Logo Studenta

Devoción_al_Sagrado_Corazon_de_Jesús_San_Alfonso_María_de_Ligorio

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Devoción al
Sagrado
Corazón
de Jesús
San Alfonso María de Ligorio
Redactado por
Thomas M. Santa, C.Ss.R.
2
Imprimi Potest:
Richard Thibodeau, CSS.R.
Provincial de la Provincia de Denver
Los Redentoristas
Imprimatur:
Reverendo Michael J. Sheridan
Obispo auxiliar de la Archidiócesis de St. Louis
ISBN 978-0-7648-0814-2
Propiedad literaria © 1998, Liguori Publications
Impreso en Estados Unidos
12 11 10 09 6 5 4 3
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este folleto puede ser reproducida, almacenada en un
sistema de computadora o transmitida sin el permiso por escrito de Liguori Publications.
Las citas bíblicas provienen de la Biblia Latinoamérica, propiedad literaria © 1972, publicada por
Ediciones Paulinas, Madrid, España. Todos los derechos reservados.
Para pedidos, llame al 800-325-9521
www.liguori.org
3
http://www.liguori.org
Una breve historia de la devoción
La devoción al Sagrado Corazón enfoca la atención en el corazón físico de Jesús
como símbolo de su amor redentor. A pesar de que la tradición nos dice que el
comienzo de la práctica de esta devoción data del año 1000, es más acertado el
dar como fecha de su principio la época de los grandes místicos (san Anselmo y
san Bernardo) entre 1050 y 1150. Para los años de la Edad Media, dado al gran
énfasis que se le daba a la pasión de nuestro Señor, y por los esfuerzos de san
Buenaventura y Gertrudio el Magno, la devoción pasó a ser un medio de
adoración al misterio de Cristo, vivo en la Iglesia.
Esta devoción fue promulgada por los grandes santos, incluyendo a san
Alberto el Magno, santa Catalina de Siena, san Francisco de Sales, al igual que las
grandes órdenes religiosas, tales como la de los Benedictinos, los Dominicos y los
Cartusianos. Sin embargo, debemos mencionar que la santa que más se asocia con
esta devoción es santa Margarita María Alacoque (1647-1690). Sus revelaciones
privadas promovieron el establecimiento de una fiesta litúrgica y la práctica de
ofrecer reparación por los ultrajes cometidos contra el Santísimo Sacramento.
Santa Margarita María influenció considerablemente a san Alfonso en su propia
devoción al Sagrado Corazón.
En los tiempos modernos, fue el Papa Pío IX quien, en 1856, estableció la
fiesta del Sagrado Corazón y animó los esfuerzos del Apostolado de la Oración —
una confraternidad de creyentes que animan a grupos, familias y comunidades a
consagrarse al Sagrado Corazón. En 1928, el Papa Pío XI emitió su encíclica
Miserentissimus Redemptor sobre la reparación al Sagrado Corazón.
La devoción se practica generalmente como preparación para la celebración
de la fiesta del Sagrado Corazón, que se lleva a cabo el viernes luego del segundo
domingo después de Pentecostés. También se practica en conjunto con la
observación de los primeros viernes, una devoción tradicional en muchas familias
y parroquias.
—el redactor
4
Introducción
La devoción de todas las devociones es el amor a Jesucristo.
Un escritor devoto lamenta ver a tantas personas practicar varias devociones
y descuidar al Sagrado Corazón de Jesús. Hay muchos predicadores y confesores
que dicen cosas rimbombantes, pero que hablan poco del amor a Jesucristo.
El amor a Jesucristo debe ser la principal, y de hecho, la única devoción del
cristiano. El amor a Jesucristo debe ser el único objeto y celo de los predicadores
y confesores — todos deben encender en los corazones de aquellos que los
escuchan el amor a Jesucristo. El no llevar esto a cabo es la razón por la cual
tantos progresan tan poco en la virtud y se quedan arrastrando los mismos
defectos. La falta de devoción al Sagrado Corazón es la razón por la cual hay
frecuentes recaídas en el pecado grave, ya que la gente presta escasa atención, y
no se les anima lo suficiente a adquirir el amor de Jesucristo, que es el cordón
dorado que une y ata al alma con Dios.
Por esta razón vino la Palabra Eterna al mundo, para hacerse amar: “Vine a
traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lucas 12,
49). Por esta razón el Padre Eterno mandó a su hijo al mundo, para mostrarnos
su amor y así recibir el nuestro. El Padre nos amará en la misma proporción que
nosotros amemos a Jesucristo: “pues el Padre los ama, porque ustedes me aman y
creen que yo he salido de Dios” (Juan 16, 27). Además, él nos da gracias cuando
las pedimos en el nombre de su Hijo: “En verdad les digo: todo lo que pidan al
Padre en mi nombre, él se los dará” (Juan 15, 16). Sin embargo, nunca nos
conformaremos a la imagen del Señor, ni hemos de desearlo, si no meditamos en
el amor que Jesucristo nos ha mostrado.
Con este propósito se relata que durante la vida de santa Margarita María
Alacoque, una monja de la Orden de la Visitación, el Señor le reveló a esta sierva
su deseo de que la devoción y fiesta del Sagrado Corazón fuera establecida y
propagada por la Iglesia. De esta manera, los creyentes devotos podrían efectuar
reparaciones a su corazón, orando y adorando, por las injurias que recibe
constantemente de la humanidad ingrata cuando está expuesto en el Santísimo
Sacramento del altar. Se cuenta también que mientras esta devota hermana se
encontraba orando ante el Santísimo, Jesucristo le mostró su corazón rodeado de
espinas, con una cruz encima y en un trono de llamas. “He aquí el corazón,” nos
dice ella que Jesús le dijo, “que tanto amó a la humanidad, y que no ha
escatimado en nada por ellos, pero que recibe de la mayoría de la gente, sólo
ingratitud e insultos hacia el sacramento de amor”.
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús, no es más que un ejercicio de amor
hacia nuestro amoroso Señor. Por lo tanto, el objetivo primordial y espiritual de
esta devoción es el amor que arde en el corazón de Jesús por todos.
5
Intentamos ahora satisfacer la devoción de aquellos que viven enamorados de
Jesucristo, y que desean rendirle honor en el Santísimo Sacramento, por medio
de una novena de reflexiones santas y cariñosas al Sagrado Corazón.
6
PRIMERA REFLEXION
7
El bondadoso corazón de Jesús
Aquellos que son bondadosos en todo son realmente amados. Si sólo nos
dedicáramos a descubrir todas las buenas cualidades por las cuales Jesucristo se
hace digno de nuestro amor, todos estaríamos obligados a amarlo. ¿Qué otro
corazón puede haber más digno de amor que el de Jesús? Un corazón puro,
santo, lleno de amor para Dios y para nosotros; porque todos sus deseos son sólo
aquellos para la gloria divina y nuestro bien. Este es el corazón en el cual Dios
encuentra todo su deleite. Toda perfección y toda virtud reina en este corazón.
En Jesús se encuentra todo aquello que es atractivo y agradable. Algunos se
sienten atraídos al amor de otros por su belleza, otros por su inocencia, otros por
vivir con ellos y otros por devoción. Pero, si existiera una persona en la cual estas
virtudes y todas las demás estuviesen presentes, ¿quién dejaría de quererla? Si
oyésemos que en un país lejano hay un príncipe que es guapo, humilde, cortés,
devoto, lleno de caridad y que le devuelve bien por mal a aquellos que lo hieren,
entonces, aunque no lo conociésemos, ni hubiese la posibilidad de conocerlo
nunca, aún así nos enamoraríamos de él y podríamos quererlo. ¿Cómo es posible
que Jesucristo, que posee todas las virtudes de manera perfecta y quien nos ama,
no es el único objeto de nuestro amor?
¡Oh, mi Dios! ¿cómo es que Jesús, el único digno de amor, y quien nos ha
dado tantas pruebas del amor que tiene por nosotros, no logra hacer que lo
amemos? Esto era lo que causaba tantas lágrimas a santa Rosa de Lima, a santa
Catalina de Génova, a santa Teresa y a santa María Magdalena Pazzi, quienes al
considerar la ingratitud de la humanidad, exclamaban en sus quejidos: “El Amor
no es amado. El Amor no es amado”.
8
Adoración y oraciones
¡Oh, mi bondadoso Redentor!, ¿a quién puedo amar más que a ti? Eres la belleza
del Paraíso, eres el amor de tu Padre. Tu corazón es el trono de la virtud. ¡Oh,
bondadoso corazón de Jesús! Tú mereces el amor de nuestros corazones; pobres
y desgraciados son los corazones que note aman. Mi corazón ha sido miserable,
Oh, mi Dios, durante todo el tiempo en que no te ha amado. Pero, no continuaré
en mi desgracia. Te amo. Siempre te amaré.
¡Oh, mi Jesús! A veces me he olvidado de ti, y ahora ¿qué puedo esperar?
¿Acaso mi ingratitud hará que te olvides de mí y me abandones? No, mi
Salvador, no lo permitas. Tú eres el objeto del amor de Dios y debes ser amado
por un pecador miserable. Oh, llamas amorosas que arden en el amoroso corazón
de mi Jesús, enciende en mi pobre corazón aquella llama santa que Jesús vino
del cielo a encender en la tierra. Consume y destruye todas las inclinaciones
impuras que moran en mi corazón y previenen que te pertenezca completamente.
¡Oh, mi Dios! Permite que mi corazón exista sólo para quererte a ti, y
solamente a ti, mi querido Salvador. Si alguna vez te desprecié, eres ahora el
único objeto de mi amor. Te amo y nunca amaré a nadie más que a ti. Mi amado
Señor, no rechaces el amor de un corazón que una vez te afligió con sus pecados.
Regocijate ahora en mostrar a los ángeles un corazón que arde por amor a ti; un
corazón que antes te rehuía y rechazaba.
Santísima Virgen María, mi esperanza. Te suplico que me ayudes; y a Jesús le
pido que su gracia me permita ser todo aquello que desea de mí.
9
SEGUNDA REFLEXION
10
El amoroso corazón de Jesús
Si sólo pudiésemos comprender el amor que por nosotros arde en el corazón de
Jesús! El nos ama tanto que aunque toda la gente, todos los ángeles y todos los
santos unieran todas sus fuerzas, no podrían alcanzar ni una milésima parte del
amor que Jesús nos tiene. El nos ama infinitamente más que lo que nosotros nos
amamos.
Jesús nos ama en extremo, y ¿no es el mayor extremo el que Dios haya
muerto por sus criaturas? El nos ha amado hasta el mayor grado: “… había amado
a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Juan 13,1). El
nos ha amado por toda la eternidad, ya que nunca hubo un momento en la
eternidad en el cual Dios no haya estado pensando en nosotros y en el cual no
haya amado a cada uno de nosotros: “Con amor eterno te he amado” (Jeremías
31, 3). Por nuestro amor, él se hizo hombre y escogió una vida de sufrimiento y
la muerte en la cruz. El nos ama completamente y lo sacrificó todo para
demostrarnos su amor. ¿No es este exceso de amor suficiente para asombrar a los
ángeles del Paraíso para siempre?
Este amor también ha persuadido a Jesús a permanecer entre nosotros en la
Eucaristía, ya que está presente en la forma de un pequeño pedazo de pan
guardado en un ciborio. El amor nos lleva a desear estar en la presencia
constante del objeto de nuestro amor. Es este amor y este deseo lo que lleva a
Jesucristo a vivir con nosotros en el Santísimo Sacramento. Los treinta y tres años
que él estuvo con nosotros en la tierra no fueron suficientes. Por lo tanto, para
demostrar su deseo de estar con nosotros, él llevó a cabo el más estupendo de
todos los milagros al instituir la Santa Eucaristía. El permanece ahí porque no
puede separarse de nosotros.
Su amor lo ha llevado a convertirse en alimento para nuestras almas, para
unirse con nosotros, y hacer uno de su corazón y el nuestro: “El que come mi
carne y bebe mi sangre vive en mí, y yo en él” (Juan 6, 56). ¡Oh, exceso de amor
divino! Esto es un misterio de fe que desafía todo entendimiento; no se puede
comprender. ¡Oh, amor de Jesús! ¡Permíteme conocerte y amarte!
11
Adoración y oraciones
¡Oh, adorable corazón de Jesús, corazón inflamado con el amor de la humanidad,
corazón creado para amarnos, ¿cómo es posible que puedas ser despreciado y tu
amor no se le comunique a la humanidad? Oh, miserable de mí, yo también he
sido uno de esos ingratos que no te ha amado. Perdóname, Jesús mío, este gran
pecado de no amarte. Debería ser condenado a una vida sin tu amor por haber
rechazado alguna vez tu amor. Mi Salvador, castígame de cualquier otra manera.
Otórgame la gracia de amarte y luego castígame como desees.
¡Oh, Jesús mío, mi amor! Oh, ardiente corazón de Jesús, haz que mi corazón
arda también. No permitas que ni por un momento yo viva sin tu amor. Confío
por la sangre que derramaste por mí que siempre te amaré, y que tú siempre me
amarás, y que este amor entre tú y yo nunca menguará.
Oh, María, Madre del agradable amor, tú que deseas tanto ver el amor de
Jesús correspondido, úneme a tu hijo de manera que nunca nos separemos otra
vez.
12
TERCERA REFLEXION
13
¡ El corazón de Jesucristo desea ser amado!
Jesús no nos necesita. El es igual de feliz, igual de rico, igual de poderoso con
nuestro amor o sin él. Sin embargo, así como nos enseña santo Tomás, él nos ama
tanto que desea nuestro amor como si la humanidad fuese su Dios y su vida
dependiera de ella. Esto llenó a Job de asombro: “¿Qué es el hombre para que te
fijes tanto en él?”
¿Qué? ¿Puede Dios desear o pedir con tanto empeño el amor de un gusano?
Hubiera sido un gran favor sólo permitirnos que lo amáramos. Ni los príncipes de
la tierra se humillan así, pero Jesús, quien es el Rey del Cielo, ruega por nuestro
amor. “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón” (Mateo 22, 37). Con tanta
urgencia nos pide el corazón: “Hijo mío, préstame atención” (Proverbios 23, 26).
Si un alma lo rechaza él no se aparta, sino que se queda fuera de la entrada de su
corazón, y él llama y toca para que le abran: “Mira que estoy a la puerta y llamo”
(Apocalipsis 3, 20). Jesús se deleita en que lo amemos y se consuela cuando
alguien le repite a menudo: “Dios mío, te amo”.
San Bernardo pregunta: “¿Por qué ama Dios?”; Dios mismo contesta: “…
Amalo y sírvelo con todo tu corazón y con toda tu alma” (Deuteronomio 10,12).
Jesús nos dice que él es el buen pastor, quien, al perder y recuperar una oveja,
llama a las otras para que se regocijen con él. “Alégrense conmigo, porque
encontré la oveja que se me había perdido” (Lucas 15, 6). Nos dice que él es el
padre quien, cuando su hijo regresa y se postra a sus pies, no sólo lo perdona,
sino que lo abra-za tiernamente. ¿Podríamos nosotros no conmovernos y
responder al amor de Dios con tales invitaciones y promesas?
14
Adoración y oraciones
Mi queridísimo Redentor, como escribe san Agustín: me ordenas a amarte y me
amenazas con el infierno si no te amo. ¿Qué puede ser más espantoso que el
infierno? ¿Qué peor desgracia puede suceder que la de ser privado de tu amor?
Si deseas amedrentarme, amenázame sólo con seguir viviendo sin amarte; esta
amenaza basta para espantarme más que miles de infiernos. Si en medio de las
llamas infernales los condenados pudiesen quemarse con tu amor, Oh, mi Dios,
entonces el infierno mismo se convertiría en un paraíso. Si, por el contrario, los
santos del cielo no pudiesen amarte, entonces el paraíso se convertiría en un
infierno. Esto es lo que san Agustín quiere enseñarnos.
Veo realmente, mi queridísimo Señor, que por mis pecados merezco que tu
gracia me abandone. Al mismo tiempo, merezco ser condenado por no amarte,
pero entiendo que aún me ordenas amarte y siento también el deseo de amarte.
Este deseo es un don de tu gracia. Dame la fuerza necesaria para poner tu gracia
en acción y conviérteme, de hoy en adelante, en una persona que pueda rezar
desde el fondo de su corazón y repetir siempre: “¡Dios mío, te amo, te amo, te
amo!” Borra de tu memoria los pecados que haya cometido contra ti. Amémonos
de este día en adelante. No te dejaré, y no me dejarás. Siempre me amarás, y
siempre te amaré.
Oh, María, Virgen Inmaculada, por favor ayúdame y ruégale a Dios por mí.
15
CUARTA REFLEXION
16
El doloroso corazón de Jesús
Es imposible ignorar lo afligido que se encuentra el corazón de Jesús por nuestra
falta de amor y de compasión. El cuenta cuán abrumado está su corazón: “Siento
en mi alma una tristeza mortal” (Marcos 14, 34). El dolor que tanto apenaba a
Jesús no era la visión de los tormentos y la infamia que le tenía preparada la
humanidad, sino la visión de la ingratitud hacia su immenso amor. Jesús vio todo
los pecados que cometeríamos aun después de todos sus sufrimientos y de su
amarga y humillantemuerte. Y vio los horribles insultos que la gente iba a lanzar
a su adorable corazón, el cual él nos dejó en el Santísimo Sacramento como
prueba de su amor. ¡Oh Dios mío, qué de insultos sufriría Jesús en este
sacramento de amor!
Y aún así, la visión de todos estos insultos no le impidieron dejarnos esta gran
promesa de amor. Aunque él odia el pecado, parece ser que su amor por nosotros
supera este odio, ya que se resignó a permitir estos sacrilegios antes de privar a
las almas que lo aman de este alimento divino. ¿No deberíamos amar un corazón
que nos ha amado tanto?
Jesucristo ha hecho lo suficiente para merecer nuestro amor. Ingratos que
somos, ¿vamos a dejar a Jesús abandonado en el altar, como lo hace la mayoría
de la gente? ¿No deberíamos arder de amor por él?
17
Adoración y oraciones
Mi adorable y queridísimo Jesús, he aquí a tus pies, alguien que le ha causado
tanto dolor a tu amable corazón. ¡Oh, Dios mío! ¿Cómo puedo herir tu corazón,
que me ha amado tanto, y no ha escatimado en nada para hacerse amar por mí?
Pero le diré a mi Salvador que se consuele, pues mi corazón, henchido por tus
gracias y sacratísimo amor, ahora se apena y se arrepentiente de las ofensas que
ha cometido. ¡Te suplico que me otorgues la pena por mis pecados que tú sentiste
por ellos en tu vida!
Padre eterno, te ofrezco la pena que tu Hijo sufrió por mis pecados. Te ruego
que me des una gran contricción por las ofensas que he cometido contra ti, para
que pueda vivir sin despreciarte.
Jesús, mi Señor, de este día en adelante, concédeme tenerle un gran horror al
pecado y que rechace hasta las faltas más pequeñas, porque te desagradan tanto.
Mi amado Señor, ahora detesto todo aquello que te desagrada, y en el futuro sólo
te amaré, y amaré sólo aquello que tú amas. Dame la fortaleza y la gracia para
invocarte constantemente y para siempre repetir esta petición: Jesús, dame tu
amor, dame tu amor, dame tu amor.
Santísima María, dame la gracia para orar continuamente, suplicándote: Oh,
Madre mía, hazme amar a Jesucristo.
18
QUINTA REFLEXION
19
El compasivo corazón de Jesús
Dónde podremos encontrar un corazón más compasivo o tierno que el corazón
de Jesús?
Esta compasión persuadió a Jesús a bajar del cielo. Lo hizo afirmar que él era
el buen pastor que vino a dar su vida por sus ovejas. Para obtener el perdón de
nuestros pecados, se ofreció y se sacrificó en la cruz. Por sus sufrimientos, pagó
por el castigo que merecemos. Esta compasión todavía lo hace decir: “¿Gente de
Israel, por qué irías a la muerte? Sepan que yo no me alegro por la muerte de
nadie. Cambien sus caminos para que tengan vida” (Ezequiel 18, 31-32). Mis
pobres hijos, ¿se condenarían alejándose de mí? ¿ ¿No ven que al separase de mí,
corren hacia la muerte eterna? No deseo verlos perdidos. No se desesperen.
Cuantas veces deseen volver, vuelvan, y recobrarán su vida. ¡Conviértanse y
vivan!
¡Oh, Jesús mío! Perdonas al pecador arrepentido y le brindas todo en la
Sagrada Comunión durante su vida. Incluso en el cielo, en la gloria eterna, no te
repugna nada reunirte con un alma que te ha ofendido. ¿Dónde, entonces, se
puede encontrar un corazón tan amable y compasivo como el tuyo, mi
queridísimo Salvador?
20
Adoración y oraciones
¡Oh, compasivo corazón de Jesús, ten piedad de mí! Dulcísimo Jesús, ten
misericordia de mí. Te ruego que me otorgues la gracia de siempre decirte: “Mi
dulce Jesús, ten misericordia de mí.” Aun antes de ofenderte, Oh, mi Redentor,
ciertamente no merecía ninguno de los favores que me has brindado. Me has
creado, me has dado luz y conocimiento, y todo sin ningún mérito mío. Pero yo
te he ofendido. No sólo no merezco tus dones, sino que merezco que me
abandones y eches al infierno. Tu compasión ha hecho que esperes por mí y
preserves mi vida aun cuando te he ofendido. Tu compasión me ha iluminado y
me ha ofrecido el perdón. Me apeno de mis pecados y deseo amarte, y ahora
espero por tu misericordia, reposar en tu gracia para siempre. Oh, Jesús mío, no
ceses de demostrarme tu compasión. Siempre te amaré. Nunca permitas que me
separe de ti. Nunca.
Oh, María, mi madre, nunca permitas que me separe de Dios.
21
SEXTA REFLEXION
22
El generoso corazón de Jesús
Es característico de aquellos de buen corazón querer hacer felices a todos,
especialmente a los angustiados o afligidos. Pero, ¿quién puede encontrar una
persona que tenga un corazón mejor que el de Jesús? El es bondad infinita, y
tiene un deseo descomunal por comunicarle sus riquezas a su pueblo. “Me
acompañan la riqueza y los honores… para enriquecer a los que me aman”
(Proverbios 8, 18-21). Por esta razón, se hizo pobre, según dicen los apóstoles,
para hacernos ricos a nosotros: “… Por ustedes se hizo pobre, siendo rico, para
hacerlos ricos con su pobreza” (2 Corintios 8, 9). Por esta razón escogió también
permanecer en el Santísimo Sacramento, donde está continuamente con sus
manos llenas de gracias, listo a dispensarlas a quienes lo visitan. Por esta razón,
también se nos ofrece completamente en la Sagrada Comunión, ayudándonos a
comprender así que no puede negarnos ningún buen don, ya que él se da
enteramente a nosotros: “¿cómo no nos concederá con él todo lo demás?
(Romanos 8, 32).
En el corazón de Jesús recibimos todo bien, todas las gracias que deseamos:
“Pues en él fueron colmados de todas las riquezas… No les falta ya ningún don
espiritual” (1 Corintios 1, 5-7). Necesitamos entender que le debemos al corazón
de Jesús todas las gracias que hemos recibido —gracias de redención, vocación,
luz y perdón; la gracia de resistir tentaciones y soportar pacientemente las
contradicciones—, ya que sin su ayuda no podríamos hacer nada bueno: “… sin mí
no pueden hacer nada” (Juan 15, 5).
Nuestro Salvador dice que si no hemos recibido las gracias que deseamos, no
nos quejemos con él, sino que nos echemos la culpa: “Hasta ahora no han pedido
nada invocando mi Nombre: pidan, y recibirán, y su gozo será completo” (Juan
16, 24). ¡Qué generoso es el corazón de Jesús con cualquiera que lo busca! “…
todos tienen un mismo Señor de todos, el cual da abundantemente a todo el que
lo invoca” (Romanos 10,12). ¡Qué grandes gracias reciben los creyentes que
sinceramente le piden a Jesús su ayuda! Por lo tanto, acudamos siempre a su
corazón, pidiendo con confianza, y obtendremos lo que deseamos.
23
Adoración y oraciones
Oh, mi Jesús, no has rehusado darme tu sangre y tu vida. ¿Rehusaré yo darte mi
mise-rable corazón? No, mi queridísimo Redentor, te lo ofrezco enteramente. Te
doy toda mi voluntad. Por favor, acéptala y dispón de ella a tu gusto. No puedo
hacer nada, no tengo nada, pero tengo este corazón que me has dado. Me pueden
quitar mis posesiones, mi vida, pero nunca mi corazón. Con este corazón te
puedo amar; con este corazón te amaré. Te suplico, Oh, mi Dios, enséñame a
olvidarme completamente de mí. Enséñame lo que debo hacer para adquirir tu
amor puro, que en tu bondad, me has inspirado a desear. Siento en mí unos
deseos de agradarte, pero para hacerlo, imploro y espero tu asistencia. Permíte
que mi voluntad arda de amor por ti.
Bendita eres, Oh, Immaculada Virgen María, quien siempre has tenido tu
corazón unido al de Jesús. Te ruego, Oh, Madre mía, que en el futuro desee
aquello que sea tu voluntad y la de Jesús.
24
SEPTIMA REFLEXION
25
El agradecido corazón de Jesús
El corazón de Jesús es tan generoso que no puede experimentar la más
insignificante obra hecha por amor —como un buen pensamiento— sin
recompensar a cada uno. Jesús es siempre tan generoso que devuelve el ciento
por el uno: “recibirá cien veces lo que dejó y tendrá por herencia la vida eterna”
(Mateo 19,29).
Los humanos generalmente devuelven favor por favor. Ellos, como quien
dice, devuelven la obligación y no piensan más en ello. Jesucristo no sigue
nuestro ejemplo, sino que devuelve cien veces en esta vida cada buena acción
que hacemos para complacerlo; en la próxima vida, lo devuelve un número
infinito de veces. ¿Quién sería tan negligente de no hacer todo lo posible por
complacer aeste corazón agradecido?
Oh, mi Dios, ¿cómo tratan de complacerte las personas? O, mejor dicho,
¿cómo es posible que la gente sea tan ingrata con nuestro Salvador? Si sólo
hubiera derramado una gota de sangre o un lágrima por nuestra salvación, aún
estaríamos en gran deuda con él, puesto que esta gota o lágrima hubiera sido de
valor infinito ante Dios para conseguirnos cualquier gracia. Pero Jesús nos ha
dado todos sus méritos, todos sus sufrimientos, todas sus humillaciones, toda su
sangre y toda su vida.
Cuando un perrito nos muestra cariño parece pedirnos que lo amemos de
vuelta. ¿Cómo, entonces, podemos ser tan ingratos con Dios? Parece que la
bondad de Dios cambia nuestra naturaleza y en vez de amarlo en
agradecimiento, sólo lo ofendemos y lastimamos. Oh, Señor, ilumina a la
humanidad ingrata para que conozca el amor que nos tienes.
26
Adoración y oraciones
Oh, mi querido Jesús, he aquí a tus pies un pecador ingrato. He sido agradecido
con las criaturas, pero contigo, que has muerto por mí y que has hecho todo lo
posible por hacerte querer, he sido ingrato.
Mi queridísimo Jesús, a menudo te he ofendido y despreciado, pero ahora te
amo más que nada, incluyéndome a mí mismo. Dime lo que deseas que haga,
pues estoy dispuesto a hacerlo todo con tu ayuda. Sé que me creaste; sé que me
diste tu sangre y tu vida para que yo tuviera vida; sé que, por mí, permaneces en
el Santísimo Sacramento. Te doy gracias por ello, mi amor. No me permitas que
en el futuro desdeñe tus numerosos favores y pruebas de tu amor. Atame, úneme
a tu corazón y no permitas que te ofenda o hiera en lo que me queda de vida. Te
he desagradado. Ahora es hora de amarte. Oh, si volvieran esos años que he
perdido. Pero sé que no volverán y que la vida que me queda es corta. Pero sea
larga o corta, deseo pasarla amándote, mi bien soberano, quien merece un amor
eterno e infinito.
Oh, María, mi madre, no permitas que le sea ingrato a tu hijo. Ruégale a Jesús
por mí.
27
OCTAVA REFLEXION
28
El despreciado corazón de Jesús
No hay dolor mayor para un corazón que ama que el ver su amor despreciado. Y
duele más cuando, por un lado, las pruebas del amor han sido grandes ypor el
otro, la ingratitud también ha sido grande.
Si abandonáramos todas nuestras posesiones y nos fuésemos a vivir a un
desierto, comiendo hierbas, durmiendo sobre el suelo y haciendo todo tipo de
penitencia, para finalmente morir por Cristo, ¿qué podríamos ofrecer en pago a
los sufrimientos, la sangre y la vida que este gran Hijo de Dios ha dado por
nosotros? Si hiciéramos constantes sacrificios hasta la muerte, ciertamente no
pagaríamos ni una cuota inicial por el amor que Jesucristo nos mostró al
ofrecércenos en el Santísimo Sacramento.
Oh, Dios mío, ¿cómo le paga y agradece la humanidad al Señor? Con mal
trato, despreciando sus leyes y sentencias: injurias a las que no someterían ni a
sus enemigos o al mayor villano de la tierra y que Jesús continúa recibiendo cada
día. ¿Cómo no vamos a sentir pena y tratar de responder al amor infinito de su
corazón divino, que reposa en el Santísimo Sacramento y el cual está lleno de
amor por nosotros y ansioso por darnos todo buen don?
Estamos acostumbrados a escuchar sobre la creación, la encarnación y la
redención; sobre el nacimiento de Jesús en un establo y su muerte en una cruz.
Oh, Dios mío, si otra persona hubiera hecho esto por nosotros, la amaríamos sin
duda. Parece ser que sólo Dios tiene, por decirlo así, esa mala suerte con la
humanidad: ser despreciado y olvidado.
29
Adoración y oraciones
Oh, corazón de Jesús, fuente de misericordia y amor sin fondo, ¿cómo es que al
mirar la bondad que nos has demostrado y mi ingratitud, no me muero del dolor?
Tú, mi Salvador, luego de haberme dado la vida, también me has dado toda tu
sangre y tu vida al haber sufrido y muerto por mí. No conforme con esto,
también te sacrificas por mí diariamente en la Eucaristía. Oh, mi Dios, ¿cómo
puedo ser tan ingrato? Oh, Señor, te ruego que transformes mi ingratitud,
hiriendo mi corazón con tu amor y haciéndome enteramente tuyo. Recuerda la
sangre y las lágrimas que has derramado por mí, y perdóname a pesar de mi
ingratitud. Dame la gracia de comenzar a amarte. Hazme rechazar todo en mí,
para que viva sólo para ti y siempre arda con tu amor.
Oh, María, tu corazón era el altar santo que siempre ardía con amor divino.
Mi queridísima madre, quiero ser como tú. Obtén para mí esta gracia de tu Hijo,
quien se deleita en rendirte honor al otorgarte todo lo que le pides.
30
NOVENA REFLEXION
31
El constante corazón de Jesús
Cuán fiel es el hermoso corazón de Jesús hacia aquellos a los que él llama a su
amor. “El que los llamó es fiel y así lo hará” (1 Tesolonicenses 5, 24).
La fidelidad de Dios nos llena de confianza y de esperanza en todo, aunque no
lo merecemos. Si hemos expulsado a Dios de nuestro corazón, abrámosle las
puertas y él entrará inmediatamente de acuerdo a su promesa. “Mira que estoy a
la puerta y llamo; si alguien escucha mi voz y me abre, entraré en su casa…”
(Apocalipsis 3, 20). Si deseamos gracias, pidámosle a Dios en el nombre de Jesús,
quien ha prometido que las recibiremos: “Todo lo que pidan al Padre en mi
nombre, él se lo dará” (Juan 15, 16). Si somos tentados, confiemos en sus
méritos, sabiendo que él no permitirá que nuestros enemigos nos reten más allá
de nuestra capacidad de resistir: “Pero Dios no les puede fallar y no permitirá que
sean tentados sobre sus fuerzas” (1 Corintios 10, 13).
Compara la fidelidad de Dios con la fidelidad humana. ¿Cuántas veces
rompemos promesas porque mentimos o cambiamos de parecer? “No es Dios un
hombre para mentir, ni hijo de hombre para volverse atrás. ¿Acaso él dice y no
hace, habla y no cumple su palabra?” (Números 23, 19). Dios no puede ser infiel
a sus promesas porque, siendo la verdad misma, Dios no puede mentir. También,
Dios no puede cambiar de parecer porque todo lo que él ordena es justo y
correcto. Dios ha prometido brindar ayuda a todo el que se lo pida y amar a todo
el que le ama.
¡Ojalá pudiéramos serle tan fieles a Dios como él lo es con nosotros! ¿Cuántas
veces le hemos prometido que le serviríamos y lo amaríamos para luego
traicionarlo y renunciar a su servicio, vendiéndonos como esclavos al demonio?
Pidámosle al Señor que nos dé la fortaleza de serle fieles a Dios. Cuán benditos
seremos si le somos fieles a Jesucristo en las pocas cosas que nos pide hacer.
“Muy bien, servidor bueno y honrado; ya que has sido fiel en lo poco, yo te
confiaré mucho más. Ven a compartir la alegría de tu señor” (Mateo 25,21).
32
Adoración y oraciones
Ojalá que yo te fuese igual de fiel, mi querido Redentor, como tú lo eres
conmigo. Cada vez que he abierto mi corazón, has entrado para perdonarme y
recibirme en tu amor. Cuando te he llamado, has acudido a socorrerme. Me has
sido fiel, pero yo te he sido muy infiel. Te he prometido mi amor, pero he
rehusado dártelo en muchas ocasiones, mi Creador y Redentor, como si
merecieras ser amado menos que tus criaturas o algún misera-ble placer.
Perdóname, Jesús mío. Conozco mi ingratitud y la aborrezco. Sé que eres amor
infinito y que mereces ser amado sin límites, especialmente por mí, a quien tú has
amado, aún después de todos los pecados que he cometido contra ti.
Oh, amoroso y fiel corazón de Jesús, enciende mi miserable corazón para que
arda de amor por ti. Mi Jesús, haz que mi amor por ti crezca. Haz que te sea fiel
hasta la muerte. Además, te pido la gracia para que siempre pueda orar por más
gracias y bendiciones. Que me muera antes de traicionarte otra vez.
33
34
 
35
Oracion de Clausura al Sagrado Corazón de Jesús
Oh, adorado corazón de mi Redentor. Eres la fuente de toda virtud, la fuente de
todas las gracias, la hoguera ardiente en la cual todos los santos arden por tu
amor. Eres el objetivo del amor de Dios, el refugio de los afligidos y la morada de
las almas que amas.
Tu corazón fue herido en la cruz por la lanza de mis pecados. Tu corazón
permanece conmigo en el Santísimo Sacramento del altar.Tu corazón ama a
todos con ternura, pero recibe tan poquito amor. ¡Enciende nuestros corazones
con verdadero amor por ti!
¿Por qué no voy por la vida, diciéndoles a todos de la dulzura y las riquezas
que distribuyes a todos los que te aman? Acepta mi deseo de hacer que te amen
todos los corazones. Sé mi consuelo en las calamidades, mi descanso en el
trabajo, mi consuelo en la ansiedad, mi refugio en las tormentas. Consagro mi
cuerpo y alma, mi corazón y vida, así como todo lo que soy. Recibe mis
pensamientos, así como mis inclinaciones y deseos.
¡Oh, Padre eterno! Te ofrezco la adoración pura del corazón de Jesús. Podrás
rechazarme a mí, pero no a tu Hijo. Que su corazón llene el mío de todo aquello
que carece para que te sea más agradable.
36
Index
Título Page 2
Derechos de autor 3
Una breve historia de la devoción 4
Introducción 5
PRIMERA REFLEXION: El bondadoso corazón de Jesús 7
SEGUNDA REFLEXION: El amoroso corazón de Jesús 10
TERCERA REFLEXION: ¡ El corazón de Jesucristo desea ser
amado! 13
CUARTA REFLEXION: El doloroso corazón de Jesús 16
QUINTA REFLEXION: El compasivo corazón de Jesús 19
SEXTA REFLEXION: El generoso corazón de Jesús 22
SEPTIMA REFLEXION: El agradecido corazón de Jesús 25
OCTAVA REFLEXION: El despreciado corazón de Jesús 28
NOVENA REFLEXION: El constante corazón de Jesús 31
Oracion de Clausura al Sagrado Corazón de Jesús 36
37
	Título Page
	Derechos de autor
	Una breve historia de la devoción
	Introducción
	PRIMERA REFLEXION: El bondadoso corazón de Jesús
	SEGUNDA REFLEXION: El amoroso corazón de Jesús
	TERCERA REFLEXION: ¡ El corazón de Jesucristo desea ser amado!
	CUARTA REFLEXION: El doloroso corazón de Jesús
	QUINTA REFLEXION: El compasivo corazón de Jesús
	SEXTA REFLEXION: El generoso corazón de Jesús
	SEPTIMA REFLEXION: El agradecido corazón de Jesús
	OCTAVA REFLEXION: El despreciado corazón de Jesús
	NOVENA REFLEXION: El constante corazón de Jesús
	Oracion de Clausura al Sagrado Corazón de Jesús

Continuar navegando

Materiales relacionados

37 pag.
Cien Visitas al Santísimo Sacramento

User badge image

Victor Hugo Vargas Guajala

193 pag.
Libro-San-Juan-Eudes---VersiAn-web--002-

SIN SIGLA

User badge image

Materiales y Contenidos

11 pag.
LAS QUINCE ORACIONES SANTA BRIGIDA

User badge image

Desafío México Veintitrés