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Número 21 LIBERALIZACIÓN, GLOBALIZACION Y SOSTENIBILIDAD Roberto Bermejo Gómez de Segura BIBLIOGRAFÍA ESPECIALIZADA EN MEDIO AMBIENTE Y DESARROLLO Centro de Documentación Hegoa ROBERTO BERMEJO GÓMEZ DE SEGURA es profesor de Economía y Organización de Empresa de la U.P.V./E.H.U., coordinador del Área de Economía y Ecología de Bakeaz y miembro de Hegoa. maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 3 CUADERNOS DE TRABAJO DE HEGOA es una publicación destinada a difundir los tra- bajos realizados por sus colaboradores/as, así como aquellos textos que por su interés ayuden a la comprensión de los problemas del desarrollo y las relaciones internacionales. Facultad de Ciencias Económicas Avenida Lehendakari Aguirre, 83 Tfno.: (94) 447 35 12 Fax: (94) 476 26 53 Email: hegoa@bs.ehu.es http//www.ehu.es/hegoa 48015 BILBAO Manuel Iradier, 6 bajo Tfno. y fax. (945) 13 15 87 Email: hegoavitoria@sarenet.es 01005 VITORIA-GASTEIZ LIBERALIZACIÓN, GLOBALIZACIÓN Y SOTENIBILIDAD Roberto Bermejo Gómez de Segura BIBLIOGRAFÍA ESPECIALIZADA EN MEDIO AMBIENTE Y DESARROLLO Centro de Documentación Hegoa Cuadernos de Trabajo de Hegoa Número 21 Abril 1998 D.L.: Bi-1473-91 ISSN: 1130-9962 Impresión: LANKOPI S.A. maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 4 ÍNDICE LIBERALIZACIÓN, GLOBALIZACION Y SOSTENIBILIDAD Introducción 5 Por el libre mercado hacia la sostenibilidad: la respuesta ortodoxa a la crisis ecológica 7 2.1. Primera reacción ortodoxa ante el problema ecológico 7 2.2. Teorización actual: un pensamiento confuso e inadecuado 10 2.2.1. La autonomía de los gobiernos 10 2.2.2. Teorías sobre los costes de la defensa ambiental 11 2.2.3. Liberalización comercial y sostenibilidad 15 La dinámica globalizadora contra la sostenibilidad 19 3.1. Características de las economías sostenibles 19 3.2. Características de las economías sostenibles y la dinámica globalizadora 19 3.2.1. Preservación de los ecosistemas y funciones ambientales 20 3.2.2. Conservación de los recursos 30 3.2.3. Escala adecuada 32 Bibliografía 35 3 1 2 3 4 A. maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 5 4 BIBLIOGRAFÍA ESPECIALIZADA EN MEDIO AMBIENTE Y DESARROLLO 41 Economía 41 Cooperación al Desarrollo 50 Relaciones Internacionales 52 Mujer 55 Geografía y Ecología 58 Derechos Humanos 72 Información y Documentación 73 B. maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 6 Hoy en día, desde las instancias de poder econó- mico y político se emite el mensaje, de forma insistente y monocorde, de que vamos irremedia- blemente hacia una economía globalizada y desre- gulada, y que esto constituye una señal inequívoca de progreso, ya que el mercado se va liberando de las ataduras del pasado, lo que permite desarrollar sus potencialidades: eficiencia, prosperidad y liber- tad. (Altvater, 93: 80) Es por ello que los librecambistas acusan a sus crí- ticos de mantener posturas patológicas, conserva- doras, antidemocráticas, etc. Martin Wolf, redactor jefe asociado del Financial Times, declara que los antiliberales se basan en tres posturas: “odio a los mercados, miedo a los extranjeros e inquietud en cuanto a los salarios, a los empleos a la actividad económica. Si las dos primeras actitudes son pato- lógicas, la tercera es racional, al menos“. Peter Martin, redactor jefe de la edición internacional del mismo periódico, acusa a las posturas antili- berales de utilizar argumentos que “reposan en un ansia visceral de preservar el statu quo y de perennizar su ideología hondamente conservado- ra“, que van en contra de los “derechos democrá- ticos, en particular el derecho más preciado: el de la práctica en paz de aquello que más nos guste“ (Le Monde Diplomatique, junio, 1997). Esta visión implica un razonamiento reduccionista, mecánico y manipulador de la realidad. O se está a favor del comercio totalmente desregulado o se defiende una economía autárquica, tal como lo denuncia David C. Korten (1996: 71): De la misma forma, esto implica que la única alter- nativa a la apertura total de las fronteras naciona- les a un flujo sin restricciones de bienes y dinero es construir muros impenetrables que nos cortan del resto del mundo y nos privan de los beneficios de participar en el comercio internacional. Como consecuencia de ello, se identifica proteccio- nismo con prácticas insolidarias que pretenden des- cargar los problemas económicos nacionales sobre las espaldas de otras naciones. En ningún momen- to se admite que sea racional y eficiente un mode- lo económico que busca la autosuficiencia nacional y la cooperación internacional más amplia posible. Por último, su visión de la democracia y de las libertades es profundamente reduccionista y mani- puladora. En un mundo en que las instancias ele- gidas democráticamente se van vaciando de poder, el cual está pasando a manos de los centros de decisión económica, la única “democracia“ que tien- de a fortalecerse es la del mercado. En este contex- to, el principio democrático de una persona un voto se transforma en otro de carácter censitario: sólo votan los que tienen dinero y el número de votos es proporcional a la cantidad de dinero. Parece absurdo que sea el centro de las críticas la necesidad de protegerse por parte de las personas y 5 1. INTRODUCCIÓN maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 7 de las sociedades, y lo que constituye un requisito previo: tener la capacidad de autogobernarse, ya que es algo totalmente consustancial con la natu- raleza humana. La necesidad de protección nos remite a la necesidad más general: la de ser due- ños de nuestro propio destino, y un elemento central del mismo es la capacidad de orientar la economía hacia la satisfacción de las necesidades vitales de forma sostenible. La liberalización económica se defiende en virtud de la supuesta eficiencia del libre mercado, pero este no existe, ni puede existir. El mercado sólo puede existir en el marco de unas instituciones y de una cultura, que definen normas de comporta- miento y desarrollan instrumentos para que se cumplan. Por otro lado, para que sea eficiente, no deben existir grandes asimetrías de poder y de información. Sin este requisito no se podrán reali- zar transacciones justas. Por ello, el libre mercado constituye una ideología (Krugman,91: 106), una pura fantasía (Reich, 93: 188) o una religión (Daly y Cobb, 89: 366), que la oligarquía dominante, con la ayuda de sus ideólo- gos orgánicos, utiliza como justificación para pro- mover la fuerte desregulación en marcha. Durante la guerra fría fue también un arma ideológica con- tra el “expansionismo soviético“, ya que se defen- día que “su aplicación al ámbito internacional sería una invencible conjunción de fuerzas frente a los soviéticos.“ (Reich, 93: 74) Las ideas liberales se defienden hoy con la misma fe religiosa que se hizo en la primera mitad del siglo XIX. Para Krug- man, “(si) hubiera un Credo de los economistas, este contendría estas dos afirmaciones: Creo en el Libre Comercio; Creo en el Principio de las Venta- jas Comparativas.“ (Daly y Cobb, 89: 209, 210). Se defiende el libre comercio en base al “Principio de las Ventajas Comparativas“. Sin embargo, existen diversas versiones sobre el mismo que, además, son incapaces de interpretar el desarrollo del comercio internacional. En última instancia, el principio carece de relevancia porque se basa en la no libre circu- lación de los factores productivos y ahora hay una libre circulación de capitales. El libre mercado representa mucho más que un modelo económico. Supone una visión del mundo determinada: de la historia, de los comportamien- tos individuales y sociales, de la democracia, de las relaciones con la naturaleza, etc. Sin embargo, esta cosmovisión sigue anclada en el pensamiento deci- monónico, lo que determina una praxis no ade- cuada a la realidad y que tiende a socavar los cimientos del sistema, es decir, a desintegrar la cohesión de las sociedades y a traspasar los límites naturales que preservan la vida. Este elemento es determinante en última instancia, porque ningún sistema económicopuede perdurar, si tiende a degradar la base física que le es imprescindible para su funcionamiento. Este trabajo está centrado en el análisis de las repercusiones de la liberaliza- ción en marcha sobre la base física citada, y cons- tituye la segunda parte del mismo. Para ello con- viene estudiar la teorización que realiza la econo- mía ortodoxa para tratar de hacer sostenible la libe- ralización económica y el crecimiento ilimitado. Este es el objetivo de la primera parte. Antes de pasar al análisis citado conviene precisar algunos términos o conceptos que pretenden reflejar la dinámica económica actual: liberalización o desre- gulación; libre comercio; libre mercado; mundializa- ción o globalización; etc. Estos conceptos son seme- jantes pero encierran diferencias importantes, por lo que, en general, no son perfectamente intercambia- bles. Una diferencia es que unos conceptos tienen un carácter predominantemente instrumental, mientras que otros tienden a reflejar las consecuencias de la aplicación de los instrumentos. Mediante la liberali- zación, el libre mercado y el libre comercio (instru- mentos), se busca alcanzar una economía desregula- da y globalizada o mundializada (consecuencia). Liberalización y libre mercado entiendo que son con- ceptos equivalentes, y se refieren a la desregulación tanto dentro de los estados como en la esfera inter- nacional. Libre comercio, sin embargo, debe enten- derse como un aspecto particular de los dos con- ceptos anteriores, aquel que se refiere a la liberaliza- ción de las relaciones económicas internacionales. Por último, conviene resaltar el carácter dinámico e intencional de estos conceptos. 6 maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 8 2.1 La primera reacción ortodoxa ante el problema ecológico Los autores clásicos tenían, en general, una visión bastante clara de los límites naturales al crecimien- to ilimitado. A Malthus le preocupaba la supuesta existencia de una tendencia, inherente a los seres humanos, a reproducirse ilimitadamente. A partir de esta visión sobre la dinámica poblacional, Ricar- do desarrolló su teoría de la tendencia al estanca- miento del sistema capitalista desregulado, debido a que la utilización de tierras cada vez más margi- nales encarecía los alimentos, y en consecuencia los salarios, lo que deprimía los beneficios empre- sariales. Stuart Mill comprendía la imposibilidad de crecer ilimitadamente y abogaba por una economía de estado estacionario. Por último, Marx declaraba la incompatibilidad entre el capitalismo y la preser- vación del equilibrio ecológico. Por el contrario, la llamada revolución neoclásica supone la eliminación de cualquier preocupación por los límites físicos. Se admitirá implícitamente que la Tierra es una fuente inagotable de recur- sos y un sumidero de residuos de capacidad infi- nita. La economía ortodoxa mantendrá esta visión durante 100 años. Sin embargo, en la década de los 60 empezaron a hacerse evidentes los problemas ecológicos que estaba creando el fuerte crecimiento económico de la posguerra. Como consecuencia de ello, los gobiernos de los países más industrializados se empiezan a ver presionados por la opinión públi- ca a dedicar fondos importantes para la defensa ambiental. Ante esta situación, la economía orto- doxa adoptó la postura de considerar que tales gastos constituían una traba al crecimiento y a la generación de empleo, porque, se decía, aumen- taban la inflación, frenaban la innovación y cons- tituían un obstáculo al desarrollo del comercio. Por lo tanto, se admitía, aunque de forma implí- cita, la incompatibilidad entre economía (identifi- cada con crecimiento, como es habitual) y ecolo- gía. Un documento de la OCDE de 1985 recono- ce la citada oposición de la economía ortodoxa, aunque la considera superada para finales de la década de los 60: Hace quince años había gran preocupación por- que la acción medioambiental podía suponer una pesada, si no intolerable, carga sobre las econo- mías, disminuyendo el crecimiento, agravando el desempleo, aumentando la inflación, inhibiendo la innovación y distorsionando el comercio (OCDE, 85: 16). 7 2. POR EL LIBRE MERCADO HACIA LA SOSTENIBILIDAD: LA RESPUESTA ORTODOXA A LA CRISIS ECOLÓGICA maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 9 2.2. Teorización actual: un pensamiento confuso e inadecuado A medida que el problema ecológico se ha ido agravando y alcanzando dimensiones planetarias, la economía ortodoxa no ha podido seguir mante- niendo la afirmación de la incompatibilidad, por- que sostenerla supondría la necesidad de sustituir la economía capitalista por otra, ya que ningún modelo económico puede mantenerse indefinida- mente, si destruye la base física sobre la que se asienta. Como este planteamiento resulta inacepta- ble para los defensores del sistema, la única vía de salida que queda es defender la compatibilidad entre crecimiento ilimitado y libre comercio, por un lado, y la protección de la naturaleza, por otro. Incluso se suele ir más lejos: la defensa de que sólo a partir del crecimiento y la liberalización eco- nómica se puede alcanzar la sostenibilidad. La teoría que permite dar coherencia a este dicur- so es la de la valoración de los bienes libres. Según esta, el mercado no es un instrumento ade- cuado para hacer frente al problema ecológico, porque este se refiere a los bienes libres, es decir, a bienes ambientales que no tienen valor de mer- cado por ser bienes colectivos. Por lo que las externalidades ambientales que genera la activi- dad económica no son internalizadas y el merca- do no refleja todos los costes, no dando la seña- les correctas. En consecuencia, para que sea efi- ciente en todos los campos, debe internalizar los costes ambientales, es decir, debe asignarles un valor mercantil e introducirlo en el mercado, nor- malmente vía impuestos o permisos de contami- nación comercializables. La teoría se resume, por tanto en que se deben “internalizar las externali- dades“, para “que los precios digan la verdad“ y “los agentes económicos reciban las señales correctas“. Como son los gobiernos los encargados de reali- zar la citada internalización, resulta que sobre ellos recae la responsabilidad básica del proble- ma ambiental, librando así al mercado de cual- quier culpa significativa. A pesar de la simplici- dad y coherencia de esta teorización, la economía ortodoxa no ha sido capaz, porque es imposible, de definir un pensamiento coherente, ni mucho menos operativo, por lo que la destrucción de la Biosfera avanza de forma incontenible. Las con- tradicciones suelen ser clamorosas, pero por supuesto estas no son reconocidas. La actuación gubernamental vendrá determinada al menos por tres factores: el nivel de sensibiliza- ción ecológica de los gobiernos; el grado de autonomía para actuar libres de la influencia de poderes externos; las repercusiones para el creci- miento del gasto ambiental. Dejaré de lado el pri- mer factor, porque no es relevante para el tema tratado, y me centraré en el análisis de los dos restantes. Por último, estudiaré la premisa prima- ria del carácter neutral del libre comercio bajo dos planos: el de si esta premisa se defiende con coherencia y el de la implicación de la teoría de la internalización de las externalidades en la libe- ralización comercial. 2.2.1. La autonomía de los gobiernos La economía ortodoxa defiende que los gobier- nos tienen la autonomía necesaria para proteger la naturaleza. La evidencia de que existen grandes problemas ambientales lleva, en base a la teoría explicada, a centrar la responsabilidad de los mis- mos en los gobiernos, por no aplicar la “política ambiental correcta“. Uno de los objetivos del Quinto Programa es “fijar correctamente los precios“ y los países miembros de la Unión Europea, bajo las directri- ces del gobierno supraestatal que es la Comisión Europea, son los encargados de definir los pre- cios correctos y de implementarlos. El Banco Mundial (1992: 67) en su World Development Report 1992 afirma que “la causa principal de los problemasdel medio ambiente no es la liberali- zacción del comercio, sino la incapacidad de los mercados y poderes públicos para tener en cuen- ta de manera adecuada el medio ambiente en los precios.“ Aunque aquí se atribuye parte de la cul- pa a “los mercados“, en realidad la única respon- 8 maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 10 sabilidad que en esencia se plantea es la de los gobiernos, porque según esta teoría estos son los encargados de actuar sobre los mercados para que den las señales correctas. Esta idea es claramente expuesta en la Comuni- cación Sobre comercio y medio ambiente de la Comisión Europea: “Está ampliamente admitido que el margen de maniobra de los países sigue siendo muy amplio“. El que no se atribuya en general ninguna responsabilidad relevante a la liberalización de las relaciones económicas inter- nacionales, determina que se insista con gran rei- teración en que las actuaciones de los gobiernos en materia ambiental no deben dar lugar a la adopción de medidas compensatorias arbitrarias que constituyen trabas comerciales encubiertas. La Comunicación es un ejemplo de este razona- miento, cuando afirma que “se puede concluir que las normas comerciales autorizan a los países a adoptar todas las medidas necesarias para pro- teger el medio ambiente en su propio territorio, a condición de que estas medidas no sean discrimi- natorias, ni arbitrarias, y no consistan en restric- ciones encubiertas del comercio internacional“ (Comisión Europea, 96: 12, 17). Esta idea se repite de forma prácticamente idénti- ca en los textos de la OCDE, de la Unión Euro- pea, de la Cumbre de Río, del GATT, de la OMC, etc., y es evidente que pretende demonizar las restricciones al comercio motivadas por la protec- ción de la naturaleza. Esto es así porque no se contempla la posibilidad de que la medida adop- tada no sea arbitraria, ni sea además una restric- ción del comercio encubierta, sino que constituya la consecuencia lógica de adoptar medidas con- servacionistas. Cada vez resulta más evidente que los estados están perdiendo capacidad para decidir autónoma- mente. Esta evidencia está empezando a ser asumi- da por instituciones internacionales. Así, el informe La dimensión social de la liberalización del comer- cio internacional, que la OIT presentó a la cumbre G7 de Abril de 1996, declara que “la globalización de la economía y la mayor competencia interna- cional resultante ha limitado las posibilidades de los gobiernos de aplicar políticas económicas autó- nomas“ (Parlamento Europeo, 96: 33). 2.2.2. Teorías sobre los costes de la defensa ambiental Se manifiestan de forma clara al menos tres teorías. Como es lógico, estas teorías macroeconómicas son acompañadas de otras semejantes en el ámbito empresarial, en relación a los beneficios o costes que obtendrán las empresas que inviertan en pro- tección ambiental. Veremos también que las tres pre- sentan contradicciones muy notables entre sí. Ade- más, las contradicciones no acaban aquí, porque veremos que subyace una cuarta teoría, que repre- senta el primer posicionamiento, ya descrito, de la economía ortodoxa frente al problema ambiental: la incompatibilidad entre crecimiento ilimitado y equili- brio ecológico. Lógicamente esta teoría no se enun- cia como tal, sino que se desprende de estudios sobre los costes de atajar los problemas ambientales más importantes y, sobre todo, de la práctica de los gobiernos y de los comportamientos empresariales. Teoría 1: La defensa ambiental es fuente de bene- ficios Esta es la teoría más optimista, ya que considera que, lejos de suponer una carga para la economía (que siempre se identifica con crecimiento), los fondos destinados a la defensa ambiental consi- guen los dos objetivos que se pretenden alcanzar: la conservación del ambiente y el crecimiento. Porque defiende que el gasto ambiental, aparte de proteger el ambiente, incentiva el crecimiento, lo cual desencadena un proceso de retroalimenta- ción. El incremento de riqueza, consecuencia de este mayor crecimiento, permite detraer más fon- dos para la defensa ambiental, y así sucesiva- mente. Nos encontraríamos ante un multiplicador ecológico, según el cual el gasto ambiental y el crecimiento son fenómenos que se refuerzan mutuamente. Una conferencia de la OCDE sobre medio ambiente y desarrollo, que bajo el título de Envi- ronment and Economics se celebró en 1985, afir- ma que la principal conclusión de la misma es que la economía (crecimiento) y la protección del medio ambiente se refuerzan mutuamente: 9 maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 11 Un continuo mejoramiento del medio ambiente y un sustancial crecimiento económico son objeti- vos esenciales, compatibles e interrelacionados para los países miembros de la OCDE. Esta con- clusión, la más importante de la Conferencia, sig- nifica que el ambiente y la economía, si se diri- gen apropiadamente, son mutuamente reforzan- tes; y soportan y son soportados por la innovación tecnológica (OCDE, 85: 10). La Agenda 21 convierte esta teoría en uno de sus objetivos: Promover y apoyar políticas nacionales e interna- cionales que hagan que el crecimiento económico y la protección del medio ambiente se apoyen mutua- mente (CNUMAD, 93: 14). El hecho de que se lo plantee como un objetivo quiere decir que, en opinión de los redactores del documento, no se alcanza de forma automática a partir de tomar medidas de protección de la natu- raleza. Introduce, por tanto, un matiz diferente, que normalmente se refiere a que hay que aplicar polí- ticas ambientales correctas, es decir, que internali- cen los costes pero que no obstaculicen el comer- cio y, por tanto, el crecimiento. El Cuarto Programa de actuación ambiental de la Unión Europea explica los mecanismos que hacen funcionar el citado multiplicador del gasto ambiental, al considerar que se puede alcanzar la sostenibilidad “destinando una pequeña parte de los inmensos recursos y del potencial científico, tecnológico e industrial de la Comunidad al desarrollo y la utiliza- ción de equipos, tecnologías y prácticas de gestión y de administración necesarias para adoptar dichas normas (de protección ambiental), al tiempo que se obtienen los medios necesarios para el cambio a par- tir de los beneficios económicos y de empleo resul- tantes.“ (Comisión Europea, 87: 40). Se defiende la teoría con varios argumentos. La Comunicación Sobre Comercio y Medio Ambiente de la Comisión Europea (96: 11) esgrime los más habituales. Considera que sus beneficios provienen de “suscitar la innovación tecnológica, promover la eficiencia económica y mejorar la productividad general“ y de la captación de una parte importante de los mercados de bienes y servicios ambientales (que estima tiene un valor de 250.000 millones de dólares y que crece al ritmo de un 8% anual) y de productos verdes. Estos argumentos sirven para que, desde instan- cias oficiales, se dirijan mensajes optimistas a las empresas para incentivarlas a que gasten en defensa ambiental, los cuales se pueden reducir a uno: la ecología es negocio. Sin embargo, la rea- lidad es muy contraria tanto a nivel de gobiernos como de empresas. Las empresas por lo general presionan para que no se mejore la política ambiental e incumplen notoriamente la normativa vigente. Como dice Barry Commoner (1992: 216), durante más de 20 años las empresas estadouni- denses se han “resistido rabiosamente a casi todos los esfuerzos para reconocer, por no men- cionar reducir, el impacto ambiental generado“. En la Unión Europea se han desarrollado unos poderosos grupos de presión empresarial que logran parar numerosos iniciativas comunitarias consevacionistas y reducir de forma decisiva el alcance de otras, así como el el desarrollo de políticas netamente contrarias a las sostenibilidad, como faraónicas redes de comunicación, y el mantenimiento de otras igualmente perversas para el ambiente, como la PAC, etc., tal como se refleja en el libro Environmental Policy in Euro- pe. Industry, Competition and the Policy Process (Levéque, 96). Estos gruposactúan también a escala estatal obstaculizando la transposición de las directivas y su cumplimiento. Si las perspectivas de obtener beneficios mediante la protección ambiental fueran ciertas, la actitud obstruccionista supondría que los empresarios no actúan de forma racional, porque refleja que, en general, pierden “de manera rutinaria oportunida- des rentables de desarrollar productos medioam- bientales o de instalar procesos para combatir la contaminación“, en palabras de la redactora jefe de The Economist, Frances Cairncross (1996: 156). Teoría 2: La defensa ambiental produce costes tan grandes que sólo los países desarrollados los pue- den asumir Esta teoría constituye una versión optimista de la primitiva visión negativa. Se admite que para pre- servar el ambiente hay que gastar, lo cual frena el 10 maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 12 crecimiento. Pero a diferencia de la versión pri- mitiva, se considera que los gastos en defensa ambiental no constituyen una traba importante para el crecimiento, siempre y cuando el país se haya desarrollado lo suficiente como para poder destinar fondos significativos a la defensa ambiental, lo mismo que a otros capítulos: sanita- rio, educativo, etc. Uno de los autores que con más claridad expone la teoría es Jagdish Bhagwati (1994: 6), experto en comercio internacional y asesor del GATT, que afir- ma lo siguiente: Entre los ecologistas se ha extendido el temor de que el libre comercio vaya a aumentar el crecimiento económico y que éste deteriore el ambiente. Este temor carece de sentido: el crecimiento permite a los gobiernos recaudar impuestos y aumentar los recursos destinados a diversos fines, entre ellos la moderación y la protección general del medio. Sin dichos ingresos, poco puede hacerse, por muy puros que sean los motivos. Como resultado de lo anterior, es de esperar que en los momentos de estancamiento o de bajo creci- miento económico escaseen los fondos dedicados a la defensa ambiental, incluso en los países ricos. El estudio de la OCDE (1989: 9),Environmental Policy Benefits: Monetary Valuation, manifiesta la dificultad de llevar estas políticas en tales circunstancias: Es verdad, sin embargo, que los tiempos económi- camente difíciles ofrecen un reto a los defensores de la mejora del medio ambiente. Muchos de los bene- ficios de la política medioambiental no se muestran en forma de ganancias monetarias inmediatas: los beneficios se deben encontrar más en la calidad de la vida que en el incremento del output nacional. En resumen, esta teoría plantea que, para poder proteger la naturaleza, es necesario ser rico y, ade- más, estar incrementando la riqueza constantemen- te y así los países pueden permitirse el lujo de rea- lizar un gasto ambiental significativo, a pesar del freno que esto supone para el crecimiento. Como dice von Weizsacker (1994: 21), antiguo Comisario de Medio Ambiente de la Unión Europea: “con- viértete en rico y así podrás soportar los costes de la protección del ambiente.“ Por tanto, la Periferia no puede dedicar los escasos recursos financieros que posee a la protección ambiental, por lo que esta tendrá que esperar hasta que se enriquezca. Teoría 3: La defensa ambiental genera costes asumi- bles a los agentes económicos La teoría de la internalización de las externalidades ambientales representa una visión implícita de los costes ambientales distinta de las anteriores, ade- más de representar el eje central de los intentos por parte de la economía ortodoxa de integrar el problema ecológico. Aunque no suele haber pro- nunciamientos específicos en este sentido, cuando se insiste reiteradamente que los agentes econó- micos deben de internalizar los costes ambientales, sin hacer alusión a la cuantía de los mismos, se debe entender que la magnitud de los mismos no constituye un obstáculo decisivo para el crecimien- to económico. Como no podía ser menos, abundan los pronunciamientos a favor de la teoría, por lo que citaré algunos de los más importantes y claros. La Comunicación de la Unión Europea Crecimien- to económico y medio ambiente: Implicaciones para la política económica declara que: Un elemento clave para el éxito de esta política (ambiental) es una mayor utilización de los ins- trumentos que se basan en el mercado, ya que para lograr una eficacia tanto desde el punto de vista medioambiental como de costes es necesario que los agentes económicos reciban las señales ade- cuadas (Comisión Europea, 94: 3). (El subrayado es del texto original). La Conferencia de Río da tanta importancia a esta teoría que la convierte en uno de los Principios (el 16) de su Declaración: Las autoridades deberían procurar fomentar la inter- nalización de los costes ambientales y el uso de ins- trumentos económicos, teniendo en cuenta que el que contamina debería, en principio, cargar con los cos- tes de la contaminación (CNUMAD, 93: 278). Por último, el Informe de aplicación y plan de actuación de la Comisión Europea sobre el quin- to programa, declara que “uno de los objetivos del quinto programa es fijar correctamente los precios, ya que los agentes económicos deciden 11 maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 13 la asignación de los recursos financieros teniendo en cuenta el precio de los bienes y servicios que desean adquirir“ (Comisión Europea, 97: 117). Análisis comparativo Las tres teorías son defendidas como simples mani- festaciones de una única, porque comparten las pre- misas de defensa del libre comercio y de compatibi- lidad entre crecimiento ilimitado y preservación del equilibrio ecológico. Por el contrario, son manifiestas sus diferencias sobre la magnitud y repercusiones del gasto ambiental. Indudablemente hay una contradicción notable entre afirmar que los costes de la defensa ambiental obstaculizan el crecimiento (segunda teoría) y manifestar que promueven el crecimien- to (primera teoría). Además, en esta desaparece la necesidad primaria de crecer para proteger la naturaleza, que es el requisito ineludible de la primera, porque en situaciones de estancamiento o crecimiento débil sería recomendable gastar en defensa ambiental para estimular el crecimiento. La tercera comparte con la segunda la idea de que la defensa ambiental supone un coste, por- que se basa en gravar las actividades contami- nantes. Por el contrario, discrepan en cuanto a la magnitud del mismo y en cuanto a la necesidad de crecer para proteger la naturaleza. La segunda la defiende explícitamente. Por el contrario, para la tercera no es necesario, porque si los precios de los productos reflejan los valores de los bienes libres, ya se están generando, vía impuestos, los recursos financieros necesarios para reparar los daños ambientales, cualquiera que sea la escala de la economía, cualquiera que sea su ritmo de crecimiento, incluso si es nulo. No es necesario, por tanto, propugnar por razones ambientales el libre comercio, o cualquier otra política que supuestamente impulsa el crecimiento. El grado de confusión es tan grande que estas teo- rías aparecen frecuentemente en los mismos textos, como se puede apreciar en las citas mostradas anteriormente. Además, una cuarta teoría (que es la primitiva) se manifiesta con gran frecuencia y rotundidad. Teoría 4: La defensa ambiental es un gran obstá- culo para el crecimiento Más que con una teoría explícitamente declarada y argumentada (que es impensable en el contexto político y económico actual), nos encontramos con numerosas afirmaciones que la protección de la naturaleza supondrá enormes costes. Esto ocurre especialmente cuando se analizan los aspectos prácticos de las políticas ambientales. Frecuentemente se argumenta que los costes de protección ambiental sufren una escalada expo- nencial a medida de que se profundiza en esta política. Si bien los costes son bajos en las pri- meras etapas de la protección, en la medida de que se avanza estos se disparan. Esta es la opi- nión de la Comisión Europea (1994: 9) expresada en la Comunicación citada anteriormente: Mientras que enlos tiempos en que se comenzó a regular el medio ambiente se consiguieron excelentes resultados a un coste relativamente bajo, indepen- dientemente del instrumento elegido, hoy en día suce- de que, sobre todo en áreas en las que se han efec- tuado ya avances, los costes podrían dispararse si no se elige bien el instrumento. La razón es que, una vez agotadas las posibilidades más obvias y baratas de mejora del medio ambiente, los costes de otras nuevas aumentan considerablemente. Si bien este texto condiciona el que se produzca una fuerte escalada de costes a los instrumentos utilizados, no explica de forma convincente de qué instrumentos se trata. Sólo presenta dos argumen- tos. Por un lado, afirma que un “enfoque integrado puede rebajar considerablemente los costes de la política medioambiental“, aunque no argumenta tal afirmación. Por otro lado, cita las ganancias que se pueden obtener al convertirse el país “en líderes de las tecnologías, bienes y servicios“ ambientales. Este argumento no se puede generalizar, porque lo único que se consigue es que el coste se reparta desigualmente entre los países, pero no que en conjunto disminuya. Sin embargo, es habitual en los textos comunita- rios (y así lo hace también la Agenda 21) que se defienda escalonar la implantación de una políti- ca ambiental más, con el objeto de diluir en el tiempo los costes de la misma, porque, como dice la Comisión Europea en la citada Comunicación, 12 maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 14 “exigir cambios importantes de la noche a la mañana acarrearía unos costes ingentes“. El informe de la OCDE (1993: 101), Fiscalidad y Medio Ambiente, confirma la teoría al admitir que frecuentemente la defensa ambiental requiere de “inversiones masivas“: En numerosos casos, estos problemas (los ecoló- gicos) exigen que se aporten a los esquemas de pro- ducción y de consumo unos cambios importantes y costosos, y exigen inversiones masivas en la lucha contra la contaminación. W.E. Oates (1996: 348), uno de los economistas ambientales más importantes, considera que “varios de los problemas ambientales planetarios más preocupantes (tales como el calentamiento mundial) sugieren no sólo daños potenciales de enorme magnitud sino que implican la adopción de medidas preventivas o correctivas de coste enorme.“ Nordhaus (1994: 189) calcula, a partir de un modelo econométrico, que reducir las emi- siones de CO2 al 80% del nivel de 1990 costará 11 billones de dólares y, además, considera que esta reducción contribuirá poco a frenar la eleva- ción de temperaturas. Ante este elevado coste, opina que no se debe actuar mientras no se conozca mejor las consecuencias del cambio cli- mático. Se considera que este estudio ha sido determinante para que el gobierno de EEUU deci- diera no hacer nada, como lo está demostrando tanto en la política interna como en los foros internacionales. Weizsacker (1992: 19) cuenta que en el verano de 1975, Helmut Schmidt, entonces jefe de gobierno de la RFA, reunió a los principales actores econó- micos y ambientales y, “como resultado del extendido temor al desempleo, las iniciativas de política ambiental fueron paradas durante varios años.“ Esta experiencia, según el mismo autor, fue repetida posteriormente en el caso del “casi colapso de la política ambiental alemana durante la recesión del año 1993.“ Si un país que es el más competitivo del planeta (su superávit en la balanza exterior es el mayor del mundo), y que tiene una de las conciencias ecológicas más avan- zadas, congela su política ambiental en momentos de crisis económica, es porque existe una creen- cia muy generalizada de que la defensa ambien- tal es muy costosa, por lo que hay que sacrificar- la en aras del crecimiento y el empleo. Las dimensiones y objetivos de este trabajo impi- den un análisis sobre la validez de las diferentes teorías sobre los costes de la sostenibilidad, por lo que simplemente definiré mi postura sobre la cuestión, sin argumentarla. Frecuentemente se magnifican los costes para defender posturas inmovilistas. Otras veces las conclusiones sobre los costes se basan en estimaciones pesimistas sobre el desarrollo tecnológico. Por último, los costes pueden ser minimizados si se cambian los modelos de producción y de consumo, lo cual además es imprescindible para la sostenibilidad. 2.2.3. Liberalización comercial y sostenibilidad El coro de voces que cantan las excelencias del libre comercio para lograr la sostenibilidad es muy numeroso, pero se muestran disonancias muy nota- bles. Aunque los problemas no acaban aquí, por- que la teoría de la internalización de las externali- dades (que constituye el instrumento central de la integración del problema ecológico dentro del paradigma) invalida la premisa librecambista. En relación al primer tema, aparecen claras diver- gencias sobre el papel que desempeña el libre comercio en relación a la sostenibilidad. Se advierte que hay al menos cuatro posturas habi- tuales, que resumo según una escala de más a menos favorables. Según estas, la liberalización: apoya la sostenibilidad; es neutral, aunque mag- nifica los problemas; es responsable de los mis- mos, aunque no el principal, y por último crea problemas de magnitud difícil de evaluar. Incluso, como veremos, podemos encontrar textos que, a pesar de que son fervientes librecambistas, expre- san la contradicción entre liberalizar y proteger. Y es que la evidencia es tan clara, que en algunos casos (poco frecuentes) es capaz de rasgar el velo de la ortodoxia: La Agenda 21, que sin duda es uno de los docu- mentos más librecambistas que se han escrito, a pesar de que contiene numerosísimas contradic- 13 maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 15 ciones (Bermejo, 96), defiende que el libre comercio fomenta el desarrollo sostenible, lo que determina un mutuo apoyo entre ecología y cre- cimiento. Así lo hace, por ejemplo, en el artículo 2-3 del capítulo segundo: La economía internacional debería ofrecer un cli- ma internacional propicio para lograr los objetivos en la esfera del medio ambiente y del desarrollo, en las formas siguientes: fomentando el desarrollo sos- tenible mediante la liberalización del comercio; logrando que el comercio y el medio ambiente se apoyen mutuamente (CNUMAD; 93: 13) La Comunicación de la Comisión Europea (1996: 31) Sobre comercio y medio ambiente, defiende también la teoría de que ambos pueden fortale- cerse mutuamente. Así, su primera conclusión establece que: La Comisión se ha comprometido a conseguir un elevado nivel de protección del medio ambiente y un sistema comercial multilateral abierto, equita- tivo y no discriminatorio. Las políticas de comercio y medio ambiente pueden fortalecerse mutuamente en favor de un desarrollo sostenible. (La negrilla es del original) Conviene resaltar que, aunque estas ideas son cla- ramente positivas en relación a la influencia del libre comercio en la sostenibilidad, este carácter se enuncia de forma más condicional que explícita. Se dice que la relación positiva entre ambos fenóme- nos “puede“o “debe“ darse. Otras veces se considera que el libre comercio no causa problemas ecológicos, sino que “solamente“ los magnifica. Este es el caso del informe del GATT International Trade, 1990-1991: Ninguno de los aspectos del desarrollo sostenible está intrínsecamente unido al comercio interna- cional. Un fallo en la valoración de los recursos ambientales puede minar el desarrollo sostenible, incluso en una economía cerrada completamente. Por el contrario, el comercio es visto como un mag- nificador. Si se implementan las políticas necesarias para el desarrollo sostenible, el comercio promueve un desarrollo que es sostenible. Aunque en este texto se plantee de forma implíci- ta la neutralidad del libre comercio, no se puede admitir, si tenemos en cuenta el papel magnificador que se le atribuye. Porque, como explicaré en el apartado 3, los problemas ecológicos son causados normalmente por la magnitud de las actuaciones. Los grandes problemas ambientales aparecen cuan-do la escala del impacto sobrepasa el umbral de resiliencia de los ecosistemas y los recursos se ago- tan cuando se consume mucho. Ya he dicho anteriormente que el informe sobre el desarrollo mundial de 1992 del Banco Mundial atri- buye parte de la culpa del problema ambiental a la liberalización del comercio, aunque defiende que la causa principal es la incapacidad de los “poderes para tener en cuenta de manera adecuada el medio ambiente en los precios“. También, aparece frecuentemente la idea de que la liberalización genera costes ambientales cuya cuan- tía es difícil de determinar. Esta es la opinión de la OCDE, tal como se manifiesta en su informe The environmental effects of trade: La parte relativa del comercio, las políticas comer- ciales o la liberalización del comercio en la degra- dación del medio ambiente es difícil de determinar y por lo general está relacionada con muchas otras variables (OCDE, 94: 17). La Comisión Europea (1997: 154) admite que la liberalización del comercio puede producir daños ambientales, si no “se establece garantías a nivel nacional e internacional para limitar el daño al medio ambiente“, pero no se pronuncia sobre la magnitud del daño porque “la relación entre comercio y medio ambiente es una relación extremadamente compleja“. Resulta patente que los textos citados presentan dife- rencias muy notables, porque el libre comercio no puede ser al mismo tiempo factor de la mejora ambiental, neutral, magnificador (pero no causante), causante secundario del deterioro ambiental o inde- terminado (por la extrema complejidad de la relacio- nes entre comercio y ambiente). Y si esto ocurre en el tema de la defensa del libre comercio, que es el que concita mayor adhesión, en los otros aspectos del problema ecológico las discrepancias resultan espectaculares, como se manifiesta a lo largo de este trabajo. Pero las contradicciones pueden ir más lejos. Aunque no son muy frecuentes, a veces aparecen textos que van a la raíz del problema, por lo que contradicen frontalmente los planteamientos más 14 maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 16 comunes. Así la Comunicación de la Comisión Euro- pea Sobre comercio y medio ambiente apunta certe- ramente a la contradicción que existe entre liberali- zar (eliminar los controles) y proteger la naturaleza: Las tensiones que surgen entre las normas comer- ciales y las políticas de medio ambiente se deben fundamentalmente al hecho de que si el régimen del comercio internacional tiene por objeto reducir substancialmente los derechos de aduana y los obs- táculos al comercio, la realización de los objetivos en materia del medio ambiente requiere controlar el comercio de determinadas categorías de produc- tos (Comisión Europea, 96: 17). No es de extrañar que, tal como muestra el Dicta- men sobre la misma del Consejo Económico y Social (CES, 96: 13, 14), este documento “no ha tenido una acogida muy favorable en Ginebra“ (sede de la OMC), aunque se muestre partidario de “salvaguardar la integridad del sistema del comer- cio mundial“. En relación al tema de la incompatibilidad entre la teoría de la internalización de las externalida- des y la liberalización comercial, conviene reali- zar un breve repaso a los elementos centrales de la valoración de los bienes libres en que se basa, para poder llegar a la conclusión anunciada. En primer lugar, resulta radicalmente falsa la premisa de la que parte: que el mercado es eficiente con los bienes naturales con valor de mercado. Lo prueba la acelerada destrucción de recursos que se está produciendo. Para poder realizar una valoración monetaria que sea objetiva es necesario que se cumplan algunas condiciones: se conoce los impactos ambientales que provocamos, lo que se debe basar en el supuesto de que los ecosistemas constituyen siste- mas aislados, que se pueden tratar de forma indi- vidualizada, evitando complejas interrelaciones; los impactos se pueden valorar de forma objetiva en unidades monetarias; no existen procesos irreversi- bles que puedan complicar las valoraciones, etc. La realidad nos muestra que estas premisas están ale- jadas de la realidad. La Biosfera es una realidad única constituida de partes interdependientes y por ello los impactos en un punto se propagan a la lar- go de la misma, por ello es prácticamente imposi- ble conocer con precisión los efectos de los impac- tos ambientales. Esto impide realizar una valora- ción objetiva. Pero, incluso, en el caso hipotético de que se conociera con precisión el daño ambien- tal, no existe un método objetivo de valorarlo. Exis- ten múltiples procesos irreversibles (lo que consti- tuye uno de los problemas más graves de la actua- lidad) que hacen imposible alcanzar una valoración mínimamente objetiva. Las técnicas de valoración utilizadas se basan en la creación de mercados artificiales. La técnica más utilizada, y la única que tiene una aplicabilidad general, es la “Valoración Contingente“. Esta con- siste en determinar mediante encuestas cuanto está dispuesta la gente a pagar por la recuperación de un bien ambiental (predisposición a pagar) o cuan- to a aceptar como pago de la degradación de otro bien ambiental (predisposición a cobrar). Se admi- te que las citadas valoraciones dependen de varios factores: magnitud del problema, nivel de renta, grado de conciencia ecológica, etc. La valoración obtenida hay que introducirla en el mercado y normalmente se postula que sea mediante la aplicación de impuestos equivalentes. Teniendo en cuenta que los problemas ambienta- les, los niveles de renta y la conciencia ecológica, son muy dispares según los países, tendremos que admitir que los impuestos ambientales deberán ser muy diferentes. El informe de la OCDE (1993: 84), La fiscalidad y el medio ambiente, admite la exis- tencia de diversidad de rentas, de niveles de conciencias ecológicas y problemas ambientales: En primer lugar puede haber diferencias importan- tes entre los países en cuanto a su vulnerabilidad a la degradación del medio ambiente; cuando la capacidad del medio ambiente para asimilar la contaminación es muy fuerte, la política puede ser menos restrictiva. En segundo lugar, como las ren- tas difieren mucho de unos países a otros, es lógico que difieran también sus preferencias hacia la cali- dad del medio ambiente nacional. Si los factores que determinar la valoración son muy dispares de una país a otro, los impuestos también lo serán, y en un contexto de liberaliza- ción del comercio como el actual, las empresas de los países con impuestos más altos verán mer- mada su competitividad. Esta situación es recono- cida frecuentemente en los textos de la OCDE y 15 maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 17 de la Unión Europea, pero no pueden aceptar las consecuencias de la misma. Por ello, siempre buscan una salida falsa. El citado informe de la OCDE admite que “la aplicación de tasas medio- ambientales u otras medidas estrictas de política de medio ambiente, sin coordinación, se acompa- ña de costos en términos de competitividad...“. (OCDE, 93: 86). La salida falsa es introducir la cláusula de “sin coordinación“. La Comisión Europea (1996: 12) halla la misma esca- patoria. Admite también que son muy diversas “las condiciones, valores y prioridades“ según los países, y declara que estas variaciones “pueden solucionarse con frecuencia de forma eficaz mediante la armoni- zación o la coordinación internacional de las políti- cas de medio ambiente“. Pero la declaración carece de rigor, porque, si los costes son dispares, ninguna coordinación o armo- nización evitará que sigan siéndolo. En ningún caso se profundiza en esta propuesta, se queda en una mera declaración carente de argumentación. Ade- más, los comentarios posteriores sobre las diferen- cias de costes suelen mostrar más claramente la endeblez de la propuesta. La OCDE admite que la pérdida de competitivi- dad ha obligado a no aplicar la alta fiscalidad sobre la energía existente en algunos países nór- dicos a las empresas más intensivas en energía (OCDE, 93: 96;Agencia Europea de Medio Ambiente, 96). Este es el caso de Suecia, Dina- marca y Holanda. Y esto ocurre en el seno de la Unión Europea, donde existe una política ambiental común e instituciones de coordinación de las políticas sectoriales. Además, en el texto de Comisión Europea se reconoce que “una unifor- mización total de las políticas de medio ambiente no es posible, ni deseable“, teniendo en cuenta las particularidades indicadas. Seguimos sin entender cómo la “coordinación“ resuelve el pro- blema de la disparidad de costes en el seno del Mercado Unico. Si las ecotasas no pueden aplicarse a las empresas que más recursos consumen y más contaminan, para evitar su pérdida de competitividad, pierden su capacidad disuasoria de comportamientos antie- cológicos y se convierten en meros impuestos, es decir, en un medio de recaudación. El mercado, por lo tanto, no recibirá las señales correctas y los comportamientos seguirán siendo antiecológicos, según la lógica del pensamiento que analizo. Exis- te, en consecuencia, una contradicción entre pedir que se internalicen los costes ambientales y prohi- bir las barreras aduaneras para las mercancías que no incorporen dichos costes. Así lo entienden Goodland y Daly (1994: 78): Hay una clara inconsistencia entre una política nacional de internalización de costes y una políti- ca internacional de comercio desregulado con naciones que no internalizan los costes. La teoría de la valoración de los bienes libres tie- ne otra consecuencia perversa. Si la valoración depende del nivel de renta y del grado de conciencia ecológica, es evidente que las pobla- ciones de la Periferia (lo mismo que las deprimi- das del Centro) valorarán menos la conservación del ambiente. Por lo tanto, resulta “económica- mente eficiente“ el trasladar a las zonas citadas los residuos tóxicos, las industrias más contami- nantes, los productos químicos más tóxicos, etc. Esto es más que una hipótesis. Por ejemplo, un informe interno del Banco Mundial redactado en 1992 (que al ser filtrado a la presa originó un gran escándalo) por Lawrence Summers, uno de sus directores, defiende la conveniencia de reali- zar tal política. Así, refiriéndose a Africa, reco- mienda el traslado de industrias contaminantes a este continente, porque considera “ineficiente“ que tengan el aire limpio: Los países africanos de baja densidad de pobla- ción están ampliamente infracontaminados, la calidad de su aire es probablemente amplia e ine- ficientemente baja (en contaminantes) compara- da con Los Angeles o la ciudad de México (Haw- ken, 95: 174). 16 maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 18 3.1. Características de las economías sostenibles Las características de una economía sostenible son muy fáciles de enunciar (a pesar de las teorí- as de sostenibilidad irracionales que se proponen dentro del marco de la economía ortodoxa), aun- que resulta mucho más difícil convertirlas en pau- tas de comportamiento operativas. Sin embargo, estas características delimitan un marco de soste- nibilidad que deja fuera del mismo el actual pro- ceso de globalización. Una economía sostenible debe: a) preservar los ecosistemas y funciones ambientales b) conservar el stock de recursos Para que estos requisitos se cumplan es necesario que se den otros. Pero por razones de espacio sólo citaré uno: que la economía tenga una escala ade- cuada. La razones de elegirlo son que tiene una indudable importancia y que la economía ortodoxa se la niega. Por ejemplo, cuando plantea que el comercio sólo magnifica los problemas. 3.2. Características de las economías sostenibles y la dinámica globalizadora La naturaleza no es una mercancía y al tratarla como tal se establece el marco de actuación que hace posible su destrucción. La prolija legislación ambiental aparecida en las últimas décadas es una muestra de la necesidad de regular su uso para limitar su degradación y una aceptación implícita de que se la considera, al menos, una mercancía especial. Por el contrario, la liberalización del comercio genera diversos procesos que invalidan en buena medida la aplicabilidad de la política ambiental vigente y acelera, por lo tanto, la degra- dación de la naturaleza. Vamos a ver que lejos de contener potencialidades para fortalecer la sostenibilidad (como defienden los librecambistas), tiende a destruir los elementos de la misma que aún se manifiestan con mayor o menor intensidad en la realidad actual, y que son fruto de las políticas reguladoras adoptadas en épo- cas pasadas. La razón es que no se acepta que se regule el comercio por motivos ambientales. Esta 17 3. LA DINÁMICA GLOBALIZADORA CONTRA LA SOSTENIBILIDAD maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 19 dinámica resulta contraproducente para el sistema, porque acelera el proceso de destrucción de la naturaleza y esto lo desligitima. Porque se podría limitar el comercio por motivos ambientales en algunos casos excepcionales sin poner en cuestión la ideología del libre comercio. Indudablemente, el supuesto contemplado no es suficiente para resol- ver la contradicción entre economía de mercado y sostenibilidad, aunque podría debilitarla un poco. 3.2.1. Preservación de los ecosistemas y funciones ambientales Regulaciones del mercado basadas en productos y en procesos y métodos de producción Las normas de comercio mundial establecen una distinción básica entre medidas proteccionistas vinculadas a los productos y vinculadas a los pro- cesos y métodos de producción (PMP), como consecuencia de las políticas ambientales. Esta distinción resulta cada vez menos clara. Algunas medidas en relación a los PMP pueden cambiar características del producto. Este es el caso de productos agrícolas en cuya producción se utili- zan plaguicidas peligrosos para la salud humana. Por otro lado, el etiquetado ecológico se basa en la influencia sobre el ambiente y los recursos del ciclo de vida del producto. Analizaré en primer lugar las medidas que afectan a los productos. Cuando un gobierno establece una norma ambiental más estricta que la de su entorno normalmente ocurren dos fenómenos. Que la nor- ma de lugar a sobrecostes solamente para la empresas del país (una tasa ambiental, por ejem- plo) o que genere costes adicionales tanto a las empresas internas como a las extranjeras exporta- doras al país en cuestión, pero que en el segundo caso sean mayores (medidas de reutilización y reci- claje, por ejemplo). En el primer caso las empresas domésticas verán mermada su competitividad, mientras que en el segundo esto sucederá a las empresas extranjeras. Se suele argumentar que es muy pequeño el coste que soportan las empresas a consecuencia de la normativa ambiental, por lo que no se justifica la implementación de políticas proteccionistas para defender políticas ambientales más estrictas. Así, un estudio realizado en EE.UU. muestra que el coste ambiental para las 24 empresas más contaminantes representa entre un 1,92 y un 2,89% del coste total (Ulph, 96: 239). Este argumento no tiene en cuen- ta diversos hechos. La política ambiental que se aplica es insuficiente, precisamente porque las empresas más afectadas consiguen rebajarlas, y además se incumple sistemáticamente. La liberali- zación comercial disuade la implementación de políticas más avanzadas. Diversos países nórdicos que han desarrollado una fiscalidad fuerte sobre la energía, se han visto obligados a no aplicarla a las empresas intensivas en energía, por la pérdida de competitividad que supone. La propuesta de tasa sobre energía que presentó la Comisión al Consejo de Ministros (para cumplir el compromiso sobre le cambio climático alcanzado en Río) incluía “exen- ciones para los sectores industriales cuya compe- titividad sería afectada negativamente por la medi- da“ (Ikwe y Skea, 96: 98). La propuesta fue recha- zada por la negativa a asumirla por parte de las industrias intensivas en energía y de los gobiernos del sur de Europa. Ejemplos del caso en que la norma de un país suponga costes superiores a los exportadores al mismo han sido laley danesa que obligaba a la reutilización de envases de bebidas y la ley alema- na Verpak V que obligaba a reciclar el embalaje. En estos casos las empresas extranjeras denunciaron la existencia de una barrera al libre comercio, y al contar con el apoyo de la Comisión, como es habi- tual, han tenido que ser modificadas. La solución para las empresas domésticas afectadas pasa por aplicar Ajustes Impositivos en Frontera (AIF), que consisten en la aplicación de impuestos interiores a las importaciones y la desgravación de los mismos a las exportaciones, de forma que se igualen las cargas impositivas que sufren los pro- ductos domésticos con las de los productos impor- tados. Tanto el GATT como la Unión Europea se han negado a aplicar AIF por razones ambientales. Las medidas proteccionistas vinculadas a la actua- ción sobre los PMP de otros países está motivada porque muchos estados soportan agresiones de carácter ambiental. Al no existir ninguna instancia 18 maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 20 internacional a la que pueda acudir un país que sufre una degradación ambiental causada por otro u otros países, no le queda más remedio que actuar sobre las exportaciones del país agresor, para que modifique los procesos de producción causantes de la agresión ambiental. Aunque hay casos en que no existe una posibilidad clara de acudir a la regulación del comercio por su com- plejidad, siendo una de los factores de la misma el número de países causantes y agredidos. Este es el caso de las emisiones que están cambiando el clima, en el que se puede decir que es una agresión del Centro sobre la Periferia. También, el GATT ha venido persiguiendo este tipo de acciones. Entre los casos más notables de este tipo de actuaciones, merece la pena destacar la dis- puta entre EEUU y México a cuenta de la prohibi- ción estadounidenses a las importación de atún de aleta amarilla. La razón de su importancia es que dio lugar a un veredicto del GATT que crea una jurisprudencia negativa de gran alcance. El origen de la disputa es que en la pesca del atún se utiliza un arte que causa gran mortandad entre los delfi- nes. Se llevan contabilizados mas de 7 millones muertos y en la zona objeto de litigio se estaban matando 100.000 delfines al año a finales de los 80. En 1988 el Congreso de los EEUU actualizó la ley de Protección de Mamíferos Marinos de 1972 para el caso de la importación de atún, estableciendo que para 1990 un ratio de delfines muertos para el atún importado un 25% superior al existente en EEUU. En 1990 varios tribunales obligaron a la gobierno a poner la norma en vigor (Phillips, 93: 135). En este caso no se podía argumentar que se promovía una política discriminatoria para con las importaciones, ya que a estas se les exigía cumplir una norma más laxa, permitiendo un ratio mayor de muertes de delfines que a los pescadores esta- dounidenses. La mayoría de los países de los paí- ses exportadores (Panamá, Ecuador, Vanuatu, etc.) aceptaron la medida. Pero México denunció a EEUU ante el GATT y este negó validez a la prohi- bición estadounidense. En su resolución aparecen claramente dos elementos: a) El método de producción no es base para limi- tar el comercio: Un miembro del GATT no puede hacer distinción entre productos en base a la manera en que han sido producidos, aunque la parte importadora haya determinado la ilegalidad o limitado un método de producción empleado por su destructivi- dad ambiental. b) Son ilegales las medidas que un país adopta para proteger los ecosistemas planetarios y la vida salvaje: Esto supone que son ´inequivocamente´ ilegales las medidas promovidas por las naciones individual- mente para conservar animales salvajes y ecosiste- mas fuera de las fronteras nacionales, incluidos los océanos y otros bienes comunes de la humanidad (De Belleuve y otros, 94: 55 y siguientes). La transcendencia de la resolución aludida está en que invalida los Acuerdos Multilaterales sobre Medio Ambiente (AMMA) y la capacidad de los gobiernos no sólo para la protección de la vida sal- vaje del planeta sino dentro incluso de sus territo- rios. La Office of Technology Assessment (OTA) de EE.UU. considera que esta resolución invalida los AMMA que contemplan restricciones comerciales (National Commission on the Environment, 93: 78). Por otro lado, si los pescadores mexicanos o venezolanos, p.e., pescan el atún mediante un sistema que causa gran mortandad entre los del- fines, es porque les resulta menos costoso que otros procedimientos más respetuosos con el medio. Por lo tanto, los pescadores norteameri- canos, que sí están sujetos a la norma comenta- da, tendrán unos costes superiores, por lo que su actividad se verá amenazada. En realidad, ya antes de que EEUU adoptara la prohibición comentada muchos barcos pesqueros estadouni- denses cambiaban de bandera para evitar las leyes norteamericanas. (French, 93: 283) Pero no acaba aquí la indefensión de Estados Unidos, o de cualquier país en situación semejante, porque los delfines (como cualquier otro animal salvaje) no tiene fronteras, y si los matan los países veci- nos, al final desaparecerán también en este país. En resumen, los intentos de regular el comercio para proteger el ambiente nacional se han saldado con denuncias ante el GATT(OMC) y con veredic- tos condenatorios. La misma actitud ha venido adoptando la Comisión Europea para los asuntos internos. Por lo tanto, el vacío normativo existente 19 maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 21 a nivel internacional (que no es total como vere- mos enseguida) ha permitido que el GATT, y aho- ra la OMC, sean las únicas instancias que han tomado decisiones en este campo y hayan creado una jurisprudencia muy negativa para la protec- ción del planeta. No podía ser de otra forma, por- que la misión de estos organismos es liberalizar el comercio, lo que se traduce en que la protección de la naturaleza haya quedado en manos de organismos que son enemigos naturales de la misma. En consecuencia, la capacidad de los esta- dos para proteger su ambiente interno y el pla- netario se ve ampliamente limitada por la libe- ralización. Sería conveniente analizar a partir de esta conclusión cual es el campo de autonomía que les queda, pero esta tarea desborda el cam- po del presente análisis. La política ambiental del GATT-OMC Aunque la postura básica en el campo ambiental tanto del GATT como de la OMC han quedado ya reflejadas, conviene profundizar un poco en sus políticas, ya que posteriormente citaré los intentos de mejorarla. La persecución de las actuaciones limitadoras del comercio se argumenta en base al principio de la no discriminación entre las partes, es decir, todos los agentes económicos deben tener las mismas condiciones. Esto no es real, porque los costes soportados por las empresas son muy diver- sos. Se suelen citar las diferencias entre las situa- ciones laborales y entre las normativas ambientales. Pero estas diferencias no se aceptan como causas de regulación, mientras no haya unos criterios con- sensuados, y siempre que se refieran a casos excepcionales. Sin embargo, el GATT contempla la posibilidad de limitar el comercio en algunos casos excepcionales. Entre los casos más notables que permiten una regulación comercial se encuentran: una escasez crítica de alimentos y de otros productos esenciales (artículo XI); los productos elaborados con mano de obra esclava (artículo XX); la seguridad nacional (XXI). También se permite la prohibición del comercio de materiales nucleares y el tráfico de armas; etc. Frecuentemente se suele afirmar que el GATT ya tiene una política ambiental que viene definida por los apartados b y g del artículo XX. Estos admiten las restricciones al comercio “necesarias para la protección de la salud y de la vida de las personas y los animales o a la conservación de los vegeta- les“ (apartado b) o “que se refieran a la conserva- ción de los recursos naturales no renovables“ (apartado g), pero inmediatamente añade (como es habitual) que estos casos no deben constituir“una arbitraria e injustificable discriminación entre paí- ses“. Estos apartados no constituyen una muestra de su sensibilidad ambiental porque fueron diseña- dos para otras situaciones. Fueron redactados antes de 1947 y reflejan las preocupaciones de la época, refiriéndose, entro otros temas, a los riesgos sanita- rios generados por el comercio de alimentos con- taminados con pestes. En realidad, el GATT ha venido imponiendo tal cantidad de condiciones limitadoras que ha dado lugar a su falta de opera- tividad. Una muestra de su falta de sensibilidad es que, a pesar de que creó en 1970 un grupo de trabajo sobre medio ambiente y comercio internacional (el grupo EMIT), este no se reunió en 20 años, y lo hizo porque aparecieron a finales de la década de los 80 una serie de litigios comerciales por motivos ambientales. Aún entonces no fue opera- tivo y en 1994 “se sustituyó expresamente al moribundo Grupo EMIT por el Comité de Comer- cio y Medio Ambiente“, ubicado dentro de la estructura de la OMC. Es por ello que 36 países miembros criticaron al GATT en 1992, por su fal- ta de sensibilidad ambiental. Y el dictamen de la Comisión de Relaciones Económicas Exteriores de la Unión Europea sobre la propuesta de ésta a la Conferencia Ministerial de la OMC de Singapur considera que la política del GATT “ha supuesto costes importantes para el medio ambiente y para el acervo común de toda la humanidad (los océ- anos, la biodiversidad, la atmósfera, etc.)“ (Parla- mento Europeo, 96: 36, 37). Ahora se dice que la OMC presenta una nueva sen- sibilidad ambiental, argumentando que en el pre- ámbulo del documento constitutorio se defiende el desarrollo sostenible y la creación de la Comisión de Comercio y Medio Ambiente (CTM). No obstan- te, hasta ahora no ha dado ningún resultado. La Comisión de Medio Ambiente de la Unión Europea reconoce que “la Comisión de Comercio y Medio Ambiente no ha emitido ni un solo documento 20 maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 22 político consensuado sobre ninguno de los diez punto de su programa de trabajo“ (Parlamento Europeo, 96: 40). El Informe de aplicación y plan de actuación de la Comisión Europea sobre el quinto programa de trabajo de la CTM “no inclu- ye varias cuestiones que son esenciales desde el punto de vista del medio ambiente, tales como los efectos sobre éste del comercio internacional y la incorporación de los costes ambientales“. A consecuencia de ello la Unión Europea está impulsando el trabajo en otros foros con el obje- tivo de llegar a acuerdos que obliguen a la OMC a cambiar de postura. Algunos de estos foros son la Comisión de Desarrollo Sostenible, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Conferencia de las Naciones Uni- das sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), y ellos “podrían ocuparse de estas cuestiones (las citadas anteriormente) y servir de contrapeso a la OMC“ (Comisión Europea, 97: 147). Mucho más explícita es la propuesta del Comité Económico y Social (1996: 21) de crear una organi- zación internacional de protección ambiental que haga de contrapeso a la OMC: Esta convencido (el CES) de la necesidad de una organización reconocida universalmente que tenga autoridad en el ámbito de la protección del medio ambiente y actúe como contrapartida, por así decirlo, de la OMC. Uniformización de las normas ambientales Si los estados no pueden aplicar AIF u otras medi- das reguladoras del comercio con el fin de prote- ger sus políticas ambientales, sólo les queda la alternativa de promover la adopción planetaria de normas uniformes para poder avanzar en muchos campos. Por eso conviene analizar esta vía tanto desde el punto de vista de la posibilidad de que tal objetivo se cumpla como de la capacidad de las normas uniformes para hacer frente al problema ambiental. Todo ello no quiere decir que la libe- ralización impide a los estados la implementación de cualquier tipo de política ambiental autónoma, ya que en muchos campos mantienen un impor- tante margen de maniobra, aunque el avance de la misma lo está restringiendo rápidamente. En primer lugar analizaré hasta qué punto es com- patible con la economía de mercado desregulada la existencia de algún tipo de política ambiental uni- forme (armonizada, según la terminología habitual) y qué transcendencia puede alcanzar ésta. En prin- cipio no parece posible que esta regulación pueda ir más allá de contemplar la regulación del comer- cio en algunos casos excepcionales. La definición de una política ambiental compleja, adaptada a los múltiples problemas planetarios y a la variedad de problemas específicos de países y regiones exis- tentes, no parece que pueda ser compatible con el mercado desregulado. Algunas de las razones son: - Su edificio teórico se basa en que el mercado fun- ciona sosteniblemente, si se internalizan las exter- nalidades, y esto lo tienen que hacer los gobier- nos, por lo que en ellos recae la responsabilidad del problema ambiental, no en el comercio. - La definición e implementación de una política ambiental planetaria necesita de al menos un embrión de gobierno mundial, lo que es contra- rio a la definición de comercio internacional como comercio no regulado y también a la atri- bución de la responsabilidad ambiental a los gobiernos nacionales. - La cuestión ambiental presenta una complejidad y generalidad muy grande, su temática es mucho más amplia que la económica, el horizonte temporal que contempla es mucho más prolongado y su objetivo también es distinto: pretende la conserva- ción, mientras que la economía busca el crecimien- to. Los impactos ambientales y el consumo de recursos se producen a lo largo de todo el ciclo productivo. Una prueba de la complejidad ambien- tal lo constituyen las prolijas regulaciones ambien- tales que existen en los países desarrollados. La Unión Europea ha promulgado ya más de 200 directivas, aparte de “actas regulatorias“ y “reco- mendaciones“ y encima reconoce que el ambiente europeo se sigue degradando. Helga Hoffmann (1997:143), Directora de Medio Ambiente y Desa- rrollo de la CEPAL, reconoce que “los regímenes ambientales son mucho más complicados que el regimen comercial internacional“. Esta complejidad justifica la postura que está adop- tando la Unión Europea ante la OMC y otros foros internacionales, que analizaré porque es la única a nivel de países que plantea modificaciones al siste- 21 maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 23 ma de comercio liberalizado. Su propuesta ha sido reflejada en tres documentos: la Comunicación de la Comisión en que establece su posición en temas ambientales de cara a la Conferencia de Sin- gapur de la OMC; la postura que finalmente adop- tó la Unión Europea para esta Conferencia; la pro- puesta que aparece en el informe de revisión del Quinto Programa de actuación ambiental. Estos documentos contienen contradicciones muy nota- bles (como es habitual, y esta situación ya ha sido analizada), pero no las analizaré porque el objetivo ahora es reflejar la postura básica sobre la cuestión. La Unión Europea presentó a la Cumbre de Singa- pur dos propuestas ambientales: la elaboración de un Código de Conducta sobre normas sociales y ambientales que deben cumplir las empresas trans- nacionales (TN) y la revisión del artículo XX del GATT. La modificación de este artículo pretende que contemple las restricciones al comercio ocasio- nadas por los AMMA y por PMP que alteren al ambiente mundial: Se pronuncia (la Unión Europea) a favor de una revisión del artículo XX del GATT en el sentido que posibilite a las partes contratantes de la OMC adop- tar medidas de restricción del comercio sobre la base de acuerdos medioambientales multilaterales contra los productos así como contra los procedi- mientos de fabricación que tengan repercusiones globales sobre el medio ambiente (Parlamento Euro- peo, 96: 13). En el Informe de aplicación y plan de actuación del quinto programa se plantea, además, una pro- puesta que puede tener mucha más importancia: Habría que contemplar el desarrollode instrumen- tos para afrontar los posibles efectos de las medidas medioambientales en la competitividad interna- cional (por ejemplo, ajuste de las tasas aduaneras en relación con los impuestos medioambientales) (Comisión Europea, 97, 157). Nos encontramos, por lo tanto, con propuestas de diverso alcance y grado de concreción. La más con- creta es la de revisión del artículo XX del GATT, pero su alcance es muy limitado, porque sólo con- templa los AMMA que tienen repercusiones sobre le comercio y estos son muy pocos. La propuesta de regular por los PMP no se concreta. Más ade- lante veremos que estos acuerdos introducen tal cantidad de regulaciones del comercio, que si se generalizaran a todos los problemas planetarios existentes, como sería de desear, la regulación resultante resultaría incompatible con el sistema de comercio liberalizado. Del Código de Conducta para las TN se puede esperar muy poco, dada la falta de concreción de la propuesta y el destino de los que han sido ela- borados hasta ahora. En principio tiene más alcan- ce la propuesta de Ajustes Impositivos en Frontera (AIF), porque podría aplicarse en los casos de impuestos ambientales, que son numerosos ya en algunos países nórdicos y tienen un fuerte tenden- cia al crecimiento, como lo demuestra el informe Environmental Taxes. Implementation and Envi- ronmental Effectiviness de la Agencia Europea de Medio Ambiente (EAA, 96). Pero el carácter hipoté- tico de la propuesta, el que no haya sido presenta- da en la Conferencia de Singapur y la defensa cerrada de la liberalización del comercio, no dan pie a muchas esperanzas. En realidad, la Unión Europea busca la liberalización total salvo en algu- nos pocos casos excepcionales. El Consejo Econó- mico y Social, en su dictamen acerca de la Comu- nicación Sobre Comercio y Medio Ambiente, refleja muy bien cual es la postura de la Comisión Euro- pea, y en consecuencia de la Unión Europea: Parece que las propuestas de la Comisión establecen un equilibrio entre la necesidad de que los países solucionen los problemas medioambientales comu- nes de manera conjunta y la importancia de salva- guardar la integridad del sistema de comercio mundial (CES, 96: 13,14) En realidad lo que está planteando es la cuadratu- ra del círculo, porque pretende alcanzar dos obje- tivos excluyentes: conservar la naturaleza y la inte- gridad del sistema de comercio desregulado. Ade- más, y como ya he comentado anteriormente, este tipo de propuestas se encuentran con la oposición frontal de la OMC. Se podría argumentar, frente a la postura que ven- go defendiendo en el sentido de la imposibilidad dentro del sistema de una regulación ambiental compleja y extensa del comercio internacional, que algunas zonas de libre comercio la tienen. Cabría pensar, en consecuencia, en la posibilidad de que 22 maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 24 todas las zonas de libre comercio se dotaran de políticas ambientales avanzadas, a partir de las cua- les llegar una política ambiental compleja a escala planetaria. También se puede argumentar que el Codex Alimentarius (CA) constituye una norma compleja de ámbito mundial y que además la OMC quiere aplicarla al comercio internacional. Empeza- ré por el análisis del CA. El Codex Alimentarius ha venido siendo una guía orientativa elaborada por la FAO y la OMS sobre las cantidades máximas tolerables de productos fitosanitarios en los alimentos. Hasta 1994 era una recomendación de mínimos de la FAO y de la OMS, pero la Ronda de Uruguay acordó adoptar este código para dirimir las disputas sobre restric- ciones al comercio de alimentos en base a motivos sanitarios y ambientales. Nos encontramos, por tan- to, ante una norma compleja de carácter mundial. Sin embargo, hay que hacer al menos un par de alegaciones al caso. Es una norma que regula un campo muy parcial de la realidad ambiental y sani- taria. La segunda alegación es más importante, y es que el motivo de la adopción de la norma no es regular el comercio sino liberalizarlo. La norma obedece a que los países industrializados, y en especial por la Unión Europea, vienen restringien- do las importaciones de alimentos en base a que no cumplen los estándares establecidos. El objetivo es acabar con estas restricciones y en base a unas normas muy bajas. Los estándares permitidos son un 50% más altos que los estadounidenses (Cluney- Ross y Hildyard, 92: 184), que son a su vez menos estrictos que los comunitarios. La Comisión de Medio Ambiente comunitaria considera que el CA “se escapa a un profundo control democrático“, y que supondría “unos niveles menos severos que los vigentes en la UE“, lo que obligaría a aceptar importaciones con un nivel de exigencia mucho menor, y a enfrentarse a unos costes más bajos que los domésticos (Parlamento Europeo, 96: 24). Los dos casos regionales de implantación de mer- cado único y en los que existen políticas ambien- tales comunes, o tienden a ser comunes, son la Unión Europea y el tratado de libre comercio de América del Norte (NAFTA). El primero constituye un caso de unión política y económica, lo que determina la creación de un gobierno supraestatal, capaz de elaborar políticas y de aplicarlas. En el segundo caso tenemos, en principio, un acuerdo de creación de una zona de libre comercio a la que se le añade en el último momento un embrión de política ambiental (Acuerdo sobre Cooperación Ambiental) que elabora la administración de EE.UU. para lograr que sea aprobado en las cáma- ras, ya que se enfrentaba a una fuerte oposición. En cualquier caso, carece de órganos políticos supranacionales, que puedan profundizar en la sos- tenibilidad. El embrión de política ambiental con- siste básicamente en: el reconocimiento de las polí- ticas ambientales diferenciales; la expresión de una voluntad “armonizadora“ y de avance en política ambiental; el reconocimiento del acatamiento de los acuerdos multilaterales ambientales, y la crea- ción de un sistema de resolución de conflictos por motivos ambientales. No obstante, y como era de esperar, se está produciendo un proceso de unifi- cación de facto porque las normas más avanzadas dejan de tener vigencia, como consecuencia de las denuncias de “constituir barreras al libre comercio“. En este caso la liberalización se convierte en un instrumento de degradación, por lo que la vía de la implementación de acuerdos regionales de libre comercio, sin la creación de estructuras de gobier- no supranacionales, no parece ser la vía hacia la sostenibilidad, sino todo lo contrario. (Andersom, Folke y Nystrom, 95: 106; Saez, 96: 19 y siguientes). A pesar de que el caso de la Unión Europea no parece generalizable, presenta la particularidad de que un conjunto muy importante de países decide dotarse de una política ambiental común y declara (como lo hace en el Quinto Programa) la voluntad de avanzar hacia la sostenibilidad. Esto nos plantea la cuestión de si se puede resolver los problemas ambientales a partir de una política ambiental uni- forme, mediante la implantación de órganos de gobierno supranacionales en determinadas regio- nes. Para que esto fuera posible sería necesario cumplir cinco requisitos que son contrarios al mer- cado desregulado. Primero, que la escala de activi- dad económica se mantenga dentro de límites sos- tenibles, porque incluso las actuaciones menos degradantes pueden resultar insostenibles si el número de mismas crece indefinidamente. Segun- do, se debe contemplar la gestión sostenible de los recursos, aparte de la protección ambiental, y esta- mos viendo que la primera dimensión se ignora amparándose en la afirmación que el mercado los 23 maqueta Nº 21 26/9/05 18:00 Página 25 gestiona eficientemente porque son bienes mercan- tiles. Tercero, para proteger la naturaleza no sólo es necesario desarrollar un complejo entramado de regulaciones comunes sino que también los gobiernos tengan autonomía para desarrollar políti- cas específicas adaptadas a las numerosas particulari- dades de cada país y de cada región. Cuarto, la región debe
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