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El abuelo del bosque
 Hernán Garrido Lecca
Recuerdo mirar los ojos de mi abuelo Juan deteniéndose a observar 
 E l i z a beth Builes
9 7 8 9 9 7 2 6 3 4 8 3 3
ISBN: 978-9972-634-83-3
Contiene un CD con canciones de Magali Luque
El abuelo del bosque
 Hernán Garrido Lecca
 Elizabeth Builes
Sucede que mi abuelo ha muerto, y estoy triste.
Todo parece más lento ahora que él ya no está.
Hasta el río parece querer detenerse, pero sabe que no puede.
Los árboles se sienten llenos de animales en silencio.
Sólo hay allí, en el monte, alguien que susurra:
—El Maestro Juan, el chamán, ha muerto.
“Un chamán” —me dijo él alguna vez— “es alguien que puede 
moverse entre los sueños de las gentes, los animales, las plantas y todo 
lo demás en éste y los otros mundos”.
Nativos, colonos y forasteros —todos por igual— llegaban a visitar 
a mi abuelo. Él les recibía y los escuchaba siempre largo rato.
“Escuchar” —decía él— “es el arte del chamán. Lo demás lo hace 
cualquiera. Tienes que aprender a escuchar no sólo las voces, sino las 
miradas, los movimientos, los colores, los aromas y todas las voces 
del monte, que sabe también callar para escucharte y dejar que tú lo 
escuches.
Yo vi a mi abuelo curar por igual a un hombre, que no podía caminar, 
y a una mujer que moría de tristeza.
Él conocía cada planta de cada rincón del monte, y sabía qué debía 
tomar cada quién para curarlo.
Una vez, llegó un médico en un pequepeque por el río.
Supe que era médico porque así me lo dijeron cuando pregunté por 
qué vestía un saco blanco.
Llegó a vacunar a todos los niños del poblado para que no enfermaran.
Yo le pregunté al abuelo si los médicos eran también chamanes. 
Él sonrió y me dijo:
—El médico y el chamán tienen trabajos distintos. 
El trabajo del médico es que la gente no se enferme; el del chamán es 
que se desenferme. Lo que pasa es que las personas siempre terminan 
enfermándose, porque nunca les enseñan a ser sanos y, por eso, los 
médicos tienen que pasar tanto tiempo curándolas, lo que no debiera 
ser su trabajo.
Cuando cumplí siete años, mi abuelo me preguntó qué es lo que más 
quería, pero me sabía a imposible.
Pensé unos minutos, mientras caminábamos entre los árboles de cacao, 
de mi tía Alina, y contesté:
—¡Ya sé! Quisiera poder volar y hacerme invisible.
Mi abuelo, el chamán, me miró como nunca antes lo había hecho. 
Y me dijo:
—¡Entonces lo que tú quieres, Manuel, es ser chamán!
Reímos y caminamos por los cacaotales conversando de la historia 
de nuestro pueblo y de cómo debíamos proteger el monte de quienes 
venían a destruirlo.
Fue allí, cuando comprendí que el Chullachaqui es tan solo el guardián 
del bosque, y que no debía yo temerle.
El Chullachaqui solo hace perderse en el bosque a quiénes llegan a él 
con malas intenciones.
Una mañana muy temprano, el abuelo me pidió que lo acompañara a 
recoger hierbas y cortezas para un preparado que necesitaba.
Llegamos a un lugar en donde un hilo de agua caía desde muy alto y 
formaba un gran estanque, que luego corría como un arroyo entre los 
árboles hacia el río grande en la parte baja.
Sobre el agua, revoloteaban muchas mariposas de colores, que estoy 
seguro, ni siquiera tienen nombre.
De repente, colgando de un árbol, vi algo verdaderamente increíble: 
era un gusano que se retorcía como si fuese un animal enjaulado.
El gusano, grueso y de color marrón, se encogía y estiraba, una y otra 
vez.
No sé si pasó un segundo o muchos años. No lo sé.
Sólo sé que del gusano empezó a parecer otro animal.
Era como si saliese de sus entrañas, con delicada fuerza, un pequeño 
animal que se abrió paso hasta que, ¡zas!, abrió las alas y se fue volando 
dirección al sol: era una mariposa azul brillante.
Atrás, el gusano —como un cascarón que envolvía a la mariposa— 
cayó al suelo y se perdió entre las hojas y la tierra.
Estaba aún perdido en esa contemplación, cuando mi abuelo 
me tocó el hombro y me dijo:
—En el monte suceden cosas que son realmente extraordinarias.
—¿A dónde se fue esa mariposa? —pregunté al abuelo.
—Desapareció —fue su respuesta.
Y lo dijo en un tono de voz que hizo que me sintiera satisfecho.
Pasaron los años, y nativos, colonos y forasteros siguieron llegando.
Los amigos de mi abuelo decían que mi abuelo se había vuelto famoso.
Nunca entendí si aquello de ser famoso era bueno o una enfermedad.
Eso sí, famoso o no, los años iban arrejuntándose sobre mi abuelo, 
y él caminaba más lento y se tomaba más tiempo antes de empezar a 
hablar.
Y yo seguí creciendo. Y cuando cumplí catorce años, le dije que yo 
también quería ser chamán como él.
Él me abrazó muy fuerte.
Fue la única vez que lo vi llorar.
Desde ese día, me enseñó muchas cosas.
Me enseñó, por ejemplo, que el bosque siente como sienten las 
montañas y las estrellas.
Me enseñó que todos los ríos hablan y cada uno tiene un genio 
distinto: los hay de buen humor y los hay cascarrabias.
Me enseñó a confiar en el consejo del buen viento y a desconfiar de las 
malas nubes.
Me entregó los secretos de un buen amarre, y el arte de romper un 
hechizo o, en cualquier caso, el mal de ojo.
Aprendí a vencer al miedo y al dolor.
Aprendí de él a preparar toda clase de pócimas y brebajes: contra la 
desazón y la melancolía, y contra los males del hígado y de los riñones.
El monte te da todo.
El chamán sólo ha de saber escuchar.
Aprendí de él conjuros y oraciones.
Aprendí a pedir a Dios, y a la Madre Tierra, y a los Apus.
Aprendí, también, a pedirles a los hombres y a las mujeres respeto al 
bosque.
Con el tiempo, me dejó hacer trabajos a su lado. 
Y así logré iniciarme en aquello para lo que había nacido.
Supe entonces que uno no escoge ser chamán, sino que el tiempo 
escoge a sus chamanes.
Todos los chamanes somos uno solo.
Somos un puente entre los mundos.
Como decía mi abuelo:
—Somos navegantes entre los sueños de las gentes, 
los animales, las plantas y todo lo demás, en éste y los otros mundos.
Y yo creí, entonces, que los chamanes no morían.
No sé por qué, pero estaba seguro que los chamanes no morían
Pero una tarde, mi tía me dijo que el abuelo estaba muy enfermo.
“Que se desenferme” pensé. “Él es un chamán”.
Lo fui a ver, y era como si muchos tiempos 
se hubiesen arrejuntado sobre él.
Había regresado del pueblo grande, que quedaba a tres días surcando 
el río Huallaga. 
Estaba como encogido y se retorcía, y parecía que no cabía en su 
cuerpo.
Sin embargo, escuché su mirada y lo supe en paz: sabía él algo que aún 
yo no sabía.
Ese día comprendí el significado de la palabra serenidad.
Mi abuelo no solo estaba sereno, sino que era un pedazo de 
La Serenidad.
Lo más parecido a La Serenidad es ese segundo justo 
antes de que se ponga el sol.
¿Me entiendes? ¿Has visto alguna vez una puesta de sol?
Es eso, pero para siempre.
Hoy, al amanecer, mi tía Alina me dijo que mi abuelo había muerto.
Por alguna razón, recordé el día que fui con el abuelo al torrente 
de agua a recolectar hierbas y cortezas, y vi a aquel gusano marrón 
transformarse en mariposa.
Y ahora, recién entiendo que mi abuelo no ha muerto.
Sucede que, simplemente, ha decidido volar 
y hacerse invisible entre pájaros y los árboles.
Inclusión Digital
CEDRO, a través de “El Abuelo del Bosque”, no sólo presenta una narración oral para niños y niñas, sino que pone a disposición una metodología de trabajo con 
menores, fruto de un paciente proceso de validación y adecuación tanto de los textos como la letra y música de las canciones.
En marzo del 2015, visitamos los distritos de Curimaná, Pueblo Libre, Neshuya, Campo Verde, San Alejandro, Von Humboldt, Pucallpa (Ucayali), Pumahuasi, 
Sachavaca y Cachicoto (Huánuco) Shapaja y Nuevo Progreso (San Martín), cubriendo comunidades representativas de tres regiones donde CEDRO 
implementa el programa de inclusión digital con más de treinta “Telecentros” en funcionamiento.
Cada una de estas visitas permitió validar diferentes conceptos que fueron integrados en las narraciones orales escénicas delcuento. Las líneas de intervención 
que tiene el libro se refieren a: cuidado del medio ambiente, la promoción de las conductas saludables, tolerancia a las diferencias. Todo ello en el marco del 
enfoque de género.
Por medio de una metodología participativa, los niños y niñas tuvieron la oportunidad de hacer espontáneas sus opiniones y muestras de aceptación y críticas 
hacia los guiones iniciales del cuento y la música a crear.
No fue tarea fácil; la audiencia fue muy diversa con grupos superiores a los 300 menores y otros donde había alrededor de 30 niños y niñas.
El narrador oral de cuentos se presentaba contando su propia historia; cómo llegó a ser un “narrador de cuentos” y empezaba con la historia de “El Abuelo del 
Bosque”, terminando con el cuento de “El Chullachaqui”. Frente a cada una de estas narraciones, los niños y niñas reaccionaron de diversas formas; por 
ejemplo, en zonas donde predomina la migración andina, se observó mayor dificultad para identificar elementos de la Amazonía como el personaje mitológico del 
"Chullachaqui" o el origen del nombre “Peque peque”. De igual manera, el desenvolvimiento de los niños y niñas de zonas de post erradicación de hoja de coca se 
veía más limitado y temeroso.
 
Sin embargo, lo más enriquecedor de esta experiencia fue la aceptación que tuvieron los cuentos por parte de los niños y niñas, la forma cómo se identificaron 
con las historias y las respuestas que dieron a cada pregunta que realizamos. Fueron el reflejo del aprendizaje y lecciones que obtuvieron a partir de las 
narraciones. 
Con dichos elementos recogidos, a través del equipo de profesionales, se creó un guión para validar tanto el texto como las canciones. Inicialmente se validó un 
cuento escrito por un autor peruano de literatura infantil de reconocido estilo literario, pero el discurso no tuvo el efecto esperado en los niños y niñas, así se tuvo 
que convocar a otro escritor cuya prosa pudiera ser aceptada por los niños y niñas de dichas comunidades. Esto se logró con la historia de “El Abuelo del Bosque”. 
A partir de esta primera validación se comienza a crear las ilustraciones y letras de las canciones para fortalecer los temas propuestos por CEDRO dentro del 
esquema de calidad literaria y el discurso lúdico de la historia. 
Durante ese proceso se observa que las comunidades, además de un disfrute de la lectura, en voz alta del texto, requerían musicalidad para lograr 
compenetrarse con el mensaje de la historia. 
El libro es adaptado a los requerimientos del público lector y oyente que busca apoderarse de la historia para hacerla parte de una leyenda en donde la 
transmisión de valores, desde los abuelos a los nietos, logre el contrato social del cuidado del medio ambiente y la tolerancia. Esta historia ha mostrado el 
principio de la libertad y perseverancia frente a la adversidad que todo poblador requiere para salir de la pobreza.
En el caso de las canciones, la validación rescató no sólo los ritmos nativos sino aquellos que los niños aprecian dentro de su cultura. Hemos notado que el efecto 
ha sido muy positivo con las cinco canciones creadas a partir de los temas del discurso del cuento “El Abuelo del Bosque”.
Las ilustraciones se integran al proceso del discurso y canciones del cuento, a través de la observación donde los niños y niñas además de la lectura y audio 
pueden desarrollar otra capacidad que es la observación. Los gráficos llevan a la imaginación a través del cuento.
La forma de trabajar el libro ha sido discutida con los promotores de los equipos zonales. Dependiendo del tema que se quiera enfatizar, puede utilizarse como 
narración pura o acompañada de CDs de acuerdo a las facilidades que se tengan. Puede realizarse sesiones de dibujo y/o pintura donde los menores plasmen 
su interpretación sobre la narración o las canciones. También utilizarse sociodramas donde los menores elijan una canción, la desarrollen en grupos y luego la 
presenten en plenario. Estas son sólo algunas sugerencias. Las formas de trabajar el libro son ciertamente muy diversas. Esperamos que quien lo tenga en sus 
manos, agregue al concepto y a la acción compartida.
Descripción de la metodología 
“EL ABUELO DEL BOSQUE”
Recuerdo mirar los ojos de mi abuelo Juan deteniéndose a observar 
 E l i z a beth Builes
los ríos convertidos ahora en corrientes negras, los peces secos 
muertos flotando y los bosques arrasados y, lo más terrible, los niños 
bañandose en las playas de esos ríos.
9 789972 634833
Coros en la canción Escuchar : Niños del Centro Poblado de Cachicoto,
distrito de Monzón, Huánuco.

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