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PLANIFICACION DISEÑO Y GESTION PARTICIPATIVA DEL PAISAJE - FABIO MARQUEZ

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PLANIFICACIÓN, DISEÑO Y
GESTIÓN PARTICIPATIVA
DEL PAISAJE
FABIO MÁRQUEZ
PLANIFICACIÓN, DISEÑO Y
GESTIÓN PARTICIPATIVA
DEL PAISAJE
FABIO MÁRQUEZ
nobuko
Foto de tapa: Jornada de diseño participativo de Pueblo Esther (Gran Rosario), año
2010. Cecilia Reeves
Diseño de tapa: Liliana Foguelman
Diseño general: Florencia Turek
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
Impreso en Argentina / Printed in Argentina
La reproducción total o parcial de este libro, en cualquier forma que sea, idéntica o
modificada, no autorizada por los editores, viola derechos reservados; cualquier uti-
lización debe ser previamente solicitada.
© 2011 nobuko
ISBN: 978-987-584-334-9
Junio de 2011
Este libro fue impreso bajo demanda, mediante tecnología digital Xerox en
bibliográfika de Voros S.A. Bucarelli 1160. Capital.
info@bibliografika.com / www.bibliografika.com
Venta en:
LIBRERIA TECNICA CP67
Florida 683 - Local 18 - C1005AAM Buenos Aires - Argentina
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E-mail: cp67@cp67.com - www.cp67.com
FADU - Ciudad Universitaria
Pabellón 3 - Planta Baja - C1428EHA Buenos Aires - Argentina
Tel: 54 11 4786-7244
Márquez, Fabio
Planificación, diseño y gestión participativa del paisaje. - 1a ed. - Buenos Aires:
Nobuko, 2011.
200 p. : il. ; 21x15 cm. 
ISBN 978-987-584-334-9 
1. Paisajismo. 2. paisaje. 3. Diseño. I. Título
CDD 743.836
ÍNDICE
1 Prólogo - Paisaje social (o proyectar paisaje con la gente)...........7
2 Introducción.............................................................................................13
3 El paisaje...................................................................................................15
4 Participación y diseño...........................................................................19
5 Guía de procedimientos para un proceso de diseño participativo
de espacios verdes públicos ...............................................................39
6 Material informativo ............................................................................77
7 Algunas consideraciones .....................................................................81
8 Sobre rejas y perros ..............................................................................89
9 Niñas, niños y adolescentes ...............................................................93
5
10 Equipo de trabajo................................................................................109
11 Comunicación social ............................................................................113
12 Gestión del paisaje ...............................................................................121
13 Planificación del paisaje .....................................................................127
14 Evaluación de Impacto Paisajístico..................................................141
15 Educación del paisaje..........................................................................147
16 Epílogo....................................................................................................149
17 Anexos .....................................................................................................151
18 Bibliografía............................................................................................189
6
1|PRÓLOGO
PAISAJE SOCIAL 
(O PROYECTAR PAISAJE CON LA GENTE)
Dr. Arq. Roberto Fernández
Quizá el inicio de la noción de paisaje como producción humana
para el disfrute haya sido un gesto típico de gobernantes autocráti-
cos y de costumbres elitistas, ya sea en algunos monasterios medie-
vales, en las señorías renacentistas y por cierto en las cortes
ilustradas del barroco, con lo cual parques y jardines e incluso gran-
des modelaciones del territorio –como en el caso de Versailles en
que hubo que modificar la estructura topográfica de toda una
región y su matriz de escurrimiento hídrico– fueron emergentes de
actos emanados de un poder omnímodo asociado a artistas contra-
tados, dineros inconmensurables para una ingente ingeniería para
obtener geometrías antinaturalistas. 
Hubo que esperar a que el luego célebre diseñador del Crystal Palace
(ese megainvernadero de la expo británica de 1851, con que muchos
historiadores de la arquitectura hacen arrancar el movimiento
7
moderno de ésta), el jardinero Joseph Paxton diseñara a inicios de
1840 el primer parque público urbano, Birkenhead, en Manchester,
pensado como espacio de recreación pública y financiado por dona-
ciones espontáneas de la población a la cuál iba a servir, ofreciéndo-
le un testimonio del british style de una naturaleza free dentro de
una ciudad industrial, por demás patológica en su calidad de vida
popular.
El presente libro de Fabio Márquez se inscribe en esa línea de pensar
y proyectar el paisaje de los espacios verdes públicos urbanos como
un exponente del progreso social y de la dotación de equipamientos
que procuren un estado de bienestar a la población urbana, de la
misma forma que ésta ha sido beneficiada desde inicios del siglo
moderno con educación o sanidad y en menor medida con transpor-
te público y habitación digna, pero mucho menos sin duda, de espa-
cios para el descanso, el tiempo libre pero también para la
interacción social, la educación ambiental y la calificación del espa-
cio público sobre todo para aquellas minorías (que sumadas son
mayoría) que son los niños, los ancianos y todos los que deben agre-
gar a su vida social ese goce que supone un contacto con lo natural.
Márquez se alinea de esa forma, en aquellos proyectistas que como
su citado Halprin, piensan el paisajismo como una cuestión más
social y funcional que estética y formal: no vacila de tal forma, en
contar (con una elegante discreción que evita nombrar la referencia
concreta), como una premiada y multipublicada plaza diseñada por
arquitectos en la zona norte del conurbano porteño a pesar de tal
reconocimiento diría autista, fue calificada en los últimos puestos
de valoración en una encuesta de vecinos y usuarios. 
Confrontación que agudiza así la tensión entre el gusto de elite de
los grandes proyectistas y sus estilismos a la page y el gusto popu-
lar, quizá deformado por la banalización de los mass médiums pero
que debe tenerse en cuenta a la hora de un llamado diseño partici-
pativo, no para aceptar así como así tales estéticas populistas pero
8
si para deconstruir su sentido y avanzar en una clase de proyectos
que pueda a la vez pertenecer al mundo del buen diseño calificado
por sus expertos, pero garantizando su aceptación efectiva por la
sociedad a la que se dirige. Cuestión nada fácil que exige un tiempo
y estilo de proyecto paciente y elaborado, por cierto distinto al rela-
tivo autoritarismo de la gestualidad del diseño de autor. 
Márquez apunta que esa paciencia proyectual debe ser un aspecto
de aquello que Jordi Borja mencionara como el lujo necesario a
agregar al proyecto de un espacio público, que serán los únicos a
disfrutar por poblaciones completas y no por segmentos diferentes
de ellas. 
Para ello Márquez dedica el largo capítulo 5 de su libro a ofrecer una
guía de procedimientos para un proceso de diseño participativo de
espacios verdes públicos como contribución detallada y principal de
sus ideas para favorecer otro estilo de trabajo. Su background en ese
sentido, es procesar su larga experiencia de trabajo desde el sector
público (básicamente alrededor de dos proyectos realizados en los
inicios del 2000, los parques Indoamericano y Quinquela Martín),
así como algunos trabajos de consultoría privada en ciudades
medias de Santa Fe y Buenos Aires, además de la rica información
obtenida con su trabajo en la recientemente constituida Red
Argentina del Paisaje, un foro multitudinario, diverso y regional-
mente representativo que expresa en sus reuniones, la síntesis de
muy variados trabajos a lo largo y ancho del país.
Márquez transmite a su vez, una valoración por la experiencia cata-
lana en relación al desarrollo de proyectos paisajísticos en particularponderando las estrategias de planificación de ese cuño que traba-
jan temas como indicadores y objetivos para la planificación y ges-
tión del paisaje o unos criterios de evaluación de impacto
paisajístico que sugiere incorporar a los diversos instrumentos ya
existentes de gestión ambiental a fin de asegurar la calidad y dura-
bilidad de los proyectos de paisaje mas allá de sus méritos estéticos.
9
De esa forma parece evidente que a Márquez le importa más la ges-
tión que el proyecto de estos espacios, es decir no tanto el acto por así
llamarlo creativo de la propuesta, sino el marco de validación de la
misma, su encaje en necesidades sociales y barriales, su legitimación
por cuenta de quiénes luego serán sus usuarios, su viabilidad o posibi-
lidad concreta de realización, su mantenimiento e incluso mejora-
miento en manos de una efectiva apropiación por los usuarios.
El diseño participativo que propone se mueve así en la línea de un
reconocimiento básicamente fenomenológico de esta clase de espa-
cios, no tanto por hipervalorar una planta o un plan sino por asegu-
rar una multiplicidad de acciones que puedan ser emprendidas por
los futuros usuarios, incluso desplegando una creatividad alrededor
de usos y funciones que ellos inventan y que hasta incluso, van más
allá del proyecto original.
Se acerca así a discutir en esencia, la cuestión de una efectiva admi-
nistración de una clase de diseño democrático e inclusivo, temática
álgida y laboriosa pero crucial desde la administración pública y
temática que abre polémicas sobre cuestiones y decisiones recien-
tes sobre parques y plazas urbanas, como sus cercamientos (que
quizá vuelven al aristocrático esquema de los squares o parques pri-
vados ingleses), o el uso (y abuso), que los parques tienen o pueden
tener por parte de la abundante fauna doméstica que puebla nues-
tras ciudades o como las plazas tienen que interactuar eficazmente
respecto de usuarios algo espontaneístas como niños o jóvenes. 
Todo esto no puede quedar resuelto desde este libro sino mas bien
ser presentado como una agenda de discusión sobre la efectiva y
pertinente relación entre proyecto y participación, entre equipa-
mientos públicos y ejercicio de voluntades y libertades democráti-
cas dentro de comunidades organizadas pero no autoritarias, entre
el saber técnico y estético de los especialistas y los deseos, necesi-
dades y costumbres de los colectivos sociales que usarán estos
espacios.
10
Este libro abre más que cierra o define estas cuestiones y si bien está
claramente del lado de favorecer intensamente procesos de partici-
pación popular integrados y democráticos, tampoco quiere favore-
cer un populismo acrítico sino mas bien tomarse el delicado y
complejo trabajo de proyectar con la gente, no solo para la gente.
11
2|INTRODUCCIÓN
Bienvenidos a todos los que inician la lectura de este trabajo, que
realicé con el objetivo de aportar a los desafíos contemporáneos de
la actividad profesional del Paisaje, compartiendo mis ideas, expe-
riencias y propuestas con la intención que se tomen como elemen-
tos de un camino que se está construyendo entre muchos, sobre las
nuevas prácticas que requiere nuestra sociedad en la manera de
decidir sobre la calidad de su hábitat y el rol de los profesionales del
Paisaje.
Estamos en una situación incipiente en acciones de las que se des-
criben en este material y estoy seguro que permanentemente se
irán sumando nuevas experiencias. La intención es que sea tomado
como apoyo a esos desafíos a enfrentar, sometiéndolo a debate y no
tomándolo de manera esquemática o dogmática lo que aquí
13
El paisaje como sustancia que nos envuelve y somos parte
de él, requiere de nosotros para su existencia porque sin
las personas que lo desean, el paisaje no existe.
F.M.
encuentren. La acción sobre el paisaje requiere siempre de creativi-
dad y me sentiré conforme si este libro estimula la creatividad de
muchos colegas a desarrollar nuevos aspectos, que aquí no estén
contenidos, resolviendo circunstancias con criterio y compromiso.
Es mucha la gente con la que he compartido experiencias y situacio-
nes de las que he extraído aprendizajes, que me permitieron ir for-
mulando y reformulando mi actuación ante desafíos en los que tuve
la responsabilidad de actuar en más de 15 años, de estar explorando
la situación de la participación social y el paisaje. A todos ellos les
estoy agradecido por ser parte de la construcción empírica y teórica
que nutre mi pensamiento. Este libro lo siento como una devolución
abierta de algo de lo que solo he sido un aglutinante de experiencias
colectivas, que ha modo de síntesis me ha tocado ser el que las com-
pendie y comunique.
14
3|PAISAJE
El paisaje es el modo en que las personas perciben el territorio, el
espacio donde habitamos, transitamos o visitamos, desde la mirada
de la sociedad que lo considera como tal, sea bello o no. La manera
de actuar sobre el territorio desde la disciplina del Paisaje, es consi-
derando prioritariamente la condición subjetiva de los componen-
tes que este pueda tener, a través de la valoración de las personas
que están involucradas con él. El paisaje está compuesto de datos
objetivos como la forma del sitio, sus componentes físicos y biológi-
cos, o el clima entre otros aspectos y los datos subjetivos como su
estética, sus contenidos sociales y culturales, y todo aquello que
hace a las sensaciones que genera en la gente.
Hay muchas definiciones que se han propuesto para dar una des-
cripción técnica sobre lo que es el paisaje de modo contemporáneo.
15
“Cualquier paisaje es un estado del espíritu.”
HENRY-FRÉDÉRIC AMIEL
Pero el acuerdo alcanzado en el Convenio Europeo del Paisaje del
año 2000, parece ser el que es el más claro en términos universales
para guiar la acción de los que intervenimos profesionalmente: 
“Por paisaje se entenderá cualquier parte del territorio tal
como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de
la acción y la interacción de factores naturales y/o humanos” 1. 
El paisaje son las personas que lo definen, el paisaje es una construc-
ción cultural de una sociedad y lo que esa sociedad expresa a través
de su calificación del mismo, nos está diciendo mucho de ella y las
necesidades, deseos y valores que posee. Ese es el corazón en la
actuación de un profesional del Paisaje, ya que como prestador de
un servicio a la comunidad, debe respetar los ideales que han lleva-
do a una construcción colectiva histórica. Esto no quiere decir que
hay que hacer seguidismo descomprometido o demagógico con lo
que esa sociedad plantea. Aquí es donde el profesional debe aportar
lo suyo desde su formación y sus conocimientos, para identificar los
valores que deben fortalecerse, las cuestiones que deben desesti-
marse y las consideraciones que deben proponerse para lograr el
mejor paisaje posible para esa sociedad que precisa de esa apoya-
tura técnica especializada.
Un paisaje está compuesto por muchos paisajes que a modo de matrios-
kas están unos dentro de otros, pero que también se yuxtaponen, se
16
1 La Red Argentina del Paisaje elaboró la siguiente definición de paisaje: “Entendemos al
paisaje como el espacio vital donde el hombre se relaciona con la naturaleza en forma
colectiva o individual actuando en ella y modificándola con connotaciones ambientales,
sociales, culturales, económicas, históricas y políticas. Es la fisonomía geográfica de un
territorio con todos sus elementos naturales y antrópicos y también los sentimientos y
emociones que despiertan en el momento de percibirlos. Es un recurso natural, un bien
ambiental, dinámico, y que al ser apropiado por la sociedad que lo habita, lo transfor-
ma y lo culturaliza. El paisaje influye sobre el hombre y este sobre el paisaje”.
mezclan o se contradicen. Paisajes patrimoniales, sonoros, gastro-
nómicos, consumistas, industriales, naturales, rurales o urbanos y
podemos seguir con una lista extensa de clasificaciones descriptivas
de paisajes. Estos paisajes hay que clasificarlos identificándolos,jerarquizando su impronta dentro de su paisaje contenedor y bus-
cando comprender sus relaciones, tanto sean éstas armónicas o
conflictivas. Esta tarea es técnica, es la tarea que debemos desple-
gar profesionalmente con la participación de las personas que están
vinculadas a ese paisaje, para darnos la información y valoración
con que los aprecian (o no), para luego someter a consideración con
ellos las acciones a realizar, para ir hacia el paisaje que se requiere.
Hay paisajes evidentes, de alta visualización, físicamente muy pre-
sentes. Otros son sutiles o intangibles, vinculados a expresiones cul-
turales o relaciones de la biodiversidad local de difícil lectura. A
veces los contenidos de estos otros paisajes actúan como las espe-
cies claves de un ecosistema, son estratégicos en la vida y dinámica
de ese paisaje total aunque cueste identificarlos. He aquí otra tarea
muy importante que debemos realizar para lograr los objetivos
necesarios para ese paisaje.
A esta altura queda claro que el Paisaje al que me refiero es una dis-
ciplina bastante más amplia que lo que habitualmente en nuestro
país se denomina “paisajismo”. Sin desvalorizar el diseño de jardi-
nes privados o el diseño especialmente acotado al uso de material
vegetal, debe entenderse que el desafío profesional actual al que
nos debemos, es afrontar nuestra disciplina hacia el diseño de los
espacios públicos, planificación del territorio, elaboración de pla-
nes urbanísticos o regionales, con improntas ambientales y socia-
les, con sumo compromiso ético ya que allí es donde estamos
haciendo falta.
17
18
¿Qué es el paisaje?
Rueda del Paisaje (traducción del autor).
Landscape Character Assessment Guidance of England and Scotland
The Countryside Agency & Scotish Natural Heritage. Año 2002
4|PARTICIPACIÓN Y DISEÑO
Debo decir que la palabra participación sin un contexto explicatorio
no quiere decir nada. Se la ha utilizado tendenciosamente como
adjetivo a acciones de gobierno, sabiendo que la recepción de la
población es prejuiciosamente positiva, donde ha producido de
manera premeditada situaciones lindantes con la estafa y el enga-
ño, ya que al agregar la palabra “participativo” se propone tácita-
mente el sobreentendido de que se va a tener en cuenta lo que la
gente demanda. Debo aceptar que ha habido excepciones ingenuas
de buena fe, donde realmente tenían la intención de desarrollar pro-
cesos participativos genuinos, pero al no tener idea de la manera de
llevarlos adelante, terminaron en estrepitosos fracasos. Otros en los
que yo mismo he sido parte, fuimos traicionados por los funciona-
rios políticos al abandonar el compromiso asumido de concretar lo
19
“La diferencia entre paisaje y paisaje es poca, pero hay una
gran diferencia entre los que lo miran.”
RALPH W. EMERSON
que había producido la instancia participativa. Pero en las últimas
décadas, generalmente la intención de abrir una instancia participa-
tiva no fue sincera, y en casi todos los casos sumamente limitada.
Esto ha generado cierta desconfianza y descreimiento a convocato-
rias participativas de parte de la gente hacia los gobiernos. Por lo
que la tarea de producir procesos de planificación, diseño o gestión
participativa tiene un esfuerzo extra, que es revalorizar la instancia
de la participación social activa de manera genuina.
También sucede que muchos profesionales con la responsabilidad
de llevar adelante proyectos de espacio público, no están de acuer-
do en abrirlo a la participación de la población y en todo caso acep-
tan que solo sea limitada al nivel de consulta o exposición de lo que
ellos diseñaron para que la gente lo conozca con anticipación.
Formados bajo conceptos autoritarios y en el modelo del profesio-
nal paternalista, se les hace muy difícil entender que no son los úni-
cos portadores del conocimiento necesario, para llevar a buen
puerto un proyecto. Tienen una incomprensión manifiesta sobre un
proceso de participación social activa y se oponen firmemente a ella,
espantándose ante la posibilidad de que los vecinos diseñen. Es muy
difícil debatir sobre estas cuestiones con gente que está tan ence-
rrada en esta situación, pero no hay que dejar de intentarlo, porque
en muchos casos no tuvieron la opción de conocer otras maneras de
proyectar.
Otra cuestión es cuando se cruzan cuestiones que tiene que ver con
la ética en la práctica profesional. La participación real hace proce-
sos más transparentes y que restringen acciones de corrupción en la
administración de un proyecto. Nuestro país vive una época de
corrupción generalizada, que se expresa también en muchas situa-
ciones de administración pública, donde no están exceptuados pro-
fesionales que se encuentran en puestos de toma de decisión. Estas
personas indudablemente están en contra de los procesos participa-
tivos, camuflando su discurso en las posiciones de los otros que
20
mencioné. Aclarando que lo ético cruza la frontera de lo criminal
al por ejemplo diseñar con materiales según conveniencia de
algunos proveedores, inflando precios o cómputos. También debe
existir un compromiso ético no solo de buenas prácticas, sino que
también desde parámetros ambientales. Un profesional del
Paisaje debe actuar siempre de manera responsable sobre el pai-
saje en cuanto a su sustentabilidad. Donde su accionar en cuanto
al compromiso ambiental, hace también a divulgar pedagógica-
mente sobre la sustentabilidad.
En los concursos de ideas y propuestas para espacios públicos que se
han organizado en las últimas décadas por distintos organismos
gubernamentales, con respaldo de FADEA, SCA y Colegios de
Arquitectos, jamás se han puesto en las bases instancias siquiera de
consulta a la participación de los potenciales usuarios del sitio obje-
to del concurso. Siendo más grave la situación, ya que generalmen-
te siquiera hay en el jurado alguien especializado en Paisaje. Se nota
en la calidad de los proyectos premiados, más allá de la eficacia en
la prestación que debían ofrecer a la población que debían asistir.
Pero como se premian entre pares, sus egos imponen un pacto de
silencio y complicidad continuando con una práctica corporativa,
ineficaz, elitista y deshonesta. Como prácticamente ninguna obra es
revisada luego de su ejecución, queda librada a la subjetividad del
crítico la calidad real del sitio construido, porque así como no se con-
sultó a la gente antes de hacerlo, tampoco se lo hace después para
conocer la opinión del resultado. Muchas veces estos profesionales
critican a la población que utiliza un proyecto realizado por ellos,
por su mal uso y que no tienen cultura para valorar la obra que dise-
ñaron. Cuando en la mayoría de los casos resulta que el proyecto no
se adecúa a las necesidades de la población que debía atender.
Hay un caso en un partido del norte costero del conurbano bonae-
rense, que sí fue verificado por la administración municipal. Que
había encargado a un estudio de arquitectos realizar un proyecto
21
contemporáneo en una antigua placita del municipio que estaba
degradada. El proyecto que se realizó sin participación social activa,
se construyó dejando la calesita, el monumento que le da nombre y
algunos árboles grandes; al que luego se lo paseó por publicaciones
de Arquitectura y recibió varios premios dados por organizaciones
de arquitectos. Este municipio genera encuestas anuales de satis-
facción y expectativa de la gestión, a través de una consultora priva-
da. Al año siguiente de haber sido inaugurada la placita, la
consultora realizó la encuesta donde se incluyeron todas las obras
públicas. Esta placita tan premiada y publicada quedó última en la
lista de calidad de todas las obras públicas realizadas, con serios
cuestionamientos a su diseño y prestación2. Este caso que utilizo a
modo de ejemplo de las malas prácticas que están generalizadas,
permite comprender las lógicas existentes y que no se visualizan en
la actividad proyectual cotidiana.
El modo de generar un nuevo proyecto desde la práctica autorita-
ria sobre un sitio existente, es despreciandolo que hay en el lugar
y tomarlo como tabla rasa para hacer un nuevo proyecto, que no
esté contaminado por nada de lo anterior y que su proyecto sea
22
2 Encuesta de satisfacción y expectativa del año 2006, realizada por IC Argentina para el
municipio donde se encuentra la plaza. En las encuestas de satisfacción y expectativas
que realiza IC Argentina en diferentes municipios, la valoración de las principales obras
y actuaciones de la ciudad son siempre muy bien calificadas. Es muy raro que los ciuda-
danos califiquen a las obras nuevas debajo de un 8 (nota promedio, para una escala de 0
a 10, como en la escuela). Además, otro componente que tiene significativa importan-
cia, es el nivel de conocimiento que los ciudadanos poseen sobre dicha obra. Es precisa-
mente a este conjunto al que se le solicita que califiquen la actuación. En el caso del que
hablamos, en la edición 2006 de la encuesta referida, se solicitó a los ciudadanos que
reconozcan y califiquen a las 13 principales obras que desarrolló el municipio. La meto-
dología es preguntar si conoce la obra “xxxx” y en caso de conocerla que la califique con
una nota de 0 a 10. Sobre estas 13 obras la que calificó con la menor nota fue la remo-
delación de la plaza en cuestión, se le adjudicó un 7,14. Por sí mismo esto no sería una
mala nota, pero lo que es cierto es que ha sido la peor calificada de las 13, y un 16% de
los encuestados le colocó una nota inferior a 5 puntos, es decir la reprobó.
claramente solo el del autor. Estas plazas o parques que se man-
data intervenir, estén degradados o no, tienen cargas afectivas y
de historia social de sus usuarios en muchos rincones del sitio, que
deben tenerse en cuenta antes de borrarlos de un plumazo sin
siquiera reconocerlos. Por respeto a la memoria de la gente y el
vínculo que tienen con el paisaje, toda reforma de un espacio
verde debe tener en cuenta estas situaciones para resolver la
manera posible de no perderlas. Mucho más cuando el espacio
tiene carácter patrimonial, sea formalizado por alguna normativa
o no, porque ya no solo tiene contenidos de la memoria social de
sus usuarios, sino que posee aspectos de diseño, historia, entorno
o construcción que otorga valor desde la sociedad en su conjunto.
Para ello no es necesario que tenga que ser especialmente una
plaza antigua como las diseñadas por Carlos Thays, sino que la
característica de patrimonial es porque posee una carga de valo-
res que la hace singular y por lo tanto debe preservarse. Luego
puede debatirse en función de distintas tendencias del
Patrimonio, si hay que reconstruir, adaptar o restaurar, y basarse
en los conceptos de la Carta de Florencia del ICOMOS sobre los jar-
dines históricos. Puedo agregar conceptos de Pierre Donadieu, al
que le oí expresar:
“que el paisaje es el patrimonio que posee los componentes
esenciales del espacio vivido por la sociedad, siendo la cultura
territorial de un pueblo”.3
Mi crítica al modelo autoritario-paternalista no sólo es por la falta de
eficacia en el producto que se concreta, sino que también critico lo
23
3 Pierre Donadieu en el Seminario políticas públicas de paisaje y gestión de espacios
libres en regiones urbanas: introducción al Landscape Urbanism, de la Maestría Paisaje,
Medioambiente y Ciudad desarrollada en la FAU - UNLP, año 2006.
que genera en la sociedad receptora, la que no solo necesita una
buena infraestructura de equipamiento urbano. El proyecto requiere
también tener en cuenta los valores intangibles del espacio público y
la manera de realizarlo puede estimularlos o negarlos. Cuando un
proyecto está realizado sin participación y llega al barrio como un
plato volador generalmente incomprensible, el vínculo de los usua-
rios con esta obra no existe y deben generarlo. Ante un proyecto
ineficiente este vínculo pasa a ser conflictivo y en vez de ser cohesio-
nador, termina siendo muy eficiente en actuar como desarticulador
social. Debido a esta situación es que un proyecto debe tener como
premisa fundamental para establecer parámetros del buen diseño,
su capacidad de fortalecer los lazos sociales en el tejido barrial, esti-
mular la solidaridad, la tolerancia, el respeto al otro diferente, la inte-
gración, sumar valores colectivos de apropiación de lo público, y esto
no se expresa materialmente si no hubo un proceso en que lo mate-
rial posea la carga de estos valores, que se producen por los que par-
ticiparon en esa materialización, de modo concreto, colectivo y con
pertenencia al objeto.
La participación a la que me refiero es la que permite que los convo-
cados a participar de un proceso participativo, estén lo más involu-
crados posible en la decisión del objeto convocante. Entonces tengo
que aclarar que la referencia que tiene la población en términos
generales de una convocatoria participativa, generalmente es de
participación pasiva. Cuando es consultada sobre su opinión de un
proyecto a realizarse y esa opinión “será tenida en cuenta” pero no
es vinculante con los decisores que abrieron la consulta, que puede
ser por encuesta o en organización de asamblea vecinal. Los consul-
tados lo viven como una decepción al no vislumbrar dónde quedó su
opinión en el proyecto. Ya que la participación social debe ser algo
más que proporcionar a los vecinos la información de un proyecto,
para que se manifiesten por sí o por no, la participación social debe
ser transformadora y para ello debe ser activa, con una metodología
24
con técnicas que permitan que todos se expresen, que circule libre-
mente la información y que se puedan construir acuerdos concretos.
Los vecinos deben ser parte del equipo de proyecto y sentirlo de este
modo con convencimiento, facilita la confección del proyecto de
manera eficiente.
El paisaje debe diseñarse con participación social y para lograrlo hay
que aplicar metodologías concretas. Metodologías que articulen y
complementen herramientas proyectuales con herramientas socia-
les. Los equipos que se conformen para realizar estos diseños, debe-
rán ser interdisciplinarios y conducidos por profesionales del Paisaje.
En los tiempos que corren pareciera que el Diseño, en sus más
amplios campos, no conllevara inexorablemente una impronta ideo-
lógica. Si bien el objetivo de este libro no es debatir sobre la relación
contemporánea entre Diseño e Ideología, al referirme al diseño del
Paisaje inmediatamente establezco un posicionamiento que es indi-
simulable, ya que es donde se manifiesta la sociedad expresando su
situación y la manera en que el Estado a través de sus gobiernos for-
mula la respuesta. Esta propuesta aporta una respuesta aplicable
tanto sea en términos de eficiencia y eficacia para lograr el objetivo,
como en el discurso ideológico que contiene hacia el tipo de paisaje,
espacio público, ciudad o territorio que debe lograrse: democrático,
inclusivo, igualador, que promueva la tolerancia y la solidaridad.
Desde el convencimiento de que se debe actuar sobre el paisaje de
manera abierta a la participación social, en este trabajo propongo
que esa participación debe seguir un procedimiento metodológico.
Una metodología que guíe su implementación. No como receta
dogmática para seguir al pie de la letra, sino por el contrario, para
que sea una referencia para la actuación de los profesionales incum-
bentes, encontrando una guía de apoyo que les permita andar su
propio camino.
Accionando desde prácticas ecosóficas (tal como las define Guattari),
el profesional del Paisaje debe ser dúctil, flexible y con una mirada
25
amplia del ambiente en que tiene que desenvolverse. Pretendo
fundamentar también un modo de actuar desde la disciplina del
Paisaje y ofrecer una herramienta práctica para llevarlo adelante.
En las últimas décadas en las ciudades argentinas, el espacio públi-
co ha sido percibido como un lugar de nadie, en vez de ser el lugar
de todos. Pero la cuestión es un poco más compleja que expresar
que un lugar público es percibido como de nadie, ya que como enun-
cia Augé:
“Si un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacio-nal e histórico, un espacio que no puede definirse ni como
espacio de identidad ni como relacional ni como histórico,
definirá un no lugar”. 
Ese lugar de nadie entendido como no lugar puede tener muchos
orígenes y materializaciones, en nuestro caso nos referiremos a los
lugares en los que se aplicó diseño y el mismo no obtuvo los resul-
tados deseados. Gehl dice:
“Experimentar el atractivo de un determinado espacio es tam-
bién una cuestión relacionada con el diseño de ese espacio y
con la calidad de las experiencias que ofrece el entorno físico,
sea o no bonito”. 
Proyectos emplazados de manera arbitraria, proponiendo usos y
funciones que no se adecuaron a las necesidades de los vecinos, han
generado falta de apropiación colectiva en muchos espacios públi-
cos. En algunos casos primaban caprichos de autor, que a priori
podían ser interesantes, pero que en la práctica fracasaban al
encontrarse con la población que debía hacer uso de esos espacios.
La ausencia de una adecuada comunicación entre gobernantes y
26
gobernados, aumentó la distancia entre los proyectistas y las perso-
nas a las que debían atender esos proyectos. Muchas intervenciones
realizadas afectaron la vida social comunitaria de manera negativa
y los responsables del proyecto no toman registro de esto o no com-
prenden cómo los usuarios no aprecian su creación. Volvemos a
Gehl:
“Por tanto, en cualquier circunstancia, la interacción entre las
actividades sociales desarrolladas en los espacios públicos y
los procesos sociales debe considerarse en varios aspectos:
teniendo en cuenta los requisitos previos que existen en cada
zona concreta y los variados intereses y necesidades de las
diferentes clases de habitantes o usuarios dentro de esas
zonas. En cualquier caso, se puede apreciar que el marco físico
puede influir en mayor o menor medida en la situación social
de los habitantes”. 
En muchos casos de reciente concreción, se puede percibir que las
intervenciones realizadas en el espacio público fortalecieron el indivi-
dualismo creciente y la disminución de la solidaridad en la sociedad.
Sumando mantenimientos defectuosos, nulos o contraproducentes
que construyen un discurso confuso sobre el accionar del Estado sobre
el espacio público. 
“Agreguemos que evidentemente un no lugar existe igual que un
lugar: no existe nunca bajo una forma pura…” (Augé), la falta de
situaciones puras o de evidencia clara es la que invierte la carga de
la responsabilidad. Se formula un discurso encubierto de que la
población es inculta y que no sabe utilizar un espacio tan “bien”
diseñado, y no se permiten los autores cuestionarse que lo que falla
es otra cosa. Vayamos a Kevin Lynch:
27
“La creación de la imagen ambiental es un proceso bilateral
entre observador y observado. Lo que él ve se basa en la forma
exterior, pero la manera cómo interpreta y organiza esto, y
cómo orienta su atención, influye a su vez en lo que ve. El orga-
nismo humano es sumamente adaptable y flexible, y diferen-
tes grupos pueden tener imágenes sumamente diferentes de
la misma realidad exterior”.
Esa diversidad de imágenes está construida por la propia diversidad del
género humano, la riqueza de su cultura y el pensamiento desarrolla-
do por matices ideológicos diferentes. Entonces, cuando se llegó a
entender (o se pretendió creer que se entendía), que no se puede dise-
ñar desde la solitaria mirada del proyectista, se instrumentaron diver-
sas maneras de obtener información para conocer al público potencial
al que debía servir el proyecto. Encuestas, reuniones para que los veci-
nos expresen sus demandas, relevamientos del entorno del espacio a
tratar; establecieron aproximaciones que no alcanzaron para la obten-
ción de proyectos eficientes. No todos los vecinos demandan lo mismo
y no se ofrece información ni canales de comunicación para que esa
demanda pudiera expresarse claramente. Eso sigue otorgando al pro-
yectista un amplio margen de arbitrariedad en la toma de decisiones
proyectuales. Lo que significa seguir cometiendo el mismo error, pero
ahora empeorándolo con el uso de la palabra participación, ya que el
término se utiliza para otra cosa: como mecanismo de recopilación de
datos y opiniones, pero no está vinculado a la toma de decisiones. Para
entender sobre lo que se juega en un proceso de participación activa
cito a Ferullo de Parajón: 
“Tres dimensiones básicas de la participación socialmente
activa: ser parte –pertenencia, relacionado con identidad per-
28
sonal–, tener parte –tener algo que decir, que recibir, que ofre-
cer–, y tomar parte –actuación crítica–”, y “… toda participa-
ción es un acto de ejercicio del poder; que asume diferentes
formas y produce distintos efectos según la red de sobredeter-
minaciones en juego en cada caso”. 
Cuando se utiliza la palabra participación pero no hay disposi-
ción a permitir participar en la toma de decisiones, se da una
situación parecida al engaño, ya que no habiendo mecanismos
transparentes en la decisión adoptada, muchas personas a las
que se les dijo que estaban participando, no entienden por qué
el producto realizado no tiene que ver con lo que ellos manifes-
taron. Como ya mencioné, el uso de la palabra participación
posee una carga de prejuicio positivo, que siempre tiene buena
recepción en la población, 
“Pero también, en parte, es consecuencia de la utilización
indiscriminada y manipuladora [de la participación] que
difunde deliberadamente su valoración social positiva a fin
de predisponer de manera favorable a la gente con respec-
to a ella”
Ferullo de Parajón
Vamos a mostrar un ejemplo exagerado pero expresivo:
Un encuestador entrevistando a una vecina de la plaza:
- “¿De qué color le gustaría que estén pintados los bancos?”
- “Verdes”.
- “Muchas gracias por su participación”.
Luego se decide que los bancos sean pintados de color gris. Se consi-
dera que la persona consultada había participado, aunque su opinión
29
no fue tenida en cuenta o se había descartado. Tampoco se genera
una instancia de devolución o explicación de la decisión tomada por
los proyectistas a las personas consultadas. El problema no se resuel-
ve exclusivamente con mejores y eficientes métodos de recopilación
de demandas, sino que hay que dirimir entre las disímiles posturas
que expresan los vecinos. El proyecto debe contener la diversidad cul-
tural, social, de género y etárea de la gente que debe utilizar el espa-
cio a tratar. Buscando establecer compromisos de respeto y
tolerancia entre los distintos miembros de esa diversidad. 
“El impacto en la toma de decisiones aparece como la caracte-
rística central de todo proceso de participación, incluso como
la que determina su grado de importancia social” 
Ferullo de Parajón
La fragmentación y heterogeneidad de la sociedad contemporánea,
conjugada con los problemas de la vida urbana, cuya complejidad es
inédita respecto de la ciudad histórica del siglo XX, comprometen a los
proyectistas a no conformarse con las recetas que funcionaron hasta
hace 30 o menos años. El Estado es mucho más ineficiente en su ges-
tión cotidiana sobre el espacio público y la planificación prácticamen-
te se ha abandonado en las órbitas gubernamentales. Nuestro
sistema organizativo de vida se ha burocratizado y la democracia
actual es un sistema administrativo deficiente, pero que nos permite
explorar en su reformulación sobre la actuación en el espacio público.
A las cuestiones estéticas y funcionales clásicas de un parque públi-
co, hoy está aceptado sin resistencias que hay que incorporarle con-
ceptos de sustentabilidad ambiental (y por ende económica),
proponiendo uso racional del agua, vegetación de bajo manteni-
miento, fortalecimiento de la biodiversidad, que no tenga barreras
urbanísticas, que sea inclusiva, entre otras cosas. También hay que
30
formularse el involucramiento de sus usuarios en el buen manteni-
miento, en la programación de actividades sociales y en el compro-
miso de pertenencia colectivo del lugar. Ante la posibilidad de
diseñar un nuevo espacio o reformularuno existente, esta situación
se presenta como una excelente oportunidad de actuar en este sen-
tido de manera excepcional.
El diseño participativo surge como una herramienta para lograr pro-
yectos eficaces, que no conformen solamente desde el punto de vista
tradicional del Diseño del Paisaje, sino que contengan conceptos socia-
les que favorezcan la construcción de una sociedad mejor con obras efi-
cientes. Incorporando valor agregado a la disciplina de la actuación del
Paisaje, en un mundo donde es necesario cada vez más interrelacionar-
se con otros saberes para optimizar los resultados deseados. Los profe-
sionales del paisaje que actúen en el espacio público, deberán conducir
y apoyarse en profesionales de las ciencias sociales, para lograr que sus
proyectos cumplan con los objetivos que se formulen.
Desarrollar procesos de diseño participativo no es una cuestión
meramente voluntariosa. Debe enmarcarse en métodos con técni-
cas concretas y definirse claramente los alcances de la participación
deseada. Los eficaces métodos participativos son los que establecen
medios de comunicación entre gobernantes y gobernados, pero que
también proponen y estimulan la comunicación entre los vecinos. Es
decir que deben establecerse certeros canales de comunicación que
permitan el diálogo entre los participantes y herramientas para
poder establecer acuerdos, 
“… todo diseño grupal es: un disparador de efectos; un admi-
nistrador del poder circulante del grupo; una cuestión primor-
dialmente teórica, metodológica, ideológica y ética y, en
último término, una cuestión técnica” 
Ferullo de Parajón
31
Hay que considerar a las plazas y a los parques de la ciudad como
sitios privilegiados para el encuentro ciudadano, es decir, para la
comunicación y para los vínculos sociales. Es preciso entender que
esta metodología colabora para proyectarlos como espacios colecti-
vos, mejorando la calidad de vida de sus habitantes. Estos procesos se
desarrollan de manera diversa, de acuerdo a las situaciones sociourba-
nas, a la escala y a las demandas de intervención. Se despliegan de
manera estratégica, poniendo en práctica diferentes niveles de parti-
cipación, que se van articulando, formando un camino creciente.
Cuando se diseña un nuevo espacio público o se decide su reforma de
manera sustancial, la correcta implementación de un proceso participa-
tivo con los potenciales usuarios, optimiza el resultado y el éxito del lugar
a construirse. Un proceso participativo debe ser inclusivo y abierto,
fomentando la tolerancia y el respeto hacia el otro y sus ideas. La meto-
dología participativa permite también establecer marcos pedagógicos a
los participantes para poder asumir que el espacio público es el de todos.
El diseño participativo de un espacio público no es, ni puede ser, un enun-
ciado demagógico. Los vecinos son parte del equipo de diseño, aportan
sus necesidades, sus historias, las conexiones del barrio, la cultura local.
Son socios fundamentales para que los profesionales del paisaje, puedan
dirigir sus conocimientos técnicos e improntas creativas hacia un proyec-
to coherente, funcional y constructor de sociedad democrática. Por ello
los paisajistas deben actuar esencialmente con comunicadores sociales y
sociólogos. Este diseño se caracteriza por un tratamiento técnico de
modo interdisciplinario y por la participación real de usuarios y vecinos de
esos espacios; es decir, por un involucramiento que apunta a la toma de
decisiones y control ciudadano. No debe entenderse que se elude la res-
ponsabilidad del proyectista en el objeto final producido, 
“… el diseño participativo es un proceso de interacción entre
usuario y planificador en el cual ambos se influyen…“ 
Ferullo de Parajón
32
Como en todo equipo de proyecto hay jerarquías y responsabilida-
des diferentes, la participación de los usuarios posee la misma lógi-
ca que los distintos especialistas que conforman el equipo. Es
responsabilidad del director de proyecto la correcta conducción del
equipo, que en el caso del proceso de diseño participativo, debe
manejar la metodología apropiada para sostener esa conducción
del equipo y del proyecto.
El acto de diseñar es eminentemente un acto creativo, en el que la
formación especializada debe conjugarse con la inspiración y el
talento artístico. En el caso de la plaza o del parque la cohesión de
los vecinos con los diseñadores, ofrece un valor agregado para for-
talecer ese hecho creativo que va a constituir un nuevo paisaje
urbano, con las funcionalidades que permitan los usos necesarios y
la impronta que generará esa nueva imagen en el barrio. Para que
el diseño participativo sea una herramienta de gestión concreta y
exitosa, podemos citar una serie de elementos que enuncia
Darquea Sevilla:
� “Voluntad política, tanto de las autoridades locales, como
de los representantes de las organizaciones de la sociedad
civil para concertar acciones.
� Actitud positiva municipal hacia la relación con la comuni-
dad y al cambio en la gestión local.
� Incorporación de los diferentes niveles municipales –directi-
vo, asesor y operativo– en el proceso planificador y de los
representantes legítimos de las organizaciones de la socie-
dad civil.
� Participación del intendente, liderando el proceso para ase-
gurar su legitimación y puesta en práctica.
� Definición de la prioridad por parte de la comunidad; si no
existe consenso, se debe someter las alternativas a la decisión
33
de la mayoría comunitaria a fin de determinar las prioridades.
La alternativa seleccionada debe ser viable desde el punto de
vista técnico, económico, social, político, financiero, legal,
operativo y ambiental.
� El fundamento de un plan es la información: la comuni-
dad provee información a la municipalidad y ésta a la
comunidad. Esta mutua colaboración le otorga transpa-
rencia al proceso y permite tomar decisiones informadas
que disminuyen el riesgo y posibilitan optimizar el uso
de recursos.”
Esta serie de condiciones básicas para garantizar el proceso par-
ticipativo, son las que dan el marco institucional adecuado para
garantizar los resultados buscados y fortalecer las instituciones
democráticas. En una ida y vuelta, donde la comunidad se hace
cargo de su propio protagonismo y deja de ser una receptora
pasiva de los servicios gubernamentales, y el gobierno deja de ser
un mero prestador de servicios. Comprendiendo que el esfuerzo
conjunto entre gobierno y comunidad, potencia el desarrollo de la
sociedad hacia estándares de vida que no siempre se pueden
cuantificar en datos estadísticos, como el disfrute social de
una plaza.
Los responsables de organizar y convocar a un proceso participativo,
cumplen un rol pedagógico sobre todos los valores que se ponen en
juego con el objeto convocante y la manera de actuar sobre él. Así
como Paulo Freire decía que:el papel del educador es ayudar al edu-
cando a comprender críticamente su realidad para transformarla, el
rol de los técnicos no es el de imponer o hacer sentir su conocimien-
to especializado sobre los participantes, sino que por el contrario
colaborar en transmitirles los datos necesarios para las decisiones
que se deberán tomar, con discursos comprensibles y llanos, abiertos
34
a escuchar lo que la gente diga del modo que puedan y ser receptivos
de las demandas, críticas y necesidades que expresen.
A modo de ejemplo de la manera de transmitir conceptos que hagan
a mejorar la percepción del paisaje y poder tomar decisiones en con-
secuencia, tomemos el ejemplo de los bancos de plaza. Como equipa-
miento primero deben prestar su primera función, que es sentarse
cómodamente. Para ello deben ser ergométricos en sus proporcio-
nes, tener respaldo si propone un sitio para estar sentado un rato (los
bancos sin respaldo son para sentarse brevemente, en una pausa de
recorrer o caminar por un sitio y se hacen muy incómodos si se desea
permanecer un tiempo prolongado en él), de materiales de poca
refracción térmica siendo el más amable la madera (que deberá
garantizarse que no esté tratadacon tóxicos peligrosos o provenien-
te de bosques naturales), con apoyabrazos que agradecerán los adul-
tos mayores y las embarazadas. Una vez que optamos por un buen
banco, hay que elegir los sitios donde deben ubicarse ya que la vista
que se proponga para la persona sentada, debe ser un paisaje pensa-
do que pueda ofrecer tranquilidad, como un espacio con ornamenta-
ción vegetal y de poca circulación peatonal; u ofrecer entretenimiento
como un sitio donde se ve a otra gente circular o esparcida en una
prado de césped, o ante un espacio deportivo. También puede ser un
punto de observación del área de juegos infantiles, una obra de arte,
monumento o fuente. Pero siempre debe haber una visual pensada
desde ese banco que interactuó entre la decisión de ubicación del
banco y el espacio que se presenta por delante como campo visual. A
ese banco le podemos ofrecer la sombra de un árbol, un respaldo de
arbustos de flores perfumadas, una luminaria que permita leer en la
noche, y cuidar de no ponerle demasiado cerca un cesto de basura,
eso no está bien. Entonces transmitimos a los participantes que los
bancos no se arrojan sobre la plaza como dados desde un cubilete,
ni se alinean a los caminos de manera automática porque sí. Este
35
ejemplo permite comprender que el objetivo no es que se especiali-
cen en diseño y que ellos elijan dónde colocar los bancos, es para
que transmitan que es lo que desean observar cuando vayan a estar
sentados en esos bancos ubicados en posibles sitios diferentes, y
sirve para que comprendan la lógica de la funcionalidad con las rela-
ciones que tiene cada cosa implantada en una plaza. Generalmente
en un proceso participativo del diseño de una plaza o parque, no
caben todas las cosas que inicialmente se listan como requerimien-
tos. A partir de la comprensión de las lógicas que describimos en el
ejemplo del banco, se hace más sencillo tomar decisiones por los
contenidos que hay que optar y cuales dejar de lado para hacer la
mejor plaza posible.
En el año 1997, en un evento realizado por la Municipalidad de
Rosario, escuché a Jordi Borja comentar algo que luego publicó, que
el espacio público debe ser lo más lujoso posible, porque es el
espacio igualador donde para muchas personas es su único
sitio de encuentro social, recreación y esparcimiento. Que el
lujo en el espacio público no es despilfarro, es justicia. 
Por lo que el Estado no debe escatimar en la mejor calidad posible
de ese espacio público, porque es una necesidad social y no sola-
mente de estética urbana. Si bien comparto este concepto de Borja,
quiero agregar que la manera en que se produce un proyecto de
espacio público, debe contar con el “lujo” de conformar equipos
especializados en diseño participativo, para confeccionar los mejo-
res proyectos posibles.
Sobre las técnicas a aplicar para llevar adelante una metodología de
diseño participativo hay mucho por explorar, ya que según los pará-
metros socioculturales de la población que es convocada, no siempre
funcionan situaciones que fueron exitosas con otros grupos sociales
36
diferentes. Mi experiencia está centrada en habitantes de núcleos
urbanos de distinta envergadura, especialmente en la Ciudad de
Buenos Aires, pero también en lugares de baja escala como
Chascomús o Pueblo Esther en Santa Fe. La situación más diferencia-
da y que quedó inconclusa para seguir explorándola, fue la de las
Jornadas de Diseño Participativo del Parque Indoamericano en el año
2005. Allí había una gran heterogeneidad en la composición de los
participantes (casi 300 personas), donde había gente de clase media
baja de origen europeo de los barrios de Villa Lugano, profesionales,
comerciantes, trabajadores en general; habitantes de barrios infor-
males como bolivianos, paraguayos o argentinos del interior del país,
de distinta composición étnica pero esencialmente con rasgos de
pertenencia de pueblos originarios, los cuales unos reivindicaban y
otros no, donde algunos estaban en situación de dudosa legalidad y
de condición humilde. Hubo un ambiente contenido de tensiones
raciales y culturales, que no llegaron a exponerse abiertamente pero
que solapaban algunos debates y operaciones discriminatorias por
fuera de las reuniones formales. Especialmente los miembros de la
comunidad boliviana fueron los que no terminaban de entender el
juego y se les hacía difícil expresarse y mucho más disputar en los
términos que lo hacían el resto de los participantes. También tenían
conceptos muy diferentes sobre lo que podría ser un parque público,
cosa que tomé conciencia mucho después en conversaciones con
algunos de sus referentes. Luego de las Jornadas, si bien se siguió
avanzando en cuestiones de materialización del proyecto, la instan-
cia participativa se suspendió, el programa de Diseño Participativo
del Paisaje fue disuelto y no hubo oportunidad de buscar otros
modos para la continuación de lo que hubiera sido una experiencia
muy significativa, en trabajar con otros tipos de grupos sociales y
buscar integrar grupos tan disímiles de manera exitosa, que no dudo
que podría lograrse. De Lawrence Halprin: 
37
Cuando hablo de “participación” me refiero a la implicación de
las personas en la programación y el proyecto de paisajes
públicos o comunitarios. Se trata, en efecto, de una forma de
democracia del paisaje en acción. Esta idea surgió de mi con-
vencimiento de que las personas que están implicadas en un
lugar (o en un paisaje) tienen derecho a desempeñar un papel
importante en lo que sucede en él. Este derecho va más allá de
la propiedad literal y se extiende a aquellos que participan en
él en su sentido más amplio. En cierta manera, es parecido al
derecho al voto que tienen dentro de sus comunidades. Si se
utiliza adecuadamente, confiere a las personas el derecho a
participar en decisiones que afectan sus vidas. 
38
5|GUÍA DE PROCEDIMIENTOS PARA UN
PROCESO DE DISEÑO PARTICIPATIVO
DE ESPACIOS VERDES PÚBLICOS
Esta Guía es una propuesta para aplicar una metodología de diseño
participativo basada, entre otras, por las experiencias concretas rea-
lizadas en la Ciudad de Buenos Aires, donde se han aplicado gran
parte de los contenidos presentes. Lo que se describe a continuación
es una guía de procedimientos, cuyo objetivo es orientar al profesio-
nal que tenga intenciones de abrir a la participación social un pro-
yecto de espacio público.
La Guía es un aporte para que los proyectistas del paisaje conduzcan
equipos interdisciplinarios, incluyendo profesionales que proven-
gan de las ciencias sociales.
El diseño del espacio público en estos comienzos del siglo XXI, debe ser
de modo participativo y quiénes conduzcan los procesos de diseño
deben estar capacitados para poder llevarlos adelante, entendiendo
39
“Porque un puente, aunque se tenga el deseo de tenderlo
y toda obra sea un puente hacia y desde algo, no es verda-
deramente un puente mientras los hombres no lo crucen.
Un puente es un hombre cruzando un puente, che.”
JULIO CORTÁZAR (LIBRO DE MANUEL)
que es la única forma de lograr proyectos contemporáneos que sean
exitosos. Esta Guía intenta aportar un camino para generalizar nue-
vos procedimientos proyectuales, que seguramente deberán ser enri-
quecidos en función de nuevas y variadas experiencias.
ESTUDIOS DE FACTIBILIDAD
El primer paso para llevar adelante un proceso de diseño participa-
tivo, es el estudio de la factibilidad del caso. Habrá que evaluar el
entorno habitado, la situación social, ambiental, física, y la disponi-
bilidad política de la gestión pública sobre el modo de actuación. En
esto último nos referimos a la asignación presupuestaria, al apoyo
institucional y a la decisión política de realizar la propuesta. Si bien
en esta Guía se sostiene que el espacio público debe diseñarse con
participación social, hay algunas excepciones. Esas excepciones son
las que hay que evaluar responsablemente, para no forzar un proce-
so participativo donde objetivamente las condiciones no lo permi-
ten. Donde no hay vecindad habitada al lugar, espacios
multitudinariosde transferencia de pasajeros o de uso de escala
regional. En cada caso habrá que sobrepesar las condiciones para
decidir sobre la posibilidad de actuación.
Cuando la evaluación de factibilidad sea claramente favorable a la
aplicación de participación social, entonces habrá que compilar toda
la información disponible para iniciar el proceso. El respaldo institu-
cional del gobierno es fundamental para iniciar el trabajo de mane-
ra sólida y segura.
Es importante resaltar que antes de iniciar la convocatoria pública al
proceso participativo, hay que tener definidos los recursos que el
municipio destinará para materializar el resultado que se obtenga.
Ya sea en un número monetario, materiales y/o mano de obra dis-
ponible o cualquier elemento con que pueda disponerse. Estos
40
datos son los que permiten establecer los límites en recursos efecti-
vos para concretar el proyecto a decidir, ya que cuando se decidan y
acuerden los contenidos del proyecto de modo participativo, las
decisiones estarán enmarcadas en la disponibilidad de esos recur-
sos. No es recomendable hacer un proceso de diseño participativo
con la incertidumbre del presupuesto o recursos disponibles. Por un
lado ofrece desconfianza en los participantes la ausencia de esta
información y por otro no permite darle realismo al proyecto, al no
saber concretamente lo que puede disponerse para su materializa-
ción. Según las circunstancias, puede ser que se cuente con un
monto disponible para gastar en obra pública, en otros disponer de
materiales y recursos humanos que el municipio posee como lumi-
narias, bancos y operarios para hacer el trabajo, o una intervención
mixta de ambas situaciones. Pero hay que poder informar a los par-
ticipantes con lo que se cuenta, cuando menos al iniciar la Jornada
de Diseño Participativo.
FASES DEL PROCEDIMIENTO DE DISEÑO PARTICIPATIVO
RECOPILACIÓN DE INFORMACIÓN
En esta fase se debe compilar toda información estadística existen-
te del área a intervenir. Pero esencialmente se debe relevar la
demanda, tanto sea nivel, variantes, desglose y cuantificación,
para poder analizar la complejidad y diversidad de esa demanda.
Por supuesto hay que hacer inventarios detallados del lugar, pro-
fundizar las descripciones paisajísticas, urbanísticas y sociales. En
esta etapa también hay que establecer los acuerdos con las autori-
dades gubernamentales locales, para incluirlos en el protagonismo
y comprometerlos con la propuesta. Ante la posibilidad de encon-
trarnos con organizaciones vecinales con referencia, se buscará
41
darles participación para la convocatoria a las Jornadas. De consi-
derarse necesario, es el momento de realizar encuestas de opinión
vecinal, favorablemente sin avisar al barrio que la realizaremos,
para evitar que puedan manipularse las respuestas de los encues-
tados. Este es el momento de elección del lugar para realizar las
Jornadas, producir todos los materiales que vayan a ser necesarios
y resolver las cuestiones logísticas. Se podrán entrevistar actores
claves que puedan brindar información calificada para la realiza-
ción del proceso participativo. La información recopilada será clasi-
ficada y organizada, procesando de manera amigable la que será
utilizada para socializar entre los asistentes a las Jornadas.
En esta etapa se diseñan los instrumentos de comunicación para las
convocatorias asamblearias. *Ver Comunicación Social
DIAGNÓSTICO PARTICIPATIVO
El diagnóstico participativo es un momento de la metodología fun-
damental para el desarrollo del posterior diseño participativo. Tiene
por finalidad clarificar las percepciones, las miradas, las opiniones y
los sentidos que tienen los integrantes de la comunidad de usuarios
del espacio verde en cuestión. Este momento permite enfocar pro-
blemas y potencialidades respecto de los objetivos socioculturales a
cubrir por el espacio verde, desde la perspectiva de quienes partici-
pan construyendo el proyecto de plaza. Por lo tanto diagnosticar
colectivamente es generar un espacio de comunicación para acor-
dar criterios para la posterior toma de decisiones proyectuales. Es un
método, pero a la vez es una manera de orientar y desatar procesos
para la toma de decisiones de manera colectiva. Realizar el
Diagnóstico es comenzar con el cambio. El Diagnóstico es ver, cono-
cer o reconocer, para poder comprender las causas de la situación en
la que se encuentra un espacio verde. El Diagnóstico hace posible los
42
cambios, porque ayuda a un conocimiento profundo y razonado de
los hechos y porque permite establecer consensos sistemáticos
sobre la situación existente. El Diagnóstico, comprendido como un
modo participativo de mirar los procesos, se convierte de este modo
en una estrategia comunicativa, porque es una manera de compar-
tir las percepciones de la historia del lugar, sus sucesos y situaciones
actuales, así como el futuro proyecto, el modo de organizarlo y de
llevarlo adelante.
El Diagnóstico tiene dos etapas, una referida al pasado del lugar y
otra vinculada al presente. Ambas etapas se pueden realizar de
manera paralela y forman parte integral del mismo proceso.
El Diagnóstico supone una serie de etapas que tienen que ser atra-
vesadas para arribar a buen puerto.
43
Debatiendo en un grupo de las jornadas de diseño participativo del parque
De Flora Nativa Benito Quinquela Martín, Bs. As., año 2004
1. Fijar objetivos.
2. Establecer herramientas.
3. Reconocer fortalezas y debilidades, describiendo sus causas
(la técnica DAFO simplificada).
4. Determinar tendencias.
5. Elaborar conclusiones del diagnóstico para establecer líneas
de acción en el proyecto.
Proceso de la Jornada de Diagnóstico Participativo
La Jornada consta de diversos momentos de variable relevancia,
cada uno de los cuales aporta al todo para lograr el mejor evento
posible. Ajustarse al cronograma fijado, con puntualidad y siendo
44
Jornadas de diseño participativo del parque Indoamericano, año 2005.
rigurosos, es de suma importancia para alcanzar los objetivos pro-
puestos y para dar una señal fuerte de respeto a los participantes y
al tiempo que ellos están ofreciendo. La difusión previa del crono-
grama permite dar a conocer con anticipación la cantidad de tiem-
po que el vecino deberá ofrecer. Manejar con anticipación la hora en
que culminará la jornada, hace que todos sepamos a qué hora que-
damos libres. El horario de clausura debe sostenerse a rajatabla,
porque de otra manera si se va extendiendo en el tiempo el debate,
la gente se va retirando y se termina consensuando con muchas
ausencias. Aclarar que el horario de finalización es estricto, discipli-
na la optimización del tiempo y ayuda a evitar abusos en el uso de
la palabra. También es muy importante que la jornada se realice en
un ambiente cómodo y acogedor. El lugar debe estar limpio y orde-
nado; es óptimo que haya oferta de bebidas y refrigerio. A la llega-
da de los participantes, es imprescindible que ya estén dispuestas
las sillas, mesas, láminas y lo que sea necesario, en señal de bienve-
nida al que llega para participar. El lugar preferentemente es una
escuela pública –por la percepción de imparcialidad del espacio y
por el equipamiento existente–, pero si no es así, el lugar debe siem-
pre ofrecer la mayor neutralidad con respecto a los interesados y
encontrarse geográficamente cercano al espacio verde objeto de la
convocatoria. Es importante que se realice en un sitio cerrado para
que el clima –lluvia, frío, calor– no afecte la realización de la activi-
dad. Si la situación lo amerita, se realizará una recorrida evaluativa
por el espacio en cuestión como una actividad previa a la jornada. Es
común que surja la propuesta de realizar la jornada en el mismo
espacio verde, pero esta idea hay que desalentarla para no perder
los objetivos del encuentro. No solo afecta la realización del even-
to la situación del clima, sino que también es un problema el equi-
pamiento (sillas, mesas, pizarras, baños) y fundamentalmente la
dispersión de la atención, al poder los participantes entrary salir
de la reunión sin la contención de un espacio cerrado, sumado a la
45
distracción que provoca la propia actividad del espacio público cir-
cundante. Por estos motivos nunca debe desarrollarse la jornada
en la plaza.
Momentos cronológicos de la jornada
1. Recepción
En la puerta de ingreso al lugar del encuentro se coloca una mesa de
acreditación, donde se toman los datos del participante (de modo
voluntario y sin obligación), se lo invita a que marque con un punto de
color en una gigantografía del plano del barrio el lugar en donde vive,
se le entrega una copia del documento de trabajo de la jornada y una
cartulina de color aleatorio con su nombre de pila escrito con una fibra
en el momento, para que con un alfiler se lo prenda en el pecho.
46
Exposición en plenario de lo producido en uno de los grupos 
de las jornadas de diseño participativo del parque De Flora Nativa 
Benito Quinquela Martín, Bs. As., año 2004.
2. Espera previa
En el recinto donde se desarrolla el plenario se deben colgar lámi-
nas, fotografías, planos y la posible maqueta, para que la gente
mientras espera observe la información y comparta opiniones.
3. Comienzo formal de la actividad
Se invita a los participantes a tomar asiento, con las sillas distribui-
das de manera circular. El coordinador de la actividad da la bienve-
nida y presenta a los funcionarios de mayor rango que realizarán su
discurso de compromiso con la actividad. Es muy importante esta
presencia, porque los asistentes perciben mayor credibilidad al pro-
ceso según la jerarquía del funcionario político que se haga presen-
te. Posteriormente el coordinador explica la metodología y si se
considera pertinente, se realiza una exposición, que puede ser una
proyección de diapositivas, con información relevante a tener en
cuenta en los debates. Posteriormente, se invita a los vecinos a tras-
ladarse a los ámbitos de funcionamiento de los grupos, que se iden-
tifican por el color diferente de las cartulinas que cada uno lleva en
el pecho con su nombre. Esta situación genera la dispersión en gru-
pos de personas que vinieron juntas, estratégicamente se promue-
ve la mezcla de los participantes y se fomenta la diversidad en la
conformación de los grupos.
4. Trabajo en grupos
Es importante que cada grupo no tenga más de diez personas, para
favorecer la posibilidad de expresión y el intercambio de opiniones.
Los grupos, de ser posible, se ubicarán en cuartos distintos o a dis-
tancias prudenciales que permitan que las conversaciones de un
grupo no molesten a los otros. En cada grupo habrá uno o dos faci-
litadores que actúan como estimuladores del debate, problemati-
zando o encausando los mismos según sea el caso. Es importante
aclarar que los facilitadores no actúan como representantes del
gobierno, ya que el objetivo de la discusión en grupos es generar el
47
intercambio de opiniones y establecer consensos entre los vecinos.
Los facilitadores garantizan que todos se expresen y que algunos no
monopolicen la palabra. Deben limitarse a inducir análisis de los
problemas y provocar que sean discutidos. No deben opinar y si lo
necesitan hacer, deben hacerlo a modo de sugerencia. Lo más
importante es que escuchen, observen y estén atentos para interve-
nir en el momento que sea necesario.
Al arribar a las conclusiones consensuadas se propone que uno o
más de los participantes enumeren y titulen en un papel afiche los
puntos positivos (fortalezas y oportunidades) y negativos (debilida-
des y amenazas) de la situación del espacio en cuestión. Ante temas
donde no se haya alcanzado consenso, se los incluye en el papel afi-
che, acordando la manera en que se expresen en el plenario. Luego
48
Consenso de un grupo en la jornada de diseño participativo 
de Pueblo Esther (Gran Rosario), año 2010.
se eligen dos relatores integrantes de su grupo, para que cuenten al
plenario lo que consensuaron en el mismo exponiendo el afiche escri-
to. En el caso de que haya puntos no concertados, se propondrá que la
elección de los relatores contemple a dos representantes diferentes,
de las posturas más significativas que pueden estar encontradas. 
El producto de lo expresado, debatido y consensuado por el grupo es
en realidad un autodiagnóstico, donde lo que generó la Jornada es
el espacio y los medios para que hayan podido lograrlo los propios
actores sociales que participan.
5. Plenario de construcción de consensos
Posteriormente al trabajo en los grupos, todos los participantes se
reúnen nuevamente en el salón del plenario para recibir la exposi-
ción de lo sucedido en cada grupo. Los afiches con los consensos se
cuelgan en una pizarra o en la pared, para que luego de concluida la
exposición de todos los grupos se puedan contemplar las afinidades
y las diferencias. Se tratarán en plenario las cuestiones que surjan
como necesarias, para establecer el consenso final que construya el
diagnóstico participativo del espacio verde convocante. Se buscará
respetar en el consenso las divergencias, buscando llevarlas a un
camino conducente que permita avanzar sobre un análisis situacio-
nal, que contenga a todos los presentes. El coordinador agradece y
felicita por la participación de todos y anuncia los pasos a seguir
hacia la próxima Jornada de Diseño Participativo.
Según el cronograma de las actividades de la jornada, se establecen
pausas para almorzar de manera ligera o para un refrigerio. Durante
toda la jornada habrá a disposición de los participantes bebidas
frescas, café, té, agua caliente para mate y galletitas. Se debe dar
atención a que haya cestos para residuos, papel higiénico en los
baños o la prohibición de fumar en el ámbito de las reuniones y todo
aquello que haga a la buena convivencia y comodidad posible para
los participantes del encuentro.
49
Taller con niñas y niños
La plaza es para que la disfruten todos los vecinos más allá de edades,
género o particularidades de uso. Pero esencialmente hay dos secto-
res etáreos que la plaza debe tener en cuenta especialmente, que son
los niños y los adultos mayores. Por cuestiones de movilidad, unos y
otros necesitan que la plaza cercana a su domicilio los tenga en cuen-
ta, ya que tienen menos posibilidades de trasladarse a alternativas
más lejanas. De estos dos sectores los chicos son los que más limita-
dos están, porque dependen generalmente del acompañamiento de
un mayor que los lleve. Para la participación en el diseño de la plaza
hay que desarrollar una metodología diferenciada con los niños y
niñas, ya que en el proceso que se implementa para los adultos
(donde las personas de tercera edad no tienen problemas de partici-
pación), los chicos no tienen posibilidades reales de expresarse. Por
50
Niñas y niños dibujando en el taller del parque 
De Flora Nativa Benito Quinquela Martín, Bs. As., año 2004.
ello debe implementarse de manera lúdica un espacio propio que
registre la opinión de los más chiquitos. Para el taller con los chicos
debe realizarse una convocatoria con especial énfasis en sus familia-
res mayores, ya que de ellos depende su asistencia.
A los chicos hay que tratarlos con respeto y no como si fueran tontos
o hacer ver que nos interesa lo que opinan, pero no considerarlos. Se
realiza un momento especial para que escuchemos y observemos lo
que ellos nos pueden comunicar de lo que estuvieron trabajando y no
lo que muchas veces puede suceder, como nos relata el especialista
norteamericano en diseño participativo Robin Moore: 
“El resultado, no interesando qué es lo que los chicos dicen, es
un montón de aplausos por los adultos, una cantidad de foto-
grafías, muchos comentarios observando sus monadas, una
51
Niñas y niños dibujando en el taller de la jornada de diseño participativo
de la plaza Ameghino, Chascomús, año 2010.
gran respuesta de la prensa (los chicos siempre hacen buenas
historias), pero ningún reconocimiento acerca de lo que dije-
ron como una seria contribución al asunto del debate”.
También Francesco Tonucci nos alerta sobre la importancia de los
niños, sobre todo loque tienen para decirnos y que consideremos
que tienen derecho a usar el espacio público tanto como los adultos.
No merecen ser enjaulados en espacios sectorizados, donde les esta-
mos expresando que ese es su lugar y el resto de la plaza o el par-
que, no. Realizar actividades plásticas y lúdicas con ellos, es para
hacerles más amena la participación de sus opiniones. Por ello es
más importante lo que manifiestan mientras pintan, juegan o dibu-
jan, que el dibujo o la pintura realizada en sí.
Según la variedad de las edades de las niñas y niños participantes,
conviene organizarlos en grupos diferentes para que se sientan más
cómodos.
Es importante identificar lo que los chicos puedan expresar genuina
y espontáneamente del discurso que pueda estar contaminado por
lo que les dijeron sus padres. Muchos niños llegan con premisas
muy fuertes y claras, impuestas por sus padres sobre lo que es mejor
para ellos. Es más importante una sola opinión genuina de un niño,
que muchas con evidente manipulación de los adultos. El proceso
participativo también es una instancia muy importante para reco-
nocer a los chicos desde el mundo de los adultos. Ofreciéndoles con-
ceptos de formación como personas y ciudadanos.
En el Taller
Según el éxito de la convocatoria deben organizarse grupos por eda-
des para optimizar el diálogo. A través de elementos de expresión
plástica (pinturas, papel, masa, crayones), se estimula a los chicos en
la generación de dibujos y formas que expresen la plaza deseada y las
cosas que no quieren en ella. Debe ser un ambiente espacialmente
52
cómodo, ya que es importante que los niños vivan esta experiencia
como una situación acogedora, haciéndoles sentir lo grata que es su
participación, ofreciéndoles bebidas, galletitas o papas fritas y músi-
ca que ellos quieran escuchar. Acompañarlos escuchando lo que
cuentan al desarrollar sus dibujos, intentando que representen situa-
ciones vividas o soñadas en la plaza. Es interesante también que res-
pecto a lo que los niños y niñas propongan, se pueda hacer un gran
dibujo o maqueta donde se plasmen los contenidos que realizó cada
uno. El equipo que coordina el taller debe estar compuesto por ani-
madores socioculturales, o en su defecto por personas voluntariosas
que se sumen con motivación a estimular y coordinar a los chicos. Lo
que sí se presenta como necesario es que por lo menos haya una per-
sona idónea para conducir el taller.
53
Niñas exponiendo sus propuestas en las jornadas de diseño participativo
del parque Indoamericano, Bs. As., año 2005.
Es importante en la planificación integral del proceso de diseño par-
ticipativo, el momento en que debe desarrollarse este taller. La reco-
mendación es desarrollarlo luego de la jornada de diagnóstico
participativo y antes de la jornada de diseño participativo, o quizás
durante la primera etapa de la misma. Las conclusiones del Taller
con los niños y niñas deben estar disponibles antes del momento de
toma de definiciones con los mayores para el diseño de la plaza,
para que éstos tomen en cuenta lo producido por los pequeños. *Ver
Niñas, niños y adolescentes.
DISEÑO PARTICIPATIVO
Este es el momento central de todo el proceso, siendo tanto una
meta de todo lo anterior, al haber podido llegar a esta instancia de
manera exitosa, como también es el piso desde donde se puede
iniciar el proceso real de diseño del lugar. Esta herramienta poten-
cia todo lo desarrollado en el Diagnóstico, madurándolo en un
resultado concreto, sin abstracciones y obteniendo el compromiso
de los participantes. Realizar el Diseño es visualizar el cambio
enunciado en el Diagnóstico. El Diseño es la proyección del futuro
y como tal la esperanza de realizar lo deseado, alimentando la
convicción de que cada participante tiene su grano de arena para
aportar a desarrollar la mejor plaza posible. El Diseño ofrece un
espacio de respeto al vecino, al ser protagonista de la toma de
decisiones que lo incluyen, no siendo excluido por carecer de
conocimientos técnicos. El Diseño es un espacio lúdico donde se
organiza físicamente el espacio público de manera democrática. El
Diseño enseña a entender la lógica de los espacios compartidos
por todos y maneras inclusivas de proponerlo. El Diseño normati-
za conceptos y descripciones, estableciendo una mejor expresión
de la demanda, incorporando vocabulario y conceptos que armo-
nizan los espacios sociales.
54
El Diseño supone una serie de etapas que tienen que ser atravesa-
das para arribar al objetivo final:
1. Zonificar el espacio.
2. Establecer las circulaciones y conectividad.
3. Organizar áreas de sol y de sombra.
4. Establecer el plan de necesidades.
5. Ubicar los usos requeridos.
6. Elaborar conclusiones, lo más cercanas posible a un antepro-
yecto para la realización del proyecto.
Proceso de la Jornada de Diseño Participativo
La Jornada consta de diversos momentos de manera similar a la
Jornada de Diagnóstico, con los mismos requisitos y procedimientos
de lugar, recepción y equipamiento.
55
Plenario de la jornada de diseño participativo 
de Pueblo Esther (Gran Rosario), año 2010.
Momentos cronológicos de la jornada
1. Recepción
Igual que en Diagnóstico, en la puerta de ingreso al lugar del
encuentro se coloca una mesa de acreditación, donde se toman los
datos del participante (de modo voluntario y sin obligación), se lo
invita a que marque con un punto de color en una gigantografía
del plano del barrio el lugar en donde vive, se le entrega una copia
del documento de trabajo de la jornada y una cartulina de color
aleatorio con su nombre de pila escrito con una fibra en el
momento, para que con un alfiler se lo prenda en el pecho.
Además se le entrega el documento con las conclusiones de la
Jornada de Diagnóstico y también el material dado en esa Jornada
a los que no asistieron a ella. 
2. Espera previa
Igual que en la Jornada de Diagnóstico, en el recinto donde se desarro-
lla el plenario se deben colgar láminas, fotografías, planos, maqueta,
para que la gente mientras espera observe la información y comparta
opiniones.
3. Comienzo formal de la actividad
Se invita a que la gente tome asiento (con las sillas distribuidas de
manera circular), luego el coordinador de la actividad da la bienve-
nida a los participantes y paso siguiente explica la metodología nue-
vamente, recuerda los acuerdos alcanzados en el Diagnóstico y
realiza una arenga especial sobre el resultado a lograr. A continua-
ción invita a trasladarse a los ámbitos de funcionamiento de los gru-
pos de manera similar al Diagnóstico.
4. Trabajo en grupos
El funcionamiento y estructura de cada grupo es similar al Diagnós-
tico. En este caso se trabajará sobre la base de las conclusiones de
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Diagnóstico, con un plano del lugar, hojas de calco y crayones o
fibras para expresar gráficamente las propuestas de los participan-
tes. El consenso de cada grupo quedará expresado en un plano, que
puede tener acotaciones escritas, que será expuesto al plenario por
uno o dos integrantes del grupo. Estará disponible una maqueta de
estudio del lugar-objeto en cuestión con su entorno inmediato, en
un espacio central para que los grupos lo utilicen como una herra-
mienta de trabajo más. Es muy útil la maqueta porque estimula el
espíritu lúdico, poniendo y sacando cosas, jugando con una linterna
que simula la luz solar para ver las áreas posibles de sombra, y esen-
cialmente permite apreciar tridimensionalmente la situación de lo
que se propone.
57
Maqueta de estudio para las jornadas de diseño participativo del 
parque De Flora Nativa Benito Quinquela Martín, Bs. As., año 2004.
Plenario de construcción de consensos
Cuando finaliza la tarea en los grupos, todos los participantes se
reunirán nuevamente en el salón del plenario para recibir la expo-
sición de lo sucedido en cada grupo. Los planos con los consensos
graficados se irán colgando en una pizarra o en la pared, para que
luego de concluida la exposición de todos los grupos, se pueda con-
templar las afinidades y también las diferencias. El coordinador

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