Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
LA TECNOLOGÍA EN EL MUNDO ANDINO RUNAKUNAP KAWSA YNINKUPA0 RURASOANKUNAOA selección y preparación por H E A T H E R L E C H T M A N Y ANA MARIA SOLDI T O M O I subsistencia y mensuración U N I V E R S I D A D N A C I O N A L A U T Ó N O M A D E M É X I C O M É X I C O 1 9 8 1 I N S T I T U T O D E INVESTIGACIONES ANTROPOLÓGICAS Serie Antropológica: 36 Arqueología i f : * x> í •t ... ' ' ' r,; - ^ - Primera edición: 1981 D R © 1981. Universidad Nacional Autónoma de México Ciudad Universitaria. México 20. D. F . DIRECCIÓN GENERAL DE PUBLICACIONES Impreso y hecho en México ISBN 968-58 -0146 -0 AGRADECIMIENTOS Numerosas personas e instituciones asistieron en la preparación de esta antología. Nos resulta imposible mencionarlas a todas, pero quisiéramos expresar nuestro agradecimiento en particular al Institute of Andean Research, New York y al School of Huma- nities and Social Science, Massachusetts Institute of Technology por su aporte financiero durante la preparación del manuscrito. También queremos agradecer a la doctora Juana Truel, de Lima, Perú y al ingeniero José Antonio Torres, de Santiago, Chile, por su traducción de varios de los artículos escritos en inglés. Nancy Fernald Hodge de Cambridge, Massachusetts, utilizando dibujos v croquis de campo, produjo varias de las ilustraciones que apare- cen en esta publicación. Nuestro especial reconocimiento al distinguido etnólogo de los Andes, doctor John V. Murra; agradecemos su valiosa crítica, ge- neroso apovo v continuo estímulo. HL AMS PRÓLOGO . . . me parece que si el Emperador [Carlos V] quisiese mandar otro camino real como el que va del Quito a Cuzco o sale de Cuzco para ir a Chile, ciertamente con todo su poder para ello no fuese poderoso, ni fuerza de hombre le pudiese hazer si no fuese con la orden tan grande que para ello los incas mandaron que hu- biese . . . (El señorío de los Incas [1553], lib. n, cap. xv; 1967: p. 45). Creo que este comentario de Pedro Cieza de León dice lo esencial en cuanto a ingeniería chil andina. A principio del xvi no había manera en Europa de construir carreteras "echadas ... por sierras tan agras y espantosas", ni cómo regar los desiertos, ni urdir tantos tejidos y menos todavía transportar o almacenar las mieses del modo que se practicaba en los Andes. No es que les faltara inventiva: en toda la Europa del siglo que precedió a la invasión de 1532 fue éste un periodo de florecimiento de las artes y las ciencias. Lo que les faltaba era "la orden' que menciona Cieza, la orga- nización económica y política, religiosa y social. Es exactamente este "orden" del que nos falta conocimiento cuando hablamos de tecnología andina. En los artículos que siguen en esta antología, Leclitman y Soldi han escogido varios que se proponen cuestionar cómo era "el orden" que mantuvo y coordinó el esfuerzo técnico en los Andes. En algunas situaciones les es im- posible reconstruir desde hoy las condiciones de organización y gerencia en las cuales surgió y se desarrolló una técnica dada. Pero aun en tales casos, queda subyacente una interrogante que facili- tará la comprensión de lo logrado por las tecnologías americanas. Cieza comprendió muy bien ambas partes de esta ecuación. No se contentó con buscar "el orden". Nos dice que entre los caminos 8 JOHN VICTOR MURRA había alguno que tenía más de mil y cien leguas [más de 5 000 kms] todo echado por sierras... derechas y llenas de piedras, tanto que era menester cavar por las laderas en peña viva.. . todo lo cual hacían con fuego y sus picos. Por otros lugares había subidas tan altas y ásperas que salían de lo bajo escalones... En otros lugares había montones de nieve, que era más de temer y esto no en un lugar sino en muchas partes... Un contemporáneo de la invasión, el licenciado Gaspar de Es- pinoza, patrocinador de los Almagro y los Pizarro, al escuchar en Panamá las maravillas de albañileria e ingeniería civil andina, con- cluyó que sería útil traer a los artífices al istmo para abrir el canal que ya en 1534 se veía como indispensable. La destreza y la praxis para cavarlo, existía hacia el sur. Uno se pregunta, sin embargo, cómo lo iban a hacer los ingenieros estatales sin la mita turnante que los respaldaba en su tierra. Tal organización por el estado de las energías productivas me parece insustituible, al igual que la pericia técnica. Antes de 1532, el sentido primario del término mit'a no tenía que ver con el trabajo. Cualquier acontecimiento cíclico, todo aquello que regresaba con una regularidad previsible, era una mit'a: la época de llmias, por ejemplo, o el momento cuando maduraba la hoja de coca. Metafóricamente, el uso del término se extendió a una obra que se cumplía a su tiempo y por sus turnos, ya sea del linaje, del grupo étnico o cualquier subdivisión de la organiza- ción social. El mit'ayuq iba cuando le tocaba, acompañado de su parentela y de sus conocidos; durante su mit'a se alimentaba de los depósi- tos estatales y trabajaba con herramienta del estado. En los centros administrativos incaicos los arqueólogos tienen dificultad en encontrar cerámica que sirviera de indicador de la procedencia étnica de los mit'ayuq: casi todos los tiestos que por millones se encuentran en los centros administrativos siguen patrones estata- les reproducidos en hornos "Inca provincial". Y en lo poblado, junto [al camino] había grandes palacios y alojamientos para la gente de guerra y por los desiertos nevados y de campaña había aposentos donde se podían muy bien am- parar de los fríos y de las lluvias... Pero no todo era mit'a. Al ampliarse tanto la dimensión geográ- fica del Tawantinsuyu, creció también la dimensión humana. En los últimos decenios pre-europeos vemos surgir nuevas necesidades productivas e instituciones sin precedente en los Andes. Ya no bastaba una mano de obra "por sus turnos". Surgen, por ejemplo, PRÓLOGO 9 "soldados modernos", que luchaban año tras año, desligados de sus lazos étnicos, "liberados" de su mit'a. Se organizan manufac- turas estatales, con operarios permanentes, por lo menos en lo textil, que era el arte mayor andino y el de mayor productividad. Hace unos años estudiaba en el Archivo Nacional de Sucre el protocolo de un largo juicio promovido a fines del siglo xvi por los habitantes de Huancané, en la orilla noreste del lago Titicaca. Según los originarios del lugar . . . Guaina Capac vnga puso en nuestras tierras... myll yndios cumbicamavos [maestros tejedores] en el asiento de Millerea y cien . . . olleros en el asiento de Hupi. . . y aunque fue en gran prejuicio, nuestros antepasados no osaron resistir la voluntad del dicho ynga por el temor que como a tirano le tenían... (f. 23v). Los descendientes de los forasteros discrepan sobre la expulsión, pero todos están de acuerdo acerca de la manufactura estatal donde habian tejido sus antepasados. Uno de los testigos declaró que su padre era contador del ynga el cual con su padre benia algunas vezes al dicho pueblo de Millerea v que vido . . . poblados mili yndios cumbicamavos.. . v que su padre deste testigo tomaua por cuenta toda la gente que alli estaua y las tierras y mojones que el les se- ñalo . . . (manuscrito EC 1611, no. 2, ff. 53r-v). ¿Dónde en la Europa de Enrique VIII, de Francisco I o de Carlos V se podía encontrar una manufactura de mil operarios? El segundo tomo de la presente antología nos llevará a temas involucrando los caminos, la metalurgia y lo textil. Lo esperamos, impacientes. JOHN VÍCTOR M U R R A Universidad de Comell, Ithaca e Instituto de Investigaciones Andinas, Nueva York. INTRODUCCIÓN Los artículos acerca de la tecnología en el mundo andino que componen esta antología han sido seleccionados y reunidos con tres propósitos: 1) revivir el interés por el estudio de la tecnología como institución primordial de la cultura entre los antropólogos y los arqueólogos; 2) examinar lossistemas tecnológicos andinos que han tenido una importancia decisiva en el desarrollo de la vida en los Andes y que sin embargo no han sido generalmente considerados por los investigadores que han estudiado este desarro- llo, y 3) satisfacer el creciente interés por las tecnologías autócto- nas como sistemas ecológicamente viables que han servido —y siguen sirviendo— como alternativas válidas a una industrializa- ción contraproducente. Entre las naciones altamente industrializadas y —hasta ahora— exportadoras de tecnologías está surgiendo un movimiento nuevo que hace hincapié en la "tecnología apropiada". * Se trata de una expresión que escucharemos y veremos más y más a menudo en las próximas décadas por ser una nueva base conceptual e ingenieril de la que dependen los planes de desarrollo de los países no industriales. Las grandes potencias del mundo occidental —y cada vez más también las de Europa del este y del oriente— comparten un concepto del desarrollo que, desde el siglo XK, ha sido iden- tificado con el progreso. El cambio tecnológico, se afirma, pro- porciona incentivos mayores para el cambio económico y social. La experiencia de las últimas décadas ha demostrado —aunque no se percibió claramente sino después de 1960— que las preten- siones de los países industrializados de exportar tecnologías y procedimientos nuevos al mundo no industrializado, han tenido pocas veces los resultados "progresivos" que se esperaban. En reali- dad, muchos de los esfuerzos hechos para importar tecnología * Nota: Este termino se usa como traducción de appjopriate technologv. 12 HEATHER LECHTMAN industrial "llaves en mano" han resultado desastrosos. La revolu- ción verde fracasó. Ahora los planificadores, economistas y técnicos del desarrollo, en un radical cambio de rumbo, nos dicen que el desarrollo de un país o de una región se logrará a través de cambios internos. Nos dicen que el cambio debe basarse en adelantos tecno- lógicos que tengan raíces en el medio cultural existente. A veces es demasiado tarde, ya que los primeros entusiasmos por las fórmulas importadas tuvieron como consecuencia el descuido de antiguas soluciones va desechadas por obsoletas y a veces su desa- parición. No será fácil tratar de crear conscientemente nuevas tecnologías basadas en lo autóctono, pero en varias partes del mundo ya se han comenzado a buscar tales "tecnologías apropiadas". Desde el punto de vista antropológico, parte de esta búsqueda podrá parecer inge- nua pero hay que tomarla en serio, y en un creciente número de publicaciones se discute seriamente el tema de la tecnología apro- piada (ver Jéquier 1976, Dunn 1979). Quizás el aspecto más nota- ble del "movimiento de la tecnología apropiada" es su posición moral. Todavía se sostiene que las sociedades deben seguir un pro- ceso de desarrollo, que los pueblos deben progresar o que hay que hacerlos progresar. Sin embargo, las medidas que se tomen para llevar a cabo este proceso deben considerarse teniendo en cuenta los sistemas de valores de esos pueblos. . . . La tecnología apropiada . . . representa lo que podríamos llamar la dimensión social V cultural de la innovación. Pensamos que el valor de una tecnología nueva radica no solamente en su viabilidad económica y su validez técnica sino en su adaptación a un medio social y cultural dado. Al estimar que una tecnología es apropiada, se implica necesariamente algún juicio de valores, tanto de parte de quienes patrocinan el desarrollo como de parte de quienes tendrán que utilizarla . . . (Jéquier 1976: l<n Aunque se trata de una afirmación de principios con respecto al desarrollo, la palabra clave aquí, como en la mayoría de los escritos recientes, es "innovación". La tecnología apropiada ha de ser en primer lugar innovadora, la gente debe ser entrenada para la inno- vación. los educadores deben preparar innovadores potenciales. La tecnología innovadora podrá entonces ser la apropiada. Lo que falta en estos análisis es el concepto básico de tecnología como un subsistema de la cultura. La tecnología no es una mera parte de la cultura, es cultura. Lo que debemos tomar en cuenta es la manera en que lo tecnológico penetra otras esferas de la cultu- ra y es penetrado por ellas. Las sociedades incluyen sistemas cul- turales complejos e interactuantes. El aislar un fenómeno —por INTRODUCCIÓN 13 ejemplo el de la tecnología— y tratar de estudiar sus efectos sobre otros fenómenos, distorsiona la realidad porque no toma en cuenta lo sistémico del conjunto. Los antropólogos, así como los técnicos y los economistas, han fracasado en el intento de interpretar la dinámica cultural de la tecnología. No porque no entiendan tal dinámica —la generación de Boas y de Kroeber la consideraba una explicación primordial de los sistemas culturales— sino porque entre los antropólogos, la tecnología como tema de serias investi- gaciones hace tiempo que ha estado fuera de moda (ver Lechtman y Steinberg 1979). Quizás uno de los resultados más útiles délos esfuerzos de los técnicos del desarrollo y de planificadores por inventar una tecnología apropiada, será el obligar a los antropó- logos a estudiar nuevamente el aspecto tecnológico de la vida. Es interesante comparar la definición de la tecnología que da Jéquier en su capítulo sobre "Los orígenes y significados de la tecnología apropiada" (1976), con la que ofreció Robert Merrill en su notable artículo sobre tecnología en la International Enci- clopedia of the Social Sciences (1968). La formulación de Jéquier es tomada directamente del lenguaje ingenieril contemporáneo y refleja la manera de ver el mundo de un ingeniero: El término 'tecnología' invariablemente sugiere la idea de hardware, algo material, sea en forma de fábricas, maquinaria, productos, o de infraestructuras (caminos, sistemas de distribución de agua, instalaciones para almacenamiento, etc.). Se trata de algo visible, patente. La tecnología, sin embargo, va más allá del concepto de hardware y comprende también lo que se podría llamar, con una analogía tomada del campo de las computadoras, software. Éste comprende cosas inmateriales como el conocimiento, el saber cómo la experiencia, la educación y las formas de organización. (Jéquiér 1976: 21) Naturalmente, el peligro de la formulación de Jéquier está en que, el considerar la tecnología como formada de componentes materiales e inmateriales lleva a sostener que el hardware para el desarrollo está a la mano y se puede adquirir fácilmente de los países industrializados que lo han desarrollado. Lo que no tienen los paises no industrializados es software, y esto es precisamente lo que el movimiento de la tecnología apropiada espera aportar. Ya que reconoce que las formas de organización y los valores socia- les. en contraposición con lo material, son propios de cada cultura v más difíciles de trasplantar deliberadamente de una sociedad a la otra (Jéquier 1976: 22), los expertos en desarrollo esperan asistir a los países no industrializados en la mejora de la capacidad inventiva e innovadora necesaria a su propio desarrollo. " . . . El 14 H E A T H E R L E C H T M A N desarrollo es un proceso que consiste en gran parte en miles de pequeños adelantos y modificaciones de software más que en gran- des y súbitos saltos en hardware" (Jéquier 1976: 23) . La conclusión de este razonamiento es que si podemos cambiar los valores cultu- rales y fomentar "aptitudes innovadoras autóctonas", esos cambios originarán a su vez exigencias locales de nuevas y apropiadas tec- nologías. " . . . Sabemos bastante acerca de las razones que han determinado el desarrollo de una determinada sociedad, pero sabemos mucho menos respecto a cómo este proceso podría ser manipulado deliberada y exitosamente" (Jéquier 1976: 26). El propósito de los nuevos expertos en desarrollo es esencialmente ingenieril: modificar el software, es decir, cambiar los valores culturales y los sistemas de organizaciónde tal manera que pueda producir el hardware apropiado. Este enfoque ingenieril del desarrollo, la manipulación de los sistemas sociales y la educación, me parece tan peligroso como las viejas formas de flagrante transferencia de técnicas desde las grandes potencias a los países menos poderosos, desde los industria- lizados a los no industrializados. A primera vista parece un enfoque moral, pleno de valores, hacia los problemas de los "subdesarrolla- dos". Sin embargo, todas las soluciones ingenieriles implican inter- venciones de un sistema sobre otro para provocar cambios: se manipula un material para transformar sus propiedades; se mani- pula un átomo para transformar un tipo de energía en otro: se manipula un grupo humano que se está comportando de una manera que nos parece carente de desarrollo para transformar su comportamiento (su cultura) en otro que no solamente se desarro- lla, sino que se desarrolla siguiendo caminos que se consideran "apropiados". En contraposición. Merril explica la tecnología desde el punto de vista del antropólogo: Las tecnologías son las tradiciones culturales desarrolladas en las comunidades humanas para tratar con el ambiente físico y biológico. [Ellas" son importantes no solamente porque afectan la vida social, sino también porque constituyen un cuerpo esencial de fenómenos culturales por su propio derecho. (1968: 577, 582) Y prosigue: El cambio tecnológico deliberado ha sido institucionalizado en las sociedades occidentales por algún tiempo. La mayoría de las tecno- logías modernas incluve no solamente tradiciones para fabricar y hacer cosas, sino también tradiciones para "avanzar el estado del arte", para producir nuevos conocimientos, procesos y productos. INTRODUCCIÓN 15 [Así] las tecnologías modernas son sistemas socioculturales que tanto producen cultura como la usan. (1968: 582) Ahora cuando los esquemas de desarrollo se están estructurando deliberadamente bajo la apariencia de cambios tecnológicos, una de las responsabilidades de la antropología debe ser la de preo- cuparse por el ámbito tecnológico de la cultura, así como se preocupa por la estructura social, por la ecología, y hasta por los sis- temas de símbolos. Merrill ha sostenido que las tecnologías son sistemas socioculturales, que son tradiciones culturales para deter- minados tipos de comportamiento; comportamiento que implica interacción con el medio físico y biológico. Más recientemente (Merrill s.f.) ha recomendado con insistencia que la tecnología llegue a ser una rama central de la antropología cultural. En tal caso el estudio de la tecnología comprendería "las culturas de las tecnologías incluyendo descripciones analíticas de determinadas tecnologías, más las teorías generales de una cultura tecnológica". Más específicamente, como una rama de la antropología, la tec- nología recibiría la misma atención que aquellas otras ramas que se ocupan de los sistemas de conducta y de actividades tales como las culturas del arte, de la magia, de los ritos, del ejercicio del poder político.. . (Merril s. f.) El estudio de las actividades técnicas va mucho más allá del mero conocimiento de las materias primas, las herramientas, las elaboraciones y los resultados de las activida- des tecnológicas humanas. Trata de comprender de qué manera tales actividades son conceptuadas y valoradas por quienes las prac- tican; qué conceptos generales del mundo, de sus elementos y su comportamiento han sido elaborados a partir de las experiencias tecnológicas; cómo los conceptos desarrollados en otras esferas de la cultura han influido la formación de conceptos tecnológicos etcétera. Simplemente, Merrill sostiene que debemos prestar aten- ción a la cultura y a la estructura social (es decir, ala organización) de las tecnologías y a las relaciones entre las culturas tecnológicas v otras esferas. L: actualidad del "movimiento de la tecnología apropiada" pue- de ofrecer el incentivo que ha faltado en el campo profesional de la antropología para examinar seriamente la tecnología como un fenomeno cultural. Runakunap kawsayninkupaq rurasqankimaqa, La tecnología en el mundo andino, fue planeado para retar a los antropólogos y arqueólogos interesados en las sociedades andinas, tanto las contemporáneas como las prehistóricas, a considerar la naturaleza de los sistemas tecnológicos andinos y sus relaciones con el cambio cultural. Hav varias razones por qué las sociedades andinas sirven como un excelente punto de partida para el estudio de la tecnología en 16 HEATHER LECHTMAN la cultura. Primeramente, el "mundo andino" no fue una mera metáfora para antropólogos o geógrafos, sino una realidad en aque- lla época de la prehistoria en que fue políticamente (y en gran parte también culturalmente) unificado por loj. incas. En ninguna otra parte del mundo se dio el caso de una civilización que se desarrolló entre gente que vivía a una altura de 4,000 metros sobre el nivel del mar. Desde el punto de vista de lo que hemos expuesto anteriormente, el mundo andino —el Tawantinsuyu— se puede considerar como un excelente ejemplo de "desarrollo". Oue el movimiento de la tecnología apropiada tome el estado inca como un ejemplo maestro de eficaz organización y control de muchos sistemas tecnológicos interactuantes desarrollados por las pobla- ciones nativas. Se ha aseverado con frecuencia que los incas no fueron innova- dores, pero que fueron grandes organizadores. Desde el punto de vista de las actividades tecnológicas, esta afirmación tiene poco sentido. Los incas contaban con tecnologías que conocían bien y que ampliaron a la escala de las exigencias de un imperio. Los más importantes entre los logros tecnológicos que han hecho famosos a los incas —la red de caminos, el sistema de almacenamiento y de contabilidad, la explotación minera, la elaboración de tejidos, los cientos de miles de andenes labrados en las laderas de los cerros— exigían sistemas de manejo y coordinación sin los cuales las solas técnicas habrían sido ineficaces. La organización de las actividades tecnológicas es una parte integral de tales actividades; software y hardware no son fenómenos separables como nos hacen creer los ingenieros. Uno de los resultados más estimulantes de la investigación de Craig Morris acerca de los sistemas incas de alma- cenamiento (ver su artículo en este volumen) es su sugerencia de que la ubicación de muchos de los más remotos pero más extensos centros administrativos de la sierra se debía a que en tales sitios se daban las mejores condiciones para el almacenamiento de los dos alimentos básicos de las poblaciones andinas: los tubérculos y el maíz. El sistema de caminos no era solamente una red de comuni- cación vial, era una red de instalaciones de almacenamiento a gTan altura. Decir que tal práctica tecnológica no es innovadora es no entender su sentido. La clave está en la valoración del sistema, es decir de la coordinación de las esferas de actividad tecnológica con las esferas política, económica, y cosmológica entre otras. Otra razón para concentrar nuestra atención sobre el comporta- miento tecnológico andino es que ahora tenemos un modelo que nos permite interpretar el sistema de coordinación entre el aspecto tecnológico de la vida andina y ciertos otros aspectos. El modelo de la "verticalidad" o complementaridad ecológica formulado por INTRODUCCIÓN 17 JA'. Murra (1972) explica la solución andina al control de recursos diversificados según la altura: las comunidades nucleares lo logra- ban mediante colonos o mitmaq que explotaban en su beneficio nichos ecológicos más arriba o más abajo de sus asentamientos. "La percepción y el conocimiento que el hombre andino adquirió de sus múltiples ambientes naturales a través de milenios le permi- tió combinar tal increíble variedad en un solo macrosistema eco- nómico" (Murra 1975: 59). Este modelo de los archipiélagos verticales explica el control social de un máximo depisos ecológi- cos va sea a través de relaciones de parentesco, o mediante mitmaq. Cada ecozona era explotada de manera diferente —para la agricul- tura o el pastoreo, la minería o la pesca— y las técnicas aplicadas a tan diversas explotaciones estaban bien desarrolladas. Muchas siguen en uso todavía (ver el artículo de Camino, Recharte y Bidegaray en este volumen. Una vez más, la fuerza y la versatilidad del modelo de Murra estriba no solamente en su función explica- tiva de la organización social y del control de los recursos, sino en su utilidad como indicador de la organización de un vasto siste- ma tecnológico. La organización del sistema, el manejo de esta tecnología, es parte de la tecnología misma. Después de todo, no sólo se afirma que la civilización andina es la única que desarrolló un grupo humano que vivía a 4.000 metros de altura, sino que pudo ser mantenida por gente que explotaba, manejaba y controlaba un ecosistema que comprendía todos los recursos desde el nivel del mar hasta 5,000 metros de altura. La sofisticación tecnológica del Tawantinsuxu era extraordinaria. También John Earls ha enfatizado la grandiosa tarea emprendi- da por los incas al coordinar y administrar un sistema tecnológico basado en ecozonas verticales que presentaban marcadas diferen- cias de una región a otra en el ámbito del imperio (Earls 1976). Por lo que e! área andina cuenta con la más grande variedad del mundo de ecozonas. desde la glacial hasta la ecuatorial, desde el desierto hasta la jungla, cada una con sus específicas limitaciones agrícolas para los cultivos correspondientes, su articulación en un sistema económico coherente y relativamente estable presuponía una previa tecnología. Ya que ¡os problemas logísticos que plantea la administración de un estado que abarca un "ambiente tan rico en información" como los Andes, requieren un conocimiento ade- lantado y la formulación de planes para eventualidades tanto climáticas como políticas, hav que establecer ciertos sistemas de control en ciertas regiones donde se pueda simular, bajo condicio- nes controladas y de acuerdo con una tabla astronómica fija, un gran numero de estas efectiva;, ecozonas dispersas (Earls, comu- nicación personal"). 16 H E A T H E R L E C H T M A N El sitio de Moray, descrito en detalle en el artículo de Earls y Silverblatt que aparece en este volumen, es un ejemplo de lo que Earls supone que es este "sistema de control" donde la verticalidad del ambiente natural era reducido o "comprimido" en un número más limitado de efectivas ecozonas que podían ser utilizadas para experimentos agrícolas y para establecer un sistema de equi- valencias, todo a lo largo del imperio entre niveles ecológicos dispersos (Earls 1976). Igualmente interesante es la serie de relaciones que los autores establecen entre el sitio de Moray y sus bases tecnológicas de un lado y la estructura de la cosmología inca del otro; su tesis es que el sitio en sí, en su diseño y función, reitera los conceptos y paradig- mas andinos fundamentales. La contribución de Earls y Silverblatt a la antología investiga precisamente los tipos de temas propuestos por Merrill acerca de la conceptualización de las actividades tecno- lógicas y de las formas en que los conceptos desarrollados en otras esferas de la cultura han influido en la formación de conceptos tecnológicos. Al trazar el plano de la antología fueron seleccionados o solicita- dos artículos que demostrarán las relaciones entre la cultura de la tecnología y otros ámbitos culturales. Nos hemos propuesto tras- cender el mero interés por las técnicas y estimular una apreciación del carácter fundamental de las tecnologías como sistemas gene- radores de cultura y parte inseparable de los sistemas culturales en los que se manifiestan. El hecho de que he insistido en el Ta- wantinsuyu para demostrar estos puntos, se debe principalmente a que tenemos mejores datos tanto arqueológicos como etnohistóricos para los incas. Como resultado de los recientes estudios acerca de la cosmología, la economía y el manejo del medio ambiente de los incas, estamos comenzando a abordar el tema de los sistemas tecnologicos andinos. Numerosos investigadores han construido sobre los cimientos asentados por Muría: en la antología figuran algunos de los más importantes y recientes estudios de los Ascher, de Earls, de Silverblatt, de Morris y de Urton. Algunos de los sistemas tecnológicos —o aspectos de esos siste- mas— que tuvieron importancia decisiva en el desarrollo del Tawan- tinsuyu (y que existían mucho antes del estado inca) están toda- vía en uso hoy en día. La profundidad temporal de ciertas prác- ticas agrícolas y pastoriles andinas es asombrosa. La razón última para concentrar nuestra atención sobre la tecnología en el mundo andino es que la persistencia de algunas de ellas se debe precisa- mente al hecho de que son tecnologías apropiadas. Nada podría INTRODUCCIÓN 19 demostrarlo más claramente que el trabajo de Camino, Recharte y Bidegaray sobre la utilización agrícola de muchas ecozonas verti- cales por comunidades que ocupan las laderas orientales de los Andes en el extremo septentrional del lago Titicaca. Más al norte todavía, el equipo de arqueólogos que están estudiando actual- mente las andenerías incas y el sistema de riego de Cusichaca, en la sierra cercana al Cuzco, esperan devolver a la producción esas terrazas con el asesoramiento de los campesinos locales. La agricul- tura de la sierra no ha podido reaccionar seriamente frente a los modernos métodos de explotación, en primer lugar porque el terre- no es tan escarpado que no se presta al trabajo mecanizado de grandes extensiones. El ambiente no ha cambiado; la vida sigue orientada verticalmente y la gente todavía depende de los produc- tos de una cantidad de múltiples zonas ecológicas. La chicha, las papas, el chuñu, y los cuyes siguen siendo fuentes de carbohidra- tos y de proteínas (ver los artículos de Mamani, de Cutler y Cárde- nas y de Bolton y Calvin en este volumen). Los problemas que se han presentado en cuanto a la eficiencia contemporánea de las tecnologías agrícolas y pastoriles de la sierra no se deben a fallas en los sistemas sino a factores externos que han malogrado tales sistemas: la rotura de los esquemas de rotación de la tierra, las tentativas por introducir variedades nuevas pero mal adaptadas, la presión del mercado mundial fomentando la producción de productos exportables. Jorge Flores señala en su artículo el cambio dramático que ha ocurrido recientemente en las prácticas de algunos pastores de la puna,, que criaban selectiva- mente alpacas de manto blanco porque el mayor importador de lana de alpaca (Inglaterra) prefería lana blanca. Sin embargo estos animales albinos son los más débiles y los que menos se adaptan a las condiciones de la puna alta. Es sumamente improbable que los partidarios de la tecnología apropiada descubran tecnologías más apropiadas a las singulares condiciones de la vida andina que aquéllas que han sobrevivido y han demostrado su eficacia para mantener por tantos siglos densas poblaciones de la siena. Nuestra meta es estudiar y describir esos sistemas para llegar a entenderlos tanto en su aspecto técnico como social y trabajar para mantenerlos y hacerlos florecer en vista de que son parte esencial del estilo de vida andino. Esto no signifi- ca que las tecnologías autóctonas tengan que preservarse sin cam- bio: ya han sufrido cambios notables e irreversibles. Lo que sostene- mos es que la base ecológica sobre la que se desarrollaron es válida y debería ser aprovechada. Fomentando y difundiendo las tecno- 20 HEATHER L E C H T M A N logias andinas autóctonas se podría fortalecer también la vida de las comunidades y la cultura andina. * El primer volumen de Runakunap kawsayninkupag rurasqan- kunaqa trata principalmente de las tecnologías de subsistencia: agricultura, pastoreo, preparación y almacenamiento de alimentos.En este contexto general hemos tratado de incluir artículos que analizan situaciones prehistóricas y otros que tratan de prácticas contemporáneas. Algunos trabajos son sumamente técnicos y han sido escogidos para ilustrar cómo las metodologías de las ciencias y de la ingeniería pueden aplicarse al estudio de las tecnologías andinas. Otros son el resultado de análisis básicamente etnohistóri- cos. Todos estos enfoques son importantes para nuestros esfuerzos dirigidos a reconstruir e interpretar los sistemas tecnológicos pre- históricos. La sección que trata de la agricultura dista mucho de ser comple- ta, pero incluye por lo menos un artículo importante acerca de cada uno de los principales sistemas andinos de utilización de la tierra y del agua: campos de camellones, chacras hundidas (agricultura de nivel freático), riego en gran escala intervalles, andenes y manejo del agua de comunidad y la explotación vertical de múltiples zonas ecológicas para lograr toda la gama de los principales productos alimenticios andinos. En esta sección se examinan tanto las prác- ticas agrícolas de la sierra como las de la costa. Los artículos sobre pastoreo tratan solamente de animales autóctonos, llamas y alpa- cas. El complejo sistema de clasificación utilizado por los pastores es —obviamente— un dispositivo tecnológico útil tanto para el control como para la crianza de los animales. De igual importancia habría sido un artículo sobre la tecnología de la clasificación de las papas por los agricultores contemporáneos. Tratamos de con- seguirlo sin éxito. Le segunda sección que trata de los alimentos y de su almacena- miento, contiene artículos que tratan de tres de los principales ali- mentos que han tenido un rol fundamental a lo largo de toda la historia andina: la papa en forma de chuñu, el maíz como chicha y el cuy. Los tres siguen teniendo importancia fundamental en la dieta andina y siempre la han tenido, no sólo por su valor alimen- ticio sino también por su papel político y ritual, y —en el caso del chuñu— por su conservación y almacenamiento. Además, como lo demuestra el artículo sobre el cuy, cuando los recursos son escasos lo decisivo no es la cantidad total de un tipo de alimento en un determinado periodo de tiempo, sino el calendario del consumo de INTRODUCCIÓN 2 1 alimentos de alto contenido proteínico. Finalmente, la extensa exposición que trata de los sistemas de depósitos incas en la sierra para conservar papas y maíz, es fundamental para que podamos entender no solamente cómo el estado mantenía a los pobladores de esos centros, sino también cómo se planificaba su emplazamien- to. Estos sistemas de almacenamiento en gran escala de tubérculos y del maíz en los Andes altos pueden ser de gran interés para los participantes de la Tercera Conferencia Internacional sobre la "Conservation des grains" que tendrá lugar en Francia en otoño de 1980. La tercera sección de este volumen, dedicada a la medición y la orientación, nos acerca al tema de una ciencia andina —si así se le puede llamar— aunque este campo necesita todavía un mayor escrutinio. En los Andes, los conceptos de tiempo y de espacio se elaboraron a partir de una visión del universo totalmente distinta de aquélla que tuvieron los pueblos del Viejo Mundo y de Meso- américa. Era una visión desde el hemisferio sur y sólo recién es- tamos comenzando a entender cómo los pobladores andinos estruc- turaban el tiempo mediante su astronomía, que nos aparece como un preciso sistema de observación y de registro que permite pronós- ticos muy minuciosos. En esta sección se examina también la naturaleza de las relaciones entre la cosmología andina y los sis- temas tecnológicos andinos. Un segundo volumen de Runakunap kawsayninkupaq ruxasqan- kunaqa está actualmente en preparación. Incluirá artículos sobre las más importantes "industrias" del mundo andino: la producción de tejidos, la alfarería y la metalurgia así como la edificación, el transporte y las comunicaciones. Esperamos que cuando esté completa, la antología suscitará in- terés y entusiasmo por comprender y aprovechar las tecnologías del mundo andino. HEATHER LECHTMAN Julio de 1979 BIBLIOGRAFIA DUNN, P . D . 1979 Appropriate Technology: Technology With a Human Face, Schocken Books, New York. EARLS, John e Irene SILVERBLATT 1976 "Evolución de la administración ecológica Inca", Revista del Museo Nacional, Lima 42: 207-245. 2 2 HEATHER LECHTMAN JÉQUIER, Nicolás, editor 1976 Appropriate Technology: Problems and Promises, Deve- lopment Center of the Organisation for Economic Co- operation and Development, París- LECHTMAN, Heather y Arthur STEINBERC 1979 "The History of Technology: An Anthropological Point of View", en The History and Philosophy of Technology, G. Bugliarello y D. B. Doner, eds., University of Illinois Press, Urbana: 135-160. MERRILL, Robert S. 196S "The Study of Technology", en International Encyclopedia of the Social Sciences, t. 15, New York: 576-589. s. f. "Materials Science or Science of Technology?", trabajo pre- sentado al Workshop on Materials Research in the Future of Anthropology, Center for Materials Research in Archaeo- logy and Ethnology, Cambridge, Mass., marzo de 1978. MURRA, John V . 1975 Formaciones económicas y políticas del mundo andino, Instituto de Estudios Peruanos, Lima. 1972 "El 'control vertical' de un máximo de pisos ecológicos en la economía de las sociedades andinas", en Iñigo Ortiz de Zúfiiga, Visita de la Provincia de León de Huánucc [1562], Huánuco, t. 2: 429-476. I A G R I C U L T U R A Y P A S T O R E O ANTIGUOS CAMPOS DE CAMELLONES EN LA REGIÓN DEL LAGO TITICACA * CLIFFORD T . SMITH, WUXIAM M . DENEVAN, PATRICK HAMILTON Recientes publicaciones han descrito ciertos rasgos secundarios del paisaje en diversas zonas de las tierras bajas de América del Sur que, aparentemente, se deben a trabajos agrícolas practicados en tiempos precolombinos en terrenos con deficiente drenaje. Estos trabajos agrícolas han sido denominados campos de came- llones (ridged fields) o campos drenados (drained fields). Se trata de una entre diversas formas de campos elevados (raised fields) que se emplean para levantar el suelo sobre la superficie natural del terreno y así mejorar las condiciones de cultivo (Dene- van y Tumer 1974). Los vestigios más espectaculares de estos antiguos camellones se encuentran en las sabanas tropicales sujetas a inundaciones esta- cionales de la llanura aluvial de San Jorge en el norte de Colombia (Parsons y Bowen 1966, Parsons 1966), y en los Danos de Mojos del noreste de Bolivia (Denevan 1963, Denevan 1967, Plafker 1963). Otros campos similares han sido identificados en los llanos del Orinoco (Denevan y Zucchi 1977), en Surinam, en Campeche, México (Siemans y Puleston 1972), y cerca de Guayaquil en Ecuador (Parsons 1969); ver también Parsons y Denevan 1967 y Denevan 1970. Constan de agrupaciones paralelas o irregulares de camellones de alto, ancho y largo variables: desde unas pocas pulgadas hasta varios pies de alto; desde cerca de 10 hasta 70 pies de ancho y hasta miles de pies de largo. Representan una laboriosa y cuidadosa recuperación de tierras pantanosas que permitió prac- ticar una agricultura intensiva de carácter tropical en zonas que • Este artículo se publicó por primera vez en The Geographical Journal 1 34 ( 1 9 6 8 ) 353-367, con el título: "Ancient Ridged Fields in the Región of Lake Titicaca". 2 6 SMITH, DENEVAN, HAMILTON hoy en día se consideran marginales para la agricultura o en las que los cultivos han sido completamente abandonados. Las altas culturas del Nuevo Mundo practicaron la recupera- ción de tierras pantanosas para la agricultura también en los Andes y en las tierras altas de México. Es bien conocida la agri- cultura de chinampas o jardines flotantes del valle de México; las chinampas secas abandonadas son notablemente parecidas a al- gunos de los camellones de Sudamérica(Coe 1964, Armillas 1971). En algunos lugares mal drenados de la sabana de Bogotá en Colombia (Eidt 1959, Broadbent 196S), se han observado tam- bién unas cuantas plataformas cultivadas, pero la mayor extensión de antiguos camellones conocida hasta ahora en las Américas. ha sido descubierta en la región del lago Titicaca, en Perú y Bolivia, en una meseta a 3,800-3,890 metros. Estos campos, poco descritos hasta ahora y que hoy día se utilizan mayormente como tierras de pasto, son casi seguramente preincas y su existencia —junto con otras indicaciones— confirma la presencia de una densa pobla- ción abongen que en tiempos precolombinos ocupó esta zona. DISTRIBUCIÓN DE LOS CAMPOS DE CAMELLONES CERCA DEL LAGO TITICACA La distribución que aparece en la fig. 1 se basa en trabajos de campo y fotografías aéreas tomadas a escala de 1:65,000 y 1:15,000.1 En las fotografías a escala menor, los surcos de unos pocos metros de ancho son perceptibles solamente si los tipos contrastantes de vegetación en los camellones y los surcos ayu- dan a distinguir los pequeños patrones de relieve, o si los campos son parcialmente inundados. Por las observaciones hechas en el terreno, se constató que algunos tipos de camellones no se podían distinguir en las fotografías aéreas disponibles y que algunos campos que se identificaban fácilmente en fotografías a escala de 1:15,000, se encontraban por lo general, aunque no siempre, en las fotografías a escala de 1:65,000 de la misma zona. Es posi- ble por lo tanto que la fig. 1 y el cuadro I no den una idea cabal de la verdadera extensión de lo que todavía queda de este tipo de cultivo, aunque probablemente la discrepancia no sea 1 Se dispone de fotografías aéreas a escala de 1 : 6 5 , 0 0 0 ( 1 9 5 5 ) de las regiones peruana y boliviana de la zona. Para parte de la ribera suroeste del lago Titicaca hay también una cobertura a escala de 1 :15 .000 (19551 . Las áreas de camellones visitadas por los autores comprenden Taraco-Requeña, Huata, Juliaca, Paucarcolla, el lago Umayo y sus alrededores, Capachica, Poma- ta, V Aygachi. Kllomelros 10 JO 40 'Huafccané' MI las Area de antiguos camellones k - ' j Tierras por encima y por tfaba|o de los 3850 m //yyyvchi •íntiâ c tira Pcnlñjíiur. - — Ch.uuitr Ftmisula J\ucní [I a ü í i r c d í l i : A-UTUNO > Cabañil!; >esaguactero Fig. 1. Distribución de los antiguos camellones en la cuenca del lago Titicaca; en base a tina cobertura aerofotográfica 9 escala de 1:65 ,U00 y 1 : 1 5 , 0 0 0 y al trabajo de campo de los autores. 28 SMITH, DENEVAN, HAMILTON significativa. Por otra parte, obviamente, no es posible calcular cuánto se ha perdido como consecuencia de cultivos posteriores. El Cuadro I muestra las áreas estimadas que ocupan los sistemas de camellones y surcos intercalados. Fueron calculados utilizando un mapa base a una escala de 1:200,000 sobre el que habían sido transportados los datos proporcionados por las fotografías aéreas y el reconocimiento del terreno. CUADRO I A R E A S E S T I M A D A S Q U E O C U P A N L O S C A M P O S D E C A M E L L O N E S Perú: área norte hectáreas acres millas2 conjunto principal: J uliaca-Paucarcolla 56 ,533 139 ,637 222 .4 dispersos: Cabanilla, Lampa, Ayabacas, Taraco 3 ,276 8,091 12.4 dispersos: Laguna Orurillo, Huancané 4 , 4 9 4 11,100 18.1 Perú: área sur Desaguadero 6 ,501 16,057 25.1 Pomata 5 ,108 12,617 19.7 dispersos 2 , 1 9 2 5,141 8.5 Perú: totales 7 8 , 1 0 4 192,916 306.2 Bolivia: área de Avgachi 3 ,014 7 ,535 11.8 otras áreas 9 3 8 2,345 3.7 Perú y Bolivia: totales 8 2 , 0 5 6 202 ,796 321.7 El área total que ocupan estos campos es mucho mayor que la de la llanura aluvial de San Jorge del norte de Colombia que Par- sons estima en 32,320 ha,- o que las 20,200 ha que registró Dene- van en los Llanos de Mojos. Del estudio de las fotos aéreas y de las mediciones hechas en el terreno, resulta que el área utilizable para el cultivo (es decir, los lomos de los camellones), habría sido mucho menor, tal vez aproximadamente un 45 o 50% del total. Esto daría un área cultivable estimada de 36,869 ha a 40,965 ha una cifra mucho mayor que las 6.060 ha de superficie de camello- nes estimada por Denevan para los Llanos de Mojos. La distribución de las áreas de camellones en las orillas del lago Titicaca es sumamente desigual. No se encuentran en el terreno montañoso y escarpado que bordea el lago mismo por una gran parte de su ribera noreste y parte de la suroeste, y están claramente limitados a zonas con drenaje insuficiente, a nivel o cerca del nivel de la planicie desarrollada sobre sedimentos lacustres o aluviales. Las principales áreas de este tipo son las pampas de Taraco y de CAMELLONES JUNTO AL TITICACA 29 Juliaca al noroeste del lago y la pampa del delta del rio llave al suroeste: aquí está la mayor agrupación de camellones que se ha encontrado en Sudamérica. Entre el lago Umayo al oeste y la península de Capachica al este, una extensión de más de 516 km2, está cubierta de camellones de distintos tipos. Hacia el extremo sur del lago, tres grupos importantes de estos campos ocupan los terrenos pantanosos alrededor de Pomata, Desaguadero y Aygachi. Hay también muchos grupos pequeños y dispersos, ninguno de ellos de más de 100 ha y que se presentan mayormente en depre- siones pantanosas o en los fondos de los valles, algo alejados del curso mismo del río y al pie del comienzo abrupto de la ladera que forma el valle. Es claro que estos tipos de camellones se pueden encontrar sola- mente en terrenos llanos que fueron pantanosos o sujetos a inun- daciones ocasionales. Es evidente también que la mayoría de ellos deben estar a breve distancia del lago y a una altitud relativamen- te baja. Más del 9 2 % de los campos están a una distancia no mayor de 30 km del lago y aunque el lago mismo se encuentra a una altitud promedio de 3,803 metros, el 9 8 % de los campos están deba- jo de los 3,850, y los más altos están a 3,890 al noreste de Ayaviri y bordean el lago Orurillo. Estas altitudes están entre los límites de los cultivos aborígenes déla región: tubérculos como las papas, la oca (oxalis tuberosa), el olluco (ullucus tuberosus), y granos como la quinua (chenopo- dium quinoa) y la cañihua (chenopodium pallidaule). Todos ellos, en condiciones favorables pueden ser cultivados hasta los 4,000 metros. Pero hay muy pocas áreas de camellones en anchos valles pantanosos a cualquier distancia del lago. Puede ser que las diferen- cias de clima local hayan tenido un efecto significativo sobre las posibilidades de cultivo y por lo tanto sobre la practicabilidad de este acondicionamiento de la tierra. La influencia moderadora del lago Titicaca sobre el clima de la región tiene seguramente una gran importancia en la agricultura actual. La posibilidad de dete- rioros por causa de las heladas durante la estación de crecimiento es ahora, y debe haber sido siempre, un riesgo grave. Cerca del lago este riesgo es el más bajo de la región. En Puno (3,850 metros) en 1943 hubo 123 días de heladas, pero en Chuquibambilla, cerca de Ayaviri (3,910 metros), en 1943-44, hubo heladas en 197 días (Monheim 1956: 44) . Durante la estación de las lluvias (que tam- bién es la estación del crecimiento de las plantas), solamente cuatro veces heló en Puno (de octubre a marzo), pero hubo 52 días con heladas en Chuquibambilla. En Copacabana (Bolivia), que goza de la situación privilegiada de península lacustre, no 30 SMITH, DENEVAN, HAMILTON hubo heladas desde el 18 de agosto al primero de mayo entre 1946 y 1949 (Monheim 1956: 55). De noviembre a marzo los promedios mínimos mensuales fueron: —2.7°C en Puno (1932-62), - 0 . 1 °C en Capachica (1957-64) y 0.5°C en Juliaca (1961-64). Todos estos lugares están sobre el lago o bastante cerca de él, pero en Chuquibambilla el promedio correspondiente es —2.5°C (1939-60) (ONERN/CORPUNO 1965, t. i: 156-63). Hay que tener presente que Puno, aunqueestá bastante cerca del lago mis- mo, se encuentra en una depresión sujeta a las heladas (frost hollow). Cerca del lago los peligros de heladas pueden también ser considerables, debido a las corrientes descendientes de aire frío hacia las tierras bajas —por esto los andenes escalonados en las laderas convienen a los cultivos susceptibles a las heladas. Lejos del lago, este efecto debe ser todavía más patente, y en las zonas alejadas, precisamente en el fondo de los valles, es mayor el peligro de heladas. Parece anómalo el hecho de que haya apenas rastros de campos de camellones en dos zonas bastante grandes de tierras bajas y mal drenadas cerca del lago mismo: las pampas de Taraco y de llave, en contraste con su abundancia en la planicie de Juliaca. La distribución de los campos de camellones se puede enten- der, hasta cierto punto, tomando en cuenta el relieve, el drenaje y los climas locales, pero el medie ambiente de la pampa de Tara- co y del delta del llave es muy parecido al de la planicie de Juliaca y sin embargo no se encuentran alia camellones. Por otra parte las condiciones de la planicie de Juliaca son distintas, en cuanto a tenencia de tierras, uso de la tierra y población. La mayor parte de su extensión la ocupan grandes haciendas ganaderas con pobla- ción muy dispersa. Por lo menos algunas de estas haciendas son de origen antiguo (como la hacienda Buena Vista, cerca de Julia- ca) aunque es imposible decir con seguridad cuáles de ellas se remontan a los primeros tiempos de la Colonia. De todos modos, gran parte de estas tierras han sido utilizadas como pastizales desde hace mucho tiempo. Por otra parte las pampas de Taraco 3' de llave están ocupadas por comunidades indígenas y son entre las más densamente pobladas de la sierra del Perú. Casi toda su superficie está bajo cultivo con un promedio de 0.25 a 4 ha disponible para cada familia. Es probable que todo rastro de anti- guos sistemas de cultivo haya sido destruido. Los campesinos de hoy utilizan tanto el arado de madera español como la antigua taclla o arado de pie andino. Pero el uso del arado ha destruido seguramente algunos de los camellones en la zona mejor drenada cerca de Taraco, puesto que las fotos áereas fueron CAMELLONES JUNTO AL TITICACA 31 tomadas en 1955. En la zona de Pomata el arado está borrando los antiguos camellones y esto puede haber sucedido ya en el pasado en una escala mucho mayor en toda la zona de Taraco y de llave. Es claro que los camellones habían sido construidos para ser cultiva- dos no con arado sino mediante métodos manuales que compren- dían el uso de un instrumento como la taclla. En los Andes peruanos los huachos (lazy beds) o camellones pequeños de papas, se hacen comúnmente con la taclla y a veces pueden verse sobre las plataformas de los antiguos campos alomados. CLASIFICACIÓN Y DESCRIPCIÓN DE LOS CAMPOS DE CAMELLONES Las formas que presentan los camellones varían grandemente tanto en el área total que ocupan como dentro de cada área. A pesar de que es difícil clasificarlos aun en términos morfológicos, vale la pena hacerlo, si la clasificación puede arrojar alguna luz sobre la cronología de su desarrollo, los tipos de asociación con sitios o sus funciones agrícolas y de drenaje. Los camellones de lomo aplanado o combado se alternan con surcos de fondo plano, con una diferencia entre altura y profundidad que oscila entre 0.15 y 1.25 m. Generalmente los camellones están dispuestos en haces de hileras que son paralelos entre sí, aunque no siempre, como por ejemplo en Aygachi. Su ancho, forma y disposición varía mucho, y es en base a estas variaciones que se clasifican como sigue. 1. Damero abierto (ver fig. 2a) Es una expresión utilizada por Parsons (Parsons y Bowen 1966: 329) para describir un patrón similar que se encuentra en Colombia y nos parece oportuno adoptarlo aquí para evitar duplicaciones y complicaciones innecesarias. Este patrón se presenta comúnmente como una agrupación de 5 a 20 surcos paralelos entre sí en haces, cada haz más o menos formando ángulos rectos con los adyacentes. El adjetivo "abierto" se usa simplemente para indicar que los surcos entre camellones son abiertos al final, para permitir la libre circulación del agua de un haz de hileras de camellones a los otros. Los camellones no son continuos y no hay represas que los rodeen. El ancho promedio de camellón y surco (tomados como una unidad) varía entre 5 y 20 m y el largo, desde un mínimo de 2 m hasta 40 m y más. Entre Vilque y Atuncolla los camellones tenían un ancho promedio de 5 m y los surcos de 32 SMITH, DENEVAN, HAMILTON Fig. 2. a* Camellones en forma de dameros al norte de Huata; de una foto- grafía aérea a escala de 1 :65 ,000. b ) Campos represados e irregulares al sur- oeste de Huata; de una fotografía aérea a escala de 1 :65 ,000. c ) Camellones lineales que bordean terrenos bien drenados y pantanos cerca de Desaguadero; de una aerofotografía a escala de 1 :65 ,000 . d) Camellones de tipo "escalera" cerca de Pomata; de una aerofotografía a escala de 1 :65 ,000. e) Campos cur- vilíneos cerca de Aygachi, Bolivia; de una aerofotografía a escala de 1 :65,000. CAMELLONES JUNTO AL TITICACA 33 1.5 m; el largo desde 2 m hasta 14 m. Solamente a unos cuantos kilómetros hacia el norte, la "longitud de onda" (el ancho de la unidad camellón-surco) llegaba hasta unos 15 m. Cerca de la hacienda Machacmarca el ancho normal era de 10 a 12 m; sobre la ribera sur del lago Titicaca, de 10.5 a 14 m. El patrón de damero abierto se encuentra mayormente en tierras deficiente- mente drenadas o inundadas periódicamente al margen de lagos existentes y en planicies bien alejadas del pie de los cerros (fig. 4 ) . Se trata del tipo más importante porque la mayor parte de los camellones existentes en la planicie de Juliaca son de este tipo, así como la mayoría en el conjunto de Desaguadero. Otra buena muestra, aunque pequeña, se encuentra a la orilla misma del lago Titicaca, en Requeña, cerca de Taraco (fig. 2 ) . Se podría suponer que la construcción de cada conjunto de hileras se debe al trabajo de agricultores individuales, quienes habrían colaborado en la ta- rea de rescatar nuevos lotes de tierra de zonas pantanosas, para complementar los lotes que ya tenían en otras partes sobre las laderas o en terrenos mejor drenados. La irregularidad de las di- mensiones de los camellones y del número de hileras sugiere que este trabajo de rescate de tierras no habría sido altamente organi- zado ni planeado de manera rigurosa. Asimismo la ausencia de ca- nales principales bien definidos, hace suponer que había mayor preocupación para construir camellones o lotes de terreno cultiva- ble que para llevar a cabo un cualquier tipo de drenaje integrado o de sistema de riego. 2. Patrón irregular represado Es bastante distinto del patrón de damero abierto que acabamos de describir y se encuentra en áreas mucho más limitadas cerca de Pomata, alrededor de Huata cerca del lago Titicaca, en la planicie de Juliaca y también de vez en cuando entre Vilque y Atuncolla. En estas zonas a veces unos grupos de camellones están total o parcialmente rodeados por bajas represas, que en algunos casos tienen forma circular o casi circular, y en otros son sumamente irregulares.2 La irregularidad es aún más acentuada por la presen- cia de charcas de agua estancada y trozos de pantano diseminados entre los cercos (ver fig. 2b). En la zona de Pomata, unas repre- sas discontinuas rodean grupos irregulares de camellones a ambos lados del río Pomata. Su irregularidad contrasta marcadamente con el aspecto de colcha de parches relativamente ordenado que 2 Los únicos campos de camellones represados que se conocen en otros lueares de las Américas están en los Llanos de Mojos de Boüvia, cerca del río Apere (Plafker 1 9 6 3 ) . 34 SMITH, DENEVAN, HAMILTON ofrece el patrón de damero abierto no muy distante. Aquí como en otras partes en la región, losgrupos de camellones represados se encuentran en sitios especialmente húmedos, cerca del lago o del río y, por lo menos en el caso de Pomata, sería difícil no llegar a la conclusión de que fueron construidos más tarde que los del tipo de damero abierto que se encuentran aquí en terrenos un poco mejor drenados. También en la zona de Juliaca las represas se encuentran en los sitios más húmedos y los dameros abiertos se extienden mucho más lejos de las orillas del lago, tierra adentro. Sin embargo, no siempre es así, el grupo de dameros abiertos de Taraco está sobre la misma orilla del lago y aun ahora es parcial- mente inundado. Sin embargo, si este fue el caso y el represamiento significó un esfuerzo para lograr un control coordinado del agua, es extraño que no se encuentren en la planicie de Juliaca ni presas de irriga- ción ni canales de drenaje. Puede ser entonces que el represamiento fuera un simple sistema de defensa contra las inundaciones estacio- nales o eventuales y un esfuerzo personal de los agricultores para defender sus propias chacras. De hecho no hay rastro de largos y continuos diques construidos para proteger grandes extensiones de tierra, y grupos de camellones no cercados se encuentran adya- centes a otros cercados. 3. Patrón fluvial Cerca de Atuncolla y en la hacienda Machacmarca hay camello- nes angostos, que forman ángulos más o menos rectos con cursos de agua actuales o antiguos y abandonados. Como en la llanura aluvial de San Jorge, en el norte de Colombia, los camellones van siguiendo la pendiente del declive natural así que se logra un buen drenaje. Pero este tipo de patrón es mucho menos común en la región del Titicaca que en Colombia, donde ha sido clasificado como caño pattern (Parsons y Bowen 1966 : 329). 4. Patrones lineares Otro patrón orientado es el que corresponde a camellones largos y angostos generalmente paralelos entre sí, y cuyo largo puede alcanzar hasta 400 o 500 metros (ver fig. 2c). Los ejes largos, generalmente forman ángulos rectos con la línea formada por el encuentro de las laderas de los cerros con la planicie. En la penín- sula de Capachica cerca de Desaguadero y cerca de la hacienda Machacmarca, estos campos lineares están en la parte más baja de las tierras, debajo de la empinada ladera de los cerros donde unas angostas andenerías indican que el lugar fue ocupado por CAMELLONES JUNTO AL TITICACA 35 mucho tiempo y explotado de manera intensiva. Casas y tierras de cultivo están generalmente ubicadas al final de la ladera, y puede ser que estos camellones largos y angostos, que a menudo terminan donde la ladera comienza a subir, representen una extensión hacia la llanura de chacras lineares que se alargaban desde los andenes de los cerros a través de las tierras marginales, hasta la zona pan- tanosa abajo. De las mediciones hechas en 206 muestras en la zona de Pomata, el ancho de los camellones resulta ser en promedio 8.7 metros. 5. Patrón "escalera" A lo largo de la orilla sur del lago Titicaca, especialmente cerca de Pomata, se encuentra un tipo diferente de camellones que no aparece más al norte (ver figs. 2d y 9) . El ancho de los camello- nes es con frecuencia mayor que en otras partes, con un promedio de 15 a 2? metros, aunque en algunos casos alcanza los 35 metros. El largo (en este caso el ancho de la "escalera") es variable, aun- que en general oscila entre 30 y 70 metros, y el promedio de 48 mediciones resultó ser 56 metros. A veces los camellones son tan anchos en relación con su largo, que parecen plataformas aproxi- madamente cuadradas o rectangulares. Al medir un conjunto de grupos de camellones, se obtuvo un promedio de 45 metros de ancho. El rasgo distintivo de este patrón es la disposición de los camellones —o plataformas— en figuras alargadas en forma de escalera. Unos grupos paralelos de "escaleras" están separados por surcos y, en ciertos casos, por paredes de adobe o de piedra, aunque muchas de las paredes atraviesan cortando los camellones de mane- ra oue hace suponer hayan sido construidas después que los came- llones. En la zona de Pomata se pueden ver antiguos campos dispuestos en forma de escalera sobre las andenerías que trepan las laderas escarpadas y también sobre las tierras altas oue presen- tan un menor declive. Entonces la disposición de los camellones, según el patrón de escalera en las planicies sujetas a inundaciones periódicas, podría representar simplemente la adaptación al llano de unas prácticas de división de las tierras adoptadas en las zonas altas. Si es así, la construcción de camellones puede haber sido aproximadamente contemporánea a la creación de antiguos patro- nes de campos, tan típicos de esta zona, en las laderas y las cumbres de los cerros. En la zona de Pomata los modernos linderos de las chacras y las zanjas de drenaje cortan los patrones antiguos de los campos de manera discordante, aunque también se notan restos de los antiguos linderos de las chacras, rectilíneos pero sin función alguna en los patrones modernos de utilización de la tierra, v que sí están de acuerdo con los antiguos patrones de camellones. 36 SMITH, DENEVAN, HAMILTON 6. Campos peinados de Aygachi (ver fig. 2e). Finalmente hay otro tipo de patrón que no encaja fácilmente en la clasificación que hemos adoptado al principio. En Aygachi (Bolivia), se encuentran unos camellones largos, aproximadamente paralelos y curvilíneos, con frecuencia bastante angostos (2 a 6 me- tros de ancho) y reunidos en haces de 5 hasta 35 hileras. Su largo es muy variable, desde 20 hasta 150 metros. Algunos de los camello- nes convergen hasta cegar completamente los surcos intercalados, dando la impresión de un modelo de horquilla. El aspecto general de la zona es, sin embargo, en cierto modo muy parecido al que presentan las "chacras peinadas" descritas por Parsons y Bowen (1966) en Colombia. EL CULTIVO DE LOS CAMPOS DE CAMELLONES La única zona de camellones para la cual los tipos de suelos están mapeados v descritos, es aquélla al norte de Puno. Todos los cam- pos elevados (ONERN/CORPUNO 1965, t. 3) de la planicie de Paucarcolla-Juliaca están clasificados como suelos perteneciente.1- al grupo gley humic planosols, tipo andino, asociación Titicaca. Se trata de suelos de pampa lacustre formados por sedimentos de textura fina y caracterizados por deficiente drenaje y reacción de neutra a fuertemente alcalina (pH 6.8 a 8.5). Este suelo es de productividad mediana y no demasiado alcalino. Es significativo que el pH alto de la asociación Titicaca decrezca con la profundi- dad. Probablemente el hacer camellones servía no solamente para rescatar una tierra deficientemente drenada y para neutralizar los efectos de un clima desfavorable, sino también para traer a la super- ficie suelos menos alcalinos. Más cerca del lago, la asociación Titicaca gradualmente va cambiando a suelos aún menos drenados y que a menudo tienen un pH superior a 8.0, pero aun aquí —como en Requeña— hay restos de campos elevados. La evaluación del suelo establece que la agricultura está limitada por el deficiente dre- naje y que el pastoreo es la actividad más recomendable. En una foto aérea de la evaluación de recursos de ONERN, los camellones de Requeña están incluidos en una categoría clasificada como apta solamente para la pesca y la vida silvestre (ONERN/CORPUNO 1965, t. 3: mapa 39). Probablemente fue una ventaja para los anti- guos agricultores que cultivaban los camellones el no haber podido aprovechar las modernas evaluaciones de recursos. No se han encontrado descripciones de los métodos utilizados para cultivar los camellones o de los cultivos específicos que se practicaban en ellos, pero algo se puede inferir de las modernas CAMELLONES JUNTO AL TITICACA 37 prácticas agrícolas en terrenos parecidos y aun en los mismos came- llones antiguos, aunque la mayoría de los que todavía quedan y los surcos intercalados se utilizan hoy en día como tierra de pastos.Las cumbres de los camellones están cubiertas comúnmente de Stipa spp. (ichu) y diversas otras plantas herbáceas como Poa, Festuca, Muhlembergia, Calamagrostis y especies de Halofitetum en las áreas más alcalinas. Las raíces de algunas de las hierbas alca- linas (chapa, chichi, no identificadas) sirven de alimento a los cerdos, y los suelos alcalinos en las tierras alomadas de Requeña han sido muy maltratados por los cerdos que buscan estas raíces. Adonde los suelos no son excesivamente alcalinos o las inunda- ciones no son demasiado serias, como en la planicie de Juliaca-Pau- carcolla, algunas de las zonas de camellones aún se cultivan hoy en día. Muchos de los camellones han desaparecido por acción del arado, pero donde las comunidades campesinas utilizan todavía la taclla, como alrededor de Huata, los huachos (camellones peque- ños de papas) están encima de los camellones antiguos, sea forman- do ángulos rectos con el eje longitudinal del campo, sea a lo largo de este eje (fig. 6) . De este modo los antiguos campos elevados son ahora alomados nuevamente por los modernos huachos. Este siste- ma de cultivo se practica en toda la sierra del Perú v de Bolivia y tiene su contraparte en las eras de Colombia (West 1938). Sin embargo es fácil distinguirlos de los antiguos camellones por sus dimensiones mucho menores; rara vez tienen más de un metro de ancho y su alto promedio es de 0.25 m. En Requena, los agricultores quechuas dicen que en los antiguos camellones se cultivaban en el pasado papas, quinua y cañihua, y que sus abuelos, en el siglo XIK, a veces hacían lo mismo antes de que el suelo se volviera demasiado alcalino como para impedir el cultivo. En toda el área donde hoy día hay camellones se encuentran los cultivos tradicionales y además la cebada, una impor- tante innovación. Nunca falta la papa "amarga" para chuño, por lo que tolera la alcalinidad del suelo y las heladas mucho mejor que la papa "dulce" más grande. Mas cerca del lago Titicaca, donde la temperatura es más uniforme, se cultivan otros tubérculos como la oca, además del trigo, y sobre las laderas más bajas que declinan hacia el lago, a una altitud de 3,900 metros crece un poco de maíz enano (confite puneño). La rotación de cultivos que se practica comúnmente hov en día en los huachos construidos encima délos camellones cerca de Hua- ta (3,850 metros s.n.m.) es: papas el primer año cuando el suelo ha sido recién volteado; quinua o cañihua el segundo año y cebada el tercero. Siguen por lo menos tres años de descanso (barbecho). Es probable que sólo aproximadamente el 5% de la pampa alrede- 38 SMITH, DENEVAN, HAMILTON dor de Huata, otrora densamente alomada, esté ahora bajo cultivo, y la razón que se aduce es la alta incidencia de las heladas que echan a perder las cosechas. Huata misma está sobre una peque- ña colina de unos 30 metros de altura sobre cuyas laderas se practica una agricultura intensiva sin barbechos regulares. Cerca de Juliaca, donde los suelos son menos fértiles y a menudo muv alcalinos por efecto de la evaporación de charcas de agua poco profundas, la rota- ción es la misma que en Huata, pero el periodo de barbecho dura de 6 a años. La ausencia de cultivos sobre la mayor parte de la planicie cerca del Titicaca se debe más al sistema de tenencia de tierras y al pastoreo extensivo de las grandes haciendas que al defi- ciente drenaje, a la baja fertilidad del suelo y al peligro de heladas. También a nivel de comunidades campesinas, la tierra en general se reserva para pastos comunales, aunque de vez en cuando se cultiva. LA FUNCIÓN DE LOS CAMELLONES Por su distribución en las áreas alrededor de la región del Titi- caca, es claro que los camellones fueron construidos para rercatar las tierras pantanosas y hacerlas labrantías o para defender las tierras de cultivo de los aniegos eventuales ocasionados ya sea por las lluvias o por los desbordes de los ríos y lagos . No es tan claro, en cambio, si fueron construidos con mira a lograr el drenaje, la conservación del agua o la irrigación. Los campos elevados en las bajas sabanas sudamericanas no parecen tener otra finalidad que la as crear tierras cultivables mediante la construcción de pla- taformas y camellones encima del nivel de la creciente. Pero las chinampas de México, por otro lado, fueron construidas tanto con vista a la irrigación como al mejoramiento de la tierra (Pedro Armi- llas, comunicación personal). La d;sposicion de los camellones y de los surcos intercalados en relación con la inclinación de las tierras o con los cursos de agua existentes, en general no hacen pensar que se trató conscientemen- te de eliminar un exceso de agua. La mavoría de los tipos de siste- mas de camellones y surcos, más bien habrían impedido un drenaje eficiente, o cuanto menos no lo habrían favorecido para nada. Los tipos de damero abierto v de escalera hasta obstaculizan el drenaje; los campos represados no muestran señales de sistemas de drena- je, los tipos lineares v fluviales y los peinados de Aygachi favorece- rían el drenaje siempre que los ejes longitudinales coincidan con la dirección de la pendiente, cosa que en general sucede. Por otra parte, en las zonas de camellones, hav tantos casos en que los patrones pueden ser identificados por la existencia de CAMELLONES JUNTO AL TITICACA 39 aguas estancadas o de terreno pantanoso, que se puede pensar que había un esfuerzo consciente de conservar el agua. En la zona de Pomata la disposición de los camellones según el modelo de escalera impide el drenaje, pero pudo haber sido diseñado ex- presamente para retener el agua en los campos. En la misma zona, el diseño de los campos represados a menudo tenía el propósito de guiar el agua hacia recintos parciales en lugar de mantener afuera las aguas de avenida. En la planicie de Juliaca en cambio, no es así, por lo menos hasta donde se puede ver, y el patrón "peinado" de Aygachi hasta ahora tiene como efecto el de distri- buir el agua a toda el área de los camellones. Por lo general, en esta zona una política de conservación del agua tiene sus ventajas. Las precipitaciones están estrechamente ligadas al ciclo estacional y son relativamente poco confiables. En Puno, el promedio anual de precipitaciones es 623 mm; en Capachica, 828 mm, y en Juliaca 650 mm. Las precipitaciones presentan una notable concentración en los seis meses entre octu- bre y marzo, con un marcado máximo en enero y febrero (en Puno el 87% de las lluvias anuales cae entre octubre y marzo; en Capachica el 89% y en Juliaca el 8 8 % ) . En todos estos lugares hay sin embargo en cada mes un 50% de probabilidades de lluvia insuficiente. La sequía es uno de los dos peligros mayores en la zona y hay una estrecha relación entre el rendimiento de las papas y los años de precipitaciones insuficientes. Los modernos agróno- mos recomiendan encarecidamente el uso de la irrigación en una escala mucho mayor de la que se practica actualmente (ONERN/ C O R P U N O 1965, t. i: 186). La conservación del agua es obvia- mente de la mayor importancia, especialmente en años de precipi- taciones insuficientes, pero también puede ayudar a reducir los riegos de las heladas. En marzo y abril, hacia el final de la esta- ción de T.uvias, las heladas nocturnas son a menudo el resultado de radiaciones excesivas en una atmósfera despejada y ponen en serio peligro la cosecha de papas. Por esta razón a menudo se prefieren para el cultivo las laderas de les cerros con buen drenaje de aire, en lugar de les fondos de los valles y la superficie plana cíe la pampa. El alto calor especifico del agua es una de las pocas defensas disponibles en esta región contra las heladas nocturnas, y puede ser que los cultivos practicados bajo el sistema de came- llones con surcos saturados de agua o anegados, sean menos vulne- rables a las heladas. Pocas áreas de camellones muestran señales de riego sistemático, pero la escala de las fotos aereas de las quedisponemos para la mayor parte de la región (1:65,000) es tal, que resulta difícil percibir los detalles del patrón de distribución del agua, y segura- 40 SMITH, DENEVAN, HAMILTON mente los sistemas de camellones en las cercanías inmediatas de los lagos no pudieron nunca haber sido parte de un sistema de riego organizado. Pero en el área de Pomata para la que hay foto- grafías aéreas de escala 1:15,000, se notan varios canales de riego abandonados que aparecen relacionados con los sistemas de cam- pos parcialmente represados más que a los de tipo "escalera". Los campos peinados de Aygachi habrían sido excelentes sistemas de distribución del agua de riego tomada de los ríos y arroyos de la zona. Garcilaso de la Vega —al que no siempre debemos la mejor información— en su descripción de la provincia de Chucuito recientemente conquistada, menciona la construcción de obras de irrigación: . . . entre tanto que duró aquella conquista [de Chucuito], él [el Inca] se havía ocupado en visitar su reino procurando ilus- trarle de todas maneras con aumentar las tierras de lavor: mandó sacar nuevas acequias y hazer edificios necesarios para el provecho de los indios como pósitos puentes y caminos para que las pro- vincias se comunicasen unas con otras (Garcilaso de la Vega [1609] 1943, p. 108). Es cierto que los camellones de Pomata, represados o parcial- mente represados y estrechamente asociados con canales de riego, parecen no estar relacionados con el patrón "escalera" y tal vez hayan sido sobrepuestos a ellos, pero no sería prudente dar por sentado que el pasaje de Garcilaso de la Vega se íefiere necesaria- mente a esta zona, o que la institución del riego se puede pro- piamente atribuir a los incas. Ciertos sistemas de riego que estaban en uso mucho antes de la conquista inca pueden haber sido atribuidos erróneamente -a los incas, como ha sido a menudo en otras partes del Perú. Sin embargo hay que decir que Cieza de León negaba la existencia del riego artificial en las tierras colla alrededor del lago Titicaca (Cieza de León [1553] 194". p. 442). Resumiendo, las conclusiones sobre el propósito de los sistemas de campos de camellones se deben considerar necesariamente ten- tativas. Es cierto que servían para extender el área de tierras culti- vables: es probable que en muchas zonas de camellones lo que se buscaba era más la conservación del agua que un rápido y efectivo drenaie, y es claro que en unas pocas zonas los camellones estaban asociados con sistemas de irrigación primitivos. Finalmente hav que tener en cuenta la distribución de los camellones v su función cuando se examinan los niveles del agua, presentes v pasados, de los lagos y de los ríos de la región en general. Cuando los camellones fueron construidos, los niveles de los lagos probablemente no eran muy distintos de los actuales. CAMELLONES JUNTO AL TITICACA 41 porque la mayor parte de las zonas de camellones está más o menos al nivel del agua. Los niveles del lago Titicaca, registrados por la Southern Railwavs of Perú desde el año 1912, muestran fluctuaciones periódicas y estacionales, y la fluctuación estacional rara vez es menos de 50 cm o más de 100 cm y por término medio es de 80 cm. Hay un curso cíclico del nivel medio anual que ha sido relacionado con los ciclos de las manchas solares (Monheim 1956: 80) , pero la oscilación extrema que ha sido registrada hasta ahora es de 4.95 m y va de un mínimo extremo de —371 cm registrado en diciembre de 1943, a un máximo de -¡-124 cm re- gistrado en abril de 1933. El cerro se encuentra a una altitud de 3 803 m (Hill 1959). Cuando el lago es alto como lo era en julio de 1955 cuando fueron tomadas las fotografías utilizadas aquí, los surcos cerca del lago estaban llenos de agua, mientras que en julio de 1966 cuando se hizo el íeconocimiento de la zona y el lago estaba a nivel bajo, los surcos estaban completamente secos. En las fotos aéreas se notan unos pocos rasgos lineares lejos de la orilla que pueden ser camellones y surcos sumergidos. Pero algunos camellones al borde del lago Umavo y de otros lagos vecinos, estaban parcialmente sumergidos en 1966 (fig. 4) de tal manera que el nivel de este lago pudo haber estado un poco más alto que cuando fueron construidos los campos. ANTIGÜEDAD DEL CULTIVO DE CAMELLONES EN LA REGIÓN DEL TITICACA Al no tener evidencia documental y arqueológica, el fechado de rasgos menores del paisaje cultural presenta con frecuencia numerosas dificultades, y los patrones del cultivo de camellones en la región del Titicaca no son una excepción. En la literatura no se ha encontrado ninguna referencia a ellos, lo que habría podido arrojar alguna luz sobre este problema. Los escritores de la primera cpoca colonial no los mencionan y han sido pasados por alto por los muchos arqueólogos que han trabajado en la zona, a menudo muv cerca de ellos. Aunque muchos camellones pueden haber sido destruidos por los cultivos modernos, y algunos pare- cen estar en proceso de destrucción, no se ha registrado ningún caso en que este tipo de cultivo juegue un papel significativo en la agricultura moderna. En los lugares de camellones donde hav cultivación hoy día, se considera el hecho de que la tierra está trabajada en surcos y camellones como algo insignificante y hasta como un estorbo. En el sitio, los autores preguntaron repetidas veces a los campesinos y autoridades locales si es que sabían algo 42 SMITH, DENEVAN, HAMILTON de los orígenes, antigüedad y funciones de los camellones. Por lo general contestaban que no sabían nada, que eran muy antiguos o que debían de ser formaciones naturales por lo que siempre habían estado allí. La información más positiva se obtuvo en la comunidad de Requeña, cerca de Taraco, que utiliza como pasto comunal la mayor parte del área de los camellones parcialmente anegados que aparecen en la fig. 7. La gente del lugar los llama waru-waru y la tradición local es que fueron hechos por los incas, aunque un hom- bre dijo que los habían hecho los aymara anteriores a los incas. Todos están de acuerdo en que, desde que llegaron los españoles, no se hicieron más. Se decía que los waru-waru más grandes los habían hecho los hombres y les pertenecían, y que los más chicos los habían hecho las mujeres y eran de ellas. Hav otras indicaciones también, aunque ninguna tan precisa como uno quisiera, en el sentido que los camellones fueron hechos y utilizados en tiempos precolombinos, pero sería más difícil esta- blecer exactamente cuándo fueron abandonados. En primer lugar, el hecho de que ningún viajero español de la época colonial los menciona hace pensar que no se les utilizaba en esos tiempos, aunque se trata de una aseveración negativa y no concluyente. En segundo lugar, muchos de los mejores ejemplos de los patrones de camellones se dan en las zonas de pastos naturales de grandes haciendas ganaderas y seguramente no pudieron ser usados desde que la tierra fue abandonada para el cultivo y dejada para pasto. En algunos casos esto puede haber sucedido en tiempos relativa- mente recientes, porque hav evidencias de que en esta zona el establee miento de grandes haciendas y el desplazamiento de la población indígena ocurrió al final del siglo xix y al comienzo del siglo xx (Chevalier 1966;Martínez 1962). Pero algunas hacien- das en cuvas tierras hay camellones, se pueden identificar en docu- mentos de principio del siglo xix, aunque no sea posible rastrear la fecha exacta de su creación, y es probable que algunas de ellas remonten hasta los primeros tiempos de la Colonia. En tercer lugar, el tamaño y la forma de los camellones es tal, que deben haber sido hechos no con el arado introducido por los españoles, sino combinando métodos de cultivo manuales con el uso de la taclla. En cuarto lugar, se puede deducir de la forma y la distribu- ción de los campos de camellones que su antigüedad es considera- ble. Muchos están muv erosionados, y sus lados son irregulares
Compartir