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DECORACIÓN, CRONOLOGIA Y TERRITORIO: 
UN ESTUDIO COMPARATIVO DE LA CERÁMICA HERRERA DEL ALTIPLANO 
CUNDIBOYACENSE 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
PRESENTADO POR: María Fernanda Escallón 
Maestría en Antropología, Programa de Arqueología 
Universidad de Los Andes 
 
 
 
 
DIRECTOR: Carl Henrik Langebaek 
 
 
 
 
 
 
 
 
Julio de 2004 
 
Bogotá, D.C. 
 2
INDICE GENERAL 
 
I. Presentación 7 
 
II. Antecedentes 8 
 
III. Marco Teórico 11 
 
IV. Objetivos e Hipótesis 16 
 
V. Metodología 17 
A. Selección de las muestras 17 
B. Recolección de las muestras en cada sitio 18 
1. Mosquera 19 
2. Zipaquirá 24 
3. Duitama 28 
4. Tunja 30 
5. Madrid 33 
6. Pubenza 34 
7. Iza 36 
C. Análisis de las muestras 38 
 
VI. Análisis de la Información 41 
A. Resultados de las gráficas de características 41 
1. Impresiones 41 
2. Baño/Engobe 44 
3. Aplicaciones 46 
4. Ungulado 47 
5. Incisión 48 
6. Pintura Negra 50 
7. Perforado 51 
8. Pintura Blanca 52 
9. Pintura Naranja 53 
 3
10. Pintura Rosada 54 
11. Hachurado 54 
12. Protuberancia Modelada 55 
13. Pintura Roja 57 
14. Canal 58 
15. Muescas 60 
16. Escobillado 61 
17. Punteado 63 
 
B. Resultados Comparativos: Gráficas de Características 64 
1. Colecciones diferentes del resto 65 
2. Diferencias intrasitio entre colecciones 70 
3. Colecciones similares entre sí 72 
4. Frecuencia de aparición de las características decorativas 73 
 
C. Resultados Comparativos: Gráficas de Colecciones 78 
1. Características menos asociadas 81 
2. Grupos recurrentes de características asociadas 81 
3. Similitudes entre colecciones del sur 82 
4. Similitudes entre colecciones del norte 84 
5. Similitudes entre colecciones con fechas tempranas 86 
6. Similitudes entre colecciones con fechas tardías 86 
 
VII. Consideraciones Finales 88 
 
VIII. Bibliografía 94 
 
 
INDICE DE MAPAS 
 
1. Mosquera I (Sylvia Broadbent) 
2. Mosquera II (colección propia) 
3. Zipaquirá I (Marianne Cardale) 
 4
4. Zipaquirá II (colección propia) 
5. Duitama I (colección propia) 
6. Duitama II (Virgilio Becerra) 
7. Duitama I y II (propia y Virgilio Becerra) 
8. Tunja I y II ( Neyla Castillo y UPTC) 
9. Madrid (Arturo Cinfuentes) 
10. Pubenza ( Marianne Cardale) 
11. Iza ( Franz Flórez y Carl Langebaek) 
12. Altiplano Cundiboyacense 
 
INDICE DE FIGURAS 
1. Descripción de muestras 
2. Características agrupadas 
3. Total de características por colección 
4. Totales porcentuales características por colección 
5. Porcentajes, errores y desviaciones estándar de las características por 
colección 
6. Datos extremos 
7. Conjuntos de colecciones al 1% 
8. Conteo de similitud de colecciones 
9. Resumen de conteo de similitud de colecciones 
10. Promedios de aparición de las características 
11. Conjuntos de características al 1% 
12. Conteo de similitud de características 
13. Resumen de conteo de similitud de características 
14. Diseños exclusivos del sur 
15. Diseños exclusivos del norte 
16. Diseños exclusivos del centro 
17. Diseños exclusivos de colecciones con fechas tardías 
18. Proporciones de pintura v.s incisión 
19. Duitama perfil 1 
20. Duitama perfil 2 
21. Duitama perfil 3 
 5
22. Fichas de recolección y de sitio 
23. Impresiones 
24. Baño/engobe 
25. Aplicaciones 
26. Ungulado 
27. Incisión 
28. Pintura Negra 
29. Perforado 
30. Pintura Blanca 
31. Pintura Naranja 
32. Pintura Rosada 
33. Hachurado 
34. Protuberancia Modelada 
35. Pintura Roja 
36. Canal 
37. Muescas 
38. Escobillado 
39. Punteado 
40. Pintura v.s incisión 
41. Pintura v.s incisión en orden geográfico 
42. Decorado v.s total de fragmentos 
43. Decorado v.s total de fragmentos en orden geográfico 
44. Colección de Madrid (Arturo Cinfuentes) 
45. Colección de Mosquera I (Sylvia Broadbent) 
46. Colección de Mosquera II (propia) 
47. Colección de Duitama I (propia) 
48. Colección de Duitama II (Virgilio Becerra) 
49. Colección de Zipaquirá I (Marianne Cardale) 
50. Colección de Zipaquirá II (propia) 
51. Colección de Pubenza ( Marianne Cardale) 
52. Colección de Iza (Franz Flórez y Carl Langebaek) 
53. Colección de Tunja I (Neyla Castillo) 
54. Colección de Tunja II (UPTC) 
 6
55. Diseños exclusivos de Mosquera I y II (Sylvia Broadbent y propia) 
56. Diseños exclusivos de Mosquera I (Sylvia Broadbent) 
57. Diseños exclusivos de Mosquera II (propia) 
58. Diseños exclusivos de Pubenza (Marianne Cardale) 
59. Diseños exclusivos de Tunja I y II (Neyla Castillo y UPTC) 
60. Diseños exclusivos de Tunja I (Neyla Castillo) 
61. Diseños exclusivos de Duitama I y II (propia y Virgilio Becerra) 
62. Diseños exclusivos de Zipaquirá I y II (Marianne Cardale y propia) 
63. Diseños incisos en líneas horizontales y verticales, curvas y rectas 
64. Diseños incisos con impresiones circulares y ovaladas 
65. Diseños incisos en líneas onduladas, diagonales, horizontales y verticales 
66. Diseños incisos con impresiones triangulares y en triángulos 
67. Diseños con muescas y ungulado 
68. Diseños con distintos tipos de impresiones 
69. Diseños incisos en rombos con impresiones y líneas diagonales paralelas 
70. Diseños incisos en líneas paralelas y curvas 
71. Diseños punteados 
72. Diseños punteados 
73. Diseños con distintas impresiones y perforado 
74. Diseño inciso en cuadrado con líneas diagonales 
75. Diseños incisos en V y en zigzag 
76. Diseños en canal y en diagonales formando triángulos 
77. Diseños de aplicación en botón 
78. Diseños ungulado y aplicación con impresiones circulares 
79. Diseños con impresiones infrecuentes y pintura roja en “serpentina” 
 
INDICE DE FOTOS 
1. Panorámica de los alrededores de la Vereda Pueblo Viejo 
2. Zipaquirá Perfil Sitio 14 
3. Duitama Panorámica Sitio 19 
4. Duitama Panorámica Perfil del Caño Excavado 
5. Mosquera Panorámica Hacienda Vista Hermosa y Laguna de La Herrera 
6. Mosquera Panorámica Sitio 8 
 7
I. PRESENTACIÓN 
 
En los últimos años se ha intensificado la investigación sobre el periodo Herrera, 
equivalente al Formativo en el Altiplano Cundiboyacense. Estudios regionales y de sitio 
han logrado dar una idea acerca de su organización social y política, así como de sus 
actividades económicas. Sin embargo, el análisis de la alfarería Herrera ha seguido líneas 
tradicionales; en la gran mayoría de las investigaciones, la cerámica de este periodo ha 
sido utilizada fundamentalmente como marcador cultural y cronológico. En efecto, se ha 
asumido que existe un conjunto de rasgos relacionado con la ocupación Herrera que se 
distingue claramente de lo caracterizado como muisca (Cardale, 1987). Algunos estudios 
más recientes han analizado aspectos relativos a la forma y función de la alfarería Herrera 
(Langebaek, 1995). No obstante, faltan investigaciones orientadas a explorar su 
variabilidad y significado. Si bien dicha diversidad ha sido explícitamente aceptada, se 
asume que se relaciona únicamente con aspectos cronológicos. Así, el análisis de la 
cerámica Herrera sigue tomando como punto de partida a un conjunto relativamente 
indiferenciado de hallazgos. 
En este orden de ideas, la presente investigación busca identificar los aspectos en 
los cuales se asemejan o diferencian algunas colecciones de cerámica Herrera, 
particularmente en lo que corresponde a rasgos decorativos. Se analiza la distribución de 
las similitudes y diferencias decorativas de los distintos sitios investigados, con el fin de 
evaluar si a partir de ella es posible identificar variaciones regionales o locales, así como 
contrastes que se puedan atribuir a factores cronológicos. Se decidió considerar sólo a ladecoración porque a diferencia de la forma o la tecnología cerámica, éste es un atributo 
que se puede relacionar más fácilmente con la transmisión de información. Además, la 
gran variabilidad decorativa de la alfarería de este periodo, recurrentemente mencionada 
en la bibliografía, permite desarrollar adecuadamente el tipo de objetivos que la presente 
investigación pretende. El trabajo se basa en el análisis estadístico de la distribución de 
diseños en las colecciones disponibles, que provienen de sitios excavados a lo largo de 
los últimos años. En particular, se propone que la alfarería Herrera conforma un conjunto 
relativamente diverso, en el cual las diferencias decorativas no parecen corresponder con 
aspectos cronológicos ni espaciales. En cambio, dicha diversidad se relaciona con 
variaciones a una escala mucho más pequeña. Así, parece ser que los grupos de este 
periodo identificaban sitios específicos y marcaban diferencias entre sectores de un 
 8
mismo lugar. Se propone que este patrón coincide con los resultados de los estudios 
regionales que sugieren que durante este periodo no se habían conformado grandes 
unidades políticas a nivel regional. Además concuerdan con las conclusiones de las 
investigaciones de sitio, que dan cuenta del desarrollo de diferencias sociales en cada 
lugar. De esta manera, se pretende complementar y enriquecer las conclusiones acerca 
del periodo Herrera derivadas de otras investigaciones, y refinar el grado de detalle con 
que dicha ocupación ha sido interpretada. 
 
 
II. ANTECEDENTES 
 
Desde hace por lo menos tres siglos el desarrollo de los grupos prehispánicos en 
el Altiplano ha interesado a numerosos investigadores. Basados en las crónicas 
españolas como principal fuente de información, ya desde siglo XIX comenzaban a 
preguntarse por la organización social y política de los muiscas que encontraron los 
españoles (Langebaek, 1995:2). Los pocos trabajos que hacían referencia al registro 
material no sobrepasaban la descripción de los objetos cerámicos y las piezas de oro, sin 
vincularlos claramente con la interpretación. Las escasas excavaciones realizadas, (p.e. 
Hernández de Alba, 1945) tuvieron como objetivo ubicar lugares ceremoniales descritos 
por los cronistas, o encontrar aquellos artefactos idóneos para establecer nexos culturales 
o tecnológicos con México o Perú (Langebaek, 1995: 2). La cultura material -sin la ayuda 
de las crónicas- aún no se consideraba como un medio apropiado para interpretar las 
sociedades prehispánicas. 
A mediados del siglo XX, se comenzó a usar la arqueología como herramienta 
clave para conocer el pasado en el Altiplano (Broadbent, 1965, 1970). Después de 
algunos intentos infructuosos (Haury y Cubillos, 1953), a comienzos de los setenta, 
Broadbent (1971) elaboró una clasificación cerámica con el propósito de organizar una 
secuencia cronológica alternativa para la región. A pesar de que Broadbent (1971) no 
contó con excavaciones que le proporcionaran una estratigrafía clara, por medio de la 
seriación del material encontrado en sitios alrededor de la Laguna de la Herrera, logró 
concluir que la ocupación de grupos alfareros no había sido tan reciente, y quizá tampoco 
la única que había existido en el Altiplano. A partir de su trabajo, logró identificar tipos de 
 9
cerámica que tenían formas y decoraciones diferentes a las tradicionalmente conocidas 
como muiscas. 
Broadbent (1971) no sólo puso de manifiesto la existencia de un periodo anterior al 
muisca; además, sentó las bases para las futuras investigaciones en el Altiplano. Luego, 
los estudios realizados por Cardale (1981) en Nemocón y Zipaquirá, llevaron a la 
definición de tipos cerámicos adicionales a los identificados por Broadbent que también se 
diferenciaban de la alfarería muisca. Además, algunos estudios llevados a cabo en otras 
áreas del Altiplano (Langebaek, 1986; Castillo, 1984; Botiva, 1989) hicieron mejor 
conocida la distribución regional de tipos cerámicos, y confirmaron que en efecto la 
cerámica Herrera correspondía a un periodo cronológico anterior al de los materiales 
asignados a la ocupación muisca. 
El Herrera se definió como el periodo más temprano de grupos alfareros en el 
Altiplano. Hoy en día se le ubica entre el 400 a.C. y el 800 o 1000 d.C. Aunque se 
conocen fechas más antiguas, que oscilan entre el 1300 a.C. y el 500 a.C. para el inicio 
de dicho periodo, parece preferible rechazarlas (Langebaek, 2001: 13). Recientemente, 
las investigaciones realizadas por Cardale (1987), Boada (1999), Salamanca (2001) 
Hernández (2002) y Romano (2003) sugieren que la ocupación se podría dividir en 
Herrera Temprano y Herrera Tardío. Tentativamente, el Herrera Temprano comprendería 
el lapso de tiempo entre el 400 a.C. hasta el 700 d.C., y el Herrera Tardío, los últimos 
trescientos años del periodo, es decir, hasta el 1000 d.C. (Langebaek, 2001:14). Sin 
embargo, no existe información que identifique qué material cerámico corresponde a cada 
una de estas subdivisiones. Ni los estudios de Boada ni los de Cardale, cuentan con 
fechas de C-14 que se relacionen claramente con un material Herrera diferente al que se 
podría denominar como “temprano”. Asimismo, el sitio excavado por Salamanca se 
considera tardío porque tiene fechas recientes, pero no porque se identifique un material 
Herrera distinto que se pueda asignar a una fase particular del periodo. Por lo tanto, por 
ahora no existe claridad respecto a si los sitios Herrera Tardío corresponden a contextos 
donde la cerámica es realmente diferente. 
Aparte de la información que proviene del estudio de la explotación de sal en la 
sabana de Bogotá (Cardale, 1981), los análisis de polen han confirmado el cultivo de maíz 
en las poblaciones Herrera para el año 150 d.C. Se ha determinado que los grupos 
Herrera combinaban estrategias de recolección con tempranos cultivos de maíz, 
practicaban actividades de caza y extraían sal de las fuentes de agua salada (Cardale, 
 10
1981). Además, se encuentran restos de animales de caza consumidos abundantemente 
por la población tales como el venado y el curí, y menores proporciones, de venado 
pequeño, conejo, ratón, armadillo y pecarí entre otros (Ardila, 1984; Cardale, 1981; 
Correal y Van der Hammen, 1977; Correal y Pinto, 1983). 
Según Peña (1991:15), en la actualidad se han reconocido elementos 
característicos del periodo Herrera en distintos sitios ubicados especialmente en los 
departamentos de Cundinamarca, Boyacá y Sur de Santander. En general, el área de 
donde proviene la evidencia cubre una distancia aproximada de 350 kms² en donde se 
registran variaciones altitudinales que oscilan entre los 450 y los 3350 m.s.n.m. Más de la 
mitad de los sitios registrados están ubicados dentro de la zona de formación vegetal de 
bosque seco montano bajo que cubre las frías altiplanicies andinas - como la sabana de 
Bogotá, Tunja, el valle de Duitama y Sogamoso, y algunas zonas del cañón del 
Chicamocha-. Adicionalmente, existen evidencias de cerámica Herrera en zonas de 
bosque seco tropical. 
La mayoría de los sitios Herrera reportados se encuentra en el departamento de 
Cundinamarca, y más de la mitad de ellos en la sabana de Bogotá y sus alrededores, 
especialmente concentrados en el extremo meridional. Sin embargo, en otras zonas de 
Cundinamarca menos conocidas, tales como la región de Sumapaz, la vertiente del río 
Bogotá, la hoya del río Guavío, la cuenca del río Negro Oriental y la sabana de Ubaté, se 
han venido reportando sitios con cerámica Herrera. En Boyacá, también se han localizado 
regiones tales como la vertiente de Moniquirá y la altiplanicie de Ramiriquí -entre otras- 
que tienen evidencias de dicha ocupación. Además, también se encuentran algunos 
pocos sitios reportados en el departamento de Santander, particularmente en el área de 
influencia de río Suárez (Peña, 1991: 15). 
 Aún es poco lo que se sabesobre la organización política y social Herrera, no 
obstante se cuenta con algunos puntos de partida. Los reconocimientos sistemáticos 
regionales llevados a cabo en los valles de Fúquene, (Langebaek, 1995) y el Valle de 
Leiva (Langebaek, 2001) han permitido conocer que la población era muy reducida y que 
prefería ocupar las tierras más fértiles (Langebaek, 2001:15). Adicionalmente, estos 
estudios sugieren que no se puede hablar de jerarquías de asentamiento a nivel regional. 
Sin embargo, los resultados de las excavaciones realizadas en El Venado, proponen la 
existencia de patrones de desigualdad entre aldeas Herrera (Boada, 1999; Kruschek, 
2001). De acuerdo con Boada (1999), y Kruschek (2001) la distribución desigual de 
 11
cerámica decorada en El Venado y Funza respectivamente, podría indicar la existencia de 
una diferenciación social jerárquica basada en el prestigio, al menos en la parte final del 
Herrera Tardío. Asimismo, investigaciones tales como la de Romano (2003) y Hernández 
(2002) han permitido conocer mejor las dinámicas de complejidad social que se 
desarrollan a pequeña escala, en particular en lo relacionado con unidades domésticas, 
patrones de asentamiento y producción cerámica. 
 
 
III. MARCO TEÓRICO 
 
La cerámica puede ser estudiada con diversos propósitos y de formas muy 
diferentes. En el caso concreto de esta investigación, las teorías desarrolladas alrededor 
del concepto de estilo (Sampson, 1988; Conkey, 1990) tienen especial pertinencia, ya que 
en efecto, estas permiten operacionalizar la diversidad del conjunto alfarero. En la 
literatura arqueológica -e incluso antropológica- dicho término ha sido usado en una 
infinidad de sentidos diferentes. Con todo, de acuerdo con Sackett (1977) las teorías 
sobre estilo giran en torno a tres premisas fundamentales. Generalmente se le define 
como una forma específica y característica de hacer algo, que es a su vez siempre propia 
de un tiempo y un espacio particular. Usualmente, además, se le ha considerado como el 
complemento del concepto de función, ya que ambos determinan la variabilidad existente 
en un artefacto. Por último, es usual aceptar que el estilo y la función dan cuenta de la 
variabilidad potencial que se puede encontrar en un objeto (exceptuando los cambios 
postdeposicionales). 
Las teorías desarrolladas alrededor del estilo parten de la idea de que entre la 
infinita gama de posibilidades, aquellos atributos estilísticos escogidos deben verse como 
elecciones históricamente contingentes, únicas y particulares de un entorno social. No 
obstante, existen tres aproximaciones distintas al respecto. En primer lugar, algunos 
autores definen al estilo como un atributo que se puede distinguir en la cultura material 
(en este caso la cerámica), y al que se le pueden adjudicar asociaciones cronológicas o 
espaciales particulares. Así, algunos de los trabajos típicos de este enfoque han sido 
todos aquellos que definen etnias, culturas o tradiciones distintas a partir de rasgos 
estilísticos en la cerámica, o los que interpretan las modificaciones del estilo como 
evidencia de diferencias cronológicas. Por otra parte, una segunda aproximación 
considera que el estilo es interesante y valioso de estudiar por sí mismo, ya que asume 
 12
que su valor estético es importante resaltar. Así algunos de los trabajos clásicos de este 
enfoque son los estudios iconográficos donde se exalta el arte y el simbolismo de las 
piezas (Sackett, 1977: 369-371). 
 Por último se encuentra el tercer enfoque que Sackett (1977) denomina como 
“sociología cerámica”. Este tipo de aproximación centra sus esfuerzos en el análisis de la 
decoración de la alfarería -atributos estilísticos ornamentales- y en la manera como ésta 
sirve para dar referentes simbólicos de identificación étnica. Estudia la relación entre la 
cerámica y la organización social de un grupo, y en últimas defiende la idea de que las 
normas de elaboración de la alfarería son socialmente transmitidas. Así, aquellos que las 
aprenden reciben de manera simbólica una tradición de estilo cerámico decorativo 
particular, y quienes las estudian un acercamiento a la organización social del grupo. 
Además, de acuerdo con esta aproximación, el estilo es inherentemente distintivo y 
específico en tiempo y espacio. Podría decirse entonces que la decoración cerámica se 
convierte en una suerte de “iconografía étnica” (Sackett, 1977: 376-377). 
 Fuera de las tres aproximaciones al estilo presentadas por Sackett (1977), vale la 
pena resaltar aquella que se ha denominado como el enfoque “comunicacional”. 
Básicamente éste plantea que el estilo cumple la función de transmitir información entre 
sujetos, es decir que se entiende como un medio de comunicación mediante el cual se 
definen relaciones y asociaciones entre individuos y grupos. El estilo es definido como 
una parte de la variabilidad formal de la cultura material que se puede relacionar con la 
participación de los artefactos en los procesos de intercambio de información. Algunos 
autores aseguran que el estilo es un concepto que se debe articular con otras variables 
culturales, y al que se le deben dar connotaciones funcionales o adaptativas (Wobst, 
1977; Wiessner, 1983). Es necesario vincular al estilo con la vida y uso del artefacto, y 
con las relaciones que establece con quienes lo elaboran, usan e interpretan. En últimas 
se debe lograr integrar al estilo dentro de la matriz sistémica de la que hace parte, para 
así luego poderlo explicar (Wobst, 1977: 317-319). 
De acuerdo con este último enfoque, el estilo no sólo comunica un mensaje, sino 
que responde a una serie de reglas establecidas por la sociedad acerca de cómo tratar y 
decorar la cerámica. De acuerdo con Wobst (1977: 323), el estilo es un mensaje en 
código compartido entre un grupo particular. Éste define el comportamiento esperado 
entre los miembros de una misma comunidad, y hace predecibles y menos estresantes, 
las futuras interacciones entre los sujetos. Sin embargo, no sólo por medio del estilo se 
 13
regula el intercambio social y las relaciones intragrupales. De manera simultánea, la 
identificación de los individuos con un estilo particular, les permite definir a qué grupo 
pertenecen y con qué normas de comportamiento están de acuerdo. Además, aunque los 
estilos suelen ser inmensamente variados, puede ocurrir que ciertos diseños se 
estandaricen en una región. Si tal fenómeno ocurre dentro de un grupo, aparte de crear 
un código de mensajes internos, produce también una “zona de estilo” que contrasta con 
otras regiones donde se comparten diseños diferentes. De esta manera, el estilo puede 
servir para identificar la delimitación de territorios discretos dentro de una misma región 
(Wobst, 1977: 327-328). 
 El concepto de estilo cerámico -entendido como la parte de la variabilidad formal 
de la cultura material que se puede relacionar con los procesos de intercambio de 
información- es útil tanto para interpretar patrones espaciales como para comprender 
estrategias sociales particulares (Hodder, 1982; Sampson, 1988; Wright, 1987; Zagarell, 
1987; Hegmon, 1992). De acuerdo con estos autores, los aspectos relacionados con el 
estilo alfarero pueden ayudar a identificar la intensidad de la interacción entre grupos, la 
presencia de centros de producción/imitación de motivos, y la existencia de determinados 
patrones de integración. Sus estudios han puesto de manifiesto que el estilo sirve para 
referirse a patrones espaciales y estrategias sociales de diversos grupos, y ha sido útil 
para comprender aspectos culturales y políticos de los pobladores de una determinada 
región. Las fuentes de diversidad de la alfarería son, evidentemente, múltiples. La 
cerámica varía de acuerdo con transformaciones en los códigos de identidad cultural, 
cambios cronológicos, diferencias sociales, y respuestas específicas a demandas de 
función entreotras; pero en todo caso, siempre mantiene vigente su capacidad de 
comunicación (Hegmon, 1992; Flannery y Marcus, 1994). 
Muchos de los aspectos que pueden ser estudiados mediante el concepto de estilo 
aplicado a la cerámica Herrera, escapan por completo las posibilidades de esta 
investigación. El presente trabajo se limita a realizar comparaciones entre diseños 
decorativos de la cerámica Herrera encontrada en diversos lugares del Altiplano, con el 
objetivo de dar los primeros pasos hacia la comprensión de la variabilidad de la alfarería 
de este periodo. Un conocimiento detallado de todos los aspectos involucrados con dicha 
variabilidad, exigiría múltiples excavaciones y trabajos que permitieran identificar de una 
manera más precisa contextos de asociación y cronologías. No obstante, con la 
información disponible se puede avanzar en la dirección adecuada. 
 14
Así, aunque esta investigación propone una idea sencilla -referirse al estilo 
exclusivamente desde lo decorativo con el fin de estudiar la variabiliad existente en y 
entre los sitios seleccionados- resulta inmensamente útil para explorar las relaciones entre 
la alfarería y la esfera socio-espacial de los grupos del periodo Herrera. Aunque en este 
trabajo se acepta que la cultura material comunica, y que el estilo corresponde a una 
noción claramente relacionada con esa capacidad de comunicar, no se pretende explorar 
el significado de la cerámica Herrera. De forma mucho más modesta, se plantea la 
necesidad de reconocer diferencias y similitudes en los diseños decorativos de la 
cerámica de dicho periodo, en relación a la cronología y a su distribución entre regiones o 
sitios. Se busca enfatizar la importancia de este tipo de análisis y se muestra una manera 
de llevarlo a cabo, no para comprender lo que significan las diferencias en estilo, sino 
para al menos identificar la escala o escalas en las cuales la cerámica Herrera mostraba 
variación. Se pretende explorar su posible relación con las conclusiones obtenidas en 
otras investigaciones, donde se hace referencia a la organización social y política de 
quienes la elaboraron. 
Vale la pena aclarar que aunque el presente trabajo deliberadamente privilegia a la 
decoración para referirse al estilo cerámico, se reconoce que ésta no sólo se encuentra 
allí de manera exclusiva. Por el contrario, tal como lo plantea Sackett (1985) se sugiere 
que el estilo no sólo reside en la decoración, aunque ésta sea un buen lugar para 
estudiarlo. El estilo se encuentra a lo largo de toda la cadena operatoria del artefacto, y en 
cada una de las elecciones que hace el artesano en la realización del objeto. Aunque por 
lo general sólo se hace referencia a la decoración, y a pesar de que la presente 
investigación se limita a este campo, se reconoce que el estilo toma forma desde que 
comienza la concepción cultural y artesanal del artefacto, incluso antes de la elección de 
la materia prima para su elaboración. Al comprender que las elecciones del artesano 
también hacen parte de la dimensión del estilo, se plantea que éste reside en todo tipo de 
variación formal del artefacto y no en una sola particular, aunque sea la única que por el 
momento sea tomada en consideración. Tal como en la denominada “sociología 
cerámica”, el presente trabajo se centra en la decoración alfarera y explora las fuentes de 
diversidad de sus diseños decorativos. Entiéndase estos últimos como motivos plasmados 
en la cerámica sea por medio de la pintura, el grabado, la incisión o cualquier otra técnica, 
que fuera de decorar la pieza pueden servir como medios de comunicación o códigos 
culturales compartidos. 
 15
Respecto al Altiplano Cundiboyacense, no son muchos los trabajos que le sirven 
de antecedente a esta investigación. En la mayor parte de los casos, ha predominado la 
visión de que la alfarería constituye un “marcador étnico” y que los cambios representan el 
reemplazo de unos pueblos por otros. No obstante, en algunas investigaciones se han 
empezado a proponer cosas distintas. Por ejemplo, Osborn (1988) menciona que la 
identidad cultural de los indígenas de los Andes Orientales de Colombia se comprende a 
partir de límites étnicos y territoriales fluidos. La investigadora asegura que la identidad 
cultural se fortalece o debilita según el grado de cercanía geográfica o la distancia entre 
grupos. Además, comenta que los aspectos culturales de un grupo tienden a ser más 
parecidos a otro si son vecinos, y que las diferencias entre comunidades se incrementan 
con la distancia (Osborn, 1988:39). 
Los estudios más recientes sobre cerámica de periodos formativos en América han 
identificado algunos patrones comunes. En primer lugar, que la adopción de la alfarería 
corresponde a sociedades en las cuales se apreciaron más sus cualidades como objetos 
de comunicación social, que como artefactos estrictamente funcionales (Hoopes y 
Barnett, 1995). En general, se asume que se trata de complejos cerámicos muy 
conservadores, con pocas transformaciones durante cientos e incluso miles de años 
(Cooke, 1995). Además, en general se piensa que la cerámica de periodos formativos 
tiende a ser relativamente homogénea (Arnold, 1999). En la Costa Caribe colombiana, la 
cerámica más antigua da la impresión de ser poco variada en términos de formas 
(Langebaek y Dever, 2000), aunque muy diversa en diseños decorativos. Pero no esta 
claro el comportamiento de esas diferencias en términos regionales y de sitio. En este 
sentido, el mejor punto de comparación es el Formativo del Valle de Oaxaca, cuya 
cerámica mejor estudiada corresponde a la Fase San José datada entre el 1150 y el 800 
a.C. (Flannery y Marcus, 1994). Esta cerámica formativa se caracteriza por una marcada 
diversidad a nivel de sitio, resultado bien de jerarquías sociales o de la presencia de 
grupos de descendencia identificados emblemáticamente mediante el uso de la cerámica. 
Adicionalmente, y en concordancia con los resultados de los estudios regionales, en el 
caso de Oaxaca también se identifica un marcado contraste entre aldeas y regiones, lo 
que sugiere el desarrollo de unidades políticas más amplias. 
Estas investigaciones no permiten conocer el significado específico de la alfarería, 
pero identifican aspectos relativos a la función y las escalas en las cuales la diversidad de 
 16
la cerámica operaba. Dichos trabajos tratan aspectos tales como los que esta 
investigación pretende ayudar a resolver. 
 
 
IV. OBJETIVOS E HIPÓTESIS 
 
 Esta investigación pretende estudiar la variabilidad decorativa del conjunto alfarero 
Herrera de algunos sitios de Altiplano Cundiboyacense (Mapa 12). Más específicamente, 
busca comparar colecciones de cerámica Herrera (Figura 1), con el propósito de 
identificar diversidad en términos de motivos decorativos, en relación con su ubicación 
geográfica y su cronología. Además de aportar a la descripción de patrones de diversidad 
de dicha cerámica y su relación con las variables mencionadas, se tiene como objetivo 
complementar la información proporcionada por los estudios regionales y de sitio, que a 
su vez, permita generar un mejor conocimiento sobre un aspecto poco estudiado del 
periodo en cuestión. 
Se plantea que identificar la diversidad de la alfarería Herrera ayuda a conocer 
aspectos relacionados con la sociedad que la produjo. Como se observó anteriormente, 
las investigaciones arqueológicas han sugerido que existían diferencias sociales a nivel 
de sitio, pero sin la conformación de unidades políticas regionales. Lo primero se ha 
inferido a partir de las diferencias en el acceso a productos en sitios Herrera. Lo segundo, 
a partir de la ausencia de jerarquías de asentamiento. Las fuentes de diversidad de la 
cerámica Herrera se pueden contrastar con esta propuesta. En el Formativo de Oaxaca, 
donde hay diferenciación interna de sitios y conformación de unidades políticas 
regionales,la cerámica variaba tanto en los sitios como entre regiones. En el caso de los 
Andes Orientales se esperaría encontrar considerables niveles de diversidad en la 
cerámica en un mismo sitio, pero sin la conformación de regiones caracterizadas por 
cierta homogeneidad en la alfarería. 
 
 
 
 
 
 
 17
V. METODOLOGÍA 
 
A. Selección de las muestras 
 ¿Por qué se escogieron estas colecciones? 
 
Con el objetivo de establecer similitudes y diferencias decorativas entre distintos 
sitios del Altiplano, se seleccionaron aquellas colecciones de cerámica Herrera -de 
excavaciones o estudios regionales- que garantizaban una cantidad de fragmentos y una 
variabilidad decorativa suficientes, como para realizar comparaciones estadísticamente 
significativas entre si. Estas a su vez, por su tamaño y variabilidad, debían aumentar la 
posibilidad de representar adecuadamente la población de donde se escogieron. 
 No sobra aclarar que entre los muchos materiales arqueológicos que se pueden 
recolectar, en este trabajo sólo se consideraron los fragmentos cerámicos. De lejos éste 
es el material que mejor se conoce para el periodo y del cual (hasta la fecha) se puede 
inferir mayor cantidad de información. Los datos obtenidos del análisis de la cerámica sin 
duda son el grueso de la evidencia existente y por lo tanto, son los más adecuados para 
realizar un tipo de trabajo como el que se pretende. Para el periodo Herrera aún no existe 
información de otro material comparable en cantidad al de la cerámica; por lo tanto, 
ningún otro serviría por ahora para responder las preguntas que el presente trabajo 
plantea. 
Los sitios escogidos para tomar muestras fueron los que garantizaban fácil acceso 
y los que tenían predios disponibles para realizar sondeos o recolecciones de material. En 
caso contrario, debían contar con una colección cerámica organizada, lo más grande 
posible y sobretodo, que se pudiese estudiar. Por eso, aunque la elección de los sitios se 
basó en criterios que favorecían los propósitos del trabajo, sin duda alguna, razones de 
disponibilidad y accesibilidad de las muestras afectaron la selección. Como primera 
medida se propuso buscar todas las colecciones cerámicas que estuviesen disponibles al 
investigador, para luego evaluar cuidadosamente su condición. Después, si se necesitaba 
más material, se realizaron recolecciones en los sitios señalados por la bibliografía (o por 
el investigador en ciertos casos) para aumentar la cantidad de fragmentos disponibles 
para estudiar. Sin embargo, a pesar de que algunas colecciones por sí solas tenían una 
buena cantidad de material, siempre que fue posible se trató de recolectar otra muestra 
 18
en campo. Esto, con el objetivo de poder evaluar el efecto de aspectos locales en la 
diversidad del conjunto de cerámica. 
Por lo tanto, casi la totalidad de los sitios cuenta con muestras recolectadas de 
distintas maneras. En su mayoría tienen material obtenido en campo, fuera del analizado 
en las colecciones cerámicas disponibles a los investigadores. En el caso contrario, se 
usaron los dibujos y fotografías que aparecen en las publicaciones basadas en el estudio 
de las colecciones de referencia. De esta manera, se buscó la mayor cantidad de material 
cerámico que, a su vez, garantizara un número amplio de fragmentos decorados, más 
allá de aquellos seleccionados por el investigador para desarrollar sus objetivos. Además, 
contar con varias muestras de un mismo lugar tuvo la ventaja de que permitió estudiar la 
variación decorativa en los sitios y no sólo a nivel regional. Por eso, en aquellos casos 
donde fue posible, se analizaron las diferencias y similitudes decorativas entre muestras 
de un mismo lugar. Asimismo, las mejores colecciones provinieron tanto de sitios 
cercanos como lejanos entre sí. Por eso, también se pudo evaluar la posibilidad de que 
los diseños decorativos varíen con la distancia entre los lugares. 
Así, debe tenerse en cuenta que el material en el que se basa este trabajo viene 
de las mejores muestras posibles, en términos de disponibilidad. Las colecciones que usa 
esta investigación no hacen necesariamente la mejor selección. Pero es la mejor muestra 
disponible a cualquier investigador en este momento, y por eso, por ahora, resulta 
suficiente. 
 
B. Recolección de las muestras en cada sitio 
¿Cómo se obtuvo el material de cada colección? 
 
Ya que en el presente trabajo se combinaron diferentes estrategias de recolección 
de muestras cerámicas y se analizaron colecciones obtenidas para otras investigaciones, 
es necesario referirse en detalle a la forma como se obtuvo cada muestra. Por lo tanto, en 
seguida se presenta la metodología y los criterios utilizados en la recolección de cerámica 
para cada sitio o colección (dependiendo del caso). Sea para las muestras obtenidas por 
otros investigadores, o para las recolectadas en el trabajo de campo propio, cada una de 
las once colecciones de los siete sitios cuenta con información respecto a por qué se 
escogió ese lugar, cuándo se recolectaron las muestras, cómo se hizo y las fechas 
absolutas que se tienen para el sitio. 
 19
Gracias a la colaboración de la Universidad de Los Andes, la Universidad Nacional, la 
Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia sede Tunja y en especial al Instituto 
Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), se escogieron siete sitios diferentes para 
tomar las muestras. Estos fueron: Mosquera, Zipaquirá, Duitama, Tunja, Madrid, Pubenza 
e Iza (Mapa 12). 
 
1. Mosquera 
Mosquera, se seleccionó a partir de la información proporcionada por Broadbent 
(1971), investigadora que reportó una gran cantidad de fragmentos con el número de 
variaciones decorativas suficientes, como para realizar comparaciones estadísticamente 
significativas. Al tener una muestra grande, que además exhibe una gran variabilidad, la 
probabilidad de que todos los diseños, incluso aquellos infrecuentes, sean representados 
es mayor. 
En este sitio, se combinaron dos estrategias diferentes de recolección de 
muestras. En primer lugar, se analizó la colección cerámica disponible en el Instituto 
Colombiano de Antropología e Historia donada por Broadbent en la década del setenta. A 
partir de ésta, se estudiaron más de 2,400 tiestos y se dibujaron los 360 que tenían 
decoración. Dicha colección es una fracción de lo recolectado durante el trabajo de campo 
realizado por la investigadora entre 1967 y 1968. Durante este tiempo, Broadbent realizó 
una serie de reconocimientos arqueológicos superficiales no sistemáticos en la zona de la 
Laguna de La Herrera al suroccidente de Bogotá (Broadbent, 1971: 174-175). 
Según esta investigadora, durante su trabajo de campo se exploró con el mayor grado 
de detenimiento posible el borde sur de la Laguna en busca de sitios arqueológicos, con 
el propósito de comprender los patrones de asentamiento de las poblaciones antiguas y 
realizar ensayos cronológicos por medio de la seriación. Recogiendo solo el material 
encontrado en superficie, su objetivo consistió en reportar la mayor cantidad de sitios 
arqueológicos posibles, considerando que en su mayoría estaban en peligro de ser 
destruidos por las actividades económicas y la erosión natural de la zona (Broadbent, 
1971: 175). 
Para cada sitio hallado, Broadbent (1971) reportó los tipos encontrados con sus 
proporciones respectivas. Además, mencionó otros hallazgos realizados tales como 
huesos quemados y líticos. La investigadora hizo una detallada descripción de cada lugar: 
su ubicación geográfica, sus condiciones generales y la cantidad de cerámica encontrada. 
 20
Aparte del material recolectado en superficie, en la muestra reportada por Broadbent 
(1971), se incluyeron colecciones cerámicas que los campesinos, trabajadores y dueños 
de las fincas de la zona le entregaban, como en el caso de MSQ-8. Así, cabe resaltar que 
el sondeo realizadono fue sistemático y que la ubicación de los sitios no siguió un 
esquema predeterminado sino que cambiaba con la información que los habitantes de la 
zona le proporcionaban. Por último, de esta recolección no se obtuvieron fechas 
absolutas; la cronología propuesta por Broadbent (1971), es resultado del ejercicio de 
seriación. 
Sin embargo, a pesar de que esta colección es de un buen tamaño, en el ICANH 
sólo se encuentran fragmentos provenientes de uno de los sitios de Mosquera, MSQ-10. 
Teniendo en cuenta que se buscaba incorporar sitios cercanos entre sí, y que era posible 
ubicarlos en Mosquera dada la información proporcionada por Broadbent (1971), se 
decidió realizar sondeos y recolecciones superficiales en los demás sitios reportados que 
no se incluían en la colección (Mapa 1). 
A partir del mapa y la información dada por la investigadora, se realizaron 20 
recolecciones superficiales ubicadas en 10 sitios distintos sobre el costado sur de la 
laguna desde los abrigos rocosos y canteras en las colinas, hasta el borde actual del agua 
(Mapa 2). Se ubicaron los sitios MSQ-5, MSQ-8 y MSQ-12, reportados por Broadbent 
(1971), en los que con pruebas superficiales se había obtenido la mayor cantidad de 
fragmentos Herrera. Como resultado, se recolectaron más de 600 fragmentos de los 
cuales 111 estaban decorados. 
 El material recolectado se concentraba en las partes intermedias entre las cimas 
de las colinas y la carretera. Cerca a la Laguna se encontró poco material, incluso en los 
amplios terrenos removidos por cultivos recientes, ya que el nivel del agua era mucho 
más elevado en tiempos pasados. En Mosquera, Zipaquirá y Duitama, se utilizaron los 
términos de recolección y sitio para referirse a aquellas zonas donde se encontró material 
cerámico. El primero se refiere a la localización exacta del material, el segundo se define 
como una distribución relativamente continua de restos culturales en un espacio. Por lo 
tanto, se elaboraron las fichas respectivas para consignar la información necesaria 
respecto al tipo de material recolectado, a su ubicación y a las características generales 
de la zona (Figura 22). Además, se tomaron fotos de las regiones estudiadas, y de los 
sitios que proporcionaron mayor cantidad de cerámica, las cuales se anotaron en la ficha 
de fotografía correspondiente. 
 21
 El primer sondeo se realizó en las canteras de Mosquera que se encuentran al sur 
de la Laguna de La Herrera. En la actualidad, de esta zona cubierta de arena, arcilla seca 
y piedras, se extrae material para mezclar con el cemento y hacer construcciones. Es un 
sitio muy erosionado y seco, rodeado de fábricas, que además usan el lugar como 
basurero y botadero de escombros. Sin embargo, a pesar de las precarias condiciones del 
sitio, por su extrema erosión aún es relativamente fácil observar algunos fragmentos de 
cerámica dispersa en superficie. Por eso, se realizó una recolección superficial de todo el 
lugar observando las grietas del piso, las cárcavas y las acumulaciones de barro removido 
donde se encontraba la mayoría del material. Se recolectó cerámica muy dispersa en 
cantidades moderadas, por lo general fragmentada y bastante erosionada. Este lugar, 
ubicado en la vereda Balsillas, se denominó sitio 1 y contiene las recolecciones 
numeradas 1 y 4. 
 El segundo lugar investigado -sitio 2- fue la Hacienda Vista Hermosa, reportado 
por Broadbent (1971) (Foto 5). Allí se realizaron sondeos en los cuales se encontró muy 
poco material. Los escasos fragmentos recolectados se localizaban en el descenso desde 
los abrigos rocosos en la parte superior de la finca y en algunos potreros usados en la cría 
de ovillos donde ya no existía capa vegetal. Se realizaron cuatro pozos de sondeo 
(40x40x40 cms.) pero en ninguno se recuperó cerámica. Se observó que la tierra era dura 
y seca, de un color marrón grisáceo muy homogéneo hasta llegar al piso de roca. Se 
examinaron además los potreros cercanos a una plaza de toros donde Broadbent (1971) 
había encontrado abundante cerámica, pero de nuevo se recolectó muy poco material y 
de tamaño muy pequeño. Sin embargo, algunas zonas no se pudieron inspeccionar en su 
totalidad por haber allí ganado bravo. Los predios de esta finca llamados sitio 2 
comprenden las recolecciones 2 y 3, y hacen parte de un plano coluvial de forma 
redondeada ubicado entre abrigos rocosos en lo alto y una barrera de cactus cerca de la 
carretera. 
 El sitio 3 que contiene las recolecciones 5 y 6, esta ubicado en el sector más 
occidental de la Laguna y consiste en un plano aluvial de pendiente muy suave donde hay 
pastos. Aunque casi al nivel de la laguna, la tierra que se observa es muy seca, dura y de 
color ceniza oscuro. Allí se realizó una recolección superficial especialmente en las zonas 
erosionadas, donde se encontró muy poco material. Era tan baja su densidad, que ni 
siquiera se observó cerámica en los pequeños arados que se ven desde la carretera, ni 
 22
en las acumulaciones de tierra removida recientemente. En la actualidad, este sitio se 
utiliza para el pastoreo de vacas, ovejas y el cercado de marranos. 
 En una zona más alta que el sitio anterior, particularmente ubicado en un 
semiplano ovalado a media ladera, se ubicó el sitio 4 que comprende las recolecciones 7 
y 8. Tiene casi las mismas características que el sitio 3, y al igual que el anterior, es una 
zona de pendiente suave y tierra seca. Se realizó una recolección superficial en las partes 
erosionadas sin capa vegetal, y en los pequeños hoyos encontrados por todo el potrero. 
De nuevo, la densidad de la cerámica fue baja y los fragmentos bastante pequeños. 
 Siguiendo hacia el occidente se ubicó el sitio 5 que contiene la recolección 9 en un 
lugar casi por completo plano aunque con un pequeño declive hacia la laguna. Tiene 
pasto sembrado en algunas zonas, y el material recolectado en superficie se concentraba 
en las partes erosionadas y secas. Como es de esperarse por su cercanía a la laguna, 
aunque en superficie la tierra era negra y dura, a unos 10 cms, cambiaba de color 
volviéndose más parda y rojiza. El sitio 6 con las recolecciones 10 y 11, es el que le sigue 
al sitio 5 hacia el norte, cada vez más cerca de la laguna. Al igual que en el anterior, se 
recolectó material superficial en las zonas erosionadas del plano redondeado en bajas 
cantidades. Luego, el último sitio investigado cercano a la laguna del lado derecho de la 
carretera, es el sitio 7 que contiene la recolección 12. Este recodo que se encuentra por 
encima del nivel actual del agua, es el que queda más distante de la casa del dueño del 
predio, y donde se encontró material superficial en acumulaciones de tierra removida para 
hacer una zanja. 
De allí se inició el recorrido hasta la finca “Laguna de La Herrera” que colinda con los 
predios de “Agrícola Bojacá” por un campo arado totalmente erosionado y seco donde no 
se encontró material. Se observó todo el terreno desde el sitio donde la carretera da la 
curva hacia el occidente y hasta el borde de la laguna sin encontrar un solo fragmento. 
Al no hallar material hacia este lado, la búsqueda se reorientó hacia los terrenos cerca 
al puente de Balsillas al lado del cruce de la carretera principal con la que rodea a la 
laguna. Allí era donde se encontraba la mayoría de los sitios reportados por Broadbent 
(1971) y donde se recolectó la mayor parte de la cerámica. En la actualidad estos son los 
predios de la Subestación Eléctrica de Mosquera, y en ellos se encuentra un pequeño 
barrio de invasión organizado por varias familias. Este lugar se denominó sitio 8 y 
comprende las recolecciones 13, 14 y 15 (Foto 6). 
 23
A diferencia de los demás sitios, en este sector occidental entre la vía a La Mesa y el 
puente Balsillas, se encontró una buena cantidad de fragmentos. Es una zona en 
pendiente, algo erosionada y alterada por los habitantes del barrio. Allíse realizó una 
recolección superficial de cerámica que se ubicó casi en su totalidad en una franja a unos 
100 mts. por encima del nivel de la carretera. Como lo menciona Broadbent (1971), la 
cerámica se encontró en la tierra gris a unos 10 cms. del suelo actual, y se pudieron 
observar buenas concentraciones en los perfiles creados por derrumbes del suelo, y en el 
piso cerca de éstos. De este sitio provino la cerámica en mejor estado y de mayor 
tamaño. 
Luego de haber recorrido todo el costado sur de la laguna, y haber pasado por todos 
los sitios reportados por Broadbent (1971), se creyó que las recolecciones en Mosquera 
habían terminado. Sin embargo, luego de analizar el material obtenido, fue evidente que 
había muy poco. Por lo tanto, se decidió volver a los sitios que habían arrojado la mayor 
cantidad de fragmentos para ver si se podía aumentar la colección. Por tal razón, se 
observó de nuevo el sector occidental de la carretera de acceso, pero ahora en la parte de 
las canteras más hacia el norte. Este lugar se denominó sitio 9 e incluye las recolecciones 
16 y 17 que coinciden con los sitios 3, 4 y 7 de Broadbent (1971). Allí se realizó una 
recolección del material en superficie ubicado en el suelo erosionado y en las numerosas 
cárcavas. 
Además, se volvió a recorrer el barrio de invasión, el sitio 8, donde se ubicaron las 
recolecciones 34 y 35. A diferencia de la vez pasada, en esta ocasión la mayor parte del 
material se recogió no en una recolección superficial, sino en la limpieza de un pequeño 
perfil detrás de una casa donde en la primera inspección se habían encontrado 
fragmentos grandes. Se cortó un morro de tierra de unos 60 cms. de alto, hasta llegar a la 
roca madre, y allí se encontraron numerosos fragmentos asociados con huesos de animal 
(algunos carbonizados) e instrumentos líticos. Al parecer, lo que se observó fue una 
especie de plato o cuenco pando que contenía los restos carbonizados de algún animal. 
Todo se localizó en una capa de tierra negra suelta, muy fácil de excavar. 
Por último, cerca al sitio 8 pero más hacia el occidente aún en el barrio de 
invasión, se localizó el sitio 18 con la recolección 36 en una ladera empinada al borde de 
la casa de una pequeña finca. Allí se encontraron numerosos fragmentos en superficie 
especialmente en la capa más negra y suelta de la tierra. En este sector, bastante 
 24
erosionado y alterado por las actividades de los habitantes, se halló además una aparente 
pesa de red elaborada en piedra. 
 
 
2. Zipaquirá 
Este sitio se seleccionó a partir de la información proporcionada por Cardale 
(1981), y se concentró particularmente en lo que ella denominó como Zipaquirá V (Mapa 
3). De nuevo, se analizó la colección donada por la investigadora al ICANH. Allí, se 
estudiaron cerca de 300 fragmentos de los cuales se dibujaron los 132 decorados. 
Dicha colección es una fracción del material recolectado durante el trabajo de 
campo llevado a cabo por Cardale en la década de los 80. De acuerdo con esta 
investigadora, su interés por las salinas precolombinas nació de la esperanza de 
encontrar cerca de ellas sitios arqueológicos que hubiesen sido habitados durante largos 
periodos de tiempo, suponiendo que éstas habían sido usadas continuamente. Por esto, 
escogió realizar un sondeo arqueológico en Zipaquirá a comienzos de 1980, luego de un 
breve trabajo llevado a cabo en Nemocón en compañía de Ann Osborn (Cardale, 1981: 
10-12). 
Luego de recorrer la región, Cardale (1981) localizó en la vereda de Pueblo Viejo 
cerca a la quebrada Salitre Chico, una loma con un pequeño plano en la parte superior. 
Por encontrarse muchos tiestos en la porción más erosionada cerca de la quebrada y al 
borde de los derrumbes, Cardale (1981) resolvió mirar con más atención el lugar. Así, 
decidió realizar sobre la parte plana una excavación de 3x3 metros, con la esperanza de 
que éste fuera el lugar donde trabajaban y tal vez vivían las personas de aquella época. 
Esta zona plana y el corte de la excavación realizado se denominó “Zipaquira V”, y las 
acumulaciones de basura encontradas en la ladera se nombraron “Zipaquirá V-a” 
(Cardale, 1981: 48). 
El informe presentado por esta investigadora detalla todo lo obtenido en cada 
estrato. Luego, define los tipos cerámicos encontrados y comenta que realizó estudios 
petrográficos de la cerámica aunque sus resultados no están disponibles en la publicación 
del 81. Fuera de clasificar el tipo de cerámica encontrada, Cardale (1981) tenía como 
propósito determinar la extensión y la naturaleza de las densas acumulaciones cerámicas 
registradas en Zipaquirá V. Por lo tanto, fuera del corte realizado, decidió limpiar 6 zonas: 
5 en la banda sur-occidental y 1 en el costado opuesto, cubriendo un total de 16 metros. 
 25
El primer sector se ubicó cerca al límite de la zona plana, y el último 48 metros más abajo, 
cerca al punto donde los tiestos desaparecían por completo. En los tres primeros sectores 
encontró capas gruesas de tiestos superpuestos de gran tamaño bien conservados, lo 
que Cardale interpretó como evidencia de un basurero de vasijas destinadas a la 
elaboración de la sal (Cardale, 1981:145). 
A diferencia de lo que ocurre en Mosquera, para Zipaquirá sí existen fechas 
absolutas relacionadas con la cerámica. Aunque ninguna hace referencia en detalle a los 
motivos decorativos de los fragmentos con que se asocia, sí se menciona con qué tipo de 
cerámica se relaciona y en qué estrato se ubica. Las fechas presentadas son 60 ± 50 
d.C., 30 ± 35 d.C., 5 ± 40 a.C. y 150 ± 60 a.C. Fuera de estas dataciones, Cardale (1981) 
relaciona ciertos tipos cerámicos encontrados en Zipaquirá con los existentes en 
Nemocón. Así, presenta una serie de fechas absolutas obtenidas para este último con la 
esperanza de que sirvan también en la interpretación de los materiales de la salina. Por lo 
tanto, aunque no son fechas provenientes del material de Zipaquirá, Cardale (1981) 
menciona las tres dataciones previamente obtenidas: 70 ± 100 d.C., 25 ± 70 a.C. y 260 ± 
65 a.C. 
Luego de haber analizado toda la colección disponible en el ICANH, se realizaron 
15 recolecciones ubicadas en 8 sitios diferentes, localizados en la vereda de Pueblo Viejo 
cerca de la carretera que se dirige a Pacho (Mapa 4, Foto 1). Se recorrieron los mismos 
sitios identificados por Cardale (1981), desde la parte más alta de la vereda hasta las 
laderas de las montañas más abajo, y por toda la zona aledaña se recogieron fragmentos 
cerámicos en superficie y en los perfiles de los caminos. Además, en aquellos sitios 
donde no fue posible recoger tiestos de ninguna otra forma, se realizaron pruebas de pala 
de 40x40x40 cms. 
Sin embargo a pesar de la gran cantidad de fragmentos que se recolectaron en la 
zona y de la amplia distribución que tenían, muy pocos resultaron ser Herrera. Debido a 
las largas ocupaciones humanas en ese lugar, y al abundante trabajo cerámico 
desarrollado incluso hasta nuestros días, la mayoría de la cerámica es reciente. Así, como 
resultado de este trabajo se dibujaron sólo los 52 fragmentos Herrera que tenían 
decoración de los 260 recolectados. 
El primer sitio ubicado se denominó como sitio 10 y comprende las recolecciones 
18 y 19. Se trata de un área de 60x80 mts. aproximadamente, propiedad de Rolando 
Jiménez. En esta pequeña colina se recorrió todo el camino de la carretera y se fueron 
 26
recogiendo fragmentos del suelo y de los bordes que se veían con relativa facilidad. Este 
sitio hace parte de un pequeño plano coluvial que desciende en sentido norte-sur, donde 
a lado y lado de la carretera se encuentran las casas y cultivos de los habitantes. 
Precisamente en uno de los sembrados de papa, se lograron recolectar abundantes 
fragmentos cerámicos. 
Siguiendo el camino trazado por la carretera hacia la derecha, se encontró un lote 
sembrado de pasto muy tupido y largo. Al ser un plano unpoco elevado, desde allí se 
observan lo que parecen ser dos terrazas que descienden desde este punto. En este 
lugar se recolectó el material que se encontró abundantemente en el borde de la carretera 
(en un perfil) y en las porciones del terreno que no tenían pasto. Además, se ubicó una 
buena concentración de cerámica superficial cerca de un árbol donde no había sembrado, 
y donde las raíces habían revuelto mucha tierra. En este predio resultó muy difícil 
recolectar en superficie ya que la densidad de la vegetación era alta. Así, que dadas las 
concentraciones cerámicas a poca profundidad encontradas cerca, se decidió hacer un 
pozo de sondeo (40 X 40 X 40 cms.) en una de las partes planas hacia la pendiente para 
recolectar más material. Como era de esperarse, se encontró abundante cerámica hasta 
los 30 cms de profundidad, y se observó que la capa de suelo culturalmente positiva era 
negra y bastante suelta. Este lugar se denominó sitio 11 y comprende las recolecciones 
20, 21, 22, 23 y 29. 
Siguiendo la carretera, comienza un descenso bien marcado hacia un bosque no muy 
tupido. Se encuentra además un pequeño camino que bordea la parte superior de éste 
donde se recolectaron numerosos fragmentos. Luego, se fue bajando por el bosque 
recorriendo toda el área y recolectando los fragmentos que se encontraban en superficie, 
probablemente rodados de las partes más altas de las colinas. Como en el resto de los 
lugares, acá se recogió una buena cantidad de material; esta zona se marcó como sitio 12 
e incluye las recolecciones 24, 25 y 33. 
Luego de que se termina el bosque se llega a un pequeño plano donde se encuentran 
varios caminos que van en distintas direcciones. En esta área aproximada de 30 X 20 
mts., se localiza el sitio 13 conformado por la recolección 26. Allí, se recolectó material 
cerámico del perfil derecho de la vía a San Jorge, que tenía aproximadamente 1.50 mts. 
de alto. Se observó abundante material en la carretera (probablemente acumulado luego 
de rodar por la pendiente del bosque) y a lo largo de todo el perfil del camino. Los 
 27
materiales recolectados estaban en muy buen estado y en relación a lo obtenido, eran de 
mayor tamaño. 
Siguiendo el camino, aún observando el abundante material en el perfil derecho y el 
borde de la carretera, se llegó a un pequeño plano en el que el camino separa dos perfiles 
altos. El perfil derecho (que va cambiando de altura desde 1.5 mts. hasta 50 cms.) 
contenía abundante cerámica y a juzgar por la cantidad y la deposición de los fragmentos, 
parece ser un basurero. En total, el perfil tenía aproximadamente unos 30 metros de largo 
y por todo este se encontraron muchísimos fragmentos cerámicos. A pesar de que una 
de sus esquinas fue cortada recientemente en la búsqueda de marmita y debido a 
trabajos relacionados con la mina, resulta impresionante ver tal cantidad de fragmentos 
apiñados en una sola pared. Debido a su densidad, y a su gran tamaño, se prefirió la 
recolección de los bordes y los tiestos grandes. Este lugar denominado sitio 14 
compuesto por la recolección 27, coincide con el plano y el perfil del sitio “Zipaquirá V” 
ilustrado por Cardale (1981) (Foto 2). 
De nuevo en una zona más plana, cerca al sitio 11 en el costado occidental, se 
encontró un plano coluvial de forma redondeada en donde se realizó un pozo de sondeo 
(40 X 40 X 40cms.). En este terreno aproximadamente de 20 X 25 mts. de propiedad de 
las Salinas, se recogió una buena cantidad de cerámica particularmente en una capa de 
suelo pardo oscuro de unos 10 cms. de espesor. Esta zona se marcó como sitio 15, 
recolección 30. Siguiendo hacia al occidente, se localizó el sitio 16 que comprende la 
recolección 31. Allí se recogió material cerámico en superficie especialmente en una 
pequeña ladera poco empinada. El sitio tiene una forma ovalada aunque está intervenido 
por la construcción de una vivienda y de muros de separación. 
Por último, se localizó el sitio 17 que contiene la recolección 32. Siguiendo unos 200 
mts. por la carretera que entra al potrero se observa una casa abandonada en frente a un 
antiguo pozo de minería. Allí se encuentra un gran árbol donde se observa un perfil de 
unos 70 cms. de alto compuesto por tierra muy erosionada y seca. En este lugar se 
recolectaron algunos fragmentos aunque no muy abundantes ni en buen estado. 
Cabe añadir que Cardale (1981) ilustra abundantes fragmentos en su publicación. Sin 
embargo, éstos no se tomaron en cuenta en este trabajo porque podían ser los mismos 
que los que ya se habían dibujado y contado en la colección del ICANH. Ya que ésta era 
bastante grande, habían demasiados fragmentos como para poderlos comparar con todos 
los mostrados en el libro, y así distinguir cuáles ya habían sido estudiados con 
 28
anterioridad. Aunque se reconoce que los dibujos y fotos hubiesen podido ampliar aún 
más la muestra (en número y variedad decorativa), no resultaba conveniente ni confiable 
hacerlo. 
 
3. Duitama 
El tercer sitio considerado para el estudio fue Duitama. A diferencia de los dos 
anteriores, respecto a este lugar existe poca bibliografía. Sin embargo allí han trabajado 
investigadores cuyos escritos no se han publicado, y se conocía con antelación la 
existencia de una colección muy grande de cerámica Herrera con decoraciones llamativas 
y diferentes. Además, debido a obras de infraestructura realizadas recientemente 
(especialmente la ampliación de la carretera principal), se han venido reportando sitios 
con cerámica Herrera por todos los alrededores de este municipio. 
Por tales razones, se decidió contactar al profesor Virgilio Becerra de la Universidad 
Nacional, quien ha trabajado y conoce a profundidad la región, y actualmente coordina un 
proyecto de saneamiento arqueológico en varios sitios de Duitama. Gracias a su 
colaboración, se pudo estudiar la colección cerámica que él había obtenido con 
anterioridad en este municipio (Mapa 6) que contaba con 831 fragmentos de los cuales 
308 estaban decorados. En la actualidad dicha muestra está distribuida entre algunos 
estudiantes que están realizando monografías de grado en arqueología, pero la gran 
mayoría se encuentra en las instalaciones de La Universidad Nacional. 
La cerámica analizada en el presente trabajo fue aquella recolectada por Virgilio 
Becerra y un grupo de estudiantes de la clase “Laboratorio de Investigación de 
Arqueología” durante el año 2002. Como parte de las actividades de campo de este curso, 
Becerra y sus estudiantes, condujeron un sondeo y una pequeña excavación en los 
predios del Centro Demostrativo Kasurgata Regional en Duitama. Se escogió ese sitio 
porque Becerra sabía que en esa zona se encontraba abundante material cerámico muy 
similar al Herrera reportado en Cundinamarca. Durante largos periodos de tiempo, 
Becerra había realizado numerosos recorridos en la zona, y conocía los frecuentes 
hallazgos hechos durante labores de rescate. Además, los habitantes de la región habían 
alertado acerca de la existencia de material arqueológico, y por petición de los 
pobladores, Becerra y sus alumnos accedieron a trabajar en el lugar. 
Así, en este sitio se realizaron una serie de sondeos pequeños y alrededor de aquellos 
donde se recuperó más material se excavó una cuadrícula de 2x2 mts. Lamentablemente 
 29
a pesar de la calidad de la muestra, en la actualidad no se cuenta con dataciones 
absolutas. No se tiene información de fechas radiocarbónicas en el lugar y su asociación 
con el periodo Herrera proviene básicamente del detallado análisis de la cerámica. 
Luego de haber estudiado esta colección, y aunque se tenía un buen número de 
fragmentos en la muestra, aún se quería ver si se podía contar con más diseños 
decorativos. Así, como parte del trabajo de rescate que se estaba realizando en la zona, 
se logró coordinar la limpieza de un perfil de un caño donde se había reportado cerámica 
Herreracon anterioridad. Así, se realizaron 9 recolecciones localizadas en un solo sitio 
entre la vía a Sogamoso y el camino de entrada a la vereda El Chorrito (Mapas 5 y 7). De 
allí, se estudiaron cerca de 660 fragmentos y se dibujaron para su posterior análisis los 80 
que tenían decoración. 
Durante el mes de septiembre de 2003, Becerra se encontraba realizando una tarea 
de saneamiento arqueológico como parte de un trabajo de infraestructura planeado en la 
zona. Luego de una serie de sondeos en busca de material arqueológico, Becerra ubicó el 
sector de un caño donde se encontraba abundante material que debía ser recolectado 
antes de iniciarse la ampliación y el paso de la nueva carretera. Así, gracias a su 
información y colaboración, se comenzó un breve trabajo de campo que pretendía recoger 
todo el material cerámico que en el sitio mencionado se pudiese encontrar. 
 De esta manera, el trabajo se concentró en la pared sur de un caño de aprox. 8 x 
4.5 mts. de ancho, que cortaba diagonalmente una porción de un pequeño predio ubicado 
entre la carretera a Sogamoso y el camino de entrada a la vereda El Chorrito. En esa 
zona ya se habían realizado dos pequeños pozos de sondeo con anterioridad, pero se 
había recuperado muy poco material. Sin embargo, Becerra creía que la cerámica se 
encontraba a una mayor profundidad de la alcanzada en los pozos y a eso se debía su 
escasez. El área aproximada de todo el terreno que se denominó como sitio 19, era de 
aproximadamente 250 x 150 mts. y allí se ubicaron las recolecciones numeradas 37, 38, 
39, 40, 41, 42, 43, 44 y 45. En la actualidad el predio es propiedad de Susana Puerto y se 
puede entrar con facilidad por la zona que se ubica en frente a la estación de bombeo del 
río Chicamocha (Foto 3). 
 El sitio 19 hace parte de un plano aluvial que se encuentra unos centímetros más 
abajo del nivel actual de la carretera. Allí, se ubica un caño recientemente dragado donde 
corren aguas negras y abundantes desperdicios de toda clase. A lado y lado de éste se 
ha depositado la tierra removida del fondo, y por eso se encuentra entre 50 y 60 cms. de 
 30
suelo alterado en los dos bordes del canal. Sin embargo, debajo de la tierra removida 
aparece el suelo original donde se ubicó el estrato cultural de textura arenosa, color pardo 
con inclusiones blancas y rojas, repleto de cerámica (Foto 4). Dichos fragmentos se 
encontraron en posición horizontal, por lo general asociados a concentraciones pequeñas 
de carbón vegetal en capas de suelo que no superaban los 30 cms. de espesor. 
En la pared sur se decidió limpiar tres perfiles que se excavaron formando 
pequeños escalones de aprox. 10 cms, cada uno. Se fueron bajando y raspando hasta 
llegar al punto donde no se encontraba más material cerámico hacia abajo ni hacia 
adentro de la pared. Los tres perfiles fueron aproximadamente de 2x1 mts. (Figuras 19, 
20 y 21) y fue en estos donde se encontró la mayoría del material. Sin embargo, al ver la 
cantidad de cerámica que provenía de un estrato bastante compactado y bien delimitado, 
se intentó buscar la extensión de la capa cultural a lo largo de todo el caño. Por esto, se 
realizaron limpiezas de perfiles más pequeños cada metro por toda la pared sur del canal. 
No obstante, aunque se hicieron a la misma profundidad y altura de los tres primeros, se 
recuperó muy poco material. 
Fuera del trabajo realizado en el caño se realizó un sondeo por todo el predio tratando 
de encontrar los límites de la ocupación cultural. Teniendo en cuenta el resultado de los 
pozos hechos con anterioridad en el lugar, la profundidad de los depósitos culturales 
encontrados en el perfil, y la virtual inexistencia de cerámica en superficie, se realizaron 
pruebas de pala de 50x50x100 cms. de profundidad. Sin embargo a pesar de recorrer 
todo el potrero solo fueron positivos 6 pozos, 4 ubicados al occidente del caño, y dos al 
oriente hacia un pequeño cultivo de maíz. 
Aparte del material cerámico obtenido, en uno de los perfiles fue posible recuperar una 
buena muestra de carbón claramente asociada con la cerámica. Dicha muestra se le 
entregó a Becerra quien se encargó de mandarla a limpiar y analizar para obtener una 
fecha. Lamentablemente aún no se tienen los resultados de este estudio, aunque se 
espera contar con ellos en poco tiempo. 
 
4. Tunja 
El cuarto sitio de donde se obtuvo cerámica fue Tunja. A partir de la información 
proporcionada por Castillo (1984), se conocía que en esta zona, particularmente en los 
predios de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, se encontraba 
abundante cerámica Herrera. Por lo tanto, a pesar de contar con numerosos dibujos y 
 31
fotos en la bibliografía, se decidió ir a la UPTC para observar personalmente la colección. 
No obstante, a pesar de los esfuerzos del laboratorio de arqueología de la UPTC, la 
colección original no se pudo encontrar y el material excavado por Castillo a principios de 
los ochenta no se logró localizar. 
Sin embargo, precisamente a comienzos del 2003, alrededor de abril, durante 
obras de infraestructura de la universidad se encontró una densa acumulación de 
cerámica y los entierros de algunos individuos en las áreas que iban a ser intervenidas. 
Además el laboratorio contaba con colecciones cerámicas similares que se habían 
encontrado durante todo ese año, muchas de las cuales estaban exhibidas en el museo 
arqueológico de la UPTC. Por lo tanto, gracias a la colaboración de Carmen Liria Prieto -
coordinadora encargada del laboratorio- se accedió a estudiar dicha colección donde 
había registro de cerámica Herrera (Mapa 8). Así, se pudieron estudiar más de 1500 
fragmentos de los que se dibujaron los 224 que estaban decorados. La cerámica utilizada 
en este trabajo proviene de lo que se denominó como zanja 1 entierro 2, que fue 
excavado por estudiantes y funcionarios de la universidad. Allí se realizó la limpieza del 
sitio donde se ubicaron las tumbas y se llevó a cabo la recolección superficial del material 
cerámico observado. Actualmente dicho material se encuentra en proceso de análisis y 
clasificación. 
No obstante, conociendo la gran cantidad de ejemplares decorados que estaban 
ilustrados y fotografiados en el libro de Castillo (1984), aún se pretendía ver si había 
forma de estudiarlos para aumentar el tamaño de la muestra. Por eso, se ubicó a la 
investigadora para saber si se podía recolectar la información necesaria. 
Afortunadamente, todos los fragmentos que estaban decorados, aparecían dibujados o 
fotografiados en el libro Arqueología de Tunja (Castillo 2003, c.p.). Ya que la decoración 
también había sido de interés para la investigación de Castillo (1984), todo lo decorado 
estaba en su publicación y por lo tanto se podía utilizar. Por esto, a partir del material 
reportado de sus excavaciones (Mapa 8), se pudieron estudiar y dibujar un total de 201 
fragmentos cerámicos decorados. 
Dicho material proviene del trabajo de campo llevado a cabo en Tunja, particularmente 
en los predios de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, entre 1980 y 
1982. De acuerdo con Castillo (1984), luego del trabajo de Hernández de Alba (1937) 
realizado en Tunja donde se había planteado la posibilidad de que las estructuras líticas 
excavadas por él hubiesen sido construidas por un pueblo anterior al muisca, esta región 
 32
comenzó a interesarle. Conociendo la presencia de “los vestigios anteriores en una zona 
considerada como uno de los más importantes asentamientos de los muiscas, unido al 
hallazgo de algunos fragmentos de cerámica que diferían claramente de la alfarería 
conocida como muisca” (Castillo, 1984:10), la investigadora comenzó la búsqueda del 
asentamiento postulado por Hernández de Alba. 
Así decidió realizar una investigación arqueológica en Tunja que se desarrolló en dos 
etapas. En la primera, entre 1980 y 1981, se excavó el sitio “Tunja IV”, y graciasmaterial 
allí recolectado se realizó un primer acercamiento a la definición de tipologías cerámicas, 
a la comprensión de las prácticas funerarias y la disposición de las viviendas. Además del 
análisis del material, se revisaron algunas crónicas de la conquista, lo que le permitió 
postular para esta zona la posible existencia de un asentamiento anterior al muisca. 
Durante la segunda etapa, entre 1981 y 1982, la investigadora se concentró en la 
búsqueda de evidencias arqueológicas más antiguas, y en el reconocimiento y muestreo 
de todas las zonas que la etapa anterior no había cubierto. Además, buscó establecer 
cronologías absolutas y relativas para toda la región (Castillo, 1984: 16). 
 Al igual que muchas de las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en el 
Altiplano en esta época, el reconocimiento no fue sistemático y dependió en gran parte de 
los hallazgos accidentales encontrados debido al proceso de urbanización de la ciudad. 
En total, se ubicaron cuatro zonas con evidencia arqueológica, dos de las cuales 
presentaron problemas por estar totalmente urbanizadas. La primera zona comprendió los 
terrenos adscritos y aledaños a la UPTC, sobre una banda aproximadamente de 800 
metros de largo por 300 metros de ancho. Allí se ubicaron gran parte de las estructuras 
líticas excavadas por Hernández de Alba en 1937 como el llamado “Templo de 
Goranchacha” y el “Pozo de Donato”. En esta zona se excavaron cinco pozos y veinte 
sondeos de 50x50 cms. que permitieron llevar un control de la densidad y distribución del 
material. Además se realizó la excavación de 72 mts² del sitio “Tunja IV”, que hacía parte 
de la primera etapa de la investigación (Castillo, 1984: 24). 
 Adicionalmente, se realizó otro corte de 3 metros de largo por 1 de ancho, a unos 
12 metros al oeste de las columnas, denominado “Tunja V”. Aunque allí se recolectó 
material que parecía diferir mucho del denominado muisca, el suelo estaba muy removido 
y había sido recientemente alterado por obras de infraestructura de la universidad. Así 
que, a unos 7 metros al norte de las columnas se realizó otro corte denominado “Tunja VI” 
de 3 metros de largo por 1 de ancho donde se encontró abundante cerámica incisa 
 33
asociada a carbón y hueso datados 690 ± 120 d.C. A partir de este hallazgo, Castillo 
(1984) concentró sus esfuerzos en buscar las áreas de distribución de esta cerámica. 
Lamentablemente para los propósitos de este trabajo, Castillo (1984) no especifica si la 
fecha obtenida se asocia con algún tipo de cerámica decorada. Solo se hace referencia al 
tipo cerámico (MRI, MRT) que se relaciona con las concentraciones de carbón y hueso, 
por eso no se pueden establecer si existen decoraciones particulares asociadas a una 
fecha particular; información que resultaría muy valiosa en esta investigación. 
 Fuera de estos cortes, también se realizaron dos más de dimensiones similares 
denominados como “Tunja VII” y “Tunja IX”. El primero de ellos, por ser el más profundo y 
tener la estratigrafía más clara, se convirtió en el sitio más importante para estudiar la 
secuencia cultural de la zona. El segundo, se realizó posteriormente para conseguir más 
material y controlar la secuencia estratigráfica del primero. A continuación, se realizó el 
último sondeo de la zona 1 denominado como “Tunja VIII”, donde se recogió el material 
de superficie y se realizó una excavación de 1.5 metros de ancho por lo mismo de largo 
(Castillo, 1984:27-29). 
 Luego de concluidas las investigaciones en la zona 1 se inspeccionó la zona 2 que 
ya para esa época estaba totalmente urbanizada. Así, aunque Castillo (1984) tenía 
conocimiento del hallazgo de algunas tumbas, al no poder realizar pozos de sondeo sólo 
recogió una pequeña muestra superficial. Al igual que la zona 2, la zona 3 de interés 
arqueológico se encontraba urbanizada. Por tal razón, Castillo (1984) sólo recolectó 
muestras superficiales de terrenos aledaños y observó algunas muestras de fragmentos 
que los habitantes le otorgaron. Por último, en la zona 4, al noreste de Tunja sobre una 
terraza natural de las colinas se realizó una recolección superficial sin mayores 
resultados. 
 
5. Madrid 
El quinto sitio utilizado para obtener cerámica fue Madrid. Este había sido 
reportado por Broadbent (1971) bajo el nombre MAD-2, y de allí se había obtenido una 
cantidad importante de fragmentos. Sin embargo, no existía ninguna colección con este 
material, y los dueños de los predios donde se localizaba la referencia de Broadbent 
(1971) negaron el permiso para realizar sondeos. Sin embargo, conociendo la existencia 
de abundante cerámica Herrera en Madrid, se decidió buscar otra forma de acceder al 
material de este sitio. 
 34
Se sabía con antelación que en el casco urbano de Madrid se había localizado un 
sitio (Mapa 9) donde apareció gran cantidad de cerámica Herrera. Por lo tanto, se 
contactó al equipo de excavación de la Universidad Nacional dirigido por Arturo 
Cinfuentes que coordinaba las labores en ese lugar. A pesar de que la clasificación y el 
análisis del material aún estaban en curso, los investigadores permitieron estudiar una 
porción de la muestra. Así, aunque no se pudo acceder a su totalidad, gracias a la 
colaboración de Arturo Cinfuentes y sus ayudantes, fue posible analizar y dibujar 167 
fragmentos cerámicos decorados. 
De acuerdo con Cinfuentes, durante el año 2003, cerca de la plaza central de 
Madrid se estaba realizando la excavación de un terreno donde sería construida una 
pequeña urbanización. Durante los trabajos se encontraron algunos huesos humanos, y 
creyendo que se trataba de un homicidio el ingeniero a cargo contactó a la fiscalía. Luego 
del análisis pertinente, se determinó que eran restos arqueológicos y por eso llamaron a 
un grupo de investigadores de la Universidad Nacional para que hicieran el debido 
levantamiento de la zona. 
Arturo Cinfuentes con su equipo de estudiantes y profesores de la Universidad 
Nacional comenzaron las labores de rescate en el predio. Luego de excavar varios pozos 
encontraron evidencia de numerosos entierros humanos, restos de animales, y suelos 
antrópicos. Así, fueron ampliando los pozos de mayor interés, convirtiendo los pequeños 
sondeos en grandes cortes que seguían los rasgos encontrados en cada uno. El material 
utilizado en el presente trabajo proviene de lo que denominaron corte 0, excavado en una 
cuadrícula de 3x2 metros hasta una profundidad aproximada de 130 cms. Fuera de la 
cerámica, se encontraron los restos de dos individuos, algunos artefactos líticos y 
abundantes huesos de animales como curies y venados. 
De acuerdo con Cinfuentes (2004, c.p.), casi la totalidad del material cerámico 
encontrado pertenece al periodo Herrera, y es muy similar a los tipos de Mosquera 
identificados por Broadbent (1971). Además, al encontrarse algunas acumulaciones de 
carbón y hueso, fue posible recolectar muestras para fechar. Sin embargo, aún no se 
tienen los resultados de las dataciones. 
 
6. Pubenza 
El sexto sitio que hace parte de la muestra es Pubenza. A diferencia de Duitama, 
por ejemplo, este sitio cuenta con bibliografía muy específica del lugar y el material 
 35
encontrado (Mapa 10), aunque la colección existente es muy reducida. Teniendo en 
cuenta la información proporcionada por Cardale (1976), se decidió analizar la colección 
encontrada en el Instituto Colombiano de Antropología e Historia, que es una pequeña 
porción de lo obtenido durante su trabajo de campo durante la década del 70. 
De acuerdo con Cardale (1976), el sitio de Pubenza fue elegido para realizar 
investigaciones arqueológicas luego de una corta visita que la investigadora realizó a la 
zona entre Girardot y Tocaima en junio de 1973 en compañía de Gonzalo Correal y Eva 
Hooykas. Allí, Cardale recorrió un sitio arqueológico relativamente extenso ubicado en la 
serranía denominada “Cordillera de Alonso Vera”. Para

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