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LA_TEOLOGIA_de_las_COMUNIDADES_CRISTIANA

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1 
 
 
LA TEOLOGÍA 
de las 
COMUNIDADES 
CRISTIANAS 
POPULARES 
 
 
 
Mi agradecimiento a las Comunidades Cristianas Populares en 
cuyo seno se ha fortalecido mi fe en Jesús de Nazaret y mi 
compromiso en la sociedad; a las Comunidades de Aragón y 
especialmente a mi Comunidad de Balsas de Ebro Viejo de 
Zaragoza, que me han apoyado en la realización del presente 
trabajo; y sobre todo a mi familia, Elena, Pablo y Teresa, que no 
sólo han soportado la dedicación durante casi tres años a 
recopilar la experiencia creyente de las CCP, sino también me 
han animado a su terminación y publicación. 
 
Jesús Gil García 
 
 
 
 
 
 2 
PRÓLOGO 
 
 
Me pide Jesús que prologue su obra “La teología de las Comunidades Cristianas 
Populares”. Son muchas las razones que me llevaron a aceptar la petición sin la menor 
vacilación. Dejadme que indique sólo dos de ellas. 
En primer lugar yo no puedo negarme a una petición de Jesús Gil, entrañable 
amigo desde aquellos ya lejanos tiempos en que coincidimos en las aulas teológicas de 
la Universidad Pontificia de Salamanca, compañero después de tareas de enseñanza y 
pastorales por tierras bolivianas en aquellos años de la segunda mitad de la década de 
los sesenta, cuando surgía la teología de la liberación y todo parecía indicar que la 
Iglesia postconciliar se decidía a pensar y a vivir en diálogo honesto y crítico con los 
grandes desafíos que planteaba la realidad. Y compañero también, a partir de los años 
setenta, cuando nos comprometimos juntos, con otros muchos creyentes, a potenciar en 
España los movimientos que desde entonces fueron surgiendo de Comunidades 
Cristianas Populares y de Iglesia de Base. 
Pero se da además una razón más para aceptar redactar este Prólogo que me 
interesa destacar. Creo que estamos viviendo tiempos recios eclesiales, es decir, 
marcados por la involución y el “atrincheramiento cognitivo”, tiempos en los que, a mi 
entender, la significación de la iglesia y de la fe cristiana están dolorosamente perdiendo 
significación. Pues bien, en tales tiempos mi convicción es que es preciso contribuir con 
todas nuestras fuerzas a potenciar la apertura de nuevos caminos que nos lleven a una 
forma de entender y vivir la fe cristiana capaz de responder con significación más 
positiva a los grandes desafíos que nos plantea nuestra realidad actual, pensando muy 
especialmente en las nuevas generaciones. Como considero que el trabajo de Jesús está 
informado por esa misma preocupación, ¿cómo iba a negarme a prologarlo? 
A mi entender, el capítulo tercero del trabajo de Jesús –“La temática teológica 
de las Comunidades Cristianas Populares”- es no sólo el más extenso, sino el que ofrece 
mayor y especial interés. En él se recoge la elaboración teológica que dichas 
Comunidades, y en concreto en Aragón, han ido realizando en sus aproximadamente 
treinta años de existencia en distintos campos: bíblico, cristológico, mariológico, 
eclesiológico, moral, ecológico y sacramental. Una reflexión que, estando naturalmente 
abierta a la posibilidad de enriquecimientos permanentes y mayores matizaciones, es 
fruto de una experiencia creyente que, como el mismo autor indica “no se explica sino 
bajo la acción del Espíritu de Jesús, presente en la comunidad cristiana”. 
Tal vez el valor fundamental del estudio realizado por Jesús radica en el 
minucioso esfuerzo investigador por él desplegado, que le ha permitido recoger, de 
forma prácticamente exhaustiva, toda la documentación de que se dispone sobre las 
Comunidades Cristianas Populares de Aragón en relación con la reflexión teológica por 
ellas realizada. Tal trabajo de investigación tiene un valor añadido si se tiene en cuenta, 
que la mayoría de la documentación utilizada está constituida por escritos hasta ahora 
inéditos. Son los escritos que proceden de los múltiples Encuentros y Jornadas de 
reflexión realizados periódicamente por las Comunidades Cristianas Populares, tanto a 
nivel estatal como a nivel de la región aragonesa. Y son igualmente los documentos, 
todavía más dispersos y de más difícil localización, procedentes de asambleas diversas, 
pronunciamientos públicos y hasta celebraciones litúrgicas de especial significación. 
 
 3 
El que redacta este Prólogo, que ha tenido ocasión de participar en no pocos de 
los eventos citados, sabe hasta qué punto el esfuerzo de investigación y recopilación 
realizado por Jesús puede y debe ser reconocido y agradecido. Estoy convencido de que, 
al menos los que creemos que en los tiempos que corren la existencia de comunidades 
cristianas referenciales son de máxima importancia para la vivencia y profundización de 
nuestra fe, no regatearemos a Jesús ese reconocimiento y agradecimiento que merece. 
En suma, querido lector o lectora, la obra que vas a leer tiene el indudable mérito 
de haber “recuperado” la reflexión teológica realizada a través de tres décadas por un 
sector significativo de creyentes cristianos españoles. Una reflexión que, como expresa 
acertadamente su autor, actualiza algunas de las grandes intuiciones del Concilio 
Vaticano II e intenta dar respuesta a algunos de los retos que, en el seno de nuestra 
sociedad civil y de nuestra Iglesia, se han ido planteando en la etapa postconciliar. 
 
 
 Julio Lois Fernández 
 Presidente de la Asociación de 
 Teólogas y Teólogos Juan XXIII 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 4 
INTRODUCCIÓN.- 
 
En Diciembre de 2005 se cumplió el 40 aniversario de la terminación del Concilio 
Vaticano II. Por ello el pasado año de 2006 hemos estado celebrando los cuarenta años 
de la clausura del último Concilio. El 8 de Diciembre de 1965 se daba por concluido 
tan singular y trascendente evento para la vida de la Iglesia. Muchos han sido los efectos 
de este acontecimiento, que suponía un profundo cambio en el interior de la Iglesia y en 
sus relaciones externas con el mundo moderno. La Constitución dogmática sobre la 
Iglesia (Lumen Gentium), en la que se concibe a la Iglesia como Pueblo de Dios, 
significaba una auténtica revolución en su estructura interna. Por otra parte, la 
Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual (Gaudium et Spes) abría las 
ventanas de la comunicación y el diálogo con la modernidad, durante tantos años 
cerradas a toda influencia exterior. 
 
Una de las consecuencias derivadas de la concepción de la Iglesia como Pueblo de Dios 
fue la reafirmación, en unos casos, y el nacimiento y proliferación, en otros, de las 
comunidades de base, y entre ellas, de las Comunidades Cristianas Populares en el 
Estado Español. Son el fruto de una vuelta a los orígenes del cristianismo, propiciada 
por el Concilio. Ellas constituyen una manifestación de la Iglesia, y en ellas está 
presente Cristo, como afirma el Concilio. “En estas comunidades, aunque sean 
frecuentemente pequeñas y pobres o vivan en la dispersión, está presente Cristo, por 
cuya virtud se congrega la Iglesia una, santa, católica y apostólica” (LG 26). Ellas son 
también expresión de la presencia del Espíritu en la Iglesia, consecuencia de cuya 
actuación es la vida, la experiencia espiritual y la reflexión teológica de estas 
comunidades cristianas. 
 
Queremos que el presente trabajo que ahora introducimos sea un homenaje al Concilio 
Vaticano II en su 40 aniversario, una contribución al “aggiornamento” de la Iglesia que 
pretendió el papa Juan XXIII a la hora de convocar el concilio y una demostración de la 
actuación del Espíritu en la Iglesia, que ha dado como fruto la existencia y la vida de 
estas comunidades. Su reflexión ha dado origen, bajo la acción del Espíritu, a la teología 
que intentamos explicitar y ordenar en nuestro trabajo. Una teología fiel a las 
intuiciones conciliares y al pueblo a quien desean servir. Una teología que nace de la 
experiencia de fe de estas comunidades en su intento sincero de seguir a Jesús de 
Nazaret, el Cristo Liberador.Podremos dudar de la corrección de sus planteamientos, 
del carácter científico de sus afirmaciones, de la oportunidad de sus conclusiones. Pero 
hemos de reafirmar con toda rotundidad que su reflexión teológica es fruto de su 
experiencia creyente y comunitaria, experiencia que merece todo nuestro respeto y 
admiración, ya que en el fondo no se explica sino bajo la acción del Espíritu de Jesús, 
presente en la comunidad cristiana. 
 
 Por otra parte, el “abrir las ventanas” al mundo del Concilio Vaticano II ha llevado 
consigo la presencia significativa de muchos miembros de Comunidades Cristianas 
Populares en las organizaciones socio-políticas con la finalidad de transformar la 
realidad y acercarla más al Reino de Dios. En los últimos años de la dictadura franquista 
su compromiso se centró en la reivindicación de la democracia y de los derechos 
humanos fundamentales, entonces ausentes de la vida socio-política. Y en los años que 
llevamos de democracia su militancia en los partidos políticos de izquierda, en los 
sindicatos de clase y en las organizaciones populares (Asociaciones de Vecinos, ONGs, 
antimilitaristas, ecologistas, acción social, culturales, feministas, por citar las más 
 5 
significativas) se ha centrado en defender especialmente la causa de los desfavorecidos 
y marginados de la sociedad. Y todo ello por el descubrimiento realizado por las 
Comunidades Cristianas de que “creer es comprometerse” y que la fe exige el 
compromiso transformador de la sociedad, gracias todo ello a su reflexión teológica. 
Aspecto este que también queremos recalcar en el inicio de nuestro trabajo por su 
especial significatividad e influencia en la sociedad aragonesa (1). 
 
Nuestro estudio quiere ser también un reconocimiento al empeño de tantos hombres y 
mujeres de Comunidades Cristianas Populares por llevar adelante la transformación de 
la sociedad, y en concreto la aragonesa, tanto en las ciudades como en el campo, hacia 
una convivencia más justa, igualitaria y fraterna entre todos; por los esfuerzos en elevar 
a la mujer al lugar que le corresponde, al menos en igualdad de condiciones que el 
varón; y por el trabajo en incorporar a todos, hasta los más marginados y empobrecidos, 
a participar de los derechos y de los bienes de la nueva sociedad que hemos de ir 
construyendo entre todos, varones y mujeres. Este trabajo se ha realizado día a día, sin 
grandes ruidos y aspavientos en la mayoría de los casos, calladamente, pero con gran 
firmeza e ilusión, fruto de la oración y de la reflexión de muchos encuentros, asambleas 
y reuniones celebrados en estos más de treinta años de andadura. Esta rica experiencia 
espiritual es la que pretendemos recopilar, ordenar y sacar a la luz, como fruto de su 
vitalidad, mantenida, alimentada y fortalecida por la acción continua del Espíritu (2). 
Todo ello contenido en sencillos papeles, pequeños folletos y revistas, material que es 
nuestro intento ordenar, aprovechando su riqueza teológica. 
 
 
 
 
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(1) En la celebración del XXV Aniversario de las Comunidades Cristianas Populares en Aragón los días 1 
y 2 de Abril de 2000, Concha Martinez, miembro de dichas Comunidades, haciendo memoria del camino 
recorrido por las Comunidades Cristianas Populares de Zaragoza, en su charla “Memoria de CCP. 
Zaragoza” señala la clara influencia de las personas de CCP en las diversas organizaciones populares. En 
la época última del franquismo se militaba en dos pequeños grupos de la extrema izquierda (Partido de los 
Trabajadores y Organización Revolucionaria de los Trabajadores) y en el movimiento vecinal, primero 
en la clandestinidad, a través de los Comités de Barrio. En la transición fue especialmente en las 
Asociaciones de Vecinos donde se centró el compromiso de los cristianos de Comunidades, llegando a 
presidir la Federación de Asociaciones de Barrios de Zaragoza y formar parte de su secretariado. En el 
movimiento sindical se participaba a través de los Comités de Empresa en los sindicatos de clase (USO, 
UGT y CC.OO.), ocupando algunos miembros de CCP puestos de responsabilidad. Ya en la democracia 
asentada entre las nuevas militancias podemos reseñar varias: El Colectivo por la Paz y del Desarme, el 
Comité de Solidaridad Oscar Romero, Acción Solidaria Aragonesa, el Movimiento Feminista, 
Ecologismo, ONGs, Asociaciones Culturales, las Comisiones de Mujeres de los barrios de la ciudad, y el 
grupo e Mujeres y Teología, sin olvidar el movimiento ciudadano y los distintos movimientos sociales a 
favor de los sectores más desfavorecidos y marginados de la sociedad (gitanos, inmigrantes, drogadictos, 
minusválidos, enfermos de SIDA,…). En todos estos movimientos, el compromiso de cristianos y 
cristianas de CCP, en la ciudad de Zaragoza, ha sido especialmente relevante e influyente, como se 
manifiesta en el cuadro aportado en la mencionada charla sobre la presencia y la militancia de miembros 
de CCP en las diversas organizaciones socio-políticas (Caminos de justicia y solidaridad desde la fe. 
Zaragoza 1-2 de Abril de 2000, p. 8-14). 
(2)El teólogo J. Comblin al tratar el tema del Espíritu Santo y su acción en la Iglesia, no duda en afirmar 
que uno de los frutos de su acción en la Iglesia es el nacimiento y la vida de las comunidades cristianas 
populares. Sin la acción del Espíritu difícilmente se puede comprender este fenómeno comunitario 
popular. Las comunidades cristianas populares proceden del impulso del Espíritu de Jesús y son una señal 
de la presencia del Espíritu en el mundo. ( Cf. J. Comblin. Espíritu Santo, en Conceptos fundamentales de 
la Teología de la Liberación, t. I. Trotta. Madrid 1999, p. 627-628). 
 
 
 6 
I.- EL MOVIMIENTO COMUNITARIO POPULAR 
 
 El caminar de las Comunidades Cristianas Populares en Aragón no ha sido aislado del 
resto de comunidades, sino en estrecha coordinación y comunicación con las existentes 
en las diversas autonomías que componen el Estado Español. Lo primero que nos 
parece importante resaltar es la significación del hecho comunitario en nuestra sociedad 
moderna, a nivel humano y religioso. Fenómeno que no ha surgido por generación 
espontánea, sino que obedece a una serie de factores socio-políticos y religiosos. La 
situación política vivida en nuestro país a raíz de la guerra civil y la posterior dictadura 
explican en parte el ansiado nacimiento del hecho comunitario. Por otro lado, la 
celebración del Concilio Vaticano II supuso un aliciente y empuje importante en el 
surgimiento del fenómeno comunitario cristiano. Este acontecimiento ha sido muy 
diversificado en su realización concreta. Las Comunidades Cristianas Populares 
constituyen una de estas concreciones, dentro del movimiento comunitario de base y 
popular, con su organización específica y su ideología diferenciadora. Especialmente 
queremos ceñirnos a estas Comunidades Cristianas Populares que han surgido en 
nuestro pais y en territorio aragonés, y que continúan su andadura en el día de hoy. 
Indicaremos cómo han surgido y cuál ha sido su desarrollo. Describiremos las etapas 
por las que han transcurrido hasta el momento presente, indicando los hitos más 
significativos de su caminar. 
 
l.- El fenómeno comunitario.- 
 
El redescubrimiento del fenómeno comunitario constituye uno de los acontecimientos 
más importantes del s. XX, tanto a nivel humano como a nivel religioso. El nazismo en 
Alemania, el fascismo en Italia y el franquismo en España habían llevado a la persona 
humana al enclaustramiento individual, prohibiéndole relacionarse con los demás, 
asociarse en la búsqueda de objetivos comunes culturales, sociales o políticos, reunirse 
para intercambiar opiniones y enriquecerse personalmente. Los derechos humanos 
fundamentales estaban perseguidos y conculcados. Era necesario conquistarlos para 
salvar a la persona y rescatarla del aislamiento al que le habían sometido los poderes 
fácticos. La Iglesia católica se había rendido ante el poder establecidoy alimentaba los 
actos rituales masivos e impersonales. 
 
A nivel humano, la antropología nos descubre que la persona humana es un ser social, 
llamado a relacionarse con los semejantes y a desarrollarse mediante las relaciones 
interpersonales. El fenómeno comunitario humano pertenece a la esencia misma de la 
persona humana y su maduración. “La vida en común ha preocupado al ser humano 
desde su más remota existencia por ser un fenómeno que afecta a la urdimbre social, 
cultural, política y religiosa de la vida misma. Al menos desde el neolítico la sociedad 
se ha estructurado en régimen grupal. Sin vida comunitaria el hombre deja de ser 
humano porque dimite de su ser social, ya que es radicalmente un socio o colaborador. 
Necesita de los otros para su propio desarrollo y maduración” (1). Las razones para 
agruparse pueden ser muy diversas y por motivos distintos, unas veces interesados, y 
otras, gratuitos. El fenómeno comunitario es por lo tanto un hecho antropológico y 
 
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(1) C. Floristán. La Iglesia comunidad de creyentes. Sígueme. Salamanca, 1999, p. 418. 
cultural. En las relaciones comunitarias las personas son fines por sí mismas y no 
medios para conseguir otros fines. La sociología habla en el s. XX de grupos primarios 
 7 
para referirse al fenómeno comunitario, en que las relaciones interpersonales son 
recíprocas, tienen normas y valores comunes, son solidarias, participativas y 
responsables en la actuación. Es en la comunidad donde la persona realiza todas sus 
potencialidades, se desarrolla plenamente y alcanza su maduración. 
 
En nuestra sociedad moderna la persona se siente sola, aunque existen contactos 
variados y múltiples. El ser humano necesita la comunidad para superar la soledad. 
“Actualmente se da en el mundo un mosáico de experiencias de vida comunitaria de 
todo tipo. Sin entrar en análisis más profundos, podríamos afirmar que esta situación es 
comprensible dentro de la sociedad moderna. En medio de la gran multiplicidad de 
contactos ocasionales u obligados que se dan en la vida del hombre, éste se siente solo. 
Nunca hubo tantos contactos entre los hombres, pero jamás se han encontrado éstos tan 
solos. Las relaciones profesionales y comerciales, centradas exclusivamente en la 
función productora o de consumo, son frías y deshumanizantes. El hombre se ve 
impulsado a buscar otro tipo de relaciones que abarquen al hombre total y favorezcan la 
expansión personal. Por otra parte, el anonimato de las grandes ciudades, la existencia 
de macro-organismos excesivamente complejos y burocráticos, el aislamiento a causa 
de las grandes distancias, la dificultad de la vida familiar y la movilidad social, son otras 
tantas ocasiones de soledad para las que el hombre busca solución en la pequeña 
comunidad”(2) 
 
Desde el punto de vista religioso, y más concretamente cristiano, la comunidad es el 
lugar donde nace y se desarrolla la fe creyente. No hay vida cristiana sin comunidad. La 
vida cristiana necesita la comunidad, necesita la Iglesia, comunidad de comunidades. 
“La Iglesia nació como comunidad y ha intentado vivir a lo largo de su historia la vida 
comunitaria de una u otra forma – no siempre con igual fortuna – a través de la 
comunidad doméstica, la parroquia, el monacato, las congregaciones religiosas, las 
terceras órdenes o los grupos de láicos cristianos. Precisamente los intentos de reforma 
evangélica han coincidido en la Iglesia con la búsqueda efectiva de una vida 
comunitaria” (3). La comunidad por lo tanto pertenece a la esencia misma de la vida 
cristiana, la cual surge en forma de comunidad de creyentes, testigos de Cristo 
Resucitado, que comparten la fracción del pan y se consideran hermanos. Esto es lo que 
Jesús legó: una comunidad de creyentes que poco a poco tomaron conciencia de ser el 
nuevo pueblo de Dios (4). Y esta es la dimensión que se redescubre en el s. XX. Por 
esto, desde el comienzo del cristianismo ha existido la comunidad pequeña, en cuyo 
interior se ha desarrollado la vida creyente.”En realidad las pequeñas comunidades 
cristianas han existido siempre en la Iglesia a lo largo de veinte siglos ininterrumpidos. 
Cuando la sociedad industrial moderna redescubre la importancia del pequeño grupo en 
que sus miembros se conocen por el nombre y tratan de compartir vida para compensar 
de alguna manera el anonimato y la soledad a que está condenado el hombre moderno 
en las grandes ciudades, la Iglesia constata con satisfacción y alegría que desde el 
 
 
 
 
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(2) Comunidades de base y nueva Iglesia. Introducción. Ediciones Acción Católica. Madrid 1971, p.23-
24. 
(3) C. Floristán, op. cit., p.417. 
(4) “Una comunidad viva de creyentes que fueron tomando conciencia de constituir el nuevo pueblo de 
Dios” (E. Schillebeeckx. Jesús, la historia de un viviente. Cristiandad. Madrid, 1981, p.40). 
 
 8 
principio el cristianismo se ha apoyado en pequeñas comunidades”(5). El fenómeno 
comunitario, que siempre ha estado presente en la historia del cristianismo, se había 
olvidado y permanecía oculto en la vida de la Iglesia y se redescubre, acudiendo a las 
fuentes, en la segunda mitad del s.XX. 
 
2.- Factores que determinan el origen y desarrollo del movimiento comunitario.- 
 
Existe una serie de causas que explican y dan origen al nacimiento y ulterior desarrollo 
de lo comunitario, tanto a nivel social, como a nivel religioso. 
 
Desde el punto de vista humano la necesidad de salir del ostracismo individualista de 
la sociedad moderna es determinante a la hora de explicar el origen y desarrollo del 
fenómeno comunitario. Para comprender el mencionado fenómeno hemos de situarnos 
en el contexto de la sociedad moderna. “Esta ha provocado una gran atomización de la 
existencia y un anonimato generalizado de las personas, perdidas entre los mecanismos 
de las macroorganizaciones, de las burocracias y de la consiguiente uniformidad de los 
comportamientos, cuadros, horarios, etc… Frente a este hecho se ha ido articulando de 
forma lenta pero cada vez con más intensidad, una reacción en el sentido de formar 
comunidades en las que las personas se conozcan, puedan llegar a ser ellas mismas en 
su individualidad y tengan la posibilidad de decir su palabra, ser acogidas y acoger en 
nombre propio”(6). Porque la persona se desarrolla en comunidad, y necesita el grupo 
para llevar a cabo sus virtualidades, nacen las asociaciones culturales, las comunidades 
de vecinos, los sindicatos, los partidos políticos y toda aquella agrupación que ponga en 
relación al individuo con sus semejantes para compartir experiencias, sentimientos y 
aficiones en orden al desarrollo personal. 
 
Para dar respuesta al anhelo de encontrar espacios libres en los que desarrollarse la 
persona nacen las comunidades de base. “El nacimiento de las comunidades de base en 
la segunda mitad de los sesenta se corresponde, en el plano cultural, con la búsqueda 
de”nuevos espacios emancipados” (Marcuse) (7), de climas culturales alternativos, en el 
 
 
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(5) A. Hortelano. Comunidades cristianas. Sígueme. Salamanca, 1987, p.17. 
(6) L. Boff. Eclesiogénesis. Sal Terrae. Santander, 1979, p.9. 
(7) A este respecto H. Marcuse en “El hombre unidimensional” analiza las sociedades industriales 
avanzadas. La sociedad industrial ha llegado a un desarrollo formidable, consiguiendo un nivel de vida 
insospechado. Esta sociedad, eminentemente tecnológica, ha creado productos especialmente prácticos 
para la vida del hombre en el mundo, ha conseguido descubrimientos inimaginables tiempos atrás, que 
evidencian un dominio fantástico sobre la naturaleza. Pero al mismo tiempo es una sociedad que ejerce un 
control sobre los individuos coartando la libertad, creando falsas necesidades, introyectando controles 
sociales e implantando la dominación en todas las esferas de la existencia, pública y privada.Es una 
sociedad que ejerce una contención sobre el cambio social cualitativo, mediante la anulación de la 
conciencia de la clase trabajadora, a través de la transformación de la clase trabajadora y con la 
contención de la automatización y la implantación del Estado de Bienestar. Es una sociedad que implanta 
una desublimación represiva en la cultura y en la esfera sexual. Es una sociedad que instaura un lenguaje 
funcional y operacional. Es una sociedad que establece una reducción represiva del pensamiento. Es una 
sociedad regida por el pensamiento positivo, la racionalidad tecnológica y la lógica de la dominación. Y 
finalmente, es una sociedad cerrada, irracional y represiva. Por ello la sociedad industrial avanzada no es 
una sociedad libre, que tiende a la plena y libre satisfacción de las necesidades vitales del hombre. Es una 
sociedad opresora del individuo, que lo manipula y lo domina bajo la racionalidad tecnológica. (Cf. H. 
Marcuse. El hombre unidimensional. Seix Barral. Barcelona 1969). 
 
 
 9 
seno de la sociedad. Los diferentes movimientos de emancipación que explosionaron 
entonces tomaron conciencia de las contradicciones inherentes a las sociedades 
industriales liberales (y también comunistas, como vimos en el caso de la primavera de 
Praga). Descubrieron que éstas eran teóricamente liberales (o socialistas), pero de hecho 
levantaban muros de represión de todo tipo: estructural y personal, social y político, 
afectivo y laboral; que las constituciones de los pueblos libres y las declaraciones 
solemnes de los derechos humanos hablaban de igualdad de todos los ciudadanos, 
cuando en la práctica canonizaban la división de clases enfrentadas, que su faz 
humanista quedaba empañada por el inhumanismo de racismos latentes” (8). 
 
En España se hace especialmente imperiosa la implantación del fenómeno comunitario. 
La dictadura franquista no reconoce los derechos humanos fundamentales (reunión, 
asociación, libre expresión, libre circulación, huelga, etc…). La lucha por la conquista 
de estos derechos básicos de la persona se convierte en uno de los objetivos 
primordiales a conseguir y uno de los factores principales que originan el fenómeno 
comunitario. De ahí nacerán las asociaciones de todo tipo, los sindicatos y los partidos 
políticos, prohibidos durante cuarenta años. 
 
Por lo que respecta al fenómeno comunitario cristiano surge principalmente motivado 
por la celebración del Concilio Vaticano II (1962-1965).”Con el Concilio Vaticano II se 
cierra, al menos sobre el papel de los documentos, el modelo de Iglesia de cristiandad, 
que estuviera vigente durante buena parte de la historia del cristianismo, y se abre 
camino el modelo de Iglesia-comunidad, que entronca con el cristianismo de los 
orígenes y revoluciona la organización eclesial desde sus cimientos, al menos en el 
terreno de los principios. Bien puede decirse que el fenómeno comunitario resulta de la 
nueva imagen que el Vaticano II ofrece de la Iglesia en su doble vertiente: en el interior, 
con la nueva conciencia de la Iglesia como pueblo de Dios en marcha; en el exterior, 
con la nueva ubicación de la Iglesia en el corazón de la sociedad” (9). 
 
La primera y gran aportación del Concilio Vaticano II es considerar a la Iglesia como 
Pueblo de Dios. Rufino Velasco llama a esta acontecimiento “primer giro copernicano” 
de la Lumen Gentium. El gran cambio de la Constitución sobre la Iglesia consiste en 
considerar a la Iglesia como Pueblo de Dios y hacer de este concepto el punto de partida 
de toda su reflexión posterior (10). 
 
Sin duda alguna este fue el detonante principal que impulsó el nacimiento y desarrollo 
ulterior de las comunidades cristianas, concretamente en España. El Vaticano II supuso 
un fuerte acicate y aliciente para la renovación de la Iglesia española, a partir de su 
consideración como Pueblo de Dios, como comunidad de creyentes al servicio del 
mundo (11). 
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(8) A. Hortelano, op. cit., p.34. 
(9) J. J. Tamayo. Iglesia profética, Iglesia de los pobres. Trotta. Madrid, 1994, p.132. 
(10) “El cambio fundamental de la Lumen Gentium consiste en haber puesto como punto de partida para 
entender la Iglesia el Pueblo de Dios como tal” (Rufino Velasco. La Iglesia de base. Nueva utopía. 
Madrid, 1991, p.12). 
(11) ”Uno de los factores que influyó con fuerza fue el Vaticano II, que supuso un fuerte acicate y 
aliciente para la vida de la Iglesia española, sobre todo en los núcleos cristianos situados en zonas 
suburbanas de las grandes ciudades, en algunas regiones rurales, en ciertos sectores juveniles y en 
numerosos sacerdotes. El Vaticano II venía a generar una nueva conciencia eclesial y a perfilar la 
verdadera identidad de la Iglesia como Pueblo de Dios y comunidad de creyentes al servicio del mundo” 
(J. J. Tamayo. Un proyecto de Iglesia para el futuro en España. Paulinas. Madrid, 1978, p.75). 
 10 
Junto a este factor determinante del fenómeno comunitario cristiano existen otros 
factores influyentes en el origen y desarrollo del mencionado fenómeno. Tuvo un 
influjo importante la ola contestataria de los años sesenta, cuyo símbolo principal fue el 
mayo francés de 1968. Fuente de los fermentos comunitarios fueron también el 
esplendor y la crisis de los movimientos apostólicos, la teología de la liberación de 
América Latina, la encarnación ambiental de sacerdotes, religiosos y religiosas, la 
situación política existente en España y el clima psicológico apropiado para el equilibrio 
psíquico(12). 
 
3.- Las comunidades cristianas de base y las comunidades cristianas populares.- 
 
Como consecuencia de los factores anteriormente reseñados nacen las comunidades 
cristianas. Manuel Useros describe la comunidad cristiana de esta manera: “La 
comunidad cristiana es el espacio en el que la Iglesia deja de ser un proyecto o un 
esquema abstracto de verdades, de imperativos, de valores y de eficacia para la 
realización histórica de las personas. El misterio escondido del pueblo de Dios en la 
tierra se manifiesta en la realidad concreta de la existencia personal, cuando surge y se 
desarrolla la comunidad de creyentes. Es ésta el espacio donde la verdad cristiana se 
hace opción transformadora, conversión, confesión de fe y compromiso, donde los 
sacramentos se hacen celebración, donde los imperativos evangélicos se hacen 
testimonio de vida, donde la comunión en Cristo se hace fraternidad y servicio; es la 
comunidad cristiana el espacio donde realmente la obra de salvación se hace 
historia”(13). 
 
A.- Las comunidades cristianas de base. De modo semejante J.J. Tamayo hace la 
siguiente descripción de conjunto de las comunidades de base: “Son grupos eclesiales 
formados por creyentes en Jesús de Nazaret, pertenecientes a las capas populares o 
medias de la sociedad, que han hecho una opción por los pobres y marginados. Cuentan 
con un número reducido de personas, al objeto de posibilitar unas relaciones 
interpersonales estrechas como base para la vivencia de la hermandad. Poseen una 
relativa homogeneidad en su interpretación del evangelio (lectura liberadora), en sus 
opciones políticas (de izquierda) y en su proyecto de Iglesia y de sociedad. Siguen un 
proceso comunitario de educación en la fe (catecumenado) acorde con el proceso de 
maduración humana en su doble vertiente personal y social (concientización). Celebran 
fraternalmente la fe y la vida en un clima festivo y participativo. Ejercen 
corresponsablemente los ministerios y carismas que el Espíritu concede libremente a 
cada creyente para que redunden en beneficio de toda la comunidad eclesial y del 
mundo. Mantienen una comunión critica e interpelante con la jerarquía. Están presentes 
en la sociedad y pretenden contribuir a su transformación a través del compromiso 
sociopolítico de sus miembros, empezando así a hacer realidad el reino de Dios en la 
 
 
 
------------------------------------------ 
 (12) Cf. J. J. Tamayo. Comunidades CristianasPopulares. Sígueme. Salamanca, 1981, p.19. Interesante 
el posterior desarrollo de estos fenómenos y situaciones nuevas que originan y dan sentido al movimiento 
comunitario surgido en las páginas siguientes 19-32, así como en su libro “Un proyecto de Iglesia para el 
futuro en España. Ediciones Paulinas. Madrid 1978, p.75-79. 
(13) M. Useros. Cristianos en comunidad. Sígueme. Salamanca, 1970, p.13-14. 
 
 
 11 
historia, sin por ello reducir dicho reino a los proyectos históricos” (14). 
 
Se llaman comunidades de base porque están fundamentalmente constituidas por 
personas que pertenecen a la base de la pirámide social, a la parte más baja de la 
sociedad, o por personas que han optado por ella. La base es esa parte de la sociedad 
que soporta casi todo el peso de la producción y que participa muy poco en su consumo. 
La base son los pobres y marginados de la sociedad, los oprimidos (15). 
 
Desde el inicio del surgimiento de las comunidades se considera la base como su clave 
de identidad “A medida que las comunidades iban creciendo en conciencia de clase y en 
compromiso, se ha ido perfilando su identificación con la base, de la que forman parte y 
al servicio de quien están las comunidades. La base ha llegado a ser uno de los puntos 
de referencia y una de las claves de identidad de este movimiento comunitario. Pero 
¿cómo se entiende la base? Veámoslo brevemente. La base es esa parte del pueblo 
desprovista, a la vez, de posesiones, de poderes y de conocimientos. A nivel económico, 
 
------------------------------------------------ 
 (14) J. J. Tamayo. Iglesia profética, Iglesia de los pobres p.134. En las páginas siguientes (134-150) 
describe pormenorizadamente las características de estos grupos de cristianos: convivencia ( son un 
espacio abierto para la comunicación horizontal, el encuentro, el diálogo y la convivencia), alteridad (el 
otro no es medio, es fin en sí mismo, igual en dignidad y diferente en cultura, raza, sexo, religión, etc…), 
gratuidad (la relación con el otro como acto de comunicación gratuita, como donación-entrega), 
fraternidad (el sujeto de la fe es la persona en clave de fraternidad y sororidad, en su condición de 
hermano y hermana), formación de sus miembros (educación en la fe y madurez humana), celebración 
de la fe y de la vida (son dos caras de la misma moneda), en comunión con la Iglesia institución (de una 
manera crítica, interpelante y dialéctica), compromiso socio-político (en el marco de los movimientos 
sociales de emancipación, para defender las grandes causas de la humanidad: paz, ecología, desarme, 
emancipación de la mujer, lucha contra el racismo y xenofobia, etc…) y espiritualidad (siendo 
contemplativos en la acción liberadora). 
 José M. Castillo define de este modo la comunidad cristiana: “Toda comunidad cristiana tiene que ser 
una reproducción, en la medida de lo posible, de lo que fue la comunidad de Jesús. Por lo tanto, tiene que 
ser un grupo de personas inspiradas y unificadas por una mística muy fuerte, la mística de la adhesión 
incondicional a Jesús. Un grupo de personas en el que se dan unas relaciones humanas serias y estables. 
Un grupo de creyentes que comparten el mismo proyecto de vida y de acción. Y finalmente un grupo que 
es, de hecho, un espacio de libertad liberadora” (J. M. Castillo. Espiritualidad para comunidades. San 
Pablo. Madrid 1995, p. 28). 
(15) La base según el teólogo J. M. González Ruiz es “el conjunto de aquellos estratos de la sociedad 
humana que soportan la mayor parte del peso de la producción de bienes materiales y que, sin embargo, 
participan mínimamente en el consumo de esos bienes y nada en el control de la producción. La base son 
los explotados, los oprimidos, los pobres”(J. M. González Ruiz. Dios está en la base. Estela. Barcelona, 
1970, p.7-8). 
 De modo semejante se expresa Julio Lois al hablar de los movimientos cristianos de base: “La 
significación del término “base” la entendemos fundamentalmente determinada por criterios socio-
económicos y de opción política y no de situación intraeclesial. Por eso la base, con el sentido que aquí 
queremos darle, queda referida en primer lugar a los pobres y oprimidos, a las personas de la clase obrera 
o de extracción netamente popular. Queda también referida a quienes, por opción, hacen suya la causa de 
esas personas o colectivos ( y esto cualquiera que sea, en principio, su función y responsabilidad eclesial). 
Base no designa, por consiguiente, sin más y en primer término, a las personas carentes de funciones de 
dirección en el seno de la Iglesia. Esto sería permanecer en criterios de determinación de carácter 
intraeclesiástico (distinguiendo en el seno mismo de la Iglesia la “base” de la “cúpula”). El punto de 
referencia fundamental para entender lo que aquí consideramos “base”, digámoslo una vez más, hay que 
situarlo fuera de los marcos eclesiásticos, en la sociedad en general y teniendo en cuenta criterios 
preferentes de orden socio-económico y de opción política” (Julio Lois. Los movimientos cristianos de 
base en España. Ediciones HOAC. N. 15 (1991) p.8). 
 
 12 
la base es esa parte del pueblo que crea las riquezas mediante su trabajo. A ella no le 
corresponde decidir ni la orientación que hay que dar a la producción, ni la organización 
del trabajo, ni el reparto de sus frutos. A nivel político, es la parte que es tratada y 
aparece como un mero objeto en manos de un déspota o de una clase burguesa, no 
puede participar en las decisiones políticas. A nivel cultural, la base ve oprimida su 
cultura por las ideas que legitiman el orden existente. Las ideas dominantes son las de la 
clase dominante. Las clases dominantes han desposeído al pueblo del tener, del poder y 
del saber, valiéndose de la explotación, de la opresión y del dominio. Y es desde esta 
base con la que se identifican las comunidades de que venimos hablando (16). 
 
 En España las comunidades cristianas de base aparecen en el quinquenio 1965-1970 en 
parroquias de barriada y en grupos de cristianos inquietos por un cambio eclesial y 
político.”El origen de las primeras comunidades cristianas (o comunidades de 
cristianos) en los diversos pueblos del Estado Español no es tan lejano. Data de los años 
1965 y siguientes. Y lo que en un primer momento surge como respuesta a una Iglesia 
constantiniana de los pies a la cabeza, pronto se fue perfilando como un modo coherente 
y global – y en este sentido único y totalizador – a nivel teórico y práctico, de vivir el 
mensaje de Jesús desde una opción por el pueblo. Así se iba colaborando en la difícil 
tarea de desbloqueo de la estructura rígida y autoritaria de la Iglesia y se daba paso a la 
expresión comunitaria de la fe, a la dimensión corresponsable de la pastoral, al cultivo 
de las relaciones interpersonales, a la comunicación, como estructuras básicas de un 
estar juntos que desembocara en un testimonio común. Todo esto surge en el momento 
en que se desarrollaba, gracias a la reflexión de los teólogos, a los movimientos 
apostólicos y al Concilio Vaticano II, una nueva teología de los seglares. Todo esto fue 
concretándose en una nueva forma de presencia de la comunidad – comunidades – en la 
transformación de la Iglesia-institución y de la sociedad: presencia operativa y 
dinámica. Este proceso ha desembocado en una opción solidaria y en una identificación 
con los oprimidos, de una parte, y en la entrada e inserción dentro del proceso liberador 
de nuestro pueblo que lucha por la libertad. O dicho con otras palabras: el proceso ha 
derivado en un compromiso colectivo de la comunidad y de las comunidades” (17). 
 
Su nacimiento reviste unas características muy concretas dada la situación especial del 
país. “En España el nacimiento de las comunidades eclesiales de base tuvo lugar en 
conexión con la crisis de los movimientos apostólicos de la Acción Católica, con la 
contestación de estudiantes e intelectuales al sistema autoritario de Franco, con el auge 
de las luchas obreras y con el resurgirde la oposición política a la dictadura. Coincide 
 
 
 
 
------------------------------------------------- 
(16) Editorial. Comunidades en marcha. Revista de Comunidades Cristianas, n.4, Marzo de 1976, p. 6-7. 
(17) Editorial. Comunidades en marcha. Op. cit., p. 6. El teólogo Casiano Floristán las define de esta 
manera: “Las primeras comunidades cristianas españolas – en sintonía con las comunidades eclesiales 
latinoamericanas – son espacios de comunicación religiosa y social, lugares de celebraciones encarnadas, 
ámbitos de reiniciación de fe y plataformas de compromiso liberador… Los principales factores 
originantes de las comunidades de base en España son, a mi modo de ver, el tránsito de la pastoral de 
cristiandad a la pastoral misionera (imperativo evangelizador), la recuperación del compromiso profético 
en la lucha por la paz y la justicia (imperativo sociopolítico), la celebración de la fe en régimen de 
asamblea grupal (imperativo sacramental), la reiniciación con sentido personal y social (imperativo 
catecumenal) y la configuración solidaria de los miembros sin discriminación de la mujer (imperativo de 
la igualdad)” (C. Floristán, op. cit., p.430). 
 
 13 
asimismo con la renovación producida durante los años que siguen al Vaticano II en los 
campos de la teología, de la praxis pastoral y del pensamiento crítico”(18) . 
 
Las mismas comunidades, haciendo un poco de historia, ven sus orígenes de esta 
manera: “Las comunidades cristianas de base surgen en el Estado Español en la década 
de los sesenta. Influyen en su origen grupos procedentes de Movimientos Apostólicos, 
como HOAC, FAC, JAC, VO, MO, etc…Se desarrollan en medios obreros, parroquias 
de suburbios urbanos, ambientes cristianos independientes, núcleos universitarios, 
sectores rurales y emigración española en Europa. 
 
Contribuyen a este proceso tanto la situación eclesial como la sociopolítica. 
 
 - Por lo que se refiere a la Iglesia recordemos el fuerte impacto que causó el 
Vaticano II por su nueva concepción de la Iglesia como Pueblo de Dios, defensora de 
los derechos humanos y separada del Estado, con la aceptación de la autonomía de los 
seglares y sus asociaciones dentro de la Iglesia. 
Las bases cristianas acogieron con optimismo este nuevo aire, pero la Jerarquía se 
resistió a reconocer la autonomía de los movimientos apostólicos a los que siguió 
considerando “participación de los seglares en el apostolado jerárquico de la Iglesia”. 
Tampoco se aplicó la doctrina del concilio a la situación social y política del Estado. 
Esto provocó que los creyentes buscaran asociaciones más libres y autónomas. 
Se descubrió también la necesidad de espacios humanos para vivir la fraternidad 
cristiana con autenticidad, de acuerdo con el evangelio y con los pobres. 
 
 - Respecto a la situación política era de clara opresión para las clases populares, 
que mantuvieron una lucha constante contra la dictadura. En muchas nacionalidades 
esta lucha se unió al combate por su identidad como pueblo. Los grupos cristianos 
fueron tomando conciencia de la situación y se incorporaron a la lucha contra el 
franquismo en las asociaciones clandestinas. 
 
A partir de esta doble experiencia surgieron grupos de base, no de mera renovación 
parroquial, que descubrieron algo distinto de lo ya existente y fueron originales en la 
manera de construir lo comunitario. 
 
Estos grupos cristianos intentaron vivir la fe desde la lucha por la liberación del pueblo 
como nacionalidad y como clase. Así se elaboró una nueva visión de la teología, de los 
sacramentos y de la Iglesia. A esto ayudó la Teología de la Liberación y el nacimiento 
de Cristianos por el Socialismo, que catalizó una línea de comunidades cristianas y que 
contribuyó a vivir la opción fe-compromiso” (19). 
 
----------------------------------------------------- 
(18) A. Hortelano, op. cit., p.37. Rufino Velasco estudia el florecimiento de la Iglesia de base en España y 
describe sus características principales: “No cabe duda de que, después del Concilio, el fenómeno de las 
Comunidades de base ha irrumpido con gran fuerza entre nosotros. En direcciones muy diversas, como 
veremos luego, pero configurando una nueva forma de Iglesia y un nuevo funcionamiento comunitario, 
tal como parecía exigirlo la eclesiología del Vaticano II” (Rufino Velasco. La Iglesia de base. Nueva 
utopía. Madrid, 1991, p. 26). A continuación detalla los aspectos más destacables de estas comunidades: 
la nueva conciencia de la dimensión comunitaria de la fe, la superación de una forma clerical de Iglesia, 
la creatividad desde abajo, la distribución de las tareas de la comunidad y las celebraciones comunitarias 
de la fe y la nueva forma de presencia y de compromiso en la sociedad ( p. 26-30). 
(19) Bases de CCP. Revista de Comunidades Cristianas Populares. Madrid, 26-27 (1980), n.1, 2 y 3. 
 14 
 En 1969 tiene lugar un acontecimiento importante en el movimiento comunitario 
cristiano. Se celebra en Valencia la primera Asamblea Peninsular de comunidades 
cristianas. Este hecho supone la consolidación de esta experiencia comunitaria en la 
Iglesia y en la sociedad españolas. En la mencionada asamblea se realiza un análisis 
crítico de la institución eclesiástica desde la identificación con la clase de los pobres, 
precisando distintas estrategias de actuación en el interior de la Iglesia. La reunión 
define los elementos constitutivos de una comunidad de base. Propone unos objetivos a 
conseguir y se fija el proceso de formación. Al final, se concretan unas acciones 
inmediatas, entre las que cabe destacar la creación de un boletín como canal de 
intercomunicación entre las comunidades y la necesidad de coordinarse entre sí para 
dinamizar y extender el movimiento comunitario. Se constatan una serie de obstáculos 
que van a encontrar las comunidades en su caminar, pero existe una gran ilusión de 
extender el fenómeno surgente. Podemos resumir el talante y contenido de la asamblea 
con las palabras del teólogo Tamayo: “La Asamblea de comunidades cristianas 
celebrada al finalizar la década de los años sesenta – tan fecunda y tan compleja a la vez 
– puso sobre el tapete unos problemas, unos interrogantes y una alternativa eclesial que 
en la década de los setenta serán asumidos, profundizados y radicalizados por las bases 
cristianas más comprometidas. Ofrecía, además, la clave para dar respuesta a muchas de 
las situaciones que más tarde vivirían las comunidades. Básicamente estaba fijada la 
estrategia a seguir en el futuro” (20). 
 
 Ese mismo año, del 13 al 17 de Octubre se convoca la V Semana de Teología de la 
Universidad de Deusto, El tema a tratar es la teología de las comunidades de base. Por 
vez primera el movimiento comunitario cristiano es objeto de la reflexión teológica. Al 
mismo tiempo, se exponen en sendos seminarios algunas experiencias de comunidades 
de base. Las ponencias corren a cargo de personas de gran talla intelectual: Lorenzo 
Gomis, Luis M. Armendáriz, Giulio Girardi, José María Llanos, Alfonso Alvarez 
Bolado, Antonio Marzal, Joaquín Perea, José G. Caffarena y Ricardo Alberdi. 
 
Estos acontecimientos fortifican el movimiento comunitario, extienden su existencia y 
logran la aceptación, o al menos la tolerancia, de la jerarquía de la Iglesia, si bien las 
condiciones políticas y eclesiásticas no eran las mejores para su reconocimiento (21). 
 
El surgimiento de estas comunidades, aunque con algunas reticencias y no 
masivamente, fue aceptado por la jerarquía de la Iglesia, que vio en este fenómeno 
cristiano un signo de vitalidad y de la presencia del Espíritu Santo. Así se expresaba el 
cardenal Tarancón al respecto: “Este fenómeno es signo de vitalidad. A pesar del 
secularismo creciente de la sociedad de consumo, son muchos los cristianos que quieren 
vivir el compromiso con su fe hasta las últimas consecuencias y quieren ahondar en el 
hombre de nuestro tiempo. Creo sinceramente que el Espíritu Santo está presente en 
estas manifestacionesde la vitalidad de la Iglesia, porque hoy más que nunca es 
indispensable el clima de comunidad para la educación de la fe y para vivir 
comprometidamente el cristianismo en una sociedad pluralista. La unidad en la 
 
------------------------------------------------ 
(20) J. J. Tamayo. Comunidades Cristianas Populares. Sígueme. Salamanca, 1981 p. 39. 
(21) “Aunque las críticas condiciones de represión existentes en el plano político y en buena parte de la 
jerarquía eclesiástica no parecían muy favorables para el reconocimiento del derecho de ciudadanía de las 
comunidades de base en el seno de la iglesia, éstas se multiplicaron y se extendieron por casi todo el 
territorio español”( J. J. Tamayo, op. cit., p.40). 
 15 
diversidad es la característica de todas las obras de Dios. La unidad absoluta en la fe, en 
los sacramentos y en las prácticas fundamentales de la vida cristiana es una nota 
esencial de la verdadera Iglesia de Cristo. Unidad que debe enriquecerse con la 
pluralidad de formas, carismas, de dones promovidos por el Espíritu Santo. Tan sólo de 
esta suerte serán estos movimientos y comunidades instrumentos del Espíritu para la 
renovación de la Iglesia y para la salvación de los hombres” (22). 
 
El concilio Vaticano II no sólo había puesto las bases del futuro movimiento 
comunitario al hablar de la Iglesia como Pueblo de Dios, sino que en sucesivos 
documentos habla de la comunidad cristiana expresamente. Primero, en la constitución 
dogmática sobre la Iglesia (Lumen gentium), señala la relación existente entre la Iglesia 
de Cristo y las comunidades: “Esta Iglesia de Cristo está verdaderamente presente en 
todas las legítimas reuniones locales de los fieles, que, unidas a sus pastores, reciben 
también en el Nuevo Testamento el nombre de iglesias (Act. 8, 1 ; 14, 22-23; 20, 17). 
Ellas son, en su lugar, el Pueblo Nuevo llamado por Dios en el Espíritu Santo y en gran 
plenitud (cf. I Tes. 1, 5)… En estas comunidades, aunque sean frecuentemente pequeñas 
y pobres, o vivan en la dispersión, está presente Cristo, por cuya virtud se congrega la 
Iglesia una, santa, católica y apostólica” (LG 26). 
 
En la constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual (Gaudium et spes) 
manifiesta el concilio que la Iglesia está al servicio del mundo a través de la comunidad 
cristiana: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de 
nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y 
esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente 
humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por 
hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar 
hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla 
a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y 
de su historia” (GS 1). 
 
Y en el decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia (Ad gentes) habla el concilio 
de la comunidad cristiana como expresión de la presencia de Dios en el mundo con 
estas palabras: “El Espíritu Santo que llama a todos los hombres a Cristo por las 
semillas de la Palabra y la predicación del Evangelio y suscita en los corazones el 
homenaje de la fe, cuando engendra a los que creen en Cristo para una nueva vida en el 
seno de la fuente bautismal, los congrega en el único Pueblo de Dios , que es linaje 
escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo de adquisición (I Petr.2,9). Los 
misioneros , por consiguiente, cooperadores de Dios, susciten tales comunidades de 
fieles que, viviendo conforme a la vocación con que han sido llamadas, ejerciten las 
funciones que Dios les ha confiado, sacerdotal, profética y real. De esta forma, la 
comunidad cristiana se hace exponente de la presencia de Dios en el mundo, pues por el 
sacrificio eucarístico pasa con Cristo al Padre; nutrida cuidadosamente con la palabra de 
Dios, da testimonio de Cristo, y, finalmente, anda en la caridad y se inflama de espíritu 
apostólico. La comunidad cristiana debe establecerse desde el principio de tal forma 
que, en lo posible, sea ella misma capaz de satisfacer sus propias necesidades” (AG 
15). 
 
---------------------------------------------- 
(22) Citado por A. Hortelano. Op. cit., p.38. 
 
 16 
En 1971 tiene lugar la Asamblea conjunta Obispos-Presbíteros, con el propósito de 
aplicar en España el espíritu del concilio Vaticano II. Tuvo una gran importancia en la 
vida eclesial española y una apreciable repercusión en la vida política. A través de 
siete ponencias se abordaban los principales problemas de la Iglesia y de su acción 
pastoral. Sus conclusiones eran fruto del trabajo de las asambleas previas diocesanas. 
Pues bien, la asamblea se decanta a favor de las comunidades cristianas. Crear 
comunidades es misión de la Iglesia, se dice: “Es tarea de la Iglesia evangelizar y crear 
comunidades de fe, que sean, a su vez misioneras en un mundo que cambia y crece. Esta 
exigencia básica da sentido a toda acción pastoral y reclama una opción fundamental: 
actuar decididamente en la línea de una pastoral de evangelización” (Ponencia 3, 1). Es 
también trabajo del ministerio presbiteral la creación de comunidades cristianas: “A la 
misión del ministerio pertenece evangelizar y crear comunidades cristianas en aquellos 
pueblos y grupos humanos que no han conocido el mensaje de salvación o que, aunque 
estén bautizados, todavía no tienen experiencia de comunidad creyente” (Ponencia 
2,17). Y, por lo tanto, es objetivo primordial de la pastoral de la Iglesia la creación de 
comunidades: “Objetivo fundamental de toda planificación pastoral es la creación de 
comunidades cristianas auténticamente misioneras. Para ello será necesario: Promover, 
atender y potenciar formas comunitarias cristianas (verbigracia: equipos de vida, 
comunidades cristianas intermedias, etc…)” (Ponencia 3, 37). 
 
Desgraciadamente, ni las aportaciones del Vaticano II ni las conclusiones de la 
Asamblea mencionada han tenido eco concreto en la sucesiva tarea pastoral de la Iglesia 
en los años siguientes a su celebración. Las comunidades cristianas, por su parte, 
intentaron canalizar el movimiento cristiano para que no se redujera a meros gestos 
testimoniales, sino que llegara a ser una alternativa dentro de la Iglesia. Se trataba no de 
formar otra Iglesia, sino otro modo de vivir la fe cristiana dentro de la única Iglesia. De 
este modo surge el proyecto de “Iglesia Popular” en 1973, proyecto que se concreta al 
año siguiente en mayo de 1974 en la confección de las “Bases comunes”. Los grupos 
cristianos que aceptan estas bases se definen en el documento de esta manera: “Diversos 
grupos de estos cristianos pertenecientes a las clases que hoy componen el pueblo 
oprimido, intentamos coordinarnos en un esfuerzo organizado por conseguir que la 
Iglesia cumpla su misión evangélica de anunciar realmente la liberación total a través de 
la lucha y de la conquista de los derechos más inmediatos y urgentes que hoy el pueblo 
necesita. Sin romper con la Iglesia española, globalmente considerada, desde dentro de 
ella, en la Iglesia universal, pero sin renunciar en ningún momento a la solidaridad real 
con el pueblo oprimido al que pertenecemos” (23). El documento, después de realizar un 
análisis, en un primer apartado, sobre la relación entre la Iglesia y la sociedad española, 
denunciando el apoyo de la Iglesia al orden existente, estudia, en apartados sucesivos, el 
movimiento de Iglesia popular dentro de la Iglesia y dentro de la sociedad. Se plantea 
como objetivo dentro de la Iglesia “sostener una lucha ideológica entre dos modos de 
entender y vivir el evangelio y su liberación, desde las dos posiciones contradictorias de 
identificación u oposición a los intereses objetivos del pueblo oprimido” (24), todo ello 
 
 
------------------------------------------------- 
(23) J. Rey y J. J. Tamayo. Por una Iglesia del pueblo.Mañana editorial. Madrid, 1976, Bases comunes de 
Iglesia Popular, p. 41. 
(24) J. Rey y J. J. Tamayo. op. cit. Bases comunes de Iglesia Popular, p. 44. 
 
 
 17 
desde dentro de la Iglesia, y con una fuerza real de Iglesia popular. Dentro de la 
sociedad, dice el documento, “debemos identificarnos por satisfacer las aspiraciones y 
necesidades actuales del pueblo: en el momento actual y dentro del proceso de 
liberación, el pueblo tiene unas necesidades inmediatas y urgentes. Como miembros de 
este pueblo, y desde nuestra perspectiva cristiana, asumimos estas aspiraciones y 
necesidades como contenido básico de nuestra lucha liberadora” (25). 
 
En el primer Encuentro de Comunidades del Estado celebrado en Madrid en 1976 se 
concretan las características de la comunidad cristiana de base: “Es un grupo social, 
primario o secundario, de trabajo, formado desde decisiones libres de los miembros, con 
relaciones interpersonales, con un objetivo común (regenerarse y comprometerse), que 
lleva consigo normas y valores de conducta, con participación de todos, con incidencia 
sobre la estructura social. 
De base popular o con opción por el pueblo clara, económica, política, cultural, social y 
religiosa. 
Comprometido socioeconómicamente en la liberación, no sólo a través de sus 
miembros, sino con magnitud comunitaria. 
Formado por creyentes, que reformulan críticamente su fe, pertenecen libre y 
parcialmente a la Iglesia institucional (con una pertenencia que no puede traducirse más 
que en una identificación parcial y crítica). 
Se sitúan en un proceso constituyente catecumenal para reorientar la vida cristiana y 
redescubrir la expresión social de la fe. 
Se hallan en estado de misión o de acción evangelizadora liberadora para ser 
evangelizados y dejarse evangelizar. 
Celebran la liturgia con un ritual adecuado a su realidad. 
Y están organizados o coordinados, tendiendo a la posibilidad de una respuesta común 
cada vea más amplia y eficaz” (26). 
 
Las comunidades cristianas se presentan como una alternativa de Iglesia, otro modo de 
ser Iglesia más acorde con los orígenes del cristianismo y no como otra Iglesia diferente 
de la existente. “Por tanto, cuando la comunidad plantea el construir una alternativa de 
Iglesia, no pretende ni mucho menos la construcción de una Iglesia paralela (esta ha 
sido una de las acusaciones que se le ha hecho al movimiento comunitario de base), de 
catacumbas, de ruptura con la Iglesia institución, sino que lo que la comunidad creyente 
plantea es el asumir la difícil y muchas veces contradictoria tarea – desde dentro de la 
Iglesia institución y la pertenencia consciente a ella – luchar por la purificación de la 
Iglesia, por que entre en un auténtico proceso de liberación y vuelva a ser la esposa fiel 
depositaria de la promesa, del mensaje de liberación a los pobres, a los bienaventurados 
del evangelio. Se trata de hacer Iglesia nueva, no una nueva Iglesia. 
 
Pero en muchos momentos, y dado el proceso de prostitución frecuente en el que la 
Iglesia institución se ha movido, aliada con los poderosos, instrumento eficaz al 
servicio de los explotadores, cunde entre grandes sectores de creyentes el escepticismo, 
cansancio y temor de que esa Iglesia, fortalecida desde el poder, sea auténtica 
dimensión profética en la historia… 
 
------------------------------------------------- 
(25) J. Rey y J. J. Tamayo. op. cit. Bases comunes de Iglesia Popular p.45. 
(26) I Encuentro de CCP. Madrid 19-21 de Marzo de 1976. Boletín de Comunidades Cristianas. 
Zaragoza. 1976, n. 2. 
 18 
Pero a pesar de ese escepticismo, cansancio y temor las comunidades cristianas no 
podemos perder de vista la misión a la que como creyentes estamos llamados: a través 
de los acontecimientos y con madurez asumir una postura de denuncia en el interior de 
la Iglesia. Aunque por otra parte conscientes de que la lucha intraeclesial no puede ni 
debe agotar todos nuestros niveles de respuesta… 
En esa relación dialéctica a mantener por parte de las comunidades con la Iglesia 
institución, que bien podrá traducirse en términos de comunión-lucha, las comunidades 
se sienten movidas por una exigencia de radicalización, es decir, llegar a las raíces. 
Porque son conscientes de que sólo desde ahí se verá lo que hay que unir, reconciliar, en 
su relación con la Iglesia institución, y cómo, sólo desde ahí la unión y la pluralidad 
alcanzarán sus auténticas y no ideologizadas dimensiones. 
Esta clarificación en la opción por el mundo oprimido que quieren vivir las 
comunidades se debe a que saben que sólo desde ahí se puede dar un diálogo superador 
de las diferencias. Frente a este posición se encuentra la alternativa que propicia la 
Iglesia oficial: desde una supuesta comunión, abstracta, idealista, subjetiva, intimista, ir 
a un pluralismo encubridor y al servicio del mantenimiento del poder económico-
político vigente”.Así se manifiestan las comunidades en el Primer Encuentro Estatal de 
Madrid del 19 al 21 de Marzo de 1976 (27). 
 
B.- Las Comunidades Cristianas Populares. Algunas de las comunidades cristianas de 
base adquieren el nombre de populares en el II Encuentro Estatal (Noviembre 1976), a 
raíz del proyecto de Iglesia Popular, plasmado en las Bases Comunes de 1974, que 
orienta la teoría y la práctica de las Comunidades Cristianas Populares (CCP). Estas 
comunidades se presentan también como una alternativa de vida. Las comunidades 
cristianas populares intentan abarcar todos los aspectos de la vida humana. La 
comunidad es para muchos cristianos el lugar de comunicación entre las personas, sobre 
la base de una relación íntima y profunda (28). El objetivo principal de la comunidad es 
compartir la vida, la fe, el compromiso, el cariño entre las personas, las experiencias, las 
alegrías y tristezas, los acontecimientos individuales y colectivos. Frente al 
individualismo y a la soledad, la comunidad coloca a sus miembros en relación con 
otros semejantes para compartir su vida. Frente al anonimato, la despersonalización y la 
masificación, en la comunidad cada uno tiene nombre y unas características concretas 
por las que se le reconoce y acepta. Frente a las relaciones interesadas la comunidad 
busca una relación gratuita y gratificante. Frente al desencanto, pasotismo y absentismo, 
la comunidad alienta el compromiso personal de sus miembros. Frente al inmediatismo 
y tacticismo de la acción humana, la comunidad abre horizontes más lejanos y se 
encamina hacia la utopía de una sociedad de hermanos. Frente a la dicotomía individuo-
estructura, la comunidad considera necesario el cambio de las personas y de las 
estructuras. La comunidad es un anuncio y signo de una sociedad diferente y de unas 
relaciones interpersonales humanas y fraterna (29). 
---------------------------------------------- 
(27) Boletín de Comunidades Cristianas. Zaragoza 1976, n. 2. 
(28)”La comunidad no sólo es el grupo con el que se hace oración y se celebra la Palabra y la Eucaristía, 
sino que es para muchos cristianos el lugar preferente de comunicación interpersonal, donde en cierta 
forma se da un tipo de relación entre sus componentes que, sin atreverme a llamarlo de verdadera 
fraternidad, sí diría que anuncia una relación entre las personas diferente, más íntima, más profunda, más 
humana” (Manuel Raya. La comunidad ¿alternativa de vida?. Revista de CCP. Madrid. Enero-Febrero 
1982, p. 10). 
(29)”Estos son algunos elementos que presentan a la comunidad cristiana popular, si no como una 
alternativa de vida en la cual se pudieran reconocer y agrupar todos los individuos de una sociedad, sí 
como un grupo humano que anuncia y practica una nueva forma de vivir” ( Manuel Raya, op. cit., p. 10-
11). 
 19 
 A diferencia de las comunidades cristianas de base, cuya preocupación principal gira en 
torno a la parroquia, las comunidades populares normalmente están al margen de la 
parroquia y tienen un fuerte compromiso socio-político (30). Su nombre es indicativo de 
lo que estas comunidadespretenden ser: 
 
 Comunidades (C): Son grupos en los que existe una relación interpersonal fuerte y 
donde cada persona tiene un nombre propio para los otros (31). Dice referencia a un 
grupo de personas que ponen su vida en común, en un intento de afirmar lo colectivo 
por oposición a lo individual. La actitud fundamental de los que forman la comunidad 
es la apertura a los otros en contraposición a la cerrazón sobre uno mismo, que es lo 
característico del egoísmo. Su característica básica consiste en poner en común lo que se 
es y lo que se tiene. Esto lleva consigo una serie de connotaciones que definen a la 
comunidad: la comunicación entre los miembros, el intercambio de vivencias, las 
relaciones interpersonales, el diálogo constante, el mutuo conocimiento, los objetivos 
comunes de los que la constituyen, la participación de todos en las decisiones y la 
igualdad de todos los componentes. Evidentemente que hay diversos niveles de 
comunidad según sea lo que se pone en común, la amistad (comunidad de amigos), la fe 
(comunidad de fe), la vida (comunidad de vida), los bienes materiales (comunidad de 
bienes) o la acción (praxis) (comunidad de acción). En conclusión, la comunidad intenta 
ser una afirmación del valor de lo colectivo frente a lo individual. 
 
 Cristianas (C): Dice referencia a Jesús de Nazaret, el Cristo liberador. Con esta 
palabra se quiere afirmar la persona de Jesús-Cristo por oposición a los objetos, cosas y 
prácticas rituales. Las comunidades cristianas son, por lo tanto, un grupo de personas 
que tienen en común su referencia a la persona y vida de Jesús de Nazaret, el Cristo. 
Constituye uno de los pilares fundamentales del movimiento, la fidelidad a Jesús, su 
seguimiento, y a su causa que es el Reino. Jesús formó en torno a sí un grupo, una 
comunidad de discípulos. La intención fundamental de Jesús fue constituir una 
comunidad. Y este es el modelo ejemplar. En esta comunidad la condición de admisión 
es la renuncia al dinero y a todo lo que se posee, para compartirlo con los demás (cf.Act. 
2, 42-47 y 4, 32-35). El programa de vida y de acción lo constituyen las 
bienaventuranzas (cf. Mt. 5, 3-12; Lc. 6, 20-26). La actitud fundamental es el servicio 
(cf. Mt. 20, 25-28). En conclusión, la comunidad cristiana dice referencia a la persona y 
vida de Jesús de Nazaret, y a su causa, el Reino, en cuanto proyecto de alternativa frente 
al programa del mundo, ofreciendo un tipo de sociedad diferente. 
 
Y Populares (P): Dice referencia al pueblo, en cuanto sector de la realidad social 
carente de los recursos fundamentales: económico, de influencia y cultura. Con ello se 
intenta afirmar lo marginado de la sociedad frente a lo poderoso e importante. 
Constituye el segundo pilar de la comunidad cristiana, la opción por el pueblo, bien 
porque sus componentes son del pueblo, de las clases populares, bien porque han optado 
 
 
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(30) “Son más bien comunidades autónomas que surgen al margen de la parroquia y con un fuerte 
compromiso socio-político” (A. Hortelano. Op. cit., p. 38). 
(31) “El movimiento está formado por comunidades concretas donde se dan relaciones humanas 
interpersonales y donde cada uno tiene un nombre propio para los demás” (J. J. Tamayo Las comunidades 
cristianas populares, en Desafíos cristianos. Loguez ediciones. Salamanca, 1988, p. 164). 
 
 
 20 
por él y sus intereses. La característica principal de estas comunidades cristianas es que 
son comunidades del pueblo y para el pueblo, insertas en él, asumiendo su causa y sus 
intereses, y que han optado por los sectores más marginados de la sociedad. En 
conclusión, la comunidad cristiana dice referencia al pueblo, a las clases populares, 
asumiendo su vida y su causa: la defensa de sus derechos y la lucha por su liberación 
(32). Y esto mismo es lo que afirman las comunidades en sus Bases de 
1980:”Entendemos por pueblo: a) La amplia base de la realidad social carente de los 
recursos que controlan el tener, el poder y el saber, a la que se niega el derecho a 
configurar con libertad creativa y protagonismo su proyecto de vida y sociedad; b) Las 
comunidades autóctonas y nacionalidades oprimidas en su propia identidad colectiva y 
también las que la han recuperado constituyéndose en pueblos libres. Al decir que 
somos Comunidades del pueblo y para el pueblo, queremos expresar que nuestras 
comunidades están insertas como tales en él, asumen solidariamente su causa y optan 
por los sectores más marginados de la sociedad”(33). 
 
La Comisión Episcopal de Pastoral en 1982 al tratar del servicio pastoral a las 
pequeñas comunidades cristianas no sólo las reconoce, sino que ve en ellas un signo 
claro de la vitalidad de la Iglesia: “Debemos reconocer que las pequeñas comunidades 
cristianas (PCC) han nacido de la base eclesial, como una muestra más de la perenne 
vitalidad con que el Espíritu la fecunda” (n.1).”Con la presentación de este documento 
de trabajo pretendemos reconocer los valores cristianos y eclesiales que laten en la base 
del movimiento de las PCC, manifestar y reconocer públicamente sus derechos de 
ciudadanía en la Iglesia, estimular la corrección de defectos, el perfeccionamiento y 
maduración de los valores que ya existen; animar en nuestras diócesis la formación de 
nuestras comunidades, y potenciar el diálogo y la colaboración entre unas comunidades 
y otras, entre éstas y las Iglesia locales” (n. 5). El documento reconoce la influencia 
decisiva que ha tenido el concilio Vaticano II en la formación de estas pequeñas 
comunidades; señala después sus aspectos positivos y negativos; y acepta que estas 
comunidades han nacido al margen de la jerarquía: “Nos parece necesario reconocer 
públicamente con realismo que, en general, las PCC no sólo no han nacido por 
iniciativa de los obispos y vicarios de pastoral, sino que durante mucho tiempo han 
vivido ignoradas o meramente toleradas por nosotros” (n 33). Y es digno de resaltar la 
afirmación que hace el documento: “Las PCC constituyen una expresión más entre otras 
de la vida de la Iglesia… tienen un derecho básico a que se les reconozca como parte de 
la diócesis a todos los efectos” (n. 34). 
 
A nivel regional de Aragón la Asamblea Diocesana de Huesca en 1983, en su reflexión 
sobre la Iglesia Diocesana-Pueblo de Dios, propone en sus conclusiones crear y 
potenciar las Comunidades Cristianas Populares en la diócesis: “Trabajar en las 
parroquias para crear comunidades cristianas que sean lugar de crecimiento y 
maduración en la fe y que todo esto se haga comunitariamente. Valorar y potenciar 
“Comunidades Cristianas Populares”, como una respuesta a personas a las que no se les 
puede responder desde la parroquia” (34). 
 
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(32) Cf. José María Castillo. La alternativa cristiana. Sígueme. Salamanca 1978, p. 31-105. 
(33) Bases de CCP. Revista de CCP. Madrid, Mayo-Junio 1980, IV, 3. 
(34) Asamblea Diocesana I. Huesca, 1983, p. 19. Conclusiones 12 y 13. Y en el estudio que hace sobre la 
evangelización llega a la siguiente conclusión: “La Iglesia Diocesana para realizar la evangelización 
decide promover y trabajar con pequeñas comunidades cristianas” (Asamblea Diocesana II. Huesca 1983, 
p. 15. Conclusión 11). 
 21 
Las comunidades cristianas de base y populares son evidentemente un acontecimiento 
que ha colaborado y sigue intentando la renovación evangélica de la Iglesia. Como este 
movimiento está integrado por personas humanas, tiene aspectos positivos y negativos, 
como es lógico; pero nadie puede negar , como ha sido reconocido por personas de 
reconocido prestigio, que ha supuesto un hito de esperanza, ilusión y utopía tanto dentro 
de la Iglesia, como de la sociedad . Así lo reconoce el teólogo J. Comblin: “Las 
comunidades cristianas populares no son sencillamente el producto de factores sociales 
espontáneos: no son el producto natural de la miseria, el medio que las culturas 
populares inventan parasobrevivir. No negaremos los factores sociológicos. Sin ellos el 
fenómeno de las comunidades sería muy difícil…El triunfo de la comunidad sobre las 
fuerzas de disociación que hay en la sociedad requiere algo más que fuerzas puramente 
naturales…. Por sí solos los factores sociológicos no lo explican todo. Hay en las 
comunidades cristianas algo nuevo que parece ser un milagro de Dios. Hay una fuerza 
que suscita generosidad, dedicación, sacrificio, algo que es comparable a los orígenes 
del cristianismo. Dentro de los espacios descritos por la sociología y abiertos a nuevas 
formas de asociación, aparecen fuerzas extraordinarias de personas que saben dedicar su 
vida al nacimiento de una vida realmente comunitaria. Pues la comunidad nunca nace 
por sí sola, sino con la ayuda, la inspiración y la palabra profética de personas dedicadas 
a ella. La comunidad sólo se entiende a la luz de la revelación bíblica. En ella hay algo 
del reino de Dios. Ella procede de la fuerza del Espíritu de Jesucristo… En cierto modo 
ella también es una señal sensible del Espíritu en el mundo” (35). 
 
4.- Itinerario de las Comunidades Cristianas Populares en el Estado Español. 
 
A partir de la confección de las Bases Comunes de Iglesia Popular en Mayo de 1974, las 
comunidades populares se organizan mediante una Coordinadora Estatal. Esta 
Coordinadora será la encargada de dinamizar la marcha de las comunidades 
coordinadas. Como primer medio para conseguir el fin mencionado se edita una revista 
que de Noviembre de 1975 a Noviembre de 1977 se llama “Comunidades Cristianas”. A 
partir de Diciembre de 1977 lleva como título “Comunidades Cristianas Populares” 
hasta Octubre de 1990. Desde 1991, y en unión con las comunidades cristianas de base, 
recibe el nombre de “Utopía”, hasta el día de hoy. En el año 2004 ha celebrado la 
edición número 50. Esta revista ha constituido el órgano de difusión y coordinación de 
documentos, experiencias, comunicados e intercambios de las Comunidades Cristianas 
Populares y de Cristianos de Base. 
 
A.- Encuentros Estatales. Al poco tiempo de formarse la Coordinadora Estatal y 
convocado por ella, tiene lugar el primero de los Encuentros Estatales en Madrid, del 
19 al 21 de Marzo de 1976. El último de ellos, el décimo tercero, se ha celebrado en 
Valladolid, del 4 al 7 de Diciembre de 2004. Estos Encuentros han servido para unificar 
criterios dentro de la diversidad de cada pueblo o región. Han sido medios excelentes 
de comunicación libre y espontánea entre las comunidades asistentes. En ellos se han 
intercambiado y puesto en común las experiencias vividas por cada comunidad con las 
características peculiares de su cultura e idiosincrasia propias. Han sido también 
espacios de reflexión en torno a los problemas que ha ido surgiendo tanto en la Iglesia 
 
 
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(35) J. Comblin. Espíritu Santo, en Conceptos fundamentales de la Teología de la Liberación, t. I, p.627-
628. 
 22 
como en la sociedad. Y en ellos se ha recuperado el clima festivo y celebrativo de la fe a 
través de nuevos símbolos e imágenes de gran creatividad. 
 
 - El I Encuentro tiene lugar en Madrid del 19 al 21 de Marzo de 1976. bajo el lema 
“Hacia una alternativa de Iglesia”. Después de analizar la situación política del 
momento de lucha popular generalizada y el papel legitimador del Estado vigente que 
estaba jugando la Iglesia, se concluye: “Ante esta situación, las Comunidades Cristianas 
de composición popular nos hemos de empeñar en la práctica de una Iglesia que fiel a 
Cristo y su Evangelio sea fuerza liberadora para el conjunto de las clases oprimidas. 
Una Iglesia libre de toda dependencia política opresora y con una posición clara al lado 
del pueblo y su causa. Una Iglesia libre de toda ideología opresora, que arraigada en 
fundamentos evangélicos, elabore, en constante escucha de los pobres, la teología y 
moral que exprese e ilumine la causa de la liberación popular. Una Iglesia libre de 
mitos, que celebre el mensaje y salvación ofrecida por Cristo, con signos y símbolos 
propios de la cultura genuina creada por el pueblo. Una Iglesia profética que libre de 
sucios neutralismos, se identifique con la defensa de los intereses reales de los 
oprimidos y, desde ahí, denuncie todas las opresiones concretas que sufren” (36). 
 
 - El II Encuentro se celebra también en Madrid el 31 de Octubre y 1 de Noviembre 
de 1976. En la primera sesión se trata el tema de la Iglesia que queremos. Bajo el título 
“El pueblo cristiano reclama su derecho a hacer Iglesia”, se señalan, en primer 
lugar, las notas características de la Iglesia que se desea: una Iglesia fiel a la causa de 
Jesús desde la fidelidad al pueblo y su liberación. En segundo lugar, se concretan los 
atributos de la Iglesia por la que optan las comunidades presentes en el Encuentro: una 
Iglesia pobre, libre, de igualdad y sin privilegios, de servicio y de creyentes. 
Finalmente, se sugieren una serie de reivindicaciones de cara a la Iglesia a fin de que 
sea realmente servidora del pueblo oprimido y marginado. En la segunda sesión se 
reflexiona sobre la reformulación de la fe. Bajo el enunciado “El pueblo cristiano 
reclama su derecho a hacer teología” se debate sobre una formulación popular de la 
fe, partiendo de los acontecimientos y con opciones concretas. En una tercera sesión se 
habla sobre la postura de las comunidades cristianas frente al momento actual, 
tratando el tema del concordato, de la enseñanza y de la participación política y sindical 
de los cristianos. 
 
 - El III Encuentro tiene lugar en Madrid el 29 de Abril al 1 de Mayo de 1978, con 
el tema del quehacer de las Comunidades Cristianas y bajo el lema: “Hacer 
comunidad, hacer pueblo, hacer Iglesia”. Julio Lois, que fue el encargado de hacer la 
presentación, se expresaba de esta manera: “Celebramos y reflexionamos sobre la 
significación de nuestra fe, desde nuestra praxis liberadora. Sin tal praxis no hay 
enriquecimiento posible de nuestras comunidades. Sin luchas con el pueblo no hay 
posibilidad alguna de ser Comunidades Cristianas Populares y de construir una Iglesia 
fiel a la causa del pueblo. Entiendo que indudablemente desde aquí, desde lo ya 
adquirido, desde lo que nos configura y especifica como comunidades populares (y nos 
contradistingue de otros movimientos comunitarios que existen en nuestra Iglesia); 
sobre todo, desde nuestra propia praxis realizada en conformidad con lo que somos es 
 
 
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(36) I Encuentro de Comunidades Cristianas del Estado Español, n. 17. 
 
 
 23 
desde donde partimos en este III Encuentro, para profundizar , desde las siempre nuevas 
demandas que la realidad nos plantea, tres temas claves de nuestro programa: El 
compromiso del cristiano con el pueblo (coordinado por Euskadi), el sentido 
comunitario de la fe (coordinado por Valencia), y signos y símbolos de la fe” 
(coordinado por Málaga) (37). 
 
 - El IV Encuentro se celebra en Valladolid del 12 al 14 de Octubre de 1979 con dos 
temas principales a estudiar. El primero, análisis del hecho religioso, introducido por J. 
J. Tamayo y enriquecido por intervenciones de diversos lugares, que aportaron su 
propio análisis, a fin de tener material amplio para su estudio posterior. El segundo, 
presencia de las Comunidades Cristianas Populares en la sociedad y en la Iglesia, 
ilustrado con una ponencia a cargo de José María Castillo, posterior a las 
comunicaciones de las comunidades. “Los temas tratados por Comunidades Cristianas 
Populares este año han sido temas estrictamente intraeclesiales. Esto a algunos les ha 
parecido una cierta involución, ¿es que el pueblo está ya liberado y podemos bajar la 
guardia? Los encuentros anteriores hablaban más de compromiso con el pueblo, de 
lucha por la liberación. Aquí se ha hablado más de la Iglesia y de la oración y los 
sacramentos. Quizás la tarea de Comunidades ahora sea

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