Logo Studenta

Biografía_historiadores

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

V Seminario permanente metodológico y de formación IULCE-UAM: “La biografía 
como recurso metodológico en los estudios sobre historia política del siglo XVII” 
9 de abril 2021, en línea (GoogleMeet) 
 
 
"La biografía y los historiadores" 
 
Juan Pro 
(Escuela de Estudios Hispano-
Americanos-Consejo Superior de 
Investigaciones Científicas, 
Sevilla) 
 
 
Nuestro tema de hoy es la biografía histórica. Y hay que 
empezar por decir que no es solo un género (o sea, una de las 
formas que podemos dar a los textos que escribimos para comunicar 
conocimientos e interpretaciones), sino que es también otras cosas. 
Tal vez para un librero, un bibliotecario o un crítico literario deba ser 
contemplado como un género, desde el punto de vista del resultado 
(los libros en los que se plasma). Pero para nosotros, como 
investigadores y escritores de esos libros, la biografía es sobre todo 
un enfoque metodológico, o un conjunto de métodos que todo 
historiador debería llevar en su caja de herramientas. 
Lo que está claro es que este enfoque o este método es 
relevante, aunque nadie pretende que tenga un valor exclusivo o 
superior al de otros enfoques u otros métodos que podemos manejar. 
La biografía ha estado siempre entre nosotros: forma parte del 
trabajo de los historiadores desde los orígenes de este oficio en la 
Antigüedad. Es cierto que llegó a caer en un cierto descrédito en la 
segunda mitad del siglo XX, cuando el paradigma de la historia social 
(en sus dos grandes versiones, la historiografía marxista y la “historia 
total” de la Escuela de los Annales) pusieron el foco sobre lo 
colectivo, sobre las grandes fuerzas estructurales que determinan la 
historia a largo plazo; al lado de esa historia profunda, ocuparse de 
personajes singulares parecía una concesión al individualismo que 
	 2	
caracterizaba culturalmente al capitalismo occidental, y en el fondo, 
un auto-engaño por suponer que la peripecia de un solo individuo 
pudiera tener alguna importancia en el curso general de un 
movimiento histórico determinado por las clases, las estructuras 
profundas, las mentalidades colectivas, las tendencias de la longue 
durée. 
Sin embargo, los historiadores no han dejado de practicar 
nunca la biografía (ni siquiera en aquel periodo de auge de la historia 
económica y social). La razón por la que nunca desapareció del todo 
la biografía histórica es la misma por la que, desde las últimas 
décadas del siglo XX, este género ha recuperado vitalidad, 
protagonismo y reconocimiento: porque constituye el enfoque más 
próximo al factor humano, el que permite acceder más directamente 
a los protagonistas. Se ha hablado, por tanto de una recuperación de 
la biografía, que reflejaría un cierto hastío con las formas de hacer 
historia que sólo otorgan importancia a fuerzas colectivas e 
impersonales, transmitiendo la idea de una humanidad determinada 
por procesos que escapan por completo a su control. 
 Esa forma de entender la historia tal vez fuera coherente con la 
desazón infinita producida por las grandes catástrofes del siglo XX: 
las dos guerras mundiales, la gran depresión, el fascismo y el 
estalinismo, los campos de exterminio, los genocidios, el hambre y el 
subdesarrollo, el terrorismo, el pánico al holocausto nuclear... Son 
fenómenos tan difíciles de explicar, de controlar y de asimilar que 
parece preferible suponerlos consecuencia de la fatalidad histórica, de 
factores impersonales que condujeron a ese resultado de forma 
inevitable, sin que sus protagonistas lo desearan realmente. La 
práctica de la biografía histórica, por el contrario, arraiga en un 
entorno en el que ha de haber alguna fe en las posibilidades del ser 
humano, algún sentido de la libertad. 
 Para recuperar la biografía como método propio, la historia se 
ha aproximado a la literatura, ámbito genérico en donde nació y del 
	 3	
cual se alejó algún día para reivindicar su contenido específico como 
ciencia capaz de generar un conocimiento fiable y seguro. A medida 
que se fueron debilitando las certidumbres del siglo XX, la disciplina 
histórica volvió a reclamar el carácter híbrido del conocimiento que 
ofrece sobre el pasado, el presente y el futuro: un conocimiento 
mixto, ecléctico, que refleja la enorme complejidad de los objetos a 
los que se acerca. No se puede dar cuenta de ellos sólo con la 
supuesta objetividad que proporcionan los métodos traídos de las 
ciencias sociales; la interpretación, la valoración, la opinión, 
estuvieron siempre en el núcleo central del oficio de historiador; y la 
deontología del oficio exige reconocerlo abiertamente, recuperando 
como legítimos los métodos que nos presta la literatura para tratar 
con lo subjetivo. Es así como la historia ha regresado periódicamente 
a la biografía en busca de respuestas que no pueden darle otros 
enfoques y otros métodos. Y al hacerlo, no sólo ha ganado en riqueza 
y en capacidad de comunicación, sino también en su capacidad para 
ofrecer un conocimiento riguroso sobre realidades enormemente 
complejas. Eliminar de la explicación el influjo de los protagonistas 
individuales es negarse una visión completa de la historia, como lo 
sería omitir los factores colectivos. 
La biografía es algo muy sencillo: consiste en poner el foco 
sobre la trayectoria singular de un individuo (aunque también existen 
biografías de más de una persona, como las biografías paralelas o 
cruzadas, las sagas familiares, y las prosopografías). Pero, dentro de 
su sencillez, es algo importante para los historiadores. La historia 
necesita del método biográfico porque es consustancial al tipo de 
explicación que la disciplina histórica aspira a ofrecer. Lo que 
caracteriza a la historia en comparación con otras disciplinas es que 
ofrece una explicación genética y global de los fenómenos humanos: 
 
- Global porque, a diferencia de otras ciencias sociales como la 
economía, la sociología, la geografía o la ciencia política, la 
	 4	
historia no aísla un tipo de fenómenos para explicarlos por sí 
mismos, sino que los integra todos para explicar la experiencia 
humana desde la interacción de todos esos factores. 
- Y genética porque la historia trabaja con la dimensión temporal 
de los fenómenos, buscando explicarlos a través de su origen, 
de cómo lo que pasó antes dio lugar a lo que vino después. 
Para los historiadores nada se puede explicar adecuadamente si 
no es remontándose a sus antecedentes. 
 
Pues bien, ambas dimensiones, la global y la genética, que son tan 
esenciales para el trabajo del historiador, nos las da el método 
biográfico mejor que de ningún otro. 
 
1º) La biografía nos aproxima a la concepción global de la realidad 
a la que debe aspirar la Historia. Por necesidad, otros enfoques 
suelen aislar facetas de la realidad para estudiarlas en profundidad, 
por separado, atendiendo a su propia lógica. Por ejemplo, un 
historiador puede verse obligado a aislar lo político para estudiar un 
fenómeno político, y dejar así fuera del foco otros factores, como los 
económicos, culturales, afectivos, climáticos, etc., etc. Lo mismo hace 
el historiador del Derecho, o el historiador de las ideas, o quien hace 
historia económica, o historia de la Medicina… El trabajo empieza 
siempre por acotar un campo y dotarse de las herramientas 
conceptuales adecuadas para estudiarlo. Sin embargo, al recurrir al 
método biográfico, los campos se reagrupan de forma natural, dado 
que el individuo que ejerce el poder o que lucha por él, es también 
alguien sometido a las presiones del clima y a las condiciones de su 
salud; es alguien que tienen que ganarse la vida y atraviesa quizá 
problemas económicos; es alguien que tiene una vida privada y una 
sexualidad además de dedicarse a la política; es alguien que tienen 
una cultura que va más allá de la ideología de su partido, puesto que 
disfruta de ciertos tipos de música, lee cierto tipo de literaturay 
	 5	
practica deportes o asiste a espectáculos que son de su gusto o del 
de su esposo (o esposa)… 
En fin, al hacer el seguimiento biográfico de un solo individuo se 
pone de manifiesto cómo todos transitamos en nuestras vidas por 
diferentes espacios: las experiencias vividas en un campo de la 
realidad influyen sobre las decisiones que se toman en otros campos, 
puesto que la realidad no está compartimentada y es solo el ojo del 
historiador especializado el que la parcela para facilitar su estudio. 
Este sentido de lo global que nos ofrece el método biográfico no es un 
detalle menor: permite, por ejemplo, ver cómo los aprendizajes y los 
capitales que una persona acumula en una faceta de su vida (sea la 
faceta familiar, o la formación escolar, la religión, las aficiones, los 
negocios) definen las herramientas de las que dispone para actuar en 
otras facetas, como puede ser la vida pública de un político, un 
artista o un monarca. Sin el seguimiento biográfico de los personajes, 
su comportamiento quedaría amputado y sería imposible explicarlo. 
Globalidad, por tanto. 
 
2º) El método biográfico también nos da un acceso directo a la 
explicación genética de los acontecimientos que busca la historia. 
Al mostrar la sucesión de experiencias en la vida del individuo, la 
biografía encadena cada situación con la siguiente haciendo más 
evidentes las relaciones de causa y efecto o, al menos, sugiriendo 
hipótesis causales por el simple encadenamiento temporal de los 
hechos. Cuando, además de hacer ese seguimiento ordenado de la 
trayectoria biográfica de un personaje, disponemos de fuentes que 
nos permiten oír su propia voz, saber lo que pensaba en cada 
momento sobre lo que estaba haciendo –del tipo de un diario, unas 
memorias, una autobiografía o una colección de correspondencia 
privada suficientemente nutrida– no solo tenemos el encadenamiento 
temporal de los hechos desnudos, sino la percepción subjetiva del 
individuo, que nos sugiere cómo procesaba las experiencias y qué 
	 6	
elementos tenía en cuenta para tomar sus decisiones. Las acciones 
humanas pasan así a tener una explicación endógena que nos vacuna 
contra la tentación de superponer explicaciones extemporáneas, 
procedentes de una teoría o una ideología propias de nuestro tiempo 
y no del tiempo del biografiado. Por lo tanto, además de darnos 
acceso a la globalidad, la biografía nos da un acceso privilegiado a la 
explicación genética que busca la historia. 
 
 No obstante, algunos ataques contra la práctica de la biografía 
histórica deben ser tenidos en cuenta seriamente, dado que 
contienen al menos una parte de verdad. Por ejemplo: las dos 
acusaciones fundamentales que resumió Patrick O’Brien en 1996: 
 
1. La cuestión de la representatividad: es decir, no sabemos qué 
significado se le puede dar a esa vida singular, cuánto de 
representativa es de su época o de algún grupo humano mayor. 
La mayor parte de los biógrafos se desentienden del asunto, de 
manera que unas veces se afirma sin más lo excepcional que es 
la vida del personaje; y otras veces se dice que era “hijo de su 
tiempo” y que su vida refleja lo que era común en su época –
sin intentar demostrarlo de ninguna manera. 
2. La renuncia a buscar explicaciones científicas. En la práctica, el 
biógrafo corriente no aplica métodos y conceptos rigurosos 
como los que proceden de las ciencias sociales. En vez de 
utilizar estas herramientas científicas para buscar explicaciones, 
sustituye la argumentación por el relato, como si la simple 
descripción cronológica de los acontecimientos constituyera una 
explicación de su encadenamiento causal. Muchas veces, 
además, los autores se ponen en manos de una psicología de 
sentido común como si fuera una guía suficiente para el 
conocimiento científico. En el límite, se dice, la biografía es el 
refugio de los malos historiadores, de los más anquilosados y 
	 7	
conservadores, incapaces de mantenerse al día de los avances 
teóricos que se producen en el entorno de las humanidades y 
las ciencias sociales, o de manejar eficazmente marcos teóricos 
y conceptuales rigurosos. 
 
Son dos cuestiones dignas de tomar en consideración, con 
independencia de la injusticia que supone aplicárselas por igual a 
todas las biografías, en la medida en que ha habido en los últimos 40 
años esfuerzos muy importantes para superarlos y poner las bases de 
un nuevo enfoque biográfico en historia. Ese nuevo enfoque supone 
cambios tan importantes que incluso algunas de sus promotoras han 
propuesto llamarle de otra manera, no ya tanto biografía histórica 
como historia biográfica (el concepto es de Sabina Loriga en Le petit 
X, 2010, y lo retoma Isabel Burdiel en La historia biográfica en 
Europa: nuevas perspectivas, 2015, además de varios artículos 
previos suyos). “Historia biográfica” porque se trata de hacer historia, 
de escribir historia, y lo biográfico ha de ser sólo adjetivo, en 
atención al enfoque y el método elegidos por el historiador o la 
historiadora para abordar los problemas historiográficos que quiere 
desentrañar. 
 Pero aunque las acusaciones de O’Brien fueran injustas y ya le 
respondieron en un célebre debate historiográfico multitud de 
historiadores de primera fila, ser conscientes de esos dos problemas 
–la cuestión de la representatividad y el peligro de confundir 
narración con explicación prescindiendo de todo marco teórico– es el 
primer paso para intentar solucionarlos en la medida de lo posible. 
Así no caemos en la autocomplacencia de ponderar solamente los 
aspectos positivos del método biográfico y trabajamos para corregir 
sus aspectos más negativos. 
 
 Por ejemplo, con respecto a la cuestión de la 
representatividad: los historiadores actuales enfocamos esta 
	 8	
cuestión de manera distinta a como se hacía años atrás o como 
todavía la enfocan los sociólogos. Al emprender una biografía no 
pretendemos que tenga una representatividad de carácter estadístico, 
es decir, que a través de la vida de un individuo vayamos a adquirir 
directamente un conocimiento válido de todo un colectivo. La 
cuestión de la representatividad, planteada en los términos 
estadísticos propios del tipo de certezas que buscan otras disciplinas, 
no tiene sentido en historia: como precisa Sabina Loriga, un individuo 
no puede explicar completamente el grupo, la época o el país del que 
forma parte; de la misma manera que ningún estudio sobre el país, la 
época o el grupo podría explicar completamente los comportamientos 
de uno de sus miembros. 
Lo que sí es posible es que en ocasiones dispongamos de 
fuentes que nos permitan desvelar las vivencias de un sujeto 
anónimo –un soldado, un obrero, un campesino, un militante– y, a 
través de él, disponer de indicios sobre cómo podían ser miles de 
vidas anónimas que cabe suponer similares, por la uniformidad de 
experiencias de los hombres y mujeres corrientes de su mismo 
grupo. 
 Pero hay otras formas de representatividad igualmente 
interesantes: 
 
Ø El aspecto más conocido de la representatividad historiográfica 
quizá sea el de los individuos dotados de mucho poder o que 
han ocupado posiciones de gran visibilidad en su época: 
monarcas, mandatarios, jefes políticos o militares, héroes 
mitificados por la opinión pública, santos o mártires, artistas e 
intelectuales reconocidos por su genialidad… En estos casos, la 
representatividad de grupo se puede dejar en un segundo 
plano, puesto que la influencia que el individuo tuvo en la toma 
de decisiones o en la marcha de los acontecimientos de su 
tiempo hace que sean representativos de ese tiempo por sí 
	 9	
mismos (por eso hablamos del “tiempo de Olivares”, la “época 
de Carlos III” o la “Francia de Victor Hugo”). En tales casos 
podemos dejar en suspenso la cuestión de la representatividad, 
porque con independencia de que las vidas de estos personajes 
fueran tan extraordinariasque ninguna otra de su época se les 
pudiera equiparar, nos interesa conocer cómo se formaron sus 
personalidades, cómo evolucionaron su pensamiento y sus 
relaciones, cómo veían lo que ocurría a su alrededor, etc. Es 
decir, son biografías que se justifican por sí mismas sin 
necesidad de argumentar sobre su representatividad, aunque 
eso no significa que sean las únicas vidas que revistan interés 
para el historiador. Aunque este tipo de biografías son las que 
siempre han interesado a los historiadores, hoy las miramos 
con otros ojos, porque tratamos de problematizar figuras como 
la del héroe o el líder, analizando a fondo cómo se construyó su 
singularidad, cómo se adquirían la notoriedad y el poder, cómo 
se auto-presentaban los sujetos para desempeñar ese papel, 
qué elementos permitieron que fueran encumbrados y 
venerados por sus contemporáneos: todo esto nos dirá mucho 
más sobre la sociedad de su tiempo que la mera narración de 
los hechos señeros de la vida del personaje (por ejemplo, en la 
vida de San Luis por Jacques Le Goff de 1996, o en la vida de 
Garibaldi por Lucy Riall de 2007). 
Ø De hecho, toda vida es representativa de su tiempo y de su 
lugar, de su generación y de su clase, en alguna medida. Los 
historiadores hemos acabado tomando conciencia de que cada 
vida es interesante por sí misma, de manera que basta con que 
cada sujeto se represente a sí mismo para que merezca la pena 
escribir su biografía. Una actitud humanista nos hace considerar 
que la igualdad sustancial de todos los seres humanos hace 
digno de ser protagonista de una biografía a cualquiera de 
quien podamos disponer de fuentes adecuadas. Esto ha dado 
	 10	
lugar a una expansión de los sujetos biografiables, hasta 
alcanzar prácticamente a todo ser humano sin excepción. Cada 
vida es interesante en sí, pero también arroja luz sobre algún 
aspecto del mundo en el que vivió. 
Ø Otro aspecto interesante de la representatividad es el que tiene 
que ver con los individuos excepcionales, aquellos que sabemos 
que no representan a un colectivo amplio porque siguieron 
trayectorias únicas. Estas biografías nos enseñan cuáles eran 
los límites de lo posible en un contexto histórico determinado, 
lo que se podía aceptar y lo que no, y cómo reaccionaba la 
sociedad ante los excesos que cometía un individuo poco 
común. De esta manera, lo extremo también “representa”, 
porque nos informa sobre muchos aspectos de cómo era su 
sociedad. Un ejemplo podría ser la biografía que hizo Giovanni 
Levi de un exorcista piamontés del siglo XVII en 1985 (L’eredità 
immateriale). 
 
Con respecto a la otra acusación, la de falta de teoría: tal vez 
sea una acusación relacionada con que la biografía histórica encaja 
mal con un cierto tipo de teorías, las teorías macrosociológicas que se 
sitúan en un nivel de observación incompatible con el reconocimiento 
de las especificidades individuales. Sin embargo, otros marcos 
teóricos sí encajan bien con la práctica de la biografía. Pensemos, por 
ejemplo, que incluso en el ámbito de la historiografía marxista, uno 
de sus máximos exponentes, E.P. Thompson, escribió una excelente 
biografía sobre William Morris (en 1955); no es solo que Thompson 
pudiera practicar este enfoque –y que volviera a hacerlo más tarde, 
en torno a William Blake– sino que lo que aprendió al hacerlo fue 
decisivo para desarrollar el concepto de experiencia con el que 
enriqueció el análisis marxista en una obra tan influyente como La 
formación de la clase obrera en Inglaterra (que fue escrita diez años 
después, en 1965). 
	 11	
De hecho, la historia biográfica, después del largo ciclo de 
renovación que ha experimentado, se parece ya poco al género 
tradicional de la biografía histórica complaciente y meramente 
narrativa –cuando no hagiográfica– y en nuestros días presenta 
características que la sitúan en la vanguardia de la producción 
historiográfica más innovadora. Hoy en día una biografía no solo 
puede tener profundidad teórica, sino que puede considerarse uno de 
los géneros más ricos en el uso de modelos teóricos y en la 
producción de conclusiones teóricas: 
 
1. Para empezar, hay referentes teóricos que encajan muy bien con 
la práctica de la biografía histórica, como son todos los que tratan 
sobre el sujeto y su relación con el entorno. Así, por ejemplo, 
todas las aportaciones de la teoría francesa, de autores como 
Michel Foucault, Paul Ricoeur, Michel de Certeau y Pierre Bourdieu, 
pueden ser incorporados –y de hecho lo son muchas veces– al 
trabajo de los historiadores que escriben biografías. 
 
2. La biografía es uno de los enfoques historiográficos que mejor 
contribuyen a lidiar con eso que llamamos la agency y que, a 
falta de mejor traducción, a veces se emplea en español como 
“agencia”: la capacidad de los sujetos para tomar decisiones 
conscientes con un cierto margen de libertad dentro de las 
determinaciones estructurales a las que están sometidos. Este es 
un tema muy importante para el historiador, el balance entre las 
fuerzas que superan al individuo y la capacidad de este para 
entender lo que está pasando, aprovechar los recursos que tiene a 
su alcance y seguir estrategias que le permitan alcanzar objetivos. 
Siempre nos moveremos ahí entre los dos extremos del 
determinismo total y de la total libertad. Pero nadie mejor que un 
biógrafo para ponerse en el lugar del sujeto, ubicarlo en su 
	 12	
contexto y entender cuáles eran sus posibilidades reales en cada 
coyuntura. 
Es el sujeto el que se pone en el centro de la atención y el 
que, gracias a esa centralidad, es objeto de una reflexión que 
otros enfoques tienen a ignorar: quién es el sujeto de las acciones 
políticas, cómo adquiere su identidad, cómo percibe el entorno, 
por qué actúa de una determinada manera, etc. Al indagar en la 
historia individual se busca una forma de comprensión de los 
procesos históricos estrictamente subjetiva, en el sentido de que 
pone al lector –y antes que él al investigador– en el lugar del 
sujeto. La biografía no reclama para sí la última palabra sobre la 
“verdad” histórica: más bien es un método propio de quienes 
desconfían de la existencia de verdades singulares, definitivas y 
transparentes en historia. No reclama que se le reconozca un 
conocimiento superior o más perfecto que el que ofrecen otros 
puntos de vista. Si algo exige es sólo que se tome en serio a las 
personas, a los protagonistas de la historia global y de las historias 
concretas: que se les tome en cuenta, considerando su 
experiencia, su trayectoria, sus preocupaciones y las 
circunstancias en las que tuvieron que actuar. 
 
3. La biografía ofrece también ventajas para penetrar en la difícil 
cuestión de las identidades. Existen enfoques y corrientes 
historiográficas que tienden a dar por supuestas la identidad 
nacional, o la identidad de clase o la identidad de género (por 
poner solo tres ejemplos). El enfoque biográfico, en cambio, ayuda 
a deconstruir las identidades, mostrando que en la práctica cada 
individuo responde a múltiples identificaciones que le vienen de su 
familia, de las experiencias que va viviendo y de los espacios por 
los que va pasando. Al hacer el seguimiento completo de la vida 
de un sujeto se entiende mejor la complejidad de las identidades, 
	 13	
que a veces son múltiples, que cambian o que incluso encierran 
contradicciones sin resolver. 
La cultura individualista del Occidente contemporáneo nos ha 
acostumbrado a suponer a cada persona una identidad sólida, 
inmutable e independiente: un yo que permanece a través de 
todas las vicisitudes de la existencia. Pero eso no pasa de ser una 
convención cultural, lo que Bourdieu llamó “la ilusión biográfica”. A 
lo largo de su vida, las personas van asumiendo diferentes roles, 
adaptándose a las circunstancias, adquiriendo recursos nuevos, 
aprendiendo lecciones, desengañándose de lo que antescreían, 
cambiando de entorno, asociándose con otros aliados, etc. Por 
resumirlo en el célebre dicho atribuido a Heráclito, nadie se baña 
dos veces en el mismo río (no solo porque el agua corre y el río es 
otro cada vez, sino porque quien se baña es hijo de las 
experiencias vividas desde la última vez que se bañó allí, y a la 
vez siguiente acude transformado en otro). La vida de una 
persona es profundamente histórica, en el sentido en que cada 
momento deriva del anterior y de las circunstancias que se le 
imponen; y hasta en un mismo instante las actuaciones de la 
persona están sometidas a múltiples tensiones e incoherencias. 
Con todo esto tiene que lidiar el biógrafo, y es parte del interés y 
de la riqueza que tiene el enfoque biográfico. Por estos motivos, es 
un enfoque que sitúa a los historiadores más cerca del tipo de 
historia innovadora que se necesita para superar los prejuicios 
nacionalistas, racistas, sexistas e ideológicos que atribuyen a cada 
persona una identidad –y solo una para toda la vida. 
 
4. También le ha sentado bien a la biografía el giro cultural que han 
experimentado la historiografía y las ciencias sociales desde finales 
del siglo XX; y dentro de ese giro cultural, especialmente los 
desarrollos teóricos relacionados con el giro lingüístico (Keith 
Baker, James Vernon, Patrick Joyce, Miguel Ángel Cabrera). El 
	 14	
aumento de la escala de observación que implica el método 
biográfico es valioso para poner el foco sobre los usos del 
lenguaje, la formación de las mentalidades y la adquisición de 
visiones del mundo que componen las culturas, a través de sus 
protagonistas. Dado que hemos ido descubriendo que las culturas 
políticas, por ejemplo, no son bloques homogéneos y construidos 
lógicamente de una vez para siempre, sino más bien 
conglomerados de elementos cambiantes que los actores 
improvisan y adaptan a los retos que se encuentran en sus vidas, 
las biografías son cruciales para observar estos procesos de 
manera concreta: la hibridación, el cambio, la reapropiación de 
elementos culturales de distinta procedencia no se ven tan 
claramente con ningún otro método. No hay, pues, ninguna razón 
para que este tipo de elementos se mantengan fuera del trabajo 
del historiador por el hecho de haber adoptado un enfoque 
biográfico. 
 
5. Otro aspecto en el cual el enfoque biográfico puede servir para 
incorporar planteamientos teóricos innovadores es el de la 
colaboración interdisciplinar. Esto es así por el carácter 
globalizador que tiene el método biográfico, del que ya hemos 
hablado antes. Al poner en conexión áreas muy distintas de 
actividad por las que pasa el mismo sujeto a lo largo de su vida, la 
biografía requiere poner en conexión conceptos y modelos teóricos 
que proceden de las diferentes disciplinas especializadas en el 
estudio de esas áreas; y el biógrafo es el responsable de hacer 
que la combinación de modelos y conceptos funcione sin chirriar, 
es decir, que no haya contradicciones o incompatibilidades 
derivadas de la diferente procedencia teórica de esos elementos. 
Al verse abocado a utilizar herramientas teóricas tan dispares, el 
biógrafo en realidad ha de construir planteamientos teóricos 
nuevos que surgen de esa combinación, es decir, que hace teoría. 
	 15	
 
6. Esto resulta especialmente claro en un aspecto muy concreto, que 
es el de las fronteras entre lo público y lo privado. Durante 
mucho tiempo, los biógrafos tradicionales mantuvieron una 
frontera muy nítida entre la actuación pública y la vida privada de 
los personajes. Esta diferenciación era muy conveniente para la 
ética dominante en la sociedad liberal del siglo XIX y de la primera 
mitad del XX, que imponía a los sujetos que mantuvieran 
separadas esas dos esferas y consideraba “poco serio” que se 
mezclaran, tanto si era en la vida diaria como si era en las páginas 
de una biografía. Sin embargo, la renovación que ha traído la 
historia biográfica desde finales del siglo XX ha roto esa norma y, 
al contrario, apuesta por una visión holística de los sujetos, que 
integre estrechamente lo público y lo privado; de hecho, pone en 
duda que esa diferenciación pueda mantenerse de forma estricta. 
Al mismo tiempo que iban apareciendo una nueva sensibilidad y 
una nueva moral social, la historia empezó a interesarse por los 
aspectos afectivos de la realidad humana, que antes solía dejar 
fuera de su foco de atención; e incluso apareció una corriente de 
historia de las emociones. Los trabajos en historia de género 
también contribuyeron fuertemente a superar aquel antiguo 
prejuicio que pedía mantener separadas las esferas pública y 
privada, pues denunció que esa separación había formado parte 
de una histórica discriminación de género, en la medida en que la 
esfera pública se constituía como privativa de los hombres, y las 
mujeres quedaban relegadas –por lo general– al ámbito privado. 
En la nuevas historia biográfica se parte de la convicción de 
que las conductas que un sujeto exhibe en público están 
fuertemente influenciadas por experiencias y relaciones que 
desarrolla en su vida privada, y viceversa (como demostró, por 
ejemplo, Isabel Burdiel en su biografía de Isabel II, 2008). De esta 
manera, se saca a la luz toda una parte de la experiencia humana 
	 16	
que tradicionalmente quedaba en un segundo plano como si fuera 
anecdótica o irrelevante para el curso de la historia, todo ese 
mundo que Jacques Rancière llama la “vida muda”; y se saca a la 
luz no con el interés morboso por lo secreto o lo escandaloso que 
siempre había estado presente en una cierta historia popular 
mirada con desdén desde la historiografía académica, sino 
seleccionando de ese ámbito los elementos que verdaderamente 
constituyen claves para entender el cómo y el por qué de las 
conductas de los sujetos, el cómo y el por qué del devenir 
histórico en definitiva. Que la historia biográfica se lance al asalto 
de la frontera entre lo público y lo privado no significa pretender 
que tal frontera no haya existido nunca, sino problematizarla, 
someterla a crítica y discusión: en la medida en que esa frontera 
fue trazada de forma tan severa en algunos contextos históricos, 
la labor del biógrafo es restituir el modo en que ese límite se 
construía, se imponía en cada momento y era asumido, 
transgredido o reconfigurado por los sujetos estudiados. 
La consecuencia de este salto, que intenta superar los 
límites convencionales entre lo público y lo privado, es una 
verdadera revolución teórica, puesto que trae al centro del análisis 
histórico –cuando se realiza desde un enfoque biográfico– 
elementos que antes se dejaban fuera, como son los sentimientos, 
las emociones, la familia, los afectos, etc. De manera que los 
viejos marcos teóricos utilizados por los historiadores para el 
análisis político, militar, diplomático, económico, social y cultural, 
saltan por los aires y quedan sometidos a una necesaria revisión 
desde este nuevo punto de vista en el que lo humano lo impregna 
todo; y lo humano no es público o privado, es simplemente 
humano. Vemos así que la renovación que plantea la historia 
biográfica no se basa simplemente en extender el foco desde los 
“grandes hombres” hacia la “gente corriente”, sino que implica una 
nueva manera de mirar; y esa nueva manera de mirar tiene 
	 17	
implicaciones teóricas innovadoras para el conjunto de la 
historiografía. 
 
7. La biografía arma al historiador para enfrentarse a los dilemas 
entre lo objetivo y lo subjetivo, que se ven estrechamente 
entrelazados cuando ponemos la atención sobre una vida en 
concreto. Toda biografía nos confronta a un elenco de fuentes que 
contienen elementos objetivos (pongamos por ejemplo los 
expedientes escolares, laborales o militares del personaje, las 
cuentas de su negocio o de su economía doméstica, los 
nombramientos para cargos y oficios, etc.) y otras fuentespuramente subjetivas, que nos dan la voz del sujeto (como, por 
ejemplo, una correspondencia íntima o un diario personal). Al 
combinarlas, el biógrafo tiene que establecer prioridades, definir el 
papel de lo objetivo y de lo subjetivo en la construcción de una 
“verdad” sobre el personaje. 
Pero es que, además, las biografías actuales del tipo que hemos 
llamado historia biográfica, van más allá: no solo hacen de esta 
bisagra entre lo objetivo y lo subjetivo el eje central para construir 
las biografías, sino que incorporan elementos que en las biografías 
tradicionales quedaban fuera del interés primordial del biógrafo. 
Me refiero a lo que podríamos llamar la imagen del personaje, la 
construcción misma de la persona como personaje por parte de él 
mismo o de otros que, por las razones que sean, hablan de él y se 
muestran interesados en erigir ante otros una determinada figura 
supuestamente representativa del personaje. Probablemente ha 
sido el giro cultural de finales del siglo XX y principios del XXI el 
que nos ha hecho tomar conciencia de la relevancia de esta 
dimensión de todo personaje histórico: el entrelazamiento entre la 
vida de la persona y la vida autónoma del “personaje”. Así, por 
ejemplo, la imagen del monarca que transmite la corte es algo 
diferente de la realidad íntima del rey como ser humano, pero no 
	 18	
menos importante, y no independiente de ello. Ambas cosas 
interactúan. Hay excelentes trabajos sobre los dictadores del siglo 
XX centrados en esta cuestión de la imagen que se proyecta, la 
construcción de un personaje público que, en el límite, podría 
haber existido incluso si la persona de referencia hubiese 
desaparecido en un momento dado (como el libro de Antonio 
Cazorla sobre Franco: biografía del mito, 2015). Puesto que hoy 
en día todos tenemos un personaje público que proyectamos a 
través de las redes sociales, somos muy conscientes de lo que 
esto significa –no ya para los reyes o dictadores, sino para 
cualquiera– y sabemos que la imagen que se proyecta no es una 
mera ficción, sino que retroactúa sobre la personalidad y le 
devuelve a cada persona las reacciones de una sociedad que la 
conoce por esa vía. 
 
8. La biografía nos pone sistemáticamente frente a la compleja 
cuestión del papel del individuo frente al medio social en el 
que se mueve. La nueva historia biográfica ha superado la 
distinción tradicional que existía entre biografías internas y 
externas. Según aquella distinción, se llamaba biografía interna a 
la que atendía a la trayectoria del protagonista como individuo 
único e irrepetible, prestando atención a sus ideas y 
comportamiento en todos los ámbitos, incluyendo frecuentemente 
también el ámbito familiar, afectivo y privado. Mientras que la 
biografía externa solo atendía al individuo concreto como ejemplo, 
arquetipo o paradigma que permitía acceder al conocimiento de 
una época, un movimiento o una categoría humana cualquiera; en 
este segundo tipo de biografías interesaba más la vida pública que 
la privada, que frecuentemente era dejada en segundo plano, pues 
se entendía que la conducta pública de los grandes personajes era 
la que nos iba a dar las claves de su tiempo. Todo esto se halla 
hoy superado, pues la nueva historia biográfica problematiza la 
	 19	
distinción entre lo público y lo privado –como hemos visto–, pero 
tampoco acepta la distinción entre el enfoque interno y el externo, 
pues todas las biografías deben ser al mismo tiempo las dos cosas. 
El problema sigue estando en cómo articular lo particular con lo 
general sin que lo uno ahogue a lo otro. 
No hay biografía que pueda aislar el relato de la vida de un 
individuo sin contextualizarla en una época y un medio que han de 
ser también descritos y analizados a cada paso: como en un juego 
de espejos, lo individual debe iluminar qué esta pasando a nivel 
colectivo, y el análisis del contexto general debe iluminar qué 
sentido tenían las acciones individuales. Esta labor de entrelazar lo 
individual con lo colectivo, lo íntimo con lo público, lo micro con lo 
macro, y lo subjetivo con lo objetivo, es la parte más difícil del 
trabajo del biógrafo. Y, desde luego, le confronta a reflexiones 
teóricas de gran alcance sobre cómo funciona la sociedad, cómo 
funciona la economía, cómo funciona la cultura, qué grado de 
autonomía tenía un sujeto de unas características determinadas en 
la época estudiada y por qué… Sin todo ello, el relato sobre el 
individuo biografiado flotaría en un vacío sin sentido. Hay que 
hablar de la persona, pero ir más allá de esto y hablar, al mismo 
tiempo, a través de la trayectoria del personaje biografiado, de un 
tema, una época, un problema (o varios problemas que merezcan 
la pena). Y esto supone, necesariamente, incorporar al trabajo un 
entramado teórico que sea el que plantee las grandes cuestiones y 
establezca un lenguaje y unas herramientas intelectuales para 
abordarlas. 
 
Querría terminar con esto, porque verdaderamente me parece 
lo más importante: la necesidad de que la biografía se emprenda 
para dilucidar una pregunta o un problema historiográficamente 
relevante. La buena historia es siempre historia-problema y no mera 
narración; y la biografía histórica no escapa a esa regla general: si 
	 20	
está guiada por un problema que preocupa y que merece la pena 
explorar, será buena historia biográfica (y si no, no). 
Entonces, yo recomendaría a los investigadores –si me 
preguntaran– que no elijan trabajar en una biografía porque sí, por el 
mero gusto que les produce este género. Sino que se pregunten si es 
la biografía el método adecuado para arrojar luz sobre el problema 
que quieren resolver, y por qué. Muchas veces lo es: la biografía 
puede ser el método o el enfoque más útil para avanzar en 
determinados debates e ir más allá de lo que otros métodos y 
enfoques han podido ir. Pero es importante tener esto presente desde 
el comienzo, para que el problema de partida esté claro y pueda guiar 
las decisiones que el historiador tendrá que tomar a lo largo de toda 
la investigación (sobre selección de fuentes, periodización, forma de 
contextualizar y organizar la información, secuencia narrativa, 
terminología adecuada, y también cuándo se puede dar por 
terminada la investigación). 
 
 
* BIBLIOGRAFíA: 
 
Pierre Bourdieu: “L’illusion biographique”, Actes de la Recherche en 
Sciences Sociales, 62/63 (1986), pp. 69-72. 
 
Isabel Burdiel: “Historia política y biografía: más allá de las 
fronteras”, Ayer 93 (2014), pp. 47-83. 
 
Isabel Burdiel: “La dama en blanco: notas sobre la biografía 
histórica”, en Isabel Burdiel y Manuel Pérez Ledesma (eds.): 
Liberales, agitadores y conspiradores: biografías heterodoxas del 
siglo XIX (Madrid, Espasa Calpe, 2000), pp. 17-48. 
 
Isabel Burdiel y Roy Foster (eds.): La historia biográfica en Europa: 
nuevas perspectivas (Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 
2015). 
 
Antonio Cazorla: Franco: Biografía del mito (Madrid, Alianza Editorial, 
2015). 
 
	 21	
Henar Gallego y Mónica Bolufer (eds.): ¿Y ahora qué? Nuevos usos 
del género biográfico (Barcelona, Icaria, 2016). 
 
Jacques Le Goff: Saint Louis (París, Gallimard, 1996). 
 
Giovanni Levi: L'eredità immateriale. Carriera di un esorcista nel 
Piemonte del Seicento (Turín, Einaudi, 1985). 
 
Sabina Loriga: Le Petit x. De la biographie à l’histoire (Paris, Seuil, 
2010). 
 
Patrick O'Brien: “Is political biography a good thing?”, Contemporary 
British History, 10:4 (1996), pp. 60-66. 
 
Lucy Riall: Garibaldi. Invention of a Hero (New Haven, Yale University 
Press, 2007). 
 
E.P. Thompson: William Morris: de romántico a revolucionario [1955], 
Valencia, Alfons el Magnànim, 1988. 
 
E.P. Thompson: Witness Against the Beast: William Blake and the 
Moral Law (Cambridge, Cambridge University Press, 1993).

Continuar navegando