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Catálogo de publicaciones del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte: mecd.gob.es Catálogo general de publicaciones oficiales: publicacionesoficiales.boe.es Título de la obra Neurociencia y Neuropsicología educativa MINISTERIO DE EDUCACIÓN, CULTURA Y DEPORTE Secretaría de Estado de Educación, Formación Profesional y Universidades Centro Nacional de Innovación e Investigación Educativa CNIIE Edita: © SECRETARÍA GENERAL TÉCNICA Subdirección General de Documentación y Publicaciones © De los textos e imágenes: sus autores Edición: 2017 NIPO línea pdf: 030-17-100-2 NIPO papel ibd: 030-17-138-1 NIPO epub: 030-17-139-7 ISBN papel ibd: 978-84-369-5808-9 ISBN epub: 978-84-369-5809-6 http://mecd.gob.es/portada-mecd/ http://publicacionesoficiales.boe.es/ Neurociencia y Neuropsicología educativa Prólogo El interés general por la neurociencia, motivado por los avances científicos y técnicos en torno al conocimiento del funcionamiento del cerebro, no puede ser obviado por la Educación. La respuesta a cómo aprende el cerebro resulta fundamental para los docentes y para todos aquellos agentes implicados en ofrecer una formación de calidad y equitativa al alumnado. Por ello, para lograr la eficacia del proceso de enseñanza y aprendizaje que se debe producir en las aulas es esencial saber qué funciones cerebrales intervienen en el mismo. Además, la neurociencia ha comenzado a explicar que algunos aspectos básicos del ser humano como son la emoción, la curiosidad o la conciencia son los desencadenantes para que se produzca el aprendizaje. En la primera infancia, este se desarrolla en un entorno no formal y se fundamenta en el descubrimiento de sensaciones, objetos, personas, etc. Sin embargo, la adquisición de conocimiento que se produce dentro de un sistema educativo está guiada hacia la consecución de unos objetivos que debe alcanzar el alumnado al finalizar cada etapa. Esto no debería significar que la emoción o la curiosidad desaparezcan en el ámbito educativo, ya que son las responsables de que se despierte la atención en los discentes. Evidentemente, en el aprendizaje se implican dos elementos imprescindibles más: los elementos cognitivos y los fisiológicos. Estos, unidos a elementos emocionales, conforman la unicidad de la persona que, por consiguiente, aprende de forma diferente. Saber y comprender los procesos neuropsicológicos que actúan cuando se aprende, supone prevenir dificultades de aprendizaje y, en el caso de que las hubiere, abordarlas mediante la aplicación de nuevas metodologías basadas en la detección e intervención. Igualmente, implica favorecer el desarrollo personal que influye directamente en el profesional. Me gustaría recordar que, entre los objetivos estratégicos de la Educación y Formación 2020 (ET2020), están los de mejorar la calidad y la eficacia de la educación y la formación e incrementar la creatividad y la innovación. Por ello, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte se propone alcanzarlos mediante medidas como la implantación de un Plan Nacional de Neurociencia aplicada a la Educación que contempla la formación inicial y permanente del profesorado en este ámbito. En este sentido, esta publicación recoge cuatro ponencias del curso Neurociencia y Neuropsicología educativa, celebrado en junio de 2016 en Santander y ofertado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte a los docentes, a través de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Pretende ser una obra accesible e introductoria al campo de la neurociencia y la educación, así como un conocimiento de programas que pueden ser aplicados en el aula. José Luis Blanco Director General de Evaluación y Cooperación Territorial. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte Implicaciones educativas de la neuropsicología José Luis Blanco López Director General de Evaluación y Cooperación Territorial “Todo hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro”. Ramón y Cajal 1. Introducción Para entender realmente nuestro lugar como seres humanos en el planeta, debemos contemplar y comprender el universo inmenso que nos separa de cualquier otra especie con la que compartimos el hábitat. Ningún cerebro es como el nuestro. Ningún cerebro de ninguna especie tiene la capacidad de crear, diseñar, imaginar, entender, expandir y usar esos instrumentos como nosotros lo hacemos. Somos la especie elegida: somos la especie humana. A lo largo de nuestra evolución nos hemos ido irguiendo sobre las extremidades posteriores, quedando liberadas las extremidades anteriores. Esta cualidad nos ha permitido interaccionar con el mundo que nos rodea de una manera más completa. De la misma forma hemos adquirido un lenguaje articulado para transmitir ideas complejas, desarrollando un pensamiento abstracto que nos permite alejarnos de la realidad circundante, de la realidad sensorial y, por tanto, construir un nuevo pensamiento, nuestro, propio; no desde la realidad inmediata que nos rodea, sino desde las categorías que hemos creado de esa realidad. Además, somos capaces de relacionar unas categorías con otras y, por tanto, capaces de desarrollar un pensamiento simbólico. Según las investigaciones del paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga1 hay una absoluta originalidad en nuestra especie y eso es poco frecuente en el proceso evolutivo. Un pequeño cambio genético, pero muy significativo, nos ha convertido en una especie radicalmente diferente a las demás, con unas características neurocognitivas singulares. La diferencia sustancial entre los animales y el ser humano es la postura erguida, pero esto es solo un rasgo morfológico. Todas las demás diferencias que pudiéramos encontrar tienen un epicentro común, un único órgano, un punto de partida: el cerebro. Adentrémonos en este apasionante mundo de la neuropsicología y presentemos sus implicaciones y consecuencias desde el punto de vista antropológico. Hablemos de cómo aprendemos y cómo nos desarrollamos. Hablemos, pues, de Educación. El rasgo distintivo humano, lo que nos define como especie. 2. De Lucy a hoy. La evolución desde el nacimiento de la humanidad: de los 0 a los 6 años Resulta muy curioso comprobar que nuestra estirpe no es de las más viejas en términos evolutivos, ni siquiera pasamos de unos (escasos) cinco o seis millones de años. Somos, sin lugar a dudas, una de las especies más jóvenes del planeta. Entonces, ¿cómo podríamos explicar la profunda sima que nos separa de las demás criaturas con las que cohabitamos? La respuesta es doble; por una parte, en algunos aspectos hemos evolucionado muy deprisa, con muchos cambios radicales en brevísimo tiempo; y, por otra, hemos perdido a lo largo de esta evolución formas intermedias que compartíamos con nuestros parientes más próximos, pese a tener un antepasado común.2 Empezaremos haciendo un paralelismo entre la aparición del primer Australopithecus afarensis, homínido extinto de la subtribu hominina y que conocemos familiarmente como “Lucy”3 y un bebé en su proceso de desarrollo de 0 a 3 años. Con ello daremos a esta etapa educativa la relevancia que realmente merece, ya que en ella se consiguen los grandes logros de la humanidad, perfeccionándolos hasta ser la especie que domina el planeta (incluso hemos sido capaces de abandonarlo). Sería muy arriesgado decir, como ocurre con las especies anteriores a los homínidos, que Lucy es nuestra antepasada directa. Pero sí es relevante analizar ciertas características de esta especie que vivió en la Tierra entre 4 y 2,9 millones de años. El volumen craneal registrado en el fósil de Lucy encontrado en Tanzania se ha estimado en algo más de 500 cc, según los estudios de Ron J. Clarke.4 Sin embargo, el tamañodel cerebro humano varía enormemente entre personas y grupos de población, con un promedio aproximado de 1.350 cc en mujeres y 1.400 cc en varones. No cabe debate o polémica sobre la relación entre la capacidad craneal y la inteligencia, pero un dato interesante son las diferencias entre miembros de una misma especie. En los humanos del siglo XXI, aproximadamente un 10% de las personas poseen un volumen craneal por debajo de los 1.100 cc o sobrepasa los 1.600 cc; aun así, no quedan excluidos del espectro que definimos como normal. Para entender la evolución durante estos millones de años y hasta llegar a nuestro bebé internauta y teniendo en cuenta nuevas formas de aprendizaje que han ido provocando cambios evolutivos de gran importancia en nuestro sistema nervioso, estudiaremos otro de nuestros antepasados, el Homo habilis. Los restos fósiles encontrados en Koobi Fora, junto al Lago Turkana, en Kenia, nos ofrecen información valiosa acerca de una cierta expansión de la masa cerebral. Los fósiles encontrados no conservan, evidentemente, el cerebro como tal, pero sí podemos analizar la cavidad que los acoge. Podremos dimensionar y estudiar el endocráneo, lugar donde queda alojado el cerebro, el cerebelo y el bulbo raquídeo. Según el primatólogo Robin Dunbar5, este aumento del tamaño del cerebro tiene que ver con una nueva forma de vida, con la explotación de recursos más dispersos y alejados y de una especie en constante cambio evolutivo. En las investigaciones publicadas de Falk, Froese, Stone y Dudek6 se concluye que existe una relación muy estrecha entre el ámbito social de los primates y el tamaño del neocórtex. De hecho, se puede asegurar que no existe ninguna variable ecológica que permitiera aumentar su tamaño. El neocórtex, en los seres humanos, representa el mayor volumen de la masa cerebral, cosa que no ocurre en reptiles o primates. Deducimos, por tanto, que el aumento del volumen del neocórtex, en el caso del Homo habilis, lleva asociado un desarrollo colectivo como fenómeno social. Tal y como nos recuerda Arsuaga,7 el incremento del neocórtex afecta a las funciones mentales de asociación y de capacidad de análisis y es muy probable que este aumento fuera la clave de su éxito ecológico (en el caso del Homo habilis) y de nuestro éxito posterior. Se ha demostrado que existe una relación en los primates entre la duración del ciclo vital, es decir, los diferentes periodos de la vida, y el tamaño del cerebro. En la infancia y la adolescencia observamos la importancia de este aspecto. Por idéntico motivo nuestro ciclo vital es mucho más largo que el de un chimpancé, porque nuestra longevidad está ligada al mayor tamaño de nuestro cerebro. Con las características de nuestro cerebro hemos adquirido la capacidad de crear cosas nuevas; el dominio de nosotros mismos: de lo que somos y de lo que hacemos; y nuestra consciencia; ya que es, a través de ella y de la adquisición de otras capacidades, el mecanismo por el cual hemos comprendido y analizado el entorno que nos rodea. En definitiva, nos hemos adaptado al medio y lo hemos dominado. ¡Quién nos lo iba a decir! Hasta ese momento éramos un mono desnudo, nada más. Hemos perdido la cobertura peluda que poseen otras especies y que las protege del medio ambiente. No tenemos garras ni colmillos y, sin embargo, somos la especie elegida. No cabe entrever en la afirmación anterior ninguna intención teológica o ideológica. Somos la especie elegida porque somos capaces de dominar el mundo que nos rodea, sin más. 3. Primera implicación educativa: debemos confiar en la fuerza de la Educación La Educación es el gran privilegio de la raza humana, lo que nos define como especie. Cabría preguntarse, ¿es la capacidad de aprender la que nos ha hecho llegar a ser como somos y a dominar lo que nos rodea? Ciertamente aprendemos, pero también hay otras especies que aprenden. Aprender es obtener información por los sentidos y ser capaces de procesar esa información. La diferencia con otras especies es que nosotros somos capaces de controlar nuestro aprendizaje. Y ese control es la clave. Eso es lo que definimos como Educación. Eso, y solo eso, es lo que nos hace ser la especie preponderante. Según Quattrochi,8 el principal objetivo de la Educación es ayudar a los humanos a saber quiénes son y qué deben conocer y hacer para crecer, realizarse, mejorar su vida, su entorno y el del colectivo al que pertenecen. Pero, ¿cómo aprendemos? Esto es lo primero que nos enseña la neurociencia. En el estudio biológico del cerebro debemos comprender que hay varios componentes en juego. Primero y fundamental es distinguir el sistema nervioso periférico (SNP) y el sistema nervioso central (SNC)9. El sistema periférico está formado por nervios craneales y espinales y el sistema central lo forman la espina dorsal y el cerebro. Para Ramírez Cabañas,10 citado por F. J. González,11 son los estímulos externos los causantes de la movilización interna del sistema nervioso. Estos estímulos activan y excitan los mecanismos necesarios para el proceso de aprendizaje. La clave de todo está en el cerebro. En él hay multitud de neuronas conectadas entre sí, que reciben los estímulos del exterior y que forman redes neuronales. Estas redes vinculan distintas partes del cerebro. Son diferentes partes especializadas pero que no actúan por separado. Son áreas asociativas, que actúan en conjunto, creando redes cognitivas. Estas redes serán la base del aprendizaje. Aprendemos a través de este proceso, en el que los sentidos recogen sensaciones, experiencias e información externa que quedan grabadas en las neuronas, creando redes neuronales y, estas, al relacionar unas partes con otras, crean redes cognitivas. La Educación no solo aporta datos sino que crea circuitos e introduce programas operativos que el cerebro utilizará durante toda la vida.12 Las experiencias, pues, nos cambian; afrontar nuestro entorno modifica nuestra conducta. Puesto que modifican nuestro sistema nervioso, desde el ámbito educativo, entendemos el término aprendizaje como un proceso mediante el cual las experiencias modifican dicho sistema y, por tanto, nuestra conducta. Las experiencias de aprendizaje no se almacenan, sino que cambian el modo en que percibimos, actuamos, pensamos y planificamos. Este proceso se hace modificando la estructura de nuestro sistema nervioso, alterando los circuitos naturales que participan en nuestro percibir, actuar, pensar y planificar. La Educación construye programas de análisis de datos, creando y organizando la propia estructura del sistema nervioso. Es tal la relación simbiótica que existe entre el desarrollo del cerebro y los estímulos del entorno, que se hace muy difícil determinar si el órgano hace la función o es esta la que hace al órgano.13 Así sabemos que el cerebro se transforma mediante la adquisición de nuevas experiencias, produciendo cambios en su estructura y en su funcionamiento. La acción del ambiente condiciona, en gran medida, el grado de neuroplasticidad alcanzado. Ambientes enriquecedores favorecerán las funciones cognitivas. Es por ello que aquí radica la fuerza de la Educación. Ayudándonos de tecnologías de imagenología podemos observar el cerebro en funcionamiento, lo que ha significado una comprensión de las funciones perceptuales, cognitivas y emocionales, que tienen consecuencias para la Educación. Entonces, ¿pueden la neurociencia y la neuropsicología cambiar la Educación? Estudios actuales, como el de la OECD,14 publicado en el CERI,15 reflejan la gran aportación que supone la neurociencia a la educación actual. Este trabajo fue realizado por expertos en Neurociencia y Educación de Australia, Austria, Bélgica, Canadá, RepúblicaCheca, Dinamarca, Finlandia, Francia, Alemania, Grecia, Hungría, Islandia, Irlanda, Italia, Japón, Corea, Luxemburgo, México, Holanda, Nueva Zelanda, Noruega, Polonia, Portugal, Eslovaquia, España, Suecia, Suiza, Turquía, Reino Unido y Estados Unidos, países pertenecientes a la OECD, que tuvieron a la Comunidad Europea como parte colaboradora. Los descubrimientos de la investigación científica permiten ayudar a todos los agentes involucrados en la Educación: padres, profesores, alumnos y, por supuesto, políticas educativas. El citado estudio explica una serie de conocimientos neurocientíficos actuales que dan lugar, como ya está sucediendo, a nuevas prácticas educativas. La neurociencia no nos da respuestas para todo, pero abre nuevos horizontes y al mismo tiempo, sirve para confrontar y reafirmar otros ya existentes. La Educación será el mecanismo de modificación guiada de ese cerebro. Por tanto, es un acto intencionado. Si somos profesionales del aprendizaje, si sabemos que el aprendizaje modificará el cerebro, entonces debemos saber que el fundamento epistemológico y científico de nuestra práctica docente es la neurociencia, tanto como otras disciplinas que están surgiendo a partir de la neuropsicología. En definitiva, todo aprendizaje modificará nuestro cerebro. Aquí radica la trascendencia de la neurociencia. 4. Segunda implicación educativa: es imprescindible conocer cómo aprendemos. El funcionamiento del cerebro El desafío principal de la neurociencia es integrar el conocimiento derivado de los distintos niveles de análisis en un conocimiento coherente con la estructura y función encefálica.16 Sin embargo, la neuropsicología o las neurociencias conductuales se centran más en el estudio de las manifestaciones externas del funcionamiento del sistema nervioso. Buenos ejemplos son el sueño o la memoria. En el ámbito educativo es importante dejar constancia de que la neurociencia cognitiva se centra más en el estudio de los procesos mentales (pensamiento, memoria, atención o procesos de percepción complejos) y trata de investigar y demostrar qué áreas corticales se activan en mayor medida al realizar una determinada actividad perceptiva, cognitiva o motora.17 La neurociencia incide en que el cerebro va cambiando, se va adaptando durante toda la vida. Es lo que llamamos neuroplasticidad del cerebro. Y es más plástico en la etapa infantil. Durante este proceso, la plasticidad facilita y consolida nuevos aprendizajes. Durante la infancia se producen cambios evolutivos de gran importancia en el sistema nervioso. La neuropsicología infantil trata de analizar sus consecuencias conductuales y cómo dichos cambios interactúan de un modo más complejo con las alteraciones bioquímicas o ambientales.18 Pero, recordemos que, a lo largo de la vida, las neuronas siguen naciendo y estableciendo conexiones hasta el mismo momento de la muerte. ¿Qué supone esto?, ¿Qué nos aporta la neurociencia? Primero nos dice que el cerebro cambia con el aprendizaje. También, que el aprendizaje es de mayor calidad cuanto mayores son las conexiones neuronales y cuantas más partes del cerebro se encuentran interconectadas por estas conexiones neuronales. Además, nos da a entender que todos aprendemos de forma diferente porque el cerebro cambia de unas personas a otras. Las experiencias son distintas y el procesamiento que hace el cerebro de ellas también es distinto. En el niño, según Ferré y Aribau19 se activan progresivamente todos los niveles de análisis de la información, desde los más simples a los más complejos y característicos del hombre como especie. La maduración de los planos que nos ayudan a integrar esta información permite al niño llegar a construir una imagen de sí mismo y del mundo que le rodea. Ya hemos comentado que hay momentos especialmente adecuados para aprender porque el cerebro tiene mayor plasticidad. Durante la infancia el cerebro se encuentra en un proceso de desarrollo expansivo muy fluido, cosa que no sucede en el adulto ya formado, pues este tiene consolidada tanto su estructura cerebral como sus conexiones.20 La neurociencia nos señala que, si no hay estímulo, no hay aprendizaje y que esta premisa es un proceso interactivo como si de una rueda se tratara: si no hay modificación en el cerebro, no hay aprendizaje y no hay aprendizaje, si no hay estímulo, por lo que no habrá modificación cortical. También sabemos que esas modificaciones son tantas más, cuantos más sentidos haya implicados, lo que produce un mayor aprendizaje. De ahí, que la multisensorialidad tenga tanta relevancia. Por último, se debe dejar constancia de la necesidad de conocer los mecanismos que utiliza el alumno para llegar al descubrimiento de la realidad, cómo y cuándo se desarrollan y en qué momento posee la estructura neurocognitiva funcional necesaria para integrar un determinado aprendizaje. En este proceso de construirnos y de aprender existen unas funciones llamadas funciones mentales superiores. Estas nos permiten percibir la realidad, registrar dicha información, recordar experiencias pasadas, comunicarnos gestual y verbalmente, realizar movimientos, etc. Las funciones mentales superiores que describe la neurociencia son: la conciencia (conocimiento de uno mismo y de lo que nos rodea); la atención (capacidad de focalizar el conocimiento); las gnosias (capacidad de convertir las experiencias en conocimiento); las praxias (capacidad de realizar movimientos simples o complejos ante un estímulo); la memoria (la capacidad de recoger la información, codificarla, procesarla almacenarla y recuperar en el momento adecuado), y el lenguaje y las funciones ejecutivas que nos permiten realizar comportamientos eficaces, creativos y adecuados a lo que se espera (socialmente) de nosotros. Tenemos la obligación, como docentes, de entender y conocer por qué un alumno que se encuentra en una edad en la que es normal ser capaz de poner en marcha todo el engranaje cognitivo que supone un razonamiento lógico no lo hace. Tendremos que conocer nuestro órgano de aprendizaje y saber ayudar a resolver los problemas neurofuncionales que afectan a nuestros alumnos en todas las etapas del sistema educativo. La colaboración entre neurociencia y educación ha de ser estrecha y estar en constante comunicación. El trabajo es, siempre, bidireccional. 5. Tercera implicación educativa: periodos críticos para aprender La adaptación del niño a un medio nuevo se verá favorecida por la intervención de un adulto, siempre que esta sea adecuada, y se verá animada por la preocupación de ayudar al niño a alcanzar, en sus relaciones con los demás, unas formas cada vez más complejas y educadas de conducta social.21 Para conocer el proceso mental de aprender, debemos saber cuáles son las claves del aprendizaje; como se comentó más arriba, una de las más importantes es la neuroplasticidad. Entendemos la neuroplasticidad como el conjunto de modificaciones anatómicas y funcionales que experimenta el sistema nervioso en respuesta a los procesos de desarrollo, aprendizaje o lesión, para facilitar la adaptación del individuo.22 Tenemos necesidad de estímulo, la mejor manera multisensorial para conseguir aprendizajes de mayor calidad y consolidados a través del conocimiento sensible. Existe un principio, denominado “la masa apropiada”, que es fundamental en nuestra especie. Según De Felipe,23 la cantidad de tejido neural responsable de una función particular es equivalente a la cantidad de procesamiento que requiere esa función. Según este principio, en la especie humana la mayor parte del cerebro corresponde a áreas asociativas, responsables de los procesos cognitivos más complejos.Cuando nace el ser humano su cerebro pesa entre 300 y 350 g. A lo largo de la vida, llegará a alcanzar 1.250 gramos (se multiplica por 5), lo cual no significa que sea un cerebro perfecto cuando llegue a ese tamaño, ya que son necesarios otros procesos de maduración. Para poner en práctica las funciones mentales superiores debemos conocer que el 92% de nuestra corteza cerebral está formada por seis capas (neocórtex), mientras que tan solo un 8% es de procedencia más antigua (paleocórtex).24 Para evaluar en neurología la proporción existente entre el peso cerebral y el peso total de un animal se establece lo que entendemos como cociente de encefalización (CE). Esta quizá sea la clave de la desaparición de nuestra querida Lucy. Las habilidades que llevarían a los descendientes de Lucy a conquistar el mundo supusieron para ella un alto precio por ser la pionera. El equipo de científicos de la Universidad de Texas en Austin (EEUU), dirigidos por John Kappelman, demuestra que Lucy murió al caerse de un árbol a más de 10 metros de altura. A pesar de conocer que cayó de pie e incluso aventurar que estiró los brazos para agarrarse desesperadamente y frenar su caída, la realidad es que el descenso de los árboles permitió a los humanos conquistar el planeta y pudiera haber ofrecido un mundo nuevo a Lucy. Pero la evolución tiene un coste. Es probable que aquellos homínidos perdiesen la habilidad para trepar y comenzasen a sufrir caídas con mayor frecuencia. Uno de estos cambios evolutivos nos abriría las puertas a convertirnos en la especie elegida. La neurociencia nos dice que el cerebro se desarrolla a distintos ritmos y qué partes del cerebro se desarrollan antes que otras. Esto es importante para saber cuál es el momento adecuado para realizar unos aprendizajes u otros porque el cerebro también está especializado, lo que no significa que las partes del cerebro no estén relacionadas. Hay un orden jerárquico en esa evolución cortical. Por ejemplo, las partes del cerebro que maduran antes son las sensomotoras y las que se maduran con posterioridad son las asociativas. El metabolismo cerebral del niño es mucho más activo que el del adulto, ya que el cerebro del recién nacido utiliza el 60% del aporte de oxígeno mientras que el de los adultos apenas llega al 20% de la energía total. El cambio de peso que experimenta el cerebro de un bebé nos acerca a la importancia del concepto de plasticidad cerebral en la etapa de Educación Infantil, en ningún momento de la vida de un ser humano experimentará modificaciones tan importantes. En el momento del nacimiento los niños tienen un metabolismo cerebral más activo en subcórtex, tálamo y cerebelo. Esta actividad metabólica del cerebro infantil llega a ser mayor que la del adulto, para, poco a poco, estabilizarse prácticamente de forma similar al comienzo de la adolescencia.25 La neurociencia también nos enseña que la maduración del cerebro está genéticamente programada y se produce como consecuencia de esa programación, aunque también como consecuencia de la interacción con el medio ambiente. Este punto es clave: la maduración del cerebro requiere de esa estimulación. Es decir, el conjunto de transformaciones que experimentan las distintas estructuras del sistema nervioso recibe el nombre de neuroplasticidad y esta se puede manifestar en cualquier etapa de la vida desde el nacimiento hasta la senectud. La edad es uno de los factores que más condiciona el grado de trasformación que experimenta el sistema nervioso, existiendo un gradiente en la neuroplasticidad inversamente proporcional a la edad del sujeto.26 Por tanto, la plasticidad cerebral nos enseña que hay periodos especialmente adecuados para determinados aprendizajes. Un buen ejemplo de ello es la adquisición de lenguas. La neurociencia nos dice que los periodos más adecuados para el desarrollo del lenguaje son los 6 o 7 años primeros de vida y que la primera lengua se adquiere hasta los 3 o 4 años. Según esto, las segundas lenguas es difícil adquirirlas, con perfección, a partir de la adolescencia. Esto no significa que no se pueda ser bilingüe, ya que el cerebro es dúctil y maleable, es plástico. Puede, por lo tanto, haber bilingüismo en la pubertad aunque exija más esfuerzo y la activación de otras áreas corticales. No cabe perder la esperanza. Otro buen ejemplo son las personas invidentes, ciegos de nacimiento, que tienen una mayor superficie dedicada al procesamiento auditivo en las áreas parieto- occipitales que las personas con visión normal. Las pruebas de neuroimagen funcional27nos muestran cómo estas personas incrementan su actividad metabólica en las áreas visuales del cerebro como consecuencia de la estimulación auditiva o táctil que les proporciona el método Braille. En el caso de los pianistas, la neuroimagen demuestra mayores modificaciones anatomofuncionales en el cerebro cuanto mayor es la práctica musical. Si la enseñanza se produce en las primeras etapas de la Educación Infantil es posible que ese entrenamiento genere nuevas conexiones nerviosas, aumentando la densidad de mielina y el grosor de los axones.28 Para finalizar, cabe hacer referencia a un novedoso estudio realizado por científicos del Center for Neural Science (NYU)29 que revela la importancia de las experiencias de aprendizaje durante los primeros dos a cuatro años de la vida humana. Durante este período es cuando se cree que los recuerdos pueden ser olvidados rápidamente, fenómeno conocido como amnesia infantil. “Lo que nuestros resultados nos dicen es que los cerebros de los niños necesitan estimulación para obtener una activación suficiente y saludable, incluso antes de entrar en preescolar […]”, explica Cristina Alberini, profesora en el Center for Neural Science de NYU, que dirigió el estudio; “[…] sin esto, el sistema neurológico corre el riesgo de no desarrollar adecuadamente las funciones de aprendizaje y memoria”. 6. Cuarta implicación: el cerebro es un todo. La intervención educativa ha de ser global Paul MacLean30 elaboró un modelo de cerebro basado en su desarrollo evolutivo, que distingue tres niveles dentro del mismo, cada una de estas capas o “cerebros” fueron añadiéndose sucesivamente como respuesta a las necesidades evolutivas. Figura 1. Cerebro reptiliano31 Cada uno de estos “cerebros” posee sus propias características, su propia subjetividad individual, su propia evolución y su propia memoria, además de otras funciones. Estos tres cerebros son, en orden de aparición en nuestra especie, el cerebro reptiliano, el límbico y el neocórtex, y están interconectados a nivel neuronal y bioquímico. Los tres cerebros están superpuestos e interconectados y de ellos surgen las tres principales formas de la conducta humana: física, emocional y lógica. El cerebro está constituido por dos partes: el hemisferio izquierdo y el hemisferio derecho. Sin el cuerpo calloso no podríamos comprender el funcionamiento del cerebro en su totalidad: la parte izquierda es la analítica y la derecha es la intuitiva. El cuerpo calloso relaciona ambas partes y así sabemos por la neurociencia que el cerebro funciona de forma global. Si no somos capaces de unir la parte analítica con la parte que sintetiza la información y la presenta en un conjunto, difícilmente vamos a poder tener una visión correcta de la realidad, ni realizar expresiones lingüísticas coherentes, ni tomar decisiones porque estas están profundamente condicionadas por la emoción, por la parte más antigua del cerebro, por la parte reptiliana, por la amígdala. Si no conectamos todas esas partes del cerebro, no vamos a tener un aprendizajeeficaz y una vida plena. La anterior es también una clave de la neurociencia: todas las áreas corticales son asociativas. La intervención educativa ha de ser intencional, global e íntimamente relacionada con todas las áreas corticales en constante asociación. La actuación sobre el cerebro ha de ser global; hay que actuar sobre ambos hemisferios porque, si no, no se conseguirá que los alumnos aprendan correctamente. Sin embargo, debemos tener en cuenta que la maduración del cerebro es desigual y compleja: de nada sirve enseñar los colores a un niño que todavía tiene visión en blanco y negro. Una buena intervención neuropsicológica requiere de la suficiente madurez de todos los sistemas que perciben, integran, relacionan y analizan la información.32 Curiosamente, a lo largo de nuestros primeros instantes de existencia, el cuerpo calloso del cerebro madura más rápidamente. Esto se debe a esa “urgencia” de relacionar ambas partes del cerebro; la parte del córtex frontal del cerebro y el cuerpo calloso tienen un ritmo de maduración superior al resto del cerebro hasta los primeros cinco años. A partir de ese momento, se acompasan en los ritmos de maduración. Observemos ahora los nuevos métodos de evaluación e intervención neuropsicológica en Educación Infantil y Primaria de los que disponemos actualmente. Uno de ellos es el modelo conductual de Luria. Este modelo, estudiado y desarrollado por Manga y Ramos,33 es clave para plantear la intervención educativa en un cerebro en desarrollo. Luria dedicó parte de sus investigaciones a la especialización cerebral, desarrollando la teoría de que el hemisferio dominante no solo ejerce un papel determinante en la organización cerebral del lenguaje, sino también en la organización cerebral de todas las funciones superiores de actividad cognitiva relacionadas con el mismo.34 El modelo de procesamiento de la información de Luria es el referente para realizar la intervención educativa. En sus estudios de los años 1973 y 1980,35 se proponen tres bloques funcionales para explicar cómo funciona nuestro cerebro, pues se plantea que las funciones mentales dependen de sistemas organizados o áreas que funcionan interrelacionalmente. Cada área tiene un determinado papel dentro de ese sistema funcional complejo. Esto sucede en áreas bastante distantes unas de otras (Barcia- Solario, 2004). a. Primer bloque de activación óptima de la corteza cerebral. Regula el tono y la vigilia cortical, relacionado con las regulaciones emotivas, vegetativas y mnésicas. Es necesario para la atención y el desarrollo madurativo, cuya estructura fundamental es la formación reticular ascendente y descendente. La atención y la concentración facilitan el proceso de aprendizaje y favorecen la activación de los bloques funcionales siguientes para aprender con efectividad. b. Segundo bloque funcional. Tiene carácter perceptivo-sensorial y su función es la obtención de la información por los sentidos. Las estructuras corticales participantes son los lóbulos parietales, temporales y occipitales imprescindibles para realizar los procesos visuales, auditivos y táctiles. Es clave conocer este proceso, pues las metodologías para el aprendizaje de nuevos conocimientos deben apoyarse en el conocimiento sensible. c. Tercer bloque funcional o de programación y control de la actividad. Constituido esencialmente por áreas frontales: motora (primaria), premotora (secundaria) y prefrontal (terciaria). Solís y Quijano36 explican cómo Luria concebía los lóbulos frontales responsables de la inhibición a estímulos irrelevantes. Este bloque es el responsable de la formación de intenciones: programar, regular y verificar la actividad mental. En este modelo de Luria (años 1979 y 1980), los bloques b y c se organizan jerárquicamente en áreas primarias, secundarias y terciarias, y estas últimas no tienen una modalidad sensorial propia y son supramodales. Con todo lo anterior, la neuroplasticidad, los ritmos de maduración, las ventanas de aprendizaje y el conocimiento de nuestro cerebro nos llevan a una quinta implicación: la prevención debe ser el criterio rector de toda actuación docente en el aula. 7. Quinta implicación: prevención Para poder realizar adecuadamente las acciones de prevención en el aula, debemos conocer y resolver, previamente, las dificultades y trastornos de aprendizaje de origen neurológico. A partir de este punto será más eficaz construir aprendizajes adecuadamente que tratar de destruir lo que se ha construido por aprendizajes incorrectos o por problemas neuronales. Una de las consecuencias de la neuroplasticidad del cerebro y de la forma en que aprendemos es que los aprendizajes previos condicionarán los posteriores. El conocimiento es la base, pero también el condicionamiento. Por consiguiente, si el cerebro no aprende correctamente, bien por estímulos inadecuados, bien por una actuación inadecuada o por razones intrínsecas, los aprendizajes posteriores serán mucho más dificultosos. Tendremos que prevenir, tratar de evitar la intervención cuando el problema es ya grave y llegar antes de que se manifieste. Es la capacidad plástica del cerebro la que nos otorga cierta esperanza. Su capacidad neoruplástica. Llegados a este punto, debemos aclarar algunos conceptos básicos: en primer lugar, los trastornos de aprendizaje se dan en niños y en adultos con inteligencia normal; en segundo lugar, la recuperación espontánea del cerebro, por sí sola, casi siempre es insuficiente. Necesitamos una intervención intencional y profesional para que todas estas funciones y habilidades superiores de pensamiento se normalicen. Es innegable la importancia de conocer cómo funcionan los hemisferios cerebrales y la integración interhemisférica a través del cuerpo calloso para prevenir y tratar los problemas de aprendizaje. Tabla 1. Integración interhemisférica de la memoria y la conciencia37 Hemisferio izquierdo Hemisferio derecho Cuerpo calloso Es la sede del pensamiento presente. Elabora las respuestas adaptativas a la realidad. Utiliza la memoria inmediata para elaborar respuestas. Elabora las praxias de acción inmediata y las respuestas de la inteligencia lógica. Es la sede del razonamiento lógico y abstracto. Es la sede de los sentimientos. Interviene en la comunicación extrasensorial. Interviene aportando los datos de la memoria a largo plazo y la memoria biográfica. Favorece las respuestas inteligentes relacionadas con la experiencia. Integra los conocimientos teológicos, éticos y morales. Es la clave de la evolución humana pues integra el pasado, presente y futuro dando un sentido biográfico. Es la clave de la integración de lo lineal y lo global, el detalle y el contexto. Integra la inteligencia global y la emocional. Lo real y lo imaginario. Es la llave de la unificación. Sabemos, por las investigaciones y estudios que nos aporta el propio sistema educativo, que más del 50% de las dificultades de aprendizaje que los docentes se encuentran en las aulas son debidas a: Alteraciones de tipo neurofuncional. Trastornos de la percepción. Fallos en la organización de los esquemas funcionales de la memoria visual y la memoria auditiva. Problemas de integración interhemisférica. Alteraciones de la organización temporal y espacial. Las dificultades de aprendizaje se pueden definir como un desorden neurobiológico de cognición y de procesos del lenguaje causados por un funcionamiento atípico del cerebro que pueden afectar a la lectura, a la escritura, a la aritmética y al lenguaje.38 También pueden incidir negativamente en el rendimiento escolar.39 El DSM-540 establece que las dificultades en el aprendizaje reflejan dificultades en la lectura de laspalabras, en la comprensión lectora, en la ortografía, en la expresión escrita, en el razonamiento numérico y en el cálculo o en el sentido numérico. Además “las aptitudes académicas afectadas están sustancialmente y en grado cuantificable por debajo de lo esperado para la edad cronológica del individuo e interfieren significativamente con el rendimiento académico”. Sin lugar a dudas, es absolutamente necesario introducir los programas de neuropsicología educativa y todos los conocimientos que aporta la neurociencia, pues existe una estrecha y transparente relación entre el desarrollo perceptivomotor y el desarrollo del sistema nervioso central. Esto se debe a que se consideran el desarrollo sensorial y el motriz las bases fundamentales del neurodesarrollo del niño.41 Para tratar y prevenir estas dificultades que nos encontramos en las aulas y otras nuevas (por ejemplo, el TDAH), es necesario conocer las áreas corticales disfuncionales que producen estas alteraciones básicas a todos los niveles. La funcionalidad auditiva y visual, lateralidad, motricidad, atención, memoria, funciones ejecutivas, habilidades visoespaciales, procesos fonológicos, semánticos, sintácticos y prosódicos del lenguaje y otros característicos o singulares de cada uno de los trastornos son las alteraciones que cotidianamente nos podemos encontrar en nuestra vida docente. Por esto es imprescindible realizar acciones de prevención a través de la potenciación del desarrollo de los aprendizajes perceptivos y motrices que van a constituir la base de futuros aprendizajes. Es, por ejemplo, en el aprendizaje de la lectura (en el que a continuación me detendré) en el que están implicados procesos táctiles, auditivos, visuales y motrices. Su buen desarrollo es necesario para la consecución eficiente de los mismos.42 8. Sexta implicación: la intervención ha de ser temprana y profesional Hay procesos de aprendizaje más adecuados a unas edades que a otras. Veamos el caso de la lectoescritura. Para aprender a leer y escribir se necesita poner en contacto partes del cerebro que controlan la visión, la audición, etc. Todos habremos oído comentar que los niños tienen que aprender a leer y escribir desde el primer momento. Mi primer recuerdo al respecto fue a los cinco años. Otro compañero de clase no dijo ni una palabra en clase hasta los cuatro años. A mi modo de ver: cada cosa debe ocurrir en su momento. La maduración de cada una de las áreas del cerebro implicadas en la lectoescritura se produce en distintos momentos: la parte perceptual, auditiva, madura muy pronto; otras partes asociativas, más tarde. El proceso de lectoescritura es muy complejo. No solo es percibir, es poner en relación, es asociar grafemas con fonemas y sus correspondientes reglas de conversión. Para poner en marcha estas relaciones se necesitan conexiones neuronales de alta calidad y muy veloces, que sean capaces de conectar todas esas partes. En este proceso aparece un concepto que no se ha mencionado hasta ahora, la mielinización. La mielina es la sustancia que contribuye de forma muy significativa al incremento del peso cerebral, tiene una densidad superior a la de la sustancia gris, por su estructura lipoproteica.43 La mielinización es un proceso muy complejo y, sobre todo, muy activo. Se inicia a las catorce semanas de gestación y a partir del nacimiento el proceso de mielogénesis sigue su curso a lo largo de todo el ciclo vital. Su principal función es de tipo aislante para facilitar la trasmisión de todo tipo de estímulos dentro del sistema nervioso. Esta cobertura de mielina de los axones puede que, en las partes auditivas y visuales, se produzca en los primeros meses, pero en las partes asociativas no alcanza un grado de eficacia suficiente hasta los cinco años. Si las partes asociativas del cerebro no relacionan unas partes con otras, el niño no estará preparado. Recordemos que el incremento de la mielina es directamente proporcional al grado de estimulación ambiental que recibe el niño. El cerebro asociativo, base de la cognición, puede seguir desarrollándose a lo largo de toda la vida, pero sus relaciones son directamente proporcionales a la estimulación recibida.44 En consecuencia, no tenemos que forzar la máquina. Hay que empezar a actuar con actividades adecuadas, estimulando a los niños. Se tienen que empezar a distinguir grafías, cuando el desarrollo motriz fino es el adecuado. Pero, esto no significa que tengan que empezar a leer. Tendremos que estimular las partes adecuadas del cerebro para propiciar su desarrollo y para que en el momento adecuado se pueda producir la adquisición del proceso lectoescritor correctamente. Por tanto, uno de los factores que más contribuye al desarrollo cognitivo del niño es el proceso de mielinización. La neurociencia ha estudiado cómo estas actividades previas evitan problemas de lectura y escritura posteriores. Cada cosa tiene su momento y su lugar. Nosotros, el cuerpo docente, tendremos que aplicar estos conocimientos. Nos detendremos en esta implicación educativa para reivindicar la importancia de la educación infantil, especialmente en la etapa de 0 a 3 años. Es absolutamente necesario que los profesionales que trabajan en Educación Infantil en estas edades tengan pleno conocimiento de conceptos fundamentales. El intenso aumento que experimenta el peso del cerebro durante el primer año de vida nos da una visión global de la importancia que adquiere la plasticidad cerebral infantil ya que en ningún momento de la vida de este futuro adulto experimentará cambios tan significativos e importantes como en esta etapa. Las recientes investigaciones indican que, en el momento del nacimiento, el niño tiene un metabolismo cerebral más activo en subcórtex, tálamo y cerebelo. Posteriormente aumenta en la corteza cerebral, en concreto en la zona prefrontal y sigue aumentando durante el segundo año de vida. Todo este proceso metabólico en el cerebro de la primera infancia es mayor que en el adulto, y logra estabilizarse más o menos en la adolescencia.45 Efectivamente, la intervención ha de ser temprana y profesional. La escuela y el aula son el escaparate donde más ampliamente podemos comprobar los efectos de un déficit neuropsicológico. Resulta necesario que los docentes tengan conocimientos básicos en neuropsicología infantil para comprender y orientar de forma eficaz a sus alumnos. Merecerá especial atención, en esta etapa de la primera infancia, el desarrollo de los mecanismos de control, coordinación y automatización de los movimientos. Es el momento de integrar el esquema corporal que es su ventana al mundo; hay que desarrollar los ritmos de aprendizaje, capacidad de atención, y vigilar el proceso de lateralización, llevando a Educación Primaria a un niño, bien definido ya, como diestro o zurdo. Nuestra experiencia como profesores nos permite entender que los problemas no vienen por casualidad, derivan de algún punto concreto. Es obligación del sistema, proporcionar las herramientas necesarias para detectar la causa, discriminar la naturaleza del problema, diagnosticar y tratar adecuadamente, de manera personalizada, mediante terapia neurofuncional, de modo que todo el equipo docente se implique con conocimientos profundos y rigurosos. El inicio de la inteligencia como tal, íntimamente relacionada con el desarrollo del lenguaje, como uno de los logros de la humanidad, se va materializando más o menos sobre el tercer año de vida y su estimulación, a través de la educación, hará que nuestro niño crezca y se convierta en un hombre con capacidades intelectuales importantes. Durante su avance constante, hay que estimular y facilitar todas las oportunidades posibles,tanto en el ámbito escolar como familiar, para favorecer la comunicación y no limitarnos al habla o a la escritura; debemos contemplar todo el abanico de manifestaciones, desde la pragmática hasta las expresiones artísticas, musicales y dramáticas. 9. Séptima implicación: la organización del conocimiento. Las funciones ejecutivas La neuropsicología nos ayuda a mejorar los procesos de aprendizaje, pero también puede proporcionarnos instrumentos para la mejora de los procesos de enseñanza y aprendizaje. La neurociencia nos dice cómo aprendemos y cuáles son los problemas y las claves del aprendizaje. A través de la comprensión de estos mecanismos podremos mejorar todo el proceso tanto de enseñanza como de aprendizaje. Uno de estos instrumentos de mejora es comprender cómo el cerebro responde a estímulos y lo hace con más intensidad cuanto más novedoso y complejo es lo que plantea. Ante experiencias conocidas, el cerebro responde con menos intensidad. Pero cuando le presentamos cierta novedad y cierta complejidad en la tarea, se exigirá mayor activación y mayor complejidad sensorial. Cuantos más sentidos implicados, mayor activación de áreas cerebrales y mayor eficacia en el asentamiento de aprendizajes. Necesitaremos, pues, un sistema específico que coordine las acciones que nos permitan la consecución del fin: el logro. Para conseguir este objetivo, para que nuestros alumnos sean capaces de realizar actividades intencionales, complejas y novedosas disponemos de este sistema perfecto y complejo denominado “funciones ejecutivas”. El término se atribuye a Joaquín Fuster y a la divulgación de la neuropsicología por parte de Muriel Lezak. Estas funciones no son un constructo teórico, son una realidad que ha de estar presente en todos los planes metodológicos de la acción docente. Y no olvidemos un punto fundamental: la necesidad del desarrollo de las funciones ejecutivas; las definiremos como “aquellos procesos para realizar un comportamiento de forma eficaz y creativa y adecuado en términos sociales”.46 Esta es la definición válida. Pero, ¿qué son al fin y al cabo estos procesos? Son un sistema de control y supervisión de la conducta. Son aquellas funciones que nos permiten supervisar y controlar lo que hacemos; las que nos permiten realizar actuaciones de forma intencional; las que nos permiten resolver problemas complejos en los que hay implicados multitud de estímulos e información. Son funciones que nos permiten adaptarnos a las novedades y son las que nos permiten realizar secuencias planificadas. Al fin y al cabo, nos hacen autorregular nuestra conducta. Según Verdejo y Bechara,47 son un conjunto de habilidades cognoscitivas que tienen como principal objetivo el logro del éxito en la culminación de planes tratando de dar solución a las tareas novedosas y complejas. Para conseguirlo es necesario establecer metas, organizar, planificar, iniciar, anticipar, autorregular, monitorizar y verificar las actuaciones. Somos la especie elegida, como anteriormente se ha mencionado, y ninguna especie con la que cohabitamos dispone de los recursos cognitivos que se aproximen, ni por asomo, a las funciones ejecutivas del Homo sapiens. Nuestras funciones ejecutivas se sitúan en la cúspide del desarrollo de la inteligencia, en la punta de la pirámide, en la élite jerárquica más absoluta de la actividad mental. Es el máximo logro que nuestra especie ha conseguido a lo largo de toda la evolución. Resaltamos tres características importantes que tienen una verdadera implicación educativa y cuyos componentes son la actualización, planificación, fluencia, flexibilidad, inhibición y toma de decisiones:48 a. La capacidad para llevar a cabo con éxito tareas dirigidas al logro de un objetivo. b. La capacidad para resolver problemas complejos para los que no se tiene una respuesta previamente aprendida. c. La capacidad para adaptarse y responder ante situaciones nuevas, de las que se carece de experiencia previa. Estas capacidades empiezan a desarrollarse en los primeros años de vida aunque hay algunas que se manifiestan en momentos concretos de su desarrollo. Se van definiendo especialmente en Educación Primaria (6-8 años). Pero las funciones ejecutivas también se aprenden y se pueden entrenar: el niño impulsivo puede controlar sus impulsos. En este caso lo que tenemos que hacer es aplicar el programa educativo adecuado. Puede y debe hacerse. ¿Cómo se desarrollan y cómo se entrenan estas funciones ejecutivas? Las diferentes investigaciones apuntan a que se consiguen a través de hábitos y rutinas. Aquella repetición ordenada, sistemática, en ambientes controlados de determinadas tareas es lo que hace interiorizar las funciones ejecutivas. Y, por otra parte, cabe incluir en este debate el siempre polémico asunto de los deberes en casa. Las tareas son necesarias, la cuestión es el número de tareas y el tipo de tareas. Las rutinas que el alumno está aprendiendo en clase y que le están ayudando a crear, si no se van a continuar en casa, no sirven para nada. Hay que plantear tareas correctamente y enriquecerlas sensorialmente. La educación es un proceso de todos. Naturalmente, la clave está en la escuela, pero tiene que seguir fuera de ella. En Educación Primaria, otra de las funciones ejecutivas fundamentales es la metacognición. Es la capacidad para monitorizar y controlar nuestro propio aprendizaje. Clave para ser conscientes de lo que aprendemos y controlarlo. También puede definirse como la capacidad de abstracción, que nos permite reflexionar sobre lo que hacemos y nos otorga la cualidad de crear. La creatividad también se puede y debe desarrollar e incentivar desde las aulas, dentro del proceso educativo. Son necesarias implicaciones educativas de los docentes como de las familias para favorecer estas habilidades cognitivas encubiertas y autodirigidas al servicio de una meta (anatómicamente, los estudios por neuroimagen las ubican en el lóbulo prefrontal). Estas habilidades dirigen nuestra conducta (autorregulación) y la actividad cognitiva y emocional. Diríamos que “son el cerebro del cerebro”.49 Son el director de la orquesta que dirige y supervisa el resto del cerebro. Aunque son procesos independientes, las funciones ejecutivas se coordinan e interactúan para la consecución de objetivos y hacen referencia a un amplio conjunto de capacidades adaptativas que permiten analizar qué es lo que queremos, cómo conseguirlo y cuál es el plan de actuación más adecuado para su consecución. Siempre autoguiados por instrucciones propias (lenguaje interior) sin depender de indicaciones externas.50 Las funciones ejecutivas ayudan a: 1. Establecer el objetivo deseado. 2. Planificar y elegir las estrategias necesarias para la consecución del objetivo. 3. Organizar y administrar las tareas. 4. Seleccionar las conductas necesarias. 5. Ser capaces de iniciar, desarrollar y finalizar las acciones necesarias. 6. Resistir la interferencia del medio, evitando las distracciones por estímulos de poca relevancia. 7. Inhibir las conductas automáticas. 8. Supervisar si se está haciendo bien o no y tomar conciencia de los errores. 9. Prever las consecuencias y otras situaciones inesperadas. 10. Cambiar los planes para rectificar los fallos. 11. Controlar el tiempo y alcanzar la meta en el tiempo previsto. Recordemos que en Educación Infantil empezamos a aprender. En Primaria aprendemos a leer y leemos para aprender (las funciones superiores que hemos empezado a desarrollar en la etapa básica pasan a ser fundamentales para desarrollar este potencial ejecutivo). En Primaria y en Secundaria deberemos asentar esa adquisición de las funciones ejecutivas.Durante todas las etapas se desarrollarán las funciones ejecutivas y la maduración la alcanzarán cuando llegan al sistema universitario. El cerebro humano, su proceso de mielinización, ese proceso de maduración, no se completa hasta la tercera década de existencia del ser humano, como hemos visto anteriormente. A partir de ciertas edades, el proceso de plasticidad será menor y, por tanto, la aportación de la neurociencia seguirá siendo esencial en la vida universitaria. Los problemas de aprendizaje pueden aparecer en cualquier etapa educativa. Las funciones ejecutivas diferencian al hombre de otras especies animales, que reaccionan de manera automática a los estímulos ambientales presentes. El ser humano dispone de estas habilidades cognitivas para resolver situaciones complejas, novedosas o no familiares. Esto ocurre cuando las conductas habituales no resultan útiles o apropiadas y no sabe exactamente qué hacer y cómo hacer para lograr su propósito. Es entonces, cuando las funciones ejecutivas actúan y ayudan a elegir y planificar la conducta más adecuada. A continuación se detallan algunos aspectos de las funciones ejecutivas que podrían ser objeto de intervención conjunta por parte de los profesionales docentes y las familias, en el aula y en casa, convirtiéndose los primeros en asesores y orientadores de la intervención de las segundas: 1. La inhibición. Es el freno del comportamiento. Detiene la reacción automática ante un estímulo (actuar según el impulso) para responder reflexionada y adecuadamente. La inhibición crea una pausa (una fracción de segundo) entre el estímulo y la respuesta, para que las otras funciones ejecutivas entren en escena. En ese intervalo, las funciones ejecutivas ayudan a analizar las posibles consecuencias de una acción y, en función de esto, planificamos y organizamos. 2. La atención; muchos autores consideran que la atención y la memoria de trabajo no son propiamente funciones ejecutivas, sino procesos que les sirven de base y las integran. La atención es una especie de filtro de la información y un mecanismo de alerta ante los datos importantes. Aunque han de realizarse más investigaciones al respecto, los últimos estudios de neuroimagen parecen concluir que la atención, la memoria de trabajo y la motivación son procesos interdependientes y que están relacionadas con la dopamina. 3. La memoria de trabajo (no verbal); el concepto de memoria hace referencia a la capacidad de retener, almacenar y evocar información. Hay diferentes tipos de memoria: memoria sensorial, memoria de trabajo (considerada una de las funciones ejecutivas según algunos autores) y la memoria a largo plazo, que es el almacén permanente. 4. Las emociones y motivación. Las emociones y la motivación dirigen la acción hacia determinados objetivos. Las emociones, los afectos y la motivación son las principales herramientas de confianza ante el mundo. En cuanto a la motivación, existen dos tipos: motivación intrínseca (cuando la persona realiza una actividad por el simple placer de realizarla, sin que nadie tenga que proporcionarle un incentivo externo); las aficiones o la sensación de éxito o de placer por la tarea finalizada son un ejemplo. Y la motivación extrínseca (el incentivo no es la acción en sí, sino lo que se recibe a cambio de la tarea realizada. Ejemplos serían cualquier premio material o un reconocimiento social: los elogios). 5. El lenguaje interior (memoria de trabajo verbal). Referida a la habilidad para “hablarse a sí mismo”. Mensajes internos que regulan y guían la acción. 6. La planificación, la resolución de problemas y la reconstitución, entendidas como la capacidad para identificar y organizar una secuencia de eventos/pasos con el fin de lograr un objetivo. 10. Octava implicación educativa: la neuropsicología mejora la convivencia escolar. El control de las emociones Finalmente, la neurociencia ha puesto en clara evidencia la relación entre emoción y aprendizaje. Cuando la atención detecta “algo agradable”, la dopamina hace que ese estímulo sea imposible de ignorar y las neuronas se activan más intensamente (una mayor cantidad de este neurotransmisor es equivalente a una mayor atención). Descargando dopamina en el Núcleo Accumbens, la motivación se mantiene a largo plazo liberándola en pequeñas dosis. El concepto de Inteligencia Emocional (IE) ha sido definido de múltiples formas en los últimos años, pero en todas ellas la idea central es la misma: las competencias emocionales son un factor crucial a la hora de explicar el funcionamiento del sujeto en todas las áreas de la vida.51 Pero, ¿hasta qué punto es importante la inteligencia emocional en los trabajos y situaciones escolares en las que se desenvuelven nuestros alumnos?, ¿cuál es la relación entre inteligencia emocional y eficacia organizativa?, ¿puede enseñarse la inteligencia emocional? Hace ya más de veinticinco siglos, Tales de Mileto afirmaba que la cosa más difícil del mundo es conocerse a uno mismo (en el templo de Delfos podía leerse aquella famosa inscripción socrática, gnosei seauton: ‘conócete a ti mismo’). Conocerse a uno mismo representa un primer e importante paso para lograr ser artífice de la propia vida y, quizá por eso, se ha planteado como un gran reto para el hombre como especie. La observación de uno mismo permite separarse un poco de nuestra subjetividad, para así vernos con un poco de distancia, como hace el pintor de vez en cuando para observar cómo va quedando la obra. Observarse a uno mismo es como asomar la cabeza un poco por encima de lo que nos está ocurriendo y así tener una mejor conciencia de cómo somos y qué nos pasa. Advertir cómo estamos emocionalmente es el primer paso hacia el gobierno de nuestros pensamientos. Comprender bien lo que nos pasa tiene un poderoso efecto sobre los sentimientos perturbadores que puedan invadirnos y nos brinda la oportunidad de poner esfuerzo por sobreponernos y así no quedar abandonados a su merced. Pero hay muchos alumnos que son conscientes de pasar por un estado emocional negativo y, sin embargo, no logran salir de él. La neurociencia contribuye a mejorar la situación emocional y el comportamiento y convivencia dentro del aula. Al conjunto de las áreas cerebrales encargadas del procesamiento de las emociones se lo conoce coloquialmente como cerebro emocional y constituye el denominado sistema límbico. Este sistema se sitúa por debajo de la corteza cerebral y comprende el tálamo, el hipotálamo, el hipocampo y la amígdala.52 Igualmente, los lóbulos prefrontales y frontales son importantes en la asimilación neocortical de las emociones, pues se encargan de suavizar nuestras reacciones y nuestros impulsos. Figura 2. Mapa del sistema límbico53 Cabe en este momento hacernos la siguiente reflexión: ¿la inteligencia emocional predice mejor el éxito que el cociente intelectual (CI)? Es evidente que, desde el punto de vista de la neuropsicología, en la vida las aptitudes intelectivas y la inteligencia emocional están siempre interrelacionadas. Tienen implicaciones prácticas para un cierto número de importantes decisiones educativas. Los procesos emocionales afectan a la enseñanza y aprendizaje de dos formas. Primero, si desarrollamos desde la neurociencia todas las capacidades: el control, la motivación, la perseverancia, etc., favorecemos el aprendizaje. Con ello conseguimos que los alumnos focalicen la atención, se motiven y automotiven. Además, son esenciales para la creación de un clima escolar positivo. En el momento en que un alumno consigue el desarrollo correcto de las funciones ejecutivas y por tanto el control desu proceso de enseñanza y aprendizaje va a dejar de ser un alumno disruptivo. Con las claves que nos da la neurociencia para conseguir desarrollar estas capacidades y para poder desarrollar las funciones ejecutivas, vamos a conseguir la mejora de la convivencia escolar. Salovey y Mayer54 nos indican que la competencia emocional debería estar constituida por cinco capacidades parciales diferentes, que lógicamente están muy relacionadas con la convivencia en el aula. Estas capacidades son: a. reconocer las propias emociones; b. saber manejar las propias emociones; c. utilizar el potencial existente; d. saber ponerse en el lugar de los demás, y e. crear relaciones sociales o facilidad de establecer relaciones interpersonales. Las últimas investigaciones dictaminan que un buen desarrollo emocional de los docentes es imprescindible, no solo por su propio bienestar personal, sino también para que puedan llevar a cabo su labor docente de forma efectiva.55 La inteligencia emocional de los profesores afecta a los procesos de aprendizaje, a la salud mental y física, a la calidad de las relaciones sociales y al rendimiento académico y laboral.56 Como síntesis final debemos indicar que es absolutamente necesario conocer el cerebro como nuestro órgano de aprendizaje y que el sustrato necesario para conseguirlo (pero no suficiente) son: los estímulos, las situaciones de aprendizaje, conductas y emociones para que el niño, en su desarrollo, alcance su aprender a aprender. Finalizaremos esta reflexión con dos grandes afirmaciones: Lo que nos diferencia del resto de los seres vivos es la capacidad de controlar nuestro propio aprendizaje. La Educación es la clave. Y la Educación, esta sería la segunda reflexión, es responsabilidad de los docentes. Bibliografía American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (5ª ed.) Washington DC: Author. Aponte-Henao, Mónica, Zapata-Zabala, Elena (2012). Characterization of the cognitive functions of a group of students with specific learning disorders in a school of Cali, Colombia. Bogotá. Psychologia. Avances de la Disciplina, vol. 7, nº 1. Arsuaga Ferreras, J. L. (1999). El collar del Neanderthal. En busca de los primeros pensadores. Madrid: Temas de Hoy, Colección Tanto por Saber. Aylward, Glen P. (1997). Infant and Early Chilhood Neuropsychology. New York: CCP Library. Ayres, A. Jean. (2006). La integración sensorial y el niño. México: Editorial Trillas. Barcia-Salorio, D. (2004). Introducción histórica al modelo neuropsicológico. Revista de Neurología, 39 (7), pp. 668-681. Brackett, M. A., Caruso, D. R. (2007). Emotional lyteracy for educators. 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En las actividades escolares, un 90% de la información que se recibe es visual, llegando hasta un 100% en las tareas de lectura. Según recientes estudios el porcentaje de fracaso escolar es cada vez más elevado. En la población infantil, los problemas de aprendizaje alcanzan valores del 11%, siendo un 80% debido a problemas de procesamiento visual y un 60% a trastornos de audición y emocionales. Este procesamiento visual no solo implica una buena agudeza visual, sino que requiere considerar todas aquellas habilidades que durante el desarrollo del sistema visual afecten a su aprendizaje, como son: motilidad ocular, coordinación ojo-mano, percepción, mantenimiento de la atención, memoria visual... Estas habilidades están íntimamente ligadas en el proceso lector, por lo que cualquier disfunción en alguna de ellas repercutirá directamente sobre la lectura. Igualmente, los defectos visuales como la hipermetropía, la miopía, el astigmatismo y la anisometropía pueden producir problemas de aprendizaje que repercuten directamente en el rendimiento académico, por lo que a lo largo de esta conferencia dedicaremos un apartado especial a la
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