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No me hace caso Qué hago Herramientas para la crianza

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Óscar Misle • Fernando Pereira
HERRAMIENTAS PARA LA CRIANZA
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© Óscar Misle • Fernando Pereira. 2016
Ediciones anteriores:
@Cecodap, 2010, 2012, 2013 y 2014.
© Editorial Planeta Venezolana, 2016
Av. Libertador con Calle Alameda, Torre Exa,
piso 3, ofic. 301. El Rosal - Caracas
Depósito legal: If52220156003321
ISBN: 978-980-271-574-9
Octubre 2016
Diseño de cubierta e interiores: Ernesto Cova
Impreso por Editorial Arte, S.A.
Impreso en Venezuela - Printed in Venezuela
Este libro no podrá ser reproducido
ni total ni parcialmente sin el permiso del editor.
Todos los derechos reservados.
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https://twitter.com/cecodap?lang=en
ÍNDICE
DEDICATORIA
PRÓLOGO
NO ME HACE CASO: ¿QUÉ HAGO?
¿Repetimos la receta?
¿Herramientas o recetas?
PREGUNTAS QUE ESPERAN RESPUESTA
¿Qué significa ser un buen padre o madre?
¿Pedir perdón nos quita autoridad?
¿Mientras más le doy, más me quiere?
¿Si le demostramos mucho afecto se echa a perder?
Los abuelos, ¿unos consentidores?
¿Mientras más hijos, mejor y mayor experiencia?
¿Honrar al padre y a la madre por sobre todas las cosas?
¿Ser amigos de nuestro hijo?
¿No está grande para tanto afecto?
¿Con el varón la cosa es distinta?
¿Por qué unos sí y otros no?
¿QUÉ PUEDO ESPERAR EN CADA MOMENTO DEL DESARROLLO?
Desde el vientre siente, percibe, reclama
Entre 6 meses y el año
Entre 1 y 2 años
Entre 4 y 6 años
Entre 6 y 12 años
A partir de los 12 años
EDUCAR SIN AGREDIR ¿ES POSIBLE?
¿Cómo hacerlo diferente?
¿Si no le pego, qué hago?
Disciplina positiva
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¿Por qué es necesaria la calidez?
¿Por qué son importantes los límites?
Propuestas para educar sin agredir
Los conflictos como oportunidades
FORMAR HÁBITOS. SE DICE FÁCIL
No avisa, se hace pupú
Se orina en las noches
No quiere comer
No quiere ir a dormir
Solo quiere la TV, internet y videojuegos
Todo lo desordena
Quiere una mascota
No sabe a quién hacerle caso
Prefiere al papá y lo defiende
SUS EMOCIONES ¿Y LAS MÍAS?
Siente mucho miedo
Llora y no sé qué hacer
Es muy celoso
Se pega al hablar, tartamudea
Se siente solo
Los duelos sí duelen
Se comporta muy extraño
CUANDO SE PONEN INTENSOS
Rompió, quebró o dañó algo
Pelea con sus hermanos
Le dan pataletas
Se puso rebelde, contestón
Acoso escolar: víctimas o victimarios
Todos deben participar: el ejemplo Finlandés
Es violento verbal y físicamente
COSAS QUE ME PREOCUPAN
Dice mentiras
Toma como propio lo ajeno
No quiere ir a la escuela
Bajó las notas
Su apariencia personal
Atrapado por las pantallas
Cuando hay adicciones
Daña instalaciones o servicios públicos
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Perdió la fe, no cree en nada
EDUCACIÓN SEXUAL ¿CÓMO, CUÁNDO Y DÓNDE?
Pregunta y se interesa por sexo
El inicio sexual ¿Cuándo?
Me preocupa su comportamiento sexual
Es víctima de abuso sexual
¿QUÉ PODEMOS HACER SI LO PUESTO EN PRÁCTICA NO FUNCIONA?
BIBLIOGRAFÍA
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A
DEDICATORIA
ugusto Pereira, padre de Fernando Pereira, quien nos enseñó que las cosas
sustanciales de la vida no se aprenden en el liceo, la universidad, ni en los libros…
Se aprenden en la familia. Nos mostró, con el ejemplo, la importancia de ser honesto, de
no tomar las cosas que no son nuestras, a no hacerle daño a otros, a cumplir la palabra
empeñada, a ser puntual por respeto a los demás, a disfrutar el trabajo. En otras
palabras, a ser responsables para darle vida a la ciudadanía.
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PRÓLOGO
¡Felicitaciones! Tienes en tus manos un útil y práctico libro sobre el AMOR. Sobre el
más profundo, más absoluto, incondicional y hermoso que ocupa nuestro corazón: ¡El
amor hacia nuestros hijos!
Todavía hoy, mucha más gente de la que nos imaginamos responde con una sola
palabra al título de este libro No me hace caso: ¿qué hago?: “Pegarle”
En mi práctica como periodista, cada vez que abordo este tema en los medios de
comunicación –acompañada, precisamente, por los autores de este libro– surgen voces
convencidas de la necesidad de incorporar la violencia en la crianza para hacer de
nuestros hijos “adultos de bien”. En mi práctica como madre de dos hijas, cuántas veces
no he tenido que imponerme –incluso ante mis seres más queridos– por comentarios
como “a esas niñas lo que les hace falta es una buena nalgada”. Sí. Para muchos una
nalgada es buena, pegar es bueno, la violencia es buena.
¿Cómo sorprendernos si los movimientos de defensa de los animales surgieron en
Inglaterra en el siglo XIX y los de protección de la infancia después? Repito: los niños
fueron los últimos que se subieron al carro de los derechos, la ética y la piedad de los
adultos.
Casi 200 años después, se practica una doble moral: la violencia contra los niños ha
desaparecido, aparentemente, de la sociedad y las escuelas porque si alguien toca a un
hijo los padres lo reclamamos hasta las últimas instancias, pero se ha instalado
cómodamente en el interior de nuestros hogares.
Ojalá a esos hogares donde manda la violencia pueda llegar este libro que se vale de
un lenguaje sencillo y directo para realizar propuestas inspiradas y basadas en la
disciplina positiva con el fin de formar niños sanos, física y emocionalmente,
responsables y felices. También deseo que este libro llegue a los hogares de tantos padres
y educadores que queremos hacerlo distinto, pero nos faltan herramientas oportunas para
ayudar y, lo más importante, poder comprender a nuestros hijos o alumnos en cada una
de las etapas de su crecimiento.
¿Quiénes nos hacen estas propuestas? ¿Quiénes nos ofrecen una mano en la misión
más difícil y complicada que recibimos al ser padres? Dos hombres que han entregado
sus vidas a la educación y a ir más allá de la cátedra en búsqueda del niño y el
adolescente incomprendido o maltratado por un adulto que no tiene tiempo ni interés de
ponerse en su lugar o que, sencillamente, tuvo una infancia difícil y actúa en
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consecuencia.
Óscar Misle Terrero y Fernando Pereira Verano son educadores, orientadores,
investigadores y especialistas en Derechos Humanos, que hace más de 30 años fundaron
Cecodap, una organización venezolana para la prevención de la violencia familiar y
escolar.
No me hace caso: ¿qué hago? nos ubica en los diferentes momentos del desarrollo
evolutivo del niño y adolescente para que podamos conocer y comprender sus
necesidades, mejorar nuestra comunicación y estimular nuestras habilidades como padres
y docentes a la hora de resolver problemas y promover el auto control emocional.
Amigo lector, todo lo que no se cuestiona, permanece. Un miedo irracional puede
representar la diferencia entre avanzar en la vida o estancarse. Cuando de verdad
deseamos hacer algo por nuestros hijos, lo primero (y a veces más difícil) que debemos
hacer es comenzar por nosotros mismos.
¡Vamos a atrevernos a hacerlo distinto!
Disfruten el libro tanto como yo. Y espero que se convierta en una herramienta
fundamental de crianza entre nuestras familias.
Anna Vaccarella.
@avaccarella
Nueva York, febrero 2016
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NO ME HACE CASO:
¿QUÉ HAGO?
Puedes comenzar respondiendo estas preguntas:
¿Qué tipo de adulto quieres que sean tus hijos?
¿Qué estás haciendo para lograrlo?
Cuando el niño nace, o llega a nuestra casa, no trae consigo un manual de instrucciones
que detalle, paso a paso, lo que debemos hacer para que esa “nueva adquisición”
funcione de manera adecuada, tal como ocurre con un electrodoméstico.
“No me hace caso: ¿qué hago?” es la exclamación que con mayor frecuencia
escuchamos a las familias o la persona responsable de la crianza de los niños y
adolescentes. Existen una serie de preocupaciones, dudas e interrogantes sobre cómo
lograr una crianza efectiva y afectiva sin tener que utilizar la violencia.
En esta ocasión ponemos en sus manos una nueva versión que profundiza e
incorpora estrategias no solo enfocadas en el caso de los niños sino también de los
adolescentes.
Con un lenguaje sencillo y directo realizamos propuestas inspiradas y basadas en la
disciplina positiva con el fin de formar hijos sanos física y emocionalmente, responsables
y felices.
Con este enfoque lograremos las habilidades necesarias para aprender, internalizando
valores que haganposible resolver los conflictos constructivamente.
La disciplina positiva nos lleva a mirar más allá del comportamiento de nuestros hijos
para descubrir los pensamientos y sentimientos que están detrás de sus reacciones.
Encontraremos información que posibilita el conocimiento sobre el desarrollo
evolutivo del niño y el adolescente, comprender sus necesidades y perspectivas, mejorar
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la comunicación con nuestros hijos, estimular nuestras habilidades como padres para
resolver problemas, promover el autocontrol emocional de padres e hijos.
Partiremos de las situaciones cotidianas: ¿qué está pasando?, ¿por qué está pasando?,
¿qué puedo hacer? y ¿qué hago si no funciona?
La crianza es una tarea compleja y retadora que exige explorar alternativas que se
nutran con las lecciones aprendidas en diferentes contextos. En Cecodap
(www.cecodap.org.ve), organización de la que somos fundadores y con más de 30 años
de trabajo ininterrumpido con familias, centros educativos y comunidades, son muchas
las experiencias que nos han permitido aprender significativamente de otros profesionales
e instituciones nacionales y regionales. A veces solemos tener más claro lo que no
debemos hacer, pero cuando se trata de buscar respuestas decidimos sumar nuestras
prácticas y conocimientos a las experiencias y lecciones aprendidas por otros. En estas
alianzas son muchos los caminos que se abren. Conocer y participar en sus
investigaciones, leerlos, intercambiar en diversos contextos nacionales e internacionales
nos permitió encontrar luces para la elaboración del siguiente texto.
Valoramos la alianza con la Oficina Regional para América Latina y el Caribe de Save
the Children Suecia y sus socias, por su apoyo dinamizador y de enlace con las
campañas para la prevención del castigo y los programas para la promoción de la
disciplina positiva.
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http://www.cecodap.org.ve
M
¿Repetimos la receta?
ariela estaba preparando un asado negro, plato tradicional en nuestra cultura
venezolana. Jorge, su esposo, la miraba con mucha atención.
Mariela tomó el trozo de carne, lo aderezó con los condimentos usuales, hasta que
llegó el momento de freírlo en un caldero. En lugar de utilizar una hornilla, utilizó dos. En
lugar de un caldero, sacó dos. Los puso a calentar, cortó el trozo de carne por la mitad y
en cada uno colocó un pedazo.
Jorge, sorprendido, le pregunta: “¿Por qué utilizas dos calderos si el trozo de carne
entra en uno solo?” Mariela, muy segura, le dice: “¡Cómo se nota que no sabes hacer el
asado negro! El secreto para que se ponga negro está en los dos calderos, solo de esa
forma queda doradito y rico”. Jorge le responde: “Pensé que era el azúcar o el papelón1
derretido en el aceite caliente lo que lo ponía negro”. “Eso influye –responde Mariela–
pero el secreto son los dos calderos”.
Jorge, no conforme con el argumento de Mariela, le pregunta a Carmen, su suegra,
que estaba pasando una temporada con ellos:
—Carmen, ¿cómo se hace el asado negro?
—¿Y esa pregunta Jorge? ¡Mariela lo hace muy sabroso!, responde la suegra.
—Lo sé, pero tengo una duda, ¿me puede revelar su secreto? Carmen le repite los
mismos pasos que realizó Mariela, haciendo énfasis en la importancia de colocar los dos
calderos sobre el fuego, al mismo tiempo.
No convencido con el asunto de los dos calderos, en una de las visitas a la abuelita de
Mariela, Jorge le pregunta si recuerda cómo se hace el asado negro. La abuelita, con
mucho orgullo, le narra el proceso, pero cuando llega al paso de poner la carne en el
caldero solo menciona uno. Jorge, inmediatamente, le pregunta: “¿No son dos
calderos?”. La abuelita se ríe y le dice: “No mijo, lo que pasa es que en la casa éramos
muchos y la carne no cabía en un solo caldero, por eso tenía que utilizar dos”.2
De la misma forma que Mariela repitió, convencida, la práctica de los dos calderos
para hacer el asado negro, solemos repetir pautas de crianza sin preguntarnos si son las
adecuadas: simplemente, si a mí me criaron así, así crío yo.
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E
¿Herramientas o recetas?
ste recurso que tenemos en nuestras manos no es un recetario. Es una propuesta de
alternativas para quienes no se conforman con hacer las cosas “así y punto”, sino
que se aventuran en la búsqueda de hacerlo diferente. No decimos “mejor” para que no
nos atrape la culpa, ese sentimiento paralizante que nos hace sentir mal por no haber
hecho lo conveniente.
Ciertamente, hicimos lo que podíamos con la información y experiencia que
teníamos, de forma equivocada tal vez. Con este recurso proponemos posibles rutas para
hacerlo diferente porque, rectificando, podemos construir un hogar donde estén presentes
relaciones de respeto y amor, y se sienta el calorcito de convivir en familia.
Encontraremos interrogantes sobre lo que significa ser un buen padre o madre. Nos
pasearemos por lo que podemos esperar en cada momento del desarrollo de nuestros
niños, desde que están en el vientre hasta que llegan a la adolescencia, respondiendo lo
que suele suceder, lo que puedo hacer y lo que puedo sentir.
Una inquietud que suele atraparnos es: ¿cómo hacerlo diferente? Para dar respuesta a
esta pregunta conoceremos de forma concreta por qué el castigo físico y humillante es
una práctica poco efectiva y de todas maneras la seguimos repitiendo, a pesar de sentir
que nuestros niños y adolescentes se tornan cada vez más violentos.
¿Si no le pego, qué hago? ¿Cómo hacemos con los límites? Para ello plantearemos
cómo establecerlos, junto con sus características y ventajas.
Encontraremos una serie de propuestas para educar sin agredir a partir de situaciones
concretas como: no quiere ir a dormir, rompe o daña las cosas, pelea con sus hermanos,
se hace pipí en la cama, muerde a los demás, siente mucho miedo, le dan pataletas o se
pone muy celoso; solo quiere ver televisión, meterse en internet o jugar con videojuegos;
no se despega de nosotros, llora mucho, no quiere comer, dice mentiras, hace preguntas
sobre sexo, toma lo de los demás, tartamudea, no controla esfínteres, vive momentos
difíciles, no obedece, no sabe a quién hacerle caso, se siente solo, quiere tener una
mascota, no quiere ir a la escuela, todo lo desordena.
De la noche a la mañana se pone rebelde, contestón, cree que siempre tiene la razón,
baja las notas y se le mete en la cabeza desde muy temprano la idea de hacerse un
tatuaje, un piercing. Nos desespera su silencio o pocas palabras, a veces miente o dice
medias verdades; pareciera que quiere al perro más que a nosotros, le aburre salir con la
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familia. Solo le interesan internet y el celular. Se burla de sus compañeros de clase. Es
agresivo verbal y físicamente, nos dice que no lo queremos porque no le damos dinero o
no le compramos lo que quiere.
Para abordar estas situaciones enfatizaremos en: ¿qué está pasando?, ¿por qué? y
¿qué puedo hacer? Así podremos identificar alternativas que respondan a esos
comportamientos que tanto nos angustian y desesperan.
Bien lo dice Janis Wood, autora canadiense de Nobody’s perfect: parent education
program: “Nadie es perfecto. No existen padres perfectos, ni hijos perfectos, ni personas
perfectas. Solo podemos dar lo mejor de cada uno de nosotros y saber que necesitamos
ayuda de vez en cuando”.
1 Panela elaborada con jugo de la caña de azúcar.
2 Relato versionado de la terapeuta familiar Virginia Satir.
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PREGUNTAS
QUE ESPERAN RESPUESTA
Florece la relación con nuestros niños cuando preguntamos y no presuponemos,
escuchamos sus silencios, sentimos sus cambios como revelación y no como
traición, cuando les expresamos lo que nos gusta o disgusta, cuando los
abrazamos con amor y sentimos su corazón
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¿Qué significa ser un buen padre o madre?
Es probable que los condicionantes para ganarse el mérito de ser buenos padres
provengan de lo que aprendimos cuando éramos niños. La paternidad o la maternidad
estaban cargadas de un “deber ser”, tal vez desvinculado de nuestra condición de ser
humano. Un ser que se equivoca, que comete errores de manera consciente o
inconsciente, que pasapor malos momentos. En otras palabras, no solo lo luminoso es lo
que sustenta nuestra vida; también tenemos partes oscuras que se revelan en la
convivencia, en las relaciones.
Ciertamente, podemos hacer daño y herir a nuestros hijos; pero en la medida en que
nos formamos, adquirimos más conciencia de lo que somos, pensamos, sentimos,
creemos. Hacerlo diferente, sintiendo que es un proceso de aprendizaje con aciertos y
desaciertos, hace más liviano el morral de la vida y por ende menos agotadora y cuesta
arriba nuestra responsabilidad como padre, madre, abuelo, abuela…
¿Pedir perdón nos quita autoridad?
Somos seres humanos y cometemos errores. Si somos capaces de reconocerlo y pedir
disculpas a nuestros hijos cuando actuamos de forma inadecuada, cometemos alguna
injusticia o se nos pasa la mano a la hora de corregirlos, les estaremos enseñando, con
hechos, que es de humanos equivocarse y rectificar.
Nuestros niños aprenderán, de las personas más importantes en su momento de
desarrollo, que cuando se le ha hecho daño a alguien no basta con reconocerlo; es
importante hacerle saber al otro que nos duele el haberle causado daño, ser injusto,
agresivo o indiferente.
¿Mientras más le doy, más me quiere?
Ciertamente, el arte de amar se nutre con el dar y recibir. El problema es cuando el dar
se reduce solo a lo material. Podemos garantizar, a pesar de las limitaciones económicas,
que nuestros niños tengan lo esencial: vivienda, alimento, educación, ropa… Beneficios
reales que revelan una parte importante de nuestro amor, pero ¿realmente es lo esencial?
No es lo mismo que te quieran que sentirse querido. No es lo mismo beneficio que
bienestar.
El bienestar requiere del TABURETE DEL AMOR, con sus 4 patas: ATENCIÓN,
TIEMPO, ACTITUD e INTENCIÓN.
ATENCIÓN: para que sientan que existen. TIEMPO: para que perciban que nos
importan. ACTITUD: para demostrarles que nos interesan e INTENCIÓN: para
conectar lo que hacemos con lo que sentimos.
Muchas veces escuchamos, en relación con el tiempo, “lo importante no es la
cantidad sino la calidad”, y no es cierto. La cantidad de tiempo es necesaria. Requiere
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organizarnos para que podamos compartir con nuestros hijos. Es la única forma de saber
qué sienten, piensan, desean, necesitan…
A veces la culpa nos atrapa porque no tenemos tiempo para ellos. La forma de
compensar nuestra ausencia es dándoles lo que piden y nos encontramos con niños que
tienen de todo menos atención y tiempo para sentirse queridos.
Solemos encontrarnos con lo que Ángela Marulanda -educadora familiar,
conferencista, y coach en temas relacionados con la mediación familiar- denomina la
“generación del merecimiento”. Son esos niños y adolescentes que permanentemente
exigen que se les dé todo lo que piden, independientemente de la circunstancia
económica o emocional que esté atravesando la familia. El argumento que se suele dar
es: “Yo quiero darle todo lo que no tuve”. Detrás de este deseo de complacer puede estar
la culpa y desde el amor podemos cometer el error de enseñarle que las cosas se
consiguen sin esfuerzo, con todas las consecuencias que esto conlleva.
¿Si le demostramos mucho afecto se echa a perder?
Nunca se ama demasiado, lo que sí existen son formas inadecuadas de manifestar el
amor. La sobreprotección es una de ellas. Tiene que ver con nuestros miedos,
inseguridades, por amenazas reales o imaginarias, actitudes que ahogan emocionalmente
a nuestros hijos y los hacen dependientes e inseguros. Son extremos en el cuidado y
protección. El amor que nutre, anima, estimula, es el que expresamos con abrazos,
palabras y gestos. Es un alimento emocional importante en los momentos oportunos. Si
no lo hacemos, crecerán secos emocionalmente y su hambre de amor los puede llevar a
buscarlo en las adicciones o relaciones inadecuadas.
Los abuelos, ¿unos consentidores?
Muchas familias tenemos dificultad para conciliar la vida laboral y familiar. Debemos
recurrir a nuestros padres para que nos apoyen en la atención de los niños. Hay que estar
alerta cuando se desplaza totalmente esta responsabilidad a los abuelos. Pueden surgir
conflictos por desautorizaciones o luchas de poder porque no establecemos acuerdos en
las pautas de crianza.
El hecho es que les toca cumplir un papel importante en la educación de los nietos.
Muchas veces caen en extremos, son “consentidores” o a veces muy estrictos. Pueden
repetir la receta que utilizaron para criarnos y por la que tanto protestamos, o pueden ser
más flexibles porque se dan cuenta de que en muchos momentos “se les pasó la mano”.
Los abuelos no siempre son comprendidos por las familias. En momentos les
exigimos más de lo que pueden hacer, sin contar a veces con nuestro reconocimiento por
su esfuerzo.
No en pocos casos son las abuelas las que asisten cuando hay una reunión en la
escuela; pero las decisiones finales las toman el papá y la mamá porque son los jefes de
familia, aun cuando muchas veces desconocen cuáles son las situaciones emocionales
que atraviesan sus hijos.
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No obstante, los abuelos no cuentan con un proceso de formación que les permita
renovar sus pautas de crianza, herramientas para educar sin agredir. Es necesario,
entonces, revisar las convocatorias de las escuelas y desarrollar iniciativas de formación
familiar focalizadas en la madre o el padre, aunque sea a los abuelos a quienes les toque
en muchas ocasiones el cuidado de los nietos y nietas.
¿Mientras más hijos, mejor y mayor experiencia?
Sin duda, mientras más hijos tengamos mayor será nuestra experiencia, pero no
necesariamente mejor. Podemos estar repitiendo e incluso reforzando pautas de crianza
equivocadas.
Prepararse para criar y formar a nuestros hijos es ante todo un proceso que requiere
tiempo, paciencia, formación y mucha dedicación.
Durante este proceso es importante revisar cómo lo estamos haciendo, cómo nos
sentimos. Si tenemos dudas es necesario buscar apoyo e informarnos. El mejor
termómetro son nuestros propios hijos. Señales como que usan la agresión para resolver
los conflictos, no expresan lo que sienten o mienten por miedo a nuestras reacciones
pueden activar las alarmas para que solicitemos el apoyo necesario.
¿Honrar al padre y a la madre por sobre todas las cosas?
Alice Miller, en su libro El cuerpo nunca miente, hace referencia al cuarto mandamiento
de la Ley de Dios que plantea honrar al padre y a la madre. Estamos de acuerdo en que
es necesario honrar al hombre y la mujer que nos dio la vida. De no ser por esa unión no
estaríamos en este mundo. Lo que no podemos negar es que esos mismos seres también
pueden hacer mucho daño, especialmente cuando utilizan la agresión y la violencia como
método de crianza.
En talleres y encuentros con niños y adolescentes, cuando se crea un clima de
intimidad, relatan con mucho dolor –también con rabia– la forma en que los castigan
tanto física como psicológicamente. También la impotencia que sienten al no poder
contarle a nadie, pues siempre le darán la razón al padre o a la madre argumentando que
lo hacen por su bien. En muchos textos de pautas de crianza se dice: “Hicieron lo que
podían con lo que tenían”, y es cierto; pero también es verdad que el daño causado deja
heridas internas o externas que quedan abiertas, duelen y si no las atendemos, se infectan
emocionalmente con serias consecuencias para la relación consigo mismo y con los
demás. Para Miller este es el origen de la violencia social.
¿Ser amigos de nuestro hijo?
Los padres y las madres no somos amigos de nuestros hijos. Los amigos se escogen, el
padre y la madre no. Necesitamos tener un trato amigable con nuestros hijos, es cierto;
pero como responsables de la crianza y protección debemos asumir roles, especialmente
a la hora de establecer límites que no les corresponden a los amigos.
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El ser padre o madre tiene un valor y una posibilidad que pueden estar aderezados
por muchos de los sentimientos que se tienen hacia los amigos; pero vividos de forma
diferente. Los padres y madres, por ejemplo, no podemos ni debemos ser cómplices de
situacionesque ponen en riesgo la integridad física y psicológica de nuestros hijos; sin
embargo, la complicidad es sentida como solidaridad en las amistades.
Se dan casos de padres y madres que se reconocen como amigos de sus hijos y se
frustran cuando llega la adolescencia, pues empiezan los conflictos y no saben cómo
delimitar su rol. Los hijos pueden buscar la figura de autoridad fuera del hogar, como en
el líder de una pandilla, por ejemplo.
¿No está grande para tanto afecto?
El hecho de que hayan crecido no quiere decir que no necesiten de nuestras
demostraciones de afecto. Lo que debemos evitar son las formas inadecuadas de
expresar el amor. Por ejemplo, si se encuentran reunidos con sus amigos no podemos
manifestarles públicamente nuestro cariño con expresiones que los hagan sentir como
bebés porque seguramente se molestarán.
Hay excepciones. Hay niños e incluso adolescentes muy afectivos a quienes no les
importa que sus familiares les expresen públicamente el amor, pero hay otros que
prefieren que no. Eso no quiere decir que no necesiten y disfruten de nuestros abrazos,
palabras, gestos u otras expresiones de afecto y ternura en lugares que sean más íntimos
y oportunos.
¿Con el varón la cosa es distinta?
La orfandad que viven muchos de nuestros adolescentes por la ausencia del padre,
porque se fue o está trabajando, es una realidad que sigue estando presente en buena
parte de nuestros hogares.
Es verdad que cada vez se ven más hombres con sus hijos en las calles, parques y
centros comerciales. Sin embargo, en la intimidad del hogar sigue siendo la madre la que
más expresa emociones, afectos, sentimientos. El hombre sigue sintiendo una especie de
analfabetismo emocional que le genera vacíos y dudas en la forma de relacionarse y
comunicarse afectivamente.
En el caso de los hijos varones la situación se complica por los condicionantes
culturales que nos hacen creer que expresar sentimientos y emociones “no es propio de
hombres”, pues estos deben ser fuertes, valientes y no deben llorar ni sentir miedo.
Es común escuchar a adolescentes que cuentan que, de pequeños, sus papás los
abrazaban, besaban y les decían que los querían; pero al llegar a la adolescencia les
dijeron: “Ya eres un hombre”, y limitaron la expresión del afecto.
En los varones es común la represión de las emociones, especialmente las que
pueden mostrar vulnerabilidad o debilidad. Tanto es así que aún les seguimos diciendo a
los niños que no lloren, que sean fuertes. Asimismo, toleramos que sean violentos,
instándolos incluso a que devuelvan el golpe u ofensa si son agredidos.
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No es de extrañar que los índices de violencia social (homicidios, lesiones, suicidios,
accidentes, venta de estupefacientes, abuso sexual, violencia intrafamiliar) tengan como
principales protagonistas a los hombres. Cada vez es mayor el número de adolescentes y
jóvenes varones que son victimarios o víctimas de hechos violentos. También son ellos
quienes más participan en las confrontaciones armadas, los que generalmente defienden a
las familias en caso de agresiones.
Lo que debe llamar a la reflexión es que muchos de estos hombres fueron criados por
madres solas o con parejas que, seguramente con todo el amor, reprodujeron en la
crianza las formas culturales que hacen que el varón asuma la agresión como la forma de
solucionar los conflictos.
¿Por qué unos sí y otros no?
Hace ya algunos años llegó a nuestras manos una revista en cuya portada aparecía en
letras grandes la palabra Resiliencia y como subtítulo la frase: ¿Por qué unos sí y otros
no? Por momentos pensamos que se trataba de un error ortográfico; pero lo que nos
atrapó fue el subtítulo. En el interior de la revista encontramos un artículo que enganchó
nuestra atención hasta el punto de convertirse en un faro guía de las actividades que
desarrollamos en Cecodap.
La palabra resiliencia –que viene del inglés resilience– se emplea en la metalurgia
para definir la capacidad que tienen los metales de resistir fuerzas externas sin cambiar su
composición. El término lo han ido adoptando en la ecología para definir aquellos
ecosistemas que logran superar cambios desfavorables. En la psicología se refiere a la
capacidad que tenemos los seres humanos de salir fortalecidos de una situación de
trauma, duelo, accidente o desastre natural, sin que lleguemos a autoagredirnos, agredir a
otros o volvernos adictos.
Para comprenderlo mejor vamos a partir de una situación. Antonio tiene 13 años y es
hermano de Francisco, de 14. Ambos son hijos del mismo padre y madre, viven en la
misma comunidad, asisten a la misma escuela; sin embargo, son diametralmente
opuestos. A Antonio le cuesta asumir las frustraciones, es violento, muy silencioso y
muestra poca motivación por los estudios. A Francisco le va bien en los estudios, es
sociable, muy espontáneo y colaborador. Ambos sobrevivieron a los efectos de unas
inundaciones que afectaron importantes sectores de la zona donde viven. ¿Por qué la
forma en que Antonio y Francisco asumen la vida es tan diferente? No hay duda de que
son muy distintos, pero Francisco tuvo la suerte de contar con la maestra Carmen, quien
puso en práctica lo que en resiliencia se denomina “factores protectores” e hizo de su
alumno un adolescente resiliente.
Entre los “factores protectores” se pueden mencionar:
Confiar en que la persona afectada es mucho más de lo que muestra. Es
importante ofrecerle posibilidades para que descubran, muestren y desarrollen sus
fortalezas, que descubran en la adversidad lo que hasta ese momento estaba oculto.
Comunicar sentimientos y emociones. Para que expresen lo que sienten, sin
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juicios, alentándolos a que manifiesten su rabia, miedo, dudas, desconciertos; pero
también sus intereses, motivaciones, sueños y esperanzas.
Reconocer cuando realizan una actividad o acción. No solo el resultado final,
sino también el esfuerzo realizado y las destrezas demostradas. Es necesario
felicitarlos y, cuando se hace el reconocimiento, no quedarnos en las frases “lo
hiciste bien” o “está bonito”, sino argumentar por qué está bien y por qué nos
gusta.
Tener fe en que las situaciones pueden cambiar, independientemente de los
estragos que puedan haber causado. Nuestras creencias religiosas pueden ser un
apoyo importante, pero también la posibilidad de concebir que la fe y la esperanza
hacen que se trasciendan los momentos difíciles si se cuenta con referentes
inspiradores, un ser superior, un familiar o cualquier otra persona significativa.
Disfrutar de la vida utilizando el sentido del humor, no como una forma de
escapar de la realidad, sino como la posibilidad de ver el lado jocoso de las
circunstancias.
Aceptar y estimular la diversidad. Reconocer que gracias a las diferencias
podemos encontrar distintas respuestas a las situaciones que nos afectan como
personas y grupos. Concebir la diversidad no como una amenaza, sino como una
oportunidad.
Aceptar a los otros por lo que son y no por lo que deberían ser, sin comparar o
resaltar permanentemente las carencias. Reconocer y valorar las actitudes y
aptitudes que poseen, no solo en las grandes acciones sino en las cotidianas.
Estimular el sentido de la vida. Esto puede hacerse apoyando a otros, dándole
espacio a la solidaridad, cooperación y de esta forma sentirse útil.
La resiliencia bajo ninguna forma justifica injusticias, atropellos ni agresiones. No se
pueden descuidar las responsabilidades sociales, políticas y económicas con el argumento
de que las personas pueden superar las adversidades y las crisis.
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¿QUÉ PUEDO ESPERAR
EN CADA MOMENTO DEL DESARROLLO?
Cuando está en la cuna queremos que se siente, luego lo estimulamos para que
gatee, lo apoyamos para que se pare, casi lo empujamos para que camine y,
cuando camina, lo metemos en un corral
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M uchos de los conflictos y dudas que se nos presentan en la crianza de nuestroshijos tienen que ver con el desconocimiento de su proceso de desarrollo, de las
etapas por las que van pasando. Si pretendemos que el niño tenga un comportamiento
que no es propiopara su edad, nos vamos a frustrar y lo podemos frustrar a él.
El proceso de crecimiento y desarrollo se puede comparar con una escalera que el
niño va subiendo lentamente. Al alcanzar un peldaño comienza a estabilizarse poco a
poco, hasta que adquiere las destrezas necesarias para llegar al siguiente.
Este proceso lleva su tiempo y no es igual en todos los niños. No se puede forzar,
obligar y menos agredir para que lo haga más rápido. Si no respetamos su ritmo natural
podemos hacerle daño. Es como pretender comernos un fruto fuera de temporada. Lo
arrancaremos antes de tiempo, estará verde, no lo podremos saborear y lo dañaremos.
Cada ser humano tiene un temperamento que es único e irrepetible, por lo que no
hay un esquema rígido para su desarrollo; sin embargo, hay características comunes en
sus ciclos de vida. Conocerlas nos ayuda a identificar qué podemos esperar y cómo
apoyarlos en su proceso.
Joan Durrant (2013), psicóloga clínica infantil, destaca las dimensiones del
temperamento3
1 Nivel de actividad
Es muy activo. Desea correr, saltar, trepar la mayor parte del tiempo. Es difícil lograr
que se siente, incluso en el momento de comer. Necesita estar en constante movimiento.
Es más inactivo. Prefiere actividades tranquilas como hojear libros y armar
rompecabezas.
Hay quien tiene un rango intermedio.
2 Regularidad
Tiene un ritmo predecible. Siente hambre a intervalos regulares. Se duerme, se
despierta y va al baño casi a la misma hora todos los días.
Tiene un ritmo cambiante. Sus necesidades no coinciden con horarios fijos para
dormir, despertarse o comer.
Hay quien tiene un rango intermedio.
3 Respuesta a nuevas situaciones
Afronta nuevas situaciones. Se relaciona con facilidad con extraños. Se integra a
nuevos grupos de niños. Hace amigos fácilmente. Le gusta experimentar, comer y visitar
lugares diferentes.
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Evita nuevas situaciones. Se aleja de los extraños. Le toma tiempo hacer nuevos
amigos y unirse a nuevos grupos. Evita sensaciones nuevas con la comida o cuando lo
invitan a visitar otros lugares.
Hay quien tiene un rango intermedio.
4 Adaptabilidad
Se adapta rápidamente. Acepta las nuevas rutinas, lugares, personas y alimentos.
Puede ser que le tome muy poco tiempo adaptarse a un horario diferente, a vivir en una
nueva casa o estudiar en otra escuela. Se adapta lentamente. Puede tardar meses para
que haga algo distinto, sentirse bien en otra escuela o cumplir un nuevo horario.
Hay quien tiene un rango intermedio.
5 Distracción
Se distrae fácilmente. Pasa de una actividad a otra. Le toma mucho tiempo cumplir una
tarea porque su atención está dirigida a varias cosas a la vez. Cuando está triste o
desanimado es fácil dirigir su atención a algo diferente que le permite cambiar su estado
de ánimo.
No se distrae fácilmente. Se sienta a leer textos largos y termina de ver las películas.
Hay quien tiene un rango intermedio.
6 Persistencia
Es persistente. Se concentra en realizar algo hasta finalizarlo. Tiene una meta que se
empeña en alcanzar. No se da por vencido cuando tiene algún fracaso. No es fácil
convencerlo de que deje de hacer algo que se ha empeñado realizar.
No es persistente. Si se cae no intenta trepar de nuevo. Si no logra armar un
rompecabezas, rápidamente pierde el interés. Es fácil convencerlo de que deje de hacer
las cosas que no deseamos que hagan.
Hay quien tiene un rango intermedio.
7 Intensidad
Tiene respuestas muy intensas. Si tiene problema con un rompecabezas gritará y
lanzará las piezas. Demuestra rabia y tristeza, pero también alegría y euforia. Llora
ruidosamente cuando está triste y ríe con fuerza cuando está feliz. Nos es fácil reconocer
cómo se siente.
24
Tiene reacciones tenues. Cuando está triste llora en silencio. Cuando está feliz ríe con
disimulo. Nos es difícil saber cómo se siente.
Hay quien tiene un rango intermedio.
El temperamento tiene una influencia muy fuerte en la forma en que se relaciona,
especialmente en la escuela. Es importante que conozcamos su temperamento para
respetar su individualidad.
No es fácil convertir a un niño activo en inactivo o lograr que uno persistente se
convierta en uno menos persistente. Pero podemos identificar la fortaleza de cada
temperamento y sacarle provecho. También podemos identificar los desafíos únicos de
cada niño y crear un ambiente de apoyo y estímulo que le permita prosperar.
No solo su temperamento afecta su comportamiento. También el nuestro afecta su
forma de actuar.
En la relación surgen conflictos por los temperamentos de padres e hijos. Si somos
poco activos, nos gusta estar tranquilos en casa, sin bulla y escuchando música suave; un
hijo con un nivel alto de actividad que corre, que no se queda quieto, puede alterarnos o
frustrarnos al no poder controlarlo.
Si logramos reconocer que el temperamento de nuestro hijo tiene una alta demanda
de actividad podremos buscar alternativas para que canalice su energía sin caer en la
tentación de etiquetarlos como tremendo o calificarlo de mal comportamiento.
DESDE EL VIENTRE SIENTE, PERCIBE, RECLAMA
El bebé en el vientre, su lecho húmedo, silencioso, calientito, siente el amor y
protección que le expresamos desde afuera
 Lo que suele suceder
Desde que el bebé está en el vientre materno necesita sentir nuestra presencia, cuidados
y el cariño. Si la madre se cuida y controla estará contribuyendo directamente a la
adecuada formación del cuerpecito y la mente. Si el padre la apoya en este proceso
seguramente el amor hará lo suyo para el bienestar del bebé.
 Lo que podemos sentir
En la familia, las dudas y la inseguridad pueden hacerse presentes, pero esto no es malo
siempre que las identifiquemos y si las comunicamos mejor. El problema se puede
presentar cuando las reprimimos. “No lo digo para no ser juzgado por el entorno”.
25
 Lo que puedo hacer
Para expresar lo que sentimos es conveniente identificar personas de confianza,
profesionales, confidentes, que nos escuchen sin juzgarnos. En la medida en que
comunicamos lo que sentimos, le quitamos poder a las emociones que nos hacen sentir
mal y podemos canalizarlas adecuadamente. Si sentimos miedo podemos hacer uso de
esta emoción para realizar los controles y cuidados necesarios. Si tenemos dudas
podemos preguntar, indagar, contar con información oportuna para ir abonando el terreno
y desde ese momento crear condiciones físicas y emocionales adecuadas.
DESDE EL NACIMIENTO HASTA LOS 6 MESES
 Lo que suele suceder
Se comunica y expresa llorando
Para el bebé todo es nuevo y necesita adaptarse. Se asusta fácilmente. Necesita sentirse
seguro y protegido. Durante esta etapa requiere de mucha calidez. Por su momento de
desarrollo no puede entender las reglas ni las explicaciones. Solo necesita sentir que sus
necesidades son atendidas y satisfechas.
El llanto es su forma de comunicación. Llora para hacernos sentir que necesita algo.
A través de él nos manifiesta si se siente incómodo, mal; si tiene dolor, calor; si está
asustado, necesita que le cambien el pañal o quiere que lo carguen. A veces llora porque
quiere estar cerca de la mamá, del papá o de otro cuidador. Aquello de “déjalo que llore
para que no se malcríe” o “déjalo que llore para que se le desarrollen los pulmones” son
falsas creencias. Es como si habláramos con alguien y de pronto, sin previo aviso, nos da
la espalda sin respondernos. Seguramente nos sentiremos abandonados y excluidos.
Si el llanto es persistente podría estar asociado a un dolor o malestar. En ese caso
tenemos que consultar al médico. Nunca debemos zarandear o sacudir al bebé, pues le
podemos causar lesiones neurológicas.
Ya comienza a seguir los objetos con los ojos y se toca el cuerpo. En estos primeros
meses disfruta tomando el pecho y acaricia sus genitales. Aprende a sonreír, al principio
es una mueca involuntaria, que al ser celebrada por el entorno la repite para obtener
respuestas que les son placenteras. Responde de alguna manera cuando se le habla,
murmura, emite sonidos, repite acciones, explora sus manos y pies, lleva los objetosa la
boca, se sienta si se le sostiene, da vueltas, toca objetos sin usar el dedo pulgar. Necesita
por lo menos 12 horas de sueño diario. No ha desarrollado completamente la visión.
Puede despertarse varias veces en la noche y agotar a la madre, el padre y el resto de
la familia. El bebé puede dormir toda la noche después de que pesa aproximadamente 6
kilos.
26
 Lo que puedo hacer
Una de las cosas que más necesita es que lo tomemos en nuestros brazos. El abrazo es
un alimento para nuestra relación y vínculo. También es muy importante para el
desarrollo de su cerebro Si se siente seguro con nosotros no tendrá miedo con las nuevas
experiencias que se irán presentando. Es muy importante hablarle todo el tiempo,
cambiarlo de posición y colocarle objetos apropiados a su alcance.
Podemos bañar al bebé con agua tibia. Eso lo relaja. Si es posible, aprovechemos el
tiempo del sueño del bebé para reponer las energías. Conversemos con nuestra pareja y
establezcamos horarios de relevo para descansar.
No dejemos que otro niño cuide al bebé, aunque sea solo por un momento.
La lactancia materna es el mejor alimento
La leche materna tiene la composición ideal para el bebé y se adapta a sus
requerimientos. Contiene hierro y se absorbe mejor que el de la leche de fórmula. La
proporción de calcio/fósforo es más adecuada.
El bebé la digiere muy bien, padece menos estreñimiento y está más protegido contra
las infecciones (bronquitis, gastroenteritis, otitis y meningitis, entre otras).
Lo protege de enfermedades futuras como asma, alergias, obesidad, diabetes y colitis.
Favorece el desarrollo intelectual y de la visión del bebé. Posee ácidos grasos, un
componente muy importante de la membrana que recubre a las neuronas y de la retina.
El bebé alimentado con leche materna tiene menos caries y deformaciones dentales.
Ventajas para la madre
El vínculo emocional entre madre e hijo es de mayor calidad y calidez.
Pierde el peso ganado durante el embarazo con mayor facilidad.
Posibilita que el útero, que creció mucho durante el embarazo, vuelva a su tamaño
normal.
Incide positivamente en la economía familiar, pues el gasto en alimentación y otros
complementos se reduce de manera considerable.
 Lo que puedo sentir
Cansancio, porque nuestro sueño se interrumpe con el llanto del bebé que reclama
atención. Puedo sentir que no estoy haciendo lo correcto o pensar que no le estoy dando
al bebé lo que requiere para que esté sano. Surgen dudas en torno a si la leche materna lo
alimenta o si necesita un refuerzo nutricional. Si hay hermanitos, los celos pueden
hacerse presentes por sentirse desplazados. El padre quizás quiere dormir en otra
habitación para recuperar el sueño y estar descansado para la jornada de trabajo del día
siguiente; pero la madre puede interpretar eso como una falta de solidaridad y sentirse
sola.
Las alteraciones o descontrol en nuestro horario de sueño pueden afectar nuestro
27
estado de ánimo.
ENTRE 6 MESES Y EL AÑO
 Lo que suele suceder
Llegó la hora de moverse y desplazarse
Está más apegado a las personas que viven con él, no le gusta estar solo. El vínculo
afectivo con su mamá y su papá, y con las personas que le rodean, es determinante para
que adquiera seguridad y confianza. Se traslada gateando, intenta dar pasitos y alguno ya
camina, lo que será fundamental en su proceso de lograr independencia.
Atiende por su nombre y reconoce los de las personas que están a su alrededor.
Puede expresar alegría y disgusto; también puede reconocer esas emociones en las
personas cercanas.
Es normal que el bebé llore a la misma hora por las noches. Es una señal de que su
cuerpo y su cerebro se están desarrollando rítmicamente.
Entiende su propio nombre y otras palabras comunes. Reconoce voces familiares. Lo
calma sentir que estamos cerca de él cuando se siente abrumado por los sentimientos y
emociones que acompañan su llanto.
A los 8 meses siente ansiedad por la separación de los cuidadores cercanos.
Dice sus primeras palabras significativas. Explora, arroja y sacude objetos, encuentra
los que están escondidos, los pone en contenedores.
Se sienta solo (como a los 6 meses), gatea (a los 8 meses), se pone de pie y camina
(al año aproximadamente).
Una cosa que nos emociona de esta etapa es cuando comienza a hablar. Primero
balbucea y hace sonidos como “ba”, ”da” o “ma”.
Cuando respondemos al balbuceo de nuestro bebé repitiendo su sonido, se emociona
y siente que lo que expresa es importante. Pronto ese sonido se convertirá en una
palabra. Con este ejercicio aprenderá que cuando se expresa nosotros lo escuchamos y
respondemos, y estaremos cultivando la comunicación y el vínculo.
Establezcamos una rutina para las horas de ir a la cama, el baño y las comidas.
No obligarlo, abruptamente, a estar en lugares desconocidos.
Nunca usemos el alimento como recompensa o castigo.
Nunca lo regañemos cuando no quiera ser alzado por alguna persona.
Cuando un miembro de la familia tiene alguna discapacidad o limitación motora por la
edad, accidente o cualquier otra circunstancia, acondicionamos y reacomodamos el lugar
para que pueda desplazarse con facilidad, ir al baño o a la sala sin tropezarse con
muebles o mesas; sin embargo, nos resistimos a hacer lo mismo cuando se trata de
bebés.
Es necesario jugar con ellos. Si no tenemos mucho tiempo, podemos encargar a un
28
hermano mayor para que nos apoye por un rato, siempre que tenga las condiciones para
hacerlo.
Nuestro bebé tiene derecho a nuestro cuidado y orientación de acuerdo con su
capacidad de desarrollo.
 Lo que puedo sentir
Al exigir más atención, el niño puede hacer que nos sintamos agotados. Es por eso que
las redes familiares (tíos, tías, padrinos, madrinas, abuelas, abuelos…) son de gran
apoyo, nunca para sustituir a la madre o al padre.
Es importante no angustiarnos. El bebé está pasando por una etapa en la que necesita
la seguridad de lo que le es conocido y familiar: personas y lugares.
En momentos nos puede molestar o extenuar que juegue incansablemente, que lance
los juguetes para que los recojamos. Estos comportamientos forman parte de su proceso
evolutivo.
ENTRE 1 Y 2 AÑOS
 Lo que suele suceder
Quiere hacer lo que él dice
Es una etapa de sorprendentes cambios: empezará a caminar y se desatará el lenguaje.
Colocará sus manos en la comida para descubrir su textura; los juguetes en la boca
para descubrir su sabor; escupirá la comida para ver qué se siente. Ninguno de estos
comportamientos es “malo”. Es la forma de descubrir el mundo. Debemos asegurar que
ese mundo sea seguro para su exploración.
Quiere hacer las cosas solo, comer, lavarse, vestirse. Se inicia el control de esfínteres.
Jugar es muy importante, pero ahora lo hace de manera individual. Es importante
estimularlo a compartir con otros niños, pero no lo debemos obligar porque todavía no lo
hace espontáneamente. Empieza a jugar con otros, pero cada uno en lo suyo. No quiere
prestar sus juguetes.
Necesita estímulos para adquirir y afianzar las habilidades motoras, de lenguaje y de
pensamiento. Es una oportunidad para hablar con él, leerle, cantarle, responderle.
Aprenderá nuevas palabras y se enriquecerá su vocabulario.
Es un período para establecer los límites, aprende poco a poco lo que está y no está
permitido en el hogar. Conoce cuando rompe la norma y reta al adulto con el fin de
probar sus límites.
 Lo que puedo hacer
29
Es importante afianzar el sentido de independencia generado por la capacidad de caminar
y de hablar.
Podemos estimular el inicio del autocontrol físico (asociado al control de esfínteres),
pero no lo podemos obligar. Podemos iniciar la enseñanza del uso de la bacinilla, lo que
generalmente sucede después de los 20 meses de edad, cuando el niño posee el lenguaje
para avisar y su cuerpo está preparado para controlar las evacuaciones (hablaremos de
esto con más detalle en el capítulo Formar hábitos, se dice fácil).
Recordemos que los varones se demoran más que las niñas para lograr el control de
esfínteres. Incluso, durante los primerosaños pueden tener episodios esporádicos de
orinarse cuando están profundamente dormidos.
Evitemos accidentes. Procuremos crear un ambiente seguro para que jueguen.
Retiremos de su alcance cualquier objeto peligroso (medicinas, productos de limpieza,
alcohol; cosas que se quiebren, que puedan ser tragadas, que corten o puntiagudas). Es
necesario cubrir los enchufes. Debemos evitar que se queden solos en lugares como el
baño o la cocina, cerca de ventanas o de la puerta de la calle.
Si está en el maternal, es importante que nos informemos bien del lugar y las
cuidadoras. Mantengámonos atentos durante toda la vida escolar.
Su necesidad de independencia puede generar conflictos con nosotros porque
empiezan a decir “No”. Aunque parece una actitud desafiante, solo está expresando
cómo se siente. Con su “No” puede estar tratando de decirnos “eso no me gusta”, “no
quiero irme”, “estoy bravo”.
Es necesario tener claro que él no es el único que dice “No”. También nosotros
permanentemente le decimos “No” y se siente muy frustrado porque no puede
experimentar, explorar, conocer… Sabemos que es para protegerlo, pero lo hacemos muy
a menudo y es cuando surgen las pataletas. No cuenta con el lenguaje necesario para
expresar sus emociones, así que lo hace con el cuerpo y el llanto.
No entiende cómo se sienten las otras personas. Si le cuesta identificar y ponerle
nombre a sus propios sentimientos, mucho más a los de los demás.
 Lo que puedo sentir
Este peldaño de la escalera es uno de los que más agota a la familia, por
desconocimiento. Se le juzga como terco, egoísta, tremendo, porque manifiesta cada vez
más su deseo de independencia y autonomía
Podemos sentir ansiedad porque no logra dejar el pañal, porque no controla sus
esfínteres y ensucia la cama.
Cuando estamos cansados y queremos paz, nuestro bebé no comprende nuestra
necesidad. Si hace bulla no es porque nos quiera molestar.
ENTRE 2 Y 4 AÑOS
30
 Lo que suele suceder
Descubren que son diferentes, que son niños o niñas
Su expresividad es mayor y cuenta con palabras para decir lo que le agrada o desagrada.
Comienza a manifestar su voluntad y es muy curioso.
Se inicia en el aprendizaje de ir al baño. Podemos reforzar rutinas con disciplina para
que vaya asumiendo, progresivamente, hábitos relacionados con la comida y el aseo
personal.
Entiende varias cosas que se le piden, pero puede rehusarse a realizarlas.
Se forma idea de lo bueno y lo malo, pero basado en lo que opina la persona adulta
que lo acompaña en situaciones concretas. Es una edad social, disfruta jugar con otros,
empieza a compartir, a veces no quiere y se muestra “egoísta”. A través de sus juegos
imaginarios desempeña los roles sociales (mamá, papá, médico, policía, bombero…).
Está construyendo su identidad sexual, reconociendo si es niña o niño, por lo que son
naturales las actividades de exploración como tocarse los genitales o juegos sexuales con
otros niños o niñas.
Actúa de forma más autónoma, pero aún es dependiente. De pronto puede tener
miedo a la oscuridad o a algunos animales, a los nuevos sonidos, a las sombras. También
puede llorar cuando lo dejamos solo. Los adultos también podemos influir en sus miedos
cuando lo amenazamos con frases como “te va llevar el policía” o “te voy a colocar una
inyección”.
Puede ser un momento muy aterrador porque todavía no tiene la posibilidad de ver la
diferencia entre ficción y realidad. Cree que lo que imagina o le dicen existe realmente.
Puede empezar a tener miedo a las máscaras, a algunas imágenes de libros, dibujos
animados o juguetes con apariencia de espanto. En su mente todo tiene vida.
Otro signo es su vergüenza repentina. Un niño que era muy extrovertido puede
tornarse más reservado con los extraños en esta etapa. Este nuevo comportamiento no es
antipatía, rudeza o rechazo. Es una respuesta inteligente. Va entendiendo lo que es el
peligro y capta la diferencia entre la gente que conoce y los extraños.
Puede en esta etapa expresar rechazo a ser cargado por algún familiar o amigo de la
casa porque comienza a decidir quién puede o no tocarlo. Esta reacción es muy
importante. Posibilita enseñarle a resguardar su cuerpo y privacidad corporal.
Recordemos que todavía no entiende cómo se sienten las otras personas.
Nosotros le enseñamos a respetar los sentimientos de los demás cuando siente que
respetamos los suyos.
 Lo que puedo hacer
Hablarle, leerle cuentos, cantarle… Estimular la cooperación, sin forzarlo, enseñándole a
compartir y apoyar. Estimular la autonomía, permitiéndole hacer solo las cosas que es
capaz de realizar.
No debemos obligarlo a quedarse quieto por nuestra comodidad. Es importante
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permitirle que se mueva, explore, siempre y cuando no corra peligro.
Evitar llevarlo a eventos de personas adultas en los que tenga que estar mucho
tiempo quieto.
En el momento de la pataleta es recomendable no gritarle, ni pegarle, ni echarle agua
fría. El niño está lleno de ira y no entenderá razones. Al contrario, se pondrá peor por las
agresiones. En ese caso se debe llevar a un sitio donde pueda desahogarse y estar cerca
para cuidar que no se haga daño. Esperar con paciencia que se le pase el llanto. Si está
en un lugar público, llevarlo a un área tranquila.
 Lo que puedo sentir
Podemos tener dificultad para regular nuestras emociones. Por nuestro estado anímico,
las pataletas de los niños pueden aumentar en intensidad y frecuencia. Nos podemos
sentir impotentes y engancharnos emocionalmente.
En los lugares públicos, en el momento de la pataleta, podemos sentir rabia y
vergüenza por el juicio que hacen las personas del entorno. No le peguemos. Pegarle no
resolverá la situación; al contrario, la agravará. Más adelante abordaremos este aspecto
con más detalle.
ENTRE 4 Y 6 AÑOS
 Lo que suele suceder
Llegó el momento de la preguntadera y del “yo puedo solo”
Va logrando valerse por sí mismo y esto contribuye a su independencia: se viste, se
desviste, se lava las manos, se baña, se cepilla, aunque a veces necesite ayuda.
Es más sociable con otros niños, comparte con ellos sus juegos y juguetes. Muestra
especial interés por personajes imaginarios como los superhéroes.
Le gusta que sus seres queridos le demuestren cuánto lo quieren. Le agrada sentirse
útil y realiza encargos sencillos.
Comienza a interesarse por algunos fenómenos y pregunta por qué y cómo suceden.
Se vuelve muy activo, habla solo, inventa “amigos imaginarios”. Colabora con su
papá, mamá, docentes y espera su aprobación.
El desarrollo de su pensamiento avanza mucho y muy rápido. Se muestra egocéntrico
(cree que las cosas son tal cual las percibe o las desea). No hay noción de reversibilidad;
por ejemplo, no entienden que el reverso de la suma es la resta.
Su nivel de atención aumenta. Habla mucho, todo lo pregunta. Sin embargo, necesita
representar muchos sucesos para darse a entender.
Se inicia la aproximación a la lectura y escritura.
Disfruta con el desarrollo de sus habilidades físicas y las experimenta como parte de
32
su desarrollo.
Hay un despertar de su curiosidad por el cuerpo y la sexualidad. Comienzan las
preguntas “embarazosas”: “¿Por qué las niñas tienen vagina y los varones pene?”, “¿por
qué las mamás tienen tetas?”, “¿cómo se hacen los bebés?”, “¿por dónde entran?”, y
“¿por dónde salen?”.
Las niñas se acercan más al padre y los niños a la madre.
Es más autónomo en el cuidado de sus cosas (recoger su ropa, juguetes…).
Comparte sus juegos con otros niños, pero no le gusta perder. Puede aparecer el
miedo a la muerte.
 Lo que puedo hacer
Estimularlo para que participe en la solución de problemas sencillos o tomando
decisiones.
Leerle cuentos para estimular su interés por la escritura y lectura.
Recordemos que su trabajo es jugar. Con su juego representa lo que otros sienten.
Con su imaginación se coloca en la situación de otras personas, reales o imaginarias.
Jugando aprende lo que significa la empatía.
Si le damos tiempo para desarrollar su imaginación será más creativo a la hora de
solucionar problemas.
Debemosrepreguntar cuando tenga una inquietud sobre sexualidad para identificar
qué es lo que realmente quiere saber. Manejar el cuerpo y la desnudez en la familia con
naturalidad.
Atenderlo cuando pida ayuda en la noche. Abrazarlo y si es necesario oír el relato
sobre la pesadilla. No reírse, ni burlarse. Podemos prender la luz, darle un poco de agua,
acompañarlo en su cama y esperar a que se duerma.
Es importante evitar que vea películas que lo aterroricen, recordar que se asusta con
cosas que las personas adultas vemos risibles, como por ejemplo, el miedo que algunos
niños sienten por los payasos.
Procuremos que la hora de acostarse sea siempre la misma. Evitar la agitación antes
de dormir.
Le podemos permitir que participe en las tareas del hogar, siempre como un aprendiz
que estará observando y experimentando. En ese proceso puede ser que se equivoque
muchas veces. Recordemos que necesita cometer errores para aprender.
 Lo que puedo sentir
Además de las sensaciones anteriores, podemos sentir preocupación al no poder
responder algunas preguntas de forma clara y directa. Sobre todo aquellas sobre
sexualidad, la muerte, la política.
Puede que sintamos celos porque prefiere a la madre o al padre. Entendamos que es
33
propio de su proceso de desarrollo.
ENTRE 6 Y 12 AÑOS
 Lo que suele suceder
Aprender a leer y a escribir, ¡qué rollo!
Esta etapa es muy importante para los niños y para nosotros como padres. Cuando
comienza la escuela su mundo cambia. Debe desenvolverse solo, relacionarse con otros
niños y adultos, cumplir no solo con las expectativas de las personas del centro educativo
sino también nuevos horarios y rutinas.
Cada niño tiene un temperamento particular y eso influye en su proceso de
adaptación. Como vimos anteriormente, no hay temperamentos “buenos” o “malos”.
Solo diferentes.
Esta etapa requiere mucho afecto y seguridad por parte nuestra y de su maestra.
Puede concentrarse más en sus actividades. Toma el juego con la seriedad de un trabajo.
Le interesa formar parte de grupos de niños de su edad, con ellos juega y anda en
“pandilla”.
Acepta la autoridad, pero es muy sensible ante las injusticias. Siente la necesidad de
que los actos malos sean castigados y puede ser muy severo al decidir una sanción.
Ya se siente más independiente. Realiza sus hábitos de limpieza e higiene; se baña, se
viste, se abotona, se trenza los zapatos… Coopera espontáneamente y se interesa por
juegos grupales, le gusta participar en actividades con otros niños en su escuela y
comunidad.
Son frecuentes los juegos sexuales. Exploración del cuerpo del otro, competencias del
chorro de orina. El juego del doctor, la mamá, la enfermera…
Aprender a leer y escribir no es fácil; igualmente el acostumbrarse a la
responsabilidad de cumplir con tareas y deberes escolares. Es importante estimularlo con
palabras de aliento por sus logros y avances con sus dibujos, letras, tareas, cuentos,
lecturas. Si nada más destacamos las cosas que no ha logrado o no ha hecho bien le
estaremos condicionando para lo negativo y asociando lo escolar con algo pesado.
Entre los 7 y 11 años su pensamiento entra en las operaciones concretas, ya no es
egocéntrico, puede oír con más atención las razones de los demás. Le gusta investigar
para descubrir cómo funcionan las cosas. Su lenguaje avanza, aumenta su vocabulario.
Le gusta el deporte o la actividad física que le produce placer.
Los niños comparten con los niños y las niñas con las niñas. Encuentran poco
agradables a los del sexo opuesto.
Usa más palabras para expresar sentimientos y relatar sucesos o contar historias.
Empieza a darse cuenta de las situaciones generadoras de conflictos. Aprende a
comunicarse con otros, aun teniendo desacuerdos. Defiende su posición y puede
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defender la posición de otros.
 Lo que puedo hacer
Como uno de sus primeros y más importantes maestros podemos mostrarle, con nuestro
ejemplo, cómo respetar los derechos de los demás, cómo ser amables, solidarios,
reconocer cuando hemos herido a otros y pedir disculpas.
Durante esta etapa quiere conocer cómo funcionan las cosas, pero no siempre mide
las consecuencias de sus actos. Debemos explicarle el por qué puede resultar peligroso si
realiza una acción similar.
No lo comparemos con otros niños y mucho menos con sus hermanos.
Elogiemos lo que hace. No critiquemos sus fracasos. Por el contrario, enseñémosle a
aprender de los mismos.
Animémoslo a realizar actividades que le permitan adquirir habilidades y destrezas,
como servirse la comida; no importa si derrama un poco, solo vigilemos para que no se
haga daño.
Establecer acuerdos o pautas que pueda recordar y cumplir.
Realizar actividades juntos, como armar rompecabezas, leer o salir de compras.
Hay que comprender que no le gusta hacer tareas al llegar de la escuela. Le podemos
permitir tiempo para descansar. Es mejor estimularlo que regañarlo cuando se resiste a
realizarlas. No hay que esperar que las haga como las haría una persona adulta,
especialmente escribir, redactar, dibujar.
Mantengamos contacto con las maestras cuando lo notemos desmotivado.
Puede ser que no entienda lo que explican en clase o que se aburra porque lo siente
repetitivo.
Analicemos las cosas que puedan afectarlo emocionalmente, como una mudanza,
cambio de escuela, enfermedad, muerte de algún familiar o mascota, separación o
divorcio de los padres. Si se ve afligido y con desánimo lo podemos llevar a un
especialista para descartar problemas de salud por causas físicas o psicológicas.
Le podemos compartir nuestras experiencias y vivencias de cuando éramos niños y
cómo resolvimos los problemas que se presentaron, quiénes nos apoyaron y cómo nos
sentimos.
Debemos permitir que hable de sus sentimientos y preocupaciones. Le podemos
preguntar cómo se siente y reconfortarlo si no se siente bien. Un abrazo puede decir más
que mil palabras.
Es importante que estemos atentos cuando la actitud del niño evidencia tristeza
recurrente o depresión, pérdida del apetito o comer en exceso, falta de interés por el
entorno o rechazo a ir a la escuela, para buscar ayuda especializada.
Lo podemos estimular a realizar actividades manuales que inciten su creatividad.
Podemos hablar de los cambios corporales que le ocurrirán contestando sus
preguntas sobre sexualidad de manera clara y directa, llamando las cosas por su nombre.
Puede ser que tengamos muchos tabúes y prejuicios con la sexualidad; si es así, podemos
35
solicitar apoyo para recibir la información adecuada.
Es importante conocer a sus amigos. Invitarlos a la casa para estar al tanto de sus
intereses, quiénes son sus padres, a qué se dedican.
Es necesario que se sientan escuchados. El parafraseo puede ser útil: repetir lo que
dijo le hará sentir que le prestaron atención. Sobre todo en aquellas cosas que para él son
importantes, aunque nos parezcan irrelevantes.
Es importante respetar y propiciar el encuentro consigo mismo. Estamos hablando de
espacios en los que pueda disfrutar de la soledad para desarrollar sus fantasías, su
creatividad; disfrutar de sus diálogos internos, en los que pueden surgir ideas interesantes
para ellos.
 Lo que puedo sentir
Angustia porque no aprende a leer y a escribir rápido. El deseo de que sea buen
estudiante puede causar mucha tensión. A veces lo presionamos para que saque buenas
calificaciones y no valoramos su esfuerzo, sino solo el resultado.
Podemos sentir que pierde el tiempo jugando. El juego es determinante para su
desarrollo social y emocional. Aprende jugando. No lo sobrecarguemos de actividades
extraescolares. Necesita descansar, compartir con sus hermanos y amigos.
Nos podemos sentir incómodos cuando nos pregunta sobre sexo o sexualidad y
evadir las preguntas. Es el momento de buscar orientación, porque es posible que
tengamos problemas con la forma en que vivimos nuestra sexualidad y lo proyectamos.
A PARTIR DE LOS 12 AÑOS
 Lo que suele suceder
¿En qué momento me lo cambiaron?
A pesar de los evidentes cambios corporales sigue siendo un niño hasta que logra lamadurez emocional. Si esta transición no es comprendida puede generar conflictos.
En esta etapa desea mayor independencia. Nos preocupamos porque no tiene todos
los conocimientos y habilidades para tomar decisiones y asumir las consecuencias de sus
actos.
A los educadores y padres nos genera mucha angustia el silencio de nuestros
adolescentes. Pensamos que su silencio esconde sentimientos y pensamientos ocultos que
pueden ser indicadores de situaciones de riesgo como adicciones, infracciones,
despechos.
Casi todos los procesos de la adolescencia ocurren de manera inconsciente. Eso hace
que lo que le sucede no lo pueda traducir en palabras. Muchas veces la familia o los
educadores tratamos de forzarlo para que hable, especialmente cuando el mutismo se
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convierte en una actitud permanente.
Cuando lo obligamos a hablar, lo que logramos es mayor resistencia y hostilidad.
Quizás lo mejor es preguntarle si le sucede algo y si quiere comentarlo. En caso de una
negativa o silencio, hacerle sentir que queremos apoyarlo, que no es nuestra intención
molestarlo ni intimidarlo; que estamos ahí para atenderlo y escucharlo cuando lo desee.
Cuando se decida a hablar, y estemos dispuestos a apoyarlo, es importante escuchar,
parafrasear, poner en nuestra boca sus palabras para que se sienta escuchado y tenga la
posibilidad de rectificar, de aclarar.
Autocontrolarnos no es fácil. Se requiere un mayor esfuerzo de nuestra parte para no
juzgar. Nuestros prejuicios podrían afectar el clima de intimidad y enturbiar la
comunicación.
Asumir su silencio como algo sospechoso o riesgoso puede tornar un evento
inofensivo en una situación tensa, que puede repercutir en la confianza que necesitamos
tener para comunicarnos de forma eficaz.
En la adolescencia se produce una transición importante. La podemos diferenciar en
tres etapas que duran, cada una de ellas, aproximadamente tres años:
Adolescencia temprana (10 a 13 años)
Adolescencia media (14 a 16 años)
Adolescencia tardía (17 a 19 años)
La pubertad está caracterizada por cambios puramente biológicos. Es la que le da la
entrada a la adolescencia. Ese proceso de adaptación psicosocial a los cambios físicos
que termina cuando se logra la autonomía e independencia, cuando comienza la etapa
adulto joven.
Como decíamos, es el final de la niñez. Este momento del desarrollo puede generar
una serie de sensaciones y sentimientos ocasionados por los cambios corporales que
sorprenden tanto al que los vive como a las personas que lo rodean.
Se va dando la maduración de la personalidad para la búsqueda de la autonomía y de
la identidad. Necesita encontrarse a sí mismo pasando por laberintos complejos, no
solamente en su interior sino en el entorno en el que le toca desenvolverse.
Mucho de lo que se vive en su adolescencia tiene que ver con lo que sucedió antes de
esta etapa. Esto hará que sea más o menos compleja.
Es un período de muchos movimientos internos, físicos y emocionales. Es
desprenderse del equipaje de niño para convertirse en un adulto.
En la pubertad el cuerpo va adquiriendo características adultas. En la adolescencia
crece y se desarrolla psicológica, emocional y socialmente.
Las chicas y los chicos se diferencian no solo por la forma en que crecen, sino por
los cambios que se dan debido a lo que su género impone. La pubertad es un hecho
biológico evidente e inevitable. La adolescencia es una construcción social. Implica
crecimiento y madurez psicológica de las personas, no siempre factibles debido a la
exagerada dependencia o sobreprotección de sus familias.
Viven el duelo de dejar atrás al niño que fue, con todo lo que ello implica. Según
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Ángela Marulanda (2008), la adolescencia es la travesía hacia un puerto desconocido,
con un mapa borroso, una brújula inestable y por aguas turbulentas. El papel de las
familias en esta retadora transición es el de los faros que iluminan el camino de los
adolescentes para hacer con éxito el recorrido que los llevará a la adultez.
Cambios físicos
Su cuerpo comienza a transformarse rápidamente. Puede variar de estatura de una
semana a otra. Lo más complicado en este proceso es que el crecimiento no siempre es
proporcionado. Primero crecen los pies, luego los brazos, las orejas, la nariz.
Como no conoce sus nuevas proporciones, puede tener problemas para manejarlas
adecuadamente y ser muy torpe en sus movimientos. Se lleva todo por el medio,
derrama líquidos, etc.
Comienza a afectarse la piel con los chocantes barros y espinillas, cambia la textura
del cabello, hay aumento de peso y en el niño cambia el tono de voz, situaciones que
suelen generar burlas de sus compañeros y también del grupo familiar.
El vello púbico comienza a aparecer en las partes íntimas. A la niña le crecen los
senos y comienza a tener atributos que antes no tenía. Todos estos cambios están
influenciados por las hormonas: progesterona, testosterona, estrógeno…
La niña comienza a menstruar y el niño a tener eyaculaciones nocturnas. Se
evidencia la atracción sexual con un torbellino de sensaciones, deseos, fantasías, que a
veces les cuesta mucho manejar.
Una de las cosas que les preocupa es cuándo lograrán la meta: la niña piensa en el
tamaño de los senos, si los tendrá lo suficientemente grandes; el niño en si será alto, si el
tono de voz es varonil o el tamaño del pene será adecuado para que se sienta una
persona atractiva sexualmente.
Cambios emocionales
El reto más importante en este proceso es la definición de la identidad y alcanzar la
autonomía. Al llegar a la adolescencia no sabe qué quiere ser y hacer, lo único que tiene
claro es que no quiere seguir siendo una prolongación de sus padres, ni parecerse a ellos.
Se empeña en hacer o decir lo opuesto a lo que hacemos o decimos los adultos
significativos. Su objetivo no es tanto llevar la contraria, sino sentir que es diferente a
nosotros, demostrar que tiene una identidad propia que lo diferencia de la nuestra.
El espejo se torna importante. Le devuelve si son o no lo suficientemente atractivos.
Pueden pasar horas arreglándose, cambiándose de ropa porque están centrados en sí
mismos.
Puede suceder que trate de pasar inadvertido, sin llamar la atención, aunque sabe que
se destaca por sus rápidos y múltiples cambios. Todo el entorno se lo hace sentir:
“¡Muchacho, cómo has crecido!”, “¡cómo has cambiado!”, “¡cómo te pareces a tu
papá!”, “¡increíble cómo has engordado!”, “¿hasta cuándo vas a crecer?”.
Sus dinamos internos –las hormonas que circulan por todos los rincones de su
cuerpo– lo pueden tornar sensible, tenso, ansioso, irritable. En momentos se ve feliz y en
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un instante se pone furioso, luego llora y no sabe por qué.
Cambios sociales
Durante esta etapa pasa más tiempo con sus pares que con sus padres. A veces desea
hacer más lo que sus pares hacen que lo que sus padres le dicen. Lo más importante es
ser aceptado por sus amigos o por las personas de su edad. Por eso se viste y habla
como ellos, comparte sus mismos gustos. Necesita ser aprobado y sentirse parte del
grupo. Los amigos se vuelven cada vez más importantes en su vida. Puede ser muy
importante para su bienestar emocional. Una importante fuente de apoyo, estímulo,
consuelo y alegría. Con ellos puede adquirir motivación, nuevas habilidades y diversificar
sus intereses.
Cambios intelectuales
Su capacidad de pensar reflexivamente le permite ver aspectos del mundo a los que antes
no les daba valor y eso hace que cuestione lo que desde su punto de vista no es justo,
correcto ni deseable.
Poder tener unas perspectivas distintas a las que antes tenía hace que su
comportamiento cambie. Se vuelve muy crítico de todo y de todos los que le rodean:
familia, colegio, religión, sociedad, etc.
Puede que baje drásticamente el rendimiento académico porque sus tensiones
internas y la necesidad de responder a sus demandas emocionales hacen que pierda
interés en el mundo exterior.
Es la etapa en la que comienza a tener sus propias posturas filosóficas e ideológicas
que ponen en tela de juicio lo que piensa y cree su familia.Se puede confesar ateo a
pesar de que sus padres sean creyentes.
 Lo que puedo hacer
Revisar la visión que tenemos de la adolescencia. En los talleres, cuando preguntamos
qué nos viene a la mente al pensar en un niño, solemos idealizarlo: inocencia, dulzura,
creatividad, alegría, candidez, sinceridad, juego, risas, fantasía.
Pero cuando la palabra es “adolescente” lo que aflora es: rebeldía, groserías,
mentiras, indiferencia, flojera, desorden, hormonas alborotadas, sexo, rumba, falta de
higiene, adicciones.
Lo paradójico es que esa visión la tienen no solo los adultos sino también los
adolescentes. Cabe preguntarnos si eso se puede considerar un problema, una amenaza.
¿No está condicionando nuestra forma de relacionarnos? ¿No estamos decretando el tipo
de vínculo que vamos a establecer?
La adolescencia puede ser una oportunidad de revisión, renovación, una fértil e
inspiradora etapa de vida para el grupo.
Podemos crear oportunidades para pasar tiempo juntos, hablar acerca de sus amigos,
escuchar sus inquietudes y preocupaciones, reconocer sus logros, compartir los desafíos
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que plantea ser adolescente y cómo los vivimos cuando pasamos por esa etapa, quiénes
fueron las personas significativas.
Recordemos que necesita sentir que lo amamos, pero mostrándole nuestro afecto de
forma adecuada. A algunos adolescentes les molesta que lo hagamos delante de sus
amigos, especialmente cuando los tratamos como niños.
Es necesario comunicarnos para identificar qué sentimientos pueden estar detrás de
su comportamiento. Apoyarlo para que, con sus vivencias, descubra quién es; para que
pueda aceptarse y sentirse aceptado por nosotros.
Hay que motivarlo para que confíe en sus propias habilidades y descubra sus
fortalezas.
Debemos acompañarlo a los eventos del colegio, conocer sus profesores, mostrar
interés por sus experiencias y vivencias escolares.
Si va a salir debemos preguntarle adónde va y con quién estará, respetando su
necesidad de independencia y privacidad. Tenemos que mostrarle nuestra confianza,
pero estar siempre alerta. Especialmente en realidades como la nuestra, en la que la
inseguridad y la violencia están presentes.
Podemos ayudarlo a desarrollar su propio sentido de lo que le conviene, lo que es
correcto, lo que es riesgoso y cómo lo puede evitar, como por ejemplo fumar, beber,
consumir drogas o desafíos que pongan en peligro su integridad física.
Le podemos plantear los desafíos que tendrá si sus amigos lo presionan para que
haga cosas incorrectas y peligrosas.
Es necesario involucrarlo en las tareas del hogar para que asuma responsabilidades y
aprenda a autogestionarse. Recordemos que no siempre estaremos a su lado.
Es importante que conversemos sobre el dinero, cómo administrarlo, cómo utilizarlo
de forma sensata; así como sobre el valor del ahorro y la importancia de la honradez.
Más adelante abordaremos situaciones concretas que nos permitirán reflexionar y
profundizar sobre lo que podemos hacer.
 Lo que puedo sentir
Nosotros también vivimos el duelo cuando vemos partir el niño que va transformando su
cuerpo, y con él sus intereses y prioridades afectivas. Quien hasta hace pocos meses era
un niño alegre, comunicativo, obediente, de manera súbita se convierte en un adolescente
desafiante, retador, cuestionador.
Nos puede doler el hecho de que dejamos de ser los héroes para convertirnos en los
villanos. Nos ve como anticuados y desactualizados. Ya no somos el centro de su vida
porque sus amigos asumen el rol protagónico.
Nos puede generar ansiedad que haga eso que hicimos en nuestra adolescencia, que
estaba prohibido pero que nos generaba placer y excitación.
De acuerdo con Ángela Marulanda, la adolescencia es un segundo parto que nos
puede resultar más agobiante y doloroso que aquel que trajo a nuestro hijo al mundo;
pero que puede ser tan satisfactorio como el primero.
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3 Durrant, J. (2013) Disciplina positiva en la crianza cotidiana, Universidad de Manitoba, Save the Children,
tercera edición, Otawa.
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EDUCAR SIN AGREDIR
¿ES POSIBLE?
Quiero recordarte con amor y no con rencor.
Hay heridas que muerden
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¿CÓMO HACERLO DIFERENTE?
Ser padre, madre o cuidador es un proceso de crecimiento y madurez. Requiere
ingredientes clave como amor, paciencia, formación. Pero, por sobre todas las
cosas, exige un corazón abierto a los cambios y dispuesto a hacerlo diferente
Con frecuencia nos escandalizamos cuando se utilizan métodos violentos para resolver
conflictos, cuando se atenta contra la integridad personal de alguien para obtener algo a
cambio. Escuchamos con atención y mucha preocupación las noticias sobre víctimas de
la violencia por abuso de poder, por pensar o ser diferente.
La violencia en los centros educativos o a través de los celulares e internet también
suele preocupar y generar reacciones por parte de educadores y las familias. Sin
embargo, la violencia hacia los niños en el hogar se mantiene en el ámbito privado. Se
asume como parte de la cotidianidad.
En muchas de nuestras casas recurrimos a los métodos que utilizaron en nuestra
crianza: castigos físicos y humillantes. Cuando hablamos de “castigo físico” nos estamos
refiriendo a las nalgadas, a los jalones de cabellos y orejas, que no dejan cicatrices,
moretones, heridas ni fracturas. En estos casos, cuando quedan lesiones, es maltrato. En
ambas situaciones hay agresiones y violencia. Cuando hablamos de “castigos
humillantes” hacemos referencia a los gritos, insultos, ofensas y palabras
descalificadoras.
¿Qué dice la ley?
La Ley Orgánica para la Protección del Niño, Niña y Adolescente (Artículo 32-A)
lo define así:
“Se entiende por castigo físico el uso de la fuerza, en ejercicio de las potestades
de crianza o educación, con la intención de causar algún grado de dolor o
incomodidad corporal con el fin de corregir, controlar o cambiar el comportamiento
de los niños, niñas y adolescentes, siempre que no constituyan un hecho punible.
Se entiende por castigo humillante cualquier trato ofensivo, denigrante,
desvalorizador, estigmatizante o ridiculizador, realizado en ejercicio de las
potestades de crianza o educación, con el fin de corregir, controlar o cambiar el
comportamiento de los niños, niñas y adolescentes, siempre que no constituyan un
hecho punible”.
Razones para hacerlo diferente
No se trata de un capricho que está en la ley o de una nueva tendencia que se quiere
imponer. A través de los castigos, golpes, agresiones u ofensas enseñamos a nuestros
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hijos a relacionar el amor y la violencia: “Te pego porque soy tu papá y te quiero”,
“quien bien te quiere te hará llorar”, “pegarte me duele más a mí que a ti”.
Cuando nuestro hijo crece bajo estos modelos entiende que la violencia y la agresión
son métodos válidos para resolver conflictos. Si tiene problemas con alguien en la
escuela, le pega; y cuando llaman al representante para hacer el reclamo, la mamá o el
papá le pegan porque golpeó a un compañerito de clases.
¿Por qué utilizamos el castigo físico?
Se pueden identificar múltiples causas culturales, sociales, psicológicas, religiosas. A
continuación nos pasearemos por algunas de ellas.
Patrones culturales:
Al analizar y valorar las representaciones sociales4 relacionadas con el castigo físico y/o
humillante encontramos las ideas presentes en la mayoría de la gente:
–En relación con los niños y adolescentes se considera “natural” o “normal” que los
padres los golpeen como una forma de disciplina o corrección. Es común escuchar: “Una
nalgada a tiempo puede evitar muchos males”. De esta manera aprenden que agredir es
el modo de solucionar los conflictos y de expresar el amor.
–Se considera que los padres castigan a sus hijos porque los quieren o tienen deseos
de que sean “mejores personas”. La pregunta es: ¿somos mejores personas porque nos
pegaron o por las posibilidades que nos dieron para formarnos y descubrir nuestros
talentos, habilidades y destrezas? Quizás la respuesta sea: por ambas cosas, pero la
realidad es que la violencia no nos hace mejores seres humanos. Las

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