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o 7 CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO La Celebración del Misterio Pascual MANUAL DE LITURGIA I INTRODUCCIÓN A LA CELEBRACIÓN LITÚRGICA Alberto Aramia, M.Sp.S / Daniel Cronin Rubén Leikam, osb I Faustino Paludo, OFMcap Alfredo Pouilly / Guillermo Rosas, ss.cc. / Roberto Russo Víctor Sánchez / Juan Carlos Spera COLECCIÓN DE TEXTOS BÁSICOS PARA SEMINARIOS LATINOAMERICANOS LELAL Cuarta Edició La Celebración del Misterio Pascual MANUAL DE LITURGIA I INTRODUCCIÓN A LA CELEBRACIÓN LITÚRGICA CONSEJO EPISCOPAL LATINOAMERICANO La Celebración del Misterio Pascual MANUAL DE LITURGIA I INTRODUCCIÓN A LA CELEBRACIÓN LITÚRGICA Alberto Aranda, M.Sp.S / Daniel Cronin Rubén Leikam, osb / Faustino Paludo, OFMcap Alfredo Pouilly / Guillermo Rosas, ss.cc. Roberto Russo / Víctor Sánchez Juan Carlos Spera Bogotá, D.C. - Colombia 2003 Con las debidas licencias eclesiásticas. © Consejo Episcopal Latinoamericano, CELAM © Derechos Reservados Carrera 5 N° 118-31 Apartado Aéreo 51086 Email: celam@celam.org Tels: (571) 6578330, 6714789 Fax: (571) 6121929 Bogotá, D.C., 2003 .Cuarta edición - 2003 ISBN Obra completa: 958-625-444-5 ISBN Volumen: 958-625-445-3 Diseño Carátula: Centro de Publicaciones CELAM Diagramación: Doris Andrade Impresión: Lito Camargo Ltda. Carrera 20 N° 5-12 Tel: (571) 3600655 Impreso en Colombia - Printed in Colombia PRESENTACIÓN v>on renovada alegría pre- sentamos la cuarta edición de este Manual de Liturgia, de la Colección de Textos Básicos para Seminarios Latinoamericanos. El CELAM recibió el mandato de los Obispos latinoameri- canos, en sus Asambleas Generales, de elaborar Manua- les que facilitaran la formación de los seminaristas. Fiel a esta clara indicación, los ha ido redactando a lo largo de estos años, aunque cambien sus Directivos, hay una her- mosa continuidad en la tarea encomendada. La nueva edi- ción de un determinado texto es indicio de que el material entregado está respondiendo al objetivo que se pretende con él: que sea bueno y útil para los candidatos al ministerio sacerdotal, sin excluir a otros miembros de la Iglesia. Que este Manual de Liturgia siga siendo un instrumento apto, puesto en las manos de los futuros pastores y liturgos de estas comunidades latinoamericanas nues- tras, que viven y gustan la liturgia y la hacen parte esen- cial de su sentido celebrativo de la vida. + RAMÓN BENITO DE LA ROSA Y CARPIÓ Obispo de Nuestra Señora de la Altagracia en Higüey, República Dominicana Secretario General del CELAM Bogotá, junio 12 de 2003 mailto:celam@celam.org LA CELEBRACIÓN DEL MISTERIO PASCUAL MANUAL DE LITURGIA Plan de la obra Tomo 1 - Introducción a la Celebración Litúrgica (Curso Propedéutico) • Vida litúrgica en el Seminario • ¿Qué es celebrar? La dinámica celebrativa • ¿Qué celebramos? • ¿Quiénes celebramos? • ¿Cómo celebramos? ¿Cuándo celebramos? ¿Dónde celebramos? • ¿Por qué celebramos? Tomo 2 - Fundamentos Teológicos y Elementos Constitutivos de la Celebración Litúrgica • La celebración del Misterio de Cristo La sacramentalidad de la Liturgia La Asamblea Celebrante • La Palabra de Dios en la celebración La oración litúrgica Signos y símbolos en la Liturgia • El canto y la música en la celebración • Expresión de la corporeidad en la celebración • El espacio celebrativo El tiempo en la Liturgia Los libros litúrgicos en el Rito Romano Tomo 3 - Los Sacramentos: signos del Misterio Pascual • Los sacramentos de Iniciación Cristiana El Misterio Eucarístico Los sacramentos de curación • Los sacramentos al servicio de la comunidad Tomo 4 - Otras expresiones celebrativas del Misterio Pascual y la Liturgia en la vida de la Iglesia • La celebración del Misterio de Cristo en el año litúrgico • La celebración del Misterio de Cristo en las horas del día. La liturgia de las horas. • La celebración de la Palabra de Dios Los Sacramentales • La celebración de la muerte del cristiano • Expresiones celebrativas de la religiosidad popular Liturgia e inculturación • Pastoral Litúrgica • Comunicación y Liturgia • El Derecho Litúrgico • La Liturgia fuente de la espiritualidad cristiana • La celebración del Misterio de Cristo a través de la Historia ABREVIACIONES Y SIGLAS CD Christus Dominus CEC Catecismo de la Iglesia Católica CIC Código de Derecho Canónico CNBB Conferencia Nacional de los Obispos del Brasil DP Documento de Puebla DS Denzinger Schoenmetzer DSD Documento de Santo Domingo EA Ecclesia in America EDIL I; II Enchiridion de Instaurationes Liturgicae EF In Ecclesiasticam Futurorum EL Ephemerides Liturgicae EM Eucharisticum Mysteríum Ench Enchiridion. Documentos litúrgicos poscon- ciliares FPIB CNBB, documento 55: Formación de los Pres- bíteros de la Iglesia en el Brasil - Directrices básicas GE Gravissimum Educationis lOe ínter Oecumenici LG LMD Med NDL OGLH OGMR OLM OT PDV PG Ph PL PO RF RL RPL SC VQA Lumen Gentium La Maison Dieu Documento de Medellín Nuevo Diccionario de Liturgia Ordenación General de la Liturgia de las Horas Ordenación General del Misal Romano Ordo de Lecturas de la Misa Optatam Totius Pastores dabo vobis Padres Griegos Revista Phase Padres Latinos Presbyterorum Ordinis Ratío Fundamentalis Instítutionis Sacerdotalis (1970) Rivista Litúrgica Rivista di Pastorale Litúrgica Sacrosanctum Concilium Vicesimus Quíntus Annus AUTORES Volumen I Alberto Aranda Daniel Cronin Rubén Leikam osb Faustino Paludo OFMcap Alfredo Pouilly Guillermo Rosas ss.ee. Roberto Russo Víctor Sánchez Juan Carlos Spera México Puerto Rico Argentina Brasil Chile Chile Uruguay México Uruguay http://ss.ee VIDA LITÚRGICA EN EL SEMINARIO Faustino Paludo Algunos son llamados por Dios en y por la Iglesia a un servicio especial de la comunidad. Estos servidores son escogidos y consagrados por el sacramento del Orden, por el cual el Espíritu Santo los hace aptos para actuar en representación de Cristo-Cabeza para el servicio de todos los miembros de la Iglesia (cfr. PO 2.15). CEC I 142 INTRODUCCIÓN L.A renovación litúrgica pos- tulada por el Concilio Vaticano n señala la formación como una exigencia necesaria con miras a un espíritu nuevo y a una práctica celebrativa que alimente la vida de los fieles. Por esto, toda iniciativa para profundizar la fe cris- tiana deberá tener la liturgia como uno de sus aspectos y dimensiones fundamentales. La liturgia es fuente y culmen de la vida de la Iglesia (se 10). Ninguna activi- dad pastoral debe realizarse sin una referencia a la litur- gia (Puebla 927). Traducción del original portugués: P. Martín Gil Plata. Es fundamental que los futuros ministros del pueblo de Dios se familiaricen con el espíritu litúrgico y se prepa- ren de la mejor forma posible para animar y presidir las celebraciones. Para esto, es importante que los diver- sos aspectos de la formación en el Seminario y en las casas de formación encuentren acogida y expresión pri- vilegiada en las celebraciones litúrgicas. Estas, a su vez, suponen una iniciación en ia vida y en la práctica celebrativa mediante el estudio de los contenidos bási- cos, a través de cursos, encuentros, momentos mismos de celebración. La vivencia litúrgica es una dimensión y un elemento que debe estar presente a lo largo de todo el proceso formativo. Es importante que desde el comien- zo del camino formativo los jóvenes alumnos participen consciente y activamente en la diferentes celebraciones de la comunidad formadora. El año litúrgico debe orien- tar la espiritualidad comunitaria del Seminario y de la casa de formación. El presente trabajo quiere exponer algunos elementos y aspectos necesarios en la formación litúrgica de los can- didatos, en las etapas de formación inicial, en el propedéutico. Tal formación litúrgica deberá constituirse en una verdaderaescuela de vida, en la cual se integren la experiencia celebrativa, los contenidos y la práctica pastoral. Sin embargo, téngase presente que el gran desafío de la formación amplia y profunda es preparar agentes para la incuituracion de la liturgia, es decir agente calificados para preparar, animar y presidir acciones litúrgicas según la índole de los pueblos lati- noamericanos. 14 1 . Formación con miras a la participación. Formación y renovación litúrgica La formación litúrgica de los fieles y de sus pastores es uno de los objetivos permanentes de la renovación litúrgica1. El primer compromiso del servicio de la pasto- ral litúrgica tanto en los seminarios como en las casas de formación de los religiosos, es perfeccionar la forma- ción litúrgica del clero, que se expresa mediante un au- téntico espíritu celebrativo. Esta formación litúrgica, fun- damento de toda la vida espiritual implica, además de la ciencia, la experiencia. En los seminarios y casas religiosas, los clérigos deben adquirir una formación litúrgica de la vida espiritual por medio de una adecuada iniciación que les permita comprender los sagrados ritos y participaren ellos con toda el alma, sea celebran- do los sagrados misterios, sea con otros ejerci- cios de piedad, penetrados del espíritu de la sa- grada liturgia (se 17). En esta perspectiva, Puebla señala que la renovación litúrgica debe estar animada por una auténtica teología litúrgica: "La renovación litúrgica ha de esta orientada por criterios pastorales fundados en la naturaleza mis- ma de la liturgia y de su función evangelizadora" (Puebla 924). "La constitución litúrgica, antes que exponer los principios que deben guiar ia reforma de la liturgia y sus modalidades concretas, trata de la naturaleza litúrgica de la misma y, sobre todo, insiste en seis artículos (14-19) sobre la necesidad primordial de brindar una sólida formación litúrgica al clero y a todos los fieles" Barauna. Guilherme, A participacáo ativa: principio inspirador e diretívo da Constítuigáo Litúrgica, em AA. W. A Sagrada Liturgia renovada peio Concilio, Ed. Vozes. Petrópolis, RJ. p. 301. 15 Sin embargo, la formación litúrgica no está reservada para algunos privilegiados, los clérigos y los religiosos, sino que debe extenderse a todos los bautizados. Tam- bién para ellos, la liturgia es fuente primaria y necesaria de la que han de beber el espíritu verdaderamente cris- tiano, y por lo mismo, los pastores de almas deben bus- car con diligencia la participación de los fieles en la litur- gia en toda su actuación pastoral por medio de una educación adecuada (se 14). Por tanto, la tarea que se presenta más urgente es la de la formación litúrgica del pueblo de Dios: pastores y fieles (cf. VQA 15/319). Es una tarea de conjunto tanto que quien estudia y enseña como de todos los que ejercen diversos ministerios pastorales y de las comunidades. La razón de la exigencia de una auténtica formación litúrgica para el clero y los fieles emerge de la misma finalidad de la reforma y renovación litúrgica postulada por el Concilio Vaticano ii: La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma, y ala cual tienen derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo cristiano, linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pue- blo adquirido (1 P 2,9) (se 14). Los pastores de almas fomenten con diligencia la educación litúrgica y la participación activa de los fieles, in- terna y externa (SC 19 y 42; Instr lOe 19/79). Esta misma formación, adaptada a la propia condición, es indispensable también para los laicos, tanto más cuando estos, en muchas regiones, son lla- mados a asumir responsabilidades cada vez más relevantes en la comunidad (VQA 15/319). 16 No sólo la pastoral litúrgica, sino el mismo proceso pedagógico de la formación litúrgica tie- ne como objetivo final la participación activa, in- terna y externa, consciente, plena y fructuosa de todo el pueblo de Dios en las celebraciones litúrgicas, es decir la vivencia de misterio de Cris- to a través de la participación en la acción ritual2. La renovación litúrgica, entonces, más que una acción ritual o ceremonial, significa un estilo nuevo de celebra- ción y participación, que expresa la celebración del misterio pascual de Jesucristo, memorial de la nueva alianza de Dios Padre con su pueblo reunido en asam- blea. Con todo, la acción celebrativa participada su- pone una sólida formación y vivencia por parte de los ministros. Y como no se puede esperar que esto ocurra si antes los mismos pastores de almas no se im- pregnan totalmente del espíritu y de la fuerza de la liturgia y llegan a ser maestros de la misma, es indispensable que se provea, antes que nada, a la educación litúrgica del clero (se 14; VQA, 15/ 319). A los sacerdotes, tanto seculares como re- ligiosos, que ya trabajan en la viña del Señor, se les ha de ayudar con todos los medios apropia- dos a comprender cada vez más plenamente lo que realizan en las funciones sagradas, a vivir la vida litúrgica y comunicarla a los fieles a ellos encomendados (se 18). Abreu, E. Helena de - Buyst. I. Formagáo litúrgica, preliminares: Conceituacáo, en: Formagáo litúrgica, como faze-la, Cadernos de Li- turgia 3, Paulus, Sao Paulo, 1994, p. 9. 17 Ocurre que, allí donde los pastores están penetrados de un auténtico espíritu celebrativo y favorecen la iniciación litúrgica, los fieles comprenden el sentido de su fe y maduran en su compromiso de vida cristiana. Todos re- conocen el valor y la necesidad de la formación, con una necesaria y competente interdisciplinariedad de las ma- teria, especialmente en lo que se refiere a liturgia. La constitución conciliar sobre la liturgia lo pedía ya: La asignatura de sagrada liturgia se debe consi- derar entre las materias necesarias y más impor- tantes en los seminarios y casas de estudios de los religiosos y entre las asignaturas principales en las facultades teológicas [...] Los profesores de las otras asignaturas [...] procurarán exponer el misterio de Cristo y la historia de la salvación [...] de modo que queden bien claras su conexión con la liturgia y la unidad de la formación sacer- dotal (se 16). La iniciación en la vida y en el espíritu litúrgico puede considerarse como una "obra de gran amplitud, que debe comenzar en los seminarios y casas de formación y con- tinuar a lo largo de toda la vida sacerdotal" (VQA 15/319), para que los alumnos "participen plenamente en las ce- lebraciones litúrgicas y obtengan de ellas el alimento para su propia vida espiritual y para comunicar a los demás" (Instr. lOe 14/73 y 18/77). ¿Quién nos desea una activa participación, fruto de una profunda renovación? Sin embargo, el factor principal de la renovación será siem- pre el esfuerzo perseverante para promover la compren- sión y la inserción en el espíritu de la liturgia. Esto suce- derá sólo mediante un intenso trabajo de formación litúrgica, que presupone la transformación de la manera de comprender la naturaleza teológica de la litúrgica y su correspondiente expresión celebrativa por parte de 18 los responsables de la comunidad. Una renovación pro- funda y eficaz tendrá que comenzar ante todo en el se- minario, que debería transformarse en un centro irradiador de un nuevo espíritu y de un estilo participativo y ministerial de celebrar. La misma constitución sobre la liturgia no es tanto una reforma ritual como una renovación del espíritu y de la mentalidad en materia ritual y de su correspondiente estilo celebrativo. Lo que se desea hacer posible es que el misterio de la celebración litúrgica sea el auténtico culto en espíritu y verdad del que Cristo hablaba (cf. Jn 4,24), una verdadera efusión del Espíritu de Jesucristo. No se trata de recordar acontecimientos pasados o enriquecer el bagaje culturalde los participantes sino de que todos se dejen vivificar y transformar por el Espíritu mediante la Palabra viva de Dios. Se participa de los ritos no para ser fiel a una disciplina institucional o para conservar al- gunos valores religiosos sino para profesar la fe en el misterio pascual de Cristo, para celebrar la gloria de Dios Padre y para experimentar las maravillas de la acción del Espíritu de Dios presente y actuante en su pueblo. Sin embargo, si este "espíritu de la sagrada liturgia" (cf. se 17) no es asimilado a través de una formación actual y fundada, especialmente de los candidatos al ministerio sacerdotal, el movimiento de reforma y de renovación del Concilio y el camino posconciliar corren el riesgo de acabaren simples exterioridades rituales, en culto vacío de "espíritu y verdad". El estilo renovado de celebración, orante y pascual, ger- mina y se desarrolla a lo largo de todo un proceso for- mativo. Este nace de la vivencia celebrativa, del estudio, de la experiencia y de la valoración de la práctica litúrgica en la propia casa de formación. Si el tiempo de semina- rio no está marcado por una significativa experiencia 19 litúrgica, será más difícil revertir el cuadro de la forma- ción permanente, con serias consecuencias para la vida litúrgica del pueblo de Dios (cf. EF 8/235), pues del espí- ritu y vivencia litúrgica de los ministros depende, en bue- na parte, la participación activa y plena del pueblo en la acción celebrativa de la comunidad eclesial (se 14; cf. VQA, 15/319). Es imposible pensar en la renovación de la mentalidad y de la acción del pueblo cristiano sin que se dé un cambio antes en los seminarios y casas de for- mación y en los ministros que animan y coordinan las celebraciones. Si los ministros tienen sensibilidad litúrgica y están bien orientados, es muy probable que las comu- nidades a ellos confiadas entren en sintonía con lo que celebran. Tres son los motivos que hacen urgente una sólida for- mación y vivencia litúrgica de los futuros presbíteros: 1. Formación cristiana y espiritual del presbítero: "La formación [...] debe darse de tal forma que los alum- nos aprendan a vivir en trato familiar y asiduo con el Padre por su Hijo Jesucristo en el Espíritu Santo. Habiendo de configurarse a Cristo Sacerdote por la sagrada ordenación, habitúense a unirse a Él, como amigos, con el consorcio íntimo de toda su vida. Vi- van el misterio pascual de Cristo de tal manera que sepan iniciar en él al pueblo que ha de encomen- dárseles [...] Aprendan los alumnos a vivir según la forma del Evangelio; a cimentarse en la fe, la espe- ranza y la caridad, para alcanzar, con la práctica de estas virtudes, el espíritu de oración, conseguir la fortaleza y defensa de su vocación, lograr vigor de las demás virtudes y aumentar en el celo por ganar a todos los hombres para Cristo" (OT 8). 20 2. Función de los pastores en la liturgia y en el ministe- rio: "Los presbíteros, en virtud del sacramento del Orden, han sido consagrados como verdaderos sa- cerdotes del Nuevo Testamento, a imagen de Cristo, sumo y eterno sacerdote, para predicar el Evangelio y apacentar a los fieles y para celebrar el culto divino [...] Pero su oficio sagrado lo ejercen, sobre todo, en el culto o asamblea eucarística, donde, obrando en nombre de Cristo y proclamando su misterio, unen las oraciones de los fieles al sacrificio de su Cabeza [...] Para con los fieles arrepentidos o enfermos des- empeñan principalmente el ministerio de la reconci- liación y del alivio, y presentan a Dios Padre las ne- cesidades y súplicas de ¡os fieles. Ejerciendo, en la medida de su autoridad, el oficio de Cristo, Pastor y Cabeza, reúnen la familia de Dios como una fraterni- dad, animada con espíritu de unidad, y la conducen a Dios Padre por medio de Cristo en el Espíritu" (LG 8). "Como ministros sagrados, señaladamente en el sacrificio de la Misa, los presbíteros representan a Cristo, que se ofreció a sí mismo como víctima por la santificación de los hombres [...] De modo semejan- te, en la administración de los sacramentos se unen a la intención y caridad de Cristo [...] Al regir y apacen- tar al Pueblo de Dios, se sienten movidos por la caridad del buen Pastor a dar su vida por sus ovejas" (PO 13). 3. Maestros y guías del pueblo: Los presbíteros no pue- den ser "guías y maestros del pueblo" si antes no se impregnan del espíritu y de la fuerza de la sagrada litur- gia (cf. se 14); en este aspecto, conducen a su rebaño, no sólo con la palabra, sino con el ejemplo3 (se 19). 3 Cfr. Sartore, D. Formacáo litúrgica dos futuros presbíteros, en NDL, Ed Paulinas, Sao Paulo, 1992, p. 496. 21 En resumen, el movimiento de reforma promovido por el Vaticano n puso en primer plano la exigencia de la for- mación específica, para lograr el objetivo de renovar con- creta y profundamente la vida litúrgica de las comunida- des cristianas a partir de la educación en los seminarios y en las casas de formación de los religiosos. "La forma- ción litúrgica de los pastores, condición indispensable e incluso paradigma de la formación litúrgica de los fieles, es una tarea que debe realizarse constantemente en el propio ministerio"4. PARA DIALOGAR EN GRUPO * Compartir con los compañeros alguna experien- cia de una celebración de buena calidad. * ¿Qué es lo que más exige una comunidad de sus ministros en la acción litúrgica? 2. Realidad actual de la formación litúrgica Como cualquier otra realidad de la vida, el proceso for- mativo de una persona o de un grupo refleja las condi- ciones de su época y es fruto de las exigencias y cons- tantes de una etapa de la historia. Como proceso, a partir de la experiencia del pasado, las ciencias humanas y teológicas pueden iluminar los nuevos procedimientos educativos, abriendo nuevas perspectivas y ayudando en la comprensión de las reivindicaciones que brotan de la sensibilidad de las nuevas generaciones. Martin, J.L. No Espirito e na Verdade. Introdugáo antropológica á litur- gia, vol. II, Ed. Vozes. Petrópolis, 1997, p. 322. 22 2.1 Un tiempo de transición En muchos seminarios y casas de formación, alumnos y formadores viven una transición. Los jóvenes critican las actuales celebraciones, mientras para los formadores representan una conquista luego de años de búsqueda. Ocurre que los alumnos pertenecen a una generación que no conoció ni saboreó el ardor del movimiento de renovación litúrgica, la época del Concilio y los años si- guientes. Además, muchos de los formadores, en la actualidad, provienen de los tiempos de seminario posconciliar que acompañaron con interés el movimiento de renovación litúrgica. Asumieron las reformas de modo creativo. La comunidad formativa, con sólidas bases teológicas, bí- blicas y pastorales, acabó asumiendo la renovación como un hecho eclesial sin resistencias. Pero en los semina- rios donde no se había llegado a esa sensibilidad celebrativa, la reforma del Vaticano n despertó un afán de experiencias. En consecuencia, lo que era oficial aca- bó interpretándose como "ensayo". Este período de ex- periencias pasó y no faltaron seminarios con cierta de- cepción5. Pasada la novedad de las nuevas formas de participación, desapareció poco a poco su atractivo. Hubo hasta quien dijo: "la liturgia dio lo que tenía que dar"- Diócesis, parroquias y seminarios llegaron a esta crisis porque no se cuidó suficientemente lo principal: "la for- mación litúrgica, sin la cual cualquier reforma acaba vol- viéndose estéril"6. 5 Cfr. Pindado, Vicente Martín, Los futuros presidentes de la celebradlo" y su sentido actual de la liturgia, en Cuadernos Phase 21, p. 67-68. 6 Barauna, G. art.cit. p. 302. 23 Ante las experiencias fallidas de años pasados, se com- prende la postura de algunos alumnos y formadores que hoy adoptan actitudes de "cierta prudencia" y hasta de "recelo" ante la realidad y la tarea de la formación y de la celebración litúrgica. Esto puede originar dos modosde actuar: - los que optan por una acción celebrativa seria y fundamentada; - los que asumen una actitud apática e indiferente. En la liturgia se mueven sólo por la obligación del pre- cepto. Sin lugar a dudas, la causa de muchas crisis en la prác- tica litúrgica posconciliar fue la ausencia de una seria iniciación en el sentido (naturaleza) de la liturgia, es de- cir en los principios, criterios y normas litúrgicas postula- dos por el Concilio. Mejor aún, la reforma litúrgica que se quiso en consonancia con el movimiento preconciliar y conciliar no estuvo acompañada de un proceso que descubriera el sentido y la fuerza de la liturgia. Todo su- cedió de manera muy rápida. En un corto espacio de tiempo, los libros litúrgicos, elaborados a partir de los postulados del Concilio, se publicaron, se tradujeron y se pusieron en manos de los fieles con la suposición de que ya había una "nueva conciencia y un nuevo espíritu celebrativo". Por otro lado, la "revisión de los ritos", considerados "in- tocables" durante siglos, sobre todo la Misa, tomó a muchos de sorpresa7. En poco tiempo, se pasó de una Cfr. Tena, Pere, La formación litúrgica como responsabilidad pastoral, en Cuadernos Phase 21, p. 17-18. 24 liturgia escrupulosamente inmutable a una liturgia sus- ceptible de reformas y de críticas. No se puede negar la riqueza en muchos aspectos de este tiempo de transición, o de acomodación, a pesar de la crisis, el impacto e incluso las decepciones. El ansia de innovaciones, desprovista de criterios fundados so- bre el sentido litúrgico, desapareció y dio paso, en oca- siones, a la indiferencia o al "todo vale" en liturgia. 2.2 Nuevos puntos de referencia Las nuevas generaciones de alumnos y formadores tie- nen ahora nuevos puntos de referencia. Lo que cuenta es el presente, la vida de la gente y la actual realidad celebrativa. Las críticas a la antigua práctica celebrativa y a la mentalidad rubricista parecen anacrónicas. Para las comunidades eclesiales latinoamericanas, la Confe- rencia de Medellín (1968) es el marco de nuevos paradigmas. El sufrimiento de los pueblos latinoamericanos hace que la Iglesia crezca en la conciencia de su dimensión profética y evangelizadora. En Medellín, los Obispos señalan los nuevos rumbos de la promoción social. Al tiempo que la atención de la Iglesia se dirigía a los gru- pos marginados, a las grandes masas empobrecidas y oprimidas, deseosas de liberación integral, germinaban las semillas de una nueva expresión litúrgica unida a la vida. Sin embargo, en este tiempo, la liturgia se relegó a un segundo plano. La acción social ocupaba un lugar relevante en la vida eclesial. Sobre todo en las comunidades eclesiales de base, bajo la influencia creciente de la teología de la liberación, la nueva reflexión sobre la cristología y la eclesiología en 25 América Latina innova la manera de celebrar la vida de fe8. En la actualidad, se constata una vuelta a lo religio- so místico y muchas veces intimista. 2.3 La sociedad secularizada Los alumnos viven, hoy, sumergidos en una sociedad centrada en el hedonismo y la autorrealización, articulada por el poder político y económico. ¿Cómo sustentar la formación litúrgica en una sociedad despojada de su sig- nificación religiosa y sacramental? La mentalidad del "hombre técnico, informatizado y cibernético", marcada por la eficacia y la producción, encuentra dificultades para captar y percibir los valores inherentes al universo sim- bólico. Y las consecuencias de tal situación se reflejan en el ámbito de la formación y de la celebración litúrgica. De esta sociedad secular y plural se sigue que aquel hombre perdió la conciencia de ser alguien "salvado por Dios", en cuanto la liturgia es, por su naturaleza, mo- mento actualizante de la historia de la salvación9. La sociedad moderna y secular se presenta en la actua- lidad como un desafío cultural para la formación litúrgica. Donde no hay espacio para Dios es difícil que haya es- pacio para la liturgia. Igual donde no hay sintonía con las realidades humanas, no habrá formación sería. La Ins- trucción sobre la formación litúrgica en los seminarios reconoce que la secularización creciente de la sociedad suscita una serie de problemas pedagógicos, pues "ofus- can en las mentes la genuina naturaleza de la liturgia, haciendo al hombre incapaz de participar en ella y vivirla con intensidad" (EF 4/231). 8 Cfr. cnbb, doc. 43, nn. 14-17. 9 Petrazzini, M.I., Formacáo litúrgica, en NDL, Ed. Paulinas, Sao Paulo, p. 485. 26 2.4 Visión reduccionista de la misión de la Iglesia Otro fenómeno que afectó la formación litúrgica posconciliar (el proceso de consolidación de la renova- ción y reforma litúrgica) fue una concepción cerrada de las actividades inherentes a la acción evangelizadora de la Iglesia. Dada la realidad y las necesidades apremian- tes de la época, algunas dimensiones de la pastoral que- daron relegadas y aisladas. En esta perspectiva, son sig- nificativas las expresiones en torno a la formación litúrgica: "Para que perder el tiempo con la liturgia, ¡hay cosas más importantes que hacer!". "Ya tengo un com- promiso, ¿para qué la liturgia?". No pocas veces, la formación litúrgica en los seminario y casas de formación resultó perjudicada por una com- prensión reduccionista de la misión de la Iglesia en la que la práctica pastoral enfatizó una determinada dimen- sión o sector pastoral, en detrimento del conjunto de la vida y de la acción evangelizadora de la misma Iglesia. Tal práctica, en opinión de Pere Tena, olvida que existe una dimensión sacramenal en la acción evangelizadora, en la catequesis, en la promoción humana, en el testi- monio cristiano, en la reflexión teológica y en el servicio a los pobres10. Tena, P., art. clt., p. 21. 27 PARA DIALOGAR EN GRUPO ¿Qué iniciativas existen en su diócesis, semina- rio, casa de formación o parroquia en cuanto a la formación litúrgica? ¿Cómo califica usted esa formación litúrgica? 3. La formación litúrgica 3.1 Sentido El término "formación" suele designar una acción que da forma, plasma el carácter, la mentalidad, la actuación y el conocimiento profesional de una persona o de un gru- po de individuos. La formación presupone todo un pro- ceso de aprendizaje. En este proceso, más que concep- tos puramente racionales, es necesario asumir los aspectos prácticos relativos a la persona del formando. En esta perspectiva, hoy, se aborda la formación con una realidad que concierne a la totalidad de la persona (cf. GE 2). La formación quiere conferir a la persona una "forma vi- tal" unitaria, ayudándola a explicitar y poner por obra sus capacidades y potencialidades, mejor aún, a expresarlas y ampliarlas de manera armoniosa y equilibrada, lleván- dola a adquirir las capacidades teóricas para actuar y asumir determinados comportamientos en corresponden- cia con un proyecto unitario de vida11. Cfr. Petrazzim. M.l. art. cit., p. 480-481. 28 La formación litúrgica es un componente fundamental de la formación de la persona cristiana. Todos los cristianos que, por la regeneración del agua y del Espíritu Santo, son una nueva criatura y se llaman hijos de Dios, tienen derecho a una educación cristiana. Tal educación no pretende sólo la madurez de la persona humana, sino que los bautizados sean introducidos en el conocimien- to del misterio de la salvación; aprendan a adorar a Dios Padre en espíritu y verdad (cfr. Jn 4,23), sobre todo en la acción litúrgica, y vivan según el hombre nuevo en la justicia y en la santidad de la verdad (Ef 4,22-24) (GE 2). A veces, la formación litúrgica se entiende, en el lengua- je común, como algo puramente intelectual, limitada a la transmisión de contenidos. Pero para alcanzar la perso- na humana del alumno, como un todo, es necesario tra- bajar con su dimensión corporal, relacional, intelectual, afectiva, intuitiva, imaginaria, simbólica, religiosa y experiencial. La liturgiaes maestra y escuela de vida para quien aspi- ra realizar la expresión de Pablo: "ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Ga 2,20). La vida cristiana, meta de la educación, tiene una di- mensión cultural que corresponde al llamado a ofrecer los cuerpos como hostias vivas al Señor (Rm 12,1-2; 1P 2,4-5). En esto consiste ser adoradores del Padre en espíritu y verdad. Esta vida hecha ofrenda cultual requie- re, por una parte, una iniciación en el misterio de la sal- vación, y por otra, una aprendizaje, sobre todo, a través de la acción celebrativa. Esto evidencia la importancia de la liturgia como espacio significativo de iniciación en 29 el misterio de la salvación. Se trata de la perspectiva mistagógica puesta en acción, entendida como introduc- ción progresiva y gradual en la vida litúrgica de la comu- nidad cristiana y en los sacramentos como memoria del evento salvador. La formación litúrgica, como parte integrante de la vida cristiana, introduce a las personas en la vivencia del mis- terio; funda y anima el hacer de la vida una ofrenda agra- dable a Dios por la participación en la acción litúrgica de forma conciente, activa y plena (se 14). Así, la liturgia se transforma "fuente primaria y necesaria en la que han beber los fieles beben el espíritu verdaderamente cris- tiano" (se 14; OT 16), razón por la cual la formación litúrgica de los alumnos no debe restringirse a la adqui- sición de contenidos racionales. El futuro ministro necesita adquirir un conocimiento inte- gral (holístico). En el proceso informativo debe haber un equilibrio entre la formación sistemática y la formación para la acción. Esto implica una planeación, una vivencia y una evaluación conjuntas. En esta perspectiva, las celebra- ciones litúrgicas en las que participan los alumnos se cons- tituyen en fuente primaria de la iniciación en el misterio de Cristo, allí proclamado y actualizado por la Iglesia, a la cual aquéllos desean servir como futuros ministros. Iniciar a un grupo de alumnos en la dimensión litúrgica significa profundizar la propia realidad litúrgica en sus aspectos fundamentales como un hecho progresivo y permanente. Se habla de la "inserción vital en el misterio pascual de Jesucristo muerto y resucitado, presente y actuante en los sacramentos de la Iglesia" (PDV 48). Finalmente, por formación litúrgica se entiende aquí el amplio proceso de vivencia celebrativa fundada en la 30 teología bíblico-litúrgica, donde se realiza la unidad en- tre el gesto ritual, su sentido teológico y la actitud espiri- tual que lo traspasa, de modo que los seminaristas pue- dan "comprender las acciones sagradas y participar en ellas con toda el alma" (se 17). Se trata de toda una nueva mentalidad celebrativa, un sentido sacramental que nos permita entrar en sintonía con el misterio pascual de Cristo hasta "configurarnos con Él" (Flp 3,10), "trans- formarnos en Él" (2 Co 3,18), para que Cristo "tome for- ma definitiva" en nosotros" (Ga 4,19) mediante la acción del Espíritu Santo. En esta perspectiva cristológica y pneumatológica, la formación ofrecida a los seminaristas gesta y desarrolla una espiritualidad litúrgica, que lleva a vivir lo que significa, y a celebrar en la comunidad eclesial la salvación ofrecida y realizada en Cristo bajo el impul- so del Espíritu Santo. En última instancia, el seminario y la casa de formación, en el campo de la liturgia, desean formar un cristiano por entero, animado todo por el Espíritu Santo, un ministro de la comunidad, para que la liturgia no sea sólo una obligación o una formalidad, sino el centro de su vida y de su acción apostóllica, y de esta forma se convierta en "un ministro capaz de conducir al pueblo a una participa- ción conciente y activa en el misterio de Cristo" (EF apén- dice, n. 5)12. 3.2 Objetivos de la formación litúrgica Toda la formación de los candidatos al presbiterado está destinada a disponerlos de modo particular a participar de la caridad de Cristo Buen Pastor. La educación de los 12 Aldazábal, J., La formación litúrgica, tarea inacaba de la reforma del Vaticano II, en Revista Phase 176 (1990), p. 41. 31 alumnos debe tender a formar verdaderos pastores se- gún el ejemplo de Nuestro Señor, maestro, sacerdote y pastor. Por eso deben prepararse: - al ministerio de la Palabra de Dios, para que la mis- ma sea escuchada por ellos, asimilada por la medi- tación y comunicada en palabras y obras; - al ministerio del culto y de la santificación, para que predicando y celebrando las acciones litúrgicas se- pan realizar la obra de la salvación por medio de la Eucaristía y los demás sacramentos; - al ministerio de pastores, para que sepan llevar a las personas a Cristo, que no vino a ser servido sino a servir y dar la vida por la redención de muchos, ha- ciéndose esclavo de todos (1 Cr 9,19) (cfr. FPIB n. 82). De esta manera, la formación litúrgica en los seminarios y casas de formación tiene los siguientes objetivos: 3.2.1 Formar una personalidad litúrgica La formación litúrgica en los seminarios desea dar a los alumnos una forma vital, unitaria y equilibrada, para que desarrollen sus potencialidades y asuman un modo de ser coherente con un proyecto de vida. Se trata, pues, de moldear la personalidad litúrgica de modo que haya un estilo y un espíritu celebrativos. El primer objetivo de la formación l i túrgica es la vida cr ist iana de los seminaristas. Antes de ser ministros, deben ir formando una personalidad cristiana integral. La formación litúrgica en los seminarios quiere hacer posible para los alumnos una forma de vida integrada y orante, deseando "reconstruir" la unidad del ser huma- 32 no, históricamente dividido. Así, los alumnos tienen la oportunidad de desarrollar sus potencialidades y asumir un modo de ser coherente con el proyecto de vida que se proponen. Esto significa que el alumno deberá des- cubrir y experimentar ya la espiritualidad litúrgica que habrá de animarlo en todo su camino presbiteral. Los candidatos al sacerdocio ministerial, insertos en una sociedad donde cada vez se acentúa más la pluralidad cultural y religiosa, necesitan madurar su experiencia de fe cristiana, dejándose interpelar por la Palabra de Dios, profundizando su espíritu de oración y celebrando los dones sacramentales de la salvación. Deberán dar un salto cualitativo a un nivel superior de la vida humana que la vida cristiana y la celebración litúrgica requieren. Como bautizados y cristianos, debe ayudarse a los can- didatos a entrar en comunión con Cristo y su misterio de salvación, a celebrar litúrgicamente esta comunión y, de esta forma, a madurar en su fe. Por "personalidad" se entiende aquí más la capacidad de sintonía y sensibilidad hacia el misterio celebrado, a la asamblea reunida y al universo sacramental de la li- turgia, más que la erudición y los conocimientos. Se ca- racteriza como una personalidad cristiana el fiel que ve y valora las realidades de la vida con los criterios y los ojos de Cristo. Una personalidad litúrgica, como deriva- ción del ser cristiano, la tiene quien ha entendido y asi- milado en la vida la liturgia, principalmente la Eucaristía, como fuen- te de donde emana la gracia y con mayor eficacia se obtiene la santificación de los hombres en Cris- to y la glorificación de Dios, hacia la cual, como a su fin, tienden todas las demás acciones de la Iglesia (sc10). 33 Para constituir esta "personalidad", se hace necesario trabajar toda la vida de la persona. Esta no sólo es cele- bración. Es persona de fe, caridad y compromiso social; un invitado a participar de la salvación realizada en Cris- to, ejerciendo un ministerio ordenado; es un hombre in- tegrado en su estilo de vida y comprometido con el pro- yecto de Jesús. Resulta indispensable afirmar que la personalidad litúrgica es un aspecto esencial de los futuros ministros de la Iglesia; si entendemos la liturgia como la participa- ción sacramental en laPascua de Cristo, por la cual tam- bién la vida de los fieles se transforma en comunión con la del Señor, pues cuanto creemos por la fe y celebra- mos en la liturgia es lo que estamos invitados a vivir mediante la práctica de la caridad, impulsados por una unidad interior13. La espiritualidad cristiana tiene como principal escuela y fuente unificadora la participación y la formación litúrgica. Esta, para los alumnos de los se- minarios y casas de formación, es algo esencial, no fa- cultativo. Los alumnos, como futuros pastores y animadores de la comunidad cristiana y de sus celebraciones, necesitan una mayor "educación litúrgica" que les permita elaborar aquella sensibilidad y arte orante que requieren los mi- nistros y maestros de oración. Deben, pues, asimilar la relación entre normas y creatividad, entre la dinámica pedagógica y la ritualidad simbólica de una acción celebrativa. En el proceso formativo, lo importante es favorecer la maduración de la personalidad cristiana, litúrgica y pas- 13 Cfr. Aldazábal, J. art. cit. p. 97-98. 34 toral a través de convicciones claras, actitudes gradual- mente asumidas por la fe, fundadas en el estudio y tes- timoniadas en el amor. Los alumnos pueden madurar y consolidar esta personalidad principalmente por medio de: - la escucha de la Palabra de Dios; - la vivencia de los sacramentos y de toda la liturgia; - el servicio al Pueblo de Dios en el ejercicio de la ca- ridad pastoral; - la disponibilidad y el compromiso misionero; - la participación comunitaria y la comunión eclesial; - la oración personal, espontánea y contemplativa; - la dirección espiritual. El proceso de crecimiento espiritual sólo es posible a través de un esfuerzo sincero y permanente de conver- sión que significa disponibilidad a los nuevos llamados de Dios y empeño para corregir las fallas y ios pecados del hombre viejo14. "El medio primordial de toda la for- mación espiritual siempre será la participación conciente, plena y activa en la sagrada liturgia"15. Los seminaristas deben formarse para la participación viva e intensa en la acción litúrgica y sacramental y no simplemente para la asistencia o el desempeño de las 14 CNBB, Formacáo dos presbíteros da Igreja no Brasil, doc. 55, n.126. Cfr. nn. 127-132. 15 Ratio Institutionis sacerdotalis de la Conferencia Episcopal Española 1968, n .45 en Aldazábal, art. cit. p. 103. 35 funciones sagradas. La formación debe ayudar a los jó- venes alumnos a asumir la liturgia como una forma co- munitaria de vivir la comunión con Dios16. 3.2.2. Formar una persona equilibrada e integrada La liturgia, como participación y comunión en el misterio salvador de Cristo, es lo que más puede contribuir a dar unidad y sentido a los aspectos constitutivos de la for- mación integral de la personalidad del futuro ministro. La liturgia como elemento integrador supone del alumno una confrontación diaria de la propia vida con la Palabra de Dios (cfr. PDV 47; CNNB, doc. 55, n.127); sintonía con la ofrenda eucarística de Cristo (cfr. CNNB, doc.55, n.129); y alabanza e intercesión ante Dios en nombre de la so- ciedad y del mundo (cfr. CNNB, doc. 55, n.128). El alumno vive a través de muchas dimensiones: corporeidad, actividad, afectividad y sociabilidad; y cuan- do participa de una celebración litúrgica trae con ella todo su mundo rico y complejo. La formación litúrgica consi- dera la dimensión sacramental de la vida, sin olvidar las demás, humano-afectiva, intelectual y espiritual; pero tie- ne un especial cuidado de la vida interior, de su dimen- sión orante y espiritual que se manifiesta en la capaci- dad de reflexión y meditación, de contemplación y adoración, en ¡a sensibilidad ante la belleza y la verdad. Esta es una dimensión difícil si se considera la actual mentalidad racionalista que predomina en nuestras ce- lebraciones. Cfr. Congregación para la Educación Católica. Orientaciones para la Educación en el Celibato Sacerdotal, en La formación sacerdotal, Do- cumentos eclesiales (1965-1988), CELAM, n. 616. 36 En la perspectiva de la experiencia religiosa, la forma- ción litúrgica debe ofrecer las bases para el desarrollo de la expresión religiosa, especialmente hoy día cuando los alumnos conviven con los reclamos e influencias de la modernidad. La formación litúrgica en los seminarios deberá favorecer la percepción de la presencia y del encuentro con el misterio, el don gratuito que Dios ofre- ce, sin olvidar el esfuerzo de búsqueda por parte de los mismos alumnos. Sin embargo, es el nivel sacramental el que se constituye como punto de equilibro y de sínte- sis entre la búsqueda y la apertura de la persona y el don de salvación que Dios ofrece y otorga en la palabra y en la acción ritual. Naturalmente, en la acción formativa deben estar pre- sentes y considerarse la realidad de la persona del alum- no en su situación concreta y la persona y el misterio de Cristo. En la articulación de estas situaciones se desa- rrolla el proceso formativo, el dinamismo de crecimiento de la vida de un bautizado que impulsa al alumno a ser cada vez más humano y cada vez más cristiano, a tra- vés de una integración armoniosa de los diversos facto- res y elementos que constituyen y envuelven su vida17. 3.2.3 Formar el espíritu y la acción eclesial La liturgia es la acción de la Iglesia, de la comunidad de fe reunida en asamblea en nombre de Jesucristo (cfr. SC 26). La acción litúrgica es una "hacer" comunitario, donde existen ritos en los que toda la comunidad actúa, donde los presentes expresan su realidad vital y, por consiguiente, experimentan juntos los mismos elemen- tos del rito: cantos, oraciones, movimientos y aclamacio- 17 Petrazzini, J., art. cit. p. 482. 37 nes. Además, hay otros ritos, realizados por los minis- tros que actúan en nombre y en favor de la comunidad celebrante. Uno de los objetivos de la formación litúrgica es educar en el sentido de pertenencia a una comunidad celebran- te. La celebración es un continuo ejercicio de participa- ción. "Comprendan los alumnos que las celebraciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que pertenecen a todo el cuerpo de la Igle- sia y lo manifiestan y constituyen" (EF 16/243). Hoy, mu- chos jóvenes entran al seminario acostumbrados a una religiosidad personalista e individual, desprovistos de actitudes comunitarias. En los seminarios, el proceso formativo pretende educar en un sentido de pertenencia a la comunidad litúrgica con la cual comparte sus sentimientos, su vida y su ser- vicio ministerial. La capacidad de actuar como miembro activo de la asamblea incluye, ante todo, esta concien- cia de ser "uno entre muchos", parte de un todo. La asam- blea no es una reunión de individuos yuxtapuestos don- de cada uno cuida de sus intereses y tareas. Una asamblea celebrante se constituye en la diversidad ar- mónica de funciones y servicios en la que cada uno, mi- nistro o fiel, hace todo y sólo aquello que, por naturaleza de función le corresponde" (cfr. se 28). En este particular, nunca sobra insistir en la necesidad de formarse para la comunión y la sintonía con el cuerpo eclesial. Los formandos necesitan ayuda para no sentir- se, más tarde, "dueños" y "señores" de la acción litúrgica que, por naturaleza, es acción de la Iglesia, de la comu- nidad reunida en asamblea. Por esto, es de suma im- portancia en el proceso educativo trabajar el sentido de pertenencia eclesial e insistir en el carácter comuni- 38 tario-eclesial de las acciones litúrgicas y de los servicios y ministerios desarrollados en favor de la participación activa y plena de todos los presentes. Cuando se habla de la necesidad de "formar el espíritu", no significa que todo se resuelva a nivel interior. Prepa- rar a aquel que presidirá la celebración litúrgica es esen- cialmente hacerlo conciente de su responsabilidad en el conjunto de la celebración y ayudarlo a entender que, a través de su cuerpoy de sus gestos, expresa su condi- ción de miembro de la asamblea. Más aún, que por me- dio de la actitud orante que atraviesa su comporeidad, revela su identidad de cristiano. La fe cristiana es fun- damentalmente simbólica, es decir una fe compartida -ecle- s ia l - y de toda la persona -cuerpo y espíritu que se ex- presan mediante símbolos-. Esta integración presume que el ministro asume como propia la celebración: sus gestos, palabras, actitudes y silencio son una mediación para entrar en comunión con el misterio celebrado. La integración objetiva de una persona en el conjunto de la asamblea, como cualquier expresión de convivencia humana y social, presupone una conciencia clara de la real naturaleza y valor de la asamblea y de las acciones celebrativas de la comunidad. Un individuo que de cos- tumbre someta los elementos objetivos y comunitarios (oraciones, textos bíblicos, gestos, cantos, etc.) a su subjetividad, juzgando bueno sólo lo que él elabora, encontrará muchas dificultades para integrarse como miembro activo en cualquier asamblea cristiana reunida en nombre del Señor para la celebración del misterio de la fe18. 18 Cfr. Tena, P., art. cit., p. 29. 39 El modo en que alguien se ha formado en el tiempo de seminario tiene consecuencias para su estilo de vida, de manera particular, para su vida litúrgica. Por eso, "hay que cuidar que los alumnos se preparen para su futuro ministerio de pastores y de presidentes de la asamblea litúrgica de los fieles aprendiendo lo concerniente a una digna celebración eucarística" (EF 20/247). 3.2.4 Formar para una sensibilidad simbólico-sacramental La liturgia es una acción simbólico-ritual. Los objetos, las palabras, las acciones, los gestos, el espacio y los signos etc. se refieren a otra realidad que, en cierto modo, se hace presente en estos. Todo en la liturgia se refiere a la gran realidad de Jesucristo y su Reino. Todo gesto simbólico en la acción celebrativa está relacionado con un gesto de Cristo. "Cuando alguien bautiza, es Cristo quien bautiza [...] cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla. Y está presente también cuando la Iglesia suplica y canta salmos..." (se 7). Todo en la liturgia está lleno del Espíritu del Resucitado. Si queremos participar de esta realidad, debemos entrar en el juego simbólico de la liturgia19. La misma naturaleza de la liturgia exige una compren- sión particular de la acción simbólica. La comunidad que participa de la celebración necesita ser iniciada en la comprensión del significado humano y religioso de los ritos, los símbolos y los gestos. La acción simbólica es un elemento inherente a la comunicación humana. En la perspectiva religiosa, se trata de un lenguaje propio para expresar y actualizar el dinamismo del misterio manifes- 19 Cfr. Buyst, I. Celebragáo do domingo, ao redor da Palavra de Deus, Equipe de Liturgia / 5, Ed. Vozes, Petrópolis, RJ 1988. p. 91-92. 40 tado en acontecimientos histórico-salvíficos. La persona o la comunidad religiosa entra en relación con el miste- rio y lo actualiza por medio de lo simbólico-ritual. La formación litúrgica quiere mejorar en los alumnos su capacidad simbólica y su correspondiente expresión cor- poral. Por "aptitud simbólica" se entiende la capacidad de "simbolizar, percibir y expresar el sentido" que está más allá del valor material y técnico de un objeto o de un gesto. "Simbolizar es ser capaz de sintonizar con una realidad invisible por medio de un objeto o un gesto pal- pable, visible...". Esto supone trabajar la sensibilidad de los alumnos extrayendo de las fuentes bíblicas y de la vida el sentido de los símbolos. Quien se queda en el aspecto material, palpable y visible... sin darse cuenta del significado velado, nunca será capaz de un encuen- tro verdadero20. Quien pretende entrar en relación con el universo simbólico mediante la lógica de la racionalidad, jamás llegará a comprender el juego celebrativo ni a involucrarse en él. A lo sumo, a partir de la racionalidad se puede llegar a la alegoría, es decir a la materializa- ción de las ideas. Sin embargo, sólo de la espiritualidad pueden surgir los símbolos - la comunicación espiritual a través de realidades visibles-. En esta perspectiva, emerge el carácter poético de la participación litúrgica, no por un simple placer estético, sino por el descubri- miento de la acción concreta de Cristo, actualizada en la de la Iglesia mediante el Espíritu Santo, que hace posi- ble y orienta las actitudes espirituales y favorece la sintonía con el don que se ofrece. En el proceso formativo de los jóvenes alumnos es rele- vante la iniciación en el universo simbólico de la liturgia. 20 Cfr. Buyst, I. op. cit., p. 91. 41 Tal iniciación no debe recorrer tanto los caminos del con- cepto racional como los de la experiencia mediante la acción reflexionada y evaluada a la luz del concepto antropológico, religioso, bíblico y celebrativo21. Eviden- temente, el núcleo significativo de la acción simbólico- ritual de la liturgia es el misterio pascual de Jesucristo. En el horizonte del dinamismo simbólico y de la gestua- lidad, la formación litúrgica deberá velar por la iniciación en la expresión corporal y en la acción ritual creativa, y posiblitar el paso de las actitudes a los gestos y vicever- sa. Una formación litúrgica correcta debe capacitar para la expresión y la creatividad. Con todo, estas potenciali- dades suponen, en primer lugar, asimilación y ejercicios para "incorporar" los elementos simbólicos que, en mu- chos casos, proceden de las más hondas raíces del es- píritu humano. 4. Notas características de la formación 4.1 Formación unitaria La formación litúrgica tiene como tarea articular la per- sona del alumno en su situación concreta y el misterio de Cristo presente y actuante en la acción celebrativa. Además, a lo largo del proceso formativo los futuros pres- bíteros deberán madurar en sí una unidad profunda en- tre liturgia y oración personal, entre momento celebrativo y cotidianidad, desarrollando cada día, una actitud de sincera y total adhesión a Dios Padre, mediante el se- guimiento de Jesucristo y el impulso del Espíritu Santo. 21 Tena, P. art. cit., p. 27. 42 Toda la formación de los candidatos al presbiterado "está destinada a disponerlos de modo particular para partici- par de la caridad de Jesucristo, Buen Pastor. Realícese la formación de tal modo que los alumnos aprendan a vivir en íntima comunión y familiaridad con el Padre, por medio de su Hijo Jesucristo, en el Espíritu Santo... Vivan el misterio pascual de Cristo de modo que sepan un día iniciar en él al pueblo que les será confiado" (cfr. PDV 45). 4.2 Formación adaptada a las personas La formación litúrgica, como parte del proceso formativo de los candidatos, debe centrarse en las personas y en el sentido de los ritos, más que en las formalidades y en los aspectos estéticos de la celebración; pues es cada alumno, con toda su vida, el que habrá de salir al en- cuentro de Cristo en la liturgia. En este encuentro, la experiencia humana, el estilo de vida, la historia perso- nal y familiar de cada uno encuentra su referencia: el misterio de Cristo. Por otra parte, el encuentro con Cris- to marca el camino personal y social del aiumno. Una verdadera formación litúrgica no puede referirse sólo a las acciones litúrgicas, sino que debe inspirar y orientar toda la vida espiritual del candidato. La acción litúrgica formativa debe considerar que tiene adelante a personas concretas que a partir de su reali- dad caminan hacia una opción y una adhesión a deter- minados ideales de vida. Por esto, los candidatos deben tenerse en cuenta como protagonistas necesarios e insustituibles de su formación. El método participativo se ha ido mostrando como el más adecuado para el desarrollo de la corresponsabilidad en la fomación. Este método, que se funda en Cristo, valo- 43 ra la persona, la considera en suscondiciones reales, promueve la integración, la reflexión y el diálogo en la comunidad, y estimula la profundización de las convic- ciones y el descubrimiento del camino que lleva al creci- miento personal y grupal (cfr. CNBB, doc.55 n. 88). 4.3 Acción mistagógica "Mistagogia" quiere decir llevar a los iniciados (mystai) a vivir el misterio de la salvación. La acción mistagógica es la característica más significativa de la finalidad de la liturgia en cuanto acción comunitaria de los bautizados (cfr. se 9-19, PO 4-5). Esta responde al objetivo esencial de la liturgia, al tiempo que trasciende la finalidad mera- mente educativa de la fe y de la acción cultural. La mistagogia, más que un conjunto de instrumentos y elementos pedagógicos, es la misma acción celebrativa que introduce y hace a los fieles, reunidos en asamblea, partícipes del misterio celebrado. En la práctica, habla del modo pleno de celebrar la liturgia para que sea efec- tiva comunión con el Padre en Jesucristo bajo la acción del Espíritu Santo. Este modo de celebrar configura la espiritualidad y el estilo de vida, orienta a las personas a la celebración como momento de santificación y de in- serción de toda su existencia en el misterio de Cristo. En la práctica formativa, no pocas veces se recurrió a los métodos e instrumentos pedagógicos disponibles: la catequesis, la explicación alegórica de los ritos y signos, y de esta forma se multiplicaron los comentarios en las celebraciones, lo que no resultó conveniente. El secreto de la práctica mistagógica reside, más bien, en "celebrar iniciando", es decir "formar a partir de la acción cele- brativa". A su vez, la comunidad, ya iniciada en la vida y en la acción litúrgica, se transforma en mediadora para 44 introducir nuevos miembros. Esto muestra la importan- cia de la comunidad formativa. La actual coyuntura eclesial y social, marcada por la mentalidad racional (transmisión de nociones y de cono- cimientos), hace urgente revalorar la dimensión mista- gógica de la formación litúrgica: Toda formación litúrgica auténtica comprende no sólo la enseñanza, sino la práctica. De hecho, porque es iniciación "mistagógica", los alumnos la reciben primero y principalmente a través de la misma vida litúrgica, en cual son iniciados con mayor profundidad por las acciones litúrgicas ce- lebradas en común. Esta seria iniciación práctica es la base del estudio posterior (EF 2/229). Por otra parte, el proceso formativo deberá constituirse en un tiempo de perseverante iniciación en la práctica habitual y espontánea de la meditación de la Palabra de Dios y en la oración como presencia y diálogo con Dios. 4.4 La formación como proceso de aprendizaje La formación litúrgica, como las demás dimensiones de la vida de los candidatos (cfr. FPIB 83), es también un proceso de aprendizaje que involucra todas las fases de la vida. Particularmente importantes son las etapas de la formación en el seminario. 4.4.1 El período de seminario menor Una primera etapa puede vivirse en el seminario menor o en instituciones afines, destinadas a acoger a los jóve- nes de los últimos años de la secundaria que no encuen- tran condiciones adecuadas para el estudio y el discerni- 45 miento vocacional en su medio ambiente (cfr. DSD 81 ; FPIB, n. 46). La vivencia y la iniciación litúrgica podrán ayudar a la maduración de la fe cristiana y de la opción vocacional. Al ingreso de los candidatos al seminario "se recomien- da dar a los alumnos una breve y conveniente iniciación litúrgica, indispensable para que participen con provecho, desde el principio, en la vida espiritual del seminario. Esta iniciación consistirá en una catequesis preliminar de la celebración eucarística, del año litúrgico, del sacramen- to de la penitencia y de los salmos" (cfr. EF 8/235). En este período, a formación espiritual tiene como finali- dad solidificar la adhesión a la persona de Cristo y al Reino de los cielos anunciado por Él, por medio de la oración comunitaria y personal, de las celebraciones fes- tivas, en especial de las solemnidades y tiempos fuertes del año litúrgico y de las fechas significativas para la Igle- sia local, de la iniciación y celebración de los sacramen- tos de la Eucaristía y de la Penitencia, de las celebracio- nes de la Palabra de Dios, de ios ejercicios de piedad recomendados por la Iglesia (cfr. se 13) y de la participa- ción en los momentos signigicativos de la vida del pue- blo cristiano. El futuro presbítero, que será el principal anima- dor y servidor de la celebración litúrgica, desde el inicio del seminario, tenga una preparación conciente y activa en la liturgia. Gradualmente, aprenda a celebrar la Liturgia de las Horas, que debe convertirse, desde el tiempo de la forma- ción, en la estructura que sostenga y vivifique la oración personal y comunitaria del sacerdote, en unión con la oración de toda la Iglesia. El año li- túrgico, sobre todo en sus fiestas y tiempos fuer- 46 tes, oriente la espiritualidad comunitaria del se- minario y contribuya a formar al futuro presbítero como presidente de las celebraciones litúrgicas y maestro de oración de los fieles. Además, cuíde- se de la formación litúrgica en el ámbito de la for- mación estrictamente pastoral (FPIB, n. 128). 4.4.2 El propedéutico El período propedéutico consiste en "un tiempo de pre- paración humana, cristiana, intelectual y espiritual de los candidatos al seminario mayor" (PDV 62). Entre los ele- mentos principales constitutivos de la formación en el propedéutico están: - la formación espiritual mediante la profundización de la experiencia de Dios, la lectura bíblica, la vida litúrgica y la oración personal; - la iniciación y profundización de la vida comunitaria; - la adecuada comprensión de la Iglesia y del ministe- rio presbiteral (cfr. FPIB, n. 55). En su dimensión espiritual, debe orientarse al alumno, a partir de su vocación bautismal, para hacer una profun- da experiencia de Dios y de amistad con Jesucristo, a través de: - ejercicios espirituales y oración de los salmos - Litur- gia de las Horas; - celebraciones litúrgicas; - valoración de las experiencias de fe vividas en la fa- milia, en ia comunidad cristiana, en el colegio y en los grupos vocacionales (cfr. FPIB, n. 57). 47 El decreto conciliar Optatam Totius (n.8) señala tres gran- des valores y exigencias que definen el contenido de la formación espiritual del candidato al sacerdocio: - la fiel meditación de la Palabra de Dios, es decir la lectura meditada y orante de la Palabra de Dios (Lectio Divina) (cfr. PDV 47); - la activa participación en los misterios sagrados de la Iglesia, sobre todo en la Eucaristía, memorial de la muerte sacrificial de Cristo y de su gloriosa resurrec- ción (cfr. PDV 48); - la caridad con los sencillos. En este sentido, la pre- paración para el sacerdocio no puede dejar de impli- car una seria formación para la caridad, en particular para el amor preferencial por los pobres, en los que la fe descubre la presencia de Jesús (cfr. Mt 25,40) y para el amor misericordioso por los pecadores (PDV 49). La formación espiritual de los candidatos al seminario mayor y al sacerdocio ministerial puede lograrse a tra- vés de una programación de la comunidad educativa, en la que se prevé: - vivencia regular de momentos de oración personal y comunitaria (cfr. PDV 47); - vivencia de los momentos fuertes de oración diaria, del retiro mensual y de los retiros anuales (cfr. FPIB, n.137); - lectura orante de la Biblia; - formación en el hábito de la oración personal afectiva y contemplativa; 48 - celebración solemne de las fiestas del año litúrgico y de las fechas ligadas a la vida diocesana o al institu- to religioso; - celebración regular del sacramento de la Penitencia; - devoción a la Santísima Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia (cfr. PDV 45); - valoración de las prácticas de piedad más comunes en la religiosidad popular(cfr. FPIB, n.137); - conocimiento de la vida de los maestros de espiritua- lidad, de los mártires y de los santos. Entre las materias humanas y sociales sugeridas para ia capacitación de los candidatos al seminario mayor apa- recen la introducción al misterio de Cristo y de la Iglesia, la liturgia, la música, las artes sagradas, la espiritualidad y la cultura popular. La participación en la vida litúrgica, en este período, debe ayudar a los alumnos a cultivar su vida interior, a adquirir progresivamente el espíritu de oración y conversión, y a descubrir la unión íntima que existe entre la liturgia y la vida cotidiana, tanto del sacerdote como de todos los hombres, que llama al apostolado y exige el testimonio auténtico de una fe que actúa por la caridad (cfr. EF 10.3/237). Los alumnos alcanzarán un nivel satisfactorio de vida espiritual en la medida en que profundicen en los estu- dios y en la participación y vivencia de las celebraciones litúrgicas. Además, debe permitírseles penetrar en la comprensión del lenguaje simbólico de la liturgia que, por medio de signos sensibles, palabras, gestos, obje- tos y acciones expresa las realidades divinas y, en los sacramentos, las causa (EF 11/238). 49 5. Aspectos de la formación de los futuros ministros La formación de los candidatos al futuro servicio de la vida de fe y la celebración de las comunidades eclesiales supone todo un aprendizaje en que se acentúen, entre otros, los siguientes aspectos: 5.1 Sensibilidad para lo sagrado Los futuros ministros de una comunidad de fe necesitan, más que ninguno, de una iniciación en el "sentido de lo sagrado y del misterio". Más que conocimiento se trata de una experiencia de fe. Es una sensibilidad, un estilo asimilado de ser, casi sacramental. El sentido de lo sagrado favorecerá un trato respetuoso, equlibrado y sin banalidades de las celebraciones co- munitarias. 5.2 Educar para la ritualidad Debe iniciarse al alumno en la ritualidad, en el sentido de lo ritual. El lenguaje propio de la liturgia es el de la ritualidad, es decir el de la acción que se realiza a través de ritos, signos y gestos simbólicos. En la práctica, se vive en verdad corporalmente el rito y se expresa su sig- nificado teológico, si éste, con sus límites, tiene un con- tenido afectivo y espiritual en el momento de la acción refleja y puede modificar nuestra manera de vivir (dimen- sión ética). La acción ritual no es un simple movimiento o secuencia de gestos, sino un acontecimiento. En toda acción ritual litúrgica, por más sencilla que sea, entra- mos en comunión con Jesucristo, nuestro Señor y con el Padre, bajo el impulso del Espíritu Santo para ser asu- midos en su dinamismo pascual. 50 Toda acción litúrgica mira a una comunión y, a partir d© ésta, a una transformación, a un cambio. ¿Cómo lograr esta comunión y este cambio? ¿Cómo alcanzar las acti- tudes supuestas o requeridas por la liturgia? La acción ritual depende de un proyecto -es necesario pensar cada rito en todas las dimensiones que involucra22. El misterio de Dios y la vida de fe se hacen presentes y actúan a través del rito y el signo sacramental. Por esto, hace parte de la formación de la personalidad de los futuros ministros y presidentes de la celebración la edu- cación para una digna y expresiva ritualidad (cfr. EF 11/ 238). El lenguaje simbólico-sacramental de la liturgia requiere sintonía y equilibrio en las intervenciones de quien ejer- ce determinada función ritual: sin exageraciones en la expresión externa ni actitudes que limitan al mínimo los gestos sacramentales necesarios para la legitimidad sacramental. La liturgia como acción sacramental, es decir como encuentro entre Dios que ofrece los dones de su gracia y la comunidad que acoge y responde, ne- cesita del concurso de la acción interior (adhesión del corazón) y exterior de las personas (participación en los gestos, signos, oraciones, etc.). Por tanto, es inherente a la educación para la ritualidad sacramental el ejercicio de conjugar la expresión exte' rior, el sentido teológico y la coherente actitud interior- Este aprendizaje no se consigue de inmediato, sino & través de todo un proceso. Experiencias vivas del miste' 22 Cfr. Buyst, I. Ritualidade litúrgica. "Fagam isto" en: Curso de EspeC¡3' lizapáo em Liturgia, Caderno de Liturgia 4, Paulus, Sao Paulo, 1995. P' 87-89. & rio de Dios celebrado y otras motivaciones espirituales y doctrinales podrán favorecerlo23. 5.3 Capacitar para el discernimiento creativo Para que los alumnos adquieran un "sentido litúrgico" es indispensable que sepan distinguir entre lo que es esencial y accidental, inmutable y adaptable en una ce- lebración litúrgica. La conciencia de que en la liturgia existen unas partes inmutables y otras susceptibles de cambio (cfr. se 21) favorecerá la sabia creatividad en el modo de celebrar las acciones litúrgicas y tomar parte en ellas (cfr. EF 17/244 y 44b/271; RF 52 y 59; Puebla 921). Esta sabia creatividad (variedad) concierne a los diferentes modos de celebrar la Eucaristía, las liturgias de la Palabra, el bautismo y la reconcilia- ción, y también a la manera de organizar una ben- dición, con mayor o menor solemnidad, y a la adaptación a las diversas exigencias y circuns- tancias, según lo admitido o recomendado en los libros litúrgicos y las prescripciones de la Santa Sede (EF 17/244). Educar a los alumnos para que sean capaces de "com- prender, discernir y distinguir" hasta llegar al equilibrio entre creatividad y norma, libertad e inmutabilidad, pe- dagogía pastoral e identidad eclesial, evitando tanto la innovación por la innovación, las presiones de la moda o el capricho personal como la exagerada rigidez, es una acción pedagógica que necesita de un paciente discer- 23 Aldazabal, J. La formación litúrgica en el seminario, Cuadernos Phase, 21, p. 27. 52 nimiento y de una persuasión amable a lo largo de los años de la vida del seminario24. 5.4 El espíritu de comunión eclesial Uno de los objetivos de la formación litúrgica es educar en el "sentido de pertenencia eclesial", ya antes mencio- nado. Tener un espíritu de comunión eclesial es impor- tante para todo cristiano, más todavía para quienes van a actuar como ministros de la comunidad. La liturgia es, esencialmente, misterio de comunión. Este espíritu de comunión supone que el candidato la cultive y la viva en la relación con el grupo y con sus formadores, para luego extender tal experiencia a la co- munidad, la parroquia y la Iglesia diocesana y universal. Si esto falta, ¿cómo profesar después en cada oración eucarística la comunión con el Papa, el obispo, los de- más presbíteros, toda la Iglesia? La celebración, de modo particular la Eucaristía, es momento privilegiado de fe en la comunión eclesial. El alumno debe tener clara la importancia de los dos siguientes aspectos para su vida y su ministerio: - la comunión eclesial que se expresa a través de la comunión con el obispo y el presbiterio; - la convivencia con la gente, de la cual debe conocer profundamente la cultura y los valores (cfr. FPIB, n.103). El espíritu de comunión con Dios, con los hermanos (com- pañeros y formadores), con la comunidad, la parroquia y 24 Ibidem, p. 28. 53 la Iglesia diocesana y universal, se expresa y alimenta en los momentos de la vida comunitaria, de los cuales la Eucaristía es el centro, sin descuidar la Liturgia de las Horas, la reflexión compartida de la Palabra de Dios y otras oraciones comunitarias (cfr. FPIB n.105). PARA DIALOGAR EN GRUPO ¿De qué manera las acciones litúrgicas pueden responder a los diferentes objetivos y aspectos de la formación litúrgica? * ¿De qué manera puede la formación humana y comunitaria ayudar a la formación litúrgica de los futuros ministros? 6. La comunidad formadora 6.1 Sentido y papel de la comunidad formadora En el proceso formatívo de los candidatos reviste parti- cular importancia el ambientedel seminario y de la casa de formación, es decir la comunidad formadora. La comunidad del seminario o de la casa de formación, lejos de reducirse a la convivencia de un simple grupo de amigos, tiene como ideal la realización de aquella comunión fraterna que es, al mismo tiempo, signo y fru- to de la comunión con Dios Padre en el Hijo por el Espí- ritu Santo (cfr. Puebla 211-216). Los distintos miembros de ¡a comunidad del seminario, reunidos por el Espíritu en una única fraternidad, colaboran, cada cual según los dones que recibió, al crecimiento de todos en la fe y en 54 la unidad, para prepararse adecuadamente al sacerdocio (FPIB n.104). Aunque esto se refiera al seminario mayor, el espíritu el válido para el seminario menor y para las casas de formación. El seminario, que representa como un tiempo y un espacio geográfico, es sobre todo una comu- nidad educativa en camino: la comunidad promovi- da por el Obispo para ofrecer, a quien es llamado por el Señor para el servicio apostólico, la posibili- dad de revivir la experiencia formativa que el Se- ñor dedicó a los Doce (PDV 60). El seminario es, por tanto, una comunidad eclesial educativa, más aún, es una especial comunidad educativa (PDV 61). En la perspectiva de la formación litúrgica, el seminario o la casa de formación deberá convertirse en una "co- munidad litúrgica", es decir estar "impregnada de espíri- tu litúrgico" (se 17). "La celebración litúrgica, que une firmemente toda ia comunidad cristiana para que sus miembros tengan "un solo corazón y una sola alma" (Hch 4,32), consolida la unidad de la comunidad del semina- rio y sostiene a los alumnos en el espíritu común" (EF n. 12/239). Desde el punto de vista litúrgico, el seminario es sin duda una comunidad especializada, provista de fines formativos peculiares y formativos, y esto puede hacer pensar en que allí se adopten formas celebrativas y de participación distintas a las de todos los días en las comunidades. Las celebraciones del seminario sólo podrán ser de bue- na calidad, ejemplares y vivas. A los alumnos les corres- ponde celebrar con una devoción y un grado de partici- pación mayores, pues los momentos celebrat ivos constituyen una oportunidad privilegiada de preparación para el ejercicio de su ministerio sacerdotal. 55 La celebración litúrgica en el seminario debe, por tanto, ser ejemplar, no sólo en relación con los ritos, sino también desde el punto de vista espritual y pastoral, con fidelidad a las prescripciones y a los textos de los libros litúrgicos, lo mismo que a las normas emanadas por la Sede Apostólica y por la Conferencia Episcopal (EF n. 16/243). Las celebraciones deben ser igualmente ejemplares en el modo creativo de celebrar y participar (cfr. EF, n.17/ 244). La persona encargada de la vida litúrgica en el semina- rio tiene una gran responsabilidad formativa y pastoral, sobre todo si tenemos presente que mediante la expe- riencia diaria del seminario se preparan y maduran los futuros animadores de las comunidades. Tal persona debe tener la preparación, la sensibilidad y la disponibi- lidad necesarias para asumir la difícil tarea de animar y de inspirar la acción celebrativa de la comunidad del se- minario o de la casa de formación, en un trabajo conjun- to con todo el equipo formador y de liturgia, y teniendo a disposición los medios necesarios para una eficiente animación litúrgica25. En el reglamento de la vida de la comunidad formativa, procúrese en todo un justo equilibrio que incluya las ce- lebraciones comunitarias, los momentos de oración y si- lencio, los ejercicios de piedad, sin quitar espacio para la expresión más personal y para una renovación cons- tante que evite la rutina y permita acompañar activamente la búsqueda de nuevas formas de espiritualidad más adecuadas a la realidad. 25 Cfr. Sartore, D., art. cil., NDL, p. 498. 56 6.2 Celebraciones de la comunidad formativa Las formas celebrativas del seminario constituyen una sólida base para que los alumnos hagan realidad sus ideales de una vida en el espíritu y se preparen para el ministerio pastoral. Las celebraciones recomendadas para los seminarios son: 6.2.1 La celebración eucarística La celebración de ia Eucaristía, centro y culmen de la vida de la Iglesia, sea también el centro y culmen de la vida del seminario y de las casas de formación, donde se haga presente todos los días el misterio de comunión con Dios en Cristo y se reciba la fuerza para el camino hacia la Pascua definitiva. El futuro presbítero debe aprender a reconocer y vivir las diversas dimensiones de la Eucaristía: acción de gracias, sacrificio, memorial, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de cari- dad y banquete pascual (se 47). El alumno debe descubrir especialmente la dimensión eclesial de la Eucaristía y su significado para el pueblo cristiano como signo de esperanza en el camino de la liberación. De esta forma, debe amarla como una reali- dad que contiene todo el bien espiritual de la Iglesia y de donde emana toda su fuerza (se 10), y hacer de su par- ticipación eucarística diaria el centro de su espirituali- dad, alimentando e interiorizando en ella el espíritu co- munitario, el celo por la unidad (PO 6 y CD 15), el espíritu apostólico, la caridad pastoral (PO 5, 14b), la oración personal y el ministerio sacerdotal en el que actuará en nombre de Cristo (PO 14b; LG 28; EF 23/250). Finalmente, el alumno debe encontrar en la Eucaristía, fuente y culmen de toda la vida de la comunidad cristia- 57 na, el principio y la fuente de unidad de su propia vida (PO 14b; cfr. FPIB 129 cf. EF 22-27/249-254). La comunión bajo las dos especies, que desde el punto de vista del signo es la más completa (cfr. EM n.32/460), debe recomendarse en el seminario, observando las re- glas enunciadas en la Introducción General al Misal Ro- mano y las decisiones de las Conferencias Episcopales (EF 24,251). En las celebraciones eucarísticas es sumamente signifi- cativo recalcar su carácter comunitario y que sea, de hecho, "expresión de la vida de la comunidad formativa". Salvo las celebraciones en pequeños grupos (cfr. EF 14/ 241), se aconseja la participación de toda la comunidad en una concelebración, donde diáconos, acólitos y lec- tores ejercen sus funciones (EF 23/250). La celebración eucarística que integra toda la comunidad, además de ser más coherente con la naturaleza litúrgica, manifiesta y alimenta la unidad fraterna de la comunidad (cfr. EF, n.12/239). En el proceso formativo, es saludable la alter- nancia entre celebraciones de toda ¡a comunidad del seminario y de pequeños grupos, incluso con la partici- pación de los fieles cristianos. Estás últimas aunque tie- nen la ventaja de favorecer una participación más per- sonal e intensa, no deben llevar al empobrecimiento de los ritos o los signos y, mucho menos, a la banalización de lo sagrado. La comunidad del seminario, en algunas ocasiones, de- berá asociarse a las celebraciones litúrgicas de la cate- dral, de la parroquia o de la comunidad de fieles en que se halla, y principalmente a la celebración plena en torno al obispo. 58 Es importante que en las grandes solemnidad y, sobre todo, en el triduo pascual, o en otras cir- cunstancias según la tradición de la diócesis, los alumnos y en especial los diáconos, rodeen a su obispo y ejerzan junto a él los ministerios que se les ha conferido por la ordenación o por la institu- ción, ya el obispo celebre en la catedral o en otras iglesias (EF 15/242). 6.2.2 El sacramento de la Penitencia El sacramento de la Reconciliación, íntimamente rela- cionado con la Eucaristía, ocupa un lugar de importan- cia vital en el proceso de formación de los futuros candi- datos al minister io sacerdota l . Este sacramento contribuye de manera eminente a desarrollar las dispo- siciones requeridas para el seguimiento de Cristo y ad- quirir el espíritu del Evangelio, es decir: conversión pro- gresiva, purificación
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