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La_Celebracion_Del_Misterio_Pascual_Manual_De_Liturgia_01_Celam

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o 7 CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO 
La Celebración 
del Misterio 
Pascual 
MANUAL DE LITURGIA I 
INTRODUCCIÓN A 
LA CELEBRACIÓN LITÚRGICA 
Alberto Aramia, M.Sp.S / Daniel Cronin 
Rubén Leikam, osb I Faustino Paludo, OFMcap 
Alfredo Pouilly / Guillermo Rosas, ss.cc. / Roberto Russo 
Víctor Sánchez / Juan Carlos Spera 
COLECCIÓN DE TEXTOS BÁSICOS PARA 
SEMINARIOS LATINOAMERICANOS 
LELAL 
Cuarta Edició 
La Celebración 
del Misterio Pascual 
MANUAL DE LITURGIA I 
INTRODUCCIÓN 
A LA CELEBRACIÓN LITÚRGICA 
CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO 
La Celebración 
del Misterio Pascual 
MANUAL DE LITURGIA I 
INTRODUCCIÓN 
A LA CELEBRACIÓN LITÚRGICA 
Alberto Aranda, M.Sp.S / Daniel Cronin 
Rubén Leikam, osb / Faustino Paludo, OFMcap 
Alfredo Pouilly / Guillermo Rosas, ss.cc. 
Roberto Russo / Víctor Sánchez 
Juan Carlos Spera 
Bogotá, D.C. - Colombia 
2003 
Con las debidas licencias eclesiásticas. 
© Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM 
© Derechos Reservados 
Carrera 5 N° 118-31 
Apartado Aéreo 51086 
Email: celam@celam.org 
Tels: (571) 6578330, 6714789 
Fax: (571) 6121929 
Bogotá, D.C., 2003 
.Cuarta edición - 2003 
ISBN Obra completa: 958-625-444-5 
ISBN Volumen: 958-625-445-3 
Diseño Carátula: 
Centro de Publicaciones CELAM 
Diagramación: 
Doris Andrade 
Impresión: 
Lito Camargo Ltda. 
Carrera 20 N° 5-12 
Tel: (571) 3600655 
Impreso en Colombia - Printed in Colombia 
PRESENTACIÓN 
v>on renovada alegría pre-
sentamos la cuarta edición de este Manual de Liturgia, 
de la Colección de Textos Básicos para Seminarios 
Latinoamericanos. 
El CELAM recibió el mandato de los Obispos latinoameri-
canos, en sus Asambleas Generales, de elaborar Manua-
les que facilitaran la formación de los seminaristas. Fiel a 
esta clara indicación, los ha ido redactando a lo largo de 
estos años, aunque cambien sus Directivos, hay una her-
mosa continuidad en la tarea encomendada. La nueva edi-
ción de un determinado texto es indicio de que el material 
entregado está respondiendo al objetivo que se pretende 
con él: que sea bueno y útil para los candidatos al ministerio 
sacerdotal, sin excluir a otros miembros de la Iglesia. 
Que este Manual de Liturgia siga siendo un instrumento 
apto, puesto en las manos de los futuros pastores y 
liturgos de estas comunidades latinoamericanas nues-
tras, que viven y gustan la liturgia y la hacen parte esen-
cial de su sentido celebrativo de la vida. 
+ RAMÓN BENITO DE LA ROSA Y CARPIÓ 
Obispo de Nuestra Señora de la Altagracia en Higüey, 
República Dominicana 
Secretario General del CELAM 
Bogotá, junio 12 de 2003 
mailto:celam@celam.org
LA CELEBRACIÓN DEL 
MISTERIO PASCUAL 
MANUAL DE LITURGIA 
Plan de la obra 
Tomo 1 - Introducción a la Celebración 
Litúrgica (Curso Propedéutico) 
• Vida litúrgica en el Seminario 
• ¿Qué es celebrar? La dinámica celebrativa 
• ¿Qué celebramos? 
• ¿Quiénes celebramos? 
• ¿Cómo celebramos? 
¿Cuándo celebramos? 
¿Dónde celebramos? 
• ¿Por qué celebramos? 
Tomo 2 - Fundamentos Teológicos y Elementos 
Constitutivos de la Celebración Litúrgica 
• La celebración del Misterio de Cristo 
La sacramentalidad de la Liturgia 
La Asamblea Celebrante 
• La Palabra de Dios en la celebración 
La oración litúrgica 
Signos y símbolos en la Liturgia 
• El canto y la música en la celebración 
• Expresión de la corporeidad en la celebración 
• El espacio celebrativo 
El tiempo en la Liturgia 
Los libros litúrgicos en el Rito Romano 
Tomo 3 - Los Sacramentos: signos del Misterio 
Pascual 
• Los sacramentos de Iniciación Cristiana 
El Misterio Eucarístico 
Los sacramentos de curación 
• Los sacramentos al servicio de la comunidad 
Tomo 4 - Otras expresiones celebrativas del 
Misterio Pascual y la Liturgia en la vida de la 
Iglesia 
• La celebración del Misterio de Cristo en el año 
litúrgico 
• La celebración del Misterio de Cristo en las horas 
del día. La liturgia de las horas. 
• La celebración de la Palabra de Dios 
Los Sacramentales 
• La celebración de la muerte del cristiano 
• Expresiones celebrativas de la religiosidad popular 
Liturgia e inculturación 
• Pastoral Litúrgica 
• Comunicación y Liturgia 
• El Derecho Litúrgico 
• La Liturgia fuente de la espiritualidad cristiana 
• La celebración del Misterio de Cristo a través de 
la Historia 
ABREVIACIONES Y SIGLAS 
CD Christus Dominus 
CEC Catecismo de la Iglesia Católica 
CIC Código de Derecho Canónico 
CNBB Conferencia Nacional de los Obispos del 
Brasil 
DP Documento de Puebla 
DS Denzinger Schoenmetzer 
DSD Documento de Santo Domingo 
EA Ecclesia in America 
EDIL I; II Enchiridion de Instaurationes Liturgicae 
EF In Ecclesiasticam Futurorum 
EL Ephemerides Liturgicae 
EM Eucharisticum Mysteríum 
Ench Enchiridion. Documentos litúrgicos poscon-
ciliares 
FPIB CNBB, documento 55: Formación de los Pres-
bíteros de la Iglesia en el Brasil - Directrices 
básicas 
GE Gravissimum Educationis 
lOe ínter Oecumenici 
LG 
LMD 
Med 
NDL 
OGLH 
OGMR 
OLM 
OT 
PDV 
PG 
Ph 
PL 
PO 
RF 
RL 
RPL 
SC 
VQA 
Lumen Gentium 
La Maison Dieu 
Documento de Medellín 
Nuevo Diccionario de Liturgia 
Ordenación General de la Liturgia de las 
Horas 
Ordenación General del Misal Romano 
Ordo de Lecturas de la Misa 
Optatam Totius 
Pastores dabo vobis 
Padres Griegos 
Revista Phase 
Padres Latinos 
Presbyterorum Ordinis 
Ratío Fundamentalis Instítutionis Sacerdotalis 
(1970) 
Rivista Litúrgica 
Rivista di Pastorale Litúrgica 
Sacrosanctum Concilium 
Vicesimus Quíntus Annus 
AUTORES 
Volumen I 
Alberto Aranda 
Daniel Cronin 
Rubén Leikam osb 
Faustino Paludo OFMcap 
Alfredo Pouilly 
Guillermo Rosas ss.ee. 
Roberto Russo 
Víctor Sánchez 
Juan Carlos Spera 
México 
Puerto Rico 
Argentina 
Brasil 
Chile 
Chile 
Uruguay 
México 
Uruguay 
http://ss.ee
VIDA LITÚRGICA 
EN EL SEMINARIO 
Faustino Paludo 
Algunos son llamados por Dios en y por la Iglesia 
a un servicio especial de la comunidad. 
Estos servidores son escogidos y consagrados por 
el sacramento del Orden, por el cual el Espíritu Santo 
los hace aptos para actuar en representación 
de Cristo-Cabeza para el servicio de todos 
los miembros de la Iglesia (cfr. PO 2.15). 
CEC I 142 
INTRODUCCIÓN 
L.A renovación litúrgica pos-
tulada por el Concilio Vaticano n señala la formación como 
una exigencia necesaria con miras a un espíritu nuevo y 
a una práctica celebrativa que alimente la vida de los 
fieles. Por esto, toda iniciativa para profundizar la fe cris-
tiana deberá tener la liturgia como uno de sus aspectos 
y dimensiones fundamentales. La liturgia es fuente y 
culmen de la vida de la Iglesia (se 10). Ninguna activi-
dad pastoral debe realizarse sin una referencia a la litur-
gia (Puebla 927). 
Traducción del original portugués: P. Martín Gil Plata. 
Es fundamental que los futuros ministros del pueblo de 
Dios se familiaricen con el espíritu litúrgico y se prepa-
ren de la mejor forma posible para animar y presidir las 
celebraciones. Para esto, es importante que los diver-
sos aspectos de la formación en el Seminario y en las 
casas de formación encuentren acogida y expresión pri-
vilegiada en las celebraciones litúrgicas. Estas, a su vez, 
suponen una iniciación en ia vida y en la práctica 
celebrativa mediante el estudio de los contenidos bási-
cos, a través de cursos, encuentros, momentos mismos 
de celebración. La vivencia litúrgica es una dimensión y 
un elemento que debe estar presente a lo largo de todo 
el proceso formativo. Es importante que desde el comien-
zo del camino formativo los jóvenes alumnos participen 
consciente y activamente en la diferentes celebraciones 
de la comunidad formadora. El año litúrgico debe orien-
tar la espiritualidad comunitaria del Seminario y de la casa 
de formación. 
El presente trabajo quiere exponer algunos elementos y 
aspectos necesarios en la formación litúrgica de los can-
didatos, en las etapas de formación inicial, en el 
propedéutico. Tal formación litúrgica deberá constituirse 
en una verdaderaescuela de vida, en la cual se integren 
la experiencia celebrativa, los contenidos y la práctica 
pastoral. Sin embargo, téngase presente que el gran 
desafío de la formación amplia y profunda es preparar 
agentes para la incuituracion de la liturgia, es decir 
agente calificados para preparar, animar y presidir 
acciones litúrgicas según la índole de los pueblos lati-
noamericanos. 
14 
1 . Formación con miras a la participación. 
Formación y renovación litúrgica 
La formación litúrgica de los fieles y de sus pastores es 
uno de los objetivos permanentes de la renovación 
litúrgica1. El primer compromiso del servicio de la pasto-
ral litúrgica tanto en los seminarios como en las casas 
de formación de los religiosos, es perfeccionar la forma-
ción litúrgica del clero, que se expresa mediante un au-
téntico espíritu celebrativo. Esta formación litúrgica, fun-
damento de toda la vida espiritual implica, además de la 
ciencia, la experiencia. 
En los seminarios y casas religiosas, los clérigos 
deben adquirir una formación litúrgica de la vida 
espiritual por medio de una adecuada iniciación 
que les permita comprender los sagrados ritos y 
participaren ellos con toda el alma, sea celebran-
do los sagrados misterios, sea con otros ejerci-
cios de piedad, penetrados del espíritu de la sa-
grada liturgia (se 17). 
En esta perspectiva, Puebla señala que la renovación 
litúrgica debe estar animada por una auténtica teología 
litúrgica: "La renovación litúrgica ha de esta orientada 
por criterios pastorales fundados en la naturaleza mis-
ma de la liturgia y de su función evangelizadora" (Puebla 
924). 
"La constitución litúrgica, antes que exponer los principios que deben 
guiar ia reforma de la liturgia y sus modalidades concretas, trata de la 
naturaleza litúrgica de la misma y, sobre todo, insiste en seis artículos 
(14-19) sobre la necesidad primordial de brindar una sólida formación 
litúrgica al clero y a todos los fieles" Barauna. Guilherme, A participacáo 
ativa: principio inspirador e diretívo da Constítuigáo Litúrgica, em AA. W. 
A Sagrada Liturgia renovada peio Concilio, Ed. Vozes. Petrópolis, RJ. 
p. 301. 
15 
Sin embargo, la formación litúrgica no está reservada 
para algunos privilegiados, los clérigos y los religiosos, 
sino que debe extenderse a todos los bautizados. Tam-
bién para ellos, la liturgia es fuente primaria y necesaria 
de la que han de beber el espíritu verdaderamente cris-
tiano, y por lo mismo, los pastores de almas deben bus-
car con diligencia la participación de los fieles en la litur-
gia en toda su actuación pastoral por medio de una 
educación adecuada (se 14). Por tanto, la tarea que se 
presenta más urgente es la de la formación litúrgica del 
pueblo de Dios: pastores y fieles (cf. VQA 15/319). Es 
una tarea de conjunto tanto que quien estudia y enseña 
como de todos los que ejercen diversos ministerios 
pastorales y de las comunidades. 
La razón de la exigencia de una auténtica formación 
litúrgica para el clero y los fieles emerge de la misma 
finalidad de la reforma y renovación litúrgica postulada 
por el Concilio Vaticano ii: 
La santa madre Iglesia desea ardientemente que 
se lleve a todos los fieles a aquella participación 
plena, consciente y activa en las celebraciones 
litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia 
misma, y ala cual tienen derecho y obligación, en 
virtud del bautismo, el pueblo cristiano, linaje 
escogido, sacerdocio real, nación santa, pue-
blo adquirido (1 P 2,9) (se 14). Los pastores de 
almas fomenten con diligencia la educación 
litúrgica y la participación activa de los fieles, in-
terna y externa (SC 19 y 42; Instr lOe 19/79). Esta 
misma formación, adaptada a la propia condición, 
es indispensable también para los laicos, tanto 
más cuando estos, en muchas regiones, son lla-
mados a asumir responsabilidades cada vez más 
relevantes en la comunidad (VQA 15/319). 
16 
No sólo la pastoral litúrgica, sino el mismo 
proceso pedagógico de la formación litúrgica tie-
ne como objetivo final la participación activa, in-
terna y externa, consciente, plena y fructuosa de 
todo el pueblo de Dios en las celebraciones 
litúrgicas, es decir la vivencia de misterio de Cris-
to a través de la participación en la acción ritual2. 
La renovación litúrgica, entonces, más que una acción 
ritual o ceremonial, significa un estilo nuevo de celebra-
ción y participación, que expresa la celebración del 
misterio pascual de Jesucristo, memorial de la nueva 
alianza de Dios Padre con su pueblo reunido en asam-
blea. Con todo, la acción celebrativa participada su-
pone una sólida formación y vivencia por parte de los 
ministros. 
Y como no se puede esperar que esto ocurra si 
antes los mismos pastores de almas no se im-
pregnan totalmente del espíritu y de la fuerza de 
la liturgia y llegan a ser maestros de la misma, es 
indispensable que se provea, antes que nada, a 
la educación litúrgica del clero (se 14; VQA, 15/ 
319). A los sacerdotes, tanto seculares como re-
ligiosos, que ya trabajan en la viña del Señor, se 
les ha de ayudar con todos los medios apropia-
dos a comprender cada vez más plenamente lo 
que realizan en las funciones sagradas, a vivir la 
vida litúrgica y comunicarla a los fieles a ellos 
encomendados (se 18). 
Abreu, E. Helena de - Buyst. I. Formagáo litúrgica, preliminares: 
Conceituacáo, en: Formagáo litúrgica, como faze-la, Cadernos de Li-
turgia 3, Paulus, Sao Paulo, 1994, p. 9. 
17 
Ocurre que, allí donde los pastores están penetrados de 
un auténtico espíritu celebrativo y favorecen la iniciación 
litúrgica, los fieles comprenden el sentido de su fe y 
maduran en su compromiso de vida cristiana. Todos re-
conocen el valor y la necesidad de la formación, con una 
necesaria y competente interdisciplinariedad de las ma-
teria, especialmente en lo que se refiere a liturgia. La 
constitución conciliar sobre la liturgia lo pedía ya: 
La asignatura de sagrada liturgia se debe consi-
derar entre las materias necesarias y más impor-
tantes en los seminarios y casas de estudios de 
los religiosos y entre las asignaturas principales 
en las facultades teológicas [...] Los profesores 
de las otras asignaturas [...] procurarán exponer 
el misterio de Cristo y la historia de la salvación 
[...] de modo que queden bien claras su conexión 
con la liturgia y la unidad de la formación sacer-
dotal (se 16). 
La iniciación en la vida y en el espíritu litúrgico puede 
considerarse como una "obra de gran amplitud, que debe 
comenzar en los seminarios y casas de formación y con-
tinuar a lo largo de toda la vida sacerdotal" (VQA 15/319), 
para que los alumnos "participen plenamente en las ce-
lebraciones litúrgicas y obtengan de ellas el alimento para 
su propia vida espiritual y para comunicar a los demás" 
(Instr. lOe 14/73 y 18/77). ¿Quién nos desea una activa 
participación, fruto de una profunda renovación? Sin 
embargo, el factor principal de la renovación será siem-
pre el esfuerzo perseverante para promover la compren-
sión y la inserción en el espíritu de la liturgia. Esto suce-
derá sólo mediante un intenso trabajo de formación 
litúrgica, que presupone la transformación de la manera 
de comprender la naturaleza teológica de la litúrgica y 
su correspondiente expresión celebrativa por parte de 
18 
los responsables de la comunidad. Una renovación pro-
funda y eficaz tendrá que comenzar ante todo en el se-
minario, que debería transformarse en un centro 
irradiador de un nuevo espíritu y de un estilo participativo 
y ministerial de celebrar. 
La misma constitución sobre la liturgia no es tanto una 
reforma ritual como una renovación del espíritu y de la 
mentalidad en materia ritual y de su correspondiente estilo 
celebrativo. Lo que se desea hacer posible es que el 
misterio de la celebración litúrgica sea el auténtico culto 
en espíritu y verdad del que Cristo hablaba (cf. Jn 4,24), 
una verdadera efusión del Espíritu de Jesucristo. No se 
trata de recordar acontecimientos pasados o enriquecer 
el bagaje culturalde los participantes sino de que todos 
se dejen vivificar y transformar por el Espíritu mediante 
la Palabra viva de Dios. Se participa de los ritos no para 
ser fiel a una disciplina institucional o para conservar al-
gunos valores religiosos sino para profesar la fe en el 
misterio pascual de Cristo, para celebrar la gloria de Dios 
Padre y para experimentar las maravillas de la acción 
del Espíritu de Dios presente y actuante en su pueblo. 
Sin embargo, si este "espíritu de la sagrada liturgia" (cf. 
se 17) no es asimilado a través de una formación actual 
y fundada, especialmente de los candidatos al ministerio 
sacerdotal, el movimiento de reforma y de renovación 
del Concilio y el camino posconciliar corren el riesgo de 
acabaren simples exterioridades rituales, en culto vacío 
de "espíritu y verdad". 
El estilo renovado de celebración, orante y pascual, ger-
mina y se desarrolla a lo largo de todo un proceso for-
mativo. Este nace de la vivencia celebrativa, del estudio, 
de la experiencia y de la valoración de la práctica litúrgica 
en la propia casa de formación. Si el tiempo de semina-
rio no está marcado por una significativa experiencia 
19 
litúrgica, será más difícil revertir el cuadro de la forma-
ción permanente, con serias consecuencias para la vida 
litúrgica del pueblo de Dios (cf. EF 8/235), pues del espí-
ritu y vivencia litúrgica de los ministros depende, en bue-
na parte, la participación activa y plena del pueblo en la 
acción celebrativa de la comunidad eclesial (se 14; cf. 
VQA, 15/319). Es imposible pensar en la renovación de 
la mentalidad y de la acción del pueblo cristiano sin que 
se dé un cambio antes en los seminarios y casas de for-
mación y en los ministros que animan y coordinan las 
celebraciones. Si los ministros tienen sensibilidad litúrgica 
y están bien orientados, es muy probable que las comu-
nidades a ellos confiadas entren en sintonía con lo que 
celebran. 
Tres son los motivos que hacen urgente una sólida for-
mación y vivencia litúrgica de los futuros presbíteros: 
1. Formación cristiana y espiritual del presbítero: "La 
formación [...] debe darse de tal forma que los alum-
nos aprendan a vivir en trato familiar y asiduo con el 
Padre por su Hijo Jesucristo en el Espíritu Santo. 
Habiendo de configurarse a Cristo Sacerdote por la 
sagrada ordenación, habitúense a unirse a Él, como 
amigos, con el consorcio íntimo de toda su vida. Vi-
van el misterio pascual de Cristo de tal manera que 
sepan iniciar en él al pueblo que ha de encomen-
dárseles [...] Aprendan los alumnos a vivir según la 
forma del Evangelio; a cimentarse en la fe, la espe-
ranza y la caridad, para alcanzar, con la práctica de 
estas virtudes, el espíritu de oración, conseguir la 
fortaleza y defensa de su vocación, lograr vigor de 
las demás virtudes y aumentar en el celo por ganar a 
todos los hombres para Cristo" (OT 8). 
20 
2. Función de los pastores en la liturgia y en el ministe-
rio: "Los presbíteros, en virtud del sacramento del 
Orden, han sido consagrados como verdaderos sa-
cerdotes del Nuevo Testamento, a imagen de Cristo, 
sumo y eterno sacerdote, para predicar el Evangelio 
y apacentar a los fieles y para celebrar el culto divino 
[...] Pero su oficio sagrado lo ejercen, sobre todo, en 
el culto o asamblea eucarística, donde, obrando en 
nombre de Cristo y proclamando su misterio, unen 
las oraciones de los fieles al sacrificio de su Cabeza 
[...] Para con los fieles arrepentidos o enfermos des-
empeñan principalmente el ministerio de la reconci-
liación y del alivio, y presentan a Dios Padre las ne-
cesidades y súplicas de ¡os fieles. Ejerciendo, en la 
medida de su autoridad, el oficio de Cristo, Pastor y 
Cabeza, reúnen la familia de Dios como una fraterni-
dad, animada con espíritu de unidad, y la conducen 
a Dios Padre por medio de Cristo en el Espíritu" (LG 
8). "Como ministros sagrados, señaladamente en el 
sacrificio de la Misa, los presbíteros representan a 
Cristo, que se ofreció a sí mismo como víctima por la 
santificación de los hombres [...] De modo semejan-
te, en la administración de los sacramentos se unen a 
la intención y caridad de Cristo [...] Al regir y apacen-
tar al Pueblo de Dios, se sienten movidos por la caridad 
del buen Pastor a dar su vida por sus ovejas" (PO 13). 
3. Maestros y guías del pueblo: Los presbíteros no pue-
den ser "guías y maestros del pueblo" si antes no se 
impregnan del espíritu y de la fuerza de la sagrada litur-
gia (cf. se 14); en este aspecto, conducen a su rebaño, 
no sólo con la palabra, sino con el ejemplo3 (se 19). 
3 Cfr. Sartore, D. Formacáo litúrgica dos futuros presbíteros, en NDL, Ed 
Paulinas, Sao Paulo, 1992, p. 496. 
21 
En resumen, el movimiento de reforma promovido por el 
Vaticano n puso en primer plano la exigencia de la for-
mación específica, para lograr el objetivo de renovar con-
creta y profundamente la vida litúrgica de las comunida-
des cristianas a partir de la educación en los seminarios 
y en las casas de formación de los religiosos. "La forma-
ción litúrgica de los pastores, condición indispensable e 
incluso paradigma de la formación litúrgica de los fieles, 
es una tarea que debe realizarse constantemente en el 
propio ministerio"4. 
PARA DIALOGAR EN GRUPO 
* Compartir con los compañeros alguna experien-
cia de una celebración de buena calidad. 
* ¿Qué es lo que más exige una comunidad de 
sus ministros en la acción litúrgica? 
2. Realidad actual de la formación litúrgica 
Como cualquier otra realidad de la vida, el proceso for-
mativo de una persona o de un grupo refleja las condi-
ciones de su época y es fruto de las exigencias y cons-
tantes de una etapa de la historia. Como proceso, a partir 
de la experiencia del pasado, las ciencias humanas y 
teológicas pueden iluminar los nuevos procedimientos 
educativos, abriendo nuevas perspectivas y ayudando 
en la comprensión de las reivindicaciones que brotan de 
la sensibilidad de las nuevas generaciones. 
Martin, J.L. No Espirito e na Verdade. Introdugáo antropológica á litur-
gia, vol. II, Ed. Vozes. Petrópolis, 1997, p. 322. 
22 
2.1 Un tiempo de transición 
En muchos seminarios y casas de formación, alumnos y 
formadores viven una transición. Los jóvenes critican las 
actuales celebraciones, mientras para los formadores 
representan una conquista luego de años de búsqueda. 
Ocurre que los alumnos pertenecen a una generación 
que no conoció ni saboreó el ardor del movimiento de 
renovación litúrgica, la época del Concilio y los años si-
guientes. 
Además, muchos de los formadores, en la actualidad, 
provienen de los tiempos de seminario posconciliar que 
acompañaron con interés el movimiento de renovación 
litúrgica. Asumieron las reformas de modo creativo. La 
comunidad formativa, con sólidas bases teológicas, bí-
blicas y pastorales, acabó asumiendo la renovación como 
un hecho eclesial sin resistencias. Pero en los semina-
rios donde no se había llegado a esa sensibilidad 
celebrativa, la reforma del Vaticano n despertó un afán 
de experiencias. En consecuencia, lo que era oficial aca-
bó interpretándose como "ensayo". Este período de ex-
periencias pasó y no faltaron seminarios con cierta de-
cepción5. Pasada la novedad de las nuevas formas de 
participación, desapareció poco a poco su atractivo. Hubo 
hasta quien dijo: "la liturgia dio lo que tenía que dar"-
Diócesis, parroquias y seminarios llegaron a esta crisis 
porque no se cuidó suficientemente lo principal: "la for-
mación litúrgica, sin la cual cualquier reforma acaba vol-
viéndose estéril"6. 
5 Cfr. Pindado, Vicente Martín, Los futuros presidentes de la celebradlo" 
y su sentido actual de la liturgia, en Cuadernos Phase 21, p. 67-68. 
6 Barauna, G. art.cit. p. 302. 
23 
Ante las experiencias fallidas de años pasados, se com-
prende la postura de algunos alumnos y formadores que 
hoy adoptan actitudes de "cierta prudencia" y hasta de 
"recelo" ante la realidad y la tarea de la formación y de la 
celebración litúrgica. Esto puede originar dos modosde 
actuar: 
- los que optan por una acción celebrativa seria y 
fundamentada; 
- los que asumen una actitud apática e indiferente. En 
la liturgia se mueven sólo por la obligación del pre-
cepto. 
Sin lugar a dudas, la causa de muchas crisis en la prác-
tica litúrgica posconciliar fue la ausencia de una seria 
iniciación en el sentido (naturaleza) de la liturgia, es de-
cir en los principios, criterios y normas litúrgicas postula-
dos por el Concilio. Mejor aún, la reforma litúrgica que 
se quiso en consonancia con el movimiento preconciliar 
y conciliar no estuvo acompañada de un proceso que 
descubriera el sentido y la fuerza de la liturgia. Todo su-
cedió de manera muy rápida. En un corto espacio de 
tiempo, los libros litúrgicos, elaborados a partir de los 
postulados del Concilio, se publicaron, se tradujeron y 
se pusieron en manos de los fieles con la suposición de 
que ya había una "nueva conciencia y un nuevo espíritu 
celebrativo". 
Por otro lado, la "revisión de los ritos", considerados "in-
tocables" durante siglos, sobre todo la Misa, tomó a 
muchos de sorpresa7. En poco tiempo, se pasó de una 
Cfr. Tena, Pere, La formación litúrgica como responsabilidad pastoral, 
en Cuadernos Phase 21, p. 17-18. 
24 
liturgia escrupulosamente inmutable a una liturgia sus-
ceptible de reformas y de críticas. 
No se puede negar la riqueza en muchos aspectos de 
este tiempo de transición, o de acomodación, a pesar de 
la crisis, el impacto e incluso las decepciones. El ansia 
de innovaciones, desprovista de criterios fundados so-
bre el sentido litúrgico, desapareció y dio paso, en oca-
siones, a la indiferencia o al "todo vale" en liturgia. 
2.2 Nuevos puntos de referencia 
Las nuevas generaciones de alumnos y formadores tie-
nen ahora nuevos puntos de referencia. Lo que cuenta 
es el presente, la vida de la gente y la actual realidad 
celebrativa. Las críticas a la antigua práctica celebrativa 
y a la mentalidad rubricista parecen anacrónicas. Para 
las comunidades eclesiales latinoamericanas, la Confe-
rencia de Medellín (1968) es el marco de nuevos 
paradigmas. 
El sufrimiento de los pueblos latinoamericanos hace que 
la Iglesia crezca en la conciencia de su dimensión 
profética y evangelizadora. En Medellín, los Obispos 
señalan los nuevos rumbos de la promoción social. Al 
tiempo que la atención de la Iglesia se dirigía a los gru-
pos marginados, a las grandes masas empobrecidas y 
oprimidas, deseosas de liberación integral, germinaban 
las semillas de una nueva expresión litúrgica unida a la 
vida. Sin embargo, en este tiempo, la liturgia se relegó a 
un segundo plano. La acción social ocupaba un lugar 
relevante en la vida eclesial. 
Sobre todo en las comunidades eclesiales de base, bajo 
la influencia creciente de la teología de la liberación, la 
nueva reflexión sobre la cristología y la eclesiología en 
25 
América Latina innova la manera de celebrar la vida de 
fe8. En la actualidad, se constata una vuelta a lo religio-
so místico y muchas veces intimista. 
2.3 La sociedad secularizada 
Los alumnos viven, hoy, sumergidos en una sociedad 
centrada en el hedonismo y la autorrealización, articulada 
por el poder político y económico. ¿Cómo sustentar la 
formación litúrgica en una sociedad despojada de su sig-
nificación religiosa y sacramental? La mentalidad del 
"hombre técnico, informatizado y cibernético", marcada 
por la eficacia y la producción, encuentra dificultades para 
captar y percibir los valores inherentes al universo sim-
bólico. Y las consecuencias de tal situación se reflejan 
en el ámbito de la formación y de la celebración litúrgica. 
De esta sociedad secular y plural se sigue que aquel 
hombre perdió la conciencia de ser alguien "salvado por 
Dios", en cuanto la liturgia es, por su naturaleza, mo-
mento actualizante de la historia de la salvación9. 
La sociedad moderna y secular se presenta en la actua-
lidad como un desafío cultural para la formación litúrgica. 
Donde no hay espacio para Dios es difícil que haya es-
pacio para la liturgia. Igual donde no hay sintonía con las 
realidades humanas, no habrá formación sería. La Ins-
trucción sobre la formación litúrgica en los seminarios 
reconoce que la secularización creciente de la sociedad 
suscita una serie de problemas pedagógicos, pues "ofus-
can en las mentes la genuina naturaleza de la liturgia, 
haciendo al hombre incapaz de participar en ella y vivirla 
con intensidad" (EF 4/231). 
8 Cfr. cnbb, doc. 43, nn. 14-17. 
9 Petrazzini, M.I., Formacáo litúrgica, en NDL, Ed. Paulinas, Sao Paulo, 
p. 485. 
26 
2.4 Visión reduccionista de la misión 
de la Iglesia 
Otro fenómeno que afectó la formación litúrgica 
posconciliar (el proceso de consolidación de la renova-
ción y reforma litúrgica) fue una concepción cerrada de 
las actividades inherentes a la acción evangelizadora de 
la Iglesia. Dada la realidad y las necesidades apremian-
tes de la época, algunas dimensiones de la pastoral que-
daron relegadas y aisladas. En esta perspectiva, son sig-
nificativas las expresiones en torno a la formación 
litúrgica: "Para que perder el tiempo con la liturgia, ¡hay 
cosas más importantes que hacer!". "Ya tengo un com-
promiso, ¿para qué la liturgia?". 
No pocas veces, la formación litúrgica en los seminario y 
casas de formación resultó perjudicada por una com-
prensión reduccionista de la misión de la Iglesia en la 
que la práctica pastoral enfatizó una determinada dimen-
sión o sector pastoral, en detrimento del conjunto de la 
vida y de la acción evangelizadora de la misma Iglesia. 
Tal práctica, en opinión de Pere Tena, olvida que existe 
una dimensión sacramenal en la acción evangelizadora, 
en la catequesis, en la promoción humana, en el testi-
monio cristiano, en la reflexión teológica y en el servicio 
a los pobres10. 
Tena, P., art. clt., p. 21. 
27 
PARA DIALOGAR EN GRUPO 
¿Qué iniciativas existen en su diócesis, semina-
rio, casa de formación o parroquia en cuanto a 
la formación litúrgica? 
¿Cómo califica usted esa formación litúrgica? 
3. La formación litúrgica 
3.1 Sentido 
El término "formación" suele designar una acción que da 
forma, plasma el carácter, la mentalidad, la actuación y 
el conocimiento profesional de una persona o de un gru-
po de individuos. La formación presupone todo un pro-
ceso de aprendizaje. En este proceso, más que concep-
tos puramente racionales, es necesario asumir los 
aspectos prácticos relativos a la persona del formando. 
En esta perspectiva, hoy, se aborda la formación con 
una realidad que concierne a la totalidad de la persona 
(cf. GE 2). 
La formación quiere conferir a la persona una "forma vi-
tal" unitaria, ayudándola a explicitar y poner por obra sus 
capacidades y potencialidades, mejor aún, a expresarlas 
y ampliarlas de manera armoniosa y equilibrada, lleván-
dola a adquirir las capacidades teóricas para actuar y 
asumir determinados comportamientos en corresponden-
cia con un proyecto unitario de vida11. 
Cfr. Petrazzim. M.l. art. cit., p. 480-481. 
28 
La formación litúrgica es un componente fundamental 
de la formación de la persona cristiana. 
Todos los cristianos que, por la regeneración del 
agua y del Espíritu Santo, son una nueva criatura 
y se llaman hijos de Dios, tienen derecho a una 
educación cristiana. Tal educación no pretende 
sólo la madurez de la persona humana, sino que 
los bautizados sean introducidos en el conocimien-
to del misterio de la salvación; aprendan a adorar 
a Dios Padre en espíritu y verdad (cfr. Jn 4,23), 
sobre todo en la acción litúrgica, y vivan según el 
hombre nuevo en la justicia y en la santidad de la 
verdad (Ef 4,22-24) (GE 2). 
A veces, la formación litúrgica se entiende, en el lengua-
je común, como algo puramente intelectual, limitada a la 
transmisión de contenidos. Pero para alcanzar la perso-
na humana del alumno, como un todo, es necesario tra-
bajar con su dimensión corporal, relacional, intelectual, 
afectiva, intuitiva, imaginaria, simbólica, religiosa y 
experiencial. 
La liturgiaes maestra y escuela de vida para quien aspi-
ra realizar la expresión de Pablo: "ya no vivo yo, sino que 
es Cristo quien vive en mí" (Ga 2,20). 
La vida cristiana, meta de la educación, tiene una di-
mensión cultural que corresponde al llamado a ofrecer 
los cuerpos como hostias vivas al Señor (Rm 12,1-2; 1P 
2,4-5). En esto consiste ser adoradores del Padre en 
espíritu y verdad. Esta vida hecha ofrenda cultual requie-
re, por una parte, una iniciación en el misterio de la sal-
vación, y por otra, una aprendizaje, sobre todo, a través 
de la acción celebrativa. Esto evidencia la importancia 
de la liturgia como espacio significativo de iniciación en 
29 
el misterio de la salvación. Se trata de la perspectiva 
mistagógica puesta en acción, entendida como introduc-
ción progresiva y gradual en la vida litúrgica de la comu-
nidad cristiana y en los sacramentos como memoria del 
evento salvador. 
La formación litúrgica, como parte integrante de la vida 
cristiana, introduce a las personas en la vivencia del mis-
terio; funda y anima el hacer de la vida una ofrenda agra-
dable a Dios por la participación en la acción litúrgica de 
forma conciente, activa y plena (se 14). Así, la liturgia se 
transforma "fuente primaria y necesaria en la que han 
beber los fieles beben el espíritu verdaderamente cris-
tiano" (se 14; OT 16), razón por la cual la formación 
litúrgica de los alumnos no debe restringirse a la adqui-
sición de contenidos racionales. 
El futuro ministro necesita adquirir un conocimiento inte-
gral (holístico). En el proceso informativo debe haber un 
equilibrio entre la formación sistemática y la formación para 
la acción. Esto implica una planeación, una vivencia y una 
evaluación conjuntas. En esta perspectiva, las celebra-
ciones litúrgicas en las que participan los alumnos se cons-
tituyen en fuente primaria de la iniciación en el misterio 
de Cristo, allí proclamado y actualizado por la Iglesia, a 
la cual aquéllos desean servir como futuros ministros. 
Iniciar a un grupo de alumnos en la dimensión litúrgica 
significa profundizar la propia realidad litúrgica en sus 
aspectos fundamentales como un hecho progresivo y 
permanente. Se habla de la "inserción vital en el misterio 
pascual de Jesucristo muerto y resucitado, presente y 
actuante en los sacramentos de la Iglesia" (PDV 48). 
Finalmente, por formación litúrgica se entiende aquí el 
amplio proceso de vivencia celebrativa fundada en la 
30 
teología bíblico-litúrgica, donde se realiza la unidad en-
tre el gesto ritual, su sentido teológico y la actitud espiri-
tual que lo traspasa, de modo que los seminaristas pue-
dan "comprender las acciones sagradas y participar en 
ellas con toda el alma" (se 17). Se trata de toda una 
nueva mentalidad celebrativa, un sentido sacramental 
que nos permita entrar en sintonía con el misterio pascual 
de Cristo hasta "configurarnos con Él" (Flp 3,10), "trans-
formarnos en Él" (2 Co 3,18), para que Cristo "tome for-
ma definitiva" en nosotros" (Ga 4,19) mediante la acción 
del Espíritu Santo. En esta perspectiva cristológica y 
pneumatológica, la formación ofrecida a los seminaristas 
gesta y desarrolla una espiritualidad litúrgica, que lleva a 
vivir lo que significa, y a celebrar en la comunidad eclesial 
la salvación ofrecida y realizada en Cristo bajo el impul-
so del Espíritu Santo. 
En última instancia, el seminario y la casa de formación, 
en el campo de la liturgia, desean formar un cristiano por 
entero, animado todo por el Espíritu Santo, un ministro 
de la comunidad, para que la liturgia no sea sólo una 
obligación o una formalidad, sino el centro de su vida y 
de su acción apostóllica, y de esta forma se convierta en 
"un ministro capaz de conducir al pueblo a una participa-
ción conciente y activa en el misterio de Cristo" (EF apén-
dice, n. 5)12. 
3.2 Objetivos de la formación litúrgica 
Toda la formación de los candidatos al presbiterado está 
destinada a disponerlos de modo particular a participar 
de la caridad de Cristo Buen Pastor. La educación de los 
12 Aldazábal, J., La formación litúrgica, tarea inacaba de la reforma del 
Vaticano II, en Revista Phase 176 (1990), p. 41. 
31 
alumnos debe tender a formar verdaderos pastores se-
gún el ejemplo de Nuestro Señor, maestro, sacerdote y 
pastor. Por eso deben prepararse: 
- al ministerio de la Palabra de Dios, para que la mis-
ma sea escuchada por ellos, asimilada por la medi-
tación y comunicada en palabras y obras; 
- al ministerio del culto y de la santificación, para que 
predicando y celebrando las acciones litúrgicas se-
pan realizar la obra de la salvación por medio de la 
Eucaristía y los demás sacramentos; 
- al ministerio de pastores, para que sepan llevar a las 
personas a Cristo, que no vino a ser servido sino a 
servir y dar la vida por la redención de muchos, ha-
ciéndose esclavo de todos (1 Cr 9,19) (cfr. FPIB n. 82). 
De esta manera, la formación litúrgica en los seminarios 
y casas de formación tiene los siguientes objetivos: 
3.2.1 Formar una personalidad litúrgica 
La formación litúrgica en los seminarios desea dar a los 
alumnos una forma vital, unitaria y equilibrada, para que 
desarrollen sus potencialidades y asuman un modo de 
ser coherente con un proyecto de vida. Se trata, pues, 
de moldear la personalidad litúrgica de modo que haya 
un estilo y un espíritu celebrativos. El primer objetivo de 
la formación l i túrgica es la vida cr ist iana de los 
seminaristas. Antes de ser ministros, deben ir formando 
una personalidad cristiana integral. 
La formación litúrgica en los seminarios quiere hacer 
posible para los alumnos una forma de vida integrada y 
orante, deseando "reconstruir" la unidad del ser huma-
32 
no, históricamente dividido. Así, los alumnos tienen la 
oportunidad de desarrollar sus potencialidades y asumir 
un modo de ser coherente con el proyecto de vida que 
se proponen. Esto significa que el alumno deberá des-
cubrir y experimentar ya la espiritualidad litúrgica que 
habrá de animarlo en todo su camino presbiteral. 
Los candidatos al sacerdocio ministerial, insertos en una 
sociedad donde cada vez se acentúa más la pluralidad 
cultural y religiosa, necesitan madurar su experiencia de 
fe cristiana, dejándose interpelar por la Palabra de Dios, 
profundizando su espíritu de oración y celebrando los 
dones sacramentales de la salvación. Deberán dar un 
salto cualitativo a un nivel superior de la vida humana 
que la vida cristiana y la celebración litúrgica requieren. 
Como bautizados y cristianos, debe ayudarse a los can-
didatos a entrar en comunión con Cristo y su misterio de 
salvación, a celebrar litúrgicamente esta comunión y, de 
esta forma, a madurar en su fe. 
Por "personalidad" se entiende aquí más la capacidad 
de sintonía y sensibilidad hacia el misterio celebrado, a 
la asamblea reunida y al universo sacramental de la li-
turgia, más que la erudición y los conocimientos. Se ca-
racteriza como una personalidad cristiana el fiel que ve y 
valora las realidades de la vida con los criterios y los 
ojos de Cristo. Una personalidad litúrgica, como deriva-
ción del ser cristiano, la tiene quien ha entendido y asi-
milado en la vida 
la liturgia, principalmente la Eucaristía, como fuen-
te de donde emana la gracia y con mayor eficacia 
se obtiene la santificación de los hombres en Cris-
to y la glorificación de Dios, hacia la cual, como a 
su fin, tienden todas las demás acciones de la 
Iglesia (sc10). 
33 
Para constituir esta "personalidad", se hace necesario 
trabajar toda la vida de la persona. Esta no sólo es cele-
bración. Es persona de fe, caridad y compromiso social; 
un invitado a participar de la salvación realizada en Cris-
to, ejerciendo un ministerio ordenado; es un hombre in-
tegrado en su estilo de vida y comprometido con el pro-
yecto de Jesús. 
Resulta indispensable afirmar que la personalidad 
litúrgica es un aspecto esencial de los futuros ministros 
de la Iglesia; si entendemos la liturgia como la participa-
ción sacramental en laPascua de Cristo, por la cual tam-
bién la vida de los fieles se transforma en comunión con 
la del Señor, pues cuanto creemos por la fe y celebra-
mos en la liturgia es lo que estamos invitados a vivir 
mediante la práctica de la caridad, impulsados por una 
unidad interior13. La espiritualidad cristiana tiene como 
principal escuela y fuente unificadora la participación y 
la formación litúrgica. Esta, para los alumnos de los se-
minarios y casas de formación, es algo esencial, no fa-
cultativo. 
Los alumnos, como futuros pastores y animadores de la 
comunidad cristiana y de sus celebraciones, necesitan 
una mayor "educación litúrgica" que les permita elaborar 
aquella sensibilidad y arte orante que requieren los mi-
nistros y maestros de oración. Deben, pues, asimilar la 
relación entre normas y creatividad, entre la dinámica 
pedagógica y la ritualidad simbólica de una acción 
celebrativa. 
En el proceso formativo, lo importante es favorecer la 
maduración de la personalidad cristiana, litúrgica y pas-
13 Cfr. Aldazábal, J. art. cit. p. 97-98. 
34 
toral a través de convicciones claras, actitudes gradual-
mente asumidas por la fe, fundadas en el estudio y tes-
timoniadas en el amor. Los alumnos pueden madurar y 
consolidar esta personalidad principalmente por medio 
de: 
- la escucha de la Palabra de Dios; 
- la vivencia de los sacramentos y de toda la liturgia; 
- el servicio al Pueblo de Dios en el ejercicio de la ca-
ridad pastoral; 
- la disponibilidad y el compromiso misionero; 
- la participación comunitaria y la comunión eclesial; 
- la oración personal, espontánea y contemplativa; 
- la dirección espiritual. 
El proceso de crecimiento espiritual sólo es posible a 
través de un esfuerzo sincero y permanente de conver-
sión que significa disponibilidad a los nuevos llamados 
de Dios y empeño para corregir las fallas y ios pecados 
del hombre viejo14. "El medio primordial de toda la for-
mación espiritual siempre será la participación conciente, 
plena y activa en la sagrada liturgia"15. 
Los seminaristas deben formarse para la participación 
viva e intensa en la acción litúrgica y sacramental y no 
simplemente para la asistencia o el desempeño de las 
14 CNBB, Formacáo dos presbíteros da Igreja no Brasil, doc. 55, n.126. 
Cfr. nn. 127-132. 
15 Ratio Institutionis sacerdotalis de la Conferencia Episcopal Española 
1968, n .45 en Aldazábal, art. cit. p. 103. 
35 
funciones sagradas. La formación debe ayudar a los jó-
venes alumnos a asumir la liturgia como una forma co-
munitaria de vivir la comunión con Dios16. 
3.2.2. Formar una persona equilibrada e integrada 
La liturgia, como participación y comunión en el misterio 
salvador de Cristo, es lo que más puede contribuir a dar 
unidad y sentido a los aspectos constitutivos de la for-
mación integral de la personalidad del futuro ministro. 
La liturgia como elemento integrador supone del alumno 
una confrontación diaria de la propia vida con la Palabra 
de Dios (cfr. PDV 47; CNNB, doc. 55, n.127); sintonía con 
la ofrenda eucarística de Cristo (cfr. CNNB, doc.55, n.129); 
y alabanza e intercesión ante Dios en nombre de la so-
ciedad y del mundo (cfr. CNNB, doc. 55, n.128). 
El alumno vive a través de muchas dimensiones: 
corporeidad, actividad, afectividad y sociabilidad; y cuan-
do participa de una celebración litúrgica trae con ella todo 
su mundo rico y complejo. La formación litúrgica consi-
dera la dimensión sacramental de la vida, sin olvidar las 
demás, humano-afectiva, intelectual y espiritual; pero tie-
ne un especial cuidado de la vida interior, de su dimen-
sión orante y espiritual que se manifiesta en la capaci-
dad de reflexión y meditación, de contemplación y 
adoración, en ¡a sensibilidad ante la belleza y la verdad. 
Esta es una dimensión difícil si se considera la actual 
mentalidad racionalista que predomina en nuestras ce-
lebraciones. 
Cfr. Congregación para la Educación Católica. Orientaciones para la 
Educación en el Celibato Sacerdotal, en La formación sacerdotal, Do-
cumentos eclesiales (1965-1988), CELAM, n. 616. 
36 
En la perspectiva de la experiencia religiosa, la forma-
ción litúrgica debe ofrecer las bases para el desarrollo 
de la expresión religiosa, especialmente hoy día cuando 
los alumnos conviven con los reclamos e influencias de 
la modernidad. La formación litúrgica en los seminarios 
deberá favorecer la percepción de la presencia y del 
encuentro con el misterio, el don gratuito que Dios ofre-
ce, sin olvidar el esfuerzo de búsqueda por parte de los 
mismos alumnos. Sin embargo, es el nivel sacramental 
el que se constituye como punto de equilibro y de sínte-
sis entre la búsqueda y la apertura de la persona y el 
don de salvación que Dios ofrece y otorga en la palabra 
y en la acción ritual. 
Naturalmente, en la acción formativa deben estar pre-
sentes y considerarse la realidad de la persona del alum-
no en su situación concreta y la persona y el misterio de 
Cristo. En la articulación de estas situaciones se desa-
rrolla el proceso formativo, el dinamismo de crecimiento 
de la vida de un bautizado que impulsa al alumno a ser 
cada vez más humano y cada vez más cristiano, a tra-
vés de una integración armoniosa de los diversos facto-
res y elementos que constituyen y envuelven su vida17. 
3.2.3 Formar el espíritu y la acción eclesial 
La liturgia es la acción de la Iglesia, de la comunidad de 
fe reunida en asamblea en nombre de Jesucristo (cfr. 
SC 26). La acción litúrgica es una "hacer" comunitario, 
donde existen ritos en los que toda la comunidad actúa, 
donde los presentes expresan su realidad vital y, por 
consiguiente, experimentan juntos los mismos elemen-
tos del rito: cantos, oraciones, movimientos y aclamacio-
17 Petrazzini, J., art. cit. p. 482. 
37 
nes. Además, hay otros ritos, realizados por los minis-
tros que actúan en nombre y en favor de la comunidad 
celebrante. 
Uno de los objetivos de la formación litúrgica es educar 
en el sentido de pertenencia a una comunidad celebran-
te. La celebración es un continuo ejercicio de participa-
ción. "Comprendan los alumnos que las celebraciones 
litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones 
de la Iglesia, que pertenecen a todo el cuerpo de la Igle-
sia y lo manifiestan y constituyen" (EF 16/243). Hoy, mu-
chos jóvenes entran al seminario acostumbrados a una 
religiosidad personalista e individual, desprovistos de 
actitudes comunitarias. 
En los seminarios, el proceso formativo pretende educar 
en un sentido de pertenencia a la comunidad litúrgica 
con la cual comparte sus sentimientos, su vida y su ser-
vicio ministerial. La capacidad de actuar como miembro 
activo de la asamblea incluye, ante todo, esta concien-
cia de ser "uno entre muchos", parte de un todo. La asam-
blea no es una reunión de individuos yuxtapuestos don-
de cada uno cuida de sus intereses y tareas. Una 
asamblea celebrante se constituye en la diversidad ar-
mónica de funciones y servicios en la que cada uno, mi-
nistro o fiel, hace todo y sólo aquello que, por naturaleza 
de función le corresponde" (cfr. se 28). 
En este particular, nunca sobra insistir en la necesidad 
de formarse para la comunión y la sintonía con el cuerpo 
eclesial. Los formandos necesitan ayuda para no sentir-
se, más tarde, "dueños" y "señores" de la acción litúrgica 
que, por naturaleza, es acción de la Iglesia, de la comu-
nidad reunida en asamblea. Por esto, es de suma im-
portancia en el proceso educativo trabajar el sentido 
de pertenencia eclesial e insistir en el carácter comuni-
38 
tario-eclesial de las acciones litúrgicas y de los servicios 
y ministerios desarrollados en favor de la participación 
activa y plena de todos los presentes. 
Cuando se habla de la necesidad de "formar el espíritu", 
no significa que todo se resuelva a nivel interior. Prepa-
rar a aquel que presidirá la celebración litúrgica es esen-
cialmente hacerlo conciente de su responsabilidad en el 
conjunto de la celebración y ayudarlo a entender que, a 
través de su cuerpoy de sus gestos, expresa su condi-
ción de miembro de la asamblea. Más aún, que por me-
dio de la actitud orante que atraviesa su comporeidad, 
revela su identidad de cristiano. La fe cristiana es fun-
damentalmente simbólica, es decir una fe compartida -ecle-
s ia l - y de toda la persona -cuerpo y espíritu que se ex-
presan mediante símbolos-. Esta integración presume 
que el ministro asume como propia la celebración: sus 
gestos, palabras, actitudes y silencio son una mediación 
para entrar en comunión con el misterio celebrado. 
La integración objetiva de una persona en el conjunto de 
la asamblea, como cualquier expresión de convivencia 
humana y social, presupone una conciencia clara de la 
real naturaleza y valor de la asamblea y de las acciones 
celebrativas de la comunidad. Un individuo que de cos-
tumbre someta los elementos objetivos y comunitarios 
(oraciones, textos bíblicos, gestos, cantos, etc.) a su 
subjetividad, juzgando bueno sólo lo que él elabora, 
encontrará muchas dificultades para integrarse como 
miembro activo en cualquier asamblea cristiana reunida 
en nombre del Señor para la celebración del misterio de 
la fe18. 
18 Cfr. Tena, P., art. cit., p. 29. 
39 
El modo en que alguien se ha formado en el tiempo de 
seminario tiene consecuencias para su estilo de vida, de 
manera particular, para su vida litúrgica. Por eso, "hay 
que cuidar que los alumnos se preparen para su futuro 
ministerio de pastores y de presidentes de la asamblea 
litúrgica de los fieles aprendiendo lo concerniente a una 
digna celebración eucarística" (EF 20/247). 
3.2.4 Formar para una sensibilidad 
simbólico-sacramental 
La liturgia es una acción simbólico-ritual. Los objetos, 
las palabras, las acciones, los gestos, el espacio y los 
signos etc. se refieren a otra realidad que, en cierto modo, 
se hace presente en estos. Todo en la liturgia se refiere 
a la gran realidad de Jesucristo y su Reino. Todo gesto 
simbólico en la acción celebrativa está relacionado con 
un gesto de Cristo. "Cuando alguien bautiza, es Cristo 
quien bautiza [...] cuando se lee en la Iglesia la Sagrada 
Escritura, es Él quien habla. Y está presente también 
cuando la Iglesia suplica y canta salmos..." (se 7). Todo 
en la liturgia está lleno del Espíritu del Resucitado. Si 
queremos participar de esta realidad, debemos entrar 
en el juego simbólico de la liturgia19. 
La misma naturaleza de la liturgia exige una compren-
sión particular de la acción simbólica. La comunidad que 
participa de la celebración necesita ser iniciada en la 
comprensión del significado humano y religioso de los 
ritos, los símbolos y los gestos. La acción simbólica es 
un elemento inherente a la comunicación humana. En la 
perspectiva religiosa, se trata de un lenguaje propio para 
expresar y actualizar el dinamismo del misterio manifes-
19 Cfr. Buyst, I. Celebragáo do domingo, ao redor da Palavra de Deus, 
Equipe de Liturgia / 5, Ed. Vozes, Petrópolis, RJ 1988. p. 91-92. 
40 
tado en acontecimientos histórico-salvíficos. La persona 
o la comunidad religiosa entra en relación con el miste-
rio y lo actualiza por medio de lo simbólico-ritual. 
La formación litúrgica quiere mejorar en los alumnos su 
capacidad simbólica y su correspondiente expresión cor-
poral. Por "aptitud simbólica" se entiende la capacidad 
de "simbolizar, percibir y expresar el sentido" que está 
más allá del valor material y técnico de un objeto o de un 
gesto. "Simbolizar es ser capaz de sintonizar con una 
realidad invisible por medio de un objeto o un gesto pal-
pable, visible...". Esto supone trabajar la sensibilidad de 
los alumnos extrayendo de las fuentes bíblicas y de la 
vida el sentido de los símbolos. Quien se queda en el 
aspecto material, palpable y visible... sin darse cuenta 
del significado velado, nunca será capaz de un encuen-
tro verdadero20. Quien pretende entrar en relación con el 
universo simbólico mediante la lógica de la racionalidad, 
jamás llegará a comprender el juego celebrativo ni a 
involucrarse en él. A lo sumo, a partir de la racionalidad 
se puede llegar a la alegoría, es decir a la materializa-
ción de las ideas. Sin embargo, sólo de la espiritualidad 
pueden surgir los símbolos - la comunicación espiritual a 
través de realidades visibles-. En esta perspectiva, 
emerge el carácter poético de la participación litúrgica, 
no por un simple placer estético, sino por el descubri-
miento de la acción concreta de Cristo, actualizada en la 
de la Iglesia mediante el Espíritu Santo, que hace posi-
ble y orienta las actitudes espirituales y favorece la 
sintonía con el don que se ofrece. 
En el proceso formativo de los jóvenes alumnos es rele-
vante la iniciación en el universo simbólico de la liturgia. 
20 Cfr. Buyst, I. op. cit., p. 91. 
41 
Tal iniciación no debe recorrer tanto los caminos del con-
cepto racional como los de la experiencia mediante la 
acción reflexionada y evaluada a la luz del concepto 
antropológico, religioso, bíblico y celebrativo21. Eviden-
temente, el núcleo significativo de la acción simbólico-
ritual de la liturgia es el misterio pascual de Jesucristo. 
En el horizonte del dinamismo simbólico y de la gestua-
lidad, la formación litúrgica deberá velar por la iniciación 
en la expresión corporal y en la acción ritual creativa, y 
posiblitar el paso de las actitudes a los gestos y vicever-
sa. Una formación litúrgica correcta debe capacitar para 
la expresión y la creatividad. Con todo, estas potenciali-
dades suponen, en primer lugar, asimilación y ejercicios 
para "incorporar" los elementos simbólicos que, en mu-
chos casos, proceden de las más hondas raíces del es-
píritu humano. 
4. Notas características de la formación 
4.1 Formación unitaria 
La formación litúrgica tiene como tarea articular la per-
sona del alumno en su situación concreta y el misterio 
de Cristo presente y actuante en la acción celebrativa. 
Además, a lo largo del proceso formativo los futuros pres-
bíteros deberán madurar en sí una unidad profunda en-
tre liturgia y oración personal, entre momento celebrativo 
y cotidianidad, desarrollando cada día, una actitud de 
sincera y total adhesión a Dios Padre, mediante el se-
guimiento de Jesucristo y el impulso del Espíritu Santo. 
21 Tena, P. art. cit., p. 27. 
42 
Toda la formación de los candidatos al presbiterado "está 
destinada a disponerlos de modo particular para partici-
par de la caridad de Jesucristo, Buen Pastor. Realícese 
la formación de tal modo que los alumnos aprendan a 
vivir en íntima comunión y familiaridad con el Padre, por 
medio de su Hijo Jesucristo, en el Espíritu Santo... Vivan 
el misterio pascual de Cristo de modo que sepan un día 
iniciar en él al pueblo que les será confiado" (cfr. PDV 
45). 
4.2 Formación adaptada a las personas 
La formación litúrgica, como parte del proceso formativo 
de los candidatos, debe centrarse en las personas y en 
el sentido de los ritos, más que en las formalidades y en 
los aspectos estéticos de la celebración; pues es cada 
alumno, con toda su vida, el que habrá de salir al en-
cuentro de Cristo en la liturgia. En este encuentro, la 
experiencia humana, el estilo de vida, la historia perso-
nal y familiar de cada uno encuentra su referencia: el 
misterio de Cristo. Por otra parte, el encuentro con Cris-
to marca el camino personal y social del aiumno. Una 
verdadera formación litúrgica no puede referirse sólo a 
las acciones litúrgicas, sino que debe inspirar y orientar 
toda la vida espiritual del candidato. 
La acción litúrgica formativa debe considerar que tiene 
adelante a personas concretas que a partir de su reali-
dad caminan hacia una opción y una adhesión a deter-
minados ideales de vida. Por esto, los candidatos deben 
tenerse en cuenta como protagonistas necesarios e 
insustituibles de su formación. 
El método participativo se ha ido mostrando como el más 
adecuado para el desarrollo de la corresponsabilidad en 
la fomación. Este método, que se funda en Cristo, valo-
43 
ra la persona, la considera en suscondiciones reales, 
promueve la integración, la reflexión y el diálogo en la 
comunidad, y estimula la profundización de las convic-
ciones y el descubrimiento del camino que lleva al creci-
miento personal y grupal (cfr. CNBB, doc.55 n. 88). 
4.3 Acción mistagógica 
"Mistagogia" quiere decir llevar a los iniciados (mystai) a 
vivir el misterio de la salvación. La acción mistagógica 
es la característica más significativa de la finalidad de la 
liturgia en cuanto acción comunitaria de los bautizados 
(cfr. se 9-19, PO 4-5). Esta responde al objetivo esencial 
de la liturgia, al tiempo que trasciende la finalidad mera-
mente educativa de la fe y de la acción cultural. 
La mistagogia, más que un conjunto de instrumentos y 
elementos pedagógicos, es la misma acción celebrativa 
que introduce y hace a los fieles, reunidos en asamblea, 
partícipes del misterio celebrado. En la práctica, habla 
del modo pleno de celebrar la liturgia para que sea efec-
tiva comunión con el Padre en Jesucristo bajo la acción 
del Espíritu Santo. Este modo de celebrar configura la 
espiritualidad y el estilo de vida, orienta a las personas a 
la celebración como momento de santificación y de in-
serción de toda su existencia en el misterio de Cristo. 
En la práctica formativa, no pocas veces se recurrió a 
los métodos e instrumentos pedagógicos disponibles: la 
catequesis, la explicación alegórica de los ritos y signos, 
y de esta forma se multiplicaron los comentarios en las 
celebraciones, lo que no resultó conveniente. El secreto 
de la práctica mistagógica reside, más bien, en "celebrar 
iniciando", es decir "formar a partir de la acción cele-
brativa". A su vez, la comunidad, ya iniciada en la vida y 
en la acción litúrgica, se transforma en mediadora para 
44 
introducir nuevos miembros. Esto muestra la importan-
cia de la comunidad formativa. 
La actual coyuntura eclesial y social, marcada por la 
mentalidad racional (transmisión de nociones y de cono-
cimientos), hace urgente revalorar la dimensión mista-
gógica de la formación litúrgica: 
Toda formación litúrgica auténtica comprende no 
sólo la enseñanza, sino la práctica. De hecho, 
porque es iniciación "mistagógica", los alumnos 
la reciben primero y principalmente a través de la 
misma vida litúrgica, en cual son iniciados con 
mayor profundidad por las acciones litúrgicas ce-
lebradas en común. Esta seria iniciación práctica 
es la base del estudio posterior (EF 2/229). 
Por otra parte, el proceso formativo deberá constituirse 
en un tiempo de perseverante iniciación en la práctica 
habitual y espontánea de la meditación de la Palabra de 
Dios y en la oración como presencia y diálogo con Dios. 
4.4 La formación como proceso de aprendizaje 
La formación litúrgica, como las demás dimensiones de 
la vida de los candidatos (cfr. FPIB 83), es también un 
proceso de aprendizaje que involucra todas las fases de 
la vida. Particularmente importantes son las etapas de la 
formación en el seminario. 
4.4.1 El período de seminario menor 
Una primera etapa puede vivirse en el seminario menor 
o en instituciones afines, destinadas a acoger a los jóve-
nes de los últimos años de la secundaria que no encuen-
tran condiciones adecuadas para el estudio y el discerni-
45 
miento vocacional en su medio ambiente (cfr. DSD 81 ; 
FPIB, n. 46). La vivencia y la iniciación litúrgica podrán 
ayudar a la maduración de la fe cristiana y de la opción 
vocacional. 
Al ingreso de los candidatos al seminario "se recomien-
da dar a los alumnos una breve y conveniente iniciación 
litúrgica, indispensable para que participen con provecho, 
desde el principio, en la vida espiritual del seminario. Esta 
iniciación consistirá en una catequesis preliminar de la 
celebración eucarística, del año litúrgico, del sacramen-
to de la penitencia y de los salmos" (cfr. EF 8/235). 
En este período, a formación espiritual tiene como finali-
dad solidificar la adhesión a la persona de Cristo y al 
Reino de los cielos anunciado por Él, por medio de la 
oración comunitaria y personal, de las celebraciones fes-
tivas, en especial de las solemnidades y tiempos fuertes 
del año litúrgico y de las fechas significativas para la Igle-
sia local, de la iniciación y celebración de los sacramen-
tos de la Eucaristía y de la Penitencia, de las celebracio-
nes de la Palabra de Dios, de ios ejercicios de piedad 
recomendados por la Iglesia (cfr. se 13) y de la participa-
ción en los momentos signigicativos de la vida del pue-
blo cristiano. 
El futuro presbítero, que será el principal anima-
dor y servidor de la celebración litúrgica, desde el 
inicio del seminario, tenga una preparación 
conciente y activa en la liturgia. Gradualmente, 
aprenda a celebrar la Liturgia de las Horas, que 
debe convertirse, desde el tiempo de la forma-
ción, en la estructura que sostenga y vivifique la 
oración personal y comunitaria del sacerdote, en 
unión con la oración de toda la Iglesia. El año li-
túrgico, sobre todo en sus fiestas y tiempos fuer-
46 
tes, oriente la espiritualidad comunitaria del se-
minario y contribuya a formar al futuro presbítero 
como presidente de las celebraciones litúrgicas y 
maestro de oración de los fieles. Además, cuíde-
se de la formación litúrgica en el ámbito de la for-
mación estrictamente pastoral (FPIB, n. 128). 
4.4.2 El propedéutico 
El período propedéutico consiste en "un tiempo de pre-
paración humana, cristiana, intelectual y espiritual de los 
candidatos al seminario mayor" (PDV 62). Entre los ele-
mentos principales constitutivos de la formación en el 
propedéutico están: 
- la formación espiritual mediante la profundización de 
la experiencia de Dios, la lectura bíblica, la vida 
litúrgica y la oración personal; 
- la iniciación y profundización de la vida comunitaria; 
- la adecuada comprensión de la Iglesia y del ministe-
rio presbiteral (cfr. FPIB, n. 55). 
En su dimensión espiritual, debe orientarse al alumno, a 
partir de su vocación bautismal, para hacer una profun-
da experiencia de Dios y de amistad con Jesucristo, a 
través de: 
- ejercicios espirituales y oración de los salmos - Litur-
gia de las Horas; 
- celebraciones litúrgicas; 
- valoración de las experiencias de fe vividas en la fa-
milia, en ia comunidad cristiana, en el colegio y en 
los grupos vocacionales (cfr. FPIB, n. 57). 
47 
El decreto conciliar Optatam Totius (n.8) señala tres gran-
des valores y exigencias que definen el contenido de la 
formación espiritual del candidato al sacerdocio: 
- la fiel meditación de la Palabra de Dios, es decir la 
lectura meditada y orante de la Palabra de Dios (Lectio 
Divina) (cfr. PDV 47); 
- la activa participación en los misterios sagrados de 
la Iglesia, sobre todo en la Eucaristía, memorial de la 
muerte sacrificial de Cristo y de su gloriosa resurrec-
ción (cfr. PDV 48); 
- la caridad con los sencillos. En este sentido, la pre-
paración para el sacerdocio no puede dejar de impli-
car una seria formación para la caridad, en particular 
para el amor preferencial por los pobres, en los que la 
fe descubre la presencia de Jesús (cfr. Mt 25,40) y para 
el amor misericordioso por los pecadores (PDV 49). 
La formación espiritual de los candidatos al seminario 
mayor y al sacerdocio ministerial puede lograrse a tra-
vés de una programación de la comunidad educativa, en 
la que se prevé: 
- vivencia regular de momentos de oración personal y 
comunitaria (cfr. PDV 47); 
- vivencia de los momentos fuertes de oración diaria, 
del retiro mensual y de los retiros anuales (cfr. FPIB, 
n.137); 
- lectura orante de la Biblia; 
- formación en el hábito de la oración personal afectiva 
y contemplativa; 
48 
- celebración solemne de las fiestas del año litúrgico y 
de las fechas ligadas a la vida diocesana o al institu-
to religioso; 
- celebración regular del sacramento de la Penitencia; 
- devoción a la Santísima Virgen María, Madre de Dios 
y de la Iglesia (cfr. PDV 45); 
- valoración de las prácticas de piedad más comunes 
en la religiosidad popular(cfr. FPIB, n.137); 
- conocimiento de la vida de los maestros de espiritua-
lidad, de los mártires y de los santos. 
Entre las materias humanas y sociales sugeridas para ia 
capacitación de los candidatos al seminario mayor apa-
recen la introducción al misterio de Cristo y de la Iglesia, 
la liturgia, la música, las artes sagradas, la espiritualidad 
y la cultura popular. 
La participación en la vida litúrgica, en este período, debe 
ayudar a los alumnos a cultivar su vida interior, a adquirir 
progresivamente el espíritu de oración y conversión, y a 
descubrir la unión íntima que existe entre la liturgia y la vida 
cotidiana, tanto del sacerdote como de todos los hombres, 
que llama al apostolado y exige el testimonio auténtico 
de una fe que actúa por la caridad (cfr. EF 10.3/237). 
Los alumnos alcanzarán un nivel satisfactorio de vida 
espiritual en la medida en que profundicen en los estu-
dios y en la participación y vivencia de las celebraciones 
litúrgicas. Además, debe permitírseles penetrar en la 
comprensión del lenguaje simbólico de la liturgia que, 
por medio de signos sensibles, palabras, gestos, obje-
tos y acciones expresa las realidades divinas y, en los 
sacramentos, las causa (EF 11/238). 
49 
5. Aspectos de la formación 
de los futuros ministros 
La formación de los candidatos al futuro servicio de la 
vida de fe y la celebración de las comunidades eclesiales 
supone todo un aprendizaje en que se acentúen, entre 
otros, los siguientes aspectos: 
5.1 Sensibilidad para lo sagrado 
Los futuros ministros de una comunidad de fe necesitan, 
más que ninguno, de una iniciación en el "sentido de lo 
sagrado y del misterio". Más que conocimiento se trata 
de una experiencia de fe. Es una sensibilidad, un estilo 
asimilado de ser, casi sacramental. 
El sentido de lo sagrado favorecerá un trato respetuoso, 
equlibrado y sin banalidades de las celebraciones co-
munitarias. 
5.2 Educar para la ritualidad 
Debe iniciarse al alumno en la ritualidad, en el sentido 
de lo ritual. El lenguaje propio de la liturgia es el de la 
ritualidad, es decir el de la acción que se realiza a través 
de ritos, signos y gestos simbólicos. En la práctica, se 
vive en verdad corporalmente el rito y se expresa su sig-
nificado teológico, si éste, con sus límites, tiene un con-
tenido afectivo y espiritual en el momento de la acción 
refleja y puede modificar nuestra manera de vivir (dimen-
sión ética). La acción ritual no es un simple movimiento 
o secuencia de gestos, sino un acontecimiento. En toda 
acción ritual litúrgica, por más sencilla que sea, entra-
mos en comunión con Jesucristo, nuestro Señor y con el 
Padre, bajo el impulso del Espíritu Santo para ser asu-
midos en su dinamismo pascual. 
50 
Toda acción litúrgica mira a una comunión y, a partir d© 
ésta, a una transformación, a un cambio. ¿Cómo lograr 
esta comunión y este cambio? ¿Cómo alcanzar las acti-
tudes supuestas o requeridas por la liturgia? La acción 
ritual depende de un proyecto -es necesario pensar cada 
rito en todas las dimensiones que involucra22. 
El misterio de Dios y la vida de fe se hacen presentes y 
actúan a través del rito y el signo sacramental. Por esto, 
hace parte de la formación de la personalidad de los 
futuros ministros y presidentes de la celebración la edu-
cación para una digna y expresiva ritualidad (cfr. EF 11/ 
238). 
El lenguaje simbólico-sacramental de la liturgia requiere 
sintonía y equilibrio en las intervenciones de quien ejer-
ce determinada función ritual: sin exageraciones en la 
expresión externa ni actitudes que limitan al mínimo los 
gestos sacramentales necesarios para la legitimidad 
sacramental. La liturgia como acción sacramental, es 
decir como encuentro entre Dios que ofrece los dones 
de su gracia y la comunidad que acoge y responde, ne-
cesita del concurso de la acción interior (adhesión del 
corazón) y exterior de las personas (participación en los 
gestos, signos, oraciones, etc.). 
Por tanto, es inherente a la educación para la ritualidad 
sacramental el ejercicio de conjugar la expresión exte' 
rior, el sentido teológico y la coherente actitud interior-
Este aprendizaje no se consigue de inmediato, sino & 
través de todo un proceso. Experiencias vivas del miste' 
22 Cfr. Buyst, I. Ritualidade litúrgica. "Fagam isto" en: Curso de EspeC¡3' 
lizapáo em Liturgia, Caderno de Liturgia 4, Paulus, Sao Paulo, 1995. P' 
87-89. 
& 
rio de Dios celebrado y otras motivaciones espirituales y 
doctrinales podrán favorecerlo23. 
5.3 Capacitar para el discernimiento creativo 
Para que los alumnos adquieran un "sentido litúrgico" es 
indispensable que sepan distinguir entre lo que es 
esencial y accidental, inmutable y adaptable en una ce-
lebración litúrgica. La conciencia de que en la liturgia 
existen unas partes inmutables y otras susceptibles de 
cambio (cfr. se 21) favorecerá la sabia creatividad en el 
modo de celebrar las acciones litúrgicas y tomar parte 
en ellas (cfr. EF 17/244 y 44b/271; RF 52 y 59; Puebla 
921). 
Esta sabia creatividad (variedad) concierne a los 
diferentes modos de celebrar la Eucaristía, las 
liturgias de la Palabra, el bautismo y la reconcilia-
ción, y también a la manera de organizar una ben-
dición, con mayor o menor solemnidad, y a la 
adaptación a las diversas exigencias y circuns-
tancias, según lo admitido o recomendado en los 
libros litúrgicos y las prescripciones de la Santa 
Sede (EF 17/244). 
Educar a los alumnos para que sean capaces de "com-
prender, discernir y distinguir" hasta llegar al equilibrio 
entre creatividad y norma, libertad e inmutabilidad, pe-
dagogía pastoral e identidad eclesial, evitando tanto la 
innovación por la innovación, las presiones de la moda o 
el capricho personal como la exagerada rigidez, es una 
acción pedagógica que necesita de un paciente discer-
23 Aldazabal, J. La formación litúrgica en el seminario, Cuadernos Phase, 
21, p. 27. 
52 
nimiento y de una persuasión amable a lo largo de los 
años de la vida del seminario24. 
5.4 El espíritu de comunión eclesial 
Uno de los objetivos de la formación litúrgica es educar 
en el "sentido de pertenencia eclesial", ya antes mencio-
nado. Tener un espíritu de comunión eclesial es impor-
tante para todo cristiano, más todavía para quienes van 
a actuar como ministros de la comunidad. La liturgia es, 
esencialmente, misterio de comunión. 
Este espíritu de comunión supone que el candidato la 
cultive y la viva en la relación con el grupo y con sus 
formadores, para luego extender tal experiencia a la co-
munidad, la parroquia y la Iglesia diocesana y universal. 
Si esto falta, ¿cómo profesar después en cada oración 
eucarística la comunión con el Papa, el obispo, los de-
más presbíteros, toda la Iglesia? La celebración, de modo 
particular la Eucaristía, es momento privilegiado de fe 
en la comunión eclesial. El alumno debe tener clara la 
importancia de los dos siguientes aspectos para su vida 
y su ministerio: 
- la comunión eclesial que se expresa a través de la 
comunión con el obispo y el presbiterio; 
- la convivencia con la gente, de la cual debe conocer 
profundamente la cultura y los valores (cfr. FPIB, 
n.103). 
El espíritu de comunión con Dios, con los hermanos (com-
pañeros y formadores), con la comunidad, la parroquia y 
24 Ibidem, p. 28. 
53 
la Iglesia diocesana y universal, se expresa y alimenta 
en los momentos de la vida comunitaria, de los cuales la 
Eucaristía es el centro, sin descuidar la Liturgia de las 
Horas, la reflexión compartida de la Palabra de Dios y 
otras oraciones comunitarias (cfr. FPIB n.105). 
PARA DIALOGAR EN GRUPO 
¿De qué manera las acciones litúrgicas pueden 
responder a los diferentes objetivos y aspectos 
de la formación litúrgica? 
* ¿De qué manera puede la formación humana y 
comunitaria ayudar a la formación litúrgica de 
los futuros ministros? 
6. La comunidad formadora 
6.1 Sentido y papel de la comunidad formadora 
En el proceso formatívo de los candidatos reviste parti-
cular importancia el ambientedel seminario y de la casa 
de formación, es decir la comunidad formadora. 
La comunidad del seminario o de la casa de formación, 
lejos de reducirse a la convivencia de un simple grupo 
de amigos, tiene como ideal la realización de aquella 
comunión fraterna que es, al mismo tiempo, signo y fru-
to de la comunión con Dios Padre en el Hijo por el Espí-
ritu Santo (cfr. Puebla 211-216). Los distintos miembros 
de ¡a comunidad del seminario, reunidos por el Espíritu 
en una única fraternidad, colaboran, cada cual según los 
dones que recibió, al crecimiento de todos en la fe y en 
54 
la unidad, para prepararse adecuadamente al sacerdocio 
(FPIB n.104). Aunque esto se refiera al seminario mayor, 
el espíritu el válido para el seminario menor y para las 
casas de formación. 
El seminario, que representa como un tiempo y 
un espacio geográfico, es sobre todo una comu-
nidad educativa en camino: la comunidad promovi-
da por el Obispo para ofrecer, a quien es llamado 
por el Señor para el servicio apostólico, la posibili-
dad de revivir la experiencia formativa que el Se-
ñor dedicó a los Doce (PDV 60). El seminario es, por 
tanto, una comunidad eclesial educativa, más aún, 
es una especial comunidad educativa (PDV 61). 
En la perspectiva de la formación litúrgica, el seminario 
o la casa de formación deberá convertirse en una "co-
munidad litúrgica", es decir estar "impregnada de espíri-
tu litúrgico" (se 17). "La celebración litúrgica, que une 
firmemente toda ia comunidad cristiana para que sus 
miembros tengan "un solo corazón y una sola alma" (Hch 
4,32), consolida la unidad de la comunidad del semina-
rio y sostiene a los alumnos en el espíritu común" (EF 
n. 12/239). Desde el punto de vista litúrgico, el seminario 
es sin duda una comunidad especializada, provista de 
fines formativos peculiares y formativos, y esto puede 
hacer pensar en que allí se adopten formas celebrativas 
y de participación distintas a las de todos los días en las 
comunidades. 
Las celebraciones del seminario sólo podrán ser de bue-
na calidad, ejemplares y vivas. A los alumnos les corres-
ponde celebrar con una devoción y un grado de partici-
pación mayores, pues los momentos celebrat ivos 
constituyen una oportunidad privilegiada de preparación 
para el ejercicio de su ministerio sacerdotal. 
55 
La celebración litúrgica en el seminario debe, por 
tanto, ser ejemplar, no sólo en relación con los 
ritos, sino también desde el punto de vista espritual 
y pastoral, con fidelidad a las prescripciones y a 
los textos de los libros litúrgicos, lo mismo que a 
las normas emanadas por la Sede Apostólica y 
por la Conferencia Episcopal (EF n. 16/243). 
Las celebraciones deben ser igualmente ejemplares en 
el modo creativo de celebrar y participar (cfr. EF, n.17/ 
244). 
La persona encargada de la vida litúrgica en el semina-
rio tiene una gran responsabilidad formativa y pastoral, 
sobre todo si tenemos presente que mediante la expe-
riencia diaria del seminario se preparan y maduran los 
futuros animadores de las comunidades. Tal persona 
debe tener la preparación, la sensibilidad y la disponibi-
lidad necesarias para asumir la difícil tarea de animar y 
de inspirar la acción celebrativa de la comunidad del se-
minario o de la casa de formación, en un trabajo conjun-
to con todo el equipo formador y de liturgia, y teniendo a 
disposición los medios necesarios para una eficiente 
animación litúrgica25. 
En el reglamento de la vida de la comunidad formativa, 
procúrese en todo un justo equilibrio que incluya las ce-
lebraciones comunitarias, los momentos de oración y si-
lencio, los ejercicios de piedad, sin quitar espacio para 
la expresión más personal y para una renovación cons-
tante que evite la rutina y permita acompañar activamente 
la búsqueda de nuevas formas de espiritualidad más 
adecuadas a la realidad. 
25 Cfr. Sartore, D., art. cil., NDL, p. 498. 
56 
6.2 Celebraciones de la comunidad formativa 
Las formas celebrativas del seminario constituyen una 
sólida base para que los alumnos hagan realidad sus 
ideales de una vida en el espíritu y se preparen para el 
ministerio pastoral. Las celebraciones recomendadas 
para los seminarios son: 
6.2.1 La celebración eucarística 
La celebración de ia Eucaristía, centro y culmen de la 
vida de la Iglesia, sea también el centro y culmen de la 
vida del seminario y de las casas de formación, donde 
se haga presente todos los días el misterio de comunión 
con Dios en Cristo y se reciba la fuerza para el camino 
hacia la Pascua definitiva. El futuro presbítero debe 
aprender a reconocer y vivir las diversas dimensiones 
de la Eucaristía: acción de gracias, sacrificio, memorial, 
sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de cari-
dad y banquete pascual (se 47). 
El alumno debe descubrir especialmente la dimensión 
eclesial de la Eucaristía y su significado para el pueblo 
cristiano como signo de esperanza en el camino de la 
liberación. De esta forma, debe amarla como una reali-
dad que contiene todo el bien espiritual de la Iglesia y de 
donde emana toda su fuerza (se 10), y hacer de su par-
ticipación eucarística diaria el centro de su espirituali-
dad, alimentando e interiorizando en ella el espíritu co-
munitario, el celo por la unidad (PO 6 y CD 15), el espíritu 
apostólico, la caridad pastoral (PO 5, 14b), la oración 
personal y el ministerio sacerdotal en el que actuará en 
nombre de Cristo (PO 14b; LG 28; EF 23/250). 
Finalmente, el alumno debe encontrar en la Eucaristía, 
fuente y culmen de toda la vida de la comunidad cristia-
57 
na, el principio y la fuente de unidad de su propia vida 
(PO 14b; cfr. FPIB 129 cf. EF 22-27/249-254). 
La comunión bajo las dos especies, que desde el punto 
de vista del signo es la más completa (cfr. EM n.32/460), 
debe recomendarse en el seminario, observando las re-
glas enunciadas en la Introducción General al Misal Ro-
mano y las decisiones de las Conferencias Episcopales 
(EF 24,251). 
En las celebraciones eucarísticas es sumamente signifi-
cativo recalcar su carácter comunitario y que sea, de 
hecho, "expresión de la vida de la comunidad formativa". 
Salvo las celebraciones en pequeños grupos (cfr. EF 14/ 
241), se aconseja la participación de toda la comunidad 
en una concelebración, donde diáconos, acólitos y lec-
tores ejercen sus funciones (EF 23/250). La celebración 
eucarística que integra toda la comunidad, además de 
ser más coherente con la naturaleza litúrgica, manifiesta 
y alimenta la unidad fraterna de la comunidad (cfr. EF, 
n.12/239). En el proceso formativo, es saludable la alter-
nancia entre celebraciones de toda ¡a comunidad del 
seminario y de pequeños grupos, incluso con la partici-
pación de los fieles cristianos. Estás últimas aunque tie-
nen la ventaja de favorecer una participación más per-
sonal e intensa, no deben llevar al empobrecimiento de 
los ritos o los signos y, mucho menos, a la banalización 
de lo sagrado. 
La comunidad del seminario, en algunas ocasiones, de-
berá asociarse a las celebraciones litúrgicas de la cate-
dral, de la parroquia o de la comunidad de fieles en que 
se halla, y principalmente a la celebración plena en torno 
al obispo. 
58 
Es importante que en las grandes solemnidad y, 
sobre todo, en el triduo pascual, o en otras cir-
cunstancias según la tradición de la diócesis, los 
alumnos y en especial los diáconos, rodeen a su 
obispo y ejerzan junto a él los ministerios que se 
les ha conferido por la ordenación o por la institu-
ción, ya el obispo celebre en la catedral o en otras 
iglesias (EF 15/242). 
6.2.2 El sacramento de la Penitencia 
El sacramento de la Reconciliación, íntimamente rela-
cionado con la Eucaristía, ocupa un lugar de importan-
cia vital en el proceso de formación de los futuros candi-
datos al minister io sacerdota l . Este sacramento 
contribuye de manera eminente a desarrollar las dispo-
siciones requeridas para el seguimiento de Cristo y ad-
quirir el espíritu del Evangelio, es decir: conversión pro-
gresiva, purificación

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