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primera parte teresa y el recuerdo del abuelo LIBRO NAUFRAGIO 2/9/09 16:47 Página 11 LIBRO NAUFRAGIO 2/9/09 16:47 Página 12 P oco a poco, la maldita enfermedad había borrado, según los médicos, todos los recuerdos de la mente de Mercedes. Re- cién cumplidos los noventa años, sentada en un banco del jardín de la residencia de ancianos, contemplaba el vacío, ausente, mientras oía la voz de su pequeña niña —¡ahora ya tan mayor!— que, a su lado, le contaba una vez más la historia de un lujoso barco que, muchos años antes, había naufragado muy lejos de allí, en las costas de Brasil, y en el que se habían perdido gran número de vidas. Para ella no eran más que palabras sin sentido, y no comprendía nada de lo que su hija se empeñaba en decirle so- bre aquella horrible tragedia; la miraba en silencio, con una sonri- sa permanente, muy dulce, y la dejaba hablar de lo que fuera, con tal de que no callara nunca. «¡Tiene la voz tan hermosa esa niña!», pensaba al escuchar- la, sin apenas reconocerla. Mercedes ya no sabía que el naufragio del trasatlántico Prín- cipe de Asturias, ocurrido hacía mucho tiempo, había torcido el des- tino y la historia de su propia familia, ni recordaba tan siquiera que ella había sido el último superviviente de aquella tragedia. Todas las semanas, desde hacía casi tres años, los martes y los jueves por la tarde, al recibir la visita de su hija, la siempre pequeña 13 I Teresa Barcelona, noviembre de 2004 LIBRO NAUFRAGIO 2/9/09 16:47 Página 13 Teresa, experimentaba una emoción que la llenaba de gozo y que la hacía sentirse viva, como nunca. Después, sin embargo, tras el beso de despedida, notaba de nuevo una gran pena y una gran ausencia llenaba su mente, mientras, como en un sueño, se confundían un montón de recuerdos entre los que vagaban rostros desconocidos que la contemplaban fijamente y lugares inertes por los que deambulaba sin sentido. Y así, a la espera del siguiente martes o jueves —¡toda- vía tan lejanos!— de esta o de cualquier semana. Su vida estaba lle- na de espacios infinitos por los que danzaban formas y colores. Cuando Teresa salió a la calle, después de traspasar el umbral de la residencia, ya empezaba a anochecer. Se anudó el cinturón de su ga- bardina, alzó el cuello para protegerse del aire húmedo de los prime- ros días de otoño y caminó con decisión al encuentro de la ciudad. Había cumplido cincuenta y dos años y acababa de romper con un largo matrimonio de casi un cuarto de siglo con el primer y único hombre de su vida. Además, después de una larga carrera profesional en una emisora de radio del estado, ahora se veía en la calle y prejubilada, como consecuencia de un dichoso Expediente de Regulación de Empleo, un invento de los políticos para reparar sus propios errores de administración pública. No tenía hijos y estaba sola ante ese nuevo horizonte lleno de malos presagios. Se detuvo para encender un cigarrillo y después apretó el pa- so, como si tuviera prisa por llegar a alguna parte. Se preguntaba una y otra vez qué había podido hacer tan mal como para fracasar de esta manera en el último tramo de la vida. Por eso arrastraba un pésimo humor que la había convertido, desde hacía unas semanas, en un ser casi insociable. Se le había agriado el carácter de tal mo- do que necesitaba dar un giro completo a su existencia, salir de aquel atolladero que la asfixiaba hasta lo indecible. En la radio, de la no- che a la mañana, habían hecho de ella una inútil para el resto de su vida. Y el divorcio la hacía dudar de sus posibilidades como esposa y como amante. Ella, Teresa, que había sido siempre todo un ejem- 14 LIBRO NAUFRAGIO 2/9/09 16:47 Página 14 plo de orden y de sentido común. Con razón se le había puesto un humor de perros. Mientras caminaba pensaba, repasando todo su pasado, si el fracaso de su matrimonio habría sido consecuencia de aquella edu- cación tan llena de prejuicios que la había convertido en una esposa dócil pero quizás en una mala amante. Al menos ése era el pretex- to que él muchas veces le había echado en cara, reprochándole la au- sencia del calor y de la pasión en sus relaciones de pareja. Con las primeras gotas de lluvia decidió entrar en un café pa- ra resguardarse del chaparrón. Se sentó en una mesa cerca de la ventana que daba a la calle. Teresa tenía el pelo muy negro y largo casi hasta la cintura. Aunque lo llevaba normalmente recogido, se lo soltó un instante después de pedir un refresco, porque así se sen- tía mucho más cómoda. Sus ojos también eran negros y contrasta- ban con su tez muy blanca y de perfiles afilados. Su mirada era pro- funda, dura y ligeramente amarga. Sus cejas eran negras como una pincelada oscura que recorría en dos trazos breves su frente. Los la- bios eran pequeños, finos y de un suave color violáceo. Miró hacia la calle y se sorprendió al encontrar su figura reflejada en el cristal de la ventana. Quizás, por primera vez en muchos años, descubrió su propia imagen. Se sintió atractiva. Sonrió y notó al instante un ligero sofoco en todo su cuerpo. Estaba viva. A pesar de todo lo ocu- rrido, se sentía viva. Se fijó en sus brazos desnudos, que le parecie- ron atractivos, y pensó que sus senos, que se adivinaban bajo el ves- tido que le ceñía el cuerpo, todavía conservaban la frescura y esbeltez de cuando era una muchacha joven. Se revolvió inquieta y quiso desviar el pensamiento. Sentía la presencia de su propio cuerpo, de su carne, de su sangre corriendo por las venas como nunca antes la había sentido. Pertenecía a una raza de mujeres tenaces y decididas. Su abuela, su madre y ella misma se las habían tenido que ver mu- chas veces con el destino adverso. Por eso, ahora no estaba dispues- ta a perder esa nueva batalla. Abrió el bolso y sacó un cuaderno de 15 LIBRO NAUFRAGIO 2/9/09 16:47 Página 15 notas que dejó sobre la mesa. Instantes después estaba como ausen- te, dejándose llevar por el contenido de aquellos apuntes. La vida de Teresa había sufrido una fuerte impresión una tarde en la que, removiendo las pertenencias de su madre, ya en- ferma, encontró un antiguo cablegrama de la Compañía Telefóni- ca del Plata, fechado en Las Palmas de Gran Canaria el 24 de fe- brero de 1916. El abuelo, Ramón Badía, embarcado en el gran trasatlántico Príncipe de Asturias, lo había enviado desde allí a su mujer, Teresa, en Mendoza, durante una breve escala, unas horas antes de iniciar la travesía del océano, en dirección a Argentina, su lugar de destino: Se me hacían largos los días y las noches sin ti, incluso me parecía que ya nunca más iba a poder volver a verte. Pero ahora ya estoy cerca. Tan- to, que ya casi puedo imaginarte, esperándome al otro lado del mar. Te quiero. Un beso a la niña. Junto al cablegrama había una página de periódico, doblada en varios pliegues y muy deteriorada por el paso del tiempo, con una información cuya lectura aquel día hizo estremecer a Teresa. NAUFRAGIO DEL VAPOR ESPAÑOL PRÍNCIPE DE ASTURIAS Hundido frente a la isla brasileña de San Sebastián Numerosos pasajeros y tripulantes ahogados En la madrugada del 5 de marzo se ha hundido, en aguas de Brasil, el trasatlántico español Príncipe de Asturias. Cerca de quinientas personas, entre pasa- jeros y tripulantes, casi todos ellos ciudadanos espa- 16 LIBRO NAUFRAGIO 2/9/09 16:47 Página 16 ñoles y argentinos, han perdido la vida en el naufra- gio. Sólo ciento cincuenta supervivientes lograron ser rescatados después de permanecer varias horas na- dando entre cadáveres y tiburones en aguas del océa- no. Seis mujeres salvaron la vida y tres niños de cor- ta edad. El accidente tuvo lugar a las 4.15 de la madrugada, cuando, en medio de una densa niebla y zarandeado por una terrible tempestad, el buque encalló en las inme- diaciones de la isla de San Sebastián, a muy pocas mi- llas de Santos, su puerto de destino en Brasil. Centenares de españoles, hermanos nuestros, viaja- ban en el Príncipe de Asturias, y a la mayoría de ellos, emigrantes que huían del infierno europeo en busca de unamejor vida, el mar les arrebató de forma brutal sus sueños y sus esperanzas. Familias enteras con varios hi- jos desaparecieron en el fondo del océano, que se llevó también a lo más granado de la sociedad de esta época, que ocupaba los camarotes de lujo y de primera clase. Diplomáticos, banqueros, escritores, empresarios, ricos comerciantes y poderosos e ilustres personajes acaba- ron para siempre ahogados y sepultados entre los ama- sijos de hierro del buque hundido. ¡Cuántas veces Teresa, siendo una niña, había escuchado en su casa de labios de su madre la historia del naufragio del Príncipe de Asturias! ¡En cuántas sobremesas su madre intentó hacerle cóm- plice de su propia tragedia y la de sus padres! Había oído el relato centenares de veces, pero ahora se daba cuenta de que nunca le había prestado atención, ni había comparti- do la emoción que su madre trataba de contagiarle. 17 LIBRO NAUFRAGIO 2/9/09 16:47 Página 17 Tenía por vez primera entre sus manos esos papeles, que eran una presencia real y tangible de aquel último viaje de su abuelo y de la hermosa historia de amor protagonizada por su abuela. Ramón Badía, el abuelo de Teresa, tenía diecinueve años y estaba recién casado cuando alguien le envenenó con el sueño del paraíso americano. Era apenas un muchacho sin experiencia algu- na, huérfano de padre, muerto en la trágica epidemia de cólera de 1884. Trabajaba de aprendiz de curtidor en un taller mugriento cu- yo apestoso olor le acompañaba a todas partes, llevándolo siempre incrustado en lo más profundo de su piel. Quería huir del infierno de la pobreza que tanto le agobiaba, y quería encontrar otros olo- res diferentes, que sabía que también existían. ¡América, América!, fue el grito de guerra que, a partir de entonces, se convirtió en una obsesión para él, como para tantos otros jóvenes de su misma edad. Y Teresa, su joven esposa, casi una ni- ña entonces, por más que quiso, nunca logró persuadirle de lo con- trario. Viajó de manera clandestina, sin papeles, como la mayoría de emigrantes de la época, colándose en un vapor con la ayuda de al- gún tripulante, malviviendo durante la larga travesía y compartien- do el espacio con cajones de huevos, fardos, jaulas de gallinas, tina- jas de aceite, frascas de vino y otras mercancías de carga. Al llegar a Buenos Aires, tras pasar varias semanas retenido en emigración, le ofrecieron trabajo en Rufino, una casi olvidada población, al sur de la provincia de Santa Fe, un lugar en el que la vida era muy dura y difícil, pero donde prometían que cada uno iba a tener empleo, un jornal y un techo para dormir. Estaban constru- yendo la nueva línea del ferrocarril de Buenos Aires al Pacífico, y Jerónimo Segundo Rufino, fundador del pueblo, se había propues- to terminar las obras cuanto antes, con el fin de convertir a su lo- calidad en un lugar próspero, de riqueza ganadera. Para ello hacían falta mozos con voluntad de hierro, todo lo que le sobraba a Ra- món, que ¡por fin, ya estaba en Argentina! 18 LIBRO NAUFRAGIO 2/9/09 16:47 Página 18 Querida Teresa, La vida aquí es muy triste sin ti, a pesar de que este lugar es lo más hermoso que haya podido imaginar nunca. Me resulta difícil contarte la belleza de los campos verdes que se extienden hasta lo más lejano que alcanza la vista. Estamos construyendo el ferrocarril. Casi todos los que traba- jamos en el tendido de la vía somos españoles; hay algún catalán, como yo, pero la mayoría son gallegos y vascos. Son buenas perso- nas y todos quieren traerse a sus mujeres y crear aquí una familia. Con ésta son ya dos o tres las cartas en las que te he pedi- do que vengas, porque aquí las cosas me van muy bien, y ya sa- bes lo contento que voy a estar de verte. A través de un buen ami- go que regresa a España para resolver unos asuntos familiares te envío dinero para que te animes y saques un pasaje para el pró- ximo vapor a la Argentina. Aunque el viaje es algo incómodo, ya verás cómo vale la pena. No dejes de visitar a mi madre antes de tu partida y darle un beso de mi parte. Quiero decirte que recibí tu última carta y me alegró mu- cho tener noticias tuyas. Teresa, no hay cosa que más desee que verte llegar a la Ar- gentina. Ven, ven pronto. No tengo más que decirte sino que me quedo con muchos deseos de verte llegar. Tu marido, el que más te quiere. Ramón La abuela Teresa se moría de ganas de ver a su esposo y, al leer esa carta, venció todos sus temores y se decidió a ir a la lejana Argentina al encuentro de Ramón. Viajó sola en el entrepuente de un antiguo buque mixto, velero y vapor, donde se asfixiaba y mal- vivía entre grandes sacos de arroz y tinajas malolientes llenas de aceite y vino, y tuvo que hacer un gran esfuerzo para reponerse de los terribles mareos y de la nostalgia de todo cuanto dejaba atrás. 19 LIBRO NAUFRAGIO 2/9/09 16:47 Página 19 Estaba muy débil cuando se abrazó, al llegar a Buenos Aires, a su esposo, tras casi veinte días de viaje y más de un año de dis- tanciamiento, pero en los ojos de él descubrió entonces una chispa milagrosa que le hizo retornar a la vida. Estaban, por fin, juntos en la Argentina, el país que prometía ilusiones, trabajo y fortuna a los jóvenes emigrantes españoles e italianos. Teresa y Ramón se trasladaron a Mendoza, cerca de Rufi- no, donde él consiguió un empleo mejor en un pequeño restau- rante, ahorraron bastante dinero y vieron nacer a una niña a la que llamaron Mercedes, como la madre de Ramón. Y ni uno ni otro volvieron nunca a estar tristes ni a conocer la desesperanza. Hasta que… Tres años después, Ramón decidió viajar a España para invertir par- te de sus ahorros en un negocio en Barcelona. Así, poco a poco, po- drían plantearse el regreso para estar cerca de sus cosas y sus gen- tes de toda la vida. Le dijo a Teresa que iba a ser un viaje breve, lo justo para cerrar el trato que ya tenía medio apalabrado a través de unas cartas con algunos amigos. No se habían separado nunca des- de que ella había llegado a la Argentina, y ya no sabían vivir el uno sin el otro. —¡Te vas muy lejos, Ramón! Y por mucho tiempo. No sé có- mo soportaré la ausencia. —No te preocupes, pronto estaré de vuelta y de nuevo con vosotras. —La niña y yo te estaremos esperando. Embarcó en Buenos Aires y al cabo de dieciocho días llegó a Barcelona. Ramón cerró con rapidez la inversión en el negocio, visitó a sus padres y a sus hermanos y a la familia de Teresa, y en el paseo de Colón, en la agencia Bosch y Alsina, consignataria de la naviera 20 LIBRO NAUFRAGIO 2/9/09 16:47 Página 20 Pinillos, compró un pasaje de tercera clase para regresar a Buenos Aires en el vapor Príncipe de Asturias. Echaba mucho de menos a sus dos mujeres, a su esposa y a su hijita, de apenas dos años. Pero nunca más volvieron a verse. Teresa se puso en contac- to en varias ocasiones con el ministro plenipotenciario de España en Argentina, Pablo Soler y Guardiola, y la respuesta siempre fue la misma: Lamentablemente, sentimos informarle de que su esposo Ramón Badía no figura entre la lista de los supervivientes del naufragio del malogrado vapor Príncipe de Asturias. Su cadáver tampoco ha sido identificado entre ninguna de las víctimas que han aparecido en las costas de la isla de San Sebastián donde se produjo el sinies- tro, por lo que, desgraciadamente, nos resulta imposible hacerle lle- gar ninguna de sus pertenencias. Pocos días después del naufragio, la joven viuda y su hija, que habían quedado totalmente solas y sumidas en una profunda tris- teza, recibieron un dinero de ayuda a través de la Asociación Espa- ñola de Socorros Mutuos, que Teresa decidió invertir en un pasaje de regreso a España. Recogió sus cosas y a bordo del vapor Infan- ta Isabel volvieron para siempre a Barcelona en un viaje cargado de nostalgias y de pesadumbres, dejando atrás un mundo, todavía muy próximo, de sueños, amores y quimeras. Zarparon de Buenos Aires una tarde gris y desapacible. Al pasar cerca del faro de Punta Boí, en la costa brasileña, los tripulantesdijeron a los pasajeros que estaban navegando por el lugar donde había naufragado hacía muy pocas semanas el trasa- tlántico Príncipe de Asturias, y pidieron a los hombres que se des- cubrieran en señal de respeto por todas las víctimas del hundi- miento. Al mismo tiempo, el capitán ordenó que sonara la sirena del vapor. 21 LIBRO NAUFRAGIO 2/9/09 16:47 Página 21 Las heridas estaban todavía muy abiertas, y Teresa no pudo resistirse a la emoción de aquel momento, que era superior a todas sus fuerzas. —Vamos a cubierta —le dijo a su pequeña, tomándola de la mano. Una vez allí, como una autómata, subió a la barandilla de po- pa, cerca de la toldilla, y cerró los ojos con el propósito de lanzarse al mar para reunirse para siempre con su amado esposo. La niña, a su lado, la miró con ojos de espanto y rompió a llorar sin consue- lo. Teresa, sin embargo, era ajena a cuanto sucedía a su alrededor; los recuerdos se le hacían presentes y giraban como un torbellino sin fin en el interior de su cabeza, los bocinazos estridentes de la si- rena la aturdían por completo y el rumor sordo del mar sobre el que el vapor abría un surco lacerante era un canto placentero que la hacía sentir una apacible y armoniosa ingravidez. ¡Podía volar, sí!, podía ir al encuentro de su rostro, de su voz, tan querida, tan cercana ahora, tan amada. Cuando ya estaba a punto de perder el equilibrio y caer al va- cío, unas manos poderosas la sujetaron y la retuvieron con fuerza. Era Juan Freixa, un hombre solo como ella, que había perdido a to- da su familia en el naufragio. —¿Por qué quieres hacerlo? Es de cobardes quitarse la vida. Quien sea que esté ahí abajo, nunca permitiría que acabaras de ese modo. —Sin él mi vida ya no tiene ningún sentido. —Al contrario, tu vida tendrá sentido si le mantienes vivo en tu recuerdo. Cuentan que Teresa no quiso nunca más ver el mar, a pesar de que su horizonte cercano durante el resto de su vida fue el trasiego de la carga y descarga de los grandes buques mercantes que llegaban 22 LIBRO NAUFRAGIO 2/9/09 16:47 Página 22 a Barcelona y que cubrían el servicio de pasajeros con Argentina o las Antillas. Cerraba los ojos para no verlos y para refugiarse en sus ensueños, pero lo más probable es que ella escuchara, en silen- cio, a todas horas, el rumor de las olas, tratando de adivinar en ellas la presencia de su amado. Le seguía esperando, como le había es- perado en Mendoza durante las interminables semanas en las que la ausencia se le hizo larga y dolorosa. Teresa, según contó su fa- milia, se convirtió rápidamente en una anciana, aún en plena ju- ventud. Juan Freixa, aquel buen hombre que la salvó de una muerte segura y que también había perdido a toda su familia —esposa e hijos— en el naufragio, la visitó todos los días durante el resto de su vida. Casi no hablaban, se saludaban con cortesía y permane- cían durante muchas horas sentados uno junto al otro en unas si- llas de mimbre, contemplando las macetas llenas de flores del jar- dín de la casa de la abuela. Mercedes, la niña, ya convertida en una joven, les servía un té caliente y unas galletas María, y ellos entre- tenían su tiempo paseando la cucharilla por el borde del plato o re- cogiendo las pequeñas migas esparcidas por el mantel. —¿Por qué me retuviste allá en el barco? —le preguntó un día, tras muchos años de silencio sobre el tema—. ¿Por qué no me dejaste seguir mi camino? —Aquel día —le contestó Juan— no sólo eras tú quien que- ría lanzarse al mar. Yo también embarqué en ese vapor para ir al encuentro de mi mujer y mis hijos. Mi destino no era Barcelo- na, sino el fondo del océano. Pero cuando te vi a ti, subida en lo alto de la barandilla, con el aire revolviendo tus cabellos, con tu mirada llena de sufrimiento; cuando te vi allá arriba, sentí de pron- to que algo me decía que estábamos equivocados y que debíamos vivir por ellos.Tú, yo y todos los que habíamos sobrevivido a aque- lla catástrofe. Vivir por ellos. Afrontar el sufrimiento, y en el re- cuerdo encontrar la paz y la serenidad. Por eso te tomé del bra- 23 LIBRO NAUFRAGIO 2/9/09 16:47 Página 23 zo e impedí que lo hicieras. Todavía no sé si obramos bien. Y tam- poco sé si fue el miedo lo que paralizó mi instinto en aquel mo- mento. —Creo —dijo Teresa al cabo de un instante— que en estos años nunca te he dado las gracias por lo que hiciste. Me salvaste la vida, pero no sé si he vuelto a recobrar la vida desde entonces. Nunca más volvieron a hablar de aquel lejano suceso, ni a re- ferirse al hecho trágico que les unió de por vida. Pasaron los años, largos, tristes, oscuros. Con el tiempo, los que les conocieron asegu- ran que llegó a existir entre ellos un afecto extraordinario. Soñaban juntos todas las tardes con el recuerdo imborrable de su pasado, mien- tras cada uno encontraba el consuelo leyendo la ternura en los ojos del otro. Y se amaron, quizás en silencio, si amarse es sentir que en cada uno fluye a cada instante la vida del otro. 24 LIBRO NAUFRAGIO 2/9/09 16:47 Página 24 << /ASCII85EncodePages false /AllowTransparency false /AutoPositionEPSFiles true /AutoRotatePages /None /Binding /Left /CalGrayProfile (Dot Gain 10%) /CalRGBProfile (Apple RGB) /CalCMYKProfile (U.S. Sheetfed Coated v2) /sRGBProfile (sRGB IEC61966-2.1) /CannotEmbedFontPolicy /Warning /CompatibilityLevel 1.3 /CompressObjects /Tags /CompressPages true /ConvertImagesToIndexed true /PassThroughJPEGImages true /CreateJobTicket false /DefaultRenderingIntent /Default /DetectBlends false /DetectCurves 0.1000 /ColorConversionStrategy /LeaveColorUnchanged /DoThumbnails false /EmbedAllFonts true /EmbedOpenType false /ParseICCProfilesInComments true /EmbedJobOptions true /DSCReportingLevel 0 /EmitDSCWarnings false /EndPage -1 /ImageMemory 1048576 /LockDistillerParams false /MaxSubsetPct 100 /Optimize true /OPM 1 /ParseDSCComments true /ParseDSCCommentsForDocInfo true /PreserveCopyPage true /PreserveDICMYKValues true /PreserveEPSInfo true /PreserveFlatness true /PreserveHalftoneInfo false /PreserveOPIComments false /PreserveOverprintSettings true /StartPage 1 /SubsetFonts true /TransferFunctionInfo /Apply /UCRandBGInfo /Preserve /UsePrologue false /ColorSettingsFile (None) /AlwaysEmbed [ true ] /NeverEmbed [ true ] /AntiAliasColorImages false /CropColorImages true /ColorImageMinResolution 150 /ColorImageMinResolutionPolicy /OK /DownsampleColorImages true /ColorImageDownsampleType /Bicubic /ColorImageResolution 300 /ColorImageDepth -1 /ColorImageMinDownsampleDepth 1 /ColorImageDownsampleThreshold 1.03000 /EncodeColorImages true /ColorImageFilter /DCTEncode /AutoFilterColorImages false /ColorImageAutoFilterStrategy /JPEG /ColorACSImageDict << /QFactor 0.15 /HSamples [1 1 1 1] /VSamples [1 1 1 1] >> /ColorImageDict << /QFactor 0.15 /HSamples [1 1 1 1] /VSamples [1 1 1 1] >> /JPEG2000ColorACSImageDict << /TileWidth 256 /TileHeight 256 /Quality 30 >> /JPEG2000ColorImageDict << /TileWidth 256 /TileHeight 256 /Quality 30 >> /AntiAliasGrayImages false /CropGrayImages true /GrayImageMinResolution 150 /GrayImageMinResolutionPolicy /OK /DownsampleGrayImages true /GrayImageDownsampleType /Bicubic /GrayImageResolution 300 /GrayImageDepth -1 /GrayImageMinDownsampleDepth 2 /GrayImageDownsampleThreshold 1.03000 /EncodeGrayImages true /GrayImageFilter /DCTEncode /AutoFilterGrayImages false /GrayImageAutoFilterStrategy /JPEG /GrayACSImageDict << /QFactor 0.15 /HSamples [1 1 1 1] /VSamples [1 1 1 1] >> /GrayImageDict << /QFactor 0.15 /HSamples [1 1 1 1] /VSamples [1 1 1 1] >> /JPEG2000GrayACSImageDict << /TileWidth 256 /TileHeight 256 /Quality 30 >> /JPEG2000GrayImageDict << /TileWidth 256 /TileHeight 256 /Quality 30 >> /AntiAliasMonoImages false /CropMonoImages true /MonoImageMinResolution 1200 /MonoImageMinResolutionPolicy/OK /DownsampleMonoImages true /MonoImageDownsampleType /Bicubic /MonoImageResolution 800 /MonoImageDepth -1 /MonoImageDownsampleThreshold 1.50000 /EncodeMonoImages true /MonoImageFilter /CCITTFaxEncode /MonoImageDict << /K -1 >> /AllowPSXObjects false /CheckCompliance [ /None ] /PDFX1aCheck false /PDFX3Check false /PDFXCompliantPDFOnly false /PDFXNoTrimBoxError true /PDFXTrimBoxToMediaBoxOffset [ 0.00000 0.00000 0.00000 0.00000 ] /PDFXSetBleedBoxToMediaBox true /PDFXBleedBoxToTrimBoxOffset [ 0.00000 0.00000 0.00000 0.00000 ] /PDFXOutputIntentProfile (None) /PDFXOutputConditionIdentifier () /PDFXOutputCondition () /PDFXRegistryName (http://www.color.org) /PDFXTrapped /Unknown /CreateJDFFile false /SyntheticBoldness 1.000000 /Description << /FRA <FEFF004f007000740069006f006e00730020007000650072006d0065007400740061006e007400200064006500200063007200e900650072002000640065007300200064006f00630075006d0065006e00740073002000500044004600200064006f007400e900730020006400270075006e00650020007200e90073006f006c007500740069006f006e002000e9006c0065007600e9006500200070006f0075007200200075006e00650020007100750061006c0069007400e90020006400270069006d007000720065007300730069006f006e00200061006d00e9006c0069006f007200e90065002e00200049006c002000650073007400200070006f0073007300690062006c0065002000640027006f00750076007200690072002000630065007300200064006f00630075006d0065006e007400730020005000440046002000640061006e00730020004100630072006f0062006100740020006500740020005200650061006400650072002c002000760065007200730069006f006e002000200035002e00300020006f007500200075006c007400e9007200690065007500720065002e> /ENU (Use these settings to create PDF documents with higher image resolution for improved printing quality. 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