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CAPíTULO 4
Los Cefalópodos: Los Ammonites y sus 
Parientes
Christian Klug y Walter Etter
Los cefalópodos modernos son los animales invertebrados más 
inteligentes. El volumen del cerebro en relación al volumen del 
cuerpo de algunas especies de ocho o diez brazos que viven en los 
océanos de hoy es comparable al de muchos peces, lagartos o aves. 
Por ello no es sorprendente que los cefalópodos puedan aprender 
a nadar a través de un laberinto sencillo o a desenroscar la tapa de 
un frasco para acceder a un camarón o alguna otra presa dentro 
del frasco. 
Superficialmente los cefalópodos no se parecen en absoluto 
a sus parientes más cercanos, los otros moluscos: en primer lugar 
los caracoles y también los bivalvos, los quitones, entre otros. To-
dos estos grupos tienen, sin embargo, algo en común: un órgano 
blando y muscular llamado manto que produce la concha y que 
en el caso de los calamares sirve para nadar. A diferencia de sus 
parientes, la mayoría de los cefalópodos son buenos a excelentes 
nadadores e incluso pueden saltar afuera del agua y volar más de 
100 metros en el caso de Ommastrephes bartamii.
Otros moluscos como los caracoles y los mejillones, usan su 
pié (otro carácter que comparten todos los moluscos) para arras-
trarse por el sedimento o para cavar en el mismo. En los cefalópo-
dos vivientes, este pié forma los brazos. Éstos son ocho en el caso 
de los pulpos. En los Decabrachia, como por ejemplo los calama-
res y las jibias, hay ocho brazos más dos tentáculos mucho más 
delgados y sumamente estirables. En los cefalópodos de ocho y 
diez brazos, los brazos tienen ventosas. En los nautílida, hay 90 
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brazos que en lugar de ventosas tienen crestas pegajosas y surcos. 
Sólo en unos pocos grupos extintos de cefalópodos se han pre-
servado restos de sus partes blandas, de manera que solamente 
podemos hacer conjeturas acerca del número y la forma de los 
brazos en estos grupos extintos.
Los brazos rodean la boca que tiene un poderoso pico. No 
está claro si todos los cefalópodos tenían un pico desde el comien-
zo de su evolución. En los calamares modernos el pico se parece 
al pico de un loro: consiste en un pico córneo superior y otro infe-
rior, puntiagudos y con alas planas a ambos lados, en las cuales se 
insertan los músculos del pico. Estos picos pueden morder fuerte-
mente y son capaces de cortar grandes pedazos de la presa. Entre 
los picos se encuentra la lengua que tiene varias hileras de dientes 
delgados y puntiagudos, la rádula o lengua rasposa. La rádula, 
un órgano que también se encuentra en otros grupos de moluscos 
salvo los bivalvos, sirve para reducir aun más el tamaño de los 
trozos de alimento y llevarlos al esófago.
Los cefalópodos se encuentran en hábitats diferentes, todos 
marinos. Muchos pulpos viven cerca del fondo del mar pero tam-
Figura 4.1. Nautilus pompilius Recien-
te, Sudeste Asiático. Diámetro = 18.5 cm. 
Ejemplar de las colecciones del Instituto 
de Paleontología y Museo de la Universi-
dad de Zürich. Foto H. Lanz, Zürich.
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Cefalópodos fósiles
bién pueden arrastrarse por tierra por distancias cortas. Un nú-
mero sorprendentemente grande de formas, algunas de ellas con 
órganos bioluminescentes, vive en aguas profundas. Existen exce-
lentes nadadores de mar abierto y nadadores rápidos pero tam-
bién lentos como el Nautilus. Esta diversidad se reflejada también 
en los tamaños.
El tamaño de los cefalópodos: ¿existen los calamares 
gigantes?
Los cefalópodos se hicieron notorios hace algunos siglos porque 
los marineros diseminaban rumores asegurando que unos cala-
mares gigantes habían atacado sus barcos. No hay pruebas de es-
tos acontecimientos, pero sin lugar a dudas algunos cefalópodos 
alcanzan tamaños gigantescos. En el pasado geológico debe haber 
habido algunos verdaderos gigantes de las profundidades. Por 
ejemplo en el Ordovícico, las conchas rectas y cónicas de los endo-
céridos (parientes distantes del Nautilus) han alcanzado un largo 
de 10 metros. Los actinocéridos, un grupo emparentado, que vivió 
desde el Ordovícico hasta el Carbonífero, alcanzaba los 5 m de 
largo. En cuanto a los ammonoideos, un grupo extinto de conchas 
externas espiraladas y con cámaras, el ejemplar más grande es del 
Cretácico y su concha medía más de dos metros de diámetro. Los 
cefalópodos modernos más grandes son el calamar gigante Archi-
teuthis dux y el calamar colosal Mesonychoteuthis hamiltoni. Archi-
teuthis llega a los 13 metros incluyendo los tentáculos (cuando está 
estirado, llega hasta los 18 m), que son muy largos y delgados. El 
Mesonychoteuthis más grande que se ha capturado tiene sólo cinco 
metros de largo pero es mucho más pesado, con 495 kg (a pesar de 
que es posible que Mesonychoteuthis haya llegado a medir más de 
12 m). Estas dos especies son formas de diez brazos. Los pulpos 
más grandes son Haliphron atlanticus, que pesa hasta 70 kg, y En-
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teroctopus dofleini, cuyos brazos tienen una envergadura de hasta 
nueve metros.
¿Cómo nadan los cefalópodos?
Los cefalópodos de hoy día usan varios medios de propulsión. Los 
calamares y algunos pulpos tienen eficientes aletas. El segundo 
medio de locomoción más común es la propulsión a chorro. La 
mayoría de los cefalópodos, son capaces de contraer la cavidad 
del manto. La cavidad del manto es una bolsa llena de agua ro-
deada del manto, un tejido muscular que rodea todos los órganos 
internos y que produce la concha en las formas que tienen una. 
Satisface muchas necesidades en la vida de un cefalópodo: es ne-
cesaria para respirar (las branquias se encuentran en la cavidad 
del manto), y en la misma se vierten los excrementos y los hue-
vos de las hembras así también como los espermatóforos de los 
machos, y sirve para la locomoción. El manto circundante contie-
ne tres capas de músculos. En los calamares, esta musculatura es 
fuerte y puede contraer la cavidad del manto. En los cefalópodos 
que tienen/tenían una concha como los ammonites y los Nautilus, 
la contracción de la cavidad del manto se logra por el retractor 
grueso de la cabeza. Cuando la cavidad del manto se contrae, se 
expulsa el agua fuera de la cavidad, a través del sifón. El sifón 
es un tubo muscular que se puede doblar en prácticamente cual-
quier dirección de manera de dirigir la corriente de agua. Usa el 
agua para hacer un chorro, permitiendo que el cefalópodo nade 
en dirección contraria por propulsión a chorro. La tercera forma 
de nadar es usando los brazos. 
Los modos de nadar listados anteriormente son muy inte-
resantes pero lo que es igualmente importante es la cuestión de 
cómo los cefalópodos controlan su flotabilidad. Los calamares y 
pulpos actuales logran esto con (i) bolsas llenas de aceite, (ii) veji-
gas llenas de una solución de amoníaco, (iii) conchas divididas en 
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Figura 4.2. El árbol evolutivo de los cefalópodos en el tiempo geológico, modificado de 
Kröger y colaboradores (2011).
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cámaras que contienen un gas (e.g. Nautilus), y (iv) una concha no 
dividida en cámaras que el cefalópodo llena de aire en la superfi-
cie del agua.
La mayoría de los cefalópodos extintos como los ammoni-
tes, los belemnites, los otocéridos, bactritoideos, endocéridos, y 
los actinocéridos tenían una concha dividida en cámaras. Todas 
estas cámaras estaban conectadas por un tubo que estaba en parte 
mineralizado y que en parte era orgánico, y que contenía tejidos 
vivos. Las cámaras contenían un gas que muy probablemente era 
una mezcla parecida al aire como la que se encuentra en el Nau-
tilus, que contiene menos oxígeno y más nitrógeno que el aire. Este 
gas compensa más o menos la alta densidad de la concha arago-
nítica (CaCO3), permitiéndole al cefalópodo obtener flotabilidad. 
Al nadar, casi no necesitaban energíapara arrancar; simplemente 
flotaban por las aguas del océano.
¿Qué es un nautílido?
Los nautílidos son cefalópodos que tienen una concha externa. 
Unas seis o siete especies que difieren en la forma de la concha 
aún viven hoy día en la zona occidental del Pacífico y la zona 
oriental de Océano índico, pero más antiguamente en la historia 
de la Tierra, eran mucho más diversos. Como los ammonites, tie-
nen una concha en espiral con cámaras y viven a profundidades 
de hasta 700 m. Tienen 90 brazos, ojos, y una capucha carnosa que 
usan para proteger sus partes blandas de los depredadores. Se ori-
ginaron hace alrededor de 400 millones de años, más o menos al 
mismo tiempo que los ammonoideos. 
Existen diferencias importantes entre los nautílidos y los 
ammonites. Por ejemplo, los nautílidos tienen septos simples, es 
decir, paredes de las cámaras. Lo que es de mayor importancia 
es que tienen embriones grandes, y sus crías al nacer miden en 
general de 2 a 3 cm. En contraste, la mayoría de los ammonites 
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Cefalópodos fósiles
tenían crías que al nacer medían solo uno a dos milímetros. Esto 
tiene consecuencias ecológicas muy importantes: un ammonite 
hembra podía producir miles o incluso cientos de miles de hue-
vos, mientras que las madres nautílidas producen generalmente 
menos de diez huevos por año por un par de años. Debido a su 
mayor tamaño, las crías de los nautílidos tienen una probabilidad 
de supervivencia más alta, mientras que los ammonites tenían 
tasas de evolución más altas debido a que las probabilidades de 
tener mutaciones positivas eran más altas. En cuanto a estas tasas 
reproductivas, los ammonites eran bastante similares a los cala-
mares pelágicos (aquellos que viven alejados de la costa) actuales. 
Incluso hay indicios de que tanto los huevos de ammonites como 
sus crías recién nacidos tenían una flotabilidad neutra y por lo 
tanto flotaban.
Los ammonites
Debido a que conocemos sólo la concha de estos cefalópodos, no 
se sabe cuántos ni qué forma tenían los brazos, pero hay indicios 
que tenían diez brazos delgados. Como Nautilus, todos los ammo-
nites tenían conchas cónicas, que estaban más o menos enrolladas. 
Las partes blandas del ammonite estaban ubicadas en la parte más 
ancha de la concha. Había muchas cámaras separadas por paredes 
(septos) plegadas en forma intrincada que llenaban la parte trase-
ra y más angosta del cono de la concha. 
Cuando el animal crecía, agregaba continuamente material a 
la concha en la apertura (la parte más ancha del cono de la concha) 
y periódicamente trasladaba sus partes blandas hacia adelante 
dentro de la concha. El vacío que quedaba entre el cuerpo blando 
y el último septo que se había formado, al principio se llenaba 
de agua. Posteriormente se formaba una pared (septo) nueva en 
la parte posterior del cuerpo blando. En cuanto este septo estaba 
suficientemente calcificado, el animal reemplazaba el agua de la 
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cámara nueva con un gas. Al mismo tiempo, el septo nuevo era 
suficientemente sólido para soportar la presión hidrostática (la 
presión de la columna de agua contra cualquier objeto sumergido) 
en el hábitat del ammonite. Basándose en el grosor y la forma de 
estos septos, se ha calculado su resistencia mecánica. El resultado 
ha sido que a profundidades mayores de 200 a 300 m de agua, 
las conchas y las estructuras internas de los ammonites habrían 
colapsado. Un estudio de isótopos estables de oxígeno y carbono 
del 2010 por Lukeneder y colegas apoya la conclusión de que la 
mayoría de los ammonites vivían a profundidades de menos de 
300 m. Por ejemplo, Baculites, un ammonoide que tenía una con-
cha recta, vivía aparentemente a profundidades menores a los 100 
m, que en algunas zonas del océano posiblemente era muy lejos 
del fondo del mar. 
La cuestión del hábitat está íntimamente ligada a la dieta. Se 
conoce el contenido estomacal de algunos ammonites. Estos estó-
Figura 4.3. La anatomía de un ammonite, con importantes terminos técnicos. Dibujo Wal-
ter Etter y Christian Klug.
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Cefalópodos fósiles
magos contienen pequeños crustáceos, bivalvos, restos de peces, 
picos de otros ammonites, lirios de mar y foraminíferos. Esta dieta 
variable concuerda bien con las partes variables de la boca. Éstos 
consistían en un pico superior quitinoso y un pico inferior qui-
tinoso o quitinoso y calcítico. Como en otros cefalópodos, estos 
picos se parecían un poco al de los loros por fuera. Detrás del pico 
estaba la rádula, que tenía muchos dientes finos. El sistema diges-
tivo era simple y consistía en el esófago, el buche, el estómago, y 
el intestino, que vertía los excrementos en la cavidad del manto. 
Los ammonites de las Edades Jurásica y Cretácica con sus 
conchas enrolladas son parte de Ammonoidea, un grupo más 
grande. Los Ammonoidea se originaron hace 400 millones de años 
y se extinguieron al final de la Edad Cretácica, junto con los be-
lemnites (también cefalópodos) y los dinosaurios.
Durante el transcurso de su evolución, los ammonoideos 
desarrollaron líneas de sutura cada vez más complejas (o sea el 
margen plegado del septo) y sus conchas embrionarias se enrolla-
ron más. Los ammonoideos casi se extinguieron en tres ocasiones 
durante su evolución. Sólo muy pocas especies sobrevivieron las 
extinciones masivas del Devónico Tardío (alrededor de 375 a 360 
millones de años atrás), la extinción en masa del Permo-Triásico 
(alrededor de 250 millones de años atrás) y la extinción masiva 
del Triásico-Jurásico (alrededor de 200 millones de años atrás). 
Figura 4.4. ? Emileia ex gr. multifor-
mis, dibujo basado en Bartok et al. (1985, 
Fig. 5), Jurásico Medio, Siquisique, Lara.
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Klug y Etter
Probablemente gracias a sus altas tasas de reproducción, el estilo 
planctónico de vida de sus crías y sus altas tasas de evolución, los 
ammonoideos se recuperaron rápidamente y formaron muchas 
especies nuevas después de cada una de estas extinciones en masa. 
¿Qué cefalópodos fósiles se han encontrado en 
Venezuela?
Hasta ahora no se ha encontrado ningún cefalópodo anterior al 
Jurásico Medio en Venezuela. Aunque los primeros cefalópodos 
vivieron hace alrededor de 500 millones de años, los cefalópodos 
venezolanos más antiguos tienen “sólo”’ unos 170 millones de 
años de edad. Sorprendentemente, los ammonites más viejos fue-
ron descubiertos más recientemente. Sólo se conocen unos pocos 
ammonites Jurásicos, los más viejos de los cuales son represen-
tantes de los géneros Emileia, Skirroceras y Parkinsonia del Jurásico 
Medio, pero también se pueden encontrar ammonites del Jurásico 
Tardío en Venezuela, aunque son muy poco frecuentes, como fue 
discutido por Macsotay y Peraza en una publicación del 1997. 
Ya en 1849, el botánico alemán Hermann Karsten mencionó 
los depósitos Cretácicos fosilíferos de Venezuela. Él informó que 
había recolectado belemnites y ammonites en pizarras oscuras 
y concreciones en el Cerro de Los Pilones en el Estado Sucre. Él 
había descubierto varios ejemplares cerca de Barbacoas y poste-
riormente los envió a Berlín, Alemania. Allí, Leopold von Buch 
(1850) describió el primer ammonite de Venezuela, al que llamó 
“Ammonites tucuyensis”, que fue asignado luego al género Anapu-
zosia. Von Buch también listó (siempre usando el nombre genérico 
“Ammonites”) las especies siguientes: Mortoniceras inflatum, Hys-
teroceras varicosum, Neoharpoceras hugardianum, Puzosia mayoriana y 
Oxytropidoceras roissyanum. 
En 1925 el palentólogo británico Spath nombró un grupo de 
especies ammonoideas de la familia Brancoceratidae en honor a 
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Cefalópodos fósiles
Venezuela (Venezoliceras). Hasta hoy varios otros científicos han 
estudiado las faunas ricas de ammonoideos del Cretácico de Ve-
nezuela. Se ha hecho evidente que la diversidad de los ammonoi-
deos venezolanoses muy grande y la calidad de su preservación 
es excelente. El último estudio exhaustivo en el cual se describie-
ron e ilustraron todos los ammonoideos cretácicos conocidos fue 
publicado por el paleontólogo suizo Otto Renz en 1982. Su padre 
Carl ya era un experto en ammonoideos famoso, quien había con-
centrado su investigación en ammonoideos triásicos. La monogra-
fía de Otto Renz sobre Venezuela es un volumen con ilustraciones 
hermosas que revela la diversidad y belleza de los ammonoideos 
venezolanos.
El Cretácico se subdivide en las Edades Berriasiana, Valan-
giniana, Hauteriviana, Barremiana, Aptiana, Albiana, Cenoma-
niana, Turoniana, Coniaciana, Santoniana, Campaniana y Maas-
trichtiana. Se han descripto ammonites de Venezuela de Edades 
Aptiana a Coniaciana. El Aptiano ha arrojado principalmente am-
monites muy ornamentados con un umbílico moderadamente an-
Figura 4.5. Ammonites del Aptiano (Cretácico) de Venezuela. Todos los especímenes están 
depositados en antiguas colecciones del Museo de Historia Natural de Basilea.
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Klug y Etter
cho. Los sedimentos del Albiano también contienen formas muy 
ornamentadas como Venezoliceras, que tiene tanto costillas fuertes 
como una quilla muy ancha. Además, aparecen ammonites angos-
tos y con forma de disco como Parengonoceras. 
Cerca del límite entre el Albiano y el Cenomaniano, se han 
encontrado varias especies heteromórficas. Entre los ammonites, 
“heteromórfico” significa que la espiral de la concha se desviaba 
Figura 4.6. Ammonites del Albiano de Venezuela (Venezoliceras). Todos los especímenes 
están depositados en antiguas colecciones del Museo de Historia Natural de Basilea.
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Cefalópodos fósiles
de alguna forma de una espiral logarítmica más o menos regu-
lar. En Mariella, la espiral no está dispuesta en un solo plano y la 
concha es helicospiral. En Anisoceras, la última vuelta forma un 
gran gancho ovalado. La Edad Cenomaniana está caracterizada 
por acantocerátidos muy ornamentados pero también aparecen 
ejemplares de concha lisa de Anagaudryceras y Desmoceras.
Figura 4.7. Ammonites del Albiano de Venezuela. Todos los especímenes están depositados 
en antiguas colecciones del Museo de Historia Natural de Basilea.
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Klug y Etter
El Turoniano de Venezuela también contiene heteromorfos, 
como Glyptoxoceras. También se encuentran ammonites grandes 
como Hourcquia y Coilopoceras. Algunas formas muy gruesas y 
casi esféricas como Fagesia y Vascoceras como así también formas 
espinosas del género Mammites son bastante típicas de este inter-
valo. Finalmente, los estratos del Coniaciano contienen una fauna 
diversa con muchas formas diferentes incluyendo heteromorfos 
(Hyphantoceras), formas espinosas (Forresteria), y ammonites lisos 
(Coilopoceras).
En los sedimentos cretácicos de Venezuela ocasionalmente 
se encuentran también otros cefalópodos fósiles como belemni-
tes (Neohibolites cf. semicanaliculatus) y nautílidos (Cymatoceras cf. 
neohispanicus).
Aparte de los cefalópodos cretácicos, sólo se conoce un gé-
nero de cefalópodo venezolano. El nautílido Aturia aparece en el 
Eoceno y Mioceno de Venezuela. Este género tenía varias caracte-
Figura 4.8. Ammonites del Albiano/ Cenomaniano de Venezuela. Todos los especímenes 
están depositados en antiguas colecciones del Museo de Historia Natural de Basilea.
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Cefalópodos fósiles
rísticas interesantes: su concha embrionaria era la más pequeña de 
todos los nautílidos, tenía una de las líneas de sutura más comple-
jas de todos los nautílidos, crecía hasta un tamaño impresionante 
de unos 40 cm y tenía una distribución casi global.
Figura 4.9. Ammonites “gigantes” del Turoniano de Venezuela. Todos los especímenes 
están depositados en antiguas colecciones del Museo de Historia Natural de Basilea.
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Klug y Etter
Figura 4.10. Ammonites del Turoniano de Venezuela. Todos los especímenes están deposi-
tados en antiguas colecciones del Museo de Historia Natural de Basilea.
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Cefalópodos fósiles
Figura 4.11. Amonites de Coniciano de Venezuela. Todos los especímenes estan deposita-
dos en antiguas colecciones del Museo de Historia Natural de Basilea.
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Klug y Etter
Figura 4.12. Nautílidos del Cretácico, Eoceno y Mioceno de Venezuela. Los especímenes 
estan depositados en antiguas colecciones del Museo de Historia Natural de Basilea, 
excepto aquel de Aturia sp. en las colecciones de la Alcaldía de Urumaco, Estado Falcón.
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