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1 La ignorada historia de los Rrom en Colombia Yoska Bimbay “Se escribe Historia, pero siempre ha sido escrita desde el punto de vista de los sedentarios y en nombre de un aparato de Estado. Jamás la Historia ha incluido el nomadismo”, Gilles Deleuze & Félix Guattari (1972), Mil mesetas “Busca un canto del mañana, /un pueblo cargado de ayer. /De carretas y frontera, /enfrentados al querer /de murallas de ignorancia / que desconocen la necesidad de ser /Un pueblo cargado de ayer, /que migrando en caravanas, /esquiva las reliquias del poder, esgrimiendo sus pañuelos y su danza. /Busca un canto del mañana /un pueblo cargado de ayer, /y en su canto una alabanza /al orgullo de saber /el motivo de su canto, /de su pueblo y de su casta, / ¡La libertad!” Venecer Gómez Fuentes (2000), Nómades Pintura de Uaira Uaua (2005). No es otra la intención de este ensayo que el de esbozar algunas pistas y claves relacionadas con la historia de los Rrom en Colombia y llamar la atención sobre su ausencia en las narrativas, tanto hegemónicas como subalternas, que ha confeccionado la historiografía colombiana, que hasta la fecha no le ha dado un lugar, ni siquiera periférico, a las historias sobre su largo periplo por el país. En la sucesión de acontecimientos históricos de significación nacional o regional, los Rrom no fueron testigos mudos y pasivos como pareciera se los pretende abordar, sino que desde el universo cultural de sus kumpeniyi interpelaron a la sociedad mayoritaria y a partir del despliegue de variadas estrategias, supieron enfrentar las vicisitudes y contingencias derivadas de las diversas conflictividades que han caracterizado la historia del país. Es legítimo suponer que al escudriñar con rigor en la historia de los Rrom se posibilitará una aproximación privilegiada a las lógicas y dinámicas subyacentes a las improntas 2 peculiares que comportan la ocupación del espacio y la apropiación territorial desde una perspectiva nomádica, a la vez que contribuirá a desentrañar e identificar el entramado que configura la concepción del tiempo Rrom que se aparta de la linealidad y secuencialidad pasado-presente-futuro, para valorar la significación histórica del aquí y del ahora que se levanta como un palimpsesto de temporalidades diversas acumuladas durante un milenio de constante fluir por los resquicios y márgenes de las sociedades sedentarias. Entre Kalderash y Ludar Puede decirse que contemporáneamente en Colombia se registra la presencia de dos subgrupos distintos que hacen parte constitutiva del pueblo Rrom: el Kalderash, hablante de la shib rromaní, identificado arquetípicamente tanto con el chalaneo de equinos como con el oficio de la forja del cobre y que demográficamente es mayoritario, y el Ludar ―llamado equívocamente Boyhás―, cuyo idioma nativo, el ludariatzi o limba luderiaste es una variante del rumano antiguo, atávicamente asociado al ejercicio de actividades circenses, al amaestramiento de animales y al cine ambulante y cuya población es minoritaria. La estructura social de los Kalderash ―y en menor medida y con otros nombres, de los Ludar―, aparece determinada por la confluencia de los siguientes dispositivos, que muestran una gran flexibilidad y capacidad de adaptación a los escenarios más adversos. En primer lugar, se halla la natsia, que hace referencia al país donde estuvieron más establecidos antes de emprender un proceso migratorio significativo. En segundo lugar, está la vitsa (plural, vitsi), que alude al clan o linaje, es decir al conjunto de personas que tienen un ancestro en común. En tercer lugar, está la kumpania (plural kumpeniyi), que es la convergencia en un lugar o en un ciclo itinerante de varios patrigrupos familiares emparentados pertenecientes por lo general a un mismo subgrupo. Y, finalmente, en cuarto lugar, se puede señalar la vortechía que es una sociedad coyuntural y temporal entre varios Rrom para emprender en compañía una actividad económica determinada que, por lo general, implica una itinerancia conjunta. Así las cosas, en Colombia en relación con el Kalderash encontramos, como las más destacadas natsia, las siguientes: franchuyuria, rusuria, grekuria, serbiaria, hungaresuaria, entre otras. Por su parte, de las vitsi se pueden mencionar las que a continuación se relacionan: Bolochok, Mijháis, Greko, Hánes, Churón, Charapano, Cháiko, Bobokón, Langosesti y Bimbay. De otro lado, en lo que atañe a los Ludar y como correlato de las natsia se encuentran los bosniacos y los serbianes. Teniendo en cuenta que la división anterior es apenas una abstracción muy simplificada, se precisa aclarar que junto al Kalderash llegaron también otros subgrupos que, aunque con diferencias perceptibles en cuanto a su proveniencia geográfica y los oficios tradicionales desempeñados, hablaban variantes de la shib rromaní inteligibles con las demás y atravesaron dinámicas históricas muy semejantes, los cuales, luego de una estancia de tiempo variable en el país, optaron por migrar y establecerse en otros lugares del hemisferio, como sucedió con el Xoraxané (o Xoraxáí) o, en el contexto de una suerte de “kalderash-centrismo” (Hancock, I., 2002, citado por: Bernal J.: 2003: 22) y habida cuenta de su pequeño peso demográfico, terminaron siendo de alguna manera asimilados por el Kalderash, como pudo haber ocurrido con el Churari. 3 De otro lado, si se tiene en cuenta que durante la época del dominio colonial español la clasificación global del pueblo Rrom actualmente más difundida y que los divide en cuatro grandes ramas (Buhigas J., 2020 & Clébert, 1985: 68 y ss.) todavía estaba en ciernes y no se había definido completamente, es legítimo afirmar que no ha existido presencia de patrigrupos familiares pertenecientes a los grupos Kaló, Sinti (o Manouche) y, mucho menos Dom, aunque es claro que el grueso de quienes llegaron durante varios siglos durante la conquista y colonización españolas serían ancestros de los que posteriormente pasarían a conocerse como Kaló, denominados en algunos momentos como egiptianos, egiptanos o egipcianos. ¿Cuántos son los Rrom? Pese a que desde 2005 ha venido siendo incluida en diferentes censos, sobre el real tamaño demográfico de la población Rrom en Colombia no hay un total consenso y los datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), que es la entidad pública responsable de elaborar y presentar las cifras y estadísticas oficiales, ciertamente son muy dispares. Mientras en el Censo General de 2005 se registró una población de 4.857 Rrom, en el Censo Nacional de Población y de Vivienda de 2018 el anterior guarismo se redujo alrededor de un 50%, registrando una cifra de 2.649 Rrom. La abrupta diferencia de 2.208 Rrom entre el primero y el segundo registros, en un corto lapso de 13 años, tiene múltiples causales explicativas, tal vez la más importante tiene relación con la intensidad de los flujos de circulación y movimientos a través de las fronteras internacionales que siguen realizando los Rrom, los que son muy difíciles de detectar a partir de la foto fija que implica cada censo; también es probable que la población del subgrupo Ludar no haya quedado adecuadamente representada en las variables y metodologías que se utilizaron, lo cual consecuentemente pudo dar lugar a un subregistro; de otro lado, se precisa recordar que aún persisten en ciertos patrigrupos familiares, sobre todo en aquellos que no tienen ningún tipo de participación en las instancias formales creadas para la interacción y diálogo con las instituciones, recelos y reservas respecto a develar su identidad étnica, sobre todo cuando no les parece ventajoso hacerlo; también cabe la posibilidad que se hayan presentado errores técnicos y metodológicos en la aplicación de las encuestas, en la medida en que no hubo participación adecuada de los propios Rrom. Un largo periplo por el mundo El proceso históricode los Rrom en Colombia se inscribe y guarda relación con las diásporas y grandes oleadas migratorias que globalmente ha experimentado desde su misma génesis el pueblo Rrom. Sobre el particular, siguiendo la propuesta de una historiadora Rrom (Carmona, 2013: 322 y ss.), se identifican cuatro grandes etapas, a saber: - Astarimos (El Inicio): que tiene un marcado sentido de acontecimiento fundacional y comienza cuando los grupos proto-Rrom, entre los años 1018 y 1019 con la caída de la ciudad de Kannauj a manos del musulmán Mahmud de Ghazni, se vieron forzados a salir de la región de Uttar Pradesh ubicada al norte de la India. - Piraimos (La Marcha): cuando los grupos proto-Rrom asentados en Asia y Asia Menor comienzan un proceso de homogeneización que posibilitó la configuración de los valores identitarios fundamentales que le darían forma a los Rrom y que comprende un período 4 que aproximadamente va entre los años 1064 y 1176, cuyos hitos demarcadores se corresponden a dos grandes derrotas sufridas por el Imperio Bizantino a manos de los selyúcidas. - Areslimos (La Llegada): tras más de dos siglos en Anatolia, en el contexto de la expansión musulmana, cuyo hito es el año de 1473 cuando Bizancio cae en manos del Imperio Turco Otomano, los Rrom, siguiendo una ruta hacia el occidente, ingresan a Europa. - Buslimos (El Despliegue): corresponde al proceso de expansión, diseminación y asentamiento de los Rrom por toda Europa. A la anterior periodización cabría agregar una nueva etapa que en ocasiones termina confundiéndose con los últimos momentos de la expansión por Europa y que podría denominarse como el Xutimos (El Salto), que se corresponde a aquella cuando los patrigrupos familiares Rrom, en distintas oleadas migratorias que tuvieron un pico importante durante el tránsito de los siglos XIX al XX ―que en buena parte “coincidió con la diáspora de emigrantes europeos que la historia demográfica llama The Great Resettlement” (Peeters, 2004a: 9)―, atravesaron el océano Atlántico, arribaron a las Américas, la recorrieron en todas las direcciones, hasta desperdigarse por casi todos los países del continente, lo cual implica que las dinámicas pendulares de inmigración y emigración de los Rrom en el país deben abordarse en el marco de los complejos movimientos migratorios transnacionales que los patrigrupos familiares Rrom, casi desde su llegada, han tenido en este hemisferio. Fases de la historia Rrom en el país De manera esquemática, se puede afirmar que la historia de los Rrom en el país, como correlato de las etapas arriba mencionadas de Buslimos (El Despliegue) y Xutimos (El Salto), ha atravesado por las siguientes fases, algunas de las cuales se entrecruzan y yuxtaponen (Gamboa M., Gómez B., et al.: 2005: 20-21, y Bimbay Y.: 2009: 13 y ss.): - Primera Fase: Comprendida entre 1492 y 1570, en la que la inmigración Rrom a las colonias españolas de América fue permitida e incentivada legalmente, inicialmente como fórmula para contar con mano de obra gratuita para desarrollar aquellos trabajos en extremo fatigantes y nada atractivos requeridos por la empresa conquistadora y a la vez como estrategia para resolver los problemas que en la metrópoli se estaban presentando ante las dificultades que las autoridades evidenciaban en el proceso de sedentarización de un pueblo que se mantenía firme en no dejarse asimilar. - Segunda Fase: Abarca desde 1570 hasta 1810 y está relacionada con las abundantes disposiciones normativas reales que se expidieron con el fin de prohibir taxativamente el ingreso de los Rrom a las colonias del imperio español en el “Nuevo Mundo”, así como de ordenar redadas para la captura e inmediata deportación a España de todos los que en ellas se encontraban, las cuales en la práctica no resultaron efectivas ya que durante varios siglos, de manera ilegal y clandestina, siguieron llegando Rrom que se esparcían rápidamente por las colonias. En todo caso, valga resaltar, en distintas oportunidades, a veces con mayor intensidad que otras, la propuesta de deportar masivamente a los Rrom a las colonias americanas como solución final se discutió ampliamente, pero quienes se oponían a ello por considerar que sería perjudicial para el orden social, salieron airosos y nunca se llevó a cabo, al menos de manera legal, ninguna deportación de esta naturaleza. 5 - Tercera Fase: Se da aproximadamente entre 1810 y 1870 y está signada, entre otras, por las siguientes dinámicas: las convulsiones sociales y políticas desatadas en las colonias españolas de América a raíz de la emergencia de los procesos de separación e independencia de España, las intensas y recurrentes luchas intestinas por el poder entre las élites criollas y la inestabilidad inherente al conflictivo proceso de construcción nacional relacionados tanto con la conformación y ulterior desintegración de la Gran Colombia, como con la constitución y liquidación de la Nueva Granada, lo cual se expresó en un mayor relajamiento de los controles inmigratorios que fueron aprovechados por muchos Rrom para ingresar al país y por esta vía a los países de Sudamérica. Cabe resaltar que la coyuntura dada por la promulgación, entre 1821 y 1851, de leyes abolicionistas de la esclavitud, fungió como una suerte de imán que atrajo al país a varios de los Rrom que huían de la esclavitud a la que estaban siendo sometidos en Valaquia, Moldavia, Transilvania y Bukovina, la cual en algunos lugares alcanzó a perdurar hasta las décadas finales del siglo XIX. - Cuarta Fase: Tiene lugar en el periodo comprendido aproximadamente entre 1870 y 1929 en la que a partir del endurecimiento en varios países de Europa del Este de leyes encaminadas a la forzosa asimilación e integración de los Rrom y del desencadenamiento de la Primera Guerra Mundial, en el contexto del fenómeno migratorio de europeos hacia distintos destinos de América Latina, muchos patrigrupos familiares optaran por atravesar el Atlántico y seguir las huellas de aquellos que ya lo habían hecho décadas atrás. - Quinta Fase: Se inaugura a partir del ascenso en 1933 de Adolfo Hitler al poder en Alemania, que derivó inicialmente en la promulgación de leyes de “higiene racial” que afectaron duramente a los Rrom que pasaron a ser considerados como una “raza indeseable” y como tal quedaron en el radar de los programas de extermino que fueron usados contra otros pueblos y poblaciones y termina coincidiendo con la finalización de la Segunda Guerra Mundial. - Sexta Fase: Que va desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad y se caracteriza por un cíclico y pendular flujo de inmigración y emigración de patrigrupos familiares Rrom que se da entre Colombia y los países del continente, lo cual pone de presente la persistencia de sus movimientos transfronterizos. Uno de los eventos más importantes que se escenificaron durante esta fase fue el abandono de las carpas y su definitivo establecimiento en casas, lo cual ocurrió a fines de la década de los sesenta del siglo pasado. De otro lado, se precisa mencionar que con la Caída del Muro de Berlín en 1989 y el final de los regímenes autoritarios en Europa del Este, se inauguró una nueva fase en el proceso migratorio Rrom que los llevó a distintos países de Europa Central y Occidental y de América Latina, no obstante, no hay registros de la llegada al país de Rrom provenientes de estos lugares. De “llovidos”, “vagabundos” y arrochelados La presencia Rrom en Colombia es mucho más antigua de lo que comúnmente se ha supuesto y se remonta a la época de la dominación hispánica en América. Está plenamente establecido que el 31 de julio de 1498 haciendo parte del tercer viaje colombino llegaron por primera vez a América, a lo que hoy es Venezuela, los cuatro primeros Rrom de los que se tenga noticia, conocidos en ese entonces como egiptianos o egiptanos. En este contexto, a Antón de Egipto, Catalina de Egipto, Macías de Egiptoy María de Egipto, que eran los nombres de los Rrom a los que se ha aludido, se les conmutó las condenas que 6 tenían presuntamente por homicidio y otros “crímenes inconfesables” (Boyd Bowman, 1985: 171), muy probablemente asociados a su obstinada resistencia tanto a abandonar sus usos y costumbres (zakono), como a alejarse de sus tradiciones (rromaniya), a cambio de trabajar forzadamente en las galeras, es decir a remar forzadamente en los navíos y barcos de la armada real. Actualmente, en la perspectiva de identificar y visibilizar hitos importantes en la historia del pueblo Rrom en el continente americano, algunas organizaciones Rrom de América Latina vienen promoviendo la institucionalización conmemorativa de esta fecha que marcó el inicio de las sucesivas oleadas Rrom que durante varios siglos han aportado al enriquecimiento de la diversidad étnica y cultural del hemisferio (Jiménez Carpio, 2014: 7-8). La inicial recepción favorable que tuvieron los Rrom a su llegada a Europa bien pronto comenzó a trastocarse en hostilidad y persecución. Con la consolidación en la península Ibérica del proceso centralizador de los Reyes Católicos, los Rrom fueron incluidos, junto a los judíos y musulmanes, en las órdenes de expulsión de los reinos y señoríos. De esta manera, es bastante probable que durante este período se escenificara la primera gran ola migratoria de los Rrom hacia las Américas, lo cual se advierte con la expedición de la Real Provisión de 22 de junio de 1497 mediante la cual, en su presunta calidad de delincuentes, se desterró a la Isla La Española, actualmente República Dominicana y Haití, a un número nada despreciable de Rrom, situación que cambió en 1570 cuando Felipe II proscribió definitivamente, aunque ciertamente sin mucho éxito, el cruce de Rrom al continente americano (Torbágyi, P., 2003: 140). Fue así como durante los primeros años de la invasión hispana alcanzaron a ser traídos de manera legal en las embarcaciones de la corona española muchos Rrom que se encontraban llenando las cárceles ibéricas, ante todo por su persistente empeño en mantener su modo de vida y sus costumbres, lo que en la época era considerado un grave delito. Sin embargo, como ya se dijo, tiempo después la legislación colonial cambió radicalmente y concluyendo que los Rrom podrían ser un mal ejemplo para los pueblos indígenas se prohibió abiertamente su ingreso a América y se ordenó la deportación de los que ya estaban en estas tierras. En estas circunstancias es cuando Felipe II, el 11 de febrero de 1581, emite la siguiente ordenanza con el fin “que los gitanos, sus mujeres, hijos, y criados sean echados de las Indias”: “Han pasado, y pasan a las Indias algunos gitanos, y vagabundos, que usan de su traje, lengua, tratos, y desconcertada vida, entre los indios, a los cuales engañan fácilmente por su natural simplicidad, y porque en estos reinos de Castilla (donde la cercanía de nuestras justicias no basta a remediar los daños, que causan) son tan perjudiciales, y conviene, que en las Indias, por las grandes distancias, que hay de unos pueblos a otros, y tienen mejor ocasión de encubrir, y disimular sus hurtos, apliquemos el medio más eficaz para librarlas de tan perniciosa comunicación, y gente mal inclinada. Mandamos a los virreyes, presidentes, gobernadores, y otras cualesquier justicias nuestras, que con mucho cuidado se informen, y procuren saber si en sus provincias hay algunos gitanos, o vagabundos ociosos, y sin empleo, que anden en su traje, hablen su lengua, profesen sus artes, y malos tratos, hurtos, e invenciones, y luego que sean hallados los envíen a estos reinos, embarcándolos en los primeros navíos con sus mujeres, hijos, y criados, y no permitan, que por ninguna razón, o causa, que aleguen, quede alguno en las Indias, ni sus islas 7 adyacentes” (Recopilación de Leyes de los Reinos de las Indias, libro VII, título IV, ley V; citado por Gómez Alfaro, 1982: 312). Posteriormente en 1568 se promulga una orden real encaminada a “que hagáis las diligencias que convinieren para saber y averiguar los portugueses y gitanos que hay en estas provincias, y todos aquellos que hallaredes […] los eches de esta tierra” (Citado por Mesa Bernal, 1996: 79). Las respuestas a esta orden real no se hicieron esperar. Así se advierte, por ejemplo, en una carta de 25 de febrero de 1587 rubricada por el oidor de Quito, Francisco de Anuncibay, en la que afirmaba que “en lo que toca a la cédula de gitanos aquí han llegado hasta seis u ocho cuadrillas casados… se ha cumplido la cédula de Vuestra Majestad, los unos se embarcaron en Guayaquil, y los otros por el Nuevo Reino [de Granada] los volvimos” (Citado por Amarí, 2019). De otro lado, más allá de si la hipótesis que afirma la existencia de presuntos ancestros Rrom en los pobladores que colonizaron y ocuparon lo que hoy es el departamento de Antioquia, tiene verosimilitud o más bien es fruto de la especulación, lo cierto es que puede ser indicativa de la importancia demográfica que los Rrom llegaron a alcanzar en durante los primeros periodos de la colonización. Lo anterior se puede colegir de la información atribuida al oidor Manuel Antonio del Campo y Rivas, que a principios del siglo XIX señalaba que el conquistador Jorge Robledo alrededor de 1540 había obtenido una licencia especial del rey de España para introducir a catorce familias gitanas, bajo la condición que las ubicara en lugares distantes de las costas, agregando que “trajo bastantes familias, gitanas, esto es, de origen egipcio [...] dejó catorce familias en Antioquia o Santafé, que trasladó Juan Cabrera, y otras cuatro las dejó en Cartago y unas pocas en los llanos de Buga [...] pero los gitanos se bajaron todos al Valle de Aburrá” (Citado por: Mesa Bernal, 1996: 90). Pese a los persistentes intentos de la corona española por controlar lo referente a la inmigración al llamado, equivocadamente, “Nuevo Mundo”, el número de ilegales, o como se les denominó en las crónicas de la época, “llovidos”, que durante el primer siglo arribaron a estas tierras fue considerable, sobrepasando incluso al número de personas que ingresaron con autorizaciones y cumpliendo todos los requerimientos legales. Cabe resaltar que “los judíos, moros y los gitanos fueron objeto insistente en las prohibiciones de emigración; la razón de ello, podemos verla en la permanente tentación a compartir la empresa americana, por parte de quienes durante muchos siglos habrían convivido con los cristianos españoles. La legislación al respecto fue motivo de violaciones y de ello quedaron algunos rastros en regiones específicas de América” (Murillo Mena, 1998: 54). Las estratagemas utilizadas por los “llovidos” para pasarse por alto los controles coloniales fueron diversas y de una creatividad infinita: iban desde el cambio de nombres y apellidos, pasando por la compra de autorizaciones falsas, hasta el hacerse pasar por criados de nobles y burócratas. Es de suponer que con estos artilugios lograron entrar no sólo extranjeros, moros y judíos, sino que personas étnicamente pertenecientes al pueblo Rrom llegaron como “llovidos” a lo que hoy es Colombia. 8 Hay que destacar que parte de la legislación colonial de la época va dirigida contra los que son llamados “vagabundos”. En esa dirección son abundantes las referencias a los problemas e inconvenientes que causan estos "vagabundos" que en grupos familiares iban de un lugar a otro, sin domicilio fijo ni trabajo estable conocido. “La vida de los vagabundos y transeúntes se desarrollaba tanto en las áreas rurales como en las urbanas. En las primeras como hombres que llevaban géneros a los poblados indígenas y a los Reales de Minas, y en las segundas en donde eran recibidos con hospitalidad por parte de grandes comerciantes y encomenderos para quienes tener la capacidad de recibir huéspedes en sus casas les daba prestigio ante los demás vecinos (JiménezMeneses, 1999:190). Las descripciones que se hacen sobre los "vagabundos" se aproximan bastante a la vida itinerante y nómade de los Rrom. Esto lleva a suponer que bajo el ambiguo término de “vagabundos” se encontraban los Rrom de la época, los cuales dado su número eran una preocupación constante para las autoridades coloniales: “En 1557 preocupaba en Santa Fe de Bogotá, el número de vagabundos que había en el Reino […] que vivían sin domicilio conocido y que habían salido de España a buscar mejores perspectivas; esta situación se presentaba en los principales poblados y no se explicaban por qué llegaban con licencia […] es más seguro que encontraron un medio fácil para obtener la autorización mediante la amistad, soborno y otro subterfugio ilegal” (Mesa Bernal, 1996: 76). También es posible encontrar algunas referencias a los Rrom en los juicios realizados por el llamado Tribunal del Santo Oficio, más conocido como la Inquisición, bajo la cual fueron torturados y quemados no sólo cristianos conversos, moros y judíos, sino también algunos Rrom que se encontraban viviendo en estas tierras pese a las prohibiciones expresas. Desde el mismo momento en que en el siglo XVI irrumpieron en Europa, sobre los Rrom recayeron estigmas que los siguieron acompañando en su periplo por América: “fueron asimilados a la brujería y al Sabbat, estableciéndose numerosas leyendas sobre sus relaciones con las hadas de los bosques, sus pactos con el demonio y sus supuestas prácticas mágicas. Las acusaciones que se les hacía eran similares a las que recaían sobre los judíos. Pronto, la escoba que era uno de sus símbolos matrimoniales, fue colocada por la imaginación popular en el vuelo de las brujas” (Gómez Borja, 1998: 371-372). En ciertas regiones de las llanuras del Virreinato de Nueva Granada existió un fenómeno que la historiografía ha estudiado bajo el nombre de “arrochelados”. Este término “hace referencia a pobladores, en general pobres, cuya organización social y espacial no se ajustaba a los parámetros establecidos por el estado colonial” (Herrera Ángel, 2002: 235). En esa dirección los “arrochelados” eran un grupo de personas que vivían al margen de la legislación colonial y que habían logrado construir, de alguna manera, sociedades alternativas al sistema de dominación hispánica. Una de las estrategias de sobrevivencia de estos grupos fue la invisibilidad, que ha sido justamente la que han enarbolado los Rrom para poder sobrevivir. Así las cosas, es bastante probable que para los siglos XVII y XVIII, la respuesta de los Rrom a la persecución de la que venían siendo víctimas encontró su más acabada expresión en 9 las “rochelas”, en las que negros cimarrones, indígenas rebeldes, mestizos descastados, españoles empobrecidos, musulmanes invisibilizados y patrigrupos familiares Rrom estigmatizados, lograron configurar espacios de autonomía en los que pudieron sobrevivir de acuerdo a sus propios referentes, recreando y reinventando sus tradiciones culturales. “Estos nuevos arrochelados se sincretizaban sin mayor problema, dado que nadie defendía ortodoxia alguna; resistentes, sus miembros tenían en común el mencionado rechazo; y alternativas, puesto que a partir de experiencias bien distintas y como resultado de adaptarse a medios peculiares, reinventaban sociedades autosuficientes que sus miembros sabían opuestas a la violencia que forjaban los occidentales” (Izard Ll., 1997: 28). Recientes estudios históricos han puesto de presente una nueva visión sobre la época colonial que permite abandonar los estereotipos que se tenían sobre ella y que la definían como una época ordenada y tranquila. Al parecer la época colonial propició, en diversas regiones, un clima adecuado para la presencia de grupos nómades e itinerantes que hacía que los dominios coloniales de España se vieran atravesados constantemente por grupos de comerciantes, "vagabundos" y un sinnúmero de personas que se dedicaban a diversas actividades, diferentes a las relacionadas con el cultivo de la tierra. Buscando un lugar en la historia nacional ¿Pero a qué se debe que las referencias históricas sobre los Rrom en Colombia sean muy pocas y a veces casi inexistentes? Esa situación obedece, en principio, a tres razones. La primera de ellas es que, dadas las incesantes persecuciones de que eran víctimas los Rrom en España y en toda Europa, se hicieron ingentes esfuerzos por desaparecer hasta su mismo etnónimo. Son varias las referencias en España que evidencian que la corona, en su afán integracionista y asimilacionista, prohibió expresamente la utilización del nombre gitanos. De otro lado, era lógico que si había taxativas prohibiciones de la corona española para que los Rrom ingresaran y permanecieran en las colonias americanas, estos no tuvieron otra alternativa que refugiarse en la invisibilidad. Finalmente, el Rrom ha sido un pueblo ágrafo que no ha dejado registros escritos sobre su propia historia. Los Rrom actuales apelando a la tradición oral manifiestan que su presencia en Colombia se remonta a mediados del siglo XIX, en todo caso antes que este país tuviera su nombre actual. Esta información de la tradición oral es corroborada por las alusiones de viajeros extranjeros de la época que mencionan la presencia de caravanas de Rrom que viajaban con cierta regularidad siguiendo la ruta Caracas-Bogotá-Quito-Lima-Buenos Aires. Sobre el particular se ha determinado que “en el transcurso de las guerras de independencia en América del Sur, gitanos músicos, danzantes, pitonisas, prestímanos, que conocían Buenos Aires, Las Pampas y Los Andes, conseguían clientela hasta en Venezuela. Los llamaban “chinganeros” (De Vaux de Foletier, 1974:59). Otra información que recoge, aún más temprano, a mediados del siglo XVIII, la presencia de grupos Rrom en lo que hoy es Colombia viene por cuenta de un viajero que “encontró una caravana de gitanos que venía de Estados Unidos a través de México y la América Central hacia la Argentina” (Citado por: Migeli, 1991:25). 10 Para el pueblo Rrom las llamadas guerras independentistas revistieron alguna importancia que es preciso mencionar. El gobierno peninsular, preocupado por combatir a sus hijos insurrectos, descuida los controles sobre ingreso de población que mantenía desde siglos atrás, lo cual facilitó que numerosos patrigrupos familiares Rrom pudieran traspasar las fronteras y llegar a tierras huyendo de la intolerancia y xenofobia que campeaba en ese entonces por Europa. Precisamente este período de las llamadas guerras independentistas marca para el pueblo Rrom una etapa caracterizada por el incremento de su llegada a estas nuevas Repúblicas, entre ellas por supuesto a Colombia. Igualmente hay que mencionar que la situación social y política escenificada entre 1821 y 1851 en lo que hoy es Colombia, derivada de la implementación de diversas leyes abolicionistas favoreció el arribo al país de diversos grupos Rrom provenientes de Europa del Este que huían de la esclavitud a la que estaban siendo sometidos. Dado que estas leyes abolicionistas expresaban que toda persona esclava que pisara estas tierras inmediatamente quedaría libre, muchos Rrom llegaron al país tras el sueño de la libertad. Esta referencia se ve corroborada por lo dicho por un investigador cuando refiriéndose a la presencia Rrom en América del Sur afirma que “[…] eran gitanos Vlach Kalderash que abandonaron Valaquia en algún momento del siglo XVIII o XIX huyendo de la esclavitud o después de que fuesen liberados” (Peeters, 2004: 65). Estas oleadas migratorias que tuvieron como destino a América Latina se incrementaron con la independencia de Serbia en 1878 y la puesta en vigor entre 1879 y 1891 de medidas dirigidas a erradicar el nomadismo (Peeters, 2004a: 9). En la memoria colectiva de algunos patrigrupos familiares se desprende que cuando llegaron al país, siguiendo la ruta de los familiares que yaantes habían emprendido ese viaje transatlántico, se encontraron con un país sacudido por la Guerra de los Mil Días. Al respecto, Gregorio Gómez, un reconocido Sero Rrom, en un testimonio entregado hace varias décadas expresaba que “mis padres me trajeron de Cataluña cuando yo tenía dos años. La familia estaba en Bucaramanga en los días en que se libraba la batalla de Palonegro” (Citado por: Hoyos T., 1993: 72). Los Rrom que llegaron a América Latina y que permanecieron un tiempo variado en Colombia entre finales del siglo XVIII y mediados del siglo XIX, en lo fundamental provenían de Europa del Este, especialmente del imperio Austro-Húngaro y de los dos principados rumanos de Moldavia y Valaquia, en donde se habían endurecido las leyes que pretendían asimilar a los Rrom, negándoles a hablar su idioma, prohibiéndoles ejercer sus artes y oficios tradicionales, forzándolos a la sedentarización y obligándolos a la escolarización, como pretendieron en el imperio Austro-Húngaro con la implementación de las leyes de María Teresa y José II (Torbágyi, P., 2003: 141). Así mismo, respecto de algunas de las oleadas migratorias realizadas durante las dos primeras décadas del siglo XX por los Kalderash hacia América Latina, se ha establecido que “Después de una permanencia en Bélgica, atravesaron Francia, hace medio siglo, llegaron a España, donde tomaron el apellido Gómez, y tomaron pasaje para Venezuela, desde donde prosiguieron a los países vecinos. Un buen número de ellos se estableció en Colombia” (Hasler J., 1984: 115). 11 Gabriel García Márquez recrea en su magistral y celebrada novela "Cien Años de Soledad", algunos acontecimientos significativos de la historia del país, en especial de la región Caribe (Solodkow, 2006: 25 y ss.). En ese contexto el autor consideró que una recreación literaria de parte de la historia del país sin la presencia de los Rrom sería muy incompleta e inexacta, y por ello los ubica como protagonistas tras bambalinas de su narración literaria, yendo de un poblado a otro, llevando instrumentos y artefactos desconocidos para ese entonces, siglo XIX, en el país (Edwards, 1998; Esperón, 2009: 54 y ss.; Bueno, 2013; Aouni, 2017: 157 y ss.; & Lema, 2019). Muchos de los grupos familiares Rrom que actualmente viven en Colombia serían, por consiguiente, descendientes del icónico Melquíades y de su patrigrupo familiar, muy probablemente Xoraxané o Xoraxái (Bimbay, 2018: 161), aunque algunos investigadores sugieren que podría ser también Ludar. Ya desde los primeros años del siglo XX los campamentos de los patrigrupos nómades se constituyen en parte del paisaje de pueblos y ciudades de distintas regiones del país. Los lugareños, dejando atrás sus temores frente a una otredad que se asoma a sus territorios, terminan seducidos por el modo de vida, los oficios tradicionales y todo lo que los Rrom llegan a ofrecerles. Un testimonio que pone de presente que la presencia de los Rrom en determinados lugares y temporadas era vista por la población como algo más bien normal pero que, no obstante, seguía despertando la curiosidad de la gente, se encuentra en un artículo publicado el 24 de mayo de 1913 en el periódico bogotano El Gráfico, en el que concluye que al no haber ninguna noticia que contar ese fin de semana, “a falta de pan, buenos son gitanos” y pasa a describir la cotidianeidad de un campamento: “Estamos al pie de las toldas, que son algo así como diez. Allí bajo esas tiendas raídas por la intemperie y curtidas por todos los soles, se aloja la caravana sórdida. Hay un grupo de hombres que en cuclillas rodean una bandeja en donde humean pocillos de metal con café tinto. Parlan una jeringonza más ininteligible que nuestra política. La mayoría usa patillas. Son rostros demacrados, verdosos, más bien tristes que alegres […] Pasamos luego a una tolda en donde están las mujeres […] Hay una gitana parlanchina, inquieta y alegre, que tiene en los ojos ligeras picardías. Habla y dice y dice más. Juega y ríe y así mata las horas de su eterna ambulancia […] “Oye te digo ―habla otra gitana― ven acá que te voy a adivinar la suerte” […] “Pon aquí cinco pesos y déjate de hablar” […] Y la gitana empieza a rezar sus predicciones. “Tú tienes una muchacha que con la boca te quiere bien y con el corazón te quiere mal”. “Tú vas a ganar mucho dinero”. “Tú vas a hacer un viaje” […] Los caballos de la caravana pacen a la luz del crepúsculo en la llanura empradizada. Éste es el fuerte de la gitanería. Negociar en caballos. En los cinturones cargan las morrocotas americanas con que se baten en los mercados de sus éxodos. De eso viven: de negociar en bestias. Evocan a ciertos ganapanes de nuestras revueltas civiles: Generales de brigada, rodeados de bestias por todas partes… Yo no sé qué tristeza o qué alegría me producen estas aves errantes a quienes amparan el sol y la luna y el cielo y las estrellas y los árboles. Tristeza de irse a todas horas. Alegría de renovar el horizonte a cada que los pájaros cantan al alba. Alegría de no pesar sobre la tierra más de lo que pesa una yerba. Tristeza de no tener Patria, ni raza, ni alero nativo. La caravana de los zíngaros origina sugestiones dolorosas. Debajo del sol hay almas que arrastran por la vida sórdidos guiñapos y tiendas desarrapadas. Corazones que 12 conocieron el desamparo y la intemperie y que agonizan sin haber alcanzado una sombra, un descanso en los misteriosos itinerarios del espíritu…” (Tic Tac, 1913:3). Varios años después, hacia finales de la década de los cuarenta del siglo XX, se seguía registrando la presencia de campamentos Rrom en Bogotá, los cuales, según el testimonio de un hombre Kalderash, Bútsule Bolochok, que se transcribe a continuación, era frecuentado por distintas personalidades de la política y del arte: “Por entonces había mucha agitación política y el único político de la época que nos gustaba era Jorge Eliécer Gaitán, quien se volvió muy amigo de nosotros. Él vio las carpas, vino se encariñó y jugó con nosotros. Estuvo en nuestras fiestas. Le gustaban mucho los vestidos de nuestras mujeres y nuestra música. Le gustaba hablar con mis abuelos y pasaba bastante tiempo escuchando nuestras historias de viaje. Para nosotros fue un gran hombre que nos trató con respeto” (Gómez B. & Cristo G.: 2008: 149-150). Los Rrom en su constante itinerancia llegaban hasta los pueblos más recónditos de la geografía nacional, donde rápidamente instalaban sus campamentos y permanecían por varios meses. Rafael Escalona Martínez, un reconocido juglar de la música vallenata, describe de la siguiente manera, en sus memorias autobiográficas, una escena del arribo de los Rrom, a mediados del siglo pasado, a su pueblo natal enclavado en la Sierra Nevada de Santa Marta: “Una vez llegaron los gitanos a Patillal […] Eran bastantes gitanos y gitanas, todas muy bonitas […] El primer día no echaron “la suerte” […] se pusieron a limpiar el terreno a donde iban a levantar la carpa. Cortaron todo el bledo y las escobillas en el sitio elegido, a la orilla del pueblo […] Luego botaron lo sucio y levantaron la carpa, ancha, grande y alta. Tenían franjas verticales de diferentes colores, como globos de propaganda y fantasía. Eso era la carpa: una fantasía de colores, llena de gitanas bonitas, curiosas y misteriosas que los muchachos del pueblo no podían enamorar porque no entendían lo que hablaban. En la parte de arriba sobresalía una bandera, todavía más vistosa que la carpa, como que era la bandera del mundo, porque los gitanos no tienen patria […] La carpa era más alta que la torre de la iglesia del pueblo […] En el pueblo y caseríos vecinos no se hablaba de otra cosa. En algunas casas no podían a veces cocinar porque las mujeres no cogían agua, y los muchachos no iban acortar leña por estar pegados a la carpa, mirando a los gitanos” (Escalona M.: Citado por: Gómez, Gamboa & Paternina: 2000:66) Al otro extremo del país, en1947, lugareños de un pequeño pueblo situado en el Macizo Colombiano en el departamento del Cauca, recuerdan que la región era recorrida frecuentemente por caravanas de grupos Rrom: “En este tiempo en Almaguer era muy bonito que los gitanos llegaran, la gente se ponía muy alegre y llevaban caballos muy finos... Muy buenas temporadas... Llevaban ferias, presentaban como un circo. Ellos tenían unas costumbres muy arraigadas y las gitanas vestían con sus faldas, leían las manos... eso era lo que hacían, leían el futuro, pero no lo saben. Ellos leían también las cartas, y los hombres con los caballos de paso fino por lo general... unos hombres bien parecidos […] 13 Ellos andaban así negociando. La gente de Almaguer les tenía confianza, la gente llegaba a amistarse con ellos, mi suegro hablaba mucho con ellos, mi hermano Saúl también. Ellos eran simpáticos. Tenían unas pintas lindas y nos gustaba entablar relaciones con ellos. Los muchachos de Almaguer andaban detrás de las gitanas, ellas eran jóvenes y lindas. Ellas no hacían sino adivinar las manos y uno les pagaba en esos tiempos diez o veinte centavos y lo que más les dábamos eran cincuenta centavos […] Ellos tenían sus animalitos, sus cositas por allí, que conseguían para llamar la atención, como una cebrita, algunas cosas de los circos sólo para llamar la atención. En Almaguer acampaban y las carpas eran de color verde con gris y como hechas de retazos de tela templadas con horquetas de madera que enterraban en el piso. Se vestían con ropas muy anchas, muy coloridas, de muchas flores, andaban sin zapatos, a pie limpio. Ellos sí usaban como sandalias de San Francisco... y de adornos, aros muy grandes, que les llegaban hasta los hombros y pañoletas que nunca se quitaban, muchas chaquiras” (Citado por: Peeters K. & Ruiz O., 2001: 26). No hubo región del país, por más recóndita y alejada que estuviera de las grandes ciudades, que no hubiera sido transitada por los patrigrupos nómadas Rrom. En el siguiente testimonio de un Sero Rrom Kalderash que vive en Quito, Ecuador, se describen aspectos de sus recorridos por la Orinoquía y el Pacífico, dos regiones que son periféricas, más aún a comienzos de los años cuarenta del siglo pasado, que es la temporalidad aproximada a la que corresponden sus recuerdos: “Entonces en Colombia nos quedamos treinta y cinco años. Fuimos a los llanos de Casanare, fuimos porque, mejor dicho, nuestra familia era joven, eran deportistas, les gustaba el deporte de cacería, les gustaba el deporte de pescar, entonces tenían ellos sus anzuelos, sus escopetas, entonces se busca los ríos, esto buscaban ellos. En Villavicencio, allí hay un río grande, compramos dos canoas grandes, las juntamos, les pusimos unos cuatro, cinco palos, así de balso, las unimos, hicimos una casucha con una carpita arriba, pero de paja, atrás un cajón con barro, con lodo para hacer la cocina, la estufa con leña, y ¡el humo!, a cocinar arroz, pescábamos y comíamos el pescado que pescábamos. Fue para llegar al primer pueblo se nos fue un mes, para llegar a Arauca, de los llanos. Es que el río este es largo y era río arriba, no era canaleta, era palanca […] “Nos fuimos de Buenaventura al Chocó y llegamos. El barquito nos dejó, era un barquito pequeño o era un barco grande, nos dejó a la orilla de dos o tres casas, había unos quince morenos allá, de estos negros, pregunta mi hermano, “―¿y los caballos?”. “―¡Los “caballos” son éstos que están sentados allí en el asiento!”, contestaron, eran los morenos estos, que eran los “caballos”, que llevaban los bultos, que llevaban la carpa, llevaban los palos... era un caserío, ni siquiera de veinte casas. Según el relato, que había mucho oro por allá. Y por allá no había nada, no había ni chontaduro. Lo que había era una fiebre amarilla, esto es lo que fuimos a agarrar por allá y a tomar quinina o a tomar, por esta época, chiladó de indio que vendían, nada más y que era más amargo. Nos tocó que nos picaran los moscos y allí donde te picaba un mosco era donde estaba la enfermedad, estaba la infección […] Fuimos a cambiar pailas por oro, pero al fin no cambiamos nada porque no había oro ni pan ni plata, a la vuelta lo que sí agarraron fue una enfermedad; una fiebre que a treinta grados de calor afuera se tenían que tapar porque temblaban”, (Citado por: Peeters K., 2004a: 12). 14 El antigitanismo de las leyes de inmigración Desde los primeros años de la República y durante un largo lapso, en la legislación expedida por las sucesivas élites en el poder referidas al control de la inmigración, taxativamente se expidieron normas que proscribían el ingreso de Rrom al país. Los Rrom, apegados a la libertad, conscientes del valor de su independencia, defensores a ultranza de su autonomía y, pese a provenir de Europa se encontraban muy distantes del tipo de pobladores que las autoridades querían atraer al país. En ese contexto se expidió la Ley 48 de 30 de octubre de 1920, “sobre inmigración y extranjería” en cuyo artículo 1 se relacionaban una serie de requisitos que los extranjeros deberían cumplir para permitírseles la entrada al país, entre los que se pueden referenciar “sus condiciones personales y raciales no puedan o no deban ser motivo de precauciones respecto del orden social […] y que vengan con el objeto de laborar la tierra, establecer nuevas industrias o mejorar las existentes, introducir y enseñar las ciencias y las artes, y en general, que sean elemento de civilización y progreso”, los que terminaban fácticamente excluyendo a los Rrom. En buena medida las leyes inmigratorias apuntaban a incentivar la llegada al país de personas y familias que tuvieran vocación agropecuaria, tal y como lo preveía la Ley 114 de 30 de diciembre de 1922 “sobre inmigración y colonias agrícolas”, la que, como es obvio, dejaban también por fuera a los Rrom. Si bien hasta la fecha se ponían talanqueras y filtros en las leyes inmigratorias para imposibilitar el ingreso de Rrom al país, fue sólo hasta 1936 cuando se expide la primera norma en la que de manera taxativa se prohíbe el ingreso a determinados extranjeros, en este caso a los Rrom. Se trata del Decreto 1194 de 28 de mayo de 1936, “por el cual se establecen requisitos para la entrada al país de extranjeros pertenecientes a determinadas nacionalidades”, en cuyo artículo 11 sin dejar lugar a ambigüedades se preceptúa que “los gitanos, sea cual fuere su nacionalidad, no podrán entrar al país […] La Dirección General de la Policía Nacional queda facultada para disponer la inmediata salida del país de los gitanos que infrinjan esta disposición”. Esta norma se constituye en el primer caso donde la prohibición de entrada al país se asocia directamente con la filiación étnica y en la que se califica al pueblo Rrom como un grupo étnico indeseable para el progreso del país, lo cual, de otro lado, evidencia un cambio sustantivo respecto de legislaciones anteriores, en las que a los Rrom se les permitía al menos su paso como extranjeros transeúntes y con un visado de no más de un mes de estadía. No obstante, las expresas y veladas prohibiciones para su ingreso al país, los Rrom como ya lo habían hecho en el pasado en su condición de “llovidos” y “pasajeros clandestinos”, apelaron a su inventiva para burlar los controles migratorios y establecerse en un país que nunca ha dejado de observarlos con cierta hostilidad mezcla de temor, fascinación y exotismo. En ese sentido la estrategia que pusieron en marcha fue la de mimetizarse entre la población local y procurar pasar desapercibidos, por lo que como sucedáneo de sus apellidos extranjeros, Bolochok, Mijhais, Yankovich, Ivanoff, Bobokón, Churón, Bimbay, Julupesti, Eskeyetsi, Chaiko, Charapano, etcétera, asumieron unos más castizos tales como Gómez, Mendoza, Cristo y Romero especialmente, y con algunas certificaciones conseguidas con creatividad dejaron de ser “gente sin oficio ni domicilio fijo” para fungir comoemprendedores empresarios o industriosos trabajadores rurales. En medio de una gran animadversión racista y xenófoba en su contra, en el interregno de las dos Guerras Mundiales, se asiste a un incremento de la inmigración de patrigrupos 15 familiares Rrom al país, que llegan siguiendo la senda de aquellos que ya habían atravesado el mar desde mediados del siglo XIX. Progresivamente la fascinación que despertaban se trastocó abruptamente en abierto racismo, tal y como se pone de presente en el siguiente artículo aparecido en 1919 en el periódico La Época de Cartagena de Indias: “Con la aparición de un grupo de seres asquerosos procedentes de las Indias inglesas […] Los gitanos son como un cáncer de la familia humana que cuando se cree extirpado vuelve a presentarse en otro punto de manera que la empresa de batirlos y desterrarlos no es más segura que la del cirujano que opera aquél. Porque los gitanos a pesar que se les hostilice y se les arroje, no desistirán de introducirse en el país que desean […] Es la de ellos una raza terrible que posee la virtud de las epidemias […] son como las hormigas, los conejos o la langosta. Sin oponer resistencia, soportando toda suerte de injurias, acabarían por apoderarse del país y no habrá fuerza humana capaz de expulsarlos […] No sirven leyes para los gitanos, se resisten al servicio militar, al pago de impuestos, a la vida sedentaria, a la higiene y al trabajo asiduo. Son una nación dentro de una nación oficial. Se aprovechan de las ventajas de los hombres y de la civilización, pero no contribuyen a las cargas que la civilización trae consigo. Este egoísmo los hace estériles, inútiles en la sociedad, malos ciudadanos, parásitos impenitentes. Nadie sabe de dónde vienen aquellas tribus nómadas. Son a modo de esos ríos subterráneos de fuente desconocida, que de pronto perforan la tierra con sus corrientes en los más inesperados sitios para perderse un poco más allá. Su secreto lo guardan escrupulosamente; hablan una lengua, el “caló” que nadie entiende sino ellos; sus industrias principales que ejercen las mujeres, son decir la buenaventura y vender o comprar cacharros de metal […] se alimentan con cualquier cosa; para ellos no hay residuos, todo lo utilizan, todo lo aprovechan; para ellos el cajón de basura es un almacén y de él sacan las provisiones con que surten el zurrón enciclopédico que constituye su equipaje. Los sentidos no solicitan de ellos las mismas satisfacciones que en los demás: de ahí su escaso, casi nulo valor económico […] El gitano no puede ser otra cosa que un ser peligroso, ladrón, mugriento, parásito social […] Y en este sentido quisiéramos que se tuviera por nuestras tierras y a esos mismos gitanos y otros de semejante jaez que suelen con frecuencia visitarnos, apareciendo por nuestros campos y ciudades y haciendo sentir no pocas veces sus depredaciones” (La Época, 1919: 4; citado por Vargas & Suaza, 2007: 43). En todo caso, este tipo de artículos peyorativos dirigidos contra los Rrom, no eran ni aislados ni nuevos y más bien contaban con un largo recorrido en el país, tal y como se deduce al leer la introducción de un libro publicado en 1912 en Cúcuta, Norte de Santander, el cual expresa acertadamente los imaginarios racistas con los que se los describía: “[…] Sea como fuere, lo cierto es que estas tribus no tienen parentesco conocido, ni vínculos de sangre, ni de historia, con ninguno de los pueblos de la tierra, antiguos ni modernos. Hablan una jerga llamada ―llamada germanía― especie de patois que sólo ellos y los apaches y ladrones de París, conocen y hablan. Carecen de cultura propia y no tienen patria, Dios, ni ley. Son un pueblo errante y ateo, que vive del fraude y del pillaje; y contrabandistas de profesi6n, por añadidura. 16 Sin altares ni sacrificios, sin leyes ni organización civil, sin gobierno propio ni disciplina social, sin moral ninguna, este pueblo permanece estacionario y bárbaro, sin cruzarse con los que visita y recorre y sin apercibirse siquiera de los progresos que hace la Humanidad en las ciencias, en las artes, en las letras y en cuanto constituye la civilización cristiana. Vive de la rapiña, como pueblo salvaje, diciendo la buenaventura a las gentes crédulas e ignorantes y engañándolas en sus tratos. Estas son sus únicas habilidades conocidas y con ellas especula, abusando de la candidez de las gentes, que los toleran, les creen y les compran sus bestias robadas y sus mercancías averiadas y mal habidas, a sabiendas de lo que son. Esta horda salvaje practica la explotación por sistema y el escamoteo como industria. Roba niños para pervertirlos y venderlos a las compañías de maromeros para esclavizarlos o exigir rescate de sus familias. Sirven los gitanos de dócil instrumento pasivo para la realización de todo propósito malsano y de toda empresa inmoral o criminosa, con tal de recibir un estipendio en pago de sus servicios. Se alquilan para la ejecución de toda obra mala, sin escrúpulos de ningún género, porque no tienen conciencia” (Estévez B., 1912: 3-4). Cabe resaltar que un importante número de patrigrupos familiares Rrom provenientes especialmente de Alemania, Rusia y Grecia, arribaron al país entre 1933 y 1945 escapando del Porrajmos o Samudaripen, nombres que designan el sistemático proceso de exterminio desplegado por el Tercer Reich alemán específicamente contra los Rrom. Rastros de la memoria de su itinerancia En el cruce de la década de los sesenta a la de los setenta, en un breve lapso de pocos años, ocurrió uno de los cambios más trascendentales para los Rrom del país: el paso de su vida en carpas y campamentos a su residencia permanente en casas de barrios ubicados en sectores populares de las grandes ciudades, lo cual tuvo como antecedente que los campamentos se tornaron cada vez más estables y permanentes en un mismo lugar. Cuando se les pregunta a los Rrom por los motivos de este cambio por lo general esgrimen la inseguridad que progresivamente se fue apoderando de los centros urbanos y las cada vez mayores dificultades para encontrar predios y lotes adecuados en donde levantar sus campamentos, a lo que habría que agregar también los cambios que estaban teniendo lugar en sus oficios y actividades económicas que empezaban a realizarse en contextos urbanos. Lo ocurrido en el barrio Santa María de Itagüí, Antioquia, es ejemplificante de la manera como se dio este proceso, ciertamente no exento de conflictos y tensiones, con el que varios patrigrupos familiares le dijeron adiós a su en carpas y toldos: “Y en una dura prueba se vieron no mucho tiempo después de su llegada a Santa María […] Les gustó el sitio y plantaron allí su campamento. Se presumía que estaban de tránsito, pero no. Se fueron quedando y pronto aparecieron las contradicciones con el vecindario. El motivo principal fue sanitario. Era un baldío sin habilitaciones de acueducto, alcantarillado ni energía eléctrica, y eran más de veinte familias […] Su presencia se asimiló a la de una plaga bíblica y los vecinos demandaron su desalojo ante las autoridades sanitarias del municipio de Itagüí, encimándoles la fama de cochinos […] Finalmente transaron en la disputa. Con ayuda del municipio instalaron tubería hasta el predio y acondicionaron extensiones de energía. Y así siguieron viviendo 17 durante algunos años. En relativa paz con los vecinos, resguardados bajo el lema de no meterse con los gadye sino apenas lo necesario: para asuntos de negocios en el caso de los hombres y para decir la buenaventura en el de las mujeres. Hasta que llegó lo inevitable. Llegó el ensanche. Itagüí se expandía. O construían casas o se iban, no quedaba otra alternativa. Ellos construyeron casas, de ladrillo y de cemento como todas, pero a su gitana manera. Salones amplios, sin más paredes que livianas cortinas que se quitaban y se ponían, donde con una mirada se dominaba toda la vida doméstica y sus moradores sepodían ver desde cualquier sitio de la casa. Es decir, carpas, pero de cemento (Aricapa, 1991: 5B). Si bien los Rrom han estado ausentes de los relatos de la historiografía del país, contrariamente, en la memoria de la gente del común, como ya se ha visto, hay abundantes testimonios que dan cuenta, en distintos períodos históricos, de pasajes importantes de su vida cotidiana y de las actividades que desarrollaban y de su ingreso a los pueblos siempre rompiendo el tedio rutinario existente. Así las cosas, unas veces se los recuerda recorriendo las regiones paneleras de Santander, a donde arribaban los expertos en el arte de la járkuma, la forja del cobre, para elaborar pailas, ollas y otros utensilios de este metal; otras veces se los rememora proyectando películas mexicanas en los lugares más insospechados del Caribe; otras más se los ubica en el altiplano cundiboyacense mostrando sus destrezas como magos, saltimbanquis y amaestradores de osos y monos en variados espectáculos circenses; en otras ocasiones se los refiere en el Valle del Cauca instalando pequeñas “ciudades de hierro” con distintas atracciones mecánicas; y también se los evoca en Antioquia, desplegando sus habilidades en el chalaneo y en la compra y venta de caballos, otros equinos y sus respectivas monturas y aperos, oficio en el que “tan pronto entraban a la plaza, como por arte de magia, aquellos desvencijados jamelgos se transformaban en briosos corceles, en caballos de paso […] Había algo inexplicable en estos menesteres de las caballerías gitanas. Y era que estos hombres tenían una manera peculiar de manejar sus propias cabalgaduras. En el pueblo decían que sus corceles habían sido “preparados” con malicia, por medio de trucos y artimañas, para que se mostraran briosos y pujantes. Pero dígase lo que se quiera, estos vilipendiados trotamundos montados en sus bestias […] eran, en todo caso, jinetes diferentes a los habituales “amansadores” y “cambiadores” de bestias de la aldea, a quienes todo el mundo conocía sus habilidades reiteradas” (Santa E., 1998: 49). De otro lado, en Sabaneta, Antioquia, aún quedan personas que recuerdan que, a principios de la década de los años sesenta del pasado siglo, en la iglesia de Santa Ana, luego de haberse firmado un “contrato a perpetuidad” con la kumpania que circulaba por la región, se construyeron cinco grandes tumbas en las que, en medio de un gran hermetismo que alimentó la imaginación popular, en el transcurso de varios años fueron enterrados cinco importantes Sere Rromengue, “con todas sus pertenencias, más las ofrendas de cada uno de los integrantes de su comunidad”. Estas tumbas que estarían en alto riesgo por las modificaciones que se le han incorporado a la iglesia, serían parte del patrimonio cultural e histórico del Valle de Aburrá, siendo una evidencia material de las tradiciones funerarias de los Rrom, antes de que se convirtieran al pentecostalismo. En el testimonio del que se viene haciendo referencia, hay la siguiente información sobre el particular: 18 “el valor que pagaron por cada una era el valor equivalente de una casa en el marco de la plaza de Envigado […] que fue pagado con libras esterlinas, por uno de los hijos que pidió que no contaran como sería enterrado, para que no fueran ladrones a profanar sus tumbas y dieron una ayuda a la iglesia para reconstruir un techo para que les dejaran enterrarlos como era su cultura, sin tener la mirada de personas de la calle y fueran realizados con bailes y mucho llanto entre muy pocas personas, entre ellas el padre Ramón Arcila y su secretaria […] Cuando yo estaba pequeño me gustaba ir a ver las tumbas como pequeñas casitas muy bien hechas con una decoración gitano/española” (Escobar B., 2012: Comunicación personal). El escenificado durante la Segunda Guerra Mundial no es, en todo caso, el último flujo migratorio de Rrom al país. Más recientemente, hacia 2016, con la firma del Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, por parte del Gobierno nacional y la insurgencia de las FARC-EP, y el clima de postacuerdo que se configuró para entonces, llegaron al país, constituyendo nuevas kumpeniyi, algunos patrigrupos familiares provenientes de Ecuador y de Venezuela, los cuales, ante el progresivo deterioro de la seguridad que se sobrevino después optaron por salir del país con destino a México, Argentina, Brasil y Estados Unidos, situación que da perfecta cuenta de la enorme vitalidad que siguen teniendo los flujos migratorios Rrom a través de las fronteras internacionales, que no han cesado de sucederse. Visibilización y reconocimiento de sus derechos Un antecedente importante y poco conocido del proceso de visibilización del pueblo Rrom en el país se dio en el contexto de la Campaña de Autodescubrimiento de Nuestra América, iniciativa impulsada entre 1988 y 1992 por la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) y otras organizaciones sociales, con el ánimo de interpelar, desde perspectivas decoloniales y críticas, las celebraciones oficiales que para entonces se organizaron a propósito del Quinto Centenario de lo que eufemísticamente se denominó como “Descubrimiento de América” o “Encuentro de Dos Mundos”. En este contexto, se hicieron algunas aproximaciones a los Rrom de la kumpania de Bogotá, con la intención de vincular su mirada sobre este hecho histórico y dar a conocer aspectos de su cultura y problemáticas más acuciantes, lo que se tradujo en la publicación de algunos artículos en el periódico “Unidad Indígena” y en la revista “Autodescubrimiento: Caminos de Identidad”, en dónde se reflexionaba acerca la visibilidad e invisibilidad de los Rrom: “De todas maneras sería importante que el pueblo gitano empiece a manifestar activa y decididamente su presencia, porque si bien es cierto que ese estado de invisibilización total al cual ha estado sometido, le ha servido como mecanismo de defensa ante los intentos asimilacionistas e integracionistas del Estado, tiene que saber que cuentan con otros grupos étnicos y sectores populares que lo apoyan y que vive similares situaciones” (Condemaita, T.: 1990: 4). En todo caso el saldo más importante de esta aproximación que se logró establecer, estuvo relacionada con las reflexiones y debates que sobre los Rrom se generaron en el seno del equipo del delegatario indígena de la ONIC a la Asamblea Nacional Constituyente, de cara a viabilizar alternativas para su inclusión en la Constitución Política que se estaba confeccionando en 1991. Sobre el particular un testigo de los hechos escribió: 19 “[…] En razón a que el indígena Emberá Francisco Rojas Birry de la ONIC, quería llevar la vocería de todos los grupos étnicos que habitan en Colombia para dar a conocer sus problemas y luchas, se hizo un acercamiento con los gitanos. La idea era que el pueblo gitano conquistara en la Constitución algunos derechos esenciales para su sobrevivencia. Desafortunadamente no se pudo pasar de algunos encuentros, y no se pudo concretar nada, debido a que los gitanos se marginaron y no volvieron a aparecer, y a que algunos asesores de los indígenas, asimilaban a los gitanos, con los nacionales de otros Estados […] y argumentaban que, si a los gitanos se les garantizaba algún derecho, lo mismo iban a exigir los extranjeros residentes en el país. Se dio una polémica interesante, que dejó entrever que los gitanos seguían siendo considerados como extranjeros, a pesar de que muchas generaciones de ellos han nacido en territorio colombiano […] Lo significativo del pueblo gitano, es que ha venido construyendo una opción civilizatoria, sin necesidad de Estado. Los gitanos al igual que muchos pueblos indígenas no tienen proyectos estatales”, (Gamboa M., 1993: 236). Teniendo como telón de fondo el multiculturalismo derivado de la Constitución de 1991, la atávica invisibilización que venían desplegando los Rrom comoestrategia de resistencia étnica, acusa un gran agotamiento y consiguientemente comienza a transformarse, hasta que la celebración en la kumpania de Girón, Santander, en agosto de 1998, del evento denominado Primer Seminario-Taller: “Pasado, Presente y Futuro del Pueblo Rrom de Colombia”, funge como catalizador y propicia un privilegiado escenario de encuentro y discusión de varios Sere Rromengue de las kumpeniyi más importantes del país, que cimienta las bases que definen las líneas generales de un naciente e inédito proyecto de movilización étnica, cuya expresión más temprana y significativa ha sido el Proceso Organizativo del Pueblo Rrom (Gitano) de Colombia (PRORROM), organización social que a través de sus gestiones de cabildeo y de incidencia ha sido artífice de que hoy en día el pueblo Rrom sea reconocido como un grupo étnico colombiano (Paternina E., 2014: 728 y ss.). Este proyecto de movilización étnica, que bien pronto se convirtió en referente para los Rrom de otros países del continente, se consolidó más allá de las fronteras nacionales, a partir del papel destacado que PRORROM desempeñó en la convocatoria y desarrollo del “Cónclave Continental del Pueblo Rrom de las Américas: El Pueblo Rrom (Gitano), el Otro Hijo de la Pachamama”, celebrado en Quito, Ecuador, entre el 12 y el 16 de marzo de 2001, al que asistieron once organizaciones Rrom de Estados Unidos, Canadá, Brasil, Argentina, Chile, Ecuador y Colombia y en el que de manera consciente y deliberada se asumió como propio, con toda la carga simbólica que comporta, un vocablo de larga tradición de los indígenas de los Andes centrales, Pachamama (Madre Tierra), para significar metafóricamente que los Rrom eran también hijos de la historia del continente. En el marco de este histórico evento se alcanzó un amplio consenso entre otros, en los siguientes asuntos: (i) crear una instancia de coordinación internacional a la que se denominó Saveto Katar le Organizatsi ay Kumpeniyi Rromane anda´l Americhi – Consejo de Organizaciones y Kumpeniyi Rrom de las Américas (SKOKRA, por sus siglas en rromanés), (ii) reclamar y reivindicar al pueblo Rrom como un grupo étnico americano, entre otras razones por su preexistencia al establecimiento de los actuales Estados; (iii) apelar al Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo: “Sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes (OIT-169) para avanzar en el proceso de visibilización y (iv) procurar en cada país y en los organismos interamericanos el reconocimiento de los derechos colectivos del pueblo Rrom (Gamboa M., Gómez B., et al.: 2005: 113 y ss.). 20 Uno de los hechos importantes que ha desvelado este proyecto de visibilización étnica de los Rrom es, precisamente, que han sido los grandes ausentes e ignorados en la historiografía colombiana, razón por la cuál en los distintos relatos que sobre la historia del país se han construido, no aparecen por ninguna parte, como si nunca hubiesen existido, lo cual implica el desafío ético de comenzar a revertir esta situación y ubicarle su lugar en la historia de Colombia. 8 de septiembre de 2020 Referencias bibliográficas - OMAR AOUINI (2017). 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