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Las estaciones del año

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Las estaciones del año
Las estaciones del año, primavera, verano, otoño e invierno, son los cuatro períodos regulares en que cada año se divide, de acuerdo a las condiciones climáticas concretas y recurrentes que se manifiestan en la atmósfera. Cada una tiene una duración aproximada de tres meses, y en total conforman un sistema cíclico de condiciones meteorológicas y climáticas, que se da de manera continua.
Las estaciones son un fenómeno planetario, consecuencia de los movimientos de traslación e inclinación del planeta en su órbita alrededor del Sol, y aunque se dan en los dos hemisferios terrestres, lo hacen siempre de manera invertida, es decir, cuando en el norte es verano, en el sur es invierno y viceversa. Para distinguirlas, normalmente se habla de estaciones boreales (del hemisferio norte) y estaciones australes (del hemisferio sur).
Además, las estaciones se manifiestan de modos muy diferentes dependiendo de la franja climática. Por ejemplo, las regiones más próximas al ecuador no presentan estaciones definidas, sino épocas de lluvia y de sequía con leves variaciones de temperatura, mientras que en la zona templada las estaciones son marcadas y con diferencias sustanciales en materia climática y meteorológica. Incluso así, el modo exacto en que cada estación se manifiesta depende de la geografía del lugar.
Desde un punto de vista general, las cuatro estaciones se pueden entender de la siguiente manera:
Invierno (del latín hibernus). Es la época más fría del año, en la que el Sol impacta de manera menos directa y menos intensa, de modo que el crecimiento de las plantas se enlentece o detiene y en algunos lugares se producen heladas, nevadas y otros fenómenos meteorológicos más extremos.
Primavera (del latín primum veris). Es la época del renacimiento, en que el Sol vuelve a calentar más y los hielos comienzan a derretirse, momento que las plantas aprovechan para reverdecer y florecer. Las especies animales que hibernan salen de sus madrigueras y los días comienzan a alargarse.
Verano (del latín veranum). Es la época de mayor calor del año, en la que el Sol impacta de manera directa e intensa, elevando las temperaturas. Es la época de la cosecha, en que las plantas producen frutos y la mayoría de los animales aprovechan para reproducirse.
Otoño (del latín autumnus). Es la época en que se marchitan las hojas de los árboles, en que el clima comienza a enfriarse y la vida se prepara para la llegada del invierno. Es una época culturalmente asociada a la melancolía y la tristeza, dado que las noches comienzan a hacerse más largas que los días.
Las distintas culturas comprendieron desde tiempos antiguos las estaciones como un ciclo eterno, al cual asociaron sus relatos funcionales y sus ciclos cosmológicos. El alargamiento de las noches y la debilidad del Sol durante los meses de invierno, por ejemplo, se asociaba a la muerte y el fin de los tiempos, lo cual convertía la primavera en una época de renacimiento y celebración, de victoria de la vida por encima de la muerte.
Este tipo de asociaciones y metáforas se hallan presentes en numerosas tradiciones mitológicas e incluso en la simbología de la mayoría de las doctrinas religiosas.

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