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La ignorada historia de los Rrom en Colombia - Yoska Bimbay

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La ignorada historia de los Rrom en Colombia 
 
Yoska Bimbay 
 
“Se escribe Historia, pero siempre ha sido escrita desde el punto de vista de los sedentarios y 
en nombre de un aparato de Estado. Jamás la Historia ha incluido el nomadismo”, 
Gilles Deleuze & Félix Guattari (1972), Mil mesetas 
 
“Busca un canto del mañana, /un pueblo cargado de ayer. /De carretas y frontera, 
/enfrentados al querer /de murallas de ignorancia / que desconocen la necesidad de ser /Un 
pueblo cargado de ayer, /que migrando en caravanas, /esquiva las reliquias del poder, 
esgrimiendo sus pañuelos y su danza. /Busca un canto del mañana /un pueblo cargado de ayer, 
/y en su canto una alabanza /al orgullo de saber /el motivo de su canto, /de su pueblo y de su 
casta, / ¡La libertad!” 
 Venecer Gómez Fuentes (2000), Nómades 
 
 
Pintura de Uaira Uaua (2005). 
 
No es otra la intención de este ensayo que el de esbozar algunas pistas y claves 
relacionadas con la historia de los Rrom en Colombia y llamar la atención sobre su 
ausencia en las narrativas, tanto hegemónicas como subalternas, que ha confeccionado 
la historiografía colombiana, que hasta la fecha no le ha dado un lugar, ni siquiera 
periférico, a las historias sobre su largo periplo por el país. En la sucesión de 
acontecimientos históricos de significación nacional o regional, los Rrom no fueron 
testigos mudos y pasivos como pareciera se los pretende abordar, sino que desde el 
universo cultural de sus kumpeniyi interpelaron a la sociedad mayoritaria y a partir del 
despliegue de variadas estrategias, supieron enfrentar las vicisitudes y contingencias 
derivadas de las diversas conflictividades que han caracterizado la historia del país. 
 
Es legítimo suponer que al escudriñar con rigor en la historia de los Rrom se posibilitará 
una aproximación privilegiada a las lógicas y dinámicas subyacentes a las improntas 
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peculiares que comportan la ocupación del espacio y la apropiación territorial desde una 
perspectiva nomádica, a la vez que contribuirá a desentrañar e identificar el entramado 
que configura la concepción del tiempo Rrom que se aparta de la linealidad y 
secuencialidad pasado-presente-futuro, para valorar la significación histórica del aquí y 
del ahora que se levanta como un palimpsesto de temporalidades diversas acumuladas 
durante un milenio de constante fluir por los resquicios y márgenes de las sociedades 
sedentarias. 
 
Entre Kalderash y Ludar 
 
Puede decirse que contemporáneamente en Colombia se registra la presencia de dos 
subgrupos distintos que hacen parte constitutiva del pueblo Rrom: el Kalderash, 
hablante de la shib rromaní, identificado arquetípicamente tanto con el chalaneo de 
equinos como con el oficio de la forja del cobre y que demográficamente es mayoritario, 
y el Ludar ―llamado equívocamente Boyhás―, cuyo idioma nativo, el ludariatzi o limba 
luderiaste es una variante del rumano antiguo, atávicamente asociado al ejercicio de 
actividades circenses, al amaestramiento de animales y al cine ambulante y cuya 
población es minoritaria. 
 
La estructura social de los Kalderash ―y en menor medida y con otros nombres, de los 
Ludar―, aparece determinada por la confluencia de los siguientes dispositivos, que 
muestran una gran flexibilidad y capacidad de adaptación a los escenarios más adversos. 
En primer lugar, se halla la natsia, que hace referencia al país donde estuvieron más 
establecidos antes de emprender un proceso migratorio significativo. En segundo lugar, 
está la vitsa (plural, vitsi), que alude al clan o linaje, es decir al conjunto de personas 
que tienen un ancestro en común. En tercer lugar, está la kumpania (plural kumpeniyi), 
que es la convergencia en un lugar o en un ciclo itinerante de varios patrigrupos 
familiares emparentados pertenecientes por lo general a un mismo subgrupo. Y, 
finalmente, en cuarto lugar, se puede señalar la vortechía que es una sociedad 
coyuntural y temporal entre varios Rrom para emprender en compañía una actividad 
económica determinada que, por lo general, implica una itinerancia conjunta. 
 
Así las cosas, en Colombia en relación con el Kalderash encontramos, como las más 
destacadas natsia, las siguientes: franchuyuria, rusuria, grekuria, serbiaria, 
hungaresuaria, entre otras. Por su parte, de las vitsi se pueden mencionar las que a 
continuación se relacionan: Bolochok, Mijháis, Greko, Hánes, Churón, Charapano, 
Cháiko, Bobokón, Langosesti y Bimbay. De otro lado, en lo que atañe a los Ludar y como 
correlato de las natsia se encuentran los bosniacos y los serbianes. 
 
Teniendo en cuenta que la división anterior es apenas una abstracción muy simplificada, 
se precisa aclarar que junto al Kalderash llegaron también otros subgrupos que, aunque 
con diferencias perceptibles en cuanto a su proveniencia geográfica y los oficios 
tradicionales desempeñados, hablaban variantes de la shib rromaní inteligibles con las 
demás y atravesaron dinámicas históricas muy semejantes, los cuales, luego de una 
estancia de tiempo variable en el país, optaron por migrar y establecerse en otros 
lugares del hemisferio, como sucedió con el Xoraxané (o Xoraxáí) o, en el contexto de 
una suerte de “kalderash-centrismo” (Hancock, I., 2002, citado por: Bernal J.: 2003: 22) 
y habida cuenta de su pequeño peso demográfico, terminaron siendo de alguna manera 
asimilados por el Kalderash, como pudo haber ocurrido con el Churari. 
 
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De otro lado, si se tiene en cuenta que durante la época del dominio colonial español la 
clasificación global del pueblo Rrom actualmente más difundida y que los divide en 
cuatro grandes ramas (Buhigas J., 2020 & Clébert, 1985: 68 y ss.) todavía estaba en 
ciernes y no se había definido completamente, es legítimo afirmar que no ha existido 
presencia de patrigrupos familiares pertenecientes a los grupos Kaló, Sinti (o Manouche) 
y, mucho menos Dom, aunque es claro que el grueso de quienes llegaron durante varios 
siglos durante la conquista y colonización españolas serían ancestros de los que 
posteriormente pasarían a conocerse como Kaló, denominados en algunos momentos 
como egiptianos, egiptanos o egipcianos. 
 
¿Cuántos son los Rrom? 
 
Pese a que desde 2005 ha venido siendo incluida en diferentes censos, sobre el real 
tamaño demográfico de la población Rrom en Colombia no hay un total consenso y los 
datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), que es la entidad 
pública responsable de elaborar y presentar las cifras y estadísticas oficiales, 
ciertamente son muy dispares. Mientras en el Censo General de 2005 se registró una 
población de 4.857 Rrom, en el Censo Nacional de Población y de Vivienda de 2018 el 
anterior guarismo se redujo alrededor de un 50%, registrando una cifra de 2.649 Rrom. 
 
La abrupta diferencia de 2.208 Rrom entre el primero y el segundo registros, en un corto 
lapso de 13 años, tiene múltiples causales explicativas, tal vez la más importante tiene 
relación con la intensidad de los flujos de circulación y movimientos a través de las 
fronteras internacionales que siguen realizando los Rrom, los que son muy difíciles de 
detectar a partir de la foto fija que implica cada censo; también es probable que la 
población del subgrupo Ludar no haya quedado adecuadamente representada en las 
variables y metodologías que se utilizaron, lo cual consecuentemente pudo dar lugar a 
un subregistro; de otro lado, se precisa recordar que aún persisten en ciertos patrigrupos 
familiares, sobre todo en aquellos que no tienen ningún tipo de participación en las 
instancias formales creadas para la interacción y diálogo con las instituciones, recelos y 
reservas respecto a develar su identidad étnica, sobre todo cuando no les parece 
ventajoso hacerlo; también cabe la posibilidad que se hayan presentado errores técnicos 
y metodológicos en la aplicación de las encuestas, en la medida en que no hubo 
participación adecuada de los propios Rrom. 
 
Un largo periplo por el mundo 
 
El proceso históricode los Rrom en Colombia se inscribe y guarda relación con las 
diásporas y grandes oleadas migratorias que globalmente ha experimentado desde su 
misma génesis el pueblo Rrom. Sobre el particular, siguiendo la propuesta de una 
historiadora Rrom (Carmona, 2013: 322 y ss.), se identifican cuatro grandes etapas, a 
saber: 
 
- Astarimos (El Inicio): que tiene un marcado sentido de acontecimiento fundacional y 
comienza cuando los grupos proto-Rrom, entre los años 1018 y 1019 con la caída de la 
ciudad de Kannauj a manos del musulmán Mahmud de Ghazni, se vieron forzados a salir 
de la región de Uttar Pradesh ubicada al norte de la India. 
- Piraimos (La Marcha): cuando los grupos proto-Rrom asentados en Asia y Asia Menor 
comienzan un proceso de homogeneización que posibilitó la configuración de los valores 
identitarios fundamentales que le darían forma a los Rrom y que comprende un período 
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que aproximadamente va entre los años 1064 y 1176, cuyos hitos demarcadores se 
corresponden a dos grandes derrotas sufridas por el Imperio Bizantino a manos de los 
selyúcidas. 
- Areslimos (La Llegada): tras más de dos siglos en Anatolia, en el contexto de la 
expansión musulmana, cuyo hito es el año de 1473 cuando Bizancio cae en manos del 
Imperio Turco Otomano, los Rrom, siguiendo una ruta hacia el occidente, ingresan a 
Europa. 
- Buslimos (El Despliegue): corresponde al proceso de expansión, diseminación y 
asentamiento de los Rrom por toda Europa. 
 
A la anterior periodización cabría agregar una nueva etapa que en ocasiones termina 
confundiéndose con los últimos momentos de la expansión por Europa y que podría 
denominarse como el Xutimos (El Salto), que se corresponde a aquella cuando los 
patrigrupos familiares Rrom, en distintas oleadas migratorias que tuvieron un pico 
importante durante el tránsito de los siglos XIX al XX ―que en buena parte “coincidió 
con la diáspora de emigrantes europeos que la historia demográfica llama The Great 
Resettlement” (Peeters, 2004a: 9)―, atravesaron el océano Atlántico, arribaron a las 
Américas, la recorrieron en todas las direcciones, hasta desperdigarse por casi todos los 
países del continente, lo cual implica que las dinámicas pendulares de inmigración y 
emigración de los Rrom en el país deben abordarse en el marco de los complejos 
movimientos migratorios transnacionales que los patrigrupos familiares Rrom, casi desde 
su llegada, han tenido en este hemisferio. 
 
Fases de la historia Rrom en el país 
 
De manera esquemática, se puede afirmar que la historia de los Rrom en el país, como 
correlato de las etapas arriba mencionadas de Buslimos (El Despliegue) y Xutimos (El 
Salto), ha atravesado por las siguientes fases, algunas de las cuales se entrecruzan y 
yuxtaponen (Gamboa M., Gómez B., et al.: 2005: 20-21, y Bimbay Y.: 2009: 13 y ss.): 
 
- Primera Fase: Comprendida entre 1492 y 1570, en la que la inmigración Rrom a las 
colonias españolas de América fue permitida e incentivada legalmente, inicialmente como 
fórmula para contar con mano de obra gratuita para desarrollar aquellos trabajos en 
extremo fatigantes y nada atractivos requeridos por la empresa conquistadora y a la vez 
como estrategia para resolver los problemas que en la metrópoli se estaban presentando 
ante las dificultades que las autoridades evidenciaban en el proceso de sedentarización 
de un pueblo que se mantenía firme en no dejarse asimilar. 
 
- Segunda Fase: Abarca desde 1570 hasta 1810 y está relacionada con las abundantes 
disposiciones normativas reales que se expidieron con el fin de prohibir taxativamente el 
ingreso de los Rrom a las colonias del imperio español en el “Nuevo Mundo”, así como de 
ordenar redadas para la captura e inmediata deportación a España de todos los que en 
ellas se encontraban, las cuales en la práctica no resultaron efectivas ya que durante 
varios siglos, de manera ilegal y clandestina, siguieron llegando Rrom que se esparcían 
rápidamente por las colonias. En todo caso, valga resaltar, en distintas oportunidades, a 
veces con mayor intensidad que otras, la propuesta de deportar masivamente a los Rrom 
a las colonias americanas como solución final se discutió ampliamente, pero quienes se 
oponían a ello por considerar que sería perjudicial para el orden social, salieron airosos y 
nunca se llevó a cabo, al menos de manera legal, ninguna deportación de esta naturaleza. 
 
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- Tercera Fase: Se da aproximadamente entre 1810 y 1870 y está signada, entre otras, por 
las siguientes dinámicas: las convulsiones sociales y políticas desatadas en las colonias 
españolas de América a raíz de la emergencia de los procesos de separación e 
independencia de España, las intensas y recurrentes luchas intestinas por el poder entre 
las élites criollas y la inestabilidad inherente al conflictivo proceso de construcción 
nacional relacionados tanto con la conformación y ulterior desintegración de la Gran 
Colombia, como con la constitución y liquidación de la Nueva Granada, lo cual se expresó 
en un mayor relajamiento de los controles inmigratorios que fueron aprovechados por 
muchos Rrom para ingresar al país y por esta vía a los países de Sudamérica. Cabe resaltar 
que la coyuntura dada por la promulgación, entre 1821 y 1851, de leyes abolicionistas de 
la esclavitud, fungió como una suerte de imán que atrajo al país a varios de los Rrom que 
huían de la esclavitud a la que estaban siendo sometidos en Valaquia, Moldavia, 
Transilvania y Bukovina, la cual en algunos lugares alcanzó a perdurar hasta las décadas 
finales del siglo XIX. 
 
- Cuarta Fase: Tiene lugar en el periodo comprendido aproximadamente entre 1870 y 1929 
en la que a partir del endurecimiento en varios países de Europa del Este de leyes 
encaminadas a la forzosa asimilación e integración de los Rrom y del desencadenamiento 
de la Primera Guerra Mundial, en el contexto del fenómeno migratorio de europeos hacia 
distintos destinos de América Latina, muchos patrigrupos familiares optaran por atravesar 
el Atlántico y seguir las huellas de aquellos que ya lo habían hecho décadas atrás. 
 
- Quinta Fase: Se inaugura a partir del ascenso en 1933 de Adolfo Hitler al poder en 
Alemania, que derivó inicialmente en la promulgación de leyes de “higiene racial” que 
afectaron duramente a los Rrom que pasaron a ser considerados como una “raza 
indeseable” y como tal quedaron en el radar de los programas de extermino que fueron 
usados contra otros pueblos y poblaciones y termina coincidiendo con la finalización de la 
Segunda Guerra Mundial. 
 
- Sexta Fase: Que va desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad y se 
caracteriza por un cíclico y pendular flujo de inmigración y emigración de patrigrupos 
familiares Rrom que se da entre Colombia y los países del continente, lo cual pone de 
presente la persistencia de sus movimientos transfronterizos. Uno de los eventos más 
importantes que se escenificaron durante esta fase fue el abandono de las carpas y su 
definitivo establecimiento en casas, lo cual ocurrió a fines de la década de los sesenta del 
siglo pasado. De otro lado, se precisa mencionar que con la Caída del Muro de Berlín en 
1989 y el final de los regímenes autoritarios en Europa del Este, se inauguró una nueva 
fase en el proceso migratorio Rrom que los llevó a distintos países de Europa Central y 
Occidental y de América Latina, no obstante, no hay registros de la llegada al país de 
Rrom provenientes de estos lugares. 
 
De “llovidos”, “vagabundos” y arrochelados 
 
La presencia Rrom en Colombia es mucho más antigua de lo que comúnmente se ha 
supuesto y se remonta a la época de la dominación hispánica en América. Está plenamente 
establecido que el 31 de julio de 1498 haciendo parte del tercer viaje colombino llegaron 
por primera vez a América, a lo que hoy es Venezuela, los cuatro primeros Rrom de los 
que se tenga noticia, conocidos en ese entonces como egiptianos o egiptanos. En este 
contexto, a Antón de Egipto, Catalina de Egipto, Macías de Egiptoy María de Egipto, que 
eran los nombres de los Rrom a los que se ha aludido, se les conmutó las condenas que 
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tenían presuntamente por homicidio y otros “crímenes inconfesables” (Boyd Bowman, 
1985: 171), muy probablemente asociados a su obstinada resistencia tanto a abandonar 
sus usos y costumbres (zakono), como a alejarse de sus tradiciones (rromaniya), a cambio 
de trabajar forzadamente en las galeras, es decir a remar forzadamente en los navíos y 
barcos de la armada real. Actualmente, en la perspectiva de identificar y visibilizar hitos 
importantes en la historia del pueblo Rrom en el continente americano, algunas 
organizaciones Rrom de América Latina vienen promoviendo la institucionalización 
conmemorativa de esta fecha que marcó el inicio de las sucesivas oleadas Rrom que 
durante varios siglos han aportado al enriquecimiento de la diversidad étnica y cultural 
del hemisferio (Jiménez Carpio, 2014: 7-8). 
 
La inicial recepción favorable que tuvieron los Rrom a su llegada a Europa bien pronto 
comenzó a trastocarse en hostilidad y persecución. Con la consolidación en la península 
Ibérica del proceso centralizador de los Reyes Católicos, los Rrom fueron incluidos, junto 
a los judíos y musulmanes, en las órdenes de expulsión de los reinos y señoríos. De esta 
manera, es bastante probable que durante este período se escenificara la primera gran 
ola migratoria de los Rrom hacia las Américas, lo cual se advierte con la expedición de la 
Real Provisión de 22 de junio de 1497 mediante la cual, en su presunta calidad de 
delincuentes, se desterró a la Isla La Española, actualmente República Dominicana y Haití, 
a un número nada despreciable de Rrom, situación que cambió en 1570 cuando Felipe II 
proscribió definitivamente, aunque ciertamente sin mucho éxito, el cruce de Rrom al 
continente americano (Torbágyi, P., 2003: 140). 
 
Fue así como durante los primeros años de la invasión hispana alcanzaron a ser traídos de 
manera legal en las embarcaciones de la corona española muchos Rrom que se 
encontraban llenando las cárceles ibéricas, ante todo por su persistente empeño en 
mantener su modo de vida y sus costumbres, lo que en la época era considerado un grave 
delito. Sin embargo, como ya se dijo, tiempo después la legislación colonial cambió 
radicalmente y concluyendo que los Rrom podrían ser un mal ejemplo para los pueblos 
indígenas se prohibió abiertamente su ingreso a América y se ordenó la deportación de los 
que ya estaban en estas tierras. 
 
En estas circunstancias es cuando Felipe II, el 11 de febrero de 1581, emite la siguiente 
ordenanza con el fin “que los gitanos, sus mujeres, hijos, y criados sean echados de las 
Indias”: 
 
“Han pasado, y pasan a las Indias algunos gitanos, y vagabundos, que usan de su 
traje, lengua, tratos, y desconcertada vida, entre los indios, a los cuales engañan 
fácilmente por su natural simplicidad, y porque en estos reinos de Castilla (donde 
la cercanía de nuestras justicias no basta a remediar los daños, que causan) son tan 
perjudiciales, y conviene, que en las Indias, por las grandes distancias, que hay de 
unos pueblos a otros, y tienen mejor ocasión de encubrir, y disimular sus hurtos, 
apliquemos el medio más eficaz para librarlas de tan perniciosa comunicación, y 
gente mal inclinada. Mandamos a los virreyes, presidentes, gobernadores, y otras 
cualesquier justicias nuestras, que con mucho cuidado se informen, y procuren 
saber si en sus provincias hay algunos gitanos, o vagabundos ociosos, y sin empleo, 
que anden en su traje, hablen su lengua, profesen sus artes, y malos tratos, hurtos, 
e invenciones, y luego que sean hallados los envíen a estos reinos, embarcándolos 
en los primeros navíos con sus mujeres, hijos, y criados, y no permitan, que por 
ninguna razón, o causa, que aleguen, quede alguno en las Indias, ni sus islas 
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adyacentes” (Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias, libro VII, título IV, 
ley V; citado por Gómez Alfaro, 1982: 312). 
 
Posteriormente en 1568 se promulga una orden real encaminada a “que hagáis las 
diligencias que convinieren para saber y averiguar los portugueses y gitanos que hay en 
estas provincias, y todos aquellos que hallaredes […] los eches de esta tierra” (Citado por 
Mesa Bernal, 1996: 79). 
 
Las respuestas a esta orden real no se hicieron esperar. Así se advierte, por ejemplo, en 
una carta de 25 de febrero de 1587 rubricada por el oidor de Quito, Francisco de 
Anuncibay, en la que afirmaba que “en lo que toca a la cédula de gitanos aquí han llegado 
hasta seis u ocho cuadrillas casados… se ha cumplido la cédula de Vuestra Majestad, los 
unos se embarcaron en Guayaquil, y los otros por el Nuevo Reino [de Granada] los 
volvimos” (Citado por Amarí, 2019). 
 
De otro lado, más allá de si la hipótesis que afirma la existencia de presuntos ancestros 
Rrom en los pobladores que colonizaron y ocuparon lo que hoy es el departamento de 
Antioquia, tiene verosimilitud o más bien es fruto de la especulación, lo cierto es que 
puede ser indicativa de la importancia demográfica que los Rrom llegaron a alcanzar en 
durante los primeros periodos de la colonización. Lo anterior se puede colegir de la 
información atribuida al oidor Manuel Antonio del Campo y Rivas, que a principios del siglo 
XIX señalaba que el conquistador Jorge Robledo alrededor de 1540 había obtenido una 
licencia especial del rey de España para introducir a catorce familias gitanas, bajo la 
condición que las ubicara en lugares distantes de las costas, agregando que “trajo 
bastantes familias, gitanas, esto es, de origen egipcio [...] dejó catorce familias en 
Antioquia o Santafé, que trasladó Juan Cabrera, y otras cuatro las dejó en Cartago y unas 
pocas en los llanos de Buga [...] pero los gitanos se bajaron todos al Valle de Aburrá” 
(Citado por: Mesa Bernal, 1996: 90). 
 
Pese a los persistentes intentos de la corona española por controlar lo referente a la 
inmigración al llamado, equivocadamente, “Nuevo Mundo”, el número de ilegales, o como 
se les denominó en las crónicas de la época, “llovidos”, que durante el primer siglo 
arribaron a estas tierras fue considerable, sobrepasando incluso al número de personas 
que ingresaron con autorizaciones y cumpliendo todos los requerimientos legales. Cabe 
resaltar que 
 
“los judíos, moros y los gitanos fueron objeto insistente en las prohibiciones de 
emigración; la razón de ello, podemos verla en la permanente tentación a compartir 
la empresa americana, por parte de quienes durante muchos siglos habrían 
convivido con los cristianos españoles. La legislación al respecto fue motivo de 
violaciones y de ello quedaron algunos rastros en regiones específicas de América” 
(Murillo Mena, 1998: 54). 
 
Las estratagemas utilizadas por los “llovidos” para pasarse por alto los controles coloniales 
fueron diversas y de una creatividad infinita: iban desde el cambio de nombres y apellidos, 
pasando por la compra de autorizaciones falsas, hasta el hacerse pasar por criados de 
nobles y burócratas. Es de suponer que con estos artilugios lograron entrar no sólo 
extranjeros, moros y judíos, sino que personas étnicamente pertenecientes al pueblo 
Rrom llegaron como “llovidos” a lo que hoy es Colombia. 
 
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Hay que destacar que parte de la legislación colonial de la época va dirigida contra los 
que son llamados “vagabundos”. En esa dirección son abundantes las referencias a los 
problemas e inconvenientes que causan estos "vagabundos" que en grupos familiares iban 
de un lugar a otro, sin domicilio fijo ni trabajo estable conocido. 
 
“La vida de los vagabundos y transeúntes se desarrollaba tanto en las áreas rurales 
como en las urbanas. En las primeras como hombres que llevaban géneros a los 
poblados indígenas y a los Reales de Minas, y en las segundas en donde eran 
recibidos con hospitalidad por parte de grandes comerciantes y encomenderos para 
quienes tener la capacidad de recibir huéspedes en sus casas les daba prestigio ante 
los demás vecinos (JiménezMeneses, 1999:190). 
 
Las descripciones que se hacen sobre los "vagabundos" se aproximan bastante a la vida 
itinerante y nómade de los Rrom. Esto lleva a suponer que bajo el ambiguo término de 
“vagabundos” se encontraban los Rrom de la época, los cuales dado su número eran una 
preocupación constante para las autoridades coloniales: 
 
“En 1557 preocupaba en Santa Fe de Bogotá, el número de vagabundos que había 
en el Reino […] que vivían sin domicilio conocido y que habían salido de España a 
buscar mejores perspectivas; esta situación se presentaba en los principales 
poblados y no se explicaban por qué llegaban con licencia […] es más seguro que 
encontraron un medio fácil para obtener la autorización mediante la amistad, 
soborno y otro subterfugio ilegal” (Mesa Bernal, 1996: 76). 
 
También es posible encontrar algunas referencias a los Rrom en los juicios realizados por 
el llamado Tribunal del Santo Oficio, más conocido como la Inquisición, bajo la cual fueron 
torturados y quemados no sólo cristianos conversos, moros y judíos, sino también algunos 
Rrom que se encontraban viviendo en estas tierras pese a las prohibiciones expresas. 
Desde el mismo momento en que en el siglo XVI irrumpieron en Europa, sobre los Rrom 
recayeron estigmas que los siguieron acompañando en su periplo por América: 
 
“fueron asimilados a la brujería y al Sabbat, estableciéndose numerosas leyendas 
sobre sus relaciones con las hadas de los bosques, sus pactos con el demonio y sus 
supuestas prácticas mágicas. Las acusaciones que se les hacía eran similares a las 
que recaían sobre los judíos. Pronto, la escoba que era uno de sus símbolos 
matrimoniales, fue colocada por la imaginación popular en el vuelo de las brujas” 
(Gómez Borja, 1998: 371-372). 
 
En ciertas regiones de las llanuras del Virreinato de Nueva Granada existió un fenómeno 
que la historiografía ha estudiado bajo el nombre de “arrochelados”. Este término “hace 
referencia a pobladores, en general pobres, cuya organización social y espacial no se 
ajustaba a los parámetros establecidos por el estado colonial” (Herrera Ángel, 2002: 235). 
En esa dirección los “arrochelados” eran un grupo de personas que vivían al margen de la 
legislación colonial y que habían logrado construir, de alguna manera, sociedades 
alternativas al sistema de dominación hispánica. Una de las estrategias de sobrevivencia 
de estos grupos fue la invisibilidad, que ha sido justamente la que han enarbolado los 
Rrom para poder sobrevivir. 
 
Así las cosas, es bastante probable que para los siglos XVII y XVIII, la respuesta de los Rrom 
a la persecución de la que venían siendo víctimas encontró su más acabada expresión en 
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las “rochelas”, en las que negros cimarrones, indígenas rebeldes, mestizos descastados, 
españoles empobrecidos, musulmanes invisibilizados y patrigrupos familiares Rrom 
estigmatizados, lograron configurar espacios de autonomía en los que pudieron sobrevivir 
de acuerdo a sus propios referentes, recreando y reinventando sus tradiciones culturales. 
 
“Estos nuevos arrochelados se sincretizaban sin mayor problema, dado que nadie 
defendía ortodoxia alguna; resistentes, sus miembros tenían en común el 
mencionado rechazo; y alternativas, puesto que a partir de experiencias bien 
distintas y como resultado de adaptarse a medios peculiares, reinventaban 
sociedades autosuficientes que sus miembros sabían opuestas a la violencia que 
forjaban los occidentales” (Izard Ll., 1997: 28). 
 
Recientes estudios históricos han puesto de presente una nueva visión sobre la época 
colonial que permite abandonar los estereotipos que se tenían sobre ella y que la definían 
como una época ordenada y tranquila. Al parecer la época colonial propició, en diversas 
regiones, un clima adecuado para la presencia de grupos nómades e itinerantes que hacía 
que los dominios coloniales de España se vieran atravesados constantemente por grupos 
de comerciantes, "vagabundos" y un sinnúmero de personas que se dedicaban a diversas 
actividades, diferentes a las relacionadas con el cultivo de la tierra. 
 
Buscando un lugar en la historia nacional 
 
¿Pero a qué se debe que las referencias históricas sobre los Rrom en Colombia sean muy 
pocas y a veces casi inexistentes? Esa situación obedece, en principio, a tres razones. La 
primera de ellas es que, dadas las incesantes persecuciones de que eran víctimas los Rrom 
en España y en toda Europa, se hicieron ingentes esfuerzos por desaparecer hasta su mismo 
etnónimo. Son varias las referencias en España que evidencian que la corona, en su afán 
integracionista y asimilacionista, prohibió expresamente la utilización del nombre gitanos. 
De otro lado, era lógico que si había taxativas prohibiciones de la corona española para 
que los Rrom ingresaran y permanecieran en las colonias americanas, estos no tuvieron 
otra alternativa que refugiarse en la invisibilidad. Finalmente, el Rrom ha sido un pueblo 
ágrafo que no ha dejado registros escritos sobre su propia historia. 
 
Los Rrom actuales apelando a la tradición oral manifiestan que su presencia en Colombia 
se remonta a mediados del siglo XIX, en todo caso antes que este país tuviera su nombre 
actual. Esta información de la tradición oral es corroborada por las alusiones de viajeros 
extranjeros de la época que mencionan la presencia de caravanas de Rrom que viajaban 
con cierta regularidad siguiendo la ruta Caracas-Bogotá-Quito-Lima-Buenos Aires. Sobre 
el particular se ha determinado que 
 
“en el transcurso de las guerras de independencia en América del Sur, gitanos 
músicos, danzantes, pitonisas, prestímanos, que conocían Buenos Aires, Las Pampas 
y Los Andes, conseguían clientela hasta en Venezuela. Los llamaban “chinganeros” 
(De Vaux de Foletier, 1974:59). 
 
Otra información que recoge, aún más temprano, a mediados del siglo XVIII, la presencia 
de grupos Rrom en lo que hoy es Colombia viene por cuenta de un viajero que “encontró 
una caravana de gitanos que venía de Estados Unidos a través de México y la América 
Central hacia la Argentina” (Citado por: Migeli, 1991:25). 
 
10 
 
Para el pueblo Rrom las llamadas guerras independentistas revistieron alguna importancia 
que es preciso mencionar. El gobierno peninsular, preocupado por combatir a sus hijos 
insurrectos, descuida los controles sobre ingreso de población que mantenía desde siglos 
atrás, lo cual facilitó que numerosos patrigrupos familiares Rrom pudieran traspasar las 
fronteras y llegar a tierras huyendo de la intolerancia y xenofobia que campeaba en ese 
entonces por Europa. Precisamente este período de las llamadas guerras independentistas 
marca para el pueblo Rrom una etapa caracterizada por el incremento de su llegada a 
estas nuevas Repúblicas, entre ellas por supuesto a Colombia. 
 
Igualmente hay que mencionar que la situación social y política escenificada entre 1821 y 
1851 en lo que hoy es Colombia, derivada de la implementación de diversas leyes 
abolicionistas favoreció el arribo al país de diversos grupos Rrom provenientes de Europa 
del Este que huían de la esclavitud a la que estaban siendo sometidos. Dado que estas 
leyes abolicionistas expresaban que toda persona esclava que pisara estas tierras 
inmediatamente quedaría libre, muchos Rrom llegaron al país tras el sueño de la libertad. 
Esta referencia se ve corroborada por lo dicho por un investigador cuando refiriéndose a 
la presencia Rrom en América del Sur afirma que “[…] eran gitanos Vlach Kalderash que 
abandonaron Valaquia en algún momento del siglo XVIII o XIX huyendo de la esclavitud o 
después de que fuesen liberados” (Peeters, 2004: 65). Estas oleadas migratorias que 
tuvieron como destino a América Latina se incrementaron con la independencia de Serbia 
en 1878 y la puesta en vigor entre 1879 y 1891 de medidas dirigidas a erradicar el 
nomadismo (Peeters, 2004a: 9). 
 
En la memoria colectiva de algunos patrigrupos familiares se desprende que cuando 
llegaron al país, siguiendo la ruta de los familiares que yaantes habían emprendido ese 
viaje transatlántico, se encontraron con un país sacudido por la Guerra de los Mil Días. Al 
respecto, Gregorio Gómez, un reconocido Sero Rrom, en un testimonio entregado hace 
varias décadas expresaba que “mis padres me trajeron de Cataluña cuando yo tenía dos 
años. La familia estaba en Bucaramanga en los días en que se libraba la batalla de 
Palonegro” (Citado por: Hoyos T., 1993: 72). 
 
Los Rrom que llegaron a América Latina y que permanecieron un tiempo variado en 
Colombia entre finales del siglo XVIII y mediados del siglo XIX, en lo fundamental provenían 
de Europa del Este, especialmente del imperio Austro-Húngaro y de los dos principados 
rumanos de Moldavia y Valaquia, en donde se habían endurecido las leyes que pretendían 
asimilar a los Rrom, negándoles a hablar su idioma, prohibiéndoles ejercer sus artes y 
oficios tradicionales, forzándolos a la sedentarización y obligándolos a la escolarización, 
como pretendieron en el imperio Austro-Húngaro con la implementación de las leyes de 
María Teresa y José II (Torbágyi, P., 2003: 141). 
 
Así mismo, respecto de algunas de las oleadas migratorias realizadas durante las dos 
primeras décadas del siglo XX por los Kalderash hacia América Latina, se ha establecido 
que 
 
“Después de una permanencia en Bélgica, atravesaron Francia, hace medio siglo, 
llegaron a España, donde tomaron el apellido Gómez, y tomaron pasaje para 
Venezuela, desde donde prosiguieron a los países vecinos. Un buen número de ellos 
se estableció en Colombia” (Hasler J., 1984: 115). 
 
11 
 
Gabriel García Márquez recrea en su magistral y celebrada novela "Cien Años de Soledad", 
algunos acontecimientos significativos de la historia del país, en especial de la región 
Caribe (Solodkow, 2006: 25 y ss.). En ese contexto el autor consideró que una recreación 
literaria de parte de la historia del país sin la presencia de los Rrom sería muy incompleta 
e inexacta, y por ello los ubica como protagonistas tras bambalinas de su narración 
literaria, yendo de un poblado a otro, llevando instrumentos y artefactos desconocidos 
para ese entonces, siglo XIX, en el país (Edwards, 1998; Esperón, 2009: 54 y ss.; Bueno, 
2013; Aouni, 2017: 157 y ss.; & Lema, 2019). Muchos de los grupos familiares Rrom que 
actualmente viven en Colombia serían, por consiguiente, descendientes del icónico 
Melquíades y de su patrigrupo familiar, muy probablemente Xoraxané o Xoraxái (Bimbay, 
2018: 161), aunque algunos investigadores sugieren que podría ser también Ludar. 
 
Ya desde los primeros años del siglo XX los campamentos de los patrigrupos nómades se 
constituyen en parte del paisaje de pueblos y ciudades de distintas regiones del país. Los 
lugareños, dejando atrás sus temores frente a una otredad que se asoma a sus territorios, 
terminan seducidos por el modo de vida, los oficios tradicionales y todo lo que los Rrom 
llegan a ofrecerles. Un testimonio que pone de presente que la presencia de los Rrom en 
determinados lugares y temporadas era vista por la población como algo más bien normal 
pero que, no obstante, seguía despertando la curiosidad de la gente, se encuentra en un 
artículo publicado el 24 de mayo de 1913 en el periódico bogotano El Gráfico, en el que 
concluye que al no haber ninguna noticia que contar ese fin de semana, “a falta de pan, 
buenos son gitanos” y pasa a describir la cotidianeidad de un campamento: 
 
“Estamos al pie de las toldas, que son algo así como diez. Allí bajo esas tiendas 
raídas por la intemperie y curtidas por todos los soles, se aloja la caravana sórdida. 
Hay un grupo de hombres que en cuclillas rodean una bandeja en donde humean 
pocillos de metal con café tinto. Parlan una jeringonza más ininteligible que nuestra 
política. La mayoría usa patillas. Son rostros demacrados, verdosos, más bien tristes 
que alegres […] 
Pasamos luego a una tolda en donde están las mujeres […] Hay una gitana 
parlanchina, inquieta y alegre, que tiene en los ojos ligeras picardías. Habla y dice 
y dice más. Juega y ríe y así mata las horas de su eterna ambulancia […] 
“Oye te digo ―habla otra gitana― ven acá que te voy a adivinar la suerte” […] “Pon 
aquí cinco pesos y déjate de hablar” […] Y la gitana empieza a rezar sus 
predicciones. “Tú tienes una muchacha que con la boca te quiere bien y con el 
corazón te quiere mal”. “Tú vas a ganar mucho dinero”. “Tú vas a hacer un viaje” 
[…] 
Los caballos de la caravana pacen a la luz del crepúsculo en la llanura empradizada. 
Éste es el fuerte de la gitanería. Negociar en caballos. En los cinturones cargan las 
morrocotas americanas con que se baten en los mercados de sus éxodos. De eso 
viven: de negociar en bestias. Evocan a ciertos ganapanes de nuestras revueltas 
civiles: Generales de brigada, rodeados de bestias por todas partes… 
Yo no sé qué tristeza o qué alegría me producen estas aves errantes a quienes 
amparan el sol y la luna y el cielo y las estrellas y los árboles. Tristeza de irse a 
todas horas. Alegría de renovar el horizonte a cada que los pájaros cantan al alba. 
Alegría de no pesar sobre la tierra más de lo que pesa una yerba. Tristeza de no 
tener Patria, ni raza, ni alero nativo. 
La caravana de los zíngaros origina sugestiones dolorosas. Debajo del sol hay almas 
que arrastran por la vida sórdidos guiñapos y tiendas desarrapadas. Corazones que 
12 
 
conocieron el desamparo y la intemperie y que agonizan sin haber alcanzado una 
sombra, un descanso en los misteriosos itinerarios del espíritu…” (Tic Tac, 1913:3). 
 
Varios años después, hacia finales de la década de los cuarenta del siglo XX, se seguía 
registrando la presencia de campamentos Rrom en Bogotá, los cuales, según el testimonio 
de un hombre Kalderash, Bútsule Bolochok, que se transcribe a continuación, era 
frecuentado por distintas personalidades de la política y del arte: 
 
“Por entonces había mucha agitación política y el único político de la época que nos 
gustaba era Jorge Eliécer Gaitán, quien se volvió muy amigo de nosotros. Él vio las 
carpas, vino se encariñó y jugó con nosotros. Estuvo en nuestras fiestas. Le gustaban 
mucho los vestidos de nuestras mujeres y nuestra música. Le gustaba hablar con mis 
abuelos y pasaba bastante tiempo escuchando nuestras historias de viaje. Para 
nosotros fue un gran hombre que nos trató con respeto” (Gómez B. & Cristo G.: 
2008: 149-150). 
 
Los Rrom en su constante itinerancia llegaban hasta los pueblos más recónditos de la 
geografía nacional, donde rápidamente instalaban sus campamentos y permanecían por 
varios meses. Rafael Escalona Martínez, un reconocido juglar de la música vallenata, 
describe de la siguiente manera, en sus memorias autobiográficas, una escena del arribo 
de los Rrom, a mediados del siglo pasado, a su pueblo natal enclavado en la Sierra Nevada 
de Santa Marta: 
 
“Una vez llegaron los gitanos a Patillal […] Eran bastantes gitanos y gitanas, todas 
muy bonitas […] El primer día no echaron “la suerte” […] se pusieron a limpiar el 
terreno a donde iban a levantar la carpa. Cortaron todo el bledo y las escobillas en 
el sitio elegido, a la orilla del pueblo […] Luego botaron lo sucio y levantaron la 
carpa, ancha, grande y alta. Tenían franjas verticales de diferentes colores, como 
globos de propaganda y fantasía. Eso era la carpa: una fantasía de colores, llena de 
gitanas bonitas, curiosas y misteriosas que los muchachos del pueblo no podían 
enamorar porque no entendían lo que hablaban. En la parte de arriba sobresalía 
una bandera, todavía más vistosa que la carpa, como que era la bandera del mundo, 
porque los gitanos no tienen patria […] La carpa era más alta que la torre de la 
iglesia del pueblo […] En el pueblo y caseríos vecinos no se hablaba de otra cosa. En 
algunas casas no podían a veces cocinar porque las mujeres no cogían agua, y los 
muchachos no iban acortar leña por estar pegados a la carpa, mirando a los gitanos” 
(Escalona M.: Citado por: Gómez, Gamboa & Paternina: 2000:66) 
 
Al otro extremo del país, en1947, lugareños de un pequeño pueblo situado en el Macizo 
Colombiano en el departamento del Cauca, recuerdan que la región era recorrida 
frecuentemente por caravanas de grupos Rrom: 
 
“En este tiempo en Almaguer era muy bonito que los gitanos llegaran, la gente se 
ponía muy alegre y llevaban caballos muy finos... Muy buenas temporadas... 
Llevaban ferias, presentaban como un circo. Ellos tenían unas costumbres muy 
arraigadas y las gitanas vestían con sus faldas, leían las manos... eso era lo que 
hacían, leían el futuro, pero no lo saben. Ellos leían también las cartas, y los 
hombres con los caballos de paso fino por lo general... unos hombres bien parecidos 
[…] 
13 
 
Ellos andaban así negociando. La gente de Almaguer les tenía confianza, la gente 
llegaba a amistarse con ellos, mi suegro hablaba mucho con ellos, mi hermano Saúl 
también. Ellos eran simpáticos. Tenían unas pintas lindas y nos gustaba entablar 
relaciones con ellos. 
Los muchachos de Almaguer andaban detrás de las gitanas, ellas eran jóvenes y 
lindas. Ellas no hacían sino adivinar las manos y uno les pagaba en esos tiempos diez 
o veinte centavos y lo que más les dábamos eran cincuenta centavos […] 
Ellos tenían sus animalitos, sus cositas por allí, que conseguían para llamar la 
atención, como una cebrita, algunas cosas de los circos sólo para llamar la atención. 
En Almaguer acampaban y las carpas eran de color verde con gris y como hechas de 
retazos de tela templadas con horquetas de madera que enterraban en el piso. Se 
vestían con ropas muy anchas, muy coloridas, de muchas flores, andaban sin 
zapatos, a pie limpio. Ellos sí usaban como sandalias de San Francisco... y de 
adornos, aros muy grandes, que les llegaban hasta los hombros y pañoletas que 
nunca se quitaban, muchas chaquiras” (Citado por: Peeters K. & Ruiz O., 2001: 26). 
 
No hubo región del país, por más recóndita y alejada que estuviera de las grandes 
ciudades, que no hubiera sido transitada por los patrigrupos nómadas Rrom. En el siguiente 
testimonio de un Sero Rrom Kalderash que vive en Quito, Ecuador, se describen aspectos 
de sus recorridos por la Orinoquía y el Pacífico, dos regiones que son periféricas, más aún 
a comienzos de los años cuarenta del siglo pasado, que es la temporalidad aproximada a 
la que corresponden sus recuerdos: 
 
“Entonces en Colombia nos quedamos treinta y cinco años. Fuimos a los llanos de 
Casanare, fuimos porque, mejor dicho, nuestra familia era joven, eran deportistas, 
les gustaba el deporte de cacería, les gustaba el deporte de pescar, entonces tenían 
ellos sus anzuelos, sus escopetas, entonces se busca los ríos, esto buscaban ellos. 
En Villavicencio, allí hay un río grande, compramos dos canoas grandes, las 
juntamos, les pusimos unos cuatro, cinco palos, así de balso, las unimos, hicimos 
una casucha con una carpita arriba, pero de paja, atrás un cajón con barro, con lodo 
para hacer la cocina, la estufa con leña, y ¡el humo!, a cocinar arroz, pescábamos 
y comíamos el pescado que pescábamos. Fue para llegar al primer pueblo se nos fue 
un mes, para llegar a Arauca, de los llanos. Es que el río este es largo y era río 
arriba, no era canaleta, era palanca […] 
“Nos fuimos de Buenaventura al Chocó y llegamos. El barquito nos dejó, era un 
barquito pequeño o era un barco grande, nos dejó a la orilla de dos o tres casas, 
había unos quince morenos allá, de estos negros, pregunta mi hermano, “―¿y los 
caballos?”. “―¡Los “caballos” son éstos que están sentados allí en el asiento!”, 
contestaron, eran los morenos estos, que eran los “caballos”, que llevaban los 
bultos, que llevaban la carpa, llevaban los palos... era un caserío, ni siquiera de 
veinte casas. Según el relato, que había mucho oro por allá. Y por allá no había 
nada, no había ni chontaduro. Lo que había era una fiebre amarilla, esto es lo que 
fuimos a agarrar por allá y a tomar quinina o a tomar, por esta época, chiladó de 
indio que vendían, nada más y que era más amargo. Nos tocó que nos picaran los 
moscos y allí donde te picaba un mosco era donde estaba la enfermedad, estaba la 
infección […] Fuimos a cambiar pailas por oro, pero al fin no cambiamos nada porque 
no había oro ni pan ni plata, a la vuelta lo que sí agarraron fue una enfermedad; 
una fiebre que a treinta grados de calor afuera se tenían que tapar porque 
temblaban”, (Citado por: Peeters K., 2004a: 12). 
 
14 
 
El antigitanismo de las leyes de inmigración 
 
Desde los primeros años de la República y durante un largo lapso, en la legislación 
expedida por las sucesivas élites en el poder referidas al control de la inmigración, 
taxativamente se expidieron normas que proscribían el ingreso de Rrom al país. Los Rrom, 
apegados a la libertad, conscientes del valor de su independencia, defensores a ultranza 
de su autonomía y, pese a provenir de Europa se encontraban muy distantes del tipo de 
pobladores que las autoridades querían atraer al país. En ese contexto se expidió la Ley 
48 de 30 de octubre de 1920, “sobre inmigración y extranjería” en cuyo artículo 1 se 
relacionaban una serie de requisitos que los extranjeros deberían cumplir para 
permitírseles la entrada al país, entre los que se pueden referenciar “sus condiciones 
personales y raciales no puedan o no deban ser motivo de precauciones respecto del orden 
social […] y que vengan con el objeto de laborar la tierra, establecer nuevas industrias o 
mejorar las existentes, introducir y enseñar las ciencias y las artes, y en general, que 
sean elemento de civilización y progreso”, los que terminaban fácticamente excluyendo 
a los Rrom. 
 
En buena medida las leyes inmigratorias apuntaban a incentivar la llegada al país de 
personas y familias que tuvieran vocación agropecuaria, tal y como lo preveía la Ley 114 
de 30 de diciembre de 1922 “sobre inmigración y colonias agrícolas”, la que, como es 
obvio, dejaban también por fuera a los Rrom. Si bien hasta la fecha se ponían talanqueras 
y filtros en las leyes inmigratorias para imposibilitar el ingreso de Rrom al país, fue sólo 
hasta 1936 cuando se expide la primera norma en la que de manera taxativa se prohíbe el 
ingreso a determinados extranjeros, en este caso a los Rrom. Se trata del Decreto 1194 
de 28 de mayo de 1936, “por el cual se establecen requisitos para la entrada al país de 
extranjeros pertenecientes a determinadas nacionalidades”, en cuyo artículo 11 sin dejar 
lugar a ambigüedades se preceptúa que “los gitanos, sea cual fuere su nacionalidad, no 
podrán entrar al país […] La Dirección General de la Policía Nacional queda facultada para 
disponer la inmediata salida del país de los gitanos que infrinjan esta disposición”. Esta 
norma se constituye en el primer caso donde la prohibición de entrada al país se asocia 
directamente con la filiación étnica y en la que se califica al pueblo Rrom como un grupo 
étnico indeseable para el progreso del país, lo cual, de otro lado, evidencia un cambio 
sustantivo respecto de legislaciones anteriores, en las que a los Rrom se les permitía al 
menos su paso como extranjeros transeúntes y con un visado de no más de un mes de 
estadía. 
 
No obstante, las expresas y veladas prohibiciones para su ingreso al país, los Rrom como 
ya lo habían hecho en el pasado en su condición de “llovidos” y “pasajeros clandestinos”, 
apelaron a su inventiva para burlar los controles migratorios y establecerse en un país que 
nunca ha dejado de observarlos con cierta hostilidad mezcla de temor, fascinación y 
exotismo. En ese sentido la estrategia que pusieron en marcha fue la de mimetizarse entre 
la población local y procurar pasar desapercibidos, por lo que como sucedáneo de sus 
apellidos extranjeros, Bolochok, Mijhais, Yankovich, Ivanoff, Bobokón, Churón, Bimbay, 
Julupesti, Eskeyetsi, Chaiko, Charapano, etcétera, asumieron unos más castizos tales 
como Gómez, Mendoza, Cristo y Romero especialmente, y con algunas certificaciones 
conseguidas con creatividad dejaron de ser “gente sin oficio ni domicilio fijo” para fungir 
comoemprendedores empresarios o industriosos trabajadores rurales. 
 
En medio de una gran animadversión racista y xenófoba en su contra, en el interregno de 
las dos Guerras Mundiales, se asiste a un incremento de la inmigración de patrigrupos 
15 
 
familiares Rrom al país, que llegan siguiendo la senda de aquellos que ya habían 
atravesado el mar desde mediados del siglo XIX. Progresivamente la fascinación que 
despertaban se trastocó abruptamente en abierto racismo, tal y como se pone de presente 
en el siguiente artículo aparecido en 1919 en el periódico La Época de Cartagena de Indias: 
 
“Con la aparición de un grupo de seres asquerosos procedentes de las Indias inglesas 
[…] Los gitanos son como un cáncer de la familia humana que cuando se cree 
extirpado vuelve a presentarse en otro punto de manera que la empresa de batirlos 
y desterrarlos no es más segura que la del cirujano que opera aquél. Porque los 
gitanos a pesar que se les hostilice y se les arroje, no desistirán de introducirse en 
el país que desean […] Es la de ellos una raza terrible que posee la virtud de las 
epidemias […] son como las hormigas, los conejos o la langosta. Sin oponer 
resistencia, soportando toda suerte de injurias, acabarían por apoderarse del país 
y no habrá fuerza humana capaz de expulsarlos […] 
No sirven leyes para los gitanos, se resisten al servicio militar, al pago de impuestos, 
a la vida sedentaria, a la higiene y al trabajo asiduo. Son una nación dentro de una 
nación oficial. Se aprovechan de las ventajas de los hombres y de la civilización, 
pero no contribuyen a las cargas que la civilización trae consigo. Este egoísmo los 
hace estériles, inútiles en la sociedad, malos ciudadanos, parásitos impenitentes. 
Nadie sabe de dónde vienen aquellas tribus nómadas. Son a modo de esos ríos 
subterráneos de fuente desconocida, que de pronto perforan la tierra con sus 
corrientes en los más inesperados sitios para perderse un poco más allá. Su secreto 
lo guardan escrupulosamente; hablan una lengua, el “caló” que nadie entiende sino 
ellos; sus industrias principales que ejercen las mujeres, son decir la buenaventura 
y vender o comprar cacharros de metal […] se alimentan con cualquier cosa; para 
ellos no hay residuos, todo lo utilizan, todo lo aprovechan; para ellos el cajón de 
basura es un almacén y de él sacan las provisiones con que surten el zurrón 
enciclopédico que constituye su equipaje. 
Los sentidos no solicitan de ellos las mismas satisfacciones que en los demás: de ahí 
su escaso, casi nulo valor económico […] El gitano no puede ser otra cosa que un ser 
peligroso, ladrón, mugriento, parásito social […] Y en este sentido quisiéramos que 
se tuviera por nuestras tierras y a esos mismos gitanos y otros de semejante jaez 
que suelen con frecuencia visitarnos, apareciendo por nuestros campos y ciudades 
y haciendo sentir no pocas veces sus depredaciones” (La Época, 1919: 4; citado por 
Vargas & Suaza, 2007: 43). 
 
En todo caso, este tipo de artículos peyorativos dirigidos contra los Rrom, no eran ni 
aislados ni nuevos y más bien contaban con un largo recorrido en el país, tal y como se 
deduce al leer la introducción de un libro publicado en 1912 en Cúcuta, Norte de 
Santander, el cual expresa acertadamente los imaginarios racistas con los que se los 
describía: 
 
“[…] Sea como fuere, lo cierto es que estas tribus no tienen parentesco conocido, 
ni vínculos de sangre, ni de historia, con ninguno de los pueblos de la tierra, 
antiguos ni modernos. 
Hablan una jerga llamada ―llamada germanía― especie de patois que sólo ellos y 
los apaches y ladrones de París, conocen y hablan. 
Carecen de cultura propia y no tienen patria, Dios, ni ley. Son un pueblo errante y 
ateo, que vive del fraude y del pillaje; y contrabandistas de profesi6n, por 
añadidura. 
16 
 
Sin altares ni sacrificios, sin leyes ni organización civil, sin gobierno propio ni 
disciplina social, sin moral ninguna, este pueblo permanece estacionario y bárbaro, 
sin cruzarse con los que visita y recorre y sin apercibirse siquiera de los progresos 
que hace la Humanidad en las ciencias, en las artes, en las letras y en cuanto 
constituye la civilización cristiana. 
Vive de la rapiña, como pueblo salvaje, diciendo la buenaventura a las gentes 
crédulas e ignorantes y engañándolas en sus tratos. Estas son sus únicas habilidades 
conocidas y con ellas especula, abusando de la candidez de las gentes, que los 
toleran, les creen y les compran sus bestias robadas y sus mercancías averiadas y 
mal habidas, a sabiendas de lo que son. Esta horda salvaje practica la explotación 
por sistema y el escamoteo como industria. Roba niños para pervertirlos y venderlos 
a las compañías de maromeros para esclavizarlos o exigir rescate de sus familias. 
Sirven los gitanos de dócil instrumento pasivo para la realización de todo propósito 
malsano y de toda empresa inmoral o criminosa, con tal de recibir un estipendio en 
pago de sus servicios. Se alquilan para la ejecución de toda obra mala, sin escrúpulos 
de ningún género, porque no tienen conciencia” (Estévez B., 1912: 3-4). 
 
Cabe resaltar que un importante número de patrigrupos familiares Rrom provenientes 
especialmente de Alemania, Rusia y Grecia, arribaron al país entre 1933 y 1945 escapando 
del Porrajmos o Samudaripen, nombres que designan el sistemático proceso de exterminio 
desplegado por el Tercer Reich alemán específicamente contra los Rrom. 
 
Rastros de la memoria de su itinerancia 
 
En el cruce de la década de los sesenta a la de los setenta, en un breve lapso de pocos 
años, ocurrió uno de los cambios más trascendentales para los Rrom del país: el paso de 
su vida en carpas y campamentos a su residencia permanente en casas de barrios ubicados 
en sectores populares de las grandes ciudades, lo cual tuvo como antecedente que los 
campamentos se tornaron cada vez más estables y permanentes en un mismo lugar. 
Cuando se les pregunta a los Rrom por los motivos de este cambio por lo general esgrimen 
la inseguridad que progresivamente se fue apoderando de los centros urbanos y las cada 
vez mayores dificultades para encontrar predios y lotes adecuados en donde levantar sus 
campamentos, a lo que habría que agregar también los cambios que estaban teniendo 
lugar en sus oficios y actividades económicas que empezaban a realizarse en contextos 
urbanos. 
 
Lo ocurrido en el barrio Santa María de Itagüí, Antioquia, es ejemplificante de la manera 
como se dio este proceso, ciertamente no exento de conflictos y tensiones, con el que 
varios patrigrupos familiares le dijeron adiós a su en carpas y toldos: 
 
“Y en una dura prueba se vieron no mucho tiempo después de su llegada a Santa 
María […] Les gustó el sitio y plantaron allí su campamento. Se presumía que 
estaban de tránsito, pero no. Se fueron quedando y pronto aparecieron las 
contradicciones con el vecindario. El motivo principal fue sanitario. Era un baldío 
sin habilitaciones de acueducto, alcantarillado ni energía eléctrica, y eran más de 
veinte familias […] Su presencia se asimiló a la de una plaga bíblica y los vecinos 
demandaron su desalojo ante las autoridades sanitarias del municipio de Itagüí, 
encimándoles la fama de cochinos […] 
Finalmente transaron en la disputa. Con ayuda del municipio instalaron tubería 
hasta el predio y acondicionaron extensiones de energía. Y así siguieron viviendo 
17 
 
durante algunos años. En relativa paz con los vecinos, resguardados bajo el lema de 
no meterse con los gadye sino apenas lo necesario: para asuntos de negocios en el 
caso de los hombres y para decir la buenaventura en el de las mujeres. 
Hasta que llegó lo inevitable. Llegó el ensanche. Itagüí se expandía. O construían 
casas o se iban, no quedaba otra alternativa. Ellos construyeron casas, de ladrillo y 
de cemento como todas, pero a su gitana manera. Salones amplios, sin más paredes 
que livianas cortinas que se quitaban y se ponían, donde con una mirada se 
dominaba toda la vida doméstica y sus moradores sepodían ver desde cualquier 
sitio de la casa. Es decir, carpas, pero de cemento (Aricapa, 1991: 5B). 
 
Si bien los Rrom han estado ausentes de los relatos de la historiografía del país, 
contrariamente, en la memoria de la gente del común, como ya se ha visto, hay 
abundantes testimonios que dan cuenta, en distintos períodos históricos, de pasajes 
importantes de su vida cotidiana y de las actividades que desarrollaban y de su ingreso a 
los pueblos siempre rompiendo el tedio rutinario existente. Así las cosas, unas veces se 
los recuerda recorriendo las regiones paneleras de Santander, a donde arribaban los 
expertos en el arte de la járkuma, la forja del cobre, para elaborar pailas, ollas y otros 
utensilios de este metal; otras veces se los rememora proyectando películas mexicanas en 
los lugares más insospechados del Caribe; otras más se los ubica en el altiplano 
cundiboyacense mostrando sus destrezas como magos, saltimbanquis y amaestradores de 
osos y monos en variados espectáculos circenses; en otras ocasiones se los refiere en el 
Valle del Cauca instalando pequeñas “ciudades de hierro” con distintas atracciones 
mecánicas; y también se los evoca en Antioquia, desplegando sus habilidades en el 
chalaneo y en la compra y venta de caballos, otros equinos y sus respectivas monturas y 
aperos, oficio en el que 
 
“tan pronto entraban a la plaza, como por arte de magia, aquellos desvencijados 
jamelgos se transformaban en briosos corceles, en caballos de paso […] Había algo 
inexplicable en estos menesteres de las caballerías gitanas. Y era que estos hombres 
tenían una manera peculiar de manejar sus propias cabalgaduras. En el pueblo 
decían que sus corceles habían sido “preparados” con malicia, por medio de trucos 
y artimañas, para que se mostraran briosos y pujantes. Pero dígase lo que se quiera, 
estos vilipendiados trotamundos montados en sus bestias […] eran, en todo caso, 
jinetes diferentes a los habituales “amansadores” y “cambiadores” de bestias de la 
aldea, a quienes todo el mundo conocía sus habilidades reiteradas” (Santa E., 1998: 
49). 
 
De otro lado, en Sabaneta, Antioquia, aún quedan personas que recuerdan que, a 
principios de la década de los años sesenta del pasado siglo, en la iglesia de Santa Ana, 
luego de haberse firmado un “contrato a perpetuidad” con la kumpania que circulaba por 
la región, se construyeron cinco grandes tumbas en las que, en medio de un gran 
hermetismo que alimentó la imaginación popular, en el transcurso de varios años fueron 
enterrados cinco importantes Sere Rromengue, “con todas sus pertenencias, más las 
ofrendas de cada uno de los integrantes de su comunidad”. Estas tumbas que estarían en 
alto riesgo por las modificaciones que se le han incorporado a la iglesia, serían parte del 
patrimonio cultural e histórico del Valle de Aburrá, siendo una evidencia material de las 
tradiciones funerarias de los Rrom, antes de que se convirtieran al pentecostalismo. En el 
testimonio del que se viene haciendo referencia, hay la siguiente información sobre el 
particular: 
 
18 
 
“el valor que pagaron por cada una era el valor equivalente de una casa en el 
marco de la plaza de Envigado […] que fue pagado con libras esterlinas, por uno 
de los hijos que pidió que no contaran como sería enterrado, para que no fueran 
ladrones a profanar sus tumbas y dieron una ayuda a la iglesia para reconstruir un 
techo para que les dejaran enterrarlos como era su cultura, sin tener la mirada 
de personas de la calle y fueran realizados con bailes y mucho llanto entre muy 
pocas personas, entre ellas el padre Ramón Arcila y su secretaria […] Cuando yo 
estaba pequeño me gustaba ir a ver las tumbas como pequeñas casitas muy bien 
hechas con una decoración gitano/española” (Escobar B., 2012: Comunicación 
personal). 
 
El escenificado durante la Segunda Guerra Mundial no es, en todo caso, el último flujo 
migratorio de Rrom al país. Más recientemente, hacia 2016, con la firma del Acuerdo Final 
para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, por 
parte del Gobierno nacional y la insurgencia de las FARC-EP, y el clima de postacuerdo 
que se configuró para entonces, llegaron al país, constituyendo nuevas kumpeniyi, algunos 
patrigrupos familiares provenientes de Ecuador y de Venezuela, los cuales, ante el 
progresivo deterioro de la seguridad que se sobrevino después optaron por salir del país 
con destino a México, Argentina, Brasil y Estados Unidos, situación que da perfecta cuenta 
de la enorme vitalidad que siguen teniendo los flujos migratorios Rrom a través de las 
fronteras internacionales, que no han cesado de sucederse. 
 
Visibilización y reconocimiento de sus derechos 
 
Un antecedente importante y poco conocido del proceso de visibilización del pueblo Rrom 
en el país se dio en el contexto de la Campaña de Autodescubrimiento de Nuestra América, 
iniciativa impulsada entre 1988 y 1992 por la Organización Nacional Indígena de Colombia 
(ONIC) y otras organizaciones sociales, con el ánimo de interpelar, desde perspectivas 
decoloniales y críticas, las celebraciones oficiales que para entonces se organizaron a 
propósito del Quinto Centenario de lo que eufemísticamente se denominó como 
“Descubrimiento de América” o “Encuentro de Dos Mundos”. En este contexto, se hicieron 
algunas aproximaciones a los Rrom de la kumpania de Bogotá, con la intención de vincular 
su mirada sobre este hecho histórico y dar a conocer aspectos de su cultura y 
problemáticas más acuciantes, lo que se tradujo en la publicación de algunos artículos en 
el periódico “Unidad Indígena” y en la revista “Autodescubrimiento: Caminos de 
Identidad”, en dónde se reflexionaba acerca la visibilidad e invisibilidad de los Rrom: 
 
“De todas maneras sería importante que el pueblo gitano empiece a manifestar 
activa y decididamente su presencia, porque si bien es cierto que ese estado de 
invisibilización total al cual ha estado sometido, le ha servido como mecanismo de 
defensa ante los intentos asimilacionistas e integracionistas del Estado, tiene que 
saber que cuentan con otros grupos étnicos y sectores populares que lo apoyan y 
que vive similares situaciones” (Condemaita, T.: 1990: 4). 
 
En todo caso el saldo más importante de esta aproximación que se logró establecer, estuvo 
relacionada con las reflexiones y debates que sobre los Rrom se generaron en el seno del 
equipo del delegatario indígena de la ONIC a la Asamblea Nacional Constituyente, de cara 
a viabilizar alternativas para su inclusión en la Constitución Política que se estaba 
confeccionando en 1991. Sobre el particular un testigo de los hechos escribió: 
 
19 
 
“[…] En razón a que el indígena Emberá Francisco Rojas Birry de la ONIC, quería llevar 
la vocería de todos los grupos étnicos que habitan en Colombia para dar a conocer sus 
problemas y luchas, se hizo un acercamiento con los gitanos. La idea era que el pueblo 
gitano conquistara en la Constitución algunos derechos esenciales para su 
sobrevivencia. Desafortunadamente no se pudo pasar de algunos encuentros, y no se 
pudo concretar nada, debido a que los gitanos se marginaron y no volvieron a aparecer, 
y a que algunos asesores de los indígenas, asimilaban a los gitanos, con los nacionales 
de otros Estados […] y argumentaban que, si a los gitanos se les garantizaba algún 
derecho, lo mismo iban a exigir los extranjeros residentes en el país. Se dio una 
polémica interesante, que dejó entrever que los gitanos seguían siendo considerados 
como extranjeros, a pesar de que muchas generaciones de ellos han nacido en 
territorio colombiano […] Lo significativo del pueblo gitano, es que ha venido 
construyendo una opción civilizatoria, sin necesidad de Estado. Los gitanos al igual que 
muchos pueblos indígenas no tienen proyectos estatales”, (Gamboa M., 1993: 236). 
 
Teniendo como telón de fondo el multiculturalismo derivado de la Constitución de 1991, 
la atávica invisibilización que venían desplegando los Rrom comoestrategia de resistencia 
étnica, acusa un gran agotamiento y consiguientemente comienza a transformarse, hasta 
que la celebración en la kumpania de Girón, Santander, en agosto de 1998, del evento 
denominado Primer Seminario-Taller: “Pasado, Presente y Futuro del Pueblo Rrom de 
Colombia”, funge como catalizador y propicia un privilegiado escenario de encuentro y 
discusión de varios Sere Rromengue de las kumpeniyi más importantes del país, que 
cimienta las bases que definen las líneas generales de un naciente e inédito proyecto de 
movilización étnica, cuya expresión más temprana y significativa ha sido el Proceso 
Organizativo del Pueblo Rrom (Gitano) de Colombia (PRORROM), organización social que 
a través de sus gestiones de cabildeo y de incidencia ha sido artífice de que hoy en día el 
pueblo Rrom sea reconocido como un grupo étnico colombiano (Paternina E., 2014: 728 y 
ss.). 
 
Este proyecto de movilización étnica, que bien pronto se convirtió en referente para los 
Rrom de otros países del continente, se consolidó más allá de las fronteras nacionales, a 
partir del papel destacado que PRORROM desempeñó en la convocatoria y desarrollo del 
“Cónclave Continental del Pueblo Rrom de las Américas: El Pueblo Rrom (Gitano), el Otro 
Hijo de la Pachamama”, celebrado en Quito, Ecuador, entre el 12 y el 16 de marzo de 
2001, al que asistieron once organizaciones Rrom de Estados Unidos, Canadá, Brasil, 
Argentina, Chile, Ecuador y Colombia y en el que de manera consciente y deliberada se 
asumió como propio, con toda la carga simbólica que comporta, un vocablo de larga 
tradición de los indígenas de los Andes centrales, Pachamama (Madre Tierra), para 
significar metafóricamente que los Rrom eran también hijos de la historia del continente. 
En el marco de este histórico evento se alcanzó un amplio consenso entre otros, en los 
siguientes asuntos: (i) crear una instancia de coordinación internacional a la que se 
denominó Saveto Katar le Organizatsi ay Kumpeniyi Rromane anda´l Americhi – Consejo 
de Organizaciones y Kumpeniyi Rrom de las Américas (SKOKRA, por sus siglas en rromanés), 
(ii) reclamar y reivindicar al pueblo Rrom como un grupo étnico americano, entre otras 
razones por su preexistencia al establecimiento de los actuales Estados; (iii) apelar al 
Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo: “Sobre Pueblos Indígenas y 
Tribales en Países Independientes (OIT-169) para avanzar en el proceso de visibilización y 
(iv) procurar en cada país y en los organismos interamericanos el reconocimiento de los 
derechos colectivos del pueblo Rrom (Gamboa M., Gómez B., et al.: 2005: 113 y ss.). 
 
20 
 
Uno de los hechos importantes que ha desvelado este proyecto de visibilización étnica de 
los Rrom es, precisamente, que han sido los grandes ausentes e ignorados en la 
historiografía colombiana, razón por la cuál en los distintos relatos que sobre la historia 
del país se han construido, no aparecen por ninguna parte, como si nunca hubiesen 
existido, lo cual implica el desafío ético de comenzar a revertir esta situación y ubicarle 
su lugar en la historia de Colombia. 
 
8 de septiembre de 2020 
 
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Nota: Una versión preliminar de este ensayo apareció publicada el 7 de septiembre de 2020 en el portal de la 
Agencia de Prensa Rural <https://prensarural.org/spip/spip.php?article25849>. 
https://prensarural.org/spip/spip.php?article25849

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