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Texto historico por Luis Miguel Jimenez

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500 años de blanqueo 
Texto escrito en el marco del proyecto de arte de acción “María de Salazar”i 
 
Luis Miguel Jiménez R.1 
Transcurría un año cercano al final de siglo XVI en una villa en Antioquia, y una mujer de nombre María 
de Salazar decidió aceptar el matrimonio con el renombrado conquistador Juan de Espinosa. Ella era hija 
de un licenciado español, cura y vicario de dicha población de Antioquia, y por lo tanto tenía alguna 
“pureza de sangre”, es decir, tenía un “buen nombre“ derivado del hecho der ser hija de un noble español. 
Sin embargo, su progenitora no corría con la misma suerte: todo indica, según algunos registros 
históricos2, que era o bien una indígena o una negra esclava traída de África. Y digo suerte, porque 
durante el período de la Colonia el hecho de ser descendiente de indígena, negro o judío (entre varios 
otros grupos que hoy llamaríamos culturales o étnicos) en los territorios americanos del Imperio Español 
significaba tener pocas o nulas posibilidades de ascender en la pirámide social. De ahí que ella se haya 
decidido casar con un noble español al que se le comprobaba “limpieza de sangre”: sólo de ese modo 
podía María darles una oportunidad a sus hijos de ir borrando la “mancha” de ser descendientes de 
esclavos africanos o de indígenas. 
 
Emilio, estudiante, descendiente de María de Salazar 
El caso de María es sólo un ejemplo más de lo que podemos denominar como proceso de 
blanqueamiento, llevado a cabo en los territorios que hoy constituyen América Latina. Ante el encuentro 
de europeos, indígenas y esclavos africanos, la tendencia predominante de los gobiernos coloniales 
 
1 Politólogo e historiador, Universidad de los Andes, Bogotá – Colombia. 
2 La principales fuentes para establecer esto son: el testamento de Juan de Espinosa, en el que se refiere a Maria 
como su legítima esposa, aunque no menciona nada sobre su “pureza de sangre” ni sobre su origen y las 
probanzas de sangre hechas a una de sus descendientes de nombre Jerónima de Espinosa Cortés, en las que se 
omite el nombre de Maria. (Ver Escobar Restrepo, Rodrigo (1975). “La célebre doña Ana de Castrillón”. Repertorio 
Histórico de la Academia Antioqueña de Historia: Julio-diciembre de 1975. Volumen XXX). Con esto, podemos 
afirmar que al querer ocultar su origen, se quería ocultar el hecho de que no descendía completamente de sangre 
noble española, es decir, era hija también de alguna indígena local o alguna esclava. 
portugués y español fue intentar separar a cada uno de estos grupos, y tratarlos diferenciadamente en 
escalafones, siendo el grupo de los europeos y sus descendientes directos los más beneficiados en 
términos sociales y culturales. No obstante, este intento oficial por separar lo que más adelante se 
conocería como razas, no dio los frutos que los gobiernos coloniales esperaban. Antes bien, los grupos 
se terminaron mezclando genética, social y culturalmente, dando lugar a un amplio proceso de mestizaje 
que se extendió por todo el continente de manera diferenciada. Así pues, los individuos producto de esta 
gran mezcla fueron constituyendo con el tiempo la base de la sociedad colonial, es decir los hijos de 
todas las mezclas entre negros esclavos africanos, blancos europeos e indígenas americanos. Al igual 
que María, la suerte que tuvieran en el mundo colonial dependía en últimas de qué tan cerca estuvieran 
de tener un ascendiente blanco, y qué tan lejos de tener sangre indígena o negra. De ahí que las 
mujeres negras e indígenas, como María, buscaran casarse con hombres blancos como medida para 
“purificar” la sangre de sus descendientes. 
 
Felipe, ortodoncista, descendiente de María de Salazar 
Ahora bien, la historia del racismo no acabó en la Colonia; por el contrario vio su origen precisamente en 
estas categorizaciones ya existentes en la Colonia, y su auge más fuerte durante los siglos XIX y XX con 
la consolidación de los discursos de la raza y el racismo, emanados sobre todo desde Europa. Con los 
procesos de independencia y la formación de las repúblicas latinoamericanas, la discriminación hacia los 
grupos no descendientes de europeos se alimentó de los procesos históricos que ya habían tenido lugar 
en la Colonia, y adquirió incluso nuevas y aberrantes direcciones a raíz de los discursos antes 
mencionados. Los negros y los indígenas, si no eran vistos como perezosos e inútiles, podían ser para 
varios una simple expresión del atraso y la falta de progreso del continente. En algunas regiones, se 
consideraba que era incluso mejor eliminarlos, de tal forma que no pudieran “contaminar” la “pureza” de la 
raza blanca, que era en la mayoría de casos la que había quedado gobernando las nuevas repúblicas. 
Hoy en día, tenemos aún una carga histórica de aproximadamente 500 años de discriminación contra la 
población que hoy llamamos afro americana e indígena, que para algunos, pareciera una simple historia 
del ayer sin conexiones con nuestra realidad presente. Sin embargo, vemos que estas poblaciones aún 
no gozan con el reconocimiento suficiente en la historia de nuestro continente, y son aun constantemente 
marginalizadas, irrespetadas o hasta incluso olvidadas por la gente del común o por el mismo Estado. 
Para muchos, el tener un color de piel blanco, o cercano al blanco, sigue siendo un factor que demuestra 
más valía o más capacidades personales, olvidando por supuesto la ridícula construcción social que 
existe detrás de creer que el fenotipo de la piel o los rasgos físicos determinan las características sociales 
de una persona. 
En oposición a esta historia del racismo, de la cual nuestra sociedad latina contemporánea todavía hace 
parte, la obra “Maria Salazar” se quiere construir como una acción colectiva y como un manifiesto para el 
reconocimiento al mestizaje en nuestras vidas cotidianas. Queremos resaltar ante todo nuestras raíces 
africanas e indígenas, en oposición a la imposición de las herencias europeas. Queremos hacer un 
reconocimiento de nuestra diversidad cultural pero también genética. Queremos enterrar cualquier 
vestigio de blanqueamiento y de racismo en nuestra sociedad, y proponer antes un mestizamiento. 
Queremos que mujeres como María Salazar estén manifiestas en las genealogías de todas las familias 
latinoamericanas, de tal forma que podamos entre todos reconocer en qué consiste nuestra herencia 
mestiza. 
 
Luis Miguel, politólogo e historiador, descendiente de María de Salazar 
Yo, como uno de los tantos descendientes de María de Salazar, me pinté la cara en reconocimiento a mis 
orígenes mestizos, y en postura de defender la riqueza de nuestra diversidad cultural y genética, y el igual 
trato que deben recibir los diferentes pueblos que habitan la América Latina. De tal forma, puedo 
establecer que reconozco a una de mis ascendentes, tanto cultural como personalmente, y la resalto en 
mi genealogía, a diferencia de lo que se habría hecho en tiempos coloniales. De esta forma, comprenso 
entonces el marco del proyecto “María de Salazar” como un paso del blanqueamiento al mestizamiento 
de nuestro ser. 
 
 
 
 
 
i El proyecto de arte de acción “María de Salazar” del artista Jorge Restrepo, 2012.

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