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1 ACTUALITZACIÓ DE CONTINGUTS CURRICULARS PER AL PROFESSORAT DE FILOSOFIA Curs 2002-2003 Professor: Agustín González Gallego. Departament d'Història de la Filosofia, Estètica i Filosofia de la Cultura. Universitat de Barcelona LEYENDO A FREUD 1.-Origen: vida e irracionalidad El romanticismo abrió nuevos espacios a la experiencia estética por los que inmediatamente comenzaron a caminar, la pintura, la escultura, la poesía, la música, la arquitectura y la filosofía. Eran espacios no canónicos, no sometidos a la ley del equilibrio apolíneo, el mundo de las fuerzas no controladas, de las tinieblas habitadas, de las tensiones ciegas y originales, de lo irracional. Por la repercusión que en el psicoanálisis va tener, especial atención merecen las ideas sobre el origen de Schopenhauer y Nietzsche. Para Schopenhauer, el mundo de la representación, de los fenómenos, está gobernado por la racionalidad y completamente determinado. Pero no es el único mundo, no agota la totalidad; es, repitámoslo, el mundo de la representación pensado desde la perspectiva kantiana de fenómeno y noúmeno. El mundo de la voluntad es el fundamento del mundo de la representación.El mundo de la representación es mundo tal como lo percibimos: es inconsistente, frágil y de aparente multiplicidad. Cuando nos preguntamos por la realidad que es el origen de esa aparente multiplicidad, por la realidad de ese mundo aparente, fenoménico, es cuando nos encontramos con el mundo como voluntad, con el impulso volitivo ciego e irracional, que es lo fundamental y, por consiguiente, inexplicable, fundado 2 en sí mismo. La música como manifestación más perfecta de la Voluntad; Voluntad que está presente en todas las manifestaciones de la vida. Lo intempestivo ocupa el lugar central en la obra nietzscheana. Devuelve al cuerpo su condición de ser el centro de gravedad del hombre. Corporalidad que, además de la razón y el espíritu, está constituida por las pasiones, instintos, afectos y sensaciones. El valor supremo es la vida. Esa vida que los valores de la cultura occidental han negado, han olvidado, desvalorizando el cuerpo. Cuando todos esos valores no son más que una jerarquía encubierta de los instintos que dominan la vida: de los plenos de vida o de los de vida débil; de lo dionisiaco y de lo apolíneo. Lo dionisiaco es lo místico, lo irracional, la pérdida de conciencia; lo apolíneo es lo equilibrado, la individuación, la medida. Uno y otro se necesitan. Sin la fuerza de la magia dionisíaca nada podría hacer la racionalidad apolínea, sin la vida irracional, sin la tensión instintiva originaria, no serían posibles las grandes creaciones artísticas, ni siquiera sería posible el mismo hombre como ser creador, con capacidad de fijar. El Olimpo hunde sus raíces en el Tártaro. La voluntad de poder es la voluntad de crear, de querer, la que debe alimentar al hombre y que se manifiesta en toda la naturaleza. El hombre no es más que una cristalización contingente de esa voluntad. La conexión del psicoanálisis con las filosofías de Schopenhauer y Nietzsche es innegable. El psicoanálisis intenta descubrir los factores determinantes de la realidad humana. Es una hermenéutica de los actos y de las acciones de la realidad humana que pretende descifrar la relación que existe entre la vida racional y la realidad inconsciente. Son las filosofías de Schopenhauer y de Nietzsche las que proporcionan a Freud el sentido del origen. 2.-Sigismund Freud 3 En 1856 nace Sigismund Freud en Pribor (Moravia). Sus padres, Jakob y Amalia, de 41 y 21 años respectivamente, eran judíos y se dedicaban al negocio de las lanas. Para su padre éste era su segundo matrimonio y ya tenía dos hijos de 24 y 20 años respectivamente. En 1860 se trasladan a Viena, algo que será fundamental para la formación de Freud. Cursa medicina, como carrera de futuro, ya que no sentía ninguna atracción por la práctica médica y le interesaba sobre todo la filosofía. Sigue cursos de filosofía. Le atrae la investigación biológica e ingresa como ayudante de fisiología de E. Brücke. En 1878 se cambia el nombre de Sigismund por el Sigmund y comienza trabajar con Breuer en el estudio de la histeria. En 1885, ya Privatdozent, obtiene una beca para trabajar con Charcot cuyos métodos de trabajo, hipnotismo y sugestión, le causan una profunda impresión. Con treinta años abre su consultorio en Viena y poco después publica, en colaboración con Breuer, Estudios sobre la histeria 3.- Leyendo a Freud. a) De la psiquiatría y la neurología al psicoanálisis: 1900 “La interpretación de los sueños” El psicoanálisis se configura desde el comienzo como una teoría científica, con su propia metodología, para acceder al fondo irracional, oscuro, que gobierna la psique humana. La preocupación de Freud va más allá de la simple visión médica: intenta, no sólo curar, sino investigar las raíces últimas de lo que es propio del ser humano. En un primer momento quiere resolver los problemas psíquicos a partir de la neurofisiología (positivismo de moda), pero, a través de sus pacientes neuróticos, llegó a comprender la importancia de lo que le relataban; les concedió la palabra; que hablaran con entera libertad. Y así comenzó la libre asociación como método. El inconsciente se 4 manifiesta constantemente en el mundo consciente, resquebraja la censura y se manifiesta en la vida cotidiana por medio de los lapsus, de los actos fallidos, de los chistes y, sobre todo, de los sueños. Lo que muestra toda esta información es una tensión interna entre los deseos originarios y su satisfacción o insatisfacción; que la conciencia es sólo una parte de la vida psíquica, la que se manifiesta. El lenguaje onírico, a primera vista incoherente, anodino, raro y sin sentido, resultó ser una de las vías de acceso a la psique profunda. El psicoanálisis no pretende explicar los sueños, sino interpretarlos, rellenar las aparentes lagunas que muestran con la realidad consciente, darles sentido. Los pensamientos latentes son representaciones de los deseos inconfensables del sujeto, de aquello que la censura mantiene, intenta mantener, en el olvido. Lo que la represión aleja de la conciencia. A partir del contenido manifiesto del sueño, lo que el sujeto cuenta que ha soñado, el psicoanalista intentará llegar a esas ideas latentes, recuperar la versión original que censura y represión han deformado por medio del lenguaje onírico. Los sueños, como cualquier proceso inconsciente, se rigen por tres leyes: condensación, desplazamiento, censura. Estas tres leyes muestran los rasgos infantilistas y primitivos de sus contenidos, en comparación con el comportamiento de la vida consciente. Por medio de ellas Freud encontró la “vía regia” de acceso al inconsciente, la lógica y los mecanismos de la función de los sueños, del principio de placer que los regula. Pulsión, represión, sueño, inconsciente, entre otros, fueron conceptos que Freud fraguó en esta etapa y que le abrieron el camino al psicoanálisis antropológico. b) Del psicoanálisis terapéutico al psicoanálisis como interpretación de la psique humana: 1905 “Tres ensayos sobre la teoría sexual” Varias enfermas le describían, como trauma patógeno, una escena de seducción sexual por parte de una persona adulta. No tenía explicación que tal perversión fuera tan abundante. Por otro 5 lado, no había manera de contrastar la verosimilitud de lo soñado. Analizando las historias clínicas y su propio psicoanálisis, descubrió que en la etapa infantil se producen unas constelaciones afectivas sexuales ambivalentes (traumas), deseos de seducir a los progenitores, que muestran que la sexualidad como pulsión es anterior a la etapa genital. Esta constelación infantil es la que Freud denominó complejo de Edipo. El dilema que le planteaban los relatos de sus pacientes ya podía explicarse: el perversono era el progenitor, era el niño quien proyectaba su sexualidad en la madre o en el padre. El descubrimiento: la sexualidad no es una función orgánica de una etapa concreta del desarrollo, es una fuerza o energía que el sujeto siente como tendencia que le impulsa a su satisfacción, la libido. Es una de las pulsiones originarias que mueven y orientan la conducta humana, Eros; la otra será Thanatos o pulsión de destrucción. La libido es polimórfica, los actos y los objetos por los que y con los que se satisface, ni son siempre los mismos, ni tienen porque ser directos. En la etapa infantil tiene tres fases o estadios (oral, anal, fálica) y a partir de ese momento comienza la dinámica de represión y sublimación que van a convertir a la libido en la clave de la psique humana. En resumen, sexualidad infantil y complejo de Edipo añadidos a la tematización del inconsciente quedan englobados en una idea más general: la psique humana se dinamiza en función del deseo; este deseo es la libido o energía sexual, regula todo el sistema y funciona a través de las pulsiones; la satisfacción del deseo, descarga energética, pondrá fin a la pulsión. A partir de esta concepción energética y materialista, Freud elabora su teoría de la psique humana, o segunda tópica. La primera tópica – inconsciente, preconsciente, consciente- la construyó desde fundamentos biológicos; está segunda es producto de su experiencia psicoanalítica, de la psicología. La primera supuso el descubrimiento del inconsciente y la demolición de la psicología de tradición cartesiana que identificaba el consciente con la totalidad de lo psíquico. Con la segunda, Freud nos ofrece una novedosa teoría de la personalidad: hasta ese momento, el 6 concepto yo designaba al individuo, al sujeto, aislado y contrapuesto a la otra realidad, al mundo de los objetos; ahora el yo es una parte de toda la personalidad, central, eso sí, pero que se alimenta y se relaciona con la naturaleza y con la sociedad En 1920 publica Más allá del placer y tres años más tarde El Yo y el Ello, que representan la inflexión antropológica de la doctrina freudiana, el paso del psicoanálisis como método terapéutico al psicoanálisis como método antropológico. En la primera es donde propone el principio de muerte, Thanatos, como pulsión originaria junto con el ya afirmado Eros. En la segunda es donde nos ofrece las tres instancias que configuran la personalidad humana: el Ello, el Yo y el Super-Yo. El Ello, “id”, término que proviene de Nietzsche, es donde están las energías vitales e impersonales, donde se agitan las pulsiones, el mar del inconsciente, el fondo oscuro de nuestra personalidad, “la caldera donde hierve la excitación” y donde el yo hunde sus raíces. Su tendencia sólo se guía por el principio de placer, es decir, la necesidad de descargar sus pulsiones movida por Eros y Thanatos estrechamente entrelazados y sin ninguna organización. El Yo, “ego”, es la instancia consciente de la personalidad. En palabras de Freud: “Es una parte del ello modificada por el mundo exterior”. Orienta las pulsiones y dirige el comportamiento según su regla fundamental el principio de realidad. Si el ello es el generador de las energías, el yo es el organizador de todos los procesos psíquicos, el vigilante que sopesa las ocasiones satisfactorias y las amenazas de peligro; el encargado de adaptar las exigencias contradictorias y pulsionales del ello a la realidad exterior. Es la instancia donde se dan las funciones del pensamiento y sus operaciones. El Super-Yo, “super-ego”, es la tercera instancia de la personalidad. Tiene la función de juez o crítica del yo, y es donde se interiorizan los hábitos morales y valores de las diferentes sociedades. Tiene por objeto el asegurar la cohesión moral del grupo y el de trasmitirla, determinar lo que está bien y lo que está mal; la problemática moral, en definitiva. 7 c) De la interpretación psicoanalítica del hombre, a la interpretación psicoanalítica de la cultura. De la antropología, a la filosofía: 1930. “El malestar en la cultura”. La interpretación que de la cultura hace Freud respeta al máximo las aportaciones de la ciencia, así como presenta una reserva y una sospecha ante las representaciones culturales, por constituir éstas fantasías que tratan de sustituir las deficiencias de la vida real. Su interpretación de la cultura tiene dos ejes: el antagonismo individuo-sociedad y el de naturaleza-cultura, y una idea final: la función represiva de la cultura, su mediación entre el principio de placer y el principio de realidad, entre lo que verdaderamente se quiere y lo que pragmáticamente debe hacerse. En 1930, cuando ya tenía 74 años, Freud publicó El malestar en la cultura, donde resume lo más importante de su obra. No entiende cultura como ilustración o formación intelectual, sino como el conjunto de normas restrictivas de los impulsos originarios; como un proceso sublimizador para desplazar a las pulsiones libidinales. Ser feliz es la máxima aspiración del hombre y ello implica huir del sufrimiento y del dolor - "experimentar sensaciones placenteras"-. Las posibilidades de lo primero son tan amplias y las trabas para alcanzar lo segundo tan numerosas, que necesariamente tiene que imponerse el principio de la realidad por medio de los diferentes procesos de sublimación. La cultura es la que lleva a cabo esa regulación de la vida en el común de la sociedad y “reposa sobre la renuncia a las satisfacciones del instinto”. “El término 'cultura' designa la suma de las producciones e instituciones que distancian nuestra vida de la de nuestros antecesores animales y que sirven a dos fines: proteger al hombre contra la Naturaleza y regular las relaciones de los hombres entre sí". El instinto agresivo del individuo le impide la convivencia gratificante de forma natural y, en la medida en que tiene más poder y más libertad, más necesidad tiene de normas, sanciones e ideologías; de restricciones, en definitiva, a sus aspiraciones de felicidad 8 individual. La cultura es la que proporciona esa protección contra la agresividad, introyectando en los individuos determinados principios por medio del proceso educativo y la formación del súper-yo. Pero el precio que se paga es muy alto: las restricciones que impone cualquier civilización no son compatibles con la felicidad. A más restricciones más sentimiento de culpabilidad y menos posibilidades de se feliz. Y Freud concluye diciendo: A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si -y hasta qué punto- el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas del instinto de agresión y de autodestrucción [...]. Sólo nos queda esperar que la otra de ambas "potencias celestes", el eterno Eros, despliegue sus fuerzas para vencer en la lucha con su no menos adversario. Mas ¿quién podría augurar el desenlace final? Pocos años más tarde, E. Marcuse tratará de responder a esta pregunta en su trabajo Eros y civilización. Agustín González Gallego I.C.E. de la U.B Catedrático de Filosofía de la U.B. Febrero,2003 Barcelona, 22/02/03 1.-Origen: vida e irracionalidad
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