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INTRODUCCION AL METODO TEOLOGICO^ (■ ^ v ," i. Jared Wicks INTRODUCCIÓN AL MÉTODO TEOLÓGICO EDITORIAL VERBO DIVINO Avda. de Pamplona, 41 31200 ESTELLA (Navarra) 1998 Título original: Introduction to the Theological Method. Traducción: José Pedro Tosaus Abadía. Cubiertas: Horixe Diseño, Pamplona. © Edizione Piemme S. p. A, 1994. © Editorial Verbo Divino, 1996. Es pro piedad. Printed in Spain. Fotocomposición: Asterisco. Impresión: Gráficas Lizarra, Estella (Navarra). Depósito Legal: NA-2.216-1997 ISBN: 84-7151-965-8 Abreviaturas DS DTF N D AG DV GS LG OT UR Heinrich Denzinger y Adolph Schónmetzer, eds., Encbiridion symbolo- rum, definitionum et declaraúonum de rebus fidei et morum, 34a ed. (Barcelona 1967). Las citas hacen referencia al número de párrafo. René Latourelle y Riño Fisichella, eds., Diccionario de Teología Fun damental (San Pablo, Madrid 1992). En francés (Montreal y París 1992); en inglés (Crossroad Publishers, Nueva. York). Joseph Neuner y Jacques Dupuis, eds., The Christian Faith in the Doctrinal Documents o f the Catholic Church, 5a edición revisada y ampliada (Bangalore y Londres 1991). Las citas hacen referencia al número de párrafo. Documentos del concilio Vaticano II Adgentes. Decreto sobre la acávidad misionera de la Iglesia. Dei verbum. Constitución dogmática sobre la revelación divina. Gaudium et spes. Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual. Lumen gentium. Consdtución dogmática sobre la Iglesia. Optatam totius. Decreto sobre la formación sacerdotal. Unitatis redintegratio. Decreto sobre ecumenismo. Introducción T e o l o g ía e n c o m p a ñ ía - R e v e l a c ió n e n c o m u n ió n Esta obra está destinada, en primer lugar, a quienes inician la búsqueda teológica. Habla de la vida que es la teología, especialmente poniendo a los lectores en una notable compañía. En ella incluimos a cristianos de los primeros tiempos, como Ireneo de Lyón, Orígenes de Alejandría y Agustín de Hipona, y, más tarde, a Tom ás de Aquino y a su menos conocido hermano dominico M el chor Cano. En estas páginas hablarán repetidamente los obispos del concilio Vaticano II, y hay una presencia callada pero in fluyente de teólogos recientes como Yves Congar y Henri de Lubac. Estos fueron exploradores de avanzadilla de la teología católica en la senda del ressourcement (es decir, el descubrimiento, en la Escritura y los Padres, de nuevas in tuiciones que pasan a controlar la reformulación de la he rencia doctrinal). Esta obra invita a unirse al gremio de los teólogos con virtiendo en familiares las figuras clásicas e invitando a compartir el deseo de prolongar el proyecto teológico hasta el siglo XXI. 8 INTRODUCCIÓN Las páginas que siguen están también escritas teniendo en cuenta el reciente cambio en la forma de comprender la revelación divina, que la fe acepta y la teología intenta pe netrar y explicar. Es cierto que el lenguaje popular llama a menudo “revela ciones” a ciertas manifestaciones misteriosas de secretos de los cuales no se tenía conocimiento previo. “Revelaciones” como éstas pueden producirse mediante una voz interior que desvela una forma de sabiduría incomprensible para los mortales ordinarios. Pero la teología occidental no ha traba jado a partir de la información suministrada por visionarios que transmiten el saber “revelado” en sus almas. Lo que ha prevalecido, más bien, es la revelación vista como instrucción sobrenatural de Dios, mediante portavo ces públicamente conocidos y acreditados, por los cuales Dios nos informa sobre sí mismo y su llamada universal a la Humanidad. Dicha revelación muestra a la mente sumisa el camino para llegar a Dios a través de su Iglesia. Esta noción docente de la palabra de Dios fue expresada cuidadosamente por el concilio Vaticano I en 1870 y por innumerables manuales de teología durante los 90 años si guientes. Pero hoy no basta. El énfasis puesto en el cono cimiento revelado y en la autoridad de su fuente y sus por tadores, hace que la fe, situada en la mente sumisa, se reduzca a comprender conocimientos sobrenaturales. En la actualidad, prevalece una concepción más global de la palabra de Dios, pues Dios habla de forma creativa y redentora. La Escritura relata cómo Dios habló con hom bres y mujeres como amigo. Su palabra saca a los indivi duos de su aislamiento, especialmente introduciéndolos en el grupo de discípulos que comparten la vida de Jesús de Nazaret. En una palabra, la revelación crea comunión, tanto entre quienes llegan a compartir una visión común como entre el Dios que revela y los creyentes. INTRODUCCIÓN 9 Esto se dice a menudo en los documentos del Vaticano II y se resume en Dei Verbum, n° 2. La culminación de la revelación no es la instrucción, si no la comunión de vida con Dios en la que la palabra divi na introduce a los creyentes. Su propósito es “que todos tengan acceso al Padre por Cristo, la Palabra hecha carne, con el Espíritu Santo” (DV 2). Jesús es el supremo revelador, porque introduce a sus seguidores en una relación nueva con su Padre en el Espí ritu de ambos. La comprensión nueva aparece, pero, antes de que la mente acepte doctrinas como verdaderas, el cora zón da su “sí” gozoso al don que Dios hace de sí mismo en la vida que da a compartir '. Después del Vaticano II, la teología ya no se limita a re petir de forma más sistemática las doctrinas reveladas transmitidas en la Escritura y en las definiciones dogmáticas de concilios y papas. Sin duda hay una doctrina desarrolla da de la fe, pero la teología se propone investigar los fun damentos de esta doctrina en las experiencias originales y originantes de los creyentes de Israel y del círculo de los se guidores de Jesús. Sus testimonios sobre el don que Dios hace de la comu nión con él mismo son temas privilegiados. La teología in tenta formular la doctrina de un modo ordenado, pero el esquema sistemático que elabora tiene o no valor en la me dida en que guía a los creyentes hasta una comunión más plena con Dios. 1 1 La noción cambiante de revelación la trata M. SECKLER, “Dei verbum re- ligiose audiens: Wandlungen im chrisdichen Offenbarungsverstándnis”, en J. J. PETUCHOWSKI y W. STROLZ, eds., Offenbarung im jüdischen und chrisdichen Gbuhensverstananis, Friburgo 1981, pp. 214-236. Una exposición más breve, también de M. SECKLER, se encuentra en W. KERN y otros, eds., Corso di teob- gia fondamentak, 2, Trattato stdla rivelazione, Brescia 1990, pp. 68-74. 10 INTRODUCCIÓN La formulación de un sistema coherente, construido con un mejor conocimiento de las fuentes teológicas, se debe relacionar también con la misión evangelizadora y pastoral de la Iglesia. Las teologías sistemáticas contemporáneas se valoran según su capacidad para hacer más intensa la pro clamación cristiana en las grandes regiones socio-culturales del mundo. Los teólogos leen las fuentes y elaboran sus sis temas en contextos culturales concretos. Sus explicaciones deben indicar formas cristianas de vida, culto y enseñanza que correspondan a su cultura. La teología está al servicio de tal inculturación de nuestra fe común, la fe en que Dios nos ofrece una nueva v id a2. La comunión con Dios sigue siendo la perla de gran valor que la teología guarda como un tesoro. N os ocupa mos de un depositum fidei apostólico, pero conscientes del depositum vitae que lo envuelve permanentemente y que puede fomentar hoy la comunión de vida con Dios. La teología no es un saber gnóstico ni versa únicamente acerca de doctrinas reveladas. Concierne a la vida y utiliza testimonios que son manantiales probados de vida. Las fuentes bíblicas y eclesiales atestiguan esta vida que ha en trado de una vez para siempre en nuestra historia. Al escu char dichos testimonios, somos llamados a la comunión go zosa con los testigos y con Dios mismo (cf. 1 Jn 1,1-4). 2 Esta consideración se apoya en la llamada del Vaticano II a un diálogo con lasculturas como parte de la actividad misionera de la Iglesia (AG 22). Este texto puede parecer dirigido a los teólogos africanos o asiáticos, pero también es importante para los que trabajan en Europa y América. I La teología en la Historia y en la Iglesia Este capítulo inicial ha de establecer el principio básico que organiza el método teológico. Pero, primero, vamos a empezar examinando algunos ejemplos sugestivos de cómo se ha practicado la teología en el pasado cristiano (sección 1.1.). En segundo lugar, escucharemos una serie de líneas directrices actuales, apropiadas para los teólogos católicos (1.2.). Después, como principio básico, expondremos las dos fases que dan una organización fundamental a toda ela boración teológica, a saber, el trabajo de escuchar lo que di cen las fuentes y de explicar el significado captado con tal escucha (1.3.). Pero esta aproximación al método teológico comienza con una reflexión introductoria sobre la meta de la teología. Teología y significado La pasión del teólogo es el significado. Por vocación, un teólogo investiga el sentido de lo que ha sido dado a los creyentes. En última instancia, la teología versa sobre el significado de la palabra de Dios dirigida a todos los seres humanos, una palabra que los creyentes aceptan y (con va riada suerte) intentan vivir. Así pues, el teólogo es un in 12 I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA vestigador del significado de la palabra de Dios y de la vida de fe. Las cuestiones teológicas conciernen al sentido de lo que Dios ha revelado de sí mismo al invitar amorosamente a los creyentes a una comunión de vida con él (D V 2). Los teó logos están al servicio de los creyentes, como investigadorés del auto-desvelamiento de Dios, que éste culminó en Jesu cristo, y como comunicadores del sentido y trascendencia de la nueva vida que engendra la palabra de Dios. En la historia del cristianismo, la búsqueda teológica ha adoptado formas distintos y ha seguido métodos completamente dife rentes. Los teólogos han trabajado en contextos culturales no tablemente diversos, tales como el Imperio romano (antes y después de Constantino), la cristiandad occidental medie val, la incipiente Europa moderna (dividida por el protes tantismo y la contrarreforma católica) y nuestra propia era secularizada (“nueva evangelización” y diálogo con las cul turas del mundo). Igual que ha cambiado el contexto del trabajo teológico, también la forma de la búsqueda teológi ca se ha visto modificada según las diferentes prioridades. Por tanto, en este capítulo, analizaremos en primer lugar cómo han entendido la búsqueda teológica algunas figuras importantes que nos han precedido. l . l . T e o l o g ía c o n d if e r e n t e s f o r m a s h is t ó r ic a s N o pretendemos estudiar aquí la historia de la teología cristiana L En lugar de eso, vamos a analizar algunos ejem- 1 1 Entre las obras que estudian las épocas sucesivas de la teología crisdana, la exposición clásica es la de Y. CONGAR en su artículo “Théologie”, en el Diction- I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA 13 píos de la búsqueda teológica de significado. El objetivo no es ser exhaustivos, sino presentar varios “proyectos teológi cos”, a fin de ampliar nuestros propios horizontes fijándonos atentamente en cómo han afrontado otros la tarea teológica. Dos Padres primitivos: Ireneo y Orígenes Una obra de consulta teológica llama a san Ireneo de Lyón “el primer gran teólogo católico” 2. Ireneo escribió las dos obras que de él nos han llegado, Advenus Haereses y La demostración de la predicación apostólica, en las últimas dé cadas del segundo siglo cristiano, cuando la persecución amenazaba a la Iglesia desde el exterior y la confusión doc trinal se desencadenaba en el interior. Ireneo elaboró una alternativa coherente y bien fundamentada a las especula ciones doctrinales de maestros “gnósticos” cristianos como Valentín y Basílides. Largos pasajes de su Adversas Haereses recogen las enseñanzas sobre Dios, la creación y la reden ción, que estos maestros afirmaban haber recibido como conocimiento salvador (gnosis) de una transmisión oral que se remontaba a conversaciones con Jesús resucitado no re cogidas en los evangelios canónicos. Contra las doctrinas que, según los gnósticos, habían si do reveladas sólo a unos pocos selectos, Ireneo afirmaba naire de Théolone catholique, vol. 15 (1946), cois. 341-447; traducido como A History ofTheology, Garden City, Nueva York 1968. Estudios más recientes son los cinco volúmenes de J. PELIKAN, The Christian Tradition, Chicago 1971- 1989, y la Historia de la teología cristiana, en dos volúmenes, de E. VlLANOVA, Barcelona 1987-1989. Se ha empezado una nueva historia con A. DI BE- RARDINO y B. STUDER, eds., Storia delta Teología, vol. 1, Epoca patrística, Cá sale Monferrato 1992. Una exposición más sucinta es la de C. ROCCHETTA, en La teología tra rivelazione e storia, Bolonia 1985, pp. 13-159. 2 Oxford Dictionary ofthe Christian Church, 2a edición, ed. F. L. CROSS y E. A. L iv in g s t o n e , Oxford 1974, p. 713. 14 I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA enérgicamente lo que se enseñaba abiertamente y desde el principio como “regla de la verdad” en las Iglesias fundadas por los apóstoles originales de Je sú s3. Esta tradición doctri nal de las Iglesias apostólicas puede resumirse en tres artí culos fundamentales de fe en Dios Padre Creador, en el Hijo Redentor, y en el Espíritu Santo que santifica y revela el plan de salvación. Mientras que los diferentes gnósticos a menudo propagan sus ideas en medio de discordias, la fe de la Iglesia es un asunto de consenso universal, y en eso preci samente radica su poder básico de convicción. “La Iglesia, habiendo recibido esta predicación y esta fe, aunque dispersa por todo el mundo, la conserva, sin embargo, cuidadosamente, como si ocupara una sola casa. Cree estos puntos de doctrina, como si tuviera una sola alma y un solo y único corazón, y los proclama, enseña y transmite en perfecta armonía, como si poseyera una sola boca. Aunque las lenguas del mundo son diferentes, el significado de la tradición, sin em bargo, es uno solo... Igual que el sol... es uno solo en todo el mundo, así también la predicación de la verdad resplandece en todas partes e ilumina a todo el pueblo dispuesto a venir al co nocimiento de la verdad. Y ninguno de los dirigentes de las Igle sias enseñará doctrinas diferentes de éstas, tenga las dotes de elo cuencia que tenga” 4. Ireneo se daba cuenta de que su apelación a la tradición parecía imponer un peso muerto a la mente humana. Por eso explicaba a continuación que, dentro de la casa de la fe, hay espacio suficiente para ejercitar una mente penetrante y 3 En el libro III, cap. 3, de Adversas Haereses, IRENEO atribuía una validez especial y universal a la regla doctrinal de una Iglesia, a saber, “esa tradición derivada de los apóstoles, de la muy grande, muy antigua y universalmente conocida Iglesia fundada y organizada en Roma por los dos gloriosos apósto les Pedro y Pablo”. Ante-Nicene Fathers, vol. 1, p. 415- * Adversus Haereses, I, 10,2; Ante-Nicene Fathers, vol. 1, p. 331. I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA 15 reflexiva. La predicación fundamental, una vez aceptada y profesada, se abre en toda su amplitud a la exploración y la investigación. “Uno puede sacar a la luz el significado de las cosas dichas en parábolas y acomodarlas al esquema único de la fe; y explicar la obra y designio de Dios vinculada con la salvación humana; ... y encender por qué razón Dios, aunque invisible, se mani festó a los profetas bajo una forma, pero de modo diferente a diferentes individuos; y demostrar por qué fue que se dieron al género humano más de una alianza; y enseñar cuál era el carác ter especial de cada una de estas alianzas; y descubrir por qué ra zón ‘Dios ha encerrado a todos en la desobediencia para tener misericordia con todos’(Rm 11,32); y describir con gratitud por qué razón la Palabra de Dios se hizo carne y padeció; y re latar por qué la venida del Hijo de Dios tuvo lugar en estos úl timos tiempos, y no al principio; y exponer lo que se contiene en las Escrituras concerniente al fin y a las cosas por venir” 5 * * * * lo. Para Ireneo, la teología es una actividad intelectual si tuada dentro de las coordenadas del “esquema único de la fe”, tal y como se enseña en la Iglesia. El teólogo explora la revelación permaneciendo siempre atento a lo que procede de los apóstoles y lo que ha recibido en su corazón como contenido y estructura de la fe. Si Ireneo es el primer gran exponente de la teología vin culada a la tradición de la Iglesia, Orígenes de Alejandría es su homólogo, debido a su orientación respecto al texto de la Escritura. Este maestro de la primera mitad del siglo tercero 5 Adversus Haereses, I, 10,3; Ante-Nicene Fathers, 1,331. En total, Ireneo enumera unos quince temas en los que la teología debería investigar los (al pare cer, inescrutables) caminos de. Dios. Un pasaje posterior, II, 25-28, subraya que la teología se deriva, no de teorías elaboradas a partir de interpretaciones fanta siosas de números y símbolos, sino de la palabra de Dios y del estudio diario de lo que ha sido revelado. Véanse especialmente II, 25,3 y 27,1. 16 I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA sostenía que, puesto que los textos bíblicos estaban inspira dos, se debían interpretar atendiendo a su significado “espi ritual”, esto es, a io que el Espíritu inspirador pretende de cir en ellos y por ellos. Según Orígenes, todo creyente admite que la Escritura desvela “ciertos misteriosos designios” mediante formas y figuras escogidas por el Espíritu para transmitir verdades religiosas más hondas. Un ser humano se compone de cuerpo, alma y espíritu, como indica Pablo (1 T s 5,23), y, de modo parecido, Orí genes veía en la Biblia una estructura tripartita de significa do. El “cuerpo” es el significado superficial de la narración bíblica; el “alma” es la instrucción impartida a quienes van avanzando en la vida de fe; el “espíritu” es la sabiduría es condida de los caminos de Dios, sobre los que ahora, y hasta que todo se revele finalmente en el cielo, se ofrecen indicios 6. Convencido de la inspiración bíblica, Orígenes se acer caba a su trabajo de interpretación seguro de encontrar ins trucción en textos que a primera vista prometían poco. El libro de Números, en el capítulo 33, parece ser sólo una lista de los desconocidos oasis que sirvieron a los israelitas de lugar de acampada en su viaje de Egipto al Sinaí y, más allá, hasta la ribera del Jordán frente a Canaán. Pero, para Orígenes, en Números 33 hay mucho más. Primero, señala que el viaje de Israel fue realizado en cuarenta y dos etapas, 4 4 Véanse los tres primeros capítulos del libro IV de Sobre los primeros principios, de ORÍGENES, en el volumen origeneano editado por R. A. GREER en la colección Paulist The Classics o f Western Spirituality, Nueva York 1979, pp. 171-205. En mitad de este pasaje, Orígenes habla de modo parecido a Ireneo, señalando que la comprensión de la Escritura debe estar controlada por la regla de fe de la Iglesia, recibida de los apóstoles (p. 180). El prefacio del conjunto de la obra había expuesto los principios fundamentales de esa tradición doctrinal. I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA 17 un hecho que prefigura oscuramente las cuarenta y dos ge neraciones enumeradas en Mateo 1 entre Abraham y Jesús el Mesías. Todavía más atractiva es la simetría entre el viaje de Israel a la tierra prometida y el progreso del alma en esta vida, sometida a la instrucción por la ley de Dios y puesta a prueba por la tentación, a medida que crece hacia una unión más profunda con Dios 7. En Ireneo y Orígenes, por tanto, encontramos dos esti los diferentes de hacer teología cristiana. Ambos eran bus cadores de significado que trabajaban para formular y co municar lo que Dios ha desvelado de sí mismo y de su proyecto de salvar al hombre. Al extraer el contenido y es tructura del “esquema único de la fe” enseñado en las Igle sias apostólicas, Ireneo preguntaba: ¿cuál es, pues, el sentido de la tradición?, ¿cómo se compaginan las alianzas?, ¿qué podemos decir sobre las venidas (pasada, presente y futura) de Cristo? Ireneo parte del contenido singular de la fe bási ca y pasa después a analizar numerosos textos de la Escritu ra, para investigar el porqué y el cómo de las relaciones de Dios con el género humano. Orígenes de Alejandría estaba convencido de que el Es píritu Santo había preparado en la Escritura un enorme y fecundo cúmulo de significado. Se acercaba a cada texto bí blico con la seguridad de que el Espíritu Santo hablaba allí a los creyentes sobre Jesús y sobre sus vidas en el Señor. Aunque hay partes de la interpretación espiritual de Oríge nes que hoy nos resultan forzadas y fantasiosas, su convic ción fundamental se puede compartir: en la Biblia, Dios da sabiduría y consejo en abundancia. Basta que el teólogo interprete correctamente la palabra escrita para que los cre- yenten se enriquezcan profundamente. ' ORÍGENES, “Homilía XXVII sobre Números”, ed. R. A. GREER, en la edición paulista de Classics, pp. 245-269. 18 I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA Estas dos orientaciones fundamentales, una hacia la tra dición y la otra hacia la Escritura, son básicas en la teología cristiana. Por tanto, las sucesivas partes de este libro expli carán cómo trabaja el teólogo con el texto canónico e inspi rado de la Escritura (capítulo 2) y el modo en que la teolo gía interactúa con la tradición continua de la Iglesia; (capítulo 3). La teología al comienzo de la Edad Moderna: Lutero y Cano Mientras que Ireneo y Orígenes ejemplifican orienta ciones hacia las diferentes fuentes de la teología, nuestros dos próximos ejemplos muestran cómo la teología adopta diferentes formas de concentración y diferentes grados de coherencia. En el siglo XVI, Martín Lutero expresó el ideal de una intensa concentración teológica en una sola verdad central, mientras que el influyente metodólogo dominico Melchor Cano expuso el ideal de una atención, de exten sión panorámica, a un notable número de fuentes teológi cas. Lutero es famoso por su polémica contra los principios básicos de la tradición católica y por su principio de sola Scriptura. Pero en Lutero hay algo más. Hoy, investigadores católicos están realizando un acercamiento ecuménico a muchos aspectos de su enseñanza positiva 8. Ahora vamos a ocuparnos de las observaciones de Lutero sobre el modo co rrecto de hacer teología. Sabemos que Lutero tuvo un im pacto en numerosos creyentes y que su obra cambió el cur 8 Los estudios mismos del autor están reunidos en Luther‘s Reform. Stu- dies in Conversión and the Church, Maguncia 1992. Una presentación más concisa es Luther and His Spiritual Legacy, Wilmington, Delaware 1983, es pecialmente el capítulo 7. 1. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA 19 so de la Historia. Vamos a preguntarnos acerca de la orien tación básica y el enfoque que Lutero dio a su trabajo. Una razón de la fuerza de la enseñanza de Lutero es el modo en que se remite constantemente a una sola verdad bá sica. Lutero aprendió de san Pablo que sin Cristo estamos atrapados irremediablemente en el pecado y la culpa. Pero en Cristo se recibe el perdón, la justificación ante Dios y nueva libertad. Lutero atribuía una importancia extraordinaria a la justificación, tanto en sí misma como en cuanto principio que se ha de aplicar al tratar otras cuestiones teológicas. En sus Lecciones sobre Gdlatas (impartidas en 1531, im presas en 1535), Lutero sostenía que quien pierde la verda dera doctrina de la justificación gratuita pierde con ello to da la doctrina cristiana, pues la justificación és el caput et summa de toda la doctrina cristiana 9. Lutero reverenciaría al papa y toleraríatodos los abusos romanos, tan sólo con que la otra parte admitiera que Dios nos justifica única mente por su gracia a través de Cristo 10. El teólogo debe centrarse en los temas que componen la doctrina de la justificación. Esa es la lente para ver a Dios y al género humano de un modo auténticamente teológico. "Por tanto, que ninguno medite sobre la divina majestad y lo que Dios ha hecho y lo poderoso que es; ni considere a un ser humano como señor de bienes, como lo es un abogado, o de su salud, como lo es un médico. Sino considere pecadores a los se res humanos. El verdadero tema de la teología es el hombre reo de pecado y condenado, y el Dios justificador y salvador del hombre pecador. Todo lo que se pregunte y estudie en teología fuera de este tema es error y ponzoña. Toda la Escritura apunta ’ Martin Luthers Werke, Kritische Gesamtausgabe, Weimar 1883-..., vol. 40/1, pp. 48, 49 y 441. También, vol. 39/1, p. 489. En inglés: Luther’s Works, St. Louis y Philadelphia 1955-..., vol. 26, pp. 9, 10 y 282s. 10 Werke, vol. 40/1, p. 181; Works, vol. 26, p. 99. 20 I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA a esto: que Dios nos entrega su benevolencia amorosa y en su Hijo restablece en justicia y vida la naturaleza que ha caído en el pecado y la condenación” n . La teología encuentra en el drama del pecado y la gracia el auténtico corazón de la Biblia. En el amplio campo de las cuestiones doctrinales y éticas, el punto de referencia cons tante, la estrella Polar, es la acción de Dios para salvar a los seres humanos mediante el inmerecido don de la justifica ción y la vida nueva. Para Lutero, la teología descansa en la experiencia del pecado y el perdón, de la muerte y la vida. En 1531, du rante una comida, llegó hasta el punto de hacer la siguiente observación: “La experiencia sola hace a un teólogo” * 12. Esto no reduce la explicación teológica únicamente a lo que uno ha sentido, ni convierte la experiencia personal de uno en norma o criterio de verdad. Cuando Lutero daba instruc ción, como en su Gran Catecismo de 1529, explicaba las partes tradicionales: los mandamientos, el credo, el padre nuestro y los sacramentos. Pero los términos sabidos adqui rieron nueva frescura y vigor gracias a lo que Lutero había vivido personalmente en el encuentro con la acción divina misericordiosa de salvar a las criaturas humanas, que de otro modo se hubieran perdido. " D e la exposición de Lutero del salmo 51, el Miserere, impartida en forma de clases en 1532, impresa en 1538. La traducción está adaptada de Lutber’s Works, vol. 12, p. 371. El original latino en Werke, vol. 40/2, p. 327s, incluye esta declaración definitoria sobre la teología: Theologiae pro- prium subiectum est homo peccati reus ac perditus et Deus iustificans ac salvator hominispeccatoris (p. 328). 12 Sola experientia facit theologum. Werke, Tischreden, vol. 1, p. 16. El tipo de experiencia en que pensaba Lutero era el de la oración, la medita ción y la lucha con la tentación. Con ello, explicaba en 1539, uno se con vierte propiamente en teólogo. Werke, vol. 50, pp. 658-660; Works, vol. 34, pp. 285-287. I. LA TEOLOGIA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA 21 La Iglesia católica formuló su respuesta oficial al desafío planteado por Lutero y a las reformas protestantes en los decretos promulgados por el concilio de Trento (1545- 1563). Pero, precisamente cuando el concilio estaba a punto de clausurarse, los dominicos de Salamanca, España, publicaron De locis theologicis, obra de Melchor Cano, O. P., que se convirtió en el primer tratado metodológico de la moderna teología católica. Cano había muerto en 1560, antes de poder escribir los capítulos finales de De locis. Pero esto no disminuyó el impacto del libro, que fue reimpreso treinta veces hasta 1890 13. Cano ofrece un ideal sugestivo, que ha seguido gran parte de la teología católica, aun cuando los autores no ha yan leído De locis. Cano expone los "lugares” , que son los campos documentales en que el teólogo descubre tanto las pruebas que apoyan lo que expone, como los argumentos para refutar otras doctrinas como erróneas. El rasgo esencial de la teología al estilo de Cano es la amplitud y el número de fuentes que utiliza. Esta teología puede carecer de la concentración que recomendaba Lutero, pero con frecuen cia impresiona por la variedad de campos en que se mueve. La influyente obra de Cano sobre el método es funda mentalmente una exposición de cómo la tradición original se desarrolla dentro de las fuentes de las que el teólogo ca tólico extrae sus materiales. Hay ciertas reglas que gobier nan el trabajo realizado con cada locus y que indican cómo se han de .deducir, de forma adecuada al lugar o fuente en cuestión, los testimonios concretos sobre la verdad divina 15 Recientemente, M . SECKLER, de Tubinga, ha llamado la atención so bre la relevancia de Cano para una comprensión actual de la teología. Véase su “Die ekklésiologische Bedeutung des Systems der ‘loci theologici’. Er- kenntnistheoretische Katholizitat und strukturale Weisheit” , en Weisheit Go- ttes - Weisheit del Welt, Festschrift Joseph Cardinal Ratzinger, St. Ottilien 1987, 1, 37-65. 22 I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA revelada. Cano se inspiró en el De oratore de Cicerón y lla mó a los loci los “domicilios” de todos esos elementos con que se lleva adelante la argumentación teológica u. Cano coloca la Sagrada Escritura en el primer lugar entre los loci y explica su verdad y autoridad canónica. El segundo locus teológico es el complejo de tradiciones apostólicas pro cedentes de Cristo o de la instrucción del Espíritu Santo a los apóstoles y que pertenece al patrimonio doctrinal perenne. Los dos primeros “lugares”, Escritura y Tradición apostólica, son las fuentes fundamentales en que da testimonio inme diato de sí misma la palabra revelada de Dios. A continuación, lo que se encuentra en los dos primeros loci recibe interpretación, protección y desarrollo por parte de lo que el teólogo encuentra en otras cinco expresiones de la verdad de Dios en la vida de la Iglesia: la fe del cuerpo universal de los creyentes, sínodos y concilios, la Iglesia ro mana y su obispo, los Padres y los teólogos escolásticos. Si se investigan adecuadamente, según las reglas basadas en la naturaleza de cada uno, estos siete primeros loci dan testi monio de la revelación de Dios. Cada uno proporciona un testimonio oportuno y autorizado sobre el contenido de la doctrina cristiana. Cano, como discípulo de santo Tomás, no consideraba el trabajo teológico como estrechamente dependiente de la 1,1 El uso de Cano del término loci difiere del clásico de la pedagogía teo lógica protestante, la obra de PH. MELANCHTHON Loci communes rerum theologicarum (1521, revisada como los Locipraecipui theologici en 1559). Los loci de Melanchthon son los principales temas encontrados en el centro de la Escritura (por ejemplo, nuestra condición caída, el pecado, el evangelio, la justificación, la fe, etc.), sobre los que se deberían acumular datos e instruc ción mediante el estudio de todos los libros canónicos. Sus loci constituyen una lista ordenada de temas o apartados que definen la formación teológica. El reciente doble volumen Christían Dogmatics, eds. C. E. BRAATEN y R. W. JENSEN, Filadelphia 1984, sigue este uso al organizar la doctrina en doce tra tados, llamados loci. I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA 23 autoridad, sino que pasaba a enumerar otros tres campos en que podrían encontrarse materiales de relevancia doctrinal. Respecto a las principales ubicaciones de las pruebas teoló gicas, estos loci son “anexos”, pero hacen una aportación propia. Así, Cano enumeraba como los tres últimos loci los argumentos de la razón natural, las opiniones de los filóso fos y las lecciones de la historia humana. Después de Cano, y normalmente con referencia explí cita a él, la teología fundamental católica ha emprendido regularmenteuna exposición de las fuentes doctrinales, igual que hacemos nosotros en los capítulos posteriores de este libro. Esa “doctrina de los principios” es el comple mento natural de la exposición que la teología fundamental hace de la revelación, la credibilidad, la fe y la transmisión del evangelio al mundo en la Iglesia. Una doctrina contem poránea de los loci o fuentes tratará de ámbitos que no apa recen en Cano, como el testimonio de la liturgia, el signifi cado que se desprende del estudio de vidas que destacan por su santidad y la experiencia de las Iglesias regionales o loca les. Pero la presentación de Cano mantiene su importancia por dos razones principales. En primer lugar, su exposición es una advertencia salu dable contra la restricción del ámbito de la búsqueda teoló gica del sentido, como, por ejemplo, al atender sólo a la actualidad de la experiencia especial o al buscar una certeza preferente, tal como podría obtenerse del sentido literal de la Escritura o el magisterio eclesiástico. Cano indica la ver dadera extensión del auditus fidei de un teólogo católico. Ningún locus aislado puede ejercer un control monopolista. En segundo lugar, el sistema de loci numerosos indica que la palabra de Dios afecta de hecho al creyente “en muchos y variados modos” (Hb 1,1). Los testimonios sobre la verdad revelada hablan con voces de diferente tono y timbre, que un maestro cristiano procura fundir en un todo sinfónico. Obviamente, son posibles otras combinaciones y configura- I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA24 dones. Pero la buena enseñanza atrae y cautiva, precisa mente, debido a la interacción armoniosa de sus diversos componentes. Así, dos figuras del comienzo de la edad moderna, Lute- ro y Cano, dan directrices notablemente diferentes sobre la práctica de la teología. Lutero la centraba en la verdad fun-; damental de la soteriología: somos salvados por la gracia de Dios en Cristo. Cano, a su vez, ofrece el recordatorio salu dable de no pasar por alto ninguno de los miles de modos en que Dios se revela. Ciertamente, el teólogo de hoy puede aprender de estos dos exponentes del método teológico de comienzos de la era moderna. La teología vista en 1870 y 1950: Vaticano I y Pío XII Los documentos de la enseñanza magisterial católica trataron el ámbito y las tareas de la teología en los años 1870 y 1950. La primera declaración formaba parte de la constitución dogmática sobre la fe católica, D ei Filius (24 de abril de 1870), del primer concilio Vaticano. El Vaticano I define la fe como la aceptación por gracia de lo que Dios ha revelado. En la fe, la persona humana se somete a Dios aceptando como verdadero lo que Dios co munica sobre sí mismo y el plan de salvación que ha dis puesto para el género humano 15. La Escritura y las tradi ciones procedentes de los apóstoles contienen esta revelación, y la Iglesia la propone a la aceptación de la fe. Pero la fe, según el Vaticano I, no es una aceptación ciega de la autoridad, pues Dios ha rodeado sus verdades revela das de una serie coherente de “signos de credibilidad” , tales 15 Resumimos aquí los párrafos iniciales de los capítulos 2 y 3 de Dei Fi lius. DS 3.004, 3.008; N D 113,118. I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA 25 como los milagros obrados por Jesús, las profecías que cumplió y las notables cualidades de santidad y estabilidad que se manifiestan en la Iglesia fundada por Jesús. Cierta mente, la revelación invita a los seres humanos a trascender las evidencias perceptibles y las conclusiones racionales, a adherirse a “misterios” como la Trinidad de las personas di vinas, la encarnación de la Palabra divina y los sacramentos dadores de gracia; pero la razón puede crear una atmósfera en la que el asentimiento de fe tenga una lógica propia y una coherencia con el resto de la vida 14 * 16. La fe, en sí misma, es sumisa y dócil. Acepta un don y conduce a la gratitud asombrada que Jesús expresó una vez en su oración: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tie rra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendi dos y las has revelado a los niños pequeños; sí, Padre, así te ha parecido mejor” (Mt ll,2 5 s) . Pero la fe también deja espacio para que la mente indague. La búsqueda teológica tiene su lugar en la vida de fe, como puso de manifiesto el concilio de 1870. En un párrafo de sutil construcción, el Vaticano I des cribía las tareas principales de la teología dentro de la casa de la fe. Pues se puede alcanzar una “comprensión de los misterios” que no diluye su carácter misterioso: “Si la razón iluminada por la fe indaga de una manera seria, piadosa y sobria, alcanza por la gracia de Dios un cierto enten dimiento de los misterios que es muy fructífero. Éste surge al comprender la analogía con objetos del conocimiento natural de la mente, de la conexión de los misterios entre sí y de su rela 14 Dei Filius, cap. 3, parágrafos 2 y 6-7. DS 3.009, 3.013-3.014; N D 120, 123-124. La tarea de mostrar la credibilidad de la revelación es la obra de la teología fundamental. La forma particular asumida por esta disciplina antes y después del Vaticano II es presentada en esta colección por R. FlSICHELLA, Introducción a la Teología fundamental, Verbo Divino, Estella 1993. 26 I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA ción con el fin último de los seres humanos. Pero la razón no llega a ser capaz de entender los misterios del mismo modo que capta las verdades que constituyen su objeto propio. Pues los misterios divinos exceden de tal modo por su misma naturaleza al intelecto creado que, aun cuando se comunican en la revela ción y se reciben en la fe, continúan cubiertos por el velo de la fe misma y como si estuviera envueltos en oscuridad” i7. En este texto, el Vaticano I indicaba tres vías por las que la mente que indaga puede alcanzar un entendimiento li mitado pero útil del significado de la revelación de Dios. En primer lugar, está la exploración de las analogías o se mejanzas entre lo que la Escritura y el dogma enseñan y las estructuras de la realidad creada que conocemos por el es tudio y la reflexión. Donde la revelación testimonia la obra redentora de Dios al salvar a los pecadores, por ejemplo, la teología ha explorado cómo esta acción se asemeja a las ac ciones, conocidas en sociedades pretéritas, por las que se daba a los esclavos la libertad o se restablecía una relación de paz, reparando la injuria hecha al honor agraviado de una persona de rango. Una segunda vía hacia el entendimiento es determinar las relaciones que los misterios revelados tienen entre sí. Por ejemplo, se pueden conectar las tres partes o “artículos” fundamentales del credo mediante la referencia a la crea ción por parte del Padre de un mundo bueno en sí mismo, pero dañado después por el pecado; a la restauración fun damental por parte del H ijo de la bondad y el orden debi do; y a la obra del Espíritu Santo de inculcar en todos los hombres una relación correcta con el Padre creador hasta que el Hijo vuelva. El Vaticano II reflejó la interconexión de los misterios cuando mostró cómo la inspiración bíblica, por la que la sabiduría divina adopta forma escrita, se ase 17 Deis Filius, cap. 4, párrafo 2. DS 3.016; N D 132. I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA 27 meja al misterio de la encamación, por el que la Palabra di vina asumió una naturaleza humana por obra del Espíritu Santo 1B. Tales reflexiones teológicas sobre las enseñanzas de la fe asumen, y posteriormente exponen, la armonía sinfó nica de las diferentes verdades de la revelación. Tercero, la teología debería considerar seriamente que toda revelación divina es “por nosotros y por nuestra salva ción”, como dice el credo sobre la primera venida de Cris to. Lo que se revela no es simplemente impuesto desde arriba a seres humanos desprevenidos, pues toca una fibra del corazón humano y colma el anhelo más profundo de significado y totalidad quealbergan nuestros espíritus crea dos. Así, la teología estudia la relación de los misterios re velados con “el fin último de los seres humanos”. Un teólogo atento a esta dimensión humana de la fe es santo Tomás de Aquino, que en un llamativo pasaje de su Summa theobgiae desarrolló la idea de cómo el género hu mano necesita ser salvado precisamente por la Palabra de Dios que se encarna. La encarnación promueve el bien hu mano de cinco maneras; y en cinco maneras afines elimina males que degradan a los seres humanos ’9. La búsqueda teológica está, pues, profundamente vinculada con la bús queda más fundamental de la mente y el corazón humanos: la búsqueda de la libertad y de la propia realización en Dios. La declaración del Vaticano I en 1870 bosquejó tres procedimientos provechosos para la búsqueda de significa do en la Palabra de Dios y los dogmas posteriores. 18 19 18 DV 13, donde el concillo ve en ambos misterios a Dios que se adapta a nuestros límites y fragilidad humanos. “Sin mengua de la verdad y de la santi dad de Dios, la Sagrada Escritura nos muestra la admirable ‘condescendencia’ de Dios... La palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre, asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los hombres”. 19 Summa, parte III, cuestión 1, artículo 2. 28 I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA Se debe sopesar cómo éstos se relacionan entre sí y con el mundo y la vida humana, tal y como las conocemos. Coherente con el método recomendado por el concilio, el papa León XIII publicó en 1879 la encíclica Aetemi Patris, que confirmaba a santo Tom ás de Aquino como modelo y norma del pensamiento católico, pues sus obras ejemplifi-' can tanto la interrelación positiva de razón y fe, como el interés, adoptado por el Vaticano I, por un estudio integra do de la doctrina. Pero, en el tiempo que medió entre los dos concilios Vaticanos, el trabajo cotidiano de la teología católica muy rara vez estuvo marcado por la búsqueda universal de sa biduría que caracterizaba a santo Tom ás. Los libros de texto usados para enseñar teología en universidades y se minarios católicos en la primera mitad del siglo X X esta ban más influenciados por los principios de Cano que por el Aquinate. Los teólogos dogmáticos eran hijos de su tiempo, positi vista, y por ello en sus tesis y conclusiones procuraban, ante todo, acumular pruebas sacadas de las fuentes. Habitual mente, un capítulo de esa teología comenzaba con la enun ciación precisa de la enseñanza más reciente de la Iglesia sobre un punto concreto. Después seguían las pruebas, sa cadas de la Escritura, la Tradición y los argumentos de ra zón para demostrar los fundamentos de la doctrina que se estaba exponiendo. Lo que practicaban los manuales fue ratificado por el pa pa Pío XII en tres puntos de su encíclica H um ani generis, de 1950. Este documento confirma, en primer lugar, el es trecho vínculo del teólogo con la autoridad magisterial de la Iglesia. El magisterio de la Iglesia es para el teólogo la “norma próxima y universal de verdad” , porque Cristo confió las Escrituras y la tradición apostólica a este magisterio para I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA 29 su defensa e interpretación 20 21. La teología intenta com prender lo que se cree, pero el punto de partida de su bús queda se encuentra en la doctrina del magisterio vivo de la Iglesia. En segundo lugar, la autoridad prioritaria del oficio de enseñar no significa que el teólogo se limite a repetir los contenidos de los documentos de la Iglesia. Pío XII insistía también en que la teología se sumergiera en las aguas vivificadoras de las fuentes originales, pues la pura especulación es estéril, mientras que la Escritura y la Tradición dan frescura y vigor al trabajo teológico: “Un teólogo debe recurrir constantemente a las fuentes de la revelación divina... Este doble manantial de doctrina divina mente revelada contiene tesoros tan variados y ricos que nunca llegan a agotarse. Por tanto, el estudio de estas fuentes sagradas da a las ciencias sagradas una frescura siempre nueva, mientras que una especulación que descuida investigar más hondamente en el sagrado depósito queda estéril, como demuestra la expe- nencia n . Un tercer punto de la Hum ani generis especifica más tarde la conexión que la teología ha de establecer entre la norma magisterial de verdad y las fuentes de la doctrina. El teólogo parte de la enseñanza actual de la Iglesia y desde ella se remonta hacia atrás, demostrando cómo se expresó originalmente esta enseñanza en el lenguaje y los moldes de pensamiento de la Escritura y, posteriormente, se desarrolló en diferentes épocas en la enseñanza de los Padres, los teó logos clásicos y los primeros documentos magisteriales. Las fuentes bíblica y tradicional deben leerse de acuerdo con lo 20 Humani generis, n° 17. DS 3.884. 21 Humani generis, n° 21. DS 3.886. 30 I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA que se enseña y cree en el momento actual del teólogo. La tarea específica del teólogo es, por tanto: “mostrar cómo la enseñanza del magisterio vivo se debe en contrar explícita o implícitamente en la sagrada Escritura y en la divina Tradición... Pues, junto con estas fuentes sagradas, Dios ha dado a su Iglesia un magisterio vivo para explicitar y aclarar lo que el depósito de la fe contiene sólo oscura e implí citamente 22. Bajo la guía de Pío XII, la teología practicó un método “regresivo”, esto es, se movía hacia atrás, desde su punto de partida en la enseñanza de la Iglesia actual, hasta encontrar los orígenes de esta enseñanza en las formulaciones más an tiguas, a veces más primitivas, de las fuentes. Las conviccio nes actuales guían al teólogo en su búsqueda del sentido de textos anteriores, ayudándole a encontrar implicaciones quizás sólo oscuramente presentes en las fuentes. La convic ción que subyace tras todo esto es que la sustancia de la fe no ha cambiado a lo largo del tiempo y que la teología pue de demostrar la coherencia y continuidad existente entre las formulaciones anteriores y la fe de la Iglesia expresada por su actual autoridad docente23. Con una mirada retrospectiva sobre esta sección relativa a los diferentes modelos históricos del método teológico, se ven en la obra de Melchor Cano y las directrices de Pío XII las ideas fundamentales de la “teología positiva” . Esta es la fase en que se sacan de las fuentes las doctrinas que los teó 22 Ibídem, n° 21. 23 Véase la lúcida formulación que de este método “regresivo” hace R. L a t o u r e LLE, Theology, Science o f Salvation, Staten Island 1969, pp. 71-75. El contexto más amplio del método teológico en los manuales anteriores al Vaticano II ha sido tratado por G . COLOMBO en “La teología manualistica”, en La teología italiana oggi, Milán 1979, pp. 25-56. I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA 31 logos sostienen, defienden y además explican. Sin embargo, con la encíclica de Pío XII, al magisterio de la Iglesia se le asignó el primer puesto entre los loci de la teología en su fa se positiva. Lógicamente posterior a tal investigación de las fuentes, viene a continuación la fase de reflexión o “espe culativa”, esbozada por el concilio Vaticano I. En ella, la mente intenta comprender mejor lo que se sostiene, inte grando las verdades particulares en esquemas coherentes y significativos más amplios. 1.2. LA TEO LO G IA A LA LU Z D EL C O N C IL IO V A TIC A N O II El concilio Vaticano II (1962-1965) es para la teología católica actual una fuente continua de orientación e inspi ración. El concilio enriqueció todas las ramas de la teología, especialmente con cuatro impulsos importantes para el método de un teólogo. Dichos impulsos son: 1) la llamada inicial del papa Juan XXIII a reformular el patrimonio doctrinal, de modo que pueda traer beneficios saludables al género humano; 2) lanueva comprensión por parte del concilio de las fuentes teológicas, Tradición y Escritura, y del magisterio de la Iglesia; 3) la adopción de la historicidad en las exposiciones doctrinales; y 4) la estructuración de las doctrinas particulares de acuerdo con la “jerarquía de ver dades” subordinadas a la fe en Jesucristo. Reformular la doctrina a beneficio de los seres humanos (Juan XXIII) Los obispos reunidos en Roma en el concilio Vaticano II recibieron instrucciones novedosas en el discurso inaugu ral del papa Juan XXIII, el 11 de octubre de 1962. La alo cución del papa rezumaba optimismo en lo referente a 32 I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA atraer al mundo salvado por Cristo. El papa Juan expresó la confiada posesión por parte de la Iglesia de un legado doc trinal transmitido a lo largo de los siglos, especialmente por sus concilios ecuménicos. Los obispos debían considerarse los administradores de una realidad de utilidad potencial para los seres humanos en todos los ámbitos de sus vidas-. La enseñanza cristiana, de la que la Iglesia es la administra dora, puede irradiar bendiciones sobre las vidas de indivi duos y familias y el conjunto de la sociedad * 24. Los tiempos exigen una nueva profundización en la he rencia y un salto hacia adelante en la formulación de la doctrina, a fin de hacerla más provechosa para producir santidad y una vida verdaderamente humana 25. Así, el con cilio debía volver a expresar el tesoro que la Iglesia lleva dentro de sí para beneficio de toda la familia humana. Naturalmente, la llamada de Juan XXIII a reformular la herencia fue aceptada por el concilio Vaticano II y acabó ins pirando sus dieciséis documentos sobre la doctrina y práctica t 24 El texto del discurso con el que Juan XXIII inauguró el Vaticano II se encuentra en todas las ediciones de los documentos del concilio. M i exposi ción se basa en el texto latino que se encuentra en Acta Apostolicae Seáis 54 (1962), pp. 789-795. Una edición útil del manuscrito y de los borradores mecanografiados del papa, junto con los textos latinos e italianos, ha sido pu blicado por A. MELLONI, en G. ALBERIGO, ed., Pede Tradizione Profezia, Brescia 1984, pp. 249-283. En esta exposición, dejamos a un lado las cues tiones que tienen su origen en las diferencias de significado entre el texto lati no y la versión italiana que circuló durante el concilio. 25 Éste es el contexto de la famosa distinción del papa Juan entre la sus tancia de la tradición doctrina y los modos mudables en que se formula y transmite esa misma enseñanza: “Pues el depósito mismo de la fe, o las verda des contenidas en nuestra venerable doctrina, son una cosa, y el modo en que se expresan es otra, si bien retienen el mismo sentido y significado”. AAS 54 (1962), p. 792. Sin embargo, esto es más que una distinción epistemológica que afecta al modo en que se lee y entiende la doctrina. Tiene una relevancia operacional: es la razón por la que el concilio, mediante un nuevo estudio y una penetración más profunda en la herencia, puede reformular la tradición para nacerla más provechosa para los creyentes y todo el mundo. I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA 33 eclesial. El concilio se hizo eco de Juan XXIII en su decreto sobre ecumenismo, según el cual Cristo llama a la Iglesia a una reforma continua y completa, que incluye la actualiza ción de su enseñanza, a fin de dar muestras de mayor fideli dad a la revelación y promover la unidad entre los cristianos (UR 6). La constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual es la principal declaración del Vaticano II sobre la dig nidad humana y sobre la luz de Cristo como benéfica para la vida humana. Pero el encuentro entre la Iglesia y la cultura humana no ha sido siempre feliz. En ocasiones, el rostro que la Iglesia ha mostrado al mundo no ha irradiado el influjo sal vador de Cristo. En este sentido, la aportación de los teólogos ha de ser ofrecer una comunicación del mensaje de fe adecua da a la realidad contemporánea. Si pueden hacerlo es porque el depósito recibido de Cristo y los apóstoles es una cosa, y la manera variable de formular ese mismo significado para los hombres de una época determinada es otra (GS 62). Nueva luz sobre la Tradición, la Escritura y el Magisterio La constitución del Vaticano II sobre la divina revela ción, Dei Verbum, trata en primer lugar la revelación y la fe, por las que Dios entra en amoroso coloquio con los seres humanos y, por Cristo y en el Espíritu Santo, los recibe en la comunión de vida con é l26. El capítulo II (D V 7-10) ex plica la comunicación de la revelación a través de la Escritu ra, la Tradición y el magisterio de la Iglesia. El resto de la constitución, capítulos III-VI, trata la Sagrada Escritura, en lo relativo a su inspiración e interpretación (D V 11-12), el Antiguo Testamento (D V 14-17), el Nuevo Testamento 26 Véase la exposición de R. FlSICHELLA en el cap. IV de su libro, en esta misma colección, Introducción a la Teología fundamental, Ver.bo'©iyínd"?Esr tella 1993, pp. 76-118. 34 I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA (D V 18-20) y la polifacética aportación que la Escritura debe hacer a la vida de la Iglesia (D V 21-26). La Dei Verbum ofrece una nueva comprensión de la tra dición entregada por los apóstoles de Jesús y transmitida posteriormente en la Iglesia. En las Iglesias que fundaron, los apóstoles anunciaron la buena nueva del Evangelio, comuni cando con ello dones divinos a todos los hombres. El minis terio de los apóstoles incluía la predicación, el testimonio de vida evangélica y la fundación de las instituciones básicas de las comunidades. Todo esto se basaba en su experiencia de Jesús, pues comunicaron lo que le oyeron decir, cómo obró y lo que ellos recibieron de la convivencia con él (DV 7). Así, el “depósito” apostólico o Tradición, que utiliza to da teología cristiana, es más que un simple cuerpo doctri nal. Procede de Jesús y su Evangelio; conlleva una forma de vida en comunidad. Los libros del Nuevo Testamento con signan por escrito los principales temas y normas, pero la Tradición es más que lo que está escrito. La teología cris tiana tiene un depósito más amplio del que echar mano: “Lo que los apóstoles transmitieron comprende todo lo nece sario para una vida santa y para una fe creciente del Pueblo de Dios; así la Iglesia, con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas la edades todo lo que es y lo que cree” (DV 8). La herencia apostólica es irreductible a un solo compo nente. La teología utiliza el datum complejo de todo un marco de vida religiosa. El significado de lo que los apósto les transmitieon no se puede expresar de una vez para siem pre, sino que se tiene que explicitar gradualmente a lo largo del tiempo, mediante la contemplación, el estudio y la comprensión interna, la experiencia vivida y la predicación de los llamados al liderazgo pastoral (D V 8). Debido a que la búsqueda de sentido de la teología se basa en la Tradi ción apostólica, se orienta también al conjunto de la vida de I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA 35 la Iglesia, donde la tradición continúa como una actividad vital. Más adelante, en el capítulo 3 de este trabajo, trata remos con mayor detenimiento la relación entre tradición y trabajo teológico. La enseñanza de la Dei Verbum sobre la Escritura es am plia. La Biblia es, en primer lugar, el mensaje de salvación en Cristo puesto por escrito por los apóstoles y sus colaborado res inmediatos (DV 7). Pero los escritos apostólicos sólo tie nen sentido en relación con la palabra de Dios dirigida pri mero a Israel: “Todo lo que está escrito, se escribió para enseñanza nuestra; de modo que, por la perseverancia y el consuelo de las Escrituras, mantengamos la esperanza” (Rm 15,4, citado en D V 14). El Vaticano II ofrece una serie de principios de interpretación bíblica en D V 12 y hace una presentación complejadel origen y composición de los evan gelios en D V 19; pero lo que a algunos podría parecerles más destacable es la alta estima de los libros bíblicos expresada por el concilio: “Ya que inspirados por Dios y escritos de una vez para siempre, nos transmiten inmutablemente la palabra del mismo Dios; y en las palabras de los apóstoles y los profetas hace reso nar la voz del Espíritu Santo. Por tanto, toda la predicación de la Iglesia, como toda la religión cristiana, se ha de alimentar y regir con la Sagrada Escritura” (DV 21). Siguiendo cierto orden lógico, el concilio pasa de esta declaración global en favor de la Escritura a especificar que la Biblia es un fundamento permanente de todo trabajo teológico y que el estudio de la Escritura debería ser “el al ma de la teología” (D V 24). M ás adelante, en el capítulo 2, desarrollaremos la relación entre el trabajo teológico y la palabra bíblica de Dios. Sobre el magisterio, la Dei Verbum hace dos declaracio nes que relacionan el oficio de enseñar con la Palabra divina I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA36 revelada en la tradición y la Escritura, a las que dicho oficio sirve en forma dependiente y subordinada. Al comenzar a hablar de la transmisión de la revelación, incluso, la cons titución habla de los obispos como los sucesores de los apóstoles de Cristo en el oficio de enseñar, “para que este Evangelio se conservara siempre vivo y entero en la Iglesia”" (D V 7). El papel del magisterio es, pues, servir a una obra de evangelización íntegra y vivificadora. El capítulo II de la Dei Verbum, sobre la transmisión de la revelación divina, concluye con un párrafo conciso sobre el magisterio (D V 10). Comienza diciendo que Dios confía su palabra escrita y transmitida a toda la Iglesia, pueblo y pastores, que profesan la fe apostólica comunicada desde los apóstoles y se esfuerzan por vivirla. Dentro de la Iglesia, el magisterio tiene, pues, un papel que jugar al servicio de la palabra transmitida. “El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado únicamente al magisterio de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo. Pero el magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por man dato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha de votamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como re velado por Dios para ser creído” (DV 10). Así pues, la enseñanza oficial de la Iglesia está vinculada al testimonio escrito de la Escritura y al espíritu vital que es la tradición. El magisterio no es una actividad creativa dentro de la Iglesia, sino un ministerio de comunicación que protege e interpreta el mensaje y su significado original, dado de una vez para siempre por los profetas y apóstoles. En D V 12, el concilio consigna sus directrices para guiar a los intérpretes de los libros bíblicos. Al final, se considera que los estudios bíblicos contribuyen a que ma I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA 37 dure la comprensión magisterial del mensaje y la enseñanza revelados. “A los exegetas toca aplicar estas normas en su trabajo para ir penetrando y exponiendo el sentido de la Sagrada Escritura, de modo que con dicho estudio pueda madurar el juicio de la Iglesia” (DV 12). Esta es la primera vez que un documento de la Iglesia hace referencia a que el oficio de enseñar está en un proceso y pasa de un estadio a otro más avanzado o maduro. Así, el magisterio habla de su propia historicidad. Más adelante, en el capítulo 4, que versa sobre la teolo gía y el magisterio, desarrollaremos más en detalle esta rela ción decisiva. Por el momento, con D V 10 hemos determi nado que el magisterio ofrece a los creyentes, y a los teólogos entre ellos, una mediación interpretativa de la pa labra de Dios. Pero, puesto que el magisterio primero "es cucha devotamente” la palabra y después avanza poco a po co hacia un juicio maduro acerca de la revelación, la teología tiene también una aportación que hacer al oficio de enseñar. Doctrina en la Historia El Vaticano II comenzó en 1962, con la enunciación por parte del papa Juan XXIII de un imperativo de adaptación y reformulación doctrinal. En 1965, el decreto del concilio so bre la formación sacerdotal incluyó un párrafo que insiste en que la teología se comprometa a considerar la doctrina en la Historia y a expresar la enseñanza de la Iglesia de un modo nuevo, para beneficio de sus contemporáneos. Las consecuencias de largo alcance de este párrafo, Op- tatam totius 16, pueden quedar oscurecidas por el hecho de 38 I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA que incluye referencias bastante tradicionales a la teología en cuanto guiada por el magisterio y ocupada con las “ver dades eternas” de la revelación. Además, la abundancia de perspectivas desde las que considerar la doctrina (bíblica, patrística, histórica, especulativa, litúrgica y práctica) puede distraer del carácter innovador del pasaje. Pero este párrafo sobre la doctrina forma parte de un capítulo más amplio, sobre la renovación y reestructuración de los estudios para el ministerio eclesiástico. O T 16 fija la mirada en un modo y método de enseñanza teológica que debe diferir de la práctica pre-conciliar 27. La principal declaración del Vaticano II sobre el méto do de la teología sistemática adopta un orden de exposición genético y progresivo, que descansa en la convicción de que la doctrina se desarrolla en la vida de la Iglesia. La teología debería reflejar tanto el proceso gradual por el que se va ha ciendo explícita la enseñanza de la Iglesia, como su adapta ción práctica. Cualquier doctrina dada se origina en una corriente determinada de desarrollo histórico; toda doctri na, una vez entendida, debería llevar a un diálogo serio y positivo con quienes están inmersos en el actual conjunto de circunstancias sociales, caracterizado por el cambio per manente. “Dispóngase la enseñanza de la teología dogmática de ma nera que en primer lugar se propongan los temas bíblicos; ex pliqúese a los alumnos la contribución de los Padres de la Igle sia de Oriente y de Occidente a la transmisión fiel y al 27 El capítulo V de OT, que comprende los números 13-18, lleva por tí tulo De studits ecclesiasticis recognoscendis, es decir “Revisión de los estudios eclesiásticos”. Veinticinco palabras del texto latino del n° 1,6, sobre la teología dogmática, están en modo subjuntivo. Así pues, no describen lo que se está haciendo, sino que más bien indican lo que, en este nuevo tipo ae plantea miento, deberían hacer quienes enseñan teología. I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA 39 desarrollo de cada una de las verdades de la revelación, así co mo la historia posterior del dogma -considerada también su relación con la historia general de la Iglesia-; tras esto, para ilustrar de la forma más completa posible los misterios de la salvación, aprendan los alumnos a profundizar en ellos y a descubrir su conexión, por medio de la especulación, bajo el magisterio de santo Tomás; enséñeseles a reconocer estos misterios siempre presentes y operantes en las acciones litúrgi cas y en toda la vida de la Iglesia, y aprendan a buscar, a la luz de la revelación, la solución de los problemas humanos, a apli car sus eternas verdades a la mudable condición de la vida humana y a comunicarlas de un modo apropiado a sus con temporáneos” 28. Así, la Escritura fundamenta la teología sistemática y asienta su discurso en los testimonios de M oisés y los profetas, en las palabras y hechos de Jesús y en la trans misión del evangelio por parte de los apóstoles. Los Pa dres de la Iglesia muestran al teólogo moderno cómo las Escrituras eran leídas con provecho en contextos cultu rales completamente diferentes, tales como Siria, la Ale jandría helenistay los territorios occidentales del Imperio romano. Los dogmas fueron proclamados solemnemente en momentos particulares de la Historia, en respuesta a problemas y cuestiones que la investigación histórica puede determinar. Tom ás de Aquino nos muestra un intellectus fid e i reflexivo, que hace uso de los conceptos y formas de pensamiento que ofrecía la mejor sabiduría se cular de su tiempo. Pero la teología se orienta continua mente hacia la vida de la comunidad: su culto, su testi monio, su práctica de servicio en medio del sufrimiento. Finalmente, la actividad teológica de profundizar en la revelación desemboca en una comunicación de significa 28 Optatam totius 16. 40 I. LA TEOLOGIA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA dos capaces de iluminar la vida humana en medio de las luchas de una época dada, con sus grandes problemas y necesidades. La teología, en esta exposición del Vaticano II, es perfectamente consciente de la génesis de las formula ciones en las que encierra el significado de la palabra d e ' Dios. El discurso teológico emerge de una historia con creta. Pero la teología también se vuelve hacia el futuro, pues es un estadio intermedio entre la original “página sacra” del relato bíblico y su enseñanza y la actividad contemporánea de contar de nuevo la obra de D ios en la Historia, para el bienestar de todos los hombres y m uje res. La jerarquía de verdades Una última aportación del concilio Vaticano II al método teológico se encuentra en el decreto sobre ecu- menismo, acerca de la práctica del diálogo ecuménico (U R 5-12). El decreto urge a los participantes en el diálo go a buscar significados más hondos, a usar un lenguaje inteligible para los de otras confesiones y a ser sensible a la interrelación de las doctrinas particulares de la Iglesia. El tercer punto es claramente aplicable a toda teología. Las doctrinas no deberían tratarse como átomos aislados, sino como partes de un todo orgánico y complejo. “La fe católica hay que exponerla con mayor profundi dad y con mayor exactitud, con una forma y un lenguaje que la haga realmente comprensible a los hermanos separados. Aparte de esto, en el diálogo ecuménico, los teólogos católi cos, afianzados en la doctrina de la Iglesia, al investigar con los hermanos separados sobre los divinos misterios, deben proceder con amor a la verdad, con caridad y con humildad. Al comparar las doctrinas, recuerden que existe un orden o I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA 41 ‘jerarquía’ en las verdades de la doctrina católica, ya que es diverso el enlace de tales verdades con el fundamento de la fe cristiana” 29. Se pueden imaginar diferentes principios para organi zar las doctrinas cristianas en un orden jerárquico. El obispo que introdujo esta idea durante el Vaticano II, An drea Pangrazio, de Gorizia, en el noroeste de Italia, atri buía primacía en la jerarquía de verdades a las realidades de duración perenne, tales como el D ios uno y trino y la encarnación del Verbo, al tiempo que consideraba secun darios y derivados los medios ordinarios de nuestra salva ción, tales como los sacramentos de la Iglesia terrestre. En el Nuevo Testamento, el kerygma de la muerte y resurrec ción de Jesús (1 Cor 15,3-4; Hch 2,22-24.36) es de gran importancia en la predicación y la fe. La Escritura habla además del “gran mandamiento” que debe impregnar las otras formas en que el creyente practica la obediencia a Dios (Mt 22,34-40). De hecho, se pueden construir diferentes órdenes je rárquicos que muestren el orden y la coherencia sistemá tica de lo que Dios ha revelado. El imperativo básico es exponer las verdades particulares de forma que se com plementen, apoyen e iluminen mutuamente. La enseñan za de la teología debería fomentar el aprecio del orden intrínseco existente entre los elementos de lo que la fe sostiene y profesa. 2Í> Unitatis redíntegratio, n° 11. Nuestros comentarios en esta sección de ben mucho a los escritos de W. HENN, por ejemplo, The Hierarchy ofTruths according to Yves Congar, Roma 1987, “The Hierarchy of Trutns Twenty Years Later”, Theological Studies 48 (1987), pp. 439-471; y al artículo “Ge- rarchia delle veritá” en DTF, pp. 453-456. 42 I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA 1 .3 . L a s d o s f a s e s d e l m é t o d o t e o l ó g i c o Volviendo sobre nuestros pasos desde nuestros seis ejemplos históricos (sección 1.1.) y desde las cuatro aporta ciones del Vaticano II (1.2.), podemos señalar ahora las dos actividades fundamentales que configuran el método teoló gico. La teología sana oscila entre la escucha atenta y la elabo ración activa y constructiva del significado de lo que se ha oído. La teología es rítmica, puesto que el teólogo va de aquí para allá, de la consulta de las fuentes, con el fin de determinar su mensaje, a la explicación de lo que su testi monio significa hoy para los creyentes. En primer lugar, la teología se ocupa de las mediaciones de la palabra de Dios, es decir, de las variadas expresiones que Melchor Cano llamaba los “lugares” teológicos; de és tos, la teología extrae testimonios sobre la verdad revelada de Dios. En este punto, el teólogo se muestra sobre todo receptivo ante un significado ya dado al género humano. Después, esta fase de escucha atenta cede el paso de forma completamente natural, como en la oscilación del péndulo, a una búsqueda más creativa de intuiciones nuevas en los mismos testimonios y de su importancia pata la vida hu mana en el tiempo y el lugar en los que trabaja el teólogo. Esta dualidad fundamental en los procesos mentales del teólogo no es un descubrimiento nuevo, sino algo absolu tamente tradicional que figura en lugar destacado en el análisis clásico de Yves Congar sobre la naturaleza de la teología 30. También Bernard Lonergan dividía las opera ciones teológicas en dos fases básicas: escucha receptiva de 30 El artículo "Théologie”, en el Dictionnaire de Théologie catholique, vol. 15 (1946), hace una afirmación explícita, en la col. 462, que es desarrollada en un pasaje más amplio, en las cois. 447-477. I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA 43 la tradición y construcción activa de modelos de significado para la propia época 31. Congar y Lonergan son figuras eminentes de la teología católica. Pero nuestra exposición de los pasos básicos de la teología presenta matices que pro ceden de nuestra situación en la década actual, de los 90. Escuchar y explicar en la fe y la teología La teología es, en primer lugar, una escucha atenta de los testimonios por los que se descubre la palabra de Dios recibida en la fe de la Iglesia. En este punto, siguiendo la Optatam totius del Vaticano II, es particularmente impor tante la génesis de la fe y la enseñanza. Pero esta escucha conduce a la búsqueda de una explicación contemporánea que exponga los fundamentos de la fe y afronte nuevamente las cuestiones de la religiosidad vivida y el bienestar huma no en el mundo de cada uno. Escuchar, el primer acto teológico, es en realidad la prolongación del auditus fidei fundamental por el que se acepta el mensaje y la vocación cristianos, pues de hecho “la fe viene por lo oído, y lo que se oye viene por la palabra de Cristo” (Rm 10,17). Previa a la teología, la religiosidad vi vida es, en primer lugar, la escucha de un corazón que anhela una palabra de gracia y redención, para que se pueda abrir un futuro nuevo. El evangelio de Cristo es, de hecho, significado y esperanza otorgados a la fe por gracia. En quien ha llegado a la fe, la teología es un modo secundario de escuchar, por el que uno atiende, en la comunidad de fe, a toda la serie de testimonios relativos a ese mensaje. La teología extiende el auditus fidei prestando atención a la génesis del evangelio, a sus variantes en la Historia y a sus 31 B. LONERGAN, Método en Teología., Sígueme, Salamanca 1988. 44 I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA numerosas implicaciones para las vidasde los individuos y las familias. La teología, profundamente enraizada en los fa cí de la Escritura y la tradición eclesial viviente, busca una comprensión razonada de las mediaciones de la revelación a través de los profetas de Israel, los apóstoles de Jesús y quienes han venido tras ellos en la familia de la fe. Esta di mensión positiva de la teología se plasma en la obtención de información, la acumulación de significados formulados por los testigos claves y el encuentro con la profesión y vi vencia ajena de la fe. Después, la teología pasa a buscar in tuiciones nuevas en lo que se ha oído. El teólogo avanza ha cia una exposición sistemática y una aplicación adecuada de lo que ha oído a los testigos privilegiados. En este sentido, la teología cristiana es también una prolongación de la fe, es decir, del significado básico que se afirma en el credo cris tiano. Pues hay una estructura primordial de sentido en confesar a Dios como creador, como salvador crucificado y resucitado por nosotros y por nuestra salvación, y como el Espíritu de verdad y santidad que actúa ahora en el mundo. La fe de la Iglesia, comprendida en el momento funda mental del auditus fidei, no es una masa amorfa de detalles sueltos, sino que tiene su propio sentido y estructura. La teología, pues, prolonga esta comprensión básica del signi ficado en una fase nueva, más ordenada e intensa. Al poner de manifiesto los fundamentos del mensaje, del acto de fe y de tal profesión en el mundo de cada uno, la teología ex tiende el intellectus fidei ya dado en el credo. La teología intenta resolver los problemas que se plantean cuando se reflexiona críticamente sobre los contenidos aceptados por la fe. En el conjunto de testimonios sobre la fe, la teología descubre otras claves de unidad sistemática. Sobre todo, la teología trabaja incesantemente para exponer las aportacio nes que el mensaje y sus implicaciones pueden hacer, en una época determinada, a una comunión más profunda con Dios y a una vida en sociedad sensata, santa y constructiva. I. LA TEOLOGÍA EN LA HISTORIA Y EN LA IGLESIA 45 Así pues, la teología es escucha atenta de los testimonios y reflexión crítica sobre la palabra revelada. Pero lo es úni camente debido a que la fe es, en primer lugar, audición de un mensaje de buena nueva y profesión de fe en la obra del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, una obra salvadora que envuelve e ilumina al creyente. 1.4. LOS ELEMENTOS DE UN MÉTODO TEOLÓGICO COMPLETO Debido a que la fase positiva, o de escucha, del trabajo teológico se ocupa del testimonio de la Escritura y la Tradi ción, donde también está presente un abigarrado intellectus fidei, la presentación del método que vamos a hacer en este libro explicará con cierto detalle la fuentes teológicas pri mordiales y las consecuencias metodológicas que se siguen de su naturaleza. Así, los capítulos siguientes se ocuparán de la palabra bíblica que escucha el teólogo (capítulo 2) y de la Tradición que nutre continuamente el trabajo teológico con testimonios y formulaciones de su significado (capítulo 3). Una sección posterior tratará la relación del teólogo con la comunidad de fe, en la que el magisterio de la Iglesia tiene un papel especial (capítulo 4). Después pasaremos a relacio nar la vida y el trabajo del teólogo con la experiencia vivida en un entorno dado, en la Iglesia y el mundo (capítulo 5). Un método teológico adecuado debe tener en cuenta numerosas fuentes, normas y desafíos procedentes de la si tuación personal de cada cual. La tarea de una escucha re ceptiva y atenta y también de una explicación constructiva requiere disciplina y destreza; pero los tesoros de los testi monios bíblicos y tradicionales y sus innumerables aporta ciones para una vida sensata y santa hacen que el esfuerzo valga verdaderamente la pena. II El teólogo: oyente de la palabra bíblica Un teólogo es, en primer lugar, un creyente que com parte la visión y esperanza transmitidas por la fe de la Igle sia. La fe eclesial lleva consigo una relación especial con los libros de la Escritura reunidos en la Biblia. Com o los demás creyentes, el teólogo acude a la Biblia como a una fuente de sustento personal y de guía digna de confianza. La liturgia expresa bien la estima en que la Iglesia tiene a la Escritura, por ejemplo, cuando el libro de lecturas bíbli cas es levantado en alto y llevado en procesión. A veces, el leccionario de las lecturas evangélicas es venerado entre nu bes de incienso, y en cada liturgia el lector se inclina y besa la página evangélica proclamada al pueblo. El concilio Va ticano II comparó la veneración de la Iglesia hacia las Es crituras con su veneración del cuerpo eucarístico de Cristo. Pues la Iglesia considera la Biblia como “norma suprema” de su fe (DV 21). Esta alta estima se apoya en una convicción fundamen tal de la fe eclesial, a saber, que Dios inspiró los libros bíbli cos. Creemos en el Espíritu Santo, “que habló por los pro fetas” (credo niceno). Los escritores bíblicos fueron dotados de un carisma para describir un panorama de experiencias centrado en los testimonios de Moisés y los profetas, de Je- 48 II. EL TEÓLOGO: OYENTE DE LA PALABRA BÍBLICA sus y sus apóstoles. Su origen carismático hace de la Biblia una fuente a la que se puede acudir con confianza. De estas convicciones, el Vaticano II sacó la siguiente conclusión: “Por tanto, toda la predicación de la Iglesia, como toda la religión cristiana, se ha de alimentar y regir con la Sagrada Es-, entura. En los Libros Sagrados, el Padre, que está en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos. Y es tan grande el poder y la fuerza de la palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual” '. Teología y Biblia Así, el teólogo considera la Escritura un importante terri torio que se ha de explorar. La Escritura transmite un mensaje que ayuda diariamente a la imaginación, oración y reflexión del teólogo. La teología, como actividad de clarificación, explicación y discusión, lleva consigo una escucha atenta a la proclama ción e instrucción que procede de los teólogos de Israel, como el deuteronomista y el Segundo Isaías, y de los teólo gos apostólicos, como Pablo y Juan. A veces, el servicio de un teólogo es reavivar el recuerdo cristiano de palabras y temas bíblicos caídos en el olvido. El teólogo puede ser como el autor de la segunda carta de Pedro, que escribía a una comunidad confusa: “... con lo que os recuerdo, despierto en vosotros el recto crite rio. Acordaos de las predicciones de los santos profetas y del DV 21, continuación del pasaje citado antes. II. EL TEÓLOGO: OYENTE DE LA PALABRA BÍBLICA 49 mandamiento de vuestros apóstoles que es el mismo del Señor y Salvador” (2 Pe 3,1-2). Quien escribió estas palabras, un ministro de la palabra de finales de la era apostólica, quería refrescar la memoria de lo que los profetas habían predicho, de lo que Jesús ha bía anunciado y de lo que los apóstoles habían proclamado y transmitido sobre Cristo el Salvador. He aquí un modelo perenne del ministerio teológico. También a finales de la era apostólica, otro escritor, asentado en la tradición paulina, se dirigía a un ministro eclesiástico a propósito de la fuerza y el poder de la palabra bíblica. Dicho ministro, Timoteo, se había formado bien en el conocimiento de las escrituras hebreas. Ahora que es pastor de una comunidad cristiana, su ministerio debe en- raizarse en las mismas fuentes bíblicas. “ ... conoces las Sagradas Letras, que pueden darte la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda Es critura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, pa ra corregir y para educar en la justicia; así el hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena” (2 Tm 3,15-17). El escritor de
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