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Teórico Metafora Paterna

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Lic. Horacio Martinez
Desarrollos del Psicoanálisis 2008
Teórico #10
Vamos a trabajar hoy en relación a lo que Lacan llama la Metáfora paterna, que sería en 
principio una metáfora particular que él ubica en el centro del Complejo de Edipo. 
Hay una coherencia entre la postulación de Lacan del inconsciente estructurado como un 
lenguaje y esta lectura que propone del Edipo freudiano en estas clases del Seminario nº 
5. Lo que tendríamos que entender, en principio, es que si el inconsciente está 
estructurado como un lenguaje, lo que esto quiere decir, es que se rige por las leyes que 
ordenan el funcionamiento del lenguaje.
Lacan fundamentalmente se centra en dos de estas leyes que son la metáfora y la 
metonimia. Son dos operaciones que permiten ordenar la relación entre los significantes y,
sobre todo, ordenar las relaciones posibles entre significante y significado. 
Por lo tanto, en relación al Edipo no es para nada incoherente que diga que allí hay un 
elemento que es un significante llamado Nombre del Padre que va a ingresar a través de 
una sustitución en una metáfora produciendo una sustitución respecto a otro significante 
que habría que asumir como primario (que está antes que el Nombre del Padre) y a tal 
significante lo llama Deseo de la Madre. 
Como en toda metáfora hay una sustitución y se alcanza el nivel de significado, por lo 
tanto se produce una significación. 
Lacan escribe en el Seminario en la pág. 180 una fórmula de la metáfora, que es la 
siguiente:
S . S’→ S (1)
 S’ x s’
Lo que plantea esto es la sustitución significante. 
El significante nuevo que ingresa en la sustitución es el que llama S. 
El significante que es sustituido es S’ que, sin embargo, diríamos ya existía en la cadena 
aunque tenía una relación opaca, podríamos decir con un significado. 
El significado Lacan lo coloca como una x, es como un significado opaco para el sujeto que
sólo adquiere su pleno valor a partir de esta sustitución.
Lo que resulta entonces es que a partir de este nuevo significante aparece un significado. 
En el caso entonces de la metáfora paterna va a decir lo mismo.
Si la sustitución la produce el significante Nombre del Padre, tenemos que suponer que 
antes estaba el Deseo de la Madre sobre un significado que también resulta opaco.
¿Opaco para quién? podríamos preguntarnos. En principio diríamos para el niño.
Es como si el niño al atravesar el Edipo lograra establecer una significación que, de algún 
modo y en retrospectiva, le habla acerca de ese lugar que ocupaba respecto a su madre 
en el primer tiempo del Edipo. Él en el primer tiempo del Edipo ocupa ese lugar que la 
teoría llama de falo imaginario φ pero lo ocupa sin saberlo, él está como objeto alojado en
ese lugar y es este movimiento metafórico el que al producir una significación le informa 
de cuál era el lugar que ocupaba, cuál era el valor que tenía respecto de la madre. Y 
también podríamos decir así, le informa cuál es ese valor cuando él ya no ocupa ese lugar,
porque la intervención del padre genera una interdicción, un corrimiento del niño de este 
lugar fálico.
En algunos textos (no aparece planteado así en el seminario), pero en algunos textos el 
resultado de la metáfora Lacan lo escribe de esta manera:
NP A 
 Φ
Estamos planteando el Otro (A), es decir, el conjunto de los significantes y estamos 
añadiendo a su lado este significante nuevo que ingresa en el universo simbólico del niño 
recién a partir del Edipo.
También podríamos decir que el Complejo de Edipo desde el punto de vista lacaniano 
supone el ingreso de un nuevo significante al campo simbólico que rodea al niño, con la 
peculiaridad de que este significante ingresa a través de una sustitución, produciendo una 
metáfora. Y por lo tanto produciendo un significado, qué es lo que coloca Lacan entonces 
como el significado, el falo pero escrito con la letra Φ (Fi) infinito mayúscula que 
representa dentro de la escritura lacaniana al falo en su vertiente simbólica.
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Dicho en otros términos podríamos plantear también que la metáfora paterna lo que 
permite es elevar el falo del campo imaginario al campo simbólico.
El falo en el campo imaginario tiene que ver con este significado opaco para el niño, él es 
el falo de la madre pero no lo sabe.
Ahora bien, cuando este significado opaco se concretiza a través del falo simbólico, lo que 
de alguna manera significa el falo simbólico tiene que ver con la inscripción de una falta. 
El falo simbólico Φ no es el representante en el campo simbólico del pene sino que por el 
contrario, el falo simbólico es el representante de una falta, de una carencia, y es 
como tal que se añade como significado al campo del Otro. En última instancia eso es lo 
que se anoticia el niño atravesando el complejo de Edipo y el complejo de castración.
Se anoticia de que tanto la madre como él mismo están afectados por una falta, que de 
alguna manera, eso que el deseo de la madre intentaba colmar y que, por lo tanto, 
cuando el niño estaba alojado allí ni se enteraba de la existencia de esa falta, ahora, a 
partir de la intervención de ese significante adquiere una inscripción que va a formar parte
de ese texto que podríamos suponer que es el inconciente para Lacan.
Un texto, un juego de escrituras donde a partir de la existencia de este símbolo, tenemos 
que tomar en consideración en nuestro universo simbólico esta dimensión, esta categoría 
de la falta. 
No de la falta en sentido global, no de la falta en sentido abstracto sino de una falta que 
atraviesa los cuerpos de cada uno de los vivientes. Por eso decíamos también que, no 
importa que se trate de un varón o de una niña, el efecto que tiene esta inscripción 
siempre ubica esa dimensión de falta.
El siguiente esquema es la conjunción de dos triángulos, uno al que llamamos imaginario y
otro al que llamamos simbólico.
 φ Madre
 
 
 Niño Padre
En el triángulo imaginario colocamos al niño, a la madre y al falo imaginario φ y luego 
ubicamos en el vértice del triángulo simbólico al padre. 
Avanzando en el texto Lacan va a repartir esta intervención del padre, esta función del 
padre en lo simbólico situando tres aspectos que estarían ubicados en cada uno de estos 
tres vértices y que son la respuesta que Lacan construye casi al final de la segunda de las 
clases del sem. 5 respecto de las preguntas que plantea al principio de la primera de las 
clases.
Al comienzo de la clase 9 él sitúa ciertos problemas que encuentra en la teoría 
psicoanalítica como deriva de las conceptualizaciones que se han hecho en torno al 
complejo de Edipo, y así, a grandes rasgos sitúa el problema del Ideal del yo, el problema 
del Superyó y el problema de la realidad.
Van a ser esos tres términos los que Lacan va a ubicar hacia el final de la clase 10 en cada
uno de estos vértices. Aquí donde estaba el padre va a colocar al superyó, donde estaba 
la madre a la realidad y donde estaba el niño al Ideal del yo.
 Realidad
 Ideal del yo Superyó
Los términos Ideal del yo y Superyó aparecen en la obra freudiana a partir de lo que se 
conoce como la segunda tópica, es decir, a partir de la organización estructural que Freud 
propone para el psiquismo en su texto El Yo y el Ello.
Acerca del Ideal del yo venía hablando desde antes porque en Introducción del narcisismo
ya lo menciona, pero en El Yo y el Ello le da una organización más definida.
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En ese texto Freud llega a plantear que el superyó es el heredero del Complejo de Edipo,
es decir, es una instancia particular que se crea en el aparato psíquico a partir del 
atravesamiento por el complejo de Edipo.
Otro antecedente freudiano del concepto de superyó se podría vincular con aquel 
concepto que aparece en Tótem y Tabú bajo el nombrede “culpa retrospectiva”, el 
superyó está íntimamente ligado con el sentimiento de culpa, pero, a diferencia de lo que 
ocurría con aquéllos salvajes de la horda primitiva, el Superyó no actúa en nosotros de 
manera retrospectiva sino que actúa de manera prospectiva. 
Es decir que nos impide actuar. 
No es que actuamos y después sentimos culpa, como pasó supuestamente en aquél 
asesinato totémico, mataron al padre y luego se sintieron culpables, y se prohibieron 
cosas. 
Así podríamos soñar que fue el inicio de todo esto, pero ahora cada sujeto a través del 
complejo de Edipo se humaniza, se socializa, lo cual quiere decir que va a inscribir en su 
psiquismo una instancia que prohíbe ese crimen, que supuestamente es el crimen que dio 
origen a la sociedad y que de ahí en más todos los seres para reconocerse como seres 
sociales se prohibieron a ellos mismos. Por eso nuestro superyó no recae sobre nuestros 
actos, sino como dice Freud, sobre nuestros propios deseos.
Y por eso el superyó es heredero del complejo de Edipo y por eso también tiene un 
formato paradójico.
Si es cierto que en el complejo de Edipo surgen los mismos deseos que estuvieron en el 
origen de la humanidad, -el deseo incestuoso y el deseo parricida- al crear una instancia 
prohibidora acerca de los actos que surgirían si realizáramos esos deseos, como el mismo 
Freud reconoce, el Superyó en lugar de acallar esos deseos, los mantiene vivos.
Toda prohibición -lejos de impedir el deseo- lo alimenta, lo hace crecer.
También les menciono esto para morigerar un poco el optimismo que uno puede 
encontrar en Lacan a la altura de este seminario. Este texto les puede dejar la impresión 
de que para Lacan el complejo de Edipo tiene una función normalizadora, es decir que 
atravesando el complejo de Edipo y si cada una de estas funciones operan como deben 
operar el resultado va a ser un sujeto normalizado y de algún modo está planteado en 
esos capítulos del sem 5, de algún modo todo lo que el psicoanálisis reconoce como 
patologías va a tener que ver con alguna clase de perturbación en la articulación del 
complejo de Edipo. De allí que aparezcan mencionadas en algunos casos las categorías de
neurosis, perversión y psicosis.
Como aquellas categorías que implicarían que algo del atravesamiento del Edipo no ha 
resultado como debería resultar.
Pero si resultara como debería resultar, tendríamos algo así como el producto de un sujeto
normalizado.
Este optimismo de Lacan tiene mucho que ver en esa época con la frecuentación de los 
textos de Lévi Strauss, sobre todo de Las estructuras elementales del parentesco, texto 
que también de alguna manera presenta una versión de la prohibición del incesto como 
una prohibición posibilitadora y no inhibidora, como una prohibición a partir de la cual 
existen los lazos sociales y los intercambios y que por lo tanto es mucho más productiva 
que restrictiva. Prohibiéndonos, dice Lévi Strauss, a las mujeres de nuestro clan ganamos 
mucho más que si las eligiéramos como nuestras esposas.
También entonces habría la necesidad de creer que lo simbólico permite una articulación 
perfecta y que a través del Edipo toda la sexualidad humana quedaría simbolizada sin 
resto.
El registro de lo real es un registro que Lacan fue construyendo y definiendo de distintas 
maneras a lo largo de su enseñanza pero que era interesante a nuestros fines pensarlo 
como un residuo, es decir como el residuo que queda luego de un proceso de 
simbolización.
En este sentido entonces diríamos si no existiera lo real, si nuestra sexualidad quedara 
absolutamente ordenada por lo simbólico a través del Edipo, quizá podríamos suponer que
como resultado del Edipo surgiera sujetos totalmente normalizados pero porque existe 
esta dimensión real tenemos que concebir que lo simbólico cuando opera produce un 
resto, que estos restos son reales y por lo tanto diríamos como resistentes a la 
simbolización y podemos encontrar, por ej, un aspecto real resistente a la significación en 
esta dimensión del superyó.
El superyó no sólo es una instancia prohibidora de aquellos deseos supuestamente 
antisociales que habitan en cada uno de nosotros sino y también al instalarse como una 
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instancia prohibidora mantiene vigentes esos deseos en nosotros; los hace casi más 
potentes, más consistentes.
En este otro vértice donde se unen lo imaginario y lo simbólico, Lacan coloca al Ideal del 
Yo.
Este Ideal del yo tiene bastante que ver con lo que él supone que ocurre al final del Edipo,
en el tercer tiempo, y sobre todo diríamos en el caso del varón, en la medida en que se 
identifica con el padre.
 
Recuerden que este esquema surge del esquema lambda. En el esquema lambda en el 
vértice inferior izquierdo coloca al yo. Por lo cual si los hacemos coincidir podríamos 
plantear que el yo sufre una modificación a partir de la metáfora paterna, una 
modificación que ahora lo vincula identificatoriamente con este rasgo paterno.
Cuando veíamos el estadio del espejo y cuando hablábamos del primer tiempo del Edipo 
decíamos que originariamente el niño se identifica con lo que va a ser el objeto de deseo 
de la madre, es decir, con el falo.
El yo del niño se identifica con el falo, a partir de la intervención del padre este yo se va 
identificar con el padre y no con el falo en el caso del varón. 
Por eso mismo en un texto que está publicado más o menos en la misma época de este 
seminario, Lacan va a construir otro cuadro que es muy parecido a este, también lo 
podemos hacer surgir de un cuadrado, también podemos trazar su diagonal media, pero 
ahora le vamos a hacer otra línea más, vamos a seguir llamando simbólico a esta parte de
abajo e imaginario a esta parte de arriba, pero a esta franja del medio Lacan la va a 
llamar realidad. No real, no es el registro de lo real, es la realidad. La realidad entendida 
como el mundo en el que vivo en la medida en que justamente lo imaginario y lo 
simbólico se interpenetran.
En esta gráfica vamos a ver que Lacan coloca el yo (i) y el ideal del yo (I), entonces nos 
queda más claro entender que el yo puede tener sucesivas identificaciones y por lo tanto 
puede ir variando de alguna manera su composición.
El Ideal sería como el soporte simbólico de toda esta escala de identificaciones que de ahí 
en más el yo va atravesando en su vida.
Vamos a decirlo a través de un ejemplo: Uno podría imaginar que un niñito a la salida del 
Complejo de Edipo va a adquirir ciertas características yoicas que toma de su padre o de 
su medio masculino. Que en general, muchas veces, las familias intentan explicarlas por 
las vías de la herencia genética, entonces dicen “Habla como el padre” o “Camina como el 
padre” o “Es chueco como el padre” porque esto se hereda en los genes. Sí, hay cosas 
que se hereda en los genes pero también hay cosas que se constituyen a partir de 
identificaciones psíquicas. Y el contraejemplo más evidente que podemos ver en esto es el
caso de los hijos adoptados que sin embargo adquieren caracteres de su padre aunque 
genéticamente no haya heredado nada de ese señor.
Puede ser que ese mismo niño cuando, por ejemplo, ingrese en la pubertad se identifique 
con ciertos rasgos del grupo de pertenencia que lo lleven a convertirse en un flogger, es 
decir, va a empezar a vestirse de cierta manera, a caminar de cierta manera, a peinarse 
de cierta manera, a hablar de cierta manera y todas esas características ya no vienen de 
su padre, al contrario, el padre mirará horrorizado en lo que se ha convertido su 
muchachito, pero el muchachito mantiene cierto nivel de identificación en relación a ese 
ideal pero va como disfrazando su yo de nuevos caracteres secundarios que va 
incorporando a esta estructura imaginaria del yo. Sin embargo hay algo que va a 
permanecer vinculado al padre que es su posición sexual, porque lo que dice Lacan es que
una de las funciones principales que tiene la metáfora paterna, vía el Ideal del Yo, es 
determinar nuestra posición sexual como hombres o como mujeres. Y esto se termina de 
conformaral finalizar el Complejo de Edipo.
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Entonces, también podríamos deducir de esto que en el caso de los seres humanos no hay
nada anatómico, no hay nada biológico que determine nuestra posición sexual, nuestro 
posicionamiento respecto de nuestros objetos sexuales, eso es un efecto de la operatoria 
de la metáfora paterna; es por la metáfora paterna que asumiremos una posición 
masculina o femenina.
Del otro lado teníamos en el esquema original la madre; podríamos decir que en esta línea
de aquí lo que nos vamos a encontrar son todos los objetos, esos objetos con los cuales el
yo va hacer fundamentalmente dos cosas, son objetos a los que va a amar, a los que va a
investir como objetos de amor o bien son objetos con los cuales se va a identificar. En 
este segmento que queda aquí arriba como si fuera el segmento superior de este espacio 
de la realidad, podemos ubicar todos los objetos que el yo elige como objeto de amor o 
con los que el yo se identifica.
Sigue siendo la relación imaginaria del esquema lambda y aquí también lo que tenemos es
entonces que el primero de esos objetos va a ser la madre que de alguna manera marca 
entonces cierta peculiaridad a la serie de las elecciones de objeto que el niño realiza. (El 
niño y el “ya-no-niño” cuando sea grande). A este esquema se lo conoce como esquema R
o Esquema Rho por esa recurrencia que tenía Lacan a las letras griegas. Es un esquema 
que podría deducirse de este, que lo que incluye es justamente un resultado del Edipo 
más ampliamente mostrado que tiene que ver con el posicionamiento identitario del yo 
por un lado y el modo en que el deseo se desplaza metonímicamente por los objetos 
partiendo de ese objeto primario que fue la madre.
En el texto Lacan incluye una gráfica más, que es una grafica que nosotros usábamos 
cuando terminábamos de recorrer lo simbólico.
La matriz simbólica en la que el yo se precipita, como dice Lacan, en este esquema 
tendría que ver con el soporte simbólico que permite que el yo se identifique por primera 
vez con su imagen especular.
Si no hubiera ese soporte simbólico no habría forma de que esa identificación se produzca.
Ese soporte simbólico lo podemos pensar, por ejemplo, en los casos graves de psicosis 
infantil donde el yo no lograba constituirse, porque básicamente estaba ausente el deseo 
de la madre. El deseo de la madre aparece entonces como un aspecto esencial de esa 
matriz simbólica y lo llamamos matriz simbólica porque al deseo de la madre Lacan da 
también un estatuto significante.
Porque la madre desea no al niño sino al falo pero permite que el niño se aloje en el lugar 
del falo, pues bien entonces esto le opera como una matriz aportada por lo simbólico para
que él pueda alienarse en su imagen especular y reconocerse como siendo ese que el 
espejo le devuelve como imagen.
En algunos textos donde Lacan trabaja el estadio del espejo vincula esto con la función del
ideal del yo, entonces una de dos, o planteamos que hay un primer ideal del yo que tiene 
que ver con la madre, con el deseo de la madre y por lo tanto que empuja al niño a 
identificarse con el falo, y luego hay un segundo ideal del yo que tiene que ver con el 
padre y que desaloja al niño de ese lugar fálico, o bien, como pareciera ocurrir en el 
seminario 5 sólo llamamos ideal del yo a éste que el padre aporta y no le damos ningún 
nombre al primero. Sin embargo en el estadio del espejo Lacan ubica la función del ideal 
del yo vinculada con esa primer identificación, por lo tanto, en mi gusto personal, prefiero 
pensar en una variabilidad, es decir que como el yo va cambiando su soporte simbólico 
también va cambiando.
Pregunta de un alumno: ¿Si el padre es metáfora del deseo de la madre y el ideal del yo 
con respecto al padre, no seguiría siendo en realidad el mismo como metáfora del deseo 
de la madre? El ideal del yo al padre como metáfora de la madre, con una vuelta más es 
como que seguiría siendo, en realidad, el mismo.
Martinez: Yo entiendo que No, y vos después me decís tu versión. Él me pregunta si no 
podría plantearse que el ideal del yo para el deseo de la madre con la intervención del 
padre no sería el mismo. 
Si volvemos a escribir la metáfora, creo que la clave está en la x.
DM NP
x DM
Si situamos esto como el primer tiempo del Edipo, y esto como lo que ocurre a partir del 
segundo tiempo del Edipo, en el primer tiempo decíamos el padre está velado y el niño 
trata de ubicarse respecto del deseo de la madre que vinculábamos con la letrita fi 
minúscula (φ), es decir, el falo imaginario.
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Aquí ya tenemos todos los elementos que necesitamos para hablar de la matriz simbólica. 
El niño se va a identificar a esto que es imaginario porque hay un significante que 
comanda esto, que sostiene, que posibilita este lugar. Cuando ingresa un nuevo 
significante, lo que yo decía es que recién ahí se produce una significación. Y por lo tanto 
esto que tenía el valor de falo imaginario, una vez producida la metáfora, es decir, ahora 
el NP como operante y estos significantes como tachados, el resultado de eso tenía que 
ver con la inscripción del falo, pero ahora en lo simbólico. Entonces, en este punto me 
parece a mí que el soporte cambia. Porque ahora no se trata de ser o no ser el falo, sino 
que se trata de tenerlo o no tenerlo pero en función de haber dejado de serlo, como dice 
Lacan. Uno no lo puede tener (dice Lacan en el sem.) si en algún momento no dejó de 
serlo. Si yo sigo siendo el falo para mi mamá no lo voy a tener nunca ni entra en juego el 
hecho de tenerlo. Para qué lo quiero si yo todo soy el falo. Ahora, “yo todo soy el falo” es 
una versión imaginaria, yoica, que en todo caso (esto lo agrego yo) podría estar vinculada
con un ideal del yo materno, digamos así. Provisto por este deseo, quiero que sea todo 
para mí. Podríamos suponer allí como una formulación un poco ridícula del ideal a partir 
de la intervención del NP, ese ideal tiene que ser trastocado y el movimiento ahora es 
diferente, porque no se trata del niño amado por la madre, tratando de ser lo que ella 
espera que sea para ella sino que ahora se trata del niño amando al padre y tratando de 
obtener, de copiar alguno de sus atributos. Ahí me parece que está dado este giro entre 
un primer ideal falo imaginario y un segundo ideal varón o mujer.
Antes de meterme con la otra gráfica que les venía anunciando voy a introducir una 
pregunta ya que no la han introducido uds y me llama la atención porque hasta ahora 
venimos hablando del varón y nadie preguntó ¿cómo es en el caso de la mujer? Porque la 
mujer no se va a identificar virilmente al padre, si hay algo del ideal del yo que juega para
la mujer como identificatorio y sostén de su identidad imaginaria esto no podría ser el 
padre y su masculinidad, sino tendríamos mujeres viriles, tampoco se trata de que se 
identifique con la madre, porque Lacan insiste que la posición respecto a cada sexo uno la
asume a través del padre. Por lo tanto la coartada de la mujer no es identificarse con la 
madre. No se identifica con la madre, no se identifica con el padre ¿qué le queda para 
identificarse? Le queda el falo simbólico que es el representante de una falta.
En la página 201 Lacan dice: “Tengan en cuenta que la salida del complejo de Edipo es, 
distinta para la mujer. Para ella esta tercera etapa es mucho más simple. Ella no ha de 
enfrentarse con esa identificación, ni ha de conservar ese título de virilidad. Sabe dónde 
está eso y sabe dónde ha de ir a buscarlo, al padre, y se dirige hacia quien lo tiene. Esto 
también les indica en qué sentido una feminidad siempre tiene hasta cierto punto una 
dimensión de coartada. Las verdaderas mujeres, eso siempre tiene algo de extravío”.
Ellas no tienen y siendo las que no tienen, no tienen problema en identificarse con el 
símbolo de la falta y de alguna manera no tienen problema en asumir esa posición de 
falta, justamente para causar el deseo de los hombres. Hay algo en la posición femenina 
que es distinta, entonces, a la posición masculinaque Lacan dice que siempre tiene 
“aquella sombra del ridículo”. O sea, por el lado de la identificación masculina es el 
hombre el que tiene que aparecer como teniendo lo que sin embargo ningún significante 
sostiene y por eso siempre hay como una especie de recubrimiento imaginario, en la 
identidad masculina, que va a dar ese carácter un tanto ridículo, de puesta en escena de 
la virilidad, que en este sentido se contrapone con la posición que asume la mujer que es 
más directa. Ella no tiene problema en aparecer en esta posición de falta y sostener su 
posición desde allí.
Avancemos con el otro esquema.
Este esquema lo trabajábamos cuando veíamos el campo simbólico y que tiene esta 
forma, nosotros lo veíamos desde un texto de Lacan del año 60 que llama Subversión del 
sujeto y dialéctica del deseo en el incc freudiano. Como pasa con muchos esquemas de 
Lacan, él los construye en un determinado momento para explicar ciertas cosas y luego 
con el paso de los años lo vuelve a usar a veces para lo mismo y a veces les da otra 
función.
Habría como dos grandes versiones la de Subversión del sujeto… y la de este sem 5 que 
es de unos años anteriores, de 1958, que en un principio Lacan utiliza para trabajar las 
formaciones del incc, el chiste, el lapsus. Por lo tanto le da un uso muy similar al que 
nosotros le dimos al principio de la cursada y ahora, a esta altura del seminario, él va a 
incluir esta dimensión que sería una suerte de cortocircuito imaginario dentro de la 
relación significante que coloca de acuerdo al grafo que está en el seminario, al yo de este
lado y al falo de este otro.
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Concretamente para completar una de las gráficas que él hace vamos a ponerlo así-
Él ubica en el lugar del Otro no sólo a la madre sino concretamente al deseo de la madre 
y, podríamos decir, este deseo de la madre tiene que ver con la producción de un mensaje
cuyo contenido, cuya sanción, tiene que ver con el falo.
El deseo de la madre tendría como significado, acuérdense que en esta otra gráfica acá 
poníamos Significado de Otro s(A), y el significado del Otro es el falo, y esto le permite al 
niño identificarse con el falo.
Es decir que aquí tenemos el campo simbólico, aquí tenemos otra vez el campo imaginario
y vemos otra forma posible en que se entrelazan ambos, en lo que sería el primer tiempo 
de Edipo. La madre deseando y produciendo un mensaje que ubica al falo como ese 
objeto de su deseo con el cual el niño se va a identificar, y nuevamente, vuelve a aparecer
un matriz simbólica que sostiene esta posibilidad de identificación. Lacan dice este es el 
primer tiempo, ¿cómo incluyo yo aquí lo que empieza a ocurrir a partir de la intervención 
del padre?
Él encuentra una forma que es construir otro piso, plantear que ese otro piso sería algo 
así como el piso del padre, (pero que nadie salga de aquí diciendo que el padre vive en el 
piso de arriba), el padre aportando su significante y a partir de allí constituyendo otro 
mensaje que introduce la dimensión de la interdicción. Es decir, que introduce esa 
dimensión por la cual el niño debe desalojar este lugar fálico que venía ocupando para el 
deseo de la madre.
Ahora bien, si vamos a la versión que Lacan utiliza en Subversión del sujeto… no tenemos
a la madre, tenemos al Otro y al Significado del Otro. 
A veces estas posiciones están invertidas pero vamos a mantener una correspondencia 
con lo que dibujamos recién. 
Vamos a ubicar el yo, aquí que en el texto de Lacan aparece con una letra m porque es la 
inicial de la palabra “moi” en francés, y aquí en lugar del falo Lacan ubicaba algo similar 
que es la imagen del otro i(a) con la cual me identifico.
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La imagen del otro i(a) adquiere valor no porque el otro valga, sino porque ésto 
representa al falo, es la imagen fálica con la cual el niño se identifica. Y decíamos también
que a partir de allí el niño va a ingresar en el circuito de la demanda y la madre va a 
aparecer como Otro omnipotente del cual el niño va a esperar, no ya la satisfacción de sus
necesidades, sino ese elemento peculiar que se crea a partir de la transposición de las 
necesidades al campo simbólico que tiene que ver con la dimensión del don.
Se acuerdan que ahí aparecía el objeto de don como un objeto distinto al objeto de la 
necesidad que no tenia ya que ver con que la madre lo alimente o lo abrigue, sino que 
tiene que ver con lo que el niño empieza a leer a partir de la presencia de la madre como 
el don de su amor, digámoslo así.
Pero en esta gráfica nosotros ubicábamos al deseo en este punto y decíamos que el deseo
sólo se abre para el sujeto yendo más allá del Otro.
Volvamos ahora al planteo de la metáfora paterna y correlacionémoslo.
El niño metido en el primer tiempo del Edipo, metido en el campo que constituye el deseo 
de la madre, no es un sujeto deseante, más allá de que Lacan diga por ahí que el niño 
desea ser el deseo de la madre, es una formulación desgraciada diría yo, el niño no desea 
nada aquí, es deseado, es tomado como objeto. Para que el niño pueda desear, sobre 
todo esta gráfica lo muestra bien, para que pueda desear tiene que ir más allá de la 
madre.
En el dibujo que hacíamos antes sería lo mismo dicho en otros términos, para que el niño 
pueda desear tiene que intervenir el padre, tiene que metabolizar el deseo de la madre, 
inscribir esa falta a la que nombramos como falo simbólico y a partir de eso que el niño 
pueda situarse como un deseante.
El deseo se abre más allá del Otro, no está determinado por los significantes del Otro, de 
alguna manera en los términos del sem 5, diríamos, tiene que ver con ese significante 
suplementario que es el Nombre del padre.
Si este Otro (A) lo hacemos coincidir con la madre lo que va a aportar el Nombre del 
Padre es un significante de más; significante que no está aquí. Y que Lacan va a ubicar, si 
completamos toda la gráfica. Acá arriba. 
Así como acá hay un significado del Otro s(A) en este punto que es el mismo pero en el 
piso superior Lacan va a colocar un sgte pero que en lugar de ser del Otro, es el 
significante que le falta al Otro S(A). Es ser un significante en más que justamente el Otro 
- si lo homologáramos a la madre- no lo puede aportar porque no lo tiene, porque está 
carente de ese significante.
Pero asimismo, una vez que se instala este sigte en más que hoy estamos homologando 
al Nombre del Padre, una vez que se instala este significante en más, el mismo 
significante lo que muestra es que el Otro está barrado, el Otro es un ser al que le falta 
algo.
Es otra manera que encuentra Lacan en los años 60 de escribir lo mismo que venimos 
trabajando en términos de metáfora paterna.
Estamos homologando lo que dice en el Seminario 5 con lo que dice en Subversión del 
sujeto, estamos tratando de pensar ayudándonos por esta gráfica, que así como el deseo 
de la madre en el primer piso del grafo posibilita la constitución del yo, así en el segundo 
piso, la intervención del significante Nombre del padre, viene a mostrar la barradura del 
Otro, viene a mostrar la castración de la madre, la falta en la madre -si ustedes quieren- y
posibilita también la instauración del deseo.
Así como en el primer piso se posibilita el yo, en este segundo piso lo que se va a 
posibilitar es la institución, la instalación del deseo.
Hay un elemento que está mencionado allí, en estas páginas del sem 5, y es que la 
castración no termina de operar hasta tanto el niño no reconoce la falta en la madre.
Sobre todo en “La organización genital infantil” o en “Algunas consecuencias psíquicas de 
las diferencias sexuales anatómicas” Freud tratando de reconstruir el complejo de 
castración en el varón y comparándolo con el complejo de castración en la mujer, lo que 
encuentra es la capacidad renegatoria que tiene el varón respecto a la aceptación de la 
castración.
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Niega, rechaza la existencia de la castración, y aunque perciba signos evidentes, por 
ejemplo, aunque vea a una hermanita o cualquier otra nena desnuda, va a sentir 
curiosidad por su cuerpoy va a plantear que seguramente todavía no tiene un pene pero 
ya le va a crecer.
El niño tiene una gran capacidad renegatoria, dice Freud, hasta que en algún momento 
acepta a falta de pene en la madre. Y esta aceptación para Freud sería como el momento 
de anclaje del complejo de castración.
Aceptar que la madre está privada, como dice Lacan.
También Lacan dice “que la madre esté privada en realidad es una operación rara porque 
es marcar con un símbolo algo que en lo real no es tal” pero justamente ese símbolo que 
inscribe la supuesta falta en la madre es el falo simbólico.
Otra vez tenemos los mismos elementos, el falo simbólico que se inscribe como resultado 
de la aceptación de que la madre no tiene pene. También podríamos decir la aceptación 
de que la madre, en esta gráfica, no lo tiene todo, no tiene todas las respuestas, no tiene 
todos los significantes que pueden organizar mi mundo.
Le demos la versión que le demos, lo importante es que así como la madre, la dimensión 
del Otro, a partir de allí, también va a quedar para nosotros afectada por la falta.
Esto quiere decir, por ejemplo, que no hay forma de agotar la significación. Esto quiere 
decir que si el campo simbólico está afectado por una falta nunca voy a terminar de decir 
todo y todo lo que diga siempre puede ser seguido de más cosas que pongan en 
entredicho lo que vengo diciendo. Esto también quiere decir que lo simbólico no recubre 
todo el campo de lo real y que por lo tanto la ley que establece es una ley arbitraria que 
resulta de una combinatoria posible entre miles.
Ya se trate de la ley de prohibición del incesto que señala como parientes incestuosos a 
tales en este grupo, a estos otros tales en otro grupo, así como si se tratara de los 
nombres de las cosas en la lengua castellana, en francés, en alemán o en guaraní.
Así como los nombres de las cosas varían y no logramos entendernos de una lengua a 
otra, así también varían los objetos sobre los que recae la prohibición del incesto y esta 
variación tiene que ver con este principio de arbitrariedad que rige el campo de lo 
simbólico.
Uno podría suponer que lo simbólico no sería arbitrario si fuera un campo que tiene todos 
los elementos que hace falta tener para nombrar todas las cosas, pero justamente como 
es un sistema atravesado por esta carencia, el lenguaje es el medio en el cual tengo que 
vivir, es el medio en el cual tengo que representarme, es el medio a través del cual voy a 
fundamentar mi posición sexuada y es el medio a través del cual voy a delimitar mis 
elecciones de objeto. Pero ese medio del lenguaje es un medio incompleto, es un medio 
fallado por lo cual ni mi identidad sexual, ni la determinación de los objetos, ni nada de 
eso va a adquirir nunca una versión definitiva, un cierre definitivo.
 
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