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Corrección de la Agenesia Vaginal. Neovagina a Expensas de Membranas 
Amnióticas 
 
(Actualizado en 2001) 
 
INTRODUCCIÓN 
 
La agenesia vaginal es una malformación infrecuente, con una incidencia estimada que varía 
entre uno en 5.000 a uno en 10.500 nacimientos de niñas. Su causa más frecuente son las 
anomalías congénitas útero-vaginales, aunque puede acompañar también a ciertos estados 
intersexuales con sexo asumido femenino. Otra situación, también infrecuente, que precisa de la 
reconstrucción vaginal, es la neoplasia vaginal tratada quirúrgicamente. 
 
Es importante para el diseño de la estrategia quirúrgica un diagnóstico preciso de la situación 
anatómica y por lo tanto de su etiopatogenia. Desde un punto de vista práctico, las anomalías 
congénitas útero-vaginales pueden clasificarse, atendiendo a su mecanismo de producción, en 
"defectos de la formación" y "defectos de la fusión de los conductos de Müller". Entre las 
anomalías de la formación, dan lugar a una amenorrea primaria todas las entidades incluidas 
dentro de la "Clase I" de la Clasificación de la Sociedad Americana de Fertilidad (S.A.F.), es 
decir, la agenesia Mülleriana total, y aquellas agenesias parciales en las que existe una solución 
total de continuidad, en cualquier tramo del aparato genital comprendido entre el útero y el 
exterior. De todos ellas, el cuadro clínico observado con mayor frecuencia es el síndrome de 
Mayer-Rokitansky-Kuster-Hauser. 
 
Dentro de las anomalías de la fusión de los conductos de Müller se pueden distinguir dos grupos 
de patologías: las alteraciones de la fusión vertical y la agenesia del cervix, encuadradas ambas 
dentro de la "Clase II" de la Clasificación de la S.A.F., y las alteraciones de la fusión lateral o 
"Clase III". De entre ellas, son causa de amenorrea primaria la agenesia cervical y la presencia de 
un septo vaginal transverso completo. 
 
Esta condición supone un serio problema para la paciente, ya que le impide mantener unas 
relaciones sexuales satisfactorias, y en los casos en que exista un útero funcionante la aparición 
de un hematometra o hematocolpos. 
 
RECUERDO HISTÓRICO Y SITUACIÓN ACTUAL 
 
La creación adecuada de una neovagina se puede conseguir mediante técnicas no quirúrgicas y 
quirúrgicas (algunas de ellas únicamente de interés histórico), sin embargo actualmente no existe 
una opinión unánime respecto al procedimiento idóneo. 
 
• Métodos no quirúrgicos. En 1938 Robert Frank describió un método para la creación no 
quirúrgica de una neovagina, conseguida mediante la aplicación de una presión intermitente 
sobre un fondo de saco vaginal, que necesariamente debe existir. Empleando 
progresivamente dilatadores de mayor tamaño, puede obtenerse una vagina funcional apta 
para el coito a las 6-12 semanas de instaurada la terapia. Posteriormente Woolf Ingram aplicó 
la misma técnica utilizando dilatadores especiales sobre el asiento de una bicicleta, 
obteniendo una vagina de un calibre adecuado. La ventaja de estos métodos son su 
simplicidad y la ausencia de riesgos. Sin embargo, resultan inaceptables para muchas 
pacientes, especialmente jóvenes. En estas mujeres, o en las que existe un útero adecuado y 
se desea preservar la fertilidad, son de primera elección los métodos quirúrgicos. 
 
• Métodos Quirúrgicos. El tratamiento quirúrgico consiste en la creación de un espacio 
neovaginal entre la uretra y vejiga por delante y el recto por detrás. Para recubrir este espacio 
y conseguir la epitelización vaginal se han utilizado implantes epiteliales (técnica de Abbe-
Wharton-McIndoe), segmentos intestinales (ileales, sigmoides), un colgajo miocutáneo 
(técnica de McGraw), peritoneo, amnios, y más recientemente Interceed. Describimos muy 
brevemente, a continuación, las técnicas que han tenido un mayor predicamento. 
 
• Neovagina utilizando intestino. La primera descripción de la realización de una vagina 
artificial utilizando intestino data de 1904, y fue realizada por Sneguireff, quién utilizó colon 
sigmoide. En 1907, Baldwin diseca un espacio entre recto y vagina, que recubre con un asa 
doble de íleon, dejando el mesenterio unido al intestino. En 1910, Popow realiza una 
neovagina movilizando el recto hacia delante, intervención que modifica von Shubert en 
1911. 
 
Con estas técnicas se consiguen vaginas normales en dimensiones y funcionalidad, pero con 
intervenciones que presentan una alta tasa de morbilidad. 
 
• Neovagina utilizando mucosa vesical. La mucosa vesical se caracteriza por su gran 
distensibilidad, lo que permite obtener implantes de gran dimensión. La ausencia de folículos 
pilosos, glándulas sebáceas y sudoríparas, así como la ausencia de queratina, evitan la 
retracción y presencia de pelo en la vagina neoformada. Mediante una incisión de 
Pfannenstiel se obtiene al mucosa vesical, que se aplica sobre una prótesis. Dicha prótesis 
vaginal se introduce en un espacio neoformado entre vejiga y recto, y se retira a los 15 días 
para valorar la viabilidad del implante. La prótesis debe mantenerse colocada durante los 
primeros 6 meses. 
• Neovagina utilizando peritoneo pélvico. Esta técnica ha sido utilizada por varios autores (14). 
Precisa de la creación de un espacio entre vejiga y recto desde la vulva, y la disección del 
peritoneo del fondo de saco de Douglas por vía abdominal, para abocarlo y fijarlo al introito. 
• Vulvovaginoplastia de Williams. Esta técnica, descrita por Williams en 1964, utiliza la piel 
de los labios mayores para crear un canal vaginal, cuando no es posible realizar una 
verdadera neovagina. No es aplicable en pacientes con labios vulvares mal desarrollados. 
Puede ser útil en pacientes sometidos a radioterapia o tras una intervención de McIndoe poco 
satisfactoria. 
Se realiza mediante una incisión en U en la vulva. Posteriormente se suturan juntos los 
bordes cutáneos internos, aproximando el tejido adiposo subcutáneo y los músculos 
perineales; y por último los bordes cutáneos externos. 
• Intervención de Abbe-Wharton-McIndoe: Desde que Dupuytren describió, en 1832, la 
creación de una neovagina, mediante la simple creación quirúrgica de un espacio entre vejiga 
y recto, múltiples autores han realizado modificaciones de esta técnica. Inicialmente este 
espacio creado se estenosaba debido a que no se conocía la importancia de la dilatación 
continua y prolongada. En 1938, Wharton combinó la creción del espacio vaginal combinado 
con la dilatación continua mediante un molde de madera de balsa. Dicha técnica es sencilla y 
obtiene buenos resultados en cuanto a las dimensiones de la vagina, sin embargo la cúpula 
vaginal puede quedar sin epitelizar, incluso al cabo de años. La presencia de tejido de 
granulación en la cúpula vaginal, da lugar a coitorragias y leucorrea, inaceptables por la 
paciente. 
La realización de injertos de piel para el recubrimiento de una neovagina ya había sido 
realizada por Abbe, pero dicha técnica la popularizó Sir Archibald McIndoe, en Inglaterra, 
con la utilización de un injerto cutáneo de dermis y la aplicación de una dilatación 
continuada posterior. Los injertos se solían obtener del muslo o de la parte superior del brazo, 
aunque actualmente se aconseja obtenerlo de las nalgas por motivos estéticos. 
• Neovagina con amnios. Desde que en 1.934 Brideau publicó por primera vez en la literatura 
francesa la utilización de amnios humano en la creación de una neovagina, en múltiples 
ocasiones se ha retomado dicha técnica, dada su baja morbilidad y los buenos resultados que 
ofrece. Los aspectos técnicos y las ventajas del amnios serán tratados especialmente más 
adelante. 
• Técnica de Vecchietti. Esta técnica realiza un abordaje combinado. Se trata de acceder vía 
abdominal, realizando una incisión en el peritoneo, realizar una tracción continua sobre la 
pared de la mucosa del introito, mediante una oliva que asciende día a día. Dicha oliva se 
introduce mediante una aguja que actúa de guía, en cuyo extremo caudal porta una doble 
sutura no reabsorbibleque contiene la oliva dilatadora. Al cabo de 7-8 días de tracción se 
consigue una vagina de 11 –12 cm. Precisa de la aplicación posterior de moldes vaginales. 
Recientemente se ha realizado una modificación de esta técnica realizado el abordaje 
abdominal mediante laparoscopia. 
 
TÉCNICA "NEOVAGINA CON MEMBRANA AMNIÓTICA" 
 
El amnios como "herramienta". Es bien conocido que el amnios estimula adecuadamente la 
epitelización ya que ha sido utilizado con dicho fin y buenos resultados en grandes quemados, 
traumatismos, etc. Las primeras experiencias de utilización de membranas fetales se realizaron 
hace ya casi 100 años. Davis, en 1910, fue el primero en utilizar membranas fetales en el 
trasplante de piel. Posteriormente, en 1913 Stern y Sabella emplearon el implante de membrana 
amniótica en el tratamiento de ulceraciones y quemaduras de la superficie cutánea, observando 
una ausencia de infecciones en las heridas limpias, una importante reducción del dolor y un 
aumento en la velocidad de reepitelización de la superficie cutánea traumatizada. 
 
Desde entonces, el implante de membrana amniótica ha sido utilizado en distintas especialidades 
médicas, tales como cirugía plástica, traumatología, ginecología, cirugía digestiva, etc. 
 
Histología. La membrana amniótica se compone de una monocapa de células epiteliales, una 
gruesa membrana basa y una matriz estromal avascular. Las células epiteliales poseen una gran 
cantidad de factores de crecimiento que favorecen los procesos de epitelización y reparación 
tisular tras el implante de membrana amniótica. Bajo el epitelio se encuentra una membrana 
basal de gran grosor y resistencia que constituye un excelente sustrato para la epitelización de los 
tejidos, y su resistencia favorece la manipulación y fijación de este tejido durante el implante. 
Finalmente se encuentra la matriz estromal, que es totalmente avascular, muy rica en colágeno y 
mucopolisacáridos, en cuyo interior pueden apreciarse escasos fibroblastos. 
 
Inmunología. La membrana amniótica presenta una muy baja antigenicidad, de manera que 
nunca han sido descritas respuestas inmunes severas tras su implante. Algunos trabajos han 
demostrado que las células epiteliales amnióticas humanas no expresan en su superficie los 
antígenos HLA-A, B, C ni DR. También se ha observado que el implante subcutáneo de un 
fragmento de membrana amniótica, como aloinjerto, no provoca inicialmente ningún tipo de 
respuesta de rechazo. Posteriormente se observa una progresiva reabsorción del tejido, con una 
leve infiltración de células inflamatorias. Por el contrario, el corion presenta una elevada 
antigenicidad y, cuando es implantado, produce una reacción inmunológica de rechazo severa. 
 
Obtención y preservación. Los componentes de la placenta destinados a ser utilizados en el ser 
humano como alternativa terapéutica deben seguir los mismos criterios que el resto de tejidos 
procedentes de la donación (RD 411/96), con el objetivo de garantizar su seguridad sanitaria. La 
placenta procede de partos en los cuales previamente se ha obtenido la autorización por escrito 
de la madre, y se sigue el mismo protocolo que para la donación de otros tejidos. Se deben 
realizar en la donante estudios serológicos para virus de la inmunodeficiencia humana, hepatitis 
B, hepatitis C y sífilis. Al tratarse de un donante vivo, es necesario cubrir el período ventana para 
estas enfermedades y, por tanto, debe realizarse el estudio de la donante en el momento del parto 
y varios meses después. 
 
Una vez obtenida la placenta, en condiciones de esterilidad se procede a su lavado en una 
solución antibiótica que contiene penicilina, estreptomicina, neomicina y anfotericina B. El 
amnios se separa del corión mediante disección roma y se coloca sobre fragmentos de papel de 
nitrocelulosa, con el epitelio hacia arriba y la superficie estromal en contacto con el papel. Los 
fragmentos de membrana amniótica se conservan en recipientes independientes a –80º C, junto a 
una sustancia crioprotectora que suele ser glicerol o dimetilsulfóxido. De esta manera puede 
conservarse la membrana amniótica congelada y disponible para su uso durante un mínimo de 12 
meses, aunque probablemente sea viable con garantías durante más tiempo. 
 
Propiedades clínicas. En los estudios realizados en los últimos años se han observado distintos 
efectos terapéuticos de la membrana amniótica. El principal efecto clínico que posee, y por el 
cual se utiliza en la mayor parte de los casos, es que favorece la epitelización de los tejidos: al 
implantar un fragmento de membrana amniótica en una zona con un defecto tisular, ésta actúa 
como una membrana basal y como un excelente sustrato para la epitelización sobre ella. Además, 
la membrana amniótica contiene una gran cantidad de factores de crecimiento, que promueven, 
aún más, el crecimiento epitelial. Por estos motivos facilita enormemente la regeneración tisular. 
Otro de los efectos clínicos que se consigue con el trasplante de membrana amniótica es una 
marcada reducción de la inflamación, debido a que posee una gran cantidad de sustancias que 
inhiben distintos mediadores del proceso inflamatorio. El trasplante de membrana amniótica 
también reduce la cicatrización que existe durante el proceso de regeneración tisular. Ello lo 
consigue mediante la inhibición de los procesos de diferenciación de los fibroblastos, lo cual 
permite la regeneración tisular. 
 
Finalmente, también se han observado otros efectos clínicos tras el implante de membrana 
amniótica, como una reducción de la neovascularización, una disminución del dolor y una 
posible protección frente a las infecciones. 
 
Técnica quirúrgica. Con la paciente en posición de litotomía, bajo anestesia general, y tras la 
colocación de un catéter de Foley vesical, se procede a efectuar una incisión transversal en la 
mucosa del vestíbulo vaginal. Posteriormente, se crea un espacio neovaginal entre la uretra, la 
vejiga y el recto, comenzando con una disección roma y luego dilatando con disección digital. La 
disección debe ser extendida hasta la mayor altura posible sin ingresar en la cavidad peritoneal y 
sin eliminar todo el tejido subperitoneal. Posteriormente se coloca el injerto de amnios sobre un 
molde vaginal con sus superficies inferiores exteriorizadas. A los 7 días de la intervención se 
retira el molde, lavando la cavidad vaginal mediante suero fisiológico. Se debe enseñar a la 
paciente a retirar diariamente el molde vaginal, realizar un lavado de la cavidad y reintroducirlo 
nuevamente. El molde vaginal deberá ser utilizado durante los seis meses posteriores a la 
intervención o hasta iniciadas las relaciones sexuales, para evitar constricciones vaginales 
posteriores a la cirugía. 
 
 
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«Los Protocolos Asistenciales en Ginecología y Obstetricia y los Protocolos de Procedimientos 
Diagnósticos y Terapéuticos de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia pretenden 
contribuir al buen quehacer profesional de todos los ginecólogos, especialmente los más 
alejados de los grandes hospitales y clínicas universitarias. Presentan métodos y técnicas de 
atención clínica aceptadas y utilizadas por especialistas en cada tema. Estos protocolos no 
deben interpretarse de forma rígida ni excluyente, sino que deben servir de guía para la 
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sustituir a los protocolos ya existentes en Departamentos y Servicios Hospitalarios».

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