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Las prácticas y los conceptos del cuerpo reflexiones desde la ps

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Director de colección
Pablo Bottini
 Diseño: Gerardo Miño
 Composición: Eduardo Rosende 
 Edición: Primera. Julio de 2013
 ISBN: 978-84-15295-45-7 
 Tirada: 700 ejemplares
 Lugar de edición: Buenos Aires, Argentina
 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación 
 pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada 
 con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista 
 por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos 
 Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o 
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 Página web: www.minoydavila.com 
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 Mail administración: info@minoydavila.com
 En España: P.I. Camporroso. Montevideo 5, nave 15 
 (28806) Alcalá de Henares, Madrid.
 En Argentina: Miño y Dávila srl
 Av. Rivadavia 1977, 5º B 
 (C1033AAJ), Buenos Aires.
 tel-fax: (54 11) 3534-6430 
Pablo Bottini 
compilador
Las prácticas y 
los conceptos del cuerpo
Reflexiones desde la Psicomotricidad
Franco Boscaini 
Pablo Bottini 
Paula Landen 
Alfonso Lázaro Lázaro 
Miguel Llorca Llinares 
Juan Mila Demarchi 
Roberto Mario Paterno 
Alexandrine Saint-Cast 
Josefina Sánchez Rodríguez 
Miguel Sassano 
Jaime Tallis
A Coco y a Pedro Pablo.
Dos hombres sabios y buenos, que me enseñaron 
a ser mejor persona y mejor profesional.
9 Prólogo, por Jaime Tallis
13 Comentario acerca del capítulo “Psicomotricidad del niño hiperactivo”, 
 por Pablo Bottini
15 Psicomotricidad del niño hiperactivo 
 por Franco Boscaini y Alexandrine Saint-Cast
33 Comentario acerca del capítulo “Todos los cuerpos el cuerpo. 
 Consideraciones críticas acerca de la acepción de cuerpo como 
 fundamento para las prácticas corporales y psicomotrices”, 
 por Jaime Tallis
35 Todos los cuerpos el cuerpo. Consideraciones críticas 
 acerca de la acepción de cuerpo como fundamento 
 para las prácticas corporales y psicomotrices 
 por Pablo Bottini
55 Comentario acerca del capítulo “Lo indivisible del cuerpo… 
 desde una mirada psicomotriz”, por Pablo Bottini
57 Lo indivisible del cuerpo… desde una mirada psicomotriz 
 por Paula Landen
99 Comentario acerca del capítulo “Psicomotricidad y aulas 
 multisensoriales: de la teoría a la práctica educativa”, 
 por Juan Mila Demarchi
101 Psicomotricidad y aulas multisensoriales: de la teoría 
 a la práctica educativa 
 por Alfonso Lázaro Lázaro
ÍNDICE
131 Comentario acerca del capítulo “La Psicomotricidad como estrategia 
 de inclusión educativa”, por Josefina Sánchez Rodríguez
133 La Psicomotricidad como estrategia de inclusión educativa 
 por Miguel Llorca Llinares
145 Comentario acerca del capítulo “Campo adulto: intervenciones 
 en Psicomotricidad”, por Pablo Bottini
147 Campo adulto: intervenciones en Psicomotricidad 
 por Juan Mila Demarchi
163 Comentario acerca del capítulo “El desarrollo de las actitudes 
 terapéuticas del psicomotricista”, por Roberto Mario Paterno
165 El desarrollo de las actitudes terapéuticas 
 del psicomotricista 
 por Miguel Sassano

PRÓLOGO
La realización de esta introducción está facilitada por la original crea-tividad de los compiladores que han agregado a cada capítulo el co-
mentario de un experto, por lo cual mi labor será realizar un recorrido 
por la obra que destaque el valor de la misma.
En el primer capítulo, Boscaini y Saint-Cast se sumergen en el con-
trovertido tema del niño hiperactivo. Luego de definir la hiperactividad 
desde la Psicomotricidad como una falla de la capacidad de inhibición, 
hacen un recorrido teórico sobre las causas del cuadro, planteando la 
dicotomía que atraviesa a muchas disciplinas que se ocupan del tema: 
si estamos frente a un síndrome de causa definida o a un síntoma de 
variada causalidad.
Es interesante su recorrido clínico ejemplificado en un paciente, así 
como el análisis de la función terapéutica psicomotriz para la asistencia 
del niño afectado, para lo cual destacan una metodología específica, nue-
vamente puesta en ejemplo con otro caso clínico.
En cuanto al capítulo que sigue, no puedo más que reiterar mis con-
ceptos vertidos en el comentario que efectuara a este excelente aporte de 
Pablo Bottini. El despliegue de conceptos teóricos que realiza Pablo para 
definir la noción de “cuerpo” desde la Psicomotricidad es un material de 
valor inestimable, no solo para la formación específica en ese campo, sino 
para todo profesional ávido de conocimiento.
A continuación, Paula Landen desarrolla la temática del cuerpo desde 
la mirada psicomotriz y nos remite al sentido de “corporeidad”. A partir 
de estas consideraciones repasa los aportes neurobiológicos para la for-
mación de la noción de cuerpo-organismo; deteniéndose especialmente 
en la piel y el tono muscular, dada su compleja relación con el vínculo 
emocional-afectivo y la cultura.
Al referirse al “factor temporal” aborda los aportes de la maduración 
tanto para el esquema como para la imagen corporal, incluyendo más allá 
de la infancia, a los cambios en la adolescencia, madurez y vejez.
 Jaime Tallis
En tanto el “factor espacial” refiere a los sucesivos espacios que se van 
conquistando a lo largo de la vida y a la importancia del contacto con 
otro para la conquista del cuerpo propio, tomando en su relato citas de 
Winnicott, Spitz y Coriat.
Landen ejemplifica con un juego las sucesivas etapas en la adquisición 
del esquema-imagen corporal en las tres dimensiones y con casos clínicos 
los trastornos que pueden presentarse. Los párrafos finales de su artículo 
nos remiten a la evaluación psicomotriz.
Acto seguido, en el capítulo de Alfonzo Lázaro Lázaro podrán encon-
trar un análisis de la esencia de la Psicomotricidad; un debate siempre 
presente en las jóvenes disciplinas, más aun cuando presentan visiones 
teóricas contrapuestas.
Luego de volver a sumergir al lector en aspectos del desarrollo infantil, 
de las funciones básicas y de las superiores con su interrelación social, el 
autor vuelca su experiencia en una terapia actual aún en desarrollo, como 
la sala de estímulos multisensoriales. Por otro lado nos advierte también 
el riesgo de la exposición digital prolongada en los primeros años de la 
vida, tan de moda en algunos ambientes psicológicos e intelectuales.
Es de destacar el intento de búsqueda de rigurosidad metodológica y 
evaluativa al trabajo en aulas enriquecidas.
Por su parte, Miguel Llorca Llinares aborda una temática muy actual: la 
inclusión educativa. Tras un recorrido histórico sobre la educación espe-
cial y su paulatina apertura hacia la integración escolar, se detiene en el 
análisis de la escuela inclusiva, planteándola como una opción ideológica 
donde lo real es la participación efectiva de toda la comunidad educativa 
en una posición colectiva, alejada de todo individualismo.
En este modelo de escuela abierta a la diversidad se inserta la 
Psicomotricidad respetando las características de cada niño, aceptándolo 
tal cual es, con sus competencias y dificultades.
A partir de estos supuestos, Llorca Llinares vuelca su experiencia 
concreta en el trabajo psicomotriz inclusivo, basado en el respeto y la 
espontaneidad del niño, lo cual requiere una actitud profesional de obser-
vación y escucha para poder atender las diversas dificultades que vayan 
surgiendo, para entonces realizar intervenciones con el fin de solucionar 
o atenuar el impacto de las mismas.
Juan Mila, en cambio, nos propone recorrer el poco conocido “campo 
adulto” del trabajo psicomotriz. Coincidimos con el autor en cuanto a la 
escasa bibliografía existente sobre el tema, lo cual destaca la experiencia 
que nos transmite.
Prólogo
Mila nos ubica en el concepto de “cuerpo” en oposición al de “orga-
nismo”, y en el papel de la “expresión psicomotriz” en la formación cor-
poral específica del psicomotricista.
Con relación a la intervención motriz en el campo adulto, plantea una 
especificidad técnica, desechando la propuestade actividad espontánea, 
proponiendo el uso de diversos soportes para la mediación terapéutica.
Mila se detiene especialmente en los trastornos de la “imagen corpo-
ral”, tomando los conceptos de F. Dolto de la diferencia entre esquema e 
imagen corporal, sostiene la intervención en el ámbito de lo real y de lo 
inconsciente a partir de una relación dialéctica de influencia recíproca.
El autor explicita que el trabajo sobre la imagen corporal puede modi-
ficar la sintomatología de las enfermedades psicosomáticas. Es sumamente 
atractivo su discernimiento sobre el “tocar” y la palabra, mediadores 
terapéuticos con efectos transferenciales y contratransferenciales.
Por último, Miguel Sassano escribe sobre las actitudes terapéuticas 
que debe tener un psicomotricista, las cuales insiste en distinguir de las 
técnicas o los recursos profesionales. Estas actitudes serían esenciales para 
el desarrollo del proceso terapéutico, y en ese sentido Miguel describe con 
maestría los conceptos de congruencia, aceptación positiva incondicional, 
comprensión tónico-empática y disponibilidad corporal.
Es sumamente profundo su análisis de la comprensión tónica empá-
tica, distinguiéndola de la identificación y la transferencia; para ello nos 
acerca elementos de la psicología rogeriana, del psicoanálisis, de la filo-
sofía, de la neurobiología y de la propia teoría de la Psicomotricidad.
Finaliza tomando nuevamente conceptos rogerianos, llevándolos al 
campo de la Psicomotricidad, sugiriendo entonces una serie de actitudes 
que llevarán a una adecuada relación terapeuta-paciente que permita una 
labor profesional apropiada.
Como hemos visto en este breve recorrido, nos hallamos frente a un 
libro sólido y profundo, al mismo tiempo de lectura amena y cordial. 
Los autores han efectuado aportes significativos al campo teórico y al 
quehacer cotidiano de los psicomotricistas, y los han hecho desde sus 
conocimientos y experiencia, lo cual los aleja de posturas soberbias y 
alejadas de la realidad.
En resumen, estoy seguro de que la lectura de este material provocará 
en los profesionales el mismo placer que he sentido yo al recorrer estas 
páginas.
Dr. Jaime Tallis

COMENTARIO ACERCA DEL CAPÍTULO 
Psicomotricidad del niño hiperactivo
Inestable, hiperquinético, carácterial, hiperactivo, impulsivo, hiper-
móvil, actuador, hipercinético, turbulento… y podríamos seguir 
con la lista.
Es esta una incompleta enumeración de términos con que 
se buscó y se busca denominar a “esos” niños, particularmente 
“molestos”. 
Siempre preocupó a la psicología dedicada a la infancia el niño 
con alguna o varias de estas características. 
De más está decir que la práctica psicomotriz no podía quedar 
al margen de esta preocupación. 
Desde el clásico escrito de Wallon (1925) L’enfant turbulent, 
pasando por los escritos de Julián de Ajuriaguerra (1984 y 1982) 
hasta nuestros días, ha corrido “mucha agua bajo el puente”, pero el 
permanente y renovado interés por este tipo de comportamiento 
y su posible etiología, sigue convocando a especialistas del desa-
rrollo infantil y a los psicomotricistas de todo el mundo desde 
diferentes modelos nocionales.
Páginas y páginas se escribieron y se escriben acerca de la 
mejor forma de trabajar con ellos en pro de que sus disruptivos 
modos de relación y contacto se modifiquen… y además de que 
ellos y quienes los rodean dejen de padecerlos.
Métodos basados en acepciones ligadas a la psicología pro-
funda, y su “par opuesto”, a la modalidad de funcionamiento cere-
bral, proliferaron y proliferan. Tratamientos extensos, basados en la 
libre asociación y el juego (Aduriz, 2002), o basados en premios y 
castigos, posturas de tinte más anglosajón, que buscan el cambio 
comportamental (Scandar, 2010), son propuestos por profesionales 
idóneos cada uno en lo suyo, para intentar mitigar los comporta-
mientos desadaptados. 

Qué hacer con estos niños, en los que tan ineficaz ha demos-
trado ser el proceso de corporización (Bourdieu, 1991), vehiculi-
zado por las organizaciones representantes de las instituciones que 
sostienen e intentan el vano proceso de aceptación de la norma.
Qué hacer con ellos para que sus familias y las escuelas a las 
que concurren (Milstein y Mendes, 1999), solo por nombrar las 
más significativas de esas organizaciones, logren que sus intentos 
por aquietar a ese torbellino llamado niño no sean una vez más 
fallidos.
En este capítulo, Boscaini y Saint-Cast nos ofrecen una visión 
acerca del tema desde la Psicomotricidad europea. 
Herederos de la tradición francesa de la práctica profesional, 
ya que ambos han sido discípulos de la “maestra” e impulsora de 
la Psicomotricidad, Mme. Gisell Soubiran, recientemente fallecida, 
llevan adelante la permanente renovación y actualización de la 
práctica psicomotriz cada uno en su país de origen, Francia e Italia, 
siendo ellos a su vez, maestros en lo suyo. 
Por eso no sorprende la minuciosa revisión que hacen acerca 
del tema desde el punto de vista nocional, ni tampoco la referencia 
a la clínica, punto de partida y anclaje de lo conceptual.
Saludamos y agradecemos a los autores su interés en compartir 
con nosotros sus aportes.
Quede abierto el debate sobre el tema una vez más. 
Pablo Bottini
Referencias bibliográficas
Aduriz, F. (2002). “Tiempos moder-
nos y niños hiperactivos”. Norte 
de Salud Mental. Revista de la 
Asociación de Salud Mental y Psi-
quiatría Comunitaria, Vol. IV, Nº 
13, 11-18. Osasun Mentalaren 
Elkartea.
Bourdieu, P. (1991). El sentido prác-
tico. Madrid: Taurus.
De Ajuriaguerra, J. y Marcelli, D. 
(1982). Manual de psicopatolo-
gía del niño. Barcelona: Toray-
Masson. 
De Ajuriaguerra, J. (1984). Manual 
de psiquiatría infantil. Buenos 
Aires: Masson.
Milstein, D. y Mendes, H. (1999). 
La escuela en el cuerpo. Madrid: 
Miño y Dávila editores.
Scandar, R. (2010). Inquietos, distraí-
dos, ¿diferentes?. Buenos Aires: 
Ediba. 
Wallon, H. (1925). L’enfant turbulent. 
París: Alcan. 

PSICOMOTRICIDAD DEL NIÑO HIPERACTIVO
Franco Boscaini y Alexandrine Saint-Cast
La definición de la hiperactividad, para el que quiere comprender el proceso más que la descripción del síndrome, hace referencia a múlti-
ples comportamientos que tienen como denominador común la incapaci-
dad de estar inmóvil. Una incapacidad que frecuentemente se manifiesta 
en conjunto con una inestabilidad de la atención-concentración como 
de la impulsividad emocional1.
Frente a este síntoma de exageración de la actividad corporal, la indi-
cación de terapia psicomotriz aparece como una evidencia inmediata. 
Pero no es suficiente tratar de reducir el desorden motor sino incluirlo y 
armonizarlo con las dimensiones psíquicas del niño. 
Además para comprender su sufrimiento no es suficiente definir un 
niño dentro del grupo de la hiperactividad, lo que induciría una respuesta 
terapéutica única y igual para todos. Al contrario, el bilan psicomotor va a 
permitir aproximarse a una comprensión dinámica y fina de su expresión 
individual en relación al entorno.
Y después, y solamente después, de la evaluación, en referencia a los 
métodos de intervención desarrollada en el campo de la Escuela Francesa 
de Psicomotricidad, métodos que responden a los criterios actuales de 
validación de las autoridades de salud, el psicomotricista va a proponer 
un tratamiento individualizado organizado a partir de un proyecto tera-
péutico único que puede incluir: juegos y ejercicios perceptivo-motores, 
relajación, actividades de expresión mediadora...
1 Las clasificaciones internacionales de psiquiatría actuales (DSM-IV, CIM 10) presentan a 
la impulsividad y al desorden de la atención como elementos principales que interfieren 
los aprendizajes y adaptaciones.
 Franco Boscaini y Alexandrine Saint-Cast
Cómo se comprende el cuerpo en Psicomotricidad
La Psicomotricidad, como ciencia y como modalidad de intervención, 
intentando superar una visión organicista y causal, considera el trastorno 
psicomotor como un desordenpsíquico del movimiento, es decir de 
la comunicación, vía la función tónica, expresándose con modalidades 
diferentes, lábiles e inconstantes (De Ajuriaguerra y Soubiran, 1960).
Según este punto de vista, cualquier función o comportamiento 
es siempre el fruto sea de procesos orgánicos-madurativos, sea de los 
relacionales y ambientales (Pesantez Cuesta y otros, 2005). Por eso la 
Psicomotricidad se diferencia de la medicina como de la psicología, para 
colaborar con ellas de manera integrada, a fin de salvaguardar el equilibrio 
psicofísico de la persona. Todo esto deviene más claro si se considera que 
el movimiento, indicativo de la vitalidad del niño, se debe ver conjunta-
mente en sus aspectos instrumentales, expresivos y comunicativos, tanto 
en sus dimensiones conscientes o no (Boscaini, 1987; García-Núñez, 
1997; Saint-Cast, 2001).
CUADRO 1
PRINCIPIOS PSICOMOTORES DE BASE
- El cuerpo puede ser considerado como una estructura con diferentes niveles 
de organización. 
- Unidad de la persona equivale a coherencia y cohesión psico-corporal en el 
sentido que el Yo se expresa al inicio a través de la función tónica y de la función 
motriz, sobre las cuales se desarrolla el lenguaje corporal y después verbal.
- La gestualidad refleja tanto a la motricidad como a la afectividad y la inteligencia. 
- El primer nivel de expresión de la afectividad es corporal, sobre todo para el 
niño antes del desarrollo de las capacidades superiores de inhibición voluntaria 
y de elaboración simbólica.
- El sujeto es constituido por medios instrumentales motores, cognitivos, lin-
güísticos y por la dimensión tónico-emocional.
Cuando hablamos de globalidad superamos más que una simple 
suma de elementos para pensar a la persona siempre y contempo-
ráneamente dentro de una interacción recíproca, interdependencia y 
complementariedad entre los diferentes funciones psicomotoras. Por 
consiguiente el objetivo de la evaluación va a ser describir cada función 
dentro de sus lazos con las otras, para comprender la dinámica propia 
del sujeto y su armonía o desorden psicomotor. Si consideramos el desa-
rrollo del niño dentro de una dinámica, por un lado, de expresión de 
Psicomotricidad del niño hiperactivo
las necesidades emotivo-afectivas y cognitivas (activación de la pulsión 
epistemofílica) y, por otro, de homeostasia, interna y externa, podemos 
pensar al trastorno psicomotor o bien como el resultado de una inco-
rrecta estimulación –carencia o hiperestimulación– o bien como una 
compensación espontánea adaptativa del yo corporal. De esta forma, las 
diferentes expresiones psicomotoras evidencian modalidades y niveles 
de relación con sí mismo y la realidad que son indicativos de la armonía 
y del equilibrio del individuo.
Esta globalidad se expresa a través de fenómenos observables, visibles, 
mensurables y conscientes que indican diferentes niveles y modalidades 
evolutivas de competencia, de pensamiento, de comunicación y relación 
al mundo: los indicadores psicomotores específicos. Cada fenómeno 
corporal no debe ser visto en sí mismo, aséptico del ambiente, sino que 
deviene efectivamente psicomotor solamente dentro de una relación, 
indicando, de esta manera, un valor, sea real, sea simbólico y comunica-
tivo (Bergés, 1996).
Así se puede entender la hiperactividad como un desequilibrio entre 
la expresión tónica y la función motora. Es decir que el equilibrio positivo 
dentro del impulso a expresarse y la capacidad de inhibición voluntaria no 
se desarrolla (Cournoyer, Solomon y Trudel, 1998). Podemos introducir 
en este punto una primera clasificación dentro de los niños hiperactivos 
con prevalencia de investimento de la expresión por la distonía –en lazo 
con la vigilancia y de la atención-concentración– o por la hiperquinesia 
(Boscaini y Saint-Cast, 2010).
¿Un desorden psíquico del movimiento?
Esta pluri-expresión de las problemáticas obliga a preguntarse si la 
hiperactividad constituye un síndrome o un síntoma que sea la expre-
sión de otras dificultades. Por lo tanto se hace necesario un diagnóstico 
diferencial, a través de una evaluación global que comprenda tanto la 
dimensión médica, como la psicológica y la psicomotora.
Frente a este tipo de trastorno que implica la totalidad del individuo 
en relación, una respuesta eficaz no puede venir de una sola disciplina, 
sino del conjunto de aportes de los diferentes profesionales, que permiten 
comprender en su totalidad a la persona que sufre.
Dentro de este marco pluri-disciplinario, la Psicomotricidad propone 
entender las reacciones de hiperactividad como trastornos tónicos y de 
la gestualidad en lazo con eventuales carencias en la constitución de los 
límites corporales, del vínculo corporal, de la imagen del cuerpo, de la 
 Franco Boscaini y Alexandrine Saint-Cast
organización rítmica, de las competencias a situarse dentro del espacio 
de los objetos y social (Soubiran y Coste, 1975; Bergés, 1985). Sin olvidar 
que estas funciones psicomotoras testimonian al mismo tiempo facto-
res neuropsicológicos y psicológico-relacionales y ambientales (Albaret, 
2001).
El balance psicomotor permite establecer el perfil del paciente consi-
derando la diversidad de sus funcionamientos neurológicos, emocionales, 
relacionales y cognitivos, por el hecho de que el trastorno psicomotor 
no es una expresión unívoca y estable de una lesión o de una disfunción 
circunscrita. 
Para realizar este acto diagnóstico indispensable para su intervención, 
el psicomotricista dispone de numerosos métodos de evaluación: obser-
vación de las conductas espontáneas, malla de observación, protocolos de 
pruebas no contrastadas, pruebas contrastadas, escalas de desarrollo, cues-
tionarios, análisis de las producciones del sujeto. El balance psicomotor es 
un estudio semiológico que permite estimar el nivel y las características 
de las habilidades en los diferentes registros psicomotores: motricidad, 
tono, conciencia del cuerpo, espacio, tiempo y ritmo; para establecer 
una síntesis, tomar una decisión terapéutica y establecer el proyecto de 
intervención que apuntará a la apertura del conjunto de las habilidades 
presentes y potenciales. Este estudio es cruzado con la estimación de la 
situación, teniendo en cuenta la demanda y el contexto, donde el signo 
adquiere un significado eventual y patognomónico. Es completada por 
la consideración de la desviación entre lo que es vivido por el sujeto 
(subjetividad) y lo que es comprobado del exterior (objetividad). 
Considerando el motivo de consulta y el contexto, podrá ser com-
pletado por el psicomotricista con pruebas de grafomotricidad, lógico-
matemáticas o neuropsicológicas.
Las conclusiones son transmitidas al paciente, a su familia, si se trata 
de un niño, así como a los diferentes profesionales del equipo médico-
social.
Abarcando la complejidad de la problemática del niño hiperactivo, ins-
trumental, afectiva y relacional, el examen psicomotor se propone como un 
instrumento particular y específico donde el cuerpo no es considerado 
únicamente como un objeto de estudio, sino también, y sobre todo, como 
el mediador de la relación entre el niño y el psicomotricista. Con el fin de 
comprender la motricidad en sus aspectos funcionales como relaciona-
les, el examen psicomotor conjuga el análisis instrumental objetivo y la 
evaluación subjetiva. Por un lado se va a contemplar sea las realizaciones 
espontáneas, la iniciativa personal y la expresión de su deseo de acción, 
sea sus capacidades a adaptarse a las modalidades relacionales más o 
Psicomotricidad del niño hiperactivo
menos impuestas, sea a las diversas solicitaciones y situaciones propuestas 
y organizadas por el psicomotricista. 
Así el balance psicomotor puede ser pensado como una situación 
donde el niño manifiesta su saber-ser y su saber-hacer, dentro de una 
relación y un marco significativo. Actividades espontáneas y pruebas 
estandarizadas dan la posibilidad de activar las adquisiciones reales y 
potenciales, las estructurassubyacentes a la actividad voluntaria y fun-
cional y de movilizar el investimento de la realidad y de las relaciones. Se 
tratará tanto de describir las carencias, como colocar al niño respecto a su 
grupo etario, tratando describir la dinámica interna de autorregulación y 
de adaptación que lo conduce a estas expresiones sintomáticas. Por eso, 
y de manera específica, la metodología del balance psicomotor prevé 
la articulación y la utilización concomitante de medios de evaluación 
abiertos descriptivos cualitativos y cerrados cuantitativos, y la toma en 
consideración por el psicomotricista de su propia vivencia implicada 
dentro de la relación tónico-emocional con el niño. Hablar de subjetividad 
durante la evaluación psicomotora significa también facilitar y escuchar 
las preguntas del niño y de sus padres.
Esta síntesis globalizante y personalizada permite la descripción del 
perfil psicomotor del niño, el cual contribuye al diagnóstico de psiquiatría 
infantil, en el equipo pluridisciplinar, que convalida o no la indicación 
de atención en Psicomotricidad y permite la elaboración del proyecto 
de intervención.
CUADRO 2
Desde la edad de ocho años Claudio está sometido a un tratamiento con 
Metilfenidato. Cuatro años más tarde consulta en Psicomotricidad, por recomen-
dación de un psiquiatra infantil, quien propone la suspensión del tratamiento 
farmacológico. 
Si él se manifiesta poco durante la entrevista con la madre, después va a expre-
sarse con precisión. Sobre todo, quiere ser ayudado para mejorar en sus resultados 
escolares.
El balance psicomotor pone en evidencia un perfil con contrastes.
- La labilidad del fondo tónico-emocional está asociada a la falta de regularidad 
de la vigilancia. Oscila entre momentos de caída del tono, donde bosteza, 
hundiéndose en el eje de su cuerpo, y reacciones donde se apresura a actuar, 
manipulando o moviéndose, sin búsqueda de productividad del acto.
- Las conductas motrices de base (andar, correr y saltar), flexibles y armonio-
sas, testimonian su buena maduración neuromotora, pero sus reacciones de 
prestancia expresan también su inquietud en esta situación donde se sien-
 Franco Boscaini y Alexandrine Saint-Cast
te observado. Es sin duda también esta falta de regulación de los arranques 
emocionales internos que le provocan el actuar demasiado rápidamente para 
secuenciar bien los encadenamientos motores complejos (disociaciones) mien-
tras que el proyecto motor es preciso. Estas observaciones confirman buenas 
capacidades de realizaciones físicas que contrastan con la falta de regulación 
de las reacciones tónico-emocionales.
- La organización gestual es todavía ambidextra con prevalencia de la derecha 
para los gestos aprendidos.
- A pesar de sus esfuerzos, su ritmo motor espontáneo no es estable. Lo mismo 
las sincronizaciones y las reproducciones de estructuras rítmicas son inter-
feridas por los desbordes de la atención-concentración. Sus reacciones son 
poco eficaces en esta tarea, donde se debe organizar informaciones auditivas 
repetitivas para ajustar el comportamiento motor. La falta de regulación del 
fondo tónico le hace perder su energía. Su postura no es estable y las praxias 
no son organizadas ni ajustadas a la tarea que hay que efectuar. A pesar de esta 
dispersión, sus resultados en la prueba de Stamback son los esperados para su 
edad, porque llega a compensar gracias a sus potenciales cognitivos (memoria 
inmediata). Se sitúa bien en el tiempo social.
- Siempre actúa un demasiado rápidamente, pero se adapta a su entorno, poniendo 
en relación bastante bien sus percepciones visuales externas y corporales internas. 
La organización y la combinación de las indicaciones en el espacio de acción y 
de representación son confusas por inconstancia de la reversibilidad.
- Las imitaciones de gestos de la prueba de Bergès confirman esta manera de 
situarse en el espacio, a partir del cuerpo propio, todavía egocéntrica. El dibujo 
de la figura humana es inhabitual, poco detallado.
- Para dibujar como para escribir, se inclina demasiado, su postura es inestable. 
Sostiene el lápiz con demasiada fuerza. En esta actividad fina, la falta de regu-
lación tónico-emocional reaparece con sincinesias en la cara. 
La copia de los componentes de las letras (pre-escritura) confirma la distonía 
de acción. Bucles y curvas son irregulares. Las combinaciones complejas en el 
espacio le requieren demasiado esfuerzo. 
Las formas geométricas son realizadas de manera infantil, con un tratamiento 
limitado de las informaciones visuales. 
Para escribir, compensa las dificultades visuo-práxicas simplificando las letras. 
Los resultados de la prueba de escritura de De Ajuriaguerra son dispersos, con una 
desviación entra la nota de forma y de movimiento, en detrimento del segundo. 
Claudio se mostró muy cooperante, agradable durante este balance, pero muy 
inquieto también. 
Su inseguridad corporal se expresa a través de sus reacciones tónico-emo-
cionales como en la representación gráfica de su cuerpo. Podemos pensar como 
hipótesis que la hiperquinesia con déficit de la atención sea reactiva a su penosa 
vivencia de inconsistencia y de falta de homogeneidad corporal. 
Permitirle situarse mejor debe pues ayudarle a equilibrar su umbral de reac-
tividad. Una terapia de relajación le será propuesta.
Psicomotricidad del niño hiperactivo
Los precursores de la inestabilidad
Desde el punto de vista de la fisiología, comprobamos una inestabili-
dad normal a partir de la aparición de la marcha hasta aproximadamente 
los cuatro años. Se trata de la expresión de la necesidad de moverse, la cual 
empuja al niño a multiplicar sus descubrimientos y a tomar distancia de 
sus padres, en un ambiente de excitación positiva. Entonces el problema 
va a venir de una mala percepción e interpretación de esta impulsividad 
espontánea por parte del medio familiar y escolar, así como de exigencias 
educativas excesivas. 
Encontramos también, a veces antes del año, en contextos más pato-
lógicos, reacciones muy precoces de hiperreactividad, de disturbios de 
sueño y de la alimentación en bebés confrontados con desórdenes 
de las relaciones con sus padres (Trevarthen y Aitken, 2003; Apter-Danon 
y Jaricot, 2004).
Es durante sus primeras relaciones con sus padres que el bebé va a 
hacer sus experiencias iniciales dentro del diálogo tónico-emocional 
(Wallon, 1925). A través de los intercambios corporales, padres y niños 
comunican emociones y afectos, en forma de variaciones del tono mus-
cular, de ajustes de posturas, cara a cara, de acuerdos vocales, de acer-
camientos-alejamientos. Dentro de este diálogo tónico-emocional va a 
establecerse la base afectiva de seguridad. 
Vivencias corporales activadas por los flujos de tensión y de distensión, 
por los impulsos motores progresivamente organizados bajo el efecto de 
la maduración neurológica, constituyen los primeros contenidos de pen-
samiento. Estos intercambios se organizan en un marco espacial y rítmico 
que va a fundar los contenidos de pensamiento, en una intersubjetividad 
compartida y el objeto de conocimiento (Delion, 2007).
El cuerpo del bebé, su musculatura, son impregnados de emociones y 
afectos por parte de los padres, durante las interacciones, los cuidados, el 
sostén. Podemos describir aquí el primer nivel de influencia del entorno 
sobre el tono muscular del niño y sobre la manera en la que va a organizar, 
a sentir y a controlar su cuerpo. 
La representación mental del cuerpo, el esquema corporal y la imagen 
del cuerpo, está constituida por la integración de las informaciones senso-
riales internas, cenestésicas y viscerales, y externas vía los cinco sentidos. 
Si, bajo el efecto de emociones negativas y afectos inquietantes, el fondo 
muscular es irregular, las informaciones integradas en el nivel central 
serán inconstantes e imprecisas. Pues la representación de sí carecerá de 
homogeneidad y de claridad y el yo corporal será inseguro.
 Franco Boscaini y AlexandrineSaint-Cast
La motricidad tiene una función de proto-lenguaje. El descubrimiento 
relativamente reciente de las neuronas espejo da una comprensión para 
estos juegos de interacciones y de imitaciones, donde adultos y bebé 
comparten esquemas viso-motores. Estas imágenes motrices organizan la 
gestualidad primaria que va a manifestar los contenidos del intercambio 
antes de la palabra. Serían también los proto-patrones de los proyectos 
motores que el niño posteriormente desarrollará. 
El diálogo tónico-emocional permite los intercambios entre personas 
muy diferentes: los adultos que hablan y el bebé inmaduro, dependiente 
y sometido a sus impulsos y necesidades fisiológicas. 
Si el bebé no encuentra satisfacción en sus necesidades fisiológicas 
y emocionales, si la acción del adulto no llega a regularle y a tranquili-
zarle, su motilidad será invadida por la expresión de la angustia. Toda 
diferencia, desajuste, desacuerdo en estos intercambios cuerpo a cuerpo 
van a perturbar su vivencia corporal y, en consecuencia, desorganizar la 
construcción jerárquica de sus competencias psicomotrices.
Podemos así comprender el lazo entre ciertas perturbaciones afectivo-
emocionales y disturbios del desarrollo psicomotor. En estos períodos 
particularmente sensibles de la primera infancia, antes de que el bebé 
hable, pueden constituirse desórdenes afectivo-relacionales que van a 
dejar su huella sobre el armazón tónico, esta “trama de las emociones”, 
aunque ella será a veces enmascarada por compensaciones costosas.
¿Cómo se expresan las hiperactividades?
Complementando las clasificaciones y estudios semiológicos psico-
patológicos, podemos, desde el punto de vista de la comprensión de la 
extensión de las expresiones corporales, proponer una descripción de 
estos trastornos tomando como referencia el tono muscular (Bergès, 
1985).
Así, desde el punto de vista de la función tónica, podemos distinguir 
dos grupos de niños:
Para unos niños la crisis motriz, la explosión de movimientos, va a 
emerger sobre un fondo muscular hipertónico. Las contracciones muscu-
lares, las paratonías, constituyen una coraza tónica que contiene, con rigi-
dez, la expresión corporal exacerbada por las angustias. Este hipercontrol 
no puede ser mantenido y cede pues, bajo el efecto de disparadores inter-
nos o externos. La invasión por la excitación se vuelve entonces paroxística 
y es la explosión de la crisis a menudo oposicionista y teatral. 
Psicomotricidad del niño hiperactivo
Este estado hipertónico que puede volverse constitucional, es asociado 
con calambres y reacciones neurovegetativas tales como la sudoración 
y los bloqueos respiratorios. Representaría una tentativa concreta de 
autocontenimiento corporal a fin de evitar la emergencia de contenidos 
psíquicos angustiosos. Es la inestabilidad afectivo-caracterial donde “la 
necesidad de amar se esparce” (De Ajuriaguerra, 1970).
El otro grupo es constituido por los niños cuyo estado de descontrol se 
manifiesta, al contrario, por una hipotonía. Él se expresa entonces sobre 
todo por el esparcimiento, la falta de coherencia motriz, el defecto de 
integración del carácter global corporal en el espacio y el tiempo. Parecería 
que esta segunda forma está asociada más a menudo con perturbaciones 
graves de la personalidad.
En ambas organizaciones corporales, las paratonías y sincinisias son 
excesivas y las expresiones mímicas son difíciles de descifrar, sea porque 
son demasiado intrusivas, teatrales, sea porque son lentas o aplazadas.
Otras características psicomotoras de los hiperactivos
Aparte del estudio del tono, se comprende la importancia de estudiar 
a las demás características psicomotoras.
La lateralización
Las discordancias en las organizaciones funcionales que determinan 
prevalencia de un lado del cuerpo con relación al otro a menudo confir-
man estos desórdenes tónicos y posturales y no favorecen una expresión 
gestual fluida y adaptada.
La motricidad
Desde el punto de vista de la función motriz, paradójicamente, los 
niños hiperquinéticos son a menudo poco competentes. Estos trastornos 
de la coordinación y de la disociación son relacionados con:
- La inestabilidad postural debida a los trastornos del tono de fondo, 
al desorden cualitativo del equilibrio y de la regulación muscular de 
base, ligados con la vigilancia y las integraciones sensoriales, auditivas 
y visuales.
- La inestabilidad motriz que testimonia la desorganización funcional 
al nivel de la representación del gesto y de la realización práxica, con 
arreglo a las competencias para situarse en el espacio y el tiempo.
 Franco Boscaini y Alexandrine Saint-Cast
En estos dos registros de la organización postural y gestual, estos sínto-
mas demuestran la influencia de las experiencias afectivo-emocionales al 
nivel del eje del cuerpo, de los sistemas de regulación y de los esquemas de 
organización mental del gesto. Así, debemos ir más allá de esta impresión 
inmediata frente a un niño siempre en movimiento, que enmascara sus 
dificultades, para encontrar torpezas, dificultades en las coordinaciones 
generales, óculo-manuales y dispraxias de diferentes tipos. 
El niño actúa demasiado rápidamente, anticipa mucho la acción, se 
cae, se da un golpe, se topa con otros. Desarrolla comportamientos de 
rodeo frente a las situaciones vividas como fuente de fracaso. 
Estas actitudes pueden ser una forma de rechazo a cambiar de acti-
vidad, repeticiones en los juegos, intentos de dominio en los juegos con 
los pares y de control de los intercambios con los adultos, o dificultades 
escolares.
Para protegerse de la angustia, el niño se desorganiza y actúa en exceso. 
Pero este comportamiento es desadaptado frente a las demandas y reglas 
de su entorno y, por tanto, terminan convirtiéndose en fuente de ansiedad, 
de desconsuelo y de incomodidad.
Organización rítmica, situación en el espacio y el tiempo
El impulso rítmico espontáneo está relacionado con la organización 
tónica (Stamback, 1969; Pireyre, 2000). Será a menudo demasiado rápido 
para ser regular y adecuado. El niño inestable es demasiado sensible a las 
estimulaciones externas y a los distractores para concentrarse sobre las 
tareas auditivas. Seguir el ritmo de otro o de un grupo es muy difícil para 
él, al contrario de la primera impresión que puede dar de disfrutar de la 
actividad rítmica. Es impulsivo, aplazado o lento. La memoria auditiva 
inmediata está también a menudo perturbada y la secuenciación de las 
informaciones, desorganizada. Las pruebas de adaptación y de reproduc-
ción de las estructuras rítmicas indicarán proyectos de intervención para 
facilitar la adaptación al grupo. 
La percepción de sí en el espacio va a organizarse con dificultad. Las 
indicaciones de base son difíciles de integrar, los límites entre dentro y 
fuera quedan demasiado tiempo vagos, a veces asociados con trastornos 
psicosomáticos (diarrea, constipación, enuresis, eczema, hipersudoración, 
etc.). La dificultad en integrar la reversibilidad testimonia las incertidum-
bres en la diferenciación y el posicionamiento frente del otro, las carencias 
en la interiorización del eje del cuerpo. 
Psicomotricidad del niño hiperactivo
Espontáneamente el espacio es investido de manera caótica, en lazo 
con los impulsos y los descontroles. Resultará de eso una acentuación de 
la vivencia de discontinuidad que es siempre angustiosa.
Esperar, aguardar pacientemente, tener confianza en la acción con el 
otro, articular sus actividades, jerarquizar sus deseos, estas conductas de 
autorregulación faltan en el niño hiperactivo y este trastorno entorpece 
sus competencias cognitivas.
Esquema corporal e imagen del cuerpo
Hasta tanto el niño tenga un buen conocimiento de los elementos de 
su propio cuerpo, se constata una insuficiencia de representación de las 
articulaciones dentro de las relaciones espaciales. A menudo el esquema 
corporal no es bastante preciso, el vocabulario es incompleto y la repre-
sentación del cuerpo en el dibujocorresponde a producciones de niños 
menores.
La carencia en la percepción e integración del cuerpo propio es cen-
tral en la problemática de la inestabilidad. Para el niño hiperactivo, su 
cuerpo no es una base tranquilizadora y estable que le permitiría situarse 
frente a los otros, actuar con precisión y regularidad, autorregular sus 
impulsiones y emociones para adaptarse y expresarse con flexibilidad y 
de manera matizada. 
Esto lo induce a una autodesvalorización y a la renuncia de la iniciativa 
o a la tentativa de actuar para evitar el fracaso, sin reflexionar siquiera.
Podemos emitir la hipótesis de que una parte de sus reacciones y de 
su descontrol son consecutivas del sentimiento de un malestar generado 
y asociado por las angustias corporales, con las fallas de la imagen del 
cuerpo. Desde esta óptica, la sintomatología debe ser afrontada como un 
disturbio depresivo. Este insuficiente investimento de la imagen corporal 
se manifiesta en los juegos donde, por compensación imaginaria, son 
escogidos personajes idealizados, competitivos, todopoderosos, autori-
tarios y hasta incluso agresivos o violentos.
La relación con el objeto
La manera de investir los objetos es a menudo inhabitual, sin ser 
completamente incorrecta, su utilización no es exactamente adaptada, 
en relación con las dificultades a situarse en el espacio y en la relación 
con el otro.
El objeto es manipulado más que observado; la necesidad de tocarlo, 
de contactarlo, de palparlo, parece prevalecer sobre la mirada a distancia; 
 Franco Boscaini y Alexandrine Saint-Cast
pero la atracción es furtiva, la exploración demasiado rápida y mientras 
la atención ya esta puesta en otro lugar. 
Esta atención inestable puede perpetuarse y, por consiguiente –y para-
dójicamente– la multiplicidad de los objetos y la riqueza del entorno 
acentúa, en lugar de enriquecer, los comportamientos exploratorios (Ber-
nabei, Fabrizi y Parisi, 1989).
Desde el punto de vista cognitivo, el niño parece tener dificultades 
en aislar las informaciones de manera coherente y de ordenarlas, lo que 
lo confronta con una vivencia de desorden sensorial de la que huye para 
tratar de protegerse. 
Desde punto de vista afectivo, más allá de las apariencias, el investi-
mento es superficial, por defecto en la interiorización. Así, “la falta” no es 
colmada, la asimilación queda parcelada y la continencia desfalleciente, 
enlazada con la pobreza de la referencia corporal.
En estos niños podremos observar tanto un predominio de la atracción 
hacia los objetos, como reacciones motrices sin orientación. Esta última 
forma es la que nos parece clínicamente más grave.
Tratamiento de los datos sensoriales
El niño, por un lado, actúa sobre la base de estimulaciones internas 
y, por el otro, es atraído completa y continuamente por estímulos exter-
nos, reduciendo al mínimo el tiempo de latencia entre el estímulo y la 
respuesta. 
Así queda en una organización de tipo sensorio-motora. Esta acti-
tud tiende a extenderse a todo el funcionamiento mental, por lo que se 
constata una incapacidad o dificultad para separar el pensamiento de la 
acción, actividades que quedan confundidas. 
El niño pasa, así, de un estímulo a otro sin tener un objetivo preciso. 
Toda su actividad está reducida por la impulsividad, lo que determina la 
falta de estabilidad de la atención y de la concentración.
La dificultad de separar estímulo-respuesta evidencia un aspecto com-
portamental contradictorio: de un lado, un umbral sensorial, de tipo 
auditivo, elevado, por el cual capta cualquier cosa y discurso; del otro, el 
uso parcial y fugaz de los receptores sensoriales, tipo visual y auditivo, 
con las consecuentes dificultades viso-motoras y práxicas.
Este tipo de conductas auditivo-motoras y viso-motoras es una conse-
cuencia de la falta de equilibrio del fondo tónico y de la integración de la 
cenestesia, y tiene como consecuencia una exageración del desequilibrio 
en el tratamiento central de las informaciones y por consiguiente de la 
vigilancia. 
Psicomotricidad del niño hiperactivo
Comunicación y lenguaje
El niño parece ser una eterna persona insatisfecha, frustrada. Su escaso 
control emocional se manifiesta en crisis de llanto o de risa, como en las 
miradas furtivas, en el evitamiento del contacto cara a cara, en la evitación 
de contacto o la exageración de la búsqueda de contacto corporal, que el 
niño interrumpe con la misma rapidez con que la busca, con modalidades 
imprevistas y no comunes para su edad. Todos estos comportamientos 
tienen consecuencias sociales negativas por parte de los adultos y de sus 
compañeros. 
El niño hiperactivo es imprevisible, lo que induce al entorno un intento 
de control constante. El lenguaje verbal es frenético, a menudo logorréico, 
y caracterizado de una particular modalidad comunicativa, que es princi-
palmente interrogativa sobre personas ausentes, sobre objetos que están 
rotos o que no funcionan. 
Frecuentemente habla mucho, pero el vocabulario es limitado y las 
frases son cortas, repetitivas, infantiles. A la par de las acciones con los 
objetos, la palabra parece no detenerse en el contenido para asimilar o 
reflexionar, sino que parece permanecer en un plano superficial. 
El niño tiene poco en cuenta las respuestas de los otros y pasa conti-
nuamente de una pregunta a otra como si no fuese un verdadero inter-
locutor. En los casos extremos, frente a estas repeticiones se puede tener 
la vivencia de ser manipulado por el niño como un objeto. El peligro es 
en este punto es reaccionar de manera exaltada, agresiva, para protegerse 
y controlarlo.
Esta limitación de la expresión verbal permite diferenciar la falsa 
hiperactividad que se puede encontrar en niños superdotados que, al 
contrario, tienen una organización lingüística rica y una rapidez para 
tratar las informaciones, comprender y actuar que puede dar impresión 
de impulsividad. 
Este tipo de comunicación refleja la carencia de simbolización ante 
la falta de vínculo corporal y tónico-emocional, frente a lo cual el niño 
lucha continuamente. Esto nos recuerda las hipótesis psico-dinámicas 
que refieren a la posibilidad de sentimientos depresivos y de angustia de 
muerte (Bergès, 2005).
Consecuencias sobre los aprendizajes
Toda esta pobreza de la presencia y del uso de las funciones psicomo-
toras determina un conocimiento de la realidad fragmentada y no bien 
 Franco Boscaini y Alexandrine Saint-Cast
integrada: dificultades comportamentales, relacionales y de aprendizaje 
escolástico. En efecto, aun si el nivel intelectual es adecuado, se encuentra 
un rendimiento escolar pobre, llegando incluso hasta el fracaso. 
Por ejemplo la lectura de las palabras demasiado rápida impide la 
búsqueda de la necesaria comprensión simbólica. Podemos ver una ana-
logía dentro de la superficialidad del uso del objeto y del uso de la palabra 
escrita.
En la clase el niño hiperactivo va a confrontarse con una doble dificul-
tad: su comportamiento que no responde a lo esperado en la institución, 
y su rendimiento escolar descendido. 
El niño da la impresión de no querer o de no poder actuar conforme 
sus potenciales. De ahí se desprende cómo a través del estudio de las 
características psicomotoras se verifica un paralelismo entre la actividad 
motora y las modalidades de escuchar, mirar o de entrar en contacto con 
los objetos y las personas. Y cómo la intervención terapéutica global en 
Psicomotricidad se presenta como una opción adecuada para el trata-
miento de estos niños.
La intervención psicomotriz
El síntoma en Psicomotricidad es considerado como un lenguaje cor-
poral dirigido al otro, un lenguaje que debe ser decodificado. Ese el rol 
del psicomotricista, que debe ser capaz de comprenderlo utilizándolo 
como parte del diálogo terapéutico. 
No vamos a tratar de inhibir el síntoma o negarlo, sino a reconocerlo y 
aceptarlo, a través de una relación corporal agradable y participativa para 
favorecer en el niño la liberación de la expresiónde su problemática.
Es apropiado en este sentido que el psicomotricista, a diferencia de 
cualquier otro tipo de profesional, acepte la inestabilidad psicomotora 
dentro de una situación terapéutica de aseguración y, después, de reor-
ganización progresiva del yo corporal. 
Dar una significación a la experiencia corporal 
Nuestra experiencia clínica nos lleva a la consideración de que un 
abordaje no sintomático es particularmente eficaz y productivo frente a 
la hiperactividad del niño. 
Ante todo, se debe precisar que una sesión de Psicomotricidad no es 
nunca determinada exclusivamente por el psicomotricista porque, en tal 
marco espacio-temporal terapéutico, el niño utiliza los mismos síntomas 
Psicomotricidad del niño hiperactivo
para manifestar su malestar. Necesita, entonces, ser contenido y alentando, 
aceptándolo tal como es, actitud que descarta cualquier intervención 
rígida programada a priori. 
Por el contrario, la alianza terapéutica se crea, incluso, sobre el refuerzo 
del potencial que alienta al niño sentando así las bases para el desarrollo 
de la comunicación y el autoestima. 
Además, así como el psicomotricista está particularmente atento a 
la expresión corporal del niño, escucha su propia vivencia para poder 
desarrollar una actitud de regulación y proponer una interacción tónico-
emocional tranquilizadora. Así el niño puede descubrir y evocar con el 
adulto relaciones continentes y sin proyecciones angustiantes. 
A modo de ejemplo, presentamos esta secuencia terapéutica: 
Sentado Federico –de siete años y con un elevado estado tensio-
nal que lo lleva de la completa inhibición de sus comportamientos a la 
expresión máxima de hiperactividad– de repente y bruscamente, con 
un gesto hipertenso, lanza frente al psicomotricista primero una pelota 
y luego un bastón. Un comportamiento indudablemente agresivo. Pero, 
el psicomotricista, en lugar de parar la acción del niño con un “¡no!”, le 
reenvía el objeto de un modo igualmente enérgico, pero controlado. 
De este modo el terapeuta, usando el lenguaje corpóreo, provee a la 
acción del niño un nuevo sentido y ayuntamiento a los dos. Será fácil, 
entonces, que el niño, inesperadamente maravillado y sonriente, relance 
de nuevo el objeto, con energía aún pero sin agresividad. 
Así la experiencia psicomotora relacional favorece la transformación 
de un comportamiento que expresa agresividad, destructivo y repetitivo, 
en un juego de intercambios, agradable, comunicativo y creativo. Esta 
experiencia constructiva es posible para el niño gracias a la altitud del 
terapeuta que permanece en su rol de adulto, es decir, de protección 
frente al niño; en este caso, protección frente a la expresión de su propia 
angustia. La relación es asimétrica, no se trata de responder de manera 
especular o reactiva, sino de escuchar y responder con empatía.
El psicomotricista, por lo tanto, no focaliza su atención sobre la 
reducción de los síntomas, pero propone a su paciente desarrollar expe-
riencias psico-corporales tranquilizadoras, satisfactorias y diferentes, 
para favorecer la expresión del yo. Por un lado, los ejercicios y juegos 
perceptivo-motores permiten nuevos usos del cuerpo, nuevas integracio-
nes sensoriales que mejoran el esquema corporal y la regulación gestual. 
Por otro, las experiencias con el empleo de mediadores activan la expre-
sión de la vivencias. Los juegos tónicos y la relajación, luego, llevan al 
descubrimiento de la calma dentro de una experiencia global del cuerpo 
(García-Nuñez, 1999).
 Franco Boscaini y Alexandrine Saint-Cast
En esta dinámica, los mediadores y las técnicas son elegidos para 
facilitar el intercambio y la entrada en la transicionalidad; nunca como 
objetivos en sí mismo: y aquí es donde la Psicomotricidad se diferencia 
de las técnicas de condicionamiento y del activismo. 
Condiciones de la terapia psicomotora
Un éxito terapéutico orientado al mejoramiento del bienestar del 
paciente es conexo, por un lado, con el pronóstico relativo al problema 
del niño y de la situación familiar que está detrás, y por otro, respecto de 
algunas condiciones esenciales que hacen que una experiencia relacional 
sea terapéutica, es decir, productora de cambio.
1. Un marco espacio-temporal. Con el propósito de favorecer la libertad 
de expresión de todas las vivencias del niño para permitir el acceso al 
núcleo de su problemática, es necesario definir los límites de la sesión, 
respecto al tiempo o al lugar de la experiencia. 
2. La alianza terapéutica. Desde el primer encuentro, el niño debe sen-
tirse aceptado y contenido para expresarse dentro de unas reglas pre-
definidas, fuera de cualquier juicio.
3. La intervención en Psicomotricidad se desarrolla dentro del equipo 
con coparticipación de experiencias y proyectos.
4. Aproximación al síntoma. Si el fin, a largo término, es la reducción o 
eliminación del síntoma, no obstante, se intenta reducirlo reconocién-
dolo y aceptándolo siempre dentro de una relación significativa.
5. Actitud de escucha. El psicomotricista debe permitir al niño de expre-
sarse dentro de un cuadro tranquilizante y de soporte para que él esté 
seguro de que sus expresiones corporales son vistas y recogidas por 
el otro. Entonces, por lo menos en un primer momento, de seguro 
se evitarán gestos directivos para dejar al niño la manifestación de 
vivencias y preguntas a través de una implicación corporal y verbal. 
6. Uso terapéutico del juego. El cuerpo es un lugar de expresión de de-
seos, emociones y conflictos sobre todo por el juego de imaginación 
libre y de identificación. Permite al niño proyectar sus sufrimientos o 
compensar sus angustias con la creación o la utilización de personajes 
imaginarios. Estas producciones espontáneas le permiten resolver 
conflictos y equilibrar a menudo su homeostasia psíquica. 
El juego es basado sobre una experiencia de placer y se desarrolla en 
una secuencia de acciones comprensibles y creativas, abiertas. Al con-
Psicomotricidad del niño hiperactivo
trario, en caso de patología, frecuentemente, el niño se queda encerrado 
dentro de una repetición de su problemática, de sus vivencias conflictua-
lizantes no resueltas. En estos casos, la situación terapéutica, establecida 
sobre la comprensión, va a ser organizada de modo que el paciente pueda 
elaborar de otro modo su dificultad.
Si es verdad que el lenguaje verbal tiene el privilegio de comunicar sim- 
bólicamente; no obstante, el cuerpo también es capaz de comunicación 
simbólica. En efecto, una acción puede tener varios significados según 
el contexto comunicativo en el cual ésta se realiza.
Consideraciones finales
La inestabilidad psicomotriz es la expresión de un desorden complejo 
que interesa, sea la motricidad sea el funcionamiento cognitivo, sea la 
vivencia emocional y relacional. Sin excluir una actitud neuropsicológica 
o interpretativa, la Psicomotricidad, gracias a su dimensión multidiscipli-
nar y su enfoque de mediación corporal, permite comprender un poco 
mejor el sentido del síntoma enfrentándolo al nivel terapéutico a través 
de la mediación no verbal.
El objetivo es crear situaciones para que el paciente sea el autor de la 
conquista progresiva de su propio bienestar, gracias al hecho de que se le 
permite revivir y reflejarse sobre su propia historia inscrita principalmente 
a nivel corporal. Si en esta óptica el cuerpo es considerado como el lugar 
privilegiado que permite expresar las emociones y comunicarlas, no se 
olvida por lo tanto los aspectos funcionales y cognitivos. Para favorecer 
eso es obligatorio considerar la dimensión del placer, el concepto de espa-
cio personal, de reconocimiento del propio cuerpo, respetando los ritmos 
personales de desarrollo.
La hiperactividad no es un síntoma aislado determinando reacciones 
diversificadas y que testimonia trastornos que tocan aspectos de la per-
sonalidad de naturaleza diferente. Eso define la hiperactividad como un 
trastorno psicomotor, lábil e inconstante, que nos respondea una lesión 
o a la perturbación de un sistema preciso. En consecuencia, la evalua-
ción como la intervención terapéutica requiere un acercamiento tanto 
cualitativo como cuantitativo.
En tal sentido, más allá de su origen orgánico o psicológico, la hipe-
ractividad representa seguramente uno de los espacios privilegiados de 
las terapias psicomotoras. También es la razón por la cual es fundamental 
estudiar el cuerpo del sujeto en su globalidad, en su motricidad instru-
mental como relacional. 

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
COMENTARIO ACERCA DEL CAPÍTULO 
Todos los cuerpos el cuerpo
Toda disciplina requiere de un cuerpo teórico que sustente su 
praxis, de lo contrario la misma sería incoherente, carente de guía 
y objetivos.
Por el contrario, estamos asistiendo en las últimas décadas 
a una proliferación de hipótesis, algunas tan contrapuestas que 
hacen vano cualquier intento de diálogo.
Por supuesto que las diversas hipótesis teóricas son defendidas 
por gente supuestamente inteligente, pero ya Valiente Noailles nos 
advertía que “la gente inteligente es muy buena racionalizando 
cosas que llegaron a creer por razones no inteligentes”… y agre-
gaba: “la gente inteligente es muy hábil para detectar las fallas de 
los demás, pero particularmente ciega para ver las propias. Por 
eso es necesario que la gente inteligente acepte las críticas y las 
observaciones”.
Entonces para poder construir conocimientos cualitativamente 
superadores por el intercambio y discusión de posturas disímiles, 
es necesaria una inteligencia que incluya la humildad, la autocrítica 
y el respeto por la diversidad.
Eso parece tener Pablo cuando abarca la definición de “cuerpo”, 
objeto fundamental de su disciplina, la Psicomotricidad, desde el 
paradigma de la complejidad.
Lo hace sorteando la falsa dicotomía de una elección entre 
la psiquis y el soma, adoptando una postura crítica abierta en un 
campo en el que prevalece el paradigma de la complejidad.
Como lo expresa Ansermet, “pensar por un lado que el orga-
nismo participa en la determinación del sujeto, por otro lado que 
el sujeto puede tener una incidencia en el organismo”.
Si bien queda claramente expresada la concepción de cuerpo 
que sostiene Pablo, en el artículo se hace un recorrido sobre otras 
posturas, por lo cual se cumple con la advertencia de uno de los 
ideólogos fundamentales de la complejidad, E. Morin, cuando nos 
dice: “nuestros sistemas de ideas (teorías, doctrinas, ideologías) no 

solo están sujetas al error sino que también protegen los errores 
e ilusiones que están inscriptos en ellos. Forma parte de la lógica 
organizadora de cualquier sistema de ideas el hecho de resistir a 
la información que no conviene o que no se puede integrar”.
En conclusión, un excelente artículo que suma aportes para 
el debate sobre la concepción del cuerpo, especialmente llevado 
al plano del trabajo psicomotriz, pero también abierto a la lectura 
desde otras disciplinas que se interesan por una concepción inte-
gral del individuo.
Jaime Tallis

TODOS LOS CUERPOS EL CUERPO.1
Consideraciones críticas acerca de la acepción de cuerpo 
como fundamento para las prácticas corporales y psicomotrices
Pablo Bottini
Introducción
Este escrito tiene por objeto llamar la atención acerca de un tema al que consideramos fundamental para el desarrollo de las prácticas 
corporales y psicomotrices, el del cuerpo y sus acepciones.
La diversidad de posturas nocionales y teóricas que alrededor de este 
tema se desarrollaron marca, por un lado, la ineludible referencia al sus-
trato material de todo accionar humano, y por el otro, nos recuerda la 
disparidad de criterios y enfoques, reflejo de los estancos campos de saber 
que el desarrollo de la ciencia occidental determina.
Lejos de poder aunar criterios, hacia dentro de la reflexión conceptual 
y nocional en Psicomotricidad y las diferentes prácticas corporales, nos 
encontramos con un “espejo” de esta situación.
Es nuestra intención entonces, en este texto, proponer un breve e 
inacabado recorrido, un “balizamiento” para los colegas dedicados a las 
prácticas del cuerpo, y en especial a los colegas psicomotricistas, que les 
permita ampliar su campo nocional sobre este tema. Será responsabilidad 
de cada uno el optar por la postura que crea sustenta más firmemente la 
práctica de su quehacer cotidiano. 
Del cuerpo y sus acepciones
La práctica psicomotriz surgió de la observación de fenómenos que 
por su carácter no podían ser encuadrados en una u otra disciplina cien-
tífica (Bottini, 1998) y se resistían a remitir y ser comprendidos desde 
los campos conceptuales propios de cada una de ellas y que ameritaban, 
1 El presente capítulo se basa en un escrito de nombre similar ya publicado. Bottini, Pablo 
(2007). “Todos los cuerpos: el cuerpo. Consideraciones críticas acerca de la acepción de 
cuerpo como fundamento para la práctica psicomotriz”. Revista Iberoamericana de Psico-
motricidad y Técnicas Corporales Nº 27, Vol. 7, 57-68. www.iberopsicomotricidadum.com
 Pablo Bottini
entonces, un abordaje que fuera específico y atendiera a la complejidadintrínseca de los mismos.
Desde distintas acepciones, las diferentes concepciones acerca del 
cuerpo y las producciones que éste genera, han sido tomadas como con-
ceptos relevantes para dar cuenta de su práctica por una gran cantidad 
de psicomotricistas (Calmels, 2003; Suárez Riaño, 2002; Boscaini, 2002; 
Sassano, 2002; Bottini,1998; Contant y Calza, 1991; Lapierre y Aucoutu-
rier, 1977, Da Fonseca, 1998) ya que en esta disciplina se piensa que 
utilizando el cuerpo como eje de las acciones educativas o terapéuticas se 
dará una respuesta no atomizada al trastorno de movimiento que afecta 
el desarrollo psicomotor de la persona.
Pese a la importancia asignada al cuerpo en la práctica psicomotriz, 
muchos de los autores que sobre ella escriben no aclaran a qué concepto 
o noción de cuerpo adhieren. 
Otros en cambio creen ver en las posturas psicoanalíticas acerca 
del cuerpo los conceptos adecuados para dar cuenta, conceptualmente 
hablando, de los basamentos de la práctica psicomotriz.
Unos por omisión y otros por acción, parecen no darse cuenta de 
que el cuerpo y sus producciones merecen un tratamiento diferente y 
complejo, más abarcativo y que dé cuenta más cabalmente de por qué 
los psicomotricistas centramos nuestras acciones a partir del cuerpo y 
sus producciones, en un enfoque global de la persona.
En parte esto es así dado que la discusión acerca del cuerpo es muy 
vieja y ha merecido y merece muchas y muy variadas acepciones.
Antecedentes histórico-filosóficos 
La distinción entre términos referidos a la condición material de la 
persona humana es antigua y se encuentra presente en muchas culturas, 
sobre todo en lo referido a la necesidad de separar lo tangible, palpable, 
destinado a terminar (el cuerpo), de aquello que sería de carácter eterno, 
inmaterial, intangible, asociado a lo divino, a lo eterno (el alma). (Gigon, 
1962).
Esta antigua distinción ha condicionado hasta la actualidad un pro-
fundo dualismo en nuestras concepciones científicas, que ha llevado a la 
generación y el desarrollo de campos estancos del saber que determinan 
modalidades atomizadas de enfrentar la compleja realidad de las cosas, 
fundando entonces una disyunción conceptual de graves consecuencias 
para la salud del planeta y sus habitantes (Morin, 1994).
El pensamiento dualista, de separación entre cuerpo y alma, nace 
como una manera de ayudar a tolerar mejor la condición de finitud del 
Todos los cuerpos el cuerpo
ser humano, que desencadena en la muerte (Gigon, 1962). Y, como refiere 
Gigon, la escisión debe ser violenta, pues debe equipararse al violento 
carácter de la muerte. Tan violenta resulta ser esta escisión, que muchos 
grandes pensadores entre los que se encuentran Descartes y Galileo 
(matemáticos muchos de ellos, por cierto) han dado carácter divino a la 
capacidad de pensamiento y raciocinio y execrado la condición material 
(y por consiguiente finita) del humano: su cuerpo.
Desde la antigua Grecia hasta nuestros días esta cuestión filosófica ha 
moldeado el pensamiento occidental y generó, debido a sucesivas trans-
formaciones, el paradigma del pensamiento científico dado en llamar 
dualista-cartesiano.
Se le atribuye a Descartes refundar para la ciencia este modelo de 
pensamiento filosófico sobre lo humano, que reconoce antecedentes en 
los grandes pensadores griegos (Bottini y Sassano, 2000).
Esta modalidad de pensar la ciencia entró en crisis profunda alrede-
dor de la segunda guerra mundial con el descubrimiento y aplicación 
de los fenómenos atómicos, que contradicen las leyes de la física clásica 
(Capra, 1985). El cuestionamiento del modelo clásico de pensamiento 
científico favoreció la generación de modos de pensar problemas que por 
su característica compleja se presentan desafiando los compartimentos 
estancos del saber científico, pues son difíciles de encuadrar en tal o cual 
de ellos.
Como ya mencionáramos, tal es el caso de la práctica psicomotriz, 
que nace destinada a favorecer el desarrollo integral de la persona por 
medio del cuerpo y el movimiento.
La siguiente definición, propuesta por el Forum Europeo de Psico-
motricidad, refleja claramente los alcances de nuestro trabajo en la actua-
lidad:
„Basado en una visión global de la persona, el término Psicomotricidad 
integra las interacciones cognitivas, simbólicas y sensoriomotrices en la 
capacidad de ser y expresarse en un contexto psicosocial. 
La Psicomotricidad es una disciplina científica que actúa en los ámbitos 
educativo y terapéutico favoreciendo los procesos senso-perceptivo-motrices 
que contribuyen al desarrollo de estructuras psíquicas y sistemas funcio-
nales del ser humano‰ (http://www.psychomot.org/lisboa2004-resolution.
htm).
Pero no todos los intentos de dar cuenta del enfoque global de la 
Psicomotricidad resultan coherentes con el mismo.
En la búsqueda de una justificación para la afección que es dada a ver 
en la persona que padece un trastorno psicomotor, se llegó a polarizar 
alternativamente en las causas de origen orgánico-funcional por un lado 
 Pablo Bottini
(Benos, 1973), o mental-psicológico (Levin, 1991) por el otro. Se llega, 
entonces, al uso del concepto de cuerpo, en el intento de aunar ambas 
posturas. Lejos de ser unívoco, este concepto es definido desde varios 
campos del saber filosófico y científico. El problema surge dada la ambi-
güedad que adquiere por sus múltiples definiciones y usos.
El concepto de cuerpo fue tomado por diferentes corrientes filosóficas, 
tanto clásicas como modernas, cada una de las cuales busca definirlo 
según sus principios. De allí surge el dualismo cuerpo-alma, presente 
ya en la filosofía aristotélica y que dividiera a los modelos explicativos 
filosóficos en materialistas o espiritualistas (Ferrater Mora, 1994).
Debieron pasar muchos siglos para que la filosofía moderna, al reto-
mar el tema, diera a luz una postura que permitiera hallar una posición 
superadora de dicho dualismo.
Fueron las corrientes existencialistas y fenomenológicas las que lograron 
esta superación. Por ejemplo, el fenomenólogo Merleau-Ponty (1985) dice 
al respecto: “la unidad del alma y del cuerpo no queda sellada por medio de 
un decreto arbitrario entre dos términos exteriores, uno objeto y el otro sujeto, 
se realiza a cada instante en el movimiento de la existencia” (p. 105). 
En el campo de las ciencias, disciplinas científicas tan disímiles como 
la física, la astronomía y la biología, han tomado el concepto de cuerpo 
para desarrollar sus modelos explicativos. Cada una de ellas busca acom-
pañarlo de otro término que especifique a qué campo del saber se hará 
referencia en cada caso en particular. Es así como se lo cualifica como 
cuerpo celeste, en astronomía, o cuerpo humano, en biología, cuerpo 
físico en física (Ferrater Mora, 1994).
Cotidianamente suelen homologarse o usar indistintamente los tér-
minos cuerpo y organismo, para referirse a cierta dimensión biológica 
de lo humano, lo cual, veremos a continuación, es parcialmente correcto, 
pero que, hoy por hoy, merece una distinción aclaratoria.
El término organismo también reconoce sus raíces en la filosofía griega, 
concibiéndose una primera acepción del mismo como instrumento, ligado 
a lo mecánico y a la organización propia de las máquinas.
Destaca Ferrater Mora (1994) que esta acepción fue superada ya a 
mediados del siglo XVIII. Luego se extiende el uso del término organismo 
como adjetivo para cualificar ciertos cuerpos, por ejemplo los biológicos 
(u organismos), por lo que suele oponerse desde entonces lo mecánico 
a lo orgánico.
Lo que ha persistido hasta nuestros días, si bien con variantes impor-
tantes según la escuela filosófica o científica que lo emplee, es la concep-
ción de lo orgánico como algo que presenta una determinada organiza-
ción y orden.
Todos los cuerpos el cuerpo
Repercusiones en el campo de la Psicomotricidad
Recordemos una vez más que la práctica psicomotriz nace destinada 
a favorecer el desarrollo integral de la persona por mediodel uso cuerpo 
y del movimiento y para abordar los trastornos que lo afectan pero que 
no reconocen una patología de origen estrictamente orgánico ni estric-
tamente psicológico como causa principal (De Ajuriaguerra, 1984), pro-
poniendo realizar un enfoque global de la persona.
En diversas posturas psicoanalíticas se encuentra el uso del término 
cuerpo para referirse a fenómenos de índole humana, aunque para distin-
guirse de otras ciencias, entre ellas la biología, las concepciones psicoa-
nalíticas harán mención al cuerpo como cuerpo del sujeto, refiriéndose 
así al carácter psicológico implícito.
En la práctica psicomotriz en los últimos tiempos este tipo de con-
ceptualización ha ganado gran presencia, lo que se refleja en los escritos 
de diversos colegas.
Deviene entonces un nuevo problema conceptual, ya que no existe 
acuerdo entre los diferentes pensadores psicoanalíticos al momento de 
hablar de cuerpo. 
Sami-Ali (1992), Pain (1996) y Castoriadis (1998) dejan en claro en 
sus definiciones que se alejan de la concepción puramente biologista (u 
orgánica) del término cuerpo, pero generan la simiente de un nuevo dua-
lismo, el de psiquismo-cuerpo, lo que hacen a expensas, en algunos casos, 
de forzar aclaraciones respecto de la relación cuerpo-organismo. 
Castoriadis (1998) sostiene respecto de la relación cuerpo-psiquis: 
„...hay una suerte de globalidad del ser humano que es al mismo tiempo 
cuerpo y alma, donde en cierto sentido el cuerpo siempre es psíquico y en 
ciertos aspectos la psique es siempre somática. No puede describirse esto 
simplemente en la polaridad consciente e inconsciente, y mucho menos 
todavía reprimido (...). Quien tenga una enfermedad en un órgano profun-
do no será consciente de ella, de lo único que sí es consiente es del dolor. 
Lo mismo pasa con el placer, incluido el placer de órgano y el placer más 
general de estar cada uno en su cuerpo y bien...‰ (pp. 111-112).
Si bien el autor no pone el acento en diferenciar cuerpo y organismo, 
es claro que no puede dejar de mencionar en sus ejemplos la presencia 
del cuerpo en su dimensión biológica.
Castoriadis plantea la imposibilidad de superar el dualismo entre 
cuerpo y alma, dadas las diferencias existentes entre los fenómenos psíqui-
cos y los somáticos, dejando, a la vez, muy clara su interdependencia: 
„No sólo si le agujereamos la cabeza a alguien el proceso psíquico se interrum-
pe; también es constatable cuando le damos alcohol a una persona y se pone 
 Pablo Bottini
a contar cosas que de otro modo no contaría; o se le dice algo y enrojece, o 
nos da una bofetada, realiza un movimiento corporal‰ (p. 109).
Sami-Ali (1992) destaca: 
„...la condición metapsicológica del cuerpo del modo siguiente: en el límite 
del adentro y el afuera, de la percepción y de la fantasía, el cuerpo es un 
esquema de representación que se encarga de estructurar la experiencia del 
mundo en los niveles consciente, preconsciente e inconsciente.
El cuerpo es así una función de síntesis cuya proyección marca los mo-
mentos esenciales. Pero la proyección es en primer término sensorial: en 
efecto, en virtud de las primeras relaciones objetales, se desarrolla lenta y 
pacientemente, a través de toda la sensoriomotricidad y especialmente de 
la visión binocular, un proceso de proyección que configura un adentro 
y un afuera, antes de introducir la tercera dimensión, y objetos imágenes 
del cuerpo, antes de llegar a la objetividad‰ (p. 80).
Se deduce de esta cita que el autor pese a puntuar en la función meta-
psicológica que la asigna al cuerpo, no puede eludir, tampoco, el carácter 
inicial orgánico de dicha función.
Sara Pain (1996), por su parte, en un intento por superar el dualismo 
organismo-psiquismo, propone específicamente una distinción entre 
cuerpo y organismo basándose en que: 
„...hay un cuerpo real, distinto del organismo, y en gran parte indepen-
diente de él. Así el organismo es un sistema de autorregulación inscripto, 
mientras que el cuerpo es un mediador y a la vez un sintetizador de los 
comportamientos eficaces para la apropiación del entorno por parte del 
sujeto‰ (p. 116).
Y en un intento de aclarar su postura ejemplifica: 
„El organismo sería al cuerpo lo que un aparato registrador es al instru-
mento musical. El organismo puede funcionar según un programa ya 
grabado, el instrumento musical se presenta como la posibilidad de una 
combinatoria casi infinita (...) de creación y modulación personal. El 
organismo se domestica, se acostumbra, se medica; el cuerpo se ensaya, se 
equivoca, se corrige, aprende...‰ (p. 117).
La autora, en su afán de superar el dualismo imperante cuerpo-psique, 
lleva su conceptualización a extremos tales que genera un nuevo dualismo, 
pero ahora en relación con los términos cuerpo-organismo.
Si bien no niega explícitamente la condición biológica de la génesis 
del cuerpo, en sus ejemplos polariza tanto la distinción entre estos con-
ceptos, que desdibuja el necesario sustrato biológico-orgánico para la 
existencia del cuerpo, aquella íntima relación que destaca, por su parte, 
Todos los cuerpos el cuerpo
Castoriadis (1998) y Samí Alí (1992) al hablar de la génesis de la función 
metapsicológica del cuerpo.
Y lo que es aun más grave, menciona una dimensión de lo orgánico 
que, como Ferrater Mora (1994) aclara, fuera superada, como concep-
ción filosófica, ya desde mediados del siglo XVIII, la de la reducción de 
lo orgánico a lo mecánico.
Más allá de esta autora en particular, en todas estas posturas de ori-
gen psicoanalítico se posterga de uno u otro modo la importancia de los 
fenómenos orgánicos ante la relevancia de los psíquicos, lo que resulta 
razonable dado el campo de aplicación del psicoanálisis. 
Pero es más preocupante aun que, lejos de generar distinciones con-
ceptuales que permitan aportar al enfoque global de la Psicomotricidad, 
generan una verdadera disyunción conceptual. 
Distinguir es “conocer la diferencia que hay entre las cosas. Hacer que 
una cosa se diferencie notoriamente de la otra por alguna señal” (Clarín, 
2003: 260). Pero llevada hasta un extremo, la distinción muestra un salto 
cualitativo en sus consecuencias y deja a los conceptos en disyunción, 
esto es, separados unos de otros.
Si bien ambos términos implican de una u otra forma separar, se 
diferencian en el sentido referido a la desunión, presente en la disyunción 
pero no en la distinción.
 Por otra parte, no debemos dejar de considerar que los teóricos del 
psicoanálisis que mencionamos parten de los conceptos básicos acerca del 
cuerpo ya mencionados por Freud en sus reflexiones acerca del fenómeno 
de la histeria, y si bien algunos postulan alternativas al mismo, por ejemplo 
Sami-Ali, con su conceptualización referida a la unidad psicosomática, el 
sustrato de sus reflexiones sigue siendo el estado patológico del cuerpo.
Desde un punto de vista conceptual basado en las neurociencias, Da 
Fonseca, adhiriendo a una visión neuropsicológica de base luriana, plan-
tea acerca de la noción del cuerpo: 
„La noción de cuerpo, por consiguiente, comprende una representación 
más o menos consciente de nuestro cuerpo, dinámica y postural-posicional 
y espacial, que encierra el revestimiento cutáneo que nos pone en contacto 
con el mundo exterior. Encierra la formación de un proceso psicológico 
cuyo substrato neurológico proviene de los datos sensoriales, que de la 
superficie y la periferia parten hacia el cerebro y ahí se organizan en un mo-
delo plástico integrado en el cortex parietal‰ (Da Fonseca, 1998: 194).
Y ampliando esta concepción este autor nos dice: 
„La noción del cuerpo es el alfabeto y el atlas del cuerpo, mapa semántico, 
con equivalentes visuales, táctiles, kinestésicos y auditivos (lingüísticos), 
 Pablo Bottini
verdadera composición de memorias de todas las partes del cuerpo y de 
todas sus experiencias. (⁄)
Como mapa la noción del cuerpo es indispensable para ÂnavegarÊ en el 
espacio; como alfabeto, es indispensable para comunicar y aprender.

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