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1 UNIVERSIDAD DE CONCEPCIÓN FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA RECUERDO COLABORATIVO Y TEMPORALIDAD EN ALUMNOS DE ENSEÑANZA MEDIA DAVID ALFONSO RODRÍGUEZ PALACIOS Tesis presentada al departamento de Psicología de la Universidad de Concepción para optar al grado académico de Magíster en Psicología Profesor Guía: Dr. Himmbler Olivares Mayo, 2020 Concepción, Chile. 2 UNIVERSIDAD DE CONCEPCIÓN FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA Esta tesis forma parte del proyecto Fondecyt 11181286 dirigido por el profesor Himmbler Olivares 3 Dedicatoria Dedicado a Jiddu Krishnamurti, que es él, soy yo y es todos al mismo tiempo. 4 Agradecimientos Mis más sinceros agradecimientos al Colegio Amelia Troncoso de Linares y a mi compañera en ECOCAT, que hizo posible esta investigación. 5 Índice de Contenidos Dedicatoria 3 Agradecimientos 4 Índice 5 Índice de Tablas y Figuras 6 Resumen 7 Introducción 8 Marco Teórico 11 1. La memoria humana: primeros acercamientos teóricos 11 2. El fenómeno del recuerdo 16 3. Nuevo acercamiento al fenómeno del recuerdo 22 4. Memoria, Lenguaje y Temporalidad 33 5. El recuerdo colaborativo y su observación 45 Problema de Investigación 49 Objetivos 49 Metodología 49 Participantes 49 Requerimientos éticos 50 Aparatos / Instrumentos 50 Procedimiento 50 Análisis de Datos 52 Resultados 59 Discusión 81 Conclusión 90 Anexos 92 Referencias 106 6 Índice de Tablas y Figuras Figura 1 21 Figura 2 23 Figura 3 32 Figura 4 36 Tabla 1 y 2 60 Tabla 3 y 4 87 Figura 5 64 Figura 6 64 Figura 7 65 Figura 8 65 Figura 9 67 Figura 10 67 Figura 11 67 Figura 12 68 Figura 13 69 Figura 14 70 Figura 15 70 Figura 16 70 Figura 17 72 Figura 18 72 Figura 19 73 Figura 20 74 Figura 21 74 Figuras Anexas (22 a 27) 98 7 Resumen Respecto del fenómeno del recuerdo, específicamente del recuerdo colaborativo, décadas de investigación han podido entregar aspectos cognitivos y discursivos. Sin embargo, tomando como foco el proceso de construcción de significado, nuevas perspectivas teóricas han desencadenado en una mirada más holística del fenómeno, donde éste no es construido ni interpretado de manera descontextualizada, sino en conjunto y de manera imbricada entre individuo y su interacción social comunicativa. Lo anterior ha desembocado en el surgimiento de Claves de Recuerdo Colaborativo (Olivares et al., n.d.), las que se consideran estrategias retóricas y discursivas que facilitan el proceso. Sin embargo, en estas aproximaciones y descripciones no se ha incluido la dimensión temporal, excepto para describir el acontecer del fenómeno. Se propone en cambio, a partir de una conceptualización teórica intersubjetiva y co-fenomenológica (Cornejo, 2008), que la temporalidad es parte constituyente del recuerdo colaborativo, y que dicho nuevo enfoque permitiría comprender mejor el fenómeno. Para ello, se propone un estudio cualitativo de carácter fenomenológico, que logre describir el fenómeno de recuerdo colaborativo incluyendo la temporalidad como una propiedad emergente de la interacción social. Para ello, se buscarán claves de recuerdo colaborativo en dos entrevistas grabadas de alumnos de enseñanza media. Al recolectar y analizar los datos, se obtiene que efectivamente las claves de recuerdo colaborativo encontradas, bajo este enfoque discursivo, permiten comprender mejor paralelos teóricos respecto de la construcción de significado. Adicionalmente, se discuten los alcances ontológicos y epistemológicos del lenguaje como fenómeno. 8 Introducción Durante varias décadas, la memoria y el recuerdo fueron analizados desde distintas aproximaciones, siendo todas ellas de índole cognitivistas. Estos trabajos consideraban la memoria como un almacén de información (Danziger, 2008), considerando el aspecto comunicativo sólo para explicar la naturaleza de ciertos tipos de memoria (Mori, 2008). En la literatura, se ha afirmado que el acto de recordar debiera estar guiado o mediado por elementos lingüísticos (Middleton & Brown, 2005; Olivares, Opazo, Sepúlveda, & Cornejo, 2015), pero no se han realizado investigaciones suficientes al respecto que describan este fenómeno. La investigación actual considera la memoria como un proceso tanto individual como colectivo (Middleton & Brown, 2005; Mori, 2008; Olivares et al., 2015; Werstch, 2008). En este sentido, se considera la memoria como un mecanismo que está mediado por elementos lingüísticos, pero no se ha descrito esta mediación (Middleton & Brown, 2005). En enfoques anteriores, dicho abordaje teórico era entendido como Memoria Transactiva, que consideraba la información como “repartida” entre los sujetos, y entendía esta interacción entre estas partes de una manera casi sistémica (Wegner, 1987). En términos cognitivos, se ha evidenciado que existe inhibición colaborativa, indicando que los grupos recuerdan menos elementos que las personas de forma individual, respecto de un mismo evento. Sin embargo, nueva investigación ha demostrado que en ciertos casos grupales, se obtienen mejores resultados y disminuye la inhibición, conocido como facilitación (Hirst & Echterhoff, 2012; Rajaram & Pereira-Pasarin, 2010). Por ejemplo, fenómenos de coordinación específicas que permiten acceder mejor a recuerdos (Hollingshead & Brandon, 2003), parejas mayores que recuerdan con mayor eficacia un evento (C. B. Harris, Barnier, Sutton, Keil, & Dixon, 2017). Dichas investigaciones proponen como elementos incidentes en esta facilitación la experiencia en conjunto, intimidad, elementos de valor autobiográfico, la emocionalidad y la corporalidad. Todos estos elementos han sido denominados claves de recuerdo colaborativo (C. B. Harris, Keil, Sutton, Barnier, & McIlwain, 2011) y son esencialmente comunicativas, lo que sugiere un abordaje distinto al fenómeno, que no sólo mida cognitivamente los 9 resultados sino que también los describa fenomenológicamente a partir de una mirada lingüística del fenómeno involucrado. La necesidad de un abordaje distinto al fenómeno, que involucre una perspectiva lingüística, es sugerida por los resultados de determinadas investigaciones: las estrategias de orden retórico de la comunicación, como la argumentación, la persuasión o la justificación, sí han sido consideradas en la construcción de la memoria como fenómeno cultural y colectivo (Olivares et al., 2015), el proceso de memoria autobiográfica se ve facilitada por los padres, existiendo un desarrollo lingüístico desde la niñez hacia la adolescencia que involucra la habilidad narrativa (Haden, Ornstein, Rudek, & Cameron, 2009). También, al describir el ejercicio de las narrativas, que implican la memoria, la historia extraída a partir del recuerdo de una persona se mezcla con la historia de las otras personas que también intentan recordar (Welzer, 2010), y esto involucraría la comunicación. Finalmente, el proceso de validación de los datos almacenados en la memoria se lleva a cabo mediante la comunicación (Blank, 2009). Sin embargo, reciente investigación apunta a llevar más allá estos enfoques. Desde la perspectiva de la construcción de significado, no es tan simple atribuir dicha construcción del recuerdo al individuo, como un acto personal, o a la influencia externa de una interacciónsocial. Más bien, comienza a asomar una perspectiva distinta, que considera dicha construcción de una manera holística y unitaria, en donde el fenómeno del recuerdo colaborativo se aleja de esa dicotomía y, más bien, se presenta como el resultado de una interacción en donde individuo e interlocutores forman parte activa y constante. En otras palabras, el recuerdo se da siempre y en última instancia como un fenómeno intersubjetivo (Kovalyova, 2018). De este modo, la dimensión subjetiva del recuerdo colaborativo ya no se podría simplemente comprender como una presencia gradual del sujeto en la información que intenta recordar, (por ejemplo, L M Bietti, 2010; Lucas M Bietti, 2011), sino que, por el contrario, el recuerdo como fenómeno siempre involucraría un proceso social, incluso en el recuerdo individual, como había sido sugerido anteriormente (Barlett, 1932; Halbwachs, 1980; etc.). Adicionalmente, es posible comprender este aspecto esencialmente intersubjetivo del recuerdo colaborativo si entendemos su dimensión temporal como inherente al fenómenoEn 10 concordancia con esto, esta nueva perspectiva al fenómeno también es planteada en una revisión teórica de los elementos involucrados. La experiencia y, por lo tanto, la vivencia a ser recordada en un entorno siempre intersubjetivo, involucra siempre un “estar en el mundo”, un espacio de interacciones subjetivas recurrentes donde siempre existe una dimensión temporal subjetiva también, denominada temporalidad (Heidegger, 2012). Asimismo, es necesario un replanteamiento del fenómeno del lenguaje y su relación con la consciencia (Bühler, 1967; Gurwitsch, 1979; etc.), puesto que el lenguaje es un fenómeno que implica la percepción, la memoria y el movimiento de la consciencia, elementos necesarios para entender la Temporalidad (Bergson, 1959; Heidegger, 2003, Ortega y Gasset, 1963; Husserl, 2002; etc.). En relación a lo anterior, el propósito del presente estudio es describir el recuerdo colaborativo a partir de sus claves, incluyendo la dimensión temporal como un aspecto inherente de la dimensión intersubjetiva. Pregunta de Investigación ¿Cómo se manifiesta la dimensión temporal con el recuerdo colaborativo en alumnos de enseñanza media? 11 Marco Teórico El recuerdo es un fenómeno complejo, que aborda diversos elementos y debe ser analizado de manera holística. Sin embargo, la investigación actual ha surgido de acuerdo a un proceso histórico de comprensión paulatina del fenómeno, pasando por diversos enfoques y alejándose de la pureza de la observación, lo que hace imperiosa la perspectiva fenomenológica y el replanteamiento de los elementos intervinientes. Entre ellos, se encuentra la memoria, el lenguaje, la comunicación y la temporalidad, los cuales serán comprendidos y descritos para poder observar el fenómeno en su totalidad. Se analizarán estos elementos para poder describir teóricamente el fenómeno desde una perspectiva holística, ofreciendo una perspectiva integral que facilite la observación y posterior caracterización, llegando a una comprensión co-fenomenológica del proceso (Cornejo, 2008). 1. La memoria humana: primeros acercamientos teóricos. El concepto de memoria ha sido abordado desde distintas perspectivas a lo largo del tiempo. Ya desde antes de la época clásica, los antiguos tenían un concepto para referirse al proceso de recordar. Con los inicios de la filosofía, el hombre se ha cuestionado cómo funciona esta capacidad, utilizando la palabra memoria (en latín) para referirse a ella. No es hasta finales del siglo XIX cuando los métodos experimentales se aplicaron, en Alemania, para entender el proceso. Sin embargo, hubo un enfoque exclusivo en los estrictos procedimientos del método experimental de la psicología cognitiva, que alejaba el fenómeno de la memoria de su uso cotidiano recluyéndolo en un laboratorio. Décadas más tarde, este enfoque experimental fue remplazado por el acercamiento de la psicología discursiva. Durante este proceso histórico, resultaron diversos constructos teóricos que, siendo clasificados y subdivididos de acuerdo al progreso de las investigaciones, más adelante fueron abordados desde otras perspectivas al incluir los aspectos sociales del proceso de 12 recordar. Este primer capítulo expondrá brevemente esta evolución teórica respecto al concepto de memoria. 1.1. El concepto de memoria ¿Qué es la memoria, al fin y al cabo? Una de las primeras conclusiones establecidas a partir de la investigación fue que no era un elemento aislado y unitario. La memoria, finalmente, es un sistema complejo de percepción, retención, almacenamiento y recuperación de información que, asimismo, posee diferentes formas y modos de funcionamiento. Este sistema divide su funcionamiento en diferentes duraciones de almacenamiento, formas de acceder a la información, tipo de información almacenada, etc. La primera división en torno a estas categorías de funcionamiento es la duración de la información almacenada, la cual diferencia la memoria sensitiva (de duración inmediata y fugaz) de las memorias que almacenan por una duración determinada, éstas últimas dividiéndose a su vez en memoria de corto plazo y la memoria de largo plazo (MCP y MLP, en adelante; respectivamente). Asimismo, luego de esta división se clasifican en el modo en que se recibe la información, independiente de su duración, en las categorías de memoria visual, memoria auditiva, etc. Finalmente, también es posible identificar diferencias en la forma en la que se procesa la información, estableciendo las diferencias de memoria procedimental, memoria declarativa, memoria semántica, memoria episódica, memoria implícita y memoria explícita (Baddeley, 1998). 1.2. El funcionamiento de la memoria de acuerdo al enfoque cognitivo La principal diferencia entre las divisiones de la memoria es la duración del almacenamiento de la información. La información almacenada en la MCP es de inmediata utilización, por lo que también se ha referido a ella como memoria de trabajo. Si la 13 información almacenada en este “lugar” no es utilizada o procesada mediante diferentes estrategias de recuperación, tanto intencional como involuntaria, desaparece fácilmente. Ahora bien, este proceso de desaparición es la simplificación de otros procesos más complejos, como por ejemplo la incapacidad de acceso a la información o el olvido, que serán analizados más adelante. La capacidad de elementos que la MCP es capaz de almacenar ha sido estudiada mediante el conteo de secuencias de palabras, números, colores, etc., así como también el tiempo promedio en que esas secuencias permanecen. La medida del 50% de acierto en que la persona es capaz de recordar una secuencia determinada es conocida como amplitud de memoria (Jacobs, 1887; en Baddeley, 1998). La forma en la que opera la MCP también ha sido estudiada y medida: se sabe, por ejemplo, que la memoria auditiva produce un recuerdo mejor que la visual, que los últimos y primeros elementos de una secuencia se recuerdan con más facilidad que los demás, o que se puede almacenar más cantidad de elementos si son agrupados, específicamente, en grupos de tres, etc. El “traspaso” entre la MCP a la MLP no es categórico, sino gradual. Es decir, las diferencias entre los elementos se relacionan con un entendimiento continuo de la progresión en la medida de la duración, más que una diferencia cuantificablemente abrupta. Como resultado, no se sabe exactamente el límite de la MCP para convertirse en MLP, y durante mucho tiempo se cuestionó si se trataban de sistemas independientes o si era un mismo sistema con diferentes formas de procesamiento. En un principio, se entendió el sistema como único, formando un proceso de almacenamiento gradual que se denominó modelo de Atkinson y Shiffrin (1968; enBaddeley, 1998). Dicho modelo implicaba que toda la información llegaba al “almacén” de la memoria a corto plazo, y que luego mediante procesos de repetición, codificación, recuperación, etc., algunos elementos se transferían al otro “almacén” de memoria a largo plazo. Sin embargo, nueva información obtenida a partir de evidencia neuropsicológica (por ejemplo, la forma en que la codificación de la información funcionaba de manera distinta en los “almacenes”, o diferencias en la recencia, que es la capacidad de recordar mejor los últimos elementos percibidos) permitió reafirmar esta división, considerándose la memoria como un sistema continuo, que operaba de distintas 14 formas frente a la información del estímulo de acuerdo a otros procesos complejos intervinientes. 1.3. Niveles de procesamiento. De esta forma, el modelo modal de Atkinson y Shiffrin dejó de ser útil para comprender el proceso y pasó a privilegiarse el enfoque de los Niveles de Procesamiento. A través de esta perspectiva, son diferencias en el procesamiento de la información las que determinan la duración y capacidad de acceso a determinada información. Al considerar estas variaciones, los resultados denominarían formas en las que el sistema procesaría los datos para permitir el posterior recuerdo, resultando sub-categorías diferenciables para la MLP: la memoria explícita o declarativa, y la memoria implícita o procedimental. 1.3.1. Memoria implícita Comprende las habilidades motrices y la ejecución de acciones básicas respecto al movimiento, coordinación, etc. Funciona a nivel casi inconsciente, implicando un aprendizaje luego de la repetición de la acción. Dentro de las acciones que se incluyen dentro de este tipo de procesamiento de la información está el caminar, escribir, andar en bicicleta, tomar objetos, mantener el equilibrio, etc. Es llamada procedimental pues no es posible de ser “declarada”, es decir, la demostración de su contenido implica una acción o el saber hacer cosas. 1.3.2. Memoria explícita. 15 Por el otro sentido, este tipo de MLP presenta dos diferencias significativas respecto a la implícita: la información es retenida de manera consciente, y sus características de acceso implican la intencionalidad del sujeto. Es llamada también memoria declarativa, pues su contenido puede ser emitido lingüísticamente en forma de proposiciones o imágenes. No obstante, existen diferencias en esta declaración de información. En consecuencia, las subcategorías resultantes comprenden: a) memoria episódica: involucra la configuración historial de eventos, con la experiencia del sujeto como denominador común y elemento de referencia para la ordenación de éstos. Este tipo de memoria ordena lo sucedido alrededor del sujeto como una “historia”, incluyendo el elemento temporal. b) memoria semántica: refiere a la constitución de significado de personas, elementos, datos, etc. Abarca todo el conocimiento del mundo y el lenguaje, los cuales pueden ser recuperados y declarados en forma de proposiciones haciendo uso de dichos elementos. 1.4. La integración de los distintos tipos de memoria Si bien es cierto se hace la distinción entre memoria episódica y semántica, en la práctica no son dos funciones operando de manera separada, sino que se utilizan en conjunto. Asimismo, los procesos de codificación, almacenamiento y recuperación en ambos tipos de memoria operan de manera conjunta. Como se verá más adelante, es la utilización de los elementos de la memoria, junto con la presencia de la experiencia del sujeto, los que determinan la subjetiva diferencia entre estos dos tipos de memoria, alejándose del paradigma del “almacenamiento” de la información. Además, en un posterior análisis del recuerdo y su relación con la consciencia, se explicita una perspectiva diferente que puede entregar mayor claridad en el fenómeno: la experiencia del sujeto es parte de la memoria, de modo que la propia existencia es parte de la consciencia. No obstante, es necesaria en este punto una aclaración conceptual que será muy útil en el procedimiento. Si bien es cierto el avance de la teoría ha permitido la diferenciación de los distintos tipos de memoria, también es clave considerar que éstas no operan de forma separada. En otras palabras, no funciona una memoria de forma aislada sin que las otras intervengan. Por ejemplo, cuando una persona cuenta una anécdota que le sucedió de manera 16 oral, se denominaría memoria episódica, pero también es cierto que para poder contar tal historia necesita recordar significados de elementos concretos, conocimiento de mundo y relaciones, lo que se denominaría memoria semántica. Al mismo tiempo, para poder hablar y gesticular debería hacer uso de movimientos, coordinaciones consensuales, etc., lo que involucraría la memoria explícita. De acuerdo a lo aclarado anteriormente, entonces, la memoria funciona como un todo, de forma holística, sin separarse ni manifestarse un solo tipo de memoria en ausencia de las demás. Si la investigación ha separado nominalmente en “tipos” de memoria, se debe a la labor descriptiva e interpretativa, que en sus criterios de validez y percepción del fenómeno, diferencia características esenciales y establece elementos delimitantes entre tipos de memoria, pero que sólo obedece a un fin operacional. La memoria es, finalmente, un proceso complejo que no puede ser comprendido de manera aislada, separándose de otros elementos como el recuerdo, la expresión, el lenguaje y, como se verá más adelante, la temporalidad. 2. El fenómeno del recuerdo 2.1. El enfoque cognitivo y sus limitaciones Si bien es cierto el mero concepto de memoria, independiente de sus sub-categorías, implica el entendimiento un sistema determinado (y no de un elemento fijo e inestable destinado sólo como “almacén” de elementos), para referirse al proceso completo del acto de recordar no basta con describir el funcionamiento del sistema, sino también aludir a la totalidad del fenómeno, tal como sus tiempos de manifestación, modos de representación, etc. Se ha establecido, finalmente, un consenso para en la investigación, luego de un período confuso durante el cual no estaba claro cuál era el concepto apropiado para referirse a este proceso, ya que distintas disciplinas (como la antropología, psicología cognitiva o sociología, por ejemplo) estudiaban el fenómeno con acepciones diferenciadas, presentando intereses distintos de acuerdo a cada método en particular. Para referirse a este abanico de elementos se estableció el concepto de Recuerdo (remembering, en inglés). Asimismo, y 17 coincidentemente con la integración de la psicología social en la investigación, el concepto también incluiría los aspectos sociales o colectivos (Blank, 2009; Rajaram & Pereira-Pasarin, 2010). No obstante, a pesar del progreso al abordar el fenómeno mediante el concepto de Recuerdo, esto llevó a consideraciones mayores. En contexto, el acto de recordar no era exclusivamente una acción individual, sino que involucraba la interacción entre los individuos. Asimismo, no consistía simplemente en acceder a la información almacenada, sino que involucraba otros elementos como la subjetividad, la interacción, la utilización del lenguaje, etc. Las personas no “acceden” a su memoria de manera aislada solamente, sino que tal acto es llevado a cabo en instancias cotidianas de interacción social (Misztal, 2003). Para describir esa interacción, si bien es cierto el enfoque cognitivo aproximó ciertos alcances y procesos (Rajaram & Pereira-Pasarin, 2010), no pudo abarcar la totalidad del fenómeno y describir sus procesos. Por ejemplo, al describir las instancias colaborativas del recuerdo, las mediciones mostraban que los resultados eran más altos en instancias individuales que en las colectivas, por lo que la colaboraciónen el acceso a la memoria era vista como un “impedimento”, denominándose inhibición del recuerdo (C. Harris, 2010; Sutton, Harris, Keil, & Barnier, 2010). Este efecto era explicado debido a que el proceso de recuerdo era “afectado” por las intervenciones de los otros participantes, de modo que los resultados eran más bajos. Sin embargo, en estos estudios se realizaron tareas individuales de acceso a la memoria, por lo que los resultados eran de cierta forma esperables. Otro ejemplo es el caso de la denominada memoria transactiva (Wegner, 1987; Wegner, Erber, & Raymond, 1991) que, para explicar el acceso compartido a la memoria en el acto colectivo de recordar, refería a “alojamientos” distintos de los recuerdos en los participantes, es decir, la información estaba almacenada en más de una persona y por lo tanto un participante “accedía” a la información de sus pares (L M Bietti, 2012; Hirst & Echterhoff, 2012). La memoria transactiva, entonces, y el acto de “transacción” de información, implicaba una consideración del recuerdo como un sistema, en donde la información se traspasaba y transmitía luego de acceder a ella sin ninguna diferenciación entre los aspectos individuales o colectivos al abordar el fenómeno. 18 Durante varias décadas, al ser conceptualizado el recuerdo de manera simplista como un acceso al “almacén” de información de la memoria (Danziger, 2008), los enfoques de la investigación se preocuparon de medir los alcances, capacidades y la duración de este almacenamiento. La investigación concluyó, primeramente, que el ser humano tenía una capacidad limitada para almacenar información de corto plazo (en promedio siete elementos), pero teóricamente infinita para la de largo plazo, con medidas para la duración de estos elementos de algunos segundos y para toda la vida, respectivamente. Durante este período, se diferenciaron los canales por donde la información podía llegar en cuanto a sus medidas y capacidades (audición, vista, etc.), identificando procesos y elementos como la amplitud, capacidad, estímulo, etc. Asimismo, se descubrieron procesos particulares en el recuerdo, ya sea para describir su funcionamiento o fallas, como la mnemotecnia, la recencia, amnesia, interferencia, olvido, etc. Las principales dificultades del enfoque cognitivo radicaban en el abordaje del fenómeno de una manera muy mecanicista, restringida y cuantitativa, olvidando los aspectos subjetivos y contextuales del recuerdo (Edwards & Middleton, 1987). De esta forma, no quedaba claro cómo funcionaba la memoria en tanto que proceso, siendo entendida sólo como un almacén de información al cual se podía “acceder” como si se tratara de buscar cierto libro en una biblioteca. Al dejar de analizar el recuerdo en instancias individuales y establecer el foco en la interacción con otras personas, aún desde un enfoque experimental surgieron otros procesos complejos que interferían en los resultados a obtener de acuerdo a la teoría existente. La inhibición, por ejemplo, antes mencionada, aludía a la incapacidad de acceder a los datos de la memoria debido a la influencia de otra persona, provocando que los resultados en las mediciones de memoria fuesen más bajas de lo esperable en instancias individuales (Hinsz, Tindale, &Vollrath, 1997; Yuker, 1955; en Rajaram & Pereira-Pasarin, 2010). Esta inhibición se explica a través de un supuesto conocido como la hipótesis de disrupción del recuerdo (RDT, por las siglas del inglés retrieval disruption hypóthesis), en la cual las estrategias individuales de acceso al recuerdo se ven interrumpidas por las del grupo (Basden et al, 1997; en Rajaram & Pereira-Pasarin, 2010). Luego de estas investigaciones, el foco cambió para dirigirse a las instancias grupales. Al describir estos nuevos resultados, 19 aparecían conceptos nuevos como memoria colectiva, memorias colectivas compartidas, memoria cultural, memoria transactiva, etc. Para referirse al conjunto de ellas, dada su similitud, la teoría sugiere el concepto de memoria colaborativa (Blank, 2009). Hablar de memoria colaborativa implica una serie de nuevos enfoques al abordar el fenómeno. En primer lugar, aumenta la complejidad de abordarse en la experimentación (de modo que comienzan a predominar los estudios más descriptivos que experimentales), y en segundo lugar, había que tener otras consideraciones al momento del estudio, como las características del estímulo a recordar, la cantidad de participantes desde la cual era observable un elemento, el tipo de “tarea” asignada a la memoria, etc. En conclusión, las consideraciones de la memoria como un almacenamiento, ya sea individual o colectivo, nunca abordaron el aspecto discursivo del recuerdo, su construcción y colaboración, siendo sus concepciones del fenómeno mediciones individuales o colectivas de un proceso entendido esencialmente como algo individual. Más adelante, al considerar la interacción entre los individuos, comenzaron a aparecer nuevos elementos que obligaron el cambio hacia un enfoque social, emergiendo nuevos procesos intervinientes. 2.2 El enfoque discursivo y sus limitaciones Al estudiar el fenómeno del recuerdo en instancias colectivas, las investigaciones durante el curso de las últimas décadas han progresado desde un enfoque cognitivo inicial (que básicamente realizaba mediciones individuales en contextos grupales) hacia un enfoque discursivo, que busca volver a conceptualizar el proceso de recuerdo en instancias colectivas. De esta forma, se incluye la consideración de los aspectos comunicativos del recuerdo, para describir y explicar el fenómeno. Surge entonces el nuevo concepto de memoria colectiva (Misztal, 2003) y de recuerdo colectivo (Wertsch, 2002; en Olivares, Opazo, Sepúlveda, & Cornejo, 2015). La investigación resultante desde el enfoque discursivo considera la memoria como un elemento que también puede manifestarse de manera grupal, de modo que la construcción 20 del recuerdo y su descripción se vuelven un fenómeno colectivo. La consideración de los aspectos discursivos en la investigación ha evidenciado características diversas. Ya desde el punto de vista cognitivo, se tenían resultados observables en cuanto al acceso a la memoria de palabras y entornos colectivos. Se sabía que los grupos generaban menos palabras nuevas que los individuos, que los resultados variaban dependiendo del estímulo (tipo, cantidad, forma de presentación, etc.), que la cantidad de participantes del grupo modificaba los efectos de la inhibición, que el tipo de memory task arrojaba distintos resultados, que la relación entre los participantes influía en los resultados del recuerdo, o que la experticia de los participantes en determinadas áreas era determinante en las mediciones. (Rajaram & Pereira-Pasarin, 2010; Sutton et al., 2010). Específicamente en la hipótesis de la disrupción del recuerdo (Basden et al, 1997; en Rajaram & Pereira-Pasarin, 2010), se sabía que los resultados en las mediciones de la cantidad de palabras a recordar cambiaban si las personas realizaban asociaciones entre ellas (Baddeley, 1999). Sin embargo, un análisis más riguroso posterior, desde un enfoque discursivo, demuestra que son las asociaciones semánticas entre las palabras las que tienen un potente efecto en la recuerdo (Nishiyama, Hirano, & Ukita, 2017). Asimismo, se ha comprobado que los resultados en la medición del recuerdo varían si es que las palabras a recordar incluyen de alguna forma a la persona (Durbin, Mitchell, & Johnson, 2017). Esta referencia a la persona (SRE, por sus siglas en inglés) pudiesen ser abordadas desde un enfoque discursivo, puesto que referirían a la memoria episódica del enfoque cognitivo, pero haría necesaria una consideración más compleja. Como se verá más adelante en el siguiente apartado, el fenómeno del recuerdo posee elementos comunicativos,incluso si una persona está recordando sin interactuar con otra persona, es decir, sin que sea necesariamente una instancia de recuerdo colectivo o colaborativo. En este nuevo enfoque de observación del fenómeno, ciertas propiedades emergentes propias de la comunicación están presentes en el recuerdo, ya sea individual o colectivo. Ello lleva a plantear que es necesario reconsiderar el carácter individual del recuerdo, como se verá más adelante. 21 Sin embargo, la consideración del discurso en el fenómeno del recuerdo no obedece solamente a la inclusión de las palabras en las mediciones y su valor semántico. Implica un abordaje completamente distinto, desde un punto de vista filosófico y epistemológico: el fenómeno en sí del recuerdo tiene un componente discursivo en su realización (Edwards & Middleton, 1987; Middleton & Brown, 2005). En otras palabras, el acto comunicativo forma parte del recuerdo, pues permite su realización y manifestación. En una consideración unificadora entre el enfoque cognitivo y social, se considera el acto verbal como la manifestación plausible del acto de recordar previo (fig. 1), siendo imposible la acción discursiva sin el proceso del recuerdo (Blank, 2009). Figura 1. Extraída de Blank (2009). Por otra parte, existe investigación que indica una baja de la inhibición en ciertos contextos. Desde un enfoque comunicativo, dicha inhibición en el recuerdo colaborativo se ve disminuida en casos de parejas de varios años que recuerdan juntos (C. B. Harris et al., 2017, 2010). De acuerdo a esta investigación, se produce una facilitación que está permeada por la comunicación, la cual se da de manera muy fluida, con señales entendidas en poco tiempo. Sin embargo, las mejoras no se produjeron al recordar secuencias de elementos, sino solamente en el caso de recordar vivencias en conjunto, lo cual se denomina narrativas. No obstante, los aspectos comunicativos no se han descrito con rigurosidad, pudiendo existir un valor paraverbal, emocional, etc. 22 3. Nuevo acercamiento al fenómeno del recuerdo Las dificultades y limitaciones de los enfoques existentes a la hora de observar y describir el fenómeno del recuerdo hacen imperiosa la necesidad de un nuevo acercamiento. Las limitaciones mencionadas tienen relación, en primer lugar, con la ausencia de una mirada holística al fenómeno del recuerdo, basándose en la mera medición cognitiva, y en segundo lugar, la inclusión de la comunicación en el enfoque discursivo sin una consideración detallada del lenguaje y su propio funcionamiento. Como se verá en seguida, el incluir la comunicación dentro de la descripción del fenómeno del recuerdo, específicamente el recuerdo colaborativo, no obedece solamente a estrategias procedimentales (lo que podría limitarse a, por ejemplo, sólo considerar las palabras y el lenguaje porque es la única forma de estudiar el fenómeno sin otra alternativa), sino porque, al analizar en detalle la comunicación y su funcionamiento a raíz de una revisión teórica, podremos detallar que la comunicación en sí y el recuerdo son dos fenómenos intrínsecamente relacionados, y tal relación sólo es posible de delimitar si se considera la dimensión temporal. 3.1. Relación entre la comunicación y el recuerdo La comunicación ha sido definida como un proceso determinado, con ciertas propiedades, desde diversas disciplinas. Principalmente la lingüística, aunque luego desde otros campos como la psicología y la sociología. Sin embargo, este proceso ofrece nuevas interpretaciones y consideraciones a la luz de una observación más detallada del mismo, gracias a un acercamiento fenomenológico y a la revisión de ciertos autores que se explicitarán a continuación. Desde un punto de vista convencional, el lenguaje es entendido como un proceso no estrictamente humano. Todas las especies poseen formas de comunicación, la cual implica el traspaso de información entre un organismo y otro, o entre el organismo y el ambiente. Adicionalmente, cuando esta comunicación se realiza mediante un signo, el cual no posee 23 significado en sí pero se le adiciona, se denomina lenguaje. Por ejemplo, la cola de un perro se mueve hacia los lados cuando presenta cierta actitud, o se esconde entre las piernas con otra. Este así denominado es rudimentario, pero cumple con la característica de la doble varicación, es decir, la diferencia entre significante y significado (Sauusure, 2008). Si bien es cierto, distintas especies poseen lenguaje de acuerdo a esta delimitación, el lenguaje del ser humano posee características sui generis que lo diferencian (Hokket, 1958). Sin embargo, estas propiedades no son suficientes para explicar las propiedades del lenguaje humano. Gracias a la lingüística como disciplina, propia de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, Roman y Jakobson establecieron los seis factores de la comunicación (Bermeosolo, 2001). En ellos, se entiende la información como un elemento que se “traspasa” entre emisor y receptor, mediante un código determinado (o sistema de signos), a través de un canal específico (un medio por el cual se transmite el mensaje) y un contexto (la situación en la cual se está realizando la comunicación) (ver figura 2). Figura 2. Funcionamiento de la comunicación de la lingüística convencional. De acuerdo a este modo de comprender el funcionamiento de la comunicación, la información es elemento que se codifica por el emisor, se envía a través de un medio determinado y el recepto debe decodificarlo (Bermeosolo, 2001: 44). Como se puede observar, se considera la información transmitida como un elemento separado de los interlocutores, y al proceso completo de la comunicación se le considera como un fenómeno que ocurre “en el tiempo” (lo cual no necesariamente es así, como se verá más adelante). Sin embargo, la información no es un elemento aislado, independiente de los sujetos. Cuando nos comunicamos, no vemos la información salir de un sujeto y entrar a otro, como si fuese CONTEXTO EMISOR RECEPTOR MENSAJE (en un código y a través de un canal) 24 una piedra que lanzamos. No es un movimiento físico. Lo que observamos sólo es el canal (por ejemplo, el semáforo encender su luz roja) y asociamos el signo a un significado particular (frenar). Entonces, si no observamos la información “moverse”, ¿cómo podemos afirmar que hubo un traspaso de información? Es ahí donde juega un papel clave el recuerdo. Como no se observa la información moverse, se asume que la información se traspasó porque existen cambios cualitativos en los interlocutores. El receptor de la información, se convierte en tal porque observa su propio estado existenciario, pues lo hablado es inherente a quien habla y quien escucha (Heidegger, 2012: 296). En otras palabras, el receptor observa su propio conocimiento, lo compara con su anterior estado de “desconocimiento” anterior de la información, es decir su recuerdo, y la comparación entre estos dos estados cualitativos le otorga la sensación de un traspaso de información, cuando lo que en verdad ocurrió fue una comparación hecha a partir de dos estados estacionarios. En este sentido, y en una observación detallada del proceso, la información no es traspasada, sino que los interlocutores observan y comparan sus propias percepciones en el proceso. Dicha comparación introduce necesariamente la dimensión de la temporalidad, pero para hacerlo es necesario observarlo a raíz de planteamientos teóricos específicos que se detallan a continuación. 3.2. Corporalidad y emocionalidad en el recuerdo Desde el punto de vista fenomenológico, la memoria y el recuerdo se analizan desde una perspectiva más específica e interior. La filosofía de Bergson (2006), por ejemplo, considera no solamente la interpretación del sujeto como parte esencial del funcionamientode la memoria, sino también los elementos subjetivos de la afectividad y la presencia del cuerpo como componente clave en la acción. Recordar, entonces, no es solamente “traer” imágenes al presente que estarían almacenadas en la memoria, sino una materialización de la acción. El pasado, entendido de esta forma, se une con el presente en el momento mismo de la acción. La percepción pura, por otro lado, involucraría una serie de estados afectivos que estarían permeados por la acción llevaba a cabo por el cuerpo, distinguiéndose la percepción del cuerpo mismo de la percepción del entorno por esta capacidad de acción: 25 ¿Qué es una afección? Nuestra percepción, decíamos, esboza la acción posible de nuestro cuerpo sobre los otros cuerpos. Pero nuestro cuerpo, siendo extenso, es capaz de obrar sobre sí mismo tanto como sobre los otros. En nuestra percepción entrará pues algo de nuestro cuerpo. Sin embargo, cuando se trata de los cuerpos circundantes, ellos están hipotéticamente separados del nuestro por un espacio más o menos considerable, que mide el alejamiento de sus promesas o de sus amenazas en el tiempo: por eso nuestra percepción de esos cuerpos no esboza más que acciones posibles. Por el contrario, cuanto más decrece la distancia entre esos cuerpos y el nuestro, más tiende la acción posible a transformarse en acción real, volviéndose la acción tanto más urgente cuando la distancia es menos considerable. Y cuando esta distancia deviene nula, es decir cuando el cuerpo a percibir es nuestro propio cuerpo, es una acción real y ya no virtual la que esboza la percepción. (2006, 240-241). Desde este enfoque, el cuerpo forma un rol fundamental, no sólo en el proceso de percepción, sino en la configuración del proceso del recuerdo. Esta configuración esta descrita en la forma en la que la consciencia procesa los datos y los organiza como recuerdos, proceso que describe fenomenológicamente Bergson en su Ensayo sobre los datos inmediatos de la consciencia. (1959). Concretamente, el recuerdo según este autor es cuando la memoria, abstracta y figurativa dentro del orden de lo inmaterial, se desplaza hacia el presente de la acción, gracias a la experiencia inmediata dada por el cuerpo. Continuando desde esta experiencia vivida, la información se convierte en recuerdos imágenes, que es esa zona de la memoria en donde los recuerdos son contrastados y corroborados con la información del cuerpo actual, llegando al extremo de la inmaterialidad en lo que él denomina recuerdos puros, alejados del presente corporal y representados de manera abstracta. El presente, de esta forma, estaría representado por el cuerpo: Pero la verdad es que nuestro presente no debe definirse como lo más intenso: es lo que obra sobre nosotros y lo que nos hace obrar, es sensorial y es motor; nuestro presente es ante todo el estado de nuestro cuerpo. Nuestro pasado es al contrario lo que ya no actúa, pero podría actuar, lo que actuará al insertarse en una sensación presente de la que tomará la vitalidad. Cierto es que en el 26 momento en que el recuerdo se actualiza así, actuando, deja de ser recuerdo, deviene percepción. (Bergson 2006, 247). Asimismo, es en este presente dado por la existencia de la corporalidad que es posible, según Bergson, establecer las mediciones de espacio y de tiempo, en base a la organización mental de estados de consciencia. Esta organización es vívida, y se organiza de acuerdo a la experiencia subjetiva del sujeto y su existencia misma en el acto de la percepción. Como consecuencia, emerge una secuencia geométrica, tanto espacial como temporal como producto, la cual puede ser cuantificable y representable, posible de observar en el curso de la experiencia, tanto individual como intersubjetiva. Se convertiría, entonces como podríamos concluir, en una representación simbólica, semiótica, de la experiencia que se manifestaría en el lenguaje. Sin embargo, para entender esta representación, es necesario abordar desde diferentes puntos de vista el fenómeno del lenguaje. 3.3. Lenguaje, consciencia y experiencia. En la explicación anterior de lo entendido por Bergson, se introdujeron los conceptos de “consciencia”, “experiencia” y “símbolo”. La relación entre estos elementos es sólo observable a la luz del nuevo enfoque de la comunicación, no a partir del entendimiento del proceso según la lingüística tradicional. 3.3.1. Consciencia. Ésta significa, originalmente, “conocimiento compartido”, y deriva etimológicamente del latín conscientia. Por extensión, el término significó “conocimiento de uno mismo”, obtuvo connotaciones morales y, finalmente, fue utilizado para designar los estados específicos de la mente en la psicología, tanto cognitiva como descriptiva (Monlau, 2010). Posteriormente se prefirió utilizar el vocablo con una “s” intermedia para diferenciar estos significados. Sin embargo, su raíz etimológica sirve para aclarar su relación con el lenguaje y es precisamente ésta acepción original la que se utilizará. La consciencia refiere a todo el conocimiento, almacenado en la memoria. Cuando se realiza el proceso de recuerdo, la mente “accede” a la memoria, y dicho acceso sólo puede ser llevado a cabo mediante un acto lingüístico, que Heidegger denominó “vocación” (Heidegger, 2012: 296). Si se observa el fenómeno de la memoria y el recuerdo detenidamente, se verá que sucede un proceso lingüístico. La 27 percepción, a través de los sentidos, es un proceso específico de elementos que sólo es retenido en la memoria gracias al surgimiento de la palabra. La mente “detiene” la percepción, y la registra en la memoria al otorgarle una palabra. Dicho otorgamiento es posible porque el elemento percibido produce una “imagen”, simbólica/semiótica, un acto propio del lenguaje (Eco, 2000). En este proceso, todo estado perceptivo es guardado en la consciencia, la cual es comprendida como la suma de todas las percepciones realizadas, mediante palabras, que denominamos finalmente como memoria. Esta nueva forma de entender el fenómeno, explica la raíz etimológica de la palabra consciencia: al ser todas las percepciones registradas en la memoria mediante palabras, la consciencia resulta, entonces, la sumatoria de todas las memorias realizadas. Inevitablemente, tal comprensión del fenómeno desprende otras interrogantes, a saber: si la consciencia es sólo una y no es individual, entonces caben otras consideraciones que implican la intersubjetividad del fenómeno (Zahavi, 2008) o la reformulación del fenómeno del ser (como se verá más adelante a partir el enfoque co-fenomenológio). Al mismo tiempo, entender la consciencia como la suma de las memorias individuales permite entender desde otra perspectiva los fenómenos de memoria transactiva y recuerdo colaborativo, desde la subjetividad. De acuerdo al planteamiento anterior, la consciencia incluye todo recuerdo almacenado, como memoria, a través de las palabras. Esto implica una nueva consideración del concepto de experiencia, el que necesariamente incluye el yo. Dicho en otras palabras, toda percepción de un fenómeno, sea cual fuere, es guardada en la memoria a través de palabras, lo cual es denominado experiencia. Sin embargo, dicho conjunto de experiencias tiene un “centro”, que se denomina yo (self, en inglés). La diferencia fundamental respecto del enfoque anterior es que, el sujeto no se encuentra fuera de la experiencia, sino que es experiencia, es recuerdo, es pasado. Este nexo entre la experiencia y el propio “yo” como parte de ella se manifiesta, de acuerdo a lo indicado anteriormente por Bergson, gracias a nuestro cuerpo. Curiosamente, al observar el fenómeno de la consciencia, sucede un proceso muy particular: el sujeto se considera externo o ajeno a la experiencia, teniendo la sensación de “poseerla”. Esta diferenciación conceptual ya fue anticipada por Husserl,en sus últimos planteamientos, cuando trataba de explicar la subjetividad fundamental del yo (sef-aware). En esta explicación, relacionaba la propia percepción de la experiencia, coincidentemente, con las posteriores teorías relativas lingüísticas de, por ejemplo, John Searle. 28 Cuando Husserl afirma que la subjetividad se da "per se" a la propia percepción de sí mismo, no está defendiendo una tesis fuertemente cartesiana acerca de la totalidad e infalible transparencia del “yo”, sino simplemente poniendo la atención en la íntima relación entre el fenómeno de la experiencia y ese otorgamiento de la perspectiva en primera persona, en casi la misma forma que Thomas Nagel y John Searle hicieron más tarde. En este sentido, la asunción subjetiva o de primera persona de la experiencia no es simplemente una cualidad añadida de dicha experiencia, un mero barniz como lo era antes. Por el contrario, ésta constituye el mismísimo modo de ser de la experiencia. En contraste con objetos físicos que pueden existir sin importar si es que, de hecho, aparecen o no para el sujeto, las experiencias son esencialmente caracterizadas por su otorgamiento subjetivo, por el hecho que ahí hay “sentir” subjetivo hacia ellas (Zahavi, 2003: 88. Traducido del original en inglés). Husserl, explicado por Zahavi, explicita que hay una relación intrínseca entre la experiencia y la perspectiva subjetiva o “primera persona”. La experiencia, entonces, no es algo que se “añade” al sujeto o que él “tenga”, no es una cualidad adherida, sino que constituye precisamente el modo de existir del sujeto en cuanto tal. Podemos aclarar, asimismo, que es esta estrecha relación la que explica por qué al sujeto le cuesta tanto entender que él mismo es experiencia y cree poseerla. A nivel conceptual, estas aclaraciones provocan un enfoque muy distinto al fenómeno del recuerdo y su relación con el lenguaje. La perspectiva clásica de la lingüística, que consideraba al emisor y al receptor como pre-existentes antes del proceso de comunicación, no da cuenta de dicha característica esencial de la consciencia. Cada registro almacenado en la memoria, a través de las palabras, pertenece a estados cualitativos / perceptivos del sujeto, el cual se percibe a sí mismo como un recuerdo, y al comparar dicha percepción almacenada en su memoria, con el nuevo estado perceptivo de sí mismo, provoca la sensación de existir. Precisamente, la etimología de la palabra existencia indica una percepción externa, un observar desde afuera, desde el momento previo: ex (fuera, anterior) y est (ser) (Monlau, 2010). En síntesis, el yo es experiencia, y percibe su propia existencia debido a que, gracias al lenguaje, registra las propias percepciones de sí mismo en su memoria. Como se verá más 29 adelante, la comparación de estos estados perceptivos dentro de la consciencia provoca la sensación de la temporalidad. El fenómeno es representado en el Figura n° 3. 3.3.2. El cuerpo como configurador de la experiencia. Si consideramos el cuerpo como parte del proceso de memoria, ya que configura el presente de la experiencia y por lo tanto permite organizar y cuantificar la percepción, es necesario reflexionar acerca de su potencial de gestualidad y expresión. Al respecto, es necesario recordar que, si bien Bergson otorga importancia al cuerpo como impulsor de la acción, y por lo tanto referente para la secuencialidad de la experiencia del recuerdo, considera los extremos de la inmaterialidad – recuerdos puros y recuerdos imágenes – como pertenecientes al espíritu, abstracto, intangible pero existente. Y es precisamente en esta misma característica dual del cuerpo, que actualmente denominamos la subjetividad y la interioridad del sujeto, donde Ortega y Gasset, en su análisis de la expresión, sitúa el carácter dual expresivo del cuerpo: El cuerpo humano tiene una función de representar un alma; por eso, mirarlo es más bien interpretarlo. El cuerpo humano es lo que es y, «además», significa lo que él no es: un alma. La carne del hombre manifiesta algo latente, tiene significación, expresa un sentido. Los griegos, a lo que tiene sentido llamaban «logos», y los latinos tradujeron esta palabra en la suya: «verbo». Pues bien: en el cuerpo del hombre el verbo se hace carne; en rigor, toda carne encarna un verbo, un sentido. Porque la carne es expresión, es símbolo patente de una realidad latente. La carne es jeroglífico. Es la expresión como fenómeno cósmico. (Ortega y Gasset, 1963: 580). El análisis de la expresión subjetiva en el lenguaje y en el cuerpo ha sido abordado desde diferentes perspectivas. La expuesta anteriormente indica un entendimiento del fenómeno de la expresión desde el punto de vista del cuerpo, que representa la interioridad y su posterior interpretación. En concordancia con ello, la consideración secuencial de la experiencia por parte de Bergson implica entender el fenómeno del recuerdo desde su condición corporal subjetiva, pues es precisamente en esta secuencialidad otorgada por el cuerpo en donde se configurará la memoria. Este recuerdo, entonces, resulta en una interpenetración de estados 30 cualitativos, indiferenciados entre sí, pero que incorporan armónicamente tanto el recuerdo como la memoria: La duración completamente pura es la forma que toma la sucesión de nuestros estados de conciencia cuando nuestro yo se deja vivir, cuando se abstiene de establecer una separación entre el estado presente y los estados anteriores. Para ello no tiene necesidad de absorberse por entero en la sensación o en la idea que pasa, pues entonces, por el contrario, dejaría de durar. Tampoco tiene necesidad de olvidar los estados anteriores: basta que, al acordarse de esos estados, no los yuxtaponga al estado actual como un punto a otro punto, sino que los organice con él, como ocurre cuando nos acordamos, fundidas a la vez, por así decirlo, de las notas de una melodía. (Bergson, 1999:77). Asimismo, la constitución misma del ser subjetivo que se percibe a sí mismo como existente, el dasein (Heidegger, 2003; 2012), entiende el mundo exterior como una extensión, siendo dicho entendimiento una característica desprendida del ser mismo, tanto de las cosas del mundo, del ser en el mundo, y del mundo en sí. La extensión, entonces, “es aquella estructura del ser del ente en cuestión que tiene que “ser” ya antes de todas las demás determinaciones de su ser, para que éstas puedan “ser” lo que son. La extensión es lo primero que hay que “atribuir” a la cosa corpórea” (Heidegger, 2012: 105). Se desprende de lo anterior la relación íntima entre el cuerpo y el mundo exterior, específicamente la mutua reciprocidad entre ambos elementos para percibirse como tal y ser comprendidas sus cualidades. En esta relación, por lo tanto, juega un rol fundamental la expresión lingüística del ser y su gestualidad. Sin embargo, no es comparable el yo (self) con el dasein. El yo es simplemente el centro de la experiencia, mientras que el dasein corresponde a un modo mediante el cual la existencia del ser deviene en un flujo que es inherentemente temporal, como se verá en seguida, gracias al operar del lenguaje como expresión. 3.4. Enfoque lingüístico del fenómeno. Anteriormente, se han expuesto los resultados de algunas investigaciones en el proceso de memoria, tanto del enfoque cognitivo como del enfoque discursivo, que dicen relación con aspectos no sólo individuales sino comunicativos en el proceso del recuerdo. Es por ello que es necesario analizar el fenómeno del lenguaje, pues el recuerdo es entendido como un acto 31 performativo, realizado por medio de la interacción lingüística (Middleton & Brown, 2005; en Olivares et al., 2015). Los análisis de la memoria han sugerido indirectamente la perspectiva lingüística. El proceso de memoria autobiográfica se ve facilitada por los padres,existiendo un desarrollo lingüístico desde la niñez hacia la adolescencia que involucra la habilidad narrativa (Haden et al., 2009).También, al describir el ejercicio de las narrativas, un tipo de trabajo para medir la memoria en instancias colectivas, la historia extraída a partir del recuerdo de una persona se mezcla con la historia de las otras personas que también intentan recordar (Welzer, 2010), y esto involucraría la comunicación. Finalmente, el proceso de validación de los datos almacenados en la memoria se lleva a cabo mediante la comunicación, en la etapa de validación mencionada anteriormente (Blank, 2009). Sin embargo, la inclusión del lenguaje en el fenómeno de recuerdo colaborativo no obedece solamente a estudios de este tipo, sino que precisamente entendiendo la relación entre el recuerdo y la temporalidad es donde el lenguaje permite comprender mejor el fenómeno. 3.5 Bühler y el Modelo del Órganon. Al respecto, tanto la Teoría de Lenguaje de Bühler (1967) como su Teoría de la Expresión (1980), permiten abordar el fenómeno de la comunicación a través del lenguaje desde un punto de vista más complejo, que permitiría incluir el nuevo enfoque mencionado anteriormente. El Modelo del Órganon, que busca representar la comunicación desde un punto de vista holístico, expresa que ésta implica la emisión de un estado de cosas del mundo, un proceso de construcción de significado que, incluyendo a los interlocutores, configura y da existencia al mundo en el proceso mismo. Dicho de otro modo, la situación comunicativa (con todos sus elementos) adquiere validez ontológica en el proceso comunicativo: la información en la comunicación es un decir del mundo. Concretamente, el Modelo del Órganon de Bühler (figura 3) extraído de su Teoría del Lenguaje es mucho más útil (pese a lo antiguo) que los modelos posteriores de la comunicación porque incluye la configuración ontológica de las cosas en el proceso, como producto de la interacción de emisor y receptor. En cambio, los otros análisis dejaron de lado este aspecto ontológico, considerándolo sólo como la información traspasada en el proceso. 32 Ahora bien, la reutilización del modelo del órganon no es inocente: se debe a los planteamientos, por un lado, de Austin (1995), Searle (1997) y Álvarez (2004), por ejemplo, en considerar el lenguaje como acción del mundo y configuración del mismo en la teoría de los actos de habla. Figura 3. Modelo del Órganon de Bühler. (Extraída de Bühler: 1967). En otras palabras, la perspectiva de la comunicación de Bühler considera la expresión dentro del proceso, tanto del emisor como del receptor, como parte del significado al cual se hace referencia. Esto se condice con lo expresado anteriormente, que la expresión es parte de esta secuencialidad subjetiva de la experiencia y que, por lo tanto, forma parte también del fenómeno del recuerdo, incluyendo sus elementos afectivos. Además, el Modelo del Órganon permite involucrar la nueva concepción de la consciencia mencionada anteriormente. No obstante las ventajas de la utilización del Modelo del Órganon, Bühler no consideró aspectos esenciales del fenómeno en su planteamiento, lo que ahora es necesario mencionar. Si bien es cierto su modelo permite comprender la mutua creación del mundo y sus relaciones, también es cierto que estableció una serie de relaciones causales surgidas a partir de la percepción, las cuales no necesariamente aplican para el nuevo enfoque. Como se verá 33 más adelante al abordar el tema de la temporalidad, al incluir dicha dimensión al estudio del fenómeno las relaciones causales cambian. Además, existen otras consideraciones que Bühler no tomó, o simplemente no fueron observables en su descripción del fenómeno. Plantea, por ejemplo, que son tres las funciones del lenguaje humano: expresión, apelación y representación (Bühler, 1967: 52). Sin embargo, atribuye éstas al emisor, receptor y el mundo representado, respectivamente, sin tomar en cuenta que emisor y receptor también son parte de la representación, o que, a su vez, el receptor también expresa emisiones lingüísticas y que el emisor apela. Además, y a raíz de lo anterior, indica que expresión y apelación son variables independientes (1967: 54), es decir, afirma la pre-existencia de ambas entidades antes de efectuarse la comunicación. Para argumentar su descripción, Bühler menciona la lírica y la retórica, por ejemplo, para indicar que poseen propiedades independientes del mensaje esbozado en ellas, que pertenecen intrínsecamente a emisor o a receptor. Sin embargo, no consideró que tales estructuras propias, que él consideró propiedades de la expresión o la apelación, son dadas en el momento de la comunicación, en la realización del acto, y no existen fuera de fenómeno de la comunicación. Por lo tanto, no son independientes sino que son mutuamente necesarias y requieren de la realización del acto comunicativo para poder manifestarse. En el nuevo enfoque co-fenomenológico, como se verá más adelante, consideramos estas tres funciones descritas por Bühler como criterios para caracterizar las claves de recuerdo colaborativo, pero interpretando a emisor, receptor y expresión como un todo, donde en cada uno de sus tres componentes se manifiestan sin afirmar que, por ejemplo, la expresión es sólo del emisor y que el receptor recibe, valga la redundancia, la información de manera pasiva. 4. Memoria, lenguaje y temporalidad La temporalidad es entendida como la experiencia subjetiva del paso del tiempo. Está relacionada directamente con el recuerdo, ya que dicha experiencia de temporalidad sólo es posible de realizar en la transitoriedad entre el presente percibido y los elementos de la memoria (Bergson, 2006; Middleton, 2010; Mori, 2008). Sin embargo, las investigaciones 34 actuales no permiten dilucidar exactamente el valor e incidencia que posee el aspecto temporal en los alcances de la memoria (Mori, 2008), así como tampoco consideran la subjetividad del tiempo en dicho elemento. De acuerdo a los planteamientos acerca del lenguaje expuestos anteriormente, los interlocutores, por su propia condición subjetiva experiencial en el momento de la percepción y acción, reflejarían esta subjetividad en su expresión lingüística, tanto afectiva como semiótica, incidiendo los cambios o signos presentes en esta subjetividad deberían en el proceso del recuerdo y, por lo tanto, también en la temporalidad percibida. La necesidad de abordar el lenguaje para entender el proceso del recuerdo ha sido mencionada por diversos autores. “In viewing it as writ large in recognizing, reminding, and reminiscing, we have observed its indispensable, overt position in the world of perception, signs, and communal discourse” (Casey, 2000: 144). Asimismo, esta “fenomenología de la percepción” a través del lenguaje ya estaba anticipada por Husserl: Es desde luego evidente que la percepción de un objeto temporal tiene ella misma temporalidad, que la percepción de la duración presupone ella misma duración de la percepción, y que la percepción de cualquier figura temporal tiene ella misma su figura temporal (Husserl, 2002: 45). Sin embargo, al ser esta temporalidad una experiencia subjetiva (Olivares et al., 2015), no es posible realizar mediciones comparativas de ello entre los sujetos en instancias de experimentación. A pesar de lo anterior, existe investigación que sugiere elementos temporales intervinientes en el fenómeno del recuerdo. Las narrativas, ejercicios de trabajo en la memoria que reconstruyen significado a partir de contar una historia (Hirst & Echterhoff, 2012; Pasupathi, McLean, & Weeks, 2009), implican necesariamente la organización temporal de los eventos a recordar, así como también la presencia de la persona en la historia recordada, siendo éste último elemento un factor influyenteen el recuerdo (Durbin et al., 2017). En efecto, la relación entre las vivencias personales y la percepción del tiempo están relacionadas, ya que precisamente se utilizan dichas experiencias para comprender la temporalidad y ellas pueden, incluso, alterar su percepción (Gentile, 2016). La relación entre el recuerdo y la capacidad de expresarlo lingüísticamente a través de ejercicios narrativos está ampliamente investigada (Bietti, 2010, 2012; Hirst & Echterhoff, 35 2012; Muller & Hirst, 2014; Olivares et al., 2015; etc.). Sin embargo, a pesar de que el recuerdo implica directamente la experiencia de la temporalidad, dicho elemento no está considerado dentro de las investigaciones mencionadas. Para ello es necesario un acercamiento ontológico a la experiencia del sujeto y su temporalidad. En definitiva, la temporalidad es una dimensión necesaria para entender el proceso de percepción y memoria, debido a que es el factor clave que permite entender el recuerdo. 4.1. La temporalidad y el ser. Para comprender la intrínseca relación entre la ontología del sujeto, su ser, con la temporalidad, es necesario considerar la relación entre el ser y el tiempo (Heidegger, 2003; 2012), la percepción del tiempo dentro de la consciencia (Schutz, 1966), y la relación interna subjetiva entre los distintos pensamientos (Gurwitsch, 1979). En la conferencia El concepto de tiempo (2003) de Heidegger, el autor expresa no solamente la relación existencial directa entre el sujeto que existe en el mundo (dasein, “ser ahí”) y el tiempo, sino que refiere a su vez a características de esta relación que involucran al lenguaje. Al describir las características de esta entidad siempre existente de la consciencia del ser, el “ser ahí”, determina que el tiempo debe ser necesariamente homogéneo respecto de la eternidad, para poder experimentarlo de manera subjetiva por el sujeto. Sin embargo, afirma categóricamente que, siguiendo este razonamiento, el “ser ahí” es el tiempo. ¿Qué explicación tiene el hecho de que la existencia humana ya se haya procurado un reloj antes de todos los relojes de bolsillo y relojes solares? ¿Dispongo del ser del tiempo, y me refiero juntamente a mí mismo cuando digo «ahora»? ¿Soy yo mismo el ahora y es mi existencia el tiempo? ¿O finalmente es el tiempo mismo el que se proporciona el reloj en nosotros? […] La afirmación «yo soy» es la auténtica enunciación del ser que ostenta el carácter del ser-ahí del hombre. (Heidegger, 2003: 32-34). Más adelante, al continuar con la determinación de que el “ser ahí” es el tiempo, otorga al lenguaje la función fundamental de brindar validez ontológica al ser: 36 El ser unos con los otros en el mundo, el compartirlo juntamente, tiene una señalada determinación ontológica. El modo fundamental de ser-ahí del mundo que unos y otros tienen juntamente es el hablar. El hablar, considerado en su plenitud, es un hablar con otro sobre algo expresándose. Sobre todo, en el hablar está en juego el ser-en-el-mundo del hombre. Aristóteles era ya sabedor de esto. En la manera como el ser-ahí habla en su mundo sobre la forma de tratar con su mundo está dada juntamente una interpretación del ser- ahí acerca de sí mismo. Eso indica en cada caso cómo se comprende el ser- ahí, por qué se toma a sí mismo. En el hablar uno con otro, en aquello que se comenta, late en cada caso la auto interpretación del presente, que se demora en este diálogo. (Heidegger, 2003: 32-34). En similitud con lo anteriormente presentado, el lenguaje es esa facultad en la que el sujeto puede referirse al mundo, y configurar su experiencia en él. Gracias al lenguaje, es capaz de interpretarse, conocerse y percibir la continuidad de las percepciones subjetivas de su consciencia, lo que implica la percepción de la temporalidad. Al observarse a sí mismo, tanto en el pasado como en su devenir hacia el presente de acción, es capaz de describirse y emitirse lingüísticamente. Para entender mejor el fenómeno, se puede incluir la dimensión de la temporalidad al esquema presentado anteriormente (Figura 4). Figura 4. Funcionamiento de la existencia + temporalidad La percepción se vería detenida por el surgimiento de la palabra, la cual la configuraría y limitaría. De esta forma, se registraría en la memoria la experiencia que, al producirse una nueva percepción, haría que al comparar ambas experiencias o estados perceptivos “emerja” EXPERIENCIA (YO) PERCEPCIÓN PALABRA (REGISTRO SEMIÓTICO) MEMORIA EXPERIENCIA (YO) NUEVA PERCEPCIÓN PALABRA (REGISTRO SEMIÓTICO) MEMORIA COMPARACIÓN ENTRE DOS EXPERIENCIAS PRODUCE: TEMPORALIDAD (como propiedad emergente) 37 la sensación de la temporalidad. En otras palabras, la sensación de temporalidad sólo es percibida por el sujeto si es que éste percibe su propia experiencia como un recuerdo, y compara su punto de observación con estos recuerdos sucesivos. Esto es, incluso, hasta cierto sentido obvio: no puede haber percepción del paso del tiempo sin el recuerdo, y es la comparación entre éstos lo que provoca la sensación de la temporalidad. En este punto, es crucial entender que la diferenciación entre los distintos estados perceptivos es parte de la organización de sus elementos constituyentes. Sin embargo, es necesaria la aclaración de este proceso para comprender realmente esta relación inherente entre temporalidad, recuerdo y lenguaje. Para el nuevo enfoque al recuerdo colaborativo, se propone que este observar del tiempo es una propiedad emergente, que surge desde el funcionamiento del lenguaje. En otras palabras, el tiempo es algo que sólo surge en una dinámica co-fenomenológica (Cornejo, 2008). Ahora bien, asimismo, se propone que este surgir de la dimensión temporal no sólo ocurre en el acto comunicativo entre una persona y otra, sino que en todo fenómeno de percepción. Esto implicaría que, consecuentemente, la comunicación también sucedería cuando el individuo percibe la realidad en soledad. Se incluye todo proceso de percepción. Si no fuese así, no habría observación del paso del tiempo cuando una persona se encuentre en silencio, sin hablar con otras. En este último caso, lo que permitiría observar el paso del tiempo “en el reloj” (tiempo objetivo) sería la continua auto percepción del cuerpo, la corporalidad, y la retención de esa percepción en la memoria. Como se indicó anteriormente, entonces, es la corporalidad lo que permite un “estar en el mundo” del “ser ahí”, y delimita su horizonte temporal (Heidegger, 2012). 4.2. La consciencia absoluta de Husserl. Para entender esta relación, es necesario comprender los alcances de la fenomenología de Husserl, y otros autores. La capacidad de entenderse a sí mismo a través del lenguaje es entendida considerando la doble intencionalidad del funcionamiento de la consciencia (Schutz, 1966), en referencia a la temporalidad. Esta doble intencionalidad estaría comprendida como un contraste o diferencia entre la duración interna o transitoriedad de los estados de la consciencia -entendidos previamente (Bergson, 1999; 2006) - y el tiempo externo u objetivo susceptible de ser medido por el reloj. 38 Las vivencias individuales de la consciencia estarían “sumergidas” dentro de la totalidad de la duración externa, siendo estas diferenciaciones entre vivencias sólo percepciones momentáneas de un flujo continuo: En verdad, cuando me hundo en la corriente de mi conciencia, en mi duración, no encuentro en absoluto ninguna vivencia claramente diferenciada. En un momento una vivencia cobra vida y luego se desvanece. Entretanto, crece algo nuevo de lo que era viejo y luego da lugar a algo aún más nuevo. No puedo distinguir entre el Ahora y el Antes, entre el Ahora posteriory el Ahora que acaba de existir, excepto por el hecho de que sé que lo que acaba de existir es diferente de lo que ahora existe. En efecto, yo vivencio mi duración como una corriente unidireccional, irreversible, y encuentro que entre un momento pasado y el del ahora he envejecido. Pero no puedo darme cuenta de esto mientras estoy aún inmerso en la corriente. En la medida en que toda mi conciencia sigue siendo temporalmente unidireccional e irreversible, no me doy cuento de mi propio envejecimiento o de ninguna otra diferencia entre presente y pasado. La conciencia misma de la corriente de duración presupone un volverse contra la corriente, una clase especial de actitud dirigida contra esa corriente, una “reflexión” como le llamaremos. (Schutz, 1966: 77). Esta “reflexión” explicada, que se opondría a la corriente temporal de la consciencia, sería el lenguaje como materialización de un estado de la consciencia. La percepción estacionaria de un momento determinado se puede, entonces, manifestar mediante palabras. Concretamente, de hecho, las palabras solamente son posibles de enunciar mediante este proceso de recuerdo (rememoración, en el texto). Cada palabra es el recuerdo de una experiencia o conocimiento de la experiencia: La captación de la vivencia en la corriente pura de la duración se cambia, en cada momento, en el haber-sido-justamente-así recordado; es el recuerdo lo que aísla la vivencia de la corriente irreversible de la duración y, así, modifica la captación, transformándola en rememoración. (Schutz, 1966: 77). Se han dividido estas rememoraciones, en tanto si comprenden una impresión originaria o inmediata de la consciencia o si es una reproducción o evocación de alguna, como retención y reproducción respectivamente (Schutz, 1966), o como captaciones momentáneas respecto 39 de actos duraderos (Husserl, 2002). No obstante, se ha criticado que, en la misma concepción fenomenológica vulgar del tiempo de Husserl, éste no considera la muerte como un elemento incidente en noción de temporalidad (García-Baró, 2015), a diferencia del concepto de tiempo esbozado por Heidegger (2003, 2012) que sí lo considera como una característica esencial del ser mismo. Éste último alcance es también esencial para entender la presencia del lenguaje en el fenómeno del recuerdo. La constitución temporal del sujeto percibido (dasein) se produce precisamente al percibir su inminente horizonte temporal a través de la muerte, y esta constitución le permite entender su ser como tal. Esta comprensión de sí mismo encontraría su representación en el lenguaje. El nuevo enfoque al recuerdo colaborativo, sugiere que este horizonte temporal denominado muerte no solamente aparecería en la auto proyección mental de una muerte biológica del sujeto, sino también a cada instante de percepción, en el continuo existir. Sólo de esta forma, la observación del fenómeno del tiempo es constante, tanto objetivo como subjetivo. Husserl, denominó como corriente absoluta (absolute stream) a la mayor de una serie de tres corrientes temporales, dándole el carácter de absoluta pues parecía no verse afectada por las limitaciones de un estado de consciencia, sino que permanecía como un punto de referencia constante para el individuo (Zahavi, 2003: 86). Sin embargo, consideró al observador como un elemento constante, independiente de la corriente que observaba. Eso le llevó a no encontrar una complementación o recursividad entre las distintas tres corrientes y el individuo. De acuerdo a nuevas perspectivas del fenómeno del recuerdo (Cornejo, 2008; Kovalyova, 2018, etc.), se debe tener una perspectiva pragmática hacia el significado construido en el recuerdo colaborativo. Concretamente, a pesar de que hay cierta evidencia que el significado puede ser interpretado independiente del contexto, más bien mucha evidencia posterior indica que siempre hay aspectos macro-contextuales en la comunicación, propósitos o intenciones del sujeto que influyen en la construcción de ese significado (Cornejo, 2008). Dicho carácter pragmático implica que, no es que la posición del significado en sí sea opuesta a la del significado con su valor contextual, sino que más bien parece que la palabra y el contexto al cual hacen referencia, están imbricado de una manera única, holística, mediante 40 la participación del sujeto. Es esta condición sui generis que posiciona el carácter inherente de la temporalidad en la comunicación y posterior construcción de significado: Ello requiere la convergencia triple entre un experimentar fenomenológico entre dos personas, en un mundo en común. Así, la comprensión del lenguaje es producida única y exclusivamente si existe una experiencia común entre emisor y receptor. Este co-experimentar el mundo en común que estamos estableciendo es comúnmente rastrable en un co-sentir sincronizado entre los sujetos. Llamo co-fenomenología al sentir común en el cual estamos experimentando con otros como consecuencia de nuestra inalienable sensación de estar en el mundo. (Cornejo, 2008: 5. Traducción propia). La construcción de significado, entonces, es siempre un proceso social. Esto ya había sido planteado por Bartlett (1932) y Halbwachs (1980), entre otros. La omisión de Husserl parece sorpresiva, pues era de esperar que al proponer los conceptos de impresión, retención y protención al describir la percepción del fenómeno acústico, no intuyera que las mismas propiedades aplicasen al individuo en sí. No obstante, podemos comprender ahora que esta “corriente absoluta” de la cual hablaba Husserl para posicionar las percepciones sucesivas correspondería precisamente a esta temporalidad intersubjetiva que se desprende de la comunicación. En este sentido, podemos afirmar que sólo cuando una percepción adquiere connotación temporal (gracias al proceso descrito anteriormente en torno a lo subjetivo) es cuando adquiere significado para el ser, puesto que se contrasta con esta corriente absoluta, que sirve como contexto. En otras palabras, y de acuerdo a la cita anterior, este co- experimentar el mundo sólo puede hacerse a través de un contexto en común, la temporalidad. Ahora bien, a la luz de otras perspectivas teóricas, es posible entender este aspecto faltante en la comprensión de Husserl y entenderlo con más claridad. 4.3. Comunicación e interacción en la temporalidad. ¿Cómo ocurre, entonces, este modo de “ser en el mundo”o dasein (Heidegger, 2003; 2012) constantemente, en un devenir de estados sucesivos o duración (Bergson, 2006), cuando se da la interacción en instancias de recuerdo colaborativo a través del lenguaje? Para comprenderlo, debemos entender primero el paso entre un dominio presentacional (present at hand) y uno representacional (ready at hand), distinción que el propio Heidegger realizaba, 41 pero que también ha sido abordada posteriormente por diversos autores como James, el mismo Bergson, Husserl, Gibson, etc. (Cornejo, 2008). Toda comprensión de significado sólo puede ser posible si los individuos comparten una experiencia, como resultado de su “estar en el mundo”. En palabras de Dilthey, todo conocimiento objetivo o comprensión de un elemento es realizado a partir de una objetivación o intencionalidad del espíritu. En otras palabras, todo saber del mundo natural es realizado a partir de una acto de observación hecho desde la subjetividad, pero es precisamente este modo de acceder y construir el que explica el paso entre lo presentacional y lo representacional. En la vida está contenida, como primera determinación categorial de la misma, fundamental para todas las demás, la temporalidad. Esto se destaca ya en la expresión “Curso de la vida”, currículo. El tiempo está ahí para nosotros, por virtud de la unidad abarcadora de nuestra conciencia. A la vida y a los objetos exteriores que aparecen en ella, les son comunes
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