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UNIVERSIDAD DE JAÉN 
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación 
 
 
 
 
Trabajo Fin de Grado 
 
 
 Imperialismo Japonés. Del 
discurso nacional a la 
expansión territorial 
Alumno: Salvador Gutiérrez Rus 
 
Tutor: Gracia Moya García 
Dpto: Historia Contemporánea 
 
 
 
 
Julio, 2014 
1 
 
ÍNDICE 
 
1. Introducción……………………………………………………………… página 2 
2. Los orígenes del Imperialismo Japonés: el discurso nacionalista de inicios del 
siglo XIX………………………………………………………………………página 4 
3. La consolidación del discurso imperialista durante el período Meijí…. página 10 
4. El Imperialismo Japonés entre 1895 y el final de la Segunda Guerra 
Mundial………………………………………………………………………..página 19 
 4.1. Primera fase………………………………………………………página 20 
 4.2. Segunda fase………………………………………………………página 24 
 4.3 Tercera fase………………………………………………………. página 26 
Conclusión……………………………………………………………………. página 40 
Anexos…………………………………………………………………………página 43 
 Anexo 1:………………………………………………………………. página 44 
 Anexo 2:………………………………………………………………..página 45 
 Anexo 3:………………………………………………………………..página 46 
 Anexo 4:………………………………………………………………..página 47 
 Anexo 5:………………………………………………………………..página 48 
 Anexo 6:………………………………………………………………..página 49 
 Anexo 7:………………………………………………………………..página 51 
Fuentes y Bibliografía………………………………………………………...página 60 
 
 
 
2 
 
1. Introducción 
Se define como Imperialismo Japonés a la etapa que va de 1895 a 1946, durante la cual 
Japón articuló un nacionalismo muy particular como una especie de simbiosis entre 
tradición y modernidad, y cuyo objetivo fue enfrentarse a la amenaza que suponía la 
intromisión exterior en los asuntos japoneses. Se trata de un período fundamental en la 
historia de Japón, porque permitió a un pueblo milenario salir del aislacionismo y entrar 
en la esfera internacional. Tanto es así que Japón pasaría a consolidarse como una 
potencia política, económica y militar a inicios del siglo XX. De hecho, en esta etapa, 
de crecimiento de los imperialismos, sería la única potencia imperial que surgiría fuera 
de los tradicionales imperialismos occidentales. 
Por lo general, la historiografía occidental aborda este período de una forma un tanto 
“oscura”, es decir, existen pocos trabajos dedicados a este tema y, de estos, una parte de 
los que abordan esta cuestión lo hacen de una manera limitada. Dicho de otra manera, la 
mayoría de los estudios occidentales afrontan el Imperialismo Japonés limitándose al 
período de la Segunda Guerra Mundial, coincidiendo todos ellos en catalogarlo como un 
acontecimiento funesto o proyecto malogrado. Así, por ejemplo, Fieldhouse, en su obra 
“Los Imperios Coloniales desde el siglo XVIII”, dice que las consecuencias de la guerra 
demostraron lo poco que Japón necesitaba este movimiento
1
. Por su parte, Ruth 
Benedict, en su obra “El crisantemo y la espada”, dice que: “Japón, tras haber aprendido 
la lección [de la guerra, y del militarismo iniciado en la década de los 30], ha 
comprobado que una empresa dinástica imperial no es el camino del honor”
2
. En el 
mismo sentido, Lucien Bianco, en su obra “Asia Contemporánea”, estableciendo una 
comparación entre la época del Imperialismo y la época que se abría tras la guerra, 
dictamina que el Imperialismo es una época oscura y funesta para Japón, atendiendo 
siempre a las consecuencias de la guerra
3
. 
En definitiva, para parte de la historiografía occidental, el Imperialismo Japonés 
significaría un fiasco o un fracaso. Probablemente, este enfoque derrotista transmitido 
por las obras mencionadas, tenga que ver con el hecho expuesto de quedar ceñidas 
cronológicamente al desarrollo y expresión que mostró el Imperialismo Japonés durante 
 
1
 (K.Fieldhouse, 1987, pág. 190) 
2
 (Benedict, 1945, pág. 301) 
3
 (Bianco, 1984, pág. 238) 
3 
 
la Segunda Guerra Mundial, sin detenerse a contemplar aspectos tales como sus 
orígenes, sus bases y/o sus fines iniciales. Así, muchas de estas obras no señalan que el 
Imperialismo Japonés de la Segunda Guerra Mundial, es un fenómeno muy alejado de 
las bases que lo originaron. En otras palabras, el Imperialismo Japonés no es sólo Japón 
en la Segunda Guerra Mundial. 
El trabajo que aquí se presenta tiene dos objetivos básicos: por un lado, hacer un estudio 
del Imperialismo Japonés desde su aparición hasta su extinción; por otro, una vez vistas 
sus bases y sus fines, matizar o suavizar ese sentido de fracaso que, de forma bastante 
general, se le suele atribuir. Para explicar esto, consideraremos que su génesis está 
íntimamente relacionada con el deseo o la intención de hacer frente a los Imperialismos 
Occidentales que amenazaban con apoderarse de este espacio, tal y como ya habían 
hecho con otros espacios asiáticos. A este respecto, se considera que el período 
conocido como Restauración Meijí (1868-1912) resulta fundamental, ya que será 
entonces cuando se establezcan, de forma clara, los fundamentos del Imperialismo 
Japonés que como se verá más adelante, irá conformando un nacionalismo de corte 
reformista conforme los Imperialismos Occidentales se vayan consolidando en la zona
4
. 
Evidentemente, si atendemos a los años finales del Imperialismo Japonés, éste fue un 
proyecto malogrado; pero si atendemos al conjunto y nos desprendemos de la óptica de 
la Segunda Guerra Mundial, habría que atenuar el sentido de rotundo fracaso que se le 
suele aplicar. 
Pensamos, además, que en el fin del Imperialismo, es decir, en su derrota final, se 
encuentran las bases de la aparición y construcción de una nueva sociedad japonesa, 
desapareciendo aquella que había originado y alentado este proceso, aquella que tenía 
como meta mantener la independencia e identidad propia de este país frente a la 
 
4
 Desde 1.700 los holandeses habían establecido un poder colonial en las Indias Orientales Neerlandesas, 
hoy llamadas Indonesia. Tras éstos, el Imperio Británico, que durante el siglo XIX, convirtió en colonias 
varios territorios asiáticos como Ceilán (1802), la India (1858), Birmania (1851) y Hong Kong (842). En 
1887, los franceses convertían en colonias los territorios de Indochina. Alemania se sumaría tarde al carro 
del imperialismo asiático, estableciendo como colonias las islas de Nueva Guinea Alemana (1885) y 
Samoa Alemana (1900). El último país (sin contar Japón) que se sumó a este expansionismo fue EEUU, 
al conseguir los territorios de Filipinas(1898), Guam (1898), Samoa Americana (1900) e Islas Marianas 
del Norte (1944). 
4 
 
amenaza extranjera, aquella, en definitiva, que cumplió este propósito, al menos en 
parte. 
Por lo que se refiere a la metodología, el soporte principal de este trabajo lo constituye 
la lectura de una serie de obras específicas sobre el tema de estudio, si bien, a éstas hay 
que sumar otras de carácter antropológico, fundamentales para conocer y entender la 
cultura japonesa; religioso, de gran valor para entender el sustrato ideológico del 
nacionalismo vertebrado en esta época; y económico, básicas para entender el proceso 
de crecimiento económico que inició Japón en esta época, para entender, en definitiva, 
como consiguieron convertirse en una potencia mundial. En definitiva, son éstas las 
obras sobre las que se vertebra el estudio realizado, sin olvidar, las obras de carácter 
general consultadas. 
Por otro lado, cabe destacar igualmente el material cartográfico utilizado, así como la 
visualización de documentales y films históricos, relevantes para comprender como la 
cultura o la sociedad (tanto occidental como oriental) miran a esta época, si bien, como 
veremos, la mayoría de ellos aparecen centrados en la Segunda Guerra Mundial. 
En este trabajo, sin embargo, no se ha podido contar confuentes hemerográficas 
especializadas en el tema, debido, principalmente, a la falta de trabajos y artículos 
dedicados al estudio de este acontecimiento. 
Para finalizar este apartado, indicar que el trabajo aparece dividido en dos partes: una 
primera centrada en la aparición y construcción de la ideología de este fenómeno, y una 
segunda destinada al estudio de su desarrollo hasta su derrota durante la Segunda 
Guerra Mundial, finalizando con la enumeración de las ideas más significativas y 
relevantes a las que ha dado lugar. 
2. Los orígenes del imperialismo japonés: el discurso nacionalista de inicios del 
siglo XIX 
Los orígenes del imperialismo japonés hay que situarlos en el discurso nacionalista que 
comienza a articularse a inicios del siglo XIX con el propósito de enfrentarse a la 
amenaza que suponían en la zona las potencias occidentales. A partir de ahí, se pondrían 
en marcha toda una serie de procesos, dinámicas y factores que posibilitaron que estas 
pequeñas islas dejaran atrás su atraso estructural para poder competir, en todos los 
ámbitos, con las potencias coloniales de Occidente, evitando o limitando, de esta 
5 
 
manera, la intromisión de éstas en los asuntos japoneses. En todo caso, como se verá, el 
nacionalismo japonés vigente a lo largo del siglo XIX y hasta finales de la Segunda 
Guerra Mundial, fue la respuesta concreta y especial de un pueblo a un peligroso 
desafío. Fue justo esta respuesta, la que articuló los primigenios discursos nacionales de 
principios del siglo XIX. 
Ahora bien, ¿qué entendía la sociedad japonesa de aquel tiempo por “desafío”?. El 
“desafío”, para los japoneses, o para los ideólogos de esta primera conciencia nacional, 
era acabar, o intentar acabar, con las pretensiones de las potencias occidentales respecto 
a Japón. Es decir, el “desafío” era no renunciar al aislacionismo que les había 
caracterizado desde hacía milenios, o, si esto no era posible, poner limitaciones a la 
influencia occidental. 
Japón no estaba dispuesto a perder sus señas de identidad, y así lo venía manifestando 
desde hacía tiempo. Ya a principios del siglo XVIII, se articularon toda una serie de 
discursos nacionalistas en torno a la denominada “Escuela del Aprendizaje Nacional”
5
, 
que surge en esta época para ensalzar las costumbres y tradiciones japonesas frente a la 
influencia de otras culturas, como la china
6
. Es justo en esta etapa, cuando comienza a 
vertebrarse el discurso imperial que ya aparece perfectamente definido a finales del 
siglo XIX, según el cual, la dinastía imperial es una institución sagrada, a la cual todo 
Japón debe subordinación. Resumiendo, la resistencia nacional frente a las influencias 
del exterior se articuló en Japón desde una fecha muy temprana. Se podría decir que 
mientras Occidente, aún vivía bajo todo un sistema descentralizado de feudalismos y 
entidades políticas diversas, en Japón ya empezaba a surgir una conciencia nacional que 
tenía entre sus fines preservase de las influencias foráneas, aun cuando en este período 
los contactos con los occidentales eran muy esporádicos todavía. No es extraño, pues, 
 
5
 (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 73-75). 
6
 La cultura china, por cercanía y por historia, era la principal cultura foránea que había influenciado a 
Japón en aspectos como la religión (con la entrada del budismo en la isla), como la lengua (el Japón 
moderno adoptaría cultismos y otros términos de origen Chino) o las tradiciones (como la ceremonia del 
Té). (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 36-57) 
6 
 
que, a inicios del siglo XIX surgiese una escuela historiográfica que daría lugar a libros 
como “La Gran Historia de Japón”, que venía a ensalzar la historia y cultura japonesa
7
. 
A medida que la presencia de las potencias occidentales en el entorno de Japón 
incrementaba, el tradicional discurso nacionalista empezó a tener críticas dentro de la 
élite japonesa, ya que no lograba dar respuesta al avance de los occidentales. Lo que dio 
lugar a que el discurso nacionalista se dividiera en torno a dos corrientes. La primera 
corriente era la mayoritaria, la que defendía el Emperador y su corte, y marcaba una 
línea continuista entorno al tradicional discurso nacionalista de Japón, o lo que es lo 
mismo, defendían el aislacionismo por encima de todas las cosas. La segunda corriente 
era la minoritaria, la que defendía el Shogunato, y fue novedosa porque rompía 
totalmente con el tradicional discurso nacionalista japonés, defendiendo que había que 
acometer una apertura total de Japón al mundo exterior, defendían, en todo caso, una 
política de puertas abiertas. Con este discurso, el Shogun estaba contradiciendo al 
mismísimo Emperador, figura sagrada que había delegado en éste el gobierno de Japón. 
Una insubordinación, que, junto al poco apoyo popular que tenía, explican el porqué del 
fin del Shogunato y el inicio de la Restauración Meijí en 1868, como se verá más 
adelante. 
A pesar de esto, el discurso del aislacionismo era el más fuerte, y se afianzaría aún más 
a medida que aumentaba la amenaza occidental, dando lugar a una radicalización cada 
vez mayor del discurso nacionalista de carácter aislacionista, que ahora se impregnaba 
de un lenguaje ególatra, prepotente y arrogante, arropado por un sentimiento moral de 
superioridad. 
No obstante, la realidad, es decir, la inexistencia de una preparada y potente fuerza 
militar, hizo que el discurso aperturista cobrara fuerza. Fruto de ello, surgirán una serie 
de medidas tendentes a evitar el enfrentamiento con otros países. Por ejemplo, en 1842 
se puso fin a la política de hacer fuego sobre las naves extranjeras que entraran en la 
órbita de los puertos japoneses
8
. Se puede deducir, que ya entonces Japón estaba 
 
7
 Por ejemplo, en esta recopilación de libros se afirmaba que “los chinos debían suprema lealtad al Rey, 
mientras que en Japón la población debía libertad suprema al Emperador” (Hane, Breve Historia de 
Japón, 2000) 
8
 El 29 de agosto de 1842 se derogaba el edicto que ordenaba hacer fuego sobre las naves extranjeras, y es 
que antes de que la presencia de los occidentales se hiciera más grande, con el fin de contagiarse lo menos 
posible de las influencias venidas del mundo occidental. (Akamatsu, 1968, pág. 87). 
7 
 
dispuesto a pelear, de la misma manera que lo hizo durante la Segunda Guerra Mundial, 
pero en esta ocasión desecharon la guerra, simplemente porque no estaban preparados 
militarmente. Su objetivo entonces era erigirse en una amenaza para los occidentales y 
utilizar la disuasión para mantener a raya a todo aquel que intentara pisar Japón. Fruto 
de esta iniciativa, fue el surgimiento para mediados del siglo XIX de una industria 
moderna, capaz de fundir cañones, sin la ayuda directa de Occidente, industria que 
tendría su culmen a finales de este siglo. 
En definitiva, a mediados del siglo XIX, el debate entre aperturistas y aislacionistas se 
había recrudecido, y este enfrentamiento se hizo mayor a medida que se hacían más 
frecuentes las expediciones occidentales en los alrededores de Japón. Para estas fechas, 
ingleses, franceses y holandeses habían establecido contactos más prolongados con 
Japón al beneficiarse de la postura aperturista del Shogunato mientras el país asiático, 
poco a poco, va cediendo competencias. 
Algunos pensadores y políticos, contrarios a esta política del Shogunato
9
, supieron ver 
la deriva en la que se encontraba Japón y profetizaron lo que vendría más tarde: la caída 
del Shogunato. Abe Mashairo, señor de Fukuyama e importante ilustrado de la época 
final del Shogunato escribió a este respecto, criticando la dinámica aperturista: 
“El imperio no pertenece definitivamente a los Tokugawa. El imperio es de un 
imperio que pertenece al imperio: cuando está enjuego la seguridad del Japón, 
si vos no manifestáis claramente y sin equívocos vuestra voluntad [se dirige al 
Shogunato, dirigido en este momento por los designios de los aperturistas], no 
cabe duda [de que los] señores feudales actuarán sin esperar vuestras órdenes. 
En este momento, la corte [del Emperador, aislacionista] no permanecería 
indiferente y, muy pronto, podrían producirse acontecimientos en los que vos no 
tendréis participación”
10
. 
En este clima de tensión, las cosas vendrían a complicarse aún más con la aparición de 
un nuevo actor en todo este entramado, Estados Unidos, cuyos intereses comerciales 
 
9
 El “Shogunato” se corresponde con el gobierno civil presente en Japón desde el siglo XII hasta el siglo 
XIX. Esto no significa que fuera el principal poder de Japón, ya que gobernaba por delegación del 
Emperador, que no disponía en esta época de ningún poder civil, tan solo tenía poder sagrado dentro de la 
religión sintoísta. (Benedict, 1945, págs. 52-81) 
10
 (Akamatsu, 1968, pág. 93) 
8 
 
hacían que pusiera su mirada en la orilla asiática del Océano Pacífico. Así, en 1851, el 
presidente Filmore, entregó, a través del comodoro Perry, comandante de la flota de las 
Indias Orientales, una carta al Shogun en la que rogaba al Emperador y a los dirigentes 
japoneses algunas concesiones comerciales, como la apertura de algunos puertos al 
comercio con EEUU. Tras una larga travesía por el Atlántico sur y el Índico, el 
comodoro Perry se presentó con cuatro naves en la desembocadura de la bahía de Edo
11
, 
el 8 de julio de 1853. 
La respuesta de la mayoría de los dirigentes a las demandas de EEUU fue una negativa 
rotunda, atendiendo a las demandas del Emperador, y cuidándose con esto de no iniciar 
un enfrentamiento militar con EEUU. El Shogun y los aperturistas se opusieron a esto e 
intentaron en el plazo de un año
12
, y con la presión de otras potencias
13
, hacer confluir 
todas las visiones hacia la apertura de Japón al mundo exterior, con la firma del tratado 
con EEUU. 
Poco antes de cumplirse el plazo establecido, el 31 de marzo de 1854, fue firmado el 
“Tratado de paz y amistad entre los Estados Unidos de América y el Imperio del Japón”, 
más conocido como el Tratado de Kanagawa, por el cual los dos países se prometían 
paz sin defecciones y Japón concedía importantes concesiones comerciales a los 
mercantes estadounidenses
14
. Poco después, Japón no pudo frenar tratados similares con 
Holanda, Inglaterra, Francia y Rusia. Hoy en día, el Tratado de Kanagawa y la figura 
del comodoro Perry hoy representan el fin de la política de aislacionismo en Japón. 
El establecimiento de este tratado con EE.UU., que no contó con el apoyo de la corte 
imperial, partidaria del aislacionismo, radicalizó, aún más, el discurso aislacionista, 
radicalismo que se intensificaría cuando en 1856 llegara la segunda gran expedición 
 
11
 Actual Tokio y donde se encontraba el gobierno del Shogun. 
12
 Un año fue el período que dejó Perry para que se debatieran estos temas, tras ese año volvería para 
conocer la respuesta. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 89-93) (Akamatsu, 1968, págs. 93-102) 
13
 Un mes después de haberse ido Perry, entraba en Nagasaki el almirante ruso Putiatin, con una flota de 
cuatro naves. Antes de irse, ante el próximo retorno de Perry, tuvo bien cuidado de firmar con los 
delegados japoneses el tratado de “nación más favorecida”. (Akamatsu, 1968, pág. 99) 
14
 Por este tratado, los puertos comerciales de Shimoda y Hakodate quedaban abiertos para los 
estadounidenses. Además, los estadounidenses podrían circular y refugiarse en torno al puerto. También 
se hacía alusión al envío de un cónsul estadounidense al Japón. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, 
pág. 90) (Akamatsu, 1968, pág. 100) 
9 
 
estadounidense a Japón, dando lugar a un nuevo tratado con los norteamericanos, el 
“Tratado de Amistad y Comercio”, firmado en julio de 1858 y que reportaba nuevos 
beneficios comerciales a EE.UU. De nuevo se agrandaba la brecha entre los dirigentes 
aperturistas del Shogunato, que consideraban que este acuerdo solo era un “mal menor” 
para Japón, y que la realidad era que no podían enfrentarse a EEUU, y la corte imperial, 
a su cabeza el Emperador, que se mostró en contra de firmar todo acuerdo con los 
extranjeros y apelaba al orgullo japonés para enfrentar esta amenaza. 
Convenios similares eran firmados poco después con las restantes potencias interesadas 
en la zona. Japón se abría al mundo cada vez más, si bien las consecuencias más 
importantes de estos tratados se produjeron a nivel interno del país y es que el discurso 
nacionalista-aislacionista comenzaba a adoptar un tono xenófobo no sólo hacia los 
extranjeros, sino también hacia los dirigentes del Shogunato, lo que no tardaría en 
provocar toda una serie de atentados terroristas
15
 hacia los dirigentes aperturistas del 
Shogunato. 
Temerosos de una posible insurrección, los dirigentes del Shogunato intentaron acercar 
posturas con la corte imperial, hecho que tuvo su simbolismo en la unión matrimonial 
entre el Shogun y la princesa imperial. Conscientes de su debilidad, se trataba de una 
huida hacía adelante: la necesidad de atraerse al Emperador les hizo prometer que, una 
vez contaran con una marina y una armada capaces, los extranjeros serían expulsados. 
Estas declaraciones de buena voluntad bastaron para convencer al Emperador, pero no a 
la corte imperial, plagada de aislacionistas, que pusieron trabas a este acuerdo 
presionando al Emperador para adoptar una política de aislacionismo. 
En este contexto de confusión constante dentro de la política japonesa, dos hechos más 
explicarían el fin del Shogunato. En primer lugar, el intento de golpe de estado por parte 
de los aperturistas (del Shogunato) hacia el Emperador que sería descubierto por los 
xenófobos, con el consiguiente descrédito del Shogunato. En segundo lugar, la muerte 
del Emperador Komei
16
 que dio paso a un mayor poder de la corte imperial 
 
15
 Los atentados terroristas. tuvieron su episodio más funesto cuando diecisiete ronin (samuráis sin amo) 
asesinaran al “Tairo” de Japón, encargado de gobernar, en lugar del Shogun en tiempos de incertidumbre 
y que años atrás fue el responsable de firmar el tratado de Kanagawa. Este hecho contó con el apoyo 
social, siendo considerado como una proeza. (Akamatsu, 1968, págs. 129-131) 
16
 121º Emperador de Japón. 
10 
 
(aislacionistas), que con la llegada del Emperador Meijí de tan sólo quince años, no 
tuvo problemas para “poner fin a la política del Shogunato y restaurar el régimen 
imperial”
17
. El Shogun devolvía la autoridad gubernamental al Emperador a finales de 
1867. No hicieron falta guerras civiles ni más conversaciones, simplemente el 
Shogunato se extinguió por la iniciativa imperial. Se entendía que para esta época el 
Shogunato ya era muy débil y por ello no podía enfrentarse a un poder (el Emperador) 
al que además debía subordinación, dentro del sistema de jerarquía japonesa
18
. 
Finalmente, en el debate que se abría a inicios del siglo XIX dentro del discurso 
nacionalista, ganaba la postura más tradicionalista y opuesta a cualquier apertura hacía 
el exterior, cargada ahora, además, de una negación y xenofobia hacía todo lo que 
llegase de fuera. Se iniciaba entonces una nueva etapa fundamental en la configuración 
del discurso nacionalista y del imperialismo que estaba por llegar: La Restauración 
Meijí de 1868. 
3. La consolidación del discurso imperialista durante el período Meijí 
 El inicio de este período no puede ser considerado como una fractura, como un antes y 
un después en la historia de Japón. Aunque se puede establecer que existen reformas 
muy importantes entodos los campos (político, económico, social y cultural) el 
triunfante discurso nacionalista mantendrá una posición inmovilista, siendo en éste 
donde se sustenten todos los cambios habidos en esta etapa. Dicho de otro modo, el 
gobierno promovió toda una serie de reformas necesarias para enfrentarse a corto o 
medio plazo a los imperialismos occidentales. Por tanto, de cara al exterior nada ha 
cambiado. 
En cambio, para los imperialismos occidentales, esta etapa sí supone un punto de 
inflexión ya que con ella se inicia una clara ruptura respecto al período anterior. Es 
decir, antes de la Restauración Meijí, los imperialismos occidentales tenían la opción de 
conquistar Japón, mientras que con el inicio de ésta, esta opción queda descartada al 
contar Japón con la fuerza necesario para defenderse de aquellos. 
 
17
 (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 98) 
18
 Por debajo del Emperador, el Shogun y los nobles de la corte se estableció durante la era de los 
shogunes una sociedad estamental piramidal, que todos respetaban: los samuráis, los campesinos, los 
artesanos y los comerciantes. Debajo de todos estos estaban los parias, sin ningún derecho. (Benedict, 
1945, pág. 69) 
11 
 
Sería conveniente, por tanto, distinguir el significado del inicio del periodo Meiji para 
unos y otros: para los japoneses, el inicio de la construcción de un país capaz de 
enfrentarse con garantías de éxito a las injerencias extranjeras; para los occidentales, la 
constatación de que sus expectativas quedaban frenadas. 
E incluso, adelantándonos en el tiempo, se puede establecer una comparación entre lo 
que supuso para la propia sociedad japonesa la Restauación Meijí y el final de la 
Segunda Guerra Mundial. Y es que, frente a lo que supone la Restauración Meiji, tras 
la Segunda Guerra Mundial si existe una clara ruptura. Tras este conflicto el propio 
Emperador(y por extensión todo Japón, que estaba subordinado al Emperador), en un 
ejercicio de verguenza nacional, se arrodillará ante una potencia extranjera, algo 
impensable antes de la guerra. Es justo en este acto de rendición hacia el extranjero 
donde encontramos la ruptura del Japón milenario, ya que la mentalidad hacia el 
extranjero cambia totalmente. Aquella mentalidad xenófoba hacia el extranjero, que 
vertebró el discurso nacionalista de Japón durante el siglo XIX, ya no estaba presente 
después de la guerra. Así, tras la Segunda Guerra Mundial sí hubo un antes y un 
después para Japón, en contra de lo que ocurrió con la Restauración Meijí, que 
consolidaría aun más con sus reformas al discurso nacionalista de carácter aislacionista. 
La estrategia de los ideólogos de esta corriente de pensamiento
19
 pasaba por reivindicar 
la figura del Emperador, símbolo supremo de la tradición y el inmovilismo. Puede 
decirse que sin el Emperador la Restauración Meiji habría quedado vacía de fundamento 
ya que lo que perseguían aquellos ideólogos era, precisamente, reivindicar la tradición. 
Ahora bien, ¿qué significaba en Japón el Emperador?. 
Para Japón, el Emperador era un dios a la manera de los faraones egipcios, pero con las 
peculiaridades propias del pueblo japonés, cuyas cualidades quedaban recogidas en la 
misma esencia de la religión shintoista. Esta figura, sin embargo, desde la época de los 
samurais y la instauración de los Shogunatos, se había aislado por propia voluntad como 
una especie de poder sagrado muy apartado de las problemáticas gubernamentales, sin 
participar en el gobierno civil. No obstante, al ser considerado como una figura divina, 
ningún señor feudal osaba despreciarlo, si no quería con ello, insultar a las tradiciones. 
 
19
 Entre los cuales encontramos a hombres venidos del estamento nobiliario (de la clase samurái) de la 
talla de Li Naosuke, Yoshinobu, Ryoma, Yuri Kimimasa, Sakuma Shozan, Eto Shimpei, Okuma 
Shigenobu, Soejima Taneomi o Ito Hirobumi, entre otros. (Akamatsu, 1968, págs. 270-277) 
12 
 
Esto último, precisamente, fue lo que supieron ver los ideólogos de la Restauración 
Meiji, los cuales, tal y como ha quedado señalado, apelaron a la tradición a la que 
unieron la innovación, para reformar el país. Pero ¿qué significa tradición más 
innovación?. 
Ya se ha visto como en los años anteriores a la Restauración Meiji de 1868, las 
incursiones de las potencias occidentales en Japón no dejaron de sucederse en forma de 
pequeñas factorías comerciales por distintos puntos del territorio y, todo ello, con el 
beneplácito del Shogun que, con su actitud, ponía en peligro la integridad milenaria de 
Japón. Esto fue justamente, lo que los aislacionistas denunciaron apelando al orgullo y 
la unidad del pueblo japonés frente a las fuerzas invasoras y frente a un gobierno 
corrupto que se dejaba ganar por el invasor en los despachos y no en el campo de 
batalla, lo que era interpretado como una afrenta. 
La solución en busca de restituir este orgullo, humillado, fue crear la unidad necesaria 
en el pueblo japonés. Para ello recurrieron a la tradición o, lo que es lo mismo, a la 
lealtad suprema del pueblo japonés hacia el Emperador. Se orquestó entonces toda una 
campaña de desprestigio contra el Shogunato, apelando al orgullo nacional frente a la 
corrupción de aquel. Los mensajes en este sentido eran claros: 
“[…] en los últimos trescientos años no ha prevalecido la ley imperial […]. La 
corrupción era incontrolable, se castigaba a las personas virtuosas, los villanos 
gozaban de buena fortuna […]. Ahora, por fin, se ha restaurado el gobierno 
imperial, y la justicia y la ecuanimidad prevalecen sobre todas las cosas… 
estamos cumpliendo nuestro deber de súbditos de la tierra de los dioses”
20
. 
Pero, la labor de los ideólogos no se redujo a fundamentar el movimiento en la 
subordinación suprema al Emperador, sino que los líderes de este movimiento tuvieron 
que iniciar toda una serie de reformas en el ámbito de la vida política, económica, 
social, militar y cultural. 
Su objetivo estaba claro: evitar que Japón cayera en manos de las potencias 
occidentales, como había ocurrido ya en otros países de la vertiente sur-este de Asia. Y 
su propuesta fue entrar en la modernidad, es decir, decidieron enfrentarse al enemigo 
 
20
 Edicto general en los inicios de la Restauración, que quedaría recogido mucho más tarde en el Edicto 
Imperial de Educación de 1890 (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 100-101) 
13 
 
con sus mismas técnicas y armas. De esta manera, iniciaron un proceso de 
occidentalización, dando lugar a toda una serie de reformas en todos los campos que 
serían vitales para la consolidación de la idea imperialista y para el inicio de la etapa 
que estaba por llegar: 
a) Reformas Políticas 
En el ámbito político, el cambio fue más que significativo, pasando del sistema político 
feudal a los sistemas parlamentarios, a la manera occidental. 
Además los ideólogos de la Restauración, llevarán a cabo toda una serie de reformas 
que pretendían conformar un Japón fuerte, capaz de competir con las potencias 
occidentales. La antropóloga Ruth Benedict en “El crisantemo y la espada”, nos los 
presenta de la siguiente manera: 
“[Eran] aquella unión peculiar de los samuráis modestos y la clase mercantil 
que determinadas instituciones del país habían fomentado incluso en los tiempos 
feudales. Eran los comerciantes que habían comprado el estatus de samurái 
[…], [que] trazaron la política Meijí y planearon su ejecución. Japón, que 
acababa de emerger del medievalismo en la segunda mitad del siglo XIX y era 
entonces tan débil como lo es hoy Siam, produjo dirigentes capaces de concebir 
y llevar a cabo una de las tareas de mayor destreza política y mayor éxito jamás 
abordadas por nación alguna”
21
. 
Estos “reformadores”tenían claro que si querían cambiar la política del país para que se 
adaptara a los nuevos tiempos, debían dar paso a una revolución política que pusiera fin 
al sistema tradicional feudal o, lo que es lo mismo, poner fin a los samuráis. Para ello, 
en primer lugar, les arrebataron sus tierras y les privaron de sus ancestrales privilegios, 
ambas cuestiones con la aprobación del Emperador. Subordinados, como todo Japón, al 
Emperador los samuráis respondieron diciendo que el Emperador estaba siendo 
manipulado por sus allegados. Su forma de oponerse a estas reformas fue el inicio de 
una serie de revueltas que acabarían con una batalla, la batalla de Shiroyama, ilustre 
para la historia de Japón por ser la última en la que lucharon samuráis. Fue una batalla 
desigual, pues unos 400 samuráis se enfrentaron a un recién formado ejército 
 
21
 (Benedict, 1945, págs. 84-85) 
14 
 
profesional formado por unos 30.000 soldados
22
, instruidos en nuevas tácticas de 
combate y con armas de fuego. La victoria de este “ejército de campesinos” frente a los 
señores samuráis, abrió una nueva etapa para Japón y significó un deshonor para la 
clase samurái, que había perdido en la batalla ante una clase (campesinos) que durante 
el Shogunato tenía menos derechos que ellos. En otras palabras, habían perdido ante una 
“clase menor”, lo que explica que, nada más acabar la contienda, Saigo, líder samurái de 
la sublevación, se realizara el hara-kiri
23
. 
Una vez suprimida la clase samurái, el gobierno buscó legitimar más aún estas medidas 
políticas con la promulgación de una Constitución, que llegaría el 11 de febrero de 
1889. En ella se legitimarían las bases fundamentales del Imperialismo Japonés: en 
cuanto a la forma de gobierno sería la monarquía parlamentaria, cuya soberanía 
correspondía al Emperador; el Emperador era el jefe supremo de las fuerzas armadas 
(que no dependían de la Asamblea Constitucional), y ejercía su poder de hacer leyes con 
el consentimiento de la Asamblea Constitucional y con el poder de vetar las leyes que 
salían de la misma; la estructura de la Asamblea, cuyo único poder real era el fiscal, era 
bicameral
24
; y en la estructura territorial del Estado se abolían los antiguos reinos 
feudales que quedarían aglutinados en un sistema de prefecturas o provincias dentro de 
un sistema territorial centralizado con capital en Tokio. 
b) Reformas económicas 
Por lo que respecta a la economía, será en este campo donde se produzcan los cambios 
más sgnificativos. De hecho, las reformas emprendidas conseguirán que se pase de una 
economía básicamente agraria a una economía industrial, con base en la industria 
 
22
 La mayor parte de este ejército lo componían antiguos campesinos, parias y hombres sin derechos, 
anteriormente subordinados a la clase samurái. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 107-109). 
23
 Es el suicidio ritual por desentrañamiento que era tradición entre los samuráis que consideraban un 
deshonor rendirse y preferían con este acto darse muerte y mantener su honor intacto. 
24
 La estructura de la asamblea se basó en la estructura de la cámara de los Lores y de los Pares del 
parlamento inglés. En este caso, los miembros de la cámara de los Pares pertenecían a la familia imperial 
o eran nobles. Los miembros de la Cámara de Representantes eran elegidos por votación, pero sólo 
podían optar a este privilegio los varones mayores de 25 años con arreglo a una determinada carga de 
impuestos (en 1890 solo un 1, 14 % de la población tuvo derecho a voto). (Hane, Breve Historia de Japón, 
2000, págs. 109-113) (Benedict, 1945, pág. 87) 
15 
 
pesada. Es esta transformación, que acercaba la economía japonesa a la economía 
occidental, la que justifica el término revolucionario al referirse a tales cambios. 
Dos medidas, básicamente, produjeron tales cambios: por un lado, se desamortizaron las 
tierras de los daimios
25
, que recibieron a cambio importantes compensaiones 
económicas; y, por otro, se aplicaron grandes exacciones a la población, apelando (para 
frenar cualquier tipo de insurrección) a la solidaridad del pueblo japonés, y 
recordandole que debía subordinación al Emperador. 
Todo esto creó una especie de “lanzadera económica” que incentivó la industria en un 
primer momento, para, posteriormente, dar paso a un importante impulso económico 
que hizo que el sector industrial creciera sostenidamente hasta finales de la Segunda 
Guerra Mundial
26
. 
De gran importancia resultó el papel del Zaibatsu
27
, que en los inicios de la 
Restauración Meijí no se decantó por ningún actor (aperturista o aislacionista), 
ganándose el favor así de cualquier posible vencedor. En este primer momento de 
implantación de estas medidas, el Estado requerirá de estas empresas para dinamizar la 
economía, originándose así una estrecha relación entre Estado y grandes empresas 
comerciales. 
El desarrollo industrial y comercial fue todo un éxito. Ya en 1913 la mitad del comercio 
mundial de ultramar se transportaba en barcos japoneses. (Tabla 1) 
 
 
 
 
 
25
 Señores feudales pertenecientes a la clase samurái. Tras el Emperador y el Shogun eran la tercera 
fuerza de poder en Japón durante la etapa anterior a la Restauración Meijí. 
26
 (Akamatsu, 1968, págs. 264-269) 
27
 Grandes compañías comerciales japonesas, entre las cuales podemos encontrar el conglomerado 
comercial Mitsubishi, origen de la actual franquicia empresarial presente en todo el mundo que lleva el 
mismo nombre. (Benedict, 1945, págs. 98-99) (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 116-121) 
(Akamatsu, 1968, pág. 267) (Neré, 1982, págs. 535-536) (Procacci, 2005, pág. 136) 
16 
 
TABLA 1 
Comercio exterior de Japón de 1883 a 1913 
(medias anuales en millones de yen) 
 Importaciones Exportaciones Diferencia 
1883-1887 33 42 +9 
1888-1893 73 77 +4 
1894-1898 223 139 -84 
1899-1903 270 244 -26 
1904-1908 441 375 -64 
1909-1913 544 496 -48 
[Fuente: (Neré, 1982, pág. 397)] 
No obstante, no debe olvidarse que, a pesar de este desarrollo económico, hasta 
mediados del siglo XX, el principal sector económico japonés seguirá siendo el 
agrícola. 
c) Reformas sociales 
En el campo social, el rígido sistema jerárquico de clases fue modificado, con lo que los 
aristócratas de la corte y los antiguos daimios pasaron a ser pares
28
, los antiguos 
samurais de clase alta se convirtieron en el shizoku
29
, y el resto, en plebeyos. Ahora 
incluso se daba paso a una cierta apertura a la movilización entre clases, es decir, ahora, 
por ejemplo, se permitía a los plebeyos tener apellidos y casarse con personas de mayor 
categoría social. Más tarde, en 1872, se les dio permiso para comprar y vender tierras. 
La vestimenta como el sistema, que antes servía para distinguir a las clases, fue abolida. 
En este nuevo esquema social, evidentemente, los más perjudicados fueron los 
samuráis, antigua clase noble y poderosa de Japón, y, es que, a medida que la nueva 
élite comercial y empresarial se posicionaba y hacía efectivos estos cambios, iba 
socavando, más y más, los privilegios de los samuráis
30
. Ante ello, los samuráis 
 
28
 Miembros de la cámara alta. 
29
 Clan samurái, desposeído de sus derechos con las reformas Meijí. 
30
 Un claro ejemplo que ilustra el ocaso de la clase samurái fue que “a partir de 1876, los samuráis 
dejarían de estar autorizados a llevar espada y abusar impunemente de los plebeyos [campesinos]”. 
(Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 113) 
17 
 
respondieron con la sublevación, si bien, los plebeyos sin derechos a los que antes los 
samuráis maltrataban sin restricciones les vencerían, en combate. En ello concluyó de 
forma decisiva el hechode que una de las más importantes reformas del gobierno Meijí, 
fue la de construir una armada y un ejército profesional, formado en su mayor parte por 
campesinos. Será esta clase la que en el ejército y la armada (que como se ha visto en la 
Constitución de 1889 gozaría de cierta autonomía), mantenga vivo el discurso nacional 
reformista contra los extranjeros en aquellos momentos en los que los gobiernos civiles 
inicien una cierta apertura, como ocurrirá en la década de los años veinte del siglo XX. 
Y es que al promover este cambio social, es decir, el de desprenderse de la clase 
samurái, también se estaba promoviendo la reforma militar. Y es que al dar paso a ésta 
también se estaba aboliendo la tradicional fuerza militar de Japón, que se basaba 
precisamente en la clase samurái. Dicho de otro modo, con la Restauración Meijí la 
fuerza de combate japonés, que eran los samuráis, fue sustituida por un ejército y una 
armada profesional. 
El nuevo gobierno tuvo pues que crear un nuevo ejército de mar y tierra. Partieron de un 
reclutamiento obligatorio, instituido oficialmente en 1873. Era un servicio universal, en 
el que quedaban eliminadas las diferencias de clase. Sin embargo, en un principio, 
quedaban excluidos todos aquellos que tuvieran educación superior o fueran cabezas de 
familia. Así que, en un principio, los únicos que podían cumplir el servicio obligatorio 
de tres años eran los hijos de los campesinos más pobres. En 1882 se promulgó la 
“Orden Imperial de Soldados y Marinos” que hacía énfasis en la subordinación al 
Emperador y la lealtad al pueblo japonés. Hay que añadir además, que el gobierno 
partió de cero para la creación de una armada profesional
31
. 
d) Reformas culturales 
Las reformas culturales más superlativas se centraron en el campo de la educación y en 
el de la religión. 
En lo que respecta a la educación los ideólogos de la Restauración Meijí pusieron un 
enorme énfasis, al considerar este campo el pilar básico de toda reforma que se llevase a 
 
31
 En un primer momento, como no tenían la industria necesaria para crear una armada tuvieron que 
comprar esta fuerza a los extranjeros, así, en 1875, compraron tres acorazados a Gran Bretaña. (Hane, 
Breve Historia de Japón, 2000, págs. 115-116) 
18 
 
cabo en Japón. El primer paso fue el establecimiento de la educación obligatoria en 
1872, que daría lugar a un debate en el seno del gobierno respecto al modelo de 
educación que se quería para este Estado. El debate finalizó con el triunfo de las tesis 
conservadoras y en 1880 quedaba instaurada la educación imperial, de corte 
tradicionalista. Ésta, que sería base del Imperialismo hasta el fin de la Segunda Guerra 
Mundial, se caracterizaba por enfatizar toda una serie de valores sintoístas y 
confucianos tales como la lealtad al Emperador, el patriotismo, el deber filial, la 
compasión, la sobriedad, la diligencia y la obediencia. 
Por lo demás, destacar que, en el capítulo de las técnicas educativas, el Estado se basó 
principalmente en las técnicas educativas occidentales. De esta manera, se adoptaron e 
implantaron métodos imperantes en países occidentales como Francia, país en el que en 
todas las escuelas del país se estudiaba el mismo día, la misma lección, del mismo libro 
de texto, a la misma hora. En cuanto a la educación física, todas las escuelas practicaban 
la misma con la misma emisión radiofónica a idéntica hora de la mañana. 
En cuanto a la religión, la reforma de la misma supuso la alianza de la religión y la 
política en la figura del Emperador. Los ideólogos discutieron sobre el papel de la 
religión para este “nuevo” Estado y si la Constitución de 1889 debía proclamar el 
sintoísmo
32
 como obligatorio. Si bien no dudaban de que su papel sería fundamental a la 
hora de conseguir la tan ansiada unión japonesa contra los occidentales. Finalmente, en 
la Constitución de 1889, proclamaron la libertad de culto, si bien enmascararían este 
recién instaurado shinto estatal no como una religión, sino como un signo de respeto, 
subordinación hacia el “divino” Emperador y hacia sus antepasados. Como muy bien 
dice el autor Alfonso J. Falero en el libro “Aproximación al Shintoismo”: 
“Los [reformadores] Meijí hicieron un llamamiento a los sentimientos feudales 
de lealtad, de manera que el shinto estatal emergió como un culto de exaltación 
patriótica según el cual el pueblo japonés era superior a los demás, lo que llevó 
a la invasión de Manchuria en 1894 y a que tras las anexiones de 1910, chinos y 
 
32
 El sintoísmo es el nombre de la religión nativa y ancestral de Japón. Incluye la adoración de 
los “espíritus de la naturaleza”. Algunos de estos espíritus son locales y son conocidos 
como espíritus o genios de un lugar en particular, otros son personificaciones de los astros, como por 
ejemplo Amaterasu, “la diosa del Sol”. Como religión el shinto no se basa en un fundador, un dogma o 
una escritura sagrada, sino más bien en la costumbre, el respeto a las tradiciones ancestrales y una forma 
de vida y comportamiento acorde con la guía de los dioses. (Falero, 2007, págs. 73-90) 
19 
 
coreanos tuvieran que rendir homenaje a las divinidades japonesas en los 
santuarios establecidos en las colonias”
33
. 
Lo más importante es que lograron establecer un culto nacional, que transcendía todos 
los credos posibles, el cual se convirtió en deber para todo japonés, fuese cual fuese la 
religión que practicase, un culto que consolidaba aún más el discurso nacional que se 
asentaba fundamentalmente en la subordinación suprema hacia el Emperador, para con 
esto llevar a cabo toda una serie de reformas vitales para contrarrestar a los 
imperialismos occidentales. 
4. El Imperialismo Japonés entre 1895 y el final de la Segunda Guerra Mundial 
Los resultados obtenidos con las reformas puestas en marcha posibilitaron el inicio de 
una nueva fase dentro del nacionalismo que desde la “Escuela del Aprendizaje 
Nacional” fue evolucionando hasta el nacionalismo reformista establecido en la 
Constitución de 1889, definido como una especie de simbiosis entre la tradición y 
occidentalización
34
. Las reformas, en todo caso, convirtieron a Japón en una potencia 
capaz de enfrentarse al imperialismo occidental. 
Aunque la amenaza exterior continuará y, de hecho, no dejará de hacerlo hasta el final 
de la Segunda Guerra Mundial, lo cierto es que, en este sentido, la situación había 
variado al alcanzarse los objetivos marcados por los ideólogos de la Restauración. En 
otras palabras, a finales del siglo XIX Japón empezaba a ser vista con recelo por las 
potencias occidentales al comenzar a ser considerada como una nueva potencia en el 
marco del imperialismo en Extremo Oriente. 
A finales del siglo XIX Japón entraría así en una nueva etapa de su historia que se 
conoce formalmente como Imperialismo Japonés, que cronológicamente iría desde la 
anexión de Corea en 1895 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. En esta etapa se 
afianzan todas las ideas nacionalistas desarrolladas anteriormente, y se da paso a la 
expansión territorial. Una expansión que no era casual, sino que era la meta a la que 
aspiraban los políticos meijíes. Si bien, dentro de esta etapa hay que distinguir 
diferentes fases de acuerdo con el discurso nacionalista que se emite y la acción que se 
produce. Dicho de otro modo, desde 1895 a 1945 no existe una única línea de actuación, 
 
33
 (Falero, 2007, pág. 114) 
34
 (Breully, 1990) 
20 
 
sino que existen claras fases de aceleración y desaceleración dentro de este 
expansionismo. Concretamente se pueden señalar tres fases dentro del expansionismo 
japonés: una primera, de 1895 a 1921 caracterizada por un discurso nacionalista-
imperialista que preconizabael expansionismo extraterritorial que se llevará a cabo en 
esta etapa; una segunda, de 1922 a 1932 caracterizada por un discurso nacionalista-
imperialista más sosegado que favorece un brusco freno al expansionismo; y una tercera 
que se prolongaría entre 1932 a 1945 caracterizada por un discurso nacionalista-
imperialista más radical, que llevaría al expansionismo a su máxima expresión. 
 4.1. Primera fase 
Dirigido por un mensaje nacionalista sopesado y sereno, el expansionismo japonés 
inicia su andadura cuando los sectores más radicales y más tradicionales de la vida 
política japonesa empezaron a demandar lo que los ideólogos meijíes prometieron con 
sus reformas. Es decir, con una fuerza militar renovada y preparada para la batalla 
moderna, su fin era sumarse al expansionismo ejercido en la zona por los Imperios 
Occidentales, dejando claro desde un principio que era la mejor forma de defenderse del 
imperialismo occidental. 
Además, partiendo de la idea de la supuesta superioridad moral japonesa, cuestión en la 
que la gran mayoría de los políticos creía de forma firme, empezaron a surgir discursos 
que hablaban del derecho de Japón a anexionarse Corea
35
. En otras palabras, empezó a 
considerarse la península coreana como un apéndice natural de Japón. El gobierno civil, 
presente en esta primera fase, utilizó para ello un discurso “pacífico”, que hacía 
hincapié en la idea de que este país sólo buscaba contrarrestar la presión de las 
potencias occidentales en la zona. Dicho de otro modo, Japón trataba de justificar 
desde un discurso pacífico esta anexión apelando a la necesidad de protección hacia 
aquel territorio frente a la amenaza de los imperialismos occidentales. 
No obstante, en Corea las intenciones japonesas surtieron efectos opuestos provocando 
la aparición de dos posturas, una que deseaba una apertura y otra que pretendía 
continuar con su aislacionismo. Serán estos últimos los que prepararon un golpe de 
 
35
 Desde el inicio de la Restauración Meijí en 1868 todos los líderes japoneses habían manifestado que 
había que anexionarse la península coreana. La anexión de Corea era fundamental para frenar los avances 
de Rusia por este territorio. (W.G., 1990, págs. 213-220) 
21 
 
estado para hacerse con el gobierno
36
, atacando en el alzamiento varias delegaciones 
japonesas, hecho que sirvió al gobierno japonés como “casus belli”. La guerra, sin 
embargo, se complicaría para Japón cuando los insurgentes coreanos consigan la ayuda 
del gobierno chino, que llevará directamente a la declaración de guerra de Japón a 
China, dando inicio a la primera guerra chino-japonesa en agosto de 1894. Una guerra 
que será muy desigual desde sus inicios, al contar Japón con un ejército moderno 
instruido en nuevas y eficientes técnicas de combate, razón, de primer orden, para que 
siete meses más tarde China acabe firmando el tratado de Shimonoseki, que suponía el 
reconocimiento de su derrota, el fin de sus intereses en Corea, y la cesión de algunos 
territorios a Japón
37
. 
En definitiva, el éxito para Japón fue total, si bien, lo más importante fue que con esta 
victoria Japón se situaba como una nueva potencia imperialista en el Extremo Oriente, 
capaz de competir con el imperialismo occidental a la hora de anexionarse territorios en 
esta parte del mundo. 
Finalmente, la victoria daría paso a un crecimiento de las ansias expansionistas 
japonesas en la zona, que muy pronto quedarían materializadas en un nuevo conflicto 
armado: la guerra ruso-japonesa de 1904. Tras el triunfo en Corea, Japón buscó 
penetrar en China, en concreto en la zona de Manchuria, empresa que chocaba con las 
pretensiones de Rusia, que también tenía aspiraciones en Manchuria y Corea
38
. 
Respecto a este territorio, conseguido el apoyo diplomático de Francia y Alemania
39
, 
 
36
 Esta facción planificó en 1882 un golpe de estado contra la Reina coreana, a favor de acercar posturas 
con Japón, lo que obligó a la Reina a pedir ayuda al país japonés. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, 
pág. 153) 
37
 “En marzo de 1895, Li Hungzhang llegó a Shimonoseki y firmó un tratado de paz cuyos términos 
incluían el reconocimiento por parte de China de la independencia de Corea, la cesión de la península de 
Liaodung, de Formosa y de la isla de Pescadores a Japón, el pago de una indemnización, la firma de un 
tratado comercial con Japón y la ampliación para los japoneses de algunos derechos sobre navegación e 
industria”. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 154-155) 
38
 Rusia quería tener un puerto libre de hielo en Asia Oriental y quería construir una línea de ferrocarril 
que conectara Port Arthur y Vladivostok. Para esto último contó con el beneplácito de China, en 1896, 
pero no de Japón (el ferrocarril pasaría por Corea). (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 155-160) 
39
 Francia y Alemania reivindicaban indemnizaciones económicas a Japón porque la derrota de China en 
1895 les había ocasionado graves pérdidas económicas, por sus acuerdos comerciales, a los que había 
22 
 
Rusia se opuso al tratado de Shimonosheki, y finalmente, por la presión internacional, 
Japón tendría que renunciar a esta península, a la espera de conseguir la fuerza necesaria 
para combatir con Rusia por el control de este territorio, hecho que sirve para explicar el 
crecimiento de una conciencia anti-rusa en el pueblo japonés. En este clima de tensión 
continua entre ambas naciones, y ante el conflicto de intereses en cuanto a Corea, ambos 
países se precipitaban vertiginosamente hacia una guerra. De hecho, la tensión entre los 
dos países seguirá aumentando tras los acuerdos internacionales firmados entre Rusia y 
China en 1896, por los que Rusia conseguía la península de Liaodung y Port Arthur. Y 
con la firma, en 1902 de la alianza anglo-japonesa, Japón se ganaba el apoyo de Gran 
Bretaña en sus intereses comerciales en esta zona
40
. 
El 9 de febrero de 1904 Japón iniciaba la guerra al atacar a la flota rusa atracada en Port 
Arthur. Otra vez, el resultado fue la victoria japonesa. Siendo vital en la derrota rusa el 
desconocimiento del territorio y las dificultades para trasladar sus tropas desde Moscú 
hasta Vladivostok. A principios de agosto de 1905 los delegados de las dos naciones 
firmaron el tratado de Porsmouth, por el que Rusia establecía un alto el fuego y cedía 
territorios a Japón: la mitad sur de la isla de Sajalín, la cesión de Liaodung y el 
ferrocarril ruso de Manchuria. De nuevo Japón conseguía algunas cesiones de territorios 
menores, aunque lo más importante fue el reconocimiento por parte de Rusia de los 
importantes intereses japoneses en Corea. Tras la derrota, Rusia abandonaría la estela 
del Lejano Oriente y no volvería a entrar en conflicto con Japón hasta la Segunda 
Guerra Mundial. Por fin, Japón tenía vía libre para apoderarse de Corea y convertirla en 
colonia. 
La victoria frente a Rusia va a suponer la consumación del Imperialismo Japonés. A 
partir de ahora, el hambre de nuevas anexiones, siempre apelando al discurso pacifista, 
se apoderaría de la política japonesa hasta el fin de la Primera Guerra Mundial. 
Una buena oportunidad para saciar este expansionismo se lo proporcionaría 
precisamente su participación en este conflicto, en el que Japón peleó del lado de los 
 
llegado con Japón. Como Japón hizo oídos sordos a estas demandas, estos países se pusieron del lado de 
Rusia. (W.G., 1990, págs. 224-225) 
40
 Con este acuerdo los firmantes decidían que si una de las partes entraba en guerra, la otra permanecería 
neutral. Una medida que intentaba preservar el statu quo y no dar lugar a quepaíses “carroñeros” se 
aprovechasen de esta situación. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 157) (Neré, 1982, págs. 428-
429) 
23 
 
Aliados (debido a ese tratado Anglo-Japonés), no tanto para combatir el afán 
expansionista de la Triple Entente, sino para hacerse con las posesiones alemanas en 
Extremo Oriente. En otras palabras, la guerra les daba una oportunidad perfecta para 
saciar sus ansias expansionistas, si bien, tras la guerra, no pudieron mantener estas 
conquistas, que quedaron al cargo de otros países
41
. 
Por otro lado, la guerra también les ofrecía la oportunidad perfecta para penetrar en 
China y, en este sentido, resultan fundamentales lo que se ha conocido como las “21 
demandas”
42
, que el gobierno japonés transmitió el 18 de enero de 1915 al gobierno 
chino. En esta proclama aparecen las aspiraciones expansionistas de Japón con respecto 
a aquel país bajo el pretexto de que la conquista sería un “mal menor” para China
43
. 
Estados Unidos verá esto como un peligro para sus propios intereses comerciales en 
China, y se convertirá en la principal fuerza exterior que medie en la zona aplacando 
las ansias expansionistas de Japón. Hasta 1937, cuando estalle la segunda guerra chino-
japonesa. 
Pero la Primera Guerra Mundial para Japón no queda restringida a cuestiones 
expansionistas sino que este conflicto sirvió a Japón para dar un nuevo impulso a su 
economía, lo que resultará vital para afianzar el imperialismo de este país. En este 
sentido, Giuliano Procacci escribe en su libro “Historia general del siglo XX”: 
“[…] su aparato industrial había aprovechado la coyuntura favorable que se 
había producido a consecuencia de la caída de la competencia europea. Ello 
había permitido el crecimiento de las exportaciones y favorecido un proceso de 
expansión productiva sostenida. Finalmente, a diferencia de los países aliados, 
Japón no estaba endeudado con EEUU”
44
. 
Un último resultado de este conflicto fue el crecimiento de un sentimiento 
antioccidental en amplios sectores de la sociedad, y es que como se ha visto, tras las “21 
 
41
 Los territorios de la Micronesia Alemana fueron conquistados por los japoneses que, tras la guerra, se 
los cedieron a Estados Unidos. 
42
 (http://www.firstworldwar.com/source/21demands.htm) 
43
 Mediante las “21 demandas”, Japón reclamaba a China la cesión de algunos territorios como 
Manchuria y Shantung, y el predominio de los intereses japoneses en China frente a los intereses de otras 
potencias y diferentes concesiones comerciales. (W.G., 1990, págs. 232-235) 
44
 (Procacci, 2005, pág. 135) 
24 
 
demandas” EE.UU. empezaba a estar muy interesado por los asuntos del Lejano 
Oriente, lo que chocaba con los intereses japoneses en la zona. Tras la firma del Tratado 
de Versalles, ambos países se encontraron en la conferencia de Washington de 1921, en 
la que queda regulado el poder de fuerzas dentro del Océano Pacífico
45
. Sin embargo, el 
resultado final del acuerdo incomodó a los sectores más tradicionales de Japón, esto es, 
a los altos cargos del ejército y de la armada, que criticaron duramente al gobierno por 
firmar lo que consideraban un tratado desigual con las potencias occidentales. Aunque 
en un plano diferente, en la Conferencia de Washington, tal y como ocurrió con el 
Tratado de Versalles, los líderes occidentales demostraron tener muy poca visión de 
futuro, ya que con este tratado sembraron la semilla del odio y el rencor de los 
japoneses hacia el mundo occidental. Un odio que se asentaría cada vez más en la 
sociedad japonesa a medida que, con más acuerdos, el gobierno japonés intente poner 
fin al imperialismo
46
. 
 4.2. Segunda fase 
La segunda fase del Imperialismo Japonés se caracteriza por suponer un freno al 
expansionismo anterior. Dicho de otro modo, con los acuerdos de Washington, el 
gobierno civil de Japón vuelve a ceder competencias y territorios a las potencias 
occidentales en tratados desiguales en los que Japón no compite de igual a igual. En esta 
etapa el gobierno civil transmite, con la firma de estos tratados, que ha alcanzado el 
objetivo que se había marcado años atrás, esto es, que había logrado frenar a las 
potencias occidentales y que por tanto, ya no era necesario continuar con el 
expansionismo, tanto es así que verán con buenos ojos incluso desprenderse de algunas 
de sus más recientes adquisiciones territoriales. 
Esta tendencia del gobierno japonés queda clara entre 1921 y 1931, cuando Japón asiste 
a una nueva apertura política
47
, que supone un freno muy importante al militarismo 
 
45
 Se establecía un nuevo equilibrio de fuerzas otorgando una proporción de 5, 5, 3, 1,75 y 1,75 del 
tonelaje naval máximo para EEUU, Gran Bretaña, Japón, Francia e Italia, respectivamente. 
46
 Con la firma del tratado de las Cinco Potencias (1921), los líderes devolvían sus posesiones en la 
península de Shandung a China. También, con el tratado de Kellog-Briand (1928) los dirigentes japoneses 
proscribían la guerra. En 1930 se ratificaba el tratado de Washington. (Hane, Breve Historia de Japón, 
2000, pág. 70) (Neré, 1982, pág. 428) (Procacci, 2005, págs. 137-138) 
47
 En este sentido asistimos a un nuevo régimen parlamentario en el que el primer ministro era el jefe de 
uno de los partidos políticos. El derecho de sufragio fue ampliado en 1919 y pasó a ser universal para los 
25 
 
practicado en los años anteriores. Esta apertura llegaría incluso a las costumbres, ya que, 
durante, esta época la juventud japonesa de las grandes ciudades usaría prendas a la 
manera occidental. 
Se podría decir, que los políticos de este gobierno civil supieron frenar cuando había 
que frenar, es decir, en el mismo momento en que las demandas japonesas eran tenidas 
muy en cuenta en una mesa de negociación con las potencias occidentales. Para estos 
políticos ya se había alcanzado la meta, algo que, se verá, no compartía casi nadie en 
Japón. 
De hecho, el campesinado, el grupo social más amplio, seguía siendo partidario de 
mantener la tradición y no dudó en criticar duramente al gobierno, e incluso de recurrir 
al recurso armado contra el gobierno. Este hecho es muy significativo, porque era justo 
esta clase la que vertebraba el ejército, tal y como ha quedado expuesto en las páginas 
anteriores, lo que explica que el ejército se mantuviera “inmutable” en esta nueva 
dinámica aperturista, manteniendo vivo el discurso tradicionalista. Además, hay que 
tener en cuenta que el ejército y la armada gozaban de cierta autonomía, al depender 
directamente del Emperador, herencia de las reformas logradas en el campo militar 
durante la Restauración Meijí. De hecho, era a los propios altos mandos militares a los 
que correspondía de facto la designación de los ministros de la guerra y de la marina. 
De esta manera, el gobierno civil no podía inmiscuirse en este campo. Todo lo cual 
explica el porqué del fin de los gobiernos civiles, que a partir de 1932 fueron sustituidos 
por una serie de gobiernos militares. 
Los últimos años de los gobiernos civiles aperturistas estarán caracterizados por una 
serie de crisis económicas que se inician con el terremoto de 1927 y continúan con la 
Gran Depresión y sus consecuencias
48
, que supondrán un elevado coste social, sobre 
 
hombres en 1925. Además los gastos militares se reducen en un 14 % de 1922 a 1927. (Hane, Breve 
Historia de Japón, 2000, págs. 535-536) 
48
 Japón se vio afectado con el crecimiento del paro, con el cierre de muchas pequeñas y medianas 
empresas (de lo cual se aprovechó el zaibatsu aumentado sus monopolios) y con la bajada de las 
exportaciones. El Estadoy el zaibatsu reaccionaron con una acción conjunta dirigida a promover un 
proceso de reconversión industrial masiva hacia sectores más modernos y dinámicos. Así, en la década de 
1930, la producción de la industria textil se redujo de la mitad, mientras que la de los sectores mecánicos 
y metalúrgico resultó más que duplicada y, en su conjunto, la curva de la producción industrial presenta, 
26 
 
todo para el campesinado, que ya veía su situación deteriorada por el aumento de los 
impuestos. El resultado de todo ello fue el inicio de ataques terroristas hacia el 
gobierno, procedentes de los sectores más inmovilistas del ejército y la armada
49
, que, 
además, tenían que soportar la ratificación de los Tratados de Washington en 1930. 
Esta hostilidad hacia el gobierno civil terminaría el 15 de mayo de 1932, cuando los 
militares lleguen al gobierno de la mano del almirante Sato inaugurando una nueva y 
última etapa dentro Imperialismo Japonés. 
 4.3. Tercera fase 
Esta tercera fase aparece caracterizada por la sucesión de gobiernos militares desde la 
fecha arriba indicada hasta 1945; que radicalizaron el discurso nacionalista del 
Imperialismo Japonés, idealizando aún más la figura del Emperador y proclamándolo 
como la misma esencia de Japón, una figura totalmente inviolable por su carácter 
sagrado a la que el pueblo debía subordinación. Además, se inició una deriva hacia la 
xenofobia, que tampoco era nueva en Japón, ya que se había puesto de manifiesto 
durante los años de la Restauración Meijí. Es decir, los dirigentes militares
50
 sólo 
tuvieron que recoger el mensaje de la “Escuela del Aprendizaje Nacional” e insertarlo 
en un mensaje ultranacionalista que quedaría legitimado por el gobierno a partir de los 
denominados “Fundamentos del Régimen Nacional” (1937)
51
. 
 
en correspondencia con los años de la crisis, una bajada menor que la de los grandes estados 
industrializados. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 196-200) 
49
 Grupos como la “Sociedad del Río Amur”, la “Liga de la Hermandad de la Sangre”, la “Sociedad de 
Una Noche o la Sociedad del Cerezo”, durante la década de los treinta perpetraron atentados contra el 
gobierno civil, cobrándose la vida de muchos políticos japonés. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, 
págs. 201-203) 
50
 Líderes del ultranacionalismo de los últimos años del Imperialismo fueron por ejemplo: Toyama 
Mitsuru, Kita Ikki, Inoue Nissho, Gondo Sekyo, Okawa Shumei, Araki Sadao, Mazaki Jinzaburo, Nagata 
Tetsuzan y Tojo Hideki, el tristemente famoso primer ministro japonés durante la Segunda Guerra 
Mundial. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 200-205) 
51
 En este escrito se recogía el ultranacionalismo de los últimos años del Imperialismo Japonés 
idealizando al Emperador más que nunca. Enfatizaba virtudes como la lealtad y el patriotismo. Decía 
además que había que acabar con la tiranía de las potencias occidentales en la zona, algo que se 
conseguiría con la unificación de China, Manchukuo y Japón. Japón sería el núcleo de este movimiento, 
si bien su influencia se establecería de forma pacífica. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 205) 
(W.G., 1990, págs. 286-287) 
27 
 
En definitiva, la llegada del radicalismo al poder aceleró el expansionismo imperial, 
inexistente durante la década de los años veinte. Se iniciaba la última y más ambiciosa 
etapa expansionista para Japón. 
Aprovechando la debilidad de los últimos gobiernos civiles en Japón, los altos mandos 
militares presentes en Kwantung, que gozaban de una total autonomía
52
, se anexionaban 
Manchuria en 1932, tras “el incidente de Mukden”
53
. En febrero de ese mismo año, se 
proclamaba su independencia dejando de pertenecer a China, y con el nombre de 
Manchukuo, pasaba a ser un estado títere de los intereses japoneses. Con este acto, 
Japón se encaminaba, poco a poco, hacia una nueva guerra contra China. 
La anexión de Manchuria supuso una violación de los tratados de Washington que 
afectó a las relaciones Internacionales, pero, al igual que cuando los nazis invadieron los 
Sudetes y después Checoslovaquia, la Sociedad de Naciones actuó tarde y mal, 
limitándose a aplicar leves advertencias y sanciones a Japón. Por el contrario, la 
respuesta de Japón fue el abandono de aquella organización en marzo de 1932. De esta 
manera en el ámbito de las relaciones internacionales, Japón y la Alemania Nazi tenían 
vidas paralelas en la década de los treinta, y, es que, con sus actuaciones, ambas estaban 
dispuestas a dar inicio a una guerra que no tendría igual en la historia. 
La falta de rotundidad emitida por la Sociedad de Naciones llevará a Japón a una mayor 
dinámica imperialista, anexionándose nuevos territorios chinos como Jehol (1933), 
próximo a Pekín. Estas anexiones fueron muy rápidas, ya que Chiang Kai-shek
54
, se 
retiraba hacia el sur intentando ganar tiempo a fin de conseguir unificar al pueblo chino 
entorno al discurso de la defensa frente a los japoneses. En otras palabras, comunistas y 
 
52
 Territorio cedido por China tras la guerra ruso-japonesa de 1905. En 1919 se organizó allí lo que se 
conoce como la guarnición de Kwantung o el Ejército de Kwantung, que gozaba de cierta autonomía 
dentro del gobierno civil del mandato de Kwantung. 
53
 El día 18 de septiembre de 1831, un tramo del ferrocarril del sur de Manchuria, de propiedad japonesa, 
fue dinamitado. El ejército japonés culpó del incidente a los disidentes chinos. Tenían la excusa perfecta 
para emprender la conquista de Manchuria. 
54
 Líder del partido nacionalista chino Kuomintang desde 1927. Tras la derrota de los nacionalistas frente 
a los comunistas en 1949, se refugiaría con su gobierno en la isla de Taiwán, donde quedó instaurado 
como presidente de la República de China. 
28 
 
nacionalistas tenían que abandonar sus disputas en bien del interés común
55
. Sería un 
episodio repentino, en diciembre de 1936
56
, el que haría confluir ambas posturas: 
Chiang Kai-shek se comprometía a luchar junto a los comunistas contra los japoneses. 
Así, China se disponía a entrar en guerra contra los japoneses. 
La guerra estalló el 7 de julio de 1937 a raíz de un episodio ocasional entre las tropas 
chinas y las japonesas en el puente de Marco Polo, a las afueras de Pekín, que fue el 
pretexto perfecto para que Japón iniciase su tan ansiada conquista de China
57
. La prensa 
japonesa, y la sociedad japonesa en general, alabaron la postura del gobierno y 
exigieron el castigo merecido a China. 
La Segunda Guerra chino-japonesa fue muy desigual desde el principio, ya que China 
no contaba con un ejército y una armada de garantías que pudiera hacer frente al ejército 
japonés que, como ya se ha visto, se establecía como nueva potencia mundial, entre 
otras cosas, por contar con un ejército y una armada muy competentes. Así, a finales de 
1937 los japoneses ya controlaban el norte de China; en noviembre de ese mismo año 
caía Shanghai y en diciembre tomaban la capital, Nanking, en uno de los episodios más 
atroces de la guerra. Violaciones, torturas, mutilaciones y asesinatos indiscriminados de 
la población darían lugar a uno de los episodios más lamentables de la historia de la 
humanidad. El total de víctimas civiles ascendería a 250.000 personas 
aproximadamente. 
Es difícil entender como un ejército tan disciplinado como el japonés cometió tal 
brutalidad. Es posible que a ello ayuden las palabras del autor Mikiso Hane, que en su 
 
55
 Los nacionalistas del Kuomintang y los comunistas de Mao Zhedong estaban enfrentados por el poder 
desde 1927, cuando se dio inicio a una guerra civil que acabaría en1949 con la victoria de los comunistas 
y el exilio del Kuomintang en Taiwan. Hubo un paréntesis entre 1937 a 1945, cuando comunistas y 
nacionalistas se unieron para combatir a los japoneses. 
56
 “En diciembre de 1936, Chiang Kai-shek viajó a X’ian para convencer a Chiang Hsue Liang, un señor 
de la guerra de origen manchú, de que se sumase a la campaña contra los comunistas, pero éste lo arrestó 
y solo lo liberó después de que se comprometiera, aunque de manera informal, a colaborar con los 
comunistas y a asumir una postura de mayor firmeza respecto a Japón”. (Procacci, 2005, pág. 248) 
57
 El puente de Marco Polo se situaba en los límites de Pekín, y era una zona en la que el ejército japonés 
efectuaba sus maniobras, gracias a acuerdos internacionales anteriores. El desencadenante fue el hallazgo 
de un soldado japonés muerto, tras un disparo. Lo dirigentes japoneses se lo atribuyeron a los chinos. 
Todavía hoy no se sabe a ciencia cierta quién le disparó. 
29 
 
libro “Breve historia de Japón”, nos da, en pocas líneas, las claves del porqué de este, y 
otros sucesos de igual magnitud, durante la guerra: 
“En la sociedad dominaba el respeto general por los fuertes y el desprecio por 
los débiles. Es posible que también influyera la constante estrechez de miras 
insular que caracterizaba a la sociedad japonesa. La gente se identificaba 
solamente con los miembros de su propio círculo o aldea, por lo que 
difícilmente se fomentaban sentimientos de compasión y preocupación por los 
demás”
58
 
Tras Nanking, Chiang Kai-shek se vio obligado a trasladar la capital a Chun King, en el 
suroeste de China. 
¿Cómo respondió la comunidad internacional a la segunda guerra chino-japonesa?. La 
comunidad internacional siguió respondiendo de forma muy tibia. La Alemania de 
Hitler y la Italia de Mussolini no denunciaron la ofensiva japonesa en China, es más, la 
apoyaron públicamente en virtud del Pacto AntiKomintern que ambas potencias 
firmaron con Japón en 1936. Por lo que respecta a la Unión Soviética, ésta se posicionó, 
en un primer momento, del lado de los chinos, presentándose como un posible agente 
beligerante contra Japón, si bien, tras la invasión de Polonia por los nazis, el 1 de 
septiembre de 1939, la URSS no podía mantener dos frentes. Los dirigentes japoneses 
no vieron tampoco intereses especiales en los territorios siberianos, ya que no 
solucionaban su falta de recursos, y se decidieron por continuar la expansión hacia el 
sur con el objetivo de llegar a los importantes pozos petrolíferos de las Indias 
Holandesas. Así se entiende que en 1941 ambas potencias firmaran un pacto de 
neutralidad. Por su parte, Estados Unidos, anclada en su política de no intervención y de 
aislacionismo, apenas reclamó un cese de las hostilidades, posición a la que se unió 
Gran Bretaña. En otras palabras, EEUU pensaba que el afán imperialista japonés se 
acabaría en pocos meses a base de advertencias verbales y leves sanciones económicas. 
Esto no fue así y, en 1941, las fuerzas japonesas invadieron la Indochina Francesa 
desoyendo las advertencias estadounidenses. En respuesta, Estados Unidos y Gran 
Bretaña cortaron el flujo de sus exportaciones a Japón, lo que supuso un enorme 
estrangulamiento para un país que basaba casi el cien por cien de su economía en la 
 
58
 (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 222) 
30 
 
importación de materias primas llegadas de estos países. Quede como ejemplo que en 
“1939 el 85 por ciento del petróleo de Japón procedía de EEUU”
59
 
Japón, que durante esta etapa emitía claros mensajes imperialistas como la “Esfera de 
Coprosperidad de la Gran Asia Oriental”
60
, no podía admitir este embargo económico 
que les privaba de ejercer su tan ansiado expansionismo. No quedaba, pues, para sus 
dirigentes, otra alternativa que la de luchar contra Estados Unidos en una guerra que, 
además, debía empezar lo más antes posible. El factor sorpresa y la superioridad 
japonesa en el Océano Pacífico, eran las grandes bazas que Japón buscaba utilizar en su 
guerra contra Estados Unidos. 
El 7 de Diciembre de 1941, aviones japoneses atacaban por sorpresa la armada 
norteamericana anclada en Pearl Harbour, en las islas Hawái, causando innumerables 
pérdidas, tanto materiales como humanas, a los Estados Unidos. La victoria fue 
mayúscula para Japón, si bien, la aviación japonesa no pudo atacar a los portaaviones, 
que se salvaron del ataque porque se encontraban haciendo maniobras en alta mar. Al 
final, este detalle sería fundamental para explicar la derrota de Japón, ya que los 
portaaviones se convertirían en el arma decisiva de la guerra. El historiador naval 
Samuel Eliot Morison apunta otro dato sobre el ataque a Pearl Harbour: “[..] 
Tácticamente se cometió el error de concentrarse en los barcos en vez de atacar las 
instalaciones permanentes y los depósitos de combustible, [por esto] fue un desastre”
61
 
La consecuencia más importante fue, sin duda, que con este ataque Estados Unidos 
despertaba de su letargo y se preparaba para la guerra. El conflicto se globalizaría 
cuando el 11 de diciembre de 1941 Hitler y Mussolini declarasen la guerra a Estados 
Unidos, en una estrategia arriesgada que buscaba dividir el potencial bélico 
estadounidense en dos frentes, ganando el tiempo suficiente para aniquilar a los 
soviéticos antes de centrarse en el frente occidental. A la postre esta estrategia les 
 
59
 (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 231) 
60
 Presente en uno de los capítulos en el que se divide los “Fundamentos del Régimen Nacional”. En él se 
declaraba que se crearía un nuevo orden en el este de Asía a partir de la emancipación de la colonias tras 
la invasión del Imperio Japonés. En este escrito se recogen ideas pacifistas y sin maldad por parte de 
Japón, que poco tendrán que ver con la realidad, y es que Japón quería hacerse con estas colonias 
simplemente por sus ricos recursos. No obstante, este mensaje de “Asia para los asiáticos” sería la semilla 
de las descolonizaciones posteriores a la guerra. (http://wgordon.web.wesleyan.edu/papers/coprospr.htm) 
61
 (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 236) 
31 
 
costaría muy caro. Ahora, el conflicto mundial se hacía más global que nunca, 
extendiéndose a todos los continentes a excepción del americano. 
El ataque a Pearl Harbour serviría a los japoneses para proseguir su avance hacia el sur, 
pero, sobre todo, les dio el tiempo necesario para llegar a los importantes pozos 
petrolíferos de las Indias Orientales. Antes de esto, caerían Guam, la isla de Wake, 
Hong Kong, Malaya y las Filipinas. En la campaña sobre Filipinas los japoneses 
asestaron una dura derrota a los estadounidenses, que no tuvieron más remedio que 
abandonar sus posiciones coloniales en este archipiélago. En Filipinas, de nuevo, los 
episodios de brutalidad por parte del ejército japonés se sucedieron en otro ejercicio de 
xenofobia y radicalismo exacerbado. Un ejemplo claro de esto fue “la marcha de la 
muerte de Bataan”
62
, en la que 78.000 prisioneros de guerra norteamericanos fueron 
forzados a recorrer 101 kilómetros desde Bataan, al sur, hasta un campo de 
concentración, al norte. A muchos se les negó la comida o el agua, y a aquellos que 
desfallecían del cansancio se les apuñalaba, decapitaba o fusilaba. En total, en este 
funesto episodio, perdieron la vida unos 11.000 soldados norteamericanos. 
Finalmente, Japón se lanzó a la conquista de las Indias Holandesas, que cayeron a 
principios de marzo de 1942 tras una importante batalla naval en el mar de Java en la 
que los japoneses derrotaron a las fuerzas navales holandesas e inglesas, demostrando 
que la guerra se presumía muy larga para los aliados. Además, en las Indias Holandesas, 
así como en otras colonias conquistadas, contaron con el apoyo de la

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