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— BIBLIOTECA DE PENSAMIENTO & SOCIEDAD, 84 Los trabajos recogidos en este volumen examinan un aspecto que ha recibido relativamente poca atención: el persistente legado de conflictos, violencia y terrorismo en buena parte de los países de Latinoamérica. El capítulo inicial considera las distintas formas de violencia existentes en la Latinoamérica contemporánea y sus implicaciones para la reconstrucción de la sociedad civil y la consolidación de la gobernabilidad democrática. En la primera parte, las contribuciones examinan los recientes conflictos civiles en el sur de México, Centroamérica y Perú, con especial atención a los aspectos étnicos que han configurado dichos conflictos. En la segunda parte se revisan las dimensiones histórica, política y cultural de algunos conflictos específicos –México, Argentina y Colombia–. En la parte final, se avanzan algunas hipótesis sobre los procesos de transición en deter- m inados países. ft, Ediciones Universidad Salamanca LA LLIBRERIA DE LA UN VERSITAT 111111 1111111 Ediciones Universidad ISBN: 84-7800-867-5 KEES KOONINGS y DIRK KRulir (cels.) LAS SOCIEDADES DEL MIEDO El legado de la guerra civil, la violencia y el terror en América Latina LAS SOCIEDADES DEL MIEDO KEES KOONINGS Y DIRK KRUIJT (EDS.) LAS SOCIEDADES DEL MIEDO El legado de la guerra civil, la violencia y el terror en América Latina Traducción de: Jesús Torres del Rey MI. Rosario Martín Ruano Jorge J. Sánchez Iglesias EDICIONES UNIVERSIDAD DE SALAMANCA ACTA SALMANTICENSIA BIBLIOTECA DE PENSAMIENTO Y SOCIEDAD, 84 de esta edición: Ediciones Universidad de Salamanca y los autores de la traducción: Jesús Torres del Rey, Ma Rosario Martín Ruano y Jorge J. Sánchez Iglesias ia edición: noviembre, 2002 I.S.B.N.: 84-7800-867-5 Depósito legal: S. 1.445 2002 Ediciones Universidad de Salamanca Apartado Postal 325 37080 Salamanca Impreso en España-Printed in Spain IMPRENTA CALATRAVA, SOC. Com Pol. Ind. El Montalvo Tel. y Fax 923 19 02 13 Salamanca Todos los derechos reservados. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse ni transmitirse sin permiso escrito de Ediciones Universidad de Salamanca.. 4 CEP. Servicio de Bibliotecas Las SOCIEDADES del miedo : el legado de la guerra civil, la violencia y el terror en América Latina / Kees Koonings y Dirk Kruijt (eds.), ; traducción, Jesús Torres del Rey, M. Rosario Martín Ruano, Jorge J. Sánchez Iglesias. — La ed.— Salamanca : Ediciones Universidad de Salamanca, woi 17 x 24 cm.—(Acta Salmanticensia. Biblioteca de Pensamiento y Sociedad ; 84) Actas de congreso t. Violencia-América Latina-Congresos- 2- Revoluciones-Aspecto social- América Latina-Siglo 2o.a-Congresos. I. Koonings, Kees. II. Kruijt, Dirk. 323.27/.28(8)"19"(061.3) ÍNDICE PREÁMBULO 13 AGRADECIMIENTOS 15 SOBRE LOS AUTORES 17 NOTA DE LOS TRADUCTORES 19 I. INTRODUCCIÓN: LA VIOLENCIA Y EL MIEDO EN AMÉRICA LATINA Dirk Kruijt y Kees Koonings 21 LA VIOLENCIA Y EL DESARROLLO DE LAS NACIONES EN AMÉRICA LATINA 24 LA VIOLENCIA EN EL ORDEN TRADICIONAL 27 POLÍTICA DE MASAS, VIOLENCIA POLÍTICA Y «GUERRAS INTERNAS» 28 LA VIOLENCIA EN LA AMÉRICA LATINA POST-AUTORITARIA 32 LAS AMENAZAS AL ORDEN SOCIAL PACÍFICO: POBREZA, MARGINA- LIDAD Y EXCLUSIÓN 34 LAS SOCIEDADES DEL MIEDO: CAUSAS Y CONSECUENCIAS 37 Los CONTENIDOS DEL LIBRO PRIMERA PARTE: LAS DIMENSIONES SOCIALES, POLITICAS Y ÉTNICAS DE LA GUERRA CIVIL II. EJERCICIOS DE TERRORISMO DE ESTADO: LAS CAM- PAÑAS CONTRARREVOLUCIONARIAS EN GUATE- MALA Y PERÚ Dirk Kruijt PERÚ: LA GUERRA CIVIL, SENDERO LUMINOSO Y LAS FUERZAS ARMADAS GUATEMALA: BA JO EL FUEGO PERMANENTE DE BA JA INTENSIDAD 5 3 54 64 8 INDICE APUNTES FINALES 75 APÉNDICE I. EJECUTIVOS NACIONALES EN PERÚ (193o-2cm) 78 APÉNDICE II. EJECUTIVOS NACIONALES DE GUATEMALA (193o-2ooi) 79 III. COSECHANDO TEMPESTADES: LAS RONDAS CAMPE- SINAS' Y LA DERROTA DE SENDERO LUMINOSO EN AYACUCHO Carlos Iván Degregori 81 LOS JÓVENES RURALES Y EL CAMPESINADO 81 LA ORGANIZACIÓN DE LA PRODUCCIÓN 84 EL NUEVO PODER 85 RACIONALIDAD ANDINA FRENTE A RACIONALIDAD SENDERISTA 87 LA SEGURIDAD DE LA POBLACIÓN 92 ADAPTACIÓN-EN-RESISTENCIA 93 EXTERIORIZACIÓN 94 RESISTENCIA CAMPESINA Y RONDAS CAMPESINAS 95 PUNTOS CIEGOS Y DERROTA DE SENDERO LUMINOSO 99 ESENCIAS EN ACCIÓN Too CONCEPCIONES DEL TIEMPO Y EL ESPACIO LA CULTURA ANDINA lo' IV. «BIENVENIDOS A LA PESADILLA»: REFLEXIONES SOBRE LOS GUERREROS SIN ROSTRO DE LA RE-VUEL- TA DE LACANDONA (CHIAPAS, MÉXICO, 1994) Arij Ouweneel 105 PERSPECTIVA ENDÓGENA, PERSPECTIVA EXóGENA io5 VOCES DE LA SELVA io8 VOCES DE LA MONTAÑA LA RESTAURACIÓN DEL ORDEN 115 SEGUNDA PARTE: LAS CONSECUENCIAS A LARGO PLAZO DE LA VIOLENCIA, EL TERROR Y EL MIEDO V. VIOLENCIA POLÍTICA EN EL MÉXICO POST-REVO- LUCIONARIO Alan Knight 121 INDICE 9 VI. EL MIEDO A LA INDIFERENCIA: LOS TEMORES DE LOS COMBATIENTES SOBRE LA IDENTIDAD POLÍ- TICA DE LOS CIVILES DURANTE LA GUERRA SUCIA ARGENTINA Antonius Robben 141 LA APARICIÓN DE LA VIOLENCIA POLÍTICA EN ARGENTINA 142 LA ESTRUCTURA DE LA RIVALIDAD DURANTE LOS SETENTA 146 RIVALIDAD, ALIANZA E INDIFERENCIA 149 Los INDECIDIBLES Y LO SINIESTRO 153 VIOLENCIA Y MORALIDAD 155 VII. DE LA BANALIDAD DE LA VIOLENCIA AL TERROR REAL: EL CASO DE COLOMBIA Daniel Pécaut 15 7 LA CONEXIÓN ENTRE LOS DISTINTOS TIPOS DE VIOLENCIA 159 LA VIOLENCIA COTIDIANA: LA TRAYECTORIA DE LOS INDIVIDUOS Y LA LÓGICA DE LA PROTECCIÓN 164 LAS FORMAS DE TERROR 169 EL TERROR SILENTE 175 CONCLUSIÓN 181 TERCERA PARTE ¿TRANSICIONES DEMOCRÁTICAS PACÍFICAS? PERSPECTIVAS Y PROBLEMAS VIII. MEMORIA COLECTIVA, MIEDO Y CONSENSO: PSICO- LOGÍA POLÍTICA DE LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA EN CHILE Patricio Silva 1 85 EL PERSISTENTE RECUERDO DEL PASADO 187 La amenaza del otro 188 Una sociedad saturada 189 LA INSTITUCIONALIZACIÓN DEL MIEDO 190 Protección ante la inseguridad 190 Entre la gratitud' el temor 192 Consumismoy apatía 193 TRANSICIÓN A LA INCERTIDUMBRE 195 El despertar de la sociedad civil 195 Renovación ideológica 197 El plebiscito de 1988y sus consecuencias 198 '10 INDICE MIEDO, CONFIANZA Y CONSENSO 200 La vigencia del pasado: la cuestión de los derechos humanos 2o3 REFLEXIONES FINALES 2o6 POST SCRIPTUM 2o6 IX. SOMBRAS DE VIOLENCIA Y TRANSICIÓN POLÍTICA EN BRASIL: DEL RÉGIMEN MILITAR AL GOBIERNO DEMOCRÁTICO Kees Koonings 211 ASCENSO Y CAÍDA DEL AUTORITARISMO MILITAR 212 La militarización de la política 212 La consolidación del régimen militar 215 Violencia' represión bajo el régimen militar 216 La lógica del miedo controlado: la transición democrática" el eje'rcito 221 EjÉRCITO Y POLITICA DESDE 1985 226 El problema de la tutela 227 El legado de represióny la cuestión de los derechos humanos 23o DIMENSIONES POLÍTICAS E INSTITUCIONALES DE LA NUEVA DEMOCRACIA 232 Política civil tras 08 f 232 La consolidación de la democracia: balance provisional 236 LA AMENAZA ACTUAL DE LA VIOLENCIA 239 Conflictos sociales" violencia 240 La nueva guerra: crimen contra la sociedad 243 CONCLUSIÓN 245 X. TRANSICIÓN Y VIOLENCIA. REFLEXIONES SOBRE EL CAMBIO POLÍTICO EN MÉXICO Wil Pansters 247 Los PILARES DEL AUTORITARISMO MEXICANO 249 AUTORITARISMO Y CAMBIO 252 INTERROGANDO LA TRANSICIÓN MEXICANA 255 ELECCIONES 25 6 CORPORATIVISMO 26o EL HORIZONTE TEMPORAL 262 EL UNIVERSO DE LEALTADES PRIMORDIALES 264 TRANSICIÓN, VIOLENCIA Y MIEDO 268 APUNTES FINALES 272 ÍNDICE I 1 XI. UN PAIS A LA DERIVA: CRISIS Y TRANSICION EN CUBA Gert Oostindie 275 EL OCASO DE LA REVOLUCIÓN 276 LAS CRISIS REGISTRADAS A MEDIADOS DE LOS NOVENTA 277 DECLIVE ECONÓMICO 278 DISIDENCIA Y REPRESIÓN 279 LA CRISIS INTERNA 28o EL RESURGIR DE LA «RAZA» 283LA CRISIS INTERNA: SUFRIMIENTO, IRA Y MIEDO 286 LA HABANA VIEJA 287 LA RESISTENCIA DEL RÉGIMEN 289 ESCENARIOS PARA LA TRANSICIÓN 291 FIN DE SIÉCLE 293 POST SCRIPTUM, 1998 295 XII. EPÍLOGO: REFLEXIONES SOBRE EL TERROR, LA VIOLENCIA, EL MIEDO Y LA DEMOCRACIA Edelberto Torres-Rivas 297 LA DEMOCRACIA NO ES IRREVERSIBLE 297 LA VIOLENCIA NO TIENE PUNTO DE PARTIDA EN LA HISTORIA 298 LA UBICUIDAD DE LA VIOLENCIA 299 EL TERRORISMO DE ESTADO 301 LA TRIVIALIZACIÓN DEL HORROR 30 3 TRANSICIONES CON MIEDO 306 DEMOCRACIA Y PODER SIN VIOLENCIA 308 POST SCRIPTUM 312 BIBLIOGRAFÍA 313 REALIDADES LATINOAMERICANAS: ¿EN QUÉ MANOS ESTÁ EL PODER? Ustedes me piden unas garantías específicas para las que yo no puedo darles res- puestas adecuadas. No está en mi mano prometerles una solución inequívoca siguiendo sus finos parámetros europeos. He sido un destacado periodista durante los arios de la represión y la dictadura militar. Estuve amenazado y tuve que huir al extranjero para ponerme a salvo. Ahora soy el vicepresidente, incluso presidente en funciones de este país. He redactado las partes fundamentales de nuestra Constitu- ción. Aparentemente estoy investido con todo el poder político. Pero, en realidad, amigos míos, me veo en la necesidad de compartir el poder con otras muchas ins- tancias, alguna de ellas invisible. En este país todavía mandan los militares. Esto es Guatemala, amigos, y no se puede poner en marcha un proyecto de gobierno sin con- tar con su autorización implícita. Por otra parte están, por supuesto, las fuerzas para- militares o los escuadrones de la muerte, como ustedes los llaman. ¿Pueden sugerirme qué se puede hacer con ellos? Están presentes y ausentes al mismo tiempo. Están por todas partes y en ninguna; y piden lo que les corresponde. También están los narcotraficantes con sus mafias. Naturalmente, podría negar su existencia, y lo mismo podría hacer con los militares, con la policía, con los criminales y con los capos de la droga. Pero estamos en Guatemala y la presencia de todos ellos es una cruda realidad. Y a esto se añade el problema de la CACIF, la Cámara Nacional de Comercio e Industria, que tilda de comunismo cualquier mínimo incremento de impuestos de un 2 o un 3 por ciento, ¡y los militares les creen! La CACIF controla toda la economía nacional. Así pues, reconsiderando estos hechos, ¿qué clase de garantías piden ustedes? UN EX-VICEPRESIDENTE DE GUATEMALA AGRADECIMIENTOS Este volumen surge como colofón del congreso internacional que organizamos los editores en colaboración con el profesor de la Universidad de Leiden Raymond Buve y que se celebró en la Universidad de Utrecht en septiembre de 1995. El obje- tivo del congreso era analizar el influjo de los distintos tipos de violencia social y política, especialmente la guerra civil y el terrorismo de Estado, en el desarrollo social y político de América Latina. El interés, en nuestra opinión, estaba más que justificado, pues el debate sobre la situación latinoamericana actual por lo general se ha centrado en las perspectivas que tiene la democracia para afianzarse y en cues- tiones relativas a lo que se ha dado en llamar «ajuste y gobernabilidad». Una vez caída la mayoría de los regímenes militares de la zona, y prácticamen- te concluida la formalización de los acuerdos de paz en Centroamérica tras la firma del ambicioso tratado de paz en diciembre de 1996 en Guatemala, uno se siente ten- tado a pensar que la violencia, la represión y la guerra civil forman parte del pasado latinoamericano. Sin embargo, no parece que vaya a borrarse de un plumazo la estela de varias décadas de violencia, terrorismo de Estado y guerra civil. El con- greso de Utrecht, titulado «Las sociedades del miedo», pretendía evaluar hasta qué punto afectan las diversas formas que ha tomado y toma la violencia en el marco más amplio de la dinámica política y social de la zona, especialmente en lo que se refiere a la cuestión primordial de la gobernabilidad en un contexto democrático. En total, en el congreso se presentaron veintiocho ponencias, cuyos autores procedían de países tan diversos como Alemania, España, los Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Guatemala, Holanda, México, Perú o Surinam. Éstas se agruparon en redes temáticas, por ejemplo, sobre las guerras civiles étnicas, las transiciones políticas, la violencia y la sociedad civil, y en sesiones centradas en los distintos países o zonas, como las dedicadas a Argentina, Centroamérica, México y Surinam. En este volu- men se ofrece una selección de diez artículos, que en todos los casos se han revisa- do substancialmente o se han reescrito por completo. Tres de ellos tuvieron que traducirse al inglés para la edición originalmente publicada por Zed Books. El capítulo que versa sobre Brasil no se presentó como ponencia en el congreso; se escribió con posterioridad a él específicamente para incluirse en el libro. Finalmen- te, añadimos un primer capítulo que hace las veces de introducción a la obra. En un proyecto tan amplio como éste, los organizadores del congreso y los edi- tores del volumen contraen deudas de todo tipo, no siempre de carácter académico. En primer lugar, queremos expresar nuestra gratitud a una serie de instituciones que hicieron viable el congreso desde un punto de vista económico: la Fundación Holandesa para el Fomento de Investigaciones Tropicales (WOTRO), la Real 16 AGRADECIMIENTOS Academia Holandesa de Ciencias y Letras (KNAW), la Asociación Holandesa de Estudios Latinoamericanos y del Caribe (NALACS), la Junta de Gobierno de la Universidad de Utrecht, la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Utrecht y su Departamento de Antropología, el Centro de Investigación CERES, el Centro de Estudios Latinoamericanos y Caribeños de la Universidad de U trecht, el Departamento de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Leiden y el Cen- tro de Investigación y Estudios no Occidentales de la Universidad de Leiden. En segundo lugar, queremos hacer constar nuestro reconocimiento a un número considerable de personas que pusieron a nuestra disposición su tiempo y su esfuerzo antes del congreso, durante la celebración del mismo y a la hora de preparar este volumen. Estamos inmensamente agradecidos a Raymond Buve, con quien fue un placer coordinar conjuntamente el encuentro. Asimismo, contamos en todo momento con el apoyo de Lieteke van Vucht-Tijssen, miembro de la Junta de Gobierno de la Universidad de Utrecht. Suzette de Boer, Camie van de Brug y Mach- tel Ooijens nos proporcionaron una ayuda incalculable en lo relativo a la organiza- ción, al ocuparse de la vorágine de los detalles del congreso. Respecto a la preparación de este volumen, debemos expresar nuestra gratitud a los autores por aceptar nuestras indicaciones a la hora de revisar los artículos, y por concedernos un amplio margen de maniobra sobre el texto final. Chris Follett, Mario Fumerton, Helen Hintjens, J o Kingsfield, Patrick Loftman y John Schaechter hicie- ron un esfuerzo considerable y una excelente labor de traducción y corrección lin- güística. Flora de Groot nos ayudó con la bibliografía en un momento crucial. Petra Nesselaar se encargó del procesamiento del texto con suma destreza y paciencia. Finalmente, debemos agradecer la amabilidad y la eficiencia que demostraron Robert Molteno y sus colegas de Zed Books en la fase final de preparación y edición del libro. KEES KOONINGS, DIRK KRUIJT Utrecht, diciembre de 1998 SOBRE LOS AUTORES CARLOS IVÁN DEGREGORI es profesor de Antropología en la Universidad de San Marcos e investigador del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) de Lima. Sus publicaciones comprenden una amplia gama de temas: la sociedad andina, la etnici- dad, los orígenes de Sendero Luminoso, las rondas campesinas y la situación de Perú tras la guerra. ALAN KNIGIIT es profesor de Historia latinoamericana en la Universidad de Oxford. Sus numerosasobras y artículos se centran en la revolución mexicana y en la vida social y política de México tras la revolución. KEES KOONINGS es profesor asociado de Desarrollo latinoamericano en la Universidad de Utrecht. Es antropólogo y sociólogo, y ha escrito sobre cuestiones relativas al desarrollo, la industrialización de Brasil y el militarismo en América Latina. DIRK KRU1JT es profesor de Estudios del Caribe en la Universidad de Utrecht. Desde los ámbitos en los que es experto, la sociología política y la antropología social, sus publicaciones se centran fundamentalmente en la pobreza y la marginali- dad, la guerra y la paz, y los gobiernos militares. GEERT OOSTINDIE es profesor de Estudios del Caribe en la Universidad de Utrecht y Director del Departamento del Real Instituto de Lingüística y Antropo- logía, en Leiden. Es historiador y antropólogo social, y sus numerosas publicaciones se centran en las sociedades dependientes de las plantaciones, en la etnicidad y en la construcción del concepto de nación en el Caribe. ARJ OUWENEEL es investigador principal en el Centro de Estudios y Docu- mentación Latinoamericana de Amsterdam (CEDLA), y profesor de Historia de los pueblos indígenas en la Universidad de Utrecht. Ha escrito sobre diferentes cues- tiones relacionadas con la población indígena de México, Guatemala y los países andinos durante los periodos colonial y poscolonial. WILPANSTERS es profesor asociado de Estudios latinoamericanos en la Univer- sidad de Utrecht. Es especialista en geografía humana, y sus obras se centran en la historia de las regiones, el desarrollo regional y la cultura política en México. 2 18 SOBRE LOS AUTORES DANIEL PÉCAUT es profesor de Estudios latinoamericanos en la Ecole des Hau- tes Etudes en Sciences Sociales, de París. Es sociólogo, y ha publicado numerosas obras sobre cuestiones relacionadas con la violencia política en América Latina, especialmente en Colombia. ANTONIUS ROBBEN es profesor de Estudios latinoamericanos en la Universidad de Utrecht. Desde el enfoque de la antropología cultural, ha publicado sobre las comunidades locales en Brasil y los efectos psicoantropológicos de la violencia en América Latina. PATRICIO SILVA es profesor asociado de Relaciones políticas latinoamericanas en la Universidad de Leiden. Desde el ámbito de las ciencias políticas, tiene nume- rosas publicaciones sobre los regímenes (post)totalitarios del Cono Sur, especial- mente en relación con la democratización y el papel de los tecnócratas. EDELBERTO TORRES-RIVAS es en la actualidad investigador principal del Insti- tuto de Investigaciones de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD). Es sociólogo, ocupó el cargo de secretario general de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y sus numerosas publicaciones abarcan todo tipo de cuestiones relacionadas con la política latinoamericana, la historia política y social de Centroamérica y la guerra civil y el proceso de paz en Guatemala. NOTA DE LOS TRADUCTORES Desde la aparición del texto original, Societies of Fear. The Legag of Civil War, Violente and Terror in Latin America, en 1999, son muchos los cambios que se han pro- ducido en las distintas sociedades latinoamericanas. El tiempo se ha encargado de hacer realidad las predicciones que apuntaban algunos de los trabajos recogidos en este volumen. En otros casos se ha considerado la oportunidad de actualizar el contenido de los artículos gracias a la generosa disposición de los autores, que se han brindado a añadir observaciones y comentarios adicionales cuando lo han creído necesario. De igual modo, nos gustaría agradecer la atenta ayuda y amabilidad de los editores, Kees Koonings y Dirk Kruijt, profesores de la Universidad de Utrecht, durante la labor de traducción y documentación. Por último, queremos expresar nuestro reconocimiento a los profesores Román Álvarez y Africa Vidal, de la Universidad de Salamanca, por su valiosísima colabo- ración y asesoramiento a lo largo de este proyecto; y a José M. Bustos Gisbert, Director del Servicio de Publicaciones de la misma Universidad, por depositar su confianza en este equipo. JESÚS TORRES DEL REY M. ROSARIO MARTÍN RUANO JORGE j. SÁNCHEZ IGLESIAS INTRODUCCIÓN: LA VIOLENCIA Y EL MIEDO EN AMÉRICA LATINA Dirk Kruijt y Kees Koonings F N SEPTIEMBRE DE 1989 UNO DE LOS AUTORES, en calidad de miembro de una misión negociadora con el gobierno democratacristiano de Guatemala, par-4 ticipó en una larga conversación con el entonces vicepresidente del país, el licenciado Roberto Carpio Nicolle. El gobierno nacional, el primer gobierno civil tras un largo período de dictadura militar, intentaba conseguir de los países euro- peos ayudas de carácter técnico y financiero. Guatemala podía hacerse perfecta- mente con esas ayudas: por un lado, porque necesitaba ser reconstruida después de la terrible guerra civil y de la crisis de los años ochenta; por otro, porque, después de muchos años de haber sido un país paria para la comunidad internacional, de alguna manera ahora se le veía como un destinatario que estaba de moda en términos políticos. Carpio había presidido el comité de reforma constitucional durante la transición de un gobierno militar a otro civil. Como vicepresidente constitucional, estaba al frente del sector público de la nación y, en el momento de la entrevista, era además presidente en funciones. Al término de la última ronda negociadora, en la que se abordaba su propuesta de ayuda para un ambicioso programa de erradica- ción de la pobreza y de fomento de la pequeña empresa, surgió el delicado asunto de los derechos humanos. Cuando el jefe de la delegación insistió en la necesidad de garantizarlos frente a las fuerzas paramilitares y los escuadrones de la muerte duran- te el tiempo de ejecución del proyecto, el vicepresidente de Guatemala enrojeció y, un tanto sofocado, comenzó a enhebrar las siguientes argumentaciones: Ustedes me piden unas garantías específicas para las que yo no puedo darles respues- tas adecuadas. No está en mi mano prometerles una solución inequívoca siguiendo sus finos parámetros europeos. He sido un destacado periodista durante los años de la repre- sión y la dictadura militar. Estuve amenazado y tuve que huir al extranjero para ponerme a salvo. Ahora soy el vicepresidente, incluso presidente en funciones de este país. He redactado las partes fundamentales de nuestra Constitución. Aparentemen- te estoy investido con todo el poder político. Pero, en realidad, amigos míos, me veo en la necesidad de compartir el poder con otras muchas instancias, alguna de ellas 2 2 DIRK KRUI JT Y KEES KOONINGS invisible. En este país todavía mandan los militares. Esto es Guatemala, amigos, y no se puede poner en marcha un proyecto de gobierno sin contar con su autorización implícita. Por otra parte están, por supuesto, las fuerzas paramilitares o los escuadro- nes de la muerte, como ustedes los llaman. ¿Pueden sugerirme qué se puede hacer con ellos? Están presentes y ausentes al mismo tiempo. Están por todas partes y en ningu- na; y piden lo que les corresponde. También están los narcotraficantes con sus mafias. Naturalmente, podría negar su existencia, y lo mismo podría hacer con los mili- tares, con la policía, con los criminales y con los capos de la droga. Pero estamos en Guatemala y la presencia de todos ellos es una cruda realidad. Y a esto se añade el pro- blema de la CACIF ', la Cámara Nacional de Comercio e Industria, que tilda de comu- nismo cualquier mínimo incremento de impuestos de un z o un 3 por ciento, ¡y los militares les creen! La CACIF controla toda la economía nacional. Así pues, reconsi- derando estos hechos, ¿qué clase de garantías piden ustedes? De este modo, en pocas palabras, dejó claro el problema que constituye el prin- cipal objeto de este estudio. América Latina arrastra un legado de terror, miedo y violencia. De todos los países del continente, Guatemala esuno de los ejemplos que más claramente ilustran la situación de las «sociedades del miedo». La constitución de este tipo de sociedad y la pervivencia de sus características (en otras palabras, las consecuencias a largo plazo de la violencia, la represión y la arbitrariedad) son recu- rrentes en el panorama político latinoamericano. Por desgracia, estos problemas no han desaparecido de la escena social y política del continente a pesar de casi dos déca- das de esfuerzos por erradicar el autoritarismo y las guerras fratricidas, y a pesar de los intentos por restaurar la democracia y legitimar un gobierno civil. Desde finales de los arios setenta, América Latina ha experimentado profundos, y con frecuencia dolorosos, procesos de cambio económico, político y social. La zona tuvo que hacer frente a un doble desafío: combatir la peor crisis económica des- de los años treinta y, al mismo tiempo, caminar por la senda de la transición y con- solidación democráticas. Y estos cambios se vieron complicados por la presencia de numerosos conflictos y contradicciones internos, tanto sociales como políticos. No resulta, pues, sorprendente que los avances por esa senda hayan sido en muchos casos ambiguos, parciales e inestables. En la mayoría de las ocasiones la transición hacia la «normalidad» ha tenido una trayectoria zigzagueante. La recuperación eco- nómica llegó tarde, resultó frágil y no produjo el resultado tan esperado de reducir con rapidez la pobreza y las desigualdades. En teoría la democratización ha tenido un desarrollo impresionante en algunos aspectos, pero en la práctica el proceso se ha vis- to continuamente complicado por la confusión institucional, por las turbulencias políticas, los conflictos y la violencia. En las postrimerías del siglo xx la región se encuentra en una encrucijada y marcada por un dilema fundamental. Por un lado, la mayoría de los países se han esforzado durante los últimos diez o quince años para establecer gobiernos civiles y democráticos que reemplazaran a los regímenes autoritarios que, en mayor o menor medida, se habían sustentado en la arbitrariedad y en la violentia institucionalizada. La que se ha dado en llamar «consolidación democrática» ha estado acompañada, en algunos países, de una aparente recuperación económica que ha puesto fin al ciclo de estancamiento, deuda y empobrecimiento de los años ochenta. Pero, por otra t La CACIF aglutina a la burguesía terrateniente, comercial y financiera. INTRODUCCIÓN: LA VIOLENCIA Y EL MIEDO EN AMÉRICA LATINA 23 parte, muchos problemas sociales y políticos siguen amenazando América Latina. Estos problemas no pasan inadvertidos y generan serias dudas acerca de si en reali- dad se trata de una prometedora zona de «nuevas democracias» y de «mercados emergentes» 2 , si bien aún se ven ignorados en el reciente cúmulo de publicaciones en torno a la redemocratización de América Latina. Los debates académicos acerca del desarrollo de la América Latina de nuestros días se han centrado fundamentalmente hasta el momento en la economía política de ajustes, en los mecanismos de transición y consolidación democráticas, o en las rela- ciones entre ambas vertientes (sobre todo a través de las nociones de buen gobierno y gobernabilidad) 3 . Mucha menos atención se ha venido prestando a las actuales manifestaciones del conflicto, la violencia, la represión y el terror, y a sus conse- cuencias, así como a las condiciones sociales, políticas y culturales existentes. Estos fenómenos parecen estar en contradicción con la habitual imagen de gradual des- arrollo económico y político, supuestamente emprendido en pos de un estatus de «modernidad» liberal y democrática. No es ni mucho menos seguro que las formas de gobierno y de integración social cívicas y estables vayan a perdurar y prevalecer en América Latina. Esta sospecha se fundamenta en el legado de las guerras civiles y las dictaduras represoras, sin olvidar la presencia de signos de pobreza, desigualdad y exclusión política y social. Estas últimas son el telón de fondo de nuevas e inquie- tantes formas de violencia que parecen cobrar nuevo impulso en las sociedades post- autoritarias latinoamericanas. Este volumen intenta poner de relieve un aspecto especialmente angustioso del problema: las formas pasadas y presentes de violencia, conflicto y terror. En los siguientes capítulos, varios autores abordan la violencia de los conflictos tanto sociales como políticos que se producen en América Latina, y analizan la diversi- dad de sus orígenes, manifestaciones y consecuencias. En este capítulo introduc- torio trataremos de enmarcar las cuestiones relativas a los conflictos, a la violencia y al miedo que han asediado a las sociedades latinoamericanas en el pasado y que siguen haciéndolo en el presente. En realidad, sostenemos que la violencia social y política ha sido endémica y de carácter permanente en la configuración de las naciones latinoamericanas y en los conflictos consustanciales a este proceso. Suge- rimos una distinción tipológica entre tres tipos de violencia a lo largo de la his- toria: la violencia relacionada con el mantenimiento del orden social tradicional, rural y oligárquico; la violencia derivada de la modernización del Estado y de la incorporación de las masas a la política; y, finalmente, la violencia relacionada con las dificultades actuales a la hora de consolidar la estabilidad democrática, el pro- greso económico y la participación social. Después abordaremos dos características a Véase Tbe Economist, 30 de noviembre de 1996, págs. z 3-16. The Economist aplaude la «la victoria de las políticas razonables y juiciosas frente al populismo» (en referencia a las políticas de ajuste estructu- ral promovidas por casi todos los gobiernos de la zona), pero llama la atención acerca de los problemas endémicos de pobreza, exclusión social y violencia generalizada. • 3 Acerca de los complejos problemas a la hora de combinar la democratización y los ajustes eco- nómicos, véanse Stallings y Kaufman, Debt and Democrag; Haggard y Kaufman, Political Economy; y Smith, Acuña y Gamarra, Latin American Political Econom_y. Uno de los problemas básicos que surgen es el de la amenaza que suponen las políticas de ajuste socialmente insostenibles para la viabilidad de la democracia política, teniendo en cuenta los parámetros de pobreza y desigualdad existentes en América Latina. 24 DIRK KRUI JT Y KEES KOONINGS que, a nuestro modo de ver, subyacen a la persistencia de la violencia social y polí- tica en América Latina, y la vertebran. En primer lugar, esta violencia se nutre de los patrones tradicionales que generan la exclusión social de grandes sectores de la población. Se ha puesto de relieve que Améric,a Latina ha sufrido relativamente pocas revoluciones sociales importantes, a pesar del carácter «pre-revolucionario» casi permanente que ha marcado las profündas divisiones sociales operadas en el tejido social de la zona 4. Puede ser cierto que las actuales desigualdades sociales raras veces desembocan en masivas reacciones violentas protagonizadas por los más des- favorecidos; las protestas violentas suelen estar muy localizadas, centrarse en obje- tivos muy claros y ser de corta duración 5. Aun así, estas fisuras conducen a lo que llamamos la «informalización» de la sociedad y a la subsiguiente erosión de la noción de ciudadanía. Creemos que esta tendencia va en contra de la posibilidad de institucionalizar y pacificar la vida política. En segundo lugar, nos fijaremos en el legado de la violencia arraigada en la propia dinámica del Estado y de la polí- tica. Nos referiremos de manera especial a la institucionalización de la violencia arbitraria dentro del propio Estado y al modo en que esta generalización del terror afecta a la política y a la vida social en general. Finalmente, exponemos las líneas generales del libro, utilizando nuestras ideas sobre la violencia y el miedo a modo de marco conceptual parasituar los temas que se tratan en cada uno de los restantes capítulos. LA VIOLENCIA Y EL DESARROLLO DE LAS NACIONES EN AMÉRICA LATINA Por supuesto, el problema de la violencia y la presencia continua de conflictos violentos que frustran el sentido de la democracia y la estabilidad de las institu- ciones, y que, en última instancia, terminan por socavar el orden social, no son una novedad en la gestación y desarrollo de los estados modernos. Tampoco son fenó- menos específicos de América Latina. En realidad, la pasada década fue testigo de una nueva ola de violencia, algo consustancial a las múltiples maneras en que se manifiestan los conflictos sociales, regionales, étnicos o religiosos que han desafia- do las formas establecidas de la legítima autoridad «nacional». Estas tendencias se oponen a las imágenes convencionales de «construcción nacional», que acentúan la pacificación y la resolución institucional paulatina de los conflictos en el seno de las sociedades modernas. Se supone que el Estado encarna este tipo de progreso, no sólo haciéndose cargo del monopolio de los medios legítimos de violencia colec- tiva, sino también instaurando un marco de referencia en el que asentar la noción de 4 Véase Touraine, Aniérka Latina. 5 Podrían mencionarse aquí los llamados disturbios del pan en contra de las políticas de ajustes estructurales que tuvieron lugar en países como Argentina, Brasil y Venezuela durante los años ochenta y principios de los noventa. Otros ejemplos podrían ser las sublevaciones indígenas en Ecuador a comien- zos de los noventa o el movimiento de los sin tierra en Brasil. Es discutible hasta qué punto el movi- miento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, México, puede ser considerado como una reacción violenta, limitada y puntual, puesto que no sólo demandaba cuestiones de carácter específico para las poblaciones indígenas de Chiapas y de otras regiones, sino que también pro- ponía una reforma del sistema político mexicano. Solamente las guerras de guerrillas en Centroamérica, Perú y, en menor medida, Colombia en los años ochenta, se acercan a lo que podría denominarse «proyectos revolucionarios». INTRODUCCIÓN: LA VIOLENCIA Y EL MIEDO EN AMÉRICA LATINA 2 5 ciudadanía y hallar una solución pacífica para las diferencias sociales dentro de la sociedad civi16. Desde esta perspectiva, resulta tentador, aunque erróneo, contemplar las recientes formas de violencia bien como una «desviación», es decir, como algo depen- diente del subdesarrollo o de una modernidad aún incompleta, bien como algo transitorio que implicaría el retorno en un futuro próximo al orden civil legítimo y «normal» una vez reinstauradas las condiciones básicas. En realidad, un buen núme- ro de investigadores ha centrado su atención en el estudio de la violencia especí- fica que lleva aparejada la construcción del mundo moderno. Moore, siguiendo a los clásicos, ha demostrado que la llamada «modernización», es decir, el paso de las sociedades agrícolas a los estados-nación urbanizados, por lo general se acompaña de determinadas formas violentas de eliminación y reajuste de las clases sociales. Los complejos procesos de formación de los estados modernos se basaron, en bue- na medida, en el despliegue de la violencia militar por parte de los gobiernos, como ha demostrado Tilly. Sin embargo, para él esto supone una fase previa a la moder- nidad en la que prevalece «una ausencia relativa de violencia en la vida civil». Keane, por el contrario, nos ofrece una imagen trascendental del delicado equilibrio entre lo «cívico» y la violencia que subyace en toda la historia moderna desde la Ilustra- ción hasta después de la guerra fría 7. A la luz de estas explicaciones, parece que la persistencia de la violencia en América Latina no es un fenómeno único, si bien ha tenido características específicas, como demostraremos más adelante. La violencia social y la violencia política han sido elementos recurrentes en el cambio social de América Latina. Esto es particularmente relevante porque el carác- ter con frecuencia violento de la sociedad latinoamericana ha de ser contrastado con el telón de fondo de las normas «modernas» del consenso civil y la estabilidad insti- tucional, aspectos ambos a los que oficialmente se adscriben las naciones latinoame- ricanas. La violencia ha estado presente en todas partes. Pero durante la primera mitad del siglo xx en Europa (Occidental), por ejemplo, ha asumido la forma de conflictos armados entre naciones diferentes. Últimamente, en algunos lugares de la Europa del Este, en Africa y Asia, la violencia ha surgido ante la ausencia o el colapso de las instituciones, y de las normas sociales y políticas aceptadas. Por el contrario, la violencia en América Latina ha sido algo endémico, a pesar de la esta- bilidad de los sistemas políticos y de la existencia de estructuras institucionales ofi- ciales que, al menos sobre el papel, debieran garantizar el orden, la estabilidad y las bases del consenso. En realidad, la violencia ha sido la característica histórica fundamental en el des- arrollo y evolución de las sociedades de América Latina. La conquista de esta zona por parte de los europeos se basó sobre todo en la destrucción de los esquemas 6 Para una revisión muy atinada de los elementos intrínsecos que condicionan la formación de los estados modernos, véase la obra de Giddens Nation-State and Violence,-en la que, entre otras cosas, alude a la importancia de la organización militar en la gestación de los estados modernos y al papel de las gue- rras modernas en el fortalecimiento interno de las sociedades y ciudadanías nacionales. En los estados- nación consolidados, la ciudadanía es el principal ámbito de oposición donde las clases y los intereses contrapuestos se negocian por canales legítimos y regulados. Véase Turner, Citkenship and Capitalism, como una introducción útil para el debate del concepto de ciudadanía. 7 Véanse Moore, Social Origine; Tilly, Coercion (la cita es de la pág. 68); y Keane, Reflections Violence. 26 DIRK KRUI JT Y KEES KOONINGS sociales existentes y en el uso sistemático de la violencia (tanto física como psico- lógica) contra los pueblos indígenas, a fin de lograr imponerles el nuevo orden colonial. La represión fue un factor esencial a la hora de someter a los esclavos, los campesinos y los trabajadores forzados; fue también un instrumento de expresión del malestar social y del deseo de cambio que se percibía en parte de la población, mani- festados de forma paradigmática en las rebeliones indígenas, en las sublevaciones de los campesinos y artesanos y en la resistencia de los esclavos. La sociedad colonial, si bien teóricamente estructurada en un orden jerarquizado y un fuerte control monopolístico, presentaba en la práctica una textura más bien frágil. La indepen- dencia latinoamericana conoció a menudo episodios de violencia. En la América hispana (y sobre todo en Haití) la formación de estados independientes hubo de ser conquistada en los campos de batalla. Después de la independencia la violencia fue una pieza clave en la lucha entre los distintos aspirantes al poder: los caudillos de la zona, las facciones políticas, los grupos insurgentes, o las distintas clases y elites en liza. La consolidación de un estado nacional era un proceso lento, dados los conti- nuos desafíos y peligros que surgían por doquier para su integridad institucional y para el monopolio del uso legítimo de la violencia. A lo largo del siglo x x, el empleo de la fuerza militar y política para lograr o para conservar el poder ha sido una constante en múltiples sistemas políticos, regímenes y movimientos: desde los regí- menes caudillistas a principios de siglo hasta los años de la depresión, siguiendo con los regímenes militares burocrático-autoritarios hasta llegar a los movimientos revolucionarios de los años sesenta y setenta. La violencia, sin embargo, no se ha visto reducida demodo exclusivo al ámbi- to del poder político y de las instituciones gubernamentales, aunque sea ésta la clase a la que se ha dedicado mayor atención. Tampoco las formas más claras y abiertas de violencia física son las únicas que inciden en las relaciones sociales de América Latina. La desigualdad socioeconómica y la miseria, la discriminación étnica, la violencia asociada a la delincuencia, los escuadrones de la muerte, los secuestros, etc., van en paralelo con los típicos pronunciamientos, cuartelazos y golpes perpetrados por los militares, a los que acompañan los habituales asesinatos políticos, represiones, torturas y desapariciones, luchas armadas revolucionarias e intervenciones externas que tan frecuentemente se asocian a la política de Améri- ca Latina. En conjunto, estas formas representan un amplio abanico de amenazas para lo que puede denominarse la «seguridad de la propia supervivencia». La fal- ta sistemática de ciertos parámetros básicos de esa seguridad conduce a la instau- ración del miedo como condición endémica. Ese miedo es un fenómeno, latente unas veces, palpable otras, que ha afectado a una gran parte de la población has- ta nuestros días. Aquí no vamos a abordar lo que algunos denominan la «violencia estructural», sino la violencia y el miedo directamente relacionados con el modo de utilización del poder político. En realidad, vamos a sugerir tres amplios tipos o ciclos de violencia que pueden distinguirse en la historia social y política de Amé- rica Latina desde mediados del siglo xix. Estos tres ciclos se caracterizan no sólo por la propia naturaleza de la violencia ejercida, sino, sobre todo, por la manera en que se relacionan con las pautas de interacción y dominación política y social. Estas son también históricas, pero no resulta fácil ponerlas en un orden cronoló- gico, como veremos a continuación. INTRODUCCIÓN: LA VIOLENCIA Y EL MIEDO EN AMÉRICA LATINA 27 LA VIOLENCIA EN EL ORDEN TRADICIONAL El primer ciclo hace referencia al tipo de violencia implícita, y casi presupuesta, en el dominio social y político que ejercen unas elites cerradas gracias a la exclusión sistemática de las «masas, castas y clases». Este tipo de violencia, que hunde sus raí- ces en la historia colonial, hizo su aparición en el siglo xix. Y como tal, venía imbui- do de la básica ambivalencia que ha constituido la característica distintiva de las sociedades latinoamericanas hasta nuestros días. Por un lado, apreciamos afinidades de estas elites con las sociedades burguesas, con el progreso y el liberalismo de la Europa civilizada; por otro, esta civilidad se inspiraba en jerarquías sociales muy acusadas y sustentadas en la lógica de la exclusión. Después de medio siglo, tras la década independentista de 1810-20, cuajada de violencia (guerras civiles, cuestiona- mientos al caudillaje y sublevaciones populares de carácter disperso), la formación de los estados se estabilizó bajo la fórmula del orden oligárquico y en muchos países lati- noamericanos se buscó el consenso entre los grupos más importantes de la esfera política. Algunos hablan incluso de una situación de hegemonía oligárquica 8 . Apro- ximadamente entre 1870 y 1930 en la mayoría de los países latinoamericanos aparen- temente prevalecía el estado de derecho y el orden interno (México después de 1910 sería la gran excepción). Incluso Colombia experimentó bajo el gobierno del par- tido conservador un período de relativa tranquilidad política, interrumpida tan sólo por la Guerra de los Mil Días (1899-1902). No obstante, este orden estaba marcado por la violencia. La fuerza y la coac- ción se ponían de manifiesto en diferentes niveles y de formas variadas. En la interacción entre protectores y protegidos a través de la división jerárquica de las cla- ses con frecuencia se daban por igual la lealtad (basada en la extensión de recursos) y la alianza conseguida mediante la coacción. El clientelismo se ha identificado como un importante mecanismo de reproducción de las jerarquías de clase en América Latina 9 . Los sistemas laborales, sobre todo en el campo, comportaban a menudo métodos coercitivos de reclutamiento, contrataciones abusivas e incluso trabajos forzados. A las huelgas convocadas por las incipientes clases urbanas se les solían aplicar medidas fuertemente represivas'. El adagio más popular entre los políticos de la República Vieja en Brasil era: «el problema social es un problema policial». La represión violenta de las insurrecciones sociales, regionales y étnicas fue algo normal durante todo el siglo xix y comienzos del xx. Podríamos destacar las rebe- liones regionales anteriores a 18 5 o en Brasil, las sublevaciones campesinas en Méxi- co y en los países andinos, las insurrecciones provocadas por políticas étnicas (como la del Oriente en Cuba) o por fervores religiosos populares (como la campaña de Canudos en Bahía, Brasil) ". Quizás sea una característica común a este tipo de vio- lencia sociopolítica el hecho de que las movilizaciones de las clases «peligrosas» se percibieran como una amenaza para el frágil proceso de consolidación del Estado. Como las grandes masas de población quedaban social y culturalmente excluidas de 8 Véase Nun, «Middle Class Military Coup». 9 Véase Flynn, «Class, Clientelism and Coercion». tu Véase Koonings, Kruijt y Wils, «Very Long March». i Véase Baud et al., F.tairidad como estrategia. 28 DIRK KRUI JT Y KEES KOONINGS los proyectos nacionales de las elites criollas, éstas no eran capaces de ver en las expresiones colectivas populares sino un enorme peligro para el estado oligárquico. Además, a pesar de la hegemonía a veces atribuida al poder de las oligarquías, éstas no dudaban en pedir ayuda a los militares para reforzar el sistema siempre que fuera necesario: el Porfiriato mexicano, la República Vieja en Brasil, la Pax Conser- vadora en Colombia, la República aristocrática en Perú y las dictaduras personales en Venezuela, Nicaragua, Cuba o la República Dominicana se asentaron en estrechas alianzas entre la oligarquía y el ejército. Como consecuencia, sólo unos pocos goza- ban del privilegio acorazado de una vida cívica, mientras que la violencia contra las masas desfavorecidas constituía un hecho habitual. El concepto de ciudadanía era inexistente. Resulta tentador considerar esta clase de violencia como «tradicional», como algo propio del siglo xix y de las primeras décadas del xx. Sin embargo, no es nece- sario asumir en su conjunto el argumento determinista de Wiarda '2, entre otros, para darse cuenta de que persiste en la actualidad bajo diferentes formas. En rea- lidad, al reconocer la trayectoria específica del recorrido de América Latina en pos de la modernidad, Wiarda considera que esta violencia ya viene culturalmen- te predeterminada. Sostiene que está arraigada en el legado ibérico, católico y gue- rrero, en el sentido patrimonial y en la autonomía corporativa de las Fuerzas Armadas, entre otros factores. Sin ánimo de entrar aquí en el debate, nos parece más relevante considerar este tema como una cuestión de pervivencia de la «apro- piación privada del poder público» y la problemática que ello plantea. Si bien algu- nas de sus raíces quizá se hundan en el patrimonialismo colonial ibérico, se ha reproducido bajo condiciones cambiantes, echando mano al mismo tiempo de viejos y nuevos artefactos y justificaciones de carácter tanto social como politico. Hagopian indica que muchas de las prácticas del denominado «gobierno tradicional» se han modernizado constantemente para poder adaptarse a las nuevas condiciones sociales y políticas, inclusive a las recientes oleadas de transiciones democráticas '5. POLÍTICA DE MASAS, VIOLENCIA POLÍTICA Y «GUERRAS INTERNAS» El segundo ciclo de violencia que querríamos señalar viene determinado por lo que Weffort denomina «el problema de la incorporación de las masas» al pro- ceso político latinoamericano 14. El auge de nuevas elites antioligárquicas y el aumentode presiones procedentes de sectores populares organizados que desean participar en la configuración del poder cuestionan el orden oligárquico estable- cido '5. La transición —abrupta unas veces y gradual otras— hacia una mayor par- ticipación popular en la política llevó al poder a regímenes populistas caracterizados por el corporativismo y por una democracia limitada, sólo oficial 16. Pero, con 12 Véase Wiarda, Corporatism; y también Poli tics. i 3 Véase Hagopian, «Traditional Power Structures». 14 Véase Weffort, Una de las primeras formulaciones acerca de esta cuestión fue adelantada por Tella en «Populism and Reform». i6 Para una distinción esclarecedora entre las variedades de populismo democrático y autoritario en América Latina, véase Dix, «Populismo». INTRODUCCIÓN: LA VIOLENCIA Y EL MIEDO EN AMÉRICA LATINA 29 independencia del modo en que los regímenes populistas alcanzaran el poder o sus características consiguientes, siempre se registró algún grado de violencia, bien fue- ra como resultado del derrocamiento del sistema anterior o, como en el caso de Argentina y Perú en los años treinta, para mantener el populismo reformista aparta- do de la contienda política. Lo importante para nuestro debate, sin embargo, es que la violencia social se politizó y se tiñó de ideología al tiempo que se producía la aper- tura del ámbito político. El típico ciclo de violencia entre los años treinta y setenta, aproximadamente, se inicia con los que Touraine llama «regímenes nacional-populares» y sus aliados, pasa por un período de inestabilidad y cambios, y culmina con el surgimiento de los regímenes autoritarios «contrarrevolucionarios», respaldados por las Fuerzas Armadas 17 . Este ciclo es típico, aunque no característico, de todos y cada uno de los países de América Latina. No en vano, Colombia, Costa Rica, México, Perú y Venezuela se desvían considerablemente en algunos aspectos de esta pauta generali- zada. Por otro lado, esa trayectoria típica se trasluce en las experiencias históricas de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Guatemala, Honduras y Uruguay. El populismo clásico no se manifestó de igual modo en todos los países, pero sí se abordaron en mayor o menor medida los problemas de la participación popular y la reforma polí- tica, que en un momento dado desencadenaron una reacción en la que la lógica de la violencia política llegó a sus últimas consecuencias. Analicemos en detalle la violen- cia desatada dentro de ese círculo nefasto de populismo y autoritarismo. Con la excepción de México, la violencia que se desató en paralelo a la ascensión de los regímenes populistas fue limitada tanto en extensión como en duración. En paí- ses como Chile, Costa Rica y Uruguay, el proceso fue paulatino e institucional a la vez. En Argentina, el ascenso de Perón vino acompañado de un cierto número de altercados urbanos y protestas contra sus oponentes. En Brasil, el movimiento revo- lucionario liderado por Vargas en 193o llegó al poder tras una breve campaña militar. En Colombia el fin de la Pax Conservadora reavivó la violencia social y polí- tica ya existente, ante lo cual algunas facciones del Partido Liberal se adhirieron a la plataforma populista-reformista. En Costa Rica tuvo lugar en 1948 una breve gue- rra civil que trajo consigo la abolición del ejército, lo cual tuvo unas implicaciones políticas que han llegado haáta nuestros días. En Bolivia y Guatemala los inten- tos reformistas de los años cincuenta marcaron el inicio de un largo período de vio- lencia y represión de baja intensidad que en el caso de Guatemala explotó en los años setenta, dando lugar a uno de los conflictos civiles más brutales del siglo. Tal vez la novedad resida en que la finalidad de la violencia consistía en alcan- zar y conservar el poder político. El sustrato ideológico era cada vez más «naciona- lista», pero dentro de este nacionalismo latinoamericano surgieron distintas variedades, contrapuestas entre sí. Bajo el populismo, los sentimientos naciona- listas se orientaron hacia la formación de una amplia e inclusiva alianza que trató de impulsar un cambio en el sentido de la nación y que abrió un espacio político para nuevos sectores sociales (urbanos sobre todo), como el industrial, las clases medias profesionales o la mano de obra organizada. Los militares se incorporaron de forma activa en el seno de estas alianzas y comenzaron a asumir un papel de árbitros del orden nacional, de la estabilidad y el progreso. En muchos casos, el proceso político 17 Véase Touraine, América Latina. 30 DIRK KRUI JT Y KEES KOONINGS logró incorporar hasta cierto punto unos mecanismos democráticos. Pero en el fon- do, y por lo que nos atañe en el presente debate, sobrevoló siempre la sombra del conflicto político y de la violencia. Todo esto tiene que ver con una de las caracte- rísticas más notables de estos modelos políticos inclusivos (generalmente denomi- nados «estados de compromiso»), a saber: la falta de un consenso a largo plazo y la inestabilidad real y potencial que lleva aparejada inevitablemente esta circunstan- cia. Esta inestable fragilidad se relaciona con la falta de confianza entre los principa- les responsables políticos y sociales que actúan dentro del populismo. Los intereses eran a menudo contrapuestos —continuismo frente a reforma, lucha entre los dife- rentes sectores económicos, entre el elitismo y el incremento de la participación popular, etc.—; de ahí que los principales protagonistas parecieran sumidos en un esta- do de perpetuo anquilosamiento. Todo esto se vio agravado por el papel determi- nante del Estado a la hora de definir y mediar en las relaciones entre los diferentes grupos sociales. En otras palabras, todos los sectores políticos y sociales implica- dos consideraban fundamental acceder al poder político. De ahí que se tuviera la impresión generalizada de que todo lo que ganaban unos era a costa de otros, lo que solía interpretarse en términos absolutos, cuando no con catastrofismo. La pérdida del control político se consideraba como una auténtica amenaza para la situación ocupada por los grupos o clases en el marco de la nación '8. Resulta significativo que México, el país que mejor supo resolver el problema de la inestabilidad política derivada del populismo, haya sido también el que sufrió la irrupción más violenta de las masas en la contienda política. La Revolución mexica- na supuso un despliegue masivo y prolongado de violencia social y política, cuyas complejidades se han visto a menudo oscurecidas por las implicaciones que ha tenido a largo plazo `9. De todos modos, lo reseñable es que, como colofón a dos décadas de guerra intestina y violencia política generalizada, se hiciera un esfuerzo prolongado para tratar de dar cauce a la institucionalización política y a las reformas sociales. Las condiciones del compromiso mexicano fueron establecidas, tanto en lo oficial como en lo oficioso, bajo los auspicios del PRI, y constituyen un ejemplo único; en parte a ellas hay que atribuir la relativa ausencia de violencia política en el ámbito nacional hasta 1994. Como resultado, México ha sido una excepción al para- digma propuesto por O'Donnell, según el cual los procesos relativamente avan- zados de desarrollo industrial y modernización en América Latina han desembocado en el establecimiento de regímenes burocrático-autoritarios represivos y, por tan- to, violentos w. No es necesario repetir aquí los argumentos que refutan la formula- ción inicial de esa tesis z' para colegir que las tensiones insertas en las alianzas populistas propiciaron en muchos casos la subida al poder de dictaduras militares y civiles que recurrieron a la violencia sistemática para mantenerse, para neutralizar a sus oponentes y para llevar a cabo determinados proyectos de desarrollo económico y social. De nuevo afloraba la lógica de la exclusión social, que en este caso reside en las inclinaciones estructurales de los modelos de desarrollo adoptadospor los 18 Este aspecto lo trata en profundidad Lechner en «Some People Die of Fear», en especial en las págs. 28-19. 19 Véase Knight, Mexican Revolution. zo Véase O'Donnell, Modernization. zi Véanse los distintos colaboradores en el volumen de Collier, New Autboritarianion. INTRODUCCIÓN: LA VIOLENCIA Y EL MIEDO EN AMÉRICA LATINA 3 I regímenes autoritarios, es decir, en el cierre del sistema político a todo grupo o inte- rés opuesto al régimen o a los proyectos que éste promueve. Independientemente de las diferencias entre los distintos «proyectos» burocrá- tico-autoritarios (como, por ejemplo, las existentes entre Brasil y Chile), todos ellos tenían en común una cierta noción conservadora de lo que constituía el «inte- rés nacional» o los «objetivos nacionales inmutables», que se percibían bajo la amenaza de los enemigos internos más radicales, a saber, los comunistas. A estos ene- migos (los populistas de antes y los izquierdistas que posteriormente encontraron su inspiración en la revolución cubana) se les respondió con la lógica de la guerra inter- na, sin que tuviera demasiado peso la valoración real de las fuerzas enemigas 22 . Des- de Guatemala hasta Argentina las dictaduras declararon la guerra a sus ciudadanos en nombre de la libertad y de la necesidad de conservar la cultura cristiana occiden- tal 23 . Esta violencia se basó en directrices muy claras y en nociones estratégicas, lo mismo que en una guerra convencional, pero sus efectos perversos fueron inevita- bles en el sentido de que la guerra interna desembocó en el terrorismo de Estado. Una de sus características fundamentales es la multiplicación de las arbitrarieda- des. Ningún principio de seguridad nacional ni ningún concepto de «democracia fuerte» serán nunca capaces de conseguir que los ejecutores de la violencia de Esta- do se limiten a las prácticas habituales de «guerra sucia». El estratega más relevan- te del régimen militar brasileño, el general Golbery do Couto e Silva, aludía a este problema como «el agujero negro» del sistema de seguridad de Brasil, es decir, algo fuera de todo control y sin dirección aparente, algo que a la postre podía incluso ame- nazar la estabilidad del propio régimen militar 24 . Como veremos más adelante, la continuidad de la lógica de la represión arbitra- ria por parte de las fuerzas de seguridad es uno de los problemas candentes que aún perviven como legado de los regímenes autoritarios del pasado reciente. Esto no z z Para un detallado análisis de las revoluciones armadas durante la segunda mitad del siglo xx, véase Wickham-Crowley, Guerrillas and Revolution. La lucha armada de la izquierda latinoamericana cons- tituyó a la larga un fracaso, pero hizo posible la entrada de la izquierda en las fuerzas pro-democráticas de muchos países a partir de 1980. Véase también Angell, «lncorporating the Left». z3 En esta obra ponemos énfasis en la dimensión interna de los regímenes autoritarios y represivos de los años sesenta, setenta y ochenta. Esto no quiere decir que las influencias externas no sean relevantes para el auge y consolidación de estos regímenes, así como para la puesta en marcha de sus prácticas repre- sivas. Durante los años sesenta y setenta era habitual referirse a la todopoderosa influencia de los Estados Unidos como responsables de una larga lista de dictaduras militares, así como de la orquestación de cam- pañas para hacer frente a los insurgentes. No hay duda de que los Estados Unidos respaldaron de varias maneras a los militares por medio de programas de ayuda, de cooperación para el desarrollo, de alianzas diplomáticas y de complicidades con los servicios de inteligencia. Sin embargo, Rouquié señala que esto no quiere decir que los regímenes militares latinoamericanos fueran el «sexto lado del Pentágono» (véa- se Rouquié, Militar)). Sobre todo en Brasil y en los países del cono Sur lo que los Estados Unidos ofre- cieron fue el nihil obstat a la militarización de una política asentada en un pensamiento geopolítico desarrollado en el ámbito nacional y en las doctrinas relacionadas con el papel del ejército en la política (véase Child, «Geopolitical Thinking»). Por otro lado, se puede ver claramente la mano norteamericana en el Caribe y en América Central. Desde las aventuras de William Walker en la Nicaragua del siglo xix hasta las intervenciones en Panamá y Haití a principios de los noventa, los Estados Unidos han manteni- do una práctica constante y sistemática de interferencias tanto en los aspectos políticos como en las gue- rras civiles. A partir de los años ochenta el Pentágono y la CIA han ido dejando paso a la DEA, cuyas actividades requieren la colaboración de los ejércitos de varios países (especialmente en la región Andina) para llevar a cabo su «guerra contra las drogas». 24 Véase Alves, Estado e oposifdo. 3 2 DIRK KRUIJT Y KEES KOONINGS quiere decir que el proceso de restauración de la democracia, y en algunos casos el final de la guerra civil sellado mediante pactos de reconciliación y tratados oficiales de paz, no se haya culminado con éxito. Al contrario, lo que resulta evidente es que las experiencias anteriores de represión y violencia han generalizado la convicción de que el sistema democrático puede y debe resolver a largo plazo los problemas de América Latina. En este sentido, es notorio el progreso experimentado cara a la consolidación de marcos democráticos y en lo relativo al consenso entre las fuerzas políticas que es necesario para la consecución de esos principios. Con todo, ello no significa necesariamente que se hayan cumplido todas las condiciones precisas para un gobierno estable 25. El buen gobierno se ve amenazado por un gran número de enemigos, uno de los cuales es, sin duda, la pervivencia de la violencia y de los con- flictos sociales. LA VIOLENCIA EN LA AMÉRICA LATINA POST-AUTORITARIA La llegada de la democracia, que oficialmente reina ahora en todos los países salvo Cuba, no implicó necesariamente el fin de la violencia entendida como pro- blema político y social. Muy al contrario, podría decirse que ahora la violencia se ha democratizado en América Latina. Ya no es el recurso de los que fueran otrora los todopoderosos o los guardianes armados de la nación. Ahora la violencia se pre- senta como una opción para todos los que persiguen unos fines determinados. El ejemplo paradigmático al respecto es Colombia, por supuesto, donde el recur- so a la violencia se ha hecho tan habitual que el propio Estado colombiano ha deja- do de existir en el sentido weberiano del término, es decir, como monopolizador legítimo del uso de la violencia. No sólo los militares, los paramilitares, las gue- rrillas y los carteles de la droga recurren a ella de modo sistemático; también en los estratos inferiores de la sociedad la violencia se convierte en una forma de vida o en un instrumento de movilidad social, o incluso en un medio de transformación del orden jerárquico tradicional. Por ejemplo, en la ciudad de Medellín la expansión de la violencia no sólo posibilitó el progreso de jóvenes «marginales» desde los tugurios, sino que creó nuevos espacios para que las asociaciones de vecinos se enfren- taran a una administración municipal tradicional y conservadora 26. Brasil ofrece otros muchos ejemplos en este sentido. Este país muestra una situación ambivalen- te en la cual la redemocratización parece haber avanzado considerablemente y goza de apoyos y legitimidad. A lo largo de las últimas décadas la sociedad brasileña se ha politizado considerablemente y ha permitido el desarrollo de una sociedad civil muy dinámica. Pero, al mismo tiempo, la violencia y las injusticias sobreviven y forman parte de la existencia habitual. Estas formas de violencia, tanto en Brasil como en cualquier otra parte, no son nue- vas, pero se han hecho más palpables en los últimos diez arios. Además, impregnan 2.5 Nos referimos a la cuestión del buen gobierno no en el sentido estricto aplicado, entreotros, por el Banco Mundial (la capacidad para llevar a cabo programas de ajuste razonables y crear a largo plazo las condiciones necesarias para el desarrollo de los mercados), sino como algo que permite fomentar la par- ticipación democrática, la responsabilidad y la legitimidad. 26 Así lo sostiene Roldán en «Citizenship, Class and V iolence». INTRODUCCIÓN: LA VIOLENCIA Y EL MIEDO EN AMÉRICA LATINA 33 el ambiente general, especialmente en lo que concierne a la aplicación cotidiana de las leyes, y, a pesar de la desaparición de los regímenes autoritarios, persisten en forma de actos esporádicos. Este tipo de violencia no sólo afecta a los delincuentes comu- nes, sino también a los activistas sociales, a los sin tierra cuando ocupan una pro- piedad estatal, a los trabajadores del metal en huelga, a los garimpeiros a los que se expulsa de sus terrenos, etc. En la zona fronteriza de la Amazonia brasileña, sobre todo, la violencia cotidiana es algo endémico y demuestra la incapacidad del Estado a la hora de garantizar y legitimar el orden interno. Todo ello propicia un clima general (cuyas raíces se encuentran en las arbitrariedades cometidas por las dictaduras pasa- das) en el que la violencia pasa a ser una opción normal como forma de defender una serie de intereses, como método para alcanzar el poder o como vía de resolución de conflictos. La «nueva violencia» en América Latina enfrenta los instintos represivos de las elites tradicionales y de las fuerzas de seguridad a la cada vez mayor variedad de actores que también recurren a ella aun cuando oficialmente esté vigente un régi- men democrático. Este nuevo tipo de inseguridad social y política está, en primer lugar, exacerbado por la fragmentación social que se ha venido acentuando en casi toda América Latina durante las dos últimas décadas; en segundo lugar, el fin de las dictaduras militares no abolió las prerrogativas y el papel que las Fuerzas Armadas se atribuyeron como garantes del orden ante cualquier «amenaza», según ha demos- trado sobradamente Lovemann 17 . Esto quiere decir que los coletazos violentos ante cualquier «levantamiento» o movilización social siguen siendo una caracte- rística generalizada en la América Latina post-autoritaria. Además, los años y décadas de dominio autoritario y abusivo han hecho que reine un clima de impu- nidad entre quienes componen las fuerzas de seguridad (sobre todo la policía y las unidades especiales antisubversivas) que con frecuencia han logrado que se cum- pliera la ley en las nuevas democracias por métodos dudosos, cuando no delictivos. Somos testigos de cómo los representantes estatales recurren a la violencia indiscri- minada a pesar de la instauración de la democracia y de la adopción de políticas en favor de los derechos humanos por parte de los gobiernos respectivos. Vemos cómo prolifera la violencia organizada e indiscriminada al mismo ritmo que se crean pla- taformas cívicas y pacifistas. El peligro radica en que la ambigüedad estructural que, como decíamos anteriormente, caracteriza a América Latina se pueda reprodu- cir una y otra vez: los avances democratizadores y el fortalecimiento del poder de la ciudadanía corren parejos con la erosión de la legitimidad del Estado debido a que éste no puede garantizar ni la participación social ni el imperio de la ley. Esto provoca «vacíos de gobierno» que son ocupados por quienes propugnan la ley del más fuerte. Y como resultado pueden aparecer de nuevo reacciones autoritarias, o desvirtuarse las formas de gobierno civil. En los dos apartados que siguen abor- daremos con mayor detalle ambos componentes en el seno de las denominadas «sociedades del miedo». 27 Véase Lovemann, «Protected Democracies». 3 34 DIRK KRUI JT Y KEES KOONINGS LAS AMENAZAS AL ORDEN SOCIAL PACIFICO: POBREZA, MARGINALIDAD Y EXCLUSIÓN El empobrecimiento, la miseria generalizada, la marginalidad y la exclusión social se han convertido en fenómenos crecientes como secuela de las dictaduras militares de principios de los ochenta. Estos elementos se extendieron como resul- tado de la crisis económica y se agravaron muy pronto a causa de las medidas de ajuste estructural que tuvieron que adoptar la mayoría de los países latinoamerica- nos. Históricamente caracterizada por una pobreza endémica y por condiciones extremas de desigualdad, América Latina ha visto cómo a los que tradicionalmente vivían en la miseria se les han unido los «nuevos pobres», las clases trabajadoras y las clases medias bajas, que últimamente se han visto afectadas por la crisis económica y por las políticas de ajuste llevadas a cabo a mediados y finales de los ochenta. Los nuevos pobres proceden de la clase trabajadora y de las clases medias urbanas, a las que ahora se suman los pequeños terratenientes y los campesinos. Desde los años setenta la pobreza en América Latina se ha hecho cada vez más urbana, lo cual incrementa las posibilidades de que se originen conflictos sociales y desórdenes, o de que se radicalice la política. Sin embargo, si una cosa hay que des- tacar de las estrategias de los pobres que viven en emplazamientos urbanos es su naturaleza ingeniosa y pacífica a la hora de asegurarse la supervivencia cotidiana. La pobreza se asocia al «sector marginal», todo un complejo dentro de la economía y de la sociedad estatal. Desde Monterrey, en México, hasta Puerto Mont, en Chile, ese sector ha crecido y se ha visto reflejado en una ingente cantidad de actividades a pequeña escala que han copado las capitales y los grandes núcleos urbanos. La mitad de la población de ciudades de México, América Central y los países andinos se inscribiría en esta economía marginal. Vista desde dentro, esa «marginalidad» fun- ciona ajena a las instituciones sociales y económicas establecidas, y por tanto a los derechos civiles elementales que a ellas se asocian, es decir, sin tener en cuenta el empleo y los salarios regulados, las organizaciones sindicales y la legislación social; y se encuentra fuera de instituciones tales como la sanidad pública, la edu- cación o la vivienda. Visto desde fuera, «el sector privado de los pobres» de Amé- rica Latina (el ámbito de la pobreza y la exclusión social) crece a un ritmo vertiginoso y supone una seria amenaza para los gobiernos, sea cual fuere su com- posición e ideología. Si bien esto no lleva necesariamente a la violencia, sí puede decirse que este largo proceso de marginalidad y exclusión social socava la legitimidad del orden civil, político y gubernamental oficialmente vigente, al contribuir a la creación de instituciones paralelas y a la «privatización» de las administraciones públicas. Por ejemplo, durante los arios ochenta en América Central y en la región andina, las Cámaras de Comercio, los gremios, las asociaciones de abogados y de otras profe- siones típicas de la clase media, y las otrora poderosas organizaciones sindicales, vieron mermados tanto el número de afiliados como su presencia política 28. En Argentina, Brasil y México tuvo lugar el mismo proceso, si bien a una escala más z8 Véase Koonings, Kruijt y Wils, «Very Long March»; también Kruijt et aL,Changing Labour Relations. INTRODUCCIÓN: LA VIOLENCIA Y EL MIEDO EN AMÉRICA LATINA 3 5 reducida. A principios de los ochenta, el antropólogo peruano Matos Mar "escribió un ensayo profético acerca de «la otra cara de la sociedad». En él se describe el ocaso de las organizaciones que sustentan la sociedad civil y se apunta la aparición, tímida todavía, de toda una gama de organizaciones relacionadas con la pequeña empresa: cámaras locales y regionales de artesanos, institucionalización de los come- dores de beneficencia y otras organizaciones similares que abastecen de alimentos económicos los suburbios metropolitanos, etc.; iniciativas todas ellas ligadas a orga- nizaciones de desarrollo de carácter privado, iglesias e instituciones de beneficencia fundadas por sociedades privadas y sin conexión alguna con lasautoridades locales o nacionales. La marginalidad comienza a percibirse igualmente en la escena política. Duran- te los arios ochenta, en Perú y en otros países latinoamericanos los partidos políticos perdieron la confianza de sus votantes. Ante la gravedad de la crisis económica y social, y como respuesta al desgaste de los partidos políticos tradicionales, el pueblo puso sus miras en «los políticos sin partido» que entraron en escena ofreciendo la for- mación de gobiernos eficaces y laboriosos. La primera señal electoral de este nuevo cambio de rumbo fue la elección del alcalde de Lima, un empresario del sector tele- visivo. Durante las elecciones presidenciales de 199o, Mario Vargas Llosa, afamado escritor completamente apolítico, creó todo un movimiento a su alrededor y se pre- sentó a sí mismo como candidato. Sin embargo, su llegada a la escena política fue precipitada, y durante la campaña se le llegó a asociar al sistema de partidos oficia- les debido a las alianzas con los partidos tradicionales. En el último minuto otro candidato hizo acto de presencia: el desconocido Alberto Fujimori, sin programa político y sin candidatos para las carteras ministeriales. La elección de Fujimori fue la expresión, aún incipiente, del sentir de todo un país, el modo de manifestar su rechazo a los partidos políticos. Pero también contribuyeron otros factores, no sólo en Perú sino también en Guatemala, donde se repitió el fenómeno del desco- nocido que llega a la presidencia; tal fue el caso de Serrano. Resulta curioso que en ambas naciones el candidato ganó con el apoyo de los sectores marginales y de las nuevas iglesias evangélicas, las cuales habían aglutinado a muchos seguidores per- tenecientes a los sectores menos favorecidos de la población urbana. El peligro que para la consolidación democrática supone ese incremento del poder político por parte de los sectores marginales se manifiesta en la tendencia denominada neopopulista, apreciable en toda América Latina. Esos «antipolíticos» que reniegan del sistema político y llegan al poder con el apoyo directo de las masas logran incluso dejar de lado las instituciones democráticas y reinstaurar una modalidad de poder excepcional. La naturaleza plebiscitaria de su legitimidad se puede ver reforzada mediante la alianza con las fuerzas de seguridad en un inten- to por solucionar los problemas más acuciantes. Está claro que el autogolpe que protagonizó Fujimori en 1992 en connivencia con el ejército —especialmente con los servicios de inteligencia controlados por el ex-capitán Vladimiro Montesinos— pue- de ejemplificar ese peligro al que nos estamos refiriendo. Con esa actuación, Fujimori neutralizó al parlamento, a la judicatura y a los partidos políticos con el pretexto de «poner fin a la corrupción y a la ineficacia», y así de paso tener las manos libres para 29 Véase Matos Mar, Desborde popular. 36 DIRK KRUI JT Y KEES KOONINGS imponer planes de austeridad y acosar a Sendero Luminoso. En consecuencia, Fuji- mori se granjeó el apoyo generalizado de las masas urbanas limeñas. El crecimiento de la marginalidad en la sociedad también implica la rees- tructuración de las fuerzas de orden público. En Perú, por ejemplo, se han semi- institucionalizado las «rondas campesinas» como cuerpo armado anejo a la policía y al ejército. Cuando a principios de los noventa se convirtieron en una especie de ejército privado, lo hicieron siguiendo el mismo sistema que las bandas armadas de trabajadores que actuaban en los barrios pobres o al servicio de los sindicatos lega- les de izquierdas; primero con palos, después con armas de fabricación casera y final- mente con armamento convencional. En paralelo a estos grupos populares de autodefensa y pacificación, se fueron formando otros cuerpos privados de parecida estructura. Se trata de compañías privadas de seguridad cuyos miembros proceden tanto de los sectores reconocidos como marginales de la sociedad, cuando no del ejército o de la policía, una vez que abandonan el cuerpo por jubilación u otros moti- vos. Estos vigilantes privados encuentran trabajo custodiando bancos, casas, barrios, supermercados e incluso ministerios y otros edificios públicos. También hay que mencionar las bandas paramilitares, a veces muy próximas a los partidos políticos y en ocasiones vinculadas también a complejas redes de narcotraficantes. Y, finalmente, deben ser tenidas en cuenta las consecuencias derivadas de la introduc- ción en Lima del «serenazgo», es decir, una policía de barrio formada por ciudadanos armados. Estos cuerpos armados los componen gentes de clase media y tienen como fin proteger los bienes y propiedades; en su funcionamiento complementan al res- to de las fuerzas policiales de la capital. En Colombia los «milicianos», o vigilantes armados cuyos miembros proceden de la guerrilla, se han hecho también un hueco en los últimos años, y actúan en los barrios pobres de las grandes ciudades, allí donde ni la policía ni el ejército se atreven a entrar 30 . Uno de los problemas más conflictivos es el de los «escuadrones de la muerte». ¿Quién conoce con todo detalle los vínculos entre las fuerzas de la ley y el orden y esas siniestras organizaciones paramilitares y cuasi-policiales que operan en Brasil, Colombia, El Salvador y Guatemala? Cada vez es mayor su poder, se esta- blecen en los intersticios del enfrentamiento con la contrainsurgencia y combaten el delito eliminando no sólo a los enemigos del Estado sino también a los peque- ños delincuentes, aun cuando no se trate sino de jóvenes o incluso de niños. Para com- pletar el cuadro, no debemos olvidar el papel desempeñado por los «narcos», cuyas bandas armadas administran y controlan provincias y departamentos en varios paí- ses latinoamericanos. Tal vez resulte cínico decir que en América Latina se ha producido una cierta «democratización de la violencia». Antiguamente el uso de la violencia estaba reser- vado a unos sectores determinados: la aristocracia, las elites, el ejército, la policía. Ahora la mayor parte de las sociedades urbanas (y ciertos sectores de la sociedad rural) tienen acceso a las armas. La proliferación de la violencia, incluso en sus for- mas más anómicas, ha alcanzado el estadio de la producción y el consumo masivos. 30 Para la situación en Colombia, véase el séptimo capítulo de este libro, escrito por Daniel Pécaut. Entre las publicaciones en lengua española más recientes se encuentran también Betancourt y García, Con- trabandistas; Guerrero, Años del olvido; Lara, Siembra vientos; Palacio, Irrupción; Salazar, No nacimos pa semi- lla; Salazar, Mujeres; Salazar y Jaramillo, Medellín; Torres Arias, Mercaderes. INTRODUCCIÓN: LA VIOLENCIA Y EL MIEDO EN AMÉRICA LATINA 37 LAS SOCIEDADES DEL MIEDO: CAUSAS Y CONSECUENCIAS El miedo es la repercusión psicológica, cultural e institucional de la violencia. Se trata de una respuesta a la desestabilización de las instituciones, a la exclusión social, a la ambigüedad y la incertidumbre de los individuos. En América Latina existe una cultura del miedo latente, y a veces declarada, que ha alcanzado dimensiones ins- titucionales inducida por una violencia indiscriminada pero sistemática; violencia que a menudo se gesta en los propios aparatos del Estado o se organiza desde las mismas autoridades y se reproduce en el seno de las fuerzas del orden. Así pues, como sostiene Edelberto Torres-Rivas en el último capítulo de este libro, la cultura del miedo está inserta en un clima general caracterizado por la «trivialización del horror». El segundo ciclo de la violencia política y de las contiendas internas al que anteriormente hacíamos referencia está marcado por el perfeccionamiento del terro- rismo de Estado y la proliferación de una represión indiscriminada pero sujeta a una lógica sistemática. Sin el apoyo de las doctrinas de la guerra de baja intensidad con- tra los enemigos internos del Estado, no podría haberse dado en América Latina
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