que denominará "medio” no sólo "el fluido 
en el que se encuentra sumergido un cuerpo” (lo 
que confirma los orígenes mecánicos de la noción), 
sino "el conjunto total de circunstancias exteriores 
necesarias a la existencia de cada organismo”. Pero 
también se advierte en Comte, quien tiene la im­
presión neta de los orígenes de la noción y del 
alcance que entiende conferirle en biología, que 
el uso de la misma quedará marcado precisamente 
por este origen mecánico de la noción, si no del 
término. (Ib idem , pp. 132 y ss.)
Canguilhem explica que Comte concibe la relación en­
tre el organismo y el medio según el principio newto- 
niano de acción y reacción. Ahora bien, salvo para el 
hombre, la acción de lo viviente sobre el medio es 
prácticamente despreciable desde el punto de vista me­
cánico. La consecuencia de esto —agrega Canguilhem— 
es que
Auguste Comte termina por plantear el problema 
biológico de las relaciones entre el organismo y 
el medio bajo la forma de un problema matemá­
tico: "en un medio determinado, dado el órgano 
encontrar la función, y recíprocamente.”
Queda así directamente establecido el vínculo con lo 
que afirmábamos en la lección anterior a propósito de 
la relación anatomía/fisiología. Es evidente que desde 
una perspectiva como la de Comte la anatomía —conce­
bida como estudio de la estructura de los órganos en 
un medio— representa el capítulo de la estática en bio-
3 8 IDEOLOGÍA E HISTORIA DE LAS CIENCIAS
logia, mientras que la fisiología representa el de la 
dinámica o estudio de las funciones. Esta última debe 
entenderse en el sentido de funcionamiento, correspon­
diente de los órganos y, en última instancia, en tanto 
anatom ía puesta en movimiento.
Se nos plantea entonces el siguiente problema: ¿cómo 
explicar que dos disciplinas tan cercanas por sus ideo­
logías pre-teóricas hayan tenido una historia tan dife­
rente? ¿Cómo explicar que la electricidad y el magne­
tismo se hayan constituido como ciencia en el interior 
de la física, apuntalándose sobre la mecánica, y que la 
biología haya sufrido un desarrollo científico específico, 
exterior a la física, de suerte que la física y la química 
queden en cierto modo subordinadas a aquélla?
Para resolver este problema, debemos hacer interve­
nir algunas "pequeñas” diferencias, en realidad funda­
mentales.
En primer lugar, el rol desempeñado por el animismo 
en la electricidad no es el mismo que el del vitalismo en 
la biología. En el campo de la electricidad, el animismo 
funcionaba a nivel de las imágenes. En biología, el vita­
lismo representa una posición conceptual que intervino 
de m odo efectivo en ciertos momentos de la constitu­
ción de esta ciencia. A propósito del desplazamiento 
conceptual operado entre F. Magendie —el último iatro- 
mecanicista— y Cl. Bernard —discípulo de aquél y fun­
dador de la fisiología—, G. Canguilhem observa:
Magendie mecanizaba lo viviente y tenía al vita­
lismo por una locura. El descubrimiento de las se­
creciones internas, la formación del concepto de 
medio interior, la puesta en evidencia de algunos 
fenómenos de constancia y de algunos mecanis­
mos de regulación en la composición de este me­
dio: he aquí lo que permite a Cl. Bernard ser 
determinista sin ser mecanicista y comprender el 
vitalismo como un error y no como una tontería. 
("L’idée de médecine expérimentale selon Cl. Ber­
nard”, Études d ’Histoire et de Philosophie des 
Sciences, p. 129.)
Esta diferencia entre error y tontería o incongruencia 
constituye un síntoma importante: nos explica por qué,
M IC H E L P É C H E U X 39
una vez descartada la incongruencia, la biología no se 
reabsorbe apuntalándose en la mecánica. Por el con­
trario, se ha visto que en una nueva coyuntura concep­
tual, Cl. Bernard restablece la causalidad específica de 
la fuerza vital que los cartesianos consideraban como 
mágica puesto que actuaba según una modalidad polí­
tica (poder del rey sobre sus súbditos) y no según la 
modalidad mecánica propia al funcionamiento de un re­
loj. Por lo demás, la modalidad política bajo la que 
se manifiesta la fuerza vital en el discurso de Cl. Ber­
nard, más que el absolutism o real es la dem ocracia li­
beral.
La fisiología suministra la clave de la totaliza­
ción orgánica, clave que la anatomía no pudo ofre­
cer. Los órganos, los sistemas de un organismo 
sumamente diferenciado no existen por sí mismos, 
ni los unos para los otros en tanto órganos o sis­
temas; existen para las células, para las innumera­
bles radicales anatómicas que les crean el medio 
interior, dotadas de composición constante merced 
a la compensación de las desviaciones necesarias. 
De este modo, su asociación —es decir, su relación 
de tipo social— suministra a los elementos el me­
dio colectivo de vivir una vida separada. “Si se 
pudiera crear a cada instante un medio idéntico a 
aquel que es continuamente creado por la acción 
de las partes vecinas en un organismo elemental 
dado, éste podría vivir en libertad tanto como vive 
en sociedad.” (Esta última frase es de Cl. Bernard, 
"Lecons sur les phénoménes de la vie communs 
aux animaux et aux végétaux”, IX-1878.)
G. Canguilhem, “Le tout et la partie dans la pen- 
sée biologique”, Études d'Histoire . . . , p. 330.
Esto nos lleva a acentuar otra “pequeña diferencia” 
concerniente a la biología: las formaciones ideológicas 
prácticas (concepciones del mundo) intervienen de tal 
modo en biología que la producción científica de los 
conceptos no las deja pura y sim plem ente fuera de 
juego. Resulta así una vulnerabilidad específica de la 
biología en cuanto a la explotación que las diferentes 
concepciones del mundo ejercen sobre ella. Todo suce­
de como si en biología las "líneas de demarcación" de­
4 0 IDEOLOGÍA E HISTORIA DE LAS CIENCIAS
bieran constantemente re-definirse, lo que por ejemplo 
desde hace un siglo no sucede en el dominio de la elec­
tricidad.
A propósito de los problemas políticos ligados al vi­
talismo, Georges Canguilhem declara:
Lo que está en cuestión, en el caso de los con­
ceptos biológicos antimecanicistas por parte de los 
sociólogos nazis, es el problema de la relación 
entre el organismo y la sociedad. Ningún biólogo, 
en cuanto tal, puede dar a este problema una res­
puesta cuya garantía de autoridad resida exclusi­
vamente en los hechos biológicos. (G. Canguilhem, 
La connaissance de la vie, p. 98.)
Es evidente que, a propósito de la física, una declara­
ción análoga sería apenas imaginable, y de ninguna ma­
nera verosímil.
Se me dirá que hoy día la situación no es la misma: 
la política ha dejado de intervenir en el discurso de los 
biólogos. Al respecto, Althusser ha realizado un análi­
sis sobre el que no insistiré. La intervención de la 
ideología política es hoy menos evidente porque los 
contenidos y configuración de la ideología política do­
minante suelen tomar una forma nueva y más sutil que 
cabe designar con el nombre de ideología de la com u­
nicación. Los diferentes elementos de un sistema social 
ya no son directamente invitados a asociarse para coo­
perar: se los incita a comunicar. En otras palabras, la 
ideología de la asociación de fuerzas individuales (ideo­
logía disfrazada de economía política) se reemplaza por 
la ideología de la comunicación com o circulación de 
inform ación (ideología coloreada de lingüística). Desdeluego, mi observación de ningún modo intenta poner en 
cuestión la importación de ciertos conceptos lingüísticos 
en las investigaciones teóricas de genética molecular 
sino su aplicación indebida en el problema político del 
gran animal social —como se decía en tiempos de Auguste 
Comte—, convertido hoy en algo así como “la unidad in­
tegrada de los intercam bios inform acionales".
Volvamos ahora al problema de las posiciones relati­
vas de la electricidad y de la biología en relación a la 
física. El rodeo efectuado hasta aquí nos permite com­
M IC H E L P É C H E U X 4 1
prender que las "pequeñas diferencias” entre sus posi­
ciones relativas residen en la relación entre esas cien­
cias y su exterior, o sea con sus efectos extra-científicos ̂
Se me puede objetar: ¿Por qué buscar tan lejos?: la 
relación entre dos ciencias se define por la relación entre 
sus objetos. Es obvio que el objeto de la electricidad es 
en sí homogéneo respecto al objeto físico, mientras que 
el objeto de la biología es diferente. Todo esto está ins­
cripto en la "naturaleza de las cosas”.
Respuesta: Para afirmar eso, se debe suponer que el 
ob jeto de una ciencia está escondido en alguna parte, 
antes de que esta ciencia lo descubra, como un huevo de 
Pascua en un gran jardín. Más aún, se debe suponer que 
el gran jardín del mundo está organizado según una 
disposición que se refleja en la disposición relativa de 
las diferentes ciencias que lo exploran.
La proposición "las relaciones entre las ciencias refle­
jan el orden del mundo” es una proposición ideológica, 
es decir: falsa en tanto se refiere al objeto al que efecti­
vamente apunta pero al mismo tiempo síntom a de una 
realidad diferente a la apuntada. Esta proposición es 
síntoma del hecho de que las relaciones entre diferentes 
disciplinas no se hallan reguladas por su solo contenido 
científico sino también por otra cosa, a saber: por el 
conjunto de sus efectos extra-científicos.
En un curso anterior, E. Balibar mostró que una cien­
cia mantiene con sus efectos (específicamente: la ense­
ñanza y la aplicación) una relación tal que, para una 
ciencia dada, la práctica teórica de producción de cono­
cimientos domina las prácticas de enseñanza y de apli­
cación. , |
Por mi parte, planteo aquí el problema de la relación 
entre varias disciplinas científicas. Este problema sólo 
puede resolverse a condición de hacer intervenir un des­
plazamiento de la dominante, por lo que la práctica que 
domina la relación entre varias disciplinas se convierte 
en la práctica de aplicación. En otras palabras, la rela­
ción diferencial entre las formas de aplicación técnica y 
la producción material constituye el elemento dominan­
te a partir del cual se regula el problema de la relación 
histórica entre varias disciplinas.
42 IDEOLOGÍA E HISTORIA DE LAS CIENCIAS
Apliquemos ese principio al problema de la relación 
entre la física y la biología. Desde un punto de vista 
histórico, la física y ramas anexas, química inclusive, 
encuentran su dominio de aplicación en la transform a­
ción de los instrumentos de trabajo (medios de produc­
ción) com prom etidos en el proceso de producción 
económica, mientras que la biología lo encuentra en la 
práctica médica definida como conservación y adapta­
ción de la fuerza de trabajo que se combina con el ins­
trumento de trabajo en el proceso de producción econó­
mica. En consecuencia, la práctica de aplicación de la 
biología se refiere al lugar específico del animal huma­
no como elemento de las fuerzas productivas.
Pero la fuerza de trabajo no se confunde con la fuer­
za motriz desarrollada por el animal. Aun cuando en 
ciertas formas de economía agrícola el hombre trabaja 
literalmente “como un búey”, hay que diferenciar entre 
la producción de fuerza muscular y la actividad direc­
tora de esta fuerza o sea la fuerza de trabajo. Los ani­
males son parte del instrumento de trabajo (utilización 
del caballo de tiro por ejemplo), un objeto de trabajo 
(la cría con fines alimentarios, por ejemplo), o aun 
objetos ideológicos (caballos de carrera, por ejemplo).
Esta diferencia concerniente a la posición de las prác­
ticas de aplicación no resulta de una supuesta “natura­
leza de las cosas”, sino que está ligada a la transforma­
ción histórica del proceso de producción económica. En 
el siglo xix, al mismo tiempo se definen las relaciones 
entre la física y la biología y el hombre se convierte en 
•sirviente de las máquinas-herramientas en el proceso 
de trabajo: la división del trabajo implica la coopera­
ción de los trabajadores como partes de un todo. Las 
representaciones imaginarias del organismo —conjun­
to de máquinas, por un lado, sociedad de elementos 
que contribuyen a la conservación del todo, por el otro— 
representaciones que pueblan el inconsciente teórico del 
siglo xix, se nos aparecen como proyecciones o deforma­
ciones de lo que pasa en otra parte, a saber: en el pro­
ceso de producción económica.
La vulnerabilidad de la ciencia biológica, sometida a la 
explotación de la "concepción del mundo” 49rainajité
M IC H E L P É C H E U X 4 3
—vulnerabilidad a la que me referí hace un momento—, 
se explica por los problemas específicos de la aplicación 
de la biología en el proceso de producción económica. En 
efecto, esta aplicación suele presentarse como una nor­
malización de la fuerza de trabajo tanto como una orga­
nización de las relaciones sociales.
A propósito de la normalización, G. Canguilhem es­
cribe:
Normal es el término con el que el siglo xix de­
signa el prototipo escolar y el estado de salud or­
gánica. La reforma de la medicina como teoría 
descansa sobre la reforma de la medicina como 
práctica: se halla estrechamente ligada. . . a la re­
forma hospitalaria. Esta última tanto como la 
reforma pedagógica expresan una exigencia de ra­
cionalización que aparece en política, así como en 
economía, bajo los efectos del maqumismo indus­
trial naciente, y que termina en lo que luego se 
denominó normalización. (G. Canguilhem, Lo nor­
mal y lo patológico, Siglo X X I Argentina, p. 185.)
La organización de las relaciones sociales plantea a la 
biología un problema que ésta no puede resolver cientí­
ficam ente, lo que no significa que deje de intervenir de 
manera activa en esta cuestión bajo la forma de una 
re-inscripción ideológica en la coyuntura de las ciencias 
humanas.
Resumamos los resultados obtenidos en esta segunda 
parte:
Proposición 7: Las relaciones entre dos disciplinas no 
son necesariamente de apuntala.miento: también pue­
den tomar la forma de la subordinación. Por ejemplo, 
la física y la química se hallan en una situación de 
subordinación respecto de la biología, considerada ésta 
como disciplina científica específica. Queda así respon­
dida la pregunta planteada en la proposición 2.
Proposición 8: Existe por lo menos una disciplina cien­
tífica —la biología— para la cual las concepciones del 
mundo no quedan pura y sim plem ente descartadas, como 
en la física. Esto responde a la pregunta planteada en
4 4 IDEOLOGÍA E HISTORIA DE LAS CIENCIAS
í la proposición 3. ¿Hay otras disciplinas que se encuen- 
tien en el mismo caso?
Proposición 9: Las diferencias enunciadas en las pro­
posiciones 7 y 8 se explican por la diferencia entre los 
dominios de aplicación de la física, por un lado, y de la 
biología por el otro. A saber: diferencia entre los ele- 
j mentos de los instrumentos del proceso de producción 
j económica, para la primera, y el elemento de la fuerza 
cío: trabajo, para la segunda. ¿Existen otros casos de 
diferencia de aplicación? De ser así, ¿cuáles son sus 
efectos específicos?
A N E X O
A propósito del primer curso (efecto de la ruptura ga- 
lileana en física), se han planteado dos preguntas.
La prim era pregunta se refiere a la relación entre 
Newton y Coulomb. Se me ha observado que Coulomb 
había efectivamente aplicado los principios de la diná­
mica newtoniana en su teoría electrostática (f = k.
y que por tanto todo estabadado en Newton y su fórmula
f = k.
mm'
HT'
Responderé que "todo estaba dado”, salvo la posibili­
dad de relacionar el newtonismo y la teoría eléctrica: fue 
necesario un siglo para descartar este "pequeño obstácu­
lo” que bloqueaba la ruta de Newton a Coulomb. Mi ex­
posición se refirió a la naturaleza de este pequeño obs­
táculo, a fin de mostrar que no se trataba de un azar 
lamentable o de la mala voluntad de la ciencia de la 
electricidad que se habría hecho esperar (de acuerdo a 
una suerte de coquetería que hace que la más hermosa 
llegue más tarde a la fiesta). Espero que mi exposición 
haya mostrado que se trataba absolutamente de otra 
cosa'.
La segunda, pregunta concierne al rol y a la posición 
de los ejemplos “divertidos” empleados a propósito de 
la política, la moral y la religión. Se me ha dicho que 
presenté hermosos ejemplos, pero tal vez demasiado 
hermosos. ¿No sería posible detectar detrás de estos 
síntomas, el espacio real del vínculo entre las ideologías 
teóricas de la electricidad y del magnetismo y las teorías 
políticas, morales y religiosas con las que según mi 
exposición se relacionan?
Para responder, comentaré la expresión “el fluido 
eléctrico se rechaza a sí mismo” (citada por Bachelard 
a propósito de la electricidad del siglo xvm), que pon­
dré en relación con la ley hegeliana de los contrarios 
(todas las cosas se niegan a sí mismas para transfor­
marse en sus contrarios). Hegel escribe:
La ley del magnetismo se formula como sigue: 
los polos del mismo nom bre se rechazan y los de 
nombres diferentes se atraen, los del mismo nom­
bre se oponen, los de nombre diferente concuer- 
dan. . . De una manera general, el acuerdo de los po­
los de nombre diferente y la oposición de los 
del mismo nombre no son pues fenómenos subse­
cuentes o aun particulares en relación a un mag­
netismo presumido, sino que expresan la natura­
leza misma del magnetismo y, por tanto, la na­
turaleza deí concepto cuando éste, en tanto activi­
dad, se plantea en esta esfera. (Hegel, Précis de 
VEncyclopédie, París, Vrin, 1952, p. 179.)
Algunas líneas antes del texto citado, Hegel indica que 
la actividad del concepto consiste en "plantear lo idén­
tico como distinto y lo distinto como idéntico”. Fun­
ciona aquí, bajo uno de sus aspectos, ese principio dia­
léctico de la negatividad que marca desde hace un siglo 
la mayor parte de las filosofías de la conciencia moral, 
política, religiosa, etc.: el destino de la conciencia (mo­
ral, política, religiosa) consiste en negarse a sí misma 
para llegar a ser lo que no es, o sea huir y salir de sí a 
la manera de esa extraña materia eléctrica de la que 
todo el siglo xvm repitiera que “ella se rechaza a sí 
misma”.
Fenómeno notable de la historia de las ideologías: la 
filosofía de la naturaleza restituye a las ideologías mo­
rales, políticas y religiosas lo que éstas le habían pres­
tado.
4 6 IDEOLOGÍA E HISTORIA DE LAS CIENCIAS
MICHEL FICHAN!
IDEA DE UNA HISTORIA 
DE LAS CIENCIAS
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a. D.
El estudio que se va a leer es la redacción, retomada 
y completada, de dos lecciones dadas en la Escuela 
Normal Superior (París, 1968), en ocasión del “Curso 
de filosofía para científicos”.
En el presente trabajo, conservamos la economía ge­
neral de dichas conferencias pero precisamos y amplia­
mos numerosos puntos, sobre todo mediante la presen­
tación de textos que justifican algunos de los análisis 
propuestos.
Mi proyecto no consiste en hacer una cronología de 
la historia de las ciencias; tampoco en esbozar un 
cuadro exhaustivo de la misma. En la primera parte 
he tomado a Fontenelle, Comte, Sarton, Duhem, como 
puntos de referencia de una concepción de la historia 
de las ciencias que es necesario circunscribir a lo esen­
cial de sus tesis epistemológicas para destruir más efi­
cazmente. En la parte positiva de mi trabajo —es decir, 
en el intento de construcción del concepto de historia 
de las ciencias a través de la noción capital de recu­
rrencia— no he utilizado la obra de Koyré porque su 
análisis implica un estudio que supera los límites de 
este ensayo. Pero no pude prescindir de esa obra a pro­
pósito de dos puntos esenciales, relativos a Duhem y 
Bachelard.
En su carácter inconcluso y en las múltiples imperfec­
ciones de su redacción, mi trabajo conserva todavía la 
marca de la forma oral a la que fuera destinado. ¡Sepa 
el lector disculparme!
He agregado en el Apéndice algunos textos de Bailly, 
Comte, Bachelard, Koyré, Cavadles y Dedekind. Esas 
extensas citas hubieran pesado en la lectura, pero son 
indispensables para apuntalar algunas de mis tesis. Aun 
así, se tendrá en cuenta que no se trata de una selec­
ción exhaustiva de textos concernientes a la historia 
y teoría de esta hipotética disciplina: la historia de las
5 0 IDEA DE UNA H ISTORIA DE LAS CIEN CIAS
ciencias. Todos esos textos se conocen y son de fácil 
acceso, salvo los fragmentos de las cartas de Dedekind 
—referidos a la relación entre su definición de los nú­
meros irracionales y la teoría griega de las proporcio­
nes—, que es una contribución inédita.
1. EL PROBLEMA DE LA HISTORIA
DE LAS CIENCIAS
Con el título de esta lección destinada a un auditorio 
de investigadores científicos he querido llamar la aten­
ción sobre una situación paradójica que muestra que la 
historia de las ciencias no es algo obvio. Encontramos 
esa misma situación cada vez que la filosofía pretende 
discutir con las ciencias a propósito de las formas de 
la construcción progresiva de estas últimas, de sü de­
venir.
Utilizamos "problema” en sentido objetivo, señalado 
por el empleo de la palabra en singular. No se trata 
aquí de los problem as que planteará la historia de las 
ciencias a quien intente practicarla, sino del problema 
de la existencia de una historia de las ciencias y en 
consecuencia de la existencia de una práctica especí­
fica que le correspondería en el universo de las prác­
ticas teóricas.
Este “problema” se refleja en cierto número de pre­
guntas diferentes y convergentes:
¿Para quién existe una historia de las ciencias?
¿Para quién es problema la historia de las ciencias? 
"Para quién”, es decir: ¿en qué lugar del discurso teó­
rico, en función de qué situación real de ese mismo 
discurso?
El planteo de tales preguntas nos sugiere cierta re­
lación de vecindad entre la historia de las ciencias y 
la filosofía. Porque el problema se plantea más por 
su interés que por su o b je to ,1 si se entiende "interés”
1 Después de dictadas estas lecciones, Georges Canguilhem publicó 
un conjunto de artículos bajo el título Éttides d'Histoire et de Philo- 
sophie des Sciences. Su introducción —inédita— se refiere al "Objeto 
de la historia de las ciencias", lo que en apariencia contradice nues­
tra afirmación. Pero se debe advertir que el autor comienza por plan­
tear el problema bajo la forma de una generalidad indeterminada: 
“¿De qué es historia la historia de las ciencias?” (p. 9); y declara:
5 2 IDEA DE UNA HISTO RIA DE LAS CIEN CIAS
en sentido objetivo y sistemático: toda disciplina teó­
rica debe corresponder a lo que Kant denomina un 
“interés de la Razón”.
Del mismo modo, utilizando un término tan vago 
como el de vecindad, preguntaremos:
¿En qué la historia de las ciencias "concierne” a la 
ciencia? ¿En qué la historia de las ciencias es concer­
nida por la ciencia?
Ubicaremos esta pregunta a partir de la comproba­
ción de la indiferencia de los científicos respecto a la 
historia de las ciencias, aun cuando hay excepciones: 
lo sabe quien ha leído Elém ents d ’histoire des mathé- 
m atiques de Bourbaki o Erwachende W issenschaft de 
Van der Waerden, entre otros. Estas excepciones plan­
tean, al pasar, el problema de su existencia —y de lo 
que ésta involucra respecto al concepto de historia de 
las ciencias. De todos modos, siguen siendo excepcio­
nes en el seno de una indiferencia generalizada.
De allí, una última pregunta: ¿esa indiferencia de 
hecho trae apareada una diferencia dé derecho, una 
diferencia polémicaentre el concepto de ciencia y el 
concepto problemático de historia de las ciencias (di­
ferencia que sería constitutiva de este último concepto)?
Cierto número de discursos reivindican de hecho la 
denominación de historia de las ciencias: para comenzar, 
nos bastará con buscar el concepto de la m ism a mediante 
una lectura crítica de aquellos discursos. De modo pro­
visorio, los diferenciamos según su origen, determinado 
a su vez por la formación teórica de sus autores. Encon­
traremos así una historia de los científicos, ya evocada, 
una historia de los filósofos —que va desde el empleo 
paradigmático de la historia de las ciencias al servicio
"El objeto del historiador de las ciencias sólo puede delimitarse me­
diante una decisión que le asigne su interés y su importancia", (p. 18.) 
Resumamos la tesis de este artículo:
1?) el objeto de la historia de las ciencias no es el objeto de la 
ciencia;
2?) la relación entre la historia de las ciencias y su objeto no es la 
relación entre una ciencia y su objeto;
3?) y, no obstante, la historia de las ciencias mantiene con la cien­
cia una relación a la vez paradójica y esencial. Es justamente 
esta relación que intentamos especificar aquí.
M IC H E L FIC H A N T 5 3
de una filosofía (de Kant [Prefacio a la segunda edición 
de la Crítica] a Brunschvicg), hasta la constitución de la 
historia de las ciencias como disciplina autónoma (Com- 
te, Bachelard, Koyré); para terminar, una historia que, 
a falta de otra denominación llamaremos historia de los 
historiadores de las ciencias dado que ellos exigen auto­
determinación e independencia respecto a los científicos 
y a los filósofos (Sarton y todos los autores anglosajo­
nes).
¿Esta diferencia se justifica? ¿Cómo se articulan es- . 
tas tres -historias entre sí?
§ 1 . L a historia de las ciencias practicada 
por los filóso fos
La aparición de esta historia, como la de toda “historia 
filosófica”, se produce en el siglo xvm. La misma nace 
de una generalización de la práctica de la historia enten­
dida como colección de documentos y de "memorias” 
tendientes a conservar la ciencia contemporánea (cf. la 
obra, de Fontenelle en el Secretariado perpetuo de la 
Academia de Ciencias, a partir de 1699). Las Academias, 
las Sociedades, las publicaciones científicas consolidan en 
memoria fechada y perpetuable el presente del saber: de 
allí en adelante se ejercerá la misma función respecto a 
los elementos de los que procede el saber, aun cuando 
para ello deban separarse de éste.
En esas circunstancias, la conciencia de vivir una revo­
lución de la ciencia se justifica por el doble triunfo de 
la física newtoniana y de las matemáticas del infinito. En 
ambos casos el siglo xvm cree poseer la refutación de la 
filosofía cartesiana: la física de Newton contra la ficción 
de la física de los torbellinos, el análisis del infinito con­
tra las limitaciones de la geometría algebraica.
Sin embargo, esta filosofía sigue justificando aquella 
conciencia de revolución.2 En primer lugar esto se ma­
2 Para una justificación de esta tesis —origen cartesiano de un dis­
curso histórico sobre la ciencia y la filosofía—, cf. el libro de Belaval, 
Leibniz critique de Descartes (cap. 2: "Révolution et tradition”) . En
5 4 IDEA DE UNA HISTO RIA DE LAS CIENCIAS
nifiesta en la postulación de una historia de las ciencias 
entendida como verificación de una filosofía del progre­
so. Cualquiera que sea su modelo (cf. más adelante), la 
idea de progreso presupone la unidad de la ciencia y la 
uniformidad de su devenir. No obstante, es imposible cir­
cunscribir la ruptura de la que nace la nueva física, la 
nueva cosmología, la nueva matemática: dicha ruptura 
pone en juego la totalidad del saber, ya que todas las 
partes del mismo están unidas a partir de la unidad del 
espíritu cognoscente. Todo el siglo xvm reitera el enun­
ciado de la Primera de las Reglas para la dirección del 
espíritu, a saber: la unidad del espíritu funda la unidad 
del saber.
Más aún, la conciencia (en parte ilusoria) de un des­
pertar y de un recomienzo de la ciencia origina la volun­
tad de conservar los efectos de los mismos (práctica de 
"Memorias" y colección de documentos), así como la 
conciencia del pasado en cuanto tal, cuya permanencia ya 
no es asegurada por la tradición. Tal es la condición de 
posibilidad de una historia como relato de un devenir 
orientado. Y es precisamente de la filoso fía cartesiana 
que el siglo xvnr extrae la formulación teórica de esta 
ruptura, aunque se le aparezca como anti-cartesiana la 
ciencia que la consuma en la práctica.
La idea de progreso —ley de devenir del saber— añade 
a los dos presupuestos indicados (unidad del saber, uni­
formidad de su devenir) el de la solidaridad entre la his­
toria de la ciencia y la historia general: aquélla sumi­
nistra modelos y ejemplos para ésta. Así concebido, el 
progreso se manifiesta según dos representaciones, a 
menudo entrecruzadas: acumulación y evolución o de­
sarrollo. La referencia a cualesquiera de estas represen­
taciones remite siempre a una ilustración cartesiana: * * * * *
La Philosophie et son Passé (pp. 28-29), Brehier declara: “Se era anli-
histórico por esencia, se cortaba toda raíz en el pasado y se hacía 
comenzar la filosofía —al menos en su intención— en los procesos 
presentes de cada individuo o más bien en esa luminosidad intemporal
y siempre actual de las ideas verdaderas. En cierto sentido, no hay
nada que sea más falso . . . Descartes no es el enemigo de la historia 
propiamente dicha sino más bien del comentario que otorga ese dere­
cho al pasado sobre el presente, derecho que la historia precisamente 
le rehúsa”.
m i c h e l f i c h a n t 5 5
a) El m odelo de la acumulación. La unidad del saber 
es la de un esquema espacial: vacío a colmar por incor­
poraciones sucesivas. “Porque la naturaleza de las ver­
dades es tal —escribe Fontenelle— que siempre están 
prontas a recibir entre ellas a otras verdades, dejándo­
les, por así decir, lugares que estas últimas no tienen 
más que ocupar."3
Coexisten aquí el azar —puesto que el esquema espa­
cial es indiferenciado— y la pre-adaptación, ya que toda 
verdad aún no conocida tiene un lugar reservado cuyo 
vacío la reclama. La unidad del saber es la de un me­
canismo que al completarse se complica: esta comple­
jidad es la ocupación, el llenado de las lagunas, la 
inscripción que ocupa los espacios blancos.
Ilustración cartesiana: la cadena (caleña scientiarum ) , 
con la salvedad no despreciable de que no se trata ya 
de recorrerla por orden sino de agregar los eslabones 
que faltan, tal como se presentan.
b) El m odelo de la evolución se formula según dos 
lenguajes:
— según un lenguaje "cosmológico” que atribuye a los 
conceptos y a las verdades una especie de fuerza de 
atracción que los asocia en un sistema; 4
— según un lenguaje “biológico” en el que se llama 
evolución al desarrollo de lo preformado o latente. El 
progreso es entonces la actualización de lo que está con- 8
8 Préface des Éléments de la Géometrie de l'Infini (CEuvres, t. VI, 
p. 38); se trata de Cavalieri. Fontenelle señala su posibilidad de jus­
tificar la geometría de los indivisibles mostrando su compatibilidad 
con los métodos antiguos: "Podemos persuadirnos de esto mediante 
un cierto orden natural, por un simple vínculo que se encuentra entre 
las proposiciones antiguas y las nuevas”.
4 Cf. Fontenelle, Préface sur l'utilité des mathématiques et de la 
physique, et sur les travaux de l’Académie des Sciences (CEuvres, t. VI, 
p. 75): A propósito de los "fragmentos aislados” que componen las 
publicaciones de la Academia, Fontenelle escribe: "Tal vez llegue un 
tiempo en que estos fragmentos aislados serán unidos en un cuerpo 
regular; y si ellos son tal como los deseamos, en cierto modo se unirán 
por sí mismos. Una vez que diferentes verdades separadas existen 
en número suficiente, ofrecen al espíritu sus relaciones y su depen­
dencia mutua de un modo tan vivo que, una vez separadas

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