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Teórico Introducción al narcisismo

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Lic. Horacio Martinez
Desarrollos del Psicoanálisis 2008
Teórico #6
Vamos a introducirnos hoy en el campo de lo imaginario y para ello vamos a trabajar un 
texto de Freud que es Introducción al narcisismo.
Partimos de un texto freudiano porque, en primer lugar, este campo va a ser aquél en el 
cual podamos situar al yo, a la instancia que Freud fue construyendo a lo largo de su 
teorización, que para Lacan va a ser una de las posiciones que como seres vivientes 
vamos a ocupar y sería concretamente esa posición que vamos a ocupar en el campo 
imaginario.
También aparece en Lacan otro campo, otro registro que es el de lo simbólico donde la 
posición del ser viviente ya no es la del yo, sino la del sujeto.
Por lo tanto vamos a ir construyendo y recorriendo una serie de nociones que nos van a 
terminar delineando un esquema que Lacan llamó esquema Lambda.
Este esquema va a repartir del lado izquierdo esas dos posiciones del ser viviente: el 
sujeto y el yo.
Asimismo, va a delimitar dos cruces:
1. Uno que pertenecería al campo de lo imaginario y que vincularía al yo con una 
figura del otro que Lacan escribe con minúscula (a).
2. Mientras que la relación simbólica va a vincular al sujeto con el Otro con 
mayúscula (A).
A través de esta secuencia vamos a tratar de entender esa duplicidad que se da del lado 
de cada viviente, esta duplicidad que nos hace ser una cosa en el campo imaginario y otra
en el campo simbólico y que, a su vez, cada una de estas posiciones se corresponden con 
2 figuras del Otro/otro.
Al Otro con mayúscula (A) lo definimos como Tesoro del significante, como aquel al cual 
se dirige el mensaje y del cual proviene la sanción acerca de ese mensaje. Es el Otro de la
comunicación. Este Otro siempre ocupa un lugar de alteridad radical, es otro que siempre 
va a ser otro respecto de mí. Lo ilustrábamos como la posición que ocupa cualquiera al 
que se dirige mi demanda. Ese Otro tiene un poder, por ejemplo, de sancionar o no mi 
demanda y ese poder crea esta disimetría radical respecto del Otro.
Por el contrario, el otro con minúscula (a) es definido por Lacan como mi semejante, el 
otro especular. Lo va a llamar especular porque el modelo para pensar esta relación entre 
el yo y el otro (a) va a estar dado por la relación que cualquier viviente puede establecer 
con la imagen que el espejo le devuelve. Es decir, que ese otro en principio es un otro que
es una imagen y por eso pertenece al campo imaginario y es una imagen en la cual puedo
reconocerme. Este semejante es una posición.
Lo que vamos a trabajar hoy es el campo de lo imaginario y, por lo tanto, de un lado 
tenemos el yo y del otro lado este otro con minúscula (a).
Este otro (a) en tanto es mi semejante es una posición idéntica, lo cual va a traer otra 
gama de conflictos en la medida en que se trata de una otredad respecto de la cual, sin 
embargo, lo que voy a buscar es la identidad y, de una manera eufemística, podríamos 
pensarlo como este terreno de lo imaginario en el cual lo que se busca es hacer dos de 
uno.
Introducción al narcisismo es uno de los dos grandes textos que Freud le dedica al tema 
del yo, el otro es El yo y el Ello. Este último es un texto de casi 10 años posterior y, sin 
embargo, nos parece más útil hacer una relectura de Introducción al narcisismo porque en
este texto Lacan se apoya para construir su teoría de lo imaginario.
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A partir de El Yo y el Ello, es decir, a partir de la segunda tópica freudiana se ha 
desprendido en el campo del psicoanálisis otras posiciones, otros desarrollos post 
freudianos distintos a los desarrollos lacanianos. Por ejemplo, todo lo que se conoce como 
la psicología psicoanalítica del yo que es una corriente que empezó a desarrollarse a 
mediados de los años `50, fundamentalmente en Estados Unidos.
Allí uno puede encontrar esta concepción de un yo autónomo, de un yo independiente del 
conflicto y la sexualidad que, de alguna manera, sería como el eje de la personalidad que 
debe dominar las distintas operaciones del psiquismo.
Vamos a ver que la versión que Lacan nos plantea acerca del yo no lo presenta como 
autónomo, ni como aquello que debería gobernar las operaciones del psiquismo sino que, 
por el contrario, la versión lacaniana del yo nos va a presentar un yo que es el producto 
de una alienación y sobre todo algo que se crea a partir de un profundo desconocimiento.
El yo tal como Lacan lo concibe sólo puede existir en la medida en que desconoce su 
origen y sus fundamentos.
En este sentido es que podemos decir que está profundamente alienado. El yo en Lacan 
es como una suerte de creencia, es lo que creemos ser.
No es lo que somos en un sentido más verdadero. De este modo la teoría del narcisismo 
de Freud nos va a servir para aproximarnos un poco a esta concepción lacaniana. 
Vamos a dedicar esta clase para ver algunos detalles de la teoría del narcisismo pero, 
antes de introducirnos en el narcisismo o como una manera de introducirnos en él, vamos 
a seguir la lógica del texto.
En las primeras páginas del texto Freud se va aproximando a esta noción desde el campo 
de la psicopatología. Nombra en la primera página al menos 4 cuadros clínicos donde esta 
noción de narcisismo empieza a tener que ver. La primera mención la toma del terreno de 
las perversiones.
Para definirlo de una manera genérica, el terreno de las perversiones es aquél en el cual 
nos encontramos con cierto tipo de prácticas sexuales que de alguna manera se desviarían
de cierto patrón normal que la psiquiatría intentó fijar desde parámetros supuestos a las 
pulsiones sexuales. Con esto quiero decir que no se trató de analizar la sexualidad 
humana desde la moral o la religión por ejemplo, sino que la psiquiatría de finales del siglo
19 trató de pensar y de sostener la idea de que la sexualidad humana estaba de alguna 
manera sostenida por pulsiones sexuales que tenían como fin último la reproducción de la 
especie. Por lo tanto cualquier otro tipo de conducta sexual que no tuviera como meta la 
reproducción de la especie supondría una perversión del campo de las pulsiones.
En ese contexto de las perversiones aparece este autor Paul Näcke que define bajo el 
término narcisismo a ciertos sujetos que se toman a sí mismos como objeto de amor y 
como objetos en los cuales hallar la satisfacción sexual. Sujetos que “se aman a sí 
mismos”. Esta es una primera aproximación que habría que poner en correlación con lo 
que venía haciendo en ese momento la lógica del pensamiento freudiano, sobre todo 
referida al campo pulsional, para entender qué variaciones significan respecto de la teoría 
freudiana de las pulsiones esta introducción del narcisismo
Hasta este texto Freud planteaba la existencia de 2 grandes grupos de pulsiones:
1) pulsiones de autoconservación cuyo fin es preservar la vida.
2) pulsiones sexuales que tienen como fin mantener la especie.
En este sentido Freud pensaba que en algún punto eran pulsiones antagónicas y que las 
pulsiones de autoconservación en algún momento podrían entrar en conflicto con las 
pulsiones sexuales y esas pulsiones sexuales reprimidas retornaban a través de los 
síntomas neuróticos. Por lo tanto, las pulsiones de autoconservación pertenecen al terreno
del yo, de este primer yo que Freud comienza a construir en sus primeros textos.
Las pulsiones de autoconservación tendrían como objeto al yo, mientras que las pulsiones 
sexuales siempre toman como objeto a algo que corresponde al campo de lo otro.
El objeto de la pulsión sexual es un otro, mientras que el objeto de las pulsiones de 
autoconservación es el yo; lo que se conserva es el yo y en la pulsión sexual tiene que 
buscar a otro porque si la meta es la reproducción no hay manera de reproducirse uno 
mismo, entonces tenemos que salir a buscar a otro a través del cual las pulsiones sexuales
puedan encontrar su meta.
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Ahora bien, cuando aparece esta noción de narcisismo, lo que dice Näcke es que se trata 
de alguien cuyas pulsiones sexuales toman como objeto no al otro sino al yo, al propioyo.
Hasta ahí podríamos decir, como enuncia Näcke, es una perversión. La pulsión sexual 
debería buscar a otro pero se satisface sobre el propio yo.
El problema con el cual Freud se encuentra es que esto mismo aparece en otros cuadros 
clínicos lo cual, incluso, lo lleva a sospechar que se trate de una fase normal de la 
evolución de la libido. Dicho en otros términos, la libido es la energía de la pulsión sexual, 
es decir que en este contexto decir libido o decir pulsión sexual es lo mismo.
La libido, la pulsión sexual es la que tiene que tener como objeto a un otro, sin embargo, 
a manera de hipótesis, podría ser que cuando comienza su desarrollo primero tome como 
objeto al yo y luego en un segundo momento tome como objetos a otros distintos al yo.
A esta fase en donde la libido toma al yo como objeto Freud la va a llamar narcisismo 
primario. 
Primario diríamos por varias razones, la primera porque es esa fase en la cual la libido 
pasa por el yo y es primera respecto de aquellas otras fases que podemos calificar como 
narcisistas también, como por ejemplo la perversión donde la libido va a volver al yo.
Primeramente estuvo en el yo, luego pasó a los objetos y si regresa al yo ya estaríamos 
hablando de un tercer momento -si la libido vuelve al yo- que va a calificar de narcisismo 
secundario.
Ese Sr. o esa Sra. que encuentran satisfacción sexual amándose a sí mismos serían para 
Freud narcisistas secundarios porque es lo primero que ocurre (si es que ocurre) en las 
etapas constitutivas, en los primeros momentos de la vida.
También es primario en el sentido que, tal como Freud lo plantea, es un supuesto teórico.
Muchas de las nociones freudianas que van acompañadas de este adjetivo primario 
operan como hipótesis teóricas (por ejemplo la represión primaria). Freud dice para 
justificar el trabajo de la represión hay que suponer que hubo una primera represión.
Algo que dividió al psiquismo en una parte preconsciente y una parte consciente. No 
podemos constatarla, no podemos decir que tal hecho en la vida de una persona es o 
representa la represión primaria, por lo tanto es un supuesto teórico que calificamos de 
primario, casi como una especie de formulación mítica. 
Digamos también en los términos en que yo lo decía en el último teórico como este sujeto 
inicial del que hablaba la vez pasada en el grafo, algo que es una petición de principio, no 
me pueden pedir que lo demuestre, pero lo necesito formular teóricamente para luego 
explicar las fases secundarias de ese mismo concepto (represión, identificación, 
narcisismo), y todo eso que remite a lo primario no es más que una hipótesis teórica 
necesaria para justificar la existencia de lo que luego califica de secundario.
En realidad Freud en el texto va a llegar a lo primario como deducción luego de toparse 
con muchos ejemplos de narcisismo secundario. El primero que nombra es el del campo 
de las perversiones, pero él dice que en el terreno de las psicosis también encontramos 
ciertos fenómenos que sólo pueden explicarse desde la teoría de las pulsiones como un 
retorno de la pulsión sexual al yo.
El ahí toma un cuadro clínico que, como ustedes pueden leer en los términos de Kraepelin 
se llamó demencia precoz, luego en los términos de Bleuler se llamó esquizofrenia y con 
ese nombre continúa hoy como cuadro clínico, como denominación de ese cuadro clínico, 
mientras que Freud propone llamarlo parafrenia, término que nunca consiguió ningún 
éxito y no se impuso en el campo de las denominaciones psiquiátricas.
Este cuadro clínico hoy día se lo sigue llamando esquizofrenia, pero está hablando de una 
enfermedad particular, una enfermedad de la cual ya Kraepelin y Bleuler habían dicho que
había un signo característico que tenía que ver con el repliegue afectivo; se trata de 
pacientes que poco a poco van perdiendo sus lazos afectivos con el mundo, van perdiendo
el interés por el mundo y se van replegando sobre sí mismos. Esta situación, en términos 
de la teoría de la libido, a Freud lo lleva a pensar que hay un movimiento contrario a éste 
que llevaría la pulsión sexual hacia la búsqueda de un objeto distinto de mí.
En la esquizofrenia tendríamos el proceso distinto, inverso, el paciente va poco a poco 
deslibidinizando, descatectizando los objetos del mundo y se va reconcentrando sobre sí 
mismo.
En ese mismo contexto Freud nombra también otros dos síntomas característicos del 
campo de las psicosis, pero no necesariamente de la esquizofrenia; dos signos 
característicos que son la megalomanía y la fantasía del fin del mundo. 
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Como signos son más propios de otro cuadro clínico del campo de las psicosis que es la 
paranoia.
Son dos signos que suponen lo siguiente: por un lado la megalomanía es la exaltación del 
yo que, en general, es el fundamento y la base de la construcción de delirios, de 
pensamientos delirantes que suelen calificarse en términos de delirios de grandeza. 
Megalomanía quiere decir exactamente eso, “delirio de grandeza”.
Pero no piensen que el delirio de grandeza supone que la persona se crea, por ej, que es 
el Rey de Inglaterra; no necesariamente eso es un delirio de grandeza, sino un tipo de 
construcción mental que hace suponer, por ej. cierto complot que ocurre en el mundo y 
del cual yo soy testigo está articulado y planeado con los fines de perjudicarme. 
En todo delirio paranoico hay siempre una autorreferencia. Las cosas que ocurren en el 
mundo -que en general tienden a lo catastrófico, a lo destructivo en relación al mundo- 
siempre tienen como eje al yo del paciente. 
En un contexto como el que se está dando en estos días de la crisis económica mundial, el
paranoico sería aquél sujeto que supone que todo esto que está ocurriendo en el mundo 
es un plan orquestado por fuerzas que nunca son evidentes y que hay que deducir, pero 
que es un plan orquestado para perjudicarlo. 
El yo es el centro de la lógica que rige al universo.
Concomitantemente a la megalomanía tenemos el fenómeno contrario que es la fantasía 
del fin del mundo, es decir, aquí el complot lo que busca es destruir al mundo, el mundo 
que conocemos va a desaparecer.
Lo van a hacer desaparecer porque en realidad lo que busca es destruirme. Entonces ven 
cómo aparece el interjuego de la megalomanía y la fantasía del fin del mundo.
Nuevamente en términos de la teoría de la libido, Freud explica por este fenómeno la 
retracción libidinal.
Si yo saco la libido del mundo voy a ver al mundo empobrecido, destruido, y a su vez, al 
yo lo voy a ver cada vez más enaltecido y cada vez más ubicado en el centro como eje del
universo.
Son elementos que le ilustran el narcisismo secundario o, en principio diríamos ciertos 
fenómenos de narcisismo que él va a calificar de secundarios en la medida en que va a 
postular la existencia de un narcisismo primario universal por el cual todos pasamos.
Es necesario introducir el narcisismo primario, porque no podemos suponer que el yo esté 
desde el principio. El yo es algo que debe constituirse y constituirse a través de un acto 
psíquico y este acto psíquico supone que podamos en algún momento en nuestro aparato 
psíquico tener una representación de nosotros mismos. El aparato psíquico es un aparato 
que va registrando huellas de sus experiencias. Tiene una necesidad y registra una huella,
aparece un objeto que satisface esa necesidad y registra otra huella y así sucesivamente.
Pero al principio no le es necesario al aparato tener una huella de sí mismo, le interesa 
mucho más tener huellas del mundo exterior y de sus propias sensaciones, la correlación 
que puede haber entre las sensaciones y el mundo exterior.
Pero lleva un arduo trabajo psíquico recortar un conjunto de huellas y asignarle a esas 
huellas el carácter de yo.
Por lo tanto, Freud dice que es necesaria teóricamente esta fase del narcisismo como el 
momento en que se produce esta operatoria por la cual el yo se instala como tal, y ese yo 
va a ser un yo libidinalmente catectizado, va a ser un objeto de la libido.
(Cuando hablamos de objetosde la libido, y más allá que Freud utilice la metáfora de la 
ameba que extiende seudópodos para vincularse y atrapar los objetos, la libido es una 
especie de flujo energético que surge de las personas y que enlaza a los objetos o que 
enlaza al propio yo). Cuanto mayor es la libido del yo, menor es la libido objetal, y 
viceversa. 
Aquí estamos hablando de cosas que ocurren en el psiquismo y, por lo tanto, que el yo 
sea objeto de la libido o que otro sea objeto de la libido, significa simplemente una 
representación del yo o una representación del otro, no el otro de carne y hueso.
Que hablemos de la constitución del yo significa que se construye una representación 
mental a la cual le asignamos el valor “yo”, y lo mismo ocurre cuando la libido se vincula 
con un objeto, se vincula con la representación de un objeto.
Para entender mejor esto, piensen por ejemplo, en lo que significa un duelo y el trabajo 
psíquico que un duelo plantea para el sujeto. Un duelo es la pérdida de un objeto amado. 
El problema con el cual Freud se va a topar también es que lo que yo pierdo es el objeto 
real, pero sigo manteniendo la representación libidinizada, lo que el duelo tiene que hacer 
es sustraer la libido de la representación, no del objeto real que ya no está.
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Tenemos una primer operatoria que permite que en el psiquismo se instituya esta 
representación mental que es el yo y la libido catectiza a este yo. Esa libido proviene algo 
así como del propio cuerpo del niño, según este texto, pero al mismo tiempo hay todo un 
párrafo en el que habla del niñito en términos de “Su majestad el bebé” donde claramente
lo que plantea allí es que es la libidinización proviene de los padres. Son los padres los que
aman a ese niñito y lo aman de una manera loca. 
En los términos en que Freud plantea: “Se atribuyen al niño todas las perfecciones, cosa 
para la cual no hallaría quizá motivo alguno una observación más serena, y se niegan o se
olvidan todos sus defectos. (Incidentemente se relaciona con esto la repulsa de la 
sexualidad infantil.) Pero existe también la tendencia a suspender para el niño todas las 
conquistas culturales, cuyo reconocimiento hemos tenido que imponer a nuestro 
narcisismo, y a renovar para él privilegios renunciados hace mucho tiempo. La vida ha de 
ser más fácil para el niño que para sus padres. No debe estar sujeto a las necesidades 
reconocidas por ellos como supremas de la vida”.
Hay algo bastante loco que todos los padres reproducen en torno a sus hijos y eso loco 
que reproducen es el narcisismo primario.
Es algo que tiene que ver con la posibilidad de la constitución de un yo, pero un yo que va
a ser “su majestad el bebé”. Un yo que comienza siendo lo que no es ni va a poder ser 
porque Freud mismo dice que los padres pasaron por ese narcisismo pero luego la vida les
enseñó que uno tiene que abandonar esa posición, tiene que someterse a las reglas 
culturales, tiene que someterse a las reglas de las necesidades, tiene, diríamos, que 
vincularse obligadamente con el campo del otro (del otro semejante y también del Otro de
la ley, de la cultura, del lenguaje).
Y sin embargo en el origen de cada uno de nosotros y por obra y gracia de nuestros 
padres hay como una traslación del narcisismo herido y desgastado hacia la generación 
siguiente.
Freud lo dice también en el texto, a la libido siempre le cuesta abandonar una posición 
lograda y, por lo tanto, si la libido comienza siendo narcisista le cuesta mucho abandonar 
esta posición narcisista y ahí donde pareciera que la abandonamos, en ese amor que para 
muchos autores es considerado como el amor más sublime, que es el amor de los padres 
por los hijos, sin embargo, desde la perspectiva freudiana lo que hacemos es renovar este
pacto narcisista ahora con un objeto que por lo tanto es otro, pero que en tanto le 
transferimos el narcisismo es otro y somos nosotros mismos.
Los hijos son amados por los padres en tanto adquieren un valor de renovación del 
narcisismo “lo que yo no pude, lo que no logré, lo traslado a la generación siguiente y por 
lo tanto esa generación que sigue es en parte una continuidad de mí mismo y, podríamos 
decir, lo que más conflictos crea justamente es la definición de esa supuesta continuidad y
la posibilidad de una demarcación entre lo que el narcisismo lleva a vivir como una 
continuidad y lo que supone un corte y la generación de algo nuevo.
Como sea, Freud plantea la existencia de este narcisismo y propone pensar que una 
posible constatación en los hechos de este narcisismo se daría en torno a esta fantasía 
que acompaña los primeros tiempos de vida de todo sujeto que es esa fantasía que lo 
convierte en “su majestad el bebé”.
Había una tercer cosa que queríamos pensar en torno al narcisismo y tiene que ver con el 
impacto que produce la introducción del narcisismo al nivel de la teoría.
Habrán visto que Freud también plantea a lo largo del texto que siempre necesitó 
construir teorías pulsionales que fueran duales. Para poder explicar el conflicto psíquico 
que daría lugar a los síntomas neuróticos, para Freud hacía falta que dos fuerzas entren 
en conflicto.
Recuerden que el aparato psíquico para Freud es dinámico y lo dinámico supone 
justamente el enfrentamiento de fuerzas. Por lo tanto la primera teoría propone pulsiones 
de autoconservación y pulsiones sexuales que se enfrentan porque tienen intereses 
contrapuestos. Una quiere preservarme a mí y la otra quiere preservar la especie.
Pero ahora con la introducción del narcisismo lo que de alguna manera se me desbarata 
son las pulsiones de autoconservación porque estoy planteando que el yo inicialmente 
pertenece también al campo de las pulsiones sexuales. 
Dicho en otros términos, el riesgo que Freud encuentra en este texto es el de que su 
teoría de la libido se convierta en una teoría monista, no dualista y que por lo tanto no 
tenga mucho sentido considerarla energía sexual (como lo sostenía Jung en esa misma 
época).
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Lo que va a decir Jung es que se tarta de energía psíquica, cuando se utiliza para fines 
sexuales es sexual, cuando se utiliza para otros fines no es sexual.
Hay una sola energía y habiendo una sola que tiene esta capacidad de ser o no sexual, no
habría conflicto, por lo tanto es la conclusión a la que llega Jung unos años antes de que 
Freud escribiera este texto, por lo tanto no es cierto lo que Freud sostiene de que la 
neurosis se explica por el conflicto entre el yo y la represión? 47.08.
Esto es lo que sostenía Jung y fue lo que hizo que Freud se peleara con Jung y lo 
expulsaran de la Asociación Psicoanalítica Internacional y también es uno de los motivos 
que lo lleva a escribir este texto para terminar de saldar cuentas teóricas con Jung.
Las argumentaciones que Freud da en este texto para mantener la dualidad pulsional son 
bastante flojas si lo comparamos con la anterior teoría e incluso si lo comparamos con lo 
que va a ser la última teoría pulsional que va a oponer pulsiones de vida y pulsiones de 
muerte.
Tanto en esta última como en la primera está claro que hay pares opuestos en conflicto. 
Una busca defenderme a mí y la otra busca defender a la especie. O en la última versión, 
una busca preservar la vida, otra busca la destrucción.
Entonces esos pares pulsionales son claramente conflictivos, pero aquí en este contexto, la
única distinción que podemos situar es aquélla que diferencia libido yoica y libido objetal.
Sólo tenemos libido para esta época y a Lacan le va a interesar esto. Van a ver que en 
Lacan es muy difícil que uno encuentre algo relativo a las pulsiones de autoconservación. 
Siempre que habla del campo de la pulsión Lacan se refiere a la libido, a la pulsión sexual,
y de alguna manera lo que empezamos a pensar aquí como el conflicto podríamos 
postularlo como un conflicto entre el narcisismo y la libido objetal.
El narcisismo es “su majestad el bebé”. Un ejemplo en torno a esto que vamos a 
retomar cuando empecemos a vincular este tema del narcisismo con el complejo de Edipo.
En “El sepultamientodel Complejo de Edipo” Freud dice que el niño realiza una primera 
elección de objeto en el interior del Edipo cuando toma a su madre como objeto de la 
libido sería como el primer otro. Y sin embargo frente a la amenaza de castración 
abandona el objeto para preservar una parte de su cuerpo. Es decir que abandona el 
objeto por una premisa narcisista. “Prefiero conservar una parte de mí y perder el objeto a
pelear por el objeto y perder una parte mía”.
Tenemos entonces como contrapartida del narcisismo, de la megalomanía, el 
enamoramiento. Freud también habla en este texto del enamoramiento y el 
enamoramiento aparece como el momento en el cual la libido va preponderantemente 
hacia el objeto y como es la única energía que hay, desbalancea al yo, lo descatectiza al 
yo, por eso Freud habla de servidumbre amorosa. El momento del enamoramiento el yo 
se despoja de sus investiduras libidinales para catectizar, para sobrelibidinizar al objeto.
Sería como el otro extremo de la megalomanía en donde el yo abandona las cargas de 
objeto y se sobreinviste a sí mismo. En este contexto Freud va a introducir una noción a la
que le va a dar el nombre de Ideal del Yo.
Esta noción es confusa ya que en el mismo texto, por momentos llama a esta función Yo 
Ideal.
Vamos a ir viendo que en realidad no es un único concepto, sino dos nociones que 
podemos distinguir una de la otra, que sobre todo vamos a poder distinguir a partir de lo 
que Lacan trabaja en torno al yo y a esta concepción freudiana del yo.
En las dos traducciones que hay en castellano los términos aparecen indistintamente, por 
lo tanto generan confusión.
En algunos casos se remite al término alemán lo cual confunde aún más porque estas 
palabras en alemán se escriben exactamente al revés que en castellano. Ich ideal / Ideal 
Ich.
Dice Freud : La observación del adulto normal nos muestra muy mitigada su antigua 
megalomanía y muy desvanecidos los caracteres infantiles de los cuales dedujimos su 
narcisismo infantil. ¿Qué ha sido de la libido del yo? ¿Habremos de suponer que todo su 
caudal se ha gastado en cargas de objeto? Esta posibilidad contradice todas nuestras 
deducciones… Hemos dicho que la represión parte del yo, pero aún podemos precisar más
diciendo que parte de la propia autoestimación del yo. Aquellos mismos impulsos, sucesos,
deseos e impresiones que un individuo determinado tolera en sí o, por lo menos, elabora 
conscientemente, son rechazados por otros con indignación o incluso ahogados antes que 
puedan llegar a la consciencia. Pero la diferencia que contiene la condición de la expresión
puede ser fácilmente expresada en términos que faciliten su consideración desde el punto 
de vista de la teoría de la libido. Podemos decir que uno de estos sujetos ha construido en
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sí un ideal, con el cual compara su yo actual, mientras que el otro carece de semejante 
formación de ideal. La formación de un ideal sería, por parte del yo, la condición de la 
represión.
A este yo ideal se consagra el amor de sí mismo de que en la niñez era objeto el yo real. 
El narcisismo aparece desplazado sobre este nuevo yo ideal, adornado, como el infantil, 
con todas las perfecciones.
Aunque diga Yo ideal en la versión de Biblioteca Nueva vamos a llamarlo Ideal del yo. 
Vamos a decir entonces que el narcisismo primario cuando el sujeto llega a la vida adulta 
se ha trasladado al Ideal del yo. Y ese Ideal del yo, dice Freud, aparece adornado con 
todos los caracteres que tenía el yo del niño en la temprana infancia. 
Entonces no es que nos desprendamos del narcisismo, lo que ocurre es que se produce 
una suerte de escisión del yo y, justamente Freud lo que va a decir es que, esta escisión 
del yo se produce al concluir el complejo de Edipo. 
Es decir que evidentemente hay una correlación entre la disminución del narcisismo y la 
megalomanía y la finalización del complejo de Edipo. Pareciera que ambas cosas van 
coincidiendo y como uno de los resultados del Edipo, lo que tenemos es que el yo se 
quiebra en varios pedazos. Lo que antes era un único yo narcisista, objeto del amor de 
los padres, ahora va a ser por un lado un Yo, por otro lado un Ideal del yo, y por otro lado
un Superyó. Como sus nombres lo indican son todas derivaciones de ese yo narcisista 
original, que era uno sólo y ahora, a partir del Edipo, se produce esta repartición psíquica.
En textos como El yo y el ello, van a encontrar que Freud nombra al Ideal del Yo y al 
Superyó como una única instancia. Sin embargo, en la medida en que coloca los dos 
nombres podemos encontrar que hay funciones diferentes que cumple cada una. El Ideal 
del Yo es el lugar a donde va a parar el narcisismo infantil. Pensemos por un minuto qué 
significaría esto, si a partir del narcisismo infantil nuestros padres nos hicieron creer que 
éramos seres maravillosos, que la naturaleza se iba a rendir a nuestros pies, que nada 
malo nos iba a ocurrir, a partir de los efectos del complejo de Edipo una de las cosas que 
van a pasar es que nuestro Yo ya no va a tener ese valor, pero va a haber una instancia 
psíquica que va a conservar ese valor y que nos va a funcionar como ideal. 
Esto quiere decir que nos va a reclamar que seamos eso que ya no somos. Eso es un 
ideal, es una aspiración, es lo que desearía ser, ya no lo soy, ya no siento que soy el 
centro del universo, la mejor maravilla del mundo, pero hay una vocecita en mi cabeza 
que me dice que debería serlo. 
Ese es el punto donde para Freud se conjuga el Ideal del yo y el Superyó, porque en 
general cuando habla de la instancia crítica se refiere al superyó, pero si uds quieren 
podrían imaginar un diálogo mental que muchas veces habrán escuchado, dentro de sus 
cabezas donde una voz los compara con una imagen ideal, esa es la voz del superyó.
Está el yo que es ese objeto que va a ser comparado con el ideal y puesto en desmedro 
respecto del ideal. 
Las consecuencias que el narcisismo acarrea en el psiquismo en ciertos momentos de la 
vida, en principio, no son consecuencias muy positivas, por esa forma en que nuestro yo 
se constituyó, por eso que nos hicieron creer que éramos, luego toda la vida nos va a 
acompañar un ideal de perfección que de alguna manera va a recordarnos lo que 
supuestamente fuimos, lo cual es una mentira porque nunca fuimos eso, sin embargo en 
nombre del narcisismo de nuestros padres siempre vamos a estar referidos y medidos 
respecto de un ideal.
Irónicamente, esto se resuelve de una manera sencilla teniendo hijos y trasladándoles a 
los hijos el ideal del yo, lo cual va creando una especie de deuda simbólica en los términos
en que lo decía Lacan. 
Una deuda que de algún modo permite que el yo se constituya de una cierta manera y 
que luego esa misma constitución decaiga, pero el valor se traslade a la generación que 
sigue. 
También en ese contexto Freud menciona dos aspectos que suelen aparecer en el yo 
como resultado de sus relaciones con el Ideal del yo ahí donde el Ideal del yo está muy 
lejos del yo. En general lo que aparece en el yo es una depresión, es una deserción que 
Freud calificaba como melancólica y a la inversa cuando el yo siente que está muy cerca 
del ideal cuando de pronto conseguimos luego de mucho esfuerzo un logro y entonces 
sentimos que el superyó es mas benévolo con nosotros y estamos casi sentados en el 
trono ideal, lo que surge en el yo es la manía. Esta manía, este estado de exaltación no 
está muy lejos de lo que en un principio llamábamos megalomanía. La megalomanía sería 
como una manía exagerada pero va en la misma dirección, es volver a coincidir con esta 
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etapa del narcisismo primario, volver a reencontrarnos en esa posición supuestamente 
dichosa en donde toda la libido se concentra en nuestro yo.
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