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CONSECUENCIAS ECONÓMICAS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL 
La segunda guerra mundial fue mucho más destructiva que la primera. El 
armamento más moderno utilizado segó muchas más vidas (unos 16 millones de 
militares). Pero, además, el enconamiento entre los adversarios fue mucho más profundo 
lo que puso en marcha políticas de aniquilación sistemática de las poblaciones civiles, que 
acabaron con la vida de otros 26 millones de personas. La más conocida consistió en los 
campos de concentración, trabajo forzoso y exterminio ideados por los nazis. Pero no fue 
la única. Los mismos nazis realizaron operaciones de exterminio in situ en múltiples 
ocasiones. La ferocidad de la guerra involucró por completo a los no combatientes. Ahí 
donde la guerra fue más cruenta las pérdidas de vidas fueron millonarias y afectaron 
hasta un diez por 100 de toda la población (así fue en la URSS, Polonia, Alemania y Yugos-
lavia). 
La guerra constituyó un esfuerzo económico centralizado, repitiendo las pautas de 
la primera, pero a una escala mucho mayor. Los grandes contendientes —entre los que no 
estaba Francia, que fue ocupada fulminantemente por las tropas alemanas—: Alemania, el 
Reino Unido, Italia y la URSS, más Estados Unidos y Japón fuera de Europa, trataron de 
centralizar férreamente todas sus operaciones y destinaron al esfuerzo bélico una 
proporción de los recursos nacionales (del PIB) netamente superior a la que habían 
dedicado durante la primera gran guerra. La fuerte movilización militar y económica tensó 
al máximo las capacidades productivas de todos los países implicados. De hecho, el paro, 
que aún coleaba como una herencia de la gran depresión, desapareció por completo por 
efecto de la movilización bélica. El PIB no aumentó en el conjunto de Europa, aunque sí en 
los países beligerantes que no sufrieron la ocupación militar. El caso más extremo es el de 
Estados Unidos. En cambio, la ocupación nazi implicaba una desviación del esfuerzo 
productivo hacia finalidades, usualmente militares, definidas por el alto mando alemán. El 
cuadro siguiente pone de manifiesto la diversidad de las trayectorias de los países 
contendientes. 
Las potencias del Eje habían realizado el grueso de su preparación para la guerra 
antes de la misma. Alemania se esforzó al máximo para aumentar su PIB, pero sus resultados 
fueron muy discretos. Peores fueron los japoneses, y aún más decepcionantes los italianos, 
aunque en este último caso hay que tener en cuenta que Italia pasó a ser un país ocupado a 
partir del verano de 1943. El esfuerzo bélico nazi debe ser apreciado juntamente a dos 
otros elementos: el de sus aliados filofascistas y el de los países ocupados. Los países 
aliados del Eje mantuvieron, a trancas y barrancas, el nivel del PIB de preguerra. Los más 
próximos a Alemania, como Austria (que no era realmente un aliado sino que fue 
anexionada por Alemania), lo consiguieron a lo largo de la guerra y sólo se hundieron el 
último año, con la ocupación aliada. Bulgaria y Hungría, dos ejemplos de aliados tardíos, 
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lograron resistir la caída del PIB mucho mejor que los países ocupados. Éstos, la evolución de 
cuyo PIB está descrita en la parte intermedia del cuadro, tuvieron una trayectoria desastrosa. 
Los que llegaron a un mejor modus vivendi con el invasor, como Noruega, se limitaron a 
caídas máximas del PIB del 17 por 100. Dinamarca, Holanda y Bélgica sufrieron caídas 
superiores al veinte por 100. Dinamarca, que llegó a caer un 22,5 por 100 en 1941 se fue 
recuperando después en la medida que no resulto conflictiva para Hitler. Holanda y Bélgica 
empeoraron su trayectoria cada año. En 1943 ya estaban un veinticinco por 100 por 
debajo de su PIB de 1939. Mientras Bélgica, liberada y administrada por los aliados 
tempranamente, remontó en 1944, Holanda sufrió duramente la guerra en 1944 y llegó a 
hundirse a la mitad de su PIB prebélico. Francia sufrió, año tras año, más que los anteriores; la 
ocupación y la guerra sumieron en el caos y la destrucción el noroeste de su territorio. Como 
en los demás países, la ocupación significó desorganización, sabotajes y desvío de recursos 
productivos (material de transporte, maquinaria, materias primas, trabajadores) hacia 
Alemania, de modo que el aumento del PIB alemán se obtuvo, en buena medida, vía 
explotación de países ocupados. El esfuerzo bélico consumía enormes recursos, y 
esquilmaba una extensión creciente de territorio, y con una intensidad cada vez mayor. En 
algunos países —los escasos datos de Grecia lo muestran— la explotación y el caos fueron 
profundos, llevándose por delante dos tercios del PIB. 
Los países beligerantes aliados comenzaron con mal pie. La Unión Soviética, pese a 
haberse preparado intensamente para la guerra entre 1938 y 1940, resistió mal los primeros 
embates de la ofensiva alemana. Perdió grandes cantidades de territorio y su PIB se redujo 
en un cuarto entre 1940 y 1942. El gran éxito soviético y de Stalin fue su capacidad para 
reorganizarse y para preparar una movilización total de sus recursos productivos. El esfuerzo 
supremo para resistir se concretó en una espectacular recuperación del PIB —y de la 
capacidad militar soviética— del 45 por 100 en 1943. Es una tasa increíble, que sólo puede 
entenderse en circunstancias excepcionales y temporalmente limitadas. De hecho, una vez 
la guerra se fue ganando, ya en 1945, la tensión decayó. Por su parte, y tras unos primeros 
meses de desconcierto, Gran Bretaña logró dinamizar su economía mejor que lo hiciera la 
alemana y sin pesar sobre territorios ocupados. Gran Bretaña se apoyó mucho en sus 
recursos imperiales (no tan cuantiosos como los disponibles en 1914, que ya habían sido 
consumidos parcialmente a lo largo de la primera guerra mundial) y en los prestados por 
Estados Unidos. El PIB británico logró su máximo en 1943; después cedió —reflejo de que la 
guerra llegaba a su propio territorio (son los años de los bombardeos sistemáticos del sur de 
Inglaterra por parte de la aviación alemana)—, y hubiera tenido problemas de no ser por la 
ayuda estadounidense. Ahí radica el «milagro» aliado de la segunda guerra mundial. El éxito 
productivo de Estados Unidos fue espectacular. Con la contienda lejos de su territorio, y un 
enorme potencial productivo subutilizado desde la crisis de 1929-1933, la nación 
norteamericana logró prácticamente duplicar su PIB de 1939 en sólo cinco años. Aún hoy se 
siguen estudiando los factores de tal éxito. Residen en la total utilización del trabajo y el 
capital, con un particular énfasis en la cantidad y calidad del trabajo. Los norteamericanos 
trabajaron mucho más de lo que habían trabajado antes y de lo que estarían dispuestos a 
trabajar después y, además, trabajaron con más atención, entusiasmo y compromiso. 
 
CUADRO 68. Evolución del PIB de países beligerantes, ocupados y neutrales, 1939-1945 
(1939=100) 
a) Países beligerantes 
 
Año 
 
Alemania Gran Bretaña Italia URSS 
 
Japón 
 
EE. UU. 
 1939 100 100 100 100 100 100 
1940 100,7 110,0 100,6 113,9 102,9 107,7 
1941 107,1 120,0 99,4 98,1 104,3 127,3 
1942 108,5 123,0 98,1 86,9 103,8 152,8 
1943 110,7 125,7 88,9 126,8 105,2 183,2 
1944 113,5 120,8 72,2 135,2 100,7 198,6 
1945 80,7 115,5 56,6 108,2 50,4 190,6 
b) Países ocupados 
 
Año 
 
Francia Bélgica Holanda Dinamarca Noruega Grecia 
 1939 100 100 100 100 100 100 
1940 82,5 88,1 88,1 86,0 91,1 ... 
1941 653 83^ 83,4 77,5 93,3 ... 
1942 58,5 76,3 76,3 79,2 89,7 61,4 
1943 55,5 74^ 74,4 88.0 87,9 ... 
1944 46,9 78,9 49,9 97,2 83,3 ... 
1945 50,9 83,6 51,1 89,9 93,3 36,4 
c) Países aliados del Eje, países no beligerantes y países neutrales 
 
 Países aliados del Eje Países no beligerantes Países neutrales 
Año Austria Bulgaria Hungría Finlandia España Portugal Suecia Suiza 
1939 100 100 100 100 100 100 100 100 
1940 97,4 97,4 93,2 94,8 108,6 93,5 97,0 101,0 
1941 104,4 99.3 93,7 97,9 108,6 102,2 98,7 100,4 
1942 99,1 94,5 98,498,2 114,7 100,8 104,7 97,8 
1943 1014 974 ... 1094 117,7 107,6 109,4 97,0 
1944 104,1 90,1 ... 109,6 122,9 113,7 113,0 99,3 
1945 43,0 70,3 ... 103,2 114,2 109,3 116,1 127,8 
Fuente: Maddison, 1995, excepto la URSS: Hanison, ed., The Econonúcs of World II: Six Creat Po-wers in International Comparison, 
Cambridge University Pies, Cambridge, 1998; y Portugal: Batista, Martins, Pinheiro y Reís, New Estimates for Portugal's GAP, 
Banco de Portugal, Lisboa, 1997. 
Nota: (...) sin datos. 
 
Los países neutrales europeos fueron pocos y pequeños: Portugal, Suecia y Suiza. 
Finlandia y España fueron no beligerantes, que es una manera delicada de señalar que 
tenían su corazón en un lado pero que no podían entrar en la contienda por diversos 
motivos. Finlandia, porque había perdido una guerra relámpago contra la URSS, en la que 
había cedido territorio a cambio de mantener su independencia y su neutralidad. España, 
porque acababa de salir de su guerra civil. Aunque debía grandes favores a Hitler y 
Mussolini, Franco se mantuvo básicamente no beligerante (pero permitió el envío de 
algunas tropas de voluntarios al frente ruso para apoyar a los alemanes): el país estaba 
demasiado débil como para arriesgarse a entrar en guerra. La misma posición hegemónica 
de Franco hubiera sufrido en caso de hacerlo. Los verdaderos neutrales aprovecharon la 
guerra, pero de modos diversos. Portugal, bajo una dictadura corporativista pero 
comprometida con Inglaterra por una alianza plurisecular, supo nadar y guardar la ropa. Los 
años de la guerra fueron de bonanza económica. Suecia sufrió la desorganización inicial de 
toda la economía europea, pero supo adaptarse como proveedora neutral del bloque del 
Eje y mejoró netamente su PIB de 1941 a 1945. Suiza quedó al margen de la guerra, 
impedida de ejercer un papel verdaderamente neutral al estar básicamente rodeada por las 
tropas alemanas o por sus aliados. Jugó un papel importante en el «blanqueo» de dinero 
entre los dos bloques contendientes y aguantó como pudo la situación entre 1939 y 1944, 
sin ganancias ni pérdidas. El momento mágico sobrevino en 1945 cuando la neutralidad 
suiza atrajo a muchos nazis en su huida. Con ellos llegaron oro y divisas en grandes 
cantidades. 
 
 
A. Carreras, “El siglo XX entre rupturas y prosperidad (1914-2000)” en Historia 
Económica de Europa, siglos XV-XX, pp. 381-385.

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