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Políticas internacionales sobre drogas

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Políticas internacionales sobre drogas: cien años de 
equivocaciones. 
 
 
Las leyes sobre regulaciones o prohibiciones de fabricación y/o consumo de 
sustancias psicoactivas fueron mundialmente casi inexistentes, o muy disimiles y 
heterogéneas, variando muchísimo según cada país, hasta principios del año 
1900. 
A pesar de que el uso de sustancias psicoactivas es anterior a la escritura, no fue 
hasta el siglo XX que se hicieron visibles en las políticas gubernamentales. 
 
El primer paso importante hacia esa unificación de criterios comienza con la 
Comisión de Shanghái (1909), donde 13 naciones trataron de consensuar una 
política común respecto a la fabricación y consumo de drogas, aunque casi 
exclusivamente enfocadas respecto al opio y sus derivados. Esta fue la legislación 
madre que marcó el camino de las directivas internacionales y, en gran medida a 
las leyes locales, en los años posteriores. 
 
Fue esta la primera ocasión donde una comunidad de naciones convenía que “el 
uso del opio con fines no médicos” debía ser objeto de una reglamentación, asi 
como fue la primera vez donde una comunidad internacional planteaba que el 
consumo de determinadas sustancias podía ser peligroso para la salud; aunque 
no quedara tajantemente expuesto en la letra del acuerdo que este peligro fuera el 
eje principal que motivara el mismo1. La Comisión convino, no obstante, en que la 
fabricación, venta y distribución irrestrictas de morfina constituían un grave peligro, 
y exhortaba a los gobiernos a que se esforzaran por controlarlo. 
 
Sin embargo, es difícil saber a ciencia cierta en qué medida respondía esta acción 
a un verdadero interés o necesidad sanitaria; aunque no se habían registrado en 
las primeras décadas del 1900 aumentos inusitados de casos de toxicomanías -
respecto a años anteriores-, si había aumentado exponencialmente el dinero 
producto del tráfico de opiáceos, lo que perjudicaba grandemente la economía de 
los países occidentales que aun mantenían sus colonias en el sur de Asia. El flujo 
de dinero producto del intercambio de opio entre India y China, por ejemplo, 
alcanzó hacia 1907 la cifra de 3 millones de libras esterlinas; una cantidad 
fabulosa para aquella época. 
 
En el año 1912, en La Haya, tuvo lugar la Convención del Opio, que establecía por 
primera vez la fiscalización de los estupefacientes como institución de derecho 
internacional con carácter multilateral. 
A esta siguieron otras convenciones y acuerdos que desembocaron en los 
tratados mas importantes de fiscalización internacional de drogas que hoy 
conforman el marco internacional: la Convención Única de 1961 sobre 
Estupefacientes, el Convenio sobre Substancias Sicotrópicas de 1971 y la 
1 Declaración de la Comisión de Shanghái. 1909 
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Convención de las Naciones Unidas contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y 
Sustancias Sicotrópicas de 1988. 
 
Es notable el enfoque socio-político de estos tratados basales, que superan en 
mucho la simple perspectiva de una demanda sanitaria; la Convención Única de 
1961, que fue enmendada en 1972 y que aún hoy permanece vigente, comienza 
declarando como su principal interés que “Las Partes, preocupadas por la salud 
física y moral de la humanidad”2 debían tomar medidas hasta el momento inéditas; 
y define a la toxicomanía como algo que “constituye un mal grave para el individuo 
y entraña un peligro social y económico para la humanidad”3. Asi mismo, en tanto 
que la casi totalidad del tratado se explaya largamente sobre los tipos de 
sustancias a prohibir, y las acciones y modos de impedir el comercio y consumo 
de estupefacientes (consumo al que tipifica como delito), apenas si dedica un solo 
artículo (el nº 38) a la cuestión sobre el tratamiento de las personas afectadas por 
el consumo; proponiendo: “tratamiento, educación, postratamiento, rehabilitación y 
readaptación social de las personas”. 
 
Nótese que, indisimuladamente, y lejos de una mirada unicamente tendiente al 
resguardo de la salud, la visión del consumo de sustancias psicoactivas es 
considerado principalmente como un peligro moral, social y económico, utilizando 
palabras de innegable carga ideológica y dictaminando estas conductas como 
delitos que requieren de una “reeducación social” para los afectados. Solo a partir 
de 19714 aparecen las palabras “inquietud por los problemas sanitarios” en la 
redacción de los acuerdos. 
 
Sin necesidad de sobreabundar en los detalles de cada legislación, es visible que 
todos los acuerdos y tratados posteriores siguieron en la misma línea de 
pensamiento moral y socio-político antes que sanitario; el mismo tratado de la 
Convención de las Naciones Unidas contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y 
Sustancias Sicotrópicas de 1988 es paradigmático en esto; en su mismo 
preámbulo enuncia que los estupefacientes “representan una grave amenaza para 
la salud y el bienestar de los seres humanos y menoscaban las bases 
económicas, culturales y políticas de la sociedad5”; y cita los vínculos del consumo 
y el tráfico con actividades delictivas, “que socavan las economías lícitas y 
amenazan la estabilidad, la seguridad y la soberanía de los Estados”. 
 
Este tráfico, cuestión central de la convención, al que dedica casi la totalidad de su 
texto, “genera considerables rendimientos financieros y grandes fortunas que 
permiten a las organizaciones delictivas transnacionales invadir, contaminar y 
2 CONVENCIÓN ÚNICA DE 1961 SOBRE ESTUPEFACIENTES, ENMENDADA POR EL PROTOCOLO DE 1972 DE 
MODIFICACIÓN DE LA CONVENCIÓN ÚNICA DE 1961 SOBRE ESTUPEFACIENTES (1972) 
3 ibídem 
4 CONVENIO SOBRE SUSTANCIAS SICOTRÓPICAS DE 1971 - NACIONES UNIDAS 
5 Convención de las Naciones Unidas contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Sicotrópicas. 
1988 
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corromper las estructuras de la administración pública, las actividades comerciales 
y financieras lícitas y la sociedad a todos sus niveles”6. 
 
Es decir, desde el inicio mismo del consenso de una legislación internacional al 
respecto, la preocupación por la salud de las personas es apenas un punto mas, y 
no el mas importante ni el mas enfatizado, de una cuestión que gira principalmente 
en rededor de lo moral, lo delictivo, lo económico, lo cultural y lo político; y donde 
la atención a los afectados a quienes estas legislaciones declaman proteger no 
supera nunca la longitud de una breve mención. 
 
En referencia a la mirada impropiamente encauzada hacia lo “moral” de estos 
tratados, expertos de todas las disciplinas, de todo el mundo, han resaltado que 
han sido propiciatorios de un clima inicial de estigmatización y discriminación hacia 
los consumidores de drogas; estigma que persiste y que hasta la misma Oficina de 
las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (UNODC) reconoció años mas 
tarde como causal de “numerosas y serias consecuencias imprevistas7” sobre las 
personas, sobre todo para aquellas “que a menudo se encuentran entre los 
sectores más vulnerables de la sociedad”8. 
 
“La quinta consecuencia imprevista del control internacional de drogas es la 
manera en que percibimos y tratamos a los consumidores de drogas ilícitas. 
Parece haberse creado un sistema en el cual quienes caen en la red de adicción 
se encuentran excluidos y marginalizados de la sociedad, contaminados por un 
estigma moral, y menudo incapaces de encontrar tratamiento incluso si están 
motivados a buscarlo.9” 
 
“Pese a que todo consumo de drogas -especialmente cuando está vinculado a la 
intoxicación en público- ha sido asociado a la desaprobación social, hay una 
destacada variación en cómo ésta se expresa respecto a diferentes drogas y 
espacios de consumo. Aunque el estigma ciertamente rodea a los consumidores 
de todas las drogas ilícitas, éste puede ser amplificado por pánicos morales 
fabricados políticamentealrededor de ciertas drogas, grupos o poblaciones. El 
estigma es también marcadamente menos evidente para consumidores de drogas 
lícitas como el alcohol o el tabaco.10” 
 
“Ciertamente existen controles sociales y legales en relación a estas drogas, sin 
embargo, estos controles se refieren mayormente a ciertas prácticas (como fumar 
en espacios públicos, o embriagarse en la vía pública) y son en buena cuenta 
deseables, ayudando a establecer normas sociales saludables que minimizan 
daños potenciales. Ello no obstante, estas sanciones corresponden a un orden 
6 ibídem 
7 Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito Informe Mundial sobre Drogas. 2008. 
8 Ibídem. 
9 Ibídem. 
10 La Guerra contra las Drogas: Promoviendo el estigma y la discriminación. Count the cost. 2013. 
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distinto al “oprobio social”, la severa forma de desaprobación pública reservada a 
quienes se involucran con las drogas ilícitas.11” 
 
Esta disparidad de juicio sobre los usuarios de sustancias psicoactivas no se 
explica por las diferencias en cuanto a efectos de daños potenciales causados por 
las drogas, de hecho, la clasificación de daños causados por drogas coloca 
consistentemente al alcohol y el tabaco en un nivel de riesgo igual o superior que 
muchas drogas ilícitas12. En cambio, esta disparidad es producto de políticas que, 
por razones históricamente discriminatorias, han creado regímenes paralelos y 
dramáticamente divergentes de control para sustancias comparables13. 
 
La ausencia de controles internacionales de este tipo sobre el alcohol y el tabaco, 
mas la inmensa y permitida publicidad de venta de estos productos, resaltan una 
vez más las distinciones morales arbitrarias que éstos controles propagan. De 
hecho, aun cuando se le asocia indiscutiblemente a niveles de adicción y daños a 
la salud que eclipsan a todas las otras drogas combinadas -legales e ilegales-, el 
tabaco está sujeto a su propia y particular convención de las Naciones Unidas. 
 
La Convención Marco sobre el Control del Tabaco reúne a un número de estados 
firmantes comparable a las tres convenciones prohibicionistas referidas a las otras 
drogas, pero no contiene lenguaje estigmatizante alguno y, en contraste con la 
Convención Única de 1961, plantea una serie de medidas para el control legal y 
de mercado - y no prohibiciones punitivas- referidas al consumo no médico de una 
droga de alto riesgo. “La distinción moral arbitraria entre sustancias psicoactivas 
“buenas” y “malas”, y las prohibiciones establecidas como resultado de tal 
distinción son, en sí mismas, una forma de discriminación.14” 
 
La lectura de estos tratados internacionales sobre drogas ilícitas también advierte 
sobre una cuestión no menor: aunque los países adherentes se comprometen 
obligatoriamente a combatir la producción y consumo de drogas, no hay 
obligatoriedades respecto a la prevención ni a la atención de los afectados por el 
consumo. Esta distinción en el orden de importancias y compromisos hace 
sospechar que las razones sanitarias apenas si fueron una excusa para aparentar 
los verdaderos interes nucleares, que fueron economicos e ideologicos. 
La salud de las personas, principal argumento esgrimido -verbalmente, en las 
tribunas- para justificar las leyes anti-drogas, no tuvo correlato verdadero en las 
legislaciones internacionales. Y esto tuvo como consecuencia que las leyes 
locales fueran forjadas, desde el inicio, con un menosprecio de cualquier mirada 
humanista. 
 
En el período que abarca desde el principio del siglo XX hasta el final de la 
segunda guerra mundial, surgieron muchas iniciativas anti-droga en distintos 
11 Ibídem. 
12 Drug harms in the UK: a multicriteria decision analysis’, The Lancet, 2010 
13 La Guerra contra las Drogas: Promoviendo el estigma y la discriminación. Count the cost. 2013 
14 ibídem 
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países del mundo, pero tampoco en razón de la salud o el bienestar individual. El 
nacimiento de políticas autoritarias, asi como las guerras devenidas de estas 
ideologías, crearon una concepción estatal militarista -incluso en las democracias- 
que impusieron una visión del individuo no ya como sujeto en la acepción de 
“persona” si no como “individuo sujeto al estado”, como significante literal de 
sujeción: el individuo pertenecía al estado, se debía al estado. 
 
El concepto de salud, entonces, se distanció de la idea del bienestar individual 
como logro para el sujeto, y se convirtió en un logro para el estado; por decirlo 
mas claramente: el individuo debía ser saludable pues se lo necesitaba pleno para 
la guerra. Las toxicomanías dejaron de contemplarse como algo únicamente o, al 
menos, principalmete perjudicial hacia el sujeto, para convertirse en un disvalor en 
la maquinaria de guerra, un atentado contra las fuerzas y el poder de los estados. 
Las personas debían ser sanas, lo quisieran o no. 
 
Los primeros movimientos en esta dirección apuntaron inicialmente a la droga mas 
popular: el alcohol; fue la época del surgimiento de las famosas leyes secas: 
La fabricación, distribución y consumo de alcohol fueron prohibidos desde 1908 
hasta 1945 en varios territorios canadienses, desde 1915 hasta 1922 en Islandia, 
desde 1916 hasta 1927 en Noruega, desde 1919 hasta 1928 en Rusia, desde 
1919 hasta 1932 en Finlandia y desde 1920 hasta 1933 en los Estados Unidos. 
 
Todas estas prohibiciones, en todos los países, fracasaron estrepitosamente. No 
solo no lograron detener la demanda de alcohol por parte de las poblaciónes, si no 
que generaron mas muertes, caos social y perdidas económicas de las que el 
consumo libre había causado nunca; y, lo que fue muchísimo peor, crearon y 
funcionalizaron mafias y estructuras delictivas que ya nunca se pudieron erradicar 
del todo. 
 
El caso mas resonado fue el de los Estados Unidos: 
“El demonio de la bebida hace testamento. Se inicia una era de ideas claras y 
limpios modales. Los barrios bajos serán pronto cosa del pasado. Las cárceles y 
correccionales quedarán vacíos; los transformaremos en graneros y fábricas. 
Todos los hombres volverán a caminar erguidos, sonreirán todas las mujeres y 
reirán todos los niños. Se cerraron para siempre las puertas del infierno.15” 
declamaba Andrew Volstead, el principal senador que impulsó la ley seca. 
 
Sin embargo, ocurrió todo lo contrario; las puertas del infierno se abrieron de par 
en par. Miles de personas murieron por la ingesta de licor clandestino, muchos 
miles mas murieron a causa de los interminables combates entre la polcia y los 
mafiosos y las guerras entre bandas, el delito subió a cotas nunca antes vistas y 
las cárceles, que albergaban 4.000 reclusos antes de la prohibición, lejos de 
quedar vacías como auguraba Volstead, alcanzaron una población de 26.859 
presidiarios hacia 1932. 
15 Andrew Volstead, discurso en el senado de Estados Unidos, 1919. 
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El fenómeno fue idéntico en el resto de los países que intentaron la prohibición. La 
experiencia demostró, de modo indiscutible, que el ilegalizar una droga causaba 
cien veces mas males que los que producía liberada. Sin embargo, este fue el 
camino que se siguió en la creación de las políticas públicas respecto a otras 
sustancias; una idea, mas bien sustentada en pareceres que en resultados, de 
que los gobiernos pueden proteger a sus ciudadanos de los daños de las drogas, 
o disminuir su consumo, mediante el accionar policial. 
¿Es eficaz este método? Consideremos, cien años después del inicio de estas 
políticas, solo algunos de los muchos hechos que podrían citarse: 
 
Las tendencias mundiales en el consumo de drogas, y especialmente en las 
sustancias de alto riesgo, no solo no disminuyeron, si no que aumentaron en 
forma constante durante losúltimos 50 años16, y las drogas son cada vez mas 
baratas y accesibles17. La Global Commission on Drug Policy calcula, por solo 
nombrar un ejemplo, que el consumo de opiáceos aumentó en un 34,5% por 
ciento entre 1998 a 200818. 
 
Para corroborar este aumento constante, correlato del absoluto fracaso de las 
políticas prohibicionistas, veamos las cifras de consumo -y solo considerando los 
últimos 20 años- de las drogas mas importantes19 20. Nótese que, incluso en los 
casos donde existe un leve descenso en la última década, todas las cifras de 
consumo y producción son marcadamente superiores a las existentes antes de 
1990: 
 
 
Prevalencia del consumo de cannabis: 
 
16 European Commission, Trimbos Institute, Rand Europe (2009). A report on global illicit drug markets 1998-2007 
17 
EMCDDA Statistical Bulletin, 2011 
18 War on Drugs. Reporte de la Global Commission on Drug Policy. 2011 
19 Informe Europeo sobre drogas. Observatorio Europeo de las drogas y las toxicomanías. 2013. 
20 Narcotic Drugs Report. Naciones Unidas. 2011 
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Prevalencia del consumo de cocaína: 
 
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Prevalencia del consumo de anfetaminas: 
 
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Prevalencia del consumo de éxtasis: 
 
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Producción y consumo de cannabis: 
 
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Producción y consumo de cocaína: 
 
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Producción y consumo de opio: 
 
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Producción y consumo de paja de adormidera: 
 
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Producción y consumo de morfina: 
 
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Producción y consumo de codeína: 
 
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Producción y consumo de heroína: 
 
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En cuanto al precio de las sustancias, estas son las tendencias en los precios 
minoristas en la Unión Europea para los principales tipos de drogas en el período 
2004 - 2009, que repite la tendencia de disminución de precios de años anteriores 
(tomamos este continente solo como ejemplo, las cifras son similares en todo el 
mundo): 
 
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21 
 
21 Comisión Global de Políticas de Drogas. “La guerra contra las drogas y el VIH/sida: cómo la criminalización del uso de drogas fomenta 
la pandemia global. 2012. 
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Y sumándose al fracaso de la disminución de producción y consumo, aparecen 
otros “daños colaterales” no menos importantes, que inciden directamente en la 
salud y los derechos cívicos de los consumidores: 
 
Los intentos por erradicar los mercados de drogas han tenido consecuencias 
adversas en relación a los problemas sanitarios y sociales en todo el mundo. La 
aplicación de políticas represivas aumenta los riesgos asociados con el consumo 
de drogas, generando una inclinación de los mercados hacia productos cada vez 
más potentes y mas contaminados, y propiciando conductas de alto riesgo, con 
consumos sin supervisión y en ambientes poco higiénicos. Como resultado, los 
usuarios sufren problemas de salud evitables, que incluyen sobredosis y 
envenenamientos, y ha aumentado dramáticamente riesgo de contraer 
enfermedades tales como el VIH y la hepatitis vírica22, entre otros daños y 
enfermedades no menos importantes. 
 
El enfoque de la “lucha contra las drogas”, que recae mayoritariamente en las 
circunstancias de uso y posesión, ha dado lugar a numerosas formas de 
violaciones de los derechos humanos de los consumidores o de aquellos que son 
detenidos por delitos o simple sospecha de delitos relacionados a las drogas, 
quienes con frecuencia son objeto de diversas formas de castigo cruel. Los 
abusos más comunes son la muerte, amenazas y torturas para extraer 
información, extorsión, obtención de falsas confesiones mediante abusos y 
castigos físicos, abstinencia forzada sin asistencia médica, y restricciones al 
acceso a los sistemas de salud23. 
 
Las actuales leyes de drogas, indiscutiblemente, sirven mas como una forma de 
controlar a la población que de controlar las sustancias, poniendo a las personas 
que utilizan drogas en los registros policiales y jurídicos, con la consecuencia de 
que restringen gravemente sus derechos civiles, políticos y económicos24 y 
aumenta exponencialmente los costos económicos de los gobiernos -gastos que 
podrían ser mejor invertidos en prevención y asistencia-, máxime cuando se ve 
claramente que el enfoque de tolerancia cero a las drogas no ha tenido ningún 
impacto en los niveles de consumo de drogas. 
 
Por demás, estas políticas aumentan el tamaño de la población carcelaria, 
poniendo así más cargas en el presupuesto estatal (por ejemplo, el número de 
personas condenadas por delitos relacionados con las drogas se ha duplicado en 
la última década25); y hay clara evidencia de que la prisión, lejos de retraer el 
22 A war against people who use drugs: the costs. Eurasian Harm Reduction Network. 2012. 
23 The impact of drug policy on health and human rights in Eastern Europe: 10 years after the UN General 
Assembly Special Session on Drugs 2009. 
24 The effects of drug user registration laws on people’s rights and health: key findings from Russia, Georgia, 
and Ukraine. 2009. 
25 European Center for Monitoring of Drugs and Drug Addiction. 2008. 
Equipo Argentino de Toxicomanias - 2013 
 
consumo de drogas, lo aumenta; asi como acrecienta los riesgos y la trasmisión 
de enfermedades26. 
 
Sin embargo, sería un análisis apresurado -y hasta superficial- considerar que 
todos los problemas o cuestiones relacionados con la producción y consumo de 
drogas devienen o tienen una relación exclusivamente dependiente de las políticas 
gubernamentales: la producción y el consumo de drogas tienen su derrotero 
propio. 
Los informes de todas las organizaciones mundiales ocupadas en el estudio de la 
temática demuestran que en tanto la producción y consumo de algunas drogas 
muestran una leve disminución y otras se mantienen estables, hay un claro e 
innegable aumento en las drogas “de diseño”, sintéticas y un alza cada vez mayor 
del consumo de psicofármacos2728293031. Esto no coincide con ninguna politica 
impuesta, ni liberadora ni restrictiva. 
 
Es decir, hay una demanda que impone sus propias reglas y su propia dinámica, 
superando en mucho los planes, previsiones y acciones gubernamentales. La 
contracción actual del mercado de cocaína, por ejemplo, no ha significado una 
disminución del consumo de drogas, simplemente, refleja un cambio de 
preferencias en el mismo: 
 
El total de personas que consumen estimulantes de tipo anfetamínico se estima 
actualmente entre los 30 y 40 millones, y, de seguir con la proyección observada, 
no tardarán en superar el número total de consumidores de opiáceos y de 
cocaína. “No habremos resuelto el problema mundial de las drogas si simplemente 
trasladamos la adicción de la cocaína y la heroína hacia otras sustancias adictivas; 
y existen cantidades ilimitadas de estas sustancias, producidas en laboratorios de 
mafias por un costo insignificante.” 32 
 
La aparición de nuevas sustancias psicoactivas como la ketamina, las piperazinas, 
la mefredona, el Spice y otras drogas de diseño, traen también cambios en el tipo 
de producción y estilo de distribución: “Estos nuevos estupefacientes provocan un 
problema doble: en primer lugar, se desarrollan a un ritmo muy superior a las de 
las normativas que los reglamentan y que no pueden alcanzar las autoridades 
encargadas de la represión. En segundo lugar, su comercialización es altamente 
ingeniosa, ya que se fabrican por encargo de manerade satisfacer las 
preferencias concretas en cada situación.” 33 
 
26 Interventions to reduce HIV transmission related to injecting drug use in prison. The Lancet,2009 
27 World Drug Report UNODC 2008. 
28 World Drug Report UNODC 2009. 
29 World Drug Report UNODC 2010. 
30 World Drug Report UNODC 2011. 
31 World Drug Report UNODC 2012. 
32 World Drug Report UNODC 2012. 
33 World Drug Report UNODC 2010. 
Equipo Argentino de Toxicomanias - 2013 
 
A partir del año 2005, cientos de tipos distintos de drogas sintéticas -algunas 
todavía no muy claramente identificadas- irrumpen y desplazan el mercado de 
drogas “tradicionales”. Se ha detectado que, por ejemplo, en 2008, el número de 
laboratorios clandestinos de estimulantes de tipo anfetamínico conocidos aumentó 
un 20%, incluso en países que nunca antes habían tenido laboratorios de ese 
tipo. 34 
 
Sin embargo, lo que si se mantiene sin cambios, y que se podía pronosticar 
observando el espíritu y el enfoque de las políticas elegidas, ya desde los primeros 
tratados internacionales antes citados y las leyes locales de cada país, es la gran 
deficiencia y carestía en el tratamiento de las personas afectadas por las drogas. 
Políticas públicas orientadas mayormente -cuando no exclusivamente- hacia la 
represión del comercio y de la posesión, que no solo no han protegido si no que 
hasta han agravado la situación de los consumidores de drogas en todas las áreas 
antes descriptas, han permanecido inmodificadas e indiferentes respecto de la 
atención debida a aquellos por los que se aduce necesaria la tan mentada “guerra 
contra las drogas”. 
 
Se sigue manteniendo -contra toda lógica y demostración- la misma perspectiva 
militarista de principios del siglo XX que presenta a las drogas como “invasores 
apátridas”, como si no fuera ya mas que evidente que el consumo de sustancias 
psicoactivas es un fenómeno intra-social, que no es extranjero a ninguna 
sociedad, si no que surge desde el núcleo mismo de esta; o, por decirlo de otro 
modo, que es la demanda la que crea la oferta y no lo contrario. 
 
El fracaso de las leyes secas, la derrota en prácticamente todos los planes de 
disminución de consumo, la universalidad y transculturalidad, y, 
fundamentalmente, la clara evidencia de que el mercado de sustancias 
psicoactivas tiene un rumbo y trascurso propio e independiente de las políticas 
gubernamentales, obligan a repensar y a considerar como obsoleto e ineficaz el 
paradigma de que las drogas son algo extraño y ajeno a la humanidad. 
 
Palabras como “flagelo”, “avance”, “copamiento”, “ataque”, “combate”, palabras 
todas que describen la situación de modo militar y refirieren a una “invasión” que 
no es tal, tiñen los discursos, y sirven para justificar una espiral interminable de 
mas y mas leyes, armas, ejércitos, castigos, prisiones y muertes; mientras los 
verdaderos afectados son olvidados -como los caídos en las trincheras- por 
mantener el empuje de la vanguardia de una “guerra” contra las drogas. 
 
Mientras las inversiones en tecnología, armamentos, efectivos y prisiones se han 
multiplicado incalculablemente, los presupuestos destinados a la información, 
prevención y atención de las adicciones se han mantenido en los pobrísimos 
niveles de principios de siglo o incluso han disminuido. 
El acceso a los sistemas de salud para las personas con problemas en el 
consumo continua siendo exiguo y limitado; la atención en esos sistemas es 
34 ibídem 
Equipo Argentino de Toxicomanias - 2013 
 
insuficiente, carenciada, expulsiva; los tratamientos mismos son altamente 
ineficaces, obsoletos, pseudocientíficos incluso en gran parte de los casos. 
 
Las tasas de abandono son demasiado altas y las de curación demasiado bajas; 
las recaídas, una constante. Los gobiernos, casi exclusivamente ocupados en la 
represión del tráfico, descuidan y tercerizan irresponsablemente la atención de los 
adictos. Las instalaciones son deficientes, los profesionales de la salud mal pagos, 
la investigación prácticamente inexistente. 
 
“Si bien es cierto que las personas adineradas de los países ricos tienen medios 
para pagarse un tratamiento, los pobres y los países pobres se ven confrontados a 
gravísimas consecuencias sanitarias”, advertía el Jefe Ejecutivo de la UNODC en 
2008. En ese año, sólo una quinta parte de los consumidores de drogas del 
mundo habían recibido un tratamiento durante el año anterior, lo que significa que 
alrededor de 20 millones de drogodependientes no recibieron tratamiento35. 
 
Y en cuanto a la efectividad de los tratamientos, nuestra experiencia nos ha 
enseñado que no difiere demasiado de lo que ocurre en casi todas partes del 
mundo, y que arroja un muy pobre resultado que puede resumirse en esta 
ecuación casi invariable: de cada 10 personas que ingresan, 3 de ellos desertan; 
de los 7 restantes menos de la mitad logran rehabilitarse, y de los rehabilitados, al 
menos la mitad recae en un periodo no superior a los 2 años. 
Esto quiere decir que, en promedio, las tasas de curación apenas si alcanzan al 
20%: de cada 10 personas que recurren por ayuda a los sistemas de salud, 
apenas 2 de ellos logran obtener una solución a su problema. 
Se requiere, con carácter de urgencia, una revisión del enfoque, tipo y modo de 
tratamiento, asi como un inmediato aumento de las investigaciones. 
 
Mas de medio centenar de organizaciones de bien público se expresaron para 
señalar, rotundamente, en el año 2013, en la OEA la inconsistencia y despropósito 
de continuar con la erróneo camino seguido desde hace un siglo: “queremos 
enfatizar que la revisión de las políticas de drogas resulta necesaria en la región 
tanto por razones empíricas como normativas36” 
 
“ha surgido evidencia empírica sólida, amplia y diversa de que dichas políticas son 
ineficaces y tienen graves efectos negativos, en especial si se les analiza desde 
un enfoque de derechos humanos. Las políticas prohibicionistas y la guerra contra 
las drogas han recrudecido los conflictos violentos en la región, al crear un enorme 
mercado ilegal controlado por complejas organizaciones delictivas. Estos 
conflictos se localizan generalmente en zonas empobrecidas, profundizando aún 
más el deterioro de las condiciones de vida y la estigmatización de sus 
habitantes.37” 
 
35 World Drug Report UNODC 2008 
36 Carta abierta a los Gobiernos de la región presentes en la Asamblea General de la OEA. 2013. 
37 Ibídem. 
Equipo Argentino de Toxicomanias - 2013 
 
“las políticas prohibicionistas han colaborado en la formación de organizaciones 
armadas dedicadas a actividades criminales entre las que se destaca el tráfico de 
drogas, y que producen fenómenos de violencia importantes y por esta vía afectan 
los derechos de las personas en las Américas. Dado que la violencia es la forma 
primordial de regulación de los mercados ilegales, el tráfico de sustancias 
prohibidas está necesariamente acompañado por el tráfico de armas, de las 
peleas por los territorios, la corrupción y socavamiento de las instituciones 
democráticas, especialmente las policías, la justicia y las instituciones de gobierno. 
La revisión del paradigma de la 'guerra contra las drogas' debe ser vista como 
parte de una iniciativa para la reducción de la violencia.38” 
 
“es claro hoy que las obligaciones internacionales de derechos humanos deben 
prevalecer sobre aquellas que han adquirido en materia de sustancias sicoactivas 
prohibidas o fiscalizadas. Esto se debe a que los compromisos internacionales en 
derechos humanos tienen mayor jerarquía normativa, pues el deber de los 
Estados de respetar los derechos humanos es un mandato que tiene su base en la 
Carta de las Naciones Unidas, que es un tratado que predomina sobre cualquier 
otra convención; y además, el principio del deber de los Estados de respetar los 
derechos humanos ha sidoconsiderado por muchos doctrinantes como una norma 
de Ius Cogens o norma imperativa de derecho internacional, que no admite una 
convención en contrario. Por consiguiente, el derecho internacional de las drogas 
debe ser entendido e interpretado, y si es necesario adaptado, en una forma que 
sea compatible con las obligaciones internacionales en derechos humanos. El 
principio rector de las políticas debería siempre estar centrado en el ciudadano, y 
la protección integral de sus derechos39” 
 
Actualmente, son muchísimos los expertos y organismos que comparten nuestra 
afirmación de que el consumo de drogas es un fenómeno totalmente 
independiente de las políticas supuestamente contensoras, y remarcan que en 
contextos prohibicionistas o liberadores la demanda de las mismas se mantiene 
prácticamente idéntica, lo que convierte a la “guerra contra las drogas” no solo en 
un esfuerzo inútil y contraproducente, si no en una pantomima que licúa recursos 
económicos y humanos que deberían encauzarse hacia la atención sanitaria. 
 
“Los gobiernos no diseñan sus políticas de drogas basados en datos científicos, 
sino en la información que viene de los medios masivos. A su vez, los medios 
masivos replican los anuncios alarmistas que emiten los gobiernos para ganar 
apoyo de la población a sus políticas exclusivamente represivas40”. Este círculo 
vicioso es el que mantiene paralizadas las políticas públicas en paradigmas 
equívocos del 1900, aun cuando es notorio su fracaso. 
 
38 Ibídem. 
39 Ibídem. 
40 Dan Werb (en representación del International Centre for Science in Drug Policy en la III Conferencia 
Latinoamericana sobre Políticas de Drogas. México. 2012 
Equipo Argentino de Toxicomanias - 2013 
 
“El presupuesto para el rubro de lucha contra las drogas aumentó en Estados 
Unidos en 600 por ciento en un período de 20 años. Sin embargo, el consumo de 
drogas entre adolescentes en ese país no se ha modificado significativamente en 
ese lapso”. 
“Los estudios indican que no importa la intensidad de las políticas, sean éstas 
liberales o conservadoras (tomando a Portugal y a Rusia en cada extremo) las 
tendencias de consumo se mantienen. Evidentemente, las tendencias en consumo 
no dependen únicamente de la disponibilidad de las drogas, sino de una serie de 
factores sociales y personales.41” 
 
 
 
 
 
“La decisión de introducir a los militares en la lucha contra el narcotráfico porque 
los jueces estaban corruptos y no respondían generó en México una situación 
veinte veces más difícil. Tenemos más de 50 mil muertos por las decisiones que 
nos dicen que hay que reducir la oferta. Probablemente la legalización de las 
drogas no es la única respuesta, pero sí mejoraría la situación de un montón de 
problemas que tenemos en la actualidad.42” 
 
“En el momento en que se crea un sistema represivo de control, el mercado queda 
en manos de los criminales. La guerra contra las drogas ha significado una crisis 
social en los países donde se lleva adelante”. Y “reducir la oferta de una sustancia 
no significa reducir el número de usuarios de drogas. Por ejemplo, en Australia, la 
41 Ibídem. 
42 Luis González Placencia, presidente de la Comisión de Derechos Humanos de México, en la III Conferencia 
Latinoamericana sobre Políticas de Drogas. México. 2012 
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escasez de heroína en 2009-2010 fue considerada un éxito, pero en realidad 
significó que los consumidores se volcaran al meth43, de efectos más nocivos.44” 
 
La incapacidad del régimen prohibicionista para reducir los daños generados a 
usuarios y a terceros por el consumo, y la violencia asociada a las actividades del 
crimen organizado, obligan a pensar en nuevas alternativas de política pública. En 
el escenario actual es razonable plantear que los objetivos de cualquier estrategia 
para enfrentar al narcotráfico deben ser la reducción y minimización de los daños 
causados por las drogas y por las políticas actuales para reprimirlas, a los 
consumidores y a terceros que no consumen. 
 
La atención integral a usuarios de drogas implica el desarrollo de estrategias 
comprensivas, complementarias y multisectoriales que se ocupen de la 
prevención, la asistencia para el consumo problemático, la reducción de daños y la 
integración social. Todo lo contrario al modelo imperante. 
 
 
 
45 
 
La falta de sentido -o mas bien, el contrasentido- de las políticas públicas 
impuestas por la ideología de los tratados internacionales, es claramente visible en 
Latinoamérica, donde el supuesto bien a proteger -la vida y el bienestar de las 
personas- es siempre la primera víctima de estas políticas y, a su vez, el factor 
mas menospreciado. 
43 Metanfetamina. 
44 Mike Trace, presidente del Consorcio Internacional sobre Políticas de Drogas (IDPC), en la III Conferencia 
Latinoamericana sobre Políticas de Drogas. México. 2012 
45 Drug Policy Foundation. 2007. 
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Un estudio del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad (DeJusticia), 
de Colombia, concluye que América Latina sufre de una “adicción punitiva” en la 
legislación, en especial en materia de drogas, que hace que sea “más grave 
contrabandear cocaína a fin de que pueda ser vendida a alguien que quiere 
consumirla, que violar a una mujer o matar voluntariamente al vecino46”. El estudio 
muestra no solo el fuerte aumento del número de conductas penalizadas (“verbos 
rectores”), sino también el de las penas imputadas por esas conductas. 
 
 
 
 
 
Ese aumento de los delitos y las penas en materia de política de drogas ha llevado 
a una increibles desproporción en los ordenamientos jurídicos de los países 
analizados, según la cual crímenes de mayor gravedad y con impactos mucho 
más graves y directos sobre las personas, como el homicidio intencional, la 
violación y el hurto con violencia sobre la víctima, tengan penas menores o iguales 
que los delitos relacionados con las drogas47. 
 
 
46 Uprimny, Guzmán y Parra, DeJusticia. 2012. 
47 De la represión a la regulación: propuestas para reformar las políticas contra las drogas. Campero, 
Barrancos, Vargas, Vergara, Brombacher, Stöver, Plenert. 2013. 
Equipo Argentino de Toxicomanias - 2013 
 
 
 
 
Por supuesto, este endurecimiento de leyes y penas no ha disminuido en 
Latinoamérica ni el consumo ni la producción de drogas, si no que, como en el 
resto del mundo, solo han servido para elevar la violencia y la criminalidad, 
abarrotar las cárceles de consumidores y vendedores minoristas, entorpecer los 
sistemas judiciales inundándolo de causas “menores” que no impiden -y hasta 
facilitan- el accionar de los grandes narcotraficantes, y exponer a los usuarios de 
drogas a mas problemas de salud de los que trae el consumo en sí mismo. 
 
Las decisiones de países como Holanda, Portugal, España y otros, (a los que 
cada vez se suman mas naciones) de abandonar el modelo prohibicionista por 
otros de liberalización y/o regulación del consumo, han demostrado palmariamente 
que, si bien no ha disminuido en términos importantes el uso general de drogas, al 
menos han encaminado el consumo hacia drogas “blandas” y si han disminuido 
drásticamente los problemas de salud adyacentes al consumo “constreñido”, como 
el número de sobredosis o la trasmisión de HIV. 
 
Consideremos sucintamente estas experiencias: 
 
En 1976 Holanda decide modificar sus leyes sobre drogas, demarcando una 
diferencia entre sustancias con base al grado en que las mismas alteran la 
personalidad del consumidor, la diferencia en daños a la salud de cada una y los 
costos que el uso de estas causan a la sociedad. Distingue entonces entre 
“blandas” (cannabis (hierba y resina), hongos alucinógenos y drogas sedativas 
(Valium o seresta)) y “duras” (heroína, éxtasis,cocaína, opio, anfetaminas y LSD). 
 
Equipo Argentino de Toxicomanias - 2013 
Con esta distinción se estableció una política de tolerancia que valora la posesión 
y el uso de máximo cinco gramos de drogas blandas y máximo medio gramo de 
drogas duras como un delito menor que no se persigue. Se regulan los coffee 
shops, en donde están permitidos la venta y el consumo de un máximo de cinco 
gramos de cannabis por persona. 
 
Esta política de tolerancia, sin embargo, convirtió a Holanda en el centro del 
“turismo de drogas” en Europa. A causa de esto, en el año 2012, se introdujo el 
“Wietpas”, que funciona como un carnet de socio para los coffee shops. La venta y 
el consumo de drogas allí solo están permitidos si la persona tiene su domicilio 
legal en Holanda y puede presentar su carnet. 
 
Según el censo de 2009, el consumo de cannabis en la población de 15 a 64 años 
presentaba una prevalencia de vida de 25,7%. Aunque la tasa es más alta que la 
de 1997 (19,1%), cambios en la metodología de medición no permiten comparar 
estos datos48. Ese mismo año la prevalencia de vida para la cocaína fue de 5,2% y 
para el éxtasis de 6,2%. Con respecto al contagio de enfermedades por el 
intercambio de jeringas, según ese mismo Informe las infecciones de HIV 
disminuyeron, al pasar de 671 contagiados en 2006 a 4 en 2010. 
 
En general, se considera que la descriminalización del consumo de drogas 
blandas en Holanda no ha llevado a su aumento grave, y que los intentos de 
endurecer la política al respecto han promovido el aumento del tráfico ilegal, por lo 
cual, al menos en parte, tales intentos no tuvieron éxito49. 
 
En el año 2000, como reacción al aumento significativo de enfermedades como el 
HIV, y de las muertes causadas por consumo de drogas ilegales en el país en los 
años noventa, el gobierno de Portugal decidió descriminalizar las drogas ilegales a 
partir del año 2001. El cambio legal consistió en que la compra, la posesión y el 
consumo de drogas ilegales dejaron de ser delitos criminales pasando a ser 
administrativos. Aunque la posesión para la venta continua considerándose un 
delito criminal. 
 
Se permite la posesión y el consumo de todas las drogas ilegales, incluyendo el 
cannabis, la heroína y la cocaína, restringiendo la cantidad a la necesaria para el 
consumo individual por diez días. En la práctica, eso va hasta 0,1 gramos de 
heroína, éxtasis o anfetaminas, hasta 0,2 de cocaína o 2,5 de cannabis. Quienes 
sean encontrados con una cantidad mayor son incriminados y remitidos a los 
juzgados, en donde deben enfrentar penas por tráfico o el llamado 
“negocio/consumo”, que ocurriría cuando la persona tiene una cantidad mayor de 
drogas que la permitida, pero se asume que la tiene para uso personal. 
 
48 Informe Nacional de Holanda a la EMCDDA, 2012. 
49 De la represión a la regulación: propuestas para reformar las políticas contra las drogas. Campero, 
Barrancos, Vargas, Vergara, Brombacher, Stöver, Plenert. 2013. 
Equipo Argentino de Toxicomanias - 2013 
 
Las sanciones pueden ser civiles o servicios sociales, multas, suspender licencias 
profesionales o prohibir la estadía en ciertos lugares. Estas sanciones buscan 
alejar a los consumidores del uso de drogas y apoyarlos en sus tratamientos. En el 
caso de francos adictos, pueden recomendar programas de tratamiento o 
educación, en lugar de una sanción; y para los no adictos ordenar una multa o 
servicios psicológicos. 
 
Los resultados de la estrategia indican que a pesar del pequeño aumento del 
consumo de drogas entre la población adulta este aumento no puede atribuirse 
solo a la descriminalización, dado que esa misma tendencia se observa en otros 
países europeos como España e Italia. Además, el consumo problemático de 
drogas en adultos y adolescentes, en particular el uso intravenoso, ha disminuido, 
al pasar de un rango de 4,6 usuarios de drogas inyectadas por cada mil personas 
a uno de 2,2 cada mil. A esto se suma que la tasa de consumidores infectados con 
VIH y otras enfermedades contagiosas haya descendido considerablemente, al 
reducirse de 1.482 casos de VIH a 116 en 201050. 
Asimismo, se redujo la carga en el sistema de justicia en relación con el 
procesamiento de delitos de drogas así como en términos de la población 
carcelaria total. 
 
En España, desde el año 2001, existen los llamados “Clubes Sociales de 
Cannabis”, que cultivan y distribuyen marihuana entre un grupo pequeño de 
usuarios adultos. Los clubes cuentan con un mecanismo en el que se dialoga con 
la persona que evidencia tener trastornos en el consumo y, en el caso del País 
Vasco, se activa un protocolo en el que participa un técnico especialista en 
drogodependencias contratado para ello, que, si la persona en cuestión lo desea, 
recibe atención gratuita. No se han registrado variaciones importantes en el 
consumo dentro de la población general. 
 
Los ejemplos anteriores muestran que en diversos lugares del mundo -no son 
estos los unicos casos- se están haciendo propuestas y ensayando iniciativas 
concretas para diseñar políticas de drogas nuevas, que contribuyan realmente a 
reducir los efectos negativos de estas sustancias tanto en la salud de los 
consumidores como en las sociedades en general, y los efectos negativos de las 
políticas implementadas hasta ahora51. 
 
Hay, básicamente, dos vértices opuestos en el enfoque de las políticas públicas 
respecto al consumo de sustancias psicoactivas: 
 
En un extremo está la guerra contra las drogas, el modelo prohibicionista 
dominante impulsado por Estados Unidos, que busca eliminar el consumo de 
algunas sustancias consideradas dañinas o moralmente peligrosas. Aquí se 
asume que el estado tiene el derecho a imponer a los ciudadanos sus estándares 
de salud o, incluso, de virtud. La idea es que si se logra eliminar las sustancias no 
50 EMCDDA, 2012 
51 Drogas, derecho y democracia. Rodrigo Uprimny. 2003. 
Equipo Argentino de Toxicomanias - 2013 
 
habrá consumo ni abuso de las mismas. Por ello, para suprimir o reducir al 
máximo la oferta de drogas, se prohíbe su cultivo, producción y comercio, lo que 
las hace costosas y difíciles de conseguir52. 
 
En el otro extremo está la liberalización total del mercado de drogas, dentro de un 
modelo libertario, sustentada en el ideal del poder regulador del mercado y en el 
principio de que el estado no puede intervenir en las decisiones de una persona de 
consumir las sustancias que quiera, aun si le hacen daño. Según este 
planteamiento, las drogas psicoactivas son productos para ser transados según 
las reglas del mercado, como cualquier otra mercancía; y cualquier daño causado 
a terceros por un consumidor bajo la influencia de alguna droga puede y debe 
castigarse, es decir los consumidores son libres de usarlas pero deben 
responsabilizarse por las consecuencias de su comportamiento. Hasta hace 
algunos años esa fue la política aplicada frente al tabaco53. 
 
Entre los dos extremos hay dos modelos intermedios basados en la salud pública 
y los derechos humanos de los usuarios. Por un lado, las políticas de reducción 
del daño consideran imposible acabar con el consumo, razón por la cual se 
enfocan en disminuir los problemas asociados al mismo y promueven su 
despenalización para evitar que los usuarios sean marginados54. 
 
Ejemplos de este modelo son las estrategias usadas en Holanda que, sin 
embargo, mantienen la prohibición y la criminalización de la producción y gran 
parte de la distribución de drogas. Por otro, existen las estrategias de “legalización 
selectiva o regulada”, que plantean que es necesario ir más allá de la regulación 
del consumo y se deben regular también el cultivo, la producción y la distribución 
de las diversas drogas, si se quieren reducir realmente los “efectos perversos de la 
prohibición, en términos de violencia, corrupción, erosión del respeto a la ley y 
afectación de los derechosde la persona55”. 
 
Aunque, como se ha visto, el modelo prohibicionista de guerra contra las drogas 
sigue predominando, los ejemplos presentados muestran que en la práctica se 
han puesto en ejecución modelos de políticas de reducción del daño que han 
tenido resultados muy prometedores, sobre todo en ciudades y países europeos. 
La regulación del cannabis en Estados Unidos, que en algunos casos se extiende 
a toda la cadena de valor, es otro caso para seguir con atención56. 
 
Aunque algunos autores proponen una liberalización total del mercado de las 
drogas, estos representan posiciones minoritarias. Muchos de los investigadores y 
52 De la represión a la regulación: propuestas para reformar las políticas contra las drogas. Campero, 
Barrancos, Vargas, Vergara, Brombacher, Stöver, Plenert. 2013. 
53 Ibídem. 
54 Drogas, derecho y democracia. Rodrigo Uprimny. 2003. 
55 ibídem 
56 De la represión a la regulación: propuestas para reformar las políticas contra las drogas. Campero, 
Barrancos, Vargas, Vergara, Brombacher, Stöver, Plenert. 2013. 
Equipo Argentino de Toxicomanias - 2013 
 
estudiosos que están trabajando por una reforma a las políticas actuales 
consideran que los cambios deberían dirigirse hacia la regulación selectiva que, 
además de reducir los daños del consumo, limite los ocasionados por la 
producción y el tráfico, así como los otros efectos negativos de esas políticas57. 
 
La idea de “un mundo libre de drogas” es irrealizable. Eliminar el consumo por 
completo es imposible, y, por ende, tampoco será posible eliminar la producción 
de sustancias que alteran los estados de conciencia; entre otras razones porque 
en muchos lugares existen formas de consumo tradicionales, asociadas a 
prácticas culturales milenarias y muy arraigadas, como es el caso de la 
masticación de hoja de coca en las culturas andinas58. 
 
Sin ir más lejos, el alcohol es una de estas sustancias. Sin embargo, su consumo 
tiene una aceptación tan amplia y está tan arraigado que a nadie se le ocurre 
plantear la idea de “un mundo sin alcohol”. La experiencia de Estados Unidos con 
la prohibición en los años veinte refuerza la inutilidad de este tipo de iniciativas. Y 
es pertinente recordar que las muertes por alcohol y tabaco son muchas más que 
las ocasionadas por el consumo de marihuana, cocaína y heroína sumadas. 
 
Las nuevas políticas públicas respecto al consumo de drogas deben, 
necesariamente, desprenderse del encorsetamiento ideológico del estigma hacia 
los consumidores, de la vana ilusión de erradicar violentamente aquello que existe 
desde siempre, de la obsoleta concepción militarista donde las voluntades y 
derechos civiles de las personas deben estar subordinados al “éxito” de la 
maquinaria estatal. Deben abandonarse, por claramente lesivas y 
contraproducentes, las ideas del 1900 impuestas por los tratados internacionales. 
 
La idea de “salud” no puede ya excluir ni negar las voluntades individuales o 
imponer un modelo sanitarista-militar pretextando “derechos colectivos”, que no 
existen ni fueron nunca consensuados; los derechos son, por definición, 
individuales. Para hablar de “protección de la salud”, primero debe existir un 
individuo a proteger; la “guerra contra las drogas” no ha sido mas que un torpe 
eufemismo para denominar a lo que en verdad es una guerra contra las personas. 
Debemos concluirla. 
57 Ibídem. 
58 ibídem 
Equipo Argentino de Toxicomanias - 2013

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