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F A C U L T A D D E H U M A N ID A D E S Y C IE N C IA S D E L A S E D U C A C IÓ N UNIVERSIDAD DE JAÉN Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación Trabajo Fin de Grado Imperialismo Japonés. Del discurso nacional a la expansión territorial Alumno: Salvador Gutiérrez Rus Tutor: Gracia Moya García Dpto: Historia Contemporánea Julio, 2014 1 ÍNDICE 1. Introducción……………………………………………………………… página 2 2. Los orígenes del Imperialismo Japonés: el discurso nacionalista de inicios del siglo XIX………………………………………………………………………página 4 3. La consolidación del discurso imperialista durante el período Meijí…. página 10 4. El Imperialismo Japonés entre 1895 y el final de la Segunda Guerra Mundial………………………………………………………………………..página 19 4.1. Primera fase………………………………………………………página 20 4.2. Segunda fase………………………………………………………página 24 4.3 Tercera fase………………………………………………………. página 26 Conclusión……………………………………………………………………. página 40 Anexos…………………………………………………………………………página 43 Anexo 1:………………………………………………………………. página 44 Anexo 2:………………………………………………………………..página 45 Anexo 3:………………………………………………………………..página 46 Anexo 4:………………………………………………………………..página 47 Anexo 5:………………………………………………………………..página 48 Anexo 6:………………………………………………………………..página 49 Anexo 7:………………………………………………………………..página 51 Fuentes y Bibliografía………………………………………………………...página 60 2 1. Introducción Se define como Imperialismo Japonés a la etapa que va de 1895 a 1946, durante la cual Japón articuló un nacionalismo muy particular como una especie de simbiosis entre tradición y modernidad, y cuyo objetivo fue enfrentarse a la amenaza que suponía la intromisión exterior en los asuntos japoneses. Se trata de un período fundamental en la historia de Japón, porque permitió a un pueblo milenario salir del aislacionismo y entrar en la esfera internacional. Tanto es así que Japón pasaría a consolidarse como una potencia política, económica y militar a inicios del siglo XX. De hecho, en esta etapa, de crecimiento de los imperialismos, sería la única potencia imperial que surgiría fuera de los tradicionales imperialismos occidentales. Por lo general, la historiografía occidental aborda este período de una forma un tanto “oscura”, es decir, existen pocos trabajos dedicados a este tema y, de estos, una parte de los que abordan esta cuestión lo hacen de una manera limitada. Dicho de otra manera, la mayoría de los estudios occidentales afrontan el Imperialismo Japonés limitándose al período de la Segunda Guerra Mundial, coincidiendo todos ellos en catalogarlo como un acontecimiento funesto o proyecto malogrado. Así, por ejemplo, Fieldhouse, en su obra “Los Imperios Coloniales desde el siglo XVIII”, dice que las consecuencias de la guerra demostraron lo poco que Japón necesitaba este movimiento 1 . Por su parte, Ruth Benedict, en su obra “El crisantemo y la espada”, dice que: “Japón, tras haber aprendido la lección [de la guerra, y del militarismo iniciado en la década de los 30], ha comprobado que una empresa dinástica imperial no es el camino del honor” 2 . En el mismo sentido, Lucien Bianco, en su obra “Asia Contemporánea”, estableciendo una comparación entre la época del Imperialismo y la época que se abría tras la guerra, dictamina que el Imperialismo es una época oscura y funesta para Japón, atendiendo siempre a las consecuencias de la guerra 3 . En definitiva, para parte de la historiografía occidental, el Imperialismo Japonés significaría un fiasco o un fracaso. Probablemente, este enfoque derrotista transmitido por las obras mencionadas, tenga que ver con el hecho expuesto de quedar ceñidas cronológicamente al desarrollo y expresión que mostró el Imperialismo Japonés durante 1 (K.Fieldhouse, 1987, pág. 190) 2 (Benedict, 1945, pág. 301) 3 (Bianco, 1984, pág. 238) 3 la Segunda Guerra Mundial, sin detenerse a contemplar aspectos tales como sus orígenes, sus bases y/o sus fines iniciales. Así, muchas de estas obras no señalan que el Imperialismo Japonés de la Segunda Guerra Mundial, es un fenómeno muy alejado de las bases que lo originaron. En otras palabras, el Imperialismo Japonés no es sólo Japón en la Segunda Guerra Mundial. El trabajo que aquí se presenta tiene dos objetivos básicos: por un lado, hacer un estudio del Imperialismo Japonés desde su aparición hasta su extinción; por otro, una vez vistas sus bases y sus fines, matizar o suavizar ese sentido de fracaso que, de forma bastante general, se le suele atribuir. Para explicar esto, consideraremos que su génesis está íntimamente relacionada con el deseo o la intención de hacer frente a los Imperialismos Occidentales que amenazaban con apoderarse de este espacio, tal y como ya habían hecho con otros espacios asiáticos. A este respecto, se considera que el período conocido como Restauración Meijí (1868-1912) resulta fundamental, ya que será entonces cuando se establezcan, de forma clara, los fundamentos del Imperialismo Japonés que como se verá más adelante, irá conformando un nacionalismo de corte reformista conforme los Imperialismos Occidentales se vayan consolidando en la zona 4 . Evidentemente, si atendemos a los años finales del Imperialismo Japonés, éste fue un proyecto malogrado; pero si atendemos al conjunto y nos desprendemos de la óptica de la Segunda Guerra Mundial, habría que atenuar el sentido de rotundo fracaso que se le suele aplicar. Pensamos, además, que en el fin del Imperialismo, es decir, en su derrota final, se encuentran las bases de la aparición y construcción de una nueva sociedad japonesa, desapareciendo aquella que había originado y alentado este proceso, aquella que tenía como meta mantener la independencia e identidad propia de este país frente a la 4 Desde 1.700 los holandeses habían establecido un poder colonial en las Indias Orientales Neerlandesas, hoy llamadas Indonesia. Tras éstos, el Imperio Británico, que durante el siglo XIX, convirtió en colonias varios territorios asiáticos como Ceilán (1802), la India (1858), Birmania (1851) y Hong Kong (842). En 1887, los franceses convertían en colonias los territorios de Indochina. Alemania se sumaría tarde al carro del imperialismo asiático, estableciendo como colonias las islas de Nueva Guinea Alemana (1885) y Samoa Alemana (1900). El último país (sin contar Japón) que se sumó a este expansionismo fue EEUU, al conseguir los territorios de Filipinas(1898), Guam (1898), Samoa Americana (1900) e Islas Marianas del Norte (1944). 4 amenaza extranjera, aquella, en definitiva, que cumplió este propósito, al menos en parte. Por lo que se refiere a la metodología, el soporte principal de este trabajo lo constituye la lectura de una serie de obras específicas sobre el tema de estudio, si bien, a éstas hay que sumar otras de carácter antropológico, fundamentales para conocer y entender la cultura japonesa; religioso, de gran valor para entender el sustrato ideológico del nacionalismo vertebrado en esta época; y económico, básicas para entender el proceso de crecimiento económico que inició Japón en esta época, para entender, en definitiva, como consiguieron convertirse en una potencia mundial. En definitiva, son éstas las obras sobre las que se vertebra el estudio realizado, sin olvidar, las obras de carácter general consultadas. Por otro lado, cabe destacar igualmente el material cartográfico utilizado, así como la visualización de documentales y films históricos, relevantes para comprender como la cultura o la sociedad (tanto occidental como oriental) miran a esta época, si bien, como veremos, la mayoría de ellos aparecen centrados en la Segunda Guerra Mundial. En este trabajo, sin embargo, no se ha podido contar confuentes hemerográficas especializadas en el tema, debido, principalmente, a la falta de trabajos y artículos dedicados al estudio de este acontecimiento. Para finalizar este apartado, indicar que el trabajo aparece dividido en dos partes: una primera centrada en la aparición y construcción de la ideología de este fenómeno, y una segunda destinada al estudio de su desarrollo hasta su derrota durante la Segunda Guerra Mundial, finalizando con la enumeración de las ideas más significativas y relevantes a las que ha dado lugar. 2. Los orígenes del imperialismo japonés: el discurso nacionalista de inicios del siglo XIX Los orígenes del imperialismo japonés hay que situarlos en el discurso nacionalista que comienza a articularse a inicios del siglo XIX con el propósito de enfrentarse a la amenaza que suponían en la zona las potencias occidentales. A partir de ahí, se pondrían en marcha toda una serie de procesos, dinámicas y factores que posibilitaron que estas pequeñas islas dejaran atrás su atraso estructural para poder competir, en todos los ámbitos, con las potencias coloniales de Occidente, evitando o limitando, de esta 5 manera, la intromisión de éstas en los asuntos japoneses. En todo caso, como se verá, el nacionalismo japonés vigente a lo largo del siglo XIX y hasta finales de la Segunda Guerra Mundial, fue la respuesta concreta y especial de un pueblo a un peligroso desafío. Fue justo esta respuesta, la que articuló los primigenios discursos nacionales de principios del siglo XIX. Ahora bien, ¿qué entendía la sociedad japonesa de aquel tiempo por “desafío”?. El “desafío”, para los japoneses, o para los ideólogos de esta primera conciencia nacional, era acabar, o intentar acabar, con las pretensiones de las potencias occidentales respecto a Japón. Es decir, el “desafío” era no renunciar al aislacionismo que les había caracterizado desde hacía milenios, o, si esto no era posible, poner limitaciones a la influencia occidental. Japón no estaba dispuesto a perder sus señas de identidad, y así lo venía manifestando desde hacía tiempo. Ya a principios del siglo XVIII, se articularon toda una serie de discursos nacionalistas en torno a la denominada “Escuela del Aprendizaje Nacional” 5 , que surge en esta época para ensalzar las costumbres y tradiciones japonesas frente a la influencia de otras culturas, como la china 6 . Es justo en esta etapa, cuando comienza a vertebrarse el discurso imperial que ya aparece perfectamente definido a finales del siglo XIX, según el cual, la dinastía imperial es una institución sagrada, a la cual todo Japón debe subordinación. Resumiendo, la resistencia nacional frente a las influencias del exterior se articuló en Japón desde una fecha muy temprana. Se podría decir que mientras Occidente, aún vivía bajo todo un sistema descentralizado de feudalismos y entidades políticas diversas, en Japón ya empezaba a surgir una conciencia nacional que tenía entre sus fines preservase de las influencias foráneas, aun cuando en este período los contactos con los occidentales eran muy esporádicos todavía. No es extraño, pues, 5 (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 73-75). 6 La cultura china, por cercanía y por historia, era la principal cultura foránea que había influenciado a Japón en aspectos como la religión (con la entrada del budismo en la isla), como la lengua (el Japón moderno adoptaría cultismos y otros términos de origen Chino) o las tradiciones (como la ceremonia del Té). (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 36-57) 6 que, a inicios del siglo XIX surgiese una escuela historiográfica que daría lugar a libros como “La Gran Historia de Japón”, que venía a ensalzar la historia y cultura japonesa 7 . A medida que la presencia de las potencias occidentales en el entorno de Japón incrementaba, el tradicional discurso nacionalista empezó a tener críticas dentro de la élite japonesa, ya que no lograba dar respuesta al avance de los occidentales. Lo que dio lugar a que el discurso nacionalista se dividiera en torno a dos corrientes. La primera corriente era la mayoritaria, la que defendía el Emperador y su corte, y marcaba una línea continuista entorno al tradicional discurso nacionalista de Japón, o lo que es lo mismo, defendían el aislacionismo por encima de todas las cosas. La segunda corriente era la minoritaria, la que defendía el Shogunato, y fue novedosa porque rompía totalmente con el tradicional discurso nacionalista japonés, defendiendo que había que acometer una apertura total de Japón al mundo exterior, defendían, en todo caso, una política de puertas abiertas. Con este discurso, el Shogun estaba contradiciendo al mismísimo Emperador, figura sagrada que había delegado en éste el gobierno de Japón. Una insubordinación, que, junto al poco apoyo popular que tenía, explican el porqué del fin del Shogunato y el inicio de la Restauración Meijí en 1868, como se verá más adelante. A pesar de esto, el discurso del aislacionismo era el más fuerte, y se afianzaría aún más a medida que aumentaba la amenaza occidental, dando lugar a una radicalización cada vez mayor del discurso nacionalista de carácter aislacionista, que ahora se impregnaba de un lenguaje ególatra, prepotente y arrogante, arropado por un sentimiento moral de superioridad. No obstante, la realidad, es decir, la inexistencia de una preparada y potente fuerza militar, hizo que el discurso aperturista cobrara fuerza. Fruto de ello, surgirán una serie de medidas tendentes a evitar el enfrentamiento con otros países. Por ejemplo, en 1842 se puso fin a la política de hacer fuego sobre las naves extranjeras que entraran en la órbita de los puertos japoneses 8 . Se puede deducir, que ya entonces Japón estaba 7 Por ejemplo, en esta recopilación de libros se afirmaba que “los chinos debían suprema lealtad al Rey, mientras que en Japón la población debía libertad suprema al Emperador” (Hane, Breve Historia de Japón, 2000) 8 El 29 de agosto de 1842 se derogaba el edicto que ordenaba hacer fuego sobre las naves extranjeras, y es que antes de que la presencia de los occidentales se hiciera más grande, con el fin de contagiarse lo menos posible de las influencias venidas del mundo occidental. (Akamatsu, 1968, pág. 87). 7 dispuesto a pelear, de la misma manera que lo hizo durante la Segunda Guerra Mundial, pero en esta ocasión desecharon la guerra, simplemente porque no estaban preparados militarmente. Su objetivo entonces era erigirse en una amenaza para los occidentales y utilizar la disuasión para mantener a raya a todo aquel que intentara pisar Japón. Fruto de esta iniciativa, fue el surgimiento para mediados del siglo XIX de una industria moderna, capaz de fundir cañones, sin la ayuda directa de Occidente, industria que tendría su culmen a finales de este siglo. En definitiva, a mediados del siglo XIX, el debate entre aperturistas y aislacionistas se había recrudecido, y este enfrentamiento se hizo mayor a medida que se hacían más frecuentes las expediciones occidentales en los alrededores de Japón. Para estas fechas, ingleses, franceses y holandeses habían establecido contactos más prolongados con Japón al beneficiarse de la postura aperturista del Shogunato mientras el país asiático, poco a poco, va cediendo competencias. Algunos pensadores y políticos, contrarios a esta política del Shogunato 9 , supieron ver la deriva en la que se encontraba Japón y profetizaron lo que vendría más tarde: la caída del Shogunato. Abe Mashairo, señor de Fukuyama e importante ilustrado de la época final del Shogunato escribió a este respecto, criticando la dinámica aperturista: “El imperio no pertenece definitivamente a los Tokugawa. El imperio es de un imperio que pertenece al imperio: cuando está enjuego la seguridad del Japón, si vos no manifestáis claramente y sin equívocos vuestra voluntad [se dirige al Shogunato, dirigido en este momento por los designios de los aperturistas], no cabe duda [de que los] señores feudales actuarán sin esperar vuestras órdenes. En este momento, la corte [del Emperador, aislacionista] no permanecería indiferente y, muy pronto, podrían producirse acontecimientos en los que vos no tendréis participación” 10 . En este clima de tensión, las cosas vendrían a complicarse aún más con la aparición de un nuevo actor en todo este entramado, Estados Unidos, cuyos intereses comerciales 9 El “Shogunato” se corresponde con el gobierno civil presente en Japón desde el siglo XII hasta el siglo XIX. Esto no significa que fuera el principal poder de Japón, ya que gobernaba por delegación del Emperador, que no disponía en esta época de ningún poder civil, tan solo tenía poder sagrado dentro de la religión sintoísta. (Benedict, 1945, págs. 52-81) 10 (Akamatsu, 1968, pág. 93) 8 hacían que pusiera su mirada en la orilla asiática del Océano Pacífico. Así, en 1851, el presidente Filmore, entregó, a través del comodoro Perry, comandante de la flota de las Indias Orientales, una carta al Shogun en la que rogaba al Emperador y a los dirigentes japoneses algunas concesiones comerciales, como la apertura de algunos puertos al comercio con EEUU. Tras una larga travesía por el Atlántico sur y el Índico, el comodoro Perry se presentó con cuatro naves en la desembocadura de la bahía de Edo 11 , el 8 de julio de 1853. La respuesta de la mayoría de los dirigentes a las demandas de EEUU fue una negativa rotunda, atendiendo a las demandas del Emperador, y cuidándose con esto de no iniciar un enfrentamiento militar con EEUU. El Shogun y los aperturistas se opusieron a esto e intentaron en el plazo de un año 12 , y con la presión de otras potencias 13 , hacer confluir todas las visiones hacia la apertura de Japón al mundo exterior, con la firma del tratado con EEUU. Poco antes de cumplirse el plazo establecido, el 31 de marzo de 1854, fue firmado el “Tratado de paz y amistad entre los Estados Unidos de América y el Imperio del Japón”, más conocido como el Tratado de Kanagawa, por el cual los dos países se prometían paz sin defecciones y Japón concedía importantes concesiones comerciales a los mercantes estadounidenses 14 . Poco después, Japón no pudo frenar tratados similares con Holanda, Inglaterra, Francia y Rusia. Hoy en día, el Tratado de Kanagawa y la figura del comodoro Perry hoy representan el fin de la política de aislacionismo en Japón. El establecimiento de este tratado con EE.UU., que no contó con el apoyo de la corte imperial, partidaria del aislacionismo, radicalizó, aún más, el discurso aislacionista, radicalismo que se intensificaría cuando en 1856 llegara la segunda gran expedición 11 Actual Tokio y donde se encontraba el gobierno del Shogun. 12 Un año fue el período que dejó Perry para que se debatieran estos temas, tras ese año volvería para conocer la respuesta. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 89-93) (Akamatsu, 1968, págs. 93-102) 13 Un mes después de haberse ido Perry, entraba en Nagasaki el almirante ruso Putiatin, con una flota de cuatro naves. Antes de irse, ante el próximo retorno de Perry, tuvo bien cuidado de firmar con los delegados japoneses el tratado de “nación más favorecida”. (Akamatsu, 1968, pág. 99) 14 Por este tratado, los puertos comerciales de Shimoda y Hakodate quedaban abiertos para los estadounidenses. Además, los estadounidenses podrían circular y refugiarse en torno al puerto. También se hacía alusión al envío de un cónsul estadounidense al Japón. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 90) (Akamatsu, 1968, pág. 100) 9 estadounidense a Japón, dando lugar a un nuevo tratado con los norteamericanos, el “Tratado de Amistad y Comercio”, firmado en julio de 1858 y que reportaba nuevos beneficios comerciales a EE.UU. De nuevo se agrandaba la brecha entre los dirigentes aperturistas del Shogunato, que consideraban que este acuerdo solo era un “mal menor” para Japón, y que la realidad era que no podían enfrentarse a EEUU, y la corte imperial, a su cabeza el Emperador, que se mostró en contra de firmar todo acuerdo con los extranjeros y apelaba al orgullo japonés para enfrentar esta amenaza. Convenios similares eran firmados poco después con las restantes potencias interesadas en la zona. Japón se abría al mundo cada vez más, si bien las consecuencias más importantes de estos tratados se produjeron a nivel interno del país y es que el discurso nacionalista-aislacionista comenzaba a adoptar un tono xenófobo no sólo hacia los extranjeros, sino también hacia los dirigentes del Shogunato, lo que no tardaría en provocar toda una serie de atentados terroristas 15 hacia los dirigentes aperturistas del Shogunato. Temerosos de una posible insurrección, los dirigentes del Shogunato intentaron acercar posturas con la corte imperial, hecho que tuvo su simbolismo en la unión matrimonial entre el Shogun y la princesa imperial. Conscientes de su debilidad, se trataba de una huida hacía adelante: la necesidad de atraerse al Emperador les hizo prometer que, una vez contaran con una marina y una armada capaces, los extranjeros serían expulsados. Estas declaraciones de buena voluntad bastaron para convencer al Emperador, pero no a la corte imperial, plagada de aislacionistas, que pusieron trabas a este acuerdo presionando al Emperador para adoptar una política de aislacionismo. En este contexto de confusión constante dentro de la política japonesa, dos hechos más explicarían el fin del Shogunato. En primer lugar, el intento de golpe de estado por parte de los aperturistas (del Shogunato) hacia el Emperador que sería descubierto por los xenófobos, con el consiguiente descrédito del Shogunato. En segundo lugar, la muerte del Emperador Komei 16 que dio paso a un mayor poder de la corte imperial 15 Los atentados terroristas. tuvieron su episodio más funesto cuando diecisiete ronin (samuráis sin amo) asesinaran al “Tairo” de Japón, encargado de gobernar, en lugar del Shogun en tiempos de incertidumbre y que años atrás fue el responsable de firmar el tratado de Kanagawa. Este hecho contó con el apoyo social, siendo considerado como una proeza. (Akamatsu, 1968, págs. 129-131) 16 121º Emperador de Japón. 10 (aislacionistas), que con la llegada del Emperador Meijí de tan sólo quince años, no tuvo problemas para “poner fin a la política del Shogunato y restaurar el régimen imperial” 17 . El Shogun devolvía la autoridad gubernamental al Emperador a finales de 1867. No hicieron falta guerras civiles ni más conversaciones, simplemente el Shogunato se extinguió por la iniciativa imperial. Se entendía que para esta época el Shogunato ya era muy débil y por ello no podía enfrentarse a un poder (el Emperador) al que además debía subordinación, dentro del sistema de jerarquía japonesa 18 . Finalmente, en el debate que se abría a inicios del siglo XIX dentro del discurso nacionalista, ganaba la postura más tradicionalista y opuesta a cualquier apertura hacía el exterior, cargada ahora, además, de una negación y xenofobia hacía todo lo que llegase de fuera. Se iniciaba entonces una nueva etapa fundamental en la configuración del discurso nacionalista y del imperialismo que estaba por llegar: La Restauración Meijí de 1868. 3. La consolidación del discurso imperialista durante el período Meijí El inicio de este período no puede ser considerado como una fractura, como un antes y un después en la historia de Japón. Aunque se puede establecer que existen reformas muy importantes entodos los campos (político, económico, social y cultural) el triunfante discurso nacionalista mantendrá una posición inmovilista, siendo en éste donde se sustenten todos los cambios habidos en esta etapa. Dicho de otro modo, el gobierno promovió toda una serie de reformas necesarias para enfrentarse a corto o medio plazo a los imperialismos occidentales. Por tanto, de cara al exterior nada ha cambiado. En cambio, para los imperialismos occidentales, esta etapa sí supone un punto de inflexión ya que con ella se inicia una clara ruptura respecto al período anterior. Es decir, antes de la Restauración Meijí, los imperialismos occidentales tenían la opción de conquistar Japón, mientras que con el inicio de ésta, esta opción queda descartada al contar Japón con la fuerza necesario para defenderse de aquellos. 17 (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 98) 18 Por debajo del Emperador, el Shogun y los nobles de la corte se estableció durante la era de los shogunes una sociedad estamental piramidal, que todos respetaban: los samuráis, los campesinos, los artesanos y los comerciantes. Debajo de todos estos estaban los parias, sin ningún derecho. (Benedict, 1945, pág. 69) 11 Sería conveniente, por tanto, distinguir el significado del inicio del periodo Meiji para unos y otros: para los japoneses, el inicio de la construcción de un país capaz de enfrentarse con garantías de éxito a las injerencias extranjeras; para los occidentales, la constatación de que sus expectativas quedaban frenadas. E incluso, adelantándonos en el tiempo, se puede establecer una comparación entre lo que supuso para la propia sociedad japonesa la Restauación Meijí y el final de la Segunda Guerra Mundial. Y es que, frente a lo que supone la Restauración Meiji, tras la Segunda Guerra Mundial si existe una clara ruptura. Tras este conflicto el propio Emperador(y por extensión todo Japón, que estaba subordinado al Emperador), en un ejercicio de verguenza nacional, se arrodillará ante una potencia extranjera, algo impensable antes de la guerra. Es justo en este acto de rendición hacia el extranjero donde encontramos la ruptura del Japón milenario, ya que la mentalidad hacia el extranjero cambia totalmente. Aquella mentalidad xenófoba hacia el extranjero, que vertebró el discurso nacionalista de Japón durante el siglo XIX, ya no estaba presente después de la guerra. Así, tras la Segunda Guerra Mundial sí hubo un antes y un después para Japón, en contra de lo que ocurrió con la Restauración Meijí, que consolidaría aun más con sus reformas al discurso nacionalista de carácter aislacionista. La estrategia de los ideólogos de esta corriente de pensamiento 19 pasaba por reivindicar la figura del Emperador, símbolo supremo de la tradición y el inmovilismo. Puede decirse que sin el Emperador la Restauración Meiji habría quedado vacía de fundamento ya que lo que perseguían aquellos ideólogos era, precisamente, reivindicar la tradición. Ahora bien, ¿qué significaba en Japón el Emperador?. Para Japón, el Emperador era un dios a la manera de los faraones egipcios, pero con las peculiaridades propias del pueblo japonés, cuyas cualidades quedaban recogidas en la misma esencia de la religión shintoista. Esta figura, sin embargo, desde la época de los samurais y la instauración de los Shogunatos, se había aislado por propia voluntad como una especie de poder sagrado muy apartado de las problemáticas gubernamentales, sin participar en el gobierno civil. No obstante, al ser considerado como una figura divina, ningún señor feudal osaba despreciarlo, si no quería con ello, insultar a las tradiciones. 19 Entre los cuales encontramos a hombres venidos del estamento nobiliario (de la clase samurái) de la talla de Li Naosuke, Yoshinobu, Ryoma, Yuri Kimimasa, Sakuma Shozan, Eto Shimpei, Okuma Shigenobu, Soejima Taneomi o Ito Hirobumi, entre otros. (Akamatsu, 1968, págs. 270-277) 12 Esto último, precisamente, fue lo que supieron ver los ideólogos de la Restauración Meiji, los cuales, tal y como ha quedado señalado, apelaron a la tradición a la que unieron la innovación, para reformar el país. Pero ¿qué significa tradición más innovación?. Ya se ha visto como en los años anteriores a la Restauración Meiji de 1868, las incursiones de las potencias occidentales en Japón no dejaron de sucederse en forma de pequeñas factorías comerciales por distintos puntos del territorio y, todo ello, con el beneplácito del Shogun que, con su actitud, ponía en peligro la integridad milenaria de Japón. Esto fue justamente, lo que los aislacionistas denunciaron apelando al orgullo y la unidad del pueblo japonés frente a las fuerzas invasoras y frente a un gobierno corrupto que se dejaba ganar por el invasor en los despachos y no en el campo de batalla, lo que era interpretado como una afrenta. La solución en busca de restituir este orgullo, humillado, fue crear la unidad necesaria en el pueblo japonés. Para ello recurrieron a la tradición o, lo que es lo mismo, a la lealtad suprema del pueblo japonés hacia el Emperador. Se orquestó entonces toda una campaña de desprestigio contra el Shogunato, apelando al orgullo nacional frente a la corrupción de aquel. Los mensajes en este sentido eran claros: “[…] en los últimos trescientos años no ha prevalecido la ley imperial […]. La corrupción era incontrolable, se castigaba a las personas virtuosas, los villanos gozaban de buena fortuna […]. Ahora, por fin, se ha restaurado el gobierno imperial, y la justicia y la ecuanimidad prevalecen sobre todas las cosas… estamos cumpliendo nuestro deber de súbditos de la tierra de los dioses” 20 . Pero, la labor de los ideólogos no se redujo a fundamentar el movimiento en la subordinación suprema al Emperador, sino que los líderes de este movimiento tuvieron que iniciar toda una serie de reformas en el ámbito de la vida política, económica, social, militar y cultural. Su objetivo estaba claro: evitar que Japón cayera en manos de las potencias occidentales, como había ocurrido ya en otros países de la vertiente sur-este de Asia. Y su propuesta fue entrar en la modernidad, es decir, decidieron enfrentarse al enemigo 20 Edicto general en los inicios de la Restauración, que quedaría recogido mucho más tarde en el Edicto Imperial de Educación de 1890 (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 100-101) 13 con sus mismas técnicas y armas. De esta manera, iniciaron un proceso de occidentalización, dando lugar a toda una serie de reformas en todos los campos que serían vitales para la consolidación de la idea imperialista y para el inicio de la etapa que estaba por llegar: a) Reformas Políticas En el ámbito político, el cambio fue más que significativo, pasando del sistema político feudal a los sistemas parlamentarios, a la manera occidental. Además los ideólogos de la Restauración, llevarán a cabo toda una serie de reformas que pretendían conformar un Japón fuerte, capaz de competir con las potencias occidentales. La antropóloga Ruth Benedict en “El crisantemo y la espada”, nos los presenta de la siguiente manera: “[Eran] aquella unión peculiar de los samuráis modestos y la clase mercantil que determinadas instituciones del país habían fomentado incluso en los tiempos feudales. Eran los comerciantes que habían comprado el estatus de samurái […], [que] trazaron la política Meijí y planearon su ejecución. Japón, que acababa de emerger del medievalismo en la segunda mitad del siglo XIX y era entonces tan débil como lo es hoy Siam, produjo dirigentes capaces de concebir y llevar a cabo una de las tareas de mayor destreza política y mayor éxito jamás abordadas por nación alguna” 21 . Estos “reformadores”tenían claro que si querían cambiar la política del país para que se adaptara a los nuevos tiempos, debían dar paso a una revolución política que pusiera fin al sistema tradicional feudal o, lo que es lo mismo, poner fin a los samuráis. Para ello, en primer lugar, les arrebataron sus tierras y les privaron de sus ancestrales privilegios, ambas cuestiones con la aprobación del Emperador. Subordinados, como todo Japón, al Emperador los samuráis respondieron diciendo que el Emperador estaba siendo manipulado por sus allegados. Su forma de oponerse a estas reformas fue el inicio de una serie de revueltas que acabarían con una batalla, la batalla de Shiroyama, ilustre para la historia de Japón por ser la última en la que lucharon samuráis. Fue una batalla desigual, pues unos 400 samuráis se enfrentaron a un recién formado ejército 21 (Benedict, 1945, págs. 84-85) 14 profesional formado por unos 30.000 soldados 22 , instruidos en nuevas tácticas de combate y con armas de fuego. La victoria de este “ejército de campesinos” frente a los señores samuráis, abrió una nueva etapa para Japón y significó un deshonor para la clase samurái, que había perdido en la batalla ante una clase (campesinos) que durante el Shogunato tenía menos derechos que ellos. En otras palabras, habían perdido ante una “clase menor”, lo que explica que, nada más acabar la contienda, Saigo, líder samurái de la sublevación, se realizara el hara-kiri 23 . Una vez suprimida la clase samurái, el gobierno buscó legitimar más aún estas medidas políticas con la promulgación de una Constitución, que llegaría el 11 de febrero de 1889. En ella se legitimarían las bases fundamentales del Imperialismo Japonés: en cuanto a la forma de gobierno sería la monarquía parlamentaria, cuya soberanía correspondía al Emperador; el Emperador era el jefe supremo de las fuerzas armadas (que no dependían de la Asamblea Constitucional), y ejercía su poder de hacer leyes con el consentimiento de la Asamblea Constitucional y con el poder de vetar las leyes que salían de la misma; la estructura de la Asamblea, cuyo único poder real era el fiscal, era bicameral 24 ; y en la estructura territorial del Estado se abolían los antiguos reinos feudales que quedarían aglutinados en un sistema de prefecturas o provincias dentro de un sistema territorial centralizado con capital en Tokio. b) Reformas económicas Por lo que respecta a la economía, será en este campo donde se produzcan los cambios más sgnificativos. De hecho, las reformas emprendidas conseguirán que se pase de una economía básicamente agraria a una economía industrial, con base en la industria 22 La mayor parte de este ejército lo componían antiguos campesinos, parias y hombres sin derechos, anteriormente subordinados a la clase samurái. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 107-109). 23 Es el suicidio ritual por desentrañamiento que era tradición entre los samuráis que consideraban un deshonor rendirse y preferían con este acto darse muerte y mantener su honor intacto. 24 La estructura de la asamblea se basó en la estructura de la cámara de los Lores y de los Pares del parlamento inglés. En este caso, los miembros de la cámara de los Pares pertenecían a la familia imperial o eran nobles. Los miembros de la Cámara de Representantes eran elegidos por votación, pero sólo podían optar a este privilegio los varones mayores de 25 años con arreglo a una determinada carga de impuestos (en 1890 solo un 1, 14 % de la población tuvo derecho a voto). (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 109-113) (Benedict, 1945, pág. 87) 15 pesada. Es esta transformación, que acercaba la economía japonesa a la economía occidental, la que justifica el término revolucionario al referirse a tales cambios. Dos medidas, básicamente, produjeron tales cambios: por un lado, se desamortizaron las tierras de los daimios 25 , que recibieron a cambio importantes compensaiones económicas; y, por otro, se aplicaron grandes exacciones a la población, apelando (para frenar cualquier tipo de insurrección) a la solidaridad del pueblo japonés, y recordandole que debía subordinación al Emperador. Todo esto creó una especie de “lanzadera económica” que incentivó la industria en un primer momento, para, posteriormente, dar paso a un importante impulso económico que hizo que el sector industrial creciera sostenidamente hasta finales de la Segunda Guerra Mundial 26 . De gran importancia resultó el papel del Zaibatsu 27 , que en los inicios de la Restauración Meijí no se decantó por ningún actor (aperturista o aislacionista), ganándose el favor así de cualquier posible vencedor. En este primer momento de implantación de estas medidas, el Estado requerirá de estas empresas para dinamizar la economía, originándose así una estrecha relación entre Estado y grandes empresas comerciales. El desarrollo industrial y comercial fue todo un éxito. Ya en 1913 la mitad del comercio mundial de ultramar se transportaba en barcos japoneses. (Tabla 1) 25 Señores feudales pertenecientes a la clase samurái. Tras el Emperador y el Shogun eran la tercera fuerza de poder en Japón durante la etapa anterior a la Restauración Meijí. 26 (Akamatsu, 1968, págs. 264-269) 27 Grandes compañías comerciales japonesas, entre las cuales podemos encontrar el conglomerado comercial Mitsubishi, origen de la actual franquicia empresarial presente en todo el mundo que lleva el mismo nombre. (Benedict, 1945, págs. 98-99) (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 116-121) (Akamatsu, 1968, pág. 267) (Neré, 1982, págs. 535-536) (Procacci, 2005, pág. 136) 16 TABLA 1 Comercio exterior de Japón de 1883 a 1913 (medias anuales en millones de yen) Importaciones Exportaciones Diferencia 1883-1887 33 42 +9 1888-1893 73 77 +4 1894-1898 223 139 -84 1899-1903 270 244 -26 1904-1908 441 375 -64 1909-1913 544 496 -48 [Fuente: (Neré, 1982, pág. 397)] No obstante, no debe olvidarse que, a pesar de este desarrollo económico, hasta mediados del siglo XX, el principal sector económico japonés seguirá siendo el agrícola. c) Reformas sociales En el campo social, el rígido sistema jerárquico de clases fue modificado, con lo que los aristócratas de la corte y los antiguos daimios pasaron a ser pares 28 , los antiguos samurais de clase alta se convirtieron en el shizoku 29 , y el resto, en plebeyos. Ahora incluso se daba paso a una cierta apertura a la movilización entre clases, es decir, ahora, por ejemplo, se permitía a los plebeyos tener apellidos y casarse con personas de mayor categoría social. Más tarde, en 1872, se les dio permiso para comprar y vender tierras. La vestimenta como el sistema, que antes servía para distinguir a las clases, fue abolida. En este nuevo esquema social, evidentemente, los más perjudicados fueron los samuráis, antigua clase noble y poderosa de Japón, y, es que, a medida que la nueva élite comercial y empresarial se posicionaba y hacía efectivos estos cambios, iba socavando, más y más, los privilegios de los samuráis 30 . Ante ello, los samuráis 28 Miembros de la cámara alta. 29 Clan samurái, desposeído de sus derechos con las reformas Meijí. 30 Un claro ejemplo que ilustra el ocaso de la clase samurái fue que “a partir de 1876, los samuráis dejarían de estar autorizados a llevar espada y abusar impunemente de los plebeyos [campesinos]”. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 113) 17 respondieron con la sublevación, si bien, los plebeyos sin derechos a los que antes los samuráis maltrataban sin restricciones les vencerían, en combate. En ello concluyó de forma decisiva el hechode que una de las más importantes reformas del gobierno Meijí, fue la de construir una armada y un ejército profesional, formado en su mayor parte por campesinos. Será esta clase la que en el ejército y la armada (que como se ha visto en la Constitución de 1889 gozaría de cierta autonomía), mantenga vivo el discurso nacional reformista contra los extranjeros en aquellos momentos en los que los gobiernos civiles inicien una cierta apertura, como ocurrirá en la década de los años veinte del siglo XX. Y es que al promover este cambio social, es decir, el de desprenderse de la clase samurái, también se estaba promoviendo la reforma militar. Y es que al dar paso a ésta también se estaba aboliendo la tradicional fuerza militar de Japón, que se basaba precisamente en la clase samurái. Dicho de otro modo, con la Restauración Meijí la fuerza de combate japonés, que eran los samuráis, fue sustituida por un ejército y una armada profesional. El nuevo gobierno tuvo pues que crear un nuevo ejército de mar y tierra. Partieron de un reclutamiento obligatorio, instituido oficialmente en 1873. Era un servicio universal, en el que quedaban eliminadas las diferencias de clase. Sin embargo, en un principio, quedaban excluidos todos aquellos que tuvieran educación superior o fueran cabezas de familia. Así que, en un principio, los únicos que podían cumplir el servicio obligatorio de tres años eran los hijos de los campesinos más pobres. En 1882 se promulgó la “Orden Imperial de Soldados y Marinos” que hacía énfasis en la subordinación al Emperador y la lealtad al pueblo japonés. Hay que añadir además, que el gobierno partió de cero para la creación de una armada profesional 31 . d) Reformas culturales Las reformas culturales más superlativas se centraron en el campo de la educación y en el de la religión. En lo que respecta a la educación los ideólogos de la Restauración Meijí pusieron un enorme énfasis, al considerar este campo el pilar básico de toda reforma que se llevase a 31 En un primer momento, como no tenían la industria necesaria para crear una armada tuvieron que comprar esta fuerza a los extranjeros, así, en 1875, compraron tres acorazados a Gran Bretaña. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 115-116) 18 cabo en Japón. El primer paso fue el establecimiento de la educación obligatoria en 1872, que daría lugar a un debate en el seno del gobierno respecto al modelo de educación que se quería para este Estado. El debate finalizó con el triunfo de las tesis conservadoras y en 1880 quedaba instaurada la educación imperial, de corte tradicionalista. Ésta, que sería base del Imperialismo hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, se caracterizaba por enfatizar toda una serie de valores sintoístas y confucianos tales como la lealtad al Emperador, el patriotismo, el deber filial, la compasión, la sobriedad, la diligencia y la obediencia. Por lo demás, destacar que, en el capítulo de las técnicas educativas, el Estado se basó principalmente en las técnicas educativas occidentales. De esta manera, se adoptaron e implantaron métodos imperantes en países occidentales como Francia, país en el que en todas las escuelas del país se estudiaba el mismo día, la misma lección, del mismo libro de texto, a la misma hora. En cuanto a la educación física, todas las escuelas practicaban la misma con la misma emisión radiofónica a idéntica hora de la mañana. En cuanto a la religión, la reforma de la misma supuso la alianza de la religión y la política en la figura del Emperador. Los ideólogos discutieron sobre el papel de la religión para este “nuevo” Estado y si la Constitución de 1889 debía proclamar el sintoísmo 32 como obligatorio. Si bien no dudaban de que su papel sería fundamental a la hora de conseguir la tan ansiada unión japonesa contra los occidentales. Finalmente, en la Constitución de 1889, proclamaron la libertad de culto, si bien enmascararían este recién instaurado shinto estatal no como una religión, sino como un signo de respeto, subordinación hacia el “divino” Emperador y hacia sus antepasados. Como muy bien dice el autor Alfonso J. Falero en el libro “Aproximación al Shintoismo”: “Los [reformadores] Meijí hicieron un llamamiento a los sentimientos feudales de lealtad, de manera que el shinto estatal emergió como un culto de exaltación patriótica según el cual el pueblo japonés era superior a los demás, lo que llevó a la invasión de Manchuria en 1894 y a que tras las anexiones de 1910, chinos y 32 El sintoísmo es el nombre de la religión nativa y ancestral de Japón. Incluye la adoración de los “espíritus de la naturaleza”. Algunos de estos espíritus son locales y son conocidos como espíritus o genios de un lugar en particular, otros son personificaciones de los astros, como por ejemplo Amaterasu, “la diosa del Sol”. Como religión el shinto no se basa en un fundador, un dogma o una escritura sagrada, sino más bien en la costumbre, el respeto a las tradiciones ancestrales y una forma de vida y comportamiento acorde con la guía de los dioses. (Falero, 2007, págs. 73-90) 19 coreanos tuvieran que rendir homenaje a las divinidades japonesas en los santuarios establecidos en las colonias” 33 . Lo más importante es que lograron establecer un culto nacional, que transcendía todos los credos posibles, el cual se convirtió en deber para todo japonés, fuese cual fuese la religión que practicase, un culto que consolidaba aún más el discurso nacional que se asentaba fundamentalmente en la subordinación suprema hacia el Emperador, para con esto llevar a cabo toda una serie de reformas vitales para contrarrestar a los imperialismos occidentales. 4. El Imperialismo Japonés entre 1895 y el final de la Segunda Guerra Mundial Los resultados obtenidos con las reformas puestas en marcha posibilitaron el inicio de una nueva fase dentro del nacionalismo que desde la “Escuela del Aprendizaje Nacional” fue evolucionando hasta el nacionalismo reformista establecido en la Constitución de 1889, definido como una especie de simbiosis entre la tradición y occidentalización 34 . Las reformas, en todo caso, convirtieron a Japón en una potencia capaz de enfrentarse al imperialismo occidental. Aunque la amenaza exterior continuará y, de hecho, no dejará de hacerlo hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, lo cierto es que, en este sentido, la situación había variado al alcanzarse los objetivos marcados por los ideólogos de la Restauración. En otras palabras, a finales del siglo XIX Japón empezaba a ser vista con recelo por las potencias occidentales al comenzar a ser considerada como una nueva potencia en el marco del imperialismo en Extremo Oriente. A finales del siglo XIX Japón entraría así en una nueva etapa de su historia que se conoce formalmente como Imperialismo Japonés, que cronológicamente iría desde la anexión de Corea en 1895 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. En esta etapa se afianzan todas las ideas nacionalistas desarrolladas anteriormente, y se da paso a la expansión territorial. Una expansión que no era casual, sino que era la meta a la que aspiraban los políticos meijíes. Si bien, dentro de esta etapa hay que distinguir diferentes fases de acuerdo con el discurso nacionalista que se emite y la acción que se produce. Dicho de otro modo, desde 1895 a 1945 no existe una única línea de actuación, 33 (Falero, 2007, pág. 114) 34 (Breully, 1990) 20 sino que existen claras fases de aceleración y desaceleración dentro de este expansionismo. Concretamente se pueden señalar tres fases dentro del expansionismo japonés: una primera, de 1895 a 1921 caracterizada por un discurso nacionalista- imperialista que preconizabael expansionismo extraterritorial que se llevará a cabo en esta etapa; una segunda, de 1922 a 1932 caracterizada por un discurso nacionalista- imperialista más sosegado que favorece un brusco freno al expansionismo; y una tercera que se prolongaría entre 1932 a 1945 caracterizada por un discurso nacionalista- imperialista más radical, que llevaría al expansionismo a su máxima expresión. 4.1. Primera fase Dirigido por un mensaje nacionalista sopesado y sereno, el expansionismo japonés inicia su andadura cuando los sectores más radicales y más tradicionales de la vida política japonesa empezaron a demandar lo que los ideólogos meijíes prometieron con sus reformas. Es decir, con una fuerza militar renovada y preparada para la batalla moderna, su fin era sumarse al expansionismo ejercido en la zona por los Imperios Occidentales, dejando claro desde un principio que era la mejor forma de defenderse del imperialismo occidental. Además, partiendo de la idea de la supuesta superioridad moral japonesa, cuestión en la que la gran mayoría de los políticos creía de forma firme, empezaron a surgir discursos que hablaban del derecho de Japón a anexionarse Corea 35 . En otras palabras, empezó a considerarse la península coreana como un apéndice natural de Japón. El gobierno civil, presente en esta primera fase, utilizó para ello un discurso “pacífico”, que hacía hincapié en la idea de que este país sólo buscaba contrarrestar la presión de las potencias occidentales en la zona. Dicho de otro modo, Japón trataba de justificar desde un discurso pacífico esta anexión apelando a la necesidad de protección hacia aquel territorio frente a la amenaza de los imperialismos occidentales. No obstante, en Corea las intenciones japonesas surtieron efectos opuestos provocando la aparición de dos posturas, una que deseaba una apertura y otra que pretendía continuar con su aislacionismo. Serán estos últimos los que prepararon un golpe de 35 Desde el inicio de la Restauración Meijí en 1868 todos los líderes japoneses habían manifestado que había que anexionarse la península coreana. La anexión de Corea era fundamental para frenar los avances de Rusia por este territorio. (W.G., 1990, págs. 213-220) 21 estado para hacerse con el gobierno 36 , atacando en el alzamiento varias delegaciones japonesas, hecho que sirvió al gobierno japonés como “casus belli”. La guerra, sin embargo, se complicaría para Japón cuando los insurgentes coreanos consigan la ayuda del gobierno chino, que llevará directamente a la declaración de guerra de Japón a China, dando inicio a la primera guerra chino-japonesa en agosto de 1894. Una guerra que será muy desigual desde sus inicios, al contar Japón con un ejército moderno instruido en nuevas y eficientes técnicas de combate, razón, de primer orden, para que siete meses más tarde China acabe firmando el tratado de Shimonoseki, que suponía el reconocimiento de su derrota, el fin de sus intereses en Corea, y la cesión de algunos territorios a Japón 37 . En definitiva, el éxito para Japón fue total, si bien, lo más importante fue que con esta victoria Japón se situaba como una nueva potencia imperialista en el Extremo Oriente, capaz de competir con el imperialismo occidental a la hora de anexionarse territorios en esta parte del mundo. Finalmente, la victoria daría paso a un crecimiento de las ansias expansionistas japonesas en la zona, que muy pronto quedarían materializadas en un nuevo conflicto armado: la guerra ruso-japonesa de 1904. Tras el triunfo en Corea, Japón buscó penetrar en China, en concreto en la zona de Manchuria, empresa que chocaba con las pretensiones de Rusia, que también tenía aspiraciones en Manchuria y Corea 38 . Respecto a este territorio, conseguido el apoyo diplomático de Francia y Alemania 39 , 36 Esta facción planificó en 1882 un golpe de estado contra la Reina coreana, a favor de acercar posturas con Japón, lo que obligó a la Reina a pedir ayuda al país japonés. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 153) 37 “En marzo de 1895, Li Hungzhang llegó a Shimonoseki y firmó un tratado de paz cuyos términos incluían el reconocimiento por parte de China de la independencia de Corea, la cesión de la península de Liaodung, de Formosa y de la isla de Pescadores a Japón, el pago de una indemnización, la firma de un tratado comercial con Japón y la ampliación para los japoneses de algunos derechos sobre navegación e industria”. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 154-155) 38 Rusia quería tener un puerto libre de hielo en Asia Oriental y quería construir una línea de ferrocarril que conectara Port Arthur y Vladivostok. Para esto último contó con el beneplácito de China, en 1896, pero no de Japón (el ferrocarril pasaría por Corea). (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 155-160) 39 Francia y Alemania reivindicaban indemnizaciones económicas a Japón porque la derrota de China en 1895 les había ocasionado graves pérdidas económicas, por sus acuerdos comerciales, a los que había 22 Rusia se opuso al tratado de Shimonosheki, y finalmente, por la presión internacional, Japón tendría que renunciar a esta península, a la espera de conseguir la fuerza necesaria para combatir con Rusia por el control de este territorio, hecho que sirve para explicar el crecimiento de una conciencia anti-rusa en el pueblo japonés. En este clima de tensión continua entre ambas naciones, y ante el conflicto de intereses en cuanto a Corea, ambos países se precipitaban vertiginosamente hacia una guerra. De hecho, la tensión entre los dos países seguirá aumentando tras los acuerdos internacionales firmados entre Rusia y China en 1896, por los que Rusia conseguía la península de Liaodung y Port Arthur. Y con la firma, en 1902 de la alianza anglo-japonesa, Japón se ganaba el apoyo de Gran Bretaña en sus intereses comerciales en esta zona 40 . El 9 de febrero de 1904 Japón iniciaba la guerra al atacar a la flota rusa atracada en Port Arthur. Otra vez, el resultado fue la victoria japonesa. Siendo vital en la derrota rusa el desconocimiento del territorio y las dificultades para trasladar sus tropas desde Moscú hasta Vladivostok. A principios de agosto de 1905 los delegados de las dos naciones firmaron el tratado de Porsmouth, por el que Rusia establecía un alto el fuego y cedía territorios a Japón: la mitad sur de la isla de Sajalín, la cesión de Liaodung y el ferrocarril ruso de Manchuria. De nuevo Japón conseguía algunas cesiones de territorios menores, aunque lo más importante fue el reconocimiento por parte de Rusia de los importantes intereses japoneses en Corea. Tras la derrota, Rusia abandonaría la estela del Lejano Oriente y no volvería a entrar en conflicto con Japón hasta la Segunda Guerra Mundial. Por fin, Japón tenía vía libre para apoderarse de Corea y convertirla en colonia. La victoria frente a Rusia va a suponer la consumación del Imperialismo Japonés. A partir de ahora, el hambre de nuevas anexiones, siempre apelando al discurso pacifista, se apoderaría de la política japonesa hasta el fin de la Primera Guerra Mundial. Una buena oportunidad para saciar este expansionismo se lo proporcionaría precisamente su participación en este conflicto, en el que Japón peleó del lado de los llegado con Japón. Como Japón hizo oídos sordos a estas demandas, estos países se pusieron del lado de Rusia. (W.G., 1990, págs. 224-225) 40 Con este acuerdo los firmantes decidían que si una de las partes entraba en guerra, la otra permanecería neutral. Una medida que intentaba preservar el statu quo y no dar lugar a quepaíses “carroñeros” se aprovechasen de esta situación. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 157) (Neré, 1982, págs. 428- 429) 23 Aliados (debido a ese tratado Anglo-Japonés), no tanto para combatir el afán expansionista de la Triple Entente, sino para hacerse con las posesiones alemanas en Extremo Oriente. En otras palabras, la guerra les daba una oportunidad perfecta para saciar sus ansias expansionistas, si bien, tras la guerra, no pudieron mantener estas conquistas, que quedaron al cargo de otros países 41 . Por otro lado, la guerra también les ofrecía la oportunidad perfecta para penetrar en China y, en este sentido, resultan fundamentales lo que se ha conocido como las “21 demandas” 42 , que el gobierno japonés transmitió el 18 de enero de 1915 al gobierno chino. En esta proclama aparecen las aspiraciones expansionistas de Japón con respecto a aquel país bajo el pretexto de que la conquista sería un “mal menor” para China 43 . Estados Unidos verá esto como un peligro para sus propios intereses comerciales en China, y se convertirá en la principal fuerza exterior que medie en la zona aplacando las ansias expansionistas de Japón. Hasta 1937, cuando estalle la segunda guerra chino- japonesa. Pero la Primera Guerra Mundial para Japón no queda restringida a cuestiones expansionistas sino que este conflicto sirvió a Japón para dar un nuevo impulso a su economía, lo que resultará vital para afianzar el imperialismo de este país. En este sentido, Giuliano Procacci escribe en su libro “Historia general del siglo XX”: “[…] su aparato industrial había aprovechado la coyuntura favorable que se había producido a consecuencia de la caída de la competencia europea. Ello había permitido el crecimiento de las exportaciones y favorecido un proceso de expansión productiva sostenida. Finalmente, a diferencia de los países aliados, Japón no estaba endeudado con EEUU” 44 . Un último resultado de este conflicto fue el crecimiento de un sentimiento antioccidental en amplios sectores de la sociedad, y es que como se ha visto, tras las “21 41 Los territorios de la Micronesia Alemana fueron conquistados por los japoneses que, tras la guerra, se los cedieron a Estados Unidos. 42 (http://www.firstworldwar.com/source/21demands.htm) 43 Mediante las “21 demandas”, Japón reclamaba a China la cesión de algunos territorios como Manchuria y Shantung, y el predominio de los intereses japoneses en China frente a los intereses de otras potencias y diferentes concesiones comerciales. (W.G., 1990, págs. 232-235) 44 (Procacci, 2005, pág. 135) 24 demandas” EE.UU. empezaba a estar muy interesado por los asuntos del Lejano Oriente, lo que chocaba con los intereses japoneses en la zona. Tras la firma del Tratado de Versalles, ambos países se encontraron en la conferencia de Washington de 1921, en la que queda regulado el poder de fuerzas dentro del Océano Pacífico 45 . Sin embargo, el resultado final del acuerdo incomodó a los sectores más tradicionales de Japón, esto es, a los altos cargos del ejército y de la armada, que criticaron duramente al gobierno por firmar lo que consideraban un tratado desigual con las potencias occidentales. Aunque en un plano diferente, en la Conferencia de Washington, tal y como ocurrió con el Tratado de Versalles, los líderes occidentales demostraron tener muy poca visión de futuro, ya que con este tratado sembraron la semilla del odio y el rencor de los japoneses hacia el mundo occidental. Un odio que se asentaría cada vez más en la sociedad japonesa a medida que, con más acuerdos, el gobierno japonés intente poner fin al imperialismo 46 . 4.2. Segunda fase La segunda fase del Imperialismo Japonés se caracteriza por suponer un freno al expansionismo anterior. Dicho de otro modo, con los acuerdos de Washington, el gobierno civil de Japón vuelve a ceder competencias y territorios a las potencias occidentales en tratados desiguales en los que Japón no compite de igual a igual. En esta etapa el gobierno civil transmite, con la firma de estos tratados, que ha alcanzado el objetivo que se había marcado años atrás, esto es, que había logrado frenar a las potencias occidentales y que por tanto, ya no era necesario continuar con el expansionismo, tanto es así que verán con buenos ojos incluso desprenderse de algunas de sus más recientes adquisiciones territoriales. Esta tendencia del gobierno japonés queda clara entre 1921 y 1931, cuando Japón asiste a una nueva apertura política 47 , que supone un freno muy importante al militarismo 45 Se establecía un nuevo equilibrio de fuerzas otorgando una proporción de 5, 5, 3, 1,75 y 1,75 del tonelaje naval máximo para EEUU, Gran Bretaña, Japón, Francia e Italia, respectivamente. 46 Con la firma del tratado de las Cinco Potencias (1921), los líderes devolvían sus posesiones en la península de Shandung a China. También, con el tratado de Kellog-Briand (1928) los dirigentes japoneses proscribían la guerra. En 1930 se ratificaba el tratado de Washington. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 70) (Neré, 1982, pág. 428) (Procacci, 2005, págs. 137-138) 47 En este sentido asistimos a un nuevo régimen parlamentario en el que el primer ministro era el jefe de uno de los partidos políticos. El derecho de sufragio fue ampliado en 1919 y pasó a ser universal para los 25 practicado en los años anteriores. Esta apertura llegaría incluso a las costumbres, ya que, durante, esta época la juventud japonesa de las grandes ciudades usaría prendas a la manera occidental. Se podría decir, que los políticos de este gobierno civil supieron frenar cuando había que frenar, es decir, en el mismo momento en que las demandas japonesas eran tenidas muy en cuenta en una mesa de negociación con las potencias occidentales. Para estos políticos ya se había alcanzado la meta, algo que, se verá, no compartía casi nadie en Japón. De hecho, el campesinado, el grupo social más amplio, seguía siendo partidario de mantener la tradición y no dudó en criticar duramente al gobierno, e incluso de recurrir al recurso armado contra el gobierno. Este hecho es muy significativo, porque era justo esta clase la que vertebraba el ejército, tal y como ha quedado expuesto en las páginas anteriores, lo que explica que el ejército se mantuviera “inmutable” en esta nueva dinámica aperturista, manteniendo vivo el discurso tradicionalista. Además, hay que tener en cuenta que el ejército y la armada gozaban de cierta autonomía, al depender directamente del Emperador, herencia de las reformas logradas en el campo militar durante la Restauración Meijí. De hecho, era a los propios altos mandos militares a los que correspondía de facto la designación de los ministros de la guerra y de la marina. De esta manera, el gobierno civil no podía inmiscuirse en este campo. Todo lo cual explica el porqué del fin de los gobiernos civiles, que a partir de 1932 fueron sustituidos por una serie de gobiernos militares. Los últimos años de los gobiernos civiles aperturistas estarán caracterizados por una serie de crisis económicas que se inician con el terremoto de 1927 y continúan con la Gran Depresión y sus consecuencias 48 , que supondrán un elevado coste social, sobre hombres en 1925. Además los gastos militares se reducen en un 14 % de 1922 a 1927. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 535-536) 48 Japón se vio afectado con el crecimiento del paro, con el cierre de muchas pequeñas y medianas empresas (de lo cual se aprovechó el zaibatsu aumentado sus monopolios) y con la bajada de las exportaciones. El Estadoy el zaibatsu reaccionaron con una acción conjunta dirigida a promover un proceso de reconversión industrial masiva hacia sectores más modernos y dinámicos. Así, en la década de 1930, la producción de la industria textil se redujo de la mitad, mientras que la de los sectores mecánicos y metalúrgico resultó más que duplicada y, en su conjunto, la curva de la producción industrial presenta, 26 todo para el campesinado, que ya veía su situación deteriorada por el aumento de los impuestos. El resultado de todo ello fue el inicio de ataques terroristas hacia el gobierno, procedentes de los sectores más inmovilistas del ejército y la armada 49 , que, además, tenían que soportar la ratificación de los Tratados de Washington en 1930. Esta hostilidad hacia el gobierno civil terminaría el 15 de mayo de 1932, cuando los militares lleguen al gobierno de la mano del almirante Sato inaugurando una nueva y última etapa dentro Imperialismo Japonés. 4.3. Tercera fase Esta tercera fase aparece caracterizada por la sucesión de gobiernos militares desde la fecha arriba indicada hasta 1945; que radicalizaron el discurso nacionalista del Imperialismo Japonés, idealizando aún más la figura del Emperador y proclamándolo como la misma esencia de Japón, una figura totalmente inviolable por su carácter sagrado a la que el pueblo debía subordinación. Además, se inició una deriva hacia la xenofobia, que tampoco era nueva en Japón, ya que se había puesto de manifiesto durante los años de la Restauración Meijí. Es decir, los dirigentes militares 50 sólo tuvieron que recoger el mensaje de la “Escuela del Aprendizaje Nacional” e insertarlo en un mensaje ultranacionalista que quedaría legitimado por el gobierno a partir de los denominados “Fundamentos del Régimen Nacional” (1937) 51 . en correspondencia con los años de la crisis, una bajada menor que la de los grandes estados industrializados. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 196-200) 49 Grupos como la “Sociedad del Río Amur”, la “Liga de la Hermandad de la Sangre”, la “Sociedad de Una Noche o la Sociedad del Cerezo”, durante la década de los treinta perpetraron atentados contra el gobierno civil, cobrándose la vida de muchos políticos japonés. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 201-203) 50 Líderes del ultranacionalismo de los últimos años del Imperialismo fueron por ejemplo: Toyama Mitsuru, Kita Ikki, Inoue Nissho, Gondo Sekyo, Okawa Shumei, Araki Sadao, Mazaki Jinzaburo, Nagata Tetsuzan y Tojo Hideki, el tristemente famoso primer ministro japonés durante la Segunda Guerra Mundial. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, págs. 200-205) 51 En este escrito se recogía el ultranacionalismo de los últimos años del Imperialismo Japonés idealizando al Emperador más que nunca. Enfatizaba virtudes como la lealtad y el patriotismo. Decía además que había que acabar con la tiranía de las potencias occidentales en la zona, algo que se conseguiría con la unificación de China, Manchukuo y Japón. Japón sería el núcleo de este movimiento, si bien su influencia se establecería de forma pacífica. (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 205) (W.G., 1990, págs. 286-287) 27 En definitiva, la llegada del radicalismo al poder aceleró el expansionismo imperial, inexistente durante la década de los años veinte. Se iniciaba la última y más ambiciosa etapa expansionista para Japón. Aprovechando la debilidad de los últimos gobiernos civiles en Japón, los altos mandos militares presentes en Kwantung, que gozaban de una total autonomía 52 , se anexionaban Manchuria en 1932, tras “el incidente de Mukden” 53 . En febrero de ese mismo año, se proclamaba su independencia dejando de pertenecer a China, y con el nombre de Manchukuo, pasaba a ser un estado títere de los intereses japoneses. Con este acto, Japón se encaminaba, poco a poco, hacia una nueva guerra contra China. La anexión de Manchuria supuso una violación de los tratados de Washington que afectó a las relaciones Internacionales, pero, al igual que cuando los nazis invadieron los Sudetes y después Checoslovaquia, la Sociedad de Naciones actuó tarde y mal, limitándose a aplicar leves advertencias y sanciones a Japón. Por el contrario, la respuesta de Japón fue el abandono de aquella organización en marzo de 1932. De esta manera en el ámbito de las relaciones internacionales, Japón y la Alemania Nazi tenían vidas paralelas en la década de los treinta, y, es que, con sus actuaciones, ambas estaban dispuestas a dar inicio a una guerra que no tendría igual en la historia. La falta de rotundidad emitida por la Sociedad de Naciones llevará a Japón a una mayor dinámica imperialista, anexionándose nuevos territorios chinos como Jehol (1933), próximo a Pekín. Estas anexiones fueron muy rápidas, ya que Chiang Kai-shek 54 , se retiraba hacia el sur intentando ganar tiempo a fin de conseguir unificar al pueblo chino entorno al discurso de la defensa frente a los japoneses. En otras palabras, comunistas y 52 Territorio cedido por China tras la guerra ruso-japonesa de 1905. En 1919 se organizó allí lo que se conoce como la guarnición de Kwantung o el Ejército de Kwantung, que gozaba de cierta autonomía dentro del gobierno civil del mandato de Kwantung. 53 El día 18 de septiembre de 1831, un tramo del ferrocarril del sur de Manchuria, de propiedad japonesa, fue dinamitado. El ejército japonés culpó del incidente a los disidentes chinos. Tenían la excusa perfecta para emprender la conquista de Manchuria. 54 Líder del partido nacionalista chino Kuomintang desde 1927. Tras la derrota de los nacionalistas frente a los comunistas en 1949, se refugiaría con su gobierno en la isla de Taiwán, donde quedó instaurado como presidente de la República de China. 28 nacionalistas tenían que abandonar sus disputas en bien del interés común 55 . Sería un episodio repentino, en diciembre de 1936 56 , el que haría confluir ambas posturas: Chiang Kai-shek se comprometía a luchar junto a los comunistas contra los japoneses. Así, China se disponía a entrar en guerra contra los japoneses. La guerra estalló el 7 de julio de 1937 a raíz de un episodio ocasional entre las tropas chinas y las japonesas en el puente de Marco Polo, a las afueras de Pekín, que fue el pretexto perfecto para que Japón iniciase su tan ansiada conquista de China 57 . La prensa japonesa, y la sociedad japonesa en general, alabaron la postura del gobierno y exigieron el castigo merecido a China. La Segunda Guerra chino-japonesa fue muy desigual desde el principio, ya que China no contaba con un ejército y una armada de garantías que pudiera hacer frente al ejército japonés que, como ya se ha visto, se establecía como nueva potencia mundial, entre otras cosas, por contar con un ejército y una armada muy competentes. Así, a finales de 1937 los japoneses ya controlaban el norte de China; en noviembre de ese mismo año caía Shanghai y en diciembre tomaban la capital, Nanking, en uno de los episodios más atroces de la guerra. Violaciones, torturas, mutilaciones y asesinatos indiscriminados de la población darían lugar a uno de los episodios más lamentables de la historia de la humanidad. El total de víctimas civiles ascendería a 250.000 personas aproximadamente. Es difícil entender como un ejército tan disciplinado como el japonés cometió tal brutalidad. Es posible que a ello ayuden las palabras del autor Mikiso Hane, que en su 55 Los nacionalistas del Kuomintang y los comunistas de Mao Zhedong estaban enfrentados por el poder desde 1927, cuando se dio inicio a una guerra civil que acabaría en1949 con la victoria de los comunistas y el exilio del Kuomintang en Taiwan. Hubo un paréntesis entre 1937 a 1945, cuando comunistas y nacionalistas se unieron para combatir a los japoneses. 56 “En diciembre de 1936, Chiang Kai-shek viajó a X’ian para convencer a Chiang Hsue Liang, un señor de la guerra de origen manchú, de que se sumase a la campaña contra los comunistas, pero éste lo arrestó y solo lo liberó después de que se comprometiera, aunque de manera informal, a colaborar con los comunistas y a asumir una postura de mayor firmeza respecto a Japón”. (Procacci, 2005, pág. 248) 57 El puente de Marco Polo se situaba en los límites de Pekín, y era una zona en la que el ejército japonés efectuaba sus maniobras, gracias a acuerdos internacionales anteriores. El desencadenante fue el hallazgo de un soldado japonés muerto, tras un disparo. Lo dirigentes japoneses se lo atribuyeron a los chinos. Todavía hoy no se sabe a ciencia cierta quién le disparó. 29 libro “Breve historia de Japón”, nos da, en pocas líneas, las claves del porqué de este, y otros sucesos de igual magnitud, durante la guerra: “En la sociedad dominaba el respeto general por los fuertes y el desprecio por los débiles. Es posible que también influyera la constante estrechez de miras insular que caracterizaba a la sociedad japonesa. La gente se identificaba solamente con los miembros de su propio círculo o aldea, por lo que difícilmente se fomentaban sentimientos de compasión y preocupación por los demás” 58 Tras Nanking, Chiang Kai-shek se vio obligado a trasladar la capital a Chun King, en el suroeste de China. ¿Cómo respondió la comunidad internacional a la segunda guerra chino-japonesa?. La comunidad internacional siguió respondiendo de forma muy tibia. La Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini no denunciaron la ofensiva japonesa en China, es más, la apoyaron públicamente en virtud del Pacto AntiKomintern que ambas potencias firmaron con Japón en 1936. Por lo que respecta a la Unión Soviética, ésta se posicionó, en un primer momento, del lado de los chinos, presentándose como un posible agente beligerante contra Japón, si bien, tras la invasión de Polonia por los nazis, el 1 de septiembre de 1939, la URSS no podía mantener dos frentes. Los dirigentes japoneses no vieron tampoco intereses especiales en los territorios siberianos, ya que no solucionaban su falta de recursos, y se decidieron por continuar la expansión hacia el sur con el objetivo de llegar a los importantes pozos petrolíferos de las Indias Holandesas. Así se entiende que en 1941 ambas potencias firmaran un pacto de neutralidad. Por su parte, Estados Unidos, anclada en su política de no intervención y de aislacionismo, apenas reclamó un cese de las hostilidades, posición a la que se unió Gran Bretaña. En otras palabras, EEUU pensaba que el afán imperialista japonés se acabaría en pocos meses a base de advertencias verbales y leves sanciones económicas. Esto no fue así y, en 1941, las fuerzas japonesas invadieron la Indochina Francesa desoyendo las advertencias estadounidenses. En respuesta, Estados Unidos y Gran Bretaña cortaron el flujo de sus exportaciones a Japón, lo que supuso un enorme estrangulamiento para un país que basaba casi el cien por cien de su economía en la 58 (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 222) 30 importación de materias primas llegadas de estos países. Quede como ejemplo que en “1939 el 85 por ciento del petróleo de Japón procedía de EEUU” 59 Japón, que durante esta etapa emitía claros mensajes imperialistas como la “Esfera de Coprosperidad de la Gran Asia Oriental” 60 , no podía admitir este embargo económico que les privaba de ejercer su tan ansiado expansionismo. No quedaba, pues, para sus dirigentes, otra alternativa que la de luchar contra Estados Unidos en una guerra que, además, debía empezar lo más antes posible. El factor sorpresa y la superioridad japonesa en el Océano Pacífico, eran las grandes bazas que Japón buscaba utilizar en su guerra contra Estados Unidos. El 7 de Diciembre de 1941, aviones japoneses atacaban por sorpresa la armada norteamericana anclada en Pearl Harbour, en las islas Hawái, causando innumerables pérdidas, tanto materiales como humanas, a los Estados Unidos. La victoria fue mayúscula para Japón, si bien, la aviación japonesa no pudo atacar a los portaaviones, que se salvaron del ataque porque se encontraban haciendo maniobras en alta mar. Al final, este detalle sería fundamental para explicar la derrota de Japón, ya que los portaaviones se convertirían en el arma decisiva de la guerra. El historiador naval Samuel Eliot Morison apunta otro dato sobre el ataque a Pearl Harbour: “[..] Tácticamente se cometió el error de concentrarse en los barcos en vez de atacar las instalaciones permanentes y los depósitos de combustible, [por esto] fue un desastre” 61 La consecuencia más importante fue, sin duda, que con este ataque Estados Unidos despertaba de su letargo y se preparaba para la guerra. El conflicto se globalizaría cuando el 11 de diciembre de 1941 Hitler y Mussolini declarasen la guerra a Estados Unidos, en una estrategia arriesgada que buscaba dividir el potencial bélico estadounidense en dos frentes, ganando el tiempo suficiente para aniquilar a los soviéticos antes de centrarse en el frente occidental. A la postre esta estrategia les 59 (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 231) 60 Presente en uno de los capítulos en el que se divide los “Fundamentos del Régimen Nacional”. En él se declaraba que se crearía un nuevo orden en el este de Asía a partir de la emancipación de la colonias tras la invasión del Imperio Japonés. En este escrito se recogen ideas pacifistas y sin maldad por parte de Japón, que poco tendrán que ver con la realidad, y es que Japón quería hacerse con estas colonias simplemente por sus ricos recursos. No obstante, este mensaje de “Asia para los asiáticos” sería la semilla de las descolonizaciones posteriores a la guerra. (http://wgordon.web.wesleyan.edu/papers/coprospr.htm) 61 (Hane, Breve Historia de Japón, 2000, pág. 236) 31 costaría muy caro. Ahora, el conflicto mundial se hacía más global que nunca, extendiéndose a todos los continentes a excepción del americano. El ataque a Pearl Harbour serviría a los japoneses para proseguir su avance hacia el sur, pero, sobre todo, les dio el tiempo necesario para llegar a los importantes pozos petrolíferos de las Indias Orientales. Antes de esto, caerían Guam, la isla de Wake, Hong Kong, Malaya y las Filipinas. En la campaña sobre Filipinas los japoneses asestaron una dura derrota a los estadounidenses, que no tuvieron más remedio que abandonar sus posiciones coloniales en este archipiélago. En Filipinas, de nuevo, los episodios de brutalidad por parte del ejército japonés se sucedieron en otro ejercicio de xenofobia y radicalismo exacerbado. Un ejemplo claro de esto fue “la marcha de la muerte de Bataan” 62 , en la que 78.000 prisioneros de guerra norteamericanos fueron forzados a recorrer 101 kilómetros desde Bataan, al sur, hasta un campo de concentración, al norte. A muchos se les negó la comida o el agua, y a aquellos que desfallecían del cansancio se les apuñalaba, decapitaba o fusilaba. En total, en este funesto episodio, perdieron la vida unos 11.000 soldados norteamericanos. Finalmente, Japón se lanzó a la conquista de las Indias Holandesas, que cayeron a principios de marzo de 1942 tras una importante batalla naval en el mar de Java en la que los japoneses derrotaron a las fuerzas navales holandesas e inglesas, demostrando que la guerra se presumía muy larga para los aliados. Además, en las Indias Holandesas, así como en otras colonias conquistadas, contaron con el apoyo de la
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