Logo Studenta

v49n4p350

¡Estudia con miles de materiales!

Vista previa del material en texto

APLICACION DE LA ANTROPOLOGIA SOCIAL A NUESTROS 
PROGRAMAS DE SALUD PUBLICA* 
EDUARDO SOLER, CARLOS ALFARO, M.D., M.P.H., JAVIER SALDAÑA, M.P.H. 
Y JOSE CEBRIAN 
De la División de Educación para la Salud del Ministerio de Salud Pdblica y Asistencia 
Social del Perú 
INTRODUCCION 
Hasta hace más o menos una década, los 
servicios de salud del Perú se desarrollaban 
con arreglo a ciertas pautas rígidas de orien- 
tación. Estas concedían más significación a 
los programas de salud en sf que a los bene- 
ficiarios de los mismos. Y era muy natural 
que así fuera, porque los especialistas en ma- 
teria de salud se atenían estrictamente a los 
principios tradicionales que habían adqui- 
rido. De esta suerte, el ingeniero sanitario 
sabia cómo crear un ambiente que no pusiera 
en peligro la salud; el médico sabía la manera 
de proteger la salud del individuo y de la 
colectividad; la nutricionista, qué clase de 
alimentos recomendar a una población. En 
cambio, para todos ellos resultaba incom- 
prensible la indiferencia o rechazo por parte 
de la gente hacia los servicios que se les brin- 
daban. Su sorpresa llegaba al clímax al atri- 
buir tal indiferencia al desagradecimiento o 
a la ignorancia. De no ser así, i cómo explicar 
la resistencia de la gente a cosas que les be- 
nefician, tales como las campañas de vacu- 
nación o las extracciones de sangre para in- 
vestigar los casos de sífilis, o la indiferencia 
en usar los silos sanitarios 0 una cosa tan 
simple como el hervir el agua? Estas y mu- 
chas otras dudas eran causa de permanentes 
cavilaciones del personal de salud pública. 
Por fortuna, parece que las indicaciones de 
algunos antropólogos inclinaron a que se pen- 
sase en la trama emotiva de la gente, en sus 
características culturales, antes que en éxito 
o fracaso del programa per se. 
Ciertamente, no se da toda la importancia 
* Trabajo presentado en el Seminario y Mesa 
Redonda de Ciencias Sociales, organizado por el 
Instituto de Etnología de la Universidad Nacional 
Mayor de San Marcos, y realizado del 17 al 23 de 
agosto de 1959, en Lima, Per& 
que tiene el conocer las causas fntimas del 
comportamiento de las personas. 
Esto es muy explicable. Si los cambios en 
grupos de individuos de una colectividad sólo 
se producen tras largos períodos, estos cam- 
bios resultan doblemente difíciles de entender 
por personas que tienen una formación pro- 
fesional especializada, de nivel universitario, 
quienes se supone han recibido la mejor en- 
señanza en los centros docentes superiores. 
La educación sanitaria y la antropologfa social 
Sin lugar a dudas, la educación sanitaria- 
como actividad b&ica en las labores de salud 
pública-, se funda en el conocimiento de la 
antropología social. De ahí que, una cam- 
paña de inmunización, el control de roedores 
o el abastecimiento del agua potable, para 
que sean aceptados por el público y en con- 
secuencia para contar con su apoyo y parti- 
cipación activa, exigen del trabajador de sa- 
lud pública un previo conocimiento de los 
hábitos de la población, de sus intereses y de 
los cambiantes y complejos problemas re- 
conocidos por ellos mismos. Sdlo así se puede 
motivar el cambio o la adquisición de nuevos 
hábitos, mediante la utilización de adecuados 
métodos educativos. Conviene tener en 
cuenta que la educación sanitaria no es res- 
ponsabilidad ~610 del educador sanitario, sino 
de todos los trabajadores de salud pública. 
De aquí que todo el personal sanitario es 
agente de los cambios de ciertos hábitos rela- 
cionados con la salud y enfermedad del in- 
dividuo y la colectividad. 
Si bien es cierto que los trabajadores de 
salud pública ejercen o deben ejercer funcio- 
nes educativas, para que éstas sean real- 
mente provechosas, es necesario que el per- 
sonal que las realiza posea la habilidad nece- 
350 
Octubre 19601 LA ANTROPOLOGIA Y LOS PROGRAMAS DE SALUD PUBLICA 351 
saria. Ya se indicó que si bien los diferentes 
funcionarios están preparados para ejecutar 
sus tareas en el campo de su respectiva espe- 
cialidad, en cambio, no están al tanto de los 
principios que rigen el aprendizaje. Por esta 
razón, el educador en salud pública los ayuda 
en la aplicación de ciertos métodos para con- 
seguir que la gente cambie sus conceptos, ac- 
titudes y prácticas. A fin de que la labor edu- 
cativa de este personal contribuya a extirpar 
ciertos conceptos corrientes, como, por 
ejemplo, “que la carne es menos nutritiva 
que el caldo”; “que la quinua es el alimento 
de los pobres”; “ que el curandero cura mejor 
que el médico”; r‘que el paludismo se debe a 
comer fruta verde o al susto”; “que el ta- 
maño de los órganos genitales masculinos es 
consecuencia de la longitud del cordón um- 
bilical que se deja en el bebé”, etc., etc. Para 
lograr esto, la educación sanitaria, con el 
auxilio de las ciencias sociales, procura que el 
aprendizaje no se limite a una simple trasmi- 
sión de conocimientos y que, más bien, se 
valga de los mismos vocablos de la gente; 
respetando sus costumbres, hábitos y sis- 
tema de valores; logrando que el que aprende 
no sea un mero receptor, sino un agente ac- 
tivo en la elaboración de su aprendizaje; y 
empleando materiales objetivos, previa- 
mente probados y cuidadosamente confeccio- 
nados. Por ejemplo, en una campaña contra 
la parasitosis intestinal, efectuada en Tara- 
poto, se emplearon unas cartillas donde se 
decía: “No sea pocheco”, en lugar de “Evite 
la anemia” o “Combata las parasitosis”. Se 
usaba la palabra “pocheco” por ser de uso 
local, equivalente a “parasitado, anémico, 
pálido”. 
La necesidad de una buena selección de 
los materiales de enseñanza, como las pelícu- 
las, se evidencia en la experiencia de Vitos. 
Allí un grupo de indígenas vió una película 
relativa al tifo. Al tratar de averiguar el 
efecto producido en el grupo por dicha pelí- 
cula, se llegó a establecer que, pese a las 
enseñanzas de la película, indicaban un 
agente trasmisor de la enfermedad dis- 
tinto del piojo. Además, pensaban que “el 
piojo de Vitos era más pequeño que el pre- 
sentado en la película”. Las limitaciones in- 
herentes al uso indiscriminado de los medios 
audiovisuales constituyen un reto perma- 
nente para los trabajadores de salud pública. 
Aquí es donde la antropología social puede 
permitirnos hallar nuevas técnicas de ense- 
ñanza y, en general, alguna fórmula que per- 
mita a los trabajadores de salud pública mo- 
dificar en sentido favorable los hábitos y la 
conducta de la gente con la que trabajan. 
La diversidad de factores culturales de que 
depende el éxito de los programas sanitarios, 
permite plantear las siguientes interrogantes: 
¿Estará preparada la gente para apreciar 
los beneficios de la medicina preventiva? 
<Podrá una persona saludable percatarse 
de que se mantiene sana por observar los dic- 
tados de la medicina preventiva? 
El personal sanitario, que, con frecuencia 
se mira como si perteneciese a otra clase so- 
cial, ítendrá la misma aceptación e inspi- 
rará la misma confianza que los curanderos, 
las comadronas y brujos de una localidad? 
En general, si los trabajadores de salud 
pública no reconocen y se valen de las creen- 
cias populares relacionadas con la enferme- 
dad y la salud, ipodrán lograr la aceptación 
de la gente a los principios que preconizan? 
Estas y muchas otras interrogantes han 
hecho que la División de Educación para la 
Salud considere en sus planes futuros la ne- 
cesidad de contar entre su personal con dos 
antropólogos sociales más, para que reali- 
cen estudios iniciales, adiestren al personal 
y efectúen trabajos previos y correctivos. 
La División propugna que para la educación 
sanitaria y la salud pública en general, es 
preciso el conocimiento previo de la colectivi- 
dad en la cual se actúa, porque este conoci- 
miento contribuye al éxito de dichas activi- 
dades. Para lograr los objetivos que persigue 
la salud pública, el estudio de la colectividad 
implica el conocimiento de las ideas de la 
gente en cuantoa la etiología de las enferme- 
dades, de su actitud frente al personal y los 
servicios médicos, la organización social, los 
medios de información existentes, los intere- 
ses, los problemas, las aspiraciones, etc. 
Si se admite que la educación sanitaria 
352 BOLETIN DE LA OFICINA SANITARIA PANAMERICAKA 
contribuye a cambiar en la gent,e hábitos y 
conceptos equivocados o que suponemos 
equivocados, por otros correctos, lógirament,e 
aquéllos deben ser conocidos de antemano. 
Estudios de esta naturaleza y su empleo en 
la educación se podrían ilustrar con algunos 
casos ocurridos entre nosotros : 
En la Unidad de Salud de Magdalena del 
Mar, antes de enseñar a un grupo de madres 
de dónde procede la leche en polvo, cómo se 
prepara y cuál es su valor nutritivo, el edu- 
cador sanitario colaboró con los demás miem- 
bros del equipo de salud en la invest,igación 
de las ideas de las madres sobre dichos aspec- 
tos, de la cual se obtuvieron valiosos resulta- 
dos. De las madres encuestadas, el 97 % creía 
que la leche en polvo “es un vegetal mezclado 
con harinas”, que “es harina de frijoles y ha- 
bas”, que ‘<es suero de leche”, o que “pro- 
viene del algodón”. Resultó que tampoco sa- 
bían en qué proporción debía mezclarse el 
agua con la leche, y, en ruanto al valor nu- 
tritivo de este producto, opinaron que la 
leche fresca era más nutritiva. Este estudio 
convenció al personal de salud de la necesi- 
dad de acentuar más la discusión ron las 
madres sobre los conceptos erróneos que te- 
man acerca de la leche en polvo. 
En Puno, en una campaña sanitaria efec- 
tuada en una poblaci6n indígena, antes de 
realizar un programa educativo tendiente a 
vencer la resistencia de la gent’e a la aplica- 
ción de la vacuna antivariólica, se averigua- 
ron las causas de tal resist,encia. Esta averi- 
guaci6n puso al descubierto temores tales 
como “que los extranjeros estaban ensayando 
un tipo de vacuna con ellos . . .“, “que en 
Puno había superpoblación y que por eso se 
empleaba la vacuna romo un medio de ex- 
terminio . . .“, “ que se la usaba para esteri- 
lizarlos”, etc. El conocimiento de estos re- 
celos fue el punto de partida para persuadir, 
primero a los dirigentes locales y, mediant,e 
ellos, al resto de la gente, de la necesidad y 
la utilidad de la vacunación. 
Estas lfneas nos hrindan la oportunidad 
de mencionar otros ejemplos de campañas de 
salud que fracasaron, debido mayorment,e 
a la poca o ninguna importancia que se dio a 
los factores culturales del grupo a que se 
destinaban, y al hecho de haber seguido 
rígidamente la ley. El Departamento de 
Salud l’ública Veterinaria, en colaboración 
con el Cent,ro de Salud del Rííac, realizó 
hace poco una campaña de vacunación an- 
tirrábica canina en Cantagallo. Durante la 
fase educativa, se consiguió la participación 
de la colectividad para hacer el censo canino 
y otras actividades complementarias. Desa- 
fortunadamente, en plena campaña de vacu- 
nación, los atrapadores de canes atraparon al 
único perro de uno de los líderes del barrio, 
el más activo en la campaña, porque la ley 
establece que todo perro vagabundo debe 
ser conducido a la cámara de gas. Esta situa- 
ci6n ocasionó un cambio brusco de la actitud 
de los pobladores, y ~610 se consiguió vacu- 
nar de esta suerte el 81% de los perros cen- 
sados. 
Algo semejante ocurre en el programa de 
erradicación de la malaria. Durante el primer 
rociado de las viviendas con insecticida de 
acción residual, se presentaron innumerables 
problemas de carácter cultural, de falta de 
comprensión y otros, que hicieron imposible 
la “cobertura total”. Citaremos algunos 
ejemplos : “Los insecticidas de ahora-de- 
cía mucha gente-no sirven para matar 
todos los insectos que molestan (zancudos, 
cucarachas, moscas)“. “El insecticida es un 
veneno que mata a las personas.” “El rocia- 
dor no debe hablar con una mujer casada, a 
menos que esté presente su esposo.” “En las 
viviendas donde hay enfermos, no debe ro- 
ciarse con insecticidas porque pueden fraca- 
sar los remedios de los curanderos.” “En las 
casas donde se hace el velorio de algún 
muerto, no debe entrar una persona extraña, 
porque ést’a puede ahuyentar al espíritu pro- 
tector del difunto.” “ La visita de un extraño 
puede coincidir con el canto del pájaro de 
mal agüero sobre el t,echo de la casa. En- 
tonces, dicho extraño es seguro que lleva 
desgracias a la casa.” 
Conviene también registrar los temores de 
la gente sobre perjuicios económicos y de 
otra índole. Suele decir: “Los insecticidas 
manchan las paredes y los muebles, y destru- 
Octubre 19601 LA ANTROPOLOGIA Y LOS PROGRAMAS DE SALUD PUBLICA 353 
yen los pisos de asfalto.” “Los insecticidas 
pueden matar a los animales domésticos.” 
“Después del primer rociado, los zancudos 
molestan más en las casas.” “Los primeros 
rociadores se llevaron ciertos objetos de valor 
de algunas casas; otros cobraron por el in- 
secticida y no pocos dejaron sin pagar sus 
deudas de alojamiento y pensión.” A todo 
esto se agrega la actitud irreverente de los 
rociadores ante las estampas religiosas o foto- 
grafías de familiares colgadas en las paredes, 
o la acci6n coactiva de las autoridades para 
imponer-en nombre de la ley-el rociado 
de algunas casas cuyos dueños oponían re- 
sistencia. 
Por ser de actualidad el programa de erra- 
dicación de la malaria, creemos que vale la 
pena agregar algo más. Se dice que el objeto 
del rociado “no es la matanza de todos los 
zancudos, ni siquiera de todos los que entran 
a las casas, sino simplemente de los anofelinos 
que puedan estar infectados o alberguen pa- 
rásitos de malaria por haber picado a un por- 
tador de gametocitos”. Para el personal téc- 
nico, es segurament,e fácil entender esta 
teoría de la erradicación de la malaria; em- 
pero, se ha comprobado que el público en 
general tiene grandes dificultades para in- 
terpretar este principio, y mucho más cuando 
se agrega que “entre los anofelinos sólo la 
hembra es portadora de los parásitos del pa- 
ludismo”. Para hacer más accesible este 
hecho al público, el educador sanitario acon- 
seja que se relacione el problema con la ex- 
periencia local, con las creencias y supersti- 
ciones, y en particular, que se recurra a ideas 
y términos sencillos. Es lógico que se recal- 
que la importancia de la aplicación de la 
antropología en ést’e y otros programas simi- 
lares para que, mediante el estudio previo 
de las localidades en las que han de desarro- 
llarse, se haga buen uso de cualquier inver- 
sión monetaria y se eviten los fracasos. 
Citaremos un último ejemplo de fracaso de 
un trabajo sanitario por haber omitido un 
pequeño detalle. El departamento de inge- 
niería de la Unidad Sanitaria de San Martin, 
proyectó construir un pozo de agua potable 
en el barrio denominado Banda de Shilcayo. 
La obra se inició con mucho entusiasmo, con 
la decidida participación de los vecinos y 
dirigentes oportunamente descubiertos y 
aprovechados con habilidad. Este entusiasmo 
se refleja bien en eI siguiente mensaje que 
prepararon los pobladores : 
“!Los vecinos de la Banda de Shiicayo, siguen 
adelante! Solidarios y alegres abren la tierra; 
porque quieren que el agua cristalina, pura, sin 
‘bichos’ (lombrices) y sin microbios, salga de las 
profundidades. Aman su salud y quieren defen- 
derla. Por eso trabajan en esta hermosa obra y se 
han unido, como hermanos, para coger la pala, el 
pico y el barreno. 
“Todos trabajan. Las mujeres hacen chicha 
para los trabajadores. Igualmente organizan 
fiestas y rifas para reunir el dinero que rs des- 
tinado a la compra de materiales. n’adie deja de 
contribuir con su esfuerzo a que el agua sea una 
garantía de salud y sacie la sed de la poblacibn. 
“Pasarán muchos días, quizá algunos meses. 
Don Julián, don Pedro, don ildolfo, don Hermó- 
genes, don Gregorio, todos los vecinos-quién 
sabe-gastarán su esfuerzo, consumirán sus ener- 
gías. Pero pronto tendrán un pozo de agua. Sí, 
de agua sana, en la Plazuela. Allí las mujeres,los 
niños, todos iran a recogerla, sin miedo a los 
‘bichos’ que quebrantan su salud, que los vuel- 
ven ‘pochecos’ (pálidos) y les impiden trabajar 
en sus labores diarias. 
“Entonces, ya no caminarán en pos de agua 
kilómetros y kilómetros por resbalosos caminos, 
bajo la amenaza de lluvias torrenciales ni del 
calor sofocante. 
“Con el pozo en la Banda de Shilcayo flore- 
cerá una vida nueva. Todos serán fuertes. Podrán 
trabajar contentos.” 
Este hermoso ejemplo de los pobladores 
de la Banda de Shilcayo reffeja claramente 
sus problemas y aspiraciones que, desafortu- 
namente, quedaron truncos, pues, terminada 
la construcción del pozo, el ingeniero sani- 
tario dispuso que se clorase el agua. El sabor 
del agua con cloro desagradó a la gente, 
y por esta razón, nadie usó el agua de aquel 
pozo. 
Es muy lógico que así haya ocurrido. Los 
pobladores de Shilcayo, como cualquier otro 
grupo, tienen una realidad socio-cultural 
muy compleja, en la que los problemas sani- 
354 BOLETIN DE LA OFICINA SANITARIA PANAMERICANA 
tarios-como la falta de agua potable-, son 
tan s610 un aspecto y está naturalmente li- 
gado a muchos otros de su sistema social y 
cultural; en tales circunstancias, cualquier 
cambio operado en un determinado aspecto 
de la cultura de un grupo, repercutirá inme- 
diatamente en otras manifest,aciones cultu- 
rales. 
Todos estos fenómenos aislados que ocu- 
rren, bien en Magdalena con lo que piensan 
las madres sobre la calidad y valor nutritivo 
de la leche en polvo; bien en Vitos, donde 
la gente interpretó de acuerdo con su ma- 
nera de entender ciertas imágenes de la 
pelicula sobre el tifo; bien en Cantagallos, 
donde los pobladores chocaron con la aplica- 
ción implacable de una ley sobre perros 
callejeros, que son los guardianes de sus 
viviendas inseguras; y, en fin, con los rocia- 
dores de insecticidas que, voluntaria o invo- 
luntariamente, violan el complejo sistema 
cultural de la colectividad, son realidades 
que los trabajadores de salud pública no 
saben interpretar y concebir claramente de- 
bido a las limitaciones que les impone su 
respectiva especialización. De aquí que un 
nuevo técnico, el antropólogo social, esté re- 
volucionando los métodos de la educación 
sanitaria. 
Está demás decir que la “salud” en sí es 
una mera abstracción; no obstante, en 
cuanto una condición de “bienestar físico, 
mental y social”, constituye un valor de 
primer orden para los trabajadores de salud 
pública, mientras que para los mismos pobla- 
dores que reciben los servicios de salud puede 
no tener significación alguna. Esto induce a 
estudiar el sistema de valores de la colecti- 
vidad a la que se sirve, porque es probable 
que en él haya otros más importantes que 
la salud. 
Los pocos ejemplos citados son de por sí 
elocuente testimonio de la necesidad de que 
los programas de salud pública utilicen los 
conocimientos de la antropología social. Por 
fortuna, se está acrecentando el interés por 
su aplicación. En el caso de la División de 
Educación para la Salud del Ministerio de 
Salud Pública, del Perú, se ha evidenciado 
ya tal interés al incorporar entre sus educa- 
dores de salud a un antropólogo titulado por 
el Instituto de Etnologfa de la Universidad 
Nacional de San Marcos. 
CONCLUSIONES 
1. Esporádicamente ya se está aplicando 
la antropología social a los programas de 
salud pública y se acrecienta cada vez más 
el interés de los trabajadores de salud en 
dicha aplicación. 
2. Hay que aceptar las limitaciones que 
tienen los trabajadores de salud pública, 
quienes, al no conocer las características so- 
cioculturales de las colectividades que sirven, 
no podrán motivarlas para inducir en ellas 
los cambios deseados. 
3. Todo programa llevado a cabo por una 
entidad oficial para mejorar las condiciones 
de vida de una población, requerirá el aseso- 
ramiento de personas competentes en cien- 
cias sociales; se evitarán así gastos innecesa- 
rios, pérdida de tiempo y, sobre todo, no 
provocar malentendidos socio-culturales en- 
tre los pobladores, o dicho simplemente, para 
no hacer más mal que bien.

Continuar navegando