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Revina Médica de Costa Rica XXVI (418) 201·209; 1969
Anatomía Patológica en Figuras
Indígenas Costarricenses
Marcos 5chaplro Meyer·
Aunque hay muchos coleccionistas de arqueología costarricense.
pocos han sido los que se han interesado y menos, dedicado a su es·
tudio desde el punto de vista médico. El Museo Nacional tiene en su colec-
ción múltiples representaciones de condiciones patólogicas pero desgra-
ciadamente por la mente cerrada de nuestros antepasados, las figuras ahí
escondidas son consideradas como "pornográficas" y se les ha prohibido
mostrarlas por el temor de corromper a "nuestra juventud".
Tal vez es por tal motivo que poca atención se le ha dado a este
aspecto de la arqueología costarricense lo cual ha perjudicado mucho
el estudio de la Historia de la Medicina en Costa Rica.
Hemos revisado la biblioteca del Museo Nacional de Costa Rica,
las publicaciones de la Doctora Doris Stone, (109) las de don Carlos Bal-
ser y otros escritores contemporáneos de la arqueología costarricense y no
hemos logrado datos relativos a las costumbres médicas, las enferme-
dades y sus curaciones en estas publicaciones. En su libro "Las Tribus
Talamanqueñas de Costa Rica", la doctora Stone habla de la prena-
talidad, el nacimiento, la muerte y el entierro; describe las funciones
de los participantes en los ritos de muerte y entierro, los sepultureros,
el enterramiento primario, el funeral y el entierro de la osamenta. En
página N Q 103 de esta interesante monografía habla sobre las enfer-
medades pero desgraciadamente ella se limita a hablar de los Tala·
mancas de hoy y no de los Talamancas de antaño. Es decir, su libro
es netamente una observación sobre la vida cotidiana del Talaman·
queño de ahora. En su sección sobre mitos dice "Latraya es la casa de
la enfermedad y está localizada bajo el lugar que nace el sol. Los se-
ñores o dueños de la enfermedad se conocen con el nombre de aragopa
o roarago. Fueron la primera gente del mundo, pero sibu les dijo que
ellos tendrían que ir abajo al lugar de donde viene el sol puesto que
1. Presentado al XXXVI Congreso Médico Nacional, San José, Costa Rico. Noviembre,
1967.
202 REVISTA :.1EDICA DE COSTA RICA
la gente que él haría se enfermaría si se quedaba". Esto es todo lo
que dice la Doctora Stone sobre este tema.
y buscando en los libros más antiguos, Ricardo Fernández
Guardia (4), Pedro Pérez Zeledón (6), J. Se!::arra y Julia (8) Y otros,
(1-3-5-7) los datos son más escasos. Que lamentable para nuestra historia:
el material disponible para determinar definitivamente lo que sufrían nues-
tros antepasados está a la mano y no en escasas cantidades, sino regado
por todo el país en abundancia, si sabemos como buscarlo. ¿Es que nos
hemos cegado por lo netamente arqueológico, lo artístico, lo monetario
y no lo básico y fundamental de la arqueología? Esta base de la
arqueología paleontológica es la capacidad de establecer, determinar,
presumir o definir la vida cotidiana de los indígenas por los artefactos
que ellos nos han dejado en sus cementerios. Esto toma un poco de
perseverancia, un poco de adivinanza o un poco de suerte, para poder
captar la idea del escultor, de una figura, completa o incompleta,
tomando en cuenta su formación, lo que muestra o lo que trata de
representar. Tenemos que usar los ojos, observar pequeños detalles y
la figura como un conjunto que refleja un ser humano, visualizando
todas esas condiciones a que el ser humano es susceptible. Solamente
así podemos llegar a un presunto diagnóstico ya que carecemos de
exámenes de laboratorio, de rayos equis, y los demás medios del médico
de hoy. Una vez que entramos en este estado de mente para el estudio
de una pieza, con el punto de vista de la paleontología, entonces si
podemos llegar a un diagnóstico que admitimos pueda ser erróneo,
pero a lo menos estamos viendo la pieza desde el punto de vista mé-
dico, y no solamente como otra figura rara, otro porrón y otra vasija.
Recuerden que las representaciones patológicas pueden tomar muchas
formas, pero esto depende de la capacidad del artista, su habilidad
y dexteridad en reproducir lo que él ha observado y más los efectos
del entierro prolongado sobre la cerámica en sí. Don Carlos Balse,.
tiene una cuchara o batidora de barro en forma de un pene con
CIRCUNCISION, un acto muy común entre los indígenas de cier-
tas regiones de Costa Rica y no netamente de origen israelita como
hemos pensado. El Doctor Peña Chavarría tiene unas piezas de sumo
interés médico ya que una muestra definitivamente los rasgos de una
poliomielitis mientras que el otro muestra una pareja siamesa (juntados
lateralmente) con un niño al hombro de la mujer. Cuantos más ejem-
plares de estos importantísimos datos médicos están escondidos dentro
de las cuatro paredes de nuestros afamados coleccionistas sin ver la
luz del día. Será de sumo interés estudiar todos estos artefactos en relación
con casos actuales vivientes hoy día en los hospitales locales. Estoy
casi seguro que encontraríamos muchas representaciones de estas fi·
guras en los salones del Hospital San Juan de Dios.
Si pensamos en estudiar la historia médica de Costa Rica, de-
bemos empezar con nuestros antepasados, no los del siglo 18 ó 19, .ino
seHAPINO; FIGURAS INOIGENAS COSTARRICENSES 203
en los tiempos indígenas. En América, las Escuelas Peruana y Meji-
cana de Arqueología y Patología han realizado durante muchos años
una labor encomiable aunque generalmente poco conocida. Los perua-
nos han trabajado a base de la autopsia sistemática de momias y en
todos los libros de patología es posible ver fotografías de cráneo indí·
genas en los que hay huellas de actividad neuro-quirúrgica realizada
por los Incas; tal vez en nuestro ambiente se conozca un poco más de
los progresos realizados en Méjico, por el conocido intercambio comer-
cial entre los pueblos indígenas. La medicina es el resultado de la
actitud del hombre, de su reacción ante la enfermedad, el dolor y la
muerte. Movido por el deseo o necesidad de alejar estos males forjó
ideas, ejecutó actos y descubrió hechos cuyo conjunto constituye el saber
y qué hacer médicos. La enfermedad es un fenómeno que se da en un
organismo con vida. Si este organismo es el humano, el proceso pato-
lógico ya no es puramente físisico, ni siempre tiene ese origen. Una
cosa es la enfennedad humana considerada como fenómeno biológico,
con su Causa bien detenninada así como sus lesiones tisulares y anomalías
funcionales, y otra la concepción del fenómeno patológico como un
proceso que involucra, además de lo somático, a lo psíquico y lo social.
Puesto que el hombre es un ser biopsicosocial, su enfermedad tiene estas
mismas características. Qué extraño es leer en los libros de los siglos
pasados relatos como los del Padre Sahagún (2) Y sus contemporáneos
describiendo estados patológicos, anormalidades, y situaciones que nunca
hubiéramos pensado fueron conocidos antes de la época de Koch, Pas-
teur y los padres de la medicina moderna, pero si se conoáan y si se
podían aliviar y remediar. Pero como se ha dicho, en la mayoría de le,
casos ¡as enfermedades se relacionaban con la religión y la mitología.
Perversiones sexuales (comunes en los Talamancas aún hoy día); ero-
tismo, interés anonnal en las glándulas sexuales; fueron representa-
ciones comunes en las figuras indígenas, no solamente en México y Costa
Rica, sino también en el Pecú especialmente. El Museo Nacional de
Costa Rica tiene muchas representaciones fálicas en sus bodegas que
no exponen por razones ya dadas. Refiriéndonos nuevamente a la
cultura mexicana, Hans Dietrich Disselhoff y Sigvald Linne, en su li-
bro "América PreColombina" presentan dos figuras de barro, la pri-
mera (página N q 25) representando a un jorobado. Dice que "en de·
terminados lugares de América Precolombina los jorobados eran un
motivo bastante frecuente en la cerámica. Fonnaban parte también de
la corte mejicana y de la de los emperadores Incas del Pecú; parale-
lismo con las cortes reales de la Europa de entonces en las que el
bufón era a menudoun jorobado". Otra figura (página 53), muestra
el momento del alumbramiento del dios del maíz Centéotl. Explica que
durante las fiestas de la cosecha "se vestía un sacerdote con la piel
arrancada de una mujer y, sentado en el suelo, ante la escalera del
templo principal, simulaba el alumbramiento del dios. El dios del maíz
podía hacerse cargo de los pecados y enfermedades de los hombres y
borrarlos. Así pues que los sacerdotes de esta diosa podían perdonar los
204 REVISTA MEDICA DE COSTA RICA
pecados por medio de la confesión, asignación y cumplimiento de una
penitencia. Esto sólo podía hacerse una vez en la vida, por ello la gente
esperaba para su confesión la edad avanzada, cuando casi todos le'
pecados habían perdido ya su atractivo, así lo afirma por lo menos el
eminente científico e investigador Fray Bernardino de Sahagún". De
esta costumbre y hallazgos en territorio costarricense estos autores están
mudos no nos dan ni una sola idea para esclarecer nuestro problema.
Por lo que diremos nos tenemos que guiar, forzosamente, por lo
escrito en lo referente a los Indígenas de México, ya que de ellos se
tiene muchos más conocimientos, se han estudiado más, y se han des-
cubierto más hechos comprobables por los encuentros arqueológicos de
ese país. No hay que extrañarse si lo que decimos es "suposición", ya
que carecemos de pruebas fidedignas para declaraciones definidas.
Existen numerosas pruebas de que para el indígena la enfermedad es
obra de los dioses, es un aeto provocado por la maldad de los hombres
o un fenómeno que resulta de mecanismos de carácter mágico. En
México son los dioses Tláloc, Macuilxochitl, Tezcatlipoca y otros que
castigan con enfermedades a quienes no observan a satisfacción los pre-
ceptos religiosos. Por otra parte, hay una innumerable cantidad de
dioses cuyo poder patógeno es espontáneo; tal es el caso de las Cihua-
teteo, mujeres divinizadas por haber muerto durante su primer parto,
que sin tener motivo y sin perseguir algún motivo, provocan en los
niños enfermedades variables. El odio y la codicia mueven a ciertos
individuos dotados de poderes especiales, por desgracia mal definidos
por los historiadores, para causar en sus semejantes enfermedades y
muerte. Sahagún, el famoso padre de los tiempos de los Conquista-
dores, los ha llamado "hombres malos", quienes valiéndose de ciertos
aetos, algunos de los cuales se pueden calificar como propiamente má-
gicos por la descripción dada, "el hombre queda ataviado como si
estuviera muerto", nos parece una fonna de hipnosis, trance cataléptico
u otro trastorno del psiquis.
Queda otro grupo de enfermedades cuyo desarrollo el indígena
relacionó con ciertos fenómenos naturales. Ellos tenían la idea de que
por el oler, orinar, pisar o sentarse sobre una flor que pareáa un jaz-
mín, de rico olor, producía una enfermedad ginecológica en la mujer
y también en los hombres, la cual enfermedad se formaba en las partes
inferiores del cuerpo y que parecía como almorranas", Pero en todo caso,
lo que sabemos de los historiadores es que en ningún momento los he-
chos nos revelan una observancia atenta y razonada; más bien demues-
tran que nacieron de consejos o historias populares. Mendieta en
1945 tras largos años de estudio llegó a la conclusión de que las enfer-
medades leves (rasguños, raspaduras, cortadas por ejemplo) no eran el
resultado de un castigo divino y que su curación podía hacerse sólo a
base de remedios caseros y empíricos, sin mezclar actos mágicos o re-
ligiosos. El médico era llamado a curar las enfermedades agudas y pe-
SCHAPIRO: FIGURAS INDIGENAS COSTARRICENSES 205
ligrosas, diciéndole al enfenno que su dolencia era causada porque "tú
algún pecado has cometido", mientras en los casos leves le ponía algu-
nas yerbas o cosas similares.
En la sociedad indígena ex¡stlan médicos de ambos sexos que
ejercían sus actividades hasta con cierto aspecto de especialización y
que contaban con un enorme número de productos, especialmente ve~
getales, usados como medicamentos; había parteras que sabían cómo
acomodar el feto para evitar el parto distócico; se abrían abscesos y
se suturaban heridas: se hacía todo esto porque los indígenas no querían
sufrir ni morir. Su actitud frente a la enfennedad era la lucha y una
lucha de tipo militar, para sobrevivir, y de lucha con la conciencia para
poder vivir mejor y no sufrir más enfennedades. El destino de los
indígenas en el otro mundo no dependía de la conducta durante su
vida sino de las condiciones en las que la muerte tenía lugar. Los recién
nacidos iban al sitio donde existe el "árbol nodriza"; los que morían
en la guerra o las mujeres que morían durante el primer parto iban a
la Casa del Sol; los que morían ahogados, fulminados por el rayo o
víctimas de "la lepra", "la gota", o "la hidropesía" iban al lugar deno-
minado Tlalocan. Los que morían de otras enfermedades eran los me-
nos favorecidos pues iban a la región de los muertos, al Mitclan, donde
la sobrevida era sólo de 4 años.
Se ve pues que las muertes más favorables, o es decir, las en~
fennedades que más les gustaban al indígena eran las que le conducía
al "Olimpo" de ellos; con las demás enfennedades buscaban toda ma-
nera de curarse para evitar una mUerte transitoria, llena de penalidades
e intranquilidades. En conclusión se puede decir que aun las delicias
prometidas después de ciertas muertes, el indígena no deseaba morir;
por eso, en cuanto enfermaba, o cuando la mujer tenía dificultades para
parir, recurrían a médicos y parteras. Ya sabemos que los indígenas te-
nían buenos conocimientos de la distocia en el embarazo; conocían ula
lepra", la "gota" y la "hidropesía", y durante el tiempo preclásico, cuando se
originó el dios de la lluvia empezaron a conocerse una serie de enferme~
dades como gota de la mano, de los pies o de cualquier parte del cuero
po; el tullimiento de algún miembro del cuerpo o de todo éste; el enva-
ramiento del pescuezo o de otra parte del cuerpo; el encogimiento de
algún miembro o el pararse yerto. Confonne Sahagún (4) nuevamente
todas estas enfennedades se relacionaron con los dioses del agua y del
viento y pueden corresponder a alteraciones reumáticas de articulaciones
y de músculos.
Siempre habíamos creído que las enfennedades venéreas llegaron
al nuevo mundo con los conquistadores, pero confonne lo que dice el
médico Fernando Martínez Cortés, los indígenas creían que el dios Xc-
chipilli, deidad del placer del amor y de la prostitución causaba ciertas
enfennedades venéreas. Así se ha encontrado en el "Libro de los Desti-
206 REVISTA MEDICA 06 COSTA RICA
nos" donde el destino de! indígena estaba marcado desde e! día de su
nacimiento "para que Xochiquétzal no te castigue con bubas incurables
y otras enfennedades contagiosas tú mujer labrandera, debes ayunar an-
tes del día 7 .flor" (Fuente Códice Borgia).
No es posible en el corto espacio disponible, hacer un resumen
completo de la Patología, congénita o adquirida, conocida por nues-
tras poblaciones indígenas, pero ya nos damos cuenta en lo poco que
he relatado, que muchas enfemledades que hemos creído netamente
nuestras, fueron conocidas por nuestros antepasados pre-hispánicos; que
un estudio de la Historia Médica de nuestro país debe empezat con
e! estudio de lo encontrado en los cementerios pre-colombinos y de
allí para adelante. Todo lo escrito en los párrafos anteriores han sido
ideas o impresiones que he adquirido durante e! estudio de las piezas
indígenas que tengo en mi colección personal basándome en la roa·
yoda de las cosas en lo que se ha descrito en referencia a los Indígenas
de México. Aparentemente mis suposiciones, aun sin ser un arqueólogo
experto, están basadas en hechos ya comprobados, ya que la Doctora
Doris Stone previamente ha escrito sobre esta. relación e intercambio
de modales. En agosto de 1966, esta patrona de! Arte Indígena descri-
bió para la "Asociación de Amigos del Museo", una vasija de Tlalóc,
dios de la lluvia, encontrado en El Panamá, Bahía Culebra, Guana-
caste, que pertenece a la fase culturalde Teotihuacán 3" y que tiene
aproximadamente 1'500 años. Carlos Balser, también aseSOr Honorario
de nuestro Museo describe unas orejeras de la misma época, ambos arte~
factos teniendo anexos y relaciones Íntimas con la medicina si uno lee
cuidadosamente estas dos presentaciones. Basta con esto para asumir
nuevamente que nuestras costumbres indígenas fueron adaptadas y co-
piadas de nuestros compañeros del Norte, pero la aplicación, la fidelidad
con que se copiaron estas costumbres y las leyes variaban con la región
.costarricense donde reinaban nuestros antepasados. Es natural que las
costumbres y las ideas, las prácticas y las normas fueron más idénticas
a las de México en nuestro territorio del Norte que en el territorio
sureño.
Ya sabemos bien que todo lo encontrado en las tumbas indígenas
tiene una razón para estar allí, es decir, conforme la religión, las normas
de vida etcétera, el muerto tenía que ser acompañado por artefactos de
utilidad para él en la vida nueva. Así pues, encontramos utensilios de
uso diario para su alimentación; si fue guerrero, se le acompañaba de
sus armas útiles; si fue Cacique, de sus ornamentos reales y hasta se
les hacían figuras (por parte de familiares o amistades) en honor de sus
capacidades, cualidades o en memoria de un evento anterior a su
muerte. También se nos dice que se entierran imágenes de su persona
indicando la causa de la muerte como un recordatorio en la vida eterna
de sus pecados mortales; por otro lado se hacen estas figuras para en-
fatizar una anormalidad o un fenómeno físico del muerto que lo ha
SCHAPIRO: FIGURAS INDlGENAS COSTARRICENSES 207
destacado durante la vida. Tenemos que tener en mente cuando estu~
diamos estas figuras hoy día que nUestros indígenas sabían cómo pre·
servar los cadáveres, ya que no enterraban sus muertos de inmediato
sino los envolvían en telas, previamente habiendo sometido el muerto
a un ahumamiento y después de un año, entonces si se le enterraba
los huesos restantes. Hay que adarar aquí que esta costumbre variaba
con la región del país y con las tribus indígenas, en relación a todos
estos actos religiosos, la momificación, la envoltura del cadáver, la
colocación en su puesto temporal y al final, el rescate y entierro de
los huesos caían en manos de los sacerdotes y sus acólitos, especial~
mente adiestrados en este arte y quienes tenían la obligación de impartir
sus conocimientos a esos especialmente escogidos para esta tarea. Hoy
día todavía se practican estas costumbres en ciertas partes de Talamanca.
Este trabajo ha sido realizado con la colaboración del Servicio de
Anatomía Patológica del Hospital San Juan de Dios; deseamos dejar
constancia de nuestro agradecimiento a don Carlos Balser S., Asesor
honorario del Museo Nacional, por sus consejos, ayuda técnica en la
preparación del documento y por las facilidades hechas al ofrecer su
colección personal de libros especializados que facilitaron la labor; y al
señor Charles Rozaire, Arqueólogo de Los Angeles County Museum,
Los Angeles, California, por su autenticación de los artefactos.
RESUMEN
La grandeza de la riqueza anatomo-patológica que se encuen·
tra en el arte precolombino costarricense, no ha recibido hasta los mo-
mentos, el enfoque que merece. Los doctores Peña Chavarría, Aguilar
Bonilla y el suscrito, son en mi conocimiento los que más han dedicado
sus colecciones a ese punto de vista. Para poder descifrar el enigma
de las representaciones patológicas indígenas de Costa Rica, no es de
un médico aislado, porque requiere la colaboración de opiniones de
todas las especialidades, si deseamos saber de qué padecían nuestros
antepasados.
Anatomía Patológica:
Estamos sumamente agradecidos al doctor Manuel Pérez Zeledón
por su gentíleza en obsequiamos la Revista Médica de Costa Rica de marzo
1941 en la cual aparece un editorial del Dr. Joaquín Zeledón Alvarado,
más un trabajo valioso sobre "Contribución a la prehistoria médica de Costa
Rica". Tomen nota que este trabajo es hecho por un costarricense de origen
alemán, doctor en ciencias y no por un médico. Para nosotros estos
dos trabajos eran completamente desconocidos, ya que no los habíamos
encontrado durante las encuestas que hicimos de los trabajos existentes
en e! Museo Nacional y tampoco aparecen en el tarjetero indiciario de
títulos en la Biblioteca Nacional.
Cabe enfatizar que el editorial especifica que el trabajo patroci-
nado por e! Director de! Museo Nacional, Prof. Valerio es e! PRIMER
208 REVISTA MEDICA DE COSTA RICA
ttabajo que se haya publicado en Costa Rica y aun en Centto América
sobre prehistoria médica, y es exclusivamente dedicado a tres encuen-
ttos en figutas de piedta sin mencionat attefaetos de atcilla o barro,
cosa extraordinaria ya que asumimos que éstos se encontraban también
en esas épocas. La editorial ptedica en casi nuesttas propias palabras
"La mayotía de las reptesentaciones de edad de piedra no obedecen
seguramente sólo a motivos históricos, sino, ante todo, a móviles má~
gico--religíosos".
Von Bülow describe un monstruo univitelino, de dos cabezas,
juzgando por tal motivo que la sífilis existía en América antes de la
llegaba de los europeos, conclusión que habíamos llegado a asumir por
una. figura de harro en nuestra propia colección. Su segundo caso, casi
paralelo con unos de nuestta colección lo califica como de tipo de edema
por una desnutrición general con desórdenes circulatorios locales del
sistema porta O con grandes exudados de origen infeccioso. Su con·
clusión entonces es que el modelo o era un cirrótico o sufría de un tumor
que por compresión alterara la circulación Local o era víctima de una
peritonitis tuberculosa.
Es interesante ver Como Von Bülow analiza punto por punto,
la figura, separando las partes del cuerpo humano y después juntándo-
las de nuevo para llegar a un supuesto diagnóstico con una lógica y
facilidad de técnica que nos deja asombrados pero también admirados
por encontrar un primer trabajo de esta índole.
Deseamos terminar recalcando unas palabras expresadas en el
editorial: "Todavía la exploración de la medicina indígena ES UN
VASTO CAMPO INEXPLORADO. EN TODO CASO EL IM-
PULSO, ESTA DADO, LA SEMILLA SEMBRADA; NO
DUDAMOS DE QUE LA OBRA SE PROSEGUIRA." Así lo
esperamos.
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