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LA ESPACIALIDAD ARQUITECTÓNICA JORGE EDUARDO POKROPEK INTRODUCCIÓN A SUS LÓGICAS PROYECTUALES PARA UNA MORFOLOGÍA DE LAS PROMENADES Prólogo de Roberto Doberti Creo que la arquitectura es la organización retórica de las formas diseñadas habitables que estimulan en el habitante una experiencia estética de la espacialidad, plenificando así el desarrollo de las prácticas sociales que la originan al desocultar su aspecto poético subyacente. Proyectar espacialidades arquitectónicas que estimulen intensas experiencias estéticas exige el adecuado empleo de las diversas lógicas proyectuales que cada tipo espacial requiere para alcanzar altos niveles de coherencia interna. El propósito central de este texto es comunicar cuáles son las lógicas proyectuales más coherentes a cada tipo espacial a partir de una clasificación rigurosa de las diversas espacialidades arquitectónicas y de las emociones y conductas específicas que cada una tiende a estimular. Me interesa advertir asimismo que este texto, más allá de constituir un recorte intencionado de mi tesis de Maestría en Lógica y Técnica de la Forma cursada en FADU-UBA (en la que se resumen años de investigación), posee una fuerte intención didáctica, estando fundamentalmente dirigido hacia los jóvenes estudiantes de arquitectura con el objetivo de darles un conjunto de saberes que contribuyan en su mejor formación profesional. Lejos de pretender haber dado respuestas definitivas sobre los temas y problemas aquí abordados, este texto se propone como plataforma para elaborar nuevas preguntas. Que lo disfruten. L A E S P A C IA LI D A D A R Q U IT E C T Ó N IC A J O R G E E D U A R D O P O K R O P E K L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 1 2 | J O R G E P O K R O P E K L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 3 La espacialidad arquitectónica 4 | J O R G E P O K R O P E K Diseño gráfico: Karina Di Pace Hecho el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina / Printed in Argentina La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que sea, idéntica o modi- ficada, no autorizada por los editores, viola derechos reservados; cualquier utilización debe ser previamente solicitada. © 2015 Diseño Editorial ISBN 978-987-3607-82-0 Julio de 2015 Este libro fue impreso bajo demanda, mediante tecnología digital Xerox en bibliográfika de Voros S. A. Bucarelli 1160, Capital. info@bibliografika.com / www.bibliografika.com En venta: LIBRERÍA TÉCNICA CP67 Florida 683 - Local 18 - C1005AAM Buenos Aires - Argentina Tel: 54 11 4314-6303 - Fax: 4314-7135 - E-mail: cp67@cp67.com - www.cp67.com FADU - Ciudad Universitaria Pabellón 3 - Planta Baja - C1428BFA Buenos Aires -Argentina Tel: 54 11 4786-7244 CMD - Centro Metropolitano de Diseño Algarrobo 1041 - C1273AEB Buenos Aires - Argentina Tel: 54 11 4126-2950, int. 3325 Pokropek, Jorge Eduardo La espacialidad arquitectónica : introducción a sus lógicas proyectuales para una morfología de las Promenades . - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Diseño, 2015. 252 p. : il. ; 21×15 cm. ISBN 978-987-3607-82-0 1. Arquitectura. 2. Morfología. I. Título CDD 720.1 L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 5 La espacialidad arquitectónica Jorge Eduardo Pokropek Introducción a sus lógicas proyectuales para una morfología de las promenades 6 | J O R G E P O K R O P E K L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 7 ÍNDICE PRÓLOGO PRIMERA PARTE INTRODUCCIÓN 1.1. Advertencias preliminares 1.2. Comentarios sobre la arquitectura como experiencia estética: Un análisis de la casa de retiro espiritual de Emilio Ambasz 1.3. Breves comentarios finales SEGUNDA PARTE Capítulo 1. LA ESPACIALIDAD ARQUITECTÓNICA Y SUS TIPOS CONFIGURATIVOS ESPACIALES BÁSICOS 1.1. Tipos configurativos espaciales básicos 1.2. Las entidades configurativas arquetipicas 1.2.1. Comentarios preliminares 1.2.2. Las entidades configurativas arquetípicas primarias 1.2.3. Las entidades configurativas arquetípicas secundarias 1.2.4. Las entidades configurativas arquetípicas terciarias 1.2.5. Factores configurantes 1.3. Análisis de las entidades configurativas arquetípicas según la Matriz Gráfica 11 13 15 15 21 35 37 39 39 52 52 52 62 68 76 80 8 | J O R G E P O K R O P E K Capítulo 2. LOS TIPOS CONFIGURATIVOS ESPACIALES BÁSICOS Y SUS POÉTICAS PARTICULARES. ANÁLISIS SINTACTICO ESPECÍFICO DE LAS POSIBILIDADES CONFIGURATIVAS GENERALES DE CADA TIPO CONFIGURATIVO ESPACIAL 2.1. Introducción 2.2. Análisis de Espacialidades tipo Sostén Figuras Plásticas 2.3. Análisis de Espacialidades tipo Sostén Figuras Recintuales 2.3.1. Patio 2.3.2. Galería 2.3.3. Claustro 2.3.4. Ambulatorio 2.3.5. Laberinto 2.3.6. Recinto Adscripto y Recinto Adyacente 2.3.7. Enclave 2.4. Análisis de Espacialidades tipo Partición de un continuo 2.5. Análisis de Espacialidades tipo fusión en continuo Capítulo 3. UNA CARTOGRAFÍA DE LA ESPACIALIDAD ARQUI- TECTÓNICA Y SUS 24 LÓGICAS PROYECTUALES SINTÁCTICAS BÁSICAS. Leyes de Organización y empleo del Modelo Universal Elíptico de Configuraciones espaciales. 3.1. Comentarios preliminares 3.2. Análisis de espacialidades mediante plantas y cortes elementales 3.2.1.Plantas Elementales de Organizaciones Recintuales 3.2.2. Plantas Elementales de Organizaciones sostenidas por Figuras Plásticas 3.2.3. Plantas Elementales de Organizaciones tipo partición de un continuo 3.2.4.Plantas Elementales de Organizaciones tipo Fusión en Continuo 3.2.5. Clasificación de espacialidades mediante Cortes elementales 3.3. Descripción y análisis de una lógica proyectual para la producción de formas secuenciales arquitectónicas 89 89 89 97 103 104 107 108 109 110 111 114 118 127 127 138 140 149 162 168 175 186 L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 9 Capítulo 4. COMENTARIOS SOBRE LOS DIVERSOS CRITERIOS PARA LA CLASIFICACIÓN DE ESPACIALIDADES MEDIANTE EL ANÁLISIS COMPARATIVO DE PLANTAS ARQUITECTÓNICAS 4.1. Un análisis del texto de Federico Soriano “Hacia una definición de la planta profunda, de la planta anomórfica y de la planta fluctuante” 4.2. Otros criterios para clasificar plantas Capítulo 5. ADVERTENCIAS FINALES DESDE UNA SÍNTESIS 5.1. A modo de despedida 5.2. Treinta mil mundos: un monumento a los desaparecidos por la dictadura militar NOTAS 197 197 217 225 225 226 233 10 | J O R G E P O K R O P E K L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 11 PRÓLOGO No hace mucho tiempo Umberto Eco escribió un libro al que tituló El vértigo de las listas. Digamos que en Eco se verifica que el vértigo es una experiencia compleja y en buena medida gozosa. También digamos que no es menos vertiginoso el afán clasificador y ordenador de Jorge Pokropek. Como en las buenas listas –Eco solo menciona las buenas ahorrándo- nos, por ejemplo, los catálogos de las ferreterías– también las clasificaciones de Jorge son más que meros catálogos. Las clasificaciones son siempre un modo de entender el mundo, de organizarlo, de disponerlo para su aprehensión. Pero las clasificaciones que interesan son también todo lo contrario; son modos de cuestionar lo dado, de alterarlo, de no dejarlo tranquilo, de proponer nuevas alternativas. El caso extremo y maravilloso de clasificación lo produce Borges en El idioma analíti- co de John Wilkins recogido en el supuesto Emporio celestial de conocimien- tos benévolos en una ya clásica y casi inconcebible división de los animales. En La espacialidad arquitectónica Jorge Pokropek intenta una tarea no menos prodigiosa; nos abisma en múltiples clasificaciones, en tipos y subti- pos, en lugares intermedios, en salidas a la intemperie. Yo creo que lo de Pli- nio en el siglo I y Linneo en el siglo XVIII fueron, en el fondo, tareas sencillas. Las cosas con las que trataban estaban ahí –aunque escierto que recogerlas, ordenarlas y nominarlas es al menos laborioso– y además siempre estuvieron y por aquella época era improbable que dejaran de estar. Pero estas repertorizaciones, las de Jorge, son tareas más complicadas. Todas las cosas que aquí se clasifican aparecieron en algún momento, en algunos casos hace poco tiempo, es más, hay cosas que todavía no están plenamente constituidas. Otra vez debo decir que Mendeleiev, si bien es 12 | J O R G E P O K R O P E K anticipador, no se encuentra con los imponderables de la creatividad y la cultura; los elementos ya estaban, era cuestión de encontrarlos. Se podrá decir que yo estoy comparando indebidamente porque una cuestión es la dura realidad de la naturaleza y otra la blanda realidad de la sociedad. Tal vez se tenga razón en la crítica, pero basta estar tras las rejas de una celda, producto social ampliamente difundido, para verificar que la blandura es muy dudosa. Pokropek hace algo más. No solo quiere disponer las cosas –las formas o modalidades de la espacialidad– si no que anhela que este ordenamien- to tenga función pedagógica. En rigor, una doble función pedagógica: que enseñe a ver y que promueva la producción. En el texto el primer amor de Pokropek deja en claro que en su vida es distinto– no es la clasificación, su principal amor es la arquitectura, la que convive con la plástica sin controversias mayores. Dejo a los lectores los conceptos y la prosa que componen el libro. Por cierto que no hay conceptos que no demanden en su comunicación, y pre- viamente en su elaboración, de un modo de decir que impone su impronta. Pero Jorge Pokropek no es para mí solamente el autor de un texto exten- so e intenso. Comete la imprudencia de mencionarme reiteradas veces y me ubica como su principal maestro. Como se sabe, uno elige a sus maestros y es elegido por sus discípulos. Él quizás se equivocó, yo me siento honrado. El caso es que lo conocí al comienzo de los años 80, en la Universidad de Morón. En ese momento yo dirigía una cátedra con varias centenas de alumnos, de manera que la mayoría de ellos se diluían en “el estudianta- do”. La mayoría, pero no todos, y Jorge fue uno de aquellos en que muy tempranamente reconocí una capacidad, un interés indagatorio –no siempre cómodo– y una voluntad proyectual diferenciadora y prometedora –no era muy claro lo que prometía, pero algo era–. Pasaron los años y lo reencontré en el cursado inaugural de la Especia- lización en Lógica y Técnica de la Forma, y más tarde en su prolongación en Maestría. Añado que fue también docente en ese posgrado. Cuando terminó el cursado de la Maestría me propuso que dirigiera su tesis. Esa tesis brillantemente defendida es la materia prima de este libro. Confío en que será tan exitoso como todos los pasos en esa promenade que lo condujeron a esta instancia. Roberto Doberti L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 13 PRIMERA PARTE 14 | J O R G E P O K R O P E K L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 15 INTRODUCCIÓN 1.1. Advertencias preliminares Todo escrito tiende a ser un ejercicio retórico en el que se busca per- suadir al lector de seguir y compartir los argumentos del autor. Tales argu- mentos constituyen una mirada explicativa de la realidad y tienden a su vez a enfrentarse o contradecir otras miradas. Es en este sentido que sabemos con Sarquis1 que toda tesis se escribe contra algo o alguien. Al definir al enemigo nos definimos. Al definir al amigo también nos definimos. Comencemos entonces por señalar que lo que este escrito se propone es construir una mirada intencionada, nuestra mirada, para compartirla y multiplicarla, con el objetivo de reducir el territorio habitado por enfoques estrechos desde miradas enturbiadas por múltiples factores. Enfoques que tienden a otorgar la condición de Arquitectura a cualquier construcción habi- table, aunque ésta no posea ningún mérito estético evidente. Enfoques que buscan justificar tal actitud desde argumentos que priorizan otros aspectos. Aspectos que también debe y puede satisfacer la forma arquitectónica sin que ello implique perder de vista su rol fundamental como productora de sentido y fuente potente de intensas experiencias estéticas. Creemos que en el Paradigma Líquido en el que habitamos, pleno de injusticia social y al borde del colapso ecológico, sería necio focalizar nuestra mirada únicamente en la producción de formas que satisfagan la dimensión poética del ser, en desmedro de sus necesidades utilitarias básicas. Hoy más que nunca la Arquitectura debe verse como lugar de generación de 16 | J O R G E P O K R O P E K configuraciones espaciales ecológicamente sustentables que estimulen el desarrollo pleno de prácticas sociales democráticas.2 Pretendemos producir formas que expresen y sostengan una Arquitectu- ra Democrática y Sustentable, plena de sentido. Y por ello intensamente bella. Una Arquitectura que siga siendo clasificada como una parte del Arte. Una Arquitectura que conmueva emocionalmente enriqueciendo la vida mediante su renovada síntesis del mundo. Una Arquitectura en la que podamos reflejarnos y transmutarnos. Una Arquitectura con mayúscula, que pueda sublimar poéticamente sus necesidades primarias, trascendiéndolas para alcanzar las cumbres de la emoción estética. Una Arquitectura en todo sentido necesaria que no se subsuma en mediocres configuraciones nacidas de intereses espureos o de torpes inten- ciones guiadas por indolentes ignorancias. Es esa Arquitectura ansiada, que deseamos y necesitamos, la que nos obliga a construir y explicitar nuestra mirada. Por razones éticas y estéticas. Serán estas razones el núcleo central de nuestra exposición y la brújula que oriente los pasos a seguir. Será el fuerte compromiso con nosotros mismos y con aquellos que nos quieren y respetan lo que nos obliga a producir el presente texto. No es sólo la vanidad humana la que guía nuestro hacer. Es la firme convicción de que este hacer es necesario. Éticamente no podemos rehusarnos a la tarea de sistematizar un pensa- miento y entregarlo, para su eficaz empleo, a aquellos jóvenes discípulos ansio- sos de conocimiento y futuros hacedores del hábitat humano. Algunos de esos discípulos tal vez también anhelen transitar los senderos de la docencia y este humilde aporte les sirva, aunque más no sea, para intentar refutarlo, encon- trando en esa acción una oportunidad para construir conocimientos nuevos. Escribimos entonces para construir nuestra mirada sistematizando un conjunto de saberes que oportunamente nos fueron otorgados por la acción generosa de maravillosos maestros. Maestros que nos enseñaron a ver. Aprender a ver, para enseñar a ver. Nombrar a todos aquellos que nos enseñaron algo, ya sea en forma directa o a través de diversos libros, obras o acciones, sería imposible y pro- bablemente fatuo. Nuestras deudas son tan inmensas como nuestra gratitud. L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 17 Aquí sólo podemos mencionar a aquellos que más influyeron en la cons- trucción de nuestra mirada. En rigor esta mirada a la que llamamos “nuestra” es la particular fusión de sus enfoques y saberes. Enfoques y saberes que hemos intentado extender y profundizar desde el lugar que ocupamos. Enfoques y saberes que tal vez hemos malinterpretado o trivializado y cuya reinterpretación crítica sorprenda y disguste a esos amados maestros. Aquí no pretendemos enojar a nadie y oportunamente nos haremos cargo de posibles errores y olvidos. Será siempre nuestra torpeza intelectual la que no habrá sabido aprovechar mejor aquellos valiosos aportes generosa- mente brindados. No podemos aquí aburrir al lector con infinitos agradecimientos deta- llando el por qué de nuestra gratitud. Intentemos ser sobrios y comencemos señalando que Roberto Doberti es, seguramente, quien más ha influido en nuestro pensamiento, al instalar- nos un modoracional, riguroso, científico y poético, de observar, analizar y producir la forma. Será Héctor Federico Ras quien ha orientado ese modo de entender la forma a las particularidades específicas de la arquitectura. Nuestra deuda con él es inmensa y nos pesa profundamente que no pueda corregir este trabajo que sirve de humilde tributo a su memoria. Marta Zátonyi. ¿Habrá algo que digamos sobre el aspecto estético de la forma que no nos lo haya dicho Marta? Zátonyi nos enseñó a ver de otra manera y fundió en nosotros aquella sentencia de Wittgenstein que insiste en advertir que en toda estética subyace una ética. Jorge Sarquís y su noción de Investigación Proyectual sumada al entu- siasmo contagioso por cuestionar y profundizar la noción de Arquitectura. Jorge Sarquis y sus múltiples posgrados donde Eisenman, Libeskind, Zaera Polo, Silvetti, Vazquez Consuegra y tantos otros, hicieron escuchar sus voces alumbrando los a veces tenebrosos caminos del proyecto. Claudio Guerri. Imposible no mencionar a Claudio Guerri. Fue también él y desde hace mucho tiempo el que forjó en nosotros la convicción de que “lo arquitectónico” se apoya fundamentalmente en la coherencia sintáctica de la forma. No hemos seguido su camino exacto, pero lo hemos transitado por momentos. 18 | J O R G E P O K R O P E K Ana Cravino. Su presencia en esta lista no se debe a que sea la madre de mis hijos, mi amante fiel, mi mejor amiga. No se debe a que sea la razón central de mi existencia, su justificación y sentido, ya que amarla es mi mejor tarea. Su presencia en esta lista sí se debe a que es gracias a ella que todos mis trabajos académicos poseen el necesario rigor epistemológico, guiando la construcción de conocimiento según férreas y útiles metodologías. He aprendido mucho de esta Arquitecta-Epistemóloga con la que a lo largo de estos años he parido y criado hijos y formas. ¿Ya mencioné que la amo mucho? Sin amor encarar cualquier tarea parece fútil y doloroso. Juan Enrique Amoroso. Mi amigo más cercano. Compañero de ruta desde el principio por los paisajes de la Arquitectura y la Morfología. A él debo agradecerle su inclaudicable compromiso en aunar esfuerzos para construir una gran parte del conocimiento que aquí se expone. Este escrito le debe mucho y si bien fue protagónicamente redactado y orientado por una única mirada, parece injusto no mencionar que sin la colaboración de Enrique y Ana como valiosos interlocutores, mucho de lo que aquí se dice tendría menos espesor o fortaleza. En este sentido también debo agradecer la fresca mirada de nuestro querido discípulo Rodrigo Fernández Buffa. Ana, Enrique y Rodrigo están disueltos en este trabajo de diversas maneras y por esa razón nos resulta más cómodo, justo y elegante redac- tarlo en primera persona del plural. Muchos años de escribir en equipo han favorecido en nosotros un estilo literario que da cuenta además de que las afirmaciones o nociones expresadas no pertenecen a un único individuo sino a un colectivo espiritual con el que ese individuo –yo– comulga. Estas advertencias y agradecimientos terminan aquí para no postergar más el acceso a nuestro trabajo. Un trabajo que aquí sólo presenta conclu- siones provisorias pues como toda tarea de investigación en las áreas de la Morfología y el Proyecto, no puede pretender cerrarse o congelarse, exigien- do ser revisado, extendido y profundizado una y otra vez. Este trabajo “en progreso” necesita entonces detenerse y revisarse, para así poder impulsarse nuevamente hacia delante. “La espacialidad arquitectónica. Introducción a sus lógicas proyectuales para una morfología de las promenades”. Tal es el ambicioso título de este texto. Océanos de tinta se han secado en escritos sobre la noción de espa- L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 19 cialidad arquitectónica. Muchos ríos confluyeron asimismo en la redacción de comentarios sobre la noción de Promenade… ¿Aquí diremos algo nuevo? Sí. Definitivamente sí. Si no, este esfuerzo sería en vano. No pretendemos, por cierto, cambiar el rumbo del pensamiento occidental sobre la noción de espacialidad arquitectónica, ni tampoco tener la última palabra sobre los posibles modos de configurar promenades o formas secuenciales. Sí pre- tendemos, en cambio, arrojar luz sobre aquellos aspectos de estos temas que, desde nuestro enfoque, todavía permanecen en tinieblas o presentan demasiadas indefiniciones. Advirtamos ya que nuestra mirada será la de especialistas en Morfología Arquitectónica. Mirada ésta forjada en muchos años de docencia universita- ria, tanto en grado como en posgrado. A esta manera de ver la forma arquitectónica deberemos sumarle nues- tra intensa praxis profesional como arquitectos y artistas plásticos. La condi- ción de ensayistas es la lógica consecuencia del deseo de explicitar y revisar un pensamiento. Comencemos entonces señalando que, en el subtítulo del texto, se alude a la razón inicial del mismo; establecer cuáles y cuántos son los modos o lógicas proyectuales más coherentes para configurar los diversos tipos básicos de espacialidades arquitectónicas, a fin de obtener los saberes nece- sarios para conceptualizar, clasificar y diseñar, eficazmente, un tipo de orga- nización espacial que secuencia diversas espacialidades según estructuras rítmico narrativas, sujetas a un proceso de metaforización que estimula en el fruidor, durante su recorrido, un conjunto de respuestas conducto-emo- cionales, como consecuencia de su interpretación o lectura como un relato o narración de transformaciones espirituales, viviéndose esta interpretación como una profunda experiencia estética. Este tipo de espacialidad secuencial, vulgarmente nominado como “pro- menade” o paseo arquitectónico, es desarrollado y profundizado por nosotros bajo el concepto más riguroso de Forma Secuencial Arquitectónica. En este texto se establecen sus rasgos fundamentales así como se propone una lógica proyectual posible para su intencionada generación o diseño. La razón básica de estos esfuerzos descansa en la convicción de que la calidad de la forma arquitectónica se incrementa en tanto se intensifique su capacidad de estimular en el fruidor una profunda experiencia estética. 20 | J O R G E P O K R O P E K Entendiendo que desde el Movimiento Moderno y en la contemporanei- dad globalizada se conceptualiza como rasgo específico de la arquitectura la capacidad de estimular en el fruidor un goce estético mediante la percepción de la espacialidad que recorre y habita, es que vemos en el diseño riguroso e intencionado de la forma secuencial arquitectónica un modo de mejorar la calidad de vida, incrementar la realidad y construir conocimiento disciplinar que ayude a la evolución de la arquitectura entendiéndola como parte del arte. Observemos, asimismo, que el diseño riguroso e intencionado de for- mas secuenciales arquitectónicas constituye un mecanismo idóneo para incorporar destrezas y saberes que garantizarían el incremento de la capa- cidad proyectual del diseñador, obteniendo así productos más eficaces y plenos de sentido. Reiteremos ahora que para acceder a la conceptualización, clasificación y generación eficaz de promenades o formas secuenciales arquitectónicas, fue menester previo construir un marco teórico que no sólo permitiera clasi- ficar y ubicar dentro de un modelo gráfico los diversos tipos básicos de confi- guración espacial, sino también entender y explicitar cuáles son las respues- tas conducto-emocionales que aquellos estimulan en el fruidor. Asimismo el diseño intencionado y eficaz de la forma arquitectónica, exige incrementar en su configuración, el nivel de coherencia interna que determina su calidad y capacidad de expresar sentido. Los criterios e instrumentos conceptuales necesarios para actuar con eficacia proyectual, estableciendo modos lógicos de configuración formal que tiendan al incremento de los niveles de coherencia formal y expresiva, sonaquí expuestos dentro del Marco Teórico propuesto. Un Marco Teórico que constituye en sí la construcción de una mirada o enfoque sobre la pro- ducción de forma. Enfoque factible de conceptualizarse como una morfolo- gía arquitectónica. Nuestra morfología arquitectónica. Consecuencia directa de la sistematización y fusión de un conjunto de saberes provenientes de muchos maestros y textos, reorganizados en función de nuestros intereses particulares y formalizados como un conocimiento universalizable y accesible a otros investigadores. A los efectos de intentar resumir nuestra mirada el siguiente escrito reune los rasgos fundamentales de nuestro enfoque sirviendo así de intro- ducción al resto del trabajo. L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 21 1.2. Comentarios sobre la arquitectura como experiencia estética: Un análisis de la casa de retiro espiritual de Emilio Ambasz3 Exterior. Casa de Retiro Espiritual, Sevilla, España, 1978. Emilio Ambasz. Fotografía © Michele Alassio4 Hay que hacer algo antes que nos lleve la muerte. El tiempo pasa y el viaje acaba. Mientras podamos, seamos responsables e intente- mos construir conocimientos sobre nosotros mismos, buscando así perfeccionarnos para contribuir al mundo, para entender al otro que en nosotros vive. Y gocemos. Gocemos mucho sometidos a la permanente tensión entre el placer y el dolor, entre la vida y la muerte. Para crecer. Para aprender a ver. Para enseñar a ver. Este es el mensaje básico, visceral, que leo en la Casa de Retiro Espiritual de Emilio Ambasz. Este es el mensaje básico, visceral, que me gustaría expresar en mis obras. Este es el mensaje básico, visceral, que a mi vida guía. Intentaré aquí explicar que elementos contribuyen a establecer esta lectura y muchas otras. Intentaré aquí explicar cómo y por qué la arquitectura es, para mí, la experiencia estética que estimulan las formas diseñadas habitables.5 Intentaré aquí rendir tributo a mis maestros transmitiendo a mis alumnos estos esfuerzos. Para aprender a ver. Para enseñar a ver. 22 | J O R G E P O K R O P E K El tiempo asigna roles. Veinte años de diferencia nos convierten en Padres o Maestros, en Hijos o Discípulos. Veinte años de diferencia tenemos Emilio Ambasz y yo. A mis veintidós conocí la Casa Córdoba y las ideas de Ambasz sobre Arquitectura, gracias a una visita que él hizo a Buenos Aires. A tres metros de distancia nos mostró unos dibujos acuarelados que recién veintidós años después fueron obra construida. Y todo ese tiempo su voz y sus dibujos permanecieron influyéndome, moldeándome. Para bien, creo. Esta emoción y admiración es lo que pretendo transmitir. Advirtamos que este escrito nace dentro del Seminario Forma y Estéti- ca, dictado por la Dra. Marta Zátonyi en el marco de la Maestría en Lógica y Técnica de la Forma, dirigida por el Dr. Arq. Roberto Doberti. Siendo discípulo de ambos por más de veinticinco años será muy poco lo que aquí diga que de ellos no provenga… Si como decía Saussure “el punto de vista crea al objeto” será nece- sario entonces intentar explicitar una mirada, nuestra mirada. Mirada que establece un grupo de definiciones “provisorias” de obligatoria presencia. Reiteremos entonces que, para nosotros, y desde un enfoque feno- menológico, la Arquitectura es una experiencia mental, algo que le sucede a un sujeto cuando un conjunto de estímulos originados en formas diseña- das habitables lo llevan a establecer una resonancia psico-física por lo cual sus emociones y conductas le permiten acceder a un proceso de Semiosis ilimitada, es decir, un encadenamiento sucesivo y coherente de significa- dos, donde cada significado se convierte en significante de otro significado, conduciendo la lectura de la forma a través de metáforas que desencade- nan, liberan, desocultan, muestran facetas de nosotros mismos ignoradas, enriqueciendo nuestro pensamiento para una comprensión más plena de nuestra relación con lo real. Tal es la misión del Arte. Recordemos que el Arte es “la totalidad intensiva”.6 En una obra de Arte está el mundo. Poder verlo dependerá de nuestra capacidad y predisposición para interrogar la obra, del entrenamiento que tengamos para comprenderla. Pero también dependerá de la capacidad de estímulo que la forma de la obra nos ofrezca. Aprender a ver Arte es requisito ineludible para producirlo. En ese sendero estamos. Retomemos entonces la noción de Arquitectura, clasificando como experiencia estética a aquella compleja experiencia mental que incrementa el pensamiento del sujeto cuando éste advierte, siente, las metáforas orga- L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 23 nizadas en el discurso poético mediante la configuración formal del objeto arquitectónico. Será esta experiencia estética, estimulada por algunas formas diseñadas habitables, la que el hombre conceptualizará como Arquitectura, entendién- dola como una cualidad inherente o presente en dichas formas. Nosotros afir- mamos que no todas las formas diseñadas habitables estimulan experiencia estética con la misma intensidad, por lo cual naturalmente se establece un gradiente o jerarquía que separa la mera construcción habitable de aquella digna de clasificarse como forma arquitectónica. Obviamente, para que la forma arquitectónica alcance esa condición y pueda entenderse como forma artística, deberá poseer una configuración formal capaz de expresar un mensaje estético. Será entonces, ambigua, poli- sémica y autorreferencial, ya que estas son las condiciones de la anatomía del mensaje estético.7 Sinteticemos lo dicho con otra definición de Arquitectura: “La Arqui- tectura es aquella parte del Arte que reúne al conjunto de los objetos espa- ciales cuya organización formal expresa un mensaje estético y permite la satisfacción de necesidades pragmáticas referidas a la noción de hábitat”.8 Veamos ahora lo que nos dice Ambasz: “El contexto sociocultural de un arquitecto puede cambiar constantemente pero su tarea siempre se man- tiene intacta: Dar forma poética a lo pragmático. Hay en todos nosotros una gran necesidad del ritual, de la ceremonia y de la procesión, de los gestos y adornos mágicos”.9 En síntesis, digamos que coincidimos con Ambasz en que la Arquitec- tura debe ser un “Acto poético habitable”.10 Es mi convicción que la Arquitectura como arte tiene especificidades expresivas, distintas de la escultura, la pintura o el cine, siendo la más noble o idónea de estas especificidades la de expresar el mensaje estético mediante el recorrido espacio-temporal que la forma arquitectónica impone al habitante o fruidor. Esto me ha llevado a concebir la noción de “forma secuencial arqui- tectónica” a la que he dedicado algunos esfuerzos de investigación y cuya definición provisoria es la siguiente: “Por forma secuencial arquitectónica entendemos un tipo de forma secuencial cuyas entidades formales pueden consistir en configurados 24 | J O R G E P O K R O P E K huecos o macizos explícitamente vinculados por una trayectoria espacial trascendente cuya percepción impone un tiempo existencial durante el cual se propone la lectura de una estructura narrativa o argumento que sirva de base a la celebración de ritos o ceremonias sociales”.11 Es en la forma secuencial arquitectónica donde suele condensarse la expresión del mensaje estético entendido como discurso poético configura- do por metáforas de transformación cuya lectura remite a “viajes” entre la alegría y la tristeza, la ignorancia y la sabiduría, la vida y la muerte, etc. Para analizar la Casa de Retiro Espiritual de Ambasz lo que haremos será, fundamentalmente, recorrer con nuestra imaginación su “forma secuencial” interpretando el encadenamiento sucesivo de las diversas metáforas que nos ofrezca… Interesa enfatizar el hecho que este viaje interpretativo será “imagina- rio” sostenido por imágenes fotográficas y planos. Nunca estuve en la casa y dudo que algunavez la visite. No importa. El propio Ambasz señalaba que la construcción tardía de la casa era probablemente innecesaria… La casa ya había sido habitada en la imaginación y había cumplido su rol pedagógico al convertirse en ícono o emblema de su pensamiento.12 Advirtamos, por otra parte, que a aquellos que estamos habituados a la práctica del proyecto arquitectónico nos resulta familiar y necesario el recorrido imaginario entre espacios soñados y aún no ejecutados. Ejercitar- nos en esta práctica ayudará a nuestros procesos de diseño. Advirtamos asimismo que (por suerte para los arquitectos) el mensaje estético global que un proyecto puede expresar es comunicable con maquetas y dibujos. Obviamente la realidad construida podrá exacerbar algunos aspectos de la experiencia estética. Observemos también que son muy escasas las ocasio- nes en que los estudiantes pueden visitar físicamente las obras en estudio. Interesa entonces profundizar en la lectura de planos y fotos como ortopedia necesaria para la experiencia real. Esto, insistimos, no desmerece nuestra interpretación estética ya que aún originándose en un viaje imaginario es verosímil y posee coherencia interna… Una casa para Sísifo: Planos y fotos. Veámoslos un largo tiempo. Leamos alguna descripción complementaria. Imaginemos. Comencemos el viaje. L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 25 La planta. Toda arquitectura empieza por la planta. Orden y desorden, lo duro y lo blando, masculino y femenino, lo recto y lo curvo, abstracto y concreto. ¿Complejidad y contradicción? Venturi y Kahn. Simetría diagonal. El patio. El claustro. La gradería. El énclave. La fuente. Las escaleras. El mirador. Las columnatas. Pequeños recintos y un único ámbito. Silencio. En la planta hay silencio, se lo sospecha, se lo huele en la ausencia de ventanas exter- nas, en la economía de gestos, en el dato fundante: La casa está enterrada. Una casa enterrada y encerrada en sí misma. Una casa introspectiva que alimenta su interioridad en la tensión constante del ascenso y el descenso. Una planta cuya descripción enumeró unos pocos elementos arquetípicos de rico valor simbólico organizados en tal forma que podemos vislumbrar una heterotópica riqueza espacial. Lugares para el éxtasis espiritual. Lugares para el éxtasis erótico. Lugares para el cuerpo y la mente. Lugares distintos para poder elegir “libremente” desde dónde mirar obsesivamente al patio, a la gradería del teatro vacío donde nosotros somos los actores. La invitación constante a salir a escena. La invita- ción constante a ser nuestro propio público y, sentados en la gradería, recor- dar los momentos vividos en el interior, editados cinematográficamente por la homogénea sucesión de ventanas ritmadas por la columnata del claustro… Planta. 26 | J O R G E P O K R O P E K Exterior. Casa de Retiro Espiritual, Sevilla, España, 1978. Emilio Ambasz. Fotografías © Michele Alassio. L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 27 La planta nos dice eso. El corte nos promete el esfuerzo del ascenso y el vértigo del descenso… Veamos las fotos. Viajemos por la casa. Viajemos a la casa. Viniendo desde lejos, ascendiendo lentamente por suaves lomadas ver- des salpicadas por arbolitos achaparrados vemos la solitaria casa. ¿La casa? Nos han mentido. Dos monumentales muros blancos, iguales, vinculados por su arista, con una pequeña caja de madera engarzada en ella, no comu- nican la noción de casa. Escultura, monumento, mausoleo o prolija ruina de incompleto monasterio puede ser– Pero ¿casa? No hay techo, ni ventanas y cuesta encontrar la puerta… Tal vez habrá cambiado la noción de casa. Tal vez somos ingenuos y caemos en las trampas del lenguaje, asociando “casa” con nuestras formas cotidianas, ordinarias, lógicas para nuestras vidas estereotipadas, simila- res, sin advertir que “casa” también puede encerrar otros programas, otras nociones sobre lo doméstico, otras propuestas para vivir la vida. Para vivirla extraordinariamente. Para vivirla en la exasperación ritual. Para vivirla en el continuo abismarse dentro de uno mismo… Al fin y al cabo es una casa para el retiro espiritual. No es cualquier casa ¿O sí? ¿No deberían servir todas las casas para el retiro espiritual? La misión es hacer preguntas… Mientras imaginariamente nos acercamos vemos que los anodinos árboles que nos rodeaban comienzan a recortarse sucesivamente sobre el blanco muro, tomando fantástico protagonismo, convirtiéndose en actores del viento y de la luz. Milagro del muro blanco que nos hace sonreír y recordar a aquel otro muro blanco con su estanque… Barragán, Barragán, Barragán. Y su metafísica. Hay que aprender la lección del muro vacío y su generosa predisposición para ennoblecer al otro sin en él perderse. Por fin la puerta. ¿Dónde? En el lugar más agresivo. Un tajo en la arista. Exquisito tajo que muestra el espesor del muro y configura un extraño porche invertido. Cuando las puertas están cerradas es ominoso agujero. Negra boca que, como siempre sucede en la mejor arquitectura, remite al refugio de la caverna o al retorno al útero materno, pero también a la oscuridad tenebrosa de la muerte… Y recordamos: Kahn, Botta, Ando, Venturi, Miguel Ángel, etc., etc., etc. Desde el principio del tiempo y hasta el fin del tiempo… 28 | J O R G E P O K R O P E K Exterior. Casa de Retiro Espiritual, Sevilla, España, 1978. Emilio Ambasz. Fotografía © Michele Alassio. Sobre la ominosa boca y en la filosa arista, allá arriba, distante y amena- zante una pesada caja oscura llena de ojos, apenas sostenida, promete caer sobre nosotros y aplastarnos. Hay que tener coraje para entrar. Hay que tener coraje para bucear en uno mismo. Si no somos capaces de enfrentar la puerta, mejor no entremos, porque una vez devorados tendremos que enfrentar otros terrores, la soledad de nuestra propia compañía… La boca es ominosa pero no gigante. Monumentales son los muros porque albergan rituales trascendentes, ceremonias sacras y secretas. La boca devora hombres pero no admite dioses… Los muros que enfrentamos están en permanente sombra. El porche es más oscuro todavía. Allá arriba, antes del final del muro, estalla la luz en militares caladuras. Tal vez intenta escapar y en su intento hace al muro aún más oscuro y frío. Con mano temblorosa abrimos la puerta. La luz nos deja ciegos un momento. Al siguiente sólo vemos el infinito horizonte. Un paisaje femenino y verde. Al bajar la vista caemos, somos devorados por la profundidad del patio. Atravesando el umbral no hay lugar para detenerse y titubear. Hay que descender perentoriamente. El descenso, sin embargo, es suave, solitario L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 29 y lento. Ceremonial. No vamos por la diagonal feroz del cubo ausente pero mencionado. Vamos por la rebelde curva de algunos angostos escalones sutilmente desfasados. Podríamos animarnos a bajar más bruscamente pisando sonoramente las piedritas de la gradería, pero romperíamos tosca- mente el silencio solemne que el momento requiere. Después de todo, como nos enseña Bachelard, cada vez que descendemos estamos yendo en busca de nosotros mismos para enfrentar nuestros terrores, nuestras soledades. Tal acto merece respeto, compostura y silencio. Abajo, en el centro del partido patio, la mitad de la fuente nos espera. ¿Para rejuvenecernos o darnos sabiduría? ¿Calmar alguna sed metafísica? ¿Para reflejar el cielo y recordar que existe y que está vacío…? O, tal vez, simplemente para celebrar la lluvia y todos los principios… Llegando al escenario triangular podemos descender a la galería, atra- vesarla, y penetrar en el oscuro ámbito quebrado. Ámbito amable e informal, gracias a la tensión configurativa de lo recto y de lo curvo. Ámbito masculino y femenino que aleja los rigores ceremoniales del patio y permite lo domés- tico cotidiano. Desde él podemos ir por misteriosas puertasa privadísimos recintos. La ambigüedad de las curvas y la estructura especial concéntrica de la casa claustro permite la sospecha de una ilimitación por debajo de la Interior. Casa de Retiro Espiritual, Sevilla, España, 1978. Emilio Ambasz. Fotografía © Michele Alassio. 30 | J O R G E P O K R O P E K Interior. Casa de Retiro Espiritual, Sevilla, España, 1978. Emilio Ambasz. Fotografías © Michele Alassio. tierra… Hay origen pero no fin evidente en el contorno de la casa. Tal vez abarque todo el planeta y el viaje a la intimidad no termine nunca… Poco importa aquí referirnos a las prosaicas funciones del cotidiano habitar. Interesa insistir en señalar que las prácticas sociales que se dan en el único ámbito quebrado miran obsesivamente al patio-escenario inundado por el derrame de la gradería y las escaleras, en una permanente convocatoria al ascenso y al acto. Ubicados en el patio escenario vemos la puerta por la que llegamos y evocamos el viaje por el exterior natural hasta llegar aquí, a esta artificialidad blanca donde podemos encontrar nuestra verdadera naturaleza. Nuestro yo interior. En las vacías paredes no hay anestesia y podemos, con algún dolor, proyectar nuestros fantasmas en ellas. Así crecemos. El movimiento del sol arrastra lenta, pero inexorablemente, líneas de sombras proyectadas por los ligeros escalones adheridos a los muros, modi- ficando, poco a poco nuestro espacio existencial y exhortándonos a hacer algo. El tiempo pasa, la muerte llega. Hay que usar la vida responsablemen- te. Antes de morir o diluirnos en la indolencia de la siesta de la tarde, en la inconsciente anestesia del terreno conquistado, hay que buscar conocimien- tos nuevos, otro horizonte, otros esfuerzos. L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 31 Paradojalmente hay que salir de nosotros mismos sin jamás abandonar- nos buscando al otro. Buscando lo otro. Hay que subir entonces los delgados escalones buscando el mirador-balcón. Hay que animarse. Hay que tener coraje para enfrentar la empinada y angostísima escalera del ascenso solitario cuyos escalones son apenas gesto inmaterial, sin espesor, flotando ingrávidos en la movediza luz. Hay que animarse a enfrentar el vacío del borde sin baranda con su convocatoria al abismo o ser absorbidos por el inmenso muro petrificante. Hay que animarse pero, si fuera fácil, no tendría gracia. Lo que cuesta, vale. Sonreímos. Recordamos a Marta explicando a Miguel Ángel y su esca- lera Laurenciana.13 Sin esfuerzo no hay placer ni valor. Hay que animarse. Y subimos. Lenta, pausadamente, mirando hacia arriba y adelante, como deben hacer todos los seres que buscan conquistar alguna cumbre. Nuestra mano busca refugio en la húmeda y única baranda, escondida en una exquisita grieta que repite la dialéctica de lo recto y de lo curvo, contándonos del agua que fluye en su interior. Alvar Aalto y su vaso. Las lágrimas y el llanto. El río del tiempo. Borges y Heráclito. Mil asociaciones. Miles de emociones. He amado tanto esa baranda… Interior. Casa de Retiro Espiritual, Sevilla, España, 1978. Emilio Ambasz. Fotografía © Michele Alassio. 32 | J O R G E P O K R O P E K Recuerdo cuando Ambasz explicaba suavemente que el agua, en su fluir íntimo, golpeaba piedrecillas cada vez más chicas, conduciéndonos desde el tenue rumor de una cascada hasta el absoluto silencio, ahora más intenso gra- cias a la transformación de la experiencia. He amado tanto esa baranda. Pocas veces el ingenio humano ha conseguido sublimar tanto una función prosaica llevándola a la dimensión poética. Todos los días me levanto con la renovada esperanza de que, tal vez, hoy sí pueda diseñar algo tan bello. Algo que me justifique. Mientras tanto sigo con ustedes mi doloroso ascenso amenazado. Allá arriba, antes del inalcanzable plano de la perfección que configuran los bordes superiores de los muros hay una accesible grieta precedida por una diminuta plataforma para escaladores solitarios. Ya sabemos que toda grieta oscura y húmeda remite a una voraz vagina. Una vagina exigente. Desea penetración y fecundación. A cambio ofrece placeres nuevos. Cono- cimientos nuevos. Otro horizonte. Otro paisaje. Otra mirada sobre nosotros mismos. Penetremos. Fecundemos y seamos fecundados. Ocupemos el mirador balcón llegando al clímax de nuestro viaje. Ocupemos el mirador balcón y renovemos nuestros saberes sobre el camino transcurrido revi- sándolos desde una posición distinta, más alta, que permita explicar mejor dónde estamos y por qué estamos… Interior. Casa de Retiro Espiritual, Sevilla, España, 1978. Emilio Ambasz. Fotografía © Michele Alassio. L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 33 El delicioso mirador balcón nos cuenta cosas si sabemos escucharlo. Nos dice que tras el obvio homenaje a la arquitectura andaluza de raigambre árabe, Ambasz se posiciona como un arquitecto “inclusivo”, capaz de vincu- lar memorias, formas y significados de muy diverso origen, explorando así una estética basada en la unidad de lo diverso, una estética abierta y demo- crática, una estética que también es una ética de respeto al otro. El mirador balcón también nos dice que gracias a su tupido enrejado de madera podemos sentirnos protegidos del viento, del vértigo y de las mira- das externas. Podemos ver sin ser vistos. No podemos asomarnos a dictar el discurso del poder sintiéndonos falsamente poderosos. Somos pájaros en una jaula. Pero esta jaula nos protege de nuestra propia fatuidad convirtiendo el triunfo de nuestro penoso ascenso en un secreto íntimo. Llegamos a la cumbre buscando otro horizonte y lo hemos conquista- do, pero en pedacitos. Muchos pedacitos. Así lo vemos tras la tupida malla. Será tal vez que el conocimiento nunca es completo, siempre se nos oculta algo y con algún esfuerzo debemos reunir las múltiples teselas buscando rellenar faltantes desde nosotros mismos. Sea como sea hemos hecho cumbre venciendo nuestro miedo. Venciendo la indolencia. Venciendo la anestesia. Detalle. Casa de Retiro Espiritual, Sevilla, España, 1978. Emilio Ambasz. Fotografía © Michele Alassio. 34 | J O R G E P O K R O P E K Interior. Casa de Retiro Espiritual, Sevilla, España, 1978. Emilio Ambasz. Fotografía © Michele Alassio. Hemos hecho cumbre, pero… ¿ahora? Ahora somos Sísifo. El Sísifo de Camus. Aquel personaje mítico. Aquel hombre rebelde. Aquel que, por reírse de los dioses, fue condenado a un destino absurdo. A un destino humano. Su castigo era terrible. Eternamente debía empujar una roca hasta la cumbre de una montaña. Eternamente la roca, por fin en la cumbre, caía hacia el valle. Eternamente Sísifo tenía que volver a empezar, pero, lejos de estar resentido o amargado, empujaba la roca con dignidad y pasión, siendo feliz en el ligero descenso, riéndose de nuevo de los dioses que no comprendían que no hay destino que no se venza con el desprecio… Ahora en la cumbre somos Sísifo. También somos Zaratustra. Debemos descender con el conocimiento nuevo. Debemos repartirlo. Debemos instar a otros a buscar la cumbre. Debemos despertarlos. Debemos despertarnos. Hay que vencer el miedo del descenso. El vertiginoso abismo que a nuestros pies se abre. Sabemos que el descenso es hacia nosotros mismo y hacia una muerte próxima. Sabemos que el tiempo pasa y ya se nos acaba. El paisaje ahora se nos presenta diáfano pero ya sabemos que es sólo una parte… Mientras descendemos, lenta y ritualmente por la segunda escalera, la de la decadencia y la muerte, volviendo a buscar la fuente y los familia- L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 35 res fantasmas del patio, nos preguntamos cuántas veces todavía podremos intentar la cumbre… Cuántas veces todavía podremos penetrarnos. Cuántas veces todavía podremos fecundarnos. Para parir un conocimiento nuevo. Para parir una ignorancia nueva. Para volver a empezar– Mientras podamos… Gracias, Emilio,Gracias. Gracias, Marta, Gracias. Gracias, Roberto, Gracias. Por aprender a ver. Por enseñar a ver. 1.3. Breves comentarios finales Seguramente no faltará aquella persona legítimamente despistada que preguntará con candidez: “¿Emilio Ambasz pensó todo eso? ¿Él se lo contó o se le ocurrió a Ud.? Si se le ocurrió a Ud. pero Ambasz no está de acuerdo… ¿tiene algún valor?” Contestar estas preguntas rigurosamente podría ser motivo de un exten- so ensayo. Tal vez no contestarlas y obligar a todos a buscar las propias respuestas en su interioridad y a partir de la experiencia pudiera ser más pedagógico. A mitad de camino ensayaremos algunas respuestas: La obra de arte habla por sí misma y exige interpretación. Las interpretaciones difieren según la experiencia (duración) de cada uno y cada uno tiene derecho a proyectar en la obra su yo interior buscando respuesta. Algunos artistas intentamos explicar las claves interpretativas de nues- tras obras pensando ingenuamente que así contribuimos a su entendimiento, pero, en general, sólo lo limitamos. Todos nos sorprendemos en cambio por las interpretaciones libres pero coherentes con nuestro mensaje que nos 36 | J O R G E P O K R O P E K regalan fruidores atentos y profundos. Poco importa si estamos de acuerdo o no con estas interpretaciones. No nos pertenecen como tampoco nos pertenece la obra una vez parida. Lo que aquí se dijo de la Casa de Retiro Espiritual tiene valor en la medi- da que haya contribuido a mostrar mediante un relato verosímil y dotado de coherencia interna, la riqueza metafórica y la profunda experiencia estética que puede estimular un edificio cuando su configuración formal se organiza en función de la expresión de un mensaje estético. El valor del relato descansa, además, en su capacidad para evocar luga- res, experiencias, conductas y emociones vinculadas a la lectura posible de una forma arquitectónica, existente o no. El relato vale por sí mismo si contribuye a instalar preguntas sobre la relación forma-significado enseñando a ver… Nada más. Gracias a todos. L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 37 SEGUNDA PARTE 38 | J O R G E P O K R O P E K L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 39 LA ESPACIALIDAD ARQUITECTÓNICA Y SUS TIPOS CONFIGURATIVOS ESPACIALES BÁSICOS 1.1. Tipos configurativos espaciales básicos Intentaremos aquí explicitar un conjunto de criterios e instrumentos con- ceptuales que nos permitan ahondar en la naturaleza de la noción “espacio arquitectónico”14 a fin de poder abordar la praxis proyectual desde bases fir- mes, iluminada con enfoques clarificadores que estimulen la creatividad desde el conocimiento riguroso de las lógicas inherentes a cada tipo configurativo. El tema que nos ocupa ha sido tratado desde muy diversos enfoques y en forma profunda por numerosos autores.15 Aquí sólo pretenderemos sintetizar o resumir algunos conceptos en función de nuestras inmediatas necesidades proyectuales. No por ello nuestro recorte o enfoque carecerá de rigor, por el contrario, pretenderemos ir directamente “al grano”: Hablar de la manera más clara y contundente posible sobre los conceptos y opera- ciones elementales que el espacio arquitectónico propone. Comenzaremos recordando que toda forma arquitectónica consiste básicamente en una organización de entidades o partes, materiales y vir- tuales, ubicadas en función de representar y estimular en el fruidor la per- cepción de alguna “espacialidad”, entendiendo aquí por “espacialidad”16 la experiencia mental compleja17 en la cual el sujeto es consciente de su tridimensionalidad física merced a las sensaciones de distancia, parecido y diferencia que establece con su entorno. El ser “es” por que “está aquí”. Y “está aquí”, “ahora”. El ser existe en el espacio-tiempo y toda “espaciali- dad” lleva implícita para su percepción, una temporalidad inherente. Capítulo 1 40 | J O R G E P O K R O P E K El sujeto “fruidor”, como nos gusta llamarlo parafraseando a Eco y a Adorno,18 almacena en su memoria, desde su nacimiento, múltiples expe- riencias espaciales,más o menos ricas o variadas según los entornos en que le ha tocado vivir y desempeñarse. Estas experiencias espaciales han estimulado en el sujeto la producción y empleo de un conjunto de términos lingüísticos que dan cuenta de las diversas nociones que registran sus con- ductas espaciales.19 Experiencias como estar dentro, estar fuera de algo, cerca o lejos, encima o debajo se traducen en palabras inevitables cuando es necesario explicitar algún tipo de experiencia espacial o “espacialidad”. Advirtamos ahora que, en función de la profunda relación de interde- pendencia entre el fruidor y su entorno, es factible afirmar que la noción de “espacialidad”, entendida como experiencia mental, puede extenderse al conjunto de características específicas de aquella organización formal en la que se origina el estímulo. Obviamente serán las diversas características de las organizaciones formales percibibles las que nos permitirán clasificarlas merced a la res- puesta conducto-emocional que aquellas estimulen, traducidas en términos lingüísticos. Este enfoque fenomenológico para la clasificación y calificación de “espacialidades” no discrimina, bueno es advertirlo, entre “espacialidades arquitectónicas”, “espacialidades urbanas” o “espacialidades naturales”, así como tampoco se limita a las organizaciones formales tridimensionales, pudiéndose aplicar a espacialidades bidimensionales… Profundicemos en lo dicho, señalando que nuestros análisis morfoló- gicos se focalizarán en las específicas características texturales y estructu- rales de las organizaciones reconociblles como, por ejemplo, “bosque de casuarinas”, “valle”, “desierto con dunas”, “cañón”, “acantilado”, “calle”, “plaza”, “habitación”, “esponja”, “edificio”, “promenade o paseo arqui- tectónico”, etc., revelando siempre aquellas esencias formales que nos permitan operar con ellas, ya sea para traducirlas unas en otras o para mejo- rar e intensificar su capacidad de estimular ciertas respuestas conducto- emocionales en el fruidor. Ejemplificaremos diciendo que, tal vez, una organización formal como “bosque de casuarinas”, de origen natural, puede traducirse en una espa- cialidad arquitectónica que la exprese metafóricamente…20 L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 41 Oportunamente volveremos sobre las lógicas de estas operaciones de “traducción metafórica”.21 Ahora sinteticemos la noción de “Espacialidad Arquitectónica”. Digamos entonces que entendemos por “espacialidad arquitectónica” a un tipo de organización formal diseñada cuyas características estructurales y texturales le permiten operar como entorno habitable, penetrable y reco- rrible, propicio para el desarrollo de practicas sociales optimizadas mediante experiencias estéticas estimuladas en el fruidor o habitante al percibir el modo en que aquella organización formal ha sido configurada. La espacialidad arquitectónica se configura dentro y desde la forma arquitectónica, entendida esta como una organización global que vincula dialécticamente organizaciones envueltas y envolventes. Dijimos oportunamente que la forma arquitectónica lo es en tanto esti- mule en el sujeto fruidor una experiencia estética, para lo cual su orga- nización formal debe ser, desde un enfoque semiótico, ambigua y auto- rreferencial, es decir, metafórica… Ello implicaría que la “espacialidad arquitectónica” es, como experiencia mental, un goce estético, y como conjunto de características, aquellas sujetas a principios de coherencia que determinen ambigüedad y autorreferencialidad. Recordemos también que toda forma arquitectónica recorta y califica al espacio en función de permitir y estimular la satisfacción de diversas prácticas sociales.22 Son las prácticas sociales las que en principio originan ciertas configura- ciones espaciales específicas,las cuales, oportunamente, pueden estimular la aparición y desarrollo de otras prácticas pues, como decía Kahn “el muro que construyo, me construye”. Estas advertencias sobre los determinantes de la forma arquitectónica buscan recordar su complejidad23 habilitando sin embargo la posibilidad de señalar que, a los efectos del análisis sintáctico de “espacialidades” no son necesarios o pertinentes– Obviamente cualquier espacialidad (arquitectó- nica, natural, etc.) estimulará conductas y emociones coherentes con sus características específicas más allá de si éstas confluyen en la satisfacción de prácticas sociales o se experimentan como goce estético. Nos interesará la profunda relación entre los aspectos sintácticos, semánticos y pragmáticos 42 | J O R G E P O K R O P E K de la forma arquitectónica cuando focalicemos nuestra atención en sus lógicas proyectuales. Pasemos ya a explicitar los Criterios clasificatorios de las espacialidades arquitectónicas según sus lógicas configurativas. Digamos entonces que los sujetos fruidores, es decir, nosotros, al per- cibir una organización formal, bidimensional o tridimensional, ya sea por proyección eidética o por inmersión directa, experimentamos un conjunto de sensaciones que confluyen en la noción de “interioridad”. Estamos efec- tivamente “dentro” del sistema formal o nos “proyectamos” en él… Habiéndonos “metido” en la organización formal merced a que ésta es penetrable y recorrible,24 advertiremos que las entidades o “figuras”, materiales (“llenas”) o virtuales (“vacías”), que constituyen la organización formal, poseen características específicas de ubicación que determinan la estructura del sistema y características específicas de mostración o apa- riencia que determinan su textura. Concentrémonos por ahora en las características estructurales y “vea- mos” tanto óptica como intelectualmente cuales son, en principio, las “figu- ras protagónicas del sistema”. Obviamente hablamos de “figura”25 en el sentido habitual empleado dentro de la teoría de la forma o Gestalt. Desde este enfoque advertiremos que las “figuras protagónicas” serán aquellas entidades de presencia más pregnante26 o decisiva, las más fáciles de percibir y vincular, aquellas que, en definitiva, tenderán a estimular y desencadenar en nosotros el empleo de cierto términos lingüísticos que describan nuestra “experiencia mental de espacialidad”. Siguiendo este sendero, abierto oportunamente por Ras, Arnheim, Doberti y otros, estableceremos la existencia de, al menos, cuatro posibi- lidades básicas de configuración espacial dentro y entre las cuales existen todas las espacialidades arquitectónicas hasta ahora concebibles. Ciertamente señalaremos ya que muchas organizaciones formales poseen espacialidades híbridas o mixtas, difíciles de clasificar en alguno de los cuatro extremos del campo propuesto, pero siempre ubicables dentro de éste. Lo dicho hasta aquí merece aclaraciones y profundizaciones. Comenzaremos recordando que, en función de la condición material o virtual, es decir, llena o vacía, de las figuras protagónicas, podremos L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 43 establecer tres grandes grupos o “estados” de la espacialidad arquitec- tónica organizados categorialmente, es decir, sobre un eje que vincula nociones opuestas en cada extremo y establece un territorio intermedio de ambigüedad o equilibrio. Desde este enfoque clásico tendremos en un extremo del modelo polar al conjunto de las organizaciones formales cuyas entidades o figuras prota- gónicas pueden describirse como recintuales, vacías o virtuales por tratarse esencialmente de lo que solemos denominar “Recintos” o “Habitaciones”. Advirtamos que el fruidor al experimentar estas espacialidades se per- cibe “dentro” de una burbuja o membrana virtual que, merced a sus propor- ciones es perceptualmente más nítida o pregnante que el conjunto de enti- dades materiales que la configuran. Ras27 ha profundizado y extendido este tema en sus escritos. Gracias a él, aquí sólo debemos reseñarlo y resumirlo. El universo formal de las figuras huecas o “recintuales”, es vasto y merece oportunas profundizaciones futuras. Ahora conviene sin tardanza hablar de las espacialidades ubicadas en el extremo opuesto del eje categórico, aquellas compuestas por entidades o figuras protagónicas factibles de percibirse como “llenas”, macizas o “plásti- cas”. Tradicionalmente llamamos a estas organizaciones formales como “Sos- tén de figuras plásticas” por estar “sostenidas” o “consistir” en conjuntos de volúmenes perceptualmente llenos o macizos, oponiéndole, como menciona- mos, los sistemas formales definibles como “Sostén de figuras recintuales”. Advirtamos ahora que el fruidor, inmerso en una espacialidad definible como “sostén de figuras plásticas” se percibe “entre” volúmenes macizos y “en” el territorio intersticial que aquellos determinan. Decir que el fruidor está “dentro” del sistema figuras plásticas es forzar y pervertir las sutilezas del idioma. Consideramos más riguroso decir que el fruidor está “dentro” de una espacialidad sostenida por figuras recintuales y “en” una espacialidad sostenida por figuras plásticas “entre” las cuales “ambula”. Siguiendo a Ras recordemos ahora que la noción de “Intersticio” alude a una condición espacial carente de la suficiente fortaleza formal o aptitud figurativa que impide leerla como figura protagónica. En el caso de las espacialidades del tipo “Sostén de figuras Plásticas” el territorio intersticial constituye el necesario y fundamental “fondo” donde se recortan o leen las “figuras”. Obvio es señalar que intersticios espaciales 44 | J O R G E P O K R O P E K puede haber tanto entre figuras plásticas como entre figuras recintuales. Su proliferación y protagonismo formal en algunas espacialidades pueden llevarnos a clasificarlas, oportunamente, como “fusión en continuo”. Reinterpretando la noción de “ámbito” empleada por Ras, diremos que, para nosotros, “Fusión en continuo” reemplaza este término ambiguo, e involucra al conjunto de espacialidades cuya organización formal presenta un equilibrio dinámico, homegeneizador entre las diversas partes del sistema que dificulta percibirlas como individuos para subsumirlas en una sensación de globalidad e ilimitación donde radica la coherencia del sistema. Según Ras, el tipo configurativo “Ámbito” (Fusión en continuo) tiene su principio de consistencia en percibir precisamente como protagónica la relación equilibrada entre las diversas partes, pudiendo ser éstas: Plásticas, Recintuales o Mixtas. Este equilibrio dinámico depende fundamentalmente de la distribución relativamente homogénea de las partes del sistema y de su capacidad de subordinación figurativa en función del todo merced a una “fusión textural” que dificulta segregar cada entidad del conjunto. Para Ras las tramas espaciales, cuando se expresan no como organiza- doras de una figura sino como protagónicas participantes de la organización formal, tienden a constituir un ámbito (fusión en continuo en nuestra nomen- clatura). La interioridad selvática es, asimismo, otro ejemplo posible donde la noción de textura vegetal se impone a la percepción de cada planta. Desde ese mismo enfoque un conjunto ilimitado de recintos transparentes tiende a percibirse como fusión en continuo. Actualmente se están explorando organizaciones formales a partir del plegado de una entidad laminar protagónica la cual, en función de sus des- plazamientos espaciales tiende simultáneamente a fragmentar y vincular inestables recortes espaciales que tienden, según el caso, a proponerse como vacíos figurativos. Advirtamos que una organización espacial así con- figurada deberá clasificarse como fusión en continuo mientras se lea como figura protagónica del sistema a la relación dialéctica entre los pliegues de la lámina material y sus intersticios espaciales o vacíos no figurativos. No sucedería lo mismosi, manteniendo un equilibrio dinámico entre lle- nos y vacíos, los pliegues laminares tendieran a configurar vacíos figurativos. En este caso estaríamos en presencia del cuarto tipo configurativo espacial básico nominado tradicionalmente por Ras como “Partición de un continuo”. L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 45 Recordamos que, según Ras “se entiende por «Partición de un con- tinuo» al sistema formal en el cual la fortaleza figural de los elementos plásticos que lo integran se equilibra con la de las formas huecas que ellas proponen. Es un caso de ambigüedad en la categoría de consistencia”. Observemos que la experiencia espacial que el fruidor experimenta al recorrer una organización formal del tipo “Partición de un continuo” consiste en advertir la tensión espacial generada en la insatisfacción configurativa de los vacíos con vocación recintual merced a la estratégica disposición y tamaño de placas o láminas materiales. Clasificar y nombrar “Partición de un continuo” a este particular sis- tema formal ubicado en la zona de ambigüedad entre las espacialidades recintuales y plásticas, obedece al deseo de expresar lo más diáfanamente posible la compleja pero no inefable experiencia mental de percibir simultá- neamente un continuo espacial a punto de fragmentarse en sucesivos recin- tos, o un débil recinto a punto de diluirse o fluir en un continuo espacial… El Movimiento Moderno, gracias a sus maestros, ha hecho uso y abuso de este tipo configurativo espacial. La “fluidez espacial”, la disolución de la caja arquitectónica, la continuidad interior-exterior, etc., etc., son todas nocio- nes vinculadas a este tipo configurativo tan particular y apreciado. De hecho son numerosos los autores28 que, cuando hablan del “espacio moderno” aluden a esta bella manera de organizar la espacialidad. Este fanatismo por la fluidez o “continuidad espacial” entendida como la única manera de com- poner o diseñar la espacialidad desde un enfoque tanto moderno como con- temporáneo, inhibe a veces la apreciación de obras generadas con lógicas compositivas distintas, así como la exploración de otros caminos compositi- vos no focalizados en el deseo de continuidad o indeterminación espacial… Advirtamos asimismo que, en sintonía con estos prejuicios compo- sitivos, algunos autores glorifican en exceso la noción de “planta libre” induciendo a despreciar las clásicas y eficaces organizaciones recintuales materializadas con muros portantes y donde no se busca fluidez espacial sino intensidad emocional en cada recinto episódico… Las trampas del idioma y la miopía intelectual parecen sostener estas preferencias pues al hablar de “Planta libre”29 presuponemos la existencia de una posible “Planta presa”… ¿Y quien no prefiere la libertad…? Obvia- mente, la “liberación” en el diseño de la planta merced a la noción de 46 | J O R G E P O K R O P E K estructura independiente es un gran paso hacia espacialidades más ricas pero ello no debe hacernos perder de vista las múltiples posibilidades de configuración espacial…30 Seamos verdaderamente libres y aprendamos a servirnos de todas ellas en función de su diversa adecuación a nuestras prácticas sociales.31 Advirtamos también que en este mismo sendero de los prejuicios for- males se glorifica y exige “flexibilidad espacial” para obtener “flexibilidad funcional” en ocasiones donde las prácticas sociales que originan la deman- da están tan ritualizadas que sólo pueden ser plenamente satisfechas dentro de espacialidades específicamente articuladas para ellas…32 Las últimas digresiones nos han permitido vincular el tema en trata- miento con problemáticas afines y desde un enfoque más amplio. Algunos de los conceptos vertidos merecen aclaraciones futuras. Ahora es urgente volver sobre las similitudes y diferencias de los tipos configurativos espa- ciales básicos. Revisemos algunos conceptos y profundicemos en ellos. Hasta aquí hemos establecido que el universo total de las espacialida- des permite ser analíticamente fragmentado desde un enfoque sintáctico en cuatro tipos configurativos básicos. Estos tipos configurativos fueron denominados como Sostén Figuras Recintuales, Sostén Figuras Plásticas, Fusión en continuo y Partición de Continuo. Como hemos visto los dos primeros se leen como opuestos paradig- máticos mientras los dos restantes se ubican en el territorio intermedio de la ambigüedad. Blanco y negro, grises y moteados. Propongamos un modelo gráfico bidimensional que nos ayude a expli- car y entender estos conceptos. Imaginemos entonces que el universo de las espacialidades es una superficie de perímetro elíptico. Una elipse. No un círculo ni un cuadrado. ¿Por qué? Porque la elipse como el círculo posee una curva continua para definir su territorio pero tensa esta curva en dos ejes perpendiculares de longitud diferente. Un eje mayor. Un eje menor. Dibújenlo mentalmente. ¿Lo hicieron? Coloquen ahora en los extremos del eje mayor las espacialidades configuradas paradigmáticamente como Sostén de Figuras Recintuales y L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 47 Sostén de Figuras Plásticas. Blancos y Negros. Ahora, en el eje menor y perpendicular, en el eje de los equilibrios dinámicos y de la ambigüedad, coloquen las configuraciones espaciales definidas como Partición de un continuo y como Fusión en continuo. Grises y Moteados. El modelo gráfico pretende originarse en lógicas profundas y responder preguntas que el mismo enuncia. Fusión en continuo Partición de un continuo Sostén de Figuras Recintuales Sostén de Figuras Plásticas Fusión en continuo y particiones de continuo paradigmáticas están cada uno a la misma distancia de sus lejanos vecinos, huecos y plásticos. Estos se encuentran más alejados entre sí que los “fusión en continuo” de las “particiones”. ¿Por qué? Porque si bien no es un hecho obvio o inmediato de conceptualizar podemos inferir que las diferencias entre experiencias perceptuales originadas en sistemas huecos o plásticos son más intensas o nítidas que las diferencias experimentadas entre fusión en continuo y particiones. En otras palabras decimos que es más fácil distinguir entre Plásticos y Huecos que entre Fusión en continuo y Particiones. ¿Por qué? Porque los rasgos diferenciales en las espacialidades ambiguas sujetas a equilibrio dinámico que “mencionan” simultáneamente ambos extremos categóricos son, evidentemente, “definidamente ambiguas”. No confusas. No indefinidas. Definidamente complejas , visualmente tensas por estar sujetas a la inestabilidad aparente de las situaciones propias de las orga- nizaciones híbridas. La mezcla del blanco y del negro, ya sea en tonos de gris o en dameros, no produce situaciones “indefinidas” sino ambiguas, GRÁFICO 1. 48 | J O R G E P O K R O P E K situaciones en las que tanto el blanco y el negro se mencionan subsumidos en la generación de una noción distinta. Continuamos pensando los rasgos diferenciales de las diversas espacia- lidades empleando el modelo gráfico propuesto. Reiteremos que, en princi- pio, todo análisis sintáctico riguroso efectuado sobre cualquier espacialidad, natural o artificial, debería conducirnos a poder establecer merced al tipo y relación de sus figuras cuál sería su ubicación dentro del universo elíptico enunciado, explicitando entonces un conocimiento sobre sus posibilidades de estimular específicas respuestas conducto-emocionales en el fruidor, así como revelando cuales son las leyes compositivas que las determinan. Desde un enfoque pedagógico se nos hace evidente la utilidad de emplear para el análisis y clasificación de las espacialidades algún tipo de modelo gráfico. El aquí propuesto, al que denominaremos “modelo univer- sal elíptico de configuraciones espaciales” (en lo sucesivo “MUEDCE”) permitirá profundizar y agilizar nuestras conceptualizaciones pues, como señaláramos, los límites y posibilidades de su configuracióngráfica exigen revisar lo hasta aquí enunciado. Observemos entonces que la superficie elíptica, constituida por la totalidad del universo de las configuraciones espaciales, posee un centro– ¿Qué hay en él? ¿Qué tipo de configuración espacial existe en el cruce de los ejes que distancian y organizan los cuatro tipos configurativos básicos? Advirtamos que cualquier espacialidad detenidamente ambigua y equilibrada poseerá algún rasgo, aún por débil que sea, que nos permita situarlo más cerca o más lejos de las condiciones paradigmáticas de “Partición de un continuo” o de “Fusión en continuo”. Asimismo la condición de ambigüedad figurativa de las entidades protagónicas de una espacialidad nos inhibirán de colocarlos sobre el eje que organiza y distancia las condiciones paradig- máticas de Sostén Recintos y Sostén Figuras Plásticas. ¿Qué hay entonces en el centro de nuestro universo elíptico? Nada. O todo. Todo o nada según como enfoquemos la noción de “origen”. En efecto, en el centro, por la lógica interna del propio gráfico, está el “origen”, el momento cero, la espacialidad primigenia… la espacialidad “vacía”… Detengámonos a revisar esta conclusión. Señalemos en primer lugar que “fuera” del universo elíptico no existe –no puede existir– ninguna espa- cialidad que estimule alguna experiencia mental. El sujeto fruidor “existe” L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 49 espacio-temporalmente dentro del universo elíptico y su consciencia del yo depende de leerse como figura recortada en algún fondo… Pienso…luego existo. Y pienso “aquí”, Y “ahora”. ¿Estoy en “algún lugar” o “soy todo lo que hay”? Más allá de las puerilidades de nuestra metafísica doméstica admitamos que, con los ojos cerrados o en plena oscuridad podemos, (si no fuera por nuestra memoria de experiencias espa- ciales pasadas) pensar que todo el universo empieza y termina en nosotros. Esta experiencia mental se exacerbaría si además “flotáramos” ingrávida- mente en un vacío perceptual total… La experiencia descripta es tan “anti- natural” a nuestra condición humana que no nos atreveríamos a clasificarla como “experiencia espacial”. Para tener una “experiencia espacial” hay que percibir, al menos, alguna entidad distinta a nosotros que opere como fondo. Desde este enfoque definiremos como espacialidad-cero o espacialidad- origen la experiencia mental estimulada por una organización formal “ideal” compuesta por una superficie plana, de color, textura e iluminación unifor- mes recortada arbitrariamente por una línea de horizonte perfectamente horizontal que la deslinda de otra superficie luminosa y homogénea que aparentemente la envuelve encerrando entre ellas una condición atmosfé- rica totalmente diáfana. Como las organizaciones formales ideales sólo existen en universos platónicos profundizaremos sobre la superficie lisa y homogénea de un pla- neta esférico cuyo horizonte dista de nosotros aproximadamente doce kiló- metros. El cielo está absolutamente despejado y el sol se halla exactamente sobre nuestras cabezas. Nos sentimos una solitaria figura plástica ubicada en el centro o foco de una vasta circunferencia que separa el suelo del cielo. Experimentamos la espacialidad cero o espacialidad origen. Nos abu- rrimos. Tenemos hambre. Empezamos a caminar antes que la muerte o su seductora pareja, la indolencia, acabe con nosotros, buscando más allá del horizonte algo que satisfaga nuestros múltiples deseos… A poco de andar vemos que se nos acerca una bellísima mujer con una fuente de empana- das. Ya no estamos solos y tampoco estamos en la espacialidad cero. Ahora “somos” o constituimos un “sostén de Figuras Plásticas”. Mientras comemos empanadas la mujer saca de una bolsa rarísima cua- tro postes o columnas y procede a hincarlos a distancias regulares. Se enfatiza entonces la percepción de estar frente y entre cinco figuras plásticas. Hay 50 | J O R G E P O K R O P E K sol y la mujer coloca telas envolviendo el territorio contenido entre colum- nas configurando una especie de prisma blando… Frente a nosotros hay dos figuras plásticas reconocibles como una mujer y una carpa. Hace calor. La mujer nos mira como miran las mujeres y descorre una tela de la carpa mostrando una interioridad sombría y fresca… Al verla sentimos que el pris- ma oscuro y vacío está hecho de sombra, no de postes y telas. Lo vemos hueco, deseable y penetrable… Y allá vamos. Penetramos en las figuras recintuales… Estamos dentro. Dentro del recinto… Dentro de la sombra. Y por alguna razón extraña recordamos el útero materno… Bastante satisfechos por la experiencia mutua de haber compartido la figura hueca y ya algo aburridos decidimos desarmar la carpa y proseguir el viaje. A poco de andar vemos en el horizonte algunos postes y volúmenes dispersos. Nos acercamos y comenzamos a caminar entre ellos zigzaguean- do, sintiéndonos figuras plásticas entre las figuras plásticas… Seguimos andando y advertimos que cada vez hay más postes y volúmenes en la misma superficie dificultándonos la marcha. Para colmo se ha nublado y de golpe se ha largado a llover a cántaros. Con el agua han brotado del suelo infinidad de hongos enormes, más altos que nosotros, debajo de los cuales podemos guarecernos. Bajo la bóveda del hongo y con la cortina circular de agua creada por la lluvia nos sentimos de vuelta dentro de una figura hueca pero somos concientes que ese recinto participa junto a un enorme conjunto de intersticios en la configuración de la espacialidad que hemos definido como “Fusión en continuo”. Refugiados bajo este hongo y dentro del límite creado por la líquida cortina volvemos para no aburrirnos a explorar los placeres de la relación dialéctica entre la figura hueca y la figura plástica, entre el techo abovedado y el tronco que lo sostiene precisamente en el foco del recinto. Al parar de llover comprobamos que la figura hueca que sugería el hongo, sin la cortina de agua, se debilita y desaparece ya que el hongo ahora se ve dentro de un conjunto mayor compuesto por otros hongos de distintos tamaños y proporciones, así como los iniciales postes y volúmenes. Los múltiples territorios perceptúales que cada forma ocupa se superponen entre si produciéndonos una sensación de asfixia psicológi- ca. Parece no haber “lugar” y que todos los lugares son iguales… Tal es la experiencia mental propuesta por la fusión en continuo. L A E S P A C I A L I D A D A R Q U I T E C T Ó N I C A | 51 Ya cansados de la fusión en continuo y extenuadas las figuras plásti- cas y recintuales decidimos ver más allá y seguimos explorando. Al rato encontramos el inicio de un muro delgado y solitario que parece dirigirse con nosotros hacia el fin del horizonte. Lo seguimos extrañados de verlo aislado, fragmentando simplemente el paisaje en una decidida dirección. Poco a poco encontramos otros muros, sueltos, dispersos, tal vez parte de una vasta construcción misteriosamente demolida o desarmada. Caminando entre los muros delgados y aislados, ubicados entre si de manera oblicua o perpendicular, advertimos que la sensación de continuidad del solado a veces tiende a romperse o fragmentarse cuando parece que la proximidad y ubicación de los muros instalan el deseo por el recinto, por la forma hueca. Este deseo, esta vocación recintual de los muros nunca se satisface, permanece insatisfecho siempre, estimulando en nosotros una tensión emo- cional que nos obliga a caminar, a movernos, a buscar más allá, a fluir con el espacio recortado y reensamblado, permanentemente compactado y estira- do. Un espacio pluridireccional, no sujeto a las lógicas organizativas de la pers- pectiva renacentista. Un espacio donde el centro somos cada uno de nosotros desplazándonos en nuestro devenir. Un espacio democrático, en el decir de Giulio Carlo Argan,35 donde no existen jerarquías espaciales por ausencia de centros figurativos. Una espacialidad ambigua y dinámicamente equilibrada, donde simultáneamente
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