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DECORACIÓN, CRONOLOGIA Y TERRITORIO: UN ESTUDIO COMPARATIVO DE LA CERÁMICA HERRERA DEL ALTIPLANO CUNDIBOYACENSE PRESENTADO POR: María Fernanda Escallón Maestría en Antropología, Programa de Arqueología Universidad de Los Andes DIRECTOR: Carl Henrik Langebaek Julio de 2004 Bogotá, D.C. 2 INDICE GENERAL I. Presentación 7 II. Antecedentes 8 III. Marco Teórico 11 IV. Objetivos e Hipótesis 16 V. Metodología 17 A. Selección de las muestras 17 B. Recolección de las muestras en cada sitio 18 1. Mosquera 19 2. Zipaquirá 24 3. Duitama 28 4. Tunja 30 5. Madrid 33 6. Pubenza 34 7. Iza 36 C. Análisis de las muestras 38 VI. Análisis de la Información 41 A. Resultados de las gráficas de características 41 1. Impresiones 41 2. Baño/Engobe 44 3. Aplicaciones 46 4. Ungulado 47 5. Incisión 48 6. Pintura Negra 50 7. Perforado 51 8. Pintura Blanca 52 9. Pintura Naranja 53 3 10. Pintura Rosada 54 11. Hachurado 54 12. Protuberancia Modelada 55 13. Pintura Roja 57 14. Canal 58 15. Muescas 60 16. Escobillado 61 17. Punteado 63 B. Resultados Comparativos: Gráficas de Características 64 1. Colecciones diferentes del resto 65 2. Diferencias intrasitio entre colecciones 70 3. Colecciones similares entre sí 72 4. Frecuencia de aparición de las características decorativas 73 C. Resultados Comparativos: Gráficas de Colecciones 78 1. Características menos asociadas 81 2. Grupos recurrentes de características asociadas 81 3. Similitudes entre colecciones del sur 82 4. Similitudes entre colecciones del norte 84 5. Similitudes entre colecciones con fechas tempranas 86 6. Similitudes entre colecciones con fechas tardías 86 VII. Consideraciones Finales 88 VIII. Bibliografía 94 INDICE DE MAPAS 1. Mosquera I (Sylvia Broadbent) 2. Mosquera II (colección propia) 3. Zipaquirá I (Marianne Cardale) 4 4. Zipaquirá II (colección propia) 5. Duitama I (colección propia) 6. Duitama II (Virgilio Becerra) 7. Duitama I y II (propia y Virgilio Becerra) 8. Tunja I y II ( Neyla Castillo y UPTC) 9. Madrid (Arturo Cinfuentes) 10. Pubenza ( Marianne Cardale) 11. Iza ( Franz Flórez y Carl Langebaek) 12. Altiplano Cundiboyacense INDICE DE FIGURAS 1. Descripción de muestras 2. Características agrupadas 3. Total de características por colección 4. Totales porcentuales características por colección 5. Porcentajes, errores y desviaciones estándar de las características por colección 6. Datos extremos 7. Conjuntos de colecciones al 1% 8. Conteo de similitud de colecciones 9. Resumen de conteo de similitud de colecciones 10. Promedios de aparición de las características 11. Conjuntos de características al 1% 12. Conteo de similitud de características 13. Resumen de conteo de similitud de características 14. Diseños exclusivos del sur 15. Diseños exclusivos del norte 16. Diseños exclusivos del centro 17. Diseños exclusivos de colecciones con fechas tardías 18. Proporciones de pintura v.s incisión 19. Duitama perfil 1 20. Duitama perfil 2 21. Duitama perfil 3 5 22. Fichas de recolección y de sitio 23. Impresiones 24. Baño/engobe 25. Aplicaciones 26. Ungulado 27. Incisión 28. Pintura Negra 29. Perforado 30. Pintura Blanca 31. Pintura Naranja 32. Pintura Rosada 33. Hachurado 34. Protuberancia Modelada 35. Pintura Roja 36. Canal 37. Muescas 38. Escobillado 39. Punteado 40. Pintura v.s incisión 41. Pintura v.s incisión en orden geográfico 42. Decorado v.s total de fragmentos 43. Decorado v.s total de fragmentos en orden geográfico 44. Colección de Madrid (Arturo Cinfuentes) 45. Colección de Mosquera I (Sylvia Broadbent) 46. Colección de Mosquera II (propia) 47. Colección de Duitama I (propia) 48. Colección de Duitama II (Virgilio Becerra) 49. Colección de Zipaquirá I (Marianne Cardale) 50. Colección de Zipaquirá II (propia) 51. Colección de Pubenza ( Marianne Cardale) 52. Colección de Iza (Franz Flórez y Carl Langebaek) 53. Colección de Tunja I (Neyla Castillo) 54. Colección de Tunja II (UPTC) 6 55. Diseños exclusivos de Mosquera I y II (Sylvia Broadbent y propia) 56. Diseños exclusivos de Mosquera I (Sylvia Broadbent) 57. Diseños exclusivos de Mosquera II (propia) 58. Diseños exclusivos de Pubenza (Marianne Cardale) 59. Diseños exclusivos de Tunja I y II (Neyla Castillo y UPTC) 60. Diseños exclusivos de Tunja I (Neyla Castillo) 61. Diseños exclusivos de Duitama I y II (propia y Virgilio Becerra) 62. Diseños exclusivos de Zipaquirá I y II (Marianne Cardale y propia) 63. Diseños incisos en líneas horizontales y verticales, curvas y rectas 64. Diseños incisos con impresiones circulares y ovaladas 65. Diseños incisos en líneas onduladas, diagonales, horizontales y verticales 66. Diseños incisos con impresiones triangulares y en triángulos 67. Diseños con muescas y ungulado 68. Diseños con distintos tipos de impresiones 69. Diseños incisos en rombos con impresiones y líneas diagonales paralelas 70. Diseños incisos en líneas paralelas y curvas 71. Diseños punteados 72. Diseños punteados 73. Diseños con distintas impresiones y perforado 74. Diseño inciso en cuadrado con líneas diagonales 75. Diseños incisos en V y en zigzag 76. Diseños en canal y en diagonales formando triángulos 77. Diseños de aplicación en botón 78. Diseños ungulado y aplicación con impresiones circulares 79. Diseños con impresiones infrecuentes y pintura roja en “serpentina” INDICE DE FOTOS 1. Panorámica de los alrededores de la Vereda Pueblo Viejo 2. Zipaquirá Perfil Sitio 14 3. Duitama Panorámica Sitio 19 4. Duitama Panorámica Perfil del Caño Excavado 5. Mosquera Panorámica Hacienda Vista Hermosa y Laguna de La Herrera 6. Mosquera Panorámica Sitio 8 7 I. PRESENTACIÓN En los últimos años se ha intensificado la investigación sobre el periodo Herrera, equivalente al Formativo en el Altiplano Cundiboyacense. Estudios regionales y de sitio han logrado dar una idea acerca de su organización social y política, así como de sus actividades económicas. Sin embargo, el análisis de la alfarería Herrera ha seguido líneas tradicionales; en la gran mayoría de las investigaciones, la cerámica de este periodo ha sido utilizada fundamentalmente como marcador cultural y cronológico. En efecto, se ha asumido que existe un conjunto de rasgos relacionado con la ocupación Herrera que se distingue claramente de lo caracterizado como muisca (Cardale, 1987). Algunos estudios más recientes han analizado aspectos relativos a la forma y función de la alfarería Herrera (Langebaek, 1995). No obstante, faltan investigaciones orientadas a explorar su variabilidad y significado. Si bien dicha diversidad ha sido explícitamente aceptada, se asume que se relaciona únicamente con aspectos cronológicos. Así, el análisis de la cerámica Herrera sigue tomando como punto de partida a un conjunto relativamente indiferenciado de hallazgos. En este orden de ideas, la presente investigación busca identificar los aspectos en los cuales se asemejan o diferencian algunas colecciones de cerámica Herrera, particularmente en lo que corresponde a rasgos decorativos. Se analiza la distribución de las similitudes y diferencias decorativas de los distintos sitios investigados, con el fin de evaluar si a partir de ella es posible identificar variaciones regionales o locales, así como contrastes que se puedan atribuir a factores cronológicos. Se decidió considerar sólo a ladecoración porque a diferencia de la forma o la tecnología cerámica, éste es un atributo que se puede relacionar más fácilmente con la transmisión de información. Además, la gran variabilidad decorativa de la alfarería de este periodo, recurrentemente mencionada en la bibliografía, permite desarrollar adecuadamente el tipo de objetivos que la presente investigación pretende. El trabajo se basa en el análisis estadístico de la distribución de diseños en las colecciones disponibles, que provienen de sitios excavados a lo largo de los últimos años. En particular, se propone que la alfarería Herrera conforma un conjunto relativamente diverso, en el cual las diferencias decorativas no parecen corresponder con aspectos cronológicos ni espaciales. En cambio, dicha diversidad se relaciona con variaciones a una escala mucho más pequeña. Así, parece ser que los grupos de este periodo identificaban sitios específicos y marcaban diferencias entre sectores de un 8 mismo lugar. Se propone que este patrón coincide con los resultados de los estudios regionales que sugieren que durante este periodo no se habían conformado grandes unidades políticas a nivel regional. Además concuerdan con las conclusiones de las investigaciones de sitio, que dan cuenta del desarrollo de diferencias sociales en cada lugar. De esta manera, se pretende complementar y enriquecer las conclusiones acerca del periodo Herrera derivadas de otras investigaciones, y refinar el grado de detalle con que dicha ocupación ha sido interpretada. II. ANTECEDENTES Desde hace por lo menos tres siglos el desarrollo de los grupos prehispánicos en el Altiplano ha interesado a numerosos investigadores. Basados en las crónicas españolas como principal fuente de información, ya desde siglo XIX comenzaban a preguntarse por la organización social y política de los muiscas que encontraron los españoles (Langebaek, 1995:2). Los pocos trabajos que hacían referencia al registro material no sobrepasaban la descripción de los objetos cerámicos y las piezas de oro, sin vincularlos claramente con la interpretación. Las escasas excavaciones realizadas, (p.e. Hernández de Alba, 1945) tuvieron como objetivo ubicar lugares ceremoniales descritos por los cronistas, o encontrar aquellos artefactos idóneos para establecer nexos culturales o tecnológicos con México o Perú (Langebaek, 1995: 2). La cultura material -sin la ayuda de las crónicas- aún no se consideraba como un medio apropiado para interpretar las sociedades prehispánicas. A mediados del siglo XX, se comenzó a usar la arqueología como herramienta clave para conocer el pasado en el Altiplano (Broadbent, 1965, 1970). Después de algunos intentos infructuosos (Haury y Cubillos, 1953), a comienzos de los setenta, Broadbent (1971) elaboró una clasificación cerámica con el propósito de organizar una secuencia cronológica alternativa para la región. A pesar de que Broadbent (1971) no contó con excavaciones que le proporcionaran una estratigrafía clara, por medio de la seriación del material encontrado en sitios alrededor de la Laguna de la Herrera, logró concluir que la ocupación de grupos alfareros no había sido tan reciente, y quizá tampoco la única que había existido en el Altiplano. A partir de su trabajo, logró identificar tipos de 9 cerámica que tenían formas y decoraciones diferentes a las tradicionalmente conocidas como muiscas. Broadbent (1971) no sólo puso de manifiesto la existencia de un periodo anterior al muisca; además, sentó las bases para las futuras investigaciones en el Altiplano. Luego, los estudios realizados por Cardale (1981) en Nemocón y Zipaquirá, llevaron a la definición de tipos cerámicos adicionales a los identificados por Broadbent que también se diferenciaban de la alfarería muisca. Además, algunos estudios llevados a cabo en otras áreas del Altiplano (Langebaek, 1986; Castillo, 1984; Botiva, 1989) hicieron mejor conocida la distribución regional de tipos cerámicos, y confirmaron que en efecto la cerámica Herrera correspondía a un periodo cronológico anterior al de los materiales asignados a la ocupación muisca. El Herrera se definió como el periodo más temprano de grupos alfareros en el Altiplano. Hoy en día se le ubica entre el 400 a.C. y el 800 o 1000 d.C. Aunque se conocen fechas más antiguas, que oscilan entre el 1300 a.C. y el 500 a.C. para el inicio de dicho periodo, parece preferible rechazarlas (Langebaek, 2001: 13). Recientemente, las investigaciones realizadas por Cardale (1987), Boada (1999), Salamanca (2001) Hernández (2002) y Romano (2003) sugieren que la ocupación se podría dividir en Herrera Temprano y Herrera Tardío. Tentativamente, el Herrera Temprano comprendería el lapso de tiempo entre el 400 a.C. hasta el 700 d.C., y el Herrera Tardío, los últimos trescientos años del periodo, es decir, hasta el 1000 d.C. (Langebaek, 2001:14). Sin embargo, no existe información que identifique qué material cerámico corresponde a cada una de estas subdivisiones. Ni los estudios de Boada ni los de Cardale, cuentan con fechas de C-14 que se relacionen claramente con un material Herrera diferente al que se podría denominar como “temprano”. Asimismo, el sitio excavado por Salamanca se considera tardío porque tiene fechas recientes, pero no porque se identifique un material Herrera distinto que se pueda asignar a una fase particular del periodo. Por lo tanto, por ahora no existe claridad respecto a si los sitios Herrera Tardío corresponden a contextos donde la cerámica es realmente diferente. Aparte de la información que proviene del estudio de la explotación de sal en la sabana de Bogotá (Cardale, 1981), los análisis de polen han confirmado el cultivo de maíz en las poblaciones Herrera para el año 150 d.C. Se ha determinado que los grupos Herrera combinaban estrategias de recolección con tempranos cultivos de maíz, practicaban actividades de caza y extraían sal de las fuentes de agua salada (Cardale, 10 1981). Además, se encuentran restos de animales de caza consumidos abundantemente por la población tales como el venado y el curí, y menores proporciones, de venado pequeño, conejo, ratón, armadillo y pecarí entre otros (Ardila, 1984; Cardale, 1981; Correal y Van der Hammen, 1977; Correal y Pinto, 1983). Según Peña (1991:15), en la actualidad se han reconocido elementos característicos del periodo Herrera en distintos sitios ubicados especialmente en los departamentos de Cundinamarca, Boyacá y Sur de Santander. En general, el área de donde proviene la evidencia cubre una distancia aproximada de 350 kms² en donde se registran variaciones altitudinales que oscilan entre los 450 y los 3350 m.s.n.m. Más de la mitad de los sitios registrados están ubicados dentro de la zona de formación vegetal de bosque seco montano bajo que cubre las frías altiplanicies andinas - como la sabana de Bogotá, Tunja, el valle de Duitama y Sogamoso, y algunas zonas del cañón del Chicamocha-. Adicionalmente, existen evidencias de cerámica Herrera en zonas de bosque seco tropical. La mayoría de los sitios Herrera reportados se encuentra en el departamento de Cundinamarca, y más de la mitad de ellos en la sabana de Bogotá y sus alrededores, especialmente concentrados en el extremo meridional. Sin embargo, en otras zonas de Cundinamarca menos conocidas, tales como la región de Sumapaz, la vertiente del río Bogotá, la hoya del río Guavío, la cuenca del río Negro Oriental y la sabana de Ubaté, se han venido reportando sitios con cerámica Herrera. En Boyacá, también se han localizado regiones tales como la vertiente de Moniquirá y la altiplanicie de Ramiriquí -entre otras- que tienen evidencias de dicha ocupación. Además, también se encuentran algunos pocos sitios reportados en el departamento de Santander, particularmente en el área de influencia de río Suárez (Peña, 1991: 15). Aún es poco lo que se sabesobre la organización política y social Herrera, no obstante se cuenta con algunos puntos de partida. Los reconocimientos sistemáticos regionales llevados a cabo en los valles de Fúquene, (Langebaek, 1995) y el Valle de Leiva (Langebaek, 2001) han permitido conocer que la población era muy reducida y que prefería ocupar las tierras más fértiles (Langebaek, 2001:15). Adicionalmente, estos estudios sugieren que no se puede hablar de jerarquías de asentamiento a nivel regional. Sin embargo, los resultados de las excavaciones realizadas en El Venado, proponen la existencia de patrones de desigualdad entre aldeas Herrera (Boada, 1999; Kruschek, 2001). De acuerdo con Boada (1999), y Kruschek (2001) la distribución desigual de 11 cerámica decorada en El Venado y Funza respectivamente, podría indicar la existencia de una diferenciación social jerárquica basada en el prestigio, al menos en la parte final del Herrera Tardío. Asimismo, investigaciones tales como la de Romano (2003) y Hernández (2002) han permitido conocer mejor las dinámicas de complejidad social que se desarrollan a pequeña escala, en particular en lo relacionado con unidades domésticas, patrones de asentamiento y producción cerámica. III. MARCO TEÓRICO La cerámica puede ser estudiada con diversos propósitos y de formas muy diferentes. En el caso concreto de esta investigación, las teorías desarrolladas alrededor del concepto de estilo (Sampson, 1988; Conkey, 1990) tienen especial pertinencia, ya que en efecto, estas permiten operacionalizar la diversidad del conjunto alfarero. En la literatura arqueológica -e incluso antropológica- dicho término ha sido usado en una infinidad de sentidos diferentes. Con todo, de acuerdo con Sackett (1977) las teorías sobre estilo giran en torno a tres premisas fundamentales. Generalmente se le define como una forma específica y característica de hacer algo, que es a su vez siempre propia de un tiempo y un espacio particular. Usualmente, además, se le ha considerado como el complemento del concepto de función, ya que ambos determinan la variabilidad existente en un artefacto. Por último, es usual aceptar que el estilo y la función dan cuenta de la variabilidad potencial que se puede encontrar en un objeto (exceptuando los cambios postdeposicionales). Las teorías desarrolladas alrededor del estilo parten de la idea de que entre la infinita gama de posibilidades, aquellos atributos estilísticos escogidos deben verse como elecciones históricamente contingentes, únicas y particulares de un entorno social. No obstante, existen tres aproximaciones distintas al respecto. En primer lugar, algunos autores definen al estilo como un atributo que se puede distinguir en la cultura material (en este caso la cerámica), y al que se le pueden adjudicar asociaciones cronológicas o espaciales particulares. Así, algunos de los trabajos típicos de este enfoque han sido todos aquellos que definen etnias, culturas o tradiciones distintas a partir de rasgos estilísticos en la cerámica, o los que interpretan las modificaciones del estilo como evidencia de diferencias cronológicas. Por otra parte, una segunda aproximación considera que el estilo es interesante y valioso de estudiar por sí mismo, ya que asume 12 que su valor estético es importante resaltar. Así algunos de los trabajos clásicos de este enfoque son los estudios iconográficos donde se exalta el arte y el simbolismo de las piezas (Sackett, 1977: 369-371). Por último se encuentra el tercer enfoque que Sackett (1977) denomina como “sociología cerámica”. Este tipo de aproximación centra sus esfuerzos en el análisis de la decoración de la alfarería -atributos estilísticos ornamentales- y en la manera como ésta sirve para dar referentes simbólicos de identificación étnica. Estudia la relación entre la cerámica y la organización social de un grupo, y en últimas defiende la idea de que las normas de elaboración de la alfarería son socialmente transmitidas. Así, aquellos que las aprenden reciben de manera simbólica una tradición de estilo cerámico decorativo particular, y quienes las estudian un acercamiento a la organización social del grupo. Además, de acuerdo con esta aproximación, el estilo es inherentemente distintivo y específico en tiempo y espacio. Podría decirse entonces que la decoración cerámica se convierte en una suerte de “iconografía étnica” (Sackett, 1977: 376-377). Fuera de las tres aproximaciones al estilo presentadas por Sackett (1977), vale la pena resaltar aquella que se ha denominado como el enfoque “comunicacional”. Básicamente éste plantea que el estilo cumple la función de transmitir información entre sujetos, es decir que se entiende como un medio de comunicación mediante el cual se definen relaciones y asociaciones entre individuos y grupos. El estilo es definido como una parte de la variabilidad formal de la cultura material que se puede relacionar con la participación de los artefactos en los procesos de intercambio de información. Algunos autores aseguran que el estilo es un concepto que se debe articular con otras variables culturales, y al que se le deben dar connotaciones funcionales o adaptativas (Wobst, 1977; Wiessner, 1983). Es necesario vincular al estilo con la vida y uso del artefacto, y con las relaciones que establece con quienes lo elaboran, usan e interpretan. En últimas se debe lograr integrar al estilo dentro de la matriz sistémica de la que hace parte, para así luego poderlo explicar (Wobst, 1977: 317-319). De acuerdo con este último enfoque, el estilo no sólo comunica un mensaje, sino que responde a una serie de reglas establecidas por la sociedad acerca de cómo tratar y decorar la cerámica. De acuerdo con Wobst (1977: 323), el estilo es un mensaje en código compartido entre un grupo particular. Éste define el comportamiento esperado entre los miembros de una misma comunidad, y hace predecibles y menos estresantes, las futuras interacciones entre los sujetos. Sin embargo, no sólo por medio del estilo se 13 regula el intercambio social y las relaciones intragrupales. De manera simultánea, la identificación de los individuos con un estilo particular, les permite definir a qué grupo pertenecen y con qué normas de comportamiento están de acuerdo. Además, aunque los estilos suelen ser inmensamente variados, puede ocurrir que ciertos diseños se estandaricen en una región. Si tal fenómeno ocurre dentro de un grupo, aparte de crear un código de mensajes internos, produce también una “zona de estilo” que contrasta con otras regiones donde se comparten diseños diferentes. De esta manera, el estilo puede servir para identificar la delimitación de territorios discretos dentro de una misma región (Wobst, 1977: 327-328). El concepto de estilo cerámico -entendido como la parte de la variabilidad formal de la cultura material que se puede relacionar con los procesos de intercambio de información- es útil tanto para interpretar patrones espaciales como para comprender estrategias sociales particulares (Hodder, 1982; Sampson, 1988; Wright, 1987; Zagarell, 1987; Hegmon, 1992). De acuerdo con estos autores, los aspectos relacionados con el estilo alfarero pueden ayudar a identificar la intensidad de la interacción entre grupos, la presencia de centros de producción/imitación de motivos, y la existencia de determinados patrones de integración. Sus estudios han puesto de manifiesto que el estilo sirve para referirse a patrones espaciales y estrategias sociales de diversos grupos, y ha sido útil para comprender aspectos culturales y políticos de los pobladores de una determinada región. Las fuentes de diversidad de la alfarería son, evidentemente, múltiples. La cerámica varía de acuerdo con transformaciones en los códigos de identidad cultural, cambios cronológicos, diferencias sociales, y respuestas específicas a demandas de función entreotras; pero en todo caso, siempre mantiene vigente su capacidad de comunicación (Hegmon, 1992; Flannery y Marcus, 1994). Muchos de los aspectos que pueden ser estudiados mediante el concepto de estilo aplicado a la cerámica Herrera, escapan por completo las posibilidades de esta investigación. El presente trabajo se limita a realizar comparaciones entre diseños decorativos de la cerámica Herrera encontrada en diversos lugares del Altiplano, con el objetivo de dar los primeros pasos hacia la comprensión de la variabilidad de la alfarería de este periodo. Un conocimiento detallado de todos los aspectos involucrados con dicha variabilidad, exigiría múltiples excavaciones y trabajos que permitieran identificar de una manera más precisa contextos de asociación y cronologías. No obstante, con la información disponible se puede avanzar en la dirección adecuada. 14 Así, aunque esta investigación propone una idea sencilla -referirse al estilo exclusivamente desde lo decorativo con el fin de estudiar la variabiliad existente en y entre los sitios seleccionados- resulta inmensamente útil para explorar las relaciones entre la alfarería y la esfera socio-espacial de los grupos del periodo Herrera. Aunque en este trabajo se acepta que la cultura material comunica, y que el estilo corresponde a una noción claramente relacionada con esa capacidad de comunicar, no se pretende explorar el significado de la cerámica Herrera. De forma mucho más modesta, se plantea la necesidad de reconocer diferencias y similitudes en los diseños decorativos de la cerámica de dicho periodo, en relación a la cronología y a su distribución entre regiones o sitios. Se busca enfatizar la importancia de este tipo de análisis y se muestra una manera de llevarlo a cabo, no para comprender lo que significan las diferencias en estilo, sino para al menos identificar la escala o escalas en las cuales la cerámica Herrera mostraba variación. Se pretende explorar su posible relación con las conclusiones obtenidas en otras investigaciones, donde se hace referencia a la organización social y política de quienes la elaboraron. Vale la pena aclarar que aunque el presente trabajo deliberadamente privilegia a la decoración para referirse al estilo cerámico, se reconoce que ésta no sólo se encuentra allí de manera exclusiva. Por el contrario, tal como lo plantea Sackett (1985) se sugiere que el estilo no sólo reside en la decoración, aunque ésta sea un buen lugar para estudiarlo. El estilo se encuentra a lo largo de toda la cadena operatoria del artefacto, y en cada una de las elecciones que hace el artesano en la realización del objeto. Aunque por lo general sólo se hace referencia a la decoración, y a pesar de que la presente investigación se limita a este campo, se reconoce que el estilo toma forma desde que comienza la concepción cultural y artesanal del artefacto, incluso antes de la elección de la materia prima para su elaboración. Al comprender que las elecciones del artesano también hacen parte de la dimensión del estilo, se plantea que éste reside en todo tipo de variación formal del artefacto y no en una sola particular, aunque sea la única que por el momento sea tomada en consideración. Tal como en la denominada “sociología cerámica”, el presente trabajo se centra en la decoración alfarera y explora las fuentes de diversidad de sus diseños decorativos. Entiéndase estos últimos como motivos plasmados en la cerámica sea por medio de la pintura, el grabado, la incisión o cualquier otra técnica, que fuera de decorar la pieza pueden servir como medios de comunicación o códigos culturales compartidos. 15 Respecto al Altiplano Cundiboyacense, no son muchos los trabajos que le sirven de antecedente a esta investigación. En la mayor parte de los casos, ha predominado la visión de que la alfarería constituye un “marcador étnico” y que los cambios representan el reemplazo de unos pueblos por otros. No obstante, en algunas investigaciones se han empezado a proponer cosas distintas. Por ejemplo, Osborn (1988) menciona que la identidad cultural de los indígenas de los Andes Orientales de Colombia se comprende a partir de límites étnicos y territoriales fluidos. La investigadora asegura que la identidad cultural se fortalece o debilita según el grado de cercanía geográfica o la distancia entre grupos. Además, comenta que los aspectos culturales de un grupo tienden a ser más parecidos a otro si son vecinos, y que las diferencias entre comunidades se incrementan con la distancia (Osborn, 1988:39). Los estudios más recientes sobre cerámica de periodos formativos en América han identificado algunos patrones comunes. En primer lugar, que la adopción de la alfarería corresponde a sociedades en las cuales se apreciaron más sus cualidades como objetos de comunicación social, que como artefactos estrictamente funcionales (Hoopes y Barnett, 1995). En general, se asume que se trata de complejos cerámicos muy conservadores, con pocas transformaciones durante cientos e incluso miles de años (Cooke, 1995). Además, en general se piensa que la cerámica de periodos formativos tiende a ser relativamente homogénea (Arnold, 1999). En la Costa Caribe colombiana, la cerámica más antigua da la impresión de ser poco variada en términos de formas (Langebaek y Dever, 2000), aunque muy diversa en diseños decorativos. Pero no esta claro el comportamiento de esas diferencias en términos regionales y de sitio. En este sentido, el mejor punto de comparación es el Formativo del Valle de Oaxaca, cuya cerámica mejor estudiada corresponde a la Fase San José datada entre el 1150 y el 800 a.C. (Flannery y Marcus, 1994). Esta cerámica formativa se caracteriza por una marcada diversidad a nivel de sitio, resultado bien de jerarquías sociales o de la presencia de grupos de descendencia identificados emblemáticamente mediante el uso de la cerámica. Adicionalmente, y en concordancia con los resultados de los estudios regionales, en el caso de Oaxaca también se identifica un marcado contraste entre aldeas y regiones, lo que sugiere el desarrollo de unidades políticas más amplias. Estas investigaciones no permiten conocer el significado específico de la alfarería, pero identifican aspectos relativos a la función y las escalas en las cuales la diversidad de 16 la cerámica operaba. Dichos trabajos tratan aspectos tales como los que esta investigación pretende ayudar a resolver. IV. OBJETIVOS E HIPÓTESIS Esta investigación pretende estudiar la variabilidad decorativa del conjunto alfarero Herrera de algunos sitios de Altiplano Cundiboyacense (Mapa 12). Más específicamente, busca comparar colecciones de cerámica Herrera (Figura 1), con el propósito de identificar diversidad en términos de motivos decorativos, en relación con su ubicación geográfica y su cronología. Además de aportar a la descripción de patrones de diversidad de dicha cerámica y su relación con las variables mencionadas, se tiene como objetivo complementar la información proporcionada por los estudios regionales y de sitio, que a su vez, permita generar un mejor conocimiento sobre un aspecto poco estudiado del periodo en cuestión. Se plantea que identificar la diversidad de la alfarería Herrera ayuda a conocer aspectos relacionados con la sociedad que la produjo. Como se observó anteriormente, las investigaciones arqueológicas han sugerido que existían diferencias sociales a nivel de sitio, pero sin la conformación de unidades políticas regionales. Lo primero se ha inferido a partir de las diferencias en el acceso a productos en sitios Herrera. Lo segundo, a partir de la ausencia de jerarquías de asentamiento. Las fuentes de diversidad de la cerámica Herrera se pueden contrastar con esta propuesta. En el Formativo de Oaxaca, donde hay diferenciación interna de sitios y conformación de unidades políticas regionales,la cerámica variaba tanto en los sitios como entre regiones. En el caso de los Andes Orientales se esperaría encontrar considerables niveles de diversidad en la cerámica en un mismo sitio, pero sin la conformación de regiones caracterizadas por cierta homogeneidad en la alfarería. 17 V. METODOLOGÍA A. Selección de las muestras ¿Por qué se escogieron estas colecciones? Con el objetivo de establecer similitudes y diferencias decorativas entre distintos sitios del Altiplano, se seleccionaron aquellas colecciones de cerámica Herrera -de excavaciones o estudios regionales- que garantizaban una cantidad de fragmentos y una variabilidad decorativa suficientes, como para realizar comparaciones estadísticamente significativas entre si. Estas a su vez, por su tamaño y variabilidad, debían aumentar la posibilidad de representar adecuadamente la población de donde se escogieron. No sobra aclarar que entre los muchos materiales arqueológicos que se pueden recolectar, en este trabajo sólo se consideraron los fragmentos cerámicos. De lejos éste es el material que mejor se conoce para el periodo y del cual (hasta la fecha) se puede inferir mayor cantidad de información. Los datos obtenidos del análisis de la cerámica sin duda son el grueso de la evidencia existente y por lo tanto, son los más adecuados para realizar un tipo de trabajo como el que se pretende. Para el periodo Herrera aún no existe información de otro material comparable en cantidad al de la cerámica; por lo tanto, ningún otro serviría por ahora para responder las preguntas que el presente trabajo plantea. Los sitios escogidos para tomar muestras fueron los que garantizaban fácil acceso y los que tenían predios disponibles para realizar sondeos o recolecciones de material. En caso contrario, debían contar con una colección cerámica organizada, lo más grande posible y sobretodo, que se pudiese estudiar. Por eso, aunque la elección de los sitios se basó en criterios que favorecían los propósitos del trabajo, sin duda alguna, razones de disponibilidad y accesibilidad de las muestras afectaron la selección. Como primera medida se propuso buscar todas las colecciones cerámicas que estuviesen disponibles al investigador, para luego evaluar cuidadosamente su condición. Después, si se necesitaba más material, se realizaron recolecciones en los sitios señalados por la bibliografía (o por el investigador en ciertos casos) para aumentar la cantidad de fragmentos disponibles para estudiar. Sin embargo, a pesar de que algunas colecciones por sí solas tenían una buena cantidad de material, siempre que fue posible se trató de recolectar otra muestra 18 en campo. Esto, con el objetivo de poder evaluar el efecto de aspectos locales en la diversidad del conjunto de cerámica. Por lo tanto, casi la totalidad de los sitios cuenta con muestras recolectadas de distintas maneras. En su mayoría tienen material obtenido en campo, fuera del analizado en las colecciones cerámicas disponibles a los investigadores. En el caso contrario, se usaron los dibujos y fotografías que aparecen en las publicaciones basadas en el estudio de las colecciones de referencia. De esta manera, se buscó la mayor cantidad de material cerámico que, a su vez, garantizara un número amplio de fragmentos decorados, más allá de aquellos seleccionados por el investigador para desarrollar sus objetivos. Además, contar con varias muestras de un mismo lugar tuvo la ventaja de que permitió estudiar la variación decorativa en los sitios y no sólo a nivel regional. Por eso, en aquellos casos donde fue posible, se analizaron las diferencias y similitudes decorativas entre muestras de un mismo lugar. Asimismo, las mejores colecciones provinieron tanto de sitios cercanos como lejanos entre sí. Por eso, también se pudo evaluar la posibilidad de que los diseños decorativos varíen con la distancia entre los lugares. Así, debe tenerse en cuenta que el material en el que se basa este trabajo viene de las mejores muestras posibles, en términos de disponibilidad. Las colecciones que usa esta investigación no hacen necesariamente la mejor selección. Pero es la mejor muestra disponible a cualquier investigador en este momento, y por eso, por ahora, resulta suficiente. B. Recolección de las muestras en cada sitio ¿Cómo se obtuvo el material de cada colección? Ya que en el presente trabajo se combinaron diferentes estrategias de recolección de muestras cerámicas y se analizaron colecciones obtenidas para otras investigaciones, es necesario referirse en detalle a la forma como se obtuvo cada muestra. Por lo tanto, en seguida se presenta la metodología y los criterios utilizados en la recolección de cerámica para cada sitio o colección (dependiendo del caso). Sea para las muestras obtenidas por otros investigadores, o para las recolectadas en el trabajo de campo propio, cada una de las once colecciones de los siete sitios cuenta con información respecto a por qué se escogió ese lugar, cuándo se recolectaron las muestras, cómo se hizo y las fechas absolutas que se tienen para el sitio. 19 Gracias a la colaboración de la Universidad de Los Andes, la Universidad Nacional, la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia sede Tunja y en especial al Instituto Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), se escogieron siete sitios diferentes para tomar las muestras. Estos fueron: Mosquera, Zipaquirá, Duitama, Tunja, Madrid, Pubenza e Iza (Mapa 12). 1. Mosquera Mosquera, se seleccionó a partir de la información proporcionada por Broadbent (1971), investigadora que reportó una gran cantidad de fragmentos con el número de variaciones decorativas suficientes, como para realizar comparaciones estadísticamente significativas. Al tener una muestra grande, que además exhibe una gran variabilidad, la probabilidad de que todos los diseños, incluso aquellos infrecuentes, sean representados es mayor. En este sitio, se combinaron dos estrategias diferentes de recolección de muestras. En primer lugar, se analizó la colección cerámica disponible en el Instituto Colombiano de Antropología e Historia donada por Broadbent en la década del setenta. A partir de ésta, se estudiaron más de 2,400 tiestos y se dibujaron los 360 que tenían decoración. Dicha colección es una fracción de lo recolectado durante el trabajo de campo realizado por la investigadora entre 1967 y 1968. Durante este tiempo, Broadbent realizó una serie de reconocimientos arqueológicos superficiales no sistemáticos en la zona de la Laguna de La Herrera al suroccidente de Bogotá (Broadbent, 1971: 174-175). Según esta investigadora, durante su trabajo de campo se exploró con el mayor grado de detenimiento posible el borde sur de la Laguna en busca de sitios arqueológicos, con el propósito de comprender los patrones de asentamiento de las poblaciones antiguas y realizar ensayos cronológicos por medio de la seriación. Recogiendo solo el material encontrado en superficie, su objetivo consistió en reportar la mayor cantidad de sitios arqueológicos posibles, considerando que en su mayoría estaban en peligro de ser destruidos por las actividades económicas y la erosión natural de la zona (Broadbent, 1971: 175). Para cada sitio hallado, Broadbent (1971) reportó los tipos encontrados con sus proporciones respectivas. Además, mencionó otros hallazgos realizados tales como huesos quemados y líticos. La investigadora hizo una detallada descripción de cada lugar: su ubicación geográfica, sus condiciones generales y la cantidad de cerámica encontrada. 20 Aparte del material recolectado en superficie, en la muestra reportada por Broadbent (1971), se incluyeron colecciones cerámicas que los campesinos, trabajadores y dueños de las fincas de la zona le entregaban, como en el caso de MSQ-8. Así, cabe resaltar que el sondeo realizadono fue sistemático y que la ubicación de los sitios no siguió un esquema predeterminado sino que cambiaba con la información que los habitantes de la zona le proporcionaban. Por último, de esta recolección no se obtuvieron fechas absolutas; la cronología propuesta por Broadbent (1971), es resultado del ejercicio de seriación. Sin embargo, a pesar de que esta colección es de un buen tamaño, en el ICANH sólo se encuentran fragmentos provenientes de uno de los sitios de Mosquera, MSQ-10. Teniendo en cuenta que se buscaba incorporar sitios cercanos entre sí, y que era posible ubicarlos en Mosquera dada la información proporcionada por Broadbent (1971), se decidió realizar sondeos y recolecciones superficiales en los demás sitios reportados que no se incluían en la colección (Mapa 1). A partir del mapa y la información dada por la investigadora, se realizaron 20 recolecciones superficiales ubicadas en 10 sitios distintos sobre el costado sur de la laguna desde los abrigos rocosos y canteras en las colinas, hasta el borde actual del agua (Mapa 2). Se ubicaron los sitios MSQ-5, MSQ-8 y MSQ-12, reportados por Broadbent (1971), en los que con pruebas superficiales se había obtenido la mayor cantidad de fragmentos Herrera. Como resultado, se recolectaron más de 600 fragmentos de los cuales 111 estaban decorados. El material recolectado se concentraba en las partes intermedias entre las cimas de las colinas y la carretera. Cerca a la Laguna se encontró poco material, incluso en los amplios terrenos removidos por cultivos recientes, ya que el nivel del agua era mucho más elevado en tiempos pasados. En Mosquera, Zipaquirá y Duitama, se utilizaron los términos de recolección y sitio para referirse a aquellas zonas donde se encontró material cerámico. El primero se refiere a la localización exacta del material, el segundo se define como una distribución relativamente continua de restos culturales en un espacio. Por lo tanto, se elaboraron las fichas respectivas para consignar la información necesaria respecto al tipo de material recolectado, a su ubicación y a las características generales de la zona (Figura 22). Además, se tomaron fotos de las regiones estudiadas, y de los sitios que proporcionaron mayor cantidad de cerámica, las cuales se anotaron en la ficha de fotografía correspondiente. 21 El primer sondeo se realizó en las canteras de Mosquera que se encuentran al sur de la Laguna de La Herrera. En la actualidad, de esta zona cubierta de arena, arcilla seca y piedras, se extrae material para mezclar con el cemento y hacer construcciones. Es un sitio muy erosionado y seco, rodeado de fábricas, que además usan el lugar como basurero y botadero de escombros. Sin embargo, a pesar de las precarias condiciones del sitio, por su extrema erosión aún es relativamente fácil observar algunos fragmentos de cerámica dispersa en superficie. Por eso, se realizó una recolección superficial de todo el lugar observando las grietas del piso, las cárcavas y las acumulaciones de barro removido donde se encontraba la mayoría del material. Se recolectó cerámica muy dispersa en cantidades moderadas, por lo general fragmentada y bastante erosionada. Este lugar, ubicado en la vereda Balsillas, se denominó sitio 1 y contiene las recolecciones numeradas 1 y 4. El segundo lugar investigado -sitio 2- fue la Hacienda Vista Hermosa, reportado por Broadbent (1971) (Foto 5). Allí se realizaron sondeos en los cuales se encontró muy poco material. Los escasos fragmentos recolectados se localizaban en el descenso desde los abrigos rocosos en la parte superior de la finca y en algunos potreros usados en la cría de ovillos donde ya no existía capa vegetal. Se realizaron cuatro pozos de sondeo (40x40x40 cms.) pero en ninguno se recuperó cerámica. Se observó que la tierra era dura y seca, de un color marrón grisáceo muy homogéneo hasta llegar al piso de roca. Se examinaron además los potreros cercanos a una plaza de toros donde Broadbent (1971) había encontrado abundante cerámica, pero de nuevo se recolectó muy poco material y de tamaño muy pequeño. Sin embargo, algunas zonas no se pudieron inspeccionar en su totalidad por haber allí ganado bravo. Los predios de esta finca llamados sitio 2 comprenden las recolecciones 2 y 3, y hacen parte de un plano coluvial de forma redondeada ubicado entre abrigos rocosos en lo alto y una barrera de cactus cerca de la carretera. El sitio 3 que contiene las recolecciones 5 y 6, esta ubicado en el sector más occidental de la Laguna y consiste en un plano aluvial de pendiente muy suave donde hay pastos. Aunque casi al nivel de la laguna, la tierra que se observa es muy seca, dura y de color ceniza oscuro. Allí se realizó una recolección superficial especialmente en las zonas erosionadas, donde se encontró muy poco material. Era tan baja su densidad, que ni siquiera se observó cerámica en los pequeños arados que se ven desde la carretera, ni 22 en las acumulaciones de tierra removida recientemente. En la actualidad, este sitio se utiliza para el pastoreo de vacas, ovejas y el cercado de marranos. En una zona más alta que el sitio anterior, particularmente ubicado en un semiplano ovalado a media ladera, se ubicó el sitio 4 que comprende las recolecciones 7 y 8. Tiene casi las mismas características que el sitio 3, y al igual que el anterior, es una zona de pendiente suave y tierra seca. Se realizó una recolección superficial en las partes erosionadas sin capa vegetal, y en los pequeños hoyos encontrados por todo el potrero. De nuevo, la densidad de la cerámica fue baja y los fragmentos bastante pequeños. Siguiendo hacia el occidente se ubicó el sitio 5 que contiene la recolección 9 en un lugar casi por completo plano aunque con un pequeño declive hacia la laguna. Tiene pasto sembrado en algunas zonas, y el material recolectado en superficie se concentraba en las partes erosionadas y secas. Como es de esperarse por su cercanía a la laguna, aunque en superficie la tierra era negra y dura, a unos 10 cms, cambiaba de color volviéndose más parda y rojiza. El sitio 6 con las recolecciones 10 y 11, es el que le sigue al sitio 5 hacia el norte, cada vez más cerca de la laguna. Al igual que en el anterior, se recolectó material superficial en las zonas erosionadas del plano redondeado en bajas cantidades. Luego, el último sitio investigado cercano a la laguna del lado derecho de la carretera, es el sitio 7 que contiene la recolección 12. Este recodo que se encuentra por encima del nivel actual del agua, es el que queda más distante de la casa del dueño del predio, y donde se encontró material superficial en acumulaciones de tierra removida para hacer una zanja. De allí se inició el recorrido hasta la finca “Laguna de La Herrera” que colinda con los predios de “Agrícola Bojacá” por un campo arado totalmente erosionado y seco donde no se encontró material. Se observó todo el terreno desde el sitio donde la carretera da la curva hacia el occidente y hasta el borde de la laguna sin encontrar un solo fragmento. Al no hallar material hacia este lado, la búsqueda se reorientó hacia los terrenos cerca al puente de Balsillas al lado del cruce de la carretera principal con la que rodea a la laguna. Allí era donde se encontraba la mayoría de los sitios reportados por Broadbent (1971) y donde se recolectó la mayor parte de la cerámica. En la actualidad estos son los predios de la Subestación Eléctrica de Mosquera, y en ellos se encuentra un pequeño barrio de invasión organizado por varias familias. Este lugar se denominó sitio 8 y comprende las recolecciones 13, 14 y 15 (Foto 6). 23 A diferencia de los demás sitios, en este sector occidental entre la vía a La Mesa y el puente Balsillas, se encontró una buena cantidad de fragmentos. Es una zona en pendiente, algo erosionada y alterada por los habitantes del barrio. Allíse realizó una recolección superficial de cerámica que se ubicó casi en su totalidad en una franja a unos 100 mts. por encima del nivel de la carretera. Como lo menciona Broadbent (1971), la cerámica se encontró en la tierra gris a unos 10 cms. del suelo actual, y se pudieron observar buenas concentraciones en los perfiles creados por derrumbes del suelo, y en el piso cerca de éstos. De este sitio provino la cerámica en mejor estado y de mayor tamaño. Luego de haber recorrido todo el costado sur de la laguna, y haber pasado por todos los sitios reportados por Broadbent (1971), se creyó que las recolecciones en Mosquera habían terminado. Sin embargo, luego de analizar el material obtenido, fue evidente que había muy poco. Por lo tanto, se decidió volver a los sitios que habían arrojado la mayor cantidad de fragmentos para ver si se podía aumentar la colección. Por tal razón, se observó de nuevo el sector occidental de la carretera de acceso, pero ahora en la parte de las canteras más hacia el norte. Este lugar se denominó sitio 9 e incluye las recolecciones 16 y 17 que coinciden con los sitios 3, 4 y 7 de Broadbent (1971). Allí se realizó una recolección del material en superficie ubicado en el suelo erosionado y en las numerosas cárcavas. Además, se volvió a recorrer el barrio de invasión, el sitio 8, donde se ubicaron las recolecciones 34 y 35. A diferencia de la vez pasada, en esta ocasión la mayor parte del material se recogió no en una recolección superficial, sino en la limpieza de un pequeño perfil detrás de una casa donde en la primera inspección se habían encontrado fragmentos grandes. Se cortó un morro de tierra de unos 60 cms. de alto, hasta llegar a la roca madre, y allí se encontraron numerosos fragmentos asociados con huesos de animal (algunos carbonizados) e instrumentos líticos. Al parecer, lo que se observó fue una especie de plato o cuenco pando que contenía los restos carbonizados de algún animal. Todo se localizó en una capa de tierra negra suelta, muy fácil de excavar. Por último, cerca al sitio 8 pero más hacia el occidente aún en el barrio de invasión, se localizó el sitio 18 con la recolección 36 en una ladera empinada al borde de la casa de una pequeña finca. Allí se encontraron numerosos fragmentos en superficie especialmente en la capa más negra y suelta de la tierra. En este sector, bastante 24 erosionado y alterado por las actividades de los habitantes, se halló además una aparente pesa de red elaborada en piedra. 2. Zipaquirá Este sitio se seleccionó a partir de la información proporcionada por Cardale (1981), y se concentró particularmente en lo que ella denominó como Zipaquirá V (Mapa 3). De nuevo, se analizó la colección donada por la investigadora al ICANH. Allí, se estudiaron cerca de 300 fragmentos de los cuales se dibujaron los 132 decorados. Dicha colección es una fracción del material recolectado durante el trabajo de campo llevado a cabo por Cardale en la década de los 80. De acuerdo con esta investigadora, su interés por las salinas precolombinas nació de la esperanza de encontrar cerca de ellas sitios arqueológicos que hubiesen sido habitados durante largos periodos de tiempo, suponiendo que éstas habían sido usadas continuamente. Por esto, escogió realizar un sondeo arqueológico en Zipaquirá a comienzos de 1980, luego de un breve trabajo llevado a cabo en Nemocón en compañía de Ann Osborn (Cardale, 1981: 10-12). Luego de recorrer la región, Cardale (1981) localizó en la vereda de Pueblo Viejo cerca a la quebrada Salitre Chico, una loma con un pequeño plano en la parte superior. Por encontrarse muchos tiestos en la porción más erosionada cerca de la quebrada y al borde de los derrumbes, Cardale (1981) resolvió mirar con más atención el lugar. Así, decidió realizar sobre la parte plana una excavación de 3x3 metros, con la esperanza de que éste fuera el lugar donde trabajaban y tal vez vivían las personas de aquella época. Esta zona plana y el corte de la excavación realizado se denominó “Zipaquira V”, y las acumulaciones de basura encontradas en la ladera se nombraron “Zipaquirá V-a” (Cardale, 1981: 48). El informe presentado por esta investigadora detalla todo lo obtenido en cada estrato. Luego, define los tipos cerámicos encontrados y comenta que realizó estudios petrográficos de la cerámica aunque sus resultados no están disponibles en la publicación del 81. Fuera de clasificar el tipo de cerámica encontrada, Cardale (1981) tenía como propósito determinar la extensión y la naturaleza de las densas acumulaciones cerámicas registradas en Zipaquirá V. Por lo tanto, fuera del corte realizado, decidió limpiar 6 zonas: 5 en la banda sur-occidental y 1 en el costado opuesto, cubriendo un total de 16 metros. 25 El primer sector se ubicó cerca al límite de la zona plana, y el último 48 metros más abajo, cerca al punto donde los tiestos desaparecían por completo. En los tres primeros sectores encontró capas gruesas de tiestos superpuestos de gran tamaño bien conservados, lo que Cardale interpretó como evidencia de un basurero de vasijas destinadas a la elaboración de la sal (Cardale, 1981:145). A diferencia de lo que ocurre en Mosquera, para Zipaquirá sí existen fechas absolutas relacionadas con la cerámica. Aunque ninguna hace referencia en detalle a los motivos decorativos de los fragmentos con que se asocia, sí se menciona con qué tipo de cerámica se relaciona y en qué estrato se ubica. Las fechas presentadas son 60 ± 50 d.C., 30 ± 35 d.C., 5 ± 40 a.C. y 150 ± 60 a.C. Fuera de estas dataciones, Cardale (1981) relaciona ciertos tipos cerámicos encontrados en Zipaquirá con los existentes en Nemocón. Así, presenta una serie de fechas absolutas obtenidas para este último con la esperanza de que sirvan también en la interpretación de los materiales de la salina. Por lo tanto, aunque no son fechas provenientes del material de Zipaquirá, Cardale (1981) menciona las tres dataciones previamente obtenidas: 70 ± 100 d.C., 25 ± 70 a.C. y 260 ± 65 a.C. Luego de haber analizado toda la colección disponible en el ICANH, se realizaron 15 recolecciones ubicadas en 8 sitios diferentes, localizados en la vereda de Pueblo Viejo cerca de la carretera que se dirige a Pacho (Mapa 4, Foto 1). Se recorrieron los mismos sitios identificados por Cardale (1981), desde la parte más alta de la vereda hasta las laderas de las montañas más abajo, y por toda la zona aledaña se recogieron fragmentos cerámicos en superficie y en los perfiles de los caminos. Además, en aquellos sitios donde no fue posible recoger tiestos de ninguna otra forma, se realizaron pruebas de pala de 40x40x40 cms. Sin embargo a pesar de la gran cantidad de fragmentos que se recolectaron en la zona y de la amplia distribución que tenían, muy pocos resultaron ser Herrera. Debido a las largas ocupaciones humanas en ese lugar, y al abundante trabajo cerámico desarrollado incluso hasta nuestros días, la mayoría de la cerámica es reciente. Así, como resultado de este trabajo se dibujaron sólo los 52 fragmentos Herrera que tenían decoración de los 260 recolectados. El primer sitio ubicado se denominó como sitio 10 y comprende las recolecciones 18 y 19. Se trata de un área de 60x80 mts. aproximadamente, propiedad de Rolando Jiménez. En esta pequeña colina se recorrió todo el camino de la carretera y se fueron 26 recogiendo fragmentos del suelo y de los bordes que se veían con relativa facilidad. Este sitio hace parte de un pequeño plano coluvial que desciende en sentido norte-sur, donde a lado y lado de la carretera se encuentran las casas y cultivos de los habitantes. Precisamente en uno de los sembrados de papa, se lograron recolectar abundantes fragmentos cerámicos. Siguiendo el camino trazado por la carretera hacia la derecha, se encontró un lote sembrado de pasto muy tupido y largo. Al ser un plano unpoco elevado, desde allí se observan lo que parecen ser dos terrazas que descienden desde este punto. En este lugar se recolectó el material que se encontró abundantemente en el borde de la carretera (en un perfil) y en las porciones del terreno que no tenían pasto. Además, se ubicó una buena concentración de cerámica superficial cerca de un árbol donde no había sembrado, y donde las raíces habían revuelto mucha tierra. En este predio resultó muy difícil recolectar en superficie ya que la densidad de la vegetación era alta. Así, que dadas las concentraciones cerámicas a poca profundidad encontradas cerca, se decidió hacer un pozo de sondeo (40 X 40 X 40 cms.) en una de las partes planas hacia la pendiente para recolectar más material. Como era de esperarse, se encontró abundante cerámica hasta los 30 cms de profundidad, y se observó que la capa de suelo culturalmente positiva era negra y bastante suelta. Este lugar se denominó sitio 11 y comprende las recolecciones 20, 21, 22, 23 y 29. Siguiendo la carretera, comienza un descenso bien marcado hacia un bosque no muy tupido. Se encuentra además un pequeño camino que bordea la parte superior de éste donde se recolectaron numerosos fragmentos. Luego, se fue bajando por el bosque recorriendo toda el área y recolectando los fragmentos que se encontraban en superficie, probablemente rodados de las partes más altas de las colinas. Como en el resto de los lugares, acá se recogió una buena cantidad de material; esta zona se marcó como sitio 12 e incluye las recolecciones 24, 25 y 33. Luego de que se termina el bosque se llega a un pequeño plano donde se encuentran varios caminos que van en distintas direcciones. En esta área aproximada de 30 X 20 mts., se localiza el sitio 13 conformado por la recolección 26. Allí, se recolectó material cerámico del perfil derecho de la vía a San Jorge, que tenía aproximadamente 1.50 mts. de alto. Se observó abundante material en la carretera (probablemente acumulado luego de rodar por la pendiente del bosque) y a lo largo de todo el perfil del camino. Los 27 materiales recolectados estaban en muy buen estado y en relación a lo obtenido, eran de mayor tamaño. Siguiendo el camino, aún observando el abundante material en el perfil derecho y el borde de la carretera, se llegó a un pequeño plano en el que el camino separa dos perfiles altos. El perfil derecho (que va cambiando de altura desde 1.5 mts. hasta 50 cms.) contenía abundante cerámica y a juzgar por la cantidad y la deposición de los fragmentos, parece ser un basurero. En total, el perfil tenía aproximadamente unos 30 metros de largo y por todo este se encontraron muchísimos fragmentos cerámicos. A pesar de que una de sus esquinas fue cortada recientemente en la búsqueda de marmita y debido a trabajos relacionados con la mina, resulta impresionante ver tal cantidad de fragmentos apiñados en una sola pared. Debido a su densidad, y a su gran tamaño, se prefirió la recolección de los bordes y los tiestos grandes. Este lugar denominado sitio 14 compuesto por la recolección 27, coincide con el plano y el perfil del sitio “Zipaquirá V” ilustrado por Cardale (1981) (Foto 2). De nuevo en una zona más plana, cerca al sitio 11 en el costado occidental, se encontró un plano coluvial de forma redondeada en donde se realizó un pozo de sondeo (40 X 40 X 40cms.). En este terreno aproximadamente de 20 X 25 mts. de propiedad de las Salinas, se recogió una buena cantidad de cerámica particularmente en una capa de suelo pardo oscuro de unos 10 cms. de espesor. Esta zona se marcó como sitio 15, recolección 30. Siguiendo hacia al occidente, se localizó el sitio 16 que comprende la recolección 31. Allí se recogió material cerámico en superficie especialmente en una pequeña ladera poco empinada. El sitio tiene una forma ovalada aunque está intervenido por la construcción de una vivienda y de muros de separación. Por último, se localizó el sitio 17 que contiene la recolección 32. Siguiendo unos 200 mts. por la carretera que entra al potrero se observa una casa abandonada en frente a un antiguo pozo de minería. Allí se encuentra un gran árbol donde se observa un perfil de unos 70 cms. de alto compuesto por tierra muy erosionada y seca. En este lugar se recolectaron algunos fragmentos aunque no muy abundantes ni en buen estado. Cabe añadir que Cardale (1981) ilustra abundantes fragmentos en su publicación. Sin embargo, éstos no se tomaron en cuenta en este trabajo porque podían ser los mismos que los que ya se habían dibujado y contado en la colección del ICANH. Ya que ésta era bastante grande, habían demasiados fragmentos como para poderlos comparar con todos los mostrados en el libro, y así distinguir cuáles ya habían sido estudiados con 28 anterioridad. Aunque se reconoce que los dibujos y fotos hubiesen podido ampliar aún más la muestra (en número y variedad decorativa), no resultaba conveniente ni confiable hacerlo. 3. Duitama El tercer sitio considerado para el estudio fue Duitama. A diferencia de los dos anteriores, respecto a este lugar existe poca bibliografía. Sin embargo allí han trabajado investigadores cuyos escritos no se han publicado, y se conocía con antelación la existencia de una colección muy grande de cerámica Herrera con decoraciones llamativas y diferentes. Además, debido a obras de infraestructura realizadas recientemente (especialmente la ampliación de la carretera principal), se han venido reportando sitios con cerámica Herrera por todos los alrededores de este municipio. Por tales razones, se decidió contactar al profesor Virgilio Becerra de la Universidad Nacional, quien ha trabajado y conoce a profundidad la región, y actualmente coordina un proyecto de saneamiento arqueológico en varios sitios de Duitama. Gracias a su colaboración, se pudo estudiar la colección cerámica que él había obtenido con anterioridad en este municipio (Mapa 6) que contaba con 831 fragmentos de los cuales 308 estaban decorados. En la actualidad dicha muestra está distribuida entre algunos estudiantes que están realizando monografías de grado en arqueología, pero la gran mayoría se encuentra en las instalaciones de La Universidad Nacional. La cerámica analizada en el presente trabajo fue aquella recolectada por Virgilio Becerra y un grupo de estudiantes de la clase “Laboratorio de Investigación de Arqueología” durante el año 2002. Como parte de las actividades de campo de este curso, Becerra y sus estudiantes, condujeron un sondeo y una pequeña excavación en los predios del Centro Demostrativo Kasurgata Regional en Duitama. Se escogió ese sitio porque Becerra sabía que en esa zona se encontraba abundante material cerámico muy similar al Herrera reportado en Cundinamarca. Durante largos periodos de tiempo, Becerra había realizado numerosos recorridos en la zona, y conocía los frecuentes hallazgos hechos durante labores de rescate. Además, los habitantes de la región habían alertado acerca de la existencia de material arqueológico, y por petición de los pobladores, Becerra y sus alumnos accedieron a trabajar en el lugar. Así, en este sitio se realizaron una serie de sondeos pequeños y alrededor de aquellos donde se recuperó más material se excavó una cuadrícula de 2x2 mts. Lamentablemente 29 a pesar de la calidad de la muestra, en la actualidad no se cuenta con dataciones absolutas. No se tiene información de fechas radiocarbónicas en el lugar y su asociación con el periodo Herrera proviene básicamente del detallado análisis de la cerámica. Luego de haber estudiado esta colección, y aunque se tenía un buen número de fragmentos en la muestra, aún se quería ver si se podía contar con más diseños decorativos. Así, como parte del trabajo de rescate que se estaba realizando en la zona, se logró coordinar la limpieza de un perfil de un caño donde se había reportado cerámica Herreracon anterioridad. Así, se realizaron 9 recolecciones localizadas en un solo sitio entre la vía a Sogamoso y el camino de entrada a la vereda El Chorrito (Mapas 5 y 7). De allí, se estudiaron cerca de 660 fragmentos y se dibujaron para su posterior análisis los 80 que tenían decoración. Durante el mes de septiembre de 2003, Becerra se encontraba realizando una tarea de saneamiento arqueológico como parte de un trabajo de infraestructura planeado en la zona. Luego de una serie de sondeos en busca de material arqueológico, Becerra ubicó el sector de un caño donde se encontraba abundante material que debía ser recolectado antes de iniciarse la ampliación y el paso de la nueva carretera. Así, gracias a su información y colaboración, se comenzó un breve trabajo de campo que pretendía recoger todo el material cerámico que en el sitio mencionado se pudiese encontrar. De esta manera, el trabajo se concentró en la pared sur de un caño de aprox. 8 x 4.5 mts. de ancho, que cortaba diagonalmente una porción de un pequeño predio ubicado entre la carretera a Sogamoso y el camino de entrada a la vereda El Chorrito. En esa zona ya se habían realizado dos pequeños pozos de sondeo con anterioridad, pero se había recuperado muy poco material. Sin embargo, Becerra creía que la cerámica se encontraba a una mayor profundidad de la alcanzada en los pozos y a eso se debía su escasez. El área aproximada de todo el terreno que se denominó como sitio 19, era de aproximadamente 250 x 150 mts. y allí se ubicaron las recolecciones numeradas 37, 38, 39, 40, 41, 42, 43, 44 y 45. En la actualidad el predio es propiedad de Susana Puerto y se puede entrar con facilidad por la zona que se ubica en frente a la estación de bombeo del río Chicamocha (Foto 3). El sitio 19 hace parte de un plano aluvial que se encuentra unos centímetros más abajo del nivel actual de la carretera. Allí, se ubica un caño recientemente dragado donde corren aguas negras y abundantes desperdicios de toda clase. A lado y lado de éste se ha depositado la tierra removida del fondo, y por eso se encuentra entre 50 y 60 cms. de 30 suelo alterado en los dos bordes del canal. Sin embargo, debajo de la tierra removida aparece el suelo original donde se ubicó el estrato cultural de textura arenosa, color pardo con inclusiones blancas y rojas, repleto de cerámica (Foto 4). Dichos fragmentos se encontraron en posición horizontal, por lo general asociados a concentraciones pequeñas de carbón vegetal en capas de suelo que no superaban los 30 cms. de espesor. En la pared sur se decidió limpiar tres perfiles que se excavaron formando pequeños escalones de aprox. 10 cms, cada uno. Se fueron bajando y raspando hasta llegar al punto donde no se encontraba más material cerámico hacia abajo ni hacia adentro de la pared. Los tres perfiles fueron aproximadamente de 2x1 mts. (Figuras 19, 20 y 21) y fue en estos donde se encontró la mayoría del material. Sin embargo, al ver la cantidad de cerámica que provenía de un estrato bastante compactado y bien delimitado, se intentó buscar la extensión de la capa cultural a lo largo de todo el caño. Por esto, se realizaron limpiezas de perfiles más pequeños cada metro por toda la pared sur del canal. No obstante, aunque se hicieron a la misma profundidad y altura de los tres primeros, se recuperó muy poco material. Fuera del trabajo realizado en el caño se realizó un sondeo por todo el predio tratando de encontrar los límites de la ocupación cultural. Teniendo en cuenta el resultado de los pozos hechos con anterioridad en el lugar, la profundidad de los depósitos culturales encontrados en el perfil, y la virtual inexistencia de cerámica en superficie, se realizaron pruebas de pala de 50x50x100 cms. de profundidad. Sin embargo a pesar de recorrer todo el potrero solo fueron positivos 6 pozos, 4 ubicados al occidente del caño, y dos al oriente hacia un pequeño cultivo de maíz. Aparte del material cerámico obtenido, en uno de los perfiles fue posible recuperar una buena muestra de carbón claramente asociada con la cerámica. Dicha muestra se le entregó a Becerra quien se encargó de mandarla a limpiar y analizar para obtener una fecha. Lamentablemente aún no se tienen los resultados de este estudio, aunque se espera contar con ellos en poco tiempo. 4. Tunja El cuarto sitio de donde se obtuvo cerámica fue Tunja. A partir de la información proporcionada por Castillo (1984), se conocía que en esta zona, particularmente en los predios de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, se encontraba abundante cerámica Herrera. Por lo tanto, a pesar de contar con numerosos dibujos y 31 fotos en la bibliografía, se decidió ir a la UPTC para observar personalmente la colección. No obstante, a pesar de los esfuerzos del laboratorio de arqueología de la UPTC, la colección original no se pudo encontrar y el material excavado por Castillo a principios de los ochenta no se logró localizar. Sin embargo, precisamente a comienzos del 2003, alrededor de abril, durante obras de infraestructura de la universidad se encontró una densa acumulación de cerámica y los entierros de algunos individuos en las áreas que iban a ser intervenidas. Además el laboratorio contaba con colecciones cerámicas similares que se habían encontrado durante todo ese año, muchas de las cuales estaban exhibidas en el museo arqueológico de la UPTC. Por lo tanto, gracias a la colaboración de Carmen Liria Prieto - coordinadora encargada del laboratorio- se accedió a estudiar dicha colección donde había registro de cerámica Herrera (Mapa 8). Así, se pudieron estudiar más de 1500 fragmentos de los que se dibujaron los 224 que estaban decorados. La cerámica utilizada en este trabajo proviene de lo que se denominó como zanja 1 entierro 2, que fue excavado por estudiantes y funcionarios de la universidad. Allí se realizó la limpieza del sitio donde se ubicaron las tumbas y se llevó a cabo la recolección superficial del material cerámico observado. Actualmente dicho material se encuentra en proceso de análisis y clasificación. No obstante, conociendo la gran cantidad de ejemplares decorados que estaban ilustrados y fotografiados en el libro de Castillo (1984), aún se pretendía ver si había forma de estudiarlos para aumentar el tamaño de la muestra. Por eso, se ubicó a la investigadora para saber si se podía recolectar la información necesaria. Afortunadamente, todos los fragmentos que estaban decorados, aparecían dibujados o fotografiados en el libro Arqueología de Tunja (Castillo 2003, c.p.). Ya que la decoración también había sido de interés para la investigación de Castillo (1984), todo lo decorado estaba en su publicación y por lo tanto se podía utilizar. Por esto, a partir del material reportado de sus excavaciones (Mapa 8), se pudieron estudiar y dibujar un total de 201 fragmentos cerámicos decorados. Dicho material proviene del trabajo de campo llevado a cabo en Tunja, particularmente en los predios de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, entre 1980 y 1982. De acuerdo con Castillo (1984), luego del trabajo de Hernández de Alba (1937) realizado en Tunja donde se había planteado la posibilidad de que las estructuras líticas excavadas por él hubiesen sido construidas por un pueblo anterior al muisca, esta región 32 comenzó a interesarle. Conociendo la presencia de “los vestigios anteriores en una zona considerada como uno de los más importantes asentamientos de los muiscas, unido al hallazgo de algunos fragmentos de cerámica que diferían claramente de la alfarería conocida como muisca” (Castillo, 1984:10), la investigadora comenzó la búsqueda del asentamiento postulado por Hernández de Alba. Así decidió realizar una investigación arqueológica en Tunja que se desarrolló en dos etapas. En la primera, entre 1980 y 1981, se excavó el sitio “Tunja IV”, y graciasmaterial allí recolectado se realizó un primer acercamiento a la definición de tipologías cerámicas, a la comprensión de las prácticas funerarias y la disposición de las viviendas. Además del análisis del material, se revisaron algunas crónicas de la conquista, lo que le permitió postular para esta zona la posible existencia de un asentamiento anterior al muisca. Durante la segunda etapa, entre 1981 y 1982, la investigadora se concentró en la búsqueda de evidencias arqueológicas más antiguas, y en el reconocimiento y muestreo de todas las zonas que la etapa anterior no había cubierto. Además, buscó establecer cronologías absolutas y relativas para toda la región (Castillo, 1984: 16). Al igual que muchas de las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en el Altiplano en esta época, el reconocimiento no fue sistemático y dependió en gran parte de los hallazgos accidentales encontrados debido al proceso de urbanización de la ciudad. En total, se ubicaron cuatro zonas con evidencia arqueológica, dos de las cuales presentaron problemas por estar totalmente urbanizadas. La primera zona comprendió los terrenos adscritos y aledaños a la UPTC, sobre una banda aproximadamente de 800 metros de largo por 300 metros de ancho. Allí se ubicaron gran parte de las estructuras líticas excavadas por Hernández de Alba en 1937 como el llamado “Templo de Goranchacha” y el “Pozo de Donato”. En esta zona se excavaron cinco pozos y veinte sondeos de 50x50 cms. que permitieron llevar un control de la densidad y distribución del material. Además se realizó la excavación de 72 mts² del sitio “Tunja IV”, que hacía parte de la primera etapa de la investigación (Castillo, 1984: 24). Adicionalmente, se realizó otro corte de 3 metros de largo por 1 de ancho, a unos 12 metros al oeste de las columnas, denominado “Tunja V”. Aunque allí se recolectó material que parecía diferir mucho del denominado muisca, el suelo estaba muy removido y había sido recientemente alterado por obras de infraestructura de la universidad. Así que, a unos 7 metros al norte de las columnas se realizó otro corte denominado “Tunja VI” de 3 metros de largo por 1 de ancho donde se encontró abundante cerámica incisa 33 asociada a carbón y hueso datados 690 ± 120 d.C. A partir de este hallazgo, Castillo (1984) concentró sus esfuerzos en buscar las áreas de distribución de esta cerámica. Lamentablemente para los propósitos de este trabajo, Castillo (1984) no especifica si la fecha obtenida se asocia con algún tipo de cerámica decorada. Solo se hace referencia al tipo cerámico (MRI, MRT) que se relaciona con las concentraciones de carbón y hueso, por eso no se pueden establecer si existen decoraciones particulares asociadas a una fecha particular; información que resultaría muy valiosa en esta investigación. Fuera de estos cortes, también se realizaron dos más de dimensiones similares denominados como “Tunja VII” y “Tunja IX”. El primero de ellos, por ser el más profundo y tener la estratigrafía más clara, se convirtió en el sitio más importante para estudiar la secuencia cultural de la zona. El segundo, se realizó posteriormente para conseguir más material y controlar la secuencia estratigráfica del primero. A continuación, se realizó el último sondeo de la zona 1 denominado como “Tunja VIII”, donde se recogió el material de superficie y se realizó una excavación de 1.5 metros de ancho por lo mismo de largo (Castillo, 1984:27-29). Luego de concluidas las investigaciones en la zona 1 se inspeccionó la zona 2 que ya para esa época estaba totalmente urbanizada. Así, aunque Castillo (1984) tenía conocimiento del hallazgo de algunas tumbas, al no poder realizar pozos de sondeo sólo recogió una pequeña muestra superficial. Al igual que la zona 2, la zona 3 de interés arqueológico se encontraba urbanizada. Por tal razón, Castillo (1984) sólo recolectó muestras superficiales de terrenos aledaños y observó algunas muestras de fragmentos que los habitantes le otorgaron. Por último, en la zona 4, al noreste de Tunja sobre una terraza natural de las colinas se realizó una recolección superficial sin mayores resultados. 5. Madrid El quinto sitio utilizado para obtener cerámica fue Madrid. Este había sido reportado por Broadbent (1971) bajo el nombre MAD-2, y de allí se había obtenido una cantidad importante de fragmentos. Sin embargo, no existía ninguna colección con este material, y los dueños de los predios donde se localizaba la referencia de Broadbent (1971) negaron el permiso para realizar sondeos. Sin embargo, conociendo la existencia de abundante cerámica Herrera en Madrid, se decidió buscar otra forma de acceder al material de este sitio. 34 Se sabía con antelación que en el casco urbano de Madrid se había localizado un sitio (Mapa 9) donde apareció gran cantidad de cerámica Herrera. Por lo tanto, se contactó al equipo de excavación de la Universidad Nacional dirigido por Arturo Cinfuentes que coordinaba las labores en ese lugar. A pesar de que la clasificación y el análisis del material aún estaban en curso, los investigadores permitieron estudiar una porción de la muestra. Así, aunque no se pudo acceder a su totalidad, gracias a la colaboración de Arturo Cinfuentes y sus ayudantes, fue posible analizar y dibujar 167 fragmentos cerámicos decorados. De acuerdo con Cinfuentes, durante el año 2003, cerca de la plaza central de Madrid se estaba realizando la excavación de un terreno donde sería construida una pequeña urbanización. Durante los trabajos se encontraron algunos huesos humanos, y creyendo que se trataba de un homicidio el ingeniero a cargo contactó a la fiscalía. Luego del análisis pertinente, se determinó que eran restos arqueológicos y por eso llamaron a un grupo de investigadores de la Universidad Nacional para que hicieran el debido levantamiento de la zona. Arturo Cinfuentes con su equipo de estudiantes y profesores de la Universidad Nacional comenzaron las labores de rescate en el predio. Luego de excavar varios pozos encontraron evidencia de numerosos entierros humanos, restos de animales, y suelos antrópicos. Así, fueron ampliando los pozos de mayor interés, convirtiendo los pequeños sondeos en grandes cortes que seguían los rasgos encontrados en cada uno. El material utilizado en el presente trabajo proviene de lo que denominaron corte 0, excavado en una cuadrícula de 3x2 metros hasta una profundidad aproximada de 130 cms. Fuera de la cerámica, se encontraron los restos de dos individuos, algunos artefactos líticos y abundantes huesos de animales como curies y venados. De acuerdo con Cinfuentes (2004, c.p.), casi la totalidad del material cerámico encontrado pertenece al periodo Herrera, y es muy similar a los tipos de Mosquera identificados por Broadbent (1971). Además, al encontrarse algunas acumulaciones de carbón y hueso, fue posible recolectar muestras para fechar. Sin embargo, aún no se tienen los resultados de las dataciones. 6. Pubenza El sexto sitio que hace parte de la muestra es Pubenza. A diferencia de Duitama, por ejemplo, este sitio cuenta con bibliografía muy específica del lugar y el material 35 encontrado (Mapa 10), aunque la colección existente es muy reducida. Teniendo en cuenta la información proporcionada por Cardale (1976), se decidió analizar la colección encontrada en el Instituto Colombiano de Antropología e Historia, que es una pequeña porción de lo obtenido durante su trabajo de campo durante la década del 70. De acuerdo con Cardale (1976), el sitio de Pubenza fue elegido para realizar investigaciones arqueológicas luego de una corta visita que la investigadora realizó a la zona entre Girardot y Tocaima en junio de 1973 en compañía de Gonzalo Correal y Eva Hooykas. Allí, Cardale recorrió un sitio arqueológico relativamente extenso ubicado en la serranía denominada “Cordillera de Alonso Vera”. Para
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