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Sólido

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Sólido
El estado sólido (del latín solidus, “macizo” o “firme”) es uno de los cuatro estados de agregación de la materia, junto con los estados líquido, gaseoso y plasmático, es decir, uno de los cuatro modos en que se presenta la materia en el universo. Pero a diferencia de los otros tres estados, los sólidos presentan una estructura rígida, resistente a los cambios de forma y de volumen y totalmente carente de fluidez, debido a que sus partículas están organizadas de un modo muy estrecho e intenso, dentro de una estructura tridimensional propia.
La clave de la física de los sólidos está en la organización de sus partículas, que puede ser de tres tipos esenciales:
Sólidos cristalinos. Son aquellos cuyas partículas se ordenan en base a un patrón estable y recurrente, formando estructuras geométricas llamadas cristales. Estos últimos se suman unos a otros para formar un patrón más grande todavía, conservando su estabilidad y su resistencia conjunta.
Sólidos semicristalinos. Son aquellos cuyas partículas presentan cierta tendencia a la organización en patrones, pero que no se repiten del todo, por lo que no llegan a formar cristales.
Sólidos amorfos. Son aquellos cuyas partículas no se ordenan de ninguna manera perceptible, sino que tienen una estructura irregular, sin patrones establecidos.
Una sustancia puede adquirir un estado sólido si las condiciones de presión y temperatura que la rodean son las adecuadas: un pedazo de hielo es sólido, por ejemplo, pero si se calienta se derrite y pasa al estado líquido, y viceversa. Lo mismo ocurre con ciertos gases a través del proceso llamado deposición o sublimación inversa: pasan a estado sólido formando cristales, como ocurre con el vapor de agua en un día particularmente frío.
Los sólidos cuentan con diferentes propiedades físicas, de acuerdo a su naturaleza y la composición de sus átomos. Dichas propiedades, en general, suelen ser las siguientes:
Forma y volumen fijos y definidos, por lo que presentan cierto grado de resistencia a la deformación y la acción de las fuerzas sobre su superficie.
Alta densidad, en comparación con los líquidos y sobre todo los gases, ya que sus partículas se encuentran muy juntas y cohesionadas.
Dureza y tenacidad, esto es, respectivamente, cierto grado de resistencia a la penetración, abrasión, cortadura y deformación permanente, y también a la propagación de grietas o fisuras.
Maleabilidad y ductilidad, es decir, un cierto grado de tolerancia a la deformación, ya sea en planchas o en hilos del material, lo cual permite que se les utilice como materia prima.
Rigidez, fragilidad y/o elasticidad, lo cual quiere decir que algunos sólidos se resisten a la deformación (sólidos rígidos) y ante la acción de una fuerza pueden romperse (sólidos frágiles), mientras que otros pueden perder temporalmente su forma y recuperarla una vez que cese la fuerza actuando sobre ellos (sólidos elásticos).
Incompresibilidad, esto es, que los sólidos no pueden comprimirse.

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