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DOCUMENTO
Rev	Med	Chile	2011;	139:	642-654
Eutanasia y acto médico
GruPo de estudios de ética clínica de la 
sociedad Médica de santiaGo*
euthanasia and medical act
Right to life –as the prohibition of intentionally and arbitrarily taking life, even 
with authorization of the concerned one– is an internationally recognized right. In 
many countries, debate regarding euthanasia is more centered in its convenience, 
social acceptability and how it is regulated, than in its substantial legitimacy. Some 
argue that euthanasia should be included as part of clinical practice of health pro-
fessionals, grounded on individual’s autonomy claims–everyone having the liberty to 
choose how to live and how to die. Against this, others sustain that life has a higher 
value than autonomy, exercising autonomy without respecting the right to life would 
become a serious moral and social problem. Likewise, euthanasia supporters some-
times claim a ‘right to live with dignity’, which must be understood as a personal 
obligation, referred more to the ethical than to the strictly legal sphere. In countries 
where it is already legalized, euthanasia practice has extended to cases where it is not 
the patient who requests this but the family or some healthcare professional, or even 
the legal system–when they think that the patient is living in a condition which is 
not worthy to live. Generalization of euthanasia possibly will end in affecting those 
who need more care, such as elder, chronically ill or dying people, damaging severely 
personal basic rights. Nature, purpose and tradition of medicine rule out the practice 
of euthanasia, which ought not be considered a medical act or legitimately compul-
sory for physicians. Today’s medicine counts with effective treatments for pain and 
suffering, such as palliative care, including sedative therapy, which best preserves 
person’s dignity and keeps safe the ethos of the medical profession.
(Rev Med Chile 2011; 139: 642-654).
Key words: Bioethical Issues; Codes of Ethics; Ethics, medical; Euthanasia; 
Terminal Care.
El	presente	trabajo	no	
cuenta	con	Grants	ni	
financiamiento	externo.
Recibido	el	26	de	enero	de	
2011,	aceptado	el	29	de	
abril	de	2011.
Correspondencia	a:
Dr.	Carlos	Echeverría	
Bunster
Hospital	Naval	“Almirante	
Nef”
Subida	Alessandri	s/n
Viña	del	Mar.
Teléfono:	032-2573380
E-mail:	ciecheverria@
hotmail.com
en publicaciones anteriores nuestro grupo se ha referido a diversos temas relacionados con el final de la vida1-4, lo que guarda rela-
ción con la eutanasia, objeto de este trabajo. Aún 
cuando la solicitud de eutanasia es excepcional en 
nuestro medio, parece necesario reflexionar desde 
*Documento	elaborado	por	el	Grupo	de	Estudios	de	Ética	Clínica	de	la	Sociedad	Médica	de	Santiago	y	aprobado	por	su	Directorio		
(8	de	marzo	de	2011)	y	Mesa	Directiva	(29	de	abril	de	2011).	integrantes	del	Grupo:	Dres.	Carlos	Echeverría	B.	(Hospital	Naval	“Almirante	
Nef”,	Viña	del	Mar),	Alejandro	Goic	G.	 (Academia	de	Medicina	del	 instituto	de	Chile),	Carolina	Herrera	C.	 (Facultad	de	Medicina,	
Universidad	Andrés	Bello),	Carlos	Quintana	V.	(Facultad	de	Medicina,	Pontificia	Universidad	Católica	de	Chile),	Alberto	Rojas	O.	(Facultad	
de	Medicina,	Universidad	Andrés	Bello),	Rodrigo	Salinas	R.	(Facultad	de	Medicina,	Universidad	de	Chile),	Alejandro	Serani	M.	(Facultad	de	
Medicina,	Universidad	de	Los	Andes),	Paulina	Taboada	R.	(Centro	de	Bioética,	Pontificia	Universidad	Católica	de	Chile),	Ricardo	Vacarezza	
Y.	(Presidente	del	Grupo	de	Estudios;	Facultad	de	Medicina,	Universidad	de	Chile).	(Una	versión	extendida	de	este	documento	recibió	
en	diciembre	de	2010	el	Premio	de	Ética	del	Colegio	Médico	de	Chile).
la profesión médica acerca de una materia que 
incide fuertemente sobre el sentido y la práctica 
de la misma. 
en la actualidad la discusión sobre la eutanasia 
ha alcanzado connotación pública, lo que parece 
obedecer a diversos factores. el desarrollo tecnoló-
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gico ha posibilitado la recuperación de enfermos 
y ha permitido prolongar la vida de otros, pero 
con elevados costos personales, económicos y so-
ciales. el uso indiscriminado de estas tecnologías 
ha conducido también al llamado “ensañamiento 
terapéutico”5 u “obstinación terapéutica”6, que, 
por tratar de conservar la vida a toda costa, llega 
a ser desmesurado7. 
la preocupación por la eutanasia está además 
relacionada con el envejecimiento de la población. 
en Chile, la expectativa de vida al nacer ha pasado 
de 54,8 años en el quinquenio 1950-55, a 74,8 
años en el 2000-05 (+42%)8. Se proyecta que los 
mayores de 65 años representarán 11% en el 2020 
y 15% en el 2030. A su vez el envejecimiento de 
la población implica un incremento de los costos 
de la atención de salud, por lo que ha surgido la 
pregunta económica si acaso la sociedad debiera 
restringir la atención médica de los ancianos en 
la etapa final de su vida9. 
los resultados de las encuestas de opinión son 
difíciles de interpretar y no permiten discriminar 
entre la voluntad de legislar sobre la eutanasia y 
la de aplicarla realmente a seres queridos10. Una 
encuesta, realizada en la ciudad de Concepción, 
muestra que 32,7% de quienes responden cree 
que la eutanasia se debe regular legalmente, a la 
vez que 63,8% no la aplicaría al hijo, padre o her-
mano11. estos resultados sugieren una confusión 
entre el significado preciso de eutanasia y de otros 
conceptos relacionados con ella, tales como la li-
mitación del esfuerzo terapéutico y la obstinación 
terapéutica.
finalmente, en el trasfondo de la discusión 
sobre eutanasia, están en juego temas valóricos 
como el respeto de la vida humana, la autonomía 
individual y la responsabilidad propia y ajena en 
la toma de decisiones. 
 
Sobre el término eutanasia y su concepto
la idea que la muerte puede ofrecer un alivio 
para una vida condenada al sufrimiento ya aparece 
en el mito del Centauro quirón, quien gravemente 
herido, y sin poder curar ni morir, solicita a Apolo 
que, por gracia, le otorgue la muerte para terminar 
con su tormento12. 
la palabra ‘eutanasia’ (del gr. , bien, y 
, muerte) ha tenido diversos significados. 
Según Suetonio, el emperador César Augusto la 
habría utilizado para indicar su anhelo de tener 
una muerte natural rápida y sin dolor13. la am-
bigüedad en el uso de la palabra eutanasia suele 
dificultar la discusión del tema. en ocasiones, se 
ha denominado eutanasia a actos que, en rigor, 
corresponderían más bien a acciones eugenésicas, 
suicidas u homicidas. este fue el caso en la Alema-
nia nazi14, en que se dio este nombre a la “muerte 
por piedad (Gnadentodt)” aplicada a aquellos 
individuos cuyas vidas se estimaban indignas de 
ser vividas15. 
la real Academia de la lengua española16 de-
fine la eutanasia como “acción u omisión que, para 
evitar sufrimientos a los pacientes desahuciados, 
acelera su muerte, con su consentimiento o sin él ”; o, 
como “muerte sin sufrimiento físico”. de un modo 
más técnico, también se la ha definido como “la 
muerte indolora infligida a una persona humana, 
consciente o no, que sufre abundantemente a causa 
de enfermedades graves e incurables o por su condi-
ción de disminuido, sean estas dolencias congénitas 
o adquiridas, llevada a cabo de manera deliberada 
por el personal sanitario o al menos con su ayuda, 
mediante fármacos o con la suspensión de curas 
vitales ordinarias, porque se considera irracional 
que prosiga una vida que, en tales condiciones, se 
valora como ya no digna de ser vivida”17. Por otra 
parte, la declaración ‘iura et bona’ de la iglesia 
Católica sobre la eutanasia la define como “una 
acción o una omisión que por su naturaleza, o en 
la intención, causa la muerte, con el fin de eliminar 
cualquier dolor”18. 
en otro sentido, se han aplicado diversos adje-
tivos a la noción de eutanasia. Se ha distinguido, 
por ejemplo, la eutanasia directa de la indirecta, 
aludiendo esta última a la supresión del dolor con 
fármacos que puedencontribuir a acortar la vida19. 
otros autores20 diferencian la eutanasia ‘activa’ de 
la ‘pasiva’: es ‘activa’ “cuando la muerte se provoca 
por medio de una acción, como pudiera ser la admi-
nistración de dosis mortales de estupefacientes o de 
una substancia letal”; y ‘pasiva’, cuando “la muerte 
es consecuencia de la omisión, o de la interrupción, 
de intervenciones cuyo objetivo es simplemente el 
de ofrecer a la vida su soporte indispensable (nu-
trición, hidratación, etc.)”. más específicamente, 
la eutanasia activa se ha definido como “la acción 
que tiene por objeto acabar deliberadamente con la 
vida de una persona que padece una enfermedad 
irreversible, sufrimientos intolerables y que lo pide 
de forma autónoma y reiterada”21. 
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en holanda, en abril de 2002, se aprobó que 
la eutanasia y el suicidio asistido son legales si se 
cumplen los siguientes requisitos: que el paciente 
lo requiera de modo voluntario y lo haya con-
siderado adecuadamente; que su condición sea 
intolerable y sin esperanzas; que no hayan dispo-
nibles alternativas aceptables de tratamiento; que 
el método utilizado sea médica y técnicamente 
apropiado, y que se consulte a otro médico antes 
de proceder. dados estos requisitos, la ley obliga 
a reportar esta muerte como no natural para que 
esta acción sea considerada legal22.
en síntesis, en el uso actual del término, po-
drían reconocerse las siguientes condiciones, que 
debieran ser copulativas:
a) presencia en determinada persona de una 
enfermedad incurable, que le provoca un 
dolor o sufrimiento que ella, u otro, considera 
intolerable;
b) ejecución de un acto humano deliberado, cuyo 
objeto es acabar con la vida de otra persona; y
c) motivación originada sea en la compasión por 
el otro, o en el valor que se le adjudica a esa vida 
en términos de costo-beneficio, no justificando 
el que ella sea vivida.
Todo lo anterior previa voluntad expresa del 
sujeto o de su representante. Sin embargo, existe 
una controversia sobre si es necesario que éste lo 
solicite explícitamente23.
en términos éticos y jurídicos habrá que dis-
tinguir también situaciones diferentes como mala 
práctica, negligencia en las acciones o en el otorga-
miento de tratamientos acordes con el desarrollo 
de la ciencia y la lex artis; homicidio propiamente 
tal según las circunstancias señaladas por el Código 
Penal24; o bien, limitación razonada del esfuerzo 
terapéutico al evitar tratamientos extraordinarios 
desproporcionados, respetando la dignidad de la 
persona y el proceso natural de la muerte25. 
Tampoco se debiera confundir con eutanasia 
el hecho de utilizar medicamentos para aliviar 
el dolor, sin intención de causar la muerte, aún 
cuando ello pueda originar un acortamiento de la 
vida del paciente; es la llamada “acción de doble 
efecto”26, también denominada del “voluntario 
indirecto”, que entiende que no se puede optar 
directamente por el mal y que no es éticamente 
apropiado alcanzar un buen fin mediante acciones 
malas, siendo esencial en esta consideración el 
objeto directo del acto. quienes discuten el uso de 
este criterio moral arguyen que la intencionalidad 
es difícil de objetivar27. Se ha aducido, también, que 
este criterio corresponde a una tradición religiosa 
particular; que es difícil de validar externamente; 
que las intenciones no están sujetas a la ley, como 
sí lo están las consecuencias previsibles y que, 
adicionalmente, contraría la autonomía personal28. 
finalmente, resulta también necesario considerar 
los eventuales abusos de este principio, el cual no 
debe ser utilizado como una “excusa multifun-
cional que sirva para introducir cualquier tipo 
de excepción a la estricta protección de los bienes 
humanos básicos”29.
Desafíos que se plantean hoy a la medicina
Precisado el significado del término eutanasia, 
conviene ahora examinar algunas situaciones 
concretas, surgidas desde la medicina, que han 
favorecido la aparición de demandas sociales en 
pro de legitimar las acciones eutanásicas. 
el dolor físico y el sufrimiento concomitante 
podrían llegar a ser subjetivamente intolerables 
para quien lo padece. Si bien el paciente solicita 
que tal dolor o sufrimiento desaparezca, se ate-
núe o vuelva soportable, algunas veces la muerte 
pudiese visualizarse como una solución definitiva 
al problema.
el desarrollo de la investigación médica y la 
tecnología, con su positivo aporte tanto al diag-
nóstico como a la terapia de las enfermedades, ha 
traído anexo un incremento de los costos de la 
atención en salud, tanto para prestadores como 
beneficiarios. Adicionalmente, la introducción de 
intereses relacionados con la medicina empresa-
rial, incluyendo la intermediación de prestaciones 
sanitarias por entes financieros, ha contribuido a 
acrecentar los costos globales de la medicina. Un 
criterio de balance costos/beneficios centrado en 
la disminución o ausencia de productividad de pa-
cientes aquejados de ciertas enfermedades, versus 
el volumen de recursos orientados a su atención, 
podría estimar desproporcionado, en términos 
económicos, atender a personas que en definitiva 
van a morir en un plazo breve. Acelerar la muerte 
de esos individuos podría entenderse como una 
forma de optimizar la utilización de los recursos 
involucrados. Siguiendo esta lógica, se ha llegado 
a plantear, incluso, el “deber de morir”30.
Por otra parte, los cambios estructurales de 
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la familia y de las características de las viviendas, 
han hecho disminuir los espacios y condiciones 
destinados a mantener y cuidar los pacientes cró-
nicos incapacitados. estos elementos, junto con el 
incremento del costo de la vida, han conducido a 
que, quienes carecen del sostén de su familia más 
inmediata, queden sujetos sólo al apoyo que les 
puedan brindar los sistemas de salud, especial-
mente en el ámbito hospitalario. ello hace recaer 
sobre el sistema sanitario y su personal el peso 
de la falta de soporte social. ocasionalmente los 
propios enfermos expresan su temor al abandono 
afectivo y social, temiendo ser una carga excesiva 
para los suyos, viendo con desesperanza que sólo 
la muerte podría liberarlos de una condición pe-
nosa. Ante un paciente terminal en el que, junto 
a sus molestias y costos personales, se añaden los 
de la familia31 y/o del sistema de salud, algunos se 
preguntan si no sería mejor poner término a la 
situación acelerando su deceso.
hay pacientes no terminales aquejados de en-
fermedades que, en el mediano plazo, tienen un 
mal pronóstico o son progresivas, sin cura posible 
en la actualidad y con probabilidad significativa de 
evolucionar a un deterioro grave de la condición 
física o mental. ello implica un compromiso de su 
calidad de vida, que perciben como un menoscabo 
de su dignidad personal. las penurias que, en estos 
casos, se le impone a la familia y/o la sociedad, son 
también invocadas por algunos como razón sufi-
ciente para solicitar la muerte de esos individuos. 
el aumento de la prevalencia de enfermedades 
crónicas invalidantes, concomitante con la situa-
ción demográfica actual, configurará un grupo 
de personas mayores que, en el último año de su 
vida, podrían llegar a consumir mucho más dinero 
en tratamiento de enfermedades respecto al que 
aportaron durante su vida laboral a los sistemas 
previsionales. en los estados Unidos de América, 
las estimaciones desarrolladas concluyen que 
“el costo de proveer cuidados de salud para un 
anciano es de tres a cinco veces mayor que el de 
alguien menor de 65 años. de ello resulta, como 
proyección para el año 2030, que el gasto de la na-
ción en cuidados de salud se incrementará en 25% 
a causa de estos cambios demográficos32”. Por estas 
razones ha surgido incluso la ideade optimizar la 
utilización de los recursos sanitarios, acelerando 
el fallecimiento de aquellos pacientes crónicos in-
curables que reciben cuidados paliativos33 o de los 
ancianos con enfermedades crónicas invalidantes. 
Por su parte, el desarrollo de las tecnologías 
asociadas a la medicina ha tendido a generar ex-
pectativas ilusorias con respecto a las posibilidades 
de la recuperación de la salud. A ello se suma la 
publicidad que –en ocasiones– exagera el valor de 
determinadas terapias u ofrece expectativas inal-
canzables. el desengaño con respecto a sus reales 
resultados conduce a frustraciones que pudieran 
llevar a solicitar una intervención para procurar 
la muerte. 
dada la creciente conciencia contemporánea 
sobre el valor de la autonomía personal, cada vez 
son más numerosas las personas que invocan el 
‘derecho’ a terminar con su vida del modo más 
eficaz y menos molesto. Para ello se apela a los 
médicos y la medicina para que utilicen sus co-
nocimientos y recursos con el fin de acabar con 
la vida de quien libremente lo solicite.
en otro sentido, la ausencia de acciones te-
rapéuticas o correctivas en pacientes portadores 
de anomalías genéticas y/o malformaciones que 
condicionan grave incapacidad, ha llevado a 
algunos a considerar la supresión de esas vidas 
estimadas –generalmente por terceros– como de 
pésima calidad34,35. 
debe considerarse, además, que con frecuencia 
se habla de “muerte digna” o del “derecho a morir 
con dignidad”, sin explicitar claramente que se 
entiende por ello. Así, el espectro es amplio, desde 
quienes invocan como fundamento la autonomía 
personal, sosteniendo que la vida no es un deber 
sino un derecho renunciable, hasta aquellos que 
hacen ver la falta de sensatez de los tratamientos 
desproporcionados, manifestándose en conse-
cuencia, visiones diferentes sobre el sentido del 
sufrimiento36.
¿Debe la medicina responder a estos desafíos?
frente a la diversidad de argumentos y situa-
ciones que se esgrimen para justificar las deman-
das actuales de una liberalización, e incluso de la 
institucionalización de la eutanasia, se hace nece-
sario reflexionar sobre la obligación que tiene la 
medicina de dar una respuesta, dando cuenta de la 
naturaleza y eficacia de las soluciones médicas para 
enfrentar algunas situaciones clínicas complejas. 
Para ello consideraremos, de modo crítico, como 
se plantea la profesión médica frente a cada uno 
de los desafíos enumerados anteriormente, enten-
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diendo por soluciones ‘médicas’ sólo aquellas que 
responden a la definición y fines de la medicina. 
Acorde con lo indicado en el “Diccionario de la 
Lengua Española”16, se entiende por medicina a la 
“ciencia y arte de precaver y curar las enfermedades 
del cuerpo humano”. entre los anglosajones, Dor-
land37 define la medicina como “el arte y la ciencia 
del diagnóstico y el tratamiento de la enfermedad y la 
conservación de la salud”; también se la ha descrito 
como “la ciencia y arte de diagnosticar, tratar, curar 
y prevenir la enfermedad, aliviar el dolor y mejorar 
y preservar la salud”38, o como “la ciencia o práctica 
del diagnóstico y el tratamiento de enfermedades y 
lesiones y la preservación de la salud”39. el “Petit Ro-
bert” la define como la “ciencia que tiene por objeto 
la conservación y el restablecimiento de la salud”40. 
este somero examen muestra como en el len-
guaje común se contienen y expresan los fines de la 
medicina. Por ello, no es de suyo evidente hasta qué 
punto sea competencia de consensos ideológicos 
o políticos circunstanciales modificar estos fines, 
de profundas raíces antropológicas. 
El dolor y su manejo
Actualmente, se dispone de conocimientos 
avanzados sobre la fisiología, psicología y manejo 
del dolor41, tanto en su forma aguda como crónica, 
junto con medicamentos, que –apropiadamente 
utilizados– pueden surtir efectos beneficiosos en 
los pacientes que los requieren. diversos centros 
internacionales han hecho aportes en este campo 
y en Chile existe una Guía Clínica para el manejo 
del dolor secundario al cáncer avanzado, elaborada 
por iniciativa del ministerio de Salud42. 
en el ámbito de los cuidados paliativos, se 
han desarrollado métodos para el manejo de los 
llamados “síntomas refractarios”43: síntomas que 
no pueden ser controlados adecuadamente a pesar 
de esfuerzos agresivos para lograr un tratamiento 
tolerable que no comprometa la conciencia del 
paciente. Para estos casos se han preconizado 
diversas formas de la denominada “sedación 
paliativa”44 o “sedación terminal”. la Sociedad 
española de Cuidados Paliativos advierte sobre 
la posible confusión a que puede dar lugar este 
último término, “ya que puede interpretarse como 
que es la sedación la que termina con el paciente”45, 
debiendo también considerarse los eventuales 
abusos que se pueden cometer con el empleo de 
esta metodología. Por todo ello, hoy se tiende a 
hablar de “sedación terapéutica”46 que, en el con-
texto de los cuidados paliativos, se define como el 
uso monitorizado de medicamentos orientados 
a inducir una disminución o ausencia del estado 
de alerta, con el objeto de aliviar un sufrimiento, 
intratable de otro modo, en una forma éticamente 
aceptable para el paciente, su familia y los provee-
dores de cuidado sanitario. debemos reconocer 
que no todos los profesionales de la salud están 
–de hecho– suficientemente al corriente de estos 
avances, o bien carecen del entrenamiento prác-
tico requerido. Adicionalmente se hace necesario 
desarrollar otros mecanismos seguros para una 
mejor disponibilidad de ciertos analgésicos, cuyo 
uso es restringido debido a los eventuales abusos 
que deben ser prevenidos por la autoridad. 
en suma, nos parece claro que, con un mayor 
desarrollo en el campo de los cuidados paliativos, 
un conocimiento más extensivo, un mejor entre-
namiento y adecuada reglamentación, la profesión 
médica podría y debería contribuir a modificar 
la imagen pública de temor e indefensión frente 
al dolor. 
Incremento de los costos de la atención de salud
Aun cuando el progreso científico y técnico de 
la medicina, con su consiguiente aumento de los 
costos, ha permitido grandes logros en la atención 
de salud, es importante reconocer que no siempre 
existe una relación directa entre mayor tecnología 
y mejor calidad de la medicina. en consecuencia el 
mero hecho que una tecnología esté disponible no 
implica necesariamente que deba ser utilizada. es 
un desafío original, impuesto a la medicina actual 
por el desarrollo científico y tecnológico, buscar y 
descubrir lo que técnica y éticamente se debe lle-
var a cabo en el manejo de un paciente específico, 
sin que los costos se hagan inabordables. el saber 
y el arte médicos se encuentran empeñados en 
concurrir a este desafío. 
es tarea de quienes asignan y administran los 
recursos disponibles para la salud distribuirlos de 
un modo justo, propendiendo a un uso óptimo 
de ellos. También la sociedad debiera debatir y, a 
través de las organizaciones pertinentes, definir 
qué cantidad de recursos quiere utilizar en salud, 
asumiendo las consecuencias de sus decisiones, sin 
hacer recaer sobre el personal sanitario la respon-
sabilidad de asignaciones insuficientes para las ver-
daderas necesidades de los pacientes. los médicos 
debiesen contribuir con su saber a esta discusión, 
a la vez que ser diligentes en el uso de los recursos 
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asignados. Un debate social abierto y responsable 
debiera contribuir a ajustar las expectativas de la 
población a las posibilidades reales de satisfacción 
de las necesidades. hay que reconocer, con pesar, 
que este debate es todavía escaso en nuestro medio. 
dada la multiplicidad de factores biológicos, 
psicológicos,ambientales y sociales que influyen 
en la salud47, es preciso tomar en consideración 
cada uno de estos componentes. Para enfatizar 
la necesidad de involucrar a toda la comunidad 
(tanto a nivel personal como colectivo) en la re-
ducción de los costos de la atención de salud baste 
mencionar, por ejemplo, los efectos beneficiosos 
de los programas de vida saludable y actitudes 
preventivas para la diabetes mellitus48, como tam-
bién lo que sucede con el tabaco, el alcohol y las 
drogas de abuso, tanto en su consumo como con 
la abstención de ello. las carencias en las acciones 
preventivas eficaces se traducen en el aumento de 
enfermedades graves y consumidoras de recursos, 
impidiendo que éstos sean redistribuidos a aque-
llas áreas donde todavía no se cuenta con medidas 
de prevención.
la optimización del uso de los recursos para 
la salud puede contribuir significativamente a 
disminuir o contener los costos de las prestaciones 
de salud, sin necesariamente rebajar su calidad. lo 
anterior supone consensos sociales y voluntades 
políticas que van mucho más allá del alcance de 
la profesión médica. 
 
Carga para la familia o sociedad
este concepto, de clara connotación económi-
ca, tiene también un componente fundamental 
relativo al respeto y solidaridad hacia las personas.
el aporte de la medicina en el cuidado de los 
enfermos crónicos o desvalidos, consiste prima-
riamente en su adecuada acogida en los servicios 
asistenciales, por razones médicas. las soluciones 
de fondo a la atención humana de estas personas es 
tarea de la sociedad en su conjunto, a través de la 
seguridad social y el sostén familiar del individuo. 
los sistemas de seguridad social debieran financiar 
los subsidios que se requieran para las personas de 
menores recursos, como también quienes poseen 
medios para ello debieran hacerse cargo de las 
responsabilidades que les son propias.
en el caso de enfermos que sufren de abandono 
afectivo o social, y en consonancia con lo ante-
riormente expresado, los cambios observados en 
la estructura de la familia y de la sociedad escapan 
al ámbito y responsabilidad directa de la medicina. 
No parece entonces lógico pedirle a ella la solución 
a este problema, ni menos aún, con este pretexto, 
proponerle poner término a la vida de personas 
vulnerables, cuyo apoyo debe resolverse por otras 
vías, sean ellas la educación, la seguridad social, 
la estructura impositiva u otras que se diseñen. 
hacemos presente, también, lo difícil que resulta 
evaluar la calidad de vida de una persona y el sub-
jetivismo que ello involucra, tanto desde el punto 
de vista del paciente como del médico tratante4.
Visualización de un límite temporal 
a la acción terapéutica
Tal es el caso de los pacientes terminales1. en las 
últimas décadas se ha desarrollado un movimiento 
que ha planteado la utilidad de los cuidados pa-
liativos para la atención de estos enfermos. desde 
1967, en el St. Christopher hospice49, y a partir de 
los esfuerzos de Cicely Saunders, se persiguen los 
objetivos de aliviar el dolor y el sufrimiento a los 
pacientes terminales, hacer posible una “buena” 
muerte y ayudar a la familia en este trance y asistir 
en la búsqueda de significado de la situación50. lo 
característico de esta instancia es el foco en la per-
sona como ser integral (físico, psicológico, social 
y espiritual), centrarse en el paciente, la apertura 
y honestidad en la comunicación y la aceptación 
de la inevitabilidad de la muerte, ligado todo a un 
mejoramiento de la calidad de vida del paciente, 
mediante un trabajo multiprofesional integrado 
con voluntarios de la comunidad51. este enfoque 
y sus variantes, conducen a una respuesta que 
acoge al paciente en la etapa final de su vida, con 
actitudes positivas e integradoras, respetuosas de 
la dignidad personal. la generalización de este 
tipo de actitudes y destrezas a la globalidad de los 
profesionales de la salud debiese ser un objetivo a 
lograr, no sólo por parte de la profesión médica, 
sino de la sociedad en su conjunto. el examen serio 
de los obstáculos que se oponen a este objetivo, 
así como la búsqueda de soluciones convenientes, 
aceptables y factibles, debiese ser también una 
meta en este campo.
Cambios demográficos
Al respecto, se debe considerar lo señalado por 
marín y colaboradores52, en el sentido de que casi 
la mitad de la población nonagenaria se mantiene 
en condiciones cognitivas, de desplazamiento y 
autonomía personal aceptables. Por ello se sostie-
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ne que es factible y necesario un enfrentamiento 
activo del problema por el equipo de salud, con 
un enfoque individualizado, multidisciplinario y 
global, que intervenga en la prevención, manejo 
y rehabilitación de la discapacidad, con el fin de 
mejorar la calidad de vida de esos adultos mayores. 
esta es una respuesta que surge desde la medicina, 
con herramientas propias y sin vulnerar la vida de 
estas personas.
Expectativas irreales en las capacidades 
tecnológicas de la medicina
es posible que ellas se generen desde un sesgo o 
falta de información objetiva sobre las verdaderas 
y reales capacidades de la medicina, como ciencia 
y como técnica. entregar información veraz y 
oportuna corresponde al personal de salud, lo que 
debe incluir el reconocimiento de los límites de 
la medicina. Sin embargo, los medios masivos de 
comunicación y la publicidad médica inadecuada 
suelen confundir a la opinión pública, cuando 
atienden solamente a aquellos aspectos especta-
culares de la noticia, o muestran como habituales 
situaciones que son de excepción. Cabe señalar que 
la presentación adecuada y veraz de la información 
correcta entregada por el médico, corresponde al 
emisor o difusor, quien debe asumir su papel y 
propia responsabilidad. Además, la irrupción de 
una lógica del mercado, orientada principalmente 
al consumo, en la promoción de las atenciones 
relacionadas con la medicina, ha introducido en 
los últimos años un nuevo elemento perturbador 
que tiende a distorsionar el valor objetivo de las 
acciones de salud. 
Autonomía personal y sus límites
la autonomía, valor eminente de la vida per-
sonal, tiene sus limitaciones, como es propio en 
toda realidad humana. las condiciones extremas 
en que se suele plantear la eutanasia en el ámbito 
médico hacen, efectivamente, poner en duda la 
libertad con que esta se solicita. Al respecto cabe 
mencionar a Kant: “no hay, en rigor, moralidad si 
no hay independencia respecto a cualquier objeto 
deseado”53. 
Por otra parte, la alta valoración del respeto 
debido a la autonomía de los pacientes, en la época 
contemporánea, no parece haber ido a la par con 
el reconocimiento del respeto que la sociedad le 
debe a la autonomía de la profesión médica. dada 
la complejidad de los elementos que intervienen 
en la discusión actual sobre la eutanasia se hace 
necesario, entonces, determinar, desde la profesión 
médica, cual sea su ámbito propio de autonomía, 
con el objeto de evitar solicitudes fuera de su 
competencia y/o contradictorias con la naturaleza 
y tradición de la medicina. 
Consideraciones éticas
1. Antecedentes históricos
en la antigüedad griega y romana, eutanasia 
designaba más bien un deber del médico, consis-
tente en proporcionarle al enfermo una ‘buena 
muerte’ por medio de los cuidados adecuados54. 
en ese mundo greco-romano era común la prác-
tica de eliminar niños malformados55 y el suicidio 
y el aborto eran aceptados en la mayoría de las 
ciudades griegas. También en algunas épocas y 
culturas, los ancianos eran abandonados a su 
propia suerte56.
en el siglo V a.C. la escuela hipocrática adoptó 
una posición radicalmente diferente a la que pre-
valecía en su época, condenando explícitamente el 
aborto y la eutanasia. es así como, el Juramento 
hipocrático señala: “No daré a nadie, aunque me 
lo pida, ningún fármaco mortal, ni haré semejantesugerencia. Igualmente no proporcionaré a mujer 
alguna un pesario abortivo. En pureza y santidad 
mantendré mi vida y mi arte”57.
en los siglos posteriores a hipócrates, esta 
normativa médico-deontológica fue asimilada en 
diversas culturas. Así, la implícita o explícita prohi-
bición al médico de practicar la eutanasia aparece 
también en diversos códigos contemporáneos de 
Ética médica. 
Un estudio contemporáneo sobre Códigos de 
Ética y deontología médica de 39 países58,mostró 
que las discusiones actuales, contrariamente a lo 
ocurrido en la opinión pública, han conducido, 
entre los médicos, a una cada vez más clara pro-
hibición de recurrir a la eutanasia y el suicidio 
asistido. Así, la Asociación médica mundial, en 
1987, establece que la eutanasia es contraria a la 
ética; en la Asamblea mundial de 1992 expresa su 
oposición al suicidio médicamente asistido; y, en 
su resolución de 2002, reafirma “su firme convic-
ción de que la eutanasia entra en conflicto con los 
principios básicos de la ética médica”59. 
finalmente, varios documentos, en el ámbito 
internacional60-63, han hecho expresa mención del 
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respeto inherente a la vida humana y la dignidad 
de las personas, implicando explícita condena a las 
violaciones de estos derechos humanos.
Actualmente, y pese a la opinión contraria de 
instituciones médicas internacionales reconocidas, 
la eutanasia ha sido legalizada en algunos países, 
como por ejemplo, en holanda64 (2002) y en 
bélgica65 (2002). 
en Chile, el artículo 9° del Código de Ética del 
Colegio médico66, señala que: “El médico no podrá 
realizar acciones cuyo objetivo directo sea poner fin 
a la vida de un paciente bajo consideración alguna”, 
quedando claro el rechazo a la eutanasia. el Código 
Penal chileno, en su título Vii67, castiga “al que 
mate a otro” con penas aflictivas. Adicionalmente, 
en el artículo 393, del mismo título, castiga a quien 
“con conocimiento de causa prestare a otro auxilio 
para que se suicide”.
2. Los fines de la Medicina
la valoración ética de la eutanasia puede exa-
minarse en referencia a la consideración de los 
fines de la medicina. Goic68 ha señalado que “la 
medicina persigue un bien –ayudar al enfermo–
y, por lo tanto, tiene un objetivo ético; en otras 
palabras, en su esencia, es de naturaleza ética 
y asistencial”; como también recuerda que “la 
muerte inducida para poner fin al sufrimiento de 
un paciente desahuciado es una acción reñida con 
el propósito fundamental de la disciplina médica”. 
en el hastings Center, centro relevante de la 
discusión bioética en los ee.UU., se desarrolló 
un informe, acorde con el cual69 los fines de la 
medicina serían los siguientes: 
i. la prevención de enfermedades y lesiones, y la 
promoción y la conservación de la salud;
ii. el alivio del dolor y el sufrimiento causados 
por males;
iii. la atención y la curación de los enfermos y los 
cuidados a los incurables;
iv. la evitación de la muerte prematura y la bús-
queda de una muerte tranquila.
el segundo y el último pudieran relacionarse 
con la eutanasia. Ahora bien, para el alivio del 
dolor y el sufrimiento –reconociendo que se trata 
de dos conceptos diferentes– existen soluciones de 
tipo farmacológico u otras (algunas de ellas fuera 
del ámbito de la medicina) para intentar resol-
verlos o, al menos, atenuarlos significativamente. 
Con respecto a la muerte tranquila es pertinente 
recordar que el informe mencionado señala que 
“puede definirse como aquella en la que el dolor y 
el sufrimiento se reduzcan mediante unos cuidados 
paliativos adecuados, en la que al paciente nunca 
se le abandone ni descuide y en la que los cuidados 
se consideren igual de importantes para los que 
no vayan a sobrevivir como para los que sí”70. lo 
anterior implica el debido acompañamiento del 
paciente por parte de su familia y del personal 
sanitario, con un trabajo y preocupación mayores, 
atendiendo a considerarle como un ser desvalido 
que precisa ayuda y compasión, en vez de recurrir 
a la simple y expedita solución de eliminarlo. en 
Chile, si bien se cuenta con una organización y 
estructura asistencial para el tratamiento de los 
casos de dolor en cáncer avanzado71, hay todavía 
un amplio campo de desarrollo para los cuidados 
paliativos. 
3. El acto médico
las acciones específicas que lleva a cabo un 
médico clínico son diagnosticar, tratar y formular 
el pronóstico de la enfermedad que padece una 
persona72. Además, en su función educadora, 
aconseja al paciente sobre las medidas preventivas 
que impidan o aminoren la posibilidad de recaer 
en su enfermedad. Así, toda acción que emprende 
el médico para lograr los propósitos señalados es 
un acto médico.
el acto médico es un acto libre llevado a cabo 
por un profesional que tiene como campo de 
responsabilidad la salud del paciente que está 
bajo su cuidado. Un médico es requerido por un 
paciente que desea sanar o aliviar y que necesita de 
su apoyo para recuperar su salud, lo que el médico 
intentará lograr con los medios a su alcance73. 
en último término, lo que el médico persigue, 
cuando es posible, es contribuir a recuperar la 
salud de sus pacientes y a ello ha sido orientada 
su educación profesional. es claro que el médico 
no ha sido formado ni entrenado para poner 
fin intencionalmente a la vida de sus pacientes, 
porque esto sería contradictorio con el propósito 
esencial de la medicina y su tradición. Al respecto, 
la antropóloga margaret mead ha afirmado que 
históricamente el Juramento hipocrático cons-
tituyó un avance extraordinario, no sólo para la 
medicina sino para toda la humanidad, al separar, 
por primera vez, para el médico, la capacidad de 
sanar de la capacidad de matar; atributos que, en 
otras sociedades, recaían en una misma persona. 
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Por ello señala que quienes dictan las políticas 
deben proteger este inestimable descubrimiento, 
que compromete a la profesión médica con el 
respeto a la vida74.
la eutanasia no persigue diagnosticar, tratar 
ni prevenir una enfermedad, sino que es una 
acción ejecutada con el propósito intencionado 
de causar la muerte de una persona para evitar el 
dolor y/o sufrimiento, lo que excede la naturaleza 
y objetivos de un acto médico. Así, el profesional 
que interviene en la eutanasia no está realizando 
una acción propia de su profesión, y contradice 
los fundamentos del saber médico y los valores 
del Juramento hipocrático. lo cierto es que no 
suele ser el médico sino la familia, el propio pa-
ciente o la presión de la sociedad expresada, de 
diversas maneras, los que plantean la aplicación 
de la eutanasia.
quienes favorecen la eutanasia argumentan 
que, con ella, se estaría cumpliendo uno de los 
objetivos de la medicina que es aliviar el dolor o 
el sufrimiento – en este caso extremos– y sería, 
por consiguiente, un acto de beneficencia. Sin 
embargo, para juzgar la bondad de una acción 
se debe considerar no sólo la legitimidad de la 
intención del agente, sino también la legitimidad 
de los medios utilizados para llevarla a cabo. en 
verdad, es difícil sostener que dar término inten-
cionado a la vida de un enfermo, sea un acto que 
lo beneficie; más bien, parece ser una acción que 
causa maleficio, ya que no existe un daño mayor 
que se pueda hacer a una persona que quitarle la 
vida. en efecto, el valor de la vida humana precede 
al de la beneficencia, en tanto que la vida es una 
condición necesaria para poder ejercer aquella: 
“la vida es el bien fundante, sin ella no podemos 
gozar de ningún otro bien”75. 
entendiendo que el principio general del 
respeto a la vida humana no admite excepciones, 
debemos reconocer la existencia de situaciones 
límites y de gran dramatismo, en las que sería 
temerarioaventurar juicios categóricos desde el 
punto de vista moral. 
 Con respecto a la llamada eutanasia pasiva, es 
una denominación que más bien dificulta la com-
prensión del tema. en muchos casos, al hablar de 
eutanasia pasiva se confunde la eutanasia con una 
legítima limitación del esfuerzo terapéutico en pa-
cientes terminales. en determinadas condiciones, 
abstenerse de emplear una tecnología o retirarla 
si está en uso, es fruto del razonamiento clínico y 
no una simple omisión; en consecuencia, no es un 
acto pasivo, sino activo. No hacer nada, para inten-
tar aliviar a un enfermo terminal, no es eutanasia 
sino una violación positiva del principio de no 
abandono del enfermo, que obliga profesional y 
éticamente al médico. Nos parece que la expresión 
eutanasia pasiva debería eliminarse por equívoca y 
no contribuir a esclarecer un problema complejo 
como es la eutanasia. Por cierto, tampoco debe 
confundirse la eutanasia con el error, la negligencia 
médica o el homicidio. 
4. La situación en Holanda
desde 1994, año en que se establecieron las 
condiciones para no iniciar una causa legal contra 
un médico que realizaba la eutanasia, hasta el año 
2002, año en que se establece que la eutanasia y el 
suicidio asistido son legales, Vega y ortega76, con-
trariamente a van der heide y cols64, han podido 
demostrar un incremento sostenido de muertes 
intencionales en el contexto médico. 
Por otra parte, aún cuando sólo puede solicitar 
la eutanasia una persona competente mayor de 16 
años, diversas consideraciones han conducido en la 
práctica a terminar con la vida de recién nacidos. 
es así como un grupo de médicos y funcionarios 
judiciales desarrollaron el Protocolo Groningen34, 
que establece requisitos para la eutanasia en recién 
nacidos, soslayando con medidas administrativas 
el mandato legal. 
los datos señalados permiten concluir que en 
la situación holandesa se ha llegado a una legiti-
mación jurídica de una conducta observada, que 
se ha ido haciendo cada vez más frecuente77. en 
resumen, todo indica que aquí se ha expresado el 
concepto denominado “pendiente resbaladiza”78.
Adicionalmente, y en contraste con lo anterior, 
ha habido un progresivo (73% de aumento) y 
significativo rechazo de los médicos a la puesta en 
práctica de acciones destinadas a terminar con la 
vida de un paciente sin explícita solicitud79.
Conclusión
el desarrollo científico, técnico y organizacio-
nal de la medicina, así como la intromisión de 
consideraciones económicas y políticas en la lógica 
de la atención de salud, han hecho surgir nuevos 
requerimientos sobre la profesión médica. las 
razones últimas de estas demandas son complejas 
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y profundas. Algunas de ellas tienen que ver con 
una cierta incapacidad de la medicina contempo-
ránea de responder adecuadamente a las crecientes 
exigencias de los pacientes y de la sociedad. Con 
frecuencia, la misma sociedad es la que favorece 
la aparición de los problemas en razón de sus 
hábitos, costumbres y estilos de vida, sin asumir 
con plenitud la responsabilidad de enfrentarlos. 
También es patente que, en muchas áreas de la 
atención de salud, la adaptación de nuestra pro-
fesión a circunstancias nunca antes enfrentadas 
por la humanidad es todavía insuficiente, como 
es el cuidado de los ancianos, los desvalidos, los 
moribundos o el empleo de las nuevas tecno-
logías utilizadas en medicina. buena parte de la 
insatisfacción colectiva con la medicina y la salud 
se vuelca sobre la profesión médica, exigiendo de 
ella una solución pronta a sus demandas. Uno de 
los requerimientos sociales, que algunos sectores 
solicitan y aún exigen de los profesionales de la 
salud, es la incorporación de la eutanasia en su 
práctica profesional. 
quienes promueven la eutanasia la justifican 
en razón de la autonomía de la persona: soste-
niendo que cada cuál es libre de elegir la forma en 
que desea vivir o morir. Sin embargo, para otros, 
la autonomía personal, en principio deseable y 
aceptable, tiene límites, sin los cuales su ejercicio 
se transformaría en un grave problema social toda 
vez que hay bienes, como la vida, que poseen un 
valor jerárquicamente superior y anterior al de la 
autonomía. 
el derecho a la vida es universalmente recono-
cido, de lo que deriva la prohibición que ésta sea 
quitada arbitrariamente por terceros, aún cuando 
se cuente con la anuencia del interesado. la expe-
riencia de aquellos países que han legalizado la 
eutanasia muestra que esta práctica se extiende 
a situaciones en que ya no es el paciente quien 
la pide, sino que la hace la familia o los propios 
profesionales de la salud, al considerar ellos que el 
paciente está en una condición de vida no digna. 
También, se intenta fundamentar la eutanasia 
con la fórmula: “el derecho a vivir con dignidad”, 
de controvertida interpretación. en rigor, esta 
expresión no ha de entenderse como una for-
mulación de un derecho en el sentido preciso del 
ordenamiento jurídico sino, más bien, como una 
exigencia personal referida al universo ético. en 
definitiva, en la eutanasia está en juego el principio 
de respeto a la vida humana que se ha incorpo-
rado al ethos universal, refrendado por diversas 
declaraciones de organismos internacionales que 
exhortan explícitamente a protegerla. 
el examen objetivo de la naturaleza de la 
medicina, así como la tradición del arte médico, 
excluyen la práctica de la eutanasia. ella no puede 
ser considerada un acto médico ni ser legítima-
mente solicitada a estos profesionales. los médicos 
involucrados en la eutanasia, en lugar de proteger 
a los necesitados con los cuidados que pudieran 
brindarles, están realizando una práctica ajena al 
espíritu y tradición de la profesión, socavando 
gravemente las confianzas individuales y colectivas 
en la medicina, imprescindibles para una correcta 
y adecuada relación médico-paciente y de los pa-
cientes con el sistema asistencial.
el avance de los conocimientos permite hoy día 
a la ciencia y arte médicos contar con recursos mé-
dicos cada vez más eficaces para combatir el dolor 
y otros sufrimientos de los pacientes y ofrecerles 
soluciones, como son los cuidados paliativos, cuyo 
desarrollo se visualiza como conveniente, ya que 
salvaguardan la dignidad de las personas y man-
tienen el espíritu de la profesión médica. 
No hacerse cargo médica y humanamente de la 
agonía del enfermo, acelerándola o dando término 
intencionado a su vida para eliminar sufrimientos, 
costos económicos o responsabilidades políticas y 
sociales, vulnera el propósito de la profesión. es 
posible que una generalización de la práctica de 
la eutanasia termine por afectar principalmente a 
quienes están más necesitados de cuidados -como 
los desvalidos, los ancianos, los enfermos cróni-
cos y los moribundos- llegando incluso a dañar 
gravemente los derechos básicos de las personas.
 lo cierto es que, en muchos países, los deba-
tes médicos y jurídicos ya no versan tanto sobre 
el carácter lícito o ilícito de la eutanasia –el tema 
substantivo y de fondo– sino más bien sobre su 
mayor o menor conveniencia en casos concretos, 
sobre las normas que deberían regular su aplica-
ción y sobre su mayor o menor aceptación social 
y política. 
Corresponde a la medicina y a quienes la 
practican identificar y llevar a cabo aquellos actos 
médicos que contribuyen, adecuada y eficazmente 
en este ámbito, a la ayuda de los pacientes, sean 
ellos terminales o no. la eutanasia no se encuentra 
entre aquellos. 
finalmente, además de las anteriores con-
sideraciones, no se debe olvidar que, desde el 
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punto de vista antropológico, la muerte no es un 
fenómeno mera y únicamente biológico, sino un 
evento personal esencial, con dimensioneséticas, 
culturales y religiosas. 
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la población la aprueba, pero sólo 37% la aplicaría a un 
cercano”. diario La Tercera, martes 16 de mayo de 2006, 
p.5
11. biobarómetro. Universidad Católica de la Santísima 
Concepción. Segunda encuesta Actualidad. Agosto de 
2006. efectuada en mayores de 18 años, residentes en 
viviendas particulares del sector urbano de la comuna 
de Concepción. muestreo por etapas, sorteo aleatorio 
de manzanas y luego sorteo aleatorio de viviendas, se 
entrevistó al jefe o jefa de hogar. 369 personas de un to-
tal de 53.658 viviendas. error 5%. disponible en: http://
www.biobarometro.cl/encuestas/ii_encuesta_2006.pdf 
[Consultado el 27 de diciembre de 2010].
12. esta petición le fue concedida, tras compleja transacción 
en la cual él se ofreció como víctima propiciatoria, sa-
tisfaciendo la furia de Zeus, que permitió que la muerte 
de quirón tomara el lugar de la de Prometeo. C. Kerény. 
The heroes of the greeks. Thames and hudson ltd., 
london. 1959. reprinted 1977. pp. 149-50.
13. “… Su muerte fue tranquila y como siempre la había 
deseado; porque cuando oía decir que había muerto 
alguno rápidamente y sin dolor, exponía al punto su 
deseo de morir él y todos los suyos de esta manera, lo 
que exponía con la palabra griega correspondiente…” 
Cayo Suetonio Tranquilo. octavio Augusto, XCiX. en: 
los doce Césares. editorial iberia S.A., barcelona 1962. 
pp. 110-1.
14. instrucciones para el dr. brandt y el reichsleiter bouhler 
en Alemania, en septiembre de 1939. Cf. henry friedlan-
der. The origins of Nazi Genocide: from euthanasia to 
the final Solution. University of North Carolina Press, 
Chapel hill, NC. 1995. p.67
15. “berlín, 1 de septiembre 1939. reichsleiter bouhlery dr. 
med. brandt están encargados, bajo su responsabilidad, 
de ampliar de tal manera las atribuciones de médicos a 
ser designados individualmente que se pueda conceder 
la muerte por gracia a los enfermos que bajo conside-
ración más crítica y según la humana prevención son 
incurables. A. hitler”.
16. real Academia española. diccionario de la lengua es-
pañola. XXii edición. madrid. 2001.
17. Ciccone l. la ética y el término de la vida humana. en: 
manual de bioética General. ed. A. Polaino-lorente. 3ª 
ed., riAlP, madrid. 1997. pp. 423-38.
18. Sagrada Congregación para la doctrina de la fe, de-
claración iura et bona, roma, 5 de mayo de 1980. ii. la 
eutanasia.
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te. med Clin (barc) 1995; 104: 92-3.
20. Ciccone l. op.cit.
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26. “es lícito llevar a cabo una acción (u omitirla delibe-
radamente) incluso cuando esta elección comporte 
también un efecto malo, con las siguientes condiciones:
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1. que la acción buscada sea en si buena, o por lo me-
nos moralmente indiferente;
2. que el efecto bueno sea directamente buscado por 
la persona que actúa, tanto por lo que se refiere a los 
efectos cuanto a la intención;
3. el permitir o aceptar indirectamente el efecto malo 
debe tener una motivación adecuada y proporcio-
nada, lo cual quiere decir que el efecto bueno debe 
tener un efecto proporcionado para justificar la 
aceptación, aunque sea indirecta, del efecto malo.” 
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44. Para la Sociedad española de Cuidados Paliativos 
(SeCPAl) se entiende por sedación paliativa la admi-
nistración deliberada de fármacos, en las dosis y com-
binaciones requeridas, para reducir la conciencia de un 
paciente con una enfermedad avanzada o terminal, tanto 
como sea preciso para aliviar adecuadamente uno o más 
síntomasrefractarios y con su consentimiento explícito, 
implícito o delegado. disponible en: http://www.secpal.
com/guiasm/index.php?acc=see_guia&id_guia=8 [Con-
sultado el 27 de diciembre de 2010].
45. la SeCPAl entiende por sedación terminal la adminis-
tración deliberada de fármacos para lograr el alivio, inal-
canzable con otras medidas, de un sufrimiento físico y/o 
psicológico, mediante la disminución suficientemente 
profunda y previsiblemente irreversible de la conciencia 
en un paciente cuya muerte se prevé muy próxima y 
con su consentimiento explícito, implícito o delegado. 
disponible en: http://www.secpal.com/guiasm/index.
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Grífols i lucas c/. Jesús i maria, 6 - 08022 barcelona.
70. ibid. 69. p. 46
71. ministerio de Salud. Aprueba normas de carácter técnico 
médico y administrativo para el cumplimiento de las 
garantías explícitas en salud de la ley 19.966. Nº 34. d.o. 
del 13.07.09. párrafo 3.4.
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78. Se entiende por pendiente resbaladiza (slippery slope) o 
plano inclinado, el proceso por el cual, una vez admitido 
un determinado comportamiento cuestionable se hace 
más fácil la progresión hacia otro comportamiento si-
tuado en la misma línea que el primero, pero aun menos 
admisible o más cuestionable.
79. onwuteaka-Philipsen bd, van der heide A, Koper 
d, Keij-deerenberg i, rietjens JA, rurup ml, et al. 
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