Logo Studenta

Las-Sociedades-Del-Miedo

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

— BIBLIOTECA DE PENSAMIENTO & SOCIEDAD, 84 
Los trabajos recogidos en este volumen examinan un aspecto 
que ha recibido relativamente poca atención: el persistente legado de 
conflictos, violencia y terrorismo en buena parte de los países 
de Latinoamérica. 
El capítulo inicial considera las distintas formas de violencia 
existentes en la Latinoamérica contemporánea y sus implicaciones 
para la reconstrucción de la sociedad civil y la consolidación de la 
gobernabilidad democrática. En la primera parte, las contribuciones 
examinan los recientes conflictos civiles en el sur de México, 
Centroamérica y Perú, con especial atención a los aspectos étnicos 
que han configurado dichos conflictos. En la segunda parte se revisan 
las dimensiones histórica, política y cultural de algunos conflictos 
específicos –México, Argentina y Colombia–. En la parte final, se 
avanzan algunas hipótesis sobre los procesos de transición en deter-
m inados países. 
ft, 
Ediciones Universidad 
Salamanca 
LA LLIBRERIA 
DE LA UN VERSITAT 
111111 1111111 Ediciones Universidad 
ISBN: 84-7800-867-5 
KEES KOONINGS y DIRK KRulir (cels.) 
LAS SOCIEDADES DEL MIEDO 
El legado de la guerra civil, la violencia y el terror 
en América Latina 
LAS SOCIEDADES DEL MIEDO 
KEES KOONINGS Y DIRK KRUIJT (EDS.) 
LAS SOCIEDADES DEL MIEDO 
El legado de la guerra civil, la violencia y el terror 
en América Latina 
Traducción de: 
Jesús Torres del Rey 
MI. Rosario Martín Ruano 
Jorge J. Sánchez Iglesias 
EDICIONES UNIVERSIDAD DE SALAMANCA 
ACTA SALMANTICENSIA 
BIBLIOTECA DE PENSAMIENTO Y SOCIEDAD, 84 
de esta edición: 
Ediciones Universidad de Salamanca 
y los autores 
de la traducción: 
Jesús Torres del Rey, 
Ma Rosario Martín Ruano 
y Jorge J. Sánchez Iglesias 
ia edición: noviembre, 2002 
I.S.B.N.: 84-7800-867-5 
Depósito legal: S. 1.445 2002 
Ediciones Universidad de Salamanca 
Apartado Postal 325 
37080 Salamanca 
Impreso en España-Printed in Spain 
IMPRENTA CALATRAVA, SOC. Com 
Pol. Ind. El Montalvo 
Tel. y Fax 923 19 02 13 
Salamanca 
Todos los derechos reservados. 
Ni la totalidad ni parte de este libro 
puede reproducirse ni transmitirse 
sin permiso escrito 
de Ediciones Universidad de Salamanca.. 
4 
CEP. Servicio de Bibliotecas 
Las SOCIEDADES del miedo : el legado de la guerra civil, la violencia y el 
terror en América Latina / Kees Koonings y Dirk Kruijt (eds.), ; traducción, 
Jesús Torres del Rey, M. Rosario Martín Ruano, Jorge J. Sánchez Iglesias. — La 
ed.— Salamanca : Ediciones Universidad de Salamanca, woi 
17 x 24 cm.—(Acta Salmanticensia. Biblioteca de Pensamiento y Sociedad ; 84) 
Actas de congreso 
t. Violencia-América Latina-Congresos- 2- Revoluciones-Aspecto social- 
América Latina-Siglo 2o.a-Congresos. I. Koonings, Kees. II. Kruijt, Dirk. 
323.27/.28(8)"19"(061.3) 
ÍNDICE 
PREÁMBULO 
	 13 
AGRADECIMIENTOS 
	 15 
SOBRE LOS AUTORES 
	 17 
NOTA DE LOS TRADUCTORES 
	 19 
I. INTRODUCCIÓN: LA VIOLENCIA Y EL MIEDO EN 
AMÉRICA LATINA 
Dirk Kruijt y Kees Koonings 	 21 
LA VIOLENCIA Y EL DESARROLLO DE LAS NACIONES EN AMÉRICA 
LATINA 	 24 
LA VIOLENCIA EN EL ORDEN TRADICIONAL 	 27 
POLÍTICA DE MASAS, VIOLENCIA POLÍTICA Y «GUERRAS INTERNAS» 	28 
LA VIOLENCIA EN LA AMÉRICA LATINA POST-AUTORITARIA 	 32 
LAS AMENAZAS AL ORDEN SOCIAL PACÍFICO: POBREZA, MARGINA- 
LIDAD Y EXCLUSIÓN 	 34 
LAS SOCIEDADES DEL MIEDO: CAUSAS Y CONSECUENCIAS 	 37 
Los CONTENIDOS DEL LIBRO 
PRIMERA PARTE: 
LAS DIMENSIONES SOCIALES, POLITICAS 
Y ÉTNICAS DE LA GUERRA CIVIL 
II. EJERCICIOS DE TERRORISMO DE ESTADO: LAS CAM-
PAÑAS CONTRARREVOLUCIONARIAS EN GUATE-
MALA Y PERÚ 
Dirk Kruijt 
PERÚ: LA GUERRA CIVIL, SENDERO LUMINOSO Y LAS FUERZAS 
ARMADAS 
GUATEMALA: BA JO EL FUEGO PERMANENTE DE BA JA INTENSIDAD 
5 3 
54 
64 
8 	 INDICE 
APUNTES FINALES 	 75 
APÉNDICE I. EJECUTIVOS NACIONALES EN PERÚ (193o-2cm) 
	
78 
APÉNDICE II. EJECUTIVOS NACIONALES DE GUATEMALA (193o-2ooi) 79 
III. COSECHANDO TEMPESTADES: LAS RONDAS CAMPE-
SINAS' Y LA DERROTA DE SENDERO LUMINOSO EN 
AYACUCHO 
Carlos Iván Degregori 
	
81 
LOS JÓVENES RURALES Y EL CAMPESINADO 	 81 
LA ORGANIZACIÓN DE LA PRODUCCIÓN 	 84 
EL NUEVO PODER 	 85 
RACIONALIDAD ANDINA FRENTE A RACIONALIDAD SENDERISTA 	 87 
LA SEGURIDAD DE LA POBLACIÓN 	 92 
ADAPTACIÓN-EN-RESISTENCIA 	 93 
EXTERIORIZACIÓN 	 94 
RESISTENCIA CAMPESINA Y RONDAS CAMPESINAS 	 95 
PUNTOS CIEGOS Y DERROTA DE SENDERO LUMINOSO 	 99 
ESENCIAS EN ACCIÓN 	 Too 
CONCEPCIONES DEL TIEMPO Y EL ESPACIO 
LA CULTURA ANDINA 	 lo' 
IV. «BIENVENIDOS A LA PESADILLA»: REFLEXIONES 
SOBRE LOS GUERREROS SIN ROSTRO DE LA RE-VUEL-
TA DE LACANDONA (CHIAPAS, MÉXICO, 1994) 
Arij Ouweneel 
	
105 
PERSPECTIVA ENDÓGENA, PERSPECTIVA EXóGENA 	 io5 
VOCES DE LA SELVA 	 io8 
VOCES DE LA MONTAÑA 
LA RESTAURACIÓN DEL ORDEN 	 115 
SEGUNDA PARTE: 
LAS CONSECUENCIAS A LARGO PLAZO 
DE LA VIOLENCIA, EL TERROR Y EL MIEDO 
V. VIOLENCIA POLÍTICA EN EL MÉXICO POST-REVO-
LUCIONARIO 
Alan Knight 	 121 
INDICE 	 9 
VI. EL MIEDO A LA INDIFERENCIA: LOS TEMORES DE 
LOS COMBATIENTES SOBRE LA IDENTIDAD POLÍ-
TICA DE LOS CIVILES DURANTE LA GUERRA SUCIA 
ARGENTINA 
Antonius Robben 	 141 
LA APARICIÓN DE LA VIOLENCIA POLÍTICA EN ARGENTINA 	 142 
LA ESTRUCTURA DE LA RIVALIDAD DURANTE LOS SETENTA 	 146 
RIVALIDAD, ALIANZA E INDIFERENCIA 	 149 
Los INDECIDIBLES Y LO SINIESTRO 	 153 
VIOLENCIA Y MORALIDAD 	 155 
VII. DE LA BANALIDAD DE LA VIOLENCIA AL TERROR 
REAL: EL CASO DE COLOMBIA 
Daniel Pécaut 	 15 7 
LA CONEXIÓN ENTRE LOS DISTINTOS TIPOS DE VIOLENCIA 	 159 
LA VIOLENCIA COTIDIANA: LA TRAYECTORIA DE LOS INDIVIDUOS Y 
LA LÓGICA DE LA PROTECCIÓN 	 164 
LAS FORMAS DE TERROR 	 169 
EL TERROR SILENTE 	 175 
CONCLUSIÓN 	 181 
TERCERA PARTE 
¿TRANSICIONES DEMOCRÁTICAS PACÍFICAS? 
PERSPECTIVAS Y PROBLEMAS 
VIII. MEMORIA COLECTIVA, MIEDO Y CONSENSO: PSICO-
LOGÍA POLÍTICA DE LA TRANSICIÓN DEMOCRÁTICA 
EN CHILE 
Patricio Silva 	 1 85 
EL PERSISTENTE RECUERDO DEL PASADO 	 187 
La amenaza del otro 	 188 
Una sociedad saturada 	 189 
LA INSTITUCIONALIZACIÓN DEL MIEDO 	 190 
Protección ante la inseguridad 	 190 
Entre la gratitud' el temor 	 192 
Consumismoy apatía 	 193 
TRANSICIÓN A LA INCERTIDUMBRE 	 195 
El despertar de la sociedad civil 	 195 
Renovación ideológica 	 197 
El plebiscito de 1988y sus consecuencias 	 198 
'10 
	 INDICE 
MIEDO, CONFIANZA Y CONSENSO 	 200 
La vigencia del pasado: la cuestión de los derechos humanos 	 2o3 
REFLEXIONES FINALES 	 2o6 
POST SCRIPTUM 	 2o6 
IX. SOMBRAS DE VIOLENCIA Y TRANSICIÓN POLÍTICA 
EN BRASIL: DEL RÉGIMEN MILITAR AL GOBIERNO 
DEMOCRÁTICO 
Kees Koonings 	
211 
ASCENSO Y CAÍDA DEL AUTORITARISMO MILITAR 	 212 
La militarización de la política 	 212 
La consolidación del régimen militar 	 215 
Violencia' represión bajo el régimen militar 	 216 
La lógica del miedo controlado: la transición democrática" el eje'rcito 	221 
EjÉRCITO Y POLITICA DESDE 1985 	 226 
El problema de la tutela 	 227 
El legado de represióny la cuestión de los derechos humanos 	 23o 
DIMENSIONES POLÍTICAS E INSTITUCIONALES DE LA NUEVA 
DEMOCRACIA 	 232 
Política civil tras 08 f 	 232 
La consolidación de la democracia: balance provisional 	 236 
LA AMENAZA ACTUAL DE LA VIOLENCIA 	 239 
Conflictos sociales" violencia 	 240 
La nueva guerra: crimen contra la sociedad 	 243 
CONCLUSIÓN 	
245 
X. TRANSICIÓN Y VIOLENCIA. REFLEXIONES SOBRE EL 
CAMBIO POLÍTICO EN MÉXICO 
Wil Pansters 247 
Los PILARES DEL AUTORITARISMO MEXICANO 	 249 
AUTORITARISMO Y CAMBIO 	 252 
INTERROGANDO LA TRANSICIÓN MEXICANA 	 255 
ELECCIONES 	 25 6 
CORPORATIVISMO 	 26o 
EL HORIZONTE TEMPORAL 	 262 
EL UNIVERSO DE LEALTADES PRIMORDIALES 	 264 
TRANSICIÓN, VIOLENCIA Y MIEDO 	 268 
APUNTES FINALES 	 272 
ÍNDICE 	 I 1 
XI. UN PAIS A LA DERIVA: CRISIS Y TRANSICION EN CUBA 
Gert Oostindie 	 275 
EL OCASO DE LA REVOLUCIÓN 	 276 
LAS CRISIS REGISTRADAS A MEDIADOS DE LOS NOVENTA 	 277 
DECLIVE ECONÓMICO 	 278 
DISIDENCIA Y REPRESIÓN 	 279 
LA CRISIS INTERNA 	 28o 
EL RESURGIR DE LA «RAZA» 	 283LA CRISIS INTERNA: SUFRIMIENTO, IRA Y MIEDO 	 286 
LA HABANA VIEJA 	 287 
LA RESISTENCIA DEL RÉGIMEN 	 289 
ESCENARIOS PARA LA TRANSICIÓN 	 291 
FIN DE SIÉCLE 	 293 
POST SCRIPTUM, 1998 	 295 
XII. EPÍLOGO: REFLEXIONES SOBRE EL TERROR, LA 
VIOLENCIA, EL MIEDO Y LA DEMOCRACIA 
Edelberto Torres-Rivas 	 297 
LA DEMOCRACIA NO ES IRREVERSIBLE 	 297 
LA VIOLENCIA NO TIENE PUNTO DE PARTIDA EN LA HISTORIA 	 298 
LA UBICUIDAD DE LA VIOLENCIA 	 299 
EL TERRORISMO DE ESTADO 	 301 
LA TRIVIALIZACIÓN DEL HORROR 	 30 3 
TRANSICIONES CON MIEDO 	 306 
DEMOCRACIA Y PODER SIN VIOLENCIA 	 308 
POST SCRIPTUM 	 312 
BIBLIOGRAFÍA 	 313 
REALIDADES LATINOAMERICANAS: 
¿EN QUÉ MANOS ESTÁ EL PODER? 
Ustedes me piden unas garantías específicas para las que yo no puedo darles res-
puestas adecuadas. No está en mi mano prometerles una solución inequívoca 
siguiendo sus finos parámetros europeos. He sido un destacado periodista durante 
los arios de la represión y la dictadura militar. Estuve amenazado y tuve que huir al 
extranjero para ponerme a salvo. Ahora soy el vicepresidente, incluso presidente en 
funciones de este país. He redactado las partes fundamentales de nuestra Constitu-
ción. Aparentemente estoy investido con todo el poder político. Pero, en realidad, 
amigos míos, me veo en la necesidad de compartir el poder con otras muchas ins-
tancias, alguna de ellas invisible. En este país todavía mandan los militares. Esto es 
Guatemala, amigos, y no se puede poner en marcha un proyecto de gobierno sin con-
tar con su autorización implícita. Por otra parte están, por supuesto, las fuerzas para-
militares o los escuadrones de la muerte, como ustedes los llaman. ¿Pueden 
sugerirme qué se puede hacer con ellos? Están presentes y ausentes al mismo tiempo. 
Están por todas partes y en ninguna; y piden lo que les corresponde. También están 
los narcotraficantes con sus mafias. Naturalmente, podría negar su existencia, y lo 
mismo podría hacer con los militares, con la policía, con los criminales y con los 
capos de la droga. Pero estamos en Guatemala y la presencia de todos ellos es una 
cruda realidad. Y a esto se añade el problema de la CACIF, la Cámara Nacional 
de Comercio e Industria, que tilda de comunismo cualquier mínimo incremento de 
impuestos de un 2 o un 3 por ciento, ¡y los militares les creen! La CACIF controla 
toda la economía nacional. Así pues, reconsiderando estos hechos, ¿qué clase de 
garantías piden ustedes? 
UN EX-VICEPRESIDENTE DE GUATEMALA 
AGRADECIMIENTOS 
Este volumen surge como colofón del congreso internacional que organizamos 
los editores en colaboración con el profesor de la Universidad de Leiden Raymond 
Buve y que se celebró en la Universidad de Utrecht en septiembre de 1995. El obje-
tivo del congreso era analizar el influjo de los distintos tipos de violencia social y 
política, especialmente la guerra civil y el terrorismo de Estado, en el desarrollo 
social y político de América Latina. El interés, en nuestra opinión, estaba más que 
justificado, pues el debate sobre la situación latinoamericana actual por lo general 
se ha centrado en las perspectivas que tiene la democracia para afianzarse y en cues-
tiones relativas a lo que se ha dado en llamar «ajuste y gobernabilidad». 
Una vez caída la mayoría de los regímenes militares de la zona, y prácticamen-
te concluida la formalización de los acuerdos de paz en Centroamérica tras la firma 
del ambicioso tratado de paz en diciembre de 1996 en Guatemala, uno se siente ten-
tado a pensar que la violencia, la represión y la guerra civil forman parte del pasado 
latinoamericano. Sin embargo, no parece que vaya a borrarse de un plumazo la 
estela de varias décadas de violencia, terrorismo de Estado y guerra civil. El con-
greso de Utrecht, titulado «Las sociedades del miedo», pretendía evaluar hasta qué 
punto afectan las diversas formas que ha tomado y toma la violencia en el marco más 
amplio de la dinámica política y social de la zona, especialmente en lo que se refiere a 
la cuestión primordial de la gobernabilidad en un contexto democrático. En total, 
en el congreso se presentaron veintiocho ponencias, cuyos autores procedían de 
países tan diversos como Alemania, España, los Estados Unidos, Francia, Gran 
Bretaña, Guatemala, Holanda, México, Perú o Surinam. Éstas se agruparon en redes 
temáticas, por ejemplo, sobre las guerras civiles étnicas, las transiciones políticas, la 
violencia y la sociedad civil, y en sesiones centradas en los distintos países o zonas, 
como las dedicadas a Argentina, Centroamérica, México y Surinam. En este volu-
men se ofrece una selección de diez artículos, que en todos los casos se han revisa-
do substancialmente o se han reescrito por completo. Tres de ellos tuvieron que 
traducirse al inglés para la edición originalmente publicada por Zed Books. El 
capítulo que versa sobre Brasil no se presentó como ponencia en el congreso; se 
escribió con posterioridad a él específicamente para incluirse en el libro. Finalmen-
te, añadimos un primer capítulo que hace las veces de introducción a la obra. 
En un proyecto tan amplio como éste, los organizadores del congreso y los edi-
tores del volumen contraen deudas de todo tipo, no siempre de carácter académico. 
En primer lugar, queremos expresar nuestra gratitud a una serie de instituciones 
que hicieron viable el congreso desde un punto de vista económico: la Fundación 
Holandesa para el Fomento de Investigaciones Tropicales (WOTRO), la Real 
16 	 AGRADECIMIENTOS 
Academia Holandesa de Ciencias y Letras (KNAW), la Asociación Holandesa 
de Estudios Latinoamericanos y del Caribe (NALACS), la Junta de Gobierno de 
la Universidad de Utrecht, la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad 
de Utrecht y su Departamento de Antropología, el Centro de Investigación CERES, 
el Centro de Estudios Latinoamericanos y Caribeños de la Universidad de U trecht, el 
Departamento de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Leiden y el Cen-
tro de Investigación y Estudios no Occidentales de la Universidad de Leiden. 
En segundo lugar, queremos hacer constar nuestro reconocimiento a un 
número considerable de personas que pusieron a nuestra disposición su tiempo y su 
esfuerzo antes del congreso, durante la celebración del mismo y a la hora de preparar 
este volumen. Estamos inmensamente agradecidos a Raymond Buve, con quien fue 
un placer coordinar conjuntamente el encuentro. Asimismo, contamos en todo 
momento con el apoyo de Lieteke van Vucht-Tijssen, miembro de la Junta de 
Gobierno de la Universidad de Utrecht. Suzette de Boer, Camie van de Brug y Mach-
tel Ooijens nos proporcionaron una ayuda incalculable en lo relativo a la organiza-
ción, al ocuparse de la vorágine de los detalles del congreso. 
Respecto a la preparación de este volumen, debemos expresar nuestra gratitud a 
los autores por aceptar nuestras indicaciones a la hora de revisar los artículos, y por 
concedernos un amplio margen de maniobra sobre el texto final. Chris Follett, Mario 
Fumerton, Helen Hintjens, J o Kingsfield, Patrick Loftman y John Schaechter hicie-
ron un esfuerzo considerable y una excelente labor de traducción y corrección lin-
güística. Flora de Groot nos ayudó con la bibliografía en un momento crucial. Petra 
Nesselaar se encargó del procesamiento del texto con suma destreza y paciencia. 
Finalmente, debemos agradecer la amabilidad y la eficiencia que demostraron Robert 
Molteno y sus colegas de Zed Books en la fase final de preparación y edición del 
libro. 
KEES KOONINGS, DIRK KRUIJT 
Utrecht, diciembre de 1998 
SOBRE LOS AUTORES 
CARLOS IVÁN DEGREGORI es profesor de Antropología en la Universidad de 
San Marcos e investigador del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) de Lima. Sus 
publicaciones comprenden una amplia gama de temas: la sociedad andina, la etnici-
dad, los orígenes de Sendero Luminoso, las rondas campesinas y la situación de 
Perú tras la guerra. 
ALAN KNIGIIT es profesor de Historia latinoamericana en la Universidad de 
Oxford. Sus numerosasobras y artículos se centran en la revolución mexicana y en 
la vida social y política de México tras la revolución. 
KEES KOONINGS es profesor asociado de Desarrollo latinoamericano en la 
Universidad de Utrecht. Es antropólogo y sociólogo, y ha escrito sobre cuestiones 
relativas al desarrollo, la industrialización de Brasil y el militarismo en América 
Latina. 
DIRK KRU1JT es profesor de Estudios del Caribe en la Universidad de Utrecht. 
Desde los ámbitos en los que es experto, la sociología política y la antropología 
social, sus publicaciones se centran fundamentalmente en la pobreza y la marginali-
dad, la guerra y la paz, y los gobiernos militares. 
GEERT OOSTINDIE es profesor de Estudios del Caribe en la Universidad de 
Utrecht y Director del Departamento del Real Instituto de Lingüística y Antropo-
logía, en Leiden. Es historiador y antropólogo social, y sus numerosas publicaciones 
se centran en las sociedades dependientes de las plantaciones, en la etnicidad y en la 
construcción del concepto de nación en el Caribe. 
ARJ OUWENEEL es investigador principal en el Centro de Estudios y Docu-
mentación Latinoamericana de Amsterdam (CEDLA), y profesor de Historia de 
los pueblos indígenas en la Universidad de Utrecht. Ha escrito sobre diferentes cues-
tiones relacionadas con la población indígena de México, Guatemala y los países 
andinos durante los periodos colonial y poscolonial. 
WILPANSTERS es profesor asociado de Estudios latinoamericanos en la Univer-
sidad de Utrecht. Es especialista en geografía humana, y sus obras se centran en la 
historia de las regiones, el desarrollo regional y la cultura política en México. 
2 
18 	 SOBRE LOS AUTORES 
DANIEL PÉCAUT es profesor de Estudios latinoamericanos en la Ecole des Hau-
tes Etudes en Sciences Sociales, de París. Es sociólogo, y ha publicado numerosas 
obras sobre cuestiones relacionadas con la violencia política en América Latina, 
especialmente en Colombia. 
ANTONIUS ROBBEN es profesor de Estudios latinoamericanos en la Universidad 
de Utrecht. Desde el enfoque de la antropología cultural, ha publicado sobre las 
comunidades locales en Brasil y los efectos psicoantropológicos de la violencia en 
América Latina. 
PATRICIO SILVA es profesor asociado de Relaciones políticas latinoamericanas 
en la Universidad de Leiden. Desde el ámbito de las ciencias políticas, tiene nume-
rosas publicaciones sobre los regímenes (post)totalitarios del Cono Sur, especial-
mente en relación con la democratización y el papel de los tecnócratas. 
EDELBERTO TORRES-RIVAS es en la actualidad investigador principal del Insti-
tuto de Investigaciones de las Naciones Unidas para el Desarrollo Social (UNRISD). 
Es sociólogo, ocupó el cargo de secretario general de la Facultad Latinoamericana 
de Ciencias Sociales (FLACSO) y sus numerosas publicaciones abarcan todo tipo de 
cuestiones relacionadas con la política latinoamericana, la historia política y social 
de Centroamérica y la guerra civil y el proceso de paz en Guatemala. 
NOTA DE LOS TRADUCTORES 
Desde la aparición del texto original, Societies of Fear. The Legag of Civil War, 
Violente and Terror in Latin America, en 1999, son muchos los cambios que se han pro-
ducido en las distintas sociedades latinoamericanas. El tiempo se ha encargado de 
hacer realidad las predicciones que apuntaban algunos de los trabajos recogidos 
en este volumen. En otros casos se ha considerado la oportunidad de actualizar el 
contenido de los artículos gracias a la generosa disposición de los autores, que se han 
brindado a añadir observaciones y comentarios adicionales cuando lo han creído 
necesario. 
De igual modo, nos gustaría agradecer la atenta ayuda y amabilidad de los 
editores, Kees Koonings y Dirk Kruijt, profesores de la Universidad de Utrecht, 
durante la labor de traducción y documentación. 
Por último, queremos expresar nuestro reconocimiento a los profesores Román 
Álvarez y Africa Vidal, de la Universidad de Salamanca, por su valiosísima colabo-
ración y asesoramiento a lo largo de este proyecto; y a José M. Bustos Gisbert, 
Director del Servicio de Publicaciones de la misma Universidad, por depositar su 
confianza en este equipo. 
JESÚS TORRES DEL REY 
M. ROSARIO MARTÍN RUANO 
JORGE j. SÁNCHEZ IGLESIAS 
INTRODUCCIÓN: LA VIOLENCIA Y EL MIEDO 
EN AMÉRICA LATINA 
Dirk Kruijt y Kees Koonings 
F N SEPTIEMBRE DE 1989 UNO DE LOS AUTORES, en calidad de miembro de una misión negociadora con el gobierno democratacristiano de Guatemala, par-4 	 ticipó en una larga conversación con el entonces vicepresidente del país, el 
licenciado Roberto Carpio Nicolle. El gobierno nacional, el primer gobierno civil 
tras un largo período de dictadura militar, intentaba conseguir de los países euro-
peos ayudas de carácter técnico y financiero. Guatemala podía hacerse perfecta-
mente con esas ayudas: por un lado, porque necesitaba ser reconstruida después de 
la terrible guerra civil y de la crisis de los años ochenta; por otro, porque, después 
de muchos años de haber sido un país paria para la comunidad internacional, de 
alguna manera ahora se le veía como un destinatario que estaba de moda en términos 
políticos. Carpio había presidido el comité de reforma constitucional durante la 
transición de un gobierno militar a otro civil. Como vicepresidente constitucional, 
estaba al frente del sector público de la nación y, en el momento de la entrevista, era 
además presidente en funciones. Al término de la última ronda negociadora, en 
la que se abordaba su propuesta de ayuda para un ambicioso programa de erradica-
ción de la pobreza y de fomento de la pequeña empresa, surgió el delicado asunto 
de los derechos humanos. Cuando el jefe de la delegación insistió en la necesidad de 
garantizarlos frente a las fuerzas paramilitares y los escuadrones de la muerte duran-
te el tiempo de ejecución del proyecto, el vicepresidente de Guatemala enrojeció y, 
un tanto sofocado, comenzó a enhebrar las siguientes argumentaciones: 
Ustedes me piden unas garantías específicas para las que yo no puedo darles respues-
tas adecuadas. No está en mi mano prometerles una solución inequívoca siguiendo sus 
finos parámetros europeos. He sido un destacado periodista durante los años de la repre-
sión y la dictadura militar. Estuve amenazado y tuve que huir al extranjero para 
ponerme a salvo. Ahora soy el vicepresidente, incluso presidente en funciones de este 
país. He redactado las partes fundamentales de nuestra Constitución. Aparentemen-
te estoy investido con todo el poder político. Pero, en realidad, amigos míos, me veo 
en la necesidad de compartir el poder con otras muchas instancias, alguna de ellas 
2 2 	 DIRK KRUI JT Y KEES KOONINGS 
invisible. En este país todavía mandan los militares. Esto es Guatemala, amigos, y no 
se puede poner en marcha un proyecto de gobierno sin contar con su autorización 
implícita. Por otra parte están, por supuesto, las fuerzas paramilitares o los escuadro-
nes de la muerte, como ustedes los llaman. ¿Pueden sugerirme qué se puede hacer con 
ellos? Están presentes y ausentes al mismo tiempo. Están por todas partes y en ningu-
na; y piden lo que les corresponde. También están los narcotraficantes con sus 
mafias. Naturalmente, podría negar su existencia, y lo mismo podría hacer con los mili-
tares, con la policía, con los criminales y con los capos de la droga. Pero estamos en 
Guatemala y la presencia de todos ellos es una cruda realidad. Y a esto se añade el pro-
blema de la CACIF ', la Cámara Nacional de Comercio e Industria, que tilda de comu-
nismo cualquier mínimo incremento de impuestos de un z o un 3 por ciento, ¡y los 
militares les creen! La CACIF controla toda la economía nacional. Así pues, reconsi-
derando estos hechos, ¿qué clase de garantías piden ustedes? 
De este modo, en pocas palabras, dejó claro el problema que constituye el prin-
cipal objeto de este estudio. América Latina arrastra un legado de terror, miedo y 
violencia. De todos los países del continente, Guatemala esuno de los ejemplos que 
más claramente ilustran la situación de las «sociedades del miedo». La constitución 
de este tipo de sociedad y la pervivencia de sus características (en otras palabras, las 
consecuencias a largo plazo de la violencia, la represión y la arbitrariedad) son recu-
rrentes en el panorama político latinoamericano. Por desgracia, estos problemas no 
han desaparecido de la escena social y política del continente a pesar de casi dos déca-
das de esfuerzos por erradicar el autoritarismo y las guerras fratricidas, y a pesar de 
los intentos por restaurar la democracia y legitimar un gobierno civil. 
Desde finales de los arios setenta, América Latina ha experimentado profundos, 
y con frecuencia dolorosos, procesos de cambio económico, político y social. La 
zona tuvo que hacer frente a un doble desafío: combatir la peor crisis económica des-
de los años treinta y, al mismo tiempo, caminar por la senda de la transición y con-
solidación democráticas. Y estos cambios se vieron complicados por la presencia de 
numerosos conflictos y contradicciones internos, tanto sociales como políticos. No 
resulta, pues, sorprendente que los avances por esa senda hayan sido en muchos 
casos ambiguos, parciales e inestables. En la mayoría de las ocasiones la transición 
hacia la «normalidad» ha tenido una trayectoria zigzagueante. La recuperación eco-
nómica llegó tarde, resultó frágil y no produjo el resultado tan esperado de reducir 
con rapidez la pobreza y las desigualdades. En teoría la democratización ha tenido un 
desarrollo impresionante en algunos aspectos, pero en la práctica el proceso se ha vis-
to continuamente complicado por la confusión institucional, por las turbulencias 
políticas, los conflictos y la violencia. 
En las postrimerías del siglo xx la región se encuentra en una encrucijada y 
marcada por un dilema fundamental. Por un lado, la mayoría de los países se han 
esforzado durante los últimos diez o quince años para establecer gobiernos civiles y 
democráticos que reemplazaran a los regímenes autoritarios que, en mayor o menor 
medida, se habían sustentado en la arbitrariedad y en la violentia institucionalizada. 
La que se ha dado en llamar «consolidación democrática» ha estado acompañada, en 
algunos países, de una aparente recuperación económica que ha puesto fin al ciclo 
de estancamiento, deuda y empobrecimiento de los años ochenta. Pero, por otra 
t La CACIF aglutina a la burguesía terrateniente, comercial y financiera. 
INTRODUCCIÓN: LA VIOLENCIA Y EL MIEDO EN AMÉRICA LATINA 	 23 
parte, muchos problemas sociales y políticos siguen amenazando América Latina. 
Estos problemas no pasan inadvertidos y generan serias dudas acerca de si en reali-
dad se trata de una prometedora zona de «nuevas democracias» y de «mercados 
emergentes» 2 , si bien aún se ven ignorados en el reciente cúmulo de publicaciones en 
torno a la redemocratización de América Latina. 
Los debates académicos acerca del desarrollo de la América Latina de nuestros 
días se han centrado fundamentalmente hasta el momento en la economía política de 
ajustes, en los mecanismos de transición y consolidación democráticas, o en las rela-
ciones entre ambas vertientes (sobre todo a través de las nociones de buen gobierno 
y gobernabilidad) 3 . Mucha menos atención se ha venido prestando a las actuales 
manifestaciones del conflicto, la violencia, la represión y el terror, y a sus conse-
cuencias, así como a las condiciones sociales, políticas y culturales existentes. Estos 
fenómenos parecen estar en contradicción con la habitual imagen de gradual des-
arrollo económico y político, supuestamente emprendido en pos de un estatus de 
«modernidad» liberal y democrática. No es ni mucho menos seguro que las formas 
de gobierno y de integración social cívicas y estables vayan a perdurar y prevalecer 
en América Latina. Esta sospecha se fundamenta en el legado de las guerras civiles y 
las dictaduras represoras, sin olvidar la presencia de signos de pobreza, desigualdad 
y exclusión política y social. Estas últimas son el telón de fondo de nuevas e inquie-
tantes formas de violencia que parecen cobrar nuevo impulso en las sociedades post-
autoritarias latinoamericanas. 
Este volumen intenta poner de relieve un aspecto especialmente angustioso 
del problema: las formas pasadas y presentes de violencia, conflicto y terror. En 
los siguientes capítulos, varios autores abordan la violencia de los conflictos tanto 
sociales como políticos que se producen en América Latina, y analizan la diversi-
dad de sus orígenes, manifestaciones y consecuencias. En este capítulo introduc-
torio trataremos de enmarcar las cuestiones relativas a los conflictos, a la violencia 
y al miedo que han asediado a las sociedades latinoamericanas en el pasado y que 
siguen haciéndolo en el presente. En realidad, sostenemos que la violencia social y 
política ha sido endémica y de carácter permanente en la configuración de las 
naciones latinoamericanas y en los conflictos consustanciales a este proceso. Suge-
rimos una distinción tipológica entre tres tipos de violencia a lo largo de la his-
toria: la violencia relacionada con el mantenimiento del orden social tradicional, 
rural y oligárquico; la violencia derivada de la modernización del Estado y de la 
incorporación de las masas a la política; y, finalmente, la violencia relacionada con 
las dificultades actuales a la hora de consolidar la estabilidad democrática, el pro-
greso económico y la participación social. Después abordaremos dos características 
a Véase Tbe Economist, 30 de noviembre de 1996, págs. z 3-16. The Economist aplaude la «la victoria 
de las políticas razonables y juiciosas frente al populismo» (en referencia a las políticas de ajuste estructu-
ral promovidas por casi todos los gobiernos de la zona), pero llama la atención acerca de los problemas 
endémicos de pobreza, exclusión social y violencia generalizada. • 
3 Acerca de los complejos problemas a la hora de combinar la democratización y los ajustes eco-
nómicos, véanse Stallings y Kaufman, Debt and Democrag; Haggard y Kaufman, Political Economy; y 
Smith, Acuña y Gamarra, Latin American Political Econom_y. Uno de los problemas básicos que surgen es 
el de la amenaza que suponen las políticas de ajuste socialmente insostenibles para la viabilidad de la 
democracia política, teniendo en cuenta los parámetros de pobreza y desigualdad existentes en América 
Latina. 
24 	 DIRK KRUI JT Y KEES KOONINGS 
que, a nuestro modo de ver, subyacen a la persistencia de la violencia social y polí-
tica en América Latina, y la vertebran. En primer lugar, esta violencia se nutre de 
los patrones tradicionales que generan la exclusión social de grandes sectores de la 
población. Se ha puesto de relieve que Améric,a Latina ha sufrido relativamente pocas 
revoluciones sociales importantes, a pesar del carácter «pre-revolucionario» casi 
permanente que ha marcado las profündas divisiones sociales operadas en el tejido 
social de la zona 4. Puede ser cierto que las actuales desigualdades sociales raras 
veces desembocan en masivas reacciones violentas protagonizadas por los más des-
favorecidos; las protestas violentas suelen estar muy localizadas, centrarse en obje-
tivos muy claros y ser de corta duración 5. Aun así, estas fisuras conducen a lo que 
llamamos la «informalización» de la sociedad y a la subsiguiente erosión de la 
noción de ciudadanía. Creemos que esta tendencia va en contra de la posibilidad 
de institucionalizar y pacificar la vida política. En segundo lugar, nos fijaremos en 
el legado de la violencia arraigada en la propia dinámica del Estado y de la polí-
tica. Nos referiremos de manera especial a la institucionalización de la violencia 
arbitraria dentro del propio Estado y al modo en que esta generalización del 
terror afecta a la política y a la vida social en general. Finalmente, exponemos las 
líneas generales del libro, utilizando nuestras ideas sobre la violencia y el miedo a 
modo de marco conceptual parasituar los temas que se tratan en cada uno de los 
restantes capítulos. 
LA VIOLENCIA Y EL DESARROLLO DE LAS NACIONES EN AMÉRICA LATINA 
Por supuesto, el problema de la violencia y la presencia continua de conflictos 
violentos que frustran el sentido de la democracia y la estabilidad de las institu-
ciones, y que, en última instancia, terminan por socavar el orden social, no son una 
novedad en la gestación y desarrollo de los estados modernos. Tampoco son fenó-
menos específicos de América Latina. En realidad, la pasada década fue testigo de 
una nueva ola de violencia, algo consustancial a las múltiples maneras en que se 
manifiestan los conflictos sociales, regionales, étnicos o religiosos que han desafia-
do las formas establecidas de la legítima autoridad «nacional». Estas tendencias se 
oponen a las imágenes convencionales de «construcción nacional», que acentúan la 
pacificación y la resolución institucional paulatina de los conflictos en el seno de 
las sociedades modernas. Se supone que el Estado encarna este tipo de progreso, 
no sólo haciéndose cargo del monopolio de los medios legítimos de violencia colec-
tiva, sino también instaurando un marco de referencia en el que asentar la noción de 
4 Véase Touraine, Aniérka Latina. 
5 Podrían mencionarse aquí los llamados disturbios del pan en contra de las políticas de ajustes 
estructurales que tuvieron lugar en países como Argentina, Brasil y Venezuela durante los años ochenta 
y principios de los noventa. Otros ejemplos podrían ser las sublevaciones indígenas en Ecuador a comien-
zos de los noventa o el movimiento de los sin tierra en Brasil. Es discutible hasta qué punto el movi-
miento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, México, puede ser 
considerado como una reacción violenta, limitada y puntual, puesto que no sólo demandaba cuestiones de 
carácter específico para las poblaciones indígenas de Chiapas y de otras regiones, sino que también pro-
ponía una reforma del sistema político mexicano. Solamente las guerras de guerrillas en Centroamérica, 
Perú y, en menor medida, Colombia en los años ochenta, se acercan a lo que podría denominarse 
«proyectos revolucionarios». 
INTRODUCCIÓN: LA VIOLENCIA Y EL MIEDO EN AMÉRICA LATINA 	 2 5 
ciudadanía y hallar una solución pacífica para las diferencias sociales dentro de la 
sociedad civi16. 
Desde esta perspectiva, resulta tentador, aunque erróneo, contemplar las 
recientes formas de violencia bien como una «desviación», es decir, como algo depen-
diente del subdesarrollo o de una modernidad aún incompleta, bien como algo 
transitorio que implicaría el retorno en un futuro próximo al orden civil legítimo y 
«normal» una vez reinstauradas las condiciones básicas. En realidad, un buen núme-
ro de investigadores ha centrado su atención en el estudio de la violencia especí-
fica que lleva aparejada la construcción del mundo moderno. Moore, siguiendo 
a los clásicos, ha demostrado que la llamada «modernización», es decir, el paso de las 
sociedades agrícolas a los estados-nación urbanizados, por lo general se acompaña 
de determinadas formas violentas de eliminación y reajuste de las clases sociales. 
Los complejos procesos de formación de los estados modernos se basaron, en bue-
na medida, en el despliegue de la violencia militar por parte de los gobiernos, como 
ha demostrado Tilly. Sin embargo, para él esto supone una fase previa a la moder-
nidad en la que prevalece «una ausencia relativa de violencia en la vida civil». Keane, 
por el contrario, nos ofrece una imagen trascendental del delicado equilibrio entre 
lo «cívico» y la violencia que subyace en toda la historia moderna desde la Ilustra-
ción hasta después de la guerra fría 7. A la luz de estas explicaciones, parece que 
la persistencia de la violencia en América Latina no es un fenómeno único, si bien 
ha tenido características específicas, como demostraremos más adelante. 
La violencia social y la violencia política han sido elementos recurrentes en el 
cambio social de América Latina. Esto es particularmente relevante porque el carác-
ter con frecuencia violento de la sociedad latinoamericana ha de ser contrastado con 
el telón de fondo de las normas «modernas» del consenso civil y la estabilidad insti-
tucional, aspectos ambos a los que oficialmente se adscriben las naciones latinoame-
ricanas. La violencia ha estado presente en todas partes. Pero durante la primera 
mitad del siglo xx en Europa (Occidental), por ejemplo, ha asumido la forma de 
conflictos armados entre naciones diferentes. Últimamente, en algunos lugares 
de la Europa del Este, en Africa y Asia, la violencia ha surgido ante la ausencia o 
el colapso de las instituciones, y de las normas sociales y políticas aceptadas. Por el 
contrario, la violencia en América Latina ha sido algo endémico, a pesar de la esta-
bilidad de los sistemas políticos y de la existencia de estructuras institucionales ofi-
ciales que, al menos sobre el papel, debieran garantizar el orden, la estabilidad y las 
bases del consenso. 
En realidad, la violencia ha sido la característica histórica fundamental en el des-
arrollo y evolución de las sociedades de América Latina. La conquista de esta zona 
por parte de los europeos se basó sobre todo en la destrucción de los esquemas 
6 Para una revisión muy atinada de los elementos intrínsecos que condicionan la formación de los 
estados modernos, véase la obra de Giddens Nation-State and Violence,-en la que, entre otras cosas, alude 
a la importancia de la organización militar en la gestación de los estados modernos y al papel de las gue-
rras modernas en el fortalecimiento interno de las sociedades y ciudadanías nacionales. En los estados-
nación consolidados, la ciudadanía es el principal ámbito de oposición donde las clases y los intereses 
contrapuestos se negocian por canales legítimos y regulados. Véase Turner, Citkenship and Capitalism, 
como una introducción útil para el debate del concepto de ciudadanía. 
7 Véanse Moore, Social Origine; Tilly, Coercion (la cita es de la pág. 68); y Keane, Reflections 
Violence. 
26 	 DIRK KRUI JT Y KEES KOONINGS 
sociales existentes y en el uso sistemático de la violencia (tanto física como psico-
lógica) contra los pueblos indígenas, a fin de lograr imponerles el nuevo orden 
colonial. La represión fue un factor esencial a la hora de someter a los esclavos, los 
campesinos y los trabajadores forzados; fue también un instrumento de expresión del 
malestar social y del deseo de cambio que se percibía en parte de la población, mani-
festados de forma paradigmática en las rebeliones indígenas, en las sublevaciones 
de los campesinos y artesanos y en la resistencia de los esclavos. La sociedad colonial, 
si bien teóricamente estructurada en un orden jerarquizado y un fuerte control 
monopolístico, presentaba en la práctica una textura más bien frágil. La indepen-
dencia latinoamericana conoció a menudo episodios de violencia. En la América 
hispana (y sobre todo en Haití) la formación de estados independientes hubo de ser 
conquistada en los campos de batalla. Después de la independencia la violencia fue 
una pieza clave en la lucha entre los distintos aspirantes al poder: los caudillos de la 
zona, las facciones políticas, los grupos insurgentes, o las distintas clases y elites en 
liza. La consolidación de un estado nacional era un proceso lento, dados los conti-
nuos desafíos y peligros que surgían por doquier para su integridad institucional y 
para el monopolio del uso legítimo de la violencia. A lo largo del siglo x x, el empleo 
de la fuerza militar y política para lograr o para conservar el poder ha sido una 
constante en múltiples sistemas políticos, regímenes y movimientos: desde los regí-
menes caudillistas a principios de siglo hasta los años de la depresión, siguiendo con 
los regímenes militares burocrático-autoritarios hasta llegar a los movimientos 
revolucionarios de los años sesenta y setenta. 
La violencia, sin embargo, no se ha visto reducida demodo exclusivo al ámbi-
to del poder político y de las instituciones gubernamentales, aunque sea ésta la 
clase a la que se ha dedicado mayor atención. Tampoco las formas más claras y 
abiertas de violencia física son las únicas que inciden en las relaciones sociales de 
América Latina. La desigualdad socioeconómica y la miseria, la discriminación 
étnica, la violencia asociada a la delincuencia, los escuadrones de la muerte, los 
secuestros, etc., van en paralelo con los típicos pronunciamientos, cuartelazos y 
golpes perpetrados por los militares, a los que acompañan los habituales asesinatos 
políticos, represiones, torturas y desapariciones, luchas armadas revolucionarias e 
intervenciones externas que tan frecuentemente se asocian a la política de Améri-
ca Latina. En conjunto, estas formas representan un amplio abanico de amenazas 
para lo que puede denominarse la «seguridad de la propia supervivencia». La fal-
ta sistemática de ciertos parámetros básicos de esa seguridad conduce a la instau-
ración del miedo como condición endémica. Ese miedo es un fenómeno, latente 
unas veces, palpable otras, que ha afectado a una gran parte de la población has-
ta nuestros días. Aquí no vamos a abordar lo que algunos denominan la «violencia 
estructural», sino la violencia y el miedo directamente relacionados con el modo de 
utilización del poder político. En realidad, vamos a sugerir tres amplios tipos o 
ciclos de violencia que pueden distinguirse en la historia social y política de Amé-
rica Latina desde mediados del siglo xix. Estos tres ciclos se caracterizan no sólo 
por la propia naturaleza de la violencia ejercida, sino, sobre todo, por la manera en 
que se relacionan con las pautas de interacción y dominación política y social. 
Estas son también históricas, pero no resulta fácil ponerlas en un orden cronoló-
gico, como veremos a continuación. 
INTRODUCCIÓN: LA VIOLENCIA Y EL MIEDO EN AMÉRICA LATINA 	 27 
LA VIOLENCIA EN EL ORDEN TRADICIONAL 
El primer ciclo hace referencia al tipo de violencia implícita, y casi presupuesta, 
en el dominio social y político que ejercen unas elites cerradas gracias a la exclusión 
sistemática de las «masas, castas y clases». Este tipo de violencia, que hunde sus raí-
ces en la historia colonial, hizo su aparición en el siglo xix. Y como tal, venía imbui-
do de la básica ambivalencia que ha constituido la característica distintiva de las 
sociedades latinoamericanas hasta nuestros días. Por un lado, apreciamos afinidades 
de estas elites con las sociedades burguesas, con el progreso y el liberalismo de la 
Europa civilizada; por otro, esta civilidad se inspiraba en jerarquías sociales muy 
acusadas y sustentadas en la lógica de la exclusión. Después de medio siglo, tras la 
década independentista de 1810-20, cuajada de violencia (guerras civiles, cuestiona-
mientos al caudillaje y sublevaciones populares de carácter disperso), la formación de 
los estados se estabilizó bajo la fórmula del orden oligárquico y en muchos países lati-
noamericanos se buscó el consenso entre los grupos más importantes de la esfera 
política. Algunos hablan incluso de una situación de hegemonía oligárquica 8 . Apro-
ximadamente entre 1870 y 1930 en la mayoría de los países latinoamericanos aparen-
temente prevalecía el estado de derecho y el orden interno (México después de 1910 
sería la gran excepción). Incluso Colombia experimentó bajo el gobierno del par-
tido conservador un período de relativa tranquilidad política, interrumpida tan sólo 
por la Guerra de los Mil Días (1899-1902). 
No obstante, este orden estaba marcado por la violencia. La fuerza y la coac-
ción se ponían de manifiesto en diferentes niveles y de formas variadas. En la 
interacción entre protectores y protegidos a través de la división jerárquica de las cla-
ses con frecuencia se daban por igual la lealtad (basada en la extensión de recursos) y 
la alianza conseguida mediante la coacción. El clientelismo se ha identificado como 
un importante mecanismo de reproducción de las jerarquías de clase en América 
Latina 9 . Los sistemas laborales, sobre todo en el campo, comportaban a menudo 
métodos coercitivos de reclutamiento, contrataciones abusivas e incluso trabajos 
forzados. A las huelgas convocadas por las incipientes clases urbanas se les solían 
aplicar medidas fuertemente represivas'. El adagio más popular entre los políticos 
de la República Vieja en Brasil era: «el problema social es un problema policial». 
La represión violenta de las insurrecciones sociales, regionales y étnicas fue algo 
normal durante todo el siglo xix y comienzos del xx. Podríamos destacar las rebe-
liones regionales anteriores a 18 5 o en Brasil, las sublevaciones campesinas en Méxi-
co y en los países andinos, las insurrecciones provocadas por políticas étnicas (como 
la del Oriente en Cuba) o por fervores religiosos populares (como la campaña de 
Canudos en Bahía, Brasil) ". Quizás sea una característica común a este tipo de vio-
lencia sociopolítica el hecho de que las movilizaciones de las clases «peligrosas» se 
percibieran como una amenaza para el frágil proceso de consolidación del Estado. 
Como las grandes masas de población quedaban social y culturalmente excluidas de 
8 Véase Nun, «Middle Class Military Coup». 
9 Véase Flynn, «Class, Clientelism and Coercion». 
tu Véase Koonings, Kruijt y Wils, «Very Long March». 
i Véase Baud et al., F.tairidad como estrategia. 
28 	 DIRK KRUI JT Y KEES KOONINGS 
los proyectos nacionales de las elites criollas, éstas no eran capaces de ver en las 
expresiones colectivas populares sino un enorme peligro para el estado oligárquico. 
Además, a pesar de la hegemonía a veces atribuida al poder de las oligarquías, éstas 
no dudaban en pedir ayuda a los militares para reforzar el sistema siempre que 
fuera necesario: el Porfiriato mexicano, la República Vieja en Brasil, la Pax Conser-
vadora en Colombia, la República aristocrática en Perú y las dictaduras personales en 
Venezuela, Nicaragua, Cuba o la República Dominicana se asentaron en estrechas 
alianzas entre la oligarquía y el ejército. Como consecuencia, sólo unos pocos goza-
ban del privilegio acorazado de una vida cívica, mientras que la violencia contra las 
masas desfavorecidas constituía un hecho habitual. El concepto de ciudadanía era 
inexistente. 
Resulta tentador considerar esta clase de violencia como «tradicional», como 
algo propio del siglo xix y de las primeras décadas del xx. Sin embargo, no es nece-
sario asumir en su conjunto el argumento determinista de Wiarda '2, entre otros, 
para darse cuenta de que persiste en la actualidad bajo diferentes formas. En rea-
lidad, al reconocer la trayectoria específica del recorrido de América Latina en 
pos de la modernidad, Wiarda considera que esta violencia ya viene culturalmen-
te predeterminada. Sostiene que está arraigada en el legado ibérico, católico y gue-
rrero, en el sentido patrimonial y en la autonomía corporativa de las Fuerzas 
Armadas, entre otros factores. Sin ánimo de entrar aquí en el debate, nos parece 
más relevante considerar este tema como una cuestión de pervivencia de la «apro-
piación privada del poder público» y la problemática que ello plantea. Si bien algu-
nas de sus raíces quizá se hundan en el patrimonialismo colonial ibérico, se ha 
reproducido bajo condiciones cambiantes, echando mano al mismo tiempo de viejos 
y nuevos artefactos y justificaciones de carácter tanto social como politico. Hagopian 
indica que muchas de las prácticas del denominado «gobierno tradicional» se 
han modernizado constantemente para poder adaptarse a las nuevas condiciones 
sociales y políticas, inclusive a las recientes oleadas de transiciones democráticas '5. 
POLÍTICA DE MASAS, VIOLENCIA POLÍTICA Y «GUERRAS INTERNAS» 
El segundo ciclo de violencia que querríamos señalar viene determinado por 
lo que Weffort denomina «el problema de la incorporación de las masas» al pro-
ceso político latinoamericano 14. El auge de nuevas elites antioligárquicas y el 
aumentode presiones procedentes de sectores populares organizados que desean 
participar en la configuración del poder cuestionan el orden oligárquico estable-
cido '5. La transición —abrupta unas veces y gradual otras— hacia una mayor par-
ticipación popular en la política llevó al poder a regímenes populistas caracterizados 
por el corporativismo y por una democracia limitada, sólo oficial 16. Pero, con 
12 Véase Wiarda, Corporatism; y también Poli tics. 
i 3 Véase Hagopian, «Traditional Power Structures». 
14 Véase Weffort, 
Una de las primeras formulaciones acerca de esta cuestión fue adelantada por Tella en «Populism 
and Reform». 
i6 Para una distinción esclarecedora entre las variedades de populismo democrático y autoritario 
en América Latina, véase Dix, «Populismo». 
INTRODUCCIÓN: LA VIOLENCIA Y EL MIEDO EN AMÉRICA LATINA 	 29 
independencia del modo en que los regímenes populistas alcanzaran el poder o sus 
características consiguientes, siempre se registró algún grado de violencia, bien fue-
ra como resultado del derrocamiento del sistema anterior o, como en el caso de 
Argentina y Perú en los años treinta, para mantener el populismo reformista aparta-
do de la contienda política. Lo importante para nuestro debate, sin embargo, es que 
la violencia social se politizó y se tiñó de ideología al tiempo que se producía la aper-
tura del ámbito político. 
El típico ciclo de violencia entre los años treinta y setenta, aproximadamente, se 
inicia con los que Touraine llama «regímenes nacional-populares» y sus aliados, pasa 
por un período de inestabilidad y cambios, y culmina con el surgimiento de los 
regímenes autoritarios «contrarrevolucionarios», respaldados por las Fuerzas 
Armadas 17 . Este ciclo es típico, aunque no característico, de todos y cada uno de 
los países de América Latina. No en vano, Colombia, Costa Rica, México, Perú y 
Venezuela se desvían considerablemente en algunos aspectos de esta pauta generali-
zada. Por otro lado, esa trayectoria típica se trasluce en las experiencias históricas de 
Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Guatemala, Honduras y Uruguay. El populismo 
clásico no se manifestó de igual modo en todos los países, pero sí se abordaron en 
mayor o menor medida los problemas de la participación popular y la reforma polí-
tica, que en un momento dado desencadenaron una reacción en la que la lógica de la 
violencia política llegó a sus últimas consecuencias. Analicemos en detalle la violen-
cia desatada dentro de ese círculo nefasto de populismo y autoritarismo. 
Con la excepción de México, la violencia que se desató en paralelo a la ascensión 
de los regímenes populistas fue limitada tanto en extensión como en duración. En paí-
ses como Chile, Costa Rica y Uruguay, el proceso fue paulatino e institucional a la 
vez. En Argentina, el ascenso de Perón vino acompañado de un cierto número de 
altercados urbanos y protestas contra sus oponentes. En Brasil, el movimiento revo-
lucionario liderado por Vargas en 193o llegó al poder tras una breve campaña 
militar. En Colombia el fin de la Pax Conservadora reavivó la violencia social y polí-
tica ya existente, ante lo cual algunas facciones del Partido Liberal se adhirieron a la 
plataforma populista-reformista. En Costa Rica tuvo lugar en 1948 una breve gue-
rra civil que trajo consigo la abolición del ejército, lo cual tuvo unas implicaciones 
políticas que han llegado haáta nuestros días. En Bolivia y Guatemala los inten-
tos reformistas de los años cincuenta marcaron el inicio de un largo período de vio-
lencia y represión de baja intensidad que en el caso de Guatemala explotó en los 
años setenta, dando lugar a uno de los conflictos civiles más brutales del siglo. 
Tal vez la novedad resida en que la finalidad de la violencia consistía en alcan-
zar y conservar el poder político. El sustrato ideológico era cada vez más «naciona-
lista», pero dentro de este nacionalismo latinoamericano surgieron distintas 
variedades, contrapuestas entre sí. Bajo el populismo, los sentimientos naciona-
listas se orientaron hacia la formación de una amplia e inclusiva alianza que trató de 
impulsar un cambio en el sentido de la nación y que abrió un espacio político para 
nuevos sectores sociales (urbanos sobre todo), como el industrial, las clases medias 
profesionales o la mano de obra organizada. Los militares se incorporaron de forma 
activa en el seno de estas alianzas y comenzaron a asumir un papel de árbitros del 
orden nacional, de la estabilidad y el progreso. En muchos casos, el proceso político 
17 Véase Touraine, América Latina. 
30 	 DIRK KRUI JT Y KEES KOONINGS 
logró incorporar hasta cierto punto unos mecanismos democráticos. Pero en el fon-
do, y por lo que nos atañe en el presente debate, sobrevoló siempre la sombra del 
conflicto político y de la violencia. Todo esto tiene que ver con una de las caracte-
rísticas más notables de estos modelos políticos inclusivos (generalmente denomi-
nados «estados de compromiso»), a saber: la falta de un consenso a largo plazo y la 
inestabilidad real y potencial que lleva aparejada inevitablemente esta circunstan-
cia. Esta inestable fragilidad se relaciona con la falta de confianza entre los principa-
les responsables políticos y sociales que actúan dentro del populismo. Los intereses 
eran a menudo contrapuestos —continuismo frente a reforma, lucha entre los dife-
rentes sectores económicos, entre el elitismo y el incremento de la participación 
popular, etc.—; de ahí que los principales protagonistas parecieran sumidos en un esta-
do de perpetuo anquilosamiento. Todo esto se vio agravado por el papel determi-
nante del Estado a la hora de definir y mediar en las relaciones entre los diferentes 
grupos sociales. En otras palabras, todos los sectores políticos y sociales implica-
dos consideraban fundamental acceder al poder político. De ahí que se tuviera la 
impresión generalizada de que todo lo que ganaban unos era a costa de otros, lo que 
solía interpretarse en términos absolutos, cuando no con catastrofismo. La pérdida 
del control político se consideraba como una auténtica amenaza para la situación 
ocupada por los grupos o clases en el marco de la nación '8. 
Resulta significativo que México, el país que mejor supo resolver el problema de 
la inestabilidad política derivada del populismo, haya sido también el que sufrió la 
irrupción más violenta de las masas en la contienda política. La Revolución mexica-
na supuso un despliegue masivo y prolongado de violencia social y política, cuyas 
complejidades se han visto a menudo oscurecidas por las implicaciones que ha 
tenido a largo plazo `9. De todos modos, lo reseñable es que, como colofón a dos 
décadas de guerra intestina y violencia política generalizada, se hiciera un esfuerzo 
prolongado para tratar de dar cauce a la institucionalización política y a las reformas 
sociales. Las condiciones del compromiso mexicano fueron establecidas, tanto en 
lo oficial como en lo oficioso, bajo los auspicios del PRI, y constituyen un ejemplo 
único; en parte a ellas hay que atribuir la relativa ausencia de violencia política en el 
ámbito nacional hasta 1994. Como resultado, México ha sido una excepción al para-
digma propuesto por O'Donnell, según el cual los procesos relativamente avan-
zados de desarrollo industrial y modernización en América Latina han desembocado 
en el establecimiento de regímenes burocrático-autoritarios represivos y, por tan-
to, violentos w. No es necesario repetir aquí los argumentos que refutan la formula-
ción inicial de esa tesis z' para colegir que las tensiones insertas en las alianzas 
populistas propiciaron en muchos casos la subida al poder de dictaduras militares y 
civiles que recurrieron a la violencia sistemática para mantenerse, para neutralizar a 
sus oponentes y para llevar a cabo determinados proyectos de desarrollo económico 
y social. De nuevo afloraba la lógica de la exclusión social, que en este caso reside 
en las inclinaciones estructurales de los modelos de desarrollo adoptadospor los 
18 Este aspecto lo trata en profundidad Lechner en «Some People Die of Fear», en especial en las 
págs. 28-19. 
19 Véase Knight, Mexican Revolution. 
zo Véase O'Donnell, Modernization. 
zi Véanse los distintos colaboradores en el volumen de Collier, New Autboritarianion. 
INTRODUCCIÓN: LA VIOLENCIA Y EL MIEDO EN AMÉRICA LATINA 	 3 I 
regímenes autoritarios, es decir, en el cierre del sistema político a todo grupo o inte-
rés opuesto al régimen o a los proyectos que éste promueve. 
Independientemente de las diferencias entre los distintos «proyectos» burocrá-
tico-autoritarios (como, por ejemplo, las existentes entre Brasil y Chile), todos 
ellos tenían en común una cierta noción conservadora de lo que constituía el «inte-
rés nacional» o los «objetivos nacionales inmutables», que se percibían bajo la 
amenaza de los enemigos internos más radicales, a saber, los comunistas. A estos ene-
migos (los populistas de antes y los izquierdistas que posteriormente encontraron su 
inspiración en la revolución cubana) se les respondió con la lógica de la guerra inter-
na, sin que tuviera demasiado peso la valoración real de las fuerzas enemigas 22 . Des-
de Guatemala hasta Argentina las dictaduras declararon la guerra a sus ciudadanos 
en nombre de la libertad y de la necesidad de conservar la cultura cristiana occiden-
tal 23 . Esta violencia se basó en directrices muy claras y en nociones estratégicas, lo 
mismo que en una guerra convencional, pero sus efectos perversos fueron inevita-
bles en el sentido de que la guerra interna desembocó en el terrorismo de Estado. 
Una de sus características fundamentales es la multiplicación de las arbitrarieda-
des. Ningún principio de seguridad nacional ni ningún concepto de «democracia 
fuerte» serán nunca capaces de conseguir que los ejecutores de la violencia de Esta-
do se limiten a las prácticas habituales de «guerra sucia». El estratega más relevan-
te del régimen militar brasileño, el general Golbery do Couto e Silva, aludía a este 
problema como «el agujero negro» del sistema de seguridad de Brasil, es decir, algo 
fuera de todo control y sin dirección aparente, algo que a la postre podía incluso ame-
nazar la estabilidad del propio régimen militar 24 . 
Como veremos más adelante, la continuidad de la lógica de la represión arbitra-
ria por parte de las fuerzas de seguridad es uno de los problemas candentes que aún 
perviven como legado de los regímenes autoritarios del pasado reciente. Esto no 
z z Para un detallado análisis de las revoluciones armadas durante la segunda mitad del siglo xx, 
véase Wickham-Crowley, Guerrillas and Revolution. La lucha armada de la izquierda latinoamericana cons-
tituyó a la larga un fracaso, pero hizo posible la entrada de la izquierda en las fuerzas pro-democráticas de 
muchos países a partir de 1980. Véase también Angell, «lncorporating the Left». 
z3 En esta obra ponemos énfasis en la dimensión interna de los regímenes autoritarios y represivos 
de los años sesenta, setenta y ochenta. Esto no quiere decir que las influencias externas no sean relevantes 
para el auge y consolidación de estos regímenes, así como para la puesta en marcha de sus prácticas repre-
sivas. Durante los años sesenta y setenta era habitual referirse a la todopoderosa influencia de los Estados 
Unidos como responsables de una larga lista de dictaduras militares, así como de la orquestación de cam-
pañas para hacer frente a los insurgentes. No hay duda de que los Estados Unidos respaldaron de varias 
maneras a los militares por medio de programas de ayuda, de cooperación para el desarrollo, de alianzas 
diplomáticas y de complicidades con los servicios de inteligencia. Sin embargo, Rouquié señala que esto 
no quiere decir que los regímenes militares latinoamericanos fueran el «sexto lado del Pentágono» (véa-
se Rouquié, Militar)). Sobre todo en Brasil y en los países del cono Sur lo que los Estados Unidos ofre-
cieron fue el nihil obstat a la militarización de una política asentada en un pensamiento geopolítico 
desarrollado en el ámbito nacional y en las doctrinas relacionadas con el papel del ejército en la política 
(véase Child, «Geopolitical Thinking»). Por otro lado, se puede ver claramente la mano norteamericana 
en el Caribe y en América Central. Desde las aventuras de William Walker en la Nicaragua del siglo xix 
hasta las intervenciones en Panamá y Haití a principios de los noventa, los Estados Unidos han manteni-
do una práctica constante y sistemática de interferencias tanto en los aspectos políticos como en las gue-
rras civiles. A partir de los años ochenta el Pentágono y la CIA han ido dejando paso a la DEA, cuyas 
actividades requieren la colaboración de los ejércitos de varios países (especialmente en la región Andina) 
para llevar a cabo su «guerra contra las drogas». 
24 Véase Alves, Estado e oposifdo. 
3 2 	 DIRK KRUIJT Y KEES KOONINGS 
quiere decir que el proceso de restauración de la democracia, y en algunos casos el 
final de la guerra civil sellado mediante pactos de reconciliación y tratados oficiales 
de paz, no se haya culminado con éxito. Al contrario, lo que resulta evidente es que 
las experiencias anteriores de represión y violencia han generalizado la convicción 
de que el sistema democrático puede y debe resolver a largo plazo los problemas de 
América Latina. En este sentido, es notorio el progreso experimentado cara a la 
consolidación de marcos democráticos y en lo relativo al consenso entre las fuerzas 
políticas que es necesario para la consecución de esos principios. Con todo, ello no 
significa necesariamente que se hayan cumplido todas las condiciones precisas para 
un gobierno estable 25. El buen gobierno se ve amenazado por un gran número de 
enemigos, uno de los cuales es, sin duda, la pervivencia de la violencia y de los con- 
flictos sociales. 
LA VIOLENCIA EN LA AMÉRICA LATINA POST-AUTORITARIA 
La llegada de la democracia, que oficialmente reina ahora en todos los países 
salvo Cuba, no implicó necesariamente el fin de la violencia entendida como pro-
blema político y social. Muy al contrario, podría decirse que ahora la violencia se ha 
democratizado en América Latina. Ya no es el recurso de los que fueran otrora los 
todopoderosos o los guardianes armados de la nación. Ahora la violencia se pre-
senta como una opción para todos los que persiguen unos fines determinados. 
El ejemplo paradigmático al respecto es Colombia, por supuesto, donde el recur-
so a la violencia se ha hecho tan habitual que el propio Estado colombiano ha deja-
do de existir en el sentido weberiano del término, es decir, como monopolizador 
legítimo del uso de la violencia. No sólo los militares, los paramilitares, las gue-
rrillas y los carteles de la droga recurren a ella de modo sistemático; también en los 
estratos inferiores de la sociedad la violencia se convierte en una forma de vida o en 
un instrumento de movilidad social, o incluso en un medio de transformación del 
orden jerárquico tradicional. Por ejemplo, en la ciudad de Medellín la expansión 
de la violencia no sólo posibilitó el progreso de jóvenes «marginales» desde los 
tugurios, sino que creó nuevos espacios para que las asociaciones de vecinos se enfren-
taran a una administración municipal tradicional y conservadora 26. Brasil ofrece 
otros muchos ejemplos en este sentido. Este país muestra una situación ambivalen-
te en la cual la redemocratización parece haber avanzado considerablemente y goza 
de apoyos y legitimidad. A lo largo de las últimas décadas la sociedad brasileña se 
ha politizado considerablemente y ha permitido el desarrollo de una sociedad civil 
muy dinámica. Pero, al mismo tiempo, la violencia y las injusticias sobreviven y 
forman parte de la existencia habitual. 
Estas formas de violencia, tanto en Brasil como en cualquier otra parte, no son nue-
vas, pero se han hecho más palpables en los últimos diez arios. Además, impregnan 
2.5 Nos referimos a la cuestión del buen gobierno no en el sentido estricto aplicado, entreotros, por 
el Banco Mundial (la capacidad para llevar a cabo programas de ajuste razonables y crear a largo plazo las 
condiciones necesarias para el desarrollo de los mercados), sino como algo que permite fomentar la par-
ticipación democrática, la responsabilidad y la legitimidad. 
26 Así lo sostiene Roldán en «Citizenship, Class and V iolence». 
INTRODUCCIÓN: LA VIOLENCIA Y EL MIEDO EN AMÉRICA LATINA 
	
33 
el ambiente general, especialmente en lo que concierne a la aplicación cotidiana de las 
leyes, y, a pesar de la desaparición de los regímenes autoritarios, persisten en forma 
de actos esporádicos. Este tipo de violencia no sólo afecta a los delincuentes comu-
nes, sino también a los activistas sociales, a los sin tierra cuando ocupan una pro-
piedad estatal, a los trabajadores del metal en huelga, a los garimpeiros a los que se 
expulsa de sus terrenos, etc. En la zona fronteriza de la Amazonia brasileña, sobre todo, 
la violencia cotidiana es algo endémico y demuestra la incapacidad del Estado a la 
hora de garantizar y legitimar el orden interno. Todo ello propicia un clima general 
(cuyas raíces se encuentran en las arbitrariedades cometidas por las dictaduras pasa-
das) en el que la violencia pasa a ser una opción normal como forma de defender 
una serie de intereses, como método para alcanzar el poder o como vía de resolución 
de conflictos. 
La «nueva violencia» en América Latina enfrenta los instintos represivos de las 
elites tradicionales y de las fuerzas de seguridad a la cada vez mayor variedad de 
actores que también recurren a ella aun cuando oficialmente esté vigente un régi-
men democrático. Este nuevo tipo de inseguridad social y política está, en primer 
lugar, exacerbado por la fragmentación social que se ha venido acentuando en casi 
toda América Latina durante las dos últimas décadas; en segundo lugar, el fin de las 
dictaduras militares no abolió las prerrogativas y el papel que las Fuerzas Armadas se 
atribuyeron como garantes del orden ante cualquier «amenaza», según ha demos-
trado sobradamente Lovemann 17 . Esto quiere decir que los coletazos violentos 
ante cualquier «levantamiento» o movilización social siguen siendo una caracte-
rística generalizada en la América Latina post-autoritaria. Además, los años y 
décadas de dominio autoritario y abusivo han hecho que reine un clima de impu-
nidad entre quienes componen las fuerzas de seguridad (sobre todo la policía y las 
unidades especiales antisubversivas) que con frecuencia han logrado que se cum-
pliera la ley en las nuevas democracias por métodos dudosos, cuando no delictivos. 
Somos testigos de cómo los representantes estatales recurren a la violencia indiscri-
minada a pesar de la instauración de la democracia y de la adopción de políticas en 
favor de los derechos humanos por parte de los gobiernos respectivos. Vemos cómo 
prolifera la violencia organizada e indiscriminada al mismo ritmo que se crean pla-
taformas cívicas y pacifistas. El peligro radica en que la ambigüedad estructural 
que, como decíamos anteriormente, caracteriza a América Latina se pueda reprodu-
cir una y otra vez: los avances democratizadores y el fortalecimiento del poder de 
la ciudadanía corren parejos con la erosión de la legitimidad del Estado debido a 
que éste no puede garantizar ni la participación social ni el imperio de la ley. Esto 
provoca «vacíos de gobierno» que son ocupados por quienes propugnan la ley del 
más fuerte. Y como resultado pueden aparecer de nuevo reacciones autoritarias, o 
desvirtuarse las formas de gobierno civil. En los dos apartados que siguen abor-
daremos con mayor detalle ambos componentes en el seno de las denominadas 
«sociedades del miedo». 
27 Véase Lovemann, «Protected Democracies». 
3 
34 	 DIRK KRUI JT Y KEES KOONINGS 
LAS AMENAZAS AL ORDEN SOCIAL PACIFICO: POBREZA, 
MARGINALIDAD Y EXCLUSIÓN 
El empobrecimiento, la miseria generalizada, la marginalidad y la exclusión 
social se han convertido en fenómenos crecientes como secuela de las dictaduras 
militares de principios de los ochenta. Estos elementos se extendieron como resul-
tado de la crisis económica y se agravaron muy pronto a causa de las medidas de 
ajuste estructural que tuvieron que adoptar la mayoría de los países latinoamerica-
nos. Históricamente caracterizada por una pobreza endémica y por condiciones 
extremas de desigualdad, América Latina ha visto cómo a los que tradicionalmente 
vivían en la miseria se les han unido los «nuevos pobres», las clases trabajadoras y las 
clases medias bajas, que últimamente se han visto afectadas por la crisis económica y 
por las políticas de ajuste llevadas a cabo a mediados y finales de los ochenta. Los 
nuevos pobres proceden de la clase trabajadora y de las clases medias urbanas, a 
las que ahora se suman los pequeños terratenientes y los campesinos. 
Desde los años setenta la pobreza en América Latina se ha hecho cada vez más 
urbana, lo cual incrementa las posibilidades de que se originen conflictos sociales y 
desórdenes, o de que se radicalice la política. Sin embargo, si una cosa hay que des-
tacar de las estrategias de los pobres que viven en emplazamientos urbanos es su 
naturaleza ingeniosa y pacífica a la hora de asegurarse la supervivencia cotidiana. La 
pobreza se asocia al «sector marginal», todo un complejo dentro de la economía y 
de la sociedad estatal. Desde Monterrey, en México, hasta Puerto Mont, en Chile, ese 
sector ha crecido y se ha visto reflejado en una ingente cantidad de actividades a 
pequeña escala que han copado las capitales y los grandes núcleos urbanos. La mitad 
de la población de ciudades de México, América Central y los países andinos se 
inscribiría en esta economía marginal. Vista desde dentro, esa «marginalidad» fun-
ciona ajena a las instituciones sociales y económicas establecidas, y por tanto a los 
derechos civiles elementales que a ellas se asocian, es decir, sin tener en cuenta el 
empleo y los salarios regulados, las organizaciones sindicales y la legislación 
social; y se encuentra fuera de instituciones tales como la sanidad pública, la edu-
cación o la vivienda. Visto desde fuera, «el sector privado de los pobres» de Amé-
rica Latina (el ámbito de la pobreza y la exclusión social) crece a un ritmo 
vertiginoso y supone una seria amenaza para los gobiernos, sea cual fuere su com-
posición e ideología. 
Si bien esto no lleva necesariamente a la violencia, sí puede decirse que este 
largo proceso de marginalidad y exclusión social socava la legitimidad del orden 
civil, político y gubernamental oficialmente vigente, al contribuir a la creación de 
instituciones paralelas y a la «privatización» de las administraciones públicas. Por 
ejemplo, durante los arios ochenta en América Central y en la región andina, las 
Cámaras de Comercio, los gremios, las asociaciones de abogados y de otras profe-
siones típicas de la clase media, y las otrora poderosas organizaciones sindicales, 
vieron mermados tanto el número de afiliados como su presencia política 28. En 
Argentina, Brasil y México tuvo lugar el mismo proceso, si bien a una escala más 
z8 Véase Koonings, Kruijt y Wils, «Very Long March»; también Kruijt et aL,Changing Labour 
Relations. 
INTRODUCCIÓN: LA VIOLENCIA Y EL MIEDO EN AMÉRICA LATINA 
	
3 5 
reducida. A principios de los ochenta, el antropólogo peruano Matos Mar "escribió 
un ensayo profético acerca de «la otra cara de la sociedad». En él se describe el 
ocaso de las organizaciones que sustentan la sociedad civil y se apunta la aparición, 
tímida todavía, de toda una gama de organizaciones relacionadas con la pequeña 
empresa: cámaras locales y regionales de artesanos, institucionalización de los come-
dores de beneficencia y otras organizaciones similares que abastecen de alimentos 
económicos los suburbios metropolitanos, etc.; iniciativas todas ellas ligadas a orga-
nizaciones de desarrollo de carácter privado, iglesias e instituciones de beneficencia 
fundadas por sociedades privadas y sin conexión alguna con lasautoridades locales 
o nacionales. 
La marginalidad comienza a percibirse igualmente en la escena política. Duran-
te los arios ochenta, en Perú y en otros países latinoamericanos los partidos políticos 
perdieron la confianza de sus votantes. Ante la gravedad de la crisis económica y 
social, y como respuesta al desgaste de los partidos políticos tradicionales, el pueblo 
puso sus miras en «los políticos sin partido» que entraron en escena ofreciendo la for-
mación de gobiernos eficaces y laboriosos. La primera señal electoral de este nuevo 
cambio de rumbo fue la elección del alcalde de Lima, un empresario del sector tele-
visivo. Durante las elecciones presidenciales de 199o, Mario Vargas Llosa, afamado 
escritor completamente apolítico, creó todo un movimiento a su alrededor y se pre-
sentó a sí mismo como candidato. Sin embargo, su llegada a la escena política fue 
precipitada, y durante la campaña se le llegó a asociar al sistema de partidos oficia-
les debido a las alianzas con los partidos tradicionales. En el último minuto otro 
candidato hizo acto de presencia: el desconocido Alberto Fujimori, sin programa 
político y sin candidatos para las carteras ministeriales. La elección de Fujimori fue 
la expresión, aún incipiente, del sentir de todo un país, el modo de manifestar su 
rechazo a los partidos políticos. Pero también contribuyeron otros factores, no 
sólo en Perú sino también en Guatemala, donde se repitió el fenómeno del desco-
nocido que llega a la presidencia; tal fue el caso de Serrano. Resulta curioso que en 
ambas naciones el candidato ganó con el apoyo de los sectores marginales y de las 
nuevas iglesias evangélicas, las cuales habían aglutinado a muchos seguidores per-
tenecientes a los sectores menos favorecidos de la población urbana. 
El peligro que para la consolidación democrática supone ese incremento del 
poder político por parte de los sectores marginales se manifiesta en la tendencia 
denominada neopopulista, apreciable en toda América Latina. Esos «antipolíticos» 
que reniegan del sistema político y llegan al poder con el apoyo directo de las 
masas logran incluso dejar de lado las instituciones democráticas y reinstaurar 
una modalidad de poder excepcional. La naturaleza plebiscitaria de su legitimidad se 
puede ver reforzada mediante la alianza con las fuerzas de seguridad en un inten-
to por solucionar los problemas más acuciantes. Está claro que el autogolpe que 
protagonizó Fujimori en 1992 en connivencia con el ejército —especialmente con los 
servicios de inteligencia controlados por el ex-capitán Vladimiro Montesinos— pue-
de ejemplificar ese peligro al que nos estamos refiriendo. Con esa actuación, Fujimori 
neutralizó al parlamento, a la judicatura y a los partidos políticos con el pretexto de 
«poner fin a la corrupción y a la ineficacia», y así de paso tener las manos libres para 
29 Véase Matos Mar, Desborde popular. 
36 	 DIRK KRUI JT Y KEES KOONINGS 
imponer planes de austeridad y acosar a Sendero Luminoso. En consecuencia, Fuji-
mori se granjeó el apoyo generalizado de las masas urbanas limeñas. 
El crecimiento de la marginalidad en la sociedad también implica la rees-
tructuración de las fuerzas de orden público. En Perú, por ejemplo, se han semi-
institucionalizado las «rondas campesinas» como cuerpo armado anejo a la policía 
y al ejército. Cuando a principios de los noventa se convirtieron en una especie de 
ejército privado, lo hicieron siguiendo el mismo sistema que las bandas armadas 
de trabajadores que actuaban en los barrios pobres o al servicio de los sindicatos lega-
les de izquierdas; primero con palos, después con armas de fabricación casera y final-
mente con armamento convencional. En paralelo a estos grupos populares de 
autodefensa y pacificación, se fueron formando otros cuerpos privados de parecida 
estructura. Se trata de compañías privadas de seguridad cuyos miembros proceden 
tanto de los sectores reconocidos como marginales de la sociedad, cuando no del 
ejército o de la policía, una vez que abandonan el cuerpo por jubilación u otros moti-
vos. Estos vigilantes privados encuentran trabajo custodiando bancos, casas, 
barrios, supermercados e incluso ministerios y otros edificios públicos. También 
hay que mencionar las bandas paramilitares, a veces muy próximas a los partidos 
políticos y en ocasiones vinculadas también a complejas redes de narcotraficantes. Y, 
finalmente, deben ser tenidas en cuenta las consecuencias derivadas de la introduc-
ción en Lima del «serenazgo», es decir, una policía de barrio formada por ciudadanos 
armados. Estos cuerpos armados los componen gentes de clase media y tienen como 
fin proteger los bienes y propiedades; en su funcionamiento complementan al res-
to de las fuerzas policiales de la capital. 
En Colombia los «milicianos», o vigilantes armados cuyos miembros proceden 
de la guerrilla, se han hecho también un hueco en los últimos años, y actúan en los 
barrios pobres de las grandes ciudades, allí donde ni la policía ni el ejército se atreven 
a entrar 30 . Uno de los problemas más conflictivos es el de los «escuadrones de la 
muerte». ¿Quién conoce con todo detalle los vínculos entre las fuerzas de la ley y el 
orden y esas siniestras organizaciones paramilitares y cuasi-policiales que operan en 
Brasil, Colombia, El Salvador y Guatemala? Cada vez es mayor su poder, se esta-
blecen en los intersticios del enfrentamiento con la contrainsurgencia y combaten 
el delito eliminando no sólo a los enemigos del Estado sino también a los peque-
ños delincuentes, aun cuando no se trate sino de jóvenes o incluso de niños. Para com-
pletar el cuadro, no debemos olvidar el papel desempeñado por los «narcos», cuyas 
bandas armadas administran y controlan provincias y departamentos en varios paí-
ses latinoamericanos. 
Tal vez resulte cínico decir que en América Latina se ha producido una cierta 
«democratización de la violencia». Antiguamente el uso de la violencia estaba reser-
vado a unos sectores determinados: la aristocracia, las elites, el ejército, la policía. 
Ahora la mayor parte de las sociedades urbanas (y ciertos sectores de la sociedad 
rural) tienen acceso a las armas. La proliferación de la violencia, incluso en sus for-
mas más anómicas, ha alcanzado el estadio de la producción y el consumo masivos. 
30 Para la situación en Colombia, véase el séptimo capítulo de este libro, escrito por Daniel Pécaut. 
Entre las publicaciones en lengua española más recientes se encuentran también Betancourt y García, Con-
trabandistas; Guerrero, Años del olvido; Lara, Siembra vientos; Palacio, Irrupción; Salazar, No nacimos pa semi-
lla; Salazar, Mujeres; Salazar y Jaramillo, Medellín; Torres Arias, Mercaderes. 
INTRODUCCIÓN: LA VIOLENCIA Y EL MIEDO EN AMÉRICA LATINA 
	
37 
LAS SOCIEDADES DEL MIEDO: CAUSAS Y CONSECUENCIAS 
El miedo es la repercusión psicológica, cultural e institucional de la violencia. Se 
trata de una respuesta a la desestabilización de las instituciones, a la exclusión social, 
a la ambigüedad y la incertidumbre de los individuos. En América Latina existe 
una cultura del miedo latente, y a veces declarada, que ha alcanzado dimensiones ins-
titucionales inducida por una violencia indiscriminada pero sistemática; violencia 
que a menudo se gesta en los propios aparatos del Estado o se organiza desde las 
mismas autoridades y se reproduce en el seno de las fuerzas del orden. Así pues, 
como sostiene Edelberto Torres-Rivas en el último capítulo de este libro, la cultura 
del miedo está inserta en un clima general caracterizado por la «trivialización del 
horror». El segundo ciclo de la violencia política y de las contiendas internas al que 
anteriormente hacíamos referencia está marcado por el perfeccionamiento del terro-
rismo de Estado y la proliferación de una represión indiscriminada pero sujeta a una 
lógica sistemática. Sin el apoyo de las doctrinas de la guerra de baja intensidad con-
tra los enemigos internos del Estado, no podría haberse dado en América Latina

Continuar navegando