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La Revolución Industrial

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La Revolución
Industrial
Introducción
La Ilustración, también conocida como la
Era de la Razón, fue un período crucial en
la historia intelectual y cultural de Europa
durante los siglos XVII y XVIII.
Este movimiento se caracterizó por la
promoción de la razón, la ciencia, la
libertad individual y la crítica a las
instituciones tradicionales.
La Ilustración emergió en un contexto de
profundos cambios sociales, políticos y
científicos.
Durante este período, filósofos, escritores y
científicos cuestionaron las creencias
arraigadas y buscaron una comprensión
más racional del mundo.
La Ilustración se convirtió en un faro de
conocimiento que iluminó el camino hacia
la modernidad.
A continuación, exploraremos los aspectos
claves de este período
¿Qué fue la Revolución Industrial?
La Revolución Industrial fue un proceso
histórico de transformaciones económicas y
sociales que tuvo lugar aproximadamente
entre 1760 y 1840, y que desencadenó
cambios sin precedentes en las sociedades
occidentales y luego en todo el mundo.
Para diferenciarla de otros procesos de
industrialización posteriores se la suele
llamar Primera Revolución Industrial.
Este proceso se caracterizó por el uso de
nuevas tecnologías aplicadas a la
producción a gran escala y la
concentración de fábricas en ciudades. La
invención más importante del período fue la
máquina de vapor, cuyo combustible era el
carbón mineral y cuyo uso aumentó la
producción y el transporte a niveles sin
precedentes. También fueron importantes
otros inventos, como las máquinas
hiladoras y el telar mecánico, que
permitieron producir más textiles en menor
tiempo.
La Revolución Industrial comenzó en
Inglaterra, donde habían confluido una
serie de condiciones económicas, políticas,
sociales y tecnológicas favorables a este
gran cambio. A lo largo del siglo XIX, se
extendió a otros países de Europa
occidental, así como a Estados Unidos y
Japón.
Características de la Revolución Industrial
Entre las principales características de la
Revolución Industrial, se destacan:
La producción industrial a gran escala,
especialmente textil, metalúrgica y de
alimentos (gracias a la llamada “revolución
agrícola”).
El reemplazo de talleres artesanales y
sistemas domésticos de producción de
manufacturas, por el sistema fabril
(mecanizado y concentrado en fábricas).
La migración masiva de población del
campo a las ciudades.
El enriquecimiento de la burguesía
(industrial, comercial y financiera) y su
creciente dominio sobre la economía y la
política, en detrimento de la nobleza.
El surgimiento de una nueva clase social: el
proletariado.
El desarrollo de innovaciones tecnológicas
(como la máquina de vapor) y de industrias
mecanizadas, como la textil, la metalúrgica,
la siderúrgica (hierro y acero) y la minera.
La progresiva sustitución del hierro por el
acero, una aleación de hierro y carbono
más dura y resistente que adquirió más
importancia durante la Segunda Revolución
Industrial.
El desarrollo del comercio a nivel mundial,
debido a la gran capacidad de producción y
a las innovaciones en el transporte terrestre
y marítimo.
El predominio del capitalismo británico, que
se benefició del comercio internacional
gracias a su poder marítimo y al acceso a
materias primas baratas, especialmente el
algodón del sur de Estados Unidos y de la
India.
Origen de la Revolución Industrial
La Revolución Industrial comenzó
aproximadamente en 1760 en Inglaterra. La
burguesía comercial pujante, enriquecida
gracias a la superioridad naval británica,
tenía el control del comercio colonial y,
además, poseía otras condiciones
económicas y políticas que le permitieron
invertir su capital en invenciones
tecnológicas y en la instalación de fábricas.
El sistema de fábricas, orientado a
aumentar la productividad, cambió la
organización del trabajo. Este cambio
fomentó el crecimiento de grandes
ciudades industriales, como Manchester,
Birmingham, Liverpool o Sheffield.
Esta primera etapa de innovaciones
productivas concluyó aproximadamente en
1840 y apenas tres décadas después
comenzó la siguiente etapa del proceso de
industrialización, que suele ser llamada
Segunda Revolución Industrial.
Primeras industrias de la Revolución
Industrial
Las máquinas hiladoras y el telar mecánico
revolucionaron la industria textil.
La Revolución Industrial se originó en
algunas industrias principales:
La industria textil. Antes de la Revolución
Industrial, la producción textil ya era muy
importante en Gran Bretaña y funcionaba
principalmente mediante el sistema
“putting-out”, por el que un empresario
entregaba las herramientas y la materia
prima (lana o algodón) a familias
campesinas que se encargaban de producir
textiles en sus hogares.
La Revolución Industrial introdujo máquinas
como la lanzadera volante, la hiladora
Jenny, la máquina de hilar de Arkwright y el
telar mecánico.
Estas innovaciones permitieron el
nacimiento del sistema fabril de trabajo, por
el que la producción se concentraba en
fábricas equipadas con grandes máquinas
y amplios grupos de trabajadores
asalariados.
La industria textil alcanzó una escala sin
precedentes.
La industria minera. A partir del siglo XIX, el
carbón vegetal que provenía de la madera
fue sustituido por el carbón de coque o
mineral.
El carbón era especialmente importante
porque era el combustible empleado en las
máquinas a vapor para el transporte (por
ejemplo, el ferrocarril y el barco a vapor) y
para la producción en fábricas
(especialmente para alimentar los hornos
de las industrias metalúrgica y siderúrgica).
Esto impulsó la industria de la minería, que
supuso la introducción de un sistema de
ventilación y rieles para vagonetas, al
mismo tiempo que incrementó los niveles
de explotación de mano de obra y
promocionó el trabajo infantil (debido a los
estrechos caminos que conducían hacia el
interior de las minas).
Las industrias metalúrgica y siderúrgica. El
hierro y el acero fueron las principales
materias primas de la época, que se
utilizaron para la producción de
herramientas agrícolas, máquinas textiles,
locomotoras, rieles de ferrocarril y barcos.
Era posible trabajar el hierro y el acero
debido al uso de hornos industriales que
funcionaban a muy altas temperaturas
gracias al combustible del carbón mineral.
El procesamiento del acero se desarrolló
inicialmente en las acerías de Sheffield
(Inglaterra) en 1740, aunque su despegue
se dio a mediados del siglo XIX y durante la
Segunda Revolución Industrial.
La industria del transporte. Hasta el siglo
XVIII, el sistema de transporte se basaba
en medios de tracción animal o navegación
a vela. En el siglo XIX, se pasó del
transporte con caballos al ferrocarril,
gracias al surgimiento de la máquina de
vapor y al desarrollo de la industria
siderúrgica que permitió elaborar las
locomotoras y los rieles. El ferrocarril
revolucionó el comercio y el transporte de
personas. También se desarrolló el barco a
vapor.
La expansión comercial. La Revolución
Industrial generó un crecimiento comercial
sin precedentes que impactó en todo el
mundo. La invención del ferrocarril y el
barco a vapor facilitó el transporte de
materias primas a los centros de
producción, así como el traslado de los
productos fabricados a mercados internos y
externos, a veces en países lejanos. De
este modo, el comercio internacional se
expandió y favoreció a los sectores
burgueses (especialmente de Gran
Bretaña) dedicados a la industria y el
comercio.
Causas de la Revolución Industrial
El proletariado industrial debía trabajar en
las fábricas a cambio de un salario.
La Revolución Industrial se produjo por la
interacción de una serie de factores que
tuvieron lugar inicialmente en Inglaterra.
Las causas principales de la Revolución
Industrial fueron la revolución agrícola (que
aumentó la productividad en el campo), el
crecimiento demográfico, el traslado de
población rural hacia las ciudades, la
disponibilidad de materias primas, el
ascenso político de la burguesía y las
innovaciones tecnológicas (como la
máquina de vapor).La revolución agrícola
Hasta el siglo XVIII, la actividad agrícola
era muy similar a las prácticas de la Edad
Media. Se empleaba el trabajo manual y la
tracción animal, existían tierras comunales
(pertenecientes a la colectividad para
obtener leña o pastos) y el nivel de
producción era modesto debido al sistema
de “barbecho” (que consistía en dejar
descansar la tierra luego de la cosecha,
para que se regeneraran los nutrientes del
suelo).
La revolución agrícola introdujo cambios
que ampliaron la disponibilidad de recursos
alimenticios y promovieron el movimiento
de la población hacia las ciudades:
Comenzó a utilizarse maquinaria para el
trabajo de la tierra, y, una vez iniciada la
industrialización, se incrementó esta
mecanización.
Los campos se convirtieron en propiedad
privada acumulada por grandes
terratenientes mediante cercamientos, lo
que provocó que campesinos sin tierras se
convirtieran en obreros urbanos.
Se reemplazó el viejo sistema de cultivo
por el “sistema de rotación Norfolk”, que
consistía en rotar las variedades de
cultivos, de modo que no se saturaran
siempre los mismos nutrientes del suelo.
El crecimiento demográfico
Debido a los cambios en la alimentación, a
partir del siglo XVIII se experimentó un
importante incremento de población.
Cuando comenzó la Revolución Industrial,
esta población se concentró cada vez más
en las ciudades industriales.
La Revolución Industrial introdujo, a su vez,
cambios que impactaron en el crecimiento
de la población, como la disminución de la
mortalidad (debido a la mayor producción
de alimentos), el mayor desarrollo de la
medicina (por ejemplo, el invento de las
vacunas) y el consecuente incremento de
la tasa de natalidad.
La disponibilidad de recursos
Inglaterra contaba con dos ventajas que
explican que fuera en este país donde
comenzó la industrialización. Por un lado,
el suelo inglés contaba con recursos como
el carbón mineral y el hierro,
indispensables para la transformación
productiva.
Por otro lado, gracias a sus vínculos
coloniales y a la posición dominante en el
comercio mundial, los ingleses accedían a
materias primas fundamentales para la
industria textil, especialmente el algodón de
la India y el sur de Estados Unidos.
La influencia política de la burguesía
Tras la Revolución Gloriosa de 1688, en
Inglaterra se estableció una monarquía
parlamentaria que limitó el poder del rey y
de la nobleza, al tiempo que concedió una
creciente capacidad de intervención política
a la burguesía.
A partir de este hecho, se impulsaron
medidas que favorecieron a los
comerciantes y banqueros, incluida la
creación del Banco de Inglaterra. En otros
países europeos, la toma del poder político
por parte de la burguesía liberal comenzó
recién hacia fines del siglo XVIII, mediante
hechos más dramáticos, como la
Revolución francesa, que algunos
historiadores incluyen en el grupo de las
revoluciones burguesas.
La Revolución Industrial dependió en gran
medida de la acumulación de capitales de
la burguesía inglesa, pero también de
ciertas leyes de liberalización económica
que la favorecieron. Esto permitió la
creación de emprendimientos y la
circulación del capital, el desarrollo de la
industria mediante la defensa de la
propiedad privada, la innovación
tecnológica y el comercio (muchas veces
respaldado por el poder naval británico).
Consecuencias de la Revolución Industrial
El uso de combustibles en las fábricas
contaminaba el aire.
La Revolución Industrial supuso un cambio
notable en la forma de producir, en la
organización del trabajo y en las
condiciones de vida de la población.
Algunas de las consecuencias de la
Revolución Industrial fueron la
mecanización del trabajo en las fábricas, el
crecimiento de las ciudades, la
contaminación ambiental, la división social
en dos clases (burguesía y proletariado), el
auge económico y político de la burguesía,
la organización obrera y sindical y la
aceleración de las comunicaciones y el
transporte.
La mecanización en las fábricas
El trabajo manual en talleres fue
mayormente reemplazado por el trabajo
mecanizado en las fábricas.
Este cambio aceleró los tiempos de
producción, redujo los costos y mejoró el
rendimiento de las empresas.
Al mismo tiempo, los artesanos fueron
reemplazados por obreros industriales que
trabajaban para el dueño de la fábrica a
cambio de un salario.
A principios del siglo XIX, algunos
artesanos descontentos, llamados luditas,
se dedicaron a destruir máquinas como
protesta contra el reemplazo de la mano de
obra artesanal. Sin embargo, el trabajo en
las fábricas continuó y se expandió.
El auge de la burguesía
La Revolución Industrial provocó una
inmensa generación y acumulación de
riqueza, generalmente concentrada en los
sectores burgueses que tenían la
propiedad de las fábricas o se dedicaban al
comercio y las finanzas. Este cambio
también influyó en las posteriores
innovaciones tecnológicas y productivas
que expandieron el capitalismo a nivel
mundial.
El crecimiento de las ciudades
A raíz de la Revolución Industrial, los
grandes conglomerados urbanos
multiplicaron su población y se produjo una
notable separación entre la ciudad y el
campo. Si bien las innovaciones técnicas y
científicas promovieron avances médicos o
sanitarios que ayudaron al crecimiento
poblacional, la concentración de la
población facilitó la transmisión de
enfermedades infecciosas, especialmente
en los barrios obreros.
La contaminación ambiental
La vida urbana provocó la concentración de
contaminantes propios de las ciudades:
residuos orgánicos y contaminantes
atmosféricos provenientes de las estufas.
Tanto en la primera etapa de la
industrialización como en la llamada
Segunda Revolución Industrial, la
producción en fábricas dependió en gran
medida del uso de combustibles, con la
consecuente contaminación del aire. Por
otro lado, la producción masiva de
manufacturas aceleró la producción de
residuos.
La división del trabajo y la organización
obrera
La Revolución Industrial introdujo una
división laboral basada en dos clases
sociales:
la burguesía, dueña de las fábricas y otros
medios de producción, se dedicaba tanto a
la industria como al comercio y las
finanzas;
el proletariado, proveniente de la ciudad o
del campo, vendía su fuerza de trabajo en
las fábricas a cambio de un salario.
Antes de que se conformaran las
organizaciones obreras dedicadas a la
defensa de los trabajadores (como los
sindicatos), no existían leyes que regularan
el trabajo del proletariado.
Dado que había un amplio sector de la
población sin empleo ni recursos
económicos, muchas personas aceptaban
trabajos en condiciones muy desfavorables.
Las jornadas laborales eran tan largas que
se tornaban insalubres, y estaba permitido
el trabajo infantil (muchas veces preferido
por los dueños de las fábricas, porque a los
menores de edad se les pagaba un menor
salario).
A lo largo del siglo XIX, esta situación
fomentó la organización obrera y la
legislación del trabajo, así como el
surgimiento de nuevos movimientos
políticos e ideologías (socialismo,
anarquismo, comunismo) que impulsaron
cambios en estas condiciones. Sin
embargo, muchos de los problemas
laborales surgidos con la Revolución
Industrial persistieron en mayor o menor
grado hasta comienzos del siglo XX.
Principales inventos de la Revolución
Industrial:
Alumbrado público a gas
Alumbrado público a gas
Telar mecánico
Telar mecánico
Hiladora hidráulica
Hiladora hidráulica
Barco a vapor
Barco a vapor
Locomotora a vapor
Locomotora a vapor
Máquina de vapor
Máquina de vapor
Las nuevas tecnologías aplicadas a la
producción y el transporte marcaron un
cambio radical en la economía y la
sociedad.
El trabajo manual fue reemplazado por el
uso de máquinas, mientras que los talleres
artesanales y el trabajo doméstico fueron
mayormente reemplazados por la
fabricación a gran escala en fábricas.
Las principales invenciones que
desencadenaron la Revolución Industrial
fueron las máquinas textiles, la máquina a
vapor y el alumbrado público a gas.
La máquinade vapor
Patentada en 1769 por el escocés James
Watt, la máquina a vapor resultó el invento
más importante de la Revolución Industrial.
Sus primeros usos fueron:
en el transporte (aceleró y mejoró el
traslado de materias primas y productos
gracias al ferrocarril y los barcos a vapor, y
fomentó el comercio);
en la industria textil (permitió incrementar la
producción a gran escala mediante
maquinarias);
en la industria metalúrgica y siderúrgica
(facilitó el bombeo de minas de carbón y el
trabajo del hierro y el acero).
Las máquinas textiles
Las innovaciones en la industria textil
fueron las primeras impulsoras del proceso
de industrialización, pues permitieron
ampliar la escala de producción y reducir el
tiempo dedicado a cada pieza mediante el
uso de máquinas.
Esto supuso para los propietarios una
reducción de los costos de producción y un
incremento de las ganancias, lo cual
impulsó la acumulación y reinversión de
capital.
Los inventos más importantes fueron:
la lanzadera volante (creada por John Kay
en 1733),
la hiladora Jenny (patentada por James
Hargreaves en 1770),
la hiladora hidráulica (patentada por
Richard Arkwright en 1769),
el telar mecánico (introducido por Edward
Cartwright en 1785),
y la desmotadora de algodón (patentada
por Eli Whitney en 1794 ).
El alumbrado público a gas
La instalación de lámparas a gas en las
calles revolucionó las ciudades, que se
convirtieron en lugares más seguros para
transitar al estar iluminadas en horarios en
los que ya no había luz solar (aunque se
hicieron frecuentes los robos).
También favoreció a los propietarios de
fábricas, cuyos trabajadores asalariados
podían trabajar más horas gracias a la
iluminación artificial, especialmente en los
meses de invierno.
A fines del período de la Revolución
Industrial, las ciudades se habían
transformado y sus poblaciones se habían
duplicado o triplicado.
Etapas de la Revolución Industrial
Aunque la primera fase de la Revolución
Industrial tuvo lugar entre 1760 y 1840, el
proceso de industrialización continuó a lo
largo de los siglos XIX a XXI. Por esta
razón, algunos historiadores dividen la
Revolución Industrial en cuatro etapas.
Primera Revolución Industrial
La primera etapa de la Revolución
Industrial tuvo lugar en Inglaterra entre
1760 y 1840. Introdujo novedades
tecnológicas que revolucionaron la
producción, el transporte y el comercio.
Los principales inventos fueron las
máquinas textiles y la máquina de vapor, y
esta permitió el desarrollo del ferrocarril, los
barcos a vapor (que dejaron de depender
de los vientos y las corrientes), la fundición
del hierro con coque (combustible obtenido
a partir de carbón mineral) y diversas
máquinas. La industrialización cambió el
trabajo manual en los talleres por el trabajo
mecanizado en las fábricas.
Segunda Revolución Industrial
La segunda etapa de la Revolución
Industrial comenzó en 1870 y terminó en
1914, con el inicio de la Primera Guerra
Mundial. Se desarrolló principalmente en
Europa occidental, en Estados Unidos y en
Japón.
Algunas de sus características fueron la
producción en serie mediante la cadena de
montaje, el incremento de la producción de
acero, el uso de nuevos recursos y fuentes
de energía (petróleo, electricidad), la
invención del automóvil y el avión, y el
desarrollo de las telecomunicaciones (el
teléfono, la radio, el fonógrafo y el
cinematógrafo). Estas innovaciones
implicaron un aumento de la productividad
y el consumo de masas.
Tercera Revolución Industrial
La Tercera Revolución Industrial tuvo lugar
principalmente en las décadas de 1970 y
1980. Se caracterizó por la incorporación
de la tecnología digital y la informática en
las empresas, la automatización industrial
(el uso de máquinas automáticas para la
producción) y la simplificación del
procesamiento de la información.
Favoreció la constitución de grandes
empresas multinacionales, la
comercialización de ordenadores
personales, el desarrollo de internet y los
primeros teléfonos celulares y el impulso de
la biotecnología y la ingeniería energética.
Cuarta Revolución Industrial
El concepto de Cuarta Revolución Industrial
hace referencia a los cambios
experimentados en la tecnología y la
economía a nivel mundial a partir de
comienzos del siglo XXI. Sus principales
características son el desarrollo de la
robótica y la nanotecnología, los avances
en la inteligencia artificial y el
procesamiento informático de macrodatos
(Big Data), la multiplicación de dispositivos
interconectados y la extensión del uso de
plataformas para tareas personales y
laborales.
Algunos estudiosos rechazan el concepto
porque consideran que no se trata de una
nueva revolución sino de una
profundización de la Tercera Revolución
Industrial.
Conclusión
La Ilustración dejó un legado duradero. Su
énfasis en la razón, la ciencia y los
derechos individuales allanó el camino para
la Revolución Industrial, la democracia
moderna y la educación pública.
Aunque no estuvo exenta de críticas y
contradicciones, la Ilustración sigue siendo
un faro de esperanza para aquellos que
buscan un mundo basado en la razón y la
justicia.
Bibliografía
Kant, Immanuel. “¿Qué es la Ilustración?”
(1784).
Gay, Peter. La Ilustración. Alianza Editorial,
2001.
Voltaire. Cándido o el optimismo. 1759.

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