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Tendencias Pedagógicas Ana Karina Hernández Monterrosa (3)

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Licenciatura en Lenguas Extranjeras con Énfasis en Inglés
Universidad de Córdoba
Tendencias Pedagógicas
Mg. Ubaldo Cordero Valle
IV Semestre
Ana Karina Hernández Monterrosa.
24/11/2022
“Lo más sorprendente en el discurso neoconservador sobre la enseñanza es su negativa a vincular la cuestión de la autoridad a la retórica de la libertad y la democracia. En otras palabras, en esta perspectiva —así como en otras más críticas— no hay intento alguno de reinventar una visión de la autoridad autoconstituida que exprese una concepción de la vida colectiva, encarnada en una ética de la solidaridad, la transformación social y una idea imaginativa de la ciudadanía." Creo que la concepción establecida de la autoridad nos dice muy poco sobre lo que sucede en las escuelas. Pero sí indica la necesidad absoluta de que los educadores críticos den forma a una concepción alternativa y emancipatoria de la autoridad como elemento central de una teoría crítica de la enseñanza. Agnes Heller plantea el problema con claridad cuando sostiene que «lo que está en discusión aquí no es el rechazo de todas las autoridades, sino la calidad de la autoridad y el procedimiento mediante el cual se la establece, observa y somete a prueba».”
(Henry A. Giroux, Capítulo: 4. La autoridad, los intelectuales y la política del aprendizaje práctico. Pág. 143 )
En este fragmento, Giroux demuestra sorpresa sobre cómo el discurso neoconservador no es partidario de la ética solidaria ni de la imaginación del colectivo, en otras palabras, el neoconservadurismo se mantiene ligado a la idea de supresión de masas, donde el docente hace de dictador y el estudiante es el pueblo y no cuestiona. Se cita a Agnes Heller y ella afirma que no se trata de rechazar la autoridad, sino de cuestionar cómo se lleva a cabo. Como docentes, es nuestro deber desligarnos de esta creencia totalitarista y llevar al estudiante y a nosotros mismos a un campo donde reine la crítica hacia lo que nos imponen, que todos tengan sus propias creencias y sea más un trabajo de retroalimentación que de imposición. 
Me llamó mucho la atención que el autor no trata de demonizar la autoridad, sino que la cuestiona y propone como podría ser una mejor alternativa en la educación. Yo, como futura docente, no estoy de acuerdo con la política y los estatutos conservadores, pues los considero un limitante para el desarrollo cognitivo y social del estudiante y un obstáculo para el avance como sociedad, pues busca que la educación sea un proceso totalitarista donde sólo se acepta una opinión y el control de las masas y prohibición de la critica es la meta principal, donde en un contexto como este, necesitamos más pensadores, líderes del cambio, motivación y relaciones asertivas en todo campo. 
Debemos empezar a cuestionar nuestro propio concepto de autoridad y como planeamos emplear ese concepto a nuestra labor, es decir, Yo en lo personal, veo a la autoridad como una guía, en el contexto educativo más que todo y pienso ejercer mi autoridad guiando a los estudiantes a sus propios caminos según las ideas que tengan y ayudarlos a construir un pensamiento que no “traga entero” sino que cuestiona todo y tiene su propio criterio.
“En el discurso neoconservador se asigna un significado positivo a la autoridad, que a menudo se relaciona con cuestiones que hacen eco a la experiencia popular. El ideal conservador encarna con frecuencia intereses reaccionarios. Esta posición legitima una visión de la cultura, la pedagogía y la política que se concentra en valores y normas tradicionales. La autoridad presenta una rica mezcla de temas resonantes en los que las nociones de familia, nación, deber, autoconfianza y elevados estándares se suman, a menudo, a un plato recalentado de consenso y reproducción cultural parsonianos. En términos educativos, el conocimiento escolar se reduce a una selección no problemática de las tradiciones dominantes de la cultura «occidental». En vez de verla como un terreno de conocimiento y práctica en competencia, los conservadores modelan la «cultura» dentro del eje de la certeza histórica y la presentan como un depósito de bienes atesorados, constituidos como canon y listos para «bajarlos» con destino a los alumnos meritorios. No es sorprendente que en este caso la pedagogía se reduzca, con frecuencia, al proceso de transmitir un cuerpo dado de conocimientos, ni que el aprendizaje estudiantil se sitúe francamente en el «dominio» de los elementos «básicos» y las normas apropiadas de conducta.”
(Henry A. Giroux, Capítulo: 4. La autoridad, los intelectuales y la política del aprendizaje práctico. Pág. 146 )
En la sociedad moderna, la educación es casi imposible de desarrollar por sí sola,
como una herramienta, sin que se relacione con un discurso específico con ciertos
intereses detrás. La autoridad, al menos la neoconservadora de la que se habla en
el texto, no se puede clasificar, desde un punto de vista realmente crítico, como otra
cosa que un error abismal en la cultura popular a la que nos hemos adaptado por
costumbre o supervivencia. Sin embargo, es probablemente el rasgo sistemático
más comúnmente aplicado en los sistemas educativos que, ejecutado a
conveniencia de unos pocos, determina de forma casi inflexible la experiencia
educativa de los alumnos, limita el desarrollo del poco pensamiento crítico con el fin
de formar ciudadanos promedio que sirvan a un sistema bien planificado, manipula
la historia e inculca un sentido de la constitucionalidad que es peligroso para todo
aquel que sea una minoría: prima la tradicionalidad a expensas de comunidades
enteras.
Aunque territorios como Estados Unidos, que cuentan todavía con olas y olas de
ideales conservadores, son un paradigma bastante evidente en cuanto a educación
tradicionalmente excluyente y con conciencia nula, también es necesario reconocer
que estar geográficamente lejos de occidente no es necesariamente sinónimo de
estar lejos de doctrinas neoconservadoras. Conjuntos de valores como el
conservadurismo, con su visión estrecha entre religión y política, roles de género
arraigados y una meritocracia que se escurre de las mentes de los estudiantes por
pura enseñanza, son aquello que abunda de la misma forma en Oriente,
Latinoamérica, Asia y cada rincón del mundo que la globalización haya podido
alcanzar. Como la pedagogía va a ser a menudo un reflejo del tipo de sociedad en el
que se vive, la enseñanza tradicional está impregnada históricamente de alumnos
pasivos detenidos por la figura del docente autoritario, que poco o nada tiene para
enseñarles sobre el verdadero significado de la historia que tenemos. Mientras, el
alumno, como individuo, recibe sin muchas opciones más toda la mezcla de sus
deberes como futuro ciudadano de un país y miembro activo de la familia que se
espera que tenga; muy poco ha de conocer qué tan horizontal y equitativamente
tiene derecho a relacionarse con los demás, y cuán positiva podría ser su
experiencia, de haber sido socializado en un caso distinto.
“Los educadores radicales, por su parte, utilizaron la tesis reproductiva para criticar el papel que desempeñan las escuelas dentro de la sociedad estadounidense. En términos generales, sostuvieron que son «reproductivas» porque proporcionan a diferentes clases y grupos sociales formas de conocimiento, aptitudes y cultura que legitiman la cultura dominante pero también introducen a los estudiantes en el mundo del trabajo y del empleo, donde se verán segregados por consideraciones de género, raza y clase.”
(Henry A. Giroux, Capítulo: 5. La pedagogía radical y la política de la voz estudiantil Pág. 173)
Como educación reproductiva se conoce al acto de solo impartir y no conocer, es decir, sólo yo tengo la última palabra, sólo yo merezco ser escuchado. En naciones como Estados Unidos donde la multiculturalización es algo más bien nuevo, se acostumbró a invisibilizar lo que es diferente de lo hegemónico y conocido; las historias de las minorías no entran en ese conocido. Ejemplo, en una clase pueden estar tres personas blancas,dos indígenas y una racializada, en el contenido de la clase sólo se va a cubrir la historia que “interesa” es decir, la historia de los colonizadores europeos o del alza de la economía a manos de hombres blancos con dinero, o en la clase de idiomas enseñan Francés y no alguna lengua de una tribu indigena o una lengua africana; a lo que quiero llegar es que, la educación tradicional no busca cubrir a las minorías, no busca que se sepa de ellas. Lo que busca es que se siga reproduciendo la historia de los hombres ricos y blancos que esclavizaron a los nativos y vendieron a los racializados por considerarlos inferiores, y eso, sin hablar de que la probabilidad de que se hable de una mujer que influyó o innovó en un campo, es escasa y casi nula.
“El fundamento de esa tarea se encuentra, desde un comienzo, en la redefinición del concepto de poder con respecto a la experiencia cotidiana y a la construcción de una pedagogía del aula y la voz estudiantil. Los educadores radicales tienen que entender el poder como un conjunto concreto de prácticas que produce formas sociales por medio de las cuales se construyen diferentes experiencias y modos de subjetividad. En este sentido, el poder incluye el llamamiento al cambio institucional o a la distribución de recursos políticos y económicos, pero va más allá; también significa un nivel de conflicto y lucha que tiene lugar alrededor del intercambio discursivo y las experiencias vividas que ese discurso produce, media y legitima.”
(Henry A. Giroux, Capítulo: 5. La pedagogía radical y la política de la voz estudiantil. Pág. 176 )
El poder es comúnmente ligado con el autoritarismo y un comportamiento casi dictatorial, y en la educación sería que el poder recae únicamente en el docente, sólo él o ella tiene el poder, tiene la voz. El fragmento nos propone algo importante, dar voz y menciona la construcción.
Iniciando con el hecho de dar voz es guiar, indicar, iluminar al estudiante, es hacerlo capaz de poder decidir, que sus opiniones buenas o malas sean porque él/ella indagó, se instruyó y construyó esa opinión, no que es reproducción de algo que dijo alguien más. Eso es dar voz estudiantil y consecuentemente es darle poder al estudiante. Segunda anotación, construir. El poder es una construcción, como docentes debemos tener claro que el poder que tenemos como líderes, es la construcción de saberes y prácticas que acumulamos con el tiempo y que se deben al intercambio discursivo con otras personas. Eso mismo debemos hacer con el estudiante, crear entre los dos un espacio de intercambio de ideas, ese espacio entendido como el salón de clases; que ambos se lleven algo del otro y puedan construir su propio poder y tener su propia voz. 
Una pedagogía donde prime el diálogo y el intercambio de ideas, llevará a generaciones más conscientes y poderosas.
“Otro supuesto fundamental en este caso es que el discurso es a la vez instrumento y producto del poder. El discurso está íntimamente conectado a las fuerzas ideológicas
y materiales con las que individuos y grupos dan forma a una «voz».”
(Henry A. Giroux, Capítulo: 5. La pedagogía radical y la política de la voz estudiantil. Pág 176. )
El discurso se adquiere del ambiente, del contexto y de las relaciones interpersonales, por lo que a su vez es cambiante, ya que como seres humanos estamos en constante evolución. El discurso que refiere el autor es esa ideología propia con la que nos identificamos, esa que nos hace sentir representados, ese discurso es producto del poder que mencioné anteriormente, es producto de esa voz que conseguimos a través del intercambio de ideas que tenemos en nuestro contexto, en este caso, en el aula de clase. No hay discurso sin poder y no hay poder sin discurso, están estrechamente relacionados.
“Mi intención es demostrar que los educadores deben repensar la política del multiculturalismo en un intento más general de consagrarse al mundo de la política pública y global. Con ello se sugiere cuestionar las narrativas de la identidad nacional, la cultura y la etnicidad como parte de un esfuerzo pedagógico por transmitir a los grupos dominantes el conocimiento y las historias necesarias para examinar, reconocer y desaprender su propio privilegio. Pero en esta concepción del multiculturalismo se necesita algo más que deconstruir los centros de poder colonial y deshacer los grandes relatos del racismo. Una pedagogía y una política multiculturales viables también deben afirmar las diferencias culturales, a la vez que se niegan a esencializar y conceder inmunidad a los grupos que hablan desde posiciones subordinadas de poder.”
(Henry A. Giroux, Capítulo: 9. El multiculturalismo insurgente y la promesa de
la pedagogía. Pág. 329 )
El autor nos invita a ver la política del multiculturalismo como una crítica introspectiva a lo que consideramos cultura propia, a nuestros ancestros e identidad patriótica. En ese sentido entonces, debemos pensar desde qué posición hablamos, cuáles son nuestros privilegios, hasta dónde es mi límite para evitar transgredir a las demás culturas y qué comportamientos o pensamientos son reproducción de una mentalidad privilegiada heredada de nuestros ancestros que nos impide reconocer alguna falta hacia otra cultura.
Algo importante a notar también es que no se trata de sólo desaprender nuestro privilegio, sino también se trata de afirmar y reconocer la diversidad y de levantar las voces de quienes fueron oprimidos, darles espacios correctos y decentes para expresar sus opiniones, preguntar y evitar a toda costa la imposición, el querer que el otro sea exactamente igual a mi.

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