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1 LA TEOLOGÍA de las COMUNIDADES CRISTIANAS POPULARES Mi agradecimiento a las Comunidades Cristianas Populares en cuyo seno se ha fortalecido mi fe en Jesús de Nazaret y mi compromiso en la sociedad; a las Comunidades de Aragón y especialmente a mi Comunidad de Balsas de Ebro Viejo de Zaragoza, que me han apoyado en la realización del presente trabajo; y sobre todo a mi familia, Elena, Pablo y Teresa, que no sólo han soportado la dedicación durante casi tres años a recopilar la experiencia creyente de las CCP, sino también me han animado a su terminación y publicación. Jesús Gil García 2 PRÓLOGO Me pide Jesús que prologue su obra “La teología de las Comunidades Cristianas Populares”. Son muchas las razones que me llevaron a aceptar la petición sin la menor vacilación. Dejadme que indique sólo dos de ellas. En primer lugar yo no puedo negarme a una petición de Jesús Gil, entrañable amigo desde aquellos ya lejanos tiempos en que coincidimos en las aulas teológicas de la Universidad Pontificia de Salamanca, compañero después de tareas de enseñanza y pastorales por tierras bolivianas en aquellos años de la segunda mitad de la década de los sesenta, cuando surgía la teología de la liberación y todo parecía indicar que la Iglesia postconciliar se decidía a pensar y a vivir en diálogo honesto y crítico con los grandes desafíos que planteaba la realidad. Y compañero también, a partir de los años setenta, cuando nos comprometimos juntos, con otros muchos creyentes, a potenciar en España los movimientos que desde entonces fueron surgiendo de Comunidades Cristianas Populares y de Iglesia de Base. Pero se da además una razón más para aceptar redactar este Prólogo que me interesa destacar. Creo que estamos viviendo tiempos recios eclesiales, es decir, marcados por la involución y el “atrincheramiento cognitivo”, tiempos en los que, a mi entender, la significación de la iglesia y de la fe cristiana están dolorosamente perdiendo significación. Pues bien, en tales tiempos mi convicción es que es preciso contribuir con todas nuestras fuerzas a potenciar la apertura de nuevos caminos que nos lleven a una forma de entender y vivir la fe cristiana capaz de responder con significación más positiva a los grandes desafíos que nos plantea nuestra realidad actual, pensando muy especialmente en las nuevas generaciones. Como considero que el trabajo de Jesús está informado por esa misma preocupación, ¿cómo iba a negarme a prologarlo? A mi entender, el capítulo tercero del trabajo de Jesús –“La temática teológica de las Comunidades Cristianas Populares”- es no sólo el más extenso, sino el que ofrece mayor y especial interés. En él se recoge la elaboración teológica que dichas Comunidades, y en concreto en Aragón, han ido realizando en sus aproximadamente treinta años de existencia en distintos campos: bíblico, cristológico, mariológico, eclesiológico, moral, ecológico y sacramental. Una reflexión que, estando naturalmente abierta a la posibilidad de enriquecimientos permanentes y mayores matizaciones, es fruto de una experiencia creyente que, como el mismo autor indica “no se explica sino bajo la acción del Espíritu de Jesús, presente en la comunidad cristiana”. Tal vez el valor fundamental del estudio realizado por Jesús radica en el minucioso esfuerzo investigador por él desplegado, que le ha permitido recoger, de forma prácticamente exhaustiva, toda la documentación de que se dispone sobre las Comunidades Cristianas Populares de Aragón en relación con la reflexión teológica por ellas realizada. Tal trabajo de investigación tiene un valor añadido si se tiene en cuenta, que la mayoría de la documentación utilizada está constituida por escritos hasta ahora inéditos. Son los escritos que proceden de los múltiples Encuentros y Jornadas de reflexión realizados periódicamente por las Comunidades Cristianas Populares, tanto a nivel estatal como a nivel de la región aragonesa. Y son igualmente los documentos, todavía más dispersos y de más difícil localización, procedentes de asambleas diversas, pronunciamientos públicos y hasta celebraciones litúrgicas de especial significación. 3 El que redacta este Prólogo, que ha tenido ocasión de participar en no pocos de los eventos citados, sabe hasta qué punto el esfuerzo de investigación y recopilación realizado por Jesús puede y debe ser reconocido y agradecido. Estoy convencido de que, al menos los que creemos que en los tiempos que corren la existencia de comunidades cristianas referenciales son de máxima importancia para la vivencia y profundización de nuestra fe, no regatearemos a Jesús ese reconocimiento y agradecimiento que merece. En suma, querido lector o lectora, la obra que vas a leer tiene el indudable mérito de haber “recuperado” la reflexión teológica realizada a través de tres décadas por un sector significativo de creyentes cristianos españoles. Una reflexión que, como expresa acertadamente su autor, actualiza algunas de las grandes intuiciones del Concilio Vaticano II e intenta dar respuesta a algunos de los retos que, en el seno de nuestra sociedad civil y de nuestra Iglesia, se han ido planteando en la etapa postconciliar. Julio Lois Fernández Presidente de la Asociación de Teólogas y Teólogos Juan XXIII 4 INTRODUCCIÓN.- En Diciembre de 2005 se cumplió el 40 aniversario de la terminación del Concilio Vaticano II. Por ello el pasado año de 2006 hemos estado celebrando los cuarenta años de la clausura del último Concilio. El 8 de Diciembre de 1965 se daba por concluido tan singular y trascendente evento para la vida de la Iglesia. Muchos han sido los efectos de este acontecimiento, que suponía un profundo cambio en el interior de la Iglesia y en sus relaciones externas con el mundo moderno. La Constitución dogmática sobre la Iglesia (Lumen Gentium), en la que se concibe a la Iglesia como Pueblo de Dios, significaba una auténtica revolución en su estructura interna. Por otra parte, la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual (Gaudium et Spes) abría las ventanas de la comunicación y el diálogo con la modernidad, durante tantos años cerradas a toda influencia exterior. Una de las consecuencias derivadas de la concepción de la Iglesia como Pueblo de Dios fue la reafirmación, en unos casos, y el nacimiento y proliferación, en otros, de las comunidades de base, y entre ellas, de las Comunidades Cristianas Populares en el Estado Español. Son el fruto de una vuelta a los orígenes del cristianismo, propiciada por el Concilio. Ellas constituyen una manifestación de la Iglesia, y en ellas está presente Cristo, como afirma el Concilio. “En estas comunidades, aunque sean frecuentemente pequeñas y pobres o vivan en la dispersión, está presente Cristo, por cuya virtud se congrega la Iglesia una, santa, católica y apostólica” (LG 26). Ellas son también expresión de la presencia del Espíritu en la Iglesia, consecuencia de cuya actuación es la vida, la experiencia espiritual y la reflexión teológica de estas comunidades cristianas. Queremos que el presente trabajo que ahora introducimos sea un homenaje al Concilio Vaticano II en su 40 aniversario, una contribución al “aggiornamento” de la Iglesia que pretendió el papa Juan XXIII a la hora de convocar el concilio y una demostración de la actuación del Espíritu en la Iglesia, que ha dado como fruto la existencia y la vida de estas comunidades. Su reflexión ha dado origen, bajo la acción del Espíritu, a la teología que intentamos explicitar y ordenar en nuestro trabajo. Una teología fiel a las intuiciones conciliares y al pueblo a quien desean servir. Una teología que nace de la experiencia de fe de estas comunidades en su intento sincero de seguir a Jesús de Nazaret, el Cristo Liberador.Podremos dudar de la corrección de sus planteamientos, del carácter científico de sus afirmaciones, de la oportunidad de sus conclusiones. Pero hemos de reafirmar con toda rotundidad que su reflexión teológica es fruto de su experiencia creyente y comunitaria, experiencia que merece todo nuestro respeto y admiración, ya que en el fondo no se explica sino bajo la acción del Espíritu de Jesús, presente en la comunidad cristiana. Por otra parte, el “abrir las ventanas” al mundo del Concilio Vaticano II ha llevado consigo la presencia significativa de muchos miembros de Comunidades Cristianas Populares en las organizaciones socio-políticas con la finalidad de transformar la realidad y acercarla más al Reino de Dios. En los últimos años de la dictadura franquista su compromiso se centró en la reivindicación de la democracia y de los derechos humanos fundamentales, entonces ausentes de la vida socio-política. Y en los años que llevamos de democracia su militancia en los partidos políticos de izquierda, en los sindicatos de clase y en las organizaciones populares (Asociaciones de Vecinos, ONGs, antimilitaristas, ecologistas, acción social, culturales, feministas, por citar las más 5 significativas) se ha centrado en defender especialmente la causa de los desfavorecidos y marginados de la sociedad. Y todo ello por el descubrimiento realizado por las Comunidades Cristianas de que “creer es comprometerse” y que la fe exige el compromiso transformador de la sociedad, gracias todo ello a su reflexión teológica. Aspecto este que también queremos recalcar en el inicio de nuestro trabajo por su especial significatividad e influencia en la sociedad aragonesa (1). Nuestro estudio quiere ser también un reconocimiento al empeño de tantos hombres y mujeres de Comunidades Cristianas Populares por llevar adelante la transformación de la sociedad, y en concreto la aragonesa, tanto en las ciudades como en el campo, hacia una convivencia más justa, igualitaria y fraterna entre todos; por los esfuerzos en elevar a la mujer al lugar que le corresponde, al menos en igualdad de condiciones que el varón; y por el trabajo en incorporar a todos, hasta los más marginados y empobrecidos, a participar de los derechos y de los bienes de la nueva sociedad que hemos de ir construyendo entre todos, varones y mujeres. Este trabajo se ha realizado día a día, sin grandes ruidos y aspavientos en la mayoría de los casos, calladamente, pero con gran firmeza e ilusión, fruto de la oración y de la reflexión de muchos encuentros, asambleas y reuniones celebrados en estos más de treinta años de andadura. Esta rica experiencia espiritual es la que pretendemos recopilar, ordenar y sacar a la luz, como fruto de su vitalidad, mantenida, alimentada y fortalecida por la acción continua del Espíritu (2). Todo ello contenido en sencillos papeles, pequeños folletos y revistas, material que es nuestro intento ordenar, aprovechando su riqueza teológica. ---------------------------------------------------------------------- (1) En la celebración del XXV Aniversario de las Comunidades Cristianas Populares en Aragón los días 1 y 2 de Abril de 2000, Concha Martinez, miembro de dichas Comunidades, haciendo memoria del camino recorrido por las Comunidades Cristianas Populares de Zaragoza, en su charla “Memoria de CCP. Zaragoza” señala la clara influencia de las personas de CCP en las diversas organizaciones populares. En la época última del franquismo se militaba en dos pequeños grupos de la extrema izquierda (Partido de los Trabajadores y Organización Revolucionaria de los Trabajadores) y en el movimiento vecinal, primero en la clandestinidad, a través de los Comités de Barrio. En la transición fue especialmente en las Asociaciones de Vecinos donde se centró el compromiso de los cristianos de Comunidades, llegando a presidir la Federación de Asociaciones de Barrios de Zaragoza y formar parte de su secretariado. En el movimiento sindical se participaba a través de los Comités de Empresa en los sindicatos de clase (USO, UGT y CC.OO.), ocupando algunos miembros de CCP puestos de responsabilidad. Ya en la democracia asentada entre las nuevas militancias podemos reseñar varias: El Colectivo por la Paz y del Desarme, el Comité de Solidaridad Oscar Romero, Acción Solidaria Aragonesa, el Movimiento Feminista, Ecologismo, ONGs, Asociaciones Culturales, las Comisiones de Mujeres de los barrios de la ciudad, y el grupo e Mujeres y Teología, sin olvidar el movimiento ciudadano y los distintos movimientos sociales a favor de los sectores más desfavorecidos y marginados de la sociedad (gitanos, inmigrantes, drogadictos, minusválidos, enfermos de SIDA,…). En todos estos movimientos, el compromiso de cristianos y cristianas de CCP, en la ciudad de Zaragoza, ha sido especialmente relevante e influyente, como se manifiesta en el cuadro aportado en la mencionada charla sobre la presencia y la militancia de miembros de CCP en las diversas organizaciones socio-políticas (Caminos de justicia y solidaridad desde la fe. Zaragoza 1-2 de Abril de 2000, p. 8-14). (2)El teólogo J. Comblin al tratar el tema del Espíritu Santo y su acción en la Iglesia, no duda en afirmar que uno de los frutos de su acción en la Iglesia es el nacimiento y la vida de las comunidades cristianas populares. Sin la acción del Espíritu difícilmente se puede comprender este fenómeno comunitario popular. Las comunidades cristianas populares proceden del impulso del Espíritu de Jesús y son una señal de la presencia del Espíritu en el mundo. ( Cf. J. Comblin. Espíritu Santo, en Conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación, t. I. Trotta. Madrid 1999, p. 627-628). 6 I.- EL MOVIMIENTO COMUNITARIO POPULAR El caminar de las Comunidades Cristianas Populares en Aragón no ha sido aislado del resto de comunidades, sino en estrecha coordinación y comunicación con las existentes en las diversas autonomías que componen el Estado Español. Lo primero que nos parece importante resaltar es la significación del hecho comunitario en nuestra sociedad moderna, a nivel humano y religioso. Fenómeno que no ha surgido por generación espontánea, sino que obedece a una serie de factores socio-políticos y religiosos. La situación política vivida en nuestro país a raíz de la guerra civil y la posterior dictadura explican en parte el ansiado nacimiento del hecho comunitario. Por otro lado, la celebración del Concilio Vaticano II supuso un aliciente y empuje importante en el surgimiento del fenómeno comunitario cristiano. Este acontecimiento ha sido muy diversificado en su realización concreta. Las Comunidades Cristianas Populares constituyen una de estas concreciones, dentro del movimiento comunitario de base y popular, con su organización específica y su ideología diferenciadora. Especialmente queremos ceñirnos a estas Comunidades Cristianas Populares que han surgido en nuestro pais y en territorio aragonés, y que continúan su andadura en el día de hoy. Indicaremos cómo han surgido y cuál ha sido su desarrollo. Describiremos las etapas por las que han transcurrido hasta el momento presente, indicando los hitos más significativos de su caminar. l.- El fenómeno comunitario.- El redescubrimiento del fenómeno comunitario constituye uno de los acontecimientos más importantes del s. XX, tanto a nivel humano como a nivel religioso. El nazismo en Alemania, el fascismo en Italia y el franquismo en España habían llevado a la persona humana al enclaustramiento individual, prohibiéndole relacionarse con los demás, asociarse en la búsqueda de objetivos comunes culturales, sociales o políticos, reunirse para intercambiar opiniones y enriquecerse personalmente. Los derechos humanos fundamentales estaban perseguidos y conculcados. Era necesario conquistarlos para salvar a la persona y rescatarla del aislamiento al que le habían sometido los poderes fácticos. La Iglesia católica se había rendido ante el poder establecidoy alimentaba los actos rituales masivos e impersonales. A nivel humano, la antropología nos descubre que la persona humana es un ser social, llamado a relacionarse con los semejantes y a desarrollarse mediante las relaciones interpersonales. El fenómeno comunitario humano pertenece a la esencia misma de la persona humana y su maduración. “La vida en común ha preocupado al ser humano desde su más remota existencia por ser un fenómeno que afecta a la urdimbre social, cultural, política y religiosa de la vida misma. Al menos desde el neolítico la sociedad se ha estructurado en régimen grupal. Sin vida comunitaria el hombre deja de ser humano porque dimite de su ser social, ya que es radicalmente un socio o colaborador. Necesita de los otros para su propio desarrollo y maduración” (1). Las razones para agruparse pueden ser muy diversas y por motivos distintos, unas veces interesados, y otras, gratuitos. El fenómeno comunitario es por lo tanto un hecho antropológico y -------------------------------------------------------------- (1) C. Floristán. La Iglesia comunidad de creyentes. Sígueme. Salamanca, 1999, p. 418. cultural. En las relaciones comunitarias las personas son fines por sí mismas y no medios para conseguir otros fines. La sociología habla en el s. XX de grupos primarios 7 para referirse al fenómeno comunitario, en que las relaciones interpersonales son recíprocas, tienen normas y valores comunes, son solidarias, participativas y responsables en la actuación. Es en la comunidad donde la persona realiza todas sus potencialidades, se desarrolla plenamente y alcanza su maduración. En nuestra sociedad moderna la persona se siente sola, aunque existen contactos variados y múltiples. El ser humano necesita la comunidad para superar la soledad. “Actualmente se da en el mundo un mosáico de experiencias de vida comunitaria de todo tipo. Sin entrar en análisis más profundos, podríamos afirmar que esta situación es comprensible dentro de la sociedad moderna. En medio de la gran multiplicidad de contactos ocasionales u obligados que se dan en la vida del hombre, éste se siente solo. Nunca hubo tantos contactos entre los hombres, pero jamás se han encontrado éstos tan solos. Las relaciones profesionales y comerciales, centradas exclusivamente en la función productora o de consumo, son frías y deshumanizantes. El hombre se ve impulsado a buscar otro tipo de relaciones que abarquen al hombre total y favorezcan la expansión personal. Por otra parte, el anonimato de las grandes ciudades, la existencia de macro-organismos excesivamente complejos y burocráticos, el aislamiento a causa de las grandes distancias, la dificultad de la vida familiar y la movilidad social, son otras tantas ocasiones de soledad para las que el hombre busca solución en la pequeña comunidad”(2) Desde el punto de vista religioso, y más concretamente cristiano, la comunidad es el lugar donde nace y se desarrolla la fe creyente. No hay vida cristiana sin comunidad. La vida cristiana necesita la comunidad, necesita la Iglesia, comunidad de comunidades. “La Iglesia nació como comunidad y ha intentado vivir a lo largo de su historia la vida comunitaria de una u otra forma – no siempre con igual fortuna – a través de la comunidad doméstica, la parroquia, el monacato, las congregaciones religiosas, las terceras órdenes o los grupos de láicos cristianos. Precisamente los intentos de reforma evangélica han coincidido en la Iglesia con la búsqueda efectiva de una vida comunitaria” (3). La comunidad por lo tanto pertenece a la esencia misma de la vida cristiana, la cual surge en forma de comunidad de creyentes, testigos de Cristo Resucitado, que comparten la fracción del pan y se consideran hermanos. Esto es lo que Jesús legó: una comunidad de creyentes que poco a poco tomaron conciencia de ser el nuevo pueblo de Dios (4). Y esta es la dimensión que se redescubre en el s. XX. Por esto, desde el comienzo del cristianismo ha existido la comunidad pequeña, en cuyo interior se ha desarrollado la vida creyente.”En realidad las pequeñas comunidades cristianas han existido siempre en la Iglesia a lo largo de veinte siglos ininterrumpidos. Cuando la sociedad industrial moderna redescubre la importancia del pequeño grupo en que sus miembros se conocen por el nombre y tratan de compartir vida para compensar de alguna manera el anonimato y la soledad a que está condenado el hombre moderno en las grandes ciudades, la Iglesia constata con satisfacción y alegría que desde el ---------------------------------------------------- (2) Comunidades de base y nueva Iglesia. Introducción. Ediciones Acción Católica. Madrid 1971, p.23- 24. (3) C. Floristán, op. cit., p.417. (4) “Una comunidad viva de creyentes que fueron tomando conciencia de constituir el nuevo pueblo de Dios” (E. Schillebeeckx. Jesús, la historia de un viviente. Cristiandad. Madrid, 1981, p.40). 8 principio el cristianismo se ha apoyado en pequeñas comunidades”(5). El fenómeno comunitario, que siempre ha estado presente en la historia del cristianismo, se había olvidado y permanecía oculto en la vida de la Iglesia y se redescubre, acudiendo a las fuentes, en la segunda mitad del s.XX. 2.- Factores que determinan el origen y desarrollo del movimiento comunitario.- Existe una serie de causas que explican y dan origen al nacimiento y ulterior desarrollo de lo comunitario, tanto a nivel social, como a nivel religioso. Desde el punto de vista humano la necesidad de salir del ostracismo individualista de la sociedad moderna es determinante a la hora de explicar el origen y desarrollo del fenómeno comunitario. Para comprender el mencionado fenómeno hemos de situarnos en el contexto de la sociedad moderna. “Esta ha provocado una gran atomización de la existencia y un anonimato generalizado de las personas, perdidas entre los mecanismos de las macroorganizaciones, de las burocracias y de la consiguiente uniformidad de los comportamientos, cuadros, horarios, etc… Frente a este hecho se ha ido articulando de forma lenta pero cada vez con más intensidad, una reacción en el sentido de formar comunidades en las que las personas se conozcan, puedan llegar a ser ellas mismas en su individualidad y tengan la posibilidad de decir su palabra, ser acogidas y acoger en nombre propio”(6). Porque la persona se desarrolla en comunidad, y necesita el grupo para llevar a cabo sus virtualidades, nacen las asociaciones culturales, las comunidades de vecinos, los sindicatos, los partidos políticos y toda aquella agrupación que ponga en relación al individuo con sus semejantes para compartir experiencias, sentimientos y aficiones en orden al desarrollo personal. Para dar respuesta al anhelo de encontrar espacios libres en los que desarrollarse la persona nacen las comunidades de base. “El nacimiento de las comunidades de base en la segunda mitad de los sesenta se corresponde, en el plano cultural, con la búsqueda de”nuevos espacios emancipados” (Marcuse) (7), de climas culturales alternativos, en el ------------------------------------------------------- (5) A. Hortelano. Comunidades cristianas. Sígueme. Salamanca, 1987, p.17. (6) L. Boff. Eclesiogénesis. Sal Terrae. Santander, 1979, p.9. (7) A este respecto H. Marcuse en “El hombre unidimensional” analiza las sociedades industriales avanzadas. La sociedad industrial ha llegado a un desarrollo formidable, consiguiendo un nivel de vida insospechado. Esta sociedad, eminentemente tecnológica, ha creado productos especialmente prácticos para la vida del hombre en el mundo, ha conseguido descubrimientos inimaginables tiempos atrás, que evidencian un dominio fantástico sobre la naturaleza. Pero al mismo tiempo es una sociedad que ejerce un control sobre los individuos coartando la libertad, creando falsas necesidades, introyectando controles sociales e implantando la dominación en todas las esferas de la existencia, pública y privada.Es una sociedad que ejerce una contención sobre el cambio social cualitativo, mediante la anulación de la conciencia de la clase trabajadora, a través de la transformación de la clase trabajadora y con la contención de la automatización y la implantación del Estado de Bienestar. Es una sociedad que implanta una desublimación represiva en la cultura y en la esfera sexual. Es una sociedad que instaura un lenguaje funcional y operacional. Es una sociedad que establece una reducción represiva del pensamiento. Es una sociedad regida por el pensamiento positivo, la racionalidad tecnológica y la lógica de la dominación. Y finalmente, es una sociedad cerrada, irracional y represiva. Por ello la sociedad industrial avanzada no es una sociedad libre, que tiende a la plena y libre satisfacción de las necesidades vitales del hombre. Es una sociedad opresora del individuo, que lo manipula y lo domina bajo la racionalidad tecnológica. (Cf. H. Marcuse. El hombre unidimensional. Seix Barral. Barcelona 1969). 9 seno de la sociedad. Los diferentes movimientos de emancipación que explosionaron entonces tomaron conciencia de las contradicciones inherentes a las sociedades industriales liberales (y también comunistas, como vimos en el caso de la primavera de Praga). Descubrieron que éstas eran teóricamente liberales (o socialistas), pero de hecho levantaban muros de represión de todo tipo: estructural y personal, social y político, afectivo y laboral; que las constituciones de los pueblos libres y las declaraciones solemnes de los derechos humanos hablaban de igualdad de todos los ciudadanos, cuando en la práctica canonizaban la división de clases enfrentadas, que su faz humanista quedaba empañada por el inhumanismo de racismos latentes” (8). En España se hace especialmente imperiosa la implantación del fenómeno comunitario. La dictadura franquista no reconoce los derechos humanos fundamentales (reunión, asociación, libre expresión, libre circulación, huelga, etc…). La lucha por la conquista de estos derechos básicos de la persona se convierte en uno de los objetivos primordiales a conseguir y uno de los factores principales que originan el fenómeno comunitario. De ahí nacerán las asociaciones de todo tipo, los sindicatos y los partidos políticos, prohibidos durante cuarenta años. Por lo que respecta al fenómeno comunitario cristiano surge principalmente motivado por la celebración del Concilio Vaticano II (1962-1965).”Con el Concilio Vaticano II se cierra, al menos sobre el papel de los documentos, el modelo de Iglesia de cristiandad, que estuviera vigente durante buena parte de la historia del cristianismo, y se abre camino el modelo de Iglesia-comunidad, que entronca con el cristianismo de los orígenes y revoluciona la organización eclesial desde sus cimientos, al menos en el terreno de los principios. Bien puede decirse que el fenómeno comunitario resulta de la nueva imagen que el Vaticano II ofrece de la Iglesia en su doble vertiente: en el interior, con la nueva conciencia de la Iglesia como pueblo de Dios en marcha; en el exterior, con la nueva ubicación de la Iglesia en el corazón de la sociedad” (9). La primera y gran aportación del Concilio Vaticano II es considerar a la Iglesia como Pueblo de Dios. Rufino Velasco llama a esta acontecimiento “primer giro copernicano” de la Lumen Gentium. El gran cambio de la Constitución sobre la Iglesia consiste en considerar a la Iglesia como Pueblo de Dios y hacer de este concepto el punto de partida de toda su reflexión posterior (10). Sin duda alguna este fue el detonante principal que impulsó el nacimiento y desarrollo ulterior de las comunidades cristianas, concretamente en España. El Vaticano II supuso un fuerte acicate y aliciente para la renovación de la Iglesia española, a partir de su consideración como Pueblo de Dios, como comunidad de creyentes al servicio del mundo (11). ----------------------------------------------------- (8) A. Hortelano, op. cit., p.34. (9) J. J. Tamayo. Iglesia profética, Iglesia de los pobres. Trotta. Madrid, 1994, p.132. (10) “El cambio fundamental de la Lumen Gentium consiste en haber puesto como punto de partida para entender la Iglesia el Pueblo de Dios como tal” (Rufino Velasco. La Iglesia de base. Nueva utopía. Madrid, 1991, p.12). (11) ”Uno de los factores que influyó con fuerza fue el Vaticano II, que supuso un fuerte acicate y aliciente para la vida de la Iglesia española, sobre todo en los núcleos cristianos situados en zonas suburbanas de las grandes ciudades, en algunas regiones rurales, en ciertos sectores juveniles y en numerosos sacerdotes. El Vaticano II venía a generar una nueva conciencia eclesial y a perfilar la verdadera identidad de la Iglesia como Pueblo de Dios y comunidad de creyentes al servicio del mundo” (J. J. Tamayo. Un proyecto de Iglesia para el futuro en España. Paulinas. Madrid, 1978, p.75). 10 Junto a este factor determinante del fenómeno comunitario cristiano existen otros factores influyentes en el origen y desarrollo del mencionado fenómeno. Tuvo un influjo importante la ola contestataria de los años sesenta, cuyo símbolo principal fue el mayo francés de 1968. Fuente de los fermentos comunitarios fueron también el esplendor y la crisis de los movimientos apostólicos, la teología de la liberación de América Latina, la encarnación ambiental de sacerdotes, religiosos y religiosas, la situación política existente en España y el clima psicológico apropiado para el equilibrio psíquico(12). 3.- Las comunidades cristianas de base y las comunidades cristianas populares.- Como consecuencia de los factores anteriormente reseñados nacen las comunidades cristianas. Manuel Useros describe la comunidad cristiana de esta manera: “La comunidad cristiana es el espacio en el que la Iglesia deja de ser un proyecto o un esquema abstracto de verdades, de imperativos, de valores y de eficacia para la realización histórica de las personas. El misterio escondido del pueblo de Dios en la tierra se manifiesta en la realidad concreta de la existencia personal, cuando surge y se desarrolla la comunidad de creyentes. Es ésta el espacio donde la verdad cristiana se hace opción transformadora, conversión, confesión de fe y compromiso, donde los sacramentos se hacen celebración, donde los imperativos evangélicos se hacen testimonio de vida, donde la comunión en Cristo se hace fraternidad y servicio; es la comunidad cristiana el espacio donde realmente la obra de salvación se hace historia”(13). A.- Las comunidades cristianas de base. De modo semejante J.J. Tamayo hace la siguiente descripción de conjunto de las comunidades de base: “Son grupos eclesiales formados por creyentes en Jesús de Nazaret, pertenecientes a las capas populares o medias de la sociedad, que han hecho una opción por los pobres y marginados. Cuentan con un número reducido de personas, al objeto de posibilitar unas relaciones interpersonales estrechas como base para la vivencia de la hermandad. Poseen una relativa homogeneidad en su interpretación del evangelio (lectura liberadora), en sus opciones políticas (de izquierda) y en su proyecto de Iglesia y de sociedad. Siguen un proceso comunitario de educación en la fe (catecumenado) acorde con el proceso de maduración humana en su doble vertiente personal y social (concientización). Celebran fraternalmente la fe y la vida en un clima festivo y participativo. Ejercen corresponsablemente los ministerios y carismas que el Espíritu concede libremente a cada creyente para que redunden en beneficio de toda la comunidad eclesial y del mundo. Mantienen una comunión critica e interpelante con la jerarquía. Están presentes en la sociedad y pretenden contribuir a su transformación a través del compromiso sociopolítico de sus miembros, empezando así a hacer realidad el reino de Dios en la ------------------------------------------ (12) Cf. J. J. Tamayo. Comunidades CristianasPopulares. Sígueme. Salamanca, 1981, p.19. Interesante el posterior desarrollo de estos fenómenos y situaciones nuevas que originan y dan sentido al movimiento comunitario surgido en las páginas siguientes 19-32, así como en su libro “Un proyecto de Iglesia para el futuro en España. Ediciones Paulinas. Madrid 1978, p.75-79. (13) M. Useros. Cristianos en comunidad. Sígueme. Salamanca, 1970, p.13-14. 11 historia, sin por ello reducir dicho reino a los proyectos históricos” (14). Se llaman comunidades de base porque están fundamentalmente constituidas por personas que pertenecen a la base de la pirámide social, a la parte más baja de la sociedad, o por personas que han optado por ella. La base es esa parte de la sociedad que soporta casi todo el peso de la producción y que participa muy poco en su consumo. La base son los pobres y marginados de la sociedad, los oprimidos (15). Desde el inicio del surgimiento de las comunidades se considera la base como su clave de identidad “A medida que las comunidades iban creciendo en conciencia de clase y en compromiso, se ha ido perfilando su identificación con la base, de la que forman parte y al servicio de quien están las comunidades. La base ha llegado a ser uno de los puntos de referencia y una de las claves de identidad de este movimiento comunitario. Pero ¿cómo se entiende la base? Veámoslo brevemente. La base es esa parte del pueblo desprovista, a la vez, de posesiones, de poderes y de conocimientos. A nivel económico, ------------------------------------------------ (14) J. J. Tamayo. Iglesia profética, Iglesia de los pobres p.134. En las páginas siguientes (134-150) describe pormenorizadamente las características de estos grupos de cristianos: convivencia ( son un espacio abierto para la comunicación horizontal, el encuentro, el diálogo y la convivencia), alteridad (el otro no es medio, es fin en sí mismo, igual en dignidad y diferente en cultura, raza, sexo, religión, etc…), gratuidad (la relación con el otro como acto de comunicación gratuita, como donación-entrega), fraternidad (el sujeto de la fe es la persona en clave de fraternidad y sororidad, en su condición de hermano y hermana), formación de sus miembros (educación en la fe y madurez humana), celebración de la fe y de la vida (son dos caras de la misma moneda), en comunión con la Iglesia institución (de una manera crítica, interpelante y dialéctica), compromiso socio-político (en el marco de los movimientos sociales de emancipación, para defender las grandes causas de la humanidad: paz, ecología, desarme, emancipación de la mujer, lucha contra el racismo y xenofobia, etc…) y espiritualidad (siendo contemplativos en la acción liberadora). José M. Castillo define de este modo la comunidad cristiana: “Toda comunidad cristiana tiene que ser una reproducción, en la medida de lo posible, de lo que fue la comunidad de Jesús. Por lo tanto, tiene que ser un grupo de personas inspiradas y unificadas por una mística muy fuerte, la mística de la adhesión incondicional a Jesús. Un grupo de personas en el que se dan unas relaciones humanas serias y estables. Un grupo de creyentes que comparten el mismo proyecto de vida y de acción. Y finalmente un grupo que es, de hecho, un espacio de libertad liberadora” (J. M. Castillo. Espiritualidad para comunidades. San Pablo. Madrid 1995, p. 28). (15) La base según el teólogo J. M. González Ruiz es “el conjunto de aquellos estratos de la sociedad humana que soportan la mayor parte del peso de la producción de bienes materiales y que, sin embargo, participan mínimamente en el consumo de esos bienes y nada en el control de la producción. La base son los explotados, los oprimidos, los pobres”(J. M. González Ruiz. Dios está en la base. Estela. Barcelona, 1970, p.7-8). De modo semejante se expresa Julio Lois al hablar de los movimientos cristianos de base: “La significación del término “base” la entendemos fundamentalmente determinada por criterios socio- económicos y de opción política y no de situación intraeclesial. Por eso la base, con el sentido que aquí queremos darle, queda referida en primer lugar a los pobres y oprimidos, a las personas de la clase obrera o de extracción netamente popular. Queda también referida a quienes, por opción, hacen suya la causa de esas personas o colectivos ( y esto cualquiera que sea, en principio, su función y responsabilidad eclesial). Base no designa, por consiguiente, sin más y en primer término, a las personas carentes de funciones de dirección en el seno de la Iglesia. Esto sería permanecer en criterios de determinación de carácter intraeclesiástico (distinguiendo en el seno mismo de la Iglesia la “base” de la “cúpula”). El punto de referencia fundamental para entender lo que aquí consideramos “base”, digámoslo una vez más, hay que situarlo fuera de los marcos eclesiásticos, en la sociedad en general y teniendo en cuenta criterios preferentes de orden socio-económico y de opción política” (Julio Lois. Los movimientos cristianos de base en España. Ediciones HOAC. N. 15 (1991) p.8). 12 la base es esa parte del pueblo que crea las riquezas mediante su trabajo. A ella no le corresponde decidir ni la orientación que hay que dar a la producción, ni la organización del trabajo, ni el reparto de sus frutos. A nivel político, es la parte que es tratada y aparece como un mero objeto en manos de un déspota o de una clase burguesa, no puede participar en las decisiones políticas. A nivel cultural, la base ve oprimida su cultura por las ideas que legitiman el orden existente. Las ideas dominantes son las de la clase dominante. Las clases dominantes han desposeído al pueblo del tener, del poder y del saber, valiéndose de la explotación, de la opresión y del dominio. Y es desde esta base con la que se identifican las comunidades de que venimos hablando (16). En España las comunidades cristianas de base aparecen en el quinquenio 1965-1970 en parroquias de barriada y en grupos de cristianos inquietos por un cambio eclesial y político.”El origen de las primeras comunidades cristianas (o comunidades de cristianos) en los diversos pueblos del Estado Español no es tan lejano. Data de los años 1965 y siguientes. Y lo que en un primer momento surge como respuesta a una Iglesia constantiniana de los pies a la cabeza, pronto se fue perfilando como un modo coherente y global – y en este sentido único y totalizador – a nivel teórico y práctico, de vivir el mensaje de Jesús desde una opción por el pueblo. Así se iba colaborando en la difícil tarea de desbloqueo de la estructura rígida y autoritaria de la Iglesia y se daba paso a la expresión comunitaria de la fe, a la dimensión corresponsable de la pastoral, al cultivo de las relaciones interpersonales, a la comunicación, como estructuras básicas de un estar juntos que desembocara en un testimonio común. Todo esto surge en el momento en que se desarrollaba, gracias a la reflexión de los teólogos, a los movimientos apostólicos y al Concilio Vaticano II, una nueva teología de los seglares. Todo esto fue concretándose en una nueva forma de presencia de la comunidad – comunidades – en la transformación de la Iglesia-institución y de la sociedad: presencia operativa y dinámica. Este proceso ha desembocado en una opción solidaria y en una identificación con los oprimidos, de una parte, y en la entrada e inserción dentro del proceso liberador de nuestro pueblo que lucha por la libertad. O dicho con otras palabras: el proceso ha derivado en un compromiso colectivo de la comunidad y de las comunidades” (17). Su nacimiento reviste unas características muy concretas dada la situación especial del país. “En España el nacimiento de las comunidades eclesiales de base tuvo lugar en conexión con la crisis de los movimientos apostólicos de la Acción Católica, con la contestación de estudiantes e intelectuales al sistema autoritario de Franco, con el auge de las luchas obreras y con el resurgirde la oposición política a la dictadura. Coincide ------------------------------------------------- (16) Editorial. Comunidades en marcha. Revista de Comunidades Cristianas, n.4, Marzo de 1976, p. 6-7. (17) Editorial. Comunidades en marcha. Op. cit., p. 6. El teólogo Casiano Floristán las define de esta manera: “Las primeras comunidades cristianas españolas – en sintonía con las comunidades eclesiales latinoamericanas – son espacios de comunicación religiosa y social, lugares de celebraciones encarnadas, ámbitos de reiniciación de fe y plataformas de compromiso liberador… Los principales factores originantes de las comunidades de base en España son, a mi modo de ver, el tránsito de la pastoral de cristiandad a la pastoral misionera (imperativo evangelizador), la recuperación del compromiso profético en la lucha por la paz y la justicia (imperativo sociopolítico), la celebración de la fe en régimen de asamblea grupal (imperativo sacramental), la reiniciación con sentido personal y social (imperativo catecumenal) y la configuración solidaria de los miembros sin discriminación de la mujer (imperativo de la igualdad)” (C. Floristán, op. cit., p.430). 13 asimismo con la renovación producida durante los años que siguen al Vaticano II en los campos de la teología, de la praxis pastoral y del pensamiento crítico”(18) . Las mismas comunidades, haciendo un poco de historia, ven sus orígenes de esta manera: “Las comunidades cristianas de base surgen en el Estado Español en la década de los sesenta. Influyen en su origen grupos procedentes de Movimientos Apostólicos, como HOAC, FAC, JAC, VO, MO, etc…Se desarrollan en medios obreros, parroquias de suburbios urbanos, ambientes cristianos independientes, núcleos universitarios, sectores rurales y emigración española en Europa. Contribuyen a este proceso tanto la situación eclesial como la sociopolítica. - Por lo que se refiere a la Iglesia recordemos el fuerte impacto que causó el Vaticano II por su nueva concepción de la Iglesia como Pueblo de Dios, defensora de los derechos humanos y separada del Estado, con la aceptación de la autonomía de los seglares y sus asociaciones dentro de la Iglesia. Las bases cristianas acogieron con optimismo este nuevo aire, pero la Jerarquía se resistió a reconocer la autonomía de los movimientos apostólicos a los que siguió considerando “participación de los seglares en el apostolado jerárquico de la Iglesia”. Tampoco se aplicó la doctrina del concilio a la situación social y política del Estado. Esto provocó que los creyentes buscaran asociaciones más libres y autónomas. Se descubrió también la necesidad de espacios humanos para vivir la fraternidad cristiana con autenticidad, de acuerdo con el evangelio y con los pobres. - Respecto a la situación política era de clara opresión para las clases populares, que mantuvieron una lucha constante contra la dictadura. En muchas nacionalidades esta lucha se unió al combate por su identidad como pueblo. Los grupos cristianos fueron tomando conciencia de la situación y se incorporaron a la lucha contra el franquismo en las asociaciones clandestinas. A partir de esta doble experiencia surgieron grupos de base, no de mera renovación parroquial, que descubrieron algo distinto de lo ya existente y fueron originales en la manera de construir lo comunitario. Estos grupos cristianos intentaron vivir la fe desde la lucha por la liberación del pueblo como nacionalidad y como clase. Así se elaboró una nueva visión de la teología, de los sacramentos y de la Iglesia. A esto ayudó la Teología de la Liberación y el nacimiento de Cristianos por el Socialismo, que catalizó una línea de comunidades cristianas y que contribuyó a vivir la opción fe-compromiso” (19). ----------------------------------------------------- (18) A. Hortelano, op. cit., p.37. Rufino Velasco estudia el florecimiento de la Iglesia de base en España y describe sus características principales: “No cabe duda de que, después del Concilio, el fenómeno de las Comunidades de base ha irrumpido con gran fuerza entre nosotros. En direcciones muy diversas, como veremos luego, pero configurando una nueva forma de Iglesia y un nuevo funcionamiento comunitario, tal como parecía exigirlo la eclesiología del Vaticano II” (Rufino Velasco. La Iglesia de base. Nueva utopía. Madrid, 1991, p. 26). A continuación detalla los aspectos más destacables de estas comunidades: la nueva conciencia de la dimensión comunitaria de la fe, la superación de una forma clerical de Iglesia, la creatividad desde abajo, la distribución de las tareas de la comunidad y las celebraciones comunitarias de la fe y la nueva forma de presencia y de compromiso en la sociedad ( p. 26-30). (19) Bases de CCP. Revista de Comunidades Cristianas Populares. Madrid, 26-27 (1980), n.1, 2 y 3. 14 En 1969 tiene lugar un acontecimiento importante en el movimiento comunitario cristiano. Se celebra en Valencia la primera Asamblea Peninsular de comunidades cristianas. Este hecho supone la consolidación de esta experiencia comunitaria en la Iglesia y en la sociedad españolas. En la mencionada asamblea se realiza un análisis crítico de la institución eclesiástica desde la identificación con la clase de los pobres, precisando distintas estrategias de actuación en el interior de la Iglesia. La reunión define los elementos constitutivos de una comunidad de base. Propone unos objetivos a conseguir y se fija el proceso de formación. Al final, se concretan unas acciones inmediatas, entre las que cabe destacar la creación de un boletín como canal de intercomunicación entre las comunidades y la necesidad de coordinarse entre sí para dinamizar y extender el movimiento comunitario. Se constatan una serie de obstáculos que van a encontrar las comunidades en su caminar, pero existe una gran ilusión de extender el fenómeno surgente. Podemos resumir el talante y contenido de la asamblea con las palabras del teólogo Tamayo: “La Asamblea de comunidades cristianas celebrada al finalizar la década de los años sesenta – tan fecunda y tan compleja a la vez – puso sobre el tapete unos problemas, unos interrogantes y una alternativa eclesial que en la década de los setenta serán asumidos, profundizados y radicalizados por las bases cristianas más comprometidas. Ofrecía, además, la clave para dar respuesta a muchas de las situaciones que más tarde vivirían las comunidades. Básicamente estaba fijada la estrategia a seguir en el futuro” (20). Ese mismo año, del 13 al 17 de Octubre se convoca la V Semana de Teología de la Universidad de Deusto, El tema a tratar es la teología de las comunidades de base. Por vez primera el movimiento comunitario cristiano es objeto de la reflexión teológica. Al mismo tiempo, se exponen en sendos seminarios algunas experiencias de comunidades de base. Las ponencias corren a cargo de personas de gran talla intelectual: Lorenzo Gomis, Luis M. Armendáriz, Giulio Girardi, José María Llanos, Alfonso Alvarez Bolado, Antonio Marzal, Joaquín Perea, José G. Caffarena y Ricardo Alberdi. Estos acontecimientos fortifican el movimiento comunitario, extienden su existencia y logran la aceptación, o al menos la tolerancia, de la jerarquía de la Iglesia, si bien las condiciones políticas y eclesiásticas no eran las mejores para su reconocimiento (21). El surgimiento de estas comunidades, aunque con algunas reticencias y no masivamente, fue aceptado por la jerarquía de la Iglesia, que vio en este fenómeno cristiano un signo de vitalidad y de la presencia del Espíritu Santo. Así se expresaba el cardenal Tarancón al respecto: “Este fenómeno es signo de vitalidad. A pesar del secularismo creciente de la sociedad de consumo, son muchos los cristianos que quieren vivir el compromiso con su fe hasta las últimas consecuencias y quieren ahondar en el hombre de nuestro tiempo. Creo sinceramente que el Espíritu Santo está presente en estas manifestacionesde la vitalidad de la Iglesia, porque hoy más que nunca es indispensable el clima de comunidad para la educación de la fe y para vivir comprometidamente el cristianismo en una sociedad pluralista. La unidad en la ------------------------------------------------ (20) J. J. Tamayo. Comunidades Cristianas Populares. Sígueme. Salamanca, 1981 p. 39. (21) “Aunque las críticas condiciones de represión existentes en el plano político y en buena parte de la jerarquía eclesiástica no parecían muy favorables para el reconocimiento del derecho de ciudadanía de las comunidades de base en el seno de la iglesia, éstas se multiplicaron y se extendieron por casi todo el territorio español”( J. J. Tamayo, op. cit., p.40). 15 diversidad es la característica de todas las obras de Dios. La unidad absoluta en la fe, en los sacramentos y en las prácticas fundamentales de la vida cristiana es una nota esencial de la verdadera Iglesia de Cristo. Unidad que debe enriquecerse con la pluralidad de formas, carismas, de dones promovidos por el Espíritu Santo. Tan sólo de esta suerte serán estos movimientos y comunidades instrumentos del Espíritu para la renovación de la Iglesia y para la salvación de los hombres” (22). El concilio Vaticano II no sólo había puesto las bases del futuro movimiento comunitario al hablar de la Iglesia como Pueblo de Dios, sino que en sucesivos documentos habla de la comunidad cristiana expresamente. Primero, en la constitución dogmática sobre la Iglesia (Lumen gentium), señala la relación existente entre la Iglesia de Cristo y las comunidades: “Esta Iglesia de Cristo está verdaderamente presente en todas las legítimas reuniones locales de los fieles, que, unidas a sus pastores, reciben también en el Nuevo Testamento el nombre de iglesias (Act. 8, 1 ; 14, 22-23; 20, 17). Ellas son, en su lugar, el Pueblo Nuevo llamado por Dios en el Espíritu Santo y en gran plenitud (cf. I Tes. 1, 5)… En estas comunidades, aunque sean frecuentemente pequeñas y pobres, o vivan en la dispersión, está presente Cristo, por cuya virtud se congrega la Iglesia una, santa, católica y apostólica” (LG 26). En la constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual (Gaudium et spes) manifiesta el concilio que la Iglesia está al servicio del mundo a través de la comunidad cristiana: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia” (GS 1). Y en el decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia (Ad gentes) habla el concilio de la comunidad cristiana como expresión de la presencia de Dios en el mundo con estas palabras: “El Espíritu Santo que llama a todos los hombres a Cristo por las semillas de la Palabra y la predicación del Evangelio y suscita en los corazones el homenaje de la fe, cuando engendra a los que creen en Cristo para una nueva vida en el seno de la fuente bautismal, los congrega en el único Pueblo de Dios , que es linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo de adquisición (I Petr.2,9). Los misioneros , por consiguiente, cooperadores de Dios, susciten tales comunidades de fieles que, viviendo conforme a la vocación con que han sido llamadas, ejerciten las funciones que Dios les ha confiado, sacerdotal, profética y real. De esta forma, la comunidad cristiana se hace exponente de la presencia de Dios en el mundo, pues por el sacrificio eucarístico pasa con Cristo al Padre; nutrida cuidadosamente con la palabra de Dios, da testimonio de Cristo, y, finalmente, anda en la caridad y se inflama de espíritu apostólico. La comunidad cristiana debe establecerse desde el principio de tal forma que, en lo posible, sea ella misma capaz de satisfacer sus propias necesidades” (AG 15). ---------------------------------------------- (22) Citado por A. Hortelano. Op. cit., p.38. 16 En 1971 tiene lugar la Asamblea conjunta Obispos-Presbíteros, con el propósito de aplicar en España el espíritu del concilio Vaticano II. Tuvo una gran importancia en la vida eclesial española y una apreciable repercusión en la vida política. A través de siete ponencias se abordaban los principales problemas de la Iglesia y de su acción pastoral. Sus conclusiones eran fruto del trabajo de las asambleas previas diocesanas. Pues bien, la asamblea se decanta a favor de las comunidades cristianas. Crear comunidades es misión de la Iglesia, se dice: “Es tarea de la Iglesia evangelizar y crear comunidades de fe, que sean, a su vez misioneras en un mundo que cambia y crece. Esta exigencia básica da sentido a toda acción pastoral y reclama una opción fundamental: actuar decididamente en la línea de una pastoral de evangelización” (Ponencia 3, 1). Es también trabajo del ministerio presbiteral la creación de comunidades cristianas: “A la misión del ministerio pertenece evangelizar y crear comunidades cristianas en aquellos pueblos y grupos humanos que no han conocido el mensaje de salvación o que, aunque estén bautizados, todavía no tienen experiencia de comunidad creyente” (Ponencia 2,17). Y, por lo tanto, es objetivo primordial de la pastoral de la Iglesia la creación de comunidades: “Objetivo fundamental de toda planificación pastoral es la creación de comunidades cristianas auténticamente misioneras. Para ello será necesario: Promover, atender y potenciar formas comunitarias cristianas (verbigracia: equipos de vida, comunidades cristianas intermedias, etc…)” (Ponencia 3, 37). Desgraciadamente, ni las aportaciones del Vaticano II ni las conclusiones de la Asamblea mencionada han tenido eco concreto en la sucesiva tarea pastoral de la Iglesia en los años siguientes a su celebración. Las comunidades cristianas, por su parte, intentaron canalizar el movimiento cristiano para que no se redujera a meros gestos testimoniales, sino que llegara a ser una alternativa dentro de la Iglesia. Se trataba no de formar otra Iglesia, sino otro modo de vivir la fe cristiana dentro de la única Iglesia. De este modo surge el proyecto de “Iglesia Popular” en 1973, proyecto que se concreta al año siguiente en mayo de 1974 en la confección de las “Bases comunes”. Los grupos cristianos que aceptan estas bases se definen en el documento de esta manera: “Diversos grupos de estos cristianos pertenecientes a las clases que hoy componen el pueblo oprimido, intentamos coordinarnos en un esfuerzo organizado por conseguir que la Iglesia cumpla su misión evangélica de anunciar realmente la liberación total a través de la lucha y de la conquista de los derechos más inmediatos y urgentes que hoy el pueblo necesita. Sin romper con la Iglesia española, globalmente considerada, desde dentro de ella, en la Iglesia universal, pero sin renunciar en ningún momento a la solidaridad real con el pueblo oprimido al que pertenecemos” (23). El documento, después de realizar un análisis, en un primer apartado, sobre la relación entre la Iglesia y la sociedad española, denunciando el apoyo de la Iglesia al orden existente, estudia, en apartados sucesivos, el movimiento de Iglesia popular dentro de la Iglesia y dentro de la sociedad. Se plantea como objetivo dentro de la Iglesia “sostener una lucha ideológica entre dos modos de entender y vivir el evangelio y su liberación, desde las dos posiciones contradictorias de identificación u oposición a los intereses objetivos del pueblo oprimido” (24), todo ello ------------------------------------------------- (23) J. Rey y J. J. Tamayo. Por una Iglesia del pueblo.Mañana editorial. Madrid, 1976, Bases comunes de Iglesia Popular, p. 41. (24) J. Rey y J. J. Tamayo. op. cit. Bases comunes de Iglesia Popular, p. 44. 17 desde dentro de la Iglesia, y con una fuerza real de Iglesia popular. Dentro de la sociedad, dice el documento, “debemos identificarnos por satisfacer las aspiraciones y necesidades actuales del pueblo: en el momento actual y dentro del proceso de liberación, el pueblo tiene unas necesidades inmediatas y urgentes. Como miembros de este pueblo, y desde nuestra perspectiva cristiana, asumimos estas aspiraciones y necesidades como contenido básico de nuestra lucha liberadora” (25). En el primer Encuentro de Comunidades del Estado celebrado en Madrid en 1976 se concretan las características de la comunidad cristiana de base: “Es un grupo social, primario o secundario, de trabajo, formado desde decisiones libres de los miembros, con relaciones interpersonales, con un objetivo común (regenerarse y comprometerse), que lleva consigo normas y valores de conducta, con participación de todos, con incidencia sobre la estructura social. De base popular o con opción por el pueblo clara, económica, política, cultural, social y religiosa. Comprometido socioeconómicamente en la liberación, no sólo a través de sus miembros, sino con magnitud comunitaria. Formado por creyentes, que reformulan críticamente su fe, pertenecen libre y parcialmente a la Iglesia institucional (con una pertenencia que no puede traducirse más que en una identificación parcial y crítica). Se sitúan en un proceso constituyente catecumenal para reorientar la vida cristiana y redescubrir la expresión social de la fe. Se hallan en estado de misión o de acción evangelizadora liberadora para ser evangelizados y dejarse evangelizar. Celebran la liturgia con un ritual adecuado a su realidad. Y están organizados o coordinados, tendiendo a la posibilidad de una respuesta común cada vea más amplia y eficaz” (26). Las comunidades cristianas se presentan como una alternativa de Iglesia, otro modo de ser Iglesia más acorde con los orígenes del cristianismo y no como otra Iglesia diferente de la existente. “Por tanto, cuando la comunidad plantea el construir una alternativa de Iglesia, no pretende ni mucho menos la construcción de una Iglesia paralela (esta ha sido una de las acusaciones que se le ha hecho al movimiento comunitario de base), de catacumbas, de ruptura con la Iglesia institución, sino que lo que la comunidad creyente plantea es el asumir la difícil y muchas veces contradictoria tarea – desde dentro de la Iglesia institución y la pertenencia consciente a ella – luchar por la purificación de la Iglesia, por que entre en un auténtico proceso de liberación y vuelva a ser la esposa fiel depositaria de la promesa, del mensaje de liberación a los pobres, a los bienaventurados del evangelio. Se trata de hacer Iglesia nueva, no una nueva Iglesia. Pero en muchos momentos, y dado el proceso de prostitución frecuente en el que la Iglesia institución se ha movido, aliada con los poderosos, instrumento eficaz al servicio de los explotadores, cunde entre grandes sectores de creyentes el escepticismo, cansancio y temor de que esa Iglesia, fortalecida desde el poder, sea auténtica dimensión profética en la historia… ------------------------------------------------- (25) J. Rey y J. J. Tamayo. op. cit. Bases comunes de Iglesia Popular p.45. (26) I Encuentro de CCP. Madrid 19-21 de Marzo de 1976. Boletín de Comunidades Cristianas. Zaragoza. 1976, n. 2. 18 Pero a pesar de ese escepticismo, cansancio y temor las comunidades cristianas no podemos perder de vista la misión a la que como creyentes estamos llamados: a través de los acontecimientos y con madurez asumir una postura de denuncia en el interior de la Iglesia. Aunque por otra parte conscientes de que la lucha intraeclesial no puede ni debe agotar todos nuestros niveles de respuesta… En esa relación dialéctica a mantener por parte de las comunidades con la Iglesia institución, que bien podrá traducirse en términos de comunión-lucha, las comunidades se sienten movidas por una exigencia de radicalización, es decir, llegar a las raíces. Porque son conscientes de que sólo desde ahí se verá lo que hay que unir, reconciliar, en su relación con la Iglesia institución, y cómo, sólo desde ahí la unión y la pluralidad alcanzarán sus auténticas y no ideologizadas dimensiones. Esta clarificación en la opción por el mundo oprimido que quieren vivir las comunidades se debe a que saben que sólo desde ahí se puede dar un diálogo superador de las diferencias. Frente a este posición se encuentra la alternativa que propicia la Iglesia oficial: desde una supuesta comunión, abstracta, idealista, subjetiva, intimista, ir a un pluralismo encubridor y al servicio del mantenimiento del poder económico- político vigente”.Así se manifiestan las comunidades en el Primer Encuentro Estatal de Madrid del 19 al 21 de Marzo de 1976 (27). B.- Las Comunidades Cristianas Populares. Algunas de las comunidades cristianas de base adquieren el nombre de populares en el II Encuentro Estatal (Noviembre 1976), a raíz del proyecto de Iglesia Popular, plasmado en las Bases Comunes de 1974, que orienta la teoría y la práctica de las Comunidades Cristianas Populares (CCP). Estas comunidades se presentan también como una alternativa de vida. Las comunidades cristianas populares intentan abarcar todos los aspectos de la vida humana. La comunidad es para muchos cristianos el lugar de comunicación entre las personas, sobre la base de una relación íntima y profunda (28). El objetivo principal de la comunidad es compartir la vida, la fe, el compromiso, el cariño entre las personas, las experiencias, las alegrías y tristezas, los acontecimientos individuales y colectivos. Frente al individualismo y a la soledad, la comunidad coloca a sus miembros en relación con otros semejantes para compartir su vida. Frente al anonimato, la despersonalización y la masificación, en la comunidad cada uno tiene nombre y unas características concretas por las que se le reconoce y acepta. Frente a las relaciones interesadas la comunidad busca una relación gratuita y gratificante. Frente al desencanto, pasotismo y absentismo, la comunidad alienta el compromiso personal de sus miembros. Frente al inmediatismo y tacticismo de la acción humana, la comunidad abre horizontes más lejanos y se encamina hacia la utopía de una sociedad de hermanos. Frente a la dicotomía individuo- estructura, la comunidad considera necesario el cambio de las personas y de las estructuras. La comunidad es un anuncio y signo de una sociedad diferente y de unas relaciones interpersonales humanas y fraterna (29). ---------------------------------------------- (27) Boletín de Comunidades Cristianas. Zaragoza 1976, n. 2. (28)”La comunidad no sólo es el grupo con el que se hace oración y se celebra la Palabra y la Eucaristía, sino que es para muchos cristianos el lugar preferente de comunicación interpersonal, donde en cierta forma se da un tipo de relación entre sus componentes que, sin atreverme a llamarlo de verdadera fraternidad, sí diría que anuncia una relación entre las personas diferente, más íntima, más profunda, más humana” (Manuel Raya. La comunidad ¿alternativa de vida?. Revista de CCP. Madrid. Enero-Febrero 1982, p. 10). (29)”Estos son algunos elementos que presentan a la comunidad cristiana popular, si no como una alternativa de vida en la cual se pudieran reconocer y agrupar todos los individuos de una sociedad, sí como un grupo humano que anuncia y practica una nueva forma de vivir” ( Manuel Raya, op. cit., p. 10- 11). 19 A diferencia de las comunidades cristianas de base, cuya preocupación principal gira en torno a la parroquia, las comunidades populares normalmente están al margen de la parroquia y tienen un fuerte compromiso socio-político (30). Su nombre es indicativo de lo que estas comunidadespretenden ser: Comunidades (C): Son grupos en los que existe una relación interpersonal fuerte y donde cada persona tiene un nombre propio para los otros (31). Dice referencia a un grupo de personas que ponen su vida en común, en un intento de afirmar lo colectivo por oposición a lo individual. La actitud fundamental de los que forman la comunidad es la apertura a los otros en contraposición a la cerrazón sobre uno mismo, que es lo característico del egoísmo. Su característica básica consiste en poner en común lo que se es y lo que se tiene. Esto lleva consigo una serie de connotaciones que definen a la comunidad: la comunicación entre los miembros, el intercambio de vivencias, las relaciones interpersonales, el diálogo constante, el mutuo conocimiento, los objetivos comunes de los que la constituyen, la participación de todos en las decisiones y la igualdad de todos los componentes. Evidentemente que hay diversos niveles de comunidad según sea lo que se pone en común, la amistad (comunidad de amigos), la fe (comunidad de fe), la vida (comunidad de vida), los bienes materiales (comunidad de bienes) o la acción (praxis) (comunidad de acción). En conclusión, la comunidad intenta ser una afirmación del valor de lo colectivo frente a lo individual. Cristianas (C): Dice referencia a Jesús de Nazaret, el Cristo liberador. Con esta palabra se quiere afirmar la persona de Jesús-Cristo por oposición a los objetos, cosas y prácticas rituales. Las comunidades cristianas son, por lo tanto, un grupo de personas que tienen en común su referencia a la persona y vida de Jesús de Nazaret, el Cristo. Constituye uno de los pilares fundamentales del movimiento, la fidelidad a Jesús, su seguimiento, y a su causa que es el Reino. Jesús formó en torno a sí un grupo, una comunidad de discípulos. La intención fundamental de Jesús fue constituir una comunidad. Y este es el modelo ejemplar. En esta comunidad la condición de admisión es la renuncia al dinero y a todo lo que se posee, para compartirlo con los demás (cf.Act. 2, 42-47 y 4, 32-35). El programa de vida y de acción lo constituyen las bienaventuranzas (cf. Mt. 5, 3-12; Lc. 6, 20-26). La actitud fundamental es el servicio (cf. Mt. 20, 25-28). En conclusión, la comunidad cristiana dice referencia a la persona y vida de Jesús de Nazaret, y a su causa, el Reino, en cuanto proyecto de alternativa frente al programa del mundo, ofreciendo un tipo de sociedad diferente. Y Populares (P): Dice referencia al pueblo, en cuanto sector de la realidad social carente de los recursos fundamentales: económico, de influencia y cultura. Con ello se intenta afirmar lo marginado de la sociedad frente a lo poderoso e importante. Constituye el segundo pilar de la comunidad cristiana, la opción por el pueblo, bien porque sus componentes son del pueblo, de las clases populares, bien porque han optado --------------------------------------------------- (30) “Son más bien comunidades autónomas que surgen al margen de la parroquia y con un fuerte compromiso socio-político” (A. Hortelano. Op. cit., p. 38). (31) “El movimiento está formado por comunidades concretas donde se dan relaciones humanas interpersonales y donde cada uno tiene un nombre propio para los demás” (J. J. Tamayo Las comunidades cristianas populares, en Desafíos cristianos. Loguez ediciones. Salamanca, 1988, p. 164). 20 por él y sus intereses. La característica principal de estas comunidades cristianas es que son comunidades del pueblo y para el pueblo, insertas en él, asumiendo su causa y sus intereses, y que han optado por los sectores más marginados de la sociedad. En conclusión, la comunidad cristiana dice referencia al pueblo, a las clases populares, asumiendo su vida y su causa: la defensa de sus derechos y la lucha por su liberación (32). Y esto mismo es lo que afirman las comunidades en sus Bases de 1980:”Entendemos por pueblo: a) La amplia base de la realidad social carente de los recursos que controlan el tener, el poder y el saber, a la que se niega el derecho a configurar con libertad creativa y protagonismo su proyecto de vida y sociedad; b) Las comunidades autóctonas y nacionalidades oprimidas en su propia identidad colectiva y también las que la han recuperado constituyéndose en pueblos libres. Al decir que somos Comunidades del pueblo y para el pueblo, queremos expresar que nuestras comunidades están insertas como tales en él, asumen solidariamente su causa y optan por los sectores más marginados de la sociedad”(33). La Comisión Episcopal de Pastoral en 1982 al tratar del servicio pastoral a las pequeñas comunidades cristianas no sólo las reconoce, sino que ve en ellas un signo claro de la vitalidad de la Iglesia: “Debemos reconocer que las pequeñas comunidades cristianas (PCC) han nacido de la base eclesial, como una muestra más de la perenne vitalidad con que el Espíritu la fecunda” (n.1).”Con la presentación de este documento de trabajo pretendemos reconocer los valores cristianos y eclesiales que laten en la base del movimiento de las PCC, manifestar y reconocer públicamente sus derechos de ciudadanía en la Iglesia, estimular la corrección de defectos, el perfeccionamiento y maduración de los valores que ya existen; animar en nuestras diócesis la formación de nuestras comunidades, y potenciar el diálogo y la colaboración entre unas comunidades y otras, entre éstas y las Iglesia locales” (n. 5). El documento reconoce la influencia decisiva que ha tenido el concilio Vaticano II en la formación de estas pequeñas comunidades; señala después sus aspectos positivos y negativos; y acepta que estas comunidades han nacido al margen de la jerarquía: “Nos parece necesario reconocer públicamente con realismo que, en general, las PCC no sólo no han nacido por iniciativa de los obispos y vicarios de pastoral, sino que durante mucho tiempo han vivido ignoradas o meramente toleradas por nosotros” (n 33). Y es digno de resaltar la afirmación que hace el documento: “Las PCC constituyen una expresión más entre otras de la vida de la Iglesia… tienen un derecho básico a que se les reconozca como parte de la diócesis a todos los efectos” (n. 34). A nivel regional de Aragón la Asamblea Diocesana de Huesca en 1983, en su reflexión sobre la Iglesia Diocesana-Pueblo de Dios, propone en sus conclusiones crear y potenciar las Comunidades Cristianas Populares en la diócesis: “Trabajar en las parroquias para crear comunidades cristianas que sean lugar de crecimiento y maduración en la fe y que todo esto se haga comunitariamente. Valorar y potenciar “Comunidades Cristianas Populares”, como una respuesta a personas a las que no se les puede responder desde la parroquia” (34). ---------------------------------------------- (32) Cf. José María Castillo. La alternativa cristiana. Sígueme. Salamanca 1978, p. 31-105. (33) Bases de CCP. Revista de CCP. Madrid, Mayo-Junio 1980, IV, 3. (34) Asamblea Diocesana I. Huesca, 1983, p. 19. Conclusiones 12 y 13. Y en el estudio que hace sobre la evangelización llega a la siguiente conclusión: “La Iglesia Diocesana para realizar la evangelización decide promover y trabajar con pequeñas comunidades cristianas” (Asamblea Diocesana II. Huesca 1983, p. 15. Conclusión 11). 21 Las comunidades cristianas de base y populares son evidentemente un acontecimiento que ha colaborado y sigue intentando la renovación evangélica de la Iglesia. Como este movimiento está integrado por personas humanas, tiene aspectos positivos y negativos, como es lógico; pero nadie puede negar , como ha sido reconocido por personas de reconocido prestigio, que ha supuesto un hito de esperanza, ilusión y utopía tanto dentro de la Iglesia, como de la sociedad . Así lo reconoce el teólogo J. Comblin: “Las comunidades cristianas populares no son sencillamente el producto de factores sociales espontáneos: no son el producto natural de la miseria, el medio que las culturas populares inventan parasobrevivir. No negaremos los factores sociológicos. Sin ellos el fenómeno de las comunidades sería muy difícil…El triunfo de la comunidad sobre las fuerzas de disociación que hay en la sociedad requiere algo más que fuerzas puramente naturales…. Por sí solos los factores sociológicos no lo explican todo. Hay en las comunidades cristianas algo nuevo que parece ser un milagro de Dios. Hay una fuerza que suscita generosidad, dedicación, sacrificio, algo que es comparable a los orígenes del cristianismo. Dentro de los espacios descritos por la sociología y abiertos a nuevas formas de asociación, aparecen fuerzas extraordinarias de personas que saben dedicar su vida al nacimiento de una vida realmente comunitaria. Pues la comunidad nunca nace por sí sola, sino con la ayuda, la inspiración y la palabra profética de personas dedicadas a ella. La comunidad sólo se entiende a la luz de la revelación bíblica. En ella hay algo del reino de Dios. Ella procede de la fuerza del Espíritu de Jesucristo… En cierto modo ella también es una señal sensible del Espíritu en el mundo” (35). 4.- Itinerario de las Comunidades Cristianas Populares en el Estado Español. A partir de la confección de las Bases Comunes de Iglesia Popular en Mayo de 1974, las comunidades populares se organizan mediante una Coordinadora Estatal. Esta Coordinadora será la encargada de dinamizar la marcha de las comunidades coordinadas. Como primer medio para conseguir el fin mencionado se edita una revista que de Noviembre de 1975 a Noviembre de 1977 se llama “Comunidades Cristianas”. A partir de Diciembre de 1977 lleva como título “Comunidades Cristianas Populares” hasta Octubre de 1990. Desde 1991, y en unión con las comunidades cristianas de base, recibe el nombre de “Utopía”, hasta el día de hoy. En el año 2004 ha celebrado la edición número 50. Esta revista ha constituido el órgano de difusión y coordinación de documentos, experiencias, comunicados e intercambios de las Comunidades Cristianas Populares y de Cristianos de Base. A.- Encuentros Estatales. Al poco tiempo de formarse la Coordinadora Estatal y convocado por ella, tiene lugar el primero de los Encuentros Estatales en Madrid, del 19 al 21 de Marzo de 1976. El último de ellos, el décimo tercero, se ha celebrado en Valladolid, del 4 al 7 de Diciembre de 2004. Estos Encuentros han servido para unificar criterios dentro de la diversidad de cada pueblo o región. Han sido medios excelentes de comunicación libre y espontánea entre las comunidades asistentes. En ellos se han intercambiado y puesto en común las experiencias vividas por cada comunidad con las características peculiares de su cultura e idiosincrasia propias. Han sido también espacios de reflexión en torno a los problemas que ha ido surgiendo tanto en la Iglesia ------------------------------------------------------ (35) J. Comblin. Espíritu Santo, en Conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación, t. I, p.627- 628. 22 como en la sociedad. Y en ellos se ha recuperado el clima festivo y celebrativo de la fe a través de nuevos símbolos e imágenes de gran creatividad. - El I Encuentro tiene lugar en Madrid del 19 al 21 de Marzo de 1976. bajo el lema “Hacia una alternativa de Iglesia”. Después de analizar la situación política del momento de lucha popular generalizada y el papel legitimador del Estado vigente que estaba jugando la Iglesia, se concluye: “Ante esta situación, las Comunidades Cristianas de composición popular nos hemos de empeñar en la práctica de una Iglesia que fiel a Cristo y su Evangelio sea fuerza liberadora para el conjunto de las clases oprimidas. Una Iglesia libre de toda dependencia política opresora y con una posición clara al lado del pueblo y su causa. Una Iglesia libre de toda ideología opresora, que arraigada en fundamentos evangélicos, elabore, en constante escucha de los pobres, la teología y moral que exprese e ilumine la causa de la liberación popular. Una Iglesia libre de mitos, que celebre el mensaje y salvación ofrecida por Cristo, con signos y símbolos propios de la cultura genuina creada por el pueblo. Una Iglesia profética que libre de sucios neutralismos, se identifique con la defensa de los intereses reales de los oprimidos y, desde ahí, denuncie todas las opresiones concretas que sufren” (36). - El II Encuentro se celebra también en Madrid el 31 de Octubre y 1 de Noviembre de 1976. En la primera sesión se trata el tema de la Iglesia que queremos. Bajo el título “El pueblo cristiano reclama su derecho a hacer Iglesia”, se señalan, en primer lugar, las notas características de la Iglesia que se desea: una Iglesia fiel a la causa de Jesús desde la fidelidad al pueblo y su liberación. En segundo lugar, se concretan los atributos de la Iglesia por la que optan las comunidades presentes en el Encuentro: una Iglesia pobre, libre, de igualdad y sin privilegios, de servicio y de creyentes. Finalmente, se sugieren una serie de reivindicaciones de cara a la Iglesia a fin de que sea realmente servidora del pueblo oprimido y marginado. En la segunda sesión se reflexiona sobre la reformulación de la fe. Bajo el enunciado “El pueblo cristiano reclama su derecho a hacer teología” se debate sobre una formulación popular de la fe, partiendo de los acontecimientos y con opciones concretas. En una tercera sesión se habla sobre la postura de las comunidades cristianas frente al momento actual, tratando el tema del concordato, de la enseñanza y de la participación política y sindical de los cristianos. - El III Encuentro tiene lugar en Madrid el 29 de Abril al 1 de Mayo de 1978, con el tema del quehacer de las Comunidades Cristianas y bajo el lema: “Hacer comunidad, hacer pueblo, hacer Iglesia”. Julio Lois, que fue el encargado de hacer la presentación, se expresaba de esta manera: “Celebramos y reflexionamos sobre la significación de nuestra fe, desde nuestra praxis liberadora. Sin tal praxis no hay enriquecimiento posible de nuestras comunidades. Sin luchas con el pueblo no hay posibilidad alguna de ser Comunidades Cristianas Populares y de construir una Iglesia fiel a la causa del pueblo. Entiendo que indudablemente desde aquí, desde lo ya adquirido, desde lo que nos configura y especifica como comunidades populares (y nos contradistingue de otros movimientos comunitarios que existen en nuestra Iglesia); sobre todo, desde nuestra propia praxis realizada en conformidad con lo que somos es ------------------------------------------------------------- (36) I Encuentro de Comunidades Cristianas del Estado Español, n. 17. 23 desde donde partimos en este III Encuentro, para profundizar , desde las siempre nuevas demandas que la realidad nos plantea, tres temas claves de nuestro programa: El compromiso del cristiano con el pueblo (coordinado por Euskadi), el sentido comunitario de la fe (coordinado por Valencia), y signos y símbolos de la fe” (coordinado por Málaga) (37). - El IV Encuentro se celebra en Valladolid del 12 al 14 de Octubre de 1979 con dos temas principales a estudiar. El primero, análisis del hecho religioso, introducido por J. J. Tamayo y enriquecido por intervenciones de diversos lugares, que aportaron su propio análisis, a fin de tener material amplio para su estudio posterior. El segundo, presencia de las Comunidades Cristianas Populares en la sociedad y en la Iglesia, ilustrado con una ponencia a cargo de José María Castillo, posterior a las comunicaciones de las comunidades. “Los temas tratados por Comunidades Cristianas Populares este año han sido temas estrictamente intraeclesiales. Esto a algunos les ha parecido una cierta involución, ¿es que el pueblo está ya liberado y podemos bajar la guardia? Los encuentros anteriores hablaban más de compromiso con el pueblo, de lucha por la liberación. Aquí se ha hablado más de la Iglesia y de la oración y los sacramentos. Quizás la tarea de Comunidades ahora sea
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