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R YACHAYWASI N3

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La pobreza no es natural, es creada por el 
hombre y puede superarse y erradicarse mediante 
acciones de los seres humanos. Y erradicar la 
pobreza no es un acto de caridad, es un acto de 
justicia. 
 
Nelson Mandela. 
 
 
Redactor jefe: 
Pericles Huamanculi 
 
Equipo de redacción: 
Magaly Incollingo 
Patricia Maguna 
Matías Mansilla 
 
Edición: 
Rolando Reynoso 
 
Equipo de corrección: 
Alejandra De la Cruz 
Rina Madrid 
Flor Podolsky 
 
Arte de tapa: 
José Arévalo 
 
Dibujo: 
 Paula Herrera 
 
Difusión: 
Emilse Alegre 
Estelita Avalos 
Luis Fabian Cuadros 
 
Colaboradores: 
Denise Acosta 
Ezequiel Rositto 
Leonardo Barreto 
Baltazar Duarte 
Victor Belchoir 
Santiago Delgado 
 
 
 
 
 
SUMARIO: 
 
• LOS EFECTOS 
PSICOLOGÍCOS DE LA 
PANDEMIA. 
• LOS BENEFICIOS DE 
ESCUCHAR MÚSICA. 
• LA EDUCACIÓN EN EL 
PERÚ (TERCERA PARTE). 
• RELATOS. 
• POEMARIO. 
• CANCIONES: CHAMAMÉ. 
 
 
 3 
 
LOS EFECTOS PSICOLÓGICOS DE 
LA PANDEMIA 
YACHAYWASI 
Artículo 
 
 
 
 
 
 
La situación de aislamiento social 
para prevenir contagios causa notables 
efectos psicológicos en las personas. La 
Organización Mundial de la Salud (OMS) 
sostiene que es normal sentirse triste, 
estresado, confundido, asustado o enoja-
do durante una crisis. 
 Adrián Incollingo, Psicóloga recibida 
de la Universidad de Buenos Aires, en 
conversación con este medio menciona 
que “la situación de aislamiento, como 
primer efecto, va a dar algo que podríamos 
pensar como un agravamiento de cu-
alquier tipo de afectación emocional o 
psicológica preexistente”. Es decir, si una 
persona ya venía con algún tipo de pro-
blema emocional, con esta situación de 
crisis, lo más probable es que ese 
problema se agrave. 
 En esta línea, Carolina Mansilla, 
licenciada en Psicología recibida de la 
UBA, explica que si bien aún no hay 
muchos estudios sobre qué sucederá a lar-
go plazo en las subjetividades, lo primero 
que se puede llegar a experimentar son 
miedos y angustias. “El miedo lo experi-
mentamos cuando sentimos que estamos 
bajo una amenaza o cuando no pensamos 
que tenemos los suficientes recursos para 
afrontar esa situación. Y eso nos genera, 
en el día a día, insomnio, pérdida de 
atención, dificultad para razonar, falta de 
aire al respirar, agobio”. 
 Está claro que el aislamiento social 
afecta a cada persona de manera parti-
cular, igualmente hay recomendaciones 
para hacer la situación más amena. En 
principio, entender que sentir algunos de 
estos estados es normal. Ingollingo agrega 
 
 
en este sentido que “hay que entender que 
sentirse mal, está bien. Habla de una 
subjetividad que está como conectada con 
lo que le pasa”. Otra sugerencia es evitar 
llenarse de actividades que luego no se 
puedan cumplir y elegir las que nos den 
satisfacción. Ante la gran desorganización 
de las estructuras que la pandemia generó, 
Man-silla recomienda “armarse rutinas que 
te permitan organizarte un poco, tener 
actividades, metas diarias que sean 
alcanzables”. Para evitar un “optimismo 
ciego” con falsas expectativas que no se 
pueden cumplir, es preferible optar por un 
“optimismo moderado” en el que cada uno 
haga lo mejor que pueda ante esta 
situación. 
 Para Incollingo es fundamental 
mantener el contacto con un otro. “Un otro 
puede ser una persona, un discurso, una 
práctica, una institución, una ideología, 
una lectura. Un otro que te rescate de 
estos momentos que seguramente vamos 
a tener de desánimo, de cansancio. Lo que 
es importante es no quedarse ahí, que eso 
no se instale”. Tener presente que los 
recursos de salud están todos al servicio 
ante cualquier sufrimiento que se vuelva 
constante. 
En la misma línea, la OMS 
recomienda informarse sobre los hechos 
de manera precisa. Consultar fuentes 
oficiales de información, como una 
agencia de salud pública local o estatal. En 
esta línea, la Facultad de Psicología de la 
UBA sugiere limitar los momentos en los 
que se consumen noticias y hacerlo 
durante el mediodía y la tarde. Es decir, 
evitar hacerlo al levantarse y antes de 
acostarse.
Magali Incollingo 
magaincollingo@.com 
 
 
 4 
 
Por Patricia Maguna 
patomaguna@gmail.com 
YACHAYWASI 
Artículo 
 
 
Se cree que la música nace con el 
sonido de la voz humana, junto a otros 
sonidos que se logran con el golpeteo de 
las palmas, pies, dedos y otros más: Son 
los sonidos de la percusión corporal. Cabe 
destacar que la madre naturaleza existe 
desde antes que los seres humanos. Por 
lo cual, podríamos interpretar al agua, el 
viento, las piedras e incluso el canto de 
algunas aves, como sonidos musicales. Ya 
en un tiempo más cercano a nuestra 
realidad (siglo XX) se han hecho conocidos 
varios estudios científicos, que avalan los 
beneficios en cuanto a la salud corporal y 
emocional que produce el escuchar 
música. 
Desde tiempos inmemorables la 
música es utilizada con diversos fines, 
diversos significados. “Los efectos bene-
ficiosos de la misma sobre la salud mental 
se han sabido por miles de años. Los 
filósofos antiguos desde Platón hasta 
Confucio y los descendientes del pueblo 
de Israel cantaban alabanzas y de esta 
manera usaban la música para calmar la 
tensión. Las bandas militares utilizan la 
música para desarrollar confianza y coraje. 
Los eventos deportivos proporcionan 
música para incitar el entusiasmo. Los 
niños en la escuela usan música para 
memorizar el abecedario. Los centros 
comerciales ponen música para atraer a 
los consumidores y mantenerlos en la 
tienda. Los dentistas ponen música para 
calmar a los pacientes nerviosos. En la 
actualidad se suman otros medios y estilos 
de gran variedad a la hora de escuchar 
música, y si esta es del agrado de cada 
individuo mejor aún. Situémonos en la 
variedad, desde lo clásico, a lo moderno, 
desde lo excéntrico, a lo ancestral y natural 
en sí, esos sonidos de la tierra que tanto 
conectan al ser humano con la naturaleza. 
 
 
Podría decirse que para descargar 
energías uno de los ritmos sugeridos a 
escuchar son en principio los de agrado de 
cada uno, como el rock and roll, el tango, 
la música folclórica como el carnavalito o 
la chacarera y por qué no también un 
chamamé. Para disminuir la ansiedad o un 
estado nervioso sería interesante escu-
char música del estilo clásico, pop, bala-
das. Y otro estado que uno ansía alcanzar 
es el del relajamiento: para el cual muchos 
escuchan música “relajante” que se com-
pone de sonidos suaves, clásicos y con 
instrumentos autóctonos de culturas mile-
narias. Como la música china, celta, nór-
dica y la ancestral o llamada música de la 
tierra. El abanico de opciones es muy am-
plio; difícilmente alguien pueda decir que 
no encuentra algún ritmo de su agrado. 
 ¿Pero porque escuchar música? 
Está claro que la música interviene 
directamente en nuestro sistema nervioso, 
causando algún tipo de efecto positivo. 
Incluso se puede considerar que es 
sanadora, puesto que nos sirve para: 
● Aliviar problemas relacionados con 
el estrés y la ansiedad. 
● Mejorar la memoria. 
● Soportar determinados dolores. 
● Relajar la mente y el cuerpo. 
Personalmente la música china, celta y 
los sonidos naturales, son los que nos tran-
sporta a un estado de armonía y tranqui-
lidad, nos conectan con la tierra, eso nos 
llena de energía. Nunca falta en mi repro-
ductor una lista de canciones con algún 
disco de Loreena McKennitt, recienteme-
nte conocí a Nahualli Vintage ellos recrean 
sonidos de la tierra, un legado ancestral. 
Cada pueblo, cada cultura transmite su le- 
gado musical, contribuyendo a enriquecer 
y sanar a este mundo que tan enfermo 
está.
LOS BENEFICIOS DE ESCUCHAR MÚSICA 
 
 
 5 
 
. 
 
Escribir sobre el tema de la educación 
en el Perú es muy complejo, porque 
encuentras intereses no solo personales, 
sino también políticos,económicos, 
sociales, etc. Sin embargo, elegí este tema 
porque si queremos construir una 
sociedad más justa y luchar contra la 
corrupción que invade todos los estratos 
no solo en el Perú, sino en el mundo, 
primero debemos partir desde la formación 
de nuestros jóvenes. 
En esta tercera entrega me 
corresponde presentar el tema de las 
universidades, y con esto nos aproxima-
mos a otras formas de lucrar con el dinero 
de los padres. Ya que algo es cierto, 
estudiar en el Perú es todo un negocio. 
Cuando tus hijos cursan el cuarto 
año de secundaria, comienzas a sentir que 
el tiempo pasa rápido, entonces de repente 
tus hijos ya están en quinto año. Por lo 
tanto, la cursada parece apresurado y no 
tienes tiempo para prepararlo para el 
ingreso a la universidad. Ya que en el Perú 
los alumnos se postulan a la universidad 
pública o privada a los 17 años. Por 
consiguiente, en estos últimos años tanto 
alumnos como padres son bombardeados 
con información de todas las academias 
preuniversitarias que no se cuentan ni por 
decenas ni por centenas sino por millares. 
Estas instituciones las podríamos dividir 
por categorías: tenemos aquellas relacio-
nadas directamente con universidades pú-
blicas, otras que están relacionadas con 
universidades privadas y otras que son 
independientes. Entonces, nace la pregu- 
nta ¿Por qué se da este fenómeno de las 
academias? Y la respuesta pasa por el so-
lo hecho de que en el Perú (como en el 
Paraguay) existen cupos limitados para 
ingresar a las Universidades. Y esto nos 
lleva a que los postulantes que no ingre-
saron tengan que ir a las academias a 
preparase por varios años. Por ejemplo, en 
la Universidad Mayor de San Marcos en 
los exámenes de ingreso realizados el 9 y 
10 de marzo del 2019, postularon 24.940 
personas para ocupar solo 4.768 vacan-
tes. Este suceso es grave, porque si anali-
zamos, 20.172 personas ya estaban 
predestinadas a no ingresar a la unive-
rsidad. Es que este no solo es un negocio, 
sino también una manera para que la clase 
pobre y media baja del Perú no pueda in-
gresar a los estudios superiores. Generán-
dose así, una frustración dentro de la 
población joven peruana. Pero esto es 
intencional, ya que una población que no 
tiene la oportunidad de acceder a estudios 
universitarios no va a poder disputar sus 
derechos contra la clase hegemónica pe-
ruana, que es una de la más racista y 
clasista de América del Sur, solo superada 
en su forma de desprecio por la clase 
hegemónica chilena. Es por eso que, a la 
pregunta sobre lo costoso de la educación 
peruana, la respuesta es sencilla, un país 
no educado es un país, subyugado. 
Otro caso que ayudará a contex-
tualizar la situación, sucede cuando se 
termina el examen de admisión, y afuera 
de la universidad te esperan las academias
LA EDUCACIÓN EN EL PERÚ 
(Tercera Parte) 
Por José Víctor Arévalo Pacheco 
arejap17@gmail.com 
YACHAYWASI 
Nota de opinión 
 
 
 6 
 
YACHAYWASI 
Cultura 
que reparten sus volantes a los postu-
lantes que terminaron de rendir. En algu-
nos de los avisos se puede leer como 
estas instituciones garantizan que más del 
50% de sus alumnos tiene el ingreso 
asegurado a la universidad. Existen, tam-
bién academias que construyeron una su-
puesta trayectoria y prestigio, que también 
te garantizan lo mismo, y es anecdótico 
porque un buen alumno, que los hay, 
ingresa a estudiar a estas academias. El 
jovencito ocupa el primer lugar al postu-
larse, y la academia lo hace público en los 
principales medios de comunicación. Por 
consiguiente, el negocio es muy rentable, 
pues no es barato estudiar en una de estas 
academias, son verdaderamente caras. 
Entonces, en algunos casos los padres se 
ven obligados a pagar costosas cuotas 
mensuales de las academias, y en otros 
casos son los propios jóvenes que se ven 
obligados a pagarse la mensualidad de la 
academia. 
Por eso en el Perú existe una gran 
competencia por la creación de universi-
dades privadas. Ya que muchas personas 
al no poder ingresar a estudiar a la univer-
sidad pública, terminan estudiando en la 
universidad privada. No obstante, muchas 
de estas universidades en la actualidad 
están siendo señaladas por irregulari-
dades debido a que se mantuvieron por 
favores políticos o por haber otorgado títu-
los de Honoris causa y viajes a los funcio-
narios que los apoyaron. 
 
 
 
 
 
 
 I 
Visita de domingo 
 
Era un domingo soleado la mañana 
en que fui con mi hermana a la casa de una 
compañera de trabajo. 
La gran diferencia de edad que 
había entre nosotros hacía que me llevará 
de visita más como un hijo que como un 
hermano. Y yo, que era muy serio para mis 
diez años, escuchaba casi indefectible-
mente la frase “parece un hombrecito”. No 
sabía cuán bueno podía resultar ser un 
hombrecito a los diez años, pero la frase 
recurrente hacía que todos sonrieran 
complacidos y se convertía en el pasaporte 
para continuar siendo el hombrecito que 
acompañaba a mi hermana en su raid por 
casas donde me convidaban galletitas y 
Coca-Cola. 
Ese domingo sería trascendente. 
Apenas salimos, mi hermana, como un 
atractivo más, me comentó que la casa de 
su amiga quedaba frente a la cancha de 
Banfield. Ella nunca imaginó la dimensión 
de esas palabras capaces de dibujarme 
una sonrisa durante todo el camino sin que 
el trayecto me generará cansancio alguno. 
Al dar vuelta a la última esquina 
divisé el estadio, la mole de cemento más 
grande que hasta ese momento había 
visto. La casa de la chica quedaba en una 
calle lateral que daba a la parte de atrás de 
la tribuna visitante. 
VEINTE SEGUNDOS CON 
MELÉNDEZ 
Víctor Belchior 
vbelchior@live.com.ar 
 CUENTOS 
 
 
 7 
 
YACHAYWASI 
Cultura 
Esa calle que la naturaleza había 
llenado de sol y unos años más tarde la 
ampliación de la tribuna dejó en sombras 
para siempre. La visita fue clásica, las mis-
mas galletitas, la misma Coca, el mismo 
hombrecito, pero en la conversación surgió 
un comentario que marcaría mi historia. La 
mamá dijo: “Tremendo lío va a haber hoy 
que viene a jugar Boca”. 
Allí se ratificó que no era una ma-
ñana más y vertiginosamente se iba dupli-
cando la apuesta. Sólo quería irme de allí, 
llegar a casa y sumergirme en la épica 
tarea de convencer a papá para que me 
llevara a la cancha. 
Mi viejo contaba, como una anéc-
dota alocada, que un día había ido a un 
partido, apenas llegó de Portugal, y la his-
toria no hablaba de fútbol, sino de riesgos, 
de corridas, de miedo, por lo cual había 
sido su única experiencia y, si bien era sim-
patizante de San Lorenzo, escuchaba los 
partidos como para darle un efecto sonoro 
a su siesta dominical. 
Al llegar a casa apelé, una a una, a 
todas las estrategias posibles: pedir, llorar, 
enojarme, no comer, buscar aliados y sin 
resultados volver a recorrer el espinel, una 
y otra vez, sacando siempre mis anzuelos 
vacíos. Sabía que él estaba en una difícil 
situación; mi perseverancia socavaba la 
decisión como un martillo neumático, 
repiqueteaba en la mente que por mome-
ntos parecía estar por ceder, y luego volvía 
a endurecerse. De vez en cuando necesi-
taba fortalecerse con alguna frase: “Justo 
Boca”, “yo no sé ni por dónde se entra”, 
“este chico”. Yo sabía que era una muestra 
de flaqueza, porque cuando callaba mi 
ruego taladraba su mente, hasta que tan 
perturbado no pudo más y concluyó en las 
palabras mágicas: “Bueno, vamos”. 
II 
Diez segundos con Meléndez (I) 
 
Fue la primera vez que quise volar; 
como siempre esas faenas llevan un 
tiempo que lo dejan a uno sobre la hora. 
Así que arrastré a papá por el camino 
recientemente desandado. Ya cerca del 
estadio descubrí una agitación inédita para 
mí: los vendedores ambulantes, la Policía, 
la gente parecía ir sumando una presiónque llegaba a su clímax en la puerta de la 
cancha. Asesorados por un portugués pai-
sano de papá que encontramos en la es-
quina, vendedor de maníes, alcanzamos 
previo forcejeo la ventanilla y sacamos las 
entradas. Ingresamos por la popular visi-
tante; la puerta estaba a nivel del piso y 
como el partido había comenzado fueron 
vanos los intentos por subir los escalones. 
El griterío era infernal; todos saltando 
miraban el campo de juego. La inexpe-
riencia de papá y mi diminuta altura nos 
hacían sentir en medio de una tormenta. A 
los empujones llegamos hasta el alam-
brado; yo apenas sobrepasaba la pared de 
cemento que lo sostenía. Allí encontré un 
hueco, debajo de la axila de un señor, y me 
aferré a los rombos oxidados alcanzando a 
ver el césped. En ese momento sucedió 
algo inesperado. Yo no podía seguir el 
desarrollo del partido, no sabía ni dónde 
estaba la pelota hasta que la vi venir roda-
ndo en mi dirección; salió al lateral y quedó 
perdida para la vista, pero recostada con-
tra el otro lado de la pared a no más de 
quince centímetros de mis zapatillas 
Flecha. 
La secuencia que aquí relatare no 
duró más de diez segundos. La he repetido 
en mi mente miles de veces, tratando de 
separar cuadro por cuadro, extrayéndole 
cada detalle porque todos forman parte de 
este trascendental recuerdo. Vino a buscar 
 
 
 8 
 
YACHAYWASI 
Cultura 
la pelota, para hacer el lateral, el peruano 
Meléndez. Se agachó frente a mí, tomó el 
balón que estaba delante de mis zapatillas 
Flecha y, al incorporarse, su cara oscura y 
transpirada pasó frente a mis ojos, y sus 
ojos hicieron contacto con los míos; ingre-
sé en el circuito de su respiración, de su 
aliento, su perfume, y espontáneamente 
me saltaron las lágrimas. 
Durante ese período el estadio 
enmudeció, perdí el sentido auditivo. 
Estuvimos diez segundos, solos él y yo, 
mirándonos. Se alejó de mí, volvió el 
griterío, siguió el partido, el mundo conti-
nuó girando como antes, como siempre. 
III 
El diamante negro 
 
Si bien ya conocía a Meléndez a 
través de las figuritas Crack —no a Rendo, 
que al ser la más difícil dejó un círculo 
vacío en mi álbum—, a partir de allí come-
ncé a seguir su trayectoria, a interesarme 
en su paso por Centro Iqueño, Defensor 
Lima, KDT Internacional, Sport Boys, 
Defensor Arica, hasta que por su notable 
desempeño fue contratado por Boca 
Juniors en la temporada 68, y fue pieza 
fundamental en el centro de la defensa 
para la conquista de los torneos 69 y 70. 
Su magnífico arte de defender sin pegar 
desplegando elegancia y oficio, dignificó 
un puesto rudo y arrancó aplausos de la 
tribuna como cualquier gambeta de 
Rojitas. El sincronismo con Marzolini, el 
respaldo a Rogel, los relevos a Suñé hací-
an de aquel gigante moreno garantía para 
la valla custodiada nada menos que por el 
Tano Roma. 
Recuerdo muy bien aquel fatídico 
partido por la Copa Libertadores con el 
Sporting Cristal, en el que sus colegas de 
Boca y sus hermanos peruanos entraron 
en una batalla campal, y él, como cuando 
uno invita a los compañeros de colegio a 
jugar con los amigos del barrio y se 
agarran a piñas, no sabía de qué lado estar 
y sólo intentaba calmar a los otros 
veintiunos. Mi vida continuó en este mundo 
que siguió girando luego de los diez 
segundos. Dejé de ser un hombrecito y me 
hice hombre. “El diamante negro”, luego de 
irse de Boca, volvió a Defensor Lima y fue 
convocado para la selección peruana que 
se consagró campeona de América en 
1975. Brilló como siempre hasta terminar 
dignamente su carrera deportiva en Juan 
Aurich en 1977. 
IV 
El camino del Inca 
 
La actividad profesional me impulsó 
a viajar mucho por el mundo; distintos 
países, diversas ciudades, aviones, hote-
les cinco estrellas e infinitas reuniones de 
negocios. Casi por casualidad hice escala 
en Lima y perdí la conexión a Buenos 
Aires, sin más alternativa que pasar la 
noche allí. Reservé desde el aeropuerto 
una comodidad en el Hotel Sheraton de 
Miraflores. Llegué con un transporte, me 
registré y subí al lujoso cuarto. Ni deshice 
la valija; sólo retiré con cuidado la ropa que 
me pondría y luego de la ducha bajé al 
lobby con la intención de cenar temprano y 
dormir, para poder embarcar en la primera 
conexión a Buenos Aires al día siguiente. 
Cuando dejé mi llave en la conserjería, 
percibí un clima enrarecido. Ingresaba 
mucha gente, cámaras de televisión, 
fotógrafos, periodistas, y antes de pregu-
ntar al recepcionista vi en el nomenclador 
de salones el anuncio: “Homenaje a Julio 
Meléndez Calderón”. 
Casi sin proponérmelo, mis piernas 
me condujeron mezclado entre la gente
 
 
 9 
 
YACHAYWASI 
Cultura 
hasta el salón indicado. Si bien había 
varias barreras de seguridad, mi vesti-
menta elegante y cara de extranjero me 
permitieron sortear los controles e ingresar 
al recinto. 
El salón ya estaba lleno; con 
esfuerzo pude encontrar una ubicación de 
privilegio junto a una columna perimetral. 
Mientras observaba a la concurrencia esta-
lló un aplauso. Por el pasillo central, aco-
sado por camarógrafos y flashes, ingresó 
el peruano Julio Meléndez. 
 V 
Diez segundos con Meléndez (II) 
 
Su cabello encanecido y sus ante-
ojos dorados no podían disimular el cami-
nar elegante, el fino movimiento de sus 
manos y esa serena y respetuosa sonrisa. 
Se sentó en la mesa cabecera en medio de 
otros señores trajeados (seguramente au-
toridades del fútbol), y tímidamente agra-
deció los aplausos. Se apaga-ron las luces 
y en una pantalla gigante echó a rodar un 
video con imágenes de su trayectoria en 
los equipos locales, en Boca y en la sele-
cción peruana; de a ratos surgían aplausos 
espontáneos. Luego del video le acercaron 
plaquetas de la Asociación Peruana de 
Fútbol y de la Asociación de Periodistas 
Deportivos, y leyeron telegramas de adhe-
sión, entre los que se destacó uno firmado 
por el presidente de Boca Juniors. 
Al terminar las ofrendas comenzó 
una conferencia de prensa. Los periodistas 
lo indagaban y él, calmo y pausado, respo-
ndía con su inconfundible acento, hasta 
que un reportero preguntó: “Julio, ¿qué 
nos puede decir de su paso por Boca?”. 
Meléndez respondió: “Fue quizá, junto a la 
selección, la mejor experiencia de mi vida 
deportiva. —Hizo una pausa—. En Boca, 
más allá de los títulos obtenidos, debo 
destacar la pasión y el cariño de la gente. 
Nunca olvidaré un acontecimiento que 
sintetiza el sentimiento del hincha de Boca. 
—Bebió un sorbo de agua y continuó—. En 
un partido que jugábamos en cancha de 
Banfield, fui a buscar una pelota al lateral, 
y allí, junto a la alambrada, había un 
chiquito que vi llorar al tenerme cerca. 
Hasta hoy llevo como recuerdo la imagen 
de esa carita y es quizás el más preciado 
premio que he ganado”. 
Fue la última pregunta que le hici-
eron; se incorporó en medio de un aplauso 
cerrado y decenas de abrazos emocio-
nados. De a poco se desprendió de ellos y 
comenzó a retirarse por el pasillo en el que 
yo estaba. 
La secuencia que voy a relatar aho-
ra no duró más de diez segundos. Al pasar 
frente a mí, aminoró la marcha en forma 
casi imperceptible. Me miró a los ojos, sus 
ojos hicieron contacto con los míos; entré 
en el circuito de su respiración, de su alie-
nto, su perfume y espontáneamente me 
saltaron las lágrimas. Durante ese período 
la sala enmudeció, perdí el sentido audi-
tivo; estuvimos diez segundos, solos él y 
yo, mirándonos. 
Se alejó de mí, volvieron los aplau-
sos, siguió su camino; el mundo continuó 
girando, como siempre, como antes. 
 
 
 
 
 
 
 
 10 
 
YACHAYWASI 
Cultura 
 
 
 
Lo que recordaba Pablo en el suelo 
mientras evitaba dormirse, fue la gran 
compra que hizo en elsupermercado del 
pueblo donde fue la última vez que vio a 
todos sus conocidos y parientes compra-
ndo mercadería para subsistir a la 
pandemia mortal. 
-Está en el aire y viene para La 
Pampa…- Oyó decir a una señora delante 
suyo en la fila, que le hablaba a su hija, 
ambas con barbijos blancos colocados. 
-Ya mató a cien mil personas…-Dijo 
un señor de barbijo negro colándose en la 
conversación. 
- ¡Otra vez lo mismo! ¡ Y encima con 
una tormenta! ¡ Es una locura! - Exclamó 
la hija de la mujer. 
-Dicen que en China están tirando 
químicos al aire desde aviones... para 
limpiar el virus. -Comentó otro muchacho, 
de otra fila cuyo barbijo tenía de relieve 
una sonrisa guasona. 
-Pero aún no se sabe nada. - Definió 
el señor. 
Se percibía una especie de 
contagio de emociones y expresiones… 
“en el aire”. A su vez el silencio volvió a 
ganar su espacio entre changuitos, no así 
en el sector de cajas donde murmuraban 
botellas y pitaba la máquina registradora. 
Él solo los observaba y los 
escuchaba. En el fondo los despreciaba, 
los miraba como inferiores y banales. No 
quería participar de ninguna charla. El 
barbijo azul le cubría casi hasta los ojos, 
casi invisibilizado e irreconocible. 
La fila iba avanzando lento. Para 
matar el tiempo miraba su chango lleno, 
trataba de pensar si le faltaba algo y de a 
rato miraba su celular, como quien se 
encuentra a la espera de un mensaje 
esperanzador. Luego recordó que, al vol-
ver de la ciudad a su casa de campo, se 
había hecho de una gran provisión de 
comida para no tener que ir al pueblo. Pero 
al oír de la gran pandemia que se avecina-
ba al país y que ya estaba haciendo 
estragos en Montevideo, decidió hacer una 
última compra general, más para aislarse 
de todo el mundo que es lo que él quería. 
En sus oídos sonaba Piazzolla, 
“Adiós nonino”, no se quitaba el auricular 
casi nunca, y menos en la calle. Recordó 
con detalles como trabajaban arduamente 
las cajeras por la cantidad de gente que 
salía con furia a comprar de manera des-
medida. Recordó con humor los changos 
rebalsados a una altura absurda, con tal de 
no volver a salir. 
Contempló su salida del superme-
rcado rápidamente. Todo le parecía absu-
rdo, la gente necia, el gobierno mentiroso 
y los medios tóxicos. Había tenido un pico 
de stress por su separación, un ataque 
cardíaco en el trabajo y luego la licencia 
para recuperarse de tantas tristezas. Pen-
só aprovechar ese tiempo que le dejaba el 
diario y quería terminar de escribir su 
novela, por lo que aprovechó su casa en el 
campo en La Pampa para huir de todo lo 
que perturbaba su vida. 
Lejos de todo lo que su psicólogo y 
médico le recomendaron, buscó en esas 
soledades de La Pampa recuperar su 
equilibrio emocional. Era mucha la bronca 
que le dio su separación y cambio de se-
cción en su trabajo. Todo lo que comía, 
todas las actividades que hacía se blo-
quearon en su corazón y no podía disfrutar 
de nada ¿qué camino le quedaba? 
La casa heredada del abuelo, don-
de iba los fines de semana largos para 
escribir, creyó que sería el lugar ideal para 
recuperar su ánimo, su espíritu, su amor 
propio y su imaginación. 
EL ÚLTIMO 
Ezequiel Rositto 
 rositto2015@gmail.com 
 
 
 10 
 
YACHAYWASI 
Cultura 
Aprovechó para limpiar esa casa en 
medio de aquel campo que heredó de su 
abuelo, rodeada de un pequeño bosque-
cito para activar el cuerpo y despejar la 
mente. Tenía muchos libros que apro-
vechó a leer. Marcó en el almanaque cada 
día que pasaba. Escribió poemas, relatos, 
memorias, cuentos. Intentó escribir el 
último capítulo de su novela, paradójica-
mente denominada “El último”, que llevaba 
abandonado hacía siete años desde que 
se había juntado con Cecilia, pero poster-
gó su escritura para finales de la cuare-
ntena. 
Si bien la soledad le fastidiaba sabía 
que debía superar ese dolor, ese duelo. No 
quería tomar pastillas así que hizo muchos 
trabajos en aquel rancho viejo. Conformó 
una huerta, hizo un sótano tipo bunker 
cerca de la casita y reparó su techo con 
barro. 
Dos semanas después de llegar, 
pudo presenciar la famosa tormenta tan 
temida y que desparramaba el tóxico ase-
sino. Se quedó tranquilo mirando aquel 
fenómeno natural. Le daba todo lo mismo, 
no tenía miedo. ¿Era por valor o por 
resignación a la vida? Si bien no quiso 
matarse, nunca temió a la muerte. Diviso 
el color azul de las nubes y sabía que tenía 
las características de la nube tóxica. Le 
pareció maravilloso ser testigo de ese 
acontecimiento y espero. Sacó fotos y gra-
bó algunos videos, una costumbre social 
urbana de grabarlo y registrarlo to-
do. Agarró algunas frazadas, bolsos con 
comida, bidones de agua y se encerró en 
ese sótano bunker que había construido. 
El ruido que asoló la superficie 
destruyó su casa, el bosque, removió la 
tierra e inevitablemente se infiltró. Parte de 
ese aire dentro ya se encontraba en su 
sótano. Era fuerte el tóxico y el hedor. Las 
puertas de chapa no contenían el aire 
contaminado que ingresaba. Tragó agua 
para no sufrir de aquel sabor agrio que le 
sabía el aire y se tomó las pastillas para 
dormir todas juntas para no morir con ese 
gusto horrible y mortal que perforaba sus 
pulmones. 
-¡¡¡ No quiero morir así!!!… ¡¡¡ No 
quiero morir así!!!…¡¡¡mamá… Cecilia… 
Cecilia!!! 
- Decía con lágrimas y deses-
peración cayendo al suelo boca abajo, 
tirando la mesita y todas sus hojas y libros 
al suelo- ¡Qué muerte más horrible! 
- Murmuró llorando débil en el suelo. 
Mientras se iba muriendo por el 
tóxico mortal, pensó para sí, que aquel 
último capítulo que nunca había escrito 
para su novela lo estaba escribiendo con 
su cuerpo y mente, en su propia vida, en 
ese mismo momento… 
-Dios es un escritor muy cruel- dijo, 
y sonrió por última vez. 
 
 
 
 
 
 
 11 
 
YACHAYWASI 
Cultura 
 
 
 
 
 
Exposición de almas en la ciudad. 
 
Los estantes vacíos abundan y las jaulas 
de vidrio se empañan por el calor que les 
falta en su interior. 
 
La atracción principal: cuerpos. 
 
Cuelgan del techo esos antiguos envases 
de lo que ya se fue. 
 
Cuelgan del techo esos ojos fríos, testigos 
de un fuego que vio nacer a los partícipes 
ausentes del mañana. 
 
El público ciego, para ver lo invisible... 
hoy. 
 
 
 
 
 
 
 
Abrí los ojos y estaba en mi casa, un 
a calurosa mañana de verano. Todo 
parecía ideal, mi madre estaba matando el 
tiempo y mi padre andaba por ahí, donde 
no podía verlo. Hambriento, decidí ir a 
buscar alimento a la casa de enfrente, en 
donde vivían mis abuelos, muertos hace 
tiempo. Todo parecía normal, entré a la 
casa, la puerta estaba abierta, fui hasta el 
cuarto de la cocina y abrí una heladera en 
busca de algo de comer. 
 
Encontré leche, no era mucho, pero 
iba a bastar para saciar mi hambre 
matutina. Cerré la puerta de la heladera y 
escuché un ruido, muy extraño, 
proviniendo de otro cuarto. Seguí mi oído 
 
 
buscando la fuente de tan extraño sonido 
y cuando la vi, quedé petrificado: Ratas. 
 
Enormes, grises, peludas y 
alborotadas por mi presencia. Sin dudarlo 
volví a mi casa corriendo para avisarle a mi 
madre que unas horribles ratas habían 
invadido la antigua casa de mis abuelos. 
La respuesta que recibí de ella: "¡Que 
clima horrible! La humedad las debe haber 
traído. No van a tardar en venir hacia 
acá..." 
 
Aunque no le encontré mucha 
lógica a lo que dijo ella, pensar no era una 
opción, debía protegerme de esas 
malditas, así que corrí hacia mi cuarto y me 
encerré. Aún con el insoportable calor de 
la mañana, nada iba a hacer que unas 
horribles ratas se acerquen a mi... o eso 
pensé. 
 
No tardé mucho en escuchar un 
leve sonido proveniente de mi pequeño 
armario en mi habitación, acompañado de 
una brisa, tenue pero intensa, bien de 
verano. De repente me di cuenta, un 
agujero en el techo a una esquina dentro 
de mi armario, las había dejado entrar. Las 
malditas ratas se amontonabanpara entrar 
por el agujero en el techo de mi habitación, 
se apretaban, se golpeaban, revoloteando 
sin cesar, produciendo esos sonidos 
horribles, cada vez más agudos, cada vez 
más cercanos. 
 
Me quedé petrificado en el centro de 
mi cuarto, mirando como la puerta de mi 
armario se abría lentamente a causa de la 
brisa. No podía ver a las ratas, pero las 
escuchaba, las imaginaba. Ahí me quedé, 
parado y sin poderme mover, en el centro 
de mi cuarto, consciente, de que estaba 
encerrado y.… de que el calor no iba a 
parar. 
 
 
LA EXPOSICIÓN 
Matías Mansilla 
Ig:@matiasmansillaliteratura 
Matías Mansilla 
Ig:@matiasmansillaliteratura 
HUMEDAD 
RELATOS 
 
 
 12 
 
Denise Acosta 
deniseacosta0@gmail.com 
Denise Acosta 
deniseacosta0@gmail.com 
Denise Acosta 
deniseacosta0@gmail.com 
YACHAYWASI 
Cultura 
 
 
 
 
Quédate conmigo cuando mi rostro 
empiece a ceder. 
Cuando mis manos empiecen a temblar. 
Quédate cuando apenas, te pueda 
recordar. 
Quédate conmigo, aunque te trate como a 
un animal. 
Quédate conmigo, aunque te odie y te 
ame a la vez. 
Quédate conmigo, aunque te desprecie 
después de buscarte. 
Quédate, aunque no te lo quiera pedir. 
Cuando mi tristeza se convierta en enojo, 
y mi enojo en témpano. 
Quédate conmigo aún más cuando ni yo 
quiera quedarme conmigo. 
Quédate conmigo, porque es cuando más 
lo necesito. 
 
 
 
 
La búsqueda que no sacia el 
hambre de encontrar, el amor olvidado y 
sesgado, de un padre al que poco le 
importó el desafortunado destino de sus 
pequeños en un mundo muy feroz. Y la 
cálida sonrisa de una madre que luchó por 
cubrir con su amor el calor que latía en 
cada interior. 
 
 
A su suerte, a su bendición, dich-
osos los que sufren pues serán 
consolados. Entonces los huérfanos son 
adopta-dos por el Padre de los olvidados. 
 
 
Para que las ganas de gritar se vuelvan 
palabras. 
Para que los silencios implosivos tomen 
cuerpos expresivos. 
Dejando de palpitar los dolores que cesan 
entre suspiros descargadores. 
Así surgió, desde las profundidades, el 
grito del mudo en la tierra. 
Se desató el nudo de su garganta, la 
enredada lengua que le impedía el habla. 
Y gritó que era libre, y se alegró, no por 
poder hablar; sino por poder ser 
escuchado. 
 
LA ALIANZA 
 EL RITUAL DESAHOGO 
POEMARIO 
LOS HUERFANOS 
 
 
 13 
 
Leonardo Barreto 
barretoleonardo621@gmail.com 
EL PASO DEL TIEMPO 
 MBORAYJHU ASY 
(DOLOR DE AMOR) 
YACHAYWASI 
Cultura 
 
 
 
 
 
 
 
 
Tienes un nuevo amor y ya no tienes 
interés en este nuestro. Amor, daría la 
vida si tú me lo pidieras. 
 
El amor que hubo entre nosotros 
es recuerdo, es sólo un sueño, si eso 
un sueño de amor imposible e irreal, 
un amor que ya sólo está en mí, 
ya no está en ti. 
 
Como puedes hablar así, si yo te di todo 
de mí, por ese amor te di mis sueños e 
ilusiones mi alma, mi ser y mis penas mi 
existir, mi vida y mi cielo. 
 
 Estoy pagando con creces este amor que 
siento lo forjé en mi corazón para ti. 
Por eso hoy la burla y la ironía del 
olvido mi destino, la vanidad y el egoísmo. 
De tu amor será mi castigo la pena y la 
realidad de mi vida. Ve con tu nuevo 
amor, no voy a detener tu galope. 
Ni pedir que te quedes, ni pedir que te 
vayas porque tú no mereces mi tristeza, 
mi dolor, ni mi llanto, sólo, mereces mi 
olvido. 
 
 
 
El paso de los años me ha envejecido el 
rostro, ya no hay del amor en mis ojos o 
en mi corazón. 
 
 
Las noches con sus sombras y desoladas 
madrugadas sólo han dejado en mi vida 
tanta tristeza y tanto dolor hoy vuelvo al 
hogar del cual me aleje un día. 
Pondré los malos recuerdos en manos del 
olvido. Fui orgulloso, caprichoso, egoísta, 
con el amo. Y por ello caí en los brazos de 
un amor mezquino, falso y aventurero. 
Y me perdí en el camino de mi triste 
destino, el de vivir sin tu amor. 
 
 
 
Dios ayúdanos con este dilema con esa 
duda que llevamos en el alma y el 
corazón. 
Ha llegado a nuestra vida un ángel en 
busca del amor le abrimos las puertas 
del alma y del corazón. 
Cegados por su amor como hacer para no 
amarla. 
Si con una mirada suya embriaga al alma, 
paz da y al corazón todo le hechiza. 
Dios ayúdame con este dilema, como 
hago para amarla y no lastimar la pureza 
de su alma 
La inocencia de su corazón. 
 
UN NUEVO AMOR 
Leonardo Barreto 
barretoleonardo621@gmail.com 
CÓMO AMARLA 
Leonardo Barreto 
barretoleonardo621@gmail.com 
 
 
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CHAMAMÉ 
PARA EL CANTOR DE MI PUEBLO 
Letra: Baltazar (Toy) Duarte 
 baltazarduarte008@gmail.com 
Música: Santiago (Chinchu) Delgado 
santiago@yahoo.com.ar 
 
YACHAYWASI 
Cultura 
 
 
 
 
 I 
Con el alma, entre sollozo, 
y el corazón, entristecido, 
estos versos, me inspiraron, 
los ceibales florecidos, 
guitarrero y trovador, 
cantorazo, de alto vuelo, 
proclamado por las gentes, 
como el cantor de su pueblo. 
 
 II 
Este es mi humilde homenaje, 
lito Suárez serenatero, 
voy pulsando, tus cordajes, 
torocuaceño, chamamecero. 
 
 Glosas 
De niño yo te escuchaba, 
bien alto y en primera, 
cómo implorando, un amor, 
cómo espantando a las penas, 
el dúo acompañado fraseando 
 junto parejo, 
con tu compañero Juan, 
noble pecho de jilguero. 
 
 III 
Fuiste un hijo, creyente, 
que cantaba, a tu suelo, 
y a la Virgen, inmaculada, 
la patrona de tu pueblo, 
y también a los parajes, 
al amor con devoción, 
a los paisajes, tan bellos, 
de tu amado, Concepción. 
 
 Glosas 
Te buscará Concepción, 
en esas noches, bohemios, 
y el vino de los amigos, 
será tu voz de trovero, 
chango, Lito del trino, 
lito cantor de mí pueblo, 
sin querer, nos enseñaste, 
amar al canto, que es nuestro. 
 (Fin) 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 I 
Colmillo blanco, fiel compañero, 
noble amigo y gran guardián, 
cuál niño fuiste, en mí hogar, 
que derrochaba, ternura y paz, 
tus travesuras y tus corridas, 
daba alegría y felicidad, 
risas y lágrimas, hoy me embarga, 
al recordarte, en mi soledad. 
 
 II 
Por capricho, del destino, 
de mi pueblo, me aleje, 
con el alma, dolorida, 
a mí perro, abandoné, 
triste lloro, sin consuelo, 
su partida al más, allá, 
llevo abierta, una herida, 
que ni el tiempo, a de curar. 
 
 III 
Paso las noches, mirando al cielo, 
una por una, a las estrellas, 
querido hermano, mi gran anhelo. 
Es encontrarte, en unas de ellas, 
te digo amigo, "Colmillo Blanco", 
presiento a veces, que eres el lucero, 
que resplandece, en el cielo santo, 
y el que ilumina, hoy mi sendero. 
 (Fin) 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
COLMILLO BLANCO, MÍ PERRO 
Letra: Baltazar (Toy) Duarte 
 baltazarduarte008@gmail.com 
Música: Santiago (Chinchu) Delgado 
santiago@yahoo.com.ar 
 
mailto:baltazarduarte008@gmail.com
mailto:baltazarduarte008@gmail.com

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