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Ánfora
ISSN: 0121-6538
anfora@autonoma.edu.co
Universidad Autónoma de Manizales
Colombia
Vivero Arriagada, Luís Alberto
Murales y graffiti: expresiones simbólicas de la lucha de clases
Ánfora, vol. 19, núm. 33, julio-diciembre, 2012, pp. 71-87
Universidad Autónoma de Manizales
Caldas, Colombia
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=357834267004
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Vivero, L. (julio - diciembre 2012). Murales y graffiti: expresiones simbólicas de la lucha 
de clases. Ánfora, 19 (33), 71- 87. Universidad Autónoma de Manizales. ISSN 0121-
6538.
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Murales y graffiti: 
expresiones simbólicas de la lucha de clases*
Murals and graffiti as symbolic expressions of the class 
struggle
Luís Alberto Vivero Arriagada** • Chile
* Doctor en Procesos Sociales y Políticos de América Latina. Magíster en Ciencias Sociales Aplicadas.
Trabajador Social. Docente del Departamento de Trabajo Social Universidad Católica de Temuco 
(Chile). luisvive@gmail.com.
Resumen
Objetivo: interpretar los significados políticos de murales y graffiti como expre-
siones simbólicas de lucha de clases en el espacio público. Metodología: se abordó 
desde una perspectiva interpretativa, para lo cual se hace una observación y registro 
fotográfico de una serie de murales ubicados en diferentes puntos de la ciudad de Te-
muco, región de la Araucanía, Chile. Esto se cruza con los elementos teóricos que han 
sustentado la base del análisis y el contexto en el cual se inscribe esta expresión que 
denominamos artístico-política. Resultados: el muro, como espacio público, se cons-
tituye en un escenario de lucha política, donde el enfrentamiento de clases se expresa 
de forma simbólica en el discurso y material en la expresión misma, dando cuenta de 
las desigualdades y contradicciones que se manifiestan en otras dimensiones societales. 
Conclusiones: la sociedad postmoderna ha declarado el fin de la historia y con ello el 
fin de las ideologías. Pero, más allá de esta forzosa muerte, consideramos que la lucha 
de clases se manifiesta en la realidad social de diversas maneras, aún cuando sea negada 
o invisibilizada por la ideología dominante.
Palabras claves: espacio público, lucha de clases, murales políticos, graffiti.
Murais e grafite como expressões simbólicas da luta de 
classes
Recibido el 20 de febrero de 2012, aceptado el Mayo 8 de 2012
* Este artículo es resultado de una investigación denominada “Graffiti y murales, como expresión 
simbólica de la lucha de clases” que tiene como base el registro fotográfico de los graffiti y murales 
en la ciudad de Temuco -Chile.
Resumo
Objetivo: interpretar os significados políticos de murais e grafites como expressões 
simbólicas de luta de classes no espaço público. Metodologia: abordou se desde uma 
perspectiva interpretativa, para qual se faz uma observação e registro fotográfico duma 
serie de murais situados em diferentes pontos da cidade de Tumaco, região da Arauca-
nía Chile. Isto cruza se com elementos teóricos que tem sustentado a base do analise 
e o contexto no qual se inscreve esta expressão que denominamos artístico política. 
Resultados: O muro, como espaço público, constitui se num cenário de luta política 
onde o enfrentamento de classes se expressa de forma simbólica no discurso e material 
na expressão mesma, dando conta das desigualdades e contradições que se manifestam 
em outras dimensões societais. Conclusões: A sociedade pós- modera tem declarado 
com o fim da historia e com isto o fim das ideologias. Mas, mias a lá desta forçosa 
morte, consideramos que a luta de classes se manifesta na realidade social de diversas 
maneiras, ainda quando seja negado ou não é visível pela ideologia dominante. 
 Palavras chaves: espaço público, luta de classes, murais políticos, grafite.
Abstract
Objective: To interpret the political meanings of walls and graffiti as symbolic ex-
pressions of class struggle in public spaces. Methodology: An interpretive perspective 
study was addressed from making observation and photographic record of a series of 
walls located at different places in the city of Temuco, Araucania Region, Chile. Theo-
retical elements were used to support the analysis and the context within the expression 
called art-politics expression. Results: The wall, as a public space, becomes a political 
struggle scene, where the class confrontation is expressed symbolically in the discourse 
and materialized in its own expression. It reflexes inequalities and contradictions that 
are present in other dimensions of the society. Conclusions: The postmodern society 
has stated the end of history and therefore, the end of ideology. Farther than this for-
ced death, the class struggle reveals itself in many ways of social reality, even though it 
is denied or invisible by the dominant ideology.
Keywords: public space, classes struggle, politic walls, graffiti.
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Introducción
Contexto de la investigación
En términos amplios, la investigación se sitúa en la sociedad postmoderna, en la 
cual el concepto de lucha de clases, del que habló Marx en el siglo XIX, pareciera 
no tener ninguna cabida. La sociedad actual se caracteriza por la pérdida de sentido 
(Bourdieu, 1998; Boron, 2000, 2003; Giddens, 2003; Hinkelammert, 2001), por la falta 
de una ideología que piense un nuevo proyecto de sociedad. En este sin sentido, se ha 
construido un nuevo tipo de plebe o sector popular (Bensäid, 2006) más complejo, más 
híbrido y por lo mismo, más heterogéneo.
Sin embargo, a pesar de este discurso apocalíptico, que declara “el fin de la 
historia” (Fukuyama, 1992) y con ello el fin de las ideologías, no significa per se la 
desaparición o la inexistencia de las clases sociales, sino que es una metamorfosis 
de las clásicas manifestaciones de las contradicciones y las formas de asumirlas 
conscientemente. Por eso, no ha ocurrido una desaparición de la clase y sus luchas, 
sino una invisibilización forzada por la ideología dominante y una negación de las 
contradicciones como un fenómeno presente en las relaciones cotidianas de domi-
nación y explotación.
Hoy, la lucha resulta mucho más compleja y difícil de ser objetivada, dado que no 
aparece con nitidez una clase dominante, como en el antiguo poder hegemónico ob-
jetivado en la burguesía. Esto se ha traducido con éxito en una dominación de carác-
ter simbólico, pero que, sin embargo, tiene consecuencias objetivas de dominación, a 
través del uso de los medios de comunicación masiva, como el aparato de dominación 
más eficaz de las clases hegemónicas. En este escenario complejo, se encuentran los 
murales, como una expresión gráfica enmarcada principalmente en el ámbito de la 
propaganda política, que ha estado presente en nuestro continente, con estas caracte-
rísticas desde el período de la colonia. Estos, poco a poco, fueron tomando carácter 
público y popular, que rompe con la lógica escrituraria elitista, representativa y propia 
de la impresión gráfica. 
En el caso de Chile, desde la década del treinta, se ha dado un uso de carácter 
reivindicativo, por los sectores tributarios de laizquierda, los cuales, hasta la fecha, 
en términos generales no han cambiado su significado. Más adelante, aparecen los 
graffiti como una expresión propia de la cultura del hip–hop, que pretende dejar una 
huella, y a la vez una marca de carácter territorial, que transgrede las pautas y las 
normas establecidas por la sociedad. Esto se puede observar en el caso particular del 
micro espacio de estudio, que es la ciudad de Temuco, en la Región de la Araucanía 
en el sur de Chile, donde el mural y el graffiti son una marca territorial, y dan cuenta 
de las luchas políticas y la hibridación sociocultural expresadas en las manifestacio-
nes artísticas y políticas.
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Metodología
Este trabajo investigativo se aborda desde una perspectiva de análisis hermenéu-
tico, que busca develar lo no manifiesto en los hechos, lo no intencionado, pero que 
tiene significancia para comprender e interpretar los efectos en el mundo social. Por lo 
tanto, siguiendo a Dilthey (1944; citado por Gutiérrez 1986) “la comprensión cae bajo 
el concepto general del conocer, entendiéndose por conocer, en el sentido más amplio, 
aquel proceso en el cual se busca un saber de validez universal” (pp.157-158). 
Asimismo, para Ricoeur (2008), la interpretación del comportamiento debe remi-
tirse a la historia, pero no se contrapone a las finalidades que persigue el ser humano, 
por el contrario, ambas se complementan, dialécticamente se unen, se integran y se 
transforman. Desde esta perspectiva epistemológica, el sentido cobra relevancia en 
el proceso de la interpretación en función de la conciencia, como lo señala Gadamer, 
citado por Echeverría (1997), “El sentido no acaba nunca; se reorganiza una y otra vez; 
se vuelve a tejer de distinto modo. Todo ello en virtud de la movilidad de la distancia 
temporal que la conciencia asume, aunque no para reducirla, sino solo como la demora 
irremisible de su plenitud” (p. 244). 
El proceso de investigación, en virtud de su flexibilidad (Giddens 2007; Pérez 2001; 
Valles 1999), se basó en una observación de alrededor de tres meses, de diferentes 
murales y graffiti ubicados en la ciudad de Temuco, región de la Araucanía, en el sur 
de Chile, los cuales se registraron fotográficamente y finalmente se seleccionan para su 
análisis aquellos que se enmarcan en el objetivo del estudio que permitiera la interpre-
tación de su contenido político.
En tal sentido, se considera que una interpretación hermenéutica crítica permite 
realizar una ruptura epistémico-política respecto de un discurso que se asume y se 
ejerce como hegemónico según las concepciones positivistas. Resulta pertinente con-
siderar que la referencia al contexto histórico que permita reconocer el sentido político 
manifiesto en las diferentes expresiones de la historia social. Al respecto, resulta inte-
resante rescatar de Gadamer (1991) el sentido político que se encuentra implícito en el 
saber hermenéutico, sobre lo cual señala:
Una conciencia formada hermenéuticamente tiene que mostrarse receptiva desde el 
principio para la alteridad del texto. Pero esta receptividad no presupone ni “neu-
tralidad” frente a las cosas ni tampoco autocancelación, sino que incluye una mati-
zada incorporación de las propias opiniones previas y prejuicios. Lo que importa es 
hacerse cargo de las propias anticipaciones, con el fin de que el texto mismo pueda 
presentarse en su alteridad y obtenga así la posibilidad de confrontar su verdad 
objetiva con las propias opiniones previas (p.335).
En una discusión que podríamos calificar como epistémico-política, Schütz (2003) 
plantea frente a la crítica respecto de la objetividad de la investigación cualitativa que 
“construir un sistema de conversaciones y elaborar una descripción honesta del mundo 
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es precisamente tarea exclusiva del pensamiento científico” (p.17). De tal manera que 
este estudio, siguiendo a Gadamer (1991), se funda en la interpretación de los murales 
y graffiti, lo cual se mueve en una circularidad en la cual, quien pretende conocer y 
comprender es parte de un contexto, que el sujeto que comprende y actúa en la reali-
dad modifica con su presencia, lo que implica un diálogo permanente entre el texto, el 
contexto y el investigador.
El abordaje del tema representa un desafío epistémico y político en dos líneas de 
análisis que se van construyendo dialécticamente. Por un lado, romper con el dogma-
tismo de la perspectiva clásica del marxismo, que pretende sólo explicar la realidad en 
la concepción materialista histórica, representada en la contradicción capital-trabajo. Y, 
en segundo término, abordar un análisis desde una perspectiva hermenéutica crítica 
que permita reconocer en la expresión artística de las clases subalternas, una manifesta-
ción de lucha política al margen de las concepciones clásicas de organización y protesta, 
pero que, de igual forma, son expresiones de lucha de clases, que se instalan en la con-
tradicción originada por las condiciones estructurales de desigualdad y de injusticias, 
propias de un sistema económico, social y político excluyente y clasista.
Somos conscientes de que pueden surgir objeciones a este trabajo, según el análisis 
de las manifestaciones culturales de los sectores populares, particularmente en lo que 
se refiere a la expresión de la lucha de clases. Pero el estudio de un fenómeno que dé 
cuenta de las manifestaciones socioculturales y el uso del espacio público como una 
expresión de clase, tiene posibilidad de ser constatado empíricamente y por tanto la cla-
se social como sus luchas y sus expresiones simbólicas tienen una expresión material, 
histórica e intersubjetiva en los murales y los graffiti. Por último, la intención de abor-
dar este análisis según la comprensión-interpretación hermenéutica, es una acción de 
resistencia a todo intento de universalizar la ciencia, sólo desde la perspectiva ortodoxa 
del método científico positivista.
Resultados
Los graffiti ¿Una expresión de rebeldía sin causa?
Las transformaciones y las complejidades experimentadas por la sociedad no signi-
fican per se la desaparición o la inexistencia de las clases sociales (Marx y Engels, 2001) 
sino que representan una metamorfosis de las clásicas manifestaciones de las contra-
dicciones y las formas de asumirlas conscientemente. Por eso, no han desaparecido las 
clases y sus contradicciones, sino que se han procurado invisibilizar por la ideología, 
que pretende naturalizar la imagen del estatu quo haciendo desaparecer como por encan-
to las contradicciones de clases, de modo que el mundo pareciera que siempre ha sido 
como se presenta, y que nunca ha habido dominación ni explotación. Hoy, la lucha de 
clases resulta mucho más compleja y difícil de objetivar en la realidad cotidiana, dado 
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que no aparece con nitidez una clase dominante, como era el antiguo poder hegemó-
nico representado materialmente en la burguesía (Marx y Engels, 2001). Esto se ha 
traducido con éxito en una dominación simbólica (Bourdieu, 2003) que, sin embargo, 
tiene consecuencias objetivas de dominación, principalmente por medio del uso de los 
medios de comunicación masiva. 
En términos de Gramsci (1967, 1981 a, 1987 b, 1981 c), esto permite la "hegemonía" 
cultural de las clases dominantes para ejercer el control del sistema educativo, de las 
instituciones religiosas y de los medio de comunicación, lo que en la sociedadactual se 
traduce en la construcción de un nuevo sujeto, como lo llama Moulian (1997), el ciuda-
dano Credi Card. Es decir, un ciudadano que se encuentra sobre-endeudado y que tiene 
como única vía de integración social y de construcción de su ser, su participación en el 
mercado de bienes y servicios, con un fuerte consumo fetichista.
Por lo tanto, los medios de comunicación de masas, las industrias culturales con sus 
redes de información, de poder y de influencia, permiten movilizar los valores de este 
nuevo mundo globalizado y neoliberal. Y a la vez, este mecanismo de ideologización 
provoca una transformación de las subjetividades y por tanto deriva en la in-conciencia 
de clase. Marcuse, en su crítica a la sociedad contemporánea caracterizada por una domi-
nación de la ciencia, la técnica y de la irrupción de las mass media, plantea lo siguiente:
(…) la ‘falsa conciencia’ de su racionalidad se convierte en la verdadera conciencia 
(…) Esta absorción de la ideología por la realidad no significa, sin embargo, el “fin 
de la ideología”. Por el contrario, la cultura industrial avanzada es, en un sentido es-
pecífico, más ideológica que su predecesora, en tanto que la ideología se encuentra 
hoy dentro del propio proceso de producción (…) esta proposición revela los aspec-
tos políticos de la racionalidad tecnológica predominante (Marcuse, 1968, p.33).
Este discurso hegemónico que señala Marcuse habla de una “sociedad global de la 
información” o, como lo llama Mattelart (2007) “autopistas de la información” que son 
promovidas como un vector de un nuevo orden mundial de la información, una suerte 
de discurso mesiánico que pretende la unificación de la gran familia humana. Sólo que 
esta gran familia busca una unificación dirigida por los intereses especialmente de Es-
tados Unidos, según lo señala Mattelart (2007) en el mismo documento, donde agrega 
que la noción y el proyecto de “sociedad de la información” fueron históricamente 
evidentes, sin que los ciudadanos puedan ejercer su derecho a un verdadero debate, 
algo así como “para el pueblo pero sin el pueblo”, una nueva forma postmoderna de 
despotismo ilustrado. 
Los graffiti y los murales, especialmente los de carácter político, representan un me-
canismo de resistencia, pues, su irrupción en el espacio público es un soporte político 
y una forma simbólica de lucha de clases. Es decir, responde simbólicamente a la do-
minación simbólica del sistema dominante, por lo tanto da cuenta de la contradicción 
y el conflicto manifestado en esta dialéctica entre clase que domina y clase dominada. 
Al respecto señala Beck que…
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Tras la pluralidad de intereses amenazas y crece la realidad del riesgo, que ya no res-
peta las diferencias y las fronteras sociales y nacionales (...) Precisamente en el trato 
con los riesgos resultan muchas diferenciaciones y conflictos sociales nuevos. Estos 
ya no siguen el esquema de la sociedad de clases (Beck, 1998 p. 52). 
En esta misma línea, como bien lo expresa Castells, “el horizonte práctico de un 
análisis de clases es la comprensión de los mecanismos de transformación social” y 
agrega que no se trata de cualquier lugar lo que define una clase, sino que “aquellos 
pares de ‘lugares’ contradictorios, capaces cada uno de ellos de organizar el conjunto 
de una formación social en torno a sus intereses específicos” (Castells, 1987, p.165). 
Por eso, si se entiende el espacio público como un soporte político de carácter simbó-
lico, entonces los sectores populares, marginados por la ideología dominante, en dicha 
apropiación, materializa su presencia social, y da cuenta de la resistencia como clase 
social.
Sin duda, el graffiti es una expresión que va más allá de una representación gráfica 
y es al mismo tiempo una acción reivindicativa de lucha social de carácter simbólico. 
Es una forma de ocupar un espacio, de manifestarse y de explicitar una presencia y una 
existencia en la realidad concreta. Es, como dice García Canclini, “(…) una escritura 
territorial de la ciudad, destinada a afirmar la presencia y hasta la posesión sobre un 
barrio” (2005, p.306). García Canclini hace una distinción entre los graffiti y otras 
expresiones culturales que “tradicionalmente” han ocupado los espacios públicos. En 
su descripción de ellos, señala que se caracterizan por “su trazo manual, espontáneo, 
se opone estructuralmente a las leyendas políticas o publicitarias ‘bien’ pintadas o im-
presas, y desafía esos lenguajes institucionalizados cuando los alteras” (p. 306). Sobre 
este punto, la irrupción de los graffiti en el uso de este espacio tiene que ver con una 
forma de marcar territorio o reafirmar una presencia y un dominio de un cierto espa-
cio territorial, y es, además, una manifestación reforzada por los cambios culturales, 
generados por el auge de los mass media, los medios de comunicación audiovisuales, y 
los cambios tecnológicos. 
El graffiti, como nueva forma de ocupación del espacio público (Ossandon y San-
ta Cruz, 2001; Bourdieu, 2003), se hace presente como una construcción ontológica, 
representada en esos trazos espontáneos, que permiten dar cuenta de una “existencia” 
en el aquí y en el ahora de una clase, con las diferencias que ésta pueda tener según la 
concepción marxista clásica. Frente a las carencias manifiestas o simbólicas de afectos, 
de espacios, de reconocimientos, expresa una crítica y una cristalización de su existen-
cia como realidad histórica y como un “nuevo” fenómeno societal. 
Los graffiti de la cultura del hip–hop, tal como lo señala García Canclini, son una 
expresión que pretende dejar una huella de presencia-existencia, y a la vez un marca de 
carácter territorial, que transgrede las pautas y normas establecidas por la cultura do-
minante. Esta manifestación contra–hegemónica tiene su génesis alrededor de los años 
sesenta en los Estados Unidos1, como una respuesta a las carencias y distintas formas 
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de exclusión que sufría la comunidad afroamericana y puertorriqueña. En esta forma, 
se constituye en una nueva forma de enfrentar la pobreza y la marginalidad y en, una 
expresión de resistencia social. 
Sepúlveda (2003) considera el graffiti como una producción lingüística que busca 
un efecto social y comunicativo sobe el espectador. Pero el graffiti trasciende la pro-
ducción lingüística y estética, puesto que su sentido provocador y desafiante moviliza 
una práctica social frente a la cultura dominante. Es una forma de manifestación del 
conflicto social, de la lucha de clases simbólicamente manifestada en las contradiccio-
nes sociales, entre una clase (cristalizada entre otras formas en la cultura dominante) y 
una clase subalterna, invisibilizada, negada, dominada y excluida.
Si bien esta forma de expresión popular –y en muchos casos marginal– tal como la 
conocemos hoy, tiene su génesis y su influencia en Estados Unidos, no es menos cierto 
que en Latinoamérica y particularmente en Chile, es un proceso que se viene dando des-
de fines del siglo XIX, pues ya se venía “constituyendo una ‘esfera pública plebeya’, con 
sus específicas formas, medios y espacios de constitución de una identidad popular y su 
articulación con los procesos de instalación de la cultura de masas emergente” (Ossandón 
y Santa Cruz; 2001, p. 37). Esto le da un sentido local con manifestaciones culturales que 
busca ser una respuesta contra–hegemónica, y a la vez permite visibilizar las realidades 
o los actores negados. Ejemplo de ello son los graffiti de Temuco que incorporan una 
simbología étnica, y les dan un sentido identitario característico de otras realidades.Esto implica que la hibridación cultural opera cada vez más de manera heterónoma 
que de manera endógena, porque se advierte una mayor asimilación de las expresiones 
culturales externas que capacidad de rearticular la cultura local. Sobre ello, dice García 
(2005, p. 260) “sin duda, la expansión urbana es una de las causas que intensificaron 
la hibridación cultural”. Esto sin embargo, tiene sus matices, pues, si bien es cierto 
que hay una apropiación de símbolos que corresponden a otras realidades, estos son 
interpretados y usados de acuerdo con la cultura local, a la forma en que –en este caso 
particular– los jóvenes y los grupos que han emergido en la última década, le asignan 
significados de acuerdo con sus propias realidades socioculturales e intereses microso-
ciales o grupales. Esto queda en evidencia en los graffiti que, si bien corresponde a una 
forma de expresión propia de los grupos de hip - hop y de raperos1, estos han adquirido 
variantes en nuestro país, en donde no sólo ellos los usan, sino que otros grupos que 
no necesariamente adhieren a esta cultura se han apropiado de sus símbolos, con otras 
lógicas, estilos y formas estéticamente distintas. 
En dichas diferencias, se da una clara distinción. El primer caso (el del hip - hop y 
el rap) el graffiti es una expresión de su cultura, una manifestación artística que otorga 
1 Véase Sepúlveda W. (2003): “Primera muestra especializada de graffiti hip-hop temucano”. Proyecto 
FONDART, Temuco. Chile.
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identidad clara y definida, con una coherencia entre la expresión musical y la pintura de 
muros. Hay detrás de la elaboración de un graffiti, por decirlo de una forma un poco 
atrevida, un proyecto de creación artístico cultural, en el cual, para su elaboración, se 
usan distintos colores de pintura (en spray principalmente), con un mensaje que no es 
fácil de comprender para quienes no comparten su particular simbología, pero no por 
ello deja de ser una propuesta visualmente atractiva, ya sea por sus colores, contrastes 
o símbolos. Estos graffiti se asemejan a los estilos de murales políticos , pero con la 
diferencia que el mensaje es menos explícito en algunos casos y por lo general más 
simbólico. Por otro lado, está el uso del graffiti o simplemente el rayado de paredes 
(como se mencionaba arriba), por otros grupos o individualidades que no comparten la 
cultura del hip-hop. Estos se realizan en forma espontánea, con trazos manuales, que 
en la mayoría de los casos no corresponde a una propuesta de un grupo o colectivo, 
sino que es la firma individual o de nombres o símbolos de clubes deportivos, que usan 
(o imitan) el estilo de escritura de los grupos de hip-hop o de rap.
 Este graffiti, se encuentra en un muro de la calle Francisco Salazar en la ciudad de 
Temuco. Aquí se aprecia un tipo de expresión social y cultural que corresponde a la raíz 
del hip-hop, y tal como se señalaba arriba, se advierte un estilo de escritura que dificul-
1 En una publicación de Waldo Sepúlveda (antropólogo), del año 2003, financiada por el FONDART, 
que corresponde a una “muestra especializada de graffiti hip-hop temucano”, señala que “El hip- 
hop, “se define y entiende como un movimiento contra hegemónico en abierta disidencia con los 
valores y creencias de la “cultura blanca” por lo cual genera sus propias pautas de autoexpresión 
cultural en la ciudad” (Sepúlveda, 2003, pp. 6).
Fotografía del autor.
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ta su comprensión, ya sea por la distorsión de los grafemas, como por la apuesta visual a 
que da lugar la tridimensionalidad de la pintura de las letras. Este estilo es denominado 
“wildstyle” (Sepúlveda, 2003, p. 11). 
 Este otro graffiti que se encuentra en un muro de la calle Caupolicán en Temuco, 
al igual que el anterior, corresponde al estilo “wildstyle”, por las formas de los grafe-
mas, que aparecen alargados, distorsionados y entrelazados. Agrega una caricatura de 
un joven graffitero, lo que da cuenta de otras influencias culturales, como por ejemplo 
el comic y la animación japonesa. Siguiendo a Ossandon y Santa Cruz (2001), esto 
expresa en la articulación de dos fenómenos que se retroalimentan: el desarrollo de las 
tecnologías comunicacionales, lo “que van permitiendo masificar reproductivamente 
el uso de variados códigos y formatos, y el desarrollo creciente de públicos con algún 
grado de especialización en sus demandas e intereses culturales” (2001, p. 33). Pero no 
sólo tiene que ver con una especialización de las demandas e intereses, sino que tam-
bién se cristaliza como una forma de mostrar las desigualdades y, por lo tanto, dicha 
masificación muestra globalmente las contradicciones. Por ello, vale cerrar esta parte, 
declarando que los graffiti no son una expresión de “rebeldía sin causa”, como se titula 
este apartado. Por el contrario, son una manifestación de una lucha social, tal vez no 
siempre conciente, pero sí situada históricamente como consecuencia de las desigual-
dades y exclusión de la cual son víctimas los sectores populares.
Fotografía del autor.
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Los murales: un testimonio histórico de resistencia y apropiación 
del espacio público
Esta parte del texto se basa en el contexto chileno, sin hacer una reseña histórica 
política de los murales en Chile, se darán algunos antecedentes de respaldo, con apoyo 
en las referencias bibliográficas. Se canalizará una reflexión en torno a la importancia 
que tiene esta expresión cultural y política, en tanto que representa un mecanismo mu-
cho más consciente de lucha social y de resistencia contra hegemónica (Gramsci, 1981a, 
1981 b y 1981c). En gran medida, representa claramente una conciencia de clase en el 
sentido marxista, porque reconoce las condiciones de dominación producidas por una 
clase que se ha constituido como hegemónica.
Si bien las expresiones gráficas, consideradas como propaganda política, han estado 
presente en América Latina desde el período de la colonia, estas poco a poco van tomando 
un carácter público y popular, que rompe con la lógica escrituraria elitista, propia de la im-
presión gráfica. De esta forma, en Chile se observa un uso de carácter reivindicativo por los 
sectores legados a la izquierda en la década del treinta. Castillo Espinoza señala que:
El desarrollo del cartel político en el medio nacional, asigna importancia a la reper-
cusión que hacia entonces tendrá la Guerra Civil española, motivando el arribo a 
Chile de numerosos carteles alusivos al conflicto (2006, p. 45).
Pero en la década del sesenta se produce un cambio paradigmático y político, que 
significa un salto desde la gráfica impresa al uso del muro como espacio de propaganda 
política. Es en plena campaña política previa a las elecciones del año 1964, en que se 
pintó el primer mural de propaganda política, que responde a las diferencias de recursos 
entre la campaña de la izquierda que apoyaba a Salvador Allende y de la Democracia 
Cristiana con Eduardo Frei Montalva, que contaba con una gran cantidad de recursos. 
Esta modalidad del uso del muro, como un espacio público de “enfrentamiento políti-
co” cobra mayor relevancia en la campaña de 1970, durante la contienda que terminaría 
con la elección de Salvador Allende como Presidente de la República. 
Este fenómeno político-cultural que llamó la atención en el mundo, se inicia en 
Valparaíso en el año 1963. Castillo lo documenta de la siguiente manera: 
Fretea la organizada candidatura de la DC, la izquierda se cuestionaba los pasos 
a seguir; en dichas circunstancias, el pintor Jorge Osorio, un estudiante de arqui-
tectura de nombre Alejandro Strange y Patricio Cleary –entonces encargado de 
propaganda del PC–, quienes colaboraban en la campaña de Allende en Valparaíso, 
buscan nuevas alternativas frente a lo realizado en la calle hasta entonces, surgiendo 
la idea de producir una gráfica semejante a la empleada en los carteles, pero direc-
tamente sobre los muros (2006, p. 64).
Sin perjuicio de lo anterior, vale decir que los rayados propagandísticos en los muros 
ya estaban presentes con las luchas reivindicativas del movimiento obrero, aunque no 
presentaban las mismas características en cuanto a sus diseños, respecto de aquellos que 
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comienzan a marcar un sello distintivo en los años sesenta, con una fuerte influencia y 
respaldo de artistas locales, provenientes de Escuelas de Bellas Artes ligados principal-
mente a sectores de izquierda, y de artistas populares autodidactas, como queda reflejado 
en lo que señalaba Castillo (2006). Como se puede apreciar, los murales tienen desde su 
génesis un sentido claramente político que no sólo tiene que ver con una acción desa-
rrollada a la luz de una campaña electoral, sino que va mucho más allá de esto. Es una 
expresión de significados simbólicos que dan cuenta de la sensibilidad artística frente a 
una realidad, que manifiesta condiciones de injusticia social, caracterizada por contradic-
ciones generadas por la dominación de una clase sobre otra. Según una interpretación 
hermenéutica, es una acción conciente de un sujeto histórico que parte de su experiencia 
sensible llena de significados construidos dialécticamente entre ese dasein y su historia.
Este tipo de murales, a diferencia de los graffiti, tienen un mensaje político claro, cuyo 
objetivo es precisamente que dicho mensaje sea fácilmente comprendido. En otros casos, es 
un llamado a la acción, a la movilización social, a la toma de conciencia. Estos en períodos 
electorales reducen su nivel discursivo y se buscan hacer presente el candidato postulado a 
algún cargo de representación popular. Esto último ha cobrado mayor protagonismo desde 
el plebiscito de 1988 en adelante, cuando la derecha política se apropia de una práctica que 
antes estaba claramente identificada con sectores de izquierda. Por lo tanto, el uso del espa-
cio público se ha transformado en un espacio de lucha social y política.
El muro, que en algunos casos es un espacio privado, es, en efecto, un espacio público 
y, como tal, cobra un significado distinto, pues se constituye en una plataforma de lucha 
política, en la cual el enfrentamiento de clases queda en evidencia, dando cuenta de las 
desigualdades y contradicciones que se manifiestan en otras dimensiones societales. Es 
decir, las diferencias y desigualdades de las que es víctima la clase subalterna, se replica 
en este escenario público que es el muro. La clase dominante se ha apropiado no sólo de 
la plusvalía generada por la fuerza de trabajo, como lo plantea el marxismo, sino, además, 
de los espacios que le eran propios como clase dominada. El grupo de canto popular 
Quelentaro, en su tema “Los muros” su letra decía que “la calle es tierra del pueblo” y 
por lo tanto el espacio público es su territorio, en donde el muro es el “diario” del pueblo. 
El muro, por lo tanto, es la pizarra del pueblo, que hoy ha sido arrebatada por la clase 
dominante, generando una hibridación de representación sociocultural y a la vez, invisi-
bilizando las posibilidades de distinguir con claridad un discurso de clase, por la fuerte 
influencia del ethos y el discurso neoliberal que la ha negado como existencia y realidad 
histórica. Es una compleja lucha y resistencia, porque, como dice García Canclini, 
En el movimiento de la ciudad los intereses mercantiles se cruzan con los históri-
cos, los estéticos y los comunicacionales. Las luchas semánticas por neutralizarse, 
perturbar el mensaje de los otros o cambiar su significado, y subordinar a los demás 
a la propia lógica, son puestas en escena de los conflictos entre las fuerzas sociales: 
entre el mercado, la historia, el Estado, la publicidad, y la lucha popular por sobre-
vivir (2005, p. 275). 
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Sin embargo, a pesar de la fuerte influencia de la ideología dominante, los muros 
siguen siendo el espacio público predominante de la lucha de resistencia social, política 
y cultural, y son el escenario, en el cual se materializa un sentir de los sectores sociales 
excluidos, conscientes de su condición de clase y de explotados. Es un espacio de rei-
vindicación de las luchas populares y un llamado a sumarse a dicha resistencia.
Una muestra de lo señalado se grafica en el mural que se presenta a continuación, 
y que se encuentra en el Campus Andrés Bello de la Universidad de la Frontera, en 
Temuco. Como puede apreciarse, al igual que los graffiti, se incorporan elementos pro-
pios de la cultura local, referida a la lucha del pueblo mapuche que, por lo demás, es una 
lucha histórica. A diferencia del graffiti, más allá de la incorporación de mensajes en 
mapuzungun1, el texto es claro, al igual que los símbolos que representan gráficamente, 
la interpretación de una realidad cultural, económica social y política.
1 Lengua de la etnia mapuche, que significa “gente de la tierra” (mapu= tierra; che= gente), mapuzungun, 
significaría voz de la tierra o el habla de la tierra.
 Este mural también se encuentra en el Campus Andrés Bello de la Universidad 
de la Frontera y tiene un mensaje político claro. Aquí, la conmemoración de los cien 
años de la “Matanza de Santa María de Iquique” , se recupera como memoria histórica, 
con el fin de concientizar a la sociedad, respecto de una realidad que aún se manifiesta 
como actual en las prácticas societales, en particular respecto de la explotación de la 
Fotografía del autor.
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clase trabajadora. El Estado y los patrones aparecen en el discurso gráfico del mural 
como la clase dominante, lo cual se podría interpretar como un Estado burgués. 
 El último mural se encuentra ubicado en la calle Caupolicán de la ciudad de Temuco, 
si bien aquí no hay un texto, la definición del mensaje político es muy clara: en su extremo 
derecho aparecen el símbolos la brigada muralista Ramona Parra (BRP) y la característica 
hoz y martillo del Partido Comunista, a continuación, como una marcha, tres obreros 
mineros, uno de ellos con una pica al hombro y en la mano izquierda enarbolando una 
bandera chilena; el segundo con su brazo derecho indica el avance, que se puede interpre-
tar como un ¡adelante compañeros!, y en la mano izquierda empuña una maza o combo; 
el tercero tiene la pala al hombro y el puño izquierdo en alto. Esta es una expresión grá-
fica que muestra por un lado a la clase trabajadora minera y por otro lado el compromiso 
del Partido Comunista, con la lucha y resistencia de la clase obrera.
Fotografías del autor.
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Conclusiones
Sin duda, la sociedad actual da cuenta de muchas crisis y complejidades y como 
consecuencia se ha decretado una serie de muertes, como por ejemplo de lasideologías, 
de la historia, de los metarrelatos y entre ellos de la “lucha de clases”. Por tal razón, 
no resulta fácil dar cuenta de cómo es posible pensar hoy en día que la clase social, 
en tanto categoría y realidad histórica, se cristaliza en distintas prácticas sociales y en 
este caso particular, se materializa en el uso del espacio público. Por ello, este análisis 
hermenéutico es una lucha de resistencia frente al intento de una intelectualidad que 
pretende invisivilizar o negar su esencia científica dentro de lo que se conoce como las 
ciencias del espíritu. 
Sin perjuicio de esta dificultad, una interpretación de carácter hermenéutico de las 
manifestaciones artísticas y culturales, que se representan en los graffiti y los murales 
de tipo político, son una muestra simbólica de las desigualdades sociales que son asu-
midas conscientemente y por tanto la muralla entendida como la “pizarra del pueblo” 
como lo dice Quelentaro, es un espacio de lucha de clases. Esto se manifiesta en la 
irrupción de la clase dominante en el uso de dicho espacio público que, antes del plebis-
cito de 1988, era de uso casi exclusivo por los sectores populares, como una forma y un 
espacio de manifestación, de dar su opinión y de llamar a la acción sobre sus cotidianas 
vivencias y contradicciones sociales.
Desde el año 1988, los sectores de derecha, partidarios de la dictadura y del mo-
delo económico neoliberal, con todo su arsenal de recursos económicos, hacen un 
uso impresionante de los muros que en muchos casos fueron arrendados, lo cual es 
otra muestra de las contradicciones que se presentan en la sociedad y de las formas de 
dominación. Ese arriendo, responde con claridad ideológica impresionante, del ethos 
dominante y hegemónico, en el que todo tiene un precio, todo es mercantilizado, todo 
es posible transarlo en el mercado, incluso las conciencias rebeldes.
Tanto el graffiti como los murales de carácter político son formas de expresión de 
carácter contra–hegemónico. Representan la reacción frente a una sociedad que excluye 
y que pretende imponer una homogenización cultural en ciertos casos, o una diversidad 
en otros, pero siempre en virtud de sus intereses de dominación y hegemonía. Por ello la 
expresión artística representa un mecanismo de lucha y resistencia social y cultural.
Los graffiti y los murales, por lo tanto, pueden ser resignificados como una escena 
de lucha, en la cual se cristalizan los conflictos de clase entre las fuerzas del mercado y 
del Estado comprometido con la clase dominante y un sector popular que se esfuerza 
por sobrevivir y mostrarse como una realidad social en permanente construcción y con 
presencia histórica.
En el actual contexto histórico, cuando se expresan nuevas y complejas formas ma-
teriales e intersubjetivas propias de las transformaciones del capitalismo sería un grave 
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error epistemológico, teórico y político pretender interpretar la lucha de clases desde 
una perspectiva lineal y dogmática, situando el análisis sólo en la contradicción capital/
trabajo. De ser así, se cierran las posibilidades de ampliar la perspectiva de aprendizaje 
de las nuevas luchas sociales y políticas, que se manifiestan como una expresión sim-
bólica, donde el muro es uno de los campos de lucha.
Las prácticas políticas se configuran a partir de nuevas, amplias y complejas expre-
siones de la contradicción capital/trabajo, en la que la acción política contra–hegemó-
nica se constituye como una práctica históricamente situada, que permite la unificación 
de una serie de sucesos dispares y aparentemente desconectados, pero que en las mani-
festaciones artísticas encuentran sus puntos de convergencia.
Por último, si se considera que los símbolos son instrumentos de integración social, 
es claro que la ideología dominante los usa como recurso para el logro de sus objetivos. 
Pero, asimismo, en tanto mecanismo de dominación de la clase dominante, son usa-
dos por los sectores subalternos como práctica de resistencia, como respuesta contra–
hegemónica y manifiestan su sentido de lucha de clases.
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