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Resúmenes
Romero
Latinoamérica se había constituido a partir del siglo XVI como una proyección del mundo europeo, mercantil y burgués. Centros de concentración de poder, las ciudades aseguraron la presencia de la cultura europea, dirigieron el proceso económico y trazaron el perfil de las regiones. Mientras que el mundo rural se mantuvo más estable, las ciudades fueron las que desencadenaron los cambios partiendo tanto de los impactos externos que recibieron como de las ideologías que elaboraron con elementos propios y extraños. Las sociedades rurales se constituyeron como instrumentos económicos dependientes de las comunidades congregadas en las ciudades, cuyos sectores predominantes eran los beneficiarios de la explotación del mundo rural. La ciudad era la forma más alta que podía alcanzar la vida humana, la forma “perfecta”.
Si Cortés decidió la destrucción de Tenochtitlán, no fue porque la temiera sino por su enorme significación simbólica. Pueblos y ciudades indígenas quedaron subsumidos en el nuevo mundo de los conquistadores. Fue designio de ellos borrar los vestigios de las viejas culturas, y un inconmovible preconcepto los llevó a operar como si la tierra conquistada estuviera vacía culturalmente, y solo poblada por individuos que podían y debían ser desarraigados de su trama cultural (catequesis) para incorporarlos desgajados al sistema económico que los conquistadores instauraron. La aniquilación de las viejas culturas y la deliberada ignorancia de su significación constituían el paso imprescindible para el designio de la conquista: instaurar sobre una naturaleza vacía una nueva Europa.
Centros administrativos, las ciudades fueron durante largo tiempo simples factorías que daban paso a la riqueza que se embarcaba a Europa (Portugal). España (en cambio) imaginó su imperio colonial como una red de ciudades, asignando a la colonización una trascendencia que no se agotaba en la explotación económica; la ciudad fue su instrumento. Más que erigir una ciudad física, el objetivo era crear una sociedad compacta, homogénea y militante a la que le correspondía conformar la realidad circundante, adecuando sus elementos al designio prestablecido, forzarlos y constreñirlos. Esta sociedad urbana se constituía conformada por una ideología que debía defender e imponer sobre una realidad que se juzgaba inerte y amorfa. 
El supuesto de la capacidad virtual de la ciudad ideológica se apoyaba en dos premisas: el carácter inerte y amorfo de la realidad preexistente y la decisión de que esa realidad suscitada por un designio preconcebido no llegara a tener un desarrollo autónomo y espontáneo. El riesgo era el del mestizaje y la aculturación. Esta red de ciudades de sociedades urbanas compactas, homogéneas y militantes pareció eficaz para evitarlo, encuadrarlas en un riguroso sistema político rígidamente jerárquico y apoyado en la sólida estructura ideológica de la monarquía cristiana.
La red de ciudades debía crear una América hispánica, europea y católica; un imperio colonial dependiente y sin expresión propia, periferia del mundo metropolitano al que debía reflejar y seguir en todas sus acciones y reacciones.
Rama – La ciudad letrada
1. La ciudad ordenada
2. La ciudad letrada
3. La ciudad escrituraria
La ciudad escrituraria: reservada a una estricta minoría; producto de la distancia entre la letra rígida y la fluida palabra hablada Dependencia cultural/ eurocentrismo: la ciudad letrada no sólo defiende la norma metropolitana de la lengua “sino también la norma cultural de las metrópolis que producen las literaturas admiradas en las zonas marginales”.
Este encumbramiento de la escritura consolidó la diglosia característica de la sociedad latinoamericana, formada durante la Colonia y mantenida tesoneramente desde la Independencia. (…) quedaron nítidamente separadas dos lenguas. Una fue la pública y de aparato, que resultó fuertemente impregnada por la norma cortesana precedente de la península (…). Sirvió para la oratoria religiosa, las ceremonias civiles, las relaciones protocolares de los miembros de la ciudad letrada y fundamentalmente para la escritura, ya que sólo esta lengua pública llegaba al registro escrito. La otra fue la popular y cotidiana utilizada por los hispano y lusohablantes en su vida privada y en sus relaciones sociales dentro del mismo estrato bajo, de la cual contamos con muy escasos registros y de la que sobre todo sabemos gracias a las diatribas de los letrados”.
“La ciudad letrada quiere ser fija e intemporal como los signos, en oposición constante a la ciudad real que sólo existe en la historia y se pliega a las transformaciones de la sociedad. (…) El problema capital, entonces, será el de la capacidad de adaptación de la ciudad letrada.
Apertura de la ciudad modernizada: proceso de democratización de las letras:
“Todo intento por rebatir, desafiar o vencer la imposición de la escritura, pasa obligadamente por ella. Podría decirse que la escritura concluye absorbiendo toda la libertad humana, porque sólo en su campo se tiende la batalla de nuevos sectores que disputan posiciones de poder”.
Rama – Transculturación narrativa
Cap 1 - Literatura y cultura
1. Independencia, originalidad, representatividad 
Las letras latinoamericanas nacidas de una violenta y drástica imposición colonizadora (civilización hispánica en el ápice de su expansión universal) nunca se reconciliaron con su pasado ibérico ni se resignaron a sus orígenes. Por el contrario, las movió el deseo de independizarse de las fuentes primeras, volviéndose la consigna principal del discurso crítico de la segunda mitad del siglo XVIII.
No obstante, la dinámica modernizadora emparenta a la literatura latinoamericana con varias extranjeras occidentales (sin perder la ansiada autonomía respecto de las peninsulares) en un afán internacionalista. Su originalidad, su peculiaridad cultural desarrollada se debe al esfuerzo ingente de vastas sociedades construyendo sus lenguajes simbólicos.
Con escaso respaldo del iluminismo, las literaturas independientes tomaron el principio burgués de emancipación política que alimentó al arte romántico. Las motivaron dos premisas: la originalidad y la representatividad; debían ser forzosamente originales respecto de su pasado colonial ante el cual se rebelaban, y tal sólo podía alcanzarse mediante la representatividad de la región. “O creamos o erramos” se convirtió en una “misión patriótica” en la que la literatura fue el instrumento apropiado para fraguar la nacionalidad. Junto con la independencia: impulsos modeladores.
El internacionalismo del período modernizador (1870-1910) llevó a cabo un proceso de aglutinación regional procurando establecer el mito de la patria común que había alimentado la Emancipación (Simón Bolívar), pero no destruyó el principio de representatividad, sino que lo trasladó a América Latina, postulando la representación de la región por encima que la de los localismos. La originalidad quedó confinada al talento individual, al “tesoro personal” dentro de una temática cosmopolita. La apetencia de originalidad, en un intento de autonomía vio en la lengua su mejor garantía; en esa nueva coyuntura internacional, la lengua había vuelto a ser instrumento de la independencia.
El criterio de representatividad resurge en el período nacional y social (1910-1940) animado por las emergentes clases medias. Se le reclama a la literatura que represente a una clase social reponiendo el criterio romántico del “color local”, aunque animado interiormente por la cosmovisión y los intereses de una clase que hacía suyas las demandas de los estratos inferiores. Criollismo, nativismo, regionalismo, indigenismo, negrismo y vanguardismo urbano, modernización experimentalista, futurismo, restauran el principio de representatividad teorizado como originalidad e independencia. Implícitamente las clases medias eran las auténticas intérpretes de la nacionalidad.
Pedro Henríquez Ureña: La peculiaridad del funcionamiento de la literatura latinoamericana se basa en que, nacida del rechazo de sus fuentesmetropolitanas, progresó gracias al internacionalismo que la integró al marco occidental, al tiempo que seguía buscando la autonomía cuya piedra fundacional no podía buscar en otro lado que en la singularidad cultural de la región. Su perspectiva revela un movimiento pendular entre dos polos, uno externo y otro interno; pero que nunca paraliza el proyecto inicial (independencia, originalidad, representatividad), sino que lo sitúa en un nivel distinto. Rama busca analizar el período en tanto a las cosmovisiones y formas artísticas literarias. Busca restablecer las obras dentro de las operaciones culturales que cumplen las sociedades americanas, reconociendo sus construcciones significativas y lenguajes simbólicos.
2. Respuesta al conflicto vanguardismo-regionalismo
Década del 30: orientación narrativa cosmopolita y orientación realista-crítica en los conglomerados urbanos mayores de América Latina (especialmente Buenos Aires). Ambas implicaban la cancelación del movimiento narrativo regionalista aparecido en 1910 como transmutación del costumbrismo-naturalismo que regía en el continente. El regionalismo (Quiroga, Freyre, Mariátegui) asumió una actitud agresivo-defensiva (27-39). La tercera fuerza ideológica fue la literatura social indigenista.
La época de 1930-1950 se caracteriza por cierto estancamiento de las técnicas narrativas (novela social simple). El desafío de la renovación literaria del regionalismo sería resguardar un conjunto de valores literarios y tradiciones locales, trasladándolos a las nuevas estructuras literarias. Si se congelaba en su disputa con el vanguardismo entraría en trance de muerte dadas la fragilidad de sus valores y mecanismos literarios expresivos ante los embates modernizadores procedentes del polo externo que eran transmitidos por puertos y capitales. 
Segundo período modernizador entre ambas guerras: nueva expansión económica y cultural de las metrópolis. La modernización dirigida desde las capitales y puertos por las élites dirigentes urbanas dificulta la creatividad y la obligada puesta al día de las regiones internas, en un paso previo hacia la homogeneidad del país según las pautas modernizadas. La disyuntiva es fatal para el regionalismo: o retrocede, entrando en agonía, o renuncia a sus valores y muere. 
La solución intermedia es echar mano a los aportes de la modernidad, revisar a través de ellos los contenidos culturales regionales y componer un híbrido que sea capaz de seguir transmitiendo la herencia recibida. Los grupos regionalistas plásticos acentúan el examen de las tradiciones locales para revitalizarlas. No renuncian a ellas sino que eligen los componentes que se adapten al nuevo sistema en curso. En los años 20 y 30 esta operación se cumple en todas las corrientes estéticas. El impacto modernizador genera inicialmente un repliegue defensivo, y en un segundo momento, el examen crítico de sus valores, la selección de algunos de sus componentes, la estimación de la fuerza que los distingue o de la viabilidad que revelen en el nuevo tiempo. En el tercer momento el impacto modernizador es absorbido por la cultura regional. Después del autoexamen valorativo y de la selección de sus componentes válidos, se asiste al redescubrimiento de rasgos que no estaban vistos y cuyas posibilidades expresivas se evidencian en la perspectiva modernizadora.
Esquema de Lanternari: tres posibles respuestas a la propuesta aculturadora. La “vulnerabilidad cultural” que acepta las proposiciones externas y renuncia casi sin lucha a las propias. La “rigidez cultural” que se atrinchera en objetos y valores constitutivos de la cultura propia rechazando toda aportación nueva. La “plasticidad cultural” que procura incorporar novedades, no como objetos absorbidos, sino como fermentos animadores de la tradicional estructura cultural, siendo capaz así de respuestas inventivas recurriendo a sus componentes propios.
3. Transculturación y género narrativo
La antropología latinoamericana ha cuestionado el término “aculturación”; Ortiz propuso sustituirlo por “transculturación”, ya que expresa mejor las diferentes fases del proceso transitivo de una cultura a otra. Éste, no consiste solamente en adquirir una cultura (aculturación), sino que implica también la pérdida o desarraigo de una cultura precedente (parcial desculturación) y la consiguiente creación de nuevos fenómenos culturales (neoculturación). El perspectivismo latinoamericano de este concepto reside en la resistencia a considerar la cultura propia, tradicional, que recibe el impacto externo, como una entidad meramente pasiva, o incluso inferior. Al contrario, corrobora la cualidad idiosincrática de la cultura latinoamericana y la energía creadora que la mueve, haciéndola diferente de un simple conjunto de normas, comportamientos, creencias y objetos culturales. Se trata de una fuerza que actúa tanto sobre su herencia particular como sobre las aportaciones provenientes de fuera, una sociedad viva y creadora con capacidad para elaborar con originalidad.
Con frecuencia, las culturas internas reciben la influencia transculturadora de las más modernizadas mediante dos procesos transculturadores sucesivos: el que realiza la capital o el puerto, y el que realiza la cultura regional interna respondiendo al impacto de la transculturación de la capital. 
La transculturación de Ortiz contempla tres momentos: una “parcial desculturación” o pérdida de componentes considerados obsoletos, la incorporación de elementos procedentes de la cultura externa y el esfuerzo de recomposición con elementos de la cultura originaria y los de afuera. Rama agrega que para los casos de “plasticidad cultural” deben postularse obligadamente los criterios de selectividad e invención que certifican la energía y la creatividad de una comunidad cultural. La selectividad, aplicada sobre sí misma y sobre el aporte exterior, efectuará invenciones con un “ars combinatorio” adecuado a la autonomía del propio sistema cultural. Habría entonces pérdidas, selecciones, redescubrimientos e incorporaciones, una reestructuración general del sistema cultural en una articulación viva y dinámica que diseña su estructura funcional. 
a. Lengua
En el modernismo del período entre guerras, el idioma apareció como un reducto defensivo y como una prueba de independencia. Se fijaron dos modelos: uno de reconstrucción purista de la lengua española y otro que fijaba una lengua estrictamente literaria mediante la reconstrucción culta de las formas sintácticas del español americano, el costumbrismo romántico extendido en formas “criollas” que recogieron las formas idiomáticas dialectales. 
Los regionalistas en 1910 compusieron un sistema dual que alternaba la lengua literaria culta del modernismo con el registro del dialecto de los personajes, preferentemente rurales. Esa lengua estaba colocada en un segundo nivel, separada de la lengua culta y “modernista” que aún usan los narradores, e incluso era condenada dentro de las mismas obras por la utilización de comillas estigmatizadoras para las voces americanas y la adopción de glosarios en el apéndice por deberse a términos que no registraba el Diccionario de la Real Academia Española. Reflejo fiel de la estructura social y del lugar superior que ocupaba el escritor, si se aproximaba a los estratos inferiores no dejaba de confirmar lingüísticamente su lugar más elevado.
Los herederos de esta tradición introducen una serie de cambios bajo los efectos modernizadores. Reducen el campo de los dialectismos y de los términos estrictamente americanos para darse a una confiada utilización del habla americana propia del escritor, prescindiendo del uso de glosarios (estiman que las palabras regionales transmiten su significación dentro del contexto lingüístico) y se acorta la distancia entre la lengua del narrador-escritor y la de los personajes (la dualidad lingüística rompe el criterio de unidad de la obra -concepción de organicidad artística más moderna). Nueva e impetuosa confianza en la lengua americana propia.
En la producción literaria posteriora 1940, la que antes era la lengua de los personajes populares y se oponía dentro del mismo texto a la lengua del escritor o narrador, invierte su posición jerárquica: en vez de ser la excepción y singularizar al personaje sometido al escudriño del escritor, pasa a ser la voz que narra, abarca la totalidad del texto y ocupa el puesto del narrador manifestando su visión del mundo. No se remeda un dialecto, sino que se utilizan formas sintácticas o lexicales de una lengua coloquial esmerada, característica del español americano.
Al reconocerla como propia y elaborarla, desde dentro, con una finalidad artística para construir una lengua literaria específica se produce un fenómeno de neoculturación, en el que los escritores, respetando los principios modernizadores de unificación textual y de construcción de una lengua literaria mantienen la perspectiva lingüística desde la cual se lo asume, restaurando la visión regional, prolongando su vigencia y expandiendo la cosmovisión originaria. 
b. Estructura narrativa
Distancia entre las formas tradicionales y las modernas extranjeras. Se abre un amplio abanico de recursos vanguardistas que engendran la narrativa cosmopolita, en particular su vertiente fantástica. Al fragmentarismo de la narración se le opuso la reconstrucción de un monólogo discursivo, cuyas fuentes fueron de las literaturas clásicas como de las orales de la narración popular. Al relato compartimentado, mediante yuxtaposición de pedazos sueltos de una narración se le opuso el discurrir dispersivo de las “comadres pueblerinas”. Ambas soluciones proceden de una recuperación de las estructuras de la narración oral y popular.
Las pérdidas literarias en el nivel de las estructuras narrativas fueron muy amplias y ocasionalmente reemplazadas por la adopción de estructuras narrativas vanguardistas. Las formas inconexas y dispersas de la narración rural ajustadas a una unificación que procede del impacto modernizador.
c. Cosmovisión
Homólogo de las formas de pensar, es donde se asientan los valores y se despliegan las ideologías. El vanguardismo puso en entredicho el discurso lógico racional, en consonancia con el movimiento irracionalista europeo, que impregnó muchas áreas de la actividad intelectual y modeló una renovación artística. La más incorporada fue la nueva visión del mito. Este novedoso “objeto” de la cultura internacionalista se trasladó a América Latina como categoría válida para interpretar sus rasgos en una decidida apelación a las creencias populares supervivientes en las comunidades indígenas o africanas. Al ser puesto en entredicho el discurso lógico-racional, se produce nuevamente el repliegue regionalista hacia sus fuentes locales, nutricias y tradicionales, extrayendo de la herencia cultural las contribuciones valederas, permanentes.
En cualquiera de estos tres niveles (lengua, estructura literaria, cosmovisión) se verá que los productos resultantes del contacto cultural de la modernización no pueden asimilarse a las creaciones urbanas del área cosmopolita ni tampoco al regionalismo anterior. Probablemente el contacto directo entre las culturas regionales y la modernización hubiera sido mortal para las primeras; la mediación la proporcionó la conformación cultural. 
Cap 2 - Regiones, culturas y literaturas
Aunque parezca paradojal, la reactivación del problema regionalista en América Latina fue consecuencia de la modernización del período entre guerras, que empezó a penetrar zonas apartadas, inmovilizadas o en decaimiento. En el campo intelectual se distinguen en dos índices: la reacción defensiva que se generó en las regiones internas respecto a las capitales (agresión a sus valores tradicionales) y la existencia de un equipo intelectual con estimables niveles de preparación, capaz de recoger el desafío y de oponerse a él. En zonas aparentemente sumergidas, destinadas a ser arrasadas por la aculturación surgieron equipos de investigadores, artistas y escritores que reivindicaron la localidad y se opusieron a la indiscriminada sumisión que se les exigía, en un desarrollo de fuerzas autónomas capaces de oponerse a la dominación homogeneizadora de las ciudades dinámicas mediante la apropiación del aparato intelectual moderno. El fortalecimiento de las culturas interiores se dio, no en la medida en que se atrincheraron rígidamente en sus tradiciones, sino en la medida en que se transculturaron sin renunciar a su alma.
El narrador del relato ocupa el rol de mediador, uno de los “roles” característicos de los procesos de transculturación: en él se deposita un legado cultural y sobre él se arquitectura para poder trasmitirse a una nueva instancia del desarrollo, ahora modernizado. Es el escritor quien ocupa el puesto de mediador, porque esa es su función primordial en el proceso y es quien devuelve al relato esa función mediante personajes que desempeñan en el texto esa tarea. La función mediadora es interna y externa al mensaje porque está encabalgada entre esa segunda naturaleza de la cultura y la irrupción de la historia modernizadora. La vaguedad con que a veces se diseña apunta a su misma ambigüedad, a su vacilación entre un territorio y otro. Elección de niñx fundada en que dispone de la plasticidad necesaria para moverse entre fuerzas opuestas, permitiendo desequilibrios.
Entrevista a Ángel Rama
Literatura latinoamericana: fundarla, ya no en base a la lengua, sino en otros soportes, sociológicos y culturales. La pulsión externa sobre América Latina hace que funcione en un marco internacional. El funcionamiento del mismo y las respuestas que se dan al mismo son las que han puesto a funcionar nuestra literatura (peculiaridad según Ureña). Existe la pulsión de homogeneización, consecuencia del desarrollo del mundo occidental. Sin embargo, hay respuestas. Las respuestas que damos son las que resuelven nuestra identidad; no es el pasado, sino nuestra creación ante la pulsión externa. Es nuestra invención, nuestro “querer ser”. 
Ciudad letrada: paisaje urbano dentro del cual nos construyeron los españoles para producir para ese conjunto y no para el conjunto de la sociedad. 
El “boom” significa autores más vendidos dentro de una identidad estética; criterios comerciales. Cómo nosotrxs reinterpretamos este conjunto de valores literarios que se producen. Esquema interpretativo de Rama: tendencia cosmopolita (Borges, Cortázar) y transculturadora, desde el interior de sus culturas y la problemática que se genera (Quiroga, Rulfo, Arguedas). 
Dos formas diferentes de organizar el conjunto literario, de las cuales se desprende una determinada cosmovisión. Gabriel García Márquez manejó un repertorio de formas artísticas que no viene de la vanguardia europea, sino locales y tradicionales antillanas. Si en un conjunto integramos un valor, automáticamente se redimensiona. 
Mercado: democratizador y homogeneizador. Resistencia. Recuperación incesante de autores olvidados o dejados de lado, outsiders (años 20, Arlt), que no corresponden a las tendencias. Se reincorporan hoy redescubiertos. Tarea permanente de recuperación de valores que no han sido considerados o estimados (transculturación). Recuperaciones: nuevas maneras de ver el conjunto literario, transformación de la literatura. Literatura que recibe el enorme impacto de los mass media y construye una literatura propia. Saer y Puig (influencia cine). 
Exigencia de una nueva literatura: romper con el folklorismo y regionalismos en la época de las ciudades cosmopolitas con problemáticas específicas. Necesidad de modernización de la literatura.